The Number One II (Nick)

-¿Por qué llegan tarde cada viernes?-preguntó Beth al vernos a Nick y a mí caminar por el pasillo, minutos después de haber llegado.
-No creo que sean tus asuntos, primita-sonrió Nick y luego volteó para besarme rápidamente-. Debo irme, tengo mil reuniones.
Luego, miró a Beth y le despeinó la cabeza, sólo para molestarla. Ella se quejó y él rió, para luego besarle la frente.
-Buena suerte-sonreí.
-Ay, ya te estoy extrañando-dijo rodeando los ojos mientras volteaba para marcharse camino a su oficina.
Reí como una tonta cuando lo escuché. Y Beth se me quedó mirando con el ceño fruncido.
-De acuerdo, si no fuese por Matt, diría que tú y Amy me han abandonado.
Matt y Beth habían comenzado a salir hacía unas pocas semanas. Se habían conocido en una entrevista. Matt era el productor de una importante revista que nos había solicitado una charla con Anne, la chica del momento. Como ella había decidido no tener representante, eligió a Beth para que la acompañara. Y allí nació el amor, mientras Matt y Beth hablaban acerca de Anne cuando ella estaba respondiendo las preguntas de la reportera.
-¿Dónde está esa chica? Quiero hablar muy seriamente con ella acerca de su “pequeño viaje” con Will.
Amy y Will habían vuelto de su pequeña aventura apenas dos días después que Nick. Pero no tuvimos ni siquiera tiempo de saludarla, ya que apenas puso un pie sobre su oficina aquel lunes, Joseph le había pedido que hiciera un viaje a Francia para una conferencia de la empresa ya que Demi no podía acompañarlo. Y hacía varias semanas que ni Beth ni yo la veíamos. Pero había llegado hacía un día y ya estaba trabajando de vuelta en Estados Unidos. Así que esta vez, no podría escapar.
Beth me hizo un gesto de no tener idea, y de repente, mirando sobre mi hombro, abrió sus ojos.
-¡Amy Jonas!-gritó.
Volteé y allí estaba ella. Apenas Beth había gritado su nombre, la pobre dejó de leer los papeles que llevaba. Cuando nos vio a ambas, sonrió feliz y alegre.
-¡Beth! ¡_____!-gritó y corrió hacia nosotras.
Nos abrazamos las tres entre risas y gritos, mientras todos los que pasaban nos miraban con cara de confundidos.
-¡Hacía años que no te veíamos!-dije.
-Por favor, sólo fueron un par de meses-dijo rodeando los ojos.
-Qué viaje tan largo-se quejó Beth-. No sabía que hubieras hecho tanto en Francia.
Amy rodeó los ojos mientras se mordía el labio, cansada.
-Fue insoportable. Estuvimos quince días en Francia, luego nos mandaron a Italia. En dos meses más recorrimos toda Europa. Además, a mi padre le gustó tanto, que decidió hacer un pequeño viaje extra a Londres. Un horror, jamás me cansé tanto. De todos modos, lo pasé genial. Fue lindo alejarse del trabajo.
-Mm, sí. Hablando de alejarse del trabajo, ¿No hay algo que quieras comentarnos?-pregunté levantando una ceja.
Ella nos miró a ambas con el ceño fruncido, confundida y preocupada.
-La verdad, no. ¿Por qué lo dicen?
-¿Cómo está Will?-preguntó de repente Beth.
-Oh, eso…-ella sonrió y se sonrojó.
-¡Lo sabíamos!-dijimos Beth y yo mientras chocábamos manos.
-Ya, cierren las bocas. Alguien puede escucharlas-dijo Amy avergonzada.
-No pasa nada. Vengan, vamos a mi oficina-dije abriendo la puerta a nuestra izquierda. Ambas entraron y luego volví a cerrar. Nos acomodamos en los sillones y Amy comenzó a relatarnos.
¡Se había ido nada más ni nada menos que a pasar una semana al Caribe! Menudo viajecito. Y sí, exactamente se había ido con Will, con quien de seguro estaba mejor que nunca. Había recorrido varias costas de México, además de Cuba y ¡un crucero! Dios Santo, con razón el color que tenía era tan envidiable. Eso lo había heredado de su madre, tomaban un color hermoso cuando se bronceaban. El cabello lo tenía del color de su padre, al igual que los ojos. Era una chica hermosa, realmente atractiva. Ella y Will hacían una pareja hermosa. Él tenía el cabello castaño claro, casi rubio y ojos grises como Miley. Y también solía tomar un color increíble para el verano. O en este caso, para su “aventura”.
-¿Y…?-preguntó Beth.
-¿Y qué? Ya les conté todo. Hace más de una hora que estamos hablando.
-¿No hay nada más? Me imagino que no te llevó al Caribe sólo porque te quiere.
-Me ama-corrigió en un murmullo, con una pequeña sonrisa asomando en sus labios.
Beth y yo la abrazamos. Se veía tan feliz, jamás había visto una sonrisa tan grande en su rostro. Jamás la había visto tan contenta.
-Odio que me conozcan tanto…-murmuró.
Beth y yo nos separamos de ella y nos miramos extrañadas.
-¿De qué hablas?-pregunté.
-Es que… en realidad sí hay algo más. Pero no pensaba contarlo hasta mañana, en la cena familiar.
-¿Cuál cena familiar?-pregunté.
-¿No te dijo nada Nick?-preguntó Beth- De más está decir que eres parte de la familia, ____.
-No, no me dijo nada. Pero es que… tampoco podemos.
-¿Qué? ¿Por qué?-preguntó Amy preocupada.
-Es que… nos vamos a la playa…-dije en voz baja.
Ambas me miraron sorprendidas, boquiabiertas y comenzaron a cargarme. Muy lindas mis amigas.
-¡Te lo tenías bien guardado!
-Ya, tranquilas. Apenas me lo dijo esta mañana.
-Por eso tardaron tanto. Picarones…
-¡Beth!-dije golpeándole el brazo cariñosamente.
-Qué lindo por ustedes, pero que lástima al mismo tiempo. Quería que estuvieran mañana-dijo Amy haciendo una mueca y luego el rostro se le iluminó-. ¿Sabes qué? Lo cambiaré. Pospondremos la reunión para el próximo sábado.
-Oh, Amy, no tienes que hacer eso.
-¡Claro que sí! Nick es mi primo y tú no sólo eres su novia, sino que también eres mi amiga. No permitiría por nada del mundo que se perdieran lo que tengo que contarles.
-¿Qué es…?-preguntamos Beth y yo, ansiosas.
-No, no se los diré hasta el próximo sábado. Tendrán que aguantarse las ganas-dijo sacándonos la lengua.

Volví a fruncir el ceño.
-¿Amy? ¿Una sorpresa? Mmm… qué extraño.
-Lo sé. Lo más extraño es que Will no ha dicho ni una palabra al respecto cuando lo fuimos a amenazar con Beth.
Miré a _____ boquiabierto mientras intentaba no reír.
-¿Intentaron sacarle algo?
-Ni lo menciones. El muy fiel no quiso decir absolutamente nada.
-Sólo sé que ha estado sonriendo toda la semana.
-¿Más que tú?
La miré durante un segundo a los ojos y ella sonrió dulcemente. Luego volví a mirar hacia la carretera y sonreí, intentando aguantarme las terribles ganas que tenía de detener el auto allí mismo y besarla.
-Jamás podría estar más feliz que yo-murmuré.
Lo más seguro era que no me hubiera escuchado. Pero aún así era cierto. Cada vez que la recordaba, que pensaba en ella, aparecía una sonrisa en mi rostro. Y eso ocurría, más o menos, cada segundo del día.
Varios minutos después estábamos ya estacionando frente a la casa de mis padres. Bajé del auto y lo rodeé, y cuando ella estaba a punto de bajarse, la detuve.
-Oh, alto ahí-dije extendiendo mi mano hacia ella.
Mi _____ me miró y rodeó los ojos mientras me tomaba la mano.
-Nunca cambias, ¿verdad?
-Jamás-sonreí-. Viene de familia.
-¿Tu padre era igual de caballeroso?
-Oh, claro que sí. Mi padre, mis tres tíos, mi abuelo e incluso mis hermanos. Y por supuesto, mis hijos.
-Eso es lindo-sonrió y me miró.
Suspiré. No podía pensar en nada más lindo que en ella. La tomé de la cintura y le di un beso corto. Luego me separé de ella y le sonreí antes de abrir la puerta trasera del auto.
-Eres hermosa ¿te lo han dicho?
-Mmm…-dijo colocando su mano en su barbilla, pensante, mientras yo bajaba las maletas al suelo-. Me pareció haberlo oído de cierto chico de rulos chocolate y ojos cafés.
-Es un buen observador.
-Es un increíble novio también.
Volteé y me sonrió.
-Ya, deja de hacer eso o jamás terminaremos por entrar.
-¿Me estás culpando, Nicholas Jonas?
-Sí. Eres la culpable de todo lo que pasa en mi interior. Absolutamente todo.
Se acercó a mí y se puso de puntillas para besar mi mejilla. Luego se agachó e intentó tomar una maleta, pero la detuve nuevamente.
-Hey, ese es mi trabajo-dije tomando las dos maletas pequeñas.
Ella bufó.
-¿No me vas a dejar hacer nada durante estos tres días?
-Absolutamente nada. Sólo quiero verte sonreír, disfrutar y tenerte cerca mío. ¿Entendido?-dije tomándola de la cintura, besándole la cabeza mientras caminábamos hacia la puerta principal.
-Bienvenida-dije mirándola mientras abría la puerta.
____ no dijo nada, sólo me miró a los ojos y sonrió. Algo dentro de mí me dijo que aquel iba a ser un fin de semana como ningún otro.

Caminé hacia ella a través de la playa, con las latas de gaseosa en mis manos. Desde lejos se veía aún tan linda como de cerca. Giró la cabeza y su perfil se enfrentó al viento, haciendo que su cabello volara irregularmente a su alrededor. La tranquila playa, el agua a pocos metros de nosotros y ella, eran el paisaje perfecto.
-Aquí tienes-dije mientras me sentaba a su lado, tendiéndole la lata.
-Gracias-dijo tomándola y besando mi mejilla.
Tomó un sorbo y luego apoyó su cabeza sobre mi hombro. Nos quedamos unos minutos en silencio, contemplando el pacífico lugar. Era hermoso estar allí con ella, abrazados, pensando. Me sentía único y completamente bendecido.
De un momento a otro, me invadió una extraña sensación. Comprendí que tras haber estado tanto tiempo necesitándola, queriéndola en silencio y alejado, ella era lo más importante que me había pasado. Quería estar a su lado todo el tiempo posible, toda la vida, y aún así sabía que no alcanzaría. Quería tenerla conmigo, mientras ella estuviera a mi lado todo estaría bien. Quería que fuese mi esposa, la madre de mis hijos.
Quería despertar a su lado y darle un beso de buenos días cada mañana de mi vida. Quería abrazarla mientras cocinara para mí y nuestros hijos. Quería susurrarle al oído cuánto la quería, cuánto la necesitaba cada noche antes de dormir. Quería anunciar mi llegada a casa del trabajo cada tarde y que nuestros hijos corrieran a abrazarme, mientras ella apareciera detrás para acercarse a mí y besarme dulcemente. Quería acompañarla en los buenos y en los malos momentos, cuando hubiera sonrisas o cuando las lágrimas no la dejaran seguir adelante. Quería estar con ella toda una vida, por siempre y para siempre.
-¿Cuántos hijos dijiste que querías?-preguntó ella de repente.
La miré y noté que ella estaba pensando lo mismo que yo. Me acerqué a sus labios y la besé dulcemente durante un tiempo. Luego me separé y apoyé mi frente en la de ella.
-Sería lindo seguir con la tradición de cuatro hombrecitos-murmuré-. Pero en realidad, no importa. Mientras sean nuestros, tuyos y míos, soy feliz.
La sonrisa del rostro de _____ en aquel momento fue la receta justa para dejarme sin aliento. Ahora me daba cuenta de que en realidad, no la quería.
La amaba.

Habíamos despertado abrazados y había sido la mañana más maravillosa. Su hermosa y tierna sonrisa de buenos días alumbrada por la suave luz del sol de la mañana. Nos habíamos quedado juntos durante un buen tiempo, y luego habíamos ido a la playa.
La noche anterior había sido maravillosa. Habíamos caminado abrazados a través de la enorme playa, como aquella vez que nos besamos por primera vez. Revivimos el momento y nos sentamos en la arena a estar simplemente en paz durante unos minutos. Había sido increíble, especialmente porque a mi lado estaba la única persona a la que necesitaba para sonreír en aquel momento.
Estaba decidida a decirle que lo amaba. Algún día debía decírselo. Pero simplemente, cada vez que quería hacerlo, él me cambiaba de tema, me interrumpía y me hacía olvidar lo que estaba a punto de hacer. En un momento, incluso, ¡hasta me había besado para que no hablara! No entendía por qué lo hacía. Comenzaba a sospechar que tal vez sabía lo que iba a decirle y no quería oírlo. Lo más probable era que no sintiera lo mismo, y no me quería hacer sentir mal. Eso me preocupó.
Mi conclusión había llegado a mi mente el domingo al mediodía, mientras Nick estaba en la casa haciendo quién sabe qué y yo estaba disfrutando de la playa. Me había dicho que me quedara allí, que tenía que arreglar un par de cosas “aburridas” y que enseguida volvía. Pero lo único que había hecho desde que él se había ido, había sido pensar. Pensar y pensar y carcomerme el cerebro con supersticiones que lo más probable era que fueran ciertas y quisiera partirme el corazón por mis propios medios.
Y lo logré, porque cinco minutos después, me sentía terrible. Abracé mis rodillas y comencé a notar que mis ojos se llenaban de lágrimas. Un extraño sentimiento de soledad me invadió en ese momento. ¿Qué pasaría si Nick no me amaba? ¿Qué podría hacer? Moriría. Sabía que no podía continuar a su lado si yo lo amaba y él a mí no. Sabía que las cosas cambiarían si él se enteraba y me decía que no sentía lo mismo. No quería apurar nada, pero tampoco veía justo que estuviera perdiendo el tiempo conmigo. Si no sentíamos lo mismo, entonces nuestra relación no tenía mucho sentido.
Agaché la cabeza e intenté imaginar cosas lindas. Nada. Todo lo que se me venía a la cabeza en aquel momento eran imágenes con Nick. Desde la primera vez que nos habíamos visto en el pasillo de la secundaria, pasando por la fiesta de disfraces en la que comencé a notar un cambio en nuestros sentimientos, aquella noche en aquel mismo lugar donde nos habíamos besado por primera vez, el día que lo vi por última vez, y cuando lo había vuelto a ver después de cinco años. Muchas cosas habían cambiado, pero él y yo no éramos más que los mismos que siempre. Seguíamos amándonos como el primer día.
El pensamiento hizo que mi corazón comenzara a quebrantarse.
Era yo la que lo seguía amando, porque él…
-Hola, hermosa-me susurró al oído.
Me sobresalté al escuchar su voz tan cerca. Su aliento golpeaba mi cuello. Cuando volteé para verlo, aún no se había movido. Estaba justo detrás de mí, inclinado para acercarse a mi rostro. Lo primero que hizo fue sonreír. Dios santo, aquella sonrisa era más que la más dulce que había visto en mi vida. La sentía a cada momento, su calidez me traspasaba el cuerpo y me hacía sentir a salvo. ¿Cómo haría para vivir sin aquella sonrisa?
Intenté devolverle el gesto, pero sólo salió de mi boca una extraña curvatura melancólica. Él lo notó enseguida y su felicidad desapareció. En su lugar, frunció el ceño preocupado y confundido. Sabía que algo me ocurría. ¡Y odiaba que me conociera tan bien!
-¿Pasa algo?-preguntó sentándose a mi lado, yo mirando hacia el mar y él dándole la espalda, pero aún a mi lado.
-¿Por qué preguntas?
-Luces mal-dijo colocando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja-. _____, amor. ¿Qué pasa?
No lo miré. Me dediqué a observar con dolor y tristeza el mar. Probablemente aquella fuera la última vez que lo hiciera, que estaríamos así de cerca. Si tan sólo abría la boca en aquel momento, sería el fin. Lo sabía.
Y por eso mismo, respiré hondo.
-Nick…
-Mmm… creo que prefiero a que esperes a la noche, amor-dijo él, interrumpiéndome por décima vez en el día.
Lo miré extrañada y él sólo sonrió. luego me tomó el cuello con las manos y me acercó a él. rozando mis labios, susurró:
-Hay algo muy importante que debes saber. Pero no te lo diré hasta que sea de noche.
-¿Me preparaste una sorpresa?
-Tal vez-sonrió misterioso.
-¿Qué? ¿Cómo? No es posible. Estamos en el medio de la nada. No hay nada en kilómetros…
-Eso no es excusa cuando eres Nick Jonas II y quieres sorprender a tu hermosa novia.
Rodeé los ojos. Me encantaba cuando me hacía creer que se alababa a sí mismo. Sabía que él más que nadie tenía miles de prejuicios hacia su “fama”. Era el único que en verdad lo hacía, porque todos los demás lo amábamos por lo que era.
Yo especialmente.
Decidí darle una oportunidad. Pero sabía que si las cosas seguían así, tendría que llegar el final. El horrible y triste final.

-¿No me dirás a dónde iremos? –pregunté mientras me asomaba por la puerta del baño mientras me secaba el pelo.
Nick, que estaba dentro de la habitación escogiendo una camisa entre sus cosas, volteó para verme.
-Claro que no. Es una sorpresa.
Volvió a mirar hacia su maleta y no pude evitar quedarme allí parada recordando la imagen de él sin camisa segundos atrás. Resultaba ser el hombre más atractivo de todos, y al mismo tiempo incluso el más dulce del Universo. Era imposible, pero en él… todo ocurría.
-¿Tengo algo que me miras tanto? –preguntó de repente, sin voltear.
Noté la tonalidad que de su voz que intentaba ser seria, pero sonaba tan divertida que enrojecí al instante.
-¿Cómo…?
-El espejo –explicó señalando a un costado.
Tenía sentido.
De repente volteó y sonrió para luego acercarse a mí.
-En lugar de mirarme embobada, deberías apurarte.
-¡No te estaba mirando embobada!
La risa masculina y ronca resonó en su garganta mientras se dibujaba una media sonrisa en su rostro. Se acercó a mi frente y la besó.
-Apúrate. Debemos estar listos en media hora. Te espero abajo.
Tomó su camisa y un saco elegante y se los puso mientras salía de allí. los primeros cinco minutos los pasé pensando en él. Él y nadie más que él.
Cuando logré por fin concentrarme en mi vestuario –tras maquillarme y peinarme rápidamente-, caí en cuenta de algo verdaderamente terrible ¡no tenía ropa tan elegante! ¡Qué vergüenza! Nick se había llevado un traje, pero yo ¡nada!
Lo tenía todo planeado desde antes de venir… tramposo.
-¡Nick! –grité saliendo del cuarto.
Pero él no respondió. Lo busqué por toda la cabaña, pero no había rastros de él por ningún lado. Cuando estaba a punto de caer en pánico, noté algo en el sofá. Me acerqué a él y me quedé boquiabierta.
No, no lo hizo…
“______, mi amor: sabía que enloquecerías si notabas que no tenías ropa “lo suficientemente elegante”, por lo tanto, me tomé la molestia (la encantadora molestia) de solucionar esto por ti. Póntelo, sé que te quedará perfecto”
Corrí la pequeña nota y me concentré en la gran caja. Cuando la abrí y corrí los suaves papeles que cubrían aquel vestido, me quedé asombrada. Lo saqué del paquete y lo observé frente a mis ojos. Era el vestido más hermoso que había visto.
Apretándolo contra mi pecho con cuidado de no arrugarlo, sonreí. y noté que había algo más en el fondo de la caja.
“¿Te gustó? Eso espero. Lo escogí yo solito (Bueno, en realidad Beth y Amy me acompañaron y tuvieron una pequeña participación… ¡pero yo fui quien lo eligió!) Hay un par de zapatos nuevos en tu armario ¡no puedo creer que no los vieras! Te espero en la playa en quince minutos. Te quiero”
Sonreí. No se le escapaba nada.
Corrí hacia la habitación y efectivamente, allí estaba el hermoso par. Cuando me puse todo, no podía creer que hubiese escogido tan bien los talles. Cada día me sorprendía más.
Salí de la cabaña y me dirigí hacia la playa. Pero no había pensado en el hecho de que “la playa” era un término demasiado amplio como para saber dónde se encontraría Nick exactamente.
Las manos comenzaron a temblarme y de repente sentí miedo. ¿Dónde estaría Nick? Yo estaba sola en el medio de la noche, la oscuridad a mi alrededor y nada ni nadie conmigo. ¿Qué se suponía que debía hacer?
De repente me guió mi instinto. Seguí a mi corazón y comencé a caminar a través de la arena. No sabía a dónde iba, pero de repente me detuve.
Miré alrededor e instantáneamente una sonrisa apareció en mi rostro. Sí sabía qué era aquel lugar.
De repente sentí que no estaba sola. Una extraña ola de calor se apoderó de mí y antes de que pudiera voltear, unos brazos me abrazaron por la espalda. Pero no sentí miedo, sino que me aferré a él con fuerza.
-Sabía que sabrías a dónde venir –dijo en un murmullo.
Volteé la cabeza para mirarlo y sonreí.
-Sólo seguí a mi corazón.
-Y es por eso que te amo tanto.
Mis latidos dejaron de sonar por un instante. ¿Había oído bien? La sonrisa desapareció de mi rostro.
-¿Qué dijiste? -pregunté con un hilo de voz.
Él sonrió dulcemente y me volteó para tenerme frente a frente. Con una mano rodeó mi cintura y con la otra me acarició la mejilla. Sin dejar de mirarme y con aquella sonrisa tan dulce que derretía mil corazones, se acercó a mí y me besó.
Me besó tierna y suavemente, un beso que me hizo recodar la primera vez. Cinco años atrás, en aquel mismo lugar, Nick me besaba por primera vez. La suavidad era la misma, la dulzura también. Su sabor no había cambiado, y me seguía volviendo loca. Tal vez la única diferencia que encontraba aquella vez, era que el amor entre ambos era mucho más grande que hacía cinco años, cuando solíamos ser mejores amigos.
Lo supe. Cuando él me besó, supe que había escuchado bien.
-Te amo, _____. –dijo separándose de mí, susurrándome las palabras contra mis labios.
Sonreí y los ojos se me humedecieron. Era tan increíble que sintiéramos lo mismo. La felicidad no cabía en mi cuerpo y el amor que le tenía de repente aumentó, haciéndome sentir llena por primera vez en toda mi vida. Verdaderamente amada.
-¿Sabes qué he querido decirte todo este tiempo cuando me interrumpías? –pregunté.
Y para mi sorpresa él sonrió divertido y asintió. Yo lo miré confundida.
-Siempre supe que lo hacías. Lo veía en el brillo de tus ojos. Te comprendo tan bien que ya me cuesta extraño pensarlo –me explicó y yo me quedé estupefacta, él sonrió y volvió a rozarme los labios-. De todos modos, necesito escuchártelo decir.
Estuve más segura de lo que había pensado. Le rodeé el cuello con mis brazos y sonreí.
-Te amo, Nicholas Jonas II. Te amo.
Él sonrió por última vez y antes de besarme, susurró:
-Gracias a Dios por tu mirada.

Desperté aquella mañana y por un momento me sentí mareado. No tenía idea de dónde estaba, por qué la ventana estaba abierta y por qué…
Oh, ya recordé. Estábamos en la playa y mi bella _____ dormía a mi lado. La observé unos segundos, se veía tan hermosa. Aquellos ojos cerrados lucían tan tiernos mientras respiraba pacíficamente. Sin lugar a dudas era la persona más hermosa que había conocido, y la que jamás conocería. Nadie se compararía con ella jamás. La amaba demasiado y no quería dejarla ir.
Pensé en la noche que habíamos pasado. La había sorprendido –realmente lo había hecho- cuando habíamos llegado a una mesa que estaba ubicada sobre la arena. Estaba a varios kilómetros de la casa y nos llevó una pequeña caminata ir y volver. Habíamos cenado allí e incluso nos habíamos recostado en la arena a conversar, como siempre amaba hacer con ella. Era la persona perfecta para cada momento. Era increíble compartir tanto con tu mejor amiga. Mágico. Habíamos vuelto tarde por la madrugada y luego de un par de besos de buenas noches, nos habíamos dormido abrazados. Y había sido la mejor noche de mi vida en mucho tiempo. Era tan feliz con ella.
Y pensar que hacía dos días venía preguntándome qué diablos sentiría ella. Estaba muerto de miedo, esperando a que ella me diera alguna señal. Rogando que no me dijera que no me amaba. porque si no lo hacía, entonces yo… no sé que habría hecho. Probablemente lo nuestro habría terminado al instante. No estaría con alguien que no siente lo mismo que yo, no podría obligarla a hacerlo. No me gustaría que ella se sintiera presionada a amarme, porque en realidad no lo hacía. Entonces, sin mi amada ______ no tendría…
Ya basta. Sacudí mi cabeza y me dediqué a pensar en ella nuevamente, mirándola. Diablos, sentía que a cada segundo que pasaba mi mundo se detenía más y más, mi corazón latía cada vez más fuerte, y yo la amaba más. Aún más.
-Deja de mirarme así –murmuró ella de repente, sorprendiéndome por completo.
Estaba apoyada sobre mi pecho, pero no me miraba a los ojos, aún los tenía cerrados. Sentía su respiración contra mi cuerpo y eso me hacía amarla más y más.
-¿Estás despierta? –pregunté extrañado.
-Tal vez.
-¿Hace cuánto?
-Más o menos desde que despertaste y comenzaste a mirarme así. Como estás haciendo ahora.
-______ ______ ¿estabas espiándome?
-No, tú eres el que me estaba espiando, Nicholas Jonas.
-¿No tengo derecho a mirar a la mujer con la que pasé la noche?
-No, claro que no –dijo ella levantándose y mirándome.
Acababa de despertar, despeinada y sin maquillaje. Y sin embargo, me parecía aún más hermosa. Sí que estaba bendecido.
Me acerqué a sus hermosos labios y la besé dulcemente.
-Buenos días.
-Ya son buenos –murmuró.
Reí y le acaricié el pelo mientras ambos nos quedábamos mirando el sol por la ventana. Sería un día hermoso, estaba seguro. Y lo sería realmente porque había despertado con _____ a mi lado. Podría vivir con aquella sensación de sentirme en casa toda la vida.
-Te amo, ¿sabías? –murmuré.
-Creo que no me acostumbro a escucharlo. Tal vez si lo repitieras…
Me acerqué a ella y la tomé por la cintura. Hice que se sentara sobre mí, mientras me miraba de frente y estiraba sus piernas por detrás de mi cuerpo. Tomé su dulce y suave rostro entre mis manos y la acerqué a mí. Cielos, la amaba demasiado.
-Te amo –susurré besándole el cuello-. Te amo. Te amo. Te amo. Te amo…
Le besé cada parte de su rostro, aquel rostro que me volvía loco. Aquel rostro que me daba una razón de vivir.
-Te amo. Y siempre te amaré –terminé antes de besarle los labios, con todo el amor y la pasión que tenía por ella. Me volvía loco. Y no tenía otra forma de demostrárselo.

-Qué vergüenza. Otra vez llegaremos tarde –masculló _____ arriba del auto una semana después.
La miré y no pude evitar reír. Ambos sabíamos que Amy y Will no eran exactamente la clase de gente “puntual” pero por lo visto, a ella le había molestado algo que nos hubiéramos retrasado tan sólo unos minutos.
-No es para tanto. Es media hora nada más.
-Por tu culpa –me recordó.
-¿Disculpa? –la miré con cara de ofendido.
-¡Nick, los ojos al frente! –me retó.
-De acuerdo, de acuerdo –dije haciendo lo que ella me pedía-. Por lo menos respóndeme.
-¡Claro que fue tu culpa! –dijo después de comprender de qué le hablaba.
-¡No es cierto, señorita! ¡Fuiste tú la que me besó!
-¡Eso sí que es mentira! ¡Tú me besaste y yo sólo…! –se quedó en silencio.
-¡Já! ¡No me detuviste! De hecho, déjame decirte que tuviste una gran participación. Y muy buena –dije con una sonrisa pícara.
Ella me golpeó el brazo, toda colorada.
-Amo cuando te sonrojas –susurré mientras me acercaba a ella a besarle la mejilla.
-¡Nick, no te distraigas!
-Lo sé, lo sé –dije de mal humor. Segundos después, añadí-. Voy a contratar un chofer. Detesto no poder besar a mi novia mientras manejo.
Ella rió y no pude evitar mirarla de reojo. Era la persona más tierna que conocía. Podía ser muy madura y muy seria, pero yo sabía que por dentro era puro amor y dulzura.

-Listo, llegamos. ¿Tranquila? –pregunté cuando estacioné el auto frente a la casa de Will.
Que por cierto, ¿desde cuándo se había mudado con Amy? Estas cosas no me las había contado y estaba comenzando a molestarme con él. ¿Mejores amigos, verdad? ¡Já!
-Vamos, apúrate –dijo ______ tomando mi mano e intentando correr hacia la entrada.
Pero no podía hacerlo conmigo caminando. Era más pesado y más fuerte que ella y no podría moverme. Así que simplemente caminamos –con ella aún intentando tirar de mí- y yo riendo de su desesperación por llegar temprano.
-Te puedo asegurar que somos los primeros –dije mientras ella tocaba el timbre.
-Más te vale, Jonas –me dirigió una mirada asesina y luego siguió arreglando su ropa.
-¡No entiendo por qué estás tan nerviosa! –dije riendo- ¡Es sólo una reunión…! Oh…
Ya comprendía. Ella me miró y me hizo una mueca. Era cierto, era eso. Era la primera reunión familiar a la que ella asistía como novia oficial. Le sonreí y la abracé por la cintura.
-No te preocupes, todo saldrá bien –dije para calmarla.
-Lo sé. Sólo que… es extraño –dijo con una sonrisa melancólica-. No es la primera vez que vengo a una reunión con tu familia. Los conozco a todos de toda la vida, pero… Diablos. No sé qué me pasa. Debería estar contenta y tranquila.
Reí levemente y le besé el cabello mientras ella se pegaba más a mí.
-Sólo recuerda que te amo. Y todo saldrá perfecto.
En ese instante, justo antes de que ella me respondiera, abrieron la puerta. Ambos giramos al instante para ver quién era. ¿Mamá? Diablos, no habíamos llegado primeros.
Miré a ______, quien me dirigió una mirada amenazante. Lo leí en sus ojos: la venganza estaba grabada en aquel brillo.
-¡Nick, ______! Al fin llegan. Estábamos comenzando a preocuparnos –dijo con una sonrisa cálida hacia _______-. Estás hermosa, querida.
-Gracias, Sunny –dijo mi novia.
Mi hermosa novia. Que me amaba. Qué lindo era recordarlo.
-Y tú, Nick. Dios santo, deja de crecer. ¿Qué estuvieron comiendo esta semana que están tan grandes?
-Mamá, estamos igual que siempre –dije frunciendo el ceño.
Noté cómo ______ reía por lo bajo.
-Como sea, están mucho más lindos –dijo mi madre.
Rodeé los ojos y luego pasamos. En el comedor–como me temía-, estaban ya todos. Joe y Demi sentados al lado de Miley y Liam, hablando. La pequeña Hannah estaba recostada sobre Liam y estaba ya quedándose dormida cuando nos acercamos a saludarla.
Hacía 4 años que Hannah se había incorporado a la familia. Era la niña más dulce y encantadora que había conocido. En realidad, era la única niña que había conocido. Cuando mis primas tenían su edad, yo era tan sólo un año más grande, por lo que no notaba la diferencia. Estaba obsesionado con ella –incluso tan obsesionado como lo había estado con mis hermanos en su momento-, todos siempre me molestaban por eso. Decían que mi pobre hija tendría que sufrir porque yo sería un “sobreprotector”. ¡Sobreprotector! ¡Já! ¡Yo jamás sería eso! Aunque si un niño se le acercara a mi niña en el jardín de infantes, inmediatamente llamaría a sus padres para hablar al respecto del pequeño demonio roba hijas…
En el parque estaban Kevin y Danielle, hablando con mi padre, quien al ver a mi madre le sonrió.
Momentos como ese me encantaba estar con ______. De alguna manera, sabía que algún día ella y yo seríamos como Sunny y Nicholas. Esperaba que así fuera, no imaginaba mi vida con nadie más que con ella.
Saludamos a todos los tíos y luego nos dirigimos a la sala, donde nos encontramos con Jack, Zac y Claire hablando animadamente. A su lado estaban –más bien en su propio mundo- y Beth y su nuevo novio Matt. Se la veía feliz. Y eso me alegraba.
En el segundo piso nos encontramos a mi divertido tío Franklin jugando con mis hermanos.
-¡Llegó la verdadera diversión! –dije asomándome por la puerta.
-¡Nick!–exclamaron los tres pequeños al vernos.
Los tres se levantaron del suelo, dejando a mi tío solo y corrieron hacia nosotros. _____ y yo nos agachamos y ella tomó a Jerry entre sus brazos mientras yo saludaba con la mano a Paul y Adam.
-¡Trajiste a ______! –dijo feliz Adam.
-¡Ya era hora! –se quejó Paul.
Reí y dirigí mi mirada hacia arriba. ______ no parecía escucharnos. Estaba sumida en una nube hablando con el pequeño Jerry. Al verla con el niño en sus manos, no pude evitar pensar que así quería verla cada día de mi vida. Con un niño nuestro en sus brazos, sonriendo como nunca antes la había visto sonreír. Estaba seguro de que sería la madre más maravillosa del Universo. Una extraña sensación de ansiedad se apoderó de mi cuerpo. De repente comprendí que era cierto, que en realidad no imaginaba a otra persona en mi vida más que a ella. La amaba y ahora estaba seguro de ello.
En ese instante ella dejó a Jerry en el suelo. Le sonreí y la volví a tomar de la cintura. Luego miré al tío Frank mientras mis hermanos volvían a correr hacia su área de juego. Le hice una seña con el pulgar arriba y él me respondió del mismo modo.
-¿Todo bien, Nick? –preguntó.
-Perfecto. Y veo que también tú.
-Sí, ya sabes. Amo a los niños.
Reí. Era verdad. Frank era un eterno niño. ¡Aún más que el tío Joe!
-¿Cómo está Noah? –pregunté.
Noah era la novia de mi tío desde hacía ya un tiempo. Era la hermana menor de Miley y se conocían hace mucho, desde que eran niños.
Una sonrisa de enamorado se dibujó en su rostro.
-Hermosa como siempre. No pudo venir lamentablemente. Le habría encantado verlos, especialmente a ti, ______. Hablando de eso, ¡Dios santo, Nick! ¡Tu novia está cada vez más linda! Cuídala bien o te dejará tan pronto como se de cuenta lo irritante que eres a la mañana. Exactamente como tu padre a tu edad. Dios santo, ¡era imposible compartir un cuarto con él!
Mi novia rió a mi lado y mi tío la acompañó. Yo rodeé los ojos y luego de despedirnos, nos dirigimos hacia las escaleras.
-¿Te ofendiste? –preguntó ella a punto de lanzar otra carcajada.
-No, claro que no. Él siempre es así –admití con una sonrisa-. A propósito ¿Qué hablabas con Jerry tan privadamente?
-Oh, cosas entre él y yo.
-Vamos, dime –dije deteniéndome, parándome frente a ella.
Ella vaciló y luego terminó por responderme:
-Me pidió que te cuidara bien. Cree que nos casaremos en poco tiempo.
Reí al escuchar aquello. Era lo más tierno que había escuchado alguna vez.
-Ojalá así sea –dije antes de acercarme a ella y besarla.
En ese momento, escuchamos un grito desde abajo anunciando la comida. Pero ninguno de los dos le prestó atención. Segundos después, escuchamos la voz del tío Franklin muy cerca.
-¡Niños, pasen sin mirar, adelante, pasen sin mirar!
Me separé de _____ y noté que Frank se había interpuesto entre el camino hacia las escaleras y _____ y yo. Reí al notar las señales de tránsito que hacía.
Mis hermanos pasaron por al lado tapándose los ojos, lo que produjo que casi cayeran uno detrás del otro. Lo que provocó aún más risas.
-Cuidado con los niños, tortolitos –nos retó mi tío antes de bajar detrás de mis hermanos.
Miré a _____ y estaba completamente colorada, pero aún así se divertía.
-Te amo –dije y le besé la frente-. Y no lo olvides.

-Entonces, Nick, ______. Cuéntennos acerca de su fin de semana en la playa –sonrió Amy malévolamente.
La fulminé con la mirada. Ella sabía perfectamente que tanto _____ como yo no queríamos hablar acerca de aquello. Era algo privado y mi prima lo sabía muy bien.
Al dirigir mi mirada hacia mi novia, noté que de repente había palidecido y sus mejillas estaban completamente coloradas. Intentaba esconderse de la mirada de los demás, pero era algo imposible. Le tomé la mano y se la apreté con cariño. Ella me miró y sonrió.
¿Por qué una sonrisa podía enviarme directo al cielo?
-Creí que estábamos aquí por las noticias acerca de Will y tú, Amy. ¿No nos vas a decir nada? –contraataqué.
Esta vez todas las miradas curiosas de la mesa se posaron en ella. Will y Amy intercambiaron miradas nerviosas y luego ambos se volvieron hacia mí nuevamente. Les sonreí y levanté una ceja, había ganado.
-Bien, supongo que no hay que hacerlos esperar mucho más, amor –dijo Will tomando a Amy de la mano.
Amy lo miró y sonrió. Estaban tan enamorados. De repente recordé aquella vez en mi casa hacía más de cinco años, cuando Will me había confesado que estaba enamorado de mi prima. En realidad, era demasiado obvio y yo ya lo sabía, pero me había sorprendido escucharlo salir de su boca. Podía ser el chico más divertido, molesto y desvergonzado de todos, pero sin lugar a dudas, cuando se enamoraba se convertía repentinamente en un niño tímido y nervioso. Recordé que habíamos hablado de ______ y de Amy. Cómo cambiaban las cosas ¿cierto? En aquel momento no creía estar enamorado de mi mejor amiga. Y ahora…
Ahora era el amor de mi vida.
-Tienes razón, cariño –dijo Amy abrazándose a su…
-Amy y yo estamos comprometidos –anunció entonces Will, así sin más, interrumpiendo todos mis pensamientos.
Todos los que estaban moviendo al menos un músculo de su cuerpo, se quedaron helados. Incluso la mano de ______ se tensó junto a la mía durante un segundo. Ambos nos miramos, completamente sorprendidos. Todos lo hicimos, y luego las miradas volvieron hacia la pareja.
Will y Amy podrían ser muy felices juntos, de eso estaba seguro. Desde pequeños que habían estado destinados a estar juntos. Desde que solíamos correr todos por el parque y ellos eran los primeros en hacer todo, juntos. Desde que habíamos empezado el colegio, y ambos habían sido los únicos que querían ir durante los primeros días de clases. Recuerdo que cuando Will se fue a vivir a Australia durante algunos años, Amy no fue la misma. Cambió mucho, dejó de ser la niña alegre y divertida y pasó a ser una adolescente callada y reservada. Era muy diferente todo. Pero cuando él había vuelto, las cosas no cambiaron. Aún así, Will se enamoró de ella. Y ella ni siquiera lo había notado. Hasta que un día, al fin, él se lo había confesado.
Sonreí al recordar cuándo había sido: aquella noche en la fiesta en mi casa. La misma noche que comencé a sentir algo más que amistad por mi mejor amiga.
Miré a ______ a mi lado y de repente noté que todos estaban aplaudiendo, saludando y felicitando a la pareja. Mi novia sonreía, completamente feliz. Ver aquella sonrisa en su rostro era el regalo más grande de todos.
Nos levantamos y ambos felicitamos a Will y Amy.
-Bien hecho, hermano –le dije a mi mejor amigo mientras lo abrazaba-. Espero que seas muy feliz.
-Gracias, Nick. Creo que lo seré –sonrió mirando a Amy a su lado, que saltaba feliz abrazada con _____.
Ambos reímos.
-Espero que tú también encuentres la felicidad –dijo volviendo su mirada hacia las dos maravillosas mujeres a nuestro lado-. Aunque… algo me dice que ya estás a su lado.

-¿No es maravilloso? –preguntó entusiasmada ______ cuando entramos a su casa.
-¿Qué cosa? –pregunté cerrando la puerta detrás de mí.
-Amy y Will. ¡Al fin serán felices!
-Siempre lo fueron –dije dejando las llaves del auto en una mesa.
Ella suspiró mientras se dejaba caer en el sofá.
-Me pone tan feliz por ellos… -murmuró.
La observé durante unos segundos. Se veía tan contenta, alegre, en paz. Si ahbía algo que la caracterizaba, es que una simple sonrisa podía hacerla muy feliz. Adoraba esa sencillez que solía tener frente a todo. Era como si nada en el mundo pudiera hacerla sufrir. Muchas veces podía parecer vulnerable y frágil, yo más que nada la protegía de todo. Pero sabía que por dentro era fuerte, tan fuerte que hasta podría atravesar cosas que mucha gente no podría en su vida.
La admiraba, por dentro, por fuera. Era un ángel caído del cielo.
Me agaché frente a ella en el sofá, de cuclillas.
-¿Alguna vez te dije que eres hermosa cuando sonríes? –le pregunté.
Ella sonrió. Aquella sonrisa tan maravillosa.
-Creo que sólo un par de veces.
-Entonces comenzaré a decírtelo todo el tiempo.
-Oh, no. Sabes que no me gusta que me andes halagando –dijo riendo mientras apoyaba su mano sobre mi mejilla.
Tomé su mano con la mía y la miré fijamente a los ojos. Ella ladeó la cabeza.
-¿Alguna vez te he dicho que eres hermoso a cada instante? –murmuró.
Logró sonrojarme. Y sonreí.
-Creo que intentas vengarte.
-Tal vez –admitió acercándose a mí-. Pero no miento. Eres hermoso, Nick. Y aún no creo que seas mío.
-Siempre seré tuyo, ______. Siempre. No lo olvides.
Ella negó con la cabeza y rozó sus suaves labios con los míos.
-Te amo –dijo en un susurro.
¿Cómo es que cada vez que me decía aquellas palabras mágicas, mi cuerpo automáticamente se deshacía bajo sus labios?