Experiencias Intimas - Joe y tu (solo para mayores)

Capítulo V

“Calor de Verano”

El calor del verano me despertó la mañana siguiente, después de haber escuchado los gritos de mis abuelos y mi madre, los reclamos que le hacían a mi tío por haberme dejado sola y todas sus quejas y preocupaciones me había acostado demasiado tarde para mi gusto y aun podía sentir el cansancio queriendo cerrar mis ojos –que demonios…??– me levanté inmediatamente al sentir algo extraño en mi cabello –magnifico, tardare siglos sacando esto de mi cabeza– dije al ver que tenía varios mechones de mi cabello llenos de pantano y restos de grama, la noche anterior había llegado tan cansada que después de todos los reclamos solo había querido lavarme el rostro y dormir, igual solía dormir en ropa interior así que solo debí quitarme el vestido al salir del baño, me coloqué mi bata y camine por el pasillo hasta el tocador que compartía con mi madre y mi tío, compartirlo era una de las pocas cosas que odiaba de vivir en familia, al salir de la ducha y sentir mi cuerpo fresco tomé un jean, una camiseta de algodón amarré mi cabello de la manera más ligera posible y bajé las escaleras para encontrarme con todos en la cocina, tuve que tomar aire para llenarme de paciencia antes de entrar a donde todas las preguntas me esperaban, al abrir la puerta me quede sorprendida y ahora me sentía indignada – ¿Dónde demonios están todos?– dije caminado hasta la mesa donde solíamos desayunar, cuando subí la mirada hasta el viejo reloj de cuerda que colgaba al final de la pared me percate de lo que sucedía, era más de medio día, todos debían estar trabajando, tomé una manzana de la cesta para luego recoger mi boldo y salir hacia la panadería, en estas fechas los turistas invadían el pueblo y mi abuelo solo contaba con nuestra ayuda para atenderlos, salí de la casa asegurándome de que todo estuviera cerrado, caminé hacia la calle de la pequeña población, aquí todos eran viejos residentes, por las calles apenas cabían un par de coches, eso si no había ninguno aparcado, el pueblo era el perfecto ejemplo de la arquitectura longeva Italiana, era por eso que los turistas lo amaban, el verano traía consigo un olor cálido y embriagador, la brisa tibia hacia que las ramas de los arboles cantaran con un meneo relajante, cinco calles más abajo estaba en la plaza del pueblo –¡Preciosa, ven aquí!– escuché pero no presté atención aunque sabía que era a mí a quien llamaban – ¡no podrás ignorarme para siempre!– gritó luego, coloqué los ojos en blanco al pensar en el engreído y odioso amigo de mi primo, se creía que por tener un par de músculos era lo más hermoso de este mundo, lo peor es que todas las adolescentes del pueblo lo deseaban, eran un montón de descerebradas –hola– le dije a mi tío al pasar corriendo entre las mesas llenas de clientes –creí que nunca te despertarías– me saludo mi abuela antes de darme un beso en la frente y volver a su puesto detrás de la caja registradora –¡hola mi amore!– me saludo luego mi abuelo y más adelante mi madre con un guiño de ojos, todos estaban tan ocupados que apenas se veían, incluso Higinia y Romina, las ayudantes de la cocina estaban atareadas, al instante me coloque el delantal y corrí a tomar ordenes de los clientes, diez minutos después llego el hermano de Romina, él se encargaba de llevar los pedidos a domicilio, mi abuelo los había contratado a los tres luego de que su madre enviudara y quedara invalida en un accidente automovilístico, aunque no había muchos recursos para el pago de los tres mi abuelo había preferido bajar sus ganancias antes de dejarlos desamparados, su difunto padre había sido su amigo desde la infancia y si el significado de ayudarlos era dejar de hacer algunas reparaciones a la casa no lo dudaba, esa era una de las virtudes por las que lo amaba tanto, no solo pensaba en él, una característica poco común en la humanidad del siglo veintiuno, sin distraerme más comencé a tomar las ordenes, así sucesivamente pasaban las horas y el cansancio aumentaba –de todos los lugares de la ciudad no creí que te encontraría aquí– escuché que decían mientras pasaba, pero con tanta gente alrededor y yo siendo una simple mesonera continúe con mis deberes evitando entrometerme en una conversación que no era de mi incumbencia, la segunda vez que pase por el mismo sitio con la bandeja en mis manos llena de ordenes sentí una mirada sobre mis hombros, eso también era normal, generalmente olvidaba tomar alguna orden, provocando que más de un cliente quisiera insultarme, sin prestar mucha atención a las mesas que le correspondían atender a mi madre me dirigí a la parte atrás de establecimiento para sacar los desechos –no merezco que me ignores– la profunda y dominante voz recorrió toda mi columna vertebral, su tono de voz afirmaba sin dudar, el no creía, el aseguraba, sentí sus fuertes y masculinas manos tomar mi brazo para darme vuelta y encontrarnos, al verlo bajo el resplandeciente sol de la tarde me quede muda, incluso sentía como el aire de mis pulmones desaprecia con lentitud, sus rasgos eran finos pero masculinos, su rostro estaba cubierto por unos tres o cuatro días de barba y sus ojos castaños llegando a un miel intenso era arqueados por unas hermosas cejas negras, su cabello desordenado pero en su sitio le daba un estilo pecaminoso, se veía sedoso y sus labios, sus labios lo suficientemente provocativos con una estructura perfecta prometían dar placer con solo rozarlos –tengo que trabajar– le dije desviando mi mirada, pero me fue imposible con otro movimiento nuestras miradas se interceptaron –insisto, no merezco que me ignores ¿he hecho algo indebido?–
–No te estoy ignorando, solo estoy trabajando y si no vuelvo me despedirán– me obligué a mentir, aunque en lo más profundo de mi ser quería que este atractivo hombre no me dejara ir –Aun no me he presentado, mi nombre es Joseph Jonas, soy de América y por tu acento sé que también lo eres, aunque puedes llamarme Joe– dijo suavizando sus rostro con una ligera sonrisa –un placer, me llamo tn_____ ta_____ no soy de América pero fui criada allá y ahora que nos conocemos debo irme– le dije escapando rápidamente, al entrar a la cocina me apoyé de uno de los mesones para tomar aire, fue en ese momento que me percaté de que las chicas me veían –estas roja como un tomate ¡¿qué te ha pasado?!– me preguntó la chica mientras se acercaba, con su metro y cincuenta y su redonda contextura, era más ancha que alta, por supuesto relativamente hablando –nada– le dije en susurro mientras negaba con mi cabeza, al verlas a la cara noté que ambas veían a mi espalda con asombro y con una lujuria que dilataba sus pupilas –ya vea que hacías– dijo la misma chica con una carcajada ahogada que la otra completo sin pretender ocultarla –pues yo también lo haría, sea lo que sea que hizo– comentó la otra hermana unos dos años menor, dueña de un cuerpo esbelto y un metro sesenta de altura, era la antítesis de su hermana, al darme vuelta vi a Joe quien tenía una sonrisa dibujada en el rostro y las mismas mejillas rosadas que yo debía tener, solté un gemido de indignación –¡OH!.. ¡No! ¿Cómo creen? Yo no he hecho anda, solo estaba sacando la basura– dije al entender la situación –yo también quiero sacar la basura– replicaron las dos –yo no he hecho nada– dije con firmeza – ¿y tú? ¿No piensas rectificar mi historia?– le dije mientras daba un pequeño golpe en su pecho, el simplemente se encogió de hombros lo que provocó que un terrible dolor de cabeza amenizara con explotar mi cráneo – ¿Qué significa eso?– pregunté mientras repetía su encogimiento de hombros –que no me importa lo que ellas piensen, ganas no me faltaron de hacerte algunas cosas, el problema es que no me lo permites– dijo despreocupado, ahora si estaba enojada –pues te quedaras con las ganas, sal de aquí antes que llame a alguien para que te saque a patadas por falta de respeto si es que no lo hago yo misma, eres un degenerado– al oírme entrecerró los ojos, con la agilidad de un depredador que iba en búsqueda de su presa se acercó hasta que no quedaba mucho entre nosotros, yo no me iría pues no le temía –¿de todos los insultos tenía que utilizar degenerado?– dijo con aparente sorpresa –eres increíble, deberías aprende a calificar a las personas, aunque quizás me gustaría ser un degenerado si se tratara de ti– dijo mientras negaba con la cabeza y se encaminaba hacia la salida –hasta luego, fue un placer conocerlas– se despidió luego de guiñarle a cada una, si no fuera por los suspiros de las dos chicas le habría lanzado un bola de masa para pan que apretada con todas mis fuerzas para evitar golpearlo –no quiero que digan nada al respecto– dije entre dientes antes de salir de la cocina para retomar mis deberes, intenté no pensar en el asunto pero a medida de que pasaba el tiempo más recordaba y más ganas de abofetearlo me daban, al terminar mi turno decidí irme caminando hasta la librería, me encantaba pasear por el centro del pueblo en las noches de verano, los faroles alumbraran con calidez y la brisa tibia y constante no desparecía, aunque me dolían los pies no abandonaría la sensación de caminar alrededor de todos los enamorados que se acompañan el uno al otro en los bancos del jardín, se veían ilusionados y felices, de alguna manera sentía que robaba un poco de esa alegría para mí misma.