el despertar del amor en la oscuridad(adaptacion) (Romantico-dramatico) (Nick, Joe y tu)

Jenni_kj escribió:

Jullita

Verdad qe nos merecemos

un MARATON

por esperar tanto?

vdd qe siii?$:

[size=24]MAS QUE ESOO!!

PORQUEE LLEVAMOS SIGLOS ESPERANDO LEER ALGOO!!

MIRANOS, NO ABANDONMAMOS LA NOVEE Y AUN ASII NOS DEJAS.!

NOS DEBES UN BUEN MARATON!!
[/size]


PORAFAVOR SUUBEEE,.!!

ABRILLLLLLLLL,.!!
LO SIENTO POR FREGAR TANTO, PERO ENSERIO Q ME MUEROO SI NO SUBES!!

YYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

hola yo se que es tarde >-< aki en mexico son las 11:44 >-< y ya esta listo el cap
sii yo cumplo y les pondre caps ustedes recomiendeme noves tan lindas como esta que les publico, le recerdo esta es una adaptacion
ok aki el cap

Capítulo 12
Giraste despacio ante el espejo de cuerpo entero del dormitorio de tía
Melinda. Charlotte estaba sentada a los pies de la enorme cama con dosel,
con los ojos azules muy abiertos y solemnes en señal de admiración.
—Ojalá tuviera un vestido como ése para ir a pedir caramelos por las
casas —dijo.
—Me gustas más vestida de gatita blanca —dijiste, depositando un
beso entre las orejas de terciopelo blanco sujetas a la cinta que Charlotte
llevaba en la cabeza.
Luego te volviste hacia tu tía, de pie junto a la puerta con aguja e hilo
listos.
—Es perfecto —dijo con entusiasmo—. No hay que cambiar
absolutamente nada.
La muchacha del espejo podría haber salido de uno de tus libros sobre el Renacimiento italiano. Garganta y hombros quedaban al
descubierto, y el ceñido corpiño del vestido azul claro resaltaba tu cintura.
Las largas mangas abombadas estaban acuchilladas para mostrar por las
aberturas la seda blanca de la camisa interior, y la amplia y envolvente
falda rozaba apenas el suelo a tu alrededor. Era un vestido precioso, y el
pálido tono azul parecía realzar el azul más oscuro de tus ojos.
Mientras te dabas la vuelta, tu mirada cayó sobre el anticuado
reloj de péndulo situado sobre el tocador.
—Ah, no... Son casi las siete. Nicholas llegará en cualquier momento.
—Ahí llega su coche —dijo tía Melinda, echando un vistazo por la ventana
—. Bajaré y le abriré.
—No hace falta —dijiste, concisa—. Le abriré yo misma. Adiós, ¡que
os lo paséis bien pidiendo golosinas por las casas! —Y corriste escalera
abajo.
Ahí vamos, te dijiste, y mientras alargabas la mano hacia el pomo de la
puerta recordaste aquel día, hacía ya casi dos meses, en que te habías
cruzado en el camino de Nicholas en la clase de Historia Europea. Entonces
habías sentido aquella misma sensación de nerviosismo y tensión.
«Sólo espero que esto salga mejor de lo que salió aquel plan», pensaste.
Durante la última semana y media, habías cifrado tus esperanzas en ese
momento, en esa noche. Si lo de Nicholas y tu no cuajaba esa noche,
jamás lo haría.
La puerta se abrió, y diste un paso atrás con los ojos bajos, sintiendo
casi timidez, temerosa de contemplar el rostro de Nicholas. Pero cuando le
oíste inspirar con fuerza, alzaste rápidamente la mirada... y se te heló el
corazón.
Te miraba fijamente con asombro, sí. Pero no era el asombro
maravillado que habías visto en sus ojos aquella primera noche en su
habitación. Lo que veías se parecía más a un sobresalto.
—No te gusta —murmuraste, horrorizada ante el escozor que sentías en los
ojos.
Él se recuperó con rapidez, como siempre, pestañeando y negando con
la cabeza.
—No, no, es precioso. Estás bellísima.
«Entonces ¿por qué te quedas ahí parado como si acabaras de ver un
fantasma? —pensaste—. ¡Por qué no me abrazas, me besas..., haces
algo!»
—Tú tienes un aspecto fabuloso —dijiste en voz baja.
Y era cierto; estaba elegante y apuesto con el esmoquin y la capa que
llevaba para representar su papel. Te sorprendió que hubiese
aceptado hacerlo, pero cuando se lo habías sugerido, él había parecido más
divertido que otra cosa. En aquel momento, su aspecto era elegante y
cómodo, como si llevar tales prendas fuera algo tan normal para él como
llevar los vaqueros.
—Será mejor que nos vayamos —dijo él, con voz igualmente queda y
seria.
Asentiste y fuiste con él hasta el coche, pero tu corazón ya no estaba
simplemente helado: era de hielo. Nicholas estaba más lejos que
nunca, y no tenías ni idea de cómo recuperarle.
Retumbaron truenos en el cielo mientras conducían hacia el instituto, y
echaste un vistazo por la ventanilla del coche con alicaída
consternación. La capa de nubes era espesa y oscura, aunque aún no
había empezado a llover. El aire estaba como electrificado, y las masas de
cúmulos, de un sombrío tono morado, daban al cielo un aspecto de
pesadilla. Era una atmósfera perfecta para Halloween, amenazadora y
sobrenatural, pero no te despertó más que temor. Desde aquella noche en casa de Selena, habías perdido el gusto por lo fantasmagórico y misterioso.
Tu diario no había vuelto a aparecer, aunque habían registrado la casa
de Selena de arriba abajo. Seguías sin poder creer que hubiese
desaparecido realmente, y la idea de que un desconocido leyera tus
pensamientos más íntimos te desesperaba interiormente. Porque, desde
luego, lo habían robado; ¿qué otra explicación podía existir? Más de una
puerta se había abierto aquella noche en la casa de los Gomez;
alguien sencillamente podría haber entrado. Deseabas matar a quienquiera
que lo hubiera hecho.
Una visión de ojos dorados apareció ante ti. Aquel muchacho, el
muchacho al que habías estado a punto de entregarte en casa de Selena,
el muchacho que te había hecho olvidar a Nicholas ¿Era él quien lo había
hecho?
Saliste de tus meditaciones cuando pararon ante el instituto, y te viste
obligada a sonreír mientras avanzaban por los pasillos. El gimnasio era un
caos apenas organizado. Había transcurrido sólo una hora desde que te
habías marchado a casa para ponerte el vestido, pero todo había
cambiado. Entonces, todo había estado lleno de alumnos de último curso:
miembros del consejo de estudiantes, jugadores de rugby, el club Clave,
todos ellos dando los últimos toques a utilería y decorado. En estos
momentos estaba lleno de desconocidos, la mayoría de ellos ni siquiera
humanos.
Varios zombis volvieron la cabeza cuando entraste , las sonrientes
calaveras visibles por entre la carne putrefacta de los rostros. Un jorobado
grotescamente deforme cojeó hacia ti, junto con un cadáver de tez
lívida y ojos hundidos.
Comprendiste con un violento sobresalto que no eras capaz de
reconocer a la mitad de aquellas personas con sus disfraces. En seguida,
todos te rodearon, admirando el vestido azul claro, anunciando problemas
que ya habían aparecido. les hiziste callar con un ademán y giraste hacia
la bruja, cuyos largos cabellos oscuros caían sobre la espalda de un ceñido
vestido negro.
—¿Qué sucede, Demi? —preguntaste.
—El entrenador Lyman está enfermo —respondió ésta con expresión
sombría—, así que alguien consiguió que Tanner lo sustituyera.
—¿El señor Tanner? —te sentiste horrorizada.
—Sí, y ya está dando problemas. La pobre Selena ya no puede más.
Será mejor que te acerques ahí.
Suspiraste y asentiste, marchando a continuación por la sinuosa ruta
del recorrido por la Casa Encantada. Mientras pasabas junto a la truculenta
Cámara de Tortura y la espeluznante Habitación del Acuchillador Loco,
pensaste que casi lo habían construido demasiado bien. El lugar resultaba
inquietante incluso iluminado.
La Habitación del Druida estaba cerca de la salida. Allí habían alzado un
monumento neolítico, pero la linda y menuda sacerdotisa druida de pie
entre los muy realistas monolitos con su túnica blanca y una guirnalda de
hojas de roble parecía a punto de echarse a llorar.
—Pero tiene que llevar la sangre —decía en tono suplicante—. Es parte
de la escena, usted es un sacrificio.
—Llevar esta túnica ridicula ya es bastante malo —respondió Tanner,
tajante—. Nadie me informó de que iba a tener que echarme salsa de
tomate encima.
—En realidad no le tocará directamente —explicó Selena—. Sólo irá
sobre la túnica y el altar. Usted es un sacrificio —repitió, como si de algún
modo eso fuera a convencerle.
—En cuanto a eso —replicó el señor Tanner con repugnancia—, la
exactitud de todo este montaje es sumamente sospechosa. En contra de
la creencia popular, los druidas no construyeron este tipo de monumentos;
los construyeron una cultura de la Edad del Bronce que...
—Señor Tanner —interrumpiste, adelantándote—, ésa no es
realmente la cuestión.
—No, no lo será para ti —repuso él—. Motivo por el que tú y tu neurótica
amiga vais a suspender historia las dos.
—Eso está totalmente fuera de lugar —dijo una voz, y viste
rápidamente por encima del hombro a Nicholas.
—Señor Jonas —dijo Tanner, pronunciando las palabras como si
significaran: «Ya sólo me faltaba esto»—, supongo que tiene algunas
sabias palabras que ofrecer. ¿O acaso me pondrá un ojo morado?
Su mirada viajó hacia Nicholas, que permanecía allí parado,
inconscientemente elegante en su esmoquin perfectamente
confeccionado, y sentiste un repentino ramalazo de comprensión.
«En realidad, Tanner no es mucho mayor que nosotros —pensaste—.
Parece mayor debido a que tiene entradas, pero apuesto a que aún no ha
cumplido los treinta.» Entonces, por algún motivo, recordaste el aspecto que
había tenido el profesor en la fiesta de inicio de curso, con su traje barato
y gastado que no le sentaba bien.
«Apostaría a que ni siquiera disfrutó de su propio baile de inicio de
curso», pensaste. Y, por vez primera, sentiste algo parecido a lástima por él.
Tal vez Nicholas también lo sintió, pues aunque se adelantó hasta estar
frente al hombrecillo, colocándose cara a cara con él, su voz sonó
pausada.
—No, no voy a hacerlo. Creo que todo esto se está sacando de quicio.
Por qué no...
No pudiste oír el resto, pero el muchacho hablaba en un tono bajo y
tranquilizador, y lo cierto era que el señor Tanner parecía escuchar.
Echaste una ojeada al grupo que se había reunido detrás de ti:
cuatro o cinco necrófagos, el hombre lobo, un gorila y un jorobado.
—Ya está, todo está bajo control —les dijo, y se dispersaron.
Nicholas se estaba ocupando de todo, aunque no estaba segura de cómo
lo hacía, ya que sólo le veías la nuca.
La nuca... Por un instante, una imagen de tu primer día de clase pasó
veloz ante ti. Del modo en que Nicholas había estado de pie en la
oficina hablando con la señora Clarke, la secretaria, y la manera tan
curiosa en la que había actuado ésta. Efectivamente, al mirar al
señor Tanner en ese momento, éste mostraba la misma expresión
ligeramente aturdida. sentiste una lenta oleada de inquietud.
—Vamos —le dijiste a Selena—. Vayamos a la parte delantera.
Atajaron directamente por la Habitación del Aterrizaje Alienígena y la
Habitación de los Muertos Vivientes, deslizándote entre las mamparas,
para ir a salir a la primera habitación en la que entrarían los visitantes y
donde serían recibidos por el hombre lobo. El hombre lobo se había
quitado la cabeza y conversaba con una pareja de momias y una princesa
egipcia.
Tuviste que admitir que Miley estaban magnífica como Cleopatra,
con las líneas de aquel cuerpo bronceado francamente visibles a través de
la transparente tela de hilo del vestido de tubo que llevaba. A Paul, el
hombre lobo, no se le podía culpar si sus ojos no dejaban de desviarse del
rostro de Miley para descender por su cuerpo.
—¿Cómo va todo por aquí? —preguntaste con forzada frivolidad.
Paul se sobresaltó ligeramente, luego se volvió hacia ti y Selena.
Tu apenas le habías visto desde la noche del baile, y sabías que él y
Nicholas también se habían distanciado. Debido a ti. Y aunque no podías
culpar a Paul por eso, sabías lo mucho que le dolía a Nicholas.
—Todo va estupendamente —respondió Paul, algo incómodo.
—Cuando Nicholas acabe con Tanner, me parece que le enviaré aquí —dijiste
—. Puede ayudar a hacer entrar a la gente.
Paul alzó un hombro con indiferencia, y luego preguntó:
—¿Acabe qué con Tanner?
Le miraste sorprendida. Habrías podido jurar que él había estado en la
Habitación del Druida hacía un minuto. Lo explicaste.
Fuera, volvió a retumbar el trueno, y a través de la puerta abierta viste cómo un relámpago iluminaba el cielo nocturno. Se escuchó un nuevo y sonoro trueno al cabo de unos segundos.
—Espero que no llueva —dijo Selena.
—Sí —repuso Miley, que había permanecido en silencio mientras
hablabas con Paul—. Sería una auténtica pena que no viniera nadie.
le dirigiste una aguda mirada y viste sincero odio en los ojos
entrecerrados y felinos de Miley.
—Miley —dijiste impulsivamente—, oye. ¿No podemos dejarlo de una
vez? ¿No podemos olvidar lo sucedido y empezar de nuevo?
Bajo la cobra de su frente, los ojos de Miley se abrieron y luego
volvieron a entrecerrarse. Torció la boca y se acercó más a ti.
—Jamás olvidaré —declaró, y a continuación se dio la vuelta y se
marchó.
Se produjo un silencio, con Selena y Paul mirando al suelo. fuiste
hacia la entrada para sentir el aire fresco en las mejillas. En el exterior
distinguiste el campo de juego y las ramas de los robles que se agitaban
más allá, y una vez más se sintió invadida por un mal presentimiento.
«Esta noche es la noche —pensaste, desconsolada—. Esta noche es la noche
en la que todo va a suceder.» Pero no tenías ni idea de qué era «todo».
Una voz sonó a través del transformado gimnasio.
—Vamos ya, están a punto de dejar entrar a la fila que hay en el
aparcamiento. ¡Cierra las luces, David!
Repentinamente, la oscuridad descendió sobre todos ellos y el aire se
llenó de gemidos y risas maníacas, igual que una orquesta afinando.
Suspiraste y te diste la vuelta.
—Será mejor que te prepares para empezar a conducir a la gente por
aquí —le dijiste a Selena en voz baja.
Tu amiga asintió y desapareció en la oscuridad. Paul se había colocado
la cabeza de hombre lobo y ponía en marcha una grabadora que añadía
música fantasmagórica a la algarabía.
Nicholas dobló la esquina, con los cabellos y las ropas fusionándose con la
oscuridad. Únicamente la blanca pechera destacaba con claridad.
—Todo solucionado con Tanner —anunció—. ¿Hay alguna otra cosa que
pueda hacer?
—Bueno, podrías trabajar aquí, con Paul, haciendo pasar a la gente...
Tu voz se apagó. Paul estaba inclinado sobre la grabadora,
ajustando minuciosamente el volumen, sin alzar la mirada.
Miraste a Nicholas y viste que su rostro estaba tenso y sin expresión.
—O podrías ir al vestuario de los chicos y encargarte del café y las cosas
para los trabajadores —finalizaste en tono cansino.
—Iré al vestuario —respondió él.
Mientras se alejaba, advertiste un leve titubeo en su paso.
—¿Nicholas? ¿Te encuentras bien?
—Estupendamente —dijo él, recuperando el equilibrio—. Un poco
cansado, eso es todo.
Contemplaste cómo se alejaba con una creciente opresión en el pecho.
Te volviste hacia Paul con la intención de decir algo, pero en ese
momento la fila de visitantes llegó a la puerta.
—Empieza el espectáculo —anunció él, y se agazapó en las sombras.
Pasaste de habitación en habitación corrigiendo fallos. En años
anteriores habías disfrutado sobre todo con aquella parte de la noche,
contemplando las truculentas escenas que se escenificaban y el exquisito
terror de los visitantes, pero esa noche existía una sensación de temor y
tensión implícitos en todos tus pensamientos. «Esta noche es la noche»,
volviste a pensar, y el hielo de tu pecho pareció espesarse.
Una Muerte —o al menos eso era lo que supuso que representaba la
figura encapuchada de la túnica negra— pasó junto a ti, y te encontraste
intentando recordar distraídamente si la habías visto en alguna de las otras
fiestas de Halloween. Había algo familiar en el modo en que se movía la
figura.
Selena intercambió una agobiada sonrisa con la alta y delgada bruja
que dirigía el tráfico hacia el interior de la Habitación de la Araña. Varios
muchachos de primer año de secundaria se dedicaban a dar palmadas a
las arañas de goma allí colgadas y a chillar y dar la lata en general. Selena
los metió a empujones en la Habitación del Druida.
Allí las luces estroboscópicas daban a la escena un carácter irreal.
Selena sintió una torva sensación de triunfo al ver al señor Tanner tendido
sobre el altar de piedra, con la túnica blanca profusamente manchada de
sangre y los ojos abiertos y fijos en el techo.
—¡Fantástico! —chilló uno de los muchachos mientras corría hacia el
altar.
Selena se mantuvo atrás y sonrió de oreja a oreja, aguardando a que el
sangriento sacrificio se alzara y diera un susto de muerte al chico.
Pero el señor Tanner no se movió, ni siquiera cuando el muchacho
hundió una mano en el charco de sangre que había junto a la cabeza de la
víctima.
Eso no era normal, se dijo Selena, acercándose a toda prisa para
impedir que el chico agarrara el cuchillo del sacrificio.
—No hagas eso —le espetó, y el chico retiró la mano, que apareció roja
bajo cada uno de los potentes destellos luminosos.
Selena sintió un repentino e irracional miedo de que el señor Tanner
fuera a esperar hasta que ella se inclinara sobre él y asustarla entonces.
Pero el hombre siguió mirando fijamente al techo.
—Señor Tanner, ¿está usted bien? ¿Señor Tanner? ¡Señor Tanner!
Ni un movimiento, ni un sonido. Ni un pestañeo de aquellos ojos blancos
abiertos de par en par. No le toques, dijo algo en la mente de Selena de un
modo repentino y apremiante. No le toques, no le toques, no le toques...
Bajo las luces estroboscópicas vio cómo su propia mano se adelantaba,
la vio sujetar el hombro del señor Tanner y zarandearlo, vio cómo su
cabeza caía sin fuerzas hacia ella. Entonces vio su garganta.
Acto seguido empezó a chillar.
Tu oiste los gritos. Eran agudos y sostenidos y no se parecían a ningún
otro sonido en la Casa Encantada, y supiste al instante que no eran una
broma.
Todo después de eso se convirtió en una pesadilla.
Al llegar a la carrera a la Habitación del Druida, contempló un cuadro
viviente, pero no era el destinado a los visitantes. Selena chillaba mientras
Demi la sujetaba por los hombros. Tres chicos jóvenes intentaban
atravesar la cortina que cerraba la salida, y dos muchachos encargados de
controlar a los visitantes miraban al interior, impidiéndoles el paso. El
señor Tanner yacía sobre el altar de piedra, despatarrado, y su rostro...
—Está muerto —sollozaba Selena, los gritos convirtiéndose en palabras
—. Dios mío, la sangre es real y está muerto. Le toqué, _______, y está
muerto, está realmente muerto —Entraba más gente en la habitación.
Otra persona empezó a chillar, y los gritos se propagaron, y en seguida
todo el mundo intentó salir de allí, empujándose unos a otros llenos de
pánico, chocando con las mamparas.
—¡Encended las luces! —gritaste, y oiste tu grito repetido por otras
voces—. Demi, rápido, ve al teléfono del gimnasio y llama a una
ambulancia, llama a la policía... ¡Encended esas luces de una vez!
Cuando las luces se encendieron bruscamente, miraste a tu
alrededor, pero no viste a ningún adulto, nadie que pudiera hacerse cargo
de la situación. Una parte de ti estaba fría como el hielo, con la mente
moviéndose vertiginosamente mientras intentabas pensar qué hacer a
continuación. Otra parte de ti estaba simplemente paralizada por el
terror. El señor Tanner... Jamás te había caído bien, pero en cierto modo
eso no hacía más que empeorarlo.
—Saquemos a todos los chicos de aquí. Todo el mundo, excepto el
personal, fuera —dijiste.
—¡No! ¡Cerrad las puertas! No dejéis salir a nadie hasta que llegue la
policía —gritó un hombre lobo que tenía al lado y se sacaba la máscara.
Te diste la vuelta sorprendida al escuchar la voz y viste que no era
Paul, era Taylor Smallwood.
Le habían permitido regresar al instituto justo aquella semana, y su
rostro aún mostraba los moratones de la paliza recibida a manos de
Nicholas. Pero su voz tenía el tono de la autoridad, y viste cómo los
encargados de la seguridad cerraban las puertas de salida. Oiste cerrarse
otra puerta al otro extremo del gimnasio.
De la docena aproximada de personas amontonadas en la zona del
monumento, reconociste sólo a una como uno de los trabajadores. El resto era gente que conocía vagamente el instituto. Uno de ellos, un muchacho vestido de pirata, le habló a Taylor.
—¿Quieres decir... que crees que alguien de aquí dentro lo hizo?
—Alguien de aquí dentro lo hizo, ya lo creo —respondió él.
Su voz tenía un tono extraño y excitado, como si casi disfrutara con
aquello. Señaló el charco de sangre sobre la roca.
—Eso está aún líquido; no puede haber sucedido hace mucho rato. Y
mirad el modo en que le han cortado la garganta. El asesino debe de
haberlo hecho con esto. —Señaló el cuchillo del sacrificio.
—Entonces el asesino podría estar justo aquí —musitó una chica vestida
con un quimono.
—Y no es difícil adivinar quién es —dijo Taylor—. Alguien que odiaba a
Tanner, que siempre estaba discutiendo con él. Alguien que discutía con él
a primeras horas de esta noche. Yo lo vi.
«De modo que eras tú el hombre lobo que había en esta habitación —
pensaste, aturdida—. Pero ¿qué hacías tú aquí, para empezar? No
formas parte del personal.»
—Alguien que tiene un historial de violencia —seguía diciendo Taylor,
mostrando los dientes—. Alguien que, por lo que sabemos, es un psicópata
llegado a Fell's Church para matar.
—Taylor, ¿de qué estás hablando?
La sensación de aturdimiento te había estallado igual que una
burbuja. Furiosa, avanzaste hacia el alto y fornido muchacho.
—¡Estás loco!
El la señaló sin siquiera mirarla.
—Eso dice su novia..., pero a lo mejor está algo predispuesta en su
favor.
—Y a lo mejor tú también estás algo predispuesto en contra, Taylor —
indicó una voz desde detrás de la multitud, y viste a un segundo
hombre lobo abriéndose paso hacia el interior de la habitación, Paul.
—¿Ah, sí? Bien, ¿pues por qué no nos cuentas lo que sabes sobre
Jonas? ¿De dónde viene? ¿Dónde está su familia? ¿De dónde saca el
dinero? —Taylor dio la vuelta para dirigirse al resto de los reunidos—.
¿Quién sabe algo sobre él?
La gente empezaba a sacudir la cabeza. Pudiste ver, en un rostro
tras otro, cómo florecía la desconfianza. La desconfianza hacia cualquier
cosa desconocida, cualquier cosa diferente. Y Nicholas lo era. Era un extraño
para ellos y justo en aquel momento necesitaban una cabeza de turco.
La chica del quimono empezó a decir:
—Oí un rumor sobre...
—¡Eso es todo lo que hemos oído, rumores! —indicó Taylor—. Nadie sabe
realmente nada sobre él. Pero hay una cosa que yo sí sé. Los ataques en
Fell's Church empezaron la primera semana del curso... que fue la semana
en que Nicholas Jonas llegó.
Se escuchó un creciente murmullo ante aquello, y tu misma sientiste
un sobresalto al darte cuenta. Desde luego, era totalmente ridículo, era
una simple coincidencia. Pero lo que Taylor decía era cierto. Los ataques
habían empezado cuando llegó Nicholas.
—Os diré algo más —gritó Taylor, haciéndoles gestos para que callaran—.
¡Escuchadme! ¡Os diré algo más! —Aguardó hasta que todo el mundo le
miró y luego dijo despacio, con grandilocuencia—: El estaba en el
cementerio la noche que atacaron a Chelsea Staud.
—Desde luego que estaba ahí..., cambiándote la cara —replicó Paul
pero la voz carecía de su acostumbrada energía.
Taylor hizo suyo el comentario y siguió adelante.
—Sí, y casi me mata. Y esta noche alguien ha matado a Tanner. Yo no sé
qué pensáis vosotros, pero yo sí creo que lo hizo. ¡Creo que fue él!
—Pero ¿dónde está? —gritó alguien de entre los reunidos.
Taylor miró a su alrededor.
—Si lo hizo, aún debe de estar aquí —gritó—. Busquémosle.
—¡Nicholas no ha hecho nada! Taylor... —chillaste, pero el ruido de la
multitud tapó tu voz.
Habían hecho suyas las palabras de Taylor y las repetían.
«Busquémosle... busquémosle... busquémosle.» oiste cómo pasaban
de una persona a otra. Y los rostros de la Habitación del Druida estaban
llenos de algo más que desconfianza en aquel momento; también vistefuria y sed de venganza en ellos.
—¿Dónde está, _____? —dijo Taylor, y viste una reluciente expresión de
triunfo en sus ojos; estaba disfrutando con aquello.
—No lo sé —respondiste con ferocidad, deseando pegarle.
—¡Debe de estar todavía aquí! ¡Busquémosle! —gritó alguien, y a
continuación pareció como si todo el mundo se pusiera en movimiento,
señalando y empujando a la vez. Empezaron a derribar y apartar
mamparas.
Ti corazón parecía a punto de estallar. Ya no se trataba de una
multitud; era una turba enfurecida. Te aterró lo que podrían hacerle a
Nicholas si lo encontraban. Pero si intentabas ir a advertirle, conducirías a
Taylor directamente a él.
Miraste a tu alrededor con desesperación. Selena seguía con la vista fija en
el rostro sin vida del señor Tanner. No obtendría ayuda por esa parte. Diste
la vuelta para volver a escudriñar a la multitud y tus ojos se encontraron
con los de Paul.
El muchacho tenía un aspecto confuso y enojado, con los cabellos rubios
alborotados y las mejillas enrojecidas y sudorosas. Pusiste toda tu
fuerza de voluntad en una mirada de súplica.
«Por favor, Paul —pensaste—. No puedes creer todo esto. Sabes que no es
cierto.»
Pero los ojos de tu amigo mostraban que no lo sabía. Había un tumulto
de desconcierto y agitación en ellos.
«Por favor —seguiste pensando, con la mirada puesta en aquellos
ojos azules mientras deseabas con todas tus fuerzas que comprendiera—.
Por favor, Paul, sólo tú puedes salvarle. Incluso aunque no lo creas, por
favor, intenta confiar..., por favor...»
Viste cómo la expresión del rostro del muchacho cambiaba, cómo
desaparecía la confusión y dejaba paso a la resolución. Te observó
fijamente durante otro instante, taladrando tus ojos con la mirada y
asintió una vez. Luego dio media vuelta y se introdujo en la arremolinada
multitud que iba de caza.
Paul se abrió camino limpiamente a través de la muchedumbre hasta
alcanzar el otro extremo del gimnasio. Había algunos novatos de pie cerca
de la puerta del vestuario masculino; les ordenó con brusquedad que
empezaran a mover las mamparas caídas, y cuando su atención estuvo
distraída, abrió la puerta de golpe y se metió dentro.
Miró a su alrededor rápidamente, poco dispuesto a gritar. Bien mirado,
se dijo, Nicholas tenía que haber oído todo el jaleo del gimnasio.
Probablemente ya se habría ido. Pero entonces Paul descubrió la figura
vestida de negro caída sobre el suelo de baldosas blancas.
—¡Nicholas! ¿Qué ha sucedido?
Por un terrible instante, Paul pensó que contemplaba un segundo
cuerpo sin vida. Pero al arrodillarse junto al chico, vio movimiento.
—Eh, estás bien, incorpórate lentamente..., con calma. ¿Te encuentras
bien, Nicholas?
—Sí —respondió él.
No parecía estar bien, se dijo Paul. Tenía el rostro pálido como un
muerto y las pupilas terriblemente dilatadas. Parecía desorientado y
mareado.
—Gracias —dijo Nicholas.
—Puede que no me des las gracias dentro de un minuto. Nicholas, tienes
que salir de aquí. ¿No les oyes? Van tras de ti.
El muchacho volvió la cabeza hacia el gimnasio, como si escuchara.
Pero no había comprensión en su rostro.
—¿Quién va tras de mí? ¿Por qué?
—Todo el mundo. No importa. Lo que importa es que tienes que salir de
aquí antes de que entren. —Como Nicholas seguía limitándose a mirarle sin
comprender, añadió—: Ha habido otro ataque, esta vez en la persona de
Tanner, el señor Tanner. Está muerto, Nicholas, y ellos creen que lo hiciste
tú.
Entonces, por fin, vio que la comprensión aparecía en los ojos del
muchacho. Comprensión y horror y una especie de resignada derrota que
era más aterradora que nada de lo que Paul había visto esa noche. Agarró
con fuerza el hombro de Nicholas.
—Sé que no lo hiciste —dijo, y en ese momento era verdad—. También
ellos se darán cuenta cuando puedan volver a pensar. Pero, entretanto,
será mejor que te vayas.
—Irme..., sí —respondió Nicholas.
La expresión desorientada había desaparecido y había una amargura
virulenta en el modo en que pronunció las palabras.
—Me... iré.
—Nicholas...
—Paul —los ojos Cafes se veían oscuros y abrasadores, y Paul
descubrió que era incapaz de apartar la mirada de ellos—, ¿está ________ a
salvo? Bien. Entonces, cuida de ella. Por favor.
—Nicholas, ¿de qué estás hablando? Eres inocente; todo esto se olvidará...
—Tú sólo cuida de ella, Paul.
Paul retrocedió, con la vista fija aún en aquellos irresistibles ojos cafes.
Luego, lentamente, asintió.
—Lo haré —dijo en voz baja.
Y contempló cómo Nicholas se marchaba.

y mis niñas no se me vayan a cortar las venas con cucharas de plastico ni se me mueran que me muero yo y conmigo la nove x_X ok nop u.u
ya me voy hasta mañana
P.D. las amo son tan divertidas y ocurrentes comenten muuucho y no cambien

Graciiias,
Quieroo Leer Yá!

pero Es Maraton ciierto'?? (:

Porfaaaaaaaaaaaaaaaa!!

Oyee aqui es la UNA DE LA MAÑANAA!!

jajaja por lectoras como Jullita y Jenni nunca te aburres y te dan ams ganas de darles lo que piden osea caps!! xD
chicas me tardo porq me gusta darles algo bn hecho no cosas mediocres
las quiero mucho <3 hehe esta bn les are maraton pero como de tres caps q cada cap es como de 10 hojas de word y es un poco cansado
ruegen a Dios por que amis maestros no se les ocurra dejarme tarea
xD me voy para segir trabajando
byebye

si Jullita es maraton pero si quieres duermete y mañana encontraras como dos o tres caps mas esq tengo que trabajar en ellos si sera un maraton!! para q no se me mueran de nda y tmbn para q no me maten
hehe xD
ok byebye
P.D. cada q akbe un cap lo posteare

´sorry ya em dormire mañama akbp eel cap