La Guerra Entre 2 Mundos (hot & romantica)

–Valentina, ¿estás bien?- pregunto de inmediato Nicholas quien me mantenía en sus brazos mientras abría obligatoriamente mis ojos. Fue entonces cuando un fatal dolor se apodero de todo mi rostro –perdóname- implore mientras me aferraba a su pecho –tranquila, todo está bien. Tu estas bien, ¿cierto?- decía mientras acariciaba muy levemente mi mejilla –perdóname, no fuiste tú, fue Kevin, lo siento- decía entre sollozos –no te preocupes, sabía que pronto encontrarías al verdadero culpable, aunque jamás imagine que fuese él, pero olvídalo, ¿te duele?- decía mientras desviaba su mirada a mi mejilla, lo que me insto a llevar mi mano hasta la zona y palparla delicadamente, esto me produjo un brutal y debilitador dolor.
-aquí esta lo que me pidió- dijo Demetria hincándose a mi lado para entregarle a Nicholas un pequeño gorro de hielo, este al instante lo coloco en el golpe de mi rostro –Demetria quédate con ella- exigió mientras se ponía en pie cambiando lugar con ella.
Demetria me observaba tiernamente, escuchaba que susurraba algunas frases como “todo estará bien” intentando sacarme de mi aturdimiento. Yo por mi lado solo pensaba en esa pesadilla que inconsciente había tenido; era sorprendente el hecho de que lo que empezó con un simple beso, termino siendo la verdad, la cruel y desgraciada verdad. ¿Cómo era eso posible? Fue algo que jamás comprendí, pero a la vez agradecí que sucediera.
-esto hará que sane pronto- dijo Nicholas al volver y retomar su posición esparciendo en mi mejilla una pomada -¿te sientes mejor?- preguntó formando en su rostro una sonrisa torcida –gracias- respondí mientras descansaba mi cabeza en su pecho –no tienes que gradecer lindura- musitó él en mi oído acariciando mi castaña cabellera.
Un vuelco dio mi vida
Y una lagrima perdida
Rodo por mi mejilla.
Si una vez creí en él
Jamás lo volveré a hacer,
El mismo error cometer
Imposible ha de ser,
Pues la lección me enseño
Y mi corazón roto dejo.
Pero en mi camino
Se cruzo repentino
Un hombre extraño
Confiado y armado
De sentimientos puros
Que buscan ser,
La cura del amanecer
Y a la vez
La vida del anochecer.
Amigo o enemigo,
De mi vida hiciste trizas.
Cuéntame ahora,
¿Cómo hago?
Para que la aurora
Que rodeaba el alma tierna
Brille esplendorosa
Ante la más estrepitosa
Desilusión de amor.
Recapacitar, pensar y analizar ¿Qué mas podría hacer?. La vida está llena de obstáculos y tropiezos inevitables; no hay algún remedio para esto, el más común que encuentro es darme por vencida y de esta forma dormir sin despertar futuramente.
Un llamado de emergencia a un alma victima de los sentimientos, el engaño y la desilusión. Nadie podría entender como me encontraba realmente, nadie podría escribir una leyenda de este trágico acontecimiento como yo y a la vez nadie podría comprender la amargura que en mi sangre corría.
-¿estás bien?- preguntó preocupada Amanda mientras me tomaba en un fuerte abrazo –estoy mucho mejor. Gracias a ustedes- dije muy suave debido al intenso dolor de cabeza que portaba –jamás permitiríamos que algo malo te sucediera; pero tú te interpusiste entre ellos- -no debiste hacerlo, podía recibir ese golpe sin sufrir daño alguno- dijo él orgulloso –me sentiría culpable de no haberlo hecho, por mi comenzó esa pelea y por mi acabó. Lo veo justo- repliqué –y por hacerlo has terminado herida- refutó él acariciando mi mejilla nuevamente –quiero irme a mi casa- opiné un poco incomoda por la mirada de Amanda –yo te llevare- dijo Nicholas rápidamente –no creo que sea buena idea que te vayas sola a tu casa. ¿Por qué no te quedas?- sugirió Amanda gentilmente. Pensé en esa inédita opción, era algo atrevido, pero en casa la bulliciosa soledad me esperaba para ampliar e intensificar el sufrimiento –no hay ningún problema respecto a que te quedes- dijo Nicholas instándome a dar una respuesta –me quedaré, pero de verdad no quiero significar una carga. Ya han hecho mucho por mi- -tranquila, podremos pasar mucho mas, pues se trata de ti- dijo pasando su brazo por mi hombro formando un medio abrazo –vamos, te llevare a tu habitación- continuó luego mientras me dirigía a la segunda planta de la casa –es aquí- dijo entrándome en la habitación e inmediatamente dejándome allí sola, solo pidió que esperara.
Me senté sobre la cama para luego dejar caer mi cuerpo hacia atrás; fue una sensación simplemente relajante, pues después de una vivencia como la reciente no había nada mejor que descansar, ya que el cuerpo pierde energía en conjunto con la vitalidad. Busque una comodidad increíble en la inmensa cama y luego deje que mis ojos se cerraran para hundirme en un reconfortante sueño.

Unas frías manos tocaban mi cintura haciendo que mi cuerpo se estremeciera ante el contacto. Levante mi rostro y allí lo observe. Ese hombre que me mintió, ese hombre que me engaño, insistía con su perverso juego de seducirme y hacerme daño luego -¡no me toques!- exigí aterrorizada poniéndome en pie –si te relajas y no te opones todo será placentero- dijo el muy cínico mientras imponía un enganche fuerte en mi cintura –no, no lo hagas, por lo que más quieras no lo hagas- imploré desesperada cuando el retiro la camiseta que llevaba bruscamente –es muy tarde preciosa- dijo despojándose de lo que quedaba de mi vestimenta –ahora solo disfruta- continuó luego con una inmensa sonrisa en su rostro, una sonrisa que alguna vez adore. Él prosiguió a rozar sus asquerosos labios con cada parte de mi cuerpo, como todo un abusador desquiciado -¡te odio Kevin!- le dije al momento en el que irrumpió dentro de mi ser –pero yo te amo- inquirió jadeante lo que me daba aun mas asco -¿Cómo puedes decirle a una persona que la amas si le haces daño?- lo interrogue sin aliento ante el dolor que aquello me producía. Él me tomo de los hombros y empezó a besarme el rostro como un demente –Valentina- dijo –Valentina- volvía a decir -¡Valentina!- exclamó por última vez una voz diferente despertándome de esa pesadilla. Amanda se encontraba sentada a mi lado en la cama; la abrace inmediatamente buscando un refugio en el que pudiera sentir que todo acabara, un refugio que intentara comprenderme y a la vez me apoyara –tranquila, solo fue una pesadilla- dijo en una de tantas frases de consuelo –fue más que eso; es la realidad- pronuncie entrecortado por sollozos estrepitosos –no es necesario que hables de ello. Mejor cálmate, esto te hará mal. Recuerda que yo estaré aquí y nada malo te sucederá- al escuchar esas palabras intensifique mas mi abrazo, era como encontrar a la hermana o a la amiga que jamás había tenido.
Al cabo de algunos minutos logre calmarme un poco; el llanto había cesado y de nuevo sentí que podía volver a dormir, aunque aterrada, pero sabía que el cansancio podría darme la paz que ameritaba un profundo sueño.
Levante la mirada mientras me separaba de Amanda y de inmediato vi una sombra justo en la puerta de la habitación, cuando enfoque la vista note que era Nicholas, se encontraba expectante apoyado en el marco de la puerta -¿estás mejor?- me pregunto al percatarse de que lo observaba –si- dije apenada –siento causarles esta molestia. Por esto quería irme a mi casa- continué luego –y si te hubieses marchado a tu casa nadie estaría contigo para afrontar la situación- indagó Amanda –debes comprender que no es una molestia- dijo el sentándose en un sillón al lado de la cama -¿podrías dejarnos a solas?- dijo dirigiéndose a Amanda –claro- respondió ella dudosa mientras abandonaba la habitación.

–Me encontraba en el bosque cuando escuche sollozos, segundos luego te encontrabas inconsciente en mis brazos. Había empezado a caer sobre nosotros una fuerte tormenta por lo que de inmediato busque refugio y esa cabaña fue lo más cercano- tomó mi mentón para subir mi rostro, luego corrió su mano y la posó en mi mejilla con una tierna caricia de lamento –por tus piernas corrían largas gotas de sangre mezcladas con el agua de lluvia. Mi camiseta húmeda fue el único implemento que estaba a la mano, por lo que me la quité y con ella limpie tur piernas- dijo luego entre palabras plenas de un sentimiento de clemencia, lo que conmovió mi alma haciendo que aflorara en mi la culpa y lágrimas brotaran de mis ojos. Había sido injusta con él. Dude, me intrigué y no permitió que pudiese corregir el error que estaba cometiendo.
-no llores- me dijo suavemente pasando su pulgar por mi rostro para secar las lagrimas que lo empapaban. Cerré mis ojos ante el placer que producía en mi el tacto; lleve mi mano hacía la de él posada en mi mejilla uniendo ambas y de esta forma extendí esa caricia.
El roce de su piel con la mía hacia que el consuelo llegara y el dolor disminuyera significativamente.
-lo siento- le dije abriendo lentamente mis ojos para, de esta forma, intercambiar intensas miradas. –No te lamentes…- hizo una pausa mientras me observaba con deleite -¿estás bien?- preguntó luego llevando sus facciones a un estado de preocupación –no muy bien. ¿Por qué lo preguntas?- -tu rostro esta pálido, solo tu mejilla esta colorada ¿te duele aun?- empezaba a ponerme nerviosa puesto que el no apartaba su vista de mi –solo un poco- dije palpando cortamente el hematoma que portaba mi rostro y, tras dejar salir de mi pecho un intenso suspiro, desvié mi mirada –deberías intentar dormir- dijo poniéndose en pie para tomar asiento en una butaca al lado de la cama.
Tal vez el tenia razón “debía intentar dormir” aunque temiera hacerlo. Esas pesadillas roban el concilio de lo que antes calificaba como un placentero sueño, realmente había olvidado cómo se sentía dormir una noche sin interrupciones tan horrorosas. Nuevamente busque comodidad acurrucándome bajo las tibias sábanas. Ladeé mi cuerpo para darle la espalda y evitar algún contacto entre nuestras miradas. Poco a poco, sin remedio alguno, Morfeo ganó la batalla, hundiéndome en un profundo sueño.

Desperté nuevamente y aun no amanecía puesto que la oscuridad reinaba en el ambiente. Me senté en la cama y me percate de que él se había quedado dormido en el sillón, también visualicé mis zapatillas a su lado; por esto me puse en pie y con cautela me dirigí a ellos, tomándolos en manos para luego abandonar la habitación.
Baje las escaleras en dirección a la puerta de salida pero unas vocecillas llamaron mi atención, parecían provenir de la cocina, así como también un delicioso aroma a café recién hecho. Sin pensarlo más me dirigí a la cocina, donde como lo presentía, estaban mis dos grandes amigos –buenos días- dije apenada tras irrumpir en una muestra de afecto entre ellos dos -¡Valentina!- exclamó Demetria abalanzándose sobre mí con un fuerte abrazo -¿estás bien? ¿Te duele? ¿Cómo sigues?...- preguntaba ella rápidamente hasta que Joseph la interrumpió -¡Mujer!- exclamó –la volverás loca con tantas preguntas- continuo luego sonriendo –no te preocupes, no es para menos- dije a ambos mientras los guiaba a la mesa que allí se encontraba , para luego tomar asiento. –No se preocupen por mí, yo estaré bien. Lo que ocurrió ayer me consta fue el principal, pero erróneo motivo, por el que me marche hace 7 años- hice una pausa mientras recordaba, pero Joseph decidió intervenir –no estás en la obligación de contarnos lo que sucedió ayer escuchamos un poco la disputa y, más o menos, comprendemos la situación…- -no queremos que profundices en el tema, sabemos que es algo doloroso. Mejor dinos ¿Cómo te sientes? El golpe que recibiste ayer fue muy fuerte- repuso Demetria interrumpiendo a su esposo –estoy bien- dije con desgana –debo agradecerles por toda su ayuda y por todo su apoyo. Son ustedes una feliz pareja que me ha enseñado mucho. Gracias- les dije con los ojos acuosos –no, no chilles. Si todo está bien, no hay motivo por el cual llorar- dijo Joseph en un tono de resignación muy cómico, lo que produjo en mi cierta gracia que hizo que en mi rostro apareciera una sonrisa –así esta mejor- dijo luego Joseph al verme -¿quieres una taza de café?- preguntó Demetria –claro, por eso he venido- respondí soltando una pequeña carcajada.
Demetria se puso en pie y buscó una pequeña taza de porcelana blanca con su respectivo platillo y cucharilla, vertió el ardiente café y luego lo llevo a la mesa entregándomelo –gracias- respondí gentilmente. Ella luego se posó detrás del mesón para continuar con su trabajo. Alce la vista y me encontré con un gran reloj de pared que marcaba las 5:00 am, esto me dejo sorprendida, pensaba que aun no llegaba el día siguiente pero, como de costumbre, me equivoqué.
Desvié mi mirada hacia Demetria y, sin razón alguna, observaba con cierto deleite los toscos movimientos con los que se desenvolvía en mi área favorita. Me puse en pie y me coloque a si lado –toma asiento. Hoy cocinaré yo- le dije llamando su atención –descuida, yo puedo hacerlo. Tu eres ahora una invitada, mi deber es atenderte- dijo ella muy sonriente –no es así. Un invitado más, un invitado menos, yo no soy esa clase de personas. Hoy cocinaré para mis amigos, será un placer que no podrás arrebatarme. Así que toma asiento y observa- repliqué dura para impedir que pudiese excusarse nuevamente. Ella muy mansa tomo asiento y se mostró expectante.

Después de ubicar todos y cada uno de los instrumentos e ingredientes dispuse a reparar los famosos Pastelillos de queso Suizo y hierbas, el plato principal del menú de desayunos en mi repertorio.
Empecé preparando los pastelillos, mezclando agua, una pizca de levadura y harina leudante, hasta obtener una masa bien consistente, la que proseguí luego a extender sobre el mesón utilizando un rodillo de madera; al culminar de estirar dicha masa y haberla cortado dando forma a los pastelillos, rocié sobre ésta albahaca pulverizada, luego los introduje en el caliente horno, para proseguir a fundir el queso Suizo.
El ambiente de la cocina se fue llenando de aromas tan exquisitos como lo es el de los pastelillos de albahaca recién horneados. Estaba realmente concentrada, como de costumbre, prestarle atención a mi labor por excelencia no me era difícil.
-Que delicia ¿de qué es ese aroma?- dijo Nicholas entrando a la cocina sonriente. Éste quedó sorprendido al ver a Demetria sentada. Imagino que se preguntaría ¿entonces quien cocina? Puesto que su rostro era muy cómico –son pastelillos de queso Suizo y hierbas- dije sacando los mismos del horno colocándolos sobre el largo y elegante mesón –no los conocía- dijo él posándose a mi lado para intentar intervenir en mi trabajo –lo sé, no son muy comunes en la cocina casera. Pero en mi campo son los más preparados para un buen desayunos entre amigos- dije en tanto vertía el queso fundido sobre los pastelillos. Podía sentirlo muy cerca, pero no me atrevía a observarlo cara a cara –se ven muy apetitosos- dijo mojando levemente sus labios, acto que observe por el rabillo del ojo –toma asiento- le pedí –te ayudare- replicó serio –entonces, ¿podrías servir las bebidas?- -¡claro!- exclamó él alejándose para hacer lo que había pedido.
Procedí a servir la preparación, luego coloque los platos en la mesa en la que se encontraban Demetria, Joseph y Nicholas.
-buen provecho- les dije mientras me daba la vuelta para marcharme, pero una mano sostuvo la mía impidiéndome avanzar -¿A dónde vas?- me preguntó Nicholas al momento en el que gire mi rostro para observar al dueño de la tercia mano que envolvía la mía –es tarde, debo ir al restaurante- -pueden esperar. Date un tiempo y acompáñanos- decía instándome –buenos días- dijo un suave tono de voz entrando a la cocina –buenos días Amanda- dije deshaciendo el encuentro de nuestras manos –ven linda, toma asiento. Todos estaban esperando por ti- le dije luego tomándola por los hombros dirigiéndola hasta su silla –ahora, con su permiso, debo irme- concluí saliendo luego de la casa.
¿Qué hacer? Mi mente se nublo por unos segundos, acto que jamás comprendí. Volviendo en mí me percate de que no tenia calzado, en mi descuido, deje mis zapatillas en la cocina.
¿Entrar de nuevo? No tenía otra opción, no podría irme a casa de esa forma. Con pesar entre de nuevo y percibí de inmediato voces, eran más que voces, eran gritos; era mas que obvio que discutía, pero ¿Por qué?.
-me niego a compartir la mesa con la servidumbre- noté que dijo Amanda histérica en cuanto me encontré en el marco de entrada a la gran cocina. Se encontraban todos de pie, mientras que Nicholas y Amanda estaban de espaldas a mí. –No te preocupes, podremos desayunar luego…- dijo Joseph tratando de controlarse –ustedes no se irán. Desayunaran conmigo- dijo Nicholas dirigiéndose a la pareja –lamentablemente para ti, ellos son mis amigos, no la servidumbre. Tienes que aprender a vivir con ello…- continuo luego dirigiéndose a Amanda, pero esta lo interrumpió –sean o no tus amigos, para mí son servidumbre. Jamás he compartido con gente de su nivel y nunca lo haré. Personas de mi nivel no podemos rebajarnos a tal cosa- replicó Amanda despectiva. Sus palabras eran superficiales, realmente plenas de vanidad, soberbia y capricho; pensé intervenir en ese momento pero Nicholas lo hizo antes –No te permitiré que te expreses de esa forma. Nunca te había visto actuar de esta forma, en realidad, jamás pensé que llegarías a este punto- dijo Nicholas exaltado –me disculpará por esto pero si hablamos de mujeres de alto nivel, como usted dice, Valentina es una de ellas y es un ejemplo de que esta usted equivocada. Valentina ha cocinado para sus amigos, como dijo refiriéndose a mi esposo y a mi- -Demetria tiene razón, Valentina es una mujer de tu nivel y sin nada más que el placer de servir a sus amigos a cambo, ella ha cocinado para nosotros, no solo eso, sino también que ella presta su buen trato a Joseph y a Demetria. ¿Por qué no puedes…- Nicholas se vio interrumpido por una bofetada que recibió en el rostro por parte de Amanda. Sus palabras eran halagadoras, nunca había pensado en eso de los niveles sociales, pues pertenecí al más bajo; además jamás despreciaría a unos seres tan especiales y servidores como Demetria y Joseph. Desvié mi mirada un tanto apenada y visualicé mis zapatillas, por lo que sigilosamente me fui acercando a éstas. -¡es increíble que te atrevas a compararme con esa! Desde que la conocí me cayó mal, no conocía el ¿Por qué? Hasta que note el trato que le profesas. Tu estas diferente ¿Qué acaso estas enamorado de ella?- dijo Amanda convulsiva concluyendo con una pregunta que hizo me sobresaltara y por accidente golpee con el codo un vaso sobre el mesón cuando me erguí para salir de allí ya con mis zapatillas. El vaso que cayó al suelo quebrándose en innumerables trozos. Estaba totalmente inmóvil, no sabía que hacer ¿huir o afrontar lo que se avecinara? Un gran dilema, una lucha en la que se debatían mi mente y mi aterrorizado corazón, lucha que cedió tras recibir la señal de que mi brazo era tomado delicadamente y una voz terminó sacándome de mis pensamientos