The Number One II (Nick)

Nick tenía razón. No iba a aceptarlo, pero muy dentro de ella sabía que su mejor amigo había estado en lo cierto, diciéndole que no le parecía que saliera con Justin, si apenas lo conocía.
Se sentía una tonta, ¿por qué diablos había pensado que un chico como Justin podría enamorarse realmente de ella? Sus estúpidos pensamientos eran completamente fallidos. Primero, porque Justin no era al fin y al cabo tan “maravilloso” como ella pensaba. Y segundo, porque definitivamente lo que menos quería de ella era amor.
Las lágrimas caían de sus ojos sin cesar, mientras se acurrucaba al pecho de Nick. Él siempre había estado allí, a su lado. A veces peleaban, a veces se sentía sola y él era la única persona que podía hacerla sentirse en casa una vez más. Pero ¿por qué lloraba? Sabía que no era por el idiota que acababa de salir de aquella habitación… sino por el tierno chico que acababa de entrar para protegerla.
No entendía qué estaba ocurriendo con ella. De repente, se sentía culpable. Sabía que había juzgado a Nick y que le había dicho cosas de las cuales –definitivamente- se arrepentía. De hecho, en el preciso instante en que escuchó que él le gritaba, con todo su rencor, que no le había cantado aquella canción a Courtney, sintió una fuerte ola de satisfacción. Y al mismo tiempo, de culpa.
Se había puesto celosa, eso sí podía admitirlo. Aquella chica no le gustaba para nada, y mucho menos para su mejor amigo, pero ¿por qué sentía una extraña presión en el pecho? De hecho, de seguro ya estaba volviéndose loca.
Sin que él lo notara, lo observó. Nick miraba tranquilamente hacia la nada, en silencio. Parecía no darse cuenta de que ella lo observaba detenidamente, milímetro por milímetro. Realmente era tan hermoso como todas decían ¿verdad? Bueno, estaba segura de que no había sido el chico más popular –y reclamado- de la secundaria por ninguna razón. De hecho, ahora que lo miraba detenidamente… podía admitir que le parecía lindo, incluso.
En su mente sacudió la cabeza, pero no lo hizo en realidad: no quería que Nick despertara de su repentino transe visual. De hecho, ella estaba disfrutando poder mirarlo sin sentirse rara. Bueno, en realidad, sí estaba sintiéndose rara.
Él cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, notó que aún estaba en aquella habitación de la enorme –gigante- de Will. Notó que aún era de noche, que la música sonaba afuera, que a pesar de que la puerta estaba abierta, nadie podía molestarlo… Pero tardó unos segundos en notar que el calor de su cuerpo se lo estaba dando el tacto con cierta chica entre sus brazos.
_____.
Había perdido por completo la noción del tiempo. Se había perdido en sus pensamientos, en el odio que le tenía a aquel Justin, en el dolor que sentía al ver a ______ tan vulnerable, en el amor que le empezaba a tener. ¿De verdad estaba enamorado? Justo cuando pensaba que no le pasaría a él. Justo cuando creía que no era posible que algo tan maravilloso le pasara en verdad…
Se dio cuenta de algo que le llamó la atención. No miró hacia abajo, pero sabía que ella lo miraba fijamente. Lo sabía, lo sentía. Se contuvo durante varios minutos, haciendo de cuenta que seguía en su mundo, pero de repente estaba tan concentrado en no moverse, que comenzó a sentir la respiración de _____, cálida sobre su cuello.
No supo si era el nerviosismo o la felicidad. Pero sonrió como un idiota –un idiota enamorado- y la miró.
-¿Estás mejor?-preguntó.
Ella se sobresaltó al instante. Definitivamente, lo último que esperaba era que él la descubriera.
-Sss-sss-sssí-tartamudeó.
Él sonrió tiernamente y la miró a los ojos.
De acuerdo, ahora sí se sentía perdido.
Se quedaron en silencio durante un minuto. Un minuto que podría haber sido una eternidad, pero se sentía tan bien. _____ no comprendía por qué su corazón parecía latir más y más fuerte mientras observaba los diferentes tonos chocolate de los ojos de Nick. Jamás se había dado cuenta de la extraña sensación que le hacía tener. Sus ojos eran pequeños, pero… definitivamente, profundos. Tan profundos que… estaba completamente hundida en ellos.
Pero una melodía comenzó a sonar y sintió que todo se detenía. El único sonido que podía escuchar, era ese. Aquella canción… aquel sonido.
Notó cómo Nick sonreía lentamente.
-Supongo que suena mejor la canción original que los acordes en mi guitarra-dijo.
Ella rió levemente, pero estaba ruborizada.
-No seas tonto, suena genial cuando la tocas.
Ella sabía que estaban entrando en terreno peligroso.
Y quería pisarlo.
-Lo siento-dijo Nick de repente, dejándola completamente sorprendida-. Siento haberte hecho creer todas esas cosas acerca de Courtney, en verdad no quiero que pienses que le canté esta canción, es sólo que…
-Nick, por favor, no seas tonto. Si hay alguien que debe pedir perdón aquí, esa soy yo. Me comporté como una tonta y no creí nada de lo que me dijiste… cuando todo era cierto-agachó la mirada.
Él se la levantó tomándola suavemente del mentón.
-Sabes que estoy aquí para ti, siempre-sonrió.
-Lo sé. Y me preocupa que te aburras.
-No pasará jamás, ______. Puedes darlo por seguro, eres la número uno en mi lista.
-También tú lo eres.
Ella se abrazó más a él, apoyando su cabeza sobre su pecho, mientras Nick la rodeaba con los brazos.
-¿Nick?-murmuró.
-¿Mm?
-¿Puedes cantar?
Él se separó un poco de ella para mirarla, con el ceño fruncido.
-¿Qué?
-No lo sé, sólo…
Nick sonrió lentamente mientras volvía a apretarla suavemente contra su cuerpo. Y en un susurro, le cantó al oído:
-Baby you’re all that I want when you’re lying here in my arms, I’m finding it hard to believe we’re in heaven. And love is all that I need and I found it there in your heart, it isn’t too hard to see we’re in heaven.
Ella sonrió mientras escuchaba aquellas hermosas palabras salir de la boca de Nick. Se sentía en paz cuando lo escuchaba cantar. Era como un ángel… y se sentía llena cuando escuchaba el sonido de su voz.

_____ frente a mis ojos. Mi hermosa y perfecta _____. Dios santo, se veía tan linda. Pero, ¿dónde estábamos? Parecía ser una playa o algo así. Algo extraño, ya que nunca había visto este lugar antes. Pero ella… Cada segundo que la miraba era como volver a nacer. Su mirada me volvía eternamente loco, su sonrisa me llevaba a otro mundo. ¿Por qué tenía que ser así? No quería volver a sufrir. No después de lo de Hilary. El mundo se detuvo aquella vez y dejó de girar para mí, pero pareciera que todo siguió su rumbo, sin importar nada más. Comenzaba a sospechar que estaba volviéndome loco.
Y si ____ seguá mirándome de esa manera, definitivamente iba a volverme loco.
El timbre sonó. ¿El timbre?
Abrí los ojos. Ahora todo tenía sentido. No estaba en una playa, sino en mi ya muy conocido cuarto. Y tampoco estaba ______ frente a mí, sino… nadie. Sólo Elvis Jr. moviendo la cola desde la puerta. De alguna manera, el perro se había criado con la idea de que no podía entrar a mi cuarto mientras dormía. Cosa extraña, porque realmente jamás le enseñé eso. Y no creo que Paul, Adam o Jerry lo hayan hecho. Mucho menos mis padres. Elvis es mío.
El timbre volvió a sonar, esta vez con más insistencia. Quienquiera que fuera, estaba muy ansioso por verme y sabía que estaba en casa. Lo que de seguro no tenía en cuenta era que en los últimos cuatro días había estado de fiesta en fiesta, de casa en casa. Mis primos y yo habíamos hecho fiestas durante toda la semana aprovechando el pequeño viaje de nuestros padres. Y ellos no llegarían hasta… Bueno, realmente no sabía cuándo llegarían.
El timbre sonó por tercera vez mientras bajaba las escaleras, refregándome los ojos.
–Qué molesto–murmuré.
Cuando abrí la puerta de entrada y vi pasar como un rayo a Adam, supe que el famoso “día de llegada” había llegado.
–¿Por qué tardaste tanto?–preguntó Paul, con tono autoritario.
Me volví hacia mi hermano, quien me miraba de brazos cruzados.
–Estaba durmiendo–respondí encogiéndome de hombros.
Paul entornó los ojos y tras murmurar algo ininteligible, salió por la puerta para dirigirse al auto de mis padres, que se encontraba en la calle.
Eso era lo bueno de vivir en aquel barrio cerrado de Los Ángeles. Mis padres podían ser las personas más famosas de todo Hollywood, pero no había ningún fan molesto por ninguna parte. Aunque los paparazzi algunas veces lograron entrar y sacar algunas fotos. No entiendo cómo lo hacen. Y tampoco logro entender qué demonios les interesa de dar a luz la vida privada de una persona. ¿A eso llaman empleo? Idiotas.
–¡Dick!–me llamó cierta vocecita.
Agaché la mirada y me encontré al pequeño Jerry mirándome con una sonrisa enorme, con sus bracitos levantados hacia mí, invitándome a que lo tomara. Le sonreí, era el hermano más tierno del Universo y lo adoraba. Siempre había sido cariñoso con mis hermanos, incluso cuando Paul y Adam eran pequeños. Me agaché y tomé a Jerry en mis brazos, para levantarlo.
–¿Cómo estás, Jerry?–le pregunté mirándolo.
El niño rió y me abrazó el cuello. Sus pequeños bracitos apenas lograban rodearlo, pero aún así era el bebé más lindo de todos.
–Te extañé–dijo.
Me sorprendí. ¿Desde cuándo Jerry hablaba tanto? Solía ser un niño callado cuando se había ido a Nueva York. De todos modos, la nueva costumbre de que le respondiera, me hizo sonreír.
–¡Nick!–gritó mi madre, abrazándome.
–Mamá, no respiro–logré decirle.
–Lo siento–sonrió ella, separándose–. No sabes cuánto te he extrañado, hijo. ¿Estás bien? ¿Comiste? ¿No te enfermaste ni te lastimaste? ¿No pasó nada?
–Mamá…–sonreí– Todo está perfecto.
Sunny sonrió y detrás de ella pude ver a mi padre acercándose a nosotros con las valijas en la mano.
–Tú–dijo mirándome mientras entraba a la casa–, me debes una charla.
Mi madre me miró confundida y yo negué con la cabeza.
–No te preocupes, no es nada–mentí.
Nada. Mi padre había adivinado por teléfono que su hijo se acababa de enamorar. Perfecto idiota. Idiota, idiota, idiota.
–Cosas de hombres–dijo Nicholas saliendo de nuevo a la entrada.
Abrazó a mi madre por la cintura y luego ella lo miró, y se besaron.
Jerry comenzó a aplaudir mientras reía.
–¡Diug!–se quejó Paul, tapándose los ojos– ¡Hay niños presentes!
–¡Déjenlo para cuando están solos!–le siguió Adam.
Yo sólo sonreí y miré hacia otro lado. Aquella pequeña muestra de amor me recordaba sólo una cosa…

–Entonces…–dijo mi padre por tercera vez, mirándome.
Estábamos solos en la cocina. Mi madre y mis hermanos estaban en el jardín. Nicholas no dejaba de mirarme y me ponía nervioso. Sabía que lo estaba y no me ayudaba, precisamente. Tras haberle contado lo ocurrido con _____ en la última semana –con un par de cambios de escenario, claramente–, me sentía liberado. Pero mi padre esperaba algún tipo de conclusión.
–No lo sé–dije finalmente.
Suspiré y me dejé caer en una silla, frustrado.
Mi padre, en cambio, sólo siguió sonriendo. Comenzaba a molestarme…
–¿Sabes? Creo que te mereces un cambio. Un nuevo aire.
–¿De qué hablas?
–Tu madre y yo compramos una casa en una playa aislada poco después de casarnos… Es un lugar increíble y puedes ir con tus primos. ¿Qué dices?
¿Una casa? Wow. Qué increíble. Pero por mucho que deseara ir, no podía hacerlo.
–Papá, tengo que ir a la Universidad, ¿lo olvidas?
–Pueden ir el fin de semana. No tienen nada que hacer aquí–se encogió de hombros.
Buen punto.
–Como condición–sonrió–, quiero que lleves a ____ con ustedes.
–¿¡Qué!?–me quedé boquiabierto.
–No seas exagerado, Nick–rió–. Me lo agradecerás. Ahora ve y avísale a tus primos.
¿Estaba loco? ¿Por qué diablos parecía estar tan tranquilo? ¡Apenas lograba mantener el control delante de ella y pretendía –corrección, me obligaba– a llevarla conmigo a una casa desolada durante dos malditos días!
Lo peor de todo, era que sus pretextos eran realmente buenos. Y me estaban convenciendo… Y lo lograron.

–¡Vamos a la playa, nena!–cantaba en voz alta Will.
Dios santo, mi mejor amigo era un tipo raro. Pero nos hacía reír a todos.
Hacía extraños pasos de baile mientras salía de la casa una y otra vez, cargando las cosas en el auto. Él, Amy, _____ y yo iríamos en mi auto mientras que Beth y Zac irían en el de Zac. Los demás no habían podido venir (era de esperarse, después de todo, tenían clases los fines de semana). Amy ayudaba a Zac con la comida, Will cargaba el auto, Beth y _____ estaban en la sala hablando de vaya a saber uno qué. Yo, por mi parte, estaba vigilando que ambos autos estuvieran en buenas condiciones. Realmente no quería ningún accidente inesperado.
–Listo–dije cerrando el capó del auto de Zac–. Todo en órden.
Me limpié las manos y en el instante en que volteé para entrar a la casa y anunciarles a todos que podíamos salir, _____ apareció frente a mí.
–Nick–sonrió.
–_____, me asustaste–reí.
Ella hizo una mueca.
–Lo siento.
–No te preocupes, estoy bien–sonreí.
Diablos. Miré a otro lado. Otra vez con la actitud de niño tonto. ¡Tienes dieciocho años, pequeño gran idiota! ¡Deja de sonreírle como un bobo!
–Entonces–dijo ella– ¿qué hay de nuevo?
La miré. Y otra vez comenzaba a sonreír de nuevo.
–¿Además de que no tenía idea de esta supuesta casa de mis padres? Mm… nada.
____ rió. Su angelical y hermosa risa.
–Tal vez era un secreto de sus viejos años como amantes. Tú sabes, cuando eran jóvenes y los tiempos eran diferentes.
–Cuando no había un pequeño Nick para alegrar sus días.
–Estoy segura de ello–rió–. De acuerdo, creo que si no nos vamos ya, no llegaremos nunca más.
–Tienes razón.
Rodeé el auto y abrí la puerta trasera, invitándola a entrar.
–¿Por qué tengo que ir atrás?–hizo puchero.
No, no hagas eso, _____. No te imaginas el efecto que tiene en mí.
–Es esto o escucharemos las quejas de Will durante todo el viaje.
Ella se quedó muda y entró al auto tan rápido como pudo, haciéndome reír.

–¿Ya llegamos?–preguntó mi mejor amigo una vez más.
–William, por enésima vez, ¡deja de preguntar eso!–levanté las manos, frustrado.
–¡Ey, manos al volante, Jonas, nos matarás a todos!
Las chicas rieron atrás.
Se produjo un silencio durante unos minutos, mientras sonaba “Drive my car” de los Beatles en el estéreo del auto. Miré disimuladamente a través del espejo retrovisor. Allí estaba _____, mirando por la ventana, con una pequeña sonrisa en el rostro. Parecía concentrada, ¿en qué estaría pensando? Comenzaba a notar que cada vez me preocupaba más por ella, como si realmente fuera mi responsabilidad. Bueno, literalmente en ese momento sí era mi responsabilidad, ¿cierto? Estaba manejando el auto en el que ella viajaba. Pero más allá de eso, sentía que realmente me importaba lo que le ocurriera o lo que sintiera. Lo que quiera que pasara por su mente, o incluso por su corazón. Quería saberlo todo y cuanto más sabía de ella, más feliz me hacía.
De repente giró su cabeza y nuestras miradas se encontraron a través del espejo. Por un momento me arrepentí de haber estado espiándola, pero en el momento en que la miré a los ojos todos mis reproches quedaron atrás. Inconscientemente, le guiñé un ojo. A lo que ella respondió sonriendo aún más, aquella sonrisa tan hermosa que me volvía loco.
–¿Ya llegamos?–volvió a preguntar Will.
–Falta poco–respondí.
–Baby you can drive my car–cantó a todo volumen.
Amy, _____ y yo estallamos en risas mientras Will se dedicaba a mover la cabeza al compás de la música y a chasquear los dedos.
–Yes, I’m gonna be a star–siguió cantando–. Vamos, Nick.
Lo miré y reí.
–Baby you can drive my car–canté.
–And maybe I’ll love you–cantamos los dos–. Beep beep'm beep beep yeah!
Amy y ____ sólo reían a carcajadas desde los asientos traseros, mientras Will y yo continuábamos nuestra pequeña gran versión de aquel tema.
–¡Llegamos!–anuncié, volviendo a chequear que la dirección fuera la correcta.
–No lo dices en serio…–dijo Will boquiabierto.
–Sí, lo digo en serio. Aquí es.
–¡¿Aquí?!–gritó señalando la casa mientras salía del auto– ¡Pero si apenas mide dos metros cuadrados! ¡Es una pequeña cabaña!
–Will, ¿qué esperabas? ¿Una mansión o un hotel cinco estrellas?–preguntó Amy.
–Viniendo de Nicholas y Sunny Jonas, sí–respondió con una mueca de “obvio”.
–Sinceramente–tuve que admitir– yo también esperaba algo más… llamativo.
Volteé a ver el paisaje una vez más. De acuerdo, no era fea. De hecho, era una de las cabañas más lindas que había visto en toda mi vida. Parecía estar escondida –y por lo que tardé en encontrar el camino que nos traía aquí, debo decir que sí estaba escondida. Se sentía la brisa y el clima era perfecto, además de la sensación de ser las únicas personas en kilómetros.

Si, realmente me gustaba.
–¡Me encanta!–chilló Beth bajando del auto de Zac– ¡Es como una pequeña cabañita! Debe ser tan cálida… ¡Vengan, entremos!
Tomó a Amy del brazo y ésta tomó a Will. Los tres salieron disparados camino a la casa, con Zac gritándoles atrás que esperaran.
Negaba con la cabeza mientras intentaba ocultar mi risa con una sonrisa. Giré la cabeza y estaba _____ observando la casa.
–¿Y bien?–pregunté acercándome a ella con las manos en los bolsillos de mis pantalones– ¿Qué te parece?
–Me encanta–respondió volviéndose a mí–. Es muy linda y me fascina la tranquilidad de este lugar. Es increíble.
–Sí que lo es, ¿Verdad?–pregunté mirando la fachada nuevamente.
–Tus padres eligieron el lugar perfecto–suspiró y murmuró:– ¿Por qué habrán comprado esta casa?
La miré y fruncí el ceño. Era verdad, aquel lugar no era muy conocido y nunca nadie hablaba de él. Sin embargo, no creo que mis padres hayan querido comprarlo por el hecho de ser desconocido. De hecho, creo que son las únicas celebridades de Hollywood que no se vuelven locos intentando esconderse de los paparazzi. Realmente extraño. Pero por alguna razón, aquella casa me llamaba la atención.

–De acuerdo, vamos a organizarnos–dijo Beth cuando todos nos reunimos en la sala principal–. Estamos todos ubicados, ¿verdad?
Asentimos. Cada uno tenía habitación propia (lo bueno de tener una familia grande) y nos habíamos instalado hacía por lo menos dos horas. Ya habíamos almorzado. Ahora estaban todos entusiasmados por ir a la playa a tirarse al agua. ¡Hacía tanto calor!
–Beth, por favor, vámonos ya–insistió Zac.
–¡Me estoy derritiendo!–se quejó Amy.
–De acuerdo. Pero después no digan que no les advertí. ¿Quién se lleva las llaves?
Todos nos miramos. Pero por alguna extraña razón, sentía que el principal centro de atención era yo.
–No, no me las llevaré yo–dije–. Ya me conocen, puedo llegar a perderlas…
Era mentira, de hecho, era muy responsable. Pero de seguro mis amigos no recordaban ese pequeño detalle. Además, tenía ganas de salir a caminar hasta altas horas de la noche, y tener las llaves que permitían la entrada a todos a la casa hasta las cuatro de la mañana no me iba a facilitar las cosas. De hecho, cuando llegara el domingo por la noche, me odiarían todos.
–Bien, me las llevo yo–dijo Beth rodeando los ojos–. Ahora sí, vámonos.
Caminamos hacia la playa todos juntos, pasamos una tarde increíble, todos riéndonos y contando historias y anécdotas. Una tarde realmente maravillosa, como hacía mucho que no tenía. Nos metimos varias veces al agua y en más de una ocasión molestamos a las chicas, que estaban muy ocupadas y concentradas en tomar sol. Algo que no entiendo sobre las mujeres. ¿Por qué diablos se quejan de que hace calor si se tiran debajo del sol durante horas solamente para tener color? Por Dios, ¡qué vidas más aburridas! No tiene sentido perder toda una tarde sin hacer nada más que dormir y rostizarse.
Comencé a alejarme del agua, acababa de pasar una buena cantidad de minutos junto a Will y Zac y ya estaba comenzando a sentirme como un pez allí dentro. Tomé la toalla que estaba en la orilla y mientras me secaba fui acercándome a donde teníamos todas las cosas. Estaba secándome el pelo cuando dejé de hacerlo y pude ver lo que había en frente.
_____ mirándome fijamente. Sonrojada.
–¿Qué haces?–preguntó.
–¿Me seco?–levanté una ceja y sonreí.
Ella también lo hizo, pero sólo logró sonrojarse más.
–Luces linda cuando te sonrojas.
–Cállate.
Reí y me senté a su lado en la arena, sobre la manta que estaba tendida en la arena. Estiré mis rodillas y me incliné hacia atrás, apoyándome sobre mis codos.
–¿Qué hacías?–pregunté.
–Sólo leía un poco–sonrió.
Miré el libro que estaba a su lado y lo tomé.
–Buena elección, ¿verdad?–pregunté con una media sonrisa.
A walk to remember. Debí suponerlo, era su libro favorito.
–Me encanta. Lo he leído al menos cinco veces.
–Y nunca te cansas–la miré.
Ella rió y lo tomó de mis manos para dejarlo dentro de su bolso. Luego se puso de pie.
–¿A dónde vas?–pregunté.
–¿Tú que crees? Iré a caminar un rato, no voy a quedarme toda la tarde sentada allí. Ya me aburre.
–Podrías ir al mar, el agua está increíble.
–Quiero conocer el lugar–sonrió.
Le devolví la sonrisa y me paré de un salto.
–Voy contigo. Después de todo, yo tampoco lo conozco.

–_____...–murmuré.
Ella se giró y me miró con una sonrisa en su rostro. Llevábamos caminando varios minutos, estábamos hablando y me sentía tan feliz cuando estaba a su lado.
Pero aún había algo que me preocupaba.
–Dime, Nick–dijo ella.
–¿Cómo te sientes?–ella hizo una mueca, yo me detuve, suspiré y tomé su mano tras pararme frente a ella–. Me refiero a lo de… Justin.
Escupí su nombre, lo admito.
Ella se puso visiblemente nerviosa. Soltó mi mano y se la pasó por el cabello, miró a todos lados, por momentos sonreía, también cerraba los ojos. Intentaba escapar de la verdad, de la pesadilla. ¿Qué tanto dolor le había causado?
–Estoy bien–dijo al fin–. Es sólo que…–suspiró y rió– Nunca creí que Justin sería así. Ya sabes, parecía el chico ideal.
En realidad, para mí era un idiota desde el instante en que había oído su nombre.
–Sabes que las apariencias engañan–tomé su mano de nuevo.
–No siempre–me corrigió y me miró a los ojos.
–¿Ejemplo?
–Cuando te vi, supe que eras increíble. Y no me equivoqué–sonrió.
Diablos, ¿podía ser más adorable? Me tenía rendido a sus pies, y aún así no lo notaba.
Noté cómo el color cubría mis mejillas y ella agrandó su sonrisa, haciéndola ver aún más hermosa.
–Adoro cuando te sonrojas–dijo tomando mis manos y riendo.
Di un paso hacia adelante y entrelacé sus dedos con los míos. Podía sentir su cuerpo pegado al mío, su respiración tan cerca. La miré a los ojos y sonreí.
–Yo adoro tantas cosas de ti…–murmuré.
Ella sonrió y se sonrojó. Me hacía sentir vivo, mientras mi corazón latía fuertemente en mi pecho. ¿Cómo es que una sonrisa me podía provocar tanto? Toda ella era perfecta para mí. Y sentía que jamás encontraría a alguien como ella. Jamás.
Rió suavemente y depositó un beso en mi mejilla, para luego alejarse por la orilla de vuelta a la casa. Me quedé observándola mientras volteaba cada varios pasos a mirarme y volver a sonreír.
Era realmente hermosa, completamente sencilla. Y era real, un sueño hecho realidad. ¿Cómo no me había dado cuenta antes de lo enamorado que estaba?