- Cariño, cariño por favor despierta. Escuchaba aquella lejana voz la cual podía reconocer enseguida. Y de un momento a otro se volvió más clara. Intente abrir mis ojos aunque estos se tornaran tan pesados y la imagen tan difusa. Si, estaba en lo cierto, eran ellos; mis padres.
-Agg… ¿Qué-? –estaba un poco confundida, ¿hace un rato no estaba en la cocina? ¿Qué hacia ahora en la sala sobre el sillón? Una punzada se apodero de mi cabeza.- ¡Ahg! –Me obligo a llevar mi mano hacia la misma.- ¿Qué paso?
-¿Qué sucede? ¿Te duele algo? –pregunto mamá preocupada.
-Solo un poco la cabeza pero… ¿Qué paso? ¿Me quede dormida aquí? - ¿pero en qué momento? Realmente no lo recordaba.
-No cariño, -respondió papá- te desmayaste. –Llevo su mano a mi frente- tienes demasiada fiebre, será mejor que vayamos ya a un hospital.
-No, estoy bien. Solo… solo necesito unas mantas.-era inevitable sentir ese frio congelador. Mamá fue enseguida en busca de unas para mí.
-Debiste haberte resfriado ayer cuando venias a casa, ya te he dicho que no me gusta que llegues tarde a la casa y más si hay una tormenta de nieve.
-Papá, los resfriados son normales y más en esta época del año, además; ayer llegue temprano aunque el tiempo se veía más tarde. –le dije con una sonrisa para que se relajara un poco.
-Mira como estas, tus mejillas están a reventar. Mañana no iras a clases, es mejor que descanses.
Mamá volvió con unas mantas y me cubrió completamente.
-¡No! Mañana tengo una prueba importante, debo ir.
-Bueno, veamos como amaneces mañana ¿de acuerdo?
-De acuerdo.-dije sin más.
.-.
Aunque parecía que era de noche aun, no lo era. Me senté en mi cama y enseguida sentí una pequeña punzada en mi cabeza. No iría a clases, ya era demasiado tarde y a pesar de que me sentía mejor que ayer seguía algo mal.
La puerta de mi cuarto se entre abrió y mi padre asomo su rostro.
-Veo que ya estas despierta. ¿Cómo te sientes? –dijo el entrando al cuarto y acercándose a mi cama.
-Me siento mejor.-le sonreí.
-Bueno, si quieres descansa un poco más; el desayuno estará listo al rato.
-Ok. –dije sin más y él se retiro enseguida.
Hoy me sentía diferente, no podía explicarlo…
Las horas pasaban y todo seguía igual en mi interior; callado y vacio. Vaya que lo necesitaba, pero… él a mi no, y a pesar de todo eso era lo que aun me lastimaba, sin embargo, aunque la tristeza me inundaba no había vuelto a llorar.
Salí a comprar unas cosas para mi mamá, ¿acaso no podía tener un poco de consideración conmigo y mi malestar?
*Suspiro.Solo podía sentir aquel frio rozar con mi rostro y mis mejillas estaban calientes, más de lo normal, solo se escucha la brisa pasar atreves de los árboles y mis pisadas hundirse en esa capa de nieva blanca, estaba tan sola en esa calle… esa calle…
Tarde pocos segundos en darme cuenta de que inconscientemente había escogido ir por un camino al que anteriormente iba todos los días, el camino hacia su casa.
Ya estaba aquí, debía seguir.
Que pacifico se veía todo. Me detuve unos segundo en la entrada para observar la tranquilidad que había en el ambiente.
Sabía que estaban mejor así, sin alguien que estuviera entrometiéndose en su vida, sin mí.
Tenía aun la estúpida esperanza de que alguien saliera por esa puerta y pronunciara mi nombre, pero la realidad me hizo apretar mi cálida mano contra ese hierro descargando aquellos sentimientos, y sin más seguí mi camino a casa.
.-.
¿Cómo podía ser tan masoquista?
Mi malestar había aumentado pero mi terquedad era mayor. Estaba sentada junto a la ventana, y podía escuchar a profesora explicar aquellos puntos, pero yo no tenía mente para eso ahora. Cada vez me sentía más débil, y cada segundo lo necesitaba más a él.
Y como si no fuera suficiente, debía quedarme en clases para ayudar a la profesora, ahora como me arrepentía de ser presidenta de la clase, todo para llamar una atención que ni por el más grande esfuerzo podían ser escuchados mis anhelos.
.-.
Me dirigía hacia la dirección, tenía entre mis manos una caja llena de cosas, un tanto pesadas para mi estado físico podría decir, sabía que mi padre me mataría por ser tan descuidada y tan terca, pero no podía quedarme una día mas en cama, en estos momentos mi enemigo era el silencio… no quería pensar, no en él.
Mi cuerpo torpemente tropezó con una masa, subí mi rostro y estaba ella hay, era...
-Señora… -salió de mi boca aquella frágil palabra.
-Hola.-dijo ella sin nada más que decir. Su rostro era tan triste, acaso ¿ocurrió algo más?
-¿Pasa algo? –dije un poco desconcertada…
-Bueno, ya los papeles para la transferencia están listos – salió la directora de aquella oficina- Oh, chica, ¿Qué haces aun por aquí?
Ella… ¿ella había dicho transferencia? Aquella caja se resbalo de mis manos, pero eso era la que menos me importaba en este momento.