Experiencias Intimas - Joe y tu (solo para mayores)

Capítulo XIV

“Seguridad”

Joe separó sus labios de los míos dejando nuestras frentes aun presionadas una contra la otra, sus manos aún se aferraban a mi cabello, su respiración era entrecortada y dispareja –creo que debemos detenernos– dijo jadeante –no quiero– susurré mientras buscaba de nuevo sus labios, no me rechazó cuando mi lengua busco la suya pero segundos después se detuvo nuevamente –recuerda que estamos en una vía pública, y estoy a un beso más de salirme de control, créeme no soy el más contento con esta decisión– sus ojos permanecían cerrados y su mandíbula estaba tensa entre los jadeos, parecía estarse conteniendo, intenté bajarme pero me detuvo –dame un par de minutos, aún estoy bastante adolorido– inmediatamente supe a lo que se refería, me recosté sobre el tanque de gasolina para evitar que mi peso lo siguiera lastimando, Joe sonrió ante mi acción, su mirada estaba llena de un divertido agradecimiento –debo admitir que no te ganaste el cabezazo–
–Pues si me lo he ganado, todavía tengo más herramientas para darte placer–
–Eres incorregible– le dije, no dudaba de sus maneras, estaba segura de que habían diez mil formas de hacerme delirar y el conocía cada una de ellas, si el simple hecho de verlo me hacía sudar lo demás podría hacerme delirar, observé sus fuertes rasgos mientras sus ojos me taladraban, este hombre transpiraba sexo puro y crudo, su mirada hambrienta me estudiaba, no era la más experta en el tema pero no era la primera vez que un hombre me observaba de esa forma aunque si era la primera vez que sentía lo mismo, estaba hambrienta de Joe, luego de unos cinco minutos de intensas miradas y una que otra caricia me ayudó a colocarme el casco antes de permitirme bajar de la motocicleta, lo observé por un segundo, sus Levis a la medida, su chaqueta de cuero negra medio ajustada, todo en él se veía extremadamente sensual, pecaminoso, antes de que notara que una loca lo observaba me acomodé en el asiento trasero, esta vez no me molesté en esperar a que acelerara, recosté mi rostro de su espalda mientras disfrutaba de su masculino perfume, prefería disfrutar eso, la vista la tendría otro día, en cambio este contacto no sabía cuándo se repetiría, más rápido de lo que me hubiese gustado estábamos estacionándonos frente a lo que parecía ser un casa a la orilla de un acantilado, un par de coches más aparte de la motocicleta de Joe estaban aparcados a las afueras de la casita, Joe esperó a que me bajara para luego hacerlo él también, su cabello estaba desordenado lo que me hizo preguntarme como estaría el mío –¿Qué sucede?– preguntó ante mi ceño fruncido –debo estar despeinada– su brazo rodeó mis hombros apretándome contra su cuerpo mientras caminábamos, su mano se deslizó por mi cabello –eres la mujer más hermosa que he visto y eso incluye tu cabello– sus halagos me encantaban, por poco me los creía, sus labios rozaron mi frente justo antes de abrirme la puerta para permitirme el acceso, aproveché el momento para ver mi reflejo sobre el vidrio de la puerta, rápidamente acomode el ligero desorden con mis dedos, Joe rió –buenas tardes señor Jonas, estábamos preocupándonos– nos saludó un hombre que debía rondar la edad de mi abuelo, solo que este era bajo y gordito, llevaba un delantal usado agarrado del cuello –Hola Ricardo, no sucedió nada solo tuvimos un hermoso contratiempo– los profundos ojos de Joe llenos de picardías se posaron sobre mí, una de las esquinas de sus labios se curvó, la vergüenza inundo mi rostro –entiendo, siga a su mesa, su comida ya esa lista– Joe tomó mi mano y me dirigió hacia lo que parecía ser la terraza de la casa, con solo tres mesas se levantaba sobre el acantilado, se podían escuchar las olas rompiendo contra las rocas, el olor a salitre inundaba todo y el calor del sol disimulaba la fría brisa creando un ambiente perfecto –me tomé el abuso de ordenar para que estuviera todo listo– se excusó mientras sostenía mi silla para que pudiera sentarme –no te preocupes, confió en tus gustos– luego entendí lo que significaba la frase ¿Cómo podría confiar en sus gustos si no los conocía? La verdad era que algo en él me inspiraba confianza, me hacía querer contarle mi vida y me hacía desear con todas mis fuerzas que él me contara la suya, Joe se sentó a mi lado de manera en que ambos podíamos contemplar la vista del infinito océano –esté lugar me gusta mucho, me hace sentir en paz– dijo de la nada, su mirada estaba perdida en la hermosa vista –Es hermoso, la verdad es el ambiente perfecto para relajarse, cuando practicó Yoga solemos ir a un lugar parecido– sentí la mirada de Joe sobre mí –¿Practicas Yoga?– preguntó jadeante, giré mi cabeza para observarlo e intentar entender lo que significaba su extraña reacción, sus ojos estaban dilatados, le respondí con un simple asentimiento de cabeza –¡magnifico!– exclamó como si se estuviera dando compasión –no entiendo ¿por qué te molesta?– Joé se rió suavemente, colocó uno de sus dedos sobre mi entrecejo con la finalidad de aligerarlo –¿Cómo te sentirías si la mujer que te acaba de dejar guindado, por así decirlo, te dice que práctica la disciplina que nos hace delirar a todos los hombres, aumentando aún más tu atractivo? ¿Tienes idea de lo mal que me pone eso? Saberlo no es bueno para mi salud mental– sentía que la quijada se me aflojaba y si no supiera lo imposible que era dudaría si a este ritmo ya se me hubiera caído, todas sus respuestas y comentarios me dejaban atónita, este comentario era merecedor de otra bofetada pero a él no quería dársela, cualquier otro tendría los dedos marcados en su cara o por ya les faltarían los ojos pero él no me inspiraba agresividad, me gustaba que no se guardara lo mucho que me deseaba –no sé qué decirte solo que eres un osado, no sé si debo golpearte por semejante declaración– sonrió con tranquilidad y luego se acercó a mí –valdría el golpe y además tu temperamento tampoco ayuda, es muy difícil conseguir a una mujer con tan atractivas cualidades– giré el rostro para verlo y me topé con su proximidad, nuestras narices rozaron, sus dientes apretaron con una suavidad increíble mi labio inferior halándolo un poco hacia los suyos, el deseo afloró por todo mi cuerpo ya estaba dispuesta a besarlo, cuando acerqué mis labios con plena disposición un carraspeo nos interrumpió, Ricardo estaba de pie frente a nosotros con una bandeja en mano, sus ojos decían loa avergonzado que estaba por habernos interrumpido, el calor subió a mis mejillas, ya debía estar sufriendo de presión arterial, a este ritmo era lo más seguro “nota: verificar mi tensión arterial al llegar a casa” me apunté a mí misma –Disculpen la interrupción–
–No te preocupes– le calmó Joe mientras se colocaba de pie para ayudarlo a servir la comida, por la familiaridad dude si tenían algún parentesco, nunca había visto que alguien ayudara al mesonero a servir la mesa – ¿Son familiares?– le pregunté al estar solos –no, conocí Ricardo hace años cuando visité por primera vez Italia, para aquel entonces era el cocinero de la villa donde me hospedé, una noche le busqué conversación y me enteré de lo mal pagados que estaban todos en ese lugar así que le ofrecí comenzar un negocio, yo le daría un préstamo y él se encargaría de lo demás–
–Pudo haberte estafado–
–Si es cierto, pero perdería más él que yo, en algún momento se le acabaría el dinero y no tendría de donde sacar más, lo bueno fue que aquí está, este fue el negocio que comenzó, esta es su casa donde atiende a sus clientes personales ya lleva abiertos tres restaurantes, incluso la cantidad que me da por haber invertido es más que los dividendos que genera el Bar– una mirada de orgullo resplandeció su rostro, el corazón se me entibio ante el gesto –es muy considerado de tu parte, habla muy bien de ti– me guiñó, antes de volver a comer, al terminar Joe llevó una parte de los platos a la cocina, cuando volvía lo hacía con Ricardo a su lado, la diferencia de altura entre ellos debía ser de unos buenos treinta o cuarenta centímetros, Joe se había quitado la chaqueta por lo que se podía admirar aún más sus marcados músculos –gracias por todo Ricardo, estaremos en contacto– se despidió ya en la entrada del restaurante –¿estas lista “Mon Amour”?– preguntó antes de poner en marcha la motocicleta, el viaje de regreso fue más rápido y cuando pasamos al lado contrario de donde nos habíamos besados un cosquilleo atravesó mi cuerpo ante el recuerdo –Joe quiero ir a tu casa– le dije cuando entendía lo que de verdad quería, deseaba estar con Joe, el silencio reinó y la duda me inundó ¿no me deseaba tanto como decía? Claro era imposible que un hombre como… –No tienes que hacer nada que no quieras tn______ no debes pagarme por nada– interrumpió mis pensamientos ya hora entendía su confusión –no estoy pagándote por nada, quiero estar contigo– ¿era posible enamorarse tan rápidamente? –y yo quiero estar contigo, pero cuando estés segura, quiero que te entregues a mi sin remordimientos– sus palabras me hicieron pensar, solo nos conocíamos desde hace dos días, solo dos, pero algo dentro de mi sentía que lo conocía mucho más, quería estar con él y no había remordimiento posible en el pensamiento, aunque en un futuro fuera posible que me abandonara era un riesgo que estaba dispuesta a tomar, me aferré más a su cuerpo sin decir más.