MY LUCKY STRIKE
Capitulo 17Hacía mucho tiempo que Nick pensaba en positivo. Entrenador tras entrenador, durante la última década había presionado el poder de visualización sobre él y sus compañeros. Entonces, aunque no fuese bueno en eso de cortejar, actuar como si supiese lo que quería, funcionaba la mayor parte del tiempo en el campo.
Si quería ganar juegos, los ganaba. Si quería mucho dinero, lo tenía. No se le había ocurrido usar esa técnica para conseguir una chica, sin embargo, nunca había querido a nadie tanto como quería a _____ y ciertamente, nunca había tenido que trabajar para ello tampoco.
Caminó por la cocina dando algunos autógrafos y preguntó donde se había ido ella. Algo en la oscura escalera lo incitó a un flujo de imágenes sensuales. _____ pidiéndole que le sacara el vestido, saludándolo, arrancando sus ropas y sentándose en su regazo, implorando para que golpee su trasero sexy vestido de encaje.
Estaba ensimismado en aquella imagen fantástica, mientras subía los escalones circulares. Un leve olor a manzanas y canela estaba en el aire y supo que andaba en el buen camino. Su polla se endureció al pensar en cómo sería de suave el trasero en la palma de una mano y cómo sería de bueno encajar sus pechos en la otra.
Y entonces ella encendió la luz y él vio un paraíso de juguetes sexuales. Nunca había visto tantas fotos eróticas, pinturas, esculturas, dildos, vibradores y libros fuera de un sex- shop.
Estaba claramente mejor que en ellos si alguien le preguntara sobre lo que había visto. Tal vez cuando dejase de jugar escribiera un libro sobre esto.
-Maldición, éste es el lugar - imaginó que ella probablemente estuviera asustada en ese momento.
Ella soltó una risita.
-¿Sabes que cuando me llevaste a tu sótano pensé que tenías una de estas habitaciones allí abajo?
-Como si yo necesitara encadenar a una mujer.
Los ojos de ella se abrieron al ver un vibrador de dos puntas a lo lejos. Tenía la certeza de que no tenía idea de lo que era.
-Es verdad - aceptó ella - pero aún así podías tener cosas perversas.
La empujó más adentro en la habitación.
-Vete al frente, examina todo, sé que te estás muriendo de curiosidad.
Ella hizo una mueca.
-Estoy muy enfadada ahora. Solo de pensar en Gordon aquí con... con quien sea - su hombro casi tocó en una estatua completamente erecta y saltó - espero que lave todo regularmente.
Mientras Nick hacía una lectura rápida del contenido de la habitación podía verla en conflicto consigo misma, abriendo y cerrando la boca.
-Sigue, pregunta. Sé que también te estás muriendo por eso -ella permaneció en el centro de la habitación, una diosa perfecta, pura, en medio del pecado.
-¿Alguna vez has...? Sus mejillas adquirieron un tono rosa.
-Una vez.
-¿Ya has usado este material? - la boca de ella se abrió de repente.
Él sonrió y miró los impresionantes aparatos. No le iban aquellas cosas, pero un par de esposas en _____ , ciertamente, no sería malo.
-No exactamente.
-Por favor, dime que en la imágenes no sales desnudo en una mesa de cuero y con un collar alrededor del cuello.
-Fui a un club una vez hace mucho tiempo. Solo para asistir, no para participar - se encogió de hombros - todos los tipos tienen curiosidad.
-No los que yo conozco - murmuró, y entonces preguntó -¿fue extraño o...? - Parecía no poder pronunciar la palabra -¿Excitante?
Cerca de la ventana vio un balcón y le cogió la mano.
-Ven conmigo afuera y te lo diré - dijo cuando ella voluntariamente escapó con él por un conjunto de puertas francesas.
La vista desde la terraza de la azotea era impresionante. El sol estaba comenzando a ponerse sobre campos interminables de viñedos y el aire estaba perfumado por el cultivo de las uvas. Cogiendo la mano de _____ algo en su pecho saltó como si estuviese a punto de vencer en un juego.
-Sinceramente - dijo mientras pasaba el pulgar suavemente por la palma de la mano de ella - no necesito un grupo de aparatos y extraños semidesnudos para que el sexo sea excitante.
Ella lo miró, sus ojos eran casi traslúcidos por el reflejo de la puesta de sol.
Él estaba fuera de control y solo quería rezar para que ella no lo rechazara.
-Todo lo que necesito es a ti.
~O~
Aquello debía de haber sonado como una invitación cursi, pero no pasó. Y había un millón de cosas que podría haber dicho como: -apuesto a que le dices eso a todas las chicas - o - dame una razón para creerte, pero no lo hizo. Las únicas palabras que le salían eran - solo una noche.
La miró insistentemente con una fuerza que la excitó completamente.
-Solo esta noche.
Él se movió deprisa, no dándole oportunidad de cambiar de idea, de oír a la parte de su cerebro que le recordaba donde estaba, que debería estar vigilando las actividades sexuales de él, no llevándolo al camino del pecado o de la perdición.
Llevó la mano de ella a su boca y le besó los nudillos. Sus labios eran suaves, tan suaves que no estaba preparada, no podía jamás haberse preparado para la sensación de él desdoblando sus dedos, para los besos que depositaba en su piel, para la forma en que veneraba cada pequeña parte de su cuerpo.
-Esta noche - murmuró él.
Lentamente la colocó de espaldas y ella colocó las manos en las rejas del balcón mientras apretaba sus caderas en su trasero.
-Siempre tan perfecta y hermosa.
_____ no podía moverse, hablar o pensar cuando deslizó el pulgar en la base de su cuello y hacia la línea del pelo. Contuvo la respiración esperando su próximo movimiento, sabiendo que no sería previsible.
Ella se había recogido el cabello en un moño apretado y suavemente se quitó las pinzas sacando los mechones uno a uno, dejándolos caer alrededor de su cuello y hombros. Dedos fuertes y maravillosamente suaves le masajearon el cuero cabelludo.
Un gemido salió de su garganta. Las puntas más largas de su pelo rozaban contra la punta de sus pechos y se encontró deseando que sus manos estuviesen sobre ella, en lugar de sobre su pelo.
-¿Esto te parece bueno? - le susurró contra el cabello.
-Mmm-hmm - susurró ella contestándole, no quería que parara el masaje, deseaba que solamente empujara su falda hacia arriba y la tomase sin más preliminares.
Las manos se movieron a través de sus hombros, los dedos rozaron sus clavículas mientras deslizaba la chaqueta negra de sus hombros. Ésta se resbaló contra su piel sensible, hacia abajo, al suelo y ella nunca lo había encontrado tan sensual. Nunca la había desnudado antes un hombre; ninguno había perdido ese tiempo.
Nick le apartó el pelo hacia un lado y empezó a desatar las tiras minúsculas detrás de su cuello que sostenían su vestido. El modo en que sus dedos acariciaban su piel, el hecho que toda su atención estuviera en ella era insoportablemente sensual.
Las tiras fueron retiradas y la excitación la inundó de la cabeza a los pies. No importaba como acabasen las cosas entre ellos, recordaría su gentileza y su toque suave el resto de su vida.
-Necesito que me prometas algo - dijo él.
De alguna manera ella consiguió mover la cabeza.
-Prométeme que me dirás si quieres que pare. No importa lo que pase.
De lo más profundo de su pecho algo completo y dulce comenzó a florecer.
-Lo prometo.
Un instante después le cubrió los pechos con sus grandes manos. Ella se rozó contra él, presionando en sus manos mientras la acariciaba con las puntas de sus dedos.
-¿Está bien? - preguntó él en voz baja
Ya sabía la respuesta, pero parte del juego estaba en oírla decirlo en voz alta.
Ella jadeó cuando el dedo pulgar y el índice encontraron sus pezones. Sus piernas estaban temblorosas y se inclinó hacia él, hacia su erección enorme para apoyarse.
-Está perfecto.
-Tú eres perfecta - suspiró antes de descender con su boca hacia el cuello, entonces, mordió en todos los lugares sensibles que recordaba después de cinco largos años. Todo el tiempo las manos acariciaron sus pechos que parecían más llenos y los pezones más rígidos con cada beso.
-Quiero más - dijo él suavemente y ella empujó sus caderas hacia él - Sí.
En un momento su vestido cayó en los azulejos de terracota.
La mirada vagó por sus piernas, sus caderas y su espalda, en un camino ardiente de destrucción voluptuosa. Ella no había sido capaz de resistirse y se había puesto su braga más sensual, negra, de encaje, que revelaba la mayor parte de su culo. Se había dicho a sí misma que no lo hizo con la intención de que él la viera, pero ahora, cuando estaba delante de él, apretada contra el balcón, sabía que lo había hecho.
Cada cosa hecha desde que había entrado nuevamente en su mundo fue con intención de seducirlo. Cada movimiento, todo lo que había dicho, todo lo que había pensado había sido con intención de tentarlo.
Quería que él la quisiese y él la quería. Quería el placer que él le daría.
Giró la cabeza ligeramente y él se lanzó sobre ella. La boca buscó la suya y una mano se curvó alrededor de sus costillas para atrapar sus pechos nuevamente. Por favor, imploró ella silenciosamente, por favor, tócame entre las piernas.
Respondiendo a sus oraciones, la mano libre empezó el viaje lento por su ombligo, debajo de su fino triángulo de encaje y la encontró mojada y lista, preparada para todo lo que le daría antes de acabar la noche. La mano en forma de concha la apretó y él metió el dedo entre sus pliegues; ella se arqueó con el pecho en su mano, apretando las caderas contra la otra. Él la torturaba de placer, elevando su deseo a lo más alto, hasta que pensó que gritaría.
Movió la boca desde sus labios hasta aquel lugar sensible detrás de su oreja.
-Goza para mí, dulzura - susurró y el término cariñoso la empujó a un clímax explosivo. Sus músculos se apretaron en torno al dedo largo y grueso cuando el orgasmo la atravesó.
No le importó si alguien que caminaba afuera, miraba hacia arriba y los vería pero, de algún modo, la idea la excitaba.
Se giró en sus brazos, la piel desnuda rozando contra su traje y extendió la mano para cogerle el rostro entre las manos.
-Te quiero desnudo, ahora.
El gimió y la besó fuerte mientras ella deslizaba las manos debajo de la chaqueta y la empujaba para que cayese encima de su vestido. Soltó los botones de su camisa blanca y la desabotonó, sus manos ansiosas recorrieron su pecho grande y suave, desde los hombros fuertes a sus caderas y en seguida a su espalda musculosa.
-Y después - dijo - te quiero dentro de mí.
-Dios existe - dijo él y gimió cuando ella le sacó la camisa y depositó un beso caliente en su pecho.
-Más -dijo ella sacándole los pantalones. No estaría satisfecha hasta que toda la perfección de él estuviese expuesta delante de ella.
-Parece que solo tengo que preocuparme de una última cosa -dijo ella mirando sus bóxer.
Amó el modo en que su polla empujaba en su dirección a través del fino algodón, amó lo próximo que estaba a tener lo que quería, lo que había soñado.
-Una cosa muy importante -dijo Nick, y ella rió.
El sexo y la risa nunca habían sido compañeros en su experiencia con los hombres. Hasta Nick, en su noche de graduación, sintió principalmente miedo y excitación.
No se acordaba de una alegría desbordante, en una fuente infinita.
Aún sonriendo, empujó suavemente la cinturilla de sus bóxers sobre la erección. ¡Oh dulce señor, era tan grande!
Y tan guapo.
Su memoria no recordaba una realidad tan magnífica.
Aquel pene era una obra maestra.
Ella envolvió sus dedos alrededor de él, pasando su mano de arriba abajo por su dureza grande y caliente mientras los músculos de sus caderas se tensaban.
-No me entiendas mal dulzura, lo que estás haciendo ahora mismo es lo más alto en mi lista, pero...
Ella aflojó la mano en la pulsante erección. Por más divertido que fuese saber que tenía el poder de hacerlo gozar, no quería perder la oportunidad de tenerlo dentro de ella.
-Por favor, dime que tienes un preservativo contigo - dijo ella. Si hubiera un momento para estar a la altura de su reputación como un conquistador de proporciones épicas, éste era ahora. Ella no había traído uno, claro, porque eso habría significado admitir a sí misma que tenía intención de tener sexo con él.
Nick se curvó hacia abajo y sacó uno del bolsillo de su chaqueta y, en un instante, rasgó el paquete y deslizó el preservativo en su polla.
Mirando para aquel hombre de un metro setenta delante de ella, ____ perdió el aliento. Olvidó todo sobre la exposición de la celebridad, olvidó sobre el trabajo que debiera hacer esa noche, olvidó todo, menos su necesidad de entregarse a él.
-¿Aquí? - Preguntó él -¿contra el balcón?
Ella miró la enorme erección que llamaba su atención.
-Aquí mismo.
-Pon tus brazos alrededor de mi cuello - él la dirigió y ella se acercó un paso rodeando con sus piernas las caderas de él. Amó el modo en que sujetó su peso, cogiéndola contra sus grupas.
-No te dejaré caer - prometió.
-Lo sé.
Ella se abrió a él, tomando la punta de su pene. Estaba tan mojada, tan preparada para él como nunca estaría para otro hombre. Sus músculos se pusieron tensos cuando la aseguró en la punta de su eje. Estaba contento por los ejercicios de musculación sin fin y sus entrenamientos largos y pesados. Ningún otro hombre podría haberla mantenido así, a punto de engullirlo del todo. Pero Nick podía. Y ella amó eso.
-¿Quieres oírme implorar? - le preguntó y sus palabras sugerían que estaba al borde de un límite del que no había oído nunca antes.
Se había ido el encanto travieso y en su lugar había aparecido el guerrero que sabía de sus límites y estaba emitiendo un aviso sensual.
Ella no podía ser tan cruel, entonces lo tomó un poco más.
Entonces todo el infierno se liberó.
Las caderas de él se empujaron hacia las de ella y ella no pudo resistir el tomar todo lo que le era ofrecido, cada gota de placer. Se agarró a él ávidamente y cuando empujó su espalda contra el balcón se introdujo fuertemente y después más profundamente aún.
Su nombre estaba en sus labios cuando empezó a subir nuevamente, cada vez más alta, amando el modo en que su polla se tornaba mayor y más dura en cada golpe.
Usó las manos para deslizar las caderas de ella hacia arriba y abajo, rozando el clítoris contra su hueso pélvico. ¡Era tan bueno!
-Nick - susurró frenéticamente queriendo gritar de placer.
-Estoy contigo dulzura.
Dentro de ella el clímax explotó y le apretó a erección con sus músculos.
Su grito fue apagado por su pelo cuando él se hundió una última vez, protegiéndola de la baranda de metal con sus dedos.
Incluso a través de la niebla espesa de su propio orgasmo, amó el modo en que su polla latía y lamentó la fina separación del preservativo entre ellos.
Nunca había experimentado nada tan maravilloso en toda su vida, pero cuando la cordura volvió supo que aquella vez había sido todo lo que podía arriesgar. No importaba cuánto deseaba lo contrario.