The Number One II (Nick)

Continué revolviendo mi café con la cuchara mientras de fondo, se oía la voz entusiasmada de Amy. Pero por mi mente no vagaban más que los pensamientos. Pensamientos complicados y confusos. Pensamientos que me tenían con la vista fija en la nada.
-Hey, ______ ¿te sientes bien? –preguntó Beth.
Levanté la mirada e intenté sonreír. Lo único que salió de mi boca fue una sonrisa triste y completamente forzada.
Amy frunció el ceño y dejó sus papeles a un lado meintras se inclinaba sobre la mesa para mirarme preocupada.
-¿Qué ocurre? –preguntó.
-Nada, no es nada –dije intentando sonar tranquila-. Por favor, sigamos hablando de los preparativos.
-No, ______. Hace por lo menos cinco minutos que estás completamente ida de la conversación. Algo ocurre y no continuaremos esta charla a menos que nos digas –dijo Beth, agregando algo de humor al mal ambiente.
No supe si sonreír o llorar. Simplemente agaché la mirada.
-Es Nick ¿cierto? –preguntó Amy.
Levanté la mirada y manteniéndome fuerte para no dejar que las lágrimas salieran de mis ojos, asentí.
-¿Qué ocurrió? ¿Te hizo algo? –preguntaron preocupadas y alertas.
-No, no. En realidad, no me hizo nada… Es sólo que… -suspiré-. Bien, tal vez yo soy algo paranoica y me estoy armando una buena película cuando en realidad…
-______ ¿qué pasó?
Me rendí. No iba a poder contra ellas ¿Verdad? Eran mis amigas ¡me conocían demasiado bien!
-Últimamente está como… completamente preocupado por algo. Vive alerta y siento que se siente perseguido ¡no sé cómo explicarlo! Ya ni siquiera tiene tiempo de mirarme a los ojos y sonreírme, o venir a dormir a mi casa. No lo sé, es extraño. Olvídenlo, estoy loca.
Beth y Amy se miraron mientras suspiraban.
-Eres increíble –bufó Beth.
Sonreí con gracia. En realidad, la situación era algo idiota. Estaba preocupada porque mi novio no me sonreía. ¿Acaso tenía quince años?
-Sí, lo sé. Es completamente…
-No, no me refiero a eso –me interrumpió-. ¿Por qué tienes miedo? ______, somos tus amigas. Te entenderemos. No temas contarnos cómo te sientes.
-Yo no…
-No te pongas a la defensiva –dijo suavemente Amy.
-Mira, ______. Sabemos que hay algo que no quieres contarnos. Y entendemos si es privado entre tú y Nick. Pero te queremos ayudar y no sabemos cómo si no nos dices qué ocurre exactamente.
Tenían razón. Por algún motivo, intentaba guardar adentro la verdad. Como si intentara convencerme a mí misma de lo equivocada que estaba.
Tomé un sorbo de mi café, decidida a comenzar. Estaba frío y amargo. Realmente horrible. Hice una mueca y mis amigas rieron mientras yo intentaba mantener la seriedad de la conversación.
-Siento que no tiene tiempo para mí. Por momentos hasta llego a pensar qué habré hecho para que algo saliera mal, qué error cometí. Y luego… no lo sé. Es que simplemente, siento que no es el mismo. Hay algo que lo preocupa, y si le pregunto, me dice que no pasa nada. Tal vez soy yo, tal vez es él. No lo sé. Lo único que entiendo, es que no actúa como siempre. Y… temo que el motivo de ese comportamiento… sea que ya no me ama.
-¡Por Dios, _____! –exclamó Amy-. ¿Alguna vez has notado la manera en que te mira? ¿La sonrisa en sus labios cuando te nombra? ¿El brillo en su mirada? Nick te ama, te adora. ¡Está tan enamorado como el primer día! ¿Cómo puedes pensar que te dejó de amar?
-Además, no quiere decir que hayas hecho mal. Debe estar algo estresado por el trabajo, sabes cómo es esto. Y conoces a Nick: es la persona más perfeccionista y detallista. Sabes que no dejaría nada por la mitad o con alguna falla. Debe ser el estrés, estoy segura.
-Y no tienes que sentirte mal. Tú sólo acompáñalo y trata de entenderlo. Es probable que no quiera hablar del asunto para no estresarse más, o ¿quién sabe? Tal vez no quiere estresarte a ti contándotelo.
Las chicas tenían razón. No tenía demasiado sentido que estuviera tan preocupada. Tenían razón mis amigas, tal vez eran sólo problemas con el trabajo y yo estaba preocupándome más de lo debido.
Sonreí. Eran las mejores y lo sabían.

Minutos más tarde, después de terminar nuestro tiempo libre hablando de la boda de Amy, salí de la cafetería camino a mi oficina. En el camino, me topé con un distraído Nick.
-Hey –lo saludé riendo.
Mi humor había mejorado muchísimo desde aquella charla con las chicas.
Él se detuvo y me sonrió. Cómo extrañaba su sonrisa.
-Hola, hermosa –dijo acercándose a mis labios.
Me besó durante un segundo y luego se separó, de seguro recordando dónde nos encontrábamos.
-Me gustaría estar afuera de aquí en este mismo instante –susurró.
Sonreí. Era el mismo de siempre. Beth y Amy tenían razón: tal vez había sido sólo una simple y pequeña preocupación temporal.
-¿A qué hora terminas? –pregunté tomando su mano.
Él sonrió y estuvo a punto de responderme. Pero en el instante en que abrió su boca para darme una respuesta, su celular sonó. Bufó enojado y lo tomó. Cuando leyó el mensaje, su expresión cambió radicalmente.
De repente su mano dejó de tomar la mía con cariño, ya ni siquiera ponía fuerza en el agarre. Sus ojos se tornaron fríos, a diferencia de su cálida mirada segundos atrás. Y sus facciones, duras como la piedra, hicieron que su sonrisa desapareciera por completo.
Era como si la pesadilla regresara. Como si… algo malo hubiera aparecido en la pantalla de su celular.
-¿Todo en órden? –pregunté preocupada.
-Sí, sí. Lo siento, debo irme –dijo sin ni siquiera mirarme, guardando su celular en su bolsillo.
Me pasó por al lado para continuar camino a su oficina, sin ni siquiera dirigirme una palabra.
-¿Vienes a casa esta noche? –pregunté con el corazón en la boca.
Algo me decía que no todo estaba tan bien como creía.
Él volteó y me miró durante un segundo, pero no a los ojos. Más bien, fue una mirada preocupada y llena de dudas.
-Después te digo bien –dijo antes de volver a voltear y alejarse.
Me quedé varios segundos allí parada, hasta que entré en mi oficina. Durante algunos minutos me dediqué a ordenar mi escritorio, pero mi mente sólo pensaba en el extraño comportamiento de Nick minutos atrás.
Sin pensarlo dos veces, suspiré y me levanté de mi asiento.
-Esto ya no puede seguir así –me dije a mí misma antes de salir de cerrar la puerta detrás de mí.
Caminé apresurada hacia su oficina. Por alguna extraña razón, estaba nerviosa. El corazón me latía a mil por hora y no tenía idea del motivo. Nunca había creído en las corazonadas, pero esta vez…
Cuando vi aquella gran puerta con el nombre “Nicholas Jonas II”, sentí que me faltaba el aire. Sin dudarlo, tomé la manija y abrí la puerta.
-Nick, ¿podemos…? –pregunté mientras levantaba la mirada.
Y lo que vi no fue precisamente algo bueno. Una vez más, mis instintos no se habían equivocado. Mi corazón se detuvo un insatnte y dejé de respirar, quién sabe si fue por la sorpresa o por la decepción.
-¡______! -exclamó él sorprendido, empujando suavemente a ella a un lado.
Los miré durante un instante. No quería creerlo, pero era cierto. Allí estaba ella, tan igual como siempre.
-Courtney –murmuré casi en un hilo de voz.

La chica me miró confundida, sorprendida y en algún punto… asustada. No tenía idea de quién era, hasta que Nick me nombró. Por supuesto, tampoco tenía idea de que alguien más la estaba mirando, hasta que él me nombró.
Todo sucedió demasiado rápido. Durante un segundo, creí que me quedaba sin aire. Los pulmones de repente comenzaron a fallarme y mientras tanto, el corazón se encargaba de llegar a una taquicardia. Como si todo fuera una completa pesadilla. Todo por lo que acababa de presenciar.
Agaché la mirada intentando tranquilizarme, pero la viva imagen seguía firme en mi mente. Él, tomándola de los hombros, mirándola fijamente, contra la ventana. Y ella, pegada a su cuerpo con las manos en su cuello. No se besaban, pero no era necesario un beso para reconocer que aquello era algo más que un abrazo.
No era lo que me esperaba cuando entré a buscar a mi novio para hablar de aquello que había estado estresándolo y preocupándolo desde hacía…
Idiota.
Ella había sido la razón de todo. Él la estaba viendo en secreto y yo acaba de descubrir su pequeña aventura. No era precisamente una historia de amor como la que imaginaba, pero así eran las cosas. Debí suponerlo desde el principio. ¿Por qué iba a amarme tanto? Era mentira. Desde aquella vez que notó que yo lo amaba, intentó separarse de mí sin hacerme daño, poco a poco, ocultándolo todo. ¿En realidad creyó que jamás lo descubriría? Tenía que ser demasiado estúpida.
Cuando noté que Nick estaba frente a mí, llamándome desesperadamente, comencé a volver lentamente a la realidad. Yo seguía siendo el estorbo de aquella escena. A pesar de los derechos que supuestamente tenía frente a la situación –ya que, al fin y al cabo, era yo la que estaba siendo engañada y dañada-, sabía que era culpable en algún modo. Algo había hecho mal para hacer que él corriera en busca de otros brazos, otros besos, otras caricias, otra voz…
En algún lugar dejé todo de lado y fallé. Le fallé y ahora debía apegarme a las consecuencias.
-______, mi amor –me rogó.
-Ya no tienes que hacerlo –murmuré con apenas la poca voz que me quedaba.
-¿De qué hablas? No, por favor, ______. Escúchame, esto no es…
-No importa, en serio –intenté sonreír.
No, no pude. Era demasiado para lo que yo podía soportar. No quería sus lágrimas, no quería su arrepentimiento. No iba a obligarlo a sentir nada. No iba a hacerle creer que estaba mal, porque en realidad, después de todo, era yo la que estaba equivocada.
-Por todos los cielos, ______, escúchame –volvió a rogar colocando sus manos en mis mejillas.
El tacto con su piel me quemó como fuego. Como fuerte, hiriente e hirviente fuego. Imposible de manejar, imposible de escapar.
-No me toques, Nicholas –susurré intentando librarme de su agarre.
Él me observó en silencio mientras dejaba caer sus manos. Sabía que estaba mirando fijamente mis ojos, intentando que se conectaran con los suyos, como en los buenos tiempos. Pero ahora no iba a ceder. Ya no dejaría que mirara a través de ellos hacia mi alma, hacia mi corazón. Ya no iba a conocer mis sentimientos, y así evitaríamos un problema mayor, como el que había armado yo misma al confesarle aquella vez cuánto lo amaba.
Nada de esto hubiera ocurrido de no ser por aquella mirada insistente. Todo estaría perfecto… No, no lo estaría. Todo hubiese sido mejor, en realidad. Sólo eso. De alguna u otra manera, él y yo habríamos llegado a la recta final en algún momento. De alguna forma…
-______, esto no es lo que parece.
-¿Ah, no? –pregunté irónicamente, intentando reír, sin resultados – Entonces ¿Qué se supone que tiene que parecer?
-Nick, yo creo que mejor me voy… -interrumpió Courtney.
Miré fijamente a aquella mujer. Era la misma de siempre. Aquel cabello perfectamente cuidado y cayendo por su espalda como una asombrosa cascada renegrida. Sus ojos grises sin lugar a dudas eran los más maravillosos que alguna vez había visto, increíblemente profundos y atrapantes. Tenía el cuerpo más sensacional, aquel que yo siempre habría soñado con tener. Era sin lugar a dudas, una modelo. Era el prototipo de perfección más acertado que había pisado el planeta. El que había conocido, del que desgraciadamente, mi amado estaba enamorado.
No era yo. Jamás lo había sido. ¿Por qué no iba a quererla a ella? ¿Por qué iba a preferirme a mí antes que a aquel intachable cuerpo? Era una más al lado de Courtney Cox. Al lado de ella y al lado de cualquier otra chica. Él jamás había visto algo demasiado llamativo en mí.
Tal vez todo hubiese resultado mejor si tan sólo me hubiese dedicado a ser su mejor amiga y continuar pensando en otros hombres ¿Verdad? Tal vez, sólo tal vez…
Le dirigí una mirada de admiración a la mujer que en ese instante, pasaba a mi lado con orgullo y clase. Sí, sin lugar a dudas me gustaría ser como ella.
-Bien, creo que ahora podremos hablar –dijo él suavemente tras un suspiro.
-No hay nada que hablar –respondí.
-Por favor, _____. No seas así de terca…
Levanté la mirada y fruncí el ceño.
-¿Terca? –repetí.
-No quise decirlo así. Me refería a que…
-Creo que sé perfectamente a qué te referías.
-Oh, por Dios, ______. No irás a dar media vuelta y terminar conmigo ¿verdad?
-Pues observa que sí lo hago. Hasta nunca –le sonreí cínicamente y volteé lista para abrir la puerta recientemente cerrada por la perfecta morocha y marcharme de allí, con el mismo orgullo que ella.
Pero no podía. Simplemente, no era así.
Mi brazo cayó casi sin fuerzas cuando intenté girar la perilla. Cerré los ojos y contuve las lágrimas fuertemente. No iba a derrumbar mi muralla de fortaleza. No en aquel momento, no delante de él.
-Linda… –dijo él apoyando su mano en mi hombro.
-Suéltame ¿Sí? –pregunté suavemente.
-No puedo, ______. No puedo dejarte ir así como así. No antes de explicarte.
-¿Explicarme qué? –volteé casi enojada- ¿Que no estaba ocurriendo nada recién? ¿Que la situación es similar, pero no la que imagino? ¿Que nada ha ocurrido con ustedes? ¿Que no has cambiado en las últimas semanas? ¿Quieres explicarme eso?
Él tragó saliva, repentinamente incómodo.
-No es tan así…
-Por supuesto que no –acordé-. Es, simplemente, que no me amas. Y lo entiendo.
-_____…
-¡Ya, calla! –exclamé-. No quiero escuchar tus perdones, ni tus remordimientos. No quiero que seas falso conmigo ¿de acuerdo? Entiendo que a veces las cosas no funcionan, y sé que la gente cambia, y con ella los sentimientos. No puedo juzgarte, tampoco negarte que esto no me duele. Pero sencillamente, creo que este es…
-Ni siquiera lo digas –me interrumpió él.
-El fin –terminé y lo miré directamente a los ojos.
Sus pupilas marrones estaban conmovidas. El brillo indicaba que estaba a punto de llorar. Siempre había sido buen actor, supongo que venía de familia. Por más que aquella solitaria mirada me turbara por completo, no iba a volver atrás.
La decisión estaba tomada.
-No lo dices en serio –murmuró él intentando sonreír con amargura.
-Suerte, Nick –dije antes de volver a voltear y tomar la manija.
-_____ -me llamó.
Noté que su voz estaba quebrada. Razón exacta por la cual no volteé. Si lo hacía, no había posibilidades en el mundo de que me marchara de allí jamás.
-¿Qué? –pregunté intentando no sonar tan fría.
Escuché con atención los tres suspiros que tomó. Le costaba respirar y se notaba. Cerré los ojos para mantenerme allí quieta. Mi corazón pedía a gritos voltear, abrazarlo, contenerlo hasta que se nos pasara a ambos el dolor tan sólo con aquel abrazo.
No podía vivir sin él. Pero tenía que hacerlo.
-Por favor escúchame… -rogó nuevamente.
El corazón se me partió en mil pedazos. Sonaba realmente arrepentido. Sonaba perdido, triste, decepcionado de sí mismo.
-Te llevaré tus cosas a tu casa esta noche, y recogeré las mías –dije antes de abrir la puerta.
-¿Entonces esto es todo? –preguntó.
No le respondí, simplemente comencé a salir de allí.
-Te amo, ______. ¿Acaso eso no significa nada para ti?
Mis labios comenzaron a temblar, necesitados de sentir el llanto caer por mis mejillas. El nudo de mi garganta se hizo aún más grande y comencé a alejarme de allí, intentando procesar lo que acababa de ocurrir.
La pesadilla había terminado.
Aunque mi estúpido corazón creyera que acababa de comenzar.

Lloré. Lloré días y noches. Al despertarme y para dormir. Mientras cenaba, mientras me bañaba. Mientras me recostaba a leer. Mientras veía televisión. Mientras intentaba trabajar. En el trabajo. Sola, con Beth y Amy.
Pero jamás delante de él.
Lo vi varias veces después de aquel día. Inclusive la noche en que fui a su casa a buscar mis cosas. Había intentado por todos los medios mantenerme allí algunos minutos, sólo los necesarios para que lo escuchara. Pero yo no había accedido. Soy consciente de los miles de intentos que hizo para acercarse y hablarme, pero sólo lo evité. Si recordaba su voz, entonces, sería casi tan doloroso como… No sé qué sería más doloroso.
Lo extrañaba a cada momento. Cada lágrima me hacía recordar una sonrisa más que había compartido a su lado. ¿Cómo fue que llegué a ser tan tonta? ¿Cómo fue que creí amarlo?
-Ya, ______. Por favor no llores –repetía Amy mientras me abrazaba y yo descargaba todas mis penas en forma de lágrimas en su camisa.
-¡No puedo! –grité desesperada entre sollozos- ¿Por qué tuvo que hacerlo? ¿Por qué?
-No pienses en él ahora, por favor. No me gusta verte así –dijo tranquilamente mientras me acariciaba la espalda.
Hacía días que venía desplomándome en mi oficina cuando alguna de las dos entraba. Amy y Beth me trataban como a una hermanita menor, inocente y débil. Me sentía tan vulnerable al mundo en esos momentos… y ellas eran la fortaleza en persona.
Pero aquella tarde había sido diferente. No había podido aguantar las lágrimas, y sin pensarlo dos veces me había ido corriendo hasta llegar a la oficina de mi amiga. Ella se había levantado rápidamente y había corrido a abrazarme, a consolarme.
Sabía que podía sentir mi dolor, muy dentro, pero me comprendía.
-Tal vez nunca lo merecí ¿verdad? Él estuvo siempre hecho para estar con alguien como Courtney, ella…
-No, no digas eso –dijo mi amiga separándose de mi y tomando mis hombros con fuerza y cariño al mismo tiempo-. _____, mírame. Conozco a mi primo mejor que nadie, Beth y yo lo hacemos. Fuimos siempre su caja de los secretos. Nick jamás nos ocultó nada. Estoy segura de que todo esto es un gran malentendido y que hay mucho que explicar. Si tan sólo…
-No, Amy. Ya te lo dije millones de veces. No voy a pararme frente a Nick Jonas a escuchar sus estúpidas mentiras una vez más. No voy a…
-Bueno, lamento decirte que deberás hacerlo hoy –dijo una voz a mis espaldas.
Un escalofrío me recorrió. Aquella voz… Diablos.
Agaché la cabeza y me negué a voltear a verlo. Amy estaba parada frente a mí, quieta, helada. No supe si estaba asombrada o en alerta.
-Amy, quisiera hablar con ______ un momento. ¿Nos dejarías solos?
-¡No! –murmuré.
-Claro –dijo ella con una tímida sonrisa.
Le dirigí una mirada llena de cuestionamientos, llena de incertidumbres. Ella hizo una mueca que intentó ser una sonrisa triste. Susurró un “lo siento” y, sin decir más, se alejó de allí, saliendo por la puerta que estaba detrás de mí.
Se produjo un silencio sepulcral durante unos minutos, luego de que se oyera el sonido de la puerta cerrarse lentamente.
Sólo podía escuchar dos cosas: el latido acelerado de mi corazón, y su respiración. Hacía días que venía evitando problemas como este, y aquí estaba. Encerrada en una habitación con el hombre a quien habría deseado desaparecer de mi mente.
Y de mi corazón.
Entonces él suspiró.
-Podrías al menos voltear y mirarme a los ojos ¿no crees? –preguntó.
Su voz era la misma. Pero sonaba cansada, tensa y fría. Sin sentimientos.
No lo hice. Apenas me crucé de brazos, intentando mantenerme de pie.
-______ -dijo de nuevo-. Te estoy hablando.
-Y yo, lamentablemente, te estoy escuchando –respondí.
Mi voz, a diferencia de la suya, sonó llena de emociones: tristeza, decepción, dolor. Y él lo notó enseguida, porque su maldita pared de hielo se derrumbó cuando se acercó a mí por detrás.
-No me toques –dije alejándome cuando sentí el suave tacto de su mano en mi hombro.
-______, por favor, no hagas esto.
-¿Hacer qué? Fuiste tú el que me destrozó.
-No entiendes… -dijo como si estuviera debatiéndose algo en su interior.
-No, claro que sí lo entiendo.
-Por favor, escúchame –suplicó.
-¡No quiero hacerlo! –dije volteando rápidamente, mientras las lágrimas comenzaban a acumularse- ¿No lo entiendes? ¿Por qué haces esto tan difícil?
Lo vi apretar su mandíbula, reprimiendo el dolor. ¿Dolor? No era dolor. Era actuación, aquello que hacía tan bien. Y que yo creía tan mal.
-Escucha, ______. No me iré de aquí hasta decirte todo lo que tengo para decirte.
Temblé. De repente tenía miedo, ¿qué me iría a decir? Sentí que todo comenzaba a darme vueltas y me mareé durante un segundo. Él lo notó enseguida y me tomó en sus brazos. El abrazo me dejó sin respiración. De repente tenía sus fuertes brazos a mi alrededor, y todo perdió sentido alguno. ¿Por qué estaba allí? Ya no lo recordaba. Sólo podía pensar en el roce de sus manos en mi espalda.
-¿Estás bien? –susurró cerca de mi oído.
Su voz ya no era más dura. La dulzura de sus palabras hizo efecto inmediato en mí. Asentí sin ser capaz de respirar mientras él me llevaba a uno de los sofás del amplio despacho de Amy. Se sentó a mi lado y colocó suavemente un mechón de cabello detrás de mi oreja.
Sin ser capaz de contenerlas, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos. Nick lo notó enseguida.
-No, no, no llores –dijo desesperado mientras me hundía en su pecho-. Estoy aquí, cariño. Por favor no llores.
¿Por qué todo tenía que ser así? Éramos tan felices cuando estábamos juntos. Parecíamos hechos el uno para el otro, así lo había creído durante mucho tiempo. Pero ahora… ¿por qué tuvo que dejar de amarme? ¿Por qué tuvo que correr en busca de Courtney?
Me contuvo en sus brazos mientras descargaba todo mi dolor. No le importó que le estuviera mojando el fino traje, tampoco le importó que apretara mis dedos en su duro pecho. No le importó que estuviera quitándole tiempo.
Pareciera como si el tiempo no hubiese pasado. Como si las últimas dos semanas no hubiesen ocurrido jamás, y ahora él sólo me estaba amando como siempre creí que lo había hecho.
Pero no era cierto. Las cosas sí habían pasado.
-______ -murmuró cuando notó que dejaba de sollozar-. Hay algo que debes saber: jamás te engañé. Ni con Courtney, ni con nadie. Tampoco intenté hacerlo. Por favor, linda. Tienes que creerme.
Parecía verdad. Parecía estar liberándose de algo que tenía guardado desde hacía mucho tiempo.
Pero yo no le respondí.
-Lamento todo esto. Lamento haberme alejado de ti durante esas últimas semanas. Lamento haberte tratado mal, si es que lo hice. Lamento haberme comportado como un idiota. Es sólo que… no estaba bien. Estaba muy presionado, y no quería transmitirte mis problemas. Y sin notarlo, lo hice. Lo hice y terminó todo de la peor manera. Jamás quise esto, _____. Jamás quise que te vayas de mi lado. Sé que me extrañas, amor ¿por qué nos haces esto? Sabes que me tienes para ti cada momento que me necesites. Sabes que no me importaría dejar nada por ti. Si interrumpieras en el medio de una importante reunión, sabes que dejaría de hablar y correría a ti a abrazarte y consolarte. Sabes que cruzaría el mundo con tal de tenerte entre mis brazos. Sabes que dejaría todo por ti. Haría todo lo que sea necesario. Pero por favor, ______. No me pidas que deje de amarte. Porque sabes que no puedo.
Sonaba tan real. Tan creíble. Si hubiesen sido otras las circunstancias, otro el momento, le hubiera creído del todo. Entonces, en ese instante, hubiera tomado su rostro en mis manos y lo hubiera besado.
Pero no iba a pasar en ese momento. Por lo menos, no hasta…
-¿Por qué estaba Courtney contigo aquella tarde? –pregunté en un hilo de voz mientras lo miraba fijamente a los ojos.
Sabía que era la única manera.
Él tragó saliva y vaciló nervioso.
Esa era la respuesta que necesitaba. Podía ser un gran actor, pero no podía mentirle a mis ojos.
Me separé lentamente de él e intenté sonreír.
-Es lindo que quieras hacer esto, Nick. Pero no va a funcionar. Si de verdad me hubieses amado, al menos soportarías que te mirara a los ojos.
Mientras me levantaba y me marchara, pensaba en mi interior que era una hipócrita. ¿Lo estaba criticando por no poderme decir la verdad al mirarme a los ojos, mientras era yo quien no podía permanecer fuerte frente a su mirada?

Era mi culpa y lo supe desde un principio.
Ella tenía todo el derecho del mundo al enojarse conmigo y alejarse, haberle roto el corazón no era nada mas ni nada menos que lo que había jurado no hacer durante el resto de mi vida. Pero lo había hecho. Ahora ella estaba destrozada, y el culpable era yo. Nada más que yo.
Intenté pensar que las cosas estaban así por algún motivo, pero ¿quién dijo que todo tiene una razón? No había razón para estar alejado de ella. Santo Dios, la necesitaba tanto como al aire. ¿Cómo se suponía que tendría que vivir sin ella ahora que se había ido?
Desde aquella tarde en el despacho de Amy, las cosas cambiaron radicalmente entre nosotros. Ya no me evitaba. Ahora parecía fuerte, esa fortaleza que durante mucho tiempo deseé que _____ tuviera para que nadie pudiera hacerle daño. Era tan frágil, tan dulce… Pero jamás imaginé que levantaría aquel muro de hierro por mí, para mí. Jamás imaginé que sería yo el culpable de todos sus temores, sus dolores.
Ahora ella era fuerte. Y me hacía frente. Me saludaba y me sonreía cuando la veía pasar en el pasillo. Pero no eran sonrisas cálidas como las que había recibido meses atrás. Eran sonrisas frías, carentes de emoción. O mejor dicho, llenas de emcoión. Pero emociones vacías, dolorosas y congeladas. Emociones que hubiera deseado jamás atravesar.
Me sentía impotente. Durante días no había sabido qué diablos hacer con el tema. Mis amigos sólo me decían que todo iba a pasar. Pero ¿cómo se suponía uqe iba a pasar?
-No te preocupes, Nick. Las mujeres tienen esa tendencia a querer parecer fuertes, cuando en realidad se están destrozando por dentro. Ya verás que todo volverá a la normalidad.
¿Normalidad? Diablos, no era cierto. ______ estaba dolida, sí. Pero detrás de todo aquel dolor… ya no me quería. Y todo era mi culpa.
Diablos, ¡si tan sólo hubiese detenido a Courtney cuando tuve la posibilidad! Nada de esto hubiese pasado si yo…
Recuerdo el día que conocí a Thomas Cox. Era uno de mis profesores en Francia y yo lo había comenzado a admirar desde la primera clase. Era increíble, un hombre decidido y con autoridad, que comprendía todo lo que decía a la perfección. Era un apasionado de la política y no podía evitar sino pensar que algún día me encantaría ser como él.
Una tarde Thomas me había invitado a dar una vuelta. Al parecer, había notado que mis intereses en la política resaltaban por sobre los demás en el salón e incluso llegó a decir que hacía años que no tenía un alumno como yo. En el momento que me ofreció empleo en la Universidad para cuando terminara la carrera, no supe si sonreír, saltar o quedarme petrificado.
Me hizo recapacitarlo durante unos días. En aquellos momentos, no podía pensar en nada más que no fuera yo mismo y mi futuro. Como un egoísta, ni siquiera se me había cruzado por la mente mi familia, mis amigos, mi ______...
En el preciso instante en que estaba a punto de dirigirme a la oficina de Thomas para darle el sí definitivo, Courtney se había aparecido frente a mis narices. Llevábamos al menos tres años y medio compartiendo juntos. A mí me faltaba sólo un cuatrimestre, mientras que a ella le faltaba un año y algo más. Desde el instante en que la había visto caminar por los jardines de la Universidad, había deseado que me tragara la tierra. Si había alguien a quien definitivamente no deseaba ver durante el resto de mi vida, era ella. Pero no pude hacer nada, y tuve que soportar su molesta presencia durante cuatro años. Por lo menos, el primer año, había sobrevivido sin ella.
-Courtney –dije cansado- ¿qué quieres?
-¿Qué hacías, Nick? –preguntó ella emocionada mientras se sentaba a mi lado, evitando por completo mi pregunta.
-Estaba a punto de dirigirme a hablar con un profesor. Así que si me permites…
-Oh, alto ahí. Hay algo que quiero decirte –dijo reteniéndome.
Suspiré cansado y me senté de nuevo a su lado. Ella sonrió y se acercó a mí. Intenté moverme, y lo hice, pero fue en vano: segundos después la tenía pegada a mi cuerpo de nuevo.
Bufé.
-¿Qué quieres? –volví a preguntar.
Ella miró a ambos costados antes de hablar. De repente esa faceta de niña inocente y tierna que había mostrado toda su vida se deshizo delante de mis ojos. Ahora Courtney era la perra que todos decían que era.
La perra que jamás quise creer que era, aunque _____ me lo había reiterado miles de veces.
-Escúchame bien, Nick, y presta mucha atención –dijo entrecerrando los ojos con malicia mientras se apretaba más a mi cuerpo-. Creo que deberías tener muy en cuenta tu decisión después de lo que voy a decirte. Sé que tu sueño es trabajar en esta Universidad, ser un increíble profesor y luego explorar el mundo de la política con tus propios ojos, tener diferentes cargos y toda la cosa –dijo. Me sorprendió el tono que usaba, como si supiera demasiado bien lo que decía: y lo hacía, en realidad-. Pero hay algo más. Sé que Thomas te ofreció un empleo, y créeme, eso no funcionará a menos que tú accedas a hacer un pequeño sacrificio… -lanzó una carcajada-. Oh por Dios, ¿qué estoy diciendo? No es un sacrificio, es algo que has estado deseando y que, aunque no quieras admitirlo, lo veo en tus ojos.
-Courtney, deja de dar vueltas y ve al grano, me estás comenzando a sacar de mis casillas –gruñí.
No me gustaba nada el tono de voz autoritario que estaba utilizando en mi contra. Y tampoco su expresión.
-Muy bien, Nick. Esto es lo que ocurrirá. Irás a la oficina de mi padre y le dirás que aceptas el trabajo, y además, que has decidido que soy yo con quien quieres pasar el resto de mi vida. No he terminado –dijo cuando vio que iba a responderle-. Si yo estuviera en tu lugar lo pensaría dos veces, Nick. Y lo pensaría muy detenidamente. Un puesto como este te puede abrir muchas puertas para el futuro, puertas que no abrirás de otra manera. Ni siquiera aunque tus padres sean Nicholas y Sunny Jonas. ¿Entiendes, cierto? Esto es algo a lo que no podrás recurrir en el futuro así como así. Es un sí rotundo o un no rotundo. Y mi papi está conmigo. Si no me aceptas a mí, entonces mejor olvídate de todo esto. Tu sueño se va por la borda ¿escuchaste, Nick?
Durante un segundo me quedé sin aliento. Había muchas cosas en aquel pequeño discurso que me estaban volviendo loco. Primero, que Thomas era el padre de Courtney. ¡Qué idiota que había sido! Diablos, si tan sólo lo hubiese sabido antes…
Mi primera reacción fue responderle que no iba a aceptar tal extorción. Pero antes de que mi boca accionara, recapacité durante un segundo. Courtney tenía razón. Era el sueño de toda mi vida. Lo que había estado esperando durante años. Definitivamente no quería casarme con ella, no iba a casarme con alguien a quien no amara. Pero ¿me quedaba acaso otra alternativa?
Diablos, qué decisión tan complicada.
-Si quieres, te doy hasta que termines la carrera para decidirte –dijo ella entonces-. No soy tan mala como crees, Nick. Tenerme como esposa tendría muchos beneficios, créeme –dijo guiñándome el ojo descaradamente.
Como un extraño suceso, Thomas ni siquiera me dirigía la palabra a partir de ese día. Me gradué con honores, pero sin una decisión. Y cuando Courtney y su padre se acercaron para saber mi respuesta aquella última noche en la Universidad, supe que no podía hacer esto.
-Lo lamento, pero no lo haré –dije.
-Eres consciente de que es una oportunidad única en tu vida ¿verdad, Nicholas?
Tragué saliva. Diablos, estaba tirando por la borda todo lo que había soñado. El empleo de mi vida, una mujer hermosa y un futuro asegurado.
Pero había algo que no se presentaba en aquella fórmula: amor.
Courtney no se había dejado vencer a pesar de mis rotundas negaciones. Thomas, en cambio, simplemente me había dejado de tomar en cuenta. Cuando regresé a Estados Unidos y sus insistentes llamadas y mensajes dejaron de aparecer, creí que había estado a salvo.
Por lo menos, hasta que una mañana desperté por el sonido de mi teléfono.
-¿Hola? –pregunté, aún dormido.
Noté que el rostro de _____ se movía apenas en mi pecho y lamenté haber hablado tan fuerte, no quería despertarla. Pero ella no lo hizo, sólo siguió durmiendo como el ángel que era.
-Pensaste que te librarías de mí, ¿no es cierto, Nick?
Su voz. Diablos otra vez ella no. No quería que me llamara, no quería tener que escucharla.
-¿Cómo rayos has…?
-Mejor olvídate de eso ¿quieres? No estoy dispuesta a dejar que me dejes así como así ¿de acuerdo? En cuanto vuelva a Estados Unidos y te vea, te juro que jamás volverás a dejarme ir. Se acabaron los juegos, Nick. Tú y yo estaremos juntos. Así que durante estas semanas que me quedan en Francia, será mejor que te vayas deshaciendo de cualquier relación que hayas llegado a formar con cualquier mujer.
-Estás loca –dije con los dientes apretados-. Y más te vale que me dejes de amenazar, Courtney, porque no te tengo miedo.
Se oyó una risa al otro lado de la línea.
-Oh, querido. No te haré daño, de eso tienes que estar seguro. Sólo aléjate de cualquier otra mujer ¿de acuerdo? Creo que eres lo suficientemente inteligente como para entenderlo, Nick. No te dejaré en paz hasta que te vea. Y cuando lo haga… bueno, tampoco te librarás de mí.
Fue así como comenzó toda la pesadilla. Los días insoportables por sus mensajes, las noches insufribles por sus llamadas. Aquella mujer estaba loca, y a mí comenzaba a preocuparme su locura. Instintivamente, no le dije a nadie. Supuse que sería algo que terminaría de un día para el otro. Después de todo, no podía ser verdad que hablara en serio ¿o sí?
Sin querer, me alejé de _____. Me alejé de mis padres, de mis hermanos, de mis tíos, de mis primos y de mis amigos. Sólo evitaba a todo el mundo para no contagiar mi mal humor causado por la molestia de Courtney.
Y cuando recibí aquel mensaje mientras tenía a _____ en mis brazos, mi mundo se detuvo.
Hacía días que no recibía noticias de ella, y por un momento supuse que todo había terminado por fin. Al fin podría estar con mi amada de una vez por todas, con mi dulce ______. Pero las palabras “Tienes una oficina realmente increíble” de aquel maldito mensaje, me habían dejado helado.
Me alejé de _____ sólo para deshacerme de Courtney. Pero las cosas se vieron enredadas. En el instante en que ______ había entrado en la habitación, Courtney se había acercado a mí, es cierto. Pero en ningún momento la besé. Aquel era su propósito, pero yo no iba a permitirlo. Y si tan sólo mi novia me hubiese escuchado… tal vez todo sería diferente. Después de todo, ya no había que preocuparse por Courtney.
-Sólo quiero que sepas que esta es una visita final –había dicho con una sonrisa luego de una acalorada discusión acerca de lo loca que pensaba yo que estaba-. He encontrado a alguien que realmente me quiere, a diferencia de ti, Nicholas. Alguien que supo valorar lo que tenía en frente, y que dentro de muy pocos años, verás en aquel puesto político que tanto anhelas. Pero lo has perdido ¿verdad? –había dicho acercándose a mí lentamente-. Lo perdiste porque eres un cobarde, un idiota. ¿Quién te robó el corazón así, Nick? ¿Quién te dejó hecho semejante tonto?
-Vete, Courtney. No te quiero volver a ver ni a ti ni a tu padre, ni al idiota que será tu esposo.
Ella había lanzado una carcajada.
-Oh, querido. Él no es un idiota. Piensa muy bien. Y además, es mucho mejor que tu. Más apuesto, atractivo, inteligente…
En ese momento había notado que estaba entre ella y la pared. Nada de diferencia.
Y fue allí cuando interrumpió ______.
¡Diablos! ¡No era mi culpa!
Pero ¿cómo se suponía que iba a explicárselo a ella?

Caminaba decidida hacia el estudio. Ya tenía, por lo menos, cinco minutos de retraso. Pero sabía que Anne no se enojaría de todas formas.
¿Recuerdan a Anne, la cantante joven más famosa del momento? Ella estaba de vuelta de su gira por Europa y comenzaríamos a trabajar en su nuevo CD. Anne y yo éramos muy unidas a pesar de la diferencia de edad. Muchas veces ella me llamaba simplemente para decirme: “Hey, _____, escibí una canción ¿te gustaría escucharla y decirme qué te parece?”.
Así que nos encontrábamos en su estudio –así es, casi tenía un estudio propio, con los cuadros de sus discos de oro y platino y muchas fotos de ella, sus fans, amigos e ídolos- y nos la pasábamos hablando de música y de su música.
Casi nunca hablábamos de algo personal. No era que no confiara en ella o que ella no confiara en mí. Simplemente, teníamos diferentes vidas. Diferentes edades. De acuerdo, éramos muy diferentes. Ella era una súper estrella mientras que yo era una empleada de una empresa. Ella era reconocida por millones de personas mientras que yo apenas tenía contactos en mi agenda. Ella era casi perfecta, mientras que yo vivía encontrándome defectos. Ah, y algo más: creo que tiene novio.
Y yo, desde que… él –por no decirle idiota- me dejó, no.
Pero creo que Anne es una de las personas más lindas. Ella es pura sinceridad y sencillez. Sin lugar a dudas, cuando se diera, no sería nada complicado confiar en ella.
Y el momento llegó más rápido de lo que pensaba.
-¡_____! –exclamó cuando hice mi aparición en el estudio.
-¡Hey, Anne! –la abracé.
Hacía por lo menos tres meses que no la veía. La gira había sido larga y cansadora, y a pesar de que hacía días que había llegado a Estados Unidos, se la había pasado durmiendo. Vaya adolescente.
-¡Estás más bronceada que la última vez que te vi! –le dije mirándola.
Ella rió a carcajadas.
-Muy graciosa, ____ ¡es invierno en Europa!
-Oh, qué tonta –dije riendo-. De todos modos tienes algo diferente…
Ella hizo cara interesante. Veía un brillo diferente en sus ojos. Algo… extraño.
-¿Qué ocurre? –pregunté interesada.
-De acuerdo, te diré –dijo después de debatirse, mientras me llevaba a los asientos que estaban en la sala de grabación, frente a los micrófonos.
Me senté a su lado y la miré con interés. Ella rió durante un segundo. Estaba feliz, radiante. ¿Qué rayos le había ocurrido?
-¡Ya, dime! ¡Muero de la intriga!
-De acuerdo –sonrió-. Terminé con Brian.
Mi sonrisa desapareció rápidamente de mi rostro. La miré con ojos abiertos de par en par. Soprendida, realmente sorprendida. ¿Brian? ¡Él era el novio más maravilloso que había en la galaxia! ¡Anne vivía diciendo eso!
-¿Terminaste con Brian? –pregunté atónita.
Su sonrisa se ensanchó. Cosa que me preocupó más.
-¿Te sientes bien, Anne? –pregunté.
-¡Por Dios, _____, claro que sí! ¡Me siento de maravilla! ¡Como nunca!
-¿Pero qué…?
-De acuerdo. Sé que suena estúpido, pero… ¡no sé por dónde empezar!
-¡Solo empieza y ya! –dije.
-Todo estaba bien cuando me fui a Europa. Estábamos felices y no había problemas. Pero ya sabes, dicen que las distancias dañan una relación o la hacen más fuerte. En nuestro caso, la dañó. Pero mientras estaba cantando arriba de todos aquellos escenarios maravillosos, ni siquiera se me cruzó por la mente pensar en él. Fue extraño. Como si de repente no quisiera tenerlo más en mi vida. Y entonces apareció Ryan. Él es… cómo explicarlo. Es perfecto –sonrió y sus ojos se iluminaron mientras me seguía contando acerca del maravilloso europeo que la había invitado a cenar.
Sí, Anne estaba enamorada. Enamorada. Pobre de ella. Aunque, estoy segura, Ryan no será de esos tipos como… él. Él no pretenderá amarla cuando en realidad no lo hace, no la engañará ni le mentirá a sus espaldas. No la hará sentirse perfecta cuando en realidad era pequeña y débil. Ryan sí era un hombre.
No como Nick.
Hacía días que no lo nombraba. Hacía ya casi un mes desde la última vez que le había hablado. Su nombre tuvo un efecto en mí algo extraño. Intentaba no pensar mucho en lo que habíamos pasado, en nuestra historia. Pero no podía evitarlo, por más que quisiera negarlo u olvidarlo, Nick seguía en mi corazón.
Y aunque mi corazón estaba partido, era como si él no quisiera irse por las grietas.
Hablé con Anne unos minutos. Le conté acerca de Nick. En realidad, le conté lo que ya no había con Nick. Ella me abrazó y me compadeció. Yo le dije que en realidad, no necesitaba consuelo. Y era cierto. Estaba harta de la lástima. ¿Lágrimas? No. Las había dejado atrás hacía varias semanas.
-Casi todas las canciones son acerca de Brian y Ryan –me explicó cuando nos pusimos a hablar de su disco-. Vaya, eso suena extraño –rió y yo la acompañé.
-Son muy buenas –dije mirando las letras que había escrito.
-Falta arreglar algunas, pero creo que lo son. Son mucho más profundas que las que hice hasta ahora ¿no crees?
-Anne, me alegra declarar que estás creciendo. Y este cambio, te está favoreciendo. No sólo te ves más feliz, sino que también más tranquila. Me alegro por ti.
Ella me sonrió agradecida y luego tomó su guitarra mientras se acercaba al micrófono.
-Vamos a cantar esa de allí.
-¿Vamos? –pregunté.
-¡Claro que sí! No seas tonta, tienes una voz maravillosa.
-¿Cómo sabes tú eso? –dije ruborizándome.
-_____, te conozco…
-Me da vergüenza, Anne, creo que…
Ella me interrumpió comenzando a tocar el primer acorde con la guitarra. Empezó a cantar y mientras escuchaba su maravillosa voz, yo negaba con la cabeza.
Entonces, sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo cuando oí otra voz que no fue la de Anne. Una respiración revolvió mi pelo levemente mientras me cantaba al oído. No sé ni cómo había entrado, ni cómo había hecho para acercarse a mí sin que lo escuchara. No tenía idea de por qué mi corazón comenzaba a latir con tanta fuerza.
Sólo sabía que la dulce voz de Nick me estaba enviando a otro Universo. Y eso era peligroso.
-Vamos, _____, canta -susurró en mi oído.