Capitulo 3 (parte 2)
—¿Va a haber otro encargado además del señor Mannheim? —preguntó.
—Sí. Tú —añadió mirándola con cariño—. Y eso incluye una subida de sueldo, por supuesto.
__________ contuvo la respiración.
—¿Estás hablando en serio?
—Por supuesto.
—Vaya —murmuró ella pensando ya en las cosas que se necesitaban en la casa y en la ropa nueva de Selene—. No me lo puedo creer.
—Ten cuidado, no te caigas del asiento —dijo Joe frunciendo el ceño.
—Creo que el calmante me está haciendo efecto —murmuró __________ con una risa breve incorporándose mientras se tocaba distraídamente los senos—. Y también los moratones. Ese tipo fue muy bruto.
El rostro de Joe se endureció.
—Ojalá hubiera llegado antes al almacén —murmuró apretando los dientes.
—En cualquier caso, me salvaste —replicó ella sonriendo—. Eres mi héroe.
—No, señora. Sólo soy un vaquero currante.
—El trabajo duro y honrado no tiene nada de malo —aseguró ___________—. Yo no me fijaría en ningún hombre rico y sofisticado que tuviera una legión de mujeres alrededor. Me gustan los vaqueros.
Aquellas palabras lo hirieron. Estaba viviendo una mentira, y no debería haber empezado así con _____________. Ella era una buena persona. No volvería a confiar en él si se daba cuenta de que la estaba engañando. Debería decirle quién era realmente. La miró. Estaba dormida. Tenía la cabeza apoyada contra el cristal y la respiración acompasada.
Bueno, ya habría otro momento, pensó. ___________ ya había tenido suficientes sustos por un día.
Joe detuvo el coche en la entrada de su casa, rodeó la camioneta y la sacó en brazos. Se detuvo al pie de los escalones y observó su rostro dormido. La estrechó contra su pecho. Le encantó sentir su peso liviano y su dulce rostro apoyado contra el bolsillo de la camisa. Subió con facilidad las escaleras, llamó a la puerta y la abrió.
Su madre, la señora Peale, estaba sentada en una silla en bata viendo las noticias. Soltó un grito al ver a su hija.
—¿Qué le ha pasado? —exclamó intentando levantarse, pero tuvo que quedarse sentada.
—Se encuentra bien —dijo Joe enseguida—. El médico la ha sedado. La dejaré en algún sitio y se lo explico.
—Sí, en su habitación… Por aquí —la señora Peale se puso de pie jadeando por el esfuerzo.
—Señora Peale, señáleme el camino y siéntese —le pidió Joe—. No se canse.
El amable rostro de la señora se iluminó con una sonrisa.
—Es usted un joven muy amable. Su dormitorio está en la primera puerta a la izquierda.
Joe llevó a ____________ a la pequeña habitación casi vacía y retiró la desgastada colcha azul que cubría una de las dos camas. Todo era viejo, pero estaba limpísimo. Joe levantó la cabeza de __________ y la colocó sobre la almohada, le quitó las botas y la cubrió con la colcha, subiéndosela hasta la cintura. La joven respiraba con regularidad. Joe deslizó la mirada desde su revuelto y ondulado cabello oscuro hasta el leve movimiento de sus firmes senos bajo la camisa que él le había prestado, y luego siguió bajando por la estrecha cintura y las caderas hasta llegar a las largas piernas. Era muy atractiva.
Pero había algo más que atracción física. Era como una cálida chimenea en un día frío. Joe sonrió ante aquel pensamiento, dirigió una última mirada a aquel rostro dormido y hermoso, salió y cerró la puerta tras él.
La señora Peale lo estaba esperando muy preocupada.
—¿Qué le ha ocurrido? —preguntó sin más preámbulo.
Joe se sentó en el sofá, al lado de su silla.
—Ha tenido un día duro.
—¡Ese Tarleton! —exclamó la mujer furiosa—. Ha sido él, ¿verdad?
—Sí —reconoció Joe—. Pero, ¿cómo puede usted saber…?
—Ha estado rondándola desde que el señor McGuire lo contrató —dijo ella con voz ronca. Se detuvo un instante para tomar aliento. Sus ojos verdes, muy parecidos a los de _________, brillaban con furia—. Un día llegó llorando a casa diciendo que él la había tocado de un modo inapropiado, y que no había podido impedírselo. A él le resultaba divertido.
El rostro de Joe, habitualmente plácido, se iba cubriendo de ira mientras escuchaba. La señora Peale se dio cuenta, como también era consciente del cariño con el que había llevado a su hija a casa.
—Disculpe mi rudeza, pero, ¿quién es usted? —le preguntó con dulzura.
—Lo siento —se disculpó él sonriendo—. Soy Joe… Adam —añadió—. Mi jefe ha comprado el viejo rancho de Bradbury y yo soy su capataz.
—Ese lugar —la mujer parecía asombrada—. Supongo que sabrá que está hechizado…
—¿Cómo dice? —preguntó Joe alzando las cejas.
—Todo empezó cuando Hart Bradbury se casó con su prima segunda, la señorita Blanche Henley. El padre de ella se oponía a esa boda, pero Blanche se fugó con Hart y se casó con él. Su padre juró que se vengaría. Un día, poco después de eso, Hart llegó a casa tras un largo día de trabajo y al parecer encontró a Blanche en brazos de otro hombre. La echó de casa y la obligó a volver con su padre.
—No me lo diga —la interrumpió Joe con una sonrisa—. Su padre le había tendido una trampa.
—Exactamente. Con uno de sus hombres. Blanche estaba destrozada. Se sentaba en su habitación a llorar. No cocinaba ni hacía nada en la casa, y dejó de salir. Su padre estaba sorprendido, creía que regresaría a sus antiguas responsabilidades. Pero se vio atrapado sin ninguna ayuda en la casa y con una hija que lo avergonzaba delante de sus amistades. Le dijo que volviera con su marido si es que él la aceptaba.
»Y eso fue lo que hizo. Pero Hart la recibió en la puerta y le dijo que no volvería a vivir jamás con ella. Lo había engañado con otro hombre, o eso pensaba él. Blanche se rindió. Se dirigió directamente al porche y de allí cruzó al puente que hay al lado de la vieja cuadra y se tiró desde arriba. Hart escuchó su grito y corrió tras ella, pero Blanche se golpeó en la cabeza al caer y la corriente arrastró su cuerpo hasta la orilla. Hart supo entonces que era inocente. Mandó aviso a su padre para decirle que su hija había muerto. Su padre llegó corriendo a casa de Hart, que lo esperaba con una escopeta de doble cañón. Le disparó una vez al viejo y se reservó el otro tiro para él. Esto ocurrió hace casi noventa años, pero nadie lo ha olvidado.
—Sin embargo, lo llaman el rancho Bradbury, ¿verdad? —preguntó Joe desconcertado. La señora Peale sonrió.
—Hart tenía tres hermanos. Uno de ellos se quedó con la propiedad. Ese era el tío abuelo del Bradbury que le vendió el rancho a usted.
—Menuda tragedia —murmuró Joe—. Menos mal que no soy supersticioso.
—¿Cómo es que ha traído a mi hija hasta aquí? —quiso saber ella.
—Entré en el cuarto de arreos a tiempo para salvarla de Tarleton —respondió con sencillez—. No quería ir al médico, así que tuve que llevarla en brazos por la calle.
—____________ es muy obstinada —aseguró su madre riéndose débilmente.
—Ya me he dado cuenta —respondió él con una sonrisa—. Pero también tiene agallas. El médico dice que sólo tiene unos moretones y se pondrá bien. Aunque, por supuesto, está el trauma del ataque.
—A eso nos enfrentaremos si es necesario —la anciana se mordió el labio inferior—. ¿Sabe usted lo que me pasa? —preguntó de golpe.
—Sí —contestó Joe.
—_________ no tiene a nadie —continuó la señora Peale con gesto sombrío—. Mi marido nos abandonó cuando ella todavía iba al colegio. Me quedé con Selene cuando su padre murió mientras trabajaba para nosotras, justo después de que el padre de ___________ se fuera. No tenemos más familia. Cuando yo me haya ido —añadió con tristeza—, no tendrá a nadie en el mundo.
—Estará bien —la tranquilizó Joe—. Vamos a ascenderla a ayudante del encargado del almacén. Eso supondrá un aumento de sueldo. Y, si alguna vez necesita ayuda, la tendrá. Lo prometo.
La señora Peale inclinó la cabeza como un pajarillo para mirarlo.
—Tiene usted un rostro sincero —dijo tras unos instantes—. Gracias, señor Adam.
—Su hija es un verdadero encanto —aseguró él sonriendo.
—Un encanto y con muy poco mundo —aseguró su madre—. Este es un buen lugar para criar a los niños, pero no les da una ida del mundo moderno. En ciertos sentidos es como un bebé.
—Estará bien —insistió Joe—. Tal vez __________ sea ingenua, pero es una mujer fuerte. Si hubiera visto la bofetada que le propinó a Tarleton…
—¿Lo pegó? —Exclamó su madre con asombro—. Vaya. Gracias por traérmela a casa.
—¿Tiene teléfono? —preguntó de pronto Joe.
Ella vaciló.
—Sí, por supuesto.
Joe se preguntó por qué habría vacilado.
—Si necesita cualquier cosa, lo que sea, puede llamarme —sacó una libreta y un bolígrafo del bolsillo y apuntó el número del rancho antes de pasárselo a la señora Peale.
—Es muy amable por su parte.
—De donde yo vengo, la gente se ayuda. Para eso están los vecinos.
—¿Y de dónde viene usted, señor Adam? —preguntó ella con curiosidad.
—Los Jonas para lo que yo trabajo viven en Medicine Ridge.
—¡Esa familia! —la señora Peale contuvo la respiración—. Dios mío, todo el mundo sabe quiénes son. De hecho, aquí en el pueblo hay un hombre que trabajó con ellos.
Joe contuvo el aliento.
—Pero se mudó hace más o menos un año —añadió sin darse cuenta de que Joe volvía a respirar—. Decía que eran los mejores jefes del mundo, y que si su esposa no hubiera insistido en que quería estar cerca de su madre, no se habría marchado. ¿Sus padres todavía viven? —preguntó alzando la vista para mirarlo.
Joe sonrió.
—Sí. No los conozco muy bien todavía, pero estamos empezando a sentirnos cómodos los unos con los otros.
—¿No los conocía?
—Así es. Pero eso ya ha cambiado. ¿Puedo hacer algo más por usted antes de irme?
—No, muchas gracias.
—Entonces, me marcho. Dígale a ___________ que mañana no tiene por qué venir a menos que quiera hacerlo.
—Querrá —aseguró la señora Peale con firmeza—. A pesar de ese hombre horrible, le gusta mucho su trabajo.
—A mí también el mío —le dijo Joe guiñándole un ojo—. Buenas noches.
—Buenas noches, señor Adam.
Joe regresó al rancho completamente sumido en sus pensamientos. Ojalá pudiera asegurarse de que Tarleton no saliera de la cárcel en mucho tiempo. Todavía estaba preocupado. Era un hombre vengativo.
El trabajo del rancho iba muy deprisa. La estructura de la cuadra ya estaba levantada, y la fontanería y el cableado estaban ya iniciados. La cuadrilla había empezado con la reforma de la casa. La prioridad de Joe era un dormitorio. Estaba cansado de dormir en un saco de dormir en el suelo. Aquella noche telefoneó a Kevin.
—¿Cómo van las cosas por ahí? —le preguntó.
Kevin se rió.
—Bess trajo anoche una serpiente a casa y la sacó durante la cena.
—Apuesto a que Kasie no salió corriendo —murmuró Joe.
—Kasie le levantó la cabeza al bicho y dijo que era la serpiente más bonita que había visto en su vida.
—Tu esposa es una maravilla —aseguró Joe.
—Y ya puedes pararte ahí —dijo Kevin—. Es mi esposa. Que no se te olvide.
Joe soltó una carcajada.
—¡No puedes seguir estando celoso! Aunque le llevara camiones cargados de flores y diamantes, ella te escogería a ti —señaló—. Ahora soy sólo su cuñado.
—De acuerdo —dijo Kevin tras unos instantes—. ¿Cómo van las reformas?
—Lentas —Joe suspiró—. Sigo durmiendo en un saco en el suelo. Ah, por cierto, he alquilado un almacén de piensos.
—¿Puedo preguntar por qué? —quiso saber Kevin.
—El encargado trató de agredir sexualmente a una joven que trabaja allí. Ya está en la cárcel, pero la madre de la chica se está muriendo de cáncer —explicó Joe con pesadumbre—. También hay una niña de seis años que adoptaron cuando su padre murió. ___________ es la única que lleva dinero a casa. Pensé que, si la ascendía a ayudante del encargado, podría pagar sus facturas y comprarle ropa nueva a la niña.
—_________, ¿eh? ¿Y qué opina que el gran jefe se preocupe tanto por ella?
Joe se sonrojó al escuchar el tonito.
—Bueno, ella no sabe que soy el gran jefe —respondió.
—¿Cómo?
—¿Por qué debería saber quién soy? —preguntó Joe incómodo.
—Si empiezas con mentiras te meterás en problemas —lo reprendió Kevin.
—No estoy mintiendo. Sólo reservo la verdad para más adelante. Me gusta que, para variar, la gente me aprecie por lo que soy. Es agradable ser algo más que una chequera andante.
—De acuerdo, es tu vida —Kevin se aclaró la garganta—. Confiemos en que tu decisión no se vuelva contra ti.
—Eso no sucederá —aseguró Joe con seguridad—. Quiero decir, tampoco tengo pensado quedarme aquí para siempre. Cuando regrese a Medicine Ridge, esto ya no importará.
Kevin cambió de tema, pero Joe se pregunto si no habría algo de verdad en lo que su hermano mayor le estaba diciendo. Confiaba en que no fuera así. No podía tener nada de malo intentar llevar una vida normal por una vez. Después de todo, se dijo, ¿qué mal podía hacer?
Chicas aqi cap
perdon x tardarme pero
estube muy ocupada ya saben se terminaron
las vacaciones pero nimodo
prometo subir mañana y gracias
x pasar las qiero...
PD: algo importante esta
nove es corta y espero y la disfruten
bueno bye ..