A Little More Personal ♥ (Nick y Tú)

-NARRA JOE-

-¡Cariño, te eché de menos! –dijo ella. Se me había abalanzado directamente, sin dejarme hablar y ahora me agarraba de la mano, tirando de mi hacia dentro de la habitación.

-Sophie... no sabía que vendrías a Disney –le dije incómodo. –Tu mensaje me sorprendió

-¿Te gustó? Es que quería que fuera una sorpresa, corazoncito.

Parpadeaba mucho y su voz sonaba demasiado infantil para su edad... ¿cuántos años tenía, 22 o 2? Ya no sabía dónde esconderme, estaba siendo demasiado incómodo para mi.

-¿Porqué has venido, Sophie? –le pregunté impaciente. Había quedado con Liz y no quería hacer esperar a mi princesa.

-¿Cómo que porqué? –preguntó sorprendida -¿no te alegras de ver a tu novia?

-¿Qué? –pregunté en estado de shock.

-Sí, tonto –pasó sus brazos por mi cuello –yo, ¡tu novia!

-Soph, tú no eres mi novia –le dije apartándola.

-¿Desde cuándo?

-Desde que decidiste que aquel rubio neoyorquino era mejor "novio" que yo.

-¿Stan? Ése no significó nada para mí, sabes que yo te quiero a ti –contestó ofendida.

-Eso ya no me importa, fue tu decisión –dije. –Lo que no entiendo es porqué has venido sin avisarme.

-Pero... –dijo contrariada –yo quería verte y pensé que tú te alegrarías de verme... dijiste que me querías.

-Tú también me lo dijiste a mi, pero me demostraste lo contrario –respondí secamente.

-Vamos, Joe –dijo ella –los cuentos de hadas no existen.

-Quizá para ti no, pero yo he encontrado a mi princesa.

Ella abrió momentáneamente la boca.

-¿Estás con otra? –preguntó.

-Eso ya no es asunto tuyo. No intentes buscarme –di media vuelta y me dirigí a la puerta –espero que te vaya todo bien, Soph.

Cerré detrás de mi la puerta y respiré aliviado. Aún no me explicaba cómo fui capaz de confiar en ella, y mucho menos en llegar a quererla. Ahora se me mostraba tal cual era, una interesada y una falsa que jugó con mis sentimientos. Sin embargo, estaba seguro de que Liz nunca me haría algo así.

Me dirigí a nuestro punto de encuentro, y vi a mi princesa sentada en un banquito jugando con las puntas de su pelo. Sonreí.

-¿Lista para tu cita? –le dije. Ella levantó la vista y me sonrió.

-NARRA APRIL-

Cuando Liz salió disparada a su cita, me quedé sola en la habitación, esperando a que se hiciera la hora para ir a encontrarme con Nick. Pero no me esperaba que llamaran a la puerta.

-¿Si? –pregunté desde dentro, sin abrir.

-¡Ábrale al presidente, por favor! –dijo una voz.

Solté unas risitas al reconocer a Nick y abrí la puerta. Él se apoyó sobre el borde de la puerta, mirándome de arriba abajo.

-¿No habíamos quedado...? –empecé a decir hasta que me interrumpió.

-En serio, lo que te propones es volverme loco, ¿verdad? –dijo él aún repasándome con la mirada –primero con el pijama de ositos y ahora con "eso".

Me auto evalué rápidamente: vestido negro con un solo tirante, más o menos corto, de una tela suave, como de antigua diosa griega... aunque yo no lo fuera. Me había dejado el pelo suelto, pero lo había alisado y me había recogido unos mechones.

-¿Tan mal voy? –pregunté. –Si quieres me cambio...

Iba a dar media vuelta, pero él me agarró de la cintura, aproximándome a sí mismo.

-Ni se te ocurra –sus brazos me rodeaban ahora fuertemente, de forma que casi no podía moverme... de hecho, ni lo intenté.

-Es que... creía que... –tartamudeé. Él sonrió.

-No, tú no creías nada –se acercó a mi y me dio un beso fugaz en la punta de la nariz. Luego se apartó un poco, pero mantuvo un brazo alrededor de mi cintura –Tenemos una cita.

Tiró de mi hacia fuera de la habitación y cerró la puerta tras de mi. En ese momento me fijé que el suelo del pasillo estaba cubierto por un sendero trazado con pétalos de rosas rojas, así como Pulgarcito dejó un rastro de migas de pan.

-¿Qué es esto? –le pregunté atónita. Él me apretó contra sí aún más.

-Tu camino hasta nuestra cita. Tienes que seguirlo y al final de él, estaré yo esperándote –me susurró.

Sin perder tiempo, me aparté de él y seguí los pétalos hasta llegar a un ascensor. Subí sin pensármelo, pero ahora dudaba sobre a qué planta tenía que ir... aunque las dudas desaparecieron cuando descubrí un pétalo pegado sobre el botón de la última planta. Sonreí.

Al llegar a la azotea, el camino seguía, recorriendo toda la zona y bajando por las escaleras de servicio hasta otra planta... ¡mi planta! Los últimos pétalos rozaban la puerta de una habitación, mi habitación. Tanta vuelta para volver al mismo sitio. Empujé con cuidado la puerta y entré cerrando tras de mi. Eché un vistazo a mi alrededor. No hacía más de 5 minutos que me había ido y ahora parecía diferente. Esparcidas por toda la habitación, habían un montón de velitas encendidas, siendo la única iluminación del lugar, a excepción de la luna que se colaba por el balcón, que tenía las puertas abiertas. Entraba una brisa fresca, que hacía que las llamas de las velas parpadearan y que me causaba pequeños estremecimientos.

Aún en estado de shock, me adentré en la habitación, pasando al lado del piano blanco que me había recordado a Nick desde el primer momento, rozando las teclas suavemente. Él no estaba, o al menos eso parecía. Decidí asomarme al balcón y lo que vi superó cualquier sueño, deseo o imaginación posible: Nick me esperaba apoyado sobre la barandilla del balcón, ensimismado mirando la Luna. Su cuerpo se entreveía entre las sombras, sus rizos destacaban y los ojos brillaban iluminados por la luz blanca de la Luna.

Demasiado para mi ♥

Sin querer, solté un pequeño gritito de emoción. Al oírme, él se giró, aún apoyado y me sonrió.

-Bienvenida –me dijo. Extendió su mano, como esperando que se la tomara, pero mi estado de shock me impidió reaccionar. Él levantó una ceja -¿estás bien?

Rápidamente, mi cerebro asimiló toda la situación, y mandó la orden a mis músculos para que reaccionaran, acercándome a él y tomándole la mano.

-Perfectamente –susurré cuando lo tenía ya cerca -¿A qué viene todo ese juego?

-¿No te gustó? –pasó disimuladamente sus brazos alrededor de mi cintura.

-¿Bromeas? –contesté –me encantó.

Me encontraba tensa de repente. Él tenía la costumbre de abrazarme, dejándome atontada, y eso hacía que mis respuestas fueran lentas.

-Tengo algo que decirte –dijo. Nos sentamos en el suelo del balcón, donde él se había encargado de extender una manta y poner unos cojines para que estuviéramos más cómodos.

Ya me lo olía. Ese "tengo algo que decirte" iba a ser el "pero" de mi cuento de hadas. Seguro que me decía que tenía novia, que yo no le gustaba o que... Mi cerebro iba a mil, intentando averiguar qué era lo que me tenía que decir.

-¿Tiene algo que ver con la entrevista de la radio? –pregunté.

-Sí –contestó. Me cogió de la mano y la sostuvo con fuerza y delicadeza a la vez –April, aún no entiendo porqué te molestó lo que dije en esa entrevista.

-¿No lo entiendes? –murmuré. –Yo creo que está claro...

-Explícamelo, por favor –dijo él. Suspiré, armándome de valor para contárselo todo.

-Me molestó todo... bueno, más bien me entristeció porque se me hace imposible creer que te estuvieras refiriendo a mi, y eso hizo que de repente me sintiera más insegura, por lo que tuve la necesidad de enfadarme con alguien... es decir, contigo. Quizá me hice demasiadas ilusiones después de nuestro encuentro en el parque, o después de nuestras charlas por teléfono... la cuestión es que si ya me gustabas antes de conocerte, ahora sé que lo que sentía era verdad... te quiero.

Dije todo eso muy deprisa, intentando mantenerle la mirada, pero tras las últimas palabras no pude evitar bajar la cara, avergonzada.

-April... –empezó a decir él –en la entrevista, desde mucho antes incluso, en la única en la que pensaba eras tú. La verdad es que nunca me he alegrado tanto de equivocarme con el número. Me sentí demasiado absorto en los pensamientos, estuve demasiado obsesionado con una chica de la que sólo conocía la voz... imagínate lo que pasó cuando te vi.

Levanté la cabeza, mirándole a los ojos. Él era incluso más tímido que yo, pero ahí estaba, confesándome lo que sentía.

-Nick, yo... –dije. Él me puso la mano sobre los labios.

-Déjame seguir... o lo digo todo o reviento –sonrió. –Has sido mi inspiración estos días para escribir, para seguir en pie. Y sé que te va a sonar raro... pero te quiero.

Suspiré. En realidad fue un suspiro de liberación. De repente me sentí muchísimo mejor. Le quería y me quería, ¿había algo mejor que eso?

-Nicholas... eres un vil maníaco y no me cansaré de repetirlo.

Él sonrió y los dos nos quedamos mirándonos.

-¿Porqué? ¿Qué he hecho ahora? –dijo.

-Preparas todo esto y me tienes preocupada desde hace 1000 años... –dije sonriente.

-¿Te lo puedo repetir? –preguntó.

-¿Repetir el qué? –dije confundida.

-Te quiero –dijo. –Me siento mucho mejor... te quiero.

Empecé a sonreír como una tonta.

-Lee mis labios –le dije. Empecé a vocalizar con cuidado "te quiero"

-Está muy oscuro, April... –murmuró. –Déjame sentirlo, en vez de leerlo.

Se acercó de repente, sujetando mi cara entre sus manos, y mientras yo seguía vocalizando, como una tonta y sin darme cuenta, rozó sus labios durante un segundo contra los míos. Luego se apartó para comprobar mi reacción, que había sido quedarme ojiplática.

-¿Qué haces? –le pregunté cuando se apartó.

-Lo.. lo siento, no he podido evitarlo –dijo nervioso –yo... lo siento, April.

-No, digo que ¿por qué te apartas? –lo agarré otra vez, ahora devolviéndole el beso.

Fue largo, tanto que no sabía dónde estaba al cabo de un rato, mantuve los ojos cerrados todo el tiempo.. bueno, casi todo, porque a veces tenía que abrirlos para asegurarme de que no era producto de mi imaginación. De hecho, mis dedos entre sus rizos demostraban que no era un sueño, sus labios contra los míos y sus brazos alrededor de mi cintura lo hacían real; sus besos, tiernos y apasionados a la vez hacían que mi corazón latiera enfurecidamente... pero yo no quería despegarme de él, nunca.

-NARRA KEV-

Me quedé un rato frente a la puerta cerrada, tras la cual Joe acababa de desaparecer abrazado a una rubia. Una rubia que me resultaba muy familiar... ¡Sophie, la amiga antipática de Danielle! Le había llamado "cariño" y él no había protestado. Jamás me lo habría creído si me lo hubieran contado, porque Joe estaba loco por Liz y él no era del tipo de chico que engaña a las chicas.

Ahora se me presentaban varias opciones: decírselo a Liz, pedir consejo a Nick o entrar en la habitación y exigirle una explicación a Joe. Pero de pronto me acordé de mi cita con Danielle. No quería decepcionarla y ya le había dicho que allí estaría, así que tenía que ir.

Di media vuelta alejándome de la habitación en la que Joe estaba y me dirigí a la mía propia. No tardé mucho en vestirme, así que bajé al lugar indicado: el salón vacía donde nos habíamos conocido. No sé porqué se había empeñado en que quedáramos allí. Cuando entré, las luces estaban apagadas y al intentar encenderlas tampoco funcionaron.

-¿Le tienes miedo a la oscuridad? –oí su voz, pero no la vi.

-Danielle, ¿eres tú? –pregunté. Como respuesta, un acorde de guitarra.

-Cierra la puerta y guíate por tu oído, no por tu vista –contestó.

Le hice caso, y la puerta se cerró con un ruido seco. Entonces, Ann empezó a tocar la guitarra, "Free Falling", una canción que a veces mis hermanos y yo tocábamos. Intenté descubrir a oscuras de dónde procedía el sonido, pero pronto me di cuenta de que se estaba moviendo.

-¡Si te mueves no vale! –le grité. Oí su risa.

-Es que la sala es muy pequeña y lo tienes muy fácil.

De repente, las luces se encendieron dejándome ciego durante un momento, como un ciervo deslumbrado en la carretera.

-¿Qué hacen aquí? –preguntó un hombre desde la puerta.

La cara de Danielle se puso roja, y yo debía de estar igual.

-Eem.. esto... –empecé a decir. El hombre se giró para mirarme detenidamente. Al reconocerme, dio un pequeño respingo.

-¡Perdone, señor Jonas, siento haberles molestado! –se giró rápidamente y desapareció.

Danielle y yo nos quedamos de pie en medio de la sala, mirándonos confundidos.

-Vaya, señor Jonas –dijo ella con sarcasmo –Impones mucho a los demás, ¿eh?

Sonreí. Ella no sabía cómo odiaba que la gente me tratara de manera diferente.

-Lo que no sé es si a ti te impongo también... –le dije.

-¿Tú a mi? –se acercó con 3 grandes zancadas –no mucho más que cualquier persona... sólo que tú tocas mejor la guitarra.

-Bien, porque no sabes cómo odio que me traten diferente.

-Sólo te trataré de forma diferente si me lo pides –dijo.

-No... de momento no –le dije. Ella llevaba la guitarra a la espalda, así que con delicadeza se la quité y la dejé a un lado.

-¿Por qué...? –dijo ella extrañada por lo que acababa de hacer.

-Porque si la llevas encima no puedo abrazarte.

Lo hice. La rodeé con mis brazos respirando profundamente, pero...

-¡Argg! –me aparté de pronto con una arcada.

-¿Qué pasa? –se olió el pelo -¿huelo mal?

-¡No! No hueles mal... para cualquier otra persona –dije yo disculpándome. La verdad es que había sido muy descortés por mi parte -. Es que huele a frutas.

-Sí, ¿y qué? –preguntó confundida.

-Odio las frutas –contesté.

Ella empezó a reírse, mientras yo la miraba sorprendido porque no me esperaba esa reacción por su parte. Cualquier persona no habría reaccionado así.

-Vale, yo quiero mi abrazo, así que eso tiene fácil solución –cogió un coletero de su muñeca y se recogió el precioso pelo pelirrojo en un desordenado moño –Ven aquí.

Extendió sus brazos. Sonreí y me acerqué, olisqueando el ambiente, comprobando si el remedio había sido eficaz. En efecto, sí que funcionó. De pronto, me acordé del problema de Joe. Ya había decidido lo que iba a hacer, así que me aparté.

-Dann, tengo que resolver un asunto urgente... ¿me esperas? –pregunté.

-Claro –sonrió -, aquí estaré.