el despertar del amor en la oscuridad(adaptacion) (Romantico-dramatico) (Nick, Joe y tu)

nueva lectora sigue

Wua nadie comenta ivethm grax por ser mi lectora pero crreo q no voy a seguir la nove
parece q a nadie le gusta
si esto sige asi mehor ya no la sigo
lastima pff
weno me largu
si solo ay un comnt subo nuevo cap
pero si no pss mejor no y ya no la subo
ok bye

no te preocupes ya veras q si comentan! ojala y la sigas xq de verdad me atrapo esta novela

Oh grax ivethm me das tantos animos wii
solo por ti pondre el siguiente cap
este va dedicado ati.....

Capitulo 2
En cuanto pusiste el pie en el aparcamiento del instituto, te viste
rodeada. Todo el mundo estaba allí, la pandilla que no había visto desde
finales de junio, más cuatro o cinco advenedizas que esperaban obtener
popularidad por asociación. Uno a uno aceptó los abrazos de bienvenida
de su propio grupo.
Miley había crecido al menos casi tres centímetros y resultaba más
sensual y más parecida a una modelo de Vogue que nunca. Te recibió con frialdad y volvió a retroceder con los verdes ojos entrecerrados
como los de un gato.
Selena no había crecido en absoluto y su rizada cabeza castaña apenas te
llegaba a la barbilla cuando te arrojó los brazos al cuello. «Un
momento... ¿rizos?», pensaste. Apartaste a la menuda muchacha.
—¡Selena! ¿Qué le has hecho a tu cabello?
—¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.
Selena se ahuecó el ya ahuecado flequillo y sonrió, los ojos castaños
centelleando emocionados y el menudo rostro ovalado encendido.
seguiste adelante.
—Demi. No has cambiado nada.
Aquel abrazo fue igualmente afectuoso por ambas partes. Habías echado
de menos a Demi más que a nadie. Demi jamás llevaba maquillaje; pero, por otra parte, con su
perfecta tez aceitunada y sus espesas pestañas negras, no lo necesitaba.
Justo en aquel momento tenía una elegante ceja enarcada mientras
Te estudiaba.
—Bueno, tus cabellos son dos tonos más claros debido al sol... Pero
¿dónde está tu bronceado? Creía que te estabas dando la gran vida en la
Costa Azul.
—Ya sabes que nunca me bronceo.
le enseñaste las manos para que las inspeccionara. La piel estaba
impecable, igual que porcelana, pero casi tan blanca y traslúcida como la
de Selena.
—Sólo un minuto; esto me recuerda algo —terció Selena, agarrando una
de tus manos—. ¡Adivinad qué aprendí de mi prima este verano!
—Antes de que nadie pudiera hablar, ella misma comunicó triunfal—: ¡A
leer las manos!
Se escucharon gemidos y algunas carcajadas.
—Reíd todo lo que queráis —replicó Selena, sin mostrarse afectada—. Mi
prima me dijo que soy médium. Ahora, veamos...
Escrutó tu palma.
—Date prisa o vamos a llegar tarde —dijiste, un tanto impaciente.
—De acuerdo, de acuerdo. Bien, ésta es tu línea de la vida... ¿o es la
línea del corazón? —En el grupo, alguien lanzó una risita—. Silencio; estoy
penetrando en el vacío. Veo... Veo… —de improviso, el rostro de Selena
pareció desconcertado, como si se hubiera sobresaltado. Los ojos castaños
se abrieron de par en par, pero ya no parecía contemplar tu mano. Era como si mirara a través de ella... a algo aterrador.
—Conocerás a un desconocido alto y moreno —murmuró Demi
desde detrás de ella y se escuchó un aluvión de risitas.
—Moreno sí, y un desconocido..., pero no alto —la voz de Selena sonaba
baja y lejana.
—Aunque —prosiguió tras un instante, con aspecto perplejo—, fue alto
en una ocasión. —Los abiertos ojos castaños se alzaron hacia ti
desconcertados—. Pero eso es imposible... ¿verdad? —Soltó la mano de su
amiga, casi arrojándola lejos—. No quiero ver más.
—Muy bien, se acabó el espectáculo. Vamos —dijiste a las demás,
vagamente irritada.
Siempre te había parecido que los trucos de las médiums no eran más
que eso, trucos. Entonces, ¿por qué te sentías molesta? ¿Sólo porque
aquella mañana casi te había dado un ataque...?
Las jóvenes iniciaron la marcha hacia el edificio de la escuela, pero el
rugido de un motor puesto a punto con precisión las detuvo a todas en
seco.
—Vaya —dijo miley, mirándolo fijamente—. Menudo coche.
—Menudo Porsche —la corrigió Demi con sequedad.
El elegante Turbo 911 negro ronroneó por el aparcamiento, buscando un
espacio mientras se movía perezosamente como una pantera acechando a
su presa.
Cuando el automóvil se detuvo, la puerta se abrió y tuvieron una breve
visión del conductor.
—¡Oh, Dios mío! —murmuró Miley.
—Ya puedes repetirlo —musitó Selana
Desde donde te encontrabas, viste que el joven tenía un cuerpo
delgado de musculatura plana. Llevaba unos vaqueros descoloridos que
probablemente tenía que despegar del cuerpo por la noche, una camiseta
ajustada y una chaqueta de cuero de un corte poco común. El cabello era
rizado... y oscuro.
No era alto, sin embargo. Tenía una altura corriente.
soltaste el aliento que habías contenido.
—¿Quién es ese hombre enmascarado? —preguntó Demi
El comentario era acertado: unas oscuras gafas de sol cubrían
completamente los ojos del joven, ocultando el rostro como una máscara.
—Ese desconocido enmascarado —dijo alguien más y se elevó un
murmullo de voces.
—¿Veis esa chaqueta? Es italiana, seguro.
—¿Cómo puedes saberlo? ¡Nunca has ido más allá de Little Italy de
Nueva York!
—¡Uh, ah! _________(tn) vuelve a tener esa mirada. Esa expresión cazadora.
—Bajo-moreno-y-apuesto, será mejor que tengas cuidado.
—¡No es bajo; es perfecto!
En medio del parloteo, la voz de Miley se dejó oír de repente.
—Vamos, _______(tn). Tú ya tienes a Paul. ¿Qué más quieres? ¿Qué puedes
hacer con dos que no puedas hacer con uno?
—Lo mismo... sólo que durante más tiempo —dijo Demi arrastrando
las palabras y el grupo prorrumpió en carcajadas.
El muchacho había cerrado el coche y caminaba hacia la escuela. Con
indiferencia, empezaste a andar tras él, con las otras chicas justo
detrás de ti en un grupo compacto. Por un instante, la irritación burbujeó
en tu interior. ¿Es que no podías ir a ninguna parte sin toda una procesión
pisándote los talones? Pero Demetria atrajo su mirada, y la muchacha
sonrió a pesar tuyo.
—Noblesse oblige —dijo Demi en voz baja.
—¿Qué?
—Si vas a ser la reina del instituto, tienes que aguantar las
consecuencias.
torciste el gesto mientras entrabas en el edificio. Un largo pasillo se
extendía ante ellas, y una figura en téjanos y chaqueta de cuero
desaparecía en aquel momento por la entrada de la secretaría situada
más allá. Aminoraste el paso al acercarte a la secretaría, deteniéndote
por fin para contemplar pensativa los mensajes del tablero de anuncios de
corcho situado junto a la puerta. En aquel punto había una gran ventana
desde la que resultaba visible toda la habitación.
Las otras chicas miraban descaradamente por la ventana y reían
tontamente.
—Hermosa vista posterior.
—Ésa es sin lugar a dudas una chaqueta Armani.
—¿Creéis que es de fuera del estado?
Tu agudizabas el oído para captar el nombre del muchacho. Parecía
existir alguna especie de problema: la señora Clarke, la secretaria de
admisiones, miraba una lista y negaba con la cabeza. El muchacho dijo
algo, y la señora Clarke levantó las manos en un gesto que daba a
entender: «¿Qué puedo hacer?». Deslizó un dedo por la lista y volvió a
negar con la cabeza, de manera concluyente. El muchacho hizo intención
de marcharse y luego dio la vuelta. Y cuando la señora Clarke alzó los ojos
hacia él, su expresión cambió.
El desconocido tenía ahora las gafas de sol en la mano. La señora Clarke
parecía sobresaltada por algo; viste cómo pestañeaba varias veces.
Los labios de la mujer se abrieron y cerraron como si intentara hablar.
Deseaste poder ver algo más que el cogote del muchacho. La señora
Clarke buscaba entre pilas de papel en aquellos momentos, con expresión
aturdida. Por fin encontró alguna especie de formulario y escribió en él,
luego lo giró y lo empujó hacia el muchacho.
Éste escribió brevemente en el impreso —firmándolo, probablemente—
y lo devolvió. La señora Clarke lo miró fijamente durante un segundo,
luego rebuscó en un nuevo montón de papeles, para finalmente entregarle
lo que parecía un horario de clases. Sus ojos no se apartaron ni un
momento del joven mientras éste lo tomaba, inclinaba la cabeza en
agradecimiento y se dirigía hacia la puerta.
tu estabas loca de curiosidad a aquellas alturas. ¿Qué acababa de
suceder allí? ¿Y qué aspecto tenía el rostro de aquel desconocido? Pero
mientras salía de la secretaría, él se colocaba ya otra vez las gafas de sol.
Te embargó la desilusión.
Con todo, pudiste ver el resto de la cara cuando él se detuvo en la
entrada. El cabello oscuro y rizado enmarcaba facciones tan delicadas que
podían haber sido sacadas de una antigua moneda o un medallón
romanos. Pómulos prominentes, una clásica nariz recta... y una boca capaz
de mantenerte despierta por la noche, te dijiste. El labio superior
estaba maravillosamente esculpido, con cierta sensibilidad y una gran
cantidad de sensualidad. El parloteo de las chicas en el pasillo había
cesado, como si alguien hubiese pulsado un interruptor.
La mayoría desviaba la mirada del muchacho ahora, ojeando a cualquier
sitio excepto a él. Tu mantuviste tu puesto junto a la ventana y sacudiste la
cabeza ligeramente, quitándote la cinta del pelo de modo que éste cayó
suelto alrededor de tus hombros.
Sin mirar ni a un lado ni a otro, el muchacho avanzó por el pasillo. Un
coro de suspiros y susurros estalló en cuanto él ya no pudo oírlos.
no oíste nada de todo ello.
Había pasado justo a tu lado sin prestarle atención, te dijiste, aturdida.
Justo a tu lado sin dirigirte ni una mirada.
Vagamente, advertiste que sonaba la campana y que Demi tiraba de tu
brazo.
—¿Qué?
—He dicho que aquí tienes tu horario. Tenemos matemáticas en el
segundo piso, justo ahora. ¡Vamos!
permitiste que Demi te empujara pasillo adelante, te hiciera
subir un tramo de escaleras y te introdujera en un aula. te instalaste
automáticamente en un asiento vacío y clavaste los ojos en la profesora, que
estaba delante, sin verla en realidad. La impresión aún no te había
desvanecido.
Había pasado por tu lado sin prestarte atención. Sin una mirada. No
recordabas cuánto hacía que un muchacho había hecho eso. Todos te
miraban, como mínimo. Algunos silbaban. Algunos se detenían a hablarte.
Otros se limitaban a mirarte fijamente.
Y aquello siempre te había complacido.
Al fin y al cabo, ¿había algo más importante que los chicos? Ellos eran el
indicador de lo popular que eras, de lo bonita que eras. Y podían ser útiles
para toda clase de cosas. En ocasiones resultaban excitantes, pero por lo
general eso no duraba demasiado. A veces eran desagradables desde el
principio.
La mayoría de los chicos, reflexionaste, eran como cachorros.
Adorables en su ambiente, pero prescindibles. Unos pocos podían ser más
que eso, podían convertirse en auténticos amigos. Como Paul.
Ah, Paul. El año anterior habías esperado que fuera la persona que
buscabas, el chico que podía hacerte sentir..., bueno, algo más. Más que el
arrebato triunfal de hacer una conquista, el orgullo de exhibir la nueva
adquisición ante las otras chicas. Y realmente habías llegado a sentir un
afecto auténtico por Paul. Pero en el transcurso del verano, cuando tuviste
tiempo de pensar, comprendiste que era el afecto que sentirías por un
primo o un hermano.
La señorita Halpern estaba distribuyendo los libros de texto. Tomaste
el tuyo mecánicamente y escribiste tu nombre en el interior, sumida aún en
tus reflexiones.
Te gustabaPaul más que cualquier otro chico que habías conocido. Y por
eso ibas a tener que decirle que todo había terminado.
No habías sabido cómo decírselo por carta. Tampoco sabías cómo
decírselo ahora. No era que temieras que él fuera a montar un número;
sencillamente, no lo comprendería. tu tampoco lo comprendías en
realidad.
Era como si siempre intentaras alcanzar... algo. Sólo que cuando pensabas
que lo habías conseguido, no estaba allí. No con Paul, no con ninguno de
los chicos con los que habías salido.
Y entonces tenías que volver a empezar desde el principio. Por suerte,
siempre había material nuevo. Ningún chico se te había resistido, y ningún
chico te había desairado jamás. Hasta aquel momento.
Hasta aquel momento. Recordando aquel instante en el vestíbulo,descubriste que tenías los dedos crispados sobre el bolígrafo que sostenías.
Seguías sin poder creer que te hubiesen ignorado de aquel modo.
Sonó la campana y todo el mundo salió en tropel del aula, pero tu te
detuviste en la entrada. Te mordiste el labio, escrutando el río de estudiantes
que cruzaba el pasillo. Entonces distinguiste a una de las chicas que habían
estado pululando a tu alrededor en el aparcamiento.
—¡Emily! Ven aquí.
La aludida se acercó entusiasmada, con el poco agraciado rostro
iluminándose.
—Escucha, Emily, ¿recuerdas a ese chico de esta mañana?
—¿El del Porsche y los... ejem... activos personales? ¿Cómo podría
olvidarle?
—Bueno, quiero su horario de clases. Consigúelo en la secretaría si
puedes, o copíalo de él si es necesario. ¡Pero hazlo!
Emily se mostró sorprendida por un instante, luego sonrió de oreja a
oreja y asintió.
—De acuerdo, _________(tn), lo intentaré. Me reuniré contigo a la hora del
almuerzo si puedo conseguirlo.
—Gracias.
contemplaste a la muchacha mientras ésta se alejaba.
—¿Sabes?, estás realmente loca —dijo la voz de Demi en tu oído.
—¿De qué sirve ser la reina de la escuela si no puedes abusar un poco
de tu autoridad a veces? —replicaste con tranquilidad—. ¿Adonde voy
ahora?
—Tecnología. Toma, quédatelo —Demi te tendió bruscamente un
horario—. Tengo que ir corriendo a química. ¡Nos vemos luego!
Tecnología y el resto de la mañana pasaron de un modo vago.
habías esperado vislumbrar otra vez al nuevo alumno, pero no estaba en
ninguna de tus clases. Paul sí estaba en una y sentiste una punzada cuando
los ojos azules de él se encontraron con los tuyos con una sonrisa.
Al sonar la campana del almuerzo, saludaste con la cabeza a derecha e
izquierda mientras ibas hacia la cafeteria. Miley estaba fuera, plantada
con aire indiferente contra una pared con la barbilla alzada, los hombros
echados hacia atrás y las caderas adelantadas. Los dos muchachos con los
que hablaba callaron y se dieron codazos al acercarte
—Hola —saludaste lacónica a los chicos y luego le dijiste a Miley—:
¿Lista para entrar y comer?
Los ojos verdes de la muchacha apenas oscilaron en tu dirección, y
se apartó unos brillantes cabellos castaño rojizos del rostro.
—¿En la mesa real? —preguntó.
Te sentiste desconcertada. miley y tu habían sido amigas desde
el jardín de infancia, y siempre habían competido entre sí con buen humor.
Pero últimamente algo le había sucedido a Miley, que había empezado
a tomarse la rivalidad cada vez más en serio. Y en aquel momento, a
ti te sorprendió la amargura en la voz de la otra muchacha.
—Bueno, no se puede decir precisamente que tú pertenezcas a la plebe
—respondió en tono ligero.
—Ah, en eso tienes mucha razón —respondió Miley, girando para
colocarse totalmente de cara a ti.
Sus ojos verdes estaban entrecerrados y velados, y te impresionó la hostilidad que viste en ellos. Los dos muchachos sonrieron
inquietos y se alejaron poco a poco.
Miley no pareció advertirlo.
—Muchas cosas han cambiado mientras estabas fuera este verano,
________(tn) —prosiguió—. Y simplemente es posible que tu tiempo en el trono se esté acabando.Habías enrojecido; lo notabas. Te esforzaste por mantener la voz tranquila.
—Es posible —respondiste—. Pero yo no me compraría aún un cetro si
fuera tú, Miley. —Dio la vuelta y entró en el comedor.
Fue un alivio ver a Demi y a Selena y a Emily junto a ellas. Sentiste
cómo tus mejillas se enfriaban mientras elegías tu almuerzo e ibas a
reunirte con ellas. No dejarías que Miley te trastornara; no pensarías en
absoluto en ella.
—Lo tengo —anunció Emily, agitando un trozo de papel cuando te sentaste.
—Y yo tengo cosas interesantes que contar —dijo Selena, dándose
importancia—. ________, escucha esto. Está en mi clase de biología y me
siento justo al otro lado. Su nombre es Nicholas, Nicholas Jonas, viene de
Italia, y se hospeda en casa de la vieja señora Flowers, en las afueras de la
ciudad. —Suspiró—. Es tan romántico... A Miley se le cayeron los libros
y él se los recogió.
—Qué torpe es Miley —comentaste, torciendo el gesto—. ¿Qué
más sucedió?
—Bueno, eso es todo. En realidad no habló con ella. Es muuuy
misterioso, ¿sabes? La señora Endicott, mi profesora de biología, intentó
conseguir que se quitara las gafas, pero no quiso hacerlo. Padece una
afección.
—¿Qué clase de afección?
—No lo sé. A lo mejor es terminal y sus días están contados. ¿No sería
eso romántico?
—Oh, mucho —dijo Demi.
revisabas la hoja de papel de Emily, mordiéndote el labio.
—Está en mi séptima hora, Historia Europea. ¿Alguien más tiene esa
clase?
—Yo —respondió Selena—. Y creo que Miley también la tiene. Ah, y a
lo mejor Paul; dijo algo ayer sobre lo mala que era su suerte al tener al
señor Tanner.
Maravilloso, te dijiste, tomando el tenedor y acuchillando tu puré de
patatas. Parecía que la séptima hora iba ser sumamente interesante.
Nicholas se alegró de que el día escolar finalizara ya. Deseaba abandonar
aquellas habitaciones y pasillos atestados, aunque solo fuera unos
minutos.
Tantas mentes. La presión de tantas pautas de pensamiento, de tantas
voces mentales rodeándole, lo mareaba. Hacía años que no había estado
en medio de una multitud de gente como aquélla.
Una mente en particular destacaba de las demás. Ella había estado
entre los que lo observaban en el pasillo principal del edificio del instituto.
No sabía qué aspecto tenía la muchacha, pero su personalidad era
poderosa. Estaba seguro de que volvería a reconocerla.
Hasta el momento, al menos, había sobrevivido al primer día de la
mascarada. Había usado los Poderes sólo dos veces y además con
moderación. Pero estaba cansado, y, admitió con pesar, hambriento. El
conejo no había sido suficiente.
Ya se preocuparía de eso más tarde. Localizó su última aula y se sentó.
E inmediatamente sintió la presencia de aquella mente otra vez.
En el límite de su conciencia, una luz dorada, suave y a la vez vital,
resplandecía. Y, por primera vez, consiguió localizar a la chica de la que
procedía. Estaba sentada justo frente a él.
En el mismo instante en que lo pensaba, ella volvió la cabeza y él le vio
la cara. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzar una exclamación
de sorpresa.
¡Mandy! Pero, desde luego, no podía ser. Mandy estaba muerta,
nadie lo sabía mejor que él.
Con todo, el parecido era asombroso. Aquel cabello de un dorado pálido,
tan rubio que parecía brillar tenuemente. Aquella piel cremosa, que
siempre le había hecho pensar en cisnes o en alabastro, sonrojándose con
un leve tono rosa sobre los pómulos. Y los ojos... Los ojos de Mandy
habían sido de un color que no había visto nunca antes; más oscuros que
el azul celeste, tan intensos como el lapislázuli de su enjoyada diadema.
Esa chica tenía los mismos ojos.
Y estaban puestos directamente en él mientras le sonreía.
Rápidamente, bajó los ojos, apartándolos de la sonrisa. Lo que menos
deseaba era pensar en Mandy. No quería mirar a aquella chica que se
la recordaba y no quería seguir sintiendo su presencia. Mantuvo los ojos
puestos en el pupitre, bloqueando su mente con toda la energía de que
fue capaz. Y por fin, lentamente, ella volvió la cabeza otra vez.
Se sentía herida. Incluso a través de los bloqueos, lo percibió. No le
importó. De hecho, le satisfacía, y esperó que eso la mantuviera lejos de
él. Aparte de eso, no sentía ninguna otra cosa por ella.
No dejó de decirse eso mientras permanecía allí sentado, con la voz
monótona del profesor vertiéndose sobre él sin que la oyera. Pero podía
oler un sutil deje de algún perfume..., violetas, se dijo. Y el delgado cuello
blanco de la chica estaba inclinado sobre su libro, con el cabello cayendo a
ambos lados de él.
Lleno de ira y contrariedad, reconoció la seductora sensación en sus
dientes..., más un hormigueo o un cosquilleo que un dolor persistente. Era
hambre, un hambre específica. Y no una que pensara satisfacer.
El profesor paseaba por la habitación como un hurón, haciendo
preguntas, y Nicholas fijó deliberadamente su atención en el hombre. En un
principio se sintió perplejo, pues a pesar de que ninguno de los alumnos
sabía las respuestas, las preguntas seguían llegando. Entonces
comprendió que ése era el propósito del profesor. Avergonzar a los
alumnos con lo que no sabían.
En aquel mismo instante había encontrado a otra víctima, una
muchacha menuda con abundantes rizos castaños y una cara en forma de
corazón. Nicholas contempló con disgusto cómo el profesor la importunaba a
preguntas. La muchacha parecía muy desgraciada cuando él se apartó de
ella para dirigirse a toda la clase.
—¿Veis a lo que me refiero? Pensáis que sois una gran cosa; estudiantes
de último curso ya, listos para graduarse. Bien, dejad que os diga esto,
algunos de vosotros no estáis preparados ni para graduaros del jardín de
infancia. ¡Como esto! —Señaló en dirección a la chica castaña—. Ni idea
sobre la Revolución francesa. Cree que María Antonieta era una estrella
del cine mudo.
Los alumnos que rodeaban a Nicolas empezaron a removerse incómodos.
Pudo percibir el rencor en sus mentes y la humillación. Y el miedo. Todos
temían a aquel hombrecillo delgado con ojos parecidos a los de una
comadreja, incluso los chicos grandotes que eran más altos que él.
—De acuerdo, probemos otra época. —El profesor se volvió de nuevo
hacia la misma chica a la que había estado interrogando—. Durante el
Renacimiento... —Se interrumpió—. Sabes al menos qué es el
Renacimiento, ¿verdad? El período entre los siglos XIII y XVII, durante el
que Europa redescubrió las grandes ideas de la antigua Grecia y Roma. El
período que alumbró a tantos de los artistas y pensadores más
importantes de Europa. —Cuando la chica asintió atropelladamente, él
prosiguió—: Durante el Renacimiento, ¿qué estarían haciendo los alumnos
de vuestra edad en la escuela? ¿Alguna idea? ¿Se te ocurre algo?
La muchacha tragó con fuerza y, con una débil sonrisa, dijo:
—¿Jugar a rugby?
Ante las carcajadas que siguieron, el rostro del profesor se ensombreció.
—¡Más bien no! —le espetó, y la clase se acalló—. ¿Creéis que esto es
un chiste? Pues bien, en esos días, los estudiantes de vuestra edad
dominaban ya varios idiomas. También habían llegado a ser expertos en
lógica, matemáticas, astronomía, filosofía y gramática. Estaban listos para
pasar a una universidad en la que cada curso se enseñaba en latín. El
rugby sería rotundamente la última cosa en la que...
—Perdone.
La sosegada voz detuvo al profesor en mitad de la arenga. Todo el
mundo se volvió para mirar a Nicholas
—¿Qué? ¿Qué has dicho?
—He dicho, perdone —repitió Nicholas, quitándose las gafas y poniéndose
en pie—. Pero está equivocado. A los estudiantes del Renacimiento se les
animaba a participar en juegos. Se les enseñaba que un cuerpo sano
conlleva una mente sana. Y, desde luego, tenían deportes de equipo,
como criquet, tenis... e incluso rugby. —Volvió la cabeza hacia la chica
castaña y sonrió, y ella le devolvió la sonrisa con gratitud; dirigiéndose al
profesor, añadió—: Pero las cosas más importantes que aprendían eran
buenos modales y urbanidad. Estoy seguro de que su libro se lo dirá.
Algunos alumnos sonreían abiertamente. El rostro del profesor estaba
rojo de rabia y el hombre farfullaba. Pero Nicholas siguió sosteniéndole la
mirada, y al cabo de un minuto fue el otro quien desvió los ojos.
Sonó la campana.
Nicholas se puso rápidamente las gafas y recogió sus libros. Ya había
atraído más atención sobre sí de la que debería, y no quería tener que
mirar a la chica rubia otra vez. Además, necesitaba salir de allí
rápidamente; notaba una familiar sensación abrasadora en sus venas.
Cuando llegaba a la puerta, alguien gritó:
—¡Eh! ¿Realmente jugaban a rugby en aquellos tiempos?
No pudo evitar lanzar una sonrisa burlona por encima del hombro.
—Claro que sí. A veces con las cabezas cortadas de los prisioneros de
guerra.
Lo observaste mientras se alejaba. Te había rechazado
deliberadamente. Te había desairado a propósito, y delante de Miley
que no le había quitado los ojos de encima. Las lágrimas ardían en tus
ojos, pero en aquel momento sólo una idea bullía en tu cabeza.Lo tendrías, incluso aunque se te fuera la vida en ello. Aunque se les fuera la vida a los dos, lo tendrías.

Aby Jonas escribió:

Oh grax ivethm me das tantos animos wii
solo por ti pondre el siguiente cap
este va dedicado ati.....

gracias vez te dije q si ivan a comentar XD estoy feliz xq si la vas a segui verdad

OMG!!!!
ASI QUEDE!ESTA BUENICIMA!!!!!!!!!!!!!!!SEGUILA!!!!!
AHORA UNA PREGUNTA NO..CAPA Q SOY MEDIA TORPE PERO...Q ES UNA ADAPTACION??

Mrs.President escribió:

OMG!!!!
ASI QUEDE!ESTA BUENICIMA!!!!!!!!!!!!!!!SEGUILA!!!!!
AHORA UNA PREGUNTA NO..CAPA Q SOY MEDIA TORPE PERO...Q ES UNA ADAPTACION??

es una novela que a sido editada, oesa se cambia los nombres de los protagonistas

Woola Chicas grax por pasar al rato q vuelva de la esc pondre cap
todavia nose si uno o dos comenten y me dicen ;D
ok bye
bsos desd mx

NO SE TE OCURRA ELIMINAR LA NOVELAA..!


ME ENCANTAA,. ES DIFERENTE, ME ENCANTA COMO DESCRIBES CADA COSA,
COMO HABLAS DE NICK, TODOO , AUNQ SOLO ESTOY EMPEZANDO , !!
PERO ES TAN DIFERENTE A LAS OTRAS., ME GUSTA MUCHO!!

SOY TU LECTORA DE HOY HASTA Q TERMINE Y SIS SUBES OTRA ME L EEEREE!!

BESOTESA SABOR NICK JONAS ;D MUAKZ <3

Hola aqui esta el siguiente capitulo
una aclaracion en esta nove NO VA A SALIR KEVIN el kevin q sale es Kevin-padre
Paul es como un tributo a Kevin pero aun asi no es kevo
weno aki el cap
espero les guste

Capitulo 3
La primera luz del amanecer veteaba la noche de rosa y del verde más
pálido. Nicholas la observó desde la ventana de su habitación en la casa de
huéspedes. Había alquilado aquella habitación específicamente debido a
la trampilla del techo, una trampilla que daba a la plataforma de
observación del tejado situado encima. En aquel momento, la trampilla
estaba abierta, y un viento fresco y húmedo descendía por la escalera
situada debajo. Nicholas estaba totalmente vestido, pero no porque hubiera
madrugado. No se había acostado.
Acababa de regresar del bosque y llevaba algunos restos de hojas
húmedas pegados a un lado de la bota. Los retiró meticulosamente. Los
comentarios de los estudiantes del día anterior no le habían pasado por
alto y sabía que se habían fijado en sus ropas. Siempre se había vestido
con lo mejor, no sólo por vanidad, sino porque era lo correcto. Su tutor lo
había dicho a menudo: «Un aristócrata debería vestir como corresponde a
su posición. Si no lo hace, muestra desprecio por los demás».
¿Por qué se dedicaba a pensar en aquellas cosas? Claro, debería haber
comprendido que hacer el papel de un estudiante era probable que le
recordara sus propios días como alumno. En aquellos momentos, los
recuerdos le llegaban copiosamente, como si ojeara las páginas de un
diario, los ojos capturando una anotación aquí y allí. Una apareció
fugazmente ante él: el rostro de su padre cuando Joseph había anunciado
que abandonaba la universidad. Jamás olvidaría eso. Jamás había visto a
su padre tan enojado...
—¿Qué quieres decir con que no vas a volver? —Kevin era por lo
general un hombre justo, pero tenía mal genio, y su hijo mayor hacia
aflorar la violencia que había en él.
Justo en aquel momento, ese hijo se tocaba ligeramente los labios con
un pañuelo de seda color azafrán.
—Había pensado que incluso tú podrías entender una frase tan simple,
padre. ¿Deseas que te la repita en latín?
—Joseph... —empezó Nicholas con severidad, consternado ante aquella
falta de respeto.
Pero su padre le interrumpió.
—¿Me estás diciendo que yo, Kevin, Conté di Jonas, tendré que
presentarme ante mis amigos sabiendo que mi hijo es un scioparto? ¿Un
bueno para nada? ¿Un haragán que no aporta ninguna contribución útil a
Florencia?
Los criados se iban alejando lentamente a medida que Kevin se
encolerizaba más.
Joseph ni siquiera pestañeó.
—Aparentemente. Si puedes llamar amigos a esos que te lisonjean con
la esperanza de que les prestes dinero.
—Sporco parassito! —gritó Kevin, levantándose de su silla—. ¿No es
ya bastante malo que cuando estás en la escuela despilfarres tu tiempo y
mi dinero? Ah, sí, lo sé todo sobre el juego, las justas y las mujeres. Y sé
que de no ser por tu secretario y tus tutores suspenderías todos los
cursos. Pero ahora tienes la intención de deshonrarme totalmente. ¿Y por
qué? ¿Por qué? —Su enorme mano se alzó veloz para agarrar la barbilla de
Joseph—. ¿Para poder regresar a tus cacerías y tu cetrería?
Nicholas tuvo que hacerle justicia a su hermano; Joseph ni siquiera se
echó atrás. Se mantuvo firme, casi repantigado en la mano de su padre
que lo sujetaba, un aristócrata de pies a cabeza, desde la gorra
elegantemente sencilla sobre la oscura cabeza pasando por la capa
ribeteada de armiño hasta llegar a los suaves zapatos de cuero. Su labio
superior estaba curvado en un gesto de absoluta arrogancia.
«Has ido demasiado lejos esta vez —pensó Nicholas, observando a los dos
hombres, que se miraban fijamente a los ojos—. Ni siquiera tú serás capaz
de salir de ésta usando tus encantos.»
Pero justo entonces sonaron unos pasos suaves en la entrada del
estudio. Nicholas volvió la cabeza y se quedó encandilado con unos ojos de
color lapislázuli enmarcados por largas pestañas doradas. Era Mandy
Su padre, el barón Von Swartzschild, la había traído desde las frías tierras
de los príncipes alemanes a la campiña italiana, con la esperanza de que
esto ayudaría a que se recuperara de una larga enfermedad. Y desde el
día de su llegada, todo había cambiado para Nicholas.
—Os pido disculpas. No era mi intención molestar.
Su voz era suave y nítida. Efectuó un leve gesto como para marcharse.
—No, no te vayas. Quédate —se apresuró a decir Nicholas.
Quiso decir más, tomarle la mano..., pero no se atrevió. No con su padre
presente. Todo lo que pudo hacer fue mirar fijamente aquellos ojos azules,
como gemas, alzados hacia él.
—Sí, quedaos —dijo Kevin, y Nicholas vio que la expresión furiosa de
su padre se había aclarado y que había soltado a Joseph.
El noble se adelantó, alisando los gruesos pliegues de la larga toga
ribeteada en piel.
—Vuestro padre debería estar de regreso de sus negocios en la ciudad
hoy, y le encantará veros. Pero vuestras mejillas están pálidas, pequeña
Mandy. Espero que no volváis a estar enferma.
—Ya sabéis que siempre estoy pálida, señor. No utilizo colorete como
vuestras atrevidas muchachas italianas.
—No lo necesitas —dijo Nicholas sin poder contenerse, y ella le sonrió.
Era tan hermosa... El muchacho sintió un dolor en el pecho.
—Y os veo demasiado poco durante el día —siguió su padre—. Casi
nunca nos concedéis el placer de vuestra compañía antes del crepúsculo.
—Llevo a cabo mis estudios y mis devociones en mis propios aposentos,
señor —respondió Mandy en voz queda, bajando las pestañas.
Nicholas sabía que no era cierto, pero no dijo nada; jamás traicionaría el
secreto de Mandy. La muchacha volvió a alzar los ojos hacia el padre de
Nicholas.
—Pero ahora estoy aquí, señor.
—Sí, sí, eso es cierto. Y debo ocuparme de que esta noche tengamos
una comida muy especial para celebrar el regreso de vuestro padre.
Joseph..., hablaremos más tarde.
Mientras Kevin hacía una seña a un sirviente y marchaba con paso
decidido, Nicholas se volvió hacia Mandy con deleite. Casi nunca podían
conversar sin la presencia de su padre o de Helga, la imperturbable
doncella alemana de la joven.
Pero lo que Nicholas vio fue como un puñetazo en el estómago, Mandy
sonreía..., aquella leve sonrisa reservada que tan a menudo había
compartido con él. Pero no le miraba a él. Miraba a Joseph.
Nicholas odió a su hermano en aquel momento, odió la belleza morena y
la gracia y la sensualidad de Joseph, que atraían a las mujeres hacia él
como polillas a una llama. Quiso en ese momento golpear a Joseph, hacer
pedazos aquella belleza. Pero tuvo que permanecer allí y contemplar cómo
Mandy avanzaba despacio hacia su hermano, paso a paso, con su
vestido de brocado dorado susurrando sobre el suelo de baldosas.
Y mientras él observaba, Joseph extendió una mano hacia Mandy y
sonrió con la cruel sonrisa del triunfo...
Nicholas se apartó de la ventana rápidamente.
¿Por qué volvía a abrir viejas heridas? Pero, incluso mientras lo pensaba,
sacó la delgada cadena de oro que llevaba bajo la camisa. Su pulgar y su
índice acariciaron el anillo que colgaba de ella y luego lo alzó hacia la luz.
El pequeño aro estaba exquisitamente labrado en oro, y cinco siglos no
habían amortiguado su lustre. Llevaba engarzada una única piedra, un
lapislázuli del tamaño de la uña de su meñique. Nicholas lo contempló, luego
miró el grueso anillo de plata, también con un lapislázuli engarzado, de su
propia mano. En el pecho sintió una opresión familiar.
No podía olvidar el pasado y en realidad no deseaba hacerlo. Pese a
todo lo que había sucedido, atesoraba el recuerdo de Mandy. Pero
había un recuerdo que realmente no debía perturbar, una página del diario
que no debía volver. Si tenía que revivir aquel horror, aquella...
abominación, se volvería loco. Como había enloquecido aquel día, aquel
último día, cuando había contemplado su propia condenación...
Se apoyó en la ventana, con la frente presionada sobre su frescor. Su
tutor también le había dicho: «El mal jamás encontrará la paz. Puede que
triunfe, pero jamás encontrará la paz».
¿Por qué había tenido que venir a Fell's Church?
Había esperado hallar la paz aquí, pero eso era imposible. Jamás le
aceptarían, jamás descansaría. Porque era malvado. No podía cambiar lo
que era.
Te levantaste más temprano de lo habitual esa mañana y oiste a tía
Melinda trasteando en su habitación, preparándose para tomar su ducha.
Charlotte dormía aún profundamente, enroscada igual que un ratoncito en
su cama. Paste ante la puerta entreabierta de tu hermana menor sin
hacer ruido y continuaste por el pasillo hasta abandonar la casa.
El aire era fresco y limpio esa mañana; el membrillo estaba habitado
únicamente por los acostumbrados arrendajos y gorriones.Tu, te habías acostado con un terrible dolor de cabeza, alzaste el rostro hacia el
limpio cielo azul y respiraste profundamente.
Se sentía mucho mejor de lo que se había sentido el día anterior. Habías
prometido encontrarte con Paul antes del instituto y, aunque no te hacía
mucha ilusión, estabas segura de que todo iría bien.
Paul vivía a sólo dos calles del instituto. Era una sencilla casa de
madera, como todas las demás en aquella calle, excepto que quizá el
columpio del porche estaba un poco más deslucido y la pintura un poco
más desconchada. Paul estaba ya en el exterior, y por un momento tu
corazón se aceleró ante la familiar visión.
Realmente era apuesto. De eso no había duda. No del modo
deslumbrante, casi perturbador, de... alguna persona, sino de un saludable
modo americano. Paul Honeycutt era típicamente americano. Llevaba el
pelo rubio muy corto por la temporada de rugby y tenía la piel bronceada
debido al trabajo al aire libre en la granja de sus abuelos. Sus ojos azules
eran honestos y francos. Y justo hoy, mientras extendía los brazos para
abrazarla con suavidad, estaban algo tristes.
—¿Quieres entrar?
Tu dijiste—No. Limitémonos a andar —
Caminaron uno junto al otro sin tocarse. Arces y nogales negros
bordeaban aquella calle, y el aire tenía aún una quietud matutina. contemplaste tus pies sobre la húmeda acera, sintiéndote repentinamente
indecisa. Después de todo, seguías sin saber cómo empezar.
—No me has hablado de Francia —dijo él.
—Ah, fue fenomenal —respondiste, y le miraste de soslayo; también él
miraba la acera—. Todo resultó fenomenal —continuaste, intentando dar un
poco de entusiasmo a tu voz—. La gente, la comida, todo. Realmente
fue... —Tu voz se apagó, y lanzaste una carcajada nerviosa.
—Sí, ya sé. Fenomenal —terminó él por ti.
Paul se detuvo y se quedó mirando al suelo, a sus arañadas zapatillas
de tenis. Viste que eran las del año anterior. La familia de Paul apenas
conseguía ir tirando; a lo mejor no había podido permitirse unas nuevas.
La joven alzó la vista y se encontró con tus resueltos ojos azules fijos en
su rostro.
—¿Sabes?, tienes un aspecto de lo más fenomenal justo ahora —dijo él.
abriste la boca con consternación, pero él volvía a hablar ya.
—E imagino que tienes algo que decirme.
Lo miraste de hito en hito, y él sonrió, con una sonrisa torcida y
pesarosa. Luego volvió a tenderte los brazos.
—Paul —dijiste, abrazándole con fuerza; luego te apartaste para mirarle
a la cara—. Paul, eres el chico más gentil que he conocido nunca. No te
merezco.
—Ah, entonces por eso me plantas —dijo él mientras volvían a andar—.
Porque soy demasiado bueno para ti. Debería haberme dado cuenta antes.
Le diste un puñetazo en el brazo.
—No, no es por eso, y tampoco te estoy plantando. Seremos amigos,
¿de acuerdo?
—Desde luego. Por supuesto.
—Porque eso es lo que he comprendido que somos. —Te detuviste,
volviendo a alzar la mirada hacia él—. Buenos amigos. Sé honrado ahora,
Paul, ¿no es eso lo que realmente sientes por mí?
Él te miró y luego alzó los ojos al cielo.
—¿Puedo acogerme a la Quinta Enmienda respecto a eso? —dijo y al ver
que ponías cara larga, añadió—: no tiene nada que ver con ese chico
nuevo, ¿verdad?
—No —respondiste tras una vacilación, y luego añadiste con rapidez—,
ni siquiera le conozco aún. No sé quién es.
—Pero quieres conocerle. No, no lo digas. —Te rodeó con un brazo y te
hizo girar con suavidad—. Vamos, vayamos hacia el instituto. Si tenemos
tiempo, incluso te compraré una rosquilla.
Mientras andaban, algo se agitó violentamente en el nogal sobre sus
cabezas. Paul lanzó un silbido y señaló con el dedo.
—¡Mira eso! Es el cuervo más grande que he visto nunca.
Lo miraste, pero ya había desaparecido.
Aquel día, el instituto fue sólo el lugar adecuado para que repasaras tu plan.
Por la mañana habías despertado sabiendo qué hacer. Y durante el día
reuniste toda la información que pudiste a propósito de Nicholas Jonas. Lo
que no fue difícil, porque todo el mundo en el Robert E. Lee hablaba de él.
Todo el mundo sabía que había tenido alguna especie de roce con la
secretaria de admisiones el día anterior. Y hoy lo habían llevado al
despacho del director. Algo relacionado con sus papeles. Pero el director lo
había enviado de vuelta al aula (tras, se rumoreaba, una llamada de larga
distancia a Roma... ¿o era Washington?), y todo parecía arreglado ya.
Oficialmente, al menos.
Cuando llegaste a tu clase de Historia Europea aquella tarde, te
saludó un suave silbido en el pasillo. Rick Cárter y Taylor Smallwood
remoloneaban por allí. Una pareja de imbéciles de primera, te dijiste,
haciendo caso omiso del silbido y las miradas fijas. Pensaban que ser
pateador y defensa en el equipo de rugby de la escuela los convertía en
unos tipos sensacionales. Mantuviste un ojo puesto en ellos mientras
también remoloneabas por el pasillo, dándote una nueva capa de
pintalabios y jugueteando con la polvera. Habías dado a Selena
instrucciones especiales, y el plan estaba listo para ponerlo en práctica en
cuanto Nicholas apareciera. El espejo de la polvera te proporcionaba una
visión fenomenal del pasillo a tu espalda.
Con todo, de algún modo no le viste llegar. Apareció a tu lado de
improviso, y cerraste la polvera de golpe mientras él pasaba. Tu
intención era detenerlo, pero algo sucedió antes de que pudieras hacerlo.
Nicholas se puso tenso... o, al menos, algo hubo en él que le hizo adoptar
una actitud cautelosa de improviso. Justo entonces, Rick y Taylor se
colocaron frente a la puerta del aula de historia, impidiendo el paso.
Imbéciles de talla mundial,pensaste. Echando chispas, los miraste
iracunda por encima del hombro de Nicholas.
Disfrutaban con el jueguecito, repantigados en la entrada mientras
fingían estar totalmente ciegos a la presencia de Nicholas allí de pie.
—Excusad.
Era el mismo tono de voz que había usado con el profesor de historia.
Sosegado, distante.
Rick y Taylor se miraron el uno al otro, luego a su alrededor, como si
oyeran voces fantasmales.
—¿Escuuzi? —dijo Taylor con voz de falsete—. ¿Escuuzi a mí? ¿A mí
escuuzi? ¿Jacuzzi?
Los dos rieron.
Viste cómo los músculos se tensaban bajo la camiseta que tenías
delante. Aquello era totalmente injusto; los dos eran más altos que Nicholas
y las espaldas de Taylor eran casi el doble de anchas.
—¿Sucede algo?
Te sobresaltaste tanto como los dos muchachos ante la nueva voz a
tu espalda. Diste media vuelta y te encontraste con Paul. Sus ojos azules
tenían una mirada dura.
Te mordiste los labios para contener una sonrisa mientras Taylor y
Rick se apartaban despacio, con resentimiento. El bueno de Paul, te dijiste.
Pero ahora el bueno de Paul entraba en el aula acompañando a Nicholas, y
Te tenías que resignar con seguirlos, observando la parte posterior de
dos camisetas. Cuando se sentaron, te deslizaste en el pupitre situado detrás
de Nicholas, desde donde podías observarle sin que te viera. Tu plan tendría
que esperar hasta que finalizara la clase.
Paul hacía sonar monedas en su bolsillo, lo que significaba que quería
decir algo.
—Eh, oye —empezó por fin, incómodo—. Esos chicos, ya sabes...
Nicholas rió. Fue un sonido amargo.
—¿Quién soy yo para juzgar?
Había más emoción en su voz de la que habías oído antes, incluso
cuando había hablado al señor Tanner. Y aquella emoción era infelicidad
total.
—De todos modos, ¿por qué tendría que ser bienvenido aquí? —finalizó,
casi para sí mismo.
—¿Por qué no deberías serlo? —Paul había estado mirando fijamente a
Nicholas, y en ese momento su mandíbula se irguió con determinación—.
Oye —dijo—, ayer hablaste sobre rugby. Bien, nuestro mejor receptor
abierto se ha roto un ligamento, y necesitamos un sustituto. Las pruebas
son esta tarde. ¿Qué te parece?
—¿Yo? —Nicholas pareció verse cogido por sorpresa—. Ah... No sé si
podría.
—¿Sabes correr?
—¿Correr...?
Nick se medio giró hacia Paul, y viste cómo un leve atisbo de
sonrisa curvaba sus labios.
—Sí.
—Eso es todo lo que un receptor abierto tiene que hacer. Yo soy el
quarterback. Si puedes atrapar lo que yo tire y correr con ello, puedes
jugar.
—Entiendo.
Lo cierto era que Nick casi sonreía, y aunque la boca de Paul tenía
una expresión seria, sus ojos azules estaban risueños. Sorprendida de ti
misma, advertiste que estabas celosa. Había una cordialidad entre los
dos muchachos que te excluía completamente.
Pero al siguiente instante, la sonrisa de Nick desapareció y éste dijo
en tono vago:
—Gracias..., pero no. Tengo otros compromisos.
En ese momento, Selena y Miley llegaron y empezó la clase.
Durante toda la lección de Tanner sobre Europa, no dejaste de
repetirte: «Hola, me llamo ________ _______. Estoy en el comité de bienvenida del último curso y me han designado para que te muestre el instituto.
¿Seguramente no querrás ponerme en un aprieto, verdad, no dejando que
haga mi trabajo?». Eso último con ojos muy abiertos y melancólicos...,
pero sólo si daba la impresión de que él intentara escabullirse. Era
virtualmente infalible. Seguro que no podía resistirse a una dama en
apuros.
Cuando iban por la mitad de la clase, la chica sentada a tu derecha te
pasó una nota. la abriste y reconociste la letra redonda e infantil de
Selena. Decía:]font=Trebuchet MS] «He mantenido a M. alejada todo el tiempo que pude. ¿Qué
ha sucedido? ¿Ha funcionado?».alzaste la vista y viste a Selena vuelta hacia atrás en su asiento de la
primera fila. Señalaste la nota y negaste con la cabeza, articulando con los
labios: «Después de clase».
Pareció que transcurría un siglo antes de que Tanner diera las últimas
instrucciones sobre exposiciones orales y los despidiera. Entonces todo el
mundo se levantó de golpe. «Ahí vamos», pensaste, y con el corazón
latiéndote con fuerza, te colocaste directamente en el camino de Nick,
impidiéndole el paso por el pasillo de modo que no pudiera rodearte.
Justo igual que Rick y Taylor, te dijiste, sintiendo un irresistible impulso de
reír como una tonta. Alzaste la mirada y te encontraste con tus ojos justo a la
altura de la boca del muchacho.
tu mente se quedó en blanco. ¿Qué era lo que se suponía que debías
decir? Abriste la boca y de algún modo las palabras que habías estado
ensayando brotaron atropelladamente.
—Hola, soy ____ ______ (tnc), y estoy en el comité de bienvenida del último
curso y me han designado para...
—Lo siento; no tengo tiempo.
Por un momento no pudiste creer que él estuviera hablando, que no fuera
a darte siquiera la oportunidad de terminar. Tu boca siguió pronunciando
el discurso.
—... que te muestre el instituto...
—Lo siento. No puedo. Tengo que... tengo que ir a las pruebas de rugby.
—Nick volvió la cabeza hacia Paul, que se mantenía al margen con
expresión atónita—. Dijiste que eran justo después del instituto, ¿verdad?
—Sí —dijo éste lentamente—, pero...
—Entonces será mejor que me ponga en marcha. Tal vez podrías
mostrarme el camino.
Paul te miró con expresión de impotencia y luego se encogió de
hombros.
—Bueno..., claro. Vamos.
Echó un vistazo atrás mientras se iban. Nick, no.
Te encontraste paseando la mirada por un círculo de observadores,
incluida Miley, que te dedicaba una clara sonrisita de suficiencia. Sentiste un aturdimiento en todo el cuerpo y una sensación de
ahogo en la garganta. No podías soportar seguir allí ni un segundo más. Diste
la vuelta y abandonaste el pasillo tan aprisa como pudiste.[/font]chicas si comentan por lo menos tres personas diferentes pongo el siguiente cap pro si no pss ya sera mañana
ok ahora si bye

me encanto!
siguelaa!

hola chicas oy en la nochesita le pondre nuevo cap
oo porfa aganle publicidad a la nove pliss
vdd q se imaginan a Nick asi bnn wuappo
yo = ahaha weno nos vemos en la noche
ala no quiero ir a la esc pero ni modos tengo q ir
ya ahora si me voy
ok bye bsos desd mx

Mrs.President escribió:

OMG!!!! ASI QUEDE!ESTA BUENICIMA!!!!!!!!!!!!!!!SEGUILA!!!!! AHORA UNA PREGUNTA NO..CAPA Q SOY MEDIA TORPE PERO...Q ES UNA ADAPTACION??

es una novela que a sido editada, oesa se cambia los nombres de los protagonistas
_________________




ahhhhhhhhhhhhhhhh ok muchas gracias!!!!!gracias por aclarar mi duda!!!!es q soy media torpe y no entiendo!!! jjajja
seguilaaaaaaaaaaaaaaQ!!!!!!!!!!!!!!!!

Mrs.President escribió:

Mrs.President escribió:

OMG!!!! ASI QUEDE!ESTA BUENICIMA!!!!!!!!!!!!!!!SEGUILA!!!!! AHORA UNA PREGUNTA NO..CAPA Q SOY MEDIA TORPE PERO...Q ES UNA ADAPTACION??

es una novela que a sido editada, oesa se cambia los nombres de los protagonistas
_________________




ahhhhhhhhhhhhhhhh ok muchas gracias!!!!!gracias por aclarar mi duda!!!!es q soy media torpe y no entiendo!!! jjajja
seguilaaaaaaaaaaaaaaQ!!!!!!!!!!!!!!!!

jajaja tranki para eso estamos XD

espero el cap de hoy!!!!

hello hello
aqui esta el cap
eh decidido poner de lunes a viernes un cap asi como si fuera telenovela
y depende de sus coments los maratones
sip serian el sabado o el domindo
bueno aqui el cap

Capitulo 4
Para cuando llegaste a tu taquilla, el aturdimiento se te disipaba ya y el nudo
en tu garganta intentaba disolverse en lágrimas. Pero no llorarías en el
instituto, te dijiste, que no ibas a hacerlo. Tras cerrar la taquilla, te encaminaste a lasalida principal.
Por segundo día consecutivo, regresabas a casa del instituto justo tras
sonar la última campana, y sola. Tía Melinda no podría sobrellevarlo. Pero
cuando llegaste tu casa, el coche de tía Melinda no estaba en la
entrada; ella y Charlotte debían de haber ido al mercado. La casa estaba
silenciosa y tranquila cuando abriste la puerta.
Agradeciste la quietud; querías estar sola en aquellos momentos. Pero, por
otra parte, no sabías exactamente qué hacer contigo misma. Ahora que
finalmente ya podías llorar, descubriste que las lágrimas no acudían. Soltaste la
mochila sobre el suelo del vestíbulo delantero y entraste despacio en la sala
de estar.
Era una habitación hermosa e imponente, la única parte de la casa
además de tu dormitorio que pertenecía a la construcción original.
La primera casa se había construido antes de 1861 y se había quemado
casi por completo durante la guerra de Secesión. Todo lo que se pudo
salvar fue esa habitación, con su elaborada chimenea enmarcada por
molduras en forma de volutas, y el gran dormitorio del piso superior. El
bisabuelo de tu padre había construido una nueva casa y los ______’s(tu apellido) habían vivido en ella desde entonces.
Giraste para mirar por una de las ventanas que iban desde el suelo
hasta el techo. El cristal era antiguo y grueso y mostraba ondulaciones, y
todo en el exterior quedaba distorsionado, con un aspecto ligeramente
sesgado. Recordaste la primera vez que tu padre te había mostrado aquel
viejo cristal con ondulaciones, cuando eras más joven aún de lo que
Charlotte era en la actualidad.
La sensación de ahogo había regresado a tu garganta, pero las lágrimas
seguían sin acudir. Todo en tu interior era contradictorio. No querías
compañía, y a la vez te sentías dolorosamente sola; realmente querías
pensar, pero ahora que lo intentabas, los pensamientos te esquivaban
como ratones huyendo de una lechuza blanca.
«Una lechuza blanca... ave de presa... devorador de carne... cuervo»,
pensaste. «El cuervo más grande que he visto nunca», había dicho Paul.
Los ojos volvieron a escocerte. Pobre Paul. Le habías herido, pero él se lo
había tomado muy bien. Incluso había sido amable con Nicholas.
Nick. Tu corazón dio un baquetazo, violento, arrancando a tus ojos
dos lágrimas ardientes. Bueno, por fin llorabas. Llorabas de rabia y
humillación y frustración... ¿y qué más?
¿Qué habías perdido en realidad ese día? ¿Qué sentías en realidad por
aquel desconocido, aquel Nicholas Jonas? Era un desafío, sí, y eso le
hacía ser distinto, interesante. Nicholas era exótico..., excitante.
Resultaba curioso, justo lo que algunos chicos te habían dicho a veces que eras. Y más tarde te enterabas por ellos, o por sus amigos o
hermanas, de lo nerviosos que estaban antes de salir contigo, cómo se les
ponían sudorosas las palmas de las manos y sentían el estómago lleno de
mariposas. A ti esas historias siempre te habían parecido divertidas.
Ningún chico de los que habías conocido a lo largo de tu vida te había
puesto nerviosa.
Pero al hablar con Nicholas hoy, tu pulso se había acelerado y las rodillas
habían estado a punto de doblarse. Habías tenido las palmas húmedas. Y
no había habido mariposas en tu estómago..., había habido murciélagos.
¿Te interesaba el muchacho porque te ponía nerviosa? No era una buena
razón, te dijiste. De hecho, era una muy mala razón.
Pero estaba también aquella boca. Aquella boca tan perfecta que hacía
que tus rodillas se doblaran con algo que no tenía nada que ver con el
nerviosismo. Y aquellos cabellos negros como la noche; tus dedos
ansiaban entretejerse en su suavidad. Aquel cuerpo ágil de musculatura
plana, aquellas piernas largas... y aquella voz. Fue su voz lo que te había
decidido el día anterior, haciendo que te sintieras totalmente empeñada en
tenerle. Su voz había sido serena y desdeñosa al hablar al señor Tanner,
pero extrañamente persuasiva a pesar de todo. Te preguntaste si podría
volverse misteriosa y oscura también, y cómo sonaría pronunciando tu
nombre, susurrando tu nombre...
—¡________!
Te sobresaltaste, la ensoñación hecha pedazos. Pero no era Nicholas
Jonas quien te llamaba, era tía Melinda que abría la puerta con un
traqueteo.
—¿______? ¡______! —Y aquélla era Charlotte, con la voz chillona y
aflautada—. ¿Estás en casa?
La desdicha volvió a embargarte, y paseaste la mirada por la
cocina. No estabas en condiciones de enfrentarte a las preguntas
preocupadas de tu tía ni a la alegría inocente de Charlotte en aquellos
momentos. No con las pestañas húmedas y nuevas lágrimas amenazando
con aparecer en cualquier instante. Tomaste una decisión relámpago y te
escabulliste en silencio por la puerta trasera mientras la puerta principal se
cerraba de un portazo.
Una vez abandonado el porche trasero, y ya en el patio, vacilaste. No
querías tropezarte con nadie conocido. Pero ¿adonde podías ir para estar
sola?La respuesta llegó casi al instante. Desde luego. Irías a ver a tu madre y
a tu padre.Era una caminata bastante larga, casi hasta las afueras de la ciudad,
pero durante los últimos tres años se había convertido en algo
acostumbrado para ti. Cruzaste al otro lado del puente Wickery y
ascendiste la colina, pasando ante la iglesia en ruinas. Luego descendiste al
pequeño valle situado abajo.
Aquella parte del cementerio estaba bien cuidada; era a la parte antigua
a la que se le permitía estar en un estado ligeramente salvaje. Aquí, la
hierba estaba pulcramente cortada, y ramos de flores ofrecían notas de
vividos colores. Te sentaste junto a la gran lápida de mármol con la
palabra «_______(tu apellido)» tallada en la parte frontal.
—Hola, mamá. Hola, papá —murmuraste.
Te inclinaste sobre el lugar para depositar una flor violeta que habías
recogido de camino. Luego doblaste las piernas bajo el cuerpo y te quedaste
sentada.
Habías ido allí a menudo tras el accidente. Charlotte sólo tenía un año en
el momento del accidente de coche, y lo cierto era que no los recordaba.
Pero tu sí. Dejaste que tu mente retrocediera para ojear recuerdos, y el
nudo de tu garganta aumentó y las lágrimas salieron con más facilidad.
Todavía los echabas mucho de menos... Tu madre, tan joven y hermosa, y
tu padre, con una sonrisa que le arrugaba los ojos.
Tenía suerte de contar con tía Melinda, desde luego. No todas las tías
abandonarían su empleo y volverían a vivir en una ciudad pequeña para
hacerse cargo de dos sobrinas huérfanas. Y Adam, el novio de tía Melinda,
era más un padre adoptivo para Charlotte que un futuro tío.
Pero tu recordabas a tus padres. En ocasiones, justo después del
funeral, habías acudido allí para enfurecerte con ellos, enfadada con ellos
por haber sido tan estúpidos como para matarse. Eso fue cuando no
conocías muy bien a tía Melinda y sentías que ya no había ningún lugar en la
tierra al que pertenecieras.
¿Adonde pertenecías ahora?, te preguntaste. La respuesta fácil era: allí, a
Fell's Church, donde habías vivido toda tu vida. Pero últimamente la
respuesta fácil parecía equivocada. Últimamente sentías que debía existir
algo más allá para ti, algún lugar que reconocerías en seguida y llamarías
hogar.
Una sombra cayó sobre tu persona y alzaste los ojos sobresaltada. Por un
instante, las dos figuras de pie junto a ti resultaron extrañas,
desconocidas, vagamente amenazadoras. Las miraste fijamente, paralizada.
—_______(tn) —dijo nerviosamente la figura más pequeña, con las manos en
las caderas—, a veces realmente me preocupo por ti, realmente lo hago.
Pestañeaste y luego lanzaste una breve carcajada. Eran Selena y
Demetria.
—¿Qué tiene que hacer una persona para conseguir un poco de
intimidad por aquí? —preguntaste mientras ellas se sentaban.
—Decirnos que nos marchemos —sugirió Demi, pero te limitaste
a encogerte de hombros.
Sel y Demi habían acudido allí a menudo en tu busca los meses
siguientes al accidente. De repente te sentiste complacida por ello, y
agradecida a ambas. Aunque no hubiera nada más, tenías amigas que se
preocupaban por ti. No te importó si sabían que habías estado llorando,
aceptaste el pañuelo de papel arrugado que Selena te ofreció y te secaste los
ojos. Las tres permanecieron sentadas en silencio durante un rato,
observando cómo el viento alborotaba el robledal del extremo del
cementerio.
—Siento lo que sucedió esta mañana —dijo Sel por fin, en voz baja
—. Fue realmente terrible.
—Y tu segundo nombre es «Tacto» —dijo Demi—. No pudo haber sido
tan malo, ________(tn).
—No estabas allí. —Te sentiste enrojecer toda ante aquel recuerdo
—. Sí que fue terrible. Pero ya no me importa —añadiste categórica,
desafiante—. He acabado con él. Ya no le quiero.
—¡________(tn)!
—No le quiero, Selena. Evidentemente piensa que es demasiado bueno
para... para los americanos. Así que puede coger esas gafas de sol de
diseño y... —Se escucharon resoplidos de risa procedentes de tus
compañeras. Te sonaste la nariz y negaste con la cabeza—. De todos
modos —dijiste, cambiando decididamente de tema—, al menos Tanner
parecía de mejor humor hoy.
Selena adoptó una expresión de mártir.
—¿Sabes que hizo que me apuntara para ser la primera en presentar la
exposición oral? De todos modos, no me importa. Voy a hacer el mío sobre
los druidas, y:..
—¿Sobre qué?
—Druidas. Esos viejos raros que construyeron Stonehenge y hacían
magia y cosas así en la antigua Inglaterra. Desciendo de ellos; por eso soy
médium.
Demetria lanzó un resoplido, pero contemplaste con el entrecejo
fruncido la brizna de hierba que retorcía entre los dedos.
—Selena, ¿realmente viste algo en mi palma ayer? —preguntaste
súbitamente.La muchacha vaciló.
—No lo sé —dijo por fin—. Creí verlo entonces. Pero a veces la
imaginación se me descontrola.
—Sabía que estabas aquí —observó Demi inesperadamente—. Yo
pensé en mirar en la cafetería, pero Selena dijo: «Está en el cementerio».
—¿Lo hice? —Selena pareció levemente sorprendida e impresionada—.
Bien, ya lo ves. Mi abuela de Edimburgo tiene el don de la clarividencia, y
yo también. Siempre salta una generación.
—Y desciendes de los druidas —dijo Demi en voz solemne.
—¡Bueno, es cierto! En Escocia mantienen las viejas tradiciones. No te
creerías algunas de las cosas que hace mi abuela. Tiene un modo de
averiguar con quién te vas a casar y cuándo vas a morir. Me dijo que
moriría joven.
—¡Selena!
—Lo hizo. Seré joven y hermosa dentro de mi ataúd. ¿No creéis que es
romántico?
—No, no lo creo. Creo que es repugnante —replicaste.
Las sombras se alargaban y el viento se había vuelto fresco.
—Así pues, ¿con quién te vas a casar, Selena? —terció Demi con
habilidad.
—No lo sé. Mi abuela me contó el ritual para averiguarlo, pero jamás lo
probé. Por supuesto —Sel adoptó una pose sofisticada—, tiene que ser
escandalosamente rico y guapísimo. Como nuestro misterioso desconocido
moreno, por ejemplo. En especial, si nadie más le quiere. —Te dirigió una
mirada traviesa.
no picaste el anzuelo.
—¿Qué hay de Taylor Smallwood? —murmuró inocentemente—. Su padre
es, desde luego, bastante rico.
—Y no es feo —estuvo de acuerdo Demi en tono solemne—. Eso,
desde luego, si te gustan los animales. Todos esos enormes dientes
blancos...
Las muchachas intercambiaron miradas y luego prorrumpieron en
carcajadas. Sel arrojó un puñado de hierba a Demi, que se la
sacudió de encima y le arrojó un diente de león en respuesta. En algún
momento en medio de todo ello, comprendiste que ibas a estar bien.
Volvías a ser tu misma, no estabas perdida, no eras una desconocida, sino
_____ ______(tnc), la reina del Robert E. Lee. Te quitaste la cinta color crema del pelo y sacudiste los cabellos alrededor de tu rostro.
—He decidido sobre qué hacer mi exposición oral —dijiste, contemplando
con ojos entrecerrados cómo Selena se pasaba los dedos por los rizos para
quitar la hierba.—¿Qué será?
Echaste la barbilla hacia arriba para contemplar el cielo rojo y
morado de encima de la colina. Aspiraste pensativa y dejaste que el suspense
creciera por un instante. Luego dijiste con indiferencia:
—El Renacimiento italiano.
Demi y Selena te miraron fijamente, luego se miraron entre sí y
prorrumpieron en fuertes carcajadas otra vez.
—¡Aja! —dijo Demi cuando se recuperaron—. Así que el tigre
regresa.Le dedicaste una mueca salvaje. Tu conmocionada seguridad en ti
misma había regresado, y aunque no la comprendías ni tu misma, sabías
una cosa: no ibas a dejar que Nicholas Jonas escapara incólume.
—De acuerdo —indicaste con vivacidad—. Ahora, escuchad vosotras dos.
Nadie más debe saber esto o seré el hazmerreír de la escuela. Y a Miley
le encantaría tener cualquier excusa para hacerme aparecer ridicula. Pero
todavía quiero que sea mío y lo será. Aún no sé cómo, pero lo conseguiré.
No obstante, hasta que se me ocurra un plan, vamos a hacerle el vacío.
—¿Vamos?
—Sí, vamos. No puedes tenerle, Selena; es mío. Y hemos de poder
confiar completamente en ti.
—Aguarda un minuto —dijo Demi con un brillo en los ojos.
Soltó el broche de esmalte de su blusa; luego, alzando el pulgar, le dio
un veloz pinchazo.
—Selena, dame tu mano.
—¿Por qué? —preguntó ésta, contemplando el alfiler con suspicacia.
—Porque quiero casarme contigo, ¿para qué crees, idiota?
—Pero... pero... Oh, vale. ¡Ay!
—Te toca, _____(tn)—Pinchó eficientemente el dedo de tu amiga, y luego
lo oprimió para conseguir sacar una gota de sangre—. Ahora —prosiguió,
mirando a las otras dos con centelleantes ojos oscuros—, todas juntamos
los pulgares y juramos. Especialmente tú, Selena. Jura guardar este
secreto y hacer todo lo que _____(tn) pida en relación a Nicholas.
—Oíd, jurar con sangre es peligroso —protestó Selena en tono serio—.
Significa que tienes que mantener tu promesa suceda lo que suceda, sin
importar lo que sea, Demi.
—Lo sé —respondió ésta inflexible—. Por eso te digo que lo hagas.
Recuerdo lo que sucedió con Michael Martin.
Selena torció el gesto.
—Eso fue hace años,y rompimos en seguida de todos modos y... Ah, de
acuerdo. Lo juraré. —Cerrando los ojos, dijo—: Juro mantener esto en
secreto y hacer todo lo que ______(tn) pida respecto a Nicholas.
Demi repitió el juramento. Y con la vista fija en las sombras pálidas de sus pulgares juntos en la creciente oscuridad, tomaste una larga
bocanada de aire y dijiste en voz baja:
—Y yo juro no descansar hasta que sea mío.
Una ráfaga de aire frío sopló a través del cementerio, echando hacia
atrás los cabellos de las muchachas y haciendo revolotear hojas secas por
el suelo. Selena lanzó una exclamación ahogada y se echó hacia atrás;
todas miraron a su alrededor, y luego lanzaron risitas nerviosas.
—Ha oscurecido —observaste, sorprendida.
—Será mejor que nos pongamos en camino hacia casa —dijo Demi,
volviendo a sujetar el broche.
También Sel se puso en pie, introduciendo la punta del pulgar en la
boca.
—Adiós —dijiste en voz baja, volviéndote hacia la lápida.
La flor violeta era una masa borrosa en el suelo. Recogiste la cinta color
crema que descansaba junto a ella, diste media vuelta e hiziste una seña con
la cabeza a Sel y a Demi.
—Vámonos.
En silencio, se dirigieron colina arriba en dirección a la iglesia en ruinas.
El juramento hecho con sangre les había conferido a todas una sensación
de solemnidad, y al pasar ante la destrozada iglesia Selena se estremeció.
Con la puesta del sol, la temperatura había descendido bruscamente, y se
alzaba viento. Cada ráfaga enviaba susurros por entre la hierba y hacía
que los viejos robles agitaran ruidosamente las oscilantes hojas.
—Estoy helada —comentaste, deteniéndote por un instante ante el
agujero negro que en el pasado había sido la puerta de la iglesia y
dirigiendo una mirada al paisaje situado a tus pies.
La luna no había salido todavía y apenas se distinguían el cementerio
antiguo y el puente Wickery más allá. El antiguo cementerio se remontaba
a los días de la guerra de Secesión, y muchas lápidas mostraban nombres
de soldados. Tenía un aspecto salvaje; zarzas y maleza crecían sobre las
tumbas, y enredaderas de hiedra pululaban sobre pedazos de granito
desmoronado. A ti nunca te habían gustado.
—Tiene un aspecto distinto, ¿verdad? En la oscuridad, quiero decir —
comentaste con voz vacilante.
No sabías cómo decir lo que en realidad querías indicar: que no era un
lugar para los vivos.
—Podríamos ir por el camino largo —propuso Demi—. Pero eso
significaría otros veinte minutos de camino.
—No me importa ir por aquí —dijo Selena, tragando saliva con fuerza—.
Siempre dije que quería que me enterraran ahí, en el viejo.
—¡Quieres dejar de hablar sobre ser enterrada! —le soltaste, e iniciaste
el descenso por la colina.
Pero cuanto más avanzabas por el estrecho sendero, más incómoda te
sentías. Aminoraste el paso hasta que Selena y Demetria te alcanzaron.
Cuando se acercaban a la primera lápida, tu corazón empezó a latir con
fuerza. Intentaste no hacer caso, pero sentías un cosquilleo por toda la piel y
el fino vello de tus brazos se te puso de punta. Entre las ráfagas de viento,
cada sonido parecía amplificado de un modo horrible; el crujido de los tres
pares de pies sobre el sendero cubierto de hojas resultaba ensordecedor.
La iglesia en ruinas era ya una silueta negra detrás de ellas. El angosto
sendero conducía por entre las lápidas recubiertas de liqúenes, muchas de
las cuales eran más altas que Demi. Lo bastante grandes para que algo
se ocultara detrás, pensaste con inquietud. Algunas tumbas
acobardaban, como la que tenía un querubín que parecía un auténtico
bebé, excepto que su cabeza se había desprendido y la habían colocado
con cuidado junto a su cuerpo. Los ojos de granito abiertos de par en par
carecían de expresión. No podías apartar los ojos de ella, y tu corazón
empezó a latir violentamente.
—¿Por qué nos detenemos? —preguntó Demi.
—Yo sólo... Lo siento —murmuraste, pero cuando te obligaste a dar la
vuelta te quedaste rígida al instante—. ¿Sel? —dijiste—. Selena, ¿qué
sucede? —Selena tenía la vista fija en el interior del cementerio, con los
labios entreabiertos y los ojos tan desorbitados e inexpresivos como el
querubín de piedra. El miedo recorrió tu estómago—. Sel para ya. ¡Para! No es divertido. Selena no contestó.
—¡Selena! —llamó Demi.
Tu y ella se miraron, y de repente comprendiste que tenías que salir de allí. Giraste en redondo para empezar a descender por el sendero,
pero una voz desconocida habló a tu espalda, y te volviste sobresaltada.
—_______(tn) —dijo la voz.
No era la voz de Selena, pero procedía de la boca de ésta. Pálida en la
oscuridad, Sel seguía con la mirada fija en el camposanto. Su rostro
carecía totalmente de expresión.
—_____(tn) —repitió la voz, y añadió, a la vez que la cabeza de Sel se
volvía hacia ella—, hay alguien esperándote ahí fuera.
nunca supiste del todo qué sucedió en los minutos siguientes. Algo
pareció moverse por entre las oscuras formas jorobadas de las lápidas,
agitándose y alzándose entre ellas. Chillaste y Demi lanzó un grito,
y acto seguido las dos corrían ya, y Selena con ellas, chillando también.
tus pies aporreaban el estrecho sendero, tropezando con rocas
y terrones de tierra. Sel sollozaba intentando recuperar el aliento
detrás de ella, y Demi, la tranquila y cínica Demi, jadeaba
violentamente. Se oyó una repentina agitación y un chillido en un roble
que se alzaba por encima de ellas, y descubiriste que podias correr más a prisa.
—Hay algo detrás de nosotras —gritó Sel con voz aguda—. Oh, Dios,
¿qué está sucediendo?
—Hay que llegar al puente —jadeaste por entre el fuego que sentías
en los pulmones.
No sabías el motivo, pero sentías que debían conseguir llegar allí.
—¡No te detengas, Selena no mires atrás!
Agarraste la manga de la muchacha y la obligaste a darse la vuelta.
—No puedo hacerlo —sollozó Sel llevándose una mano al costado
mientras aminoraba la marcha.
—Sí, claro que puedes —rugiste volviendo a agarrar la manga de Selena y obligándola a seguir en movimiento—. Vamos. ¡Vamos!
Viste el destello plateado del agua ante ustedes. Y allí estaba el claro entre
los robles, y el puente, justo más allá. Te flanqueaban las piernas y
la respiración te silbaba en la garganta, pero no pensabas rezagarse. Ya
veías las tablas de madera del puente peatonal, que estaba a seis metros,
a tres, a un metro y medio de ellas.
—¡Lo conseguimos! —jadeó Demi mientras sus pies retumbaban
sobre la madera.
—¡No se detengán! ¡Llegen al otro lado!
El puente crujió cuando lo cruzaron en una carrera tambaleante, las
pisadas resonando sobre el agua. En cuanto saltaste sobre la tierra apisonada
de la otra orilla, soltaste por fin la manga de Selena y dejó que sus
piernas se detuvieran con un traspié.
Demi tenía el cuerpo doblado, con las manos sobre los muslos, y
respiraba fatigosamente. Sel lloraba.
—¿Qué era? ¿Qué era? —inquirió—. ¿Todavía viene?
—Pensaba que tú eras la experta —dijo Demi con voz insegura—. Por
el amor de Dios, ______(tn) vamonos de aquí.
—No, ahora ya pasó —susurraste.
Tenías lágrimas en los ojos y temblabas de pies a cabeza, pero el aliento
caliente sobre tu cogote había desaparecido. El río se extendía entre ti y
aquello; las aguas eran un tumulto oscuro.
—No puede seguirnos aquí —siguiste.
Demi te miró fijamente, luego miró la otra orilla con sus robles
apiñados, a continuación miró a Selena. Se humedeció los labios y lanzó
una breve carcajada.
—Seguro. No puede seguirnos. Pero vayamos a casa de todos modos,
¿vale? A menos que tengáis ganas de pasar la noche aquí fuera.
Una especie de sensación indescriptible te recorrió con un estremecimiento.
—No, gracias —contestaste, y rodeaste con un brazo a Sel, que seguía
gimoteando—. Ya pasó, Sely (nombre q odiaba a toda costa pero en situaciones de miedo
la tranquilisaba). Estamos a salvo ahora. Vamos.
Demi volvió a mirar al otro lado del río.
—¿Sabes?, no veo nada ahí atrás —dijo con la voz más tranquila—. A lo
mejor no había nada detrás de nosotras, al fin y al cabo; a lo mejor,
sencillamente nos entró el pánico y nos asustamos sin motivo. Con un
poco de ayuda de la sacerdotisa druida que tenemos aquí.
no dijiste nada cuando empezaron a andar, manteniéndose muy
juntas en el sendero de tierra. Pero te hacías preguntas. te hacías muchas
preguntas.

ok este es todo el cap espero les guste wuaa no sale Nick wen solo lo mencionan pero ase falta pero
ya ni modos todo pasa por algo en los siguientes sabran porq
ya saben todo depende de usdtedes para el maraton
ok ahora si me voy bye

ok q rayos fue eso! sigueeee!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!! yo quiero maraton!!!

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AME EL CAP ,. AUNQ NO TE NIEGO Q SIEMPRE A LO Q VENIA IMAGINABA Q NICK SALDRIA, PERO NO,. Y NO IMPORTA PORQ SALDRA EN EL PROX. ;D
PORFA SUBE MÁS. AMO LA NOVEEE,. QUIERO SABER SI ERA EL QUIEN LAS ASUSTABA O Q.

SUBEEEE AMO LEERLAA,. Y ME ENCANTA Q SUBAS MUCHOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!

JAJAJAJA AMO A MIS AMIGAS, A MI NICK (AUNQ ME HAGA EL DESPLANTE) .,.!

SIGUELAAA

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