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 Pecados de la Carne (Joe&Tú)

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yhamrzLovato
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeJulio 24th 2011, 22:32

Siguelaaaaaaaaaaaa!
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeJulio 25th 2011, 16:43

SE CANCELA
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Dreaming*Awake
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeJulio 30th 2011, 04:45

hholaaaa soy new reader!
me fasciina tu nove!
peroooo como q se cancelaaa? affraid
debe ser una broma no?
no me he amanecido hasta las 6 am para terminar de leer tu nove a escondidas
*pues deberia estar durmiendo* solo para enterarme que la vas a cancelar! Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 759706 Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 876137
no puedes cancelarlaaaaaaa,,,, no seas malaaaaaa
siguela por favor!!!!!!!
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yhamrzLovato
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 4th 2011, 22:42

SIGUELAAAAAAAAAAAAAAA QUE ESPERAS AMO TU WEB
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MensajeTema: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 6th 2011, 17:03

Pecados de la Carne (Joe&Tú)


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Capítulo 17



Joe exhaló un tembloroso suspiro. El recuerdo de la caricia de Ariel aún lo obsesionaba. Había pasado tanto tiempo desde su asesinato que creía que se había acostumbrado a estar solo, que podía aceptar vivir sin una pareja de sangre. Cuando miraba a _______, no sólo aumentaba el vacío en su corazón, sino que también confirmaba una gran verdad: sin su alma gemela, su pareja de sangre, él era tan absurdo como un empapelador con un solo brazo.
Joe se desabrochó la camisa. Al abrirla, su pecho desnudo quedó al descubierto. Justo encima de su pezón izquierdo tenía una marca de nacimiento. _______ _______ tenía una exactamente igual. En el muslo izquierdo. ¿Coincidencia?
El no creía que fuera una coincidencia. Del mismo modo que no creía que Ariel hubiera vuelto a él. Se le hizo un nudo en la garganta; la turbación corría libremente por sus venas. No, su magnífica señora había hecho mucho más que eso. Le había mandado una señal, un regalo... y su bendición.
«Sigue adelante —le estaba diciendo—. Vive de nuevo. Ama de nuevo.»
Había pasado mucho tiempo desde que se planteó por última vez introducir un humano al colectivo Kynn. Muy pocos le habían parecido lo suficientemente dignos como para recibir ese regalo.
________ le parecía digna de recibirlo. Era una mujer que emitía vibraciones de intensa sexualidad y tenía una poderosa fuerza vital. Una fuerza que estaba esperando que el hombre adecuado la hiciera estallar.
Joe levantó la barbilla con determinación.
—Yo seré ese hombre.
Cuando por fin acabó la noche, lo único que quería _______ era irse a casa. Pero por lo visto no iba a ser tan sencillo.
Frunció el ceño e hizo girar las llaves por segunda vez. Con fuerza. El motor emitió un débil zumbido. Ni luces en el salpicadero, ni vida de ninguna clase. Nada. Mierda. Fantástico. Primera noche de trabajo y su coche decide morir en el aparcamiento.
Miró a su alrededor. Los demás empleados se dispersaban rápidamente.
Suspiró con frustración.
—Genial, supongo que me he quedado tirada.
Debería haberse imaginado que, tarde o temprano, se encontraría en esa situación. Últimamente, su camioneta (que arrastraba ya veinte años a sus espaldas) la había estado avisando. Al principio emitía quejidos y expelía todo tipo de gases, además la transmisión chirriaba a todas horas. Justo cuando más la necesitaba, aquella vieja tartana, a la que había apodado «la puta azul», finalmente pasó a mejor vida.
_______ se inclinó hacia delante y apoyó la cabeza en el volante. Esbozó una mueca agria. « ¡Qué suerte tengo!» No le quedaba otra salida que llamar a la grúa.
Esa idea la hizo palidecer. La factura de la grúa acabaría definitivamente con sus preciadas reservas económicas. No quería ni pensar en las reparaciones. Teniendo en cuenta la antigüedad del vehículo, probablemente arreglarlo sería más caro que el maldito cacharro entero.
Se sentía exhausta.
Alguien golpeó con suavidad la ventanilla.
— ¿Está usted bien, señorita _______? —Formal, seco y muy correcto, aquel tono de voz era inconfundible.
_______ se sintió abochornada. «Los dioses deben odiarme.» Ni siquiera se planteó que tal vez los dioses sólo estaban sonriendo un poco. La única cosa que veía al final del túnel era un tren acercándose a toda velocidad.
Después de prácticamente haber mandado a Jonas a la mierda, había intentado mantenerse lo más alejada posible de él y había rezado todo lo que sabía para que no la hiciera subir a su despacho y la despidiera. Para su sorpresa, él también había estado manteniendo las distancias. _______ dio las gracias a la Providencia: había conseguido acabar la noche conservando su trabajo intacto y, mientras salía por la puerta de atrás, esperaba poder escapar sin que él se diera cuenta.
Se incorporó y, rápidamente, se puso algunos mechones de pelo detrás de las orejas y se frotó los ojos: se le corrió el rímel. No le importaba en absoluto. Su maquillaje había perdido el brillo hacía ya muchas horas. Tenía la nariz aceitosa, las mejillas pálidas y el rímel hecho un pegote. Después de haber pasado ocho horas de pie en un local lleno de humo se podía decir que estaba hasta guapa.
Tampoco es que ese tema le importase en absoluto.
Le dolían los pies, la cabeza la estaba matando y sentía que se le iban a salir los ojos de las órbitas. Y, encima, su maldito coche la había dejado colgada. En su caso, la ley de Murphy estaba haciendo horas extras.
_______ bajó la ventanilla. Sus ojos se encontraron con los de Joe, él la miraba con curiosidad, ella con cautela.
—Estoy bien. Sólo he tenido un ligero contratiempo. Mi coche no arranca. —Metió la mano en el bolso y sacó el teléfono móvil—. Sólo tengo que llamar a la grúa y todo solucionado.
En los labios de Joe se dibujó una irritante sonrisa.
—Pueden tardar mucho en llegar. ¿Por qué no me dejas que te lleve a casa?
_______ negó con la cabeza; recordaba perfectamente lo que había sucedido entre ellos hacía sólo unas horas. Aunque no parecía que Joe le guardase rencor, quedarse a solas con él no parecía ser la opción más inteligente. Y no porque no confiase en él, sino porque no confiaba en ella misma. Aquel hombre, delgado, tonificado y con un cuerpo tan firme que parecía una estatua, era capaz de ponerla a cien con sólo rozarla. La primera vez había sido capaz de decir que no. Si ocurriese una segunda vez, no creía que pudiera rechazarlo.
Lo más inteligente que podía hacer era mantenerse fuera de su alcance. Le había hecho pensar en todos los placeres relacionados con el cuerpo de un hombre que se le ocurrieron (incluyendo algunos que se podía imaginar, pero que no había probado nunca). Hacía un año hubiera estado preparada, dispuesta y capacitada... Ahora se sentía como un cachorro asustadizo del que habían abusado. Tenía muchas dudas. Un guapísimo hijo de puta, muy atractivo y con una sensual sonrisa, había destruido y quemado todas sus emociones. Aquella experiencia había resultado devastadora económica y emocionalmente.
Y está claro que el gato escaldado del agua fría huye. La faceta más testaruda de _______ salió a flote y negó con la cabeza.
—Mi coche seguiría estando parado aquí. Si me lo llevo a casa esta noche, podré llevarlo al mecánico a primera hora de la mañana. —Su coche era una auténtica basura, el parachoques trasero estaba abollado, tenía más óxido que pintura y el lado del copiloto tenía una inclinación muy peculiar como resultado de una reparación un poco chapucera.
El se encogió de hombros.
—Como quieras...
Cuanto antes solucionara aquel desastre, antes se podría ir a casa. Sola. Le dolían hasta las pestañas y lo único que quería era darse un largo baño caliente y apoyar la cabeza en una almohada.
Marcó el número de información y le dieron el teléfono de la grúa. Una voz femenina le informó de que podían mandar una grúa, pero que tendría que esperar por lo menos una hora, quizá más.
Cerró el teléfono y lo guardó.
—Ya están avisados. Tardarán una hora, tal vez más. Supongo que tendré que esperar.
Joe se inclinó sobre el coche.
—Esperaré contigo.
_______ no sabía muy bien qué pensar o qué hacer. El club estaba cerrado y el aparcamiento era un desierto. Aunque estaba bien iluminado, estar a esas horas de la noche en un espacio tan abierto resultaba muy inquietante. Como el club estaba situado a las afueras de la ciudad, cuando cerraban, la gente se marchaba muy rápido.


Capítulo 18



Si alguien quería acosar a una mujer sola, no había allí nada que se lo impidiera. Miró a Joe. Un deseo líquido se deslizó lentamente entre sus piernas. «Y si alguien quisiera acosar a una mujer totalmente dispuesta, tampoco habría ningún impedimento.»
_____, decidida a no morder el anzuelo, sacudió la cabeza para aclarar sus ideas. Definitivamente no era algo en lo que debía pensar. Se pasó una mano por el estómago intentando aliviar la presión que sentía. No funcionó.
—Es muy amable por tu parte, pero no tienes por qué quedarte. —Esperaba que Joe entendiera la indirecta y se marchase. Echar al dueño de su propio aparcamiento no resultaba sencillo.
Él, preocupado, achinó los ojos.
—No puedo dejarte aquí sola... —empezó a decir.
_____ seguía convencida de que se iría. Puso el seguro. En ese momento no tenía mucho sentido dado que la ventanilla estaba bajada, pero esperaba que no se quedase así mucho tiempo más.
—Puedo cerrar las puertas hasta que llegue la grúa. Y tengo mi teléfono móvil. Estaré bien. De verdad.
Las palabras de _____ no lo hicieron ceder.
—En lugar de quedarte aquí sentada tú sola, ¿por qué no me dejas invitarte a una taza de café? —Señaló la carretera con la cabeza—. Hay una cafetería a menos de cuatrocientos metros de aquí. Podemos ir a comer algo y estar de vuelta para cuando llegue la grúa.
Justo en ese momento a _____ le sonaron las tripas.
Hacía muchas horas que no comía nada, y una cremosa taza de café con azúcar le sentaría de maravilla.
Sin embargo, seguía dudando.
No confiaba nada en los hombres. Sobre todo en los melosos embaucadores con un aspecto tan devastador que podían hacer que cualquier mujer cayese rendida a sus pies.
—De verdad, no hay motivo por el que deba retenerte.
Joe se encogió de hombros.
—No tengo donde ir; nadie me echará de menos si no aparezco.
Qué curioso, ella podía decir exactamente lo mismo. _____ esquivó ese comentario. No admitiría bajo ningún concepto que podía desaparecer tras una cortina de humo y nadie la echaría de menos hasta que hubiera que pagar las facturas. Estar sola era definitivamente una mierda, pero que te jodan la vida y luego te abandonen era mucho peor.
Si hubiera lanzado una moneda al aire para decidirse, hubiera preferido que ganara la opción de quedarse sola y que Joe se fuera. Si estaba sola nadie la decepcionaba, nadie le mentía, nadie utilizaba indiscriminadamente su tarjeta de crédito y le robaba el portátil antes de desaparecer.
—Mmm..., me quedaré aquí.
Joe, sin desanimarse, se agachó. Estaba más cerca de ella de lo que lo estuvo en el club. La sutil esencia de su loción para el afeitado potenciaba el olor a piel de hombre caliente. Era un tentador aroma muy seductor.
¡Oh, Dios! _____ agarró el volante con fuerza. Se puso a temblar y sus hormonas empezaron a amotinarse de nuevo. La fuerza de voluntad amenazaba con abandonarla.
—La verdad es que no debería. —Y entonces, para ser más correcta, añadió—: Pero gracias por el ofrecimiento.
Brillantes destellos de electricidad parecían bailar en las profundidades de los ojos de Joe, que no apartaba ni un momento su inquebrantable mirada de _____.
—Sólo una taza de café. Te prometo que volveremos antes de que llegue la grúa.
Ella, casi hipnotizada, parpadeó con fuerza. Maldita sea, se lo estaba poniendo muy difícil.
—Yo... —incapaz de continuar se humedeció los labios.
Antes de que pudiera acabar, Joe puso un solo dedo sobre sus labios y la hizo callar. La electricidad crepitaba entre su dedo y sus labios.
— ¿Aceptarías si prometo no seducirte? —preguntó.

_____ se sentó a una mesa que tenía bancos a ambos lados y colocó el bolso entre su cuerpo y la pared. Poder sentarse y relajarse después de haber pasado ocho largas horas de pie era más que un alivio, era una bendición. Tendría que acostumbrarse a estar despierta toda la noche. Normalmente, no se iba a la cama más tarde de las once. Trabajar en el Mystique significaba tener que estar atenta y preparada para mover el culo en cualquier momento.
Joe se quitó el abrigo. La camisa blanca que llevaba bajo el chaleco abrazaba sus anchos hombros. La tonalidad gris perla combinaba perfectamente con el tormentoso gris de sus ojos. Se aflojó la corbata y se desabrochó algunos botones de la camisa ofreciendo una imagen muy sexy de su pecho. Llevaba una barba de tres días que le oscurecía la mandíbula y le brindaba, a pesar de su elegante ropa, una imagen de chico malo. Estaba relajado y desprendía un aire informal.
Dejó el abrigo sobre el banco y se sentó frente a _____. Cuando se deslizó en el estrecho asiento, sus piernas rozaron las de ella.
_____ le lanzó una mirada incisiva y se aclaró la garganta para llamar su atención.
—Disculpa.
—Perdona —dijo él esbozando una sincera sonrisa.
Ella lo miró. La mesa los separaba, pero no parecía haber distancia suficiente entre ellos. Aunque estaban rodeados de gente, tuvo la sensación de estar sola con él. «Tal vez sea porque soy sumamente consciente de su presencia», pensó _____.
Por educación, intentó devolverle la sonrisa.
—No pasa nada. —Nerviosa, dirigió su mirada hacia arriba. Alguien había lanzado un cuchillo al techo y allí se había quedado clavado. Como nadie se había molestado en quitarlo, imaginó que no sería peligroso.
Miró a su alrededor. El cuchillo del techo encajaba bastante bien con la decoración general de aquel bar de camioneros. El local formaba parte de una popular cadena de cafeterías; sobre las paredes blancas se dibujaban chillonas rayas naranja. Sólo a un ciego se le hubiera pasado inadvertido el parpadeante neón de la puerta, y resultaba imposible no escuchar los frenos neumáticos de los camiones que iban y venían sin descanso las veinticuatro horas del día.
Aquel lugar era para gente que estaba de paso. Tan pronto como un grupo de traseros desocupaba una de las mesas, otro grupo de traseros la ocupaba de nuevo, normalmente incluso antes de que se hubieran llevado los platos sucios. La limpieza era negociable y la clientela cuestionable, pero a nadie le importaba. El café se servía caliente, la comida era decente y las brillantes luces y el bullicio garantizaban que no se viesen cosas raras en el local.
No era ni de lejos el tipo de local que frecuentaría un elegante hombre inglés, era más bien un lugar en el que uno esperaba encontrar camareras con poca ropa.
Algunos de sus compañeros de trabajo estaban allí, y también había varios clientes habituales del Mystique. Aunque las horas de fiesta ya habían pasado, los merodeadores nocturnos eran reacios a finalizar la noche. _____ se había puesto un suéter para cubrir su cortísimo uniforme y, sin embargo, había pillado a más de un camionero mirándole las piernas. Las medias color humo que llevaba no eran lo suficientemente tupidas y seguía sintiéndose desnuda. Algunas personas saludaron a Joe.


Capítulo 19



Él se los quitó de encima para poder centrar toda su atención en ______.
—En cuanto a lo que ha pasado antes...
Ella, intentando no hacer ninguna mueca extraña al recordarlo, hizo un gesto con la mano.
—Olvidémoslo.
Los ojos de Joe, de un profundo tono gris metalizado, se encontraron con los de ella.
— ¿Estás segura de que eso es lo que quieres hacer?
¿Significaba eso que quería saber si iba a demandarlo por ser demasiado pulpo? ______ lo consideró. Al recordar lo que había pasado, no le quedaba más remedio que admitir que Joe no había hecho nada que estuviera tan mal. No le había sobado el culo ni había hecho ningún comentario sexual desagradable. En realidad, sólo le tocó la mejilla y murmuró... « ¿Qué?».
Apenas podía recordarlo. Qué curioso..., creía que había memorizado sus palabras. Ahora parecían haberse perdido en las profundidades de su cerebro. Cansada. Estaba tan condenadamente cansada... Mantener los párpados abiertos suponía para ella toda una batalla. Ya pensaría en eso mañana. También pensaría en la reacción que tuvo cuando él la tocó, en cómo se estremeció todo su cuerpo. El mero hecho de estar sentada frente a él ya la hacía sentir...
Un bostezo enorme la hizo reaccionar. Recordó las últimas palabras de Joe y retomó el hilo de la conversación.
—Se acabó. Ya está. Reaccioné así por los nervios. Primera noche, trabajo nuevo...
— ¿Estás segura de que eso fue todo? —Su profunda voz escondía una secreta insinuación.
El corazón de ______ se aceleró. ¡Maldita sea! La había vuelto a meter de lleno en el atolladero. Joe Jonas no parecía entender el concepto «complace al jefe para poder pagar las facturas». ______ estaba empezando a enfadarse. Probablemente, él había nacido rico y no había tenido que trabajar ni un solo día en toda su vida. Por lo que había podido observar en el club, parecía que lo único que hacía Joe era pasearse alegremente por el local estrechando la mano de los clientes habituales. Si había alguien allí que trabajaba de verdad, ésa era Rosalía Dayton. Cuando la vieja sacaba el látigo, los empleados saltaban.
______ se tragó el nudo que se le estaba formando en la garganta.
—Por supuesto —contestó aguantándole la mirada—. No pasó nada. —Su gélido tono cerró el tema.
—Claro —dijo él. Luego repitió las palabras de ______ como si quisiese reafirmarlas—. No pasó nada.
—Bueno, es verdad —insistió ella con el ceño fruncido.
El esbozó una astuta sonrisa.
— ¿Estás segura?
______ rechinó los dientes. Joe flirteaba y eso le daba ventaja. Justo cuando a ella se le iba a escapar un desagradable comentario sobre su madre, llegó la camarera.
¡Gracias a Dios! Un descanso. ______ no tenía ninguna intención de comer. Con una taza de café bastaría. Más tarde, cuando llegase a casa, ya comería algo. Cuanto menos tiempo tuviera que pasar con Joe, mejor. Aún no sabía si tenía ganas de pegarle o de besarlo.
El rubor le cubrió las mejillas. Por algún motivo que aún desconocía, todos los pensamientos que tenía sobre Joe estaban relacionados con el sexo. Tosió tapándose con la mano para esconder su vergüenza.
Una camarera pechugona que llevaba puestos unos ceñidos y modernos vaqueros y una camiseta aún más ajustada llegó a toda prisa con los menús. El logotipo del bar estaba bordado sobre uno de sus enormes pechos; era toda sonrisas y pelo rubio.
Dejó los menús sobre la mesa ignorando totalmente a ______ y comiéndose a Joe con los ojos. Por lo visto, las mujeres también tenían carta blanca para babear ante un buen trozo de carne masculina. El parecía no darse cuenta de la hambrienta mirada de la chica.
— ¡Joe, cariño! —La chica se inclinó sobre la mesa para ofrecerle una buena perspectiva de su culo—. Por Dios, ¿dónde has estado escondido? Hace mucho tiempo que no te veo por este tugurio.
El se encogió de hombros y echó una curiosa mirada al trasero de la chica. A la camarera no pareció importarle en absoluto.
—He estado trabajando, Jaye —respondió dirigiéndose a ella por el nombre que aparecía en su placa identificativa.
Ella sonrió nerviosa, puso la mano sobre el hombro de Joe de un modo muy familiar y le lanzó una indirecta.
— ¿Y no tienes tiempo para jugar?
—Últimamente no.
Ella jugueteó con su chicle al mismo tiempo que se inclinaba hacia delante enseñando bien sus enormes tetas. Como si algún hombre pudiera olvidar el aspecto de semejantes atributos.
—Tendremos que hacer algo para solucionar eso. Y muy pronto, corazón. Ya sabes dónde estoy.
La mirada de Joe descendió hasta su deliciosa delantera.
—Claro, cariño.
¿Corazón, cariño? El jueguecito que se traían le estaba dando a ______ ganas de vomitar. Mmmmm. ¿Así que los rumores eran ciertos? A Joe le gustaba flirtear con mujeres vulgares.
______ observó a la rubia. Sus muslos eran demasiado anchos y parecía que se había aplicado el maquillaje con una paleta; no le veía el atractivo por ningún lado. Si a Joe le gustaban las mujeres pechugonas y descaradas, estaba claro que ella se iba directamente al banquillo. ______ era alta y delgada; no se podía comparar con aquella chica.
Por un lado, se sintió aliviada, y por otro, decepcionada.
Mierda.
«Bueno, no es como si quisiese enrollarme con él», se recordó a sí misma. ¿Es que no había aprendido nada después de su pequeño escarceo con Dan Sawyer? Los hombres guapos utilizaban, abusaban y luego la tiraban a una a la basura. Había pasado un año y aún tenía secuelas de todos los líos en los que la había metido su ex novio.
Jaye sacó una libretita del bolsillo trasero de su pantalón.
— ¿Qué va a ser, cariño? ¿Lo de siempre?
Joe cedió el turno a ______.
—Sólo café —dijo ella.
—Estoy seguro de que te gustaría tomar algo más sustancioso que un café —dijo él—. Tenemos tiempo suficiente para comer algo, y aquí la comida está bastante buena.
Jaye pareció advertir la presencia de ______ por primera vez. Le lanzó algunos puñales con sus ojos verdes. Era obvio que le hubiera gustado ser ella la que estuviera sentada a aquella mesa, y vio en ______ a una clara competidora.
— ¿Trabaja para ti? —preguntó como si ______ no estuviera allí para contestar.
Joe asintió.
—Es su primera noche.
—Deberías comer algo, querida. Ese sitio está especialmente diseñado para matar de hambre a cualquier mujer. —Volvió a mirar a Joe—. Yo tengo muy claro lo que querría comer...
______ apretó los labios.
—Sólo una taza de café, por favor. —Y otra para mí —dijo Joe.
— ¿No vas a tomar lo de siempre? —preguntó Jaye. Joe dio a ______ un suave golpecito en la pantorrilla con la punta del zapato. Eso significaba que no estaba tomando en serio el flirteo de Jaye. ______ pensó que tal vez debería relajarse y comer algo.


Capítulo 20



—Estoy muerto de hambre, pero odio comer solo. —Ella cogió la indirecta. La conciencia sexual la envolvió de nuevo. Decidió darle una pequeña réplica.
Le devolvió el golpecito con la punta del tacón y recorrió la pierna de Joe desde el tobillo hasta la rodilla mientras se aguantaba la risa. «Ya ves», pensó. Los dos podían jugar a hacer piececitos por debajo de la mesa. Cuando menos lo esperaba, el coqueteo adquirió una nueva dimensión; ______ decidió permitirse esa pequeña licencia. «Tranquilo, Joe, tranquilo. Me puedes mirar, pero no me puedes tener.»
Abrió el menú y echó un vistazo a las propuestas. Un bar de camioneros no ofrecía mucha comida sana. La mayoría de platos estaban diseñados para saciar el enorme apetito de aquellos hombres. Si se comiese uno de aquellos bistecs o un plato de comida mexicana, reventaría las costuras del uniforme.
Sus ojos se pararon en las ensaladas. ¡Aleluya! La ensalada César era implanteable, pero se podría comer un cuenco de queso fresco y pina.
—Ensalada de frutas.
Jaye, muerta de envidia, la miró de arriba abajo.
— ¿Grande o pequeña?
______ sonrió satisfecha mientras le devolvía el menú. El motivo por el que Jaye no trabajaba en el Mystique era obvio. No había uniformes de su talla.
—Pequeña —respondió dulcemente.
La mujer recogió los menús.
— ¿El número tres, cariño?
—Con una ración doble de tostadas a un lado. —Joe no había mirado su menú. Por lo visto, había estado allí las veces suficientes como para saber perfectamente lo que se podía comer.
Jaye garabateó lo que habían pedido en su libreta y desapareció. Volvió con dos tazas de café, agua fría y un cuenco lleno de envases individuales de leche en polvo. Lo puso todo sobre la mesa y luego añadió los cubiertos y las servilletas. Era eficiente, pero de repente ya no estaba tan habladora.
—La comida estará lista en un momento —les informó antes de irse corriendo a atender a otros clientes que apreciasen más sus atributos. Así que volvían a estar solos otra vez. ______ empezó a juguetear con su café sin saber qué decir. Le puso edulcorante y vertió dos raciones de leche en polvo. Al remover, el fragante aroma del humeante café caliente penetró en sus adormecidos sentidos. Dio un gran sorbo, paladeando su sabor.
Joe no le puso nada al café; se lo tomó sin azúcar y sin leche.
— ¿Te sientes mejor?
Ella asintió.
—Mmmm, mucho mejor. —Otro sorbo—. Dios, ¡cómo necesitaba un poco de cafeína!
El parecía satisfecho mientras se tomaba el café. Dio otro golpecito al tobillo de ______.
— ¿Algún hombre te ha dicho alguna vez lo bonitos que se ven tus ojos asomando por encima de una taza de café? —preguntó con una mirada lasciva.
El deseo también recorrió el cuerpo de ______. Ignoró el rugido de su propia sangre y niveló su mirada.
—No, por favor...
—Es verdad.
Ella suspiró y bajó la taza. Sus dedos seguían enroscados en ella; con las manos recogía el calor que desprendía el café.
—Hablaré de cualquier cosa menos de eso, Joe —dijo con firmeza.
Él le volvió a tocar el tobillo con el pie.
—Hablemos de ti entonces. ¿Cómo acabó en mi oficina una chica tan guapa como tú?
Grrrr. Estaba claro que iba a hacer lo que le diera la realísima gana.
—Ya sabes la respuesta.
—Tu librería quebró.
—Sí, me encantaba tenerla. Se podría decir que era mi sueño hecho realidad. —Cuando era niña pasaba horas con la nariz metida en un libro; vivía a través de las vidas de los personajes que descubría en la letra impresa. Por aquel entonces, la lectura era la única manera que tenía de escapar de la tristeza de su infancia y de unos padres que se emborrachaban y se peleaban tan violentamente como follaban.
Él dio otro sorbo a su café.
—Háblame de tus sueños.
Ella hizo una mueca. Si hubiera sabido que le iba a aplicar el tercer grado, se hubiera quedado en el coche.
—Han quebrado. Más o menos como toda mi vida.
— ¿Por qué piensas eso? —le preguntó él mirándola fijamente con sus ojos grises.
Ella se encogió de hombros.
—Olvídalo. La vida es una mierda, y cuando te quieres dar cuenta, te mueres.
Joe hizo un gesto burlón con la mano.
—Eres demasiado guapa para ser tan cínica.
—Digamos que he tenido mucha práctica —contestó ella, dando golpecitos a la taza.
— ¿Siendo guapa? —la provocó Joe con una mirada expectante.
______ negó con la cabeza.
—Lo estás haciendo otra vez.
El se puso serio y su sonrisa se desvaneció.
—Perdona. Es difícil controlarse. —La sonrisa reapareció—. Me gusta mirarte. —Estaba esforzándose todo lo que podía, utilizando su sentido del humor para conseguir que ella bajara la guardia. ______ tendría que ir con mucho cuidado. A poco que se descuidara, acabaría directamente en sus brazos.
Se sentía muy atraída por él y se puso más nerviosa. Se sacudió la tensión armándose mentalmente contra la tentación. No pensaba dejar que Joe rompiera su resistencia.
—Tengo una norma. —Sacudió la cabeza vigorosamente—. Ya no mezclo el trabajo y el placer.
— ¿Ya no? —Preguntó él, levantando las cejas—. Entonces hubo un tiempo en que...
Como no quería hablar de su pasado lo cortó. En ese momento ya no quería hablar de nada. ¿Por qué no podía simplemente dejarla disfrutar de su café en silencio?
—Lo hice una vez; salió mal. Fin de la historia.
—Bien, pues cuéntame otra historia. Algo sobre tu vida.
______ respiró hondo y se puso las manos sobre el regazo.
—Eso también salió mal. —Miró su reloj esperando disuadirlo. Sólo habían pasado cinco minutos. Qué curioso, parecía que había pasado mucho más tiempo. La grúa aún tardaría unos cuarenta minutos más en aparecer.
«Cuarenta minutos es demasiado tiempo», pensó ella.
— ¿Dónde está esa camarera? —En aquel momento prefería pelearse con la celosa de Jaye que dejar que Joe removiera sus emociones.
Él carraspeó para atraer su atención.
—Si necesitas llorar, te puedo prestar mi hombro.
______ percibió la ternura que escondían sus palabras; de repente, tuvo la total certeza de que aquel hombre podría volverla loca si se lo propusiera. Ella se quedó mirando fijamente su taza de café. Estaba vacía, no quedaba ni una gota. Qué irónico. Su vida estaba tan vacía como aquella taza.
______ se tapó los ojos con la mano; temblaba.
—Yo ya no lloro. —Respiró hondo de nuevo y soltó el aire despacio. La amargura se empezó a apoderar de ella—. Vale, ésta es la versión abreviada: nací, crecí.
Joe parecía dubitativo.
—Creo que prefiero la versión más larga.
______ se quitó la mano de la cara. Su expresión se endureció.
—Vale. Mi padre bebía. Mi madre bebía. Mi padre se fue cuando yo tenía siete años. Mi madre murió cuando yo tenía ocho años. Cuando tenía veintiún años, mi padre apareció o, mejor dicho, apareció su abogado. Mi padre había muerto, pero tenía un seguro de vida. Eso me dio el dinero suficiente para montar mi librería. Doce años más tarde estoy otra vez sin nada. Arruinada. —Se lo quedó mirando fijamente—. Así que cuando digo que prefiero ignorar mi pasado, lo digo en serio.
Joe se dirigió a ella con suavidad.
—Nunca encontrarás refugio en el olvido. Sólo dolor.
A ______ se le escapó una sonrisa.
— ¿Por qué los ingleses siempre tienen que recurrir a Shakespeare?
El sonrió intentando relajarla.


Capítulo 21



—Eso era de Wilde, creo.
Rozó de nuevo el tobillo de _____. Lenta, larga y persistentemente. Esta vez fue más íntimo.
—Y, como ya sabes, Wilde en inglés suena igual que la palabra salvaje. Algo que estoy convencido de que eres en la cama.
_____ no sabía si pegarle o gemir. Lo miró con recelo. Sin querer, Joe había encendido un fusible emocional en ella, y _____ sospechaba que estaba intentando apagarlo antes de que ocurriese alguna tragedia. Si su vida no hubiera sido un monstruoso desastre, seguro que se sentiría tentada de aceptar su oferta.
Sacudió la cabeza para aclarar sus ideas y ahuyentar las fantasías que él le provocaba con tanta facilidad. Era mucho mejor mantener su libido controlado. Joe era su jefe, ¡por el amor de Dios! Ese era motivo más que suficiente para guardar las distancias y mantenerse fuera de su alcance.
Había llegado el momento de acabar con el coqueteo. —Eso es algo que no averiguarás nunca, listillo. El se puso la mano sobre el corazón. —Me has hecho daño.
—Podría hacértelo. —Señaló el techo—. ¿Ves ese cuchillo?
Joe levantó la vista. Su astuta sonrisa tembló.
—Sí —dijo, y bajó la barbilla para mirar fijamente a _____.
Ella entornó los ojos, sólo un poco. Lo justo para que él se diera cuenta de que estaba hablando en serio.
—Podría conseguir que tu polla acabara ahí clavada.
Él hizo una mueca.
—Eso me ha dolido.
Llegó la comida y por un momento dejaron de hablar. Jaye, asiendo hábilmente una bandeja llena hasta los topes, dejó la comida sobre la mesa. También había traído la cafetera y rellenó las dos tazas. Los dos centraron la atención en la comida y en la satisfacción de algo que ambos compartían: el hambre.
_____ miró su plato. Un montón de queso fresco rodeado de pedazos de pina; todo regado ligeramente con sirope de pina. Su elección parecía raquítica comparada con la de Joe. A él le aguardaba un verdadero festín: huevos, salchichas, un montón de croquetas y una ración doble de tostadas de pan integral.
Ella se quedó boquiabierta viendo como él untaba una tostada con mermelada de fresa y luego ponía un montón de mantequilla y sirope de albaricoque sobre los creps.
—Debes de tener un agujero en el estómago.
Si ella se comiera todo eso a aquellas horas de la noche, no sólo sufriría una grave indigestión, sino que además engordaría diez kilos.
—No lo puedo evitar, guapa —contestó él sonriendo—. Me gusta comer. —Cortó los huevos a tiras usando el cuchillo y el tenedor y engulló el primer bocado.
_____ pinchó un trozo de su aburridísimo queso fresco; ni la mitad de sabroso que la comida de Joe. No sabía a nada, pero serviría para matar el gusanillo. Observó a Joe mientras comía y sospechó que follaba de la misma manera. Con enorme entusiasmo y delicadeza. Se quedó mirándolo fijamente durante un minuto y luego dijo:
—No te entiendo.
El levantó la mirada del plato.
— ¿No me entiendes?
Sin saber por qué, _____ se puso nerviosa de repente. Se colocó el pelo detrás de las orejas.
—Eres una persona muy contradictoria. Me refiero a que no pareces el tipo de hombre al que le guste pasar la noche en un club gótico o que disfrute engullendo un desayuno a las tres de la madrugada en un bar de carretera.
El se rió sorprendido.
—Entonces, ¿qué es lo que debería estar haciendo? —respondió—. ¿Merodear por mi viejo castillo tomando té y pastitas?
_____ asintió, pero sus pensamientos eran contradictorios.
—Algo por el estilo. Quiero decir..., ¿cuál es el atractivo de llevar la vida que llevaría un vampiro?
Joe le devolvió la mirada; le brillaban los ojos.
—Bueno, la respuesta es muy sencilla, _____.
— ¿Ah, sí?
Él sonrió abiertamente.
—Yo soy un vampiro.
La cara que se le quedó a _____ no tenía precio, era casi cómica. Arqueó sus torneadas cejas con incredulidad.
— ¿Perdona? —Dijo entre trozo y trozo de queso fresco—. ¿Acabas de decir que eres un vampiro?
La intención de Joe no había sido la de admitirlo sin más. De algún modo, las palabras se le habían escapado de la boca. Ahora tendría que llegar hasta el final.
—Lo digo totalmente en serio.
_____ se comió el último trozo de queso fresco y observó el desayuno de Joe, prácticamente acabado. Ella aún parecía hambrienta.
—Pensaba que los vampiros sólo bebían... —puso cara de asco— sangre.
El se rió entre dientes mientras cogía una tostada.
—Eso sería de lo más asqueroso. —Dio un bocado, masticó y luego tragó—. Los Kynn son vampiros sexuales. —Como aún no estaba preparado para compartirlo todo sobre su especie, se contuvo y no explicó que los Kynn sí que bebían sangre, pero sólo la necesaria para conseguir una conexión con la víctima elegida. En realidad, formaba parte del ritual de establecer una psiconexión; no lo hacían para alimentar una enfermedad como el hambre. Ya le explicaría los rituales más adelante. Debía ir despacio; los humanos solían ser aprensivos.
Se produjo una pausa incómoda. Un conocido destello iluminó las profundidades de la mirada de _____.
— ¡Ah claro! —Se dio un golpecito en la frente con la palma de la mano—. Ya había oído hablar sobre tus... apetitos carnales. Eso lo explicaría todo sobre usted, señor Jonas. Yo pensaba que sólo eras un bastardo salido.
_____ le seguía la corriente y a Joe le divirtió su actitud. Ella creía que le estaba tomando el pelo. «Si ella supiera...»
El interpretó una versión exagerada del clásico inglés remilgado.
—Por favor..., mis padres estaban legalmente casados. En cuanto a lo de salido, siempre estoy interesado...
—No lo dudo. —_____, reanimada por la comida y la segunda taza de café, le regaló una sonrisa. Esta vez fueron sus píes los que golpearon los de él—. ¿Y qué hay de ese tema del ataúd del que he oído hablar? ¿Es verdad que te tienes que llevar a casa la tierra de tu tumba?
Intentando ser diplomático, Joe se aclaró la garganta.
—Nada de eso es verdad. A pesar de haber pasado por la experiencia de la muerte, duermo en una cama; igual que tú.
Ese comentario hizo que _____ volviese los ojos hacia el techo antes de mirarlo como diciendo: «No es posible que estemos teniendo esta conversación.»
Cambió de postura y metió las piernas debajo del banco en el que estaba sentada. Se acabó el coqueteo por debajo de la mesa. Mientras se tomaba el café, parecía estar dándoles vueltas a aquellas palabras.
— ¿Experiencia de la muerte...? ¡Eso sí que es nuevo! —La curiosidad le hizo preguntar—: Entonces, tu vida mortal acabó y empezó tu vida inmortal. ¿Es así como funciona?
A Joe se le pusieron los pelos de punta. Nunca había explicado nada sobre los Kynn en voz alta, y desde luego, nunca a un extraño.
—Así es, tu señor se lleva tu vida mortal y la reemplaza por una existencia colectiva, una energía muy fuerte y poderosa que vincula a los Kynn entre sí.
La fija y descarada mirada de _____ recorrió a Joe como una sacudida eléctrica.
— ¿Colectiva? —Fingió considerar sus palabras profunda y seriamente—. Vaya, pensaba que eran los Borg los del colectivo. Ahora descubro que son los Kynn. Es muy útil saberlo.
Al escuchar sus palabras, Joe esbozó una reacia sonrisa.
—Creo que somos un «colectivo» porque el término «hermandad» ya lo estaban usando otros. Tal vez los Lycans. Tendría que comprobarlo.
_____ se rió y sus ojos cafes brillaron.
—Vale, pero si eres un vampiro, ¿dónde están tus colmillos, Joe? Si me quieres convencer tengo que ver unos caninos en condiciones. —Al sonreír, _____ enseñaba sus perfectos dientes blancos.
El fingió estar avergonzado. Chasqueó los dedos como si hubiera olvidado algo.
— ¡Maldita sea! Tengo que conseguir un par. Tendré que enviar una solicitud al consejo de vampiros para que me envíen unos.
______ cogió el cuchillo que le habían puesto para untar mantequilla y lo inclinó intentando ver en él el reflejo de Joe.
—Dime, ¿y qué clase de vampiro eres?
—Pues no soy un vampiro muy bueno, querida —dijo tras lanzar un suspiro. Luego se la quedó mirando fijamente, sobrecogido de nuevo por la inteligencia que había en su mirada y el brillo de su media melena negro azabache. Cuanto más la miraba, más cuenta se daba de que no era sólo su parecido con Ariel lo que lo atraía. ______ tenía un particular brillo en su interior que parecía iluminarla desde dentro.
Ella le lanzó una mirada inquisitiva.
— ¿Y qué es exactamente tan fascinante de la mística vampírica?
Esa pregunta lo dejó de piedra. Era difícil de explicar, pero lo intentaría de todos modos.
— ¿Sabes la clase de gente que viene al club?, ¿los góticos hardcores que merodean por las sombras?
— ¡Cómo no!
— ¿Por qué crees que están allí?
—No lo sé —dijo moviendo la cabeza negativamente.
—Porque quieren un lugar donde estar, un lugar al que pertenecer. Quieren que la fantasía se haga realidad. —No mencionó que esos seguidores de la sub-cultura gótica pagaban sus facturas y lo habían convertido en un hombre rico muchas veces.
— ¿Quieren ser vampiros?.


Continuara


Perdón por la demora
Espero les guste Very Happy
Les dejo 5 Capítulos
Bye!



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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 7th 2011, 17:31

nueva lectora! Very Happy síguela! por favor me vas a matar si me dejas así juro que me va a dar un ataque al corazón si no publicas pronto GP
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 7th 2011, 22:55

Tienes que seguirr! de por Dios!!! *nueva lectorra* esta muy buena enserio!
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 7th 2011, 23:49

Siguelaaaaaaaaaaaa no la dejes asiii
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 12th 2011, 23:07

up siguelaaa
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 13th 2011, 02:28

hooooolaaaaaaaa
sorry por no comentar antes
estuve ocupada y no puede dejar comment
siguela porfissss
esta suuuuper la nove Smile
asi que sigueeeeeeela pronto porfisssssss Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 337192
cuidate
byeeeee besos!
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 18th 2011, 22:11

Siguelaa porfaa
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 25th 2011, 23:42

siguelaaaaaaaaaaaa
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeAgosto 26th 2011, 16:35

OMG! PERDON POR NO COMENTAR ANTES!
PERO COMO ME ENCANTA! TU NOVELA♥ENSEEERIO
LA AMO !! OMG JOE ME DIJO SOBRE LO VAMPIRO!
OMG! Y ME..... TENGO ALGO ESPECIAL PARA JOE♥!
AAAAAAAAAWS OMG! SIGUEEELA ME ENCANTA!!! ENSEEERIO!
ES TAAAAN Twisted Evil! SEXYYYYYY! TU NOVE! ENSEEERIO BABEO!
AJAHJHAJAH NIÑA PLEASE SIGUELA LO ANTES POSIBLE!
ME ENCANTA! Y NO DEJRAE DE REPETIRLO!!!

XOXO



Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! The Love !!!
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! Really! I can not stand!
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! Why there
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! Please
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! Pity!

Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! I can not stand!
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Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! ** Please

Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! Nobody resists Crying or Very sad
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! And I love Smile
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Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! Follow it IS? Very Happy

Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! Aw I die!
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! Piedad:)!!
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! So Do not let
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! Please
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! Pity!

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Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! please **

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Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! And I love Smile
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! I love it! Enamorada
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Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! STILL OR DIE !!!
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Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! Please
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! Pity! Hahahha seriously my ^^

Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! I can not stand! More without the Novels…Enamorada
Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! One chapter plus one more ...Smile

Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! Please * V *

Sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeela! Resist not Crying or Very sad
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeSeptiembre 5th 2011, 01:34

.... Nueva lectora sigela
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeSeptiembre 11th 2011, 20:00

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MensajeTema: Pecados de la Carne (Joe&Tú)    Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeOctubre 7th 2011, 21:25

Pecados de la Carne (Joe&Tú)


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Capítulo 22



— ¡Por supuesto! Piénsalo. No hay nada más excitante que la idea de ser inmortal. Para muchas personas, la idea de conectar con un amante a través de la sangre es erótica y un poderoso afrodisíaco.
Joe se dio cuenta en ese momento de que no era en absoluto contrario a la idea de introducir a _____ en el mundo de los Kynn. Una oleada de sangre caliente se precipitó hacia su ingle. La idea le endureció la polla deliciosamente. No sería esa noche, por supuesto. Ya llegaría la oportunidad. De eso no tenía ninguna duda.
Una sugestiva sonrisa asomó a los labios de _____.
— ¿Erótica? —Preguntó entornando los ojos con mojigatería—. ¿Tú crees?
Joe dio un sorbo a su café, que ya estaba frío por la poca atención que le había prestado durante la conversación.
—Yo soy un Kynn.
Ella puso cara de interrogante.
— ¿Kynn? —repitió—. Suena a reunión familiar.
Joe levantó lentamente la mirada hasta que se encontró con la de _____.
—Cuando te quitan la vida mortal, lo que la reemplaza es mucho más valioso que el alma humana.
Ella trató de comprender ese concepto.
— ¿Y qué es?
Era difícil de explicar, pero lo intentó.
—El colectivo es la base de los Kynn como raza; una relación de elementos unidos en un todo. Sus propiedades no se pueden obtener de la simple suma de las partes. Beber la sangre de otro supone introducir en tu cuerpo la mismísima esencia de la creación. _____ abrió mucho los ojos.
— ¿Y cuál sería su punto de origen? ¿El cielo?
—Cuenta la leyenda que los Kynn tienen sus orígenes en el desafío que Lucifer hizo a Dios. Lucifer dijo que podría conseguir introducir más almas en el infierno que Dios en el cielo. Éste aceptó el desafío y expulsó a Lucifer y a sus hermanos. Al caer del cielo, no todos los ángeles completaron su conversión en demonios. Algunos dudaron porque no sabían qué lado elegir, y quedaron perdidos entre los dos reinos, sin pertenecer ni al cielo ni al infierno. Por tanto, la tierra se convirtió en su reino.
_____ sonrió y acabó la historia.
—Y entonces, ¿todos se convirtieron en vampiros y vivieron felices para siempre?
Joe tuvo que reírse.
—Te estás dejando limitar por la definición de vampiro que te han contado en las películas y en los libros. En realidad, no tiene nada que ver con lo que tú te imaginas.
— ¿Así que lo que estás diciendo es que los vampiros existen de verdad? —La duda arrugó su frente.
Joe no se atrevió a reír, aunque era lo que le apetecía hacer.
— ¿Estás segura de que no existen?
_____ parecía estar reflexionando sobre lo que Joe había dicho. Estaba muy seria.
—Por supuesto que no existen. —Un aire soñador asomó a sus ojos. Parecía estar considerando momentáneamente las posibilidades. Un segundo después suspiró y su mirada soñadora desapareció—. Si existiesen, me gustaría ser uno de ellos.
Justo las palabras que él quería escuchar, pero no era el momento ni el lugar de hacerle ver a _____ lo que significaban. Aún no. Ya lanzaría su anzuelo y pescaría su pez. Tendría que recoger el sedal con cuidado para evitar perderla. Pero si conseguía introducir el concepto Kynn en su mente, tal vez ella querría explorarlo más a fondo. Jaye llegó con la cuenta.
— ¿Os las lleno otra vez? —preguntó mirando las tazas de café vacías.
_____ miró el reloj y luego puso la mano encima de su tasa.
—A mí no. —Miró al otro lado de la mesa—. La grúa llegará pronto. —Cogió el bolso y se levantó de la mesa.
El tiempo había pasado volando y Joe no se había dado ni cuenta. Se lo había pasado muy (¿se atrevía a pensarlo?) bien. Hacía mucho tiempo que no pasaba el rato con alguien solo por el puro placer de su compañía.
—Nos tenemos que ir. —Miró el total de la cuenta y rebuscó en el bolsillo interior de su americana. Sacó la mano vacía—. ¡Oh, mie&$a!
_____ escuchó la exclamación que él había murmurado.
— ¿Hay algún problema?
La vergüenza lo inundó.
—Me parece que me he olvidado la cartera.
Y, efectivamente, se la había olvidado. Se acordaba muy bien: seguía sobre la mesa del despacho. Había salido del club con la cabeza llena de fantasías y los ojos llenos de estrellas, y se la olvidó. Y ahora mismo se sentía como un completo idiota. No llevaba ni un céntimo encima. Ni metálico ni tarjetas. No podía pagar.
—Escucha, Jaye... —empezó a decir—. Ya sabes que te pagaré.
La camarera hizo un gesto con la mano.
—Por supuesto, cariño. Me puedo fiar. —Le dio una palmadita en el trasero—. Tal vez me lo puedas devolver en especias algún día. —Le guiñó el ojo—. Me debes una.
_____ se acercó. Aún llevaba puesto el delantal; metió la mano en el bolsillo y sacó un montón de billetes. Sus ojos se ensancharon un poco cuando vio su tesoro. Había unos cuantos billetes de diez y de veinte. Dejó un billete de veinte sobre la mesa; era más que suficiente para pagar la cuenta y dejar una buena propina.
—Ya pago yo —dijo en voz baja.
Joe intentó devolverle el dinero. Sintió el calor de la firme mano de _____ bajo la suya.
—No es necesario, de verdad. —_____ se había dejado el culo para ganarlo. No pensaba permitir que pagase la cuenta.
Ella recuperó su dinero e inclinó la cabeza hacia atrás. Lo miró con sus preciosos ojos de largas pestañas.
—Simplemente llévame hasta mi coche y estaremos en paz. —Le dio el dinero a Jaye—. Quédate con el cambio, por favor.
La mujer sonrió; sabía reconocer cuando alguien había sido más astuto que ella.
—Supongo que esto significa que él te debe una a ti, amiga. —Le guiñó un ojo y se alejó contoneándose.
Joe tragó con fuerza y se humedeció los labios. mie&$a. La mayoría de mujeres no hubieran tenido ningún problema en dejar las cosas como estaban.
—No hacía falta que hicieras eso... —empezó a decir.
Ella lo cortó mientras se colgaba el bolso del hombro.
—Ha valido la pena pagar el desayuno a cambio de disfrutar de tu compañía.
Ahora el sorprendido era él.
— ¿Ah, sí?
_____ se rió.
—Nunca había visto a un hombre mentir como lo haces tú. Tengo que admitirlo, tienes estilo. —Sin esperarlo, se volvió y empezó a caminar hacia la salida. Cuando andaba, sus caderas se balanceaban de un modo muy tentador.
Una mano dio una palmadita sobre el hombro de Joe.
—Será mejor que la cojas, Joe —dijo Jaye—. Creo que se marcha con tus pelotas.
Y efectivamente así era.
No le quedaba más remedio que seguir adelante.
El trayecto de vuelta al aparcamiento del Mystique fue demasiado rápido. Antes de que Joe se diera cuenta, ya estaban otra vez donde habían empezado. El viejo coche de _____ aún estaba allí, solo y desamparado. La grúa no parecía haber venido.
_____ refunfuñó, se desplomó en su asiento y se tapó la cara con las manos.
—No ha venido. —Cogió aire, sus pechos se elevaron y luego cayeron bajo la sedosa tela de su uniforme. La hendidura que tenía el uniforme entre los pechos se abrió y en la mente de Joe se desencadenaron una multitud de imágenes eróticas—. Mi suerte llega terriblemente tarde.
En realidad, él estaba contentísimo de que la grúa no hubiera llegado. Aquello le dio una excusa perfecta para ofrecerse a llevarla a casa y poder estar un poco más con ella.
Joe tenía la mirada clavada sobre el exquisito cuerpo de _____ y se preguntaba cómo sería cogerle un pecho y apretarlo con suavidad mientras le acariciaba el erecto pezón con el pulgar y se inclinaba poco a poco sobre...
Incapaz de resistir la tentación ni un minuto más, alargó el brazo y acarició una de las mejillas de _____ con ternura.
Cuando ella recobró el aliento, volvió la cabeza para mirarlo directamente a los ojos. La conexión entre ellos era electricidad pura; era tan fuerte que parecía que alguna fuerza magnética intercediera para atraer sus cuerpos.
Una espiral de luz se desplegó ante los ojos de _____.
—Tus caricias me hacen sentir tan viva. Desearía... —Una irónica sonrisa asomó en sus labios y dejó de hablar.
Joe le apartó el pelo de la cara con la mano.
— ¿Qué?
—Nada. —La pelea entre el miedo y el deseo cubría sus palabras de plomo.
El deslizó los dedos por su rostro y le acarició la barbilla. Encontró sus labios y recorrió con el dedo sus húmedos pucheros. Tocarla le provocó una explosión en la ingle. Su polla se erigió palpitante, dispuesta.
—Dime.
Ella temblaba y forzó una triste y pequeña mueca.
—Ya no me queda nada que desear.
Joe se acercó hasta que sus labios quedaron a pocos centímetros de la oreja de _____. Olió el calor y el deseo sexual que irradiaba su cuerpo. Un escalofrío de expectación le recorrió la espalda.


Capítulo 23



Ella quería sucumbir, dejarse llevar y disfrutar de todo lo que él tenía que ofrecer. Pero el miedo la inmovilizaba; su muralla interior seguía firmemente en pie. El tendría que encontrar algún modo de atravesarla.
Joe se acercó más y sintió el calor de su aliento. Un segundo más y sus labios seguro que deberían encontrarse.
—Creo que sé lo que deseas.
Ella jadeó y se apartó. Puso los dedos sobre la barbilla de Joe. No lo estaba apartando, pero tampoco estaba preparada para dejarle seguir adelante.
—No. Prometiste no seducirme...
El no se movió. Sus sentidos rebosaban de deseo insatisfecho. Nunca había deseado a ninguna mujer de aquel modo. Ni siquiera Ariel le había provocado un deseo tan profundo. Se quedó quieto un momento, deleitándose en su caricia. Deseaba que ella hiciera más, pero sabía que no lo haría.
«Esta noche no —se advirtió a sí mismo—. Paciencia.»
Joe le cogió la mano y le besó las yemas de los dedos.
— ¿Yo he dicho eso?
_____ tragó con dificultad.
—Sí.
—Era mentira.
Cuando entró en casa, _____ cerró la puerta y se apoyó en ella. Tenía que hacerlo. Mantenerla cerrada significaba que no se sentiría tentada de abrirla y dejar entrar a Joe...
Una sonrisa se dibujó en sus labios.
Y follárselo como una loca.
Cuando escuchó el motor de su coche alejándose calle abajo, se relajó. Bien, se había ido. Había conseguido resistir la tentación ¡por los pelos!
Para asegurarse del todo, echó un vistazo fuera. La calle estaba vacía. No había ni un alma. Miró el reloj. Tampoco es que fuera muy habitual que alguien merodease por allí a las cuatro menos veinte de la mañana. Para ella, seguía siendo muy raro estar por ahí a esas horas. Y sin coche.
Observó el lugar en el que debería haber estado aparcado su auto, pero no estaba. Joe le había prometido que se ocuparía de él por la mañana. Llamaría a la grúa para que lo llevase al taller más cercano.
Sin embargo, la factura seguiría siendo cosa suya. Joe se había ofrecido a pagar la reparación, pero _____ se había negado a aceptar que él le adelantase el dinero. Su lema debía mantenerse firme: no aceptaría nunca favores de los hombres. Estaba segura de que si lo hacía querrían algo a cambio. Nunca fallaba.
Cerró la puerta con llave y se aseguró dos veces de que estaba bien cerrada y de que la cadena estaba puesta. Suspiró. Los hombres eran todos unos cerdos; lo mismo daba que vistiesen piel o caros trajes de seda.
—Todos lo son, maldita sea.
Cuando estuvo segura en el interior de su pequeño dominio, se quitó los zapatos y comprobó que sus pies no estaban destrozados y sus zapatos no estaban llenos de sangre. No lo estaban, pero seguía sintiéndose como si lo estuvieran. Después de haber pasado toda la noche de pie, las pantorrillas le dolían muchísimo y le pesaban tanto las piernas que tenía la sensación de que eran tan grandes como troncos de árbol. Incluso entonces seguía sintiendo cómo le latían los músculos sobrecargados. «Al parecer tengo los músculos atrofiados —pensó haciendo una mueca. ¡Dios! Le dolía todo el cuerpo. Demasiado trote para haber pasado los últimos años sentada detrás de un mostrador—. Así es como se siente una cuando trabaja para ganarse la vida.»
Hablando de trabajar para ganarse la vida, ¿cuánto había ganado en propinas aquella noche? Aún no había contado su botín.
Estaba demasiado emocionada para irse a dormir y decidió sacar una botella de vino de la nevera. Fue al salón y prácticamente se derrumbó sobre el sofá. Beber a aquellas horas de la madrugada no encajaba para nada con su forma de ser, pero necesitaba relajarse y una copa de vino la ayudaría.
Le quitó el tapón a la botella y bebió un largo trago. El vino con burbujas era refrescante y devolvió un poco de energía a su exhausto cuerpo. Tomó otro sorbo, dejó la botella a un lado y empezó a sacar los billetes y las monedas de su delantal. En pocos segundos tenía casi un tesoro en su regazo. Emitió un suave silbido.
— ¡Madre mía! Creo que aquí hay más dinero del que ganaba en una semana en la librería. —Con las manos medio temblorosas por la excitación, contó el dinero, alisando los billetes y colocándolos en pequeños montones. Mientras contaba, sacaba ligeramente la lengua de la boca levantándose el labio superior.
Doscientos setenta dólares.
—Esto es alucinante. —No le importaba en absoluto estar hablando sola. Estaba demasiado emocionada por haber ganado tanto dinero fácil en una sola noche.
Bueno, no tan fácil.
Le dolía todo el cuerpo, pero suponía que podría soportar el dolor siempre que fuera a cambio de semejante cantidad de dinero. ¡Demonios! Había trabajado una sola noche y casi podía cubrir todos los gastos de una semana. Cuando trabajaba en la librería apenas se podía asignar un sueldo de quince mil dólares al año. En California, eso rozaba el umbral de la pobreza. Para poder mantener a flote su negocio, había tenido que aprender todos los trucos para ahorrar, comer barato, conducir un coche viejo y vivir sin seguro médico u otros beneficios sociales.
Mientras miraba todo el dinero que tenía en las manos, hizo algunos cálculos rápidos. Si trabajaba en el Mystique durante uno o dos años, ganaría el dinero suficiente para saldar todas sus deudas y tal vez incluso podría abrir una cuenta de ahorro. La perspectiva era muy emocionante. Por fin había encontrado una forma de salir del agujero.
Tal vez esa luz que veía al final del túnel no era un tren acercándose a toda velocidad.
Pero ¿tendría la energía suficiente para aguantar ese ritmo cinco noches a la semana? Aquella noche se había sentido emocionada, complaciente, había sonreído, flirteado... No siempre se sentiría así, no siempre llevaría igual de bien que la trataran como a un trozo de carne. En ese sentido, se sentía como una pu*a; se estaba dedicando a enseñar un poco las tetas y los muslos cuando servía las bebidas. Observando a las demás camareras había aprendido a inclinarse más de la cuenta para complacer a los clientes.
Sin embargo, el dinero la seguía tentando. No tendría que hacerlo siempre, sólo el tiempo necesario para pagar sus deudas. Cuando hubiera superado el bache, dejaría el Mystique y se buscaría algún trabajo administrativo más cómodo.
Los ojos empezaban a picarle debido al cansancio y dejó el dinero sobre la mesa. Volvió a la cocina y tiró el resto del vino por el fregadero. La sobresaltó un extraño ruido en la ventana. Se apresuró hasta ella y miró hacia fuera.
— ¿Sleek?
El gato no estaba. Como no veía nada, abrió la ventana. Aquélla era la entrada habitual de su mascota y no había cortina. La noche era fría; una ligera niebla procedente de las nubes de lluvia se había posado sobre el suelo formando capas que parecían esponjoso algodón. El viento frío y transparente le acariciaba la piel.
Se agarró al marco de la ventana y se asomó fuera.


Capítulo 24



—¿Sleek? —Lo llamó de nuevo—. Venga, gatito. Entra en casa de una vez.
Una presencia. Una presión. Algo se deslizó a través de la ventana. Era tan silencioso como la brisa, tan sutil como la caricia del más diestro de los amantes. Acarició brevemente la parte posterior del cuello de _____ y se deslizó por su espalda; le rodeó los pechos, bajó hasta su plano vientre y siguió por entre sus muslos hasta llegar a sus piernas. Ella cerró los ojos y se dejó llevar por aquella maravillosa sensación que la rodeaba como un cálido y cariñoso abrazo.
Un golpe sordo en el alféizar de la ventana la despertó del extraño sueño en el que la había sumido aquella encantadora sensación. Casi se le sale el corazón del pecho del susto que se dio.
— ¡Joder, Sleek, me has un susto de muerte! —Se olvidó de la placentera sensación que acababa de experimentar y cogió al esquelético gato para dejarlo en el suelo. Llenó sus platos de agua y comida, apagó la luz de la cocina y subió al piso de arriba mientras se iba desabrochando el uniforme.
Se acabó de quitar la ropa en el baño. Metió las medias y las bragas en el cesto de la ropa sucia y colgó el uniforme en la barra de la cortina de la bañera para que el vapor del agua caliente le quitase las arrugas y el olor a humo. Se sentó en una esquina de la bañera, abrió el agua y la reguló hasta que estuvo todo lo caliente que su piel podía soportar.
Mientras se llenaba la bañera, metió lentamente sus doloridos pies en el agua. ¡Oh, Dios, qué placer!
Cuando la bañera estuvo llena, se metió dentro del agua que estaba casi hirviendo y la piel se le empezó a poner roja; parecía una langosta dentro de una olla. Se quedó allí hasta que el agua se enfrió y la piel se le hubo arrugado como una pasa.
Salió de la bañera a desgana, se secó y se lavó los dientes. Luego se quitó las lentillas. Después de una noche como la que había pasado, parecía que las tenía soldadas a los ojos.
Entró desnuda en la habitación. Su nuevo trabajo la había dejado exhausta. La cama era una imagen borrosa ante sus ojos, un oasis tentador que la invitaba a dormir.
Las sábanas estaban frías y apetitosas. Justo lo que necesitaba.
Se deslizó bajó ellas y apagó la luz de la lamparita de noche que tenía junto a la cama. Se dejó llevar por la persuasiva noche y cerró los ojos. El cansancio la venció y cayó en los brazos de Morfeo.
Sólo llevaba unos cuantos minutos dormida cuando volvió a sentir aquella extraña presencia, la misma que había experimentado cuando dejó entrar al gato.
Aquella ligera presión se posó sobre sus caderas. Una deliciosa ola de calor se deslizó por todo su cuerpo.
_____, perdida en las profundidades de su sueño, se entregó a la deliciosa fantasía. Casi se podía imaginar que estaba entre los brazos de un hombre. Las vibraciones eran tan intensas que tenía la sensación de que cuando abriera los ojos se encontraría un firme cuerpo masculino encima de ella.
«¡Dios, sí!»
Aquella suave presión se movía sobre su piel, deslizándose por sus costados, por debajo de sus brazos, por encima de sus pechos... La caricia era suave y sensual. La inundó una ráfaga de calidez sexual. Sus pezones se endurecieron. La extraña sensación continuó, sentía como si se dibujasen círculos sobre sus rosadas areolas. Un momento después aquellas invisibles manos descendieron. Se deslizaron por su vientre y alcanzaron la húmeda entrepierna.
Se le escapó un claro gemido de entre los labios. Su clítoris palpitó y los jugos de su excitación empezaron a humedecer su sexo. Aquella caricia entre sus piernas le provocaba un placer casi tormentoso. Las yemas de aquellos dedos invisibles pasaron muy suavemente por encima de sus labios vaginales. Sus pechos anhelaban ser besados, lamidos.
La respiración de _____ cada vez era más profunda y desigual. Fuera lo que fuera lo que le estaba pasando, ¡era maravilloso! Tembló bajo la avalancha de sensaciones sexuales que acariciaban su piel. Una caliente excitación la inundó. Sus terminaciones nerviosas hormigueaban. La humedad palpitaba entre sus muslos; estaba muy caliente, húmeda y dispuesta.
Una sombra sin rostro se alzó ante ella y se estiró sobre su cuerpo. El aire tembló a su alrededor. Un delicioso escozor la recorrió como un aura de poder y resplandeciente calor. Sintió como si una polla presionase sus labios vaginales y la penetrara. Aquella invisible erección estaba tan dura que _____ se estremeció. Las paredes de la habitación empezaron a girar y a cerrarse a su alrededor.
Su cabeza, sobre la almohada, se volvía de un lado a otro. Levantó los brazos por encima de su cabeza y se agarró al cabezal de la cama. La presión que palpitaba entre sus piernas la embestía, se retiraba un poco y la embestía de nuevo. Finalmente, el ritmo que la sombra imprimía en su carne se fusionó con el suyo y una ráfaga de vibraciones sónicas la invadió. La presión se aceleró; cada vez era más profunda. La transportó más allá de los límites del placer hasta que el clímax la estremeció. Perdió el control y emitió un grito de placer que parecía un quejido gutural.
Pasaron varios minutos hasta que la invisible presión desapareció. Se fue del mismo modo como había llegado, desvaneciéndose tras las clandestinas sombras. ______ abrió los ojos y vació los pulmones.
Tenía los sentidos placenteramente turbados y en su mente flotaban los pedazos de un sueño demasiado breve.
Se humedeció los labios.
—Dios, ha sido muy intenso.
Si no hubiera tenido la absoluta certeza de que estaba dormida, hubiera jurado que alguien acababa de hacerle el amor. Esbozó una débil sonrisa. Imposible. Estaba completamente sola.
Era gracioso. No se sentía sola. Se incorporó y observó las sombras que había en la habitación. Un ligero movimiento llamó su atención. Tenía la sensación de que había otra presencia en la habitación. Las intensas sensaciones la envolvían. Se le erizó el vello de la nuca.
Se sentó en la cama y encendió la luz de la lámpara de la mesita. Entornó los ojos. Todo a su alrededor parecía borroso y amorfo. Sin lentillas o gafas no era capaz de ver más allá de unos centímetros. ¡Maldita sea! Se las había dejado en la repisa que había sobre el lavabo. Nunca llevaba gafas en público; especialmente, delante de un hombre. Aquella montura de pasta negra no la favorecía nada.
Un ruido sordo aterrizó a los pies de la cama.
—Sleek.
Al parecer, el misterioso intruso no era más que un producto de su hiperactiva imaginación.
Sleek se instaló en su lugar favorito a los pies de la cama y se acurrucó. Emitió un ronroneo de satisfacción.
Ella suspiró.
—Me alegro de que alguien esté contento por aquí.
_____ Se pasó las manos por la cara, se acurrucó junto al gato y se colocó una almohada entre las piernas. Lo que había pasado hacía sólo un momento le había despertado un increíble apetito sexual. Anhelaba estar entre los brazos de un hombre y sentir el peso de su cuerpo sobre ella mientras la penetraba profundamente con la polla.
Pasó la mano por el lado vacío de la cama. Sería bonito tener a alguien con quien irse a dormir cada noche y junto al que despertarse. Hacía mucho tiempo que el cuerpo de un hombre no yacía junto al suyo. Nadie ocupaba el espacio vacío. La soledad era la peor enfermedad del mundo. Se le comía el corazón como un ácido corrosivo.
Su nuevo jefe apareció en su mente. El deseo la invadió de nuevo.
Joe Jonas. Incluso su nombre sonaba majestuoso.
____ recordó cómo la había mirado cuando estaban comiendo, cómo la desnudaba con los ojos y cómo se había sentido cuando él le tocó la mano. Una electricidad había recorrido su cuerpo. Nunca había experimentado nada parecido en toda su vida.
Suspiró profundamente. Acéptalo. Necesitaba echar un buen polvo. Necesitaba una buena ración de sexo salvaje y sudoroso. Su último pensamiento racional llegó mientras el sueño se apoderaba dulcemente de ella.
— ¿Me quieres conseguir, Joe? —Susurró a su amante en sueños—. Sedúceme.


Capítulo 25



Joe se quitó el aterciopelado albornoz y lo dejó caer al suelo. Estaba de pie en su habitación; por su piel aún resbalaba alguna gota de agua que le daba un aspecto limpio y fresco. Cuando pensaba en _____, sentía siempre una familiar ráfaga de calor que se dirigía a su ingle. Su miembro, como si tuviera vida propia, dio un pequeño respingo. Él sonrió, satisfecho.
Ah, _____, una encantadora criatura digna de contemplar. Tenía un cuerpo espectacular: sus pechos eran redondos y firmes; su cintura, pequeña, y tenía un culo con unas curvas preciosas. Era tan delicada como una muñeca de porcelana; tenía un cuerpo para seducir, provocar y complacer.
Una sombra se movió detrás de él y se volvió; al hacerlo se vio a sí mismo en el espejo de cuerpo entero. Un ligero vello castaño le cubría el pecho y los brazos, y su p*@e se acurrucaba cómodamente en un nido de rizos púbicos. Su cuerpo, esbelto y sólido, estaba deliciosamente musculado. Era la envidia de cualquier hombre y lo que deseaba cualquier mujer.
Los Kynn eran criaturas muy sexuales. Necesitaban sexo. Ansiaban el sexo del mismo modo que los seres humanos necesitaban el aire para respirar. Cuando no estaba teniendo relaciones sexuales, sólo pensaba en tenerlas. En ese momento estaba pensando en cómo conseguir que _____ se abriera de piernas para él.
Bajó la mano y la cerró alrededor de su creciente erección. Sintió su polla palpitante, caliente y aterciopelada. Incluso flácida, era una imagen impresionante; llenaba sus pantalones y daba a las mujeres algo por lo que suspirar. Cuando estaba erecta, tenía una longitud impresionante, y era gruesa y torneada. Cerró los ojos y empezó a masturbarse. Respiraba entrecortadamente.
Aunque había poseído a muchas mujeres a lo largo de su vida, en aquel momento fantaseaba con aquella que había elegido para que se convirtiese en su pareja.
_____. ¡Ah! Se había mostrado tímida con él, pero detrás de aquella actitud y su fría mirada hervía una pasión que esperaba ser desatada. Él lo sentía, lo sabía por el modo en que ella paseaba los ojos por su cuerpo y por cómo se recreaba en su entrepierna. Tenía ese brillo en la mirada que destilaba curiosidad, duda y deseo. Oh, sí, ella era definitivamente curiosa.
—Pronto serás mía, _____ —susurró.
Hacía sólo unas horas que la había visitado; había aprovechado para colarse en su casa cuando ella abrió la ventana para dejar entrar al gato. Una de las muchas habilidades de los Kynn consistía en poder desplazarse utilizando el viento sin que nadie pudiera verlos u oírlos.
Se presionaba con la intensidad adecuada y se masturbaba con movimientos rítmicos. La imagen de _____ le inundaba la mente. En su fantasía, ella estaba de rodillas y lo miraba con fuego en los ojos. Estaba ansiosa por poseerlo y sacaba la lengua para chuparle el prepucio. El sabor salado la excitaba y gemía suavemente; se metía su polla en la boca centímetro a centímetro y la chupaba muy despacio para aumentar su excitación. Se imaginaba cómo guiaría la cabeza de _____ mientras se follaba su cálida boca.
Su respiración se tornó pesada y discordante. Se masturbó con más fuerza, no se dio ni un respiro. Deseaba a esa mujer; la deseaba con tal ansia que casi la podía ver desnuda frente a él con los pálidos muslos abiertos para él. ¡Cuánto deseaba deslizar su lengua por su clítoris, chupar su néctar mientras movía la lengua rápidamente y lamía sus delicados pétalos rosáceos!
Aumentó la fricción sobre su erección; cada vez era más caliente.
Juguetearía con ella. La prepararía... primero con un dedo, luego con dos. Ella se excitaría y emitiría un gemido al ver su erecta virilidad, aquella furiosa bestia de conquista sexual. Pero él la tranquilizaría con suaves susurros y delicados besos. Ella probaría su propio sabor a hembra de los labios de él y enredaría su flexible lengua con la suya. Cuando se metiese dentro de su cuerpo de una única embestida, ella chillaría y se arquearía. Le arañaría la piel y gritaría su nombre.
Llamaron a la puerta y la atención de Joe volvió al presente. Tenía invitados aquella noche; invitados muy importantes. La introducción de un nuevo miembro al colectivo Kynn requería por lo general una reunión con el canciller del clan local. Como Joe era canciller, pretendía anunciar su intención de elegir una pareja de sangre.
Claro que aún no le había dicho a _____ que había sido elegida...
— ¿Señor? —La voz de Simpson era un poco impaciente—. ¿Necesita ayuda para vestirse?
Joe, con la boca seca, se pasó la lengua por los labios.
—Estoy bien —dijo imprimiendo un tono seco en su voz—. Creo que soy perfectamente capaz de vestirme solo.
—Si está usted seguro, señor... —contestó Simpson—. Los invitados de esta noche están empezando a llegar.

Joe estaba perdido en sus pensamientos cuando alguien llamó a la puerta con suavidad. Miró el reloj que había en su escritorio. Las dos y diez de la madrugada. Le había pedido a Rosalía que mandase a _____ a su despacho cuando acabase su turno.
—Adelante.
La puerta se abrió. _____ entró en la oficina; parecía una niña a la que iban a castigar. Llevaba los zapatos en la mano y andaba descalza.
En su rostro se dibujó una tímida sonrisa.
— ¿Querías verme? —No vaciló ni un instante y no dejó de mirarlo fijamente. Llevaba los labios pintados de rosa pálido y le brillaban un poco Se le marcaban los pezones a través de la finísima tela del uniforme. Parecían rogar que los acariciasen, que los lamieran.
La electricidad recorrió las venas de Joe La temperatura de Su cuerpo se disparó y apretó los dientes. Se humedeció los labios mientras se preguntaba a qué sabría la boca de _____ si la besase en aquel preciso instante. ¿A fresa? ¿A canela? Le dolía la polla. El deseo que sentía por ella era innegable El apetito. La necesidad. Eran el ácido que erosionaba sus sentidos.
Le hizo un gesto con la mano.
—Sí, quería verte.
Ella se encogió de hombros y se acercó a la mesa.
—Vale. —Los labios de ______ estaban un poco separados, húmedos y suculentos—. Por cierto, gracias por ocuparte de que la grúa recogiese mi coche y lo llevase al taller.
—Espero que no fuera nada importante.
Ella emitió un pequeño ruidito.
—El maldito cable de la batería estaba suelto. Sólo me costó diez dólares arreglarlo.
Joe unió sus temblorosas manos.
—Estupendo. Me alegro de que no fuera nada más grave.
_____ sonrió con pesar.
—No siempre será tan fácil de arreglar, pero de momento me alegro. —Cruzó los brazos y al hacerlo sus pechos dejaron de ser visibles—. Bueno, ¿y qué es lo que me querías comentar? —Su tono era despreocupado, distante.
Una distancia que Joe quería reducir.
—Sólo quería hacerte una pequeña proposición. —Las palabras salieron de sus labios antes de que supiera exactamente lo que iba a decir.
_____ arqueó sus torneadas cejas.
— ¿Una proposición?
Decir eso había sido una mala idea. Tenía la cabeza hecha un lío y estaba hecho un manojo de nervios; parecía que le estaba saliendo todo al revés. Levantó las manos.
—Una proposición laboral —aclaró—. Sé que estás cansada, así que seré breve.
_____ sonrió avergonzada. Su mirada se dulcificó.
— Por supuesto. —Señaló una de las sillas—. ¿Puedo sentarme?
Joe se aclaró la garganta. De momento su estrategia de seducción iba... muy mal.
—Qué mal educado soy. Por favor, siéntate.
_____ se sentó pasándose la falda por debajo de las piernas. Se cambió de postura, incómoda, intentando esconder la marca que tenía en el muslo.
—Es una marca de nacimiento —explicó—. Es muy fea ¿verdad?
Sus inocentes palabras golpearon justo en la base del cuello de Joe. A él se le hizo un nudo en la garganta. La marca de _____ era tan parecida a la suya que tenía que ser algo más que una mera coincidencia.
—Para nada. De hecho, pensaba que era un tatuaje bastante interesante. Muchas chicas los llevan. Ella se relajó.
—Pues, en realidad, yo he pensado varias veces en quitarme esta marca de alguna manera. Nunca me ha gustado.
El reprimió un gemido. Oh, ella no sabía ni la mitad del tema.
—No lo hagas. Es algo poco corriente. Te diferencia del resto.
—Nunca me lo había planteado de esa manera. Gracias. —Hizo una pausa y luego preguntó—: Bueno, ¿y que habías pensado proponerme?
Joe se inclinó hacia delante apoyando los codos sobre la mesa y entrelazando los dedos; era su mejor imitación de la clásica postura de negocios.
—Es bastante sencillo. Gina, quien como ya sabes es la jefa de camareras, acaba de presentar su dimisión; nos deja hoy mismo. Necesito cubrir su puesto cuanto antes. Considero que tú estás debidamente cualificada, así que me gustaría ofrecerte el trabajo.
______ abrió los ojos incrédula. Sacó la punta de la lengua y la pasó por el labio superior. Un gesto de lo más sensual. El deseo volvió a encenderse. Se le escapó una pequeña carcajada.
— ¿De verdad?
A Joe se le contagió su risa. El aumento del color en las mejillas de _____ y cómo se le iluminaron los ojos mientras se dejaba caer hacia atrás en la silla le parecieron gestos evidentes de que estaba encantada con la oferta.
—Sí. Creo que manejarás muy bien las responsabilidades que conlleva. Trabajarás con Rosalía coordinando los turnos, la ayudarás a pagar las nóminas y supervisarás a las chicas cuando estén en la pista. Como ya has dirigido tu propio negocio, doy por hecho que te habituarás rápidamente a nuestra manera de funcionar.
Joe tragó saliva; su delgado cuello se contrajo.
—Por supuesto. No habrá ningún problema. —Sonrió encantada.
Joe se esforzó por mantener un tono de voz firme.
—Empezarás cobrando sesenta mil más incentivos, que variarán en función de cómo hagas tu trabajo. Cuanto más tiempo te quedes conmigo, más dinero ganarás.
— ¿Sesenta mil? ¿Dólares?
—Asquerosa divisa americana —confirmó—. Nada de pesos ni yenes. Ni tampoco francos. Auténticos dólares americanos. Te darán un buen fajo según me han contado.

Continuara.
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeOctubre 8th 2011, 14:25

Sigelaa! :B
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeOctubre 8th 2011, 21:19

OUUUUUUUUUSHET! MIERDA
ME DESMAYE!
ENSERIO NO SE QUE DECIR! JOE POR ERES TANN ASI Sad
Y AAAAAAAAAAAH MALDITO SUEÑO EXITANTE! LO AME!!!♥
Y JOE♥ ME ENCANTA!! MI JEFE! ME SEDUCIRA???
Surprised
ME ASCENDIERON!!! WIIIIIIIIII! Y ELEGIDA Surprised!
ELEGIDA PARA QUE! Surprised ENSERIO SI NO LA SIGUES IRE A TU PAIS AND
I KILL YOU! HA! NO PERO PLEASE SIGUELA!!! O...........
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeOctubre 17th 2011, 00:03

nc si ya te eh comentado .-.
pero bueh xD me super me encanta esta nove... es demasiado interesante y buenisima Very Happy
siguela pronto Smile
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeOctubre 18th 2011, 15:41

Yaaaaa sube capitulos luegooo :c
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joe no me escupas
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeOctubre 30th 2011, 09:06

nuevaaas lectoraaas :DD
nos encantaa tu nove :33
porfaaa subeee capps prontoo ^-^
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MoraJL
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MensajeTema: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeMarzo 16th 2013, 13:26

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Capítulo 26


_____ parpadeó. Su expresión transmitía lo que no podían expresar las palabras: una profunda sensación de agradecimiento.
—Gracias. Te agradezco mucho que hayas pensado en mí para cubrir ese puesto.
Joe tuvo que ser sincero.
—Eres la persona más cualificada que tengo en plantilla en estos momentos —dijo intentando centrarse en sus propias palabras y no en los atractivos labios de _____—. Así me ahorro tener que poner un anuncio y hacer un montón de entrevistas.
—Hablando de cosas que cambian para mejor...
—Parece que tu suerte está cambiando.
Ella sonrió encantada.
—Gracias a ti —dijo suavemente.
Joe sonrió con pesar y miró el reloj. La tensa cuerda con la que trataba de controlar la atracción que sentía por _____ había empezado a aflojarse de nuevo.
—Sé que es tarde, debería dejar que te fueras a casa...
La impaciencia encendió los ojos de ______.
— ¿A qué hora tengo que venir mañana?
—Nadie viene a trabajar los domingos —contestó él sonriendo.
Ella se ruborizó mientras se reía tontamente.
—Claro. Se me había olvidado. Entonces, el lunes.
Joe se puso de pie. ______ también se levantó de la silla.
—Menuda vista que tienes desde aquí —dijo refiriéndose al enorme ventanal de su despacho.
—Echa un vistazo —la invitó él—. A partir de ahora podrás disfrutar de ella a menudo.
______ se acercó al cristal que permitía que las personas que estaban en la oficina pudieran observar lo que sucedía en el piso de abajo sin que nadie los viese.
—Esto es increíble —dijo entusiasmada—. No hay ni una sola esquina que no se pueda ver.
Él se colocó detrás de ella.
—Es una medida de seguridad. Necesitamos poder ver todo lo que está ocurriendo en todo momento. Si hay cualquier problema, queremos poder solucionarlo de inmediato.
—Entiendo. —______ bostezó; se frotó los ojos que se le estaban cerrando—. Perdona. Supongo que estoy un poco cansada. Me quedé despierta hasta tarde ayer por la noche. —No fue gracias a mí. — Joe puso las manos sobre los hombros de _____. Le masajeó el cuello con suavidad. La suave fragancia afrutada que desprendía su cuerpo invadió los sentidos de Joe. Incluso después de pasar toda la noche trabajando en un local lleno de gente, ______ parecía estar tan limpia y fresca como un recién nacido.
Para la sorpresa de Joe, no se sobresaltó al sentir su caricia, ni se alejó dirigiéndole palabras de indignación. Suspiró y se reclinó sobre él como si quisiese que la rodease con sus brazos.
Joe le murmuró al oído.
— ¿Te gusta? —Siguió masajeándole los hombros deslizando los pulgares hacia su nuca y dibujando lentos círculos. Un pequeño temblor recorrió el cuerpo de Rachel.
—Mmmm, sí. No me importaría que me dieran un buen masaje ahora mismo.
Joe rodeó su cintura con los brazos. No la cogió demasiado fuerte; sí se sentía incómoda se podía liberar fácilmente. Entre ellos surgió una conexión, una extraña electricidad que parecía crepitar en el aire.
El bajó la cabeza. Le dio un tierno beso en la nunca. Su mirada se posó en la curva que había entre su nuca y sus hombros. Se moría de ganas de pasar sus labios por allí
— Joe yo...
El sabía lo que ella iba a decir. Pero no lo quería escuchar.
Le dio la vuelta y cogiéndola entre sus brazos la besó. Sabía a cereza, acida y madura.
Sus lenguas se encontraron y se enzarzaron en una ardiente lucha. El invadió la barrera de sus labios con la lengua y consiguió adentrarse en su boca. Le quería dar placer en todos los sentidos.
_____ reprimió un gemido y rodeó la cintura con los brazos para luego deslizar las manos por su espalda. Su caricia fue como una droga en las venas de Joe. Adictiva, pero satisfactoria. Vendería su alma para poder poseerla.
Las manos de Joe, ansiosas por corresponder a _____, tenían ideas propias. Le cogió los pechos y rodeó sus pezones con los pulgares hasta que se pusieron duros. Su polla se endureció contra el vientre de ella. La empujó contra el gran ventanal, le cogió el culo con las manos y le abrió las piernas.
La apasionada reacción de ______ disminuyó. Dejaron de besarse.
—Yo... Joe... —dijo su nombre casi sin aliento.
Él le pasó la yema del dedo por los labios. Lo que sintió al tocarla volvió a acelerar su respiración. Sólo tenía que mirarla para que se encendieran las brasas de necesidad que ardían en su interior.
— ¿ Joe qué? —su voz era más caliente que la lava.
_____ se estremeció y suspiró contra su boca.
— ¿En qué estoy pensando? —Puso las manos sobre el pecho de Joe y lo apartó.
El se negó a ceder.
—No pienses. —La cogió de nuevo—. Sólo actúa. —«Cómo hiciste la otra noche», pensó, recordando la madrugada que se deslizó en forma de brisa en su casa y pudo apreciar la pasión que hervía bajo su frío exterior.
—Tenemos que parar.
______ pasó por su lado. Sus palabras fueron un auténtico cubo de agua fría.
Joe se volvió.
— ¿Por qué? Ella le contestó con una pregunta:
— ¿Me has ofrecido el trabajo para poder acostarte conmigo?
Se miraron fijamente a los ojos. Él vio la llama de la pasión en su mirada. Ella lo deseaba. No había ninguna duda. ______ sacó ligeramente la lengua y se humedeció los labios.
Joe se metió las manos en los bolsillos. Su corazón latía con mucha fuerza.
—No pretendo utilizar mi posición como jefe para acostarme contigo. —Negó con la cabeza imaginando lo poco sincero que debía estar sonando lo que estaba diciendo—. Mis intenciones como hombre...
—Me gustaría mantener mi trabajo separado del placer —lo interrumpió ella—. Su voz, casi inaudible, era seca. Destilaba angustia... y lujuria.
Joe inspiró con fuerza. Un ligero temblor le recorrió el cuerpo y empezó a transpirar. Su corazón ardía y la frustración se adueñó de él; tenía tantas ganas de poseerla que le resultaba doloroso. Al haber percibido un ligero aroma a sexo femenino, su polla insistía en permanecer incómodamente dura dentro de sus pantalones. Hasta el último de los ligamentos de su cuerpo seguía rígido, eran como cables de alta tensión de pura lujuria.
— ¿Eso es lo que quieres?
____ dudó y luego levantó la barbilla. En su mente la decisión ya había sido tomada.
—Es mejor así. Es menos complicado. —Su cuerpo no estaba de acuerdo. Sus pupilas estaban dilatadas y respiraba con dificultad. Sus pezones seguían erectos; se habían convertido en pequeños, puntos duros de deseo.
Aquéllas no eran las palabras que Joe quería escuchar.
—Tienes razón.
— ¿Sigo trabajando aquí? —preguntó ella.
El se puso una mano sobre el corazón.
—Por supuesto. Espero que aún sigas queriendo trabajar con un viejo lobo como yo.
— ¿No querrás decir un viejo vampiro? —preguntó ella, sacando a relucir la confesión que él le había hecho en el bar de camioneros. Obviamente, no lo había olvidado.
Joe asintió esbozando una sonrisa forzada. Justamente era lo último que le apetecía hacer.
—Viejo vampiro.
_____ inspiró con fuerza.
—Bueno, se está haciendo tarde y debería irme a casa.
— ¿Sale usted corriendo, señorita _____?
Ella negó con la cabeza. Su mirada no flaqueó ni un momento.
— ¿Quién dice que voy a correr?
Cuando cerró la puerta del despacho de Joe, ______ se apoyó en la pared y se dio un suave golpe en la cabeza. Tardó unos diez minutos en estabilizar su respiración y dejar de temblar. ¡Vaya! Cómo la había tocado... El mero hecho de pensar en ello le provocaba escalofríos. Se pasó los dedos por los labios. Seguía sintiendo el hormigueo que Joe le había provocado con sus besos. Su clítoris palpitaba salvajemente entre sus piernas.
—Te dije que no correría —dijo susurrando—. Si me quieres, ven a por mí.
Aunque sabía que la podrían pillar en cualquier momento, se deslizó la mano entre las piernas. Se frotó por encima de la sedosa tela del uniforme del mismo modo que le hubiera gustado que lo hiciera Joe. ¡Oh, sí...!

Continuara...
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitimeMarzo 28th 2013, 22:18

OOOOOOOOOOOOOH MY GOSH !! TANTO TIEMPO ): AÑOS ACA WN Y HACE MUCHISIMO QUE NO SUBIAS CAPITULO D: OH DIOS MIOH QUE ME ESTA PASANDO :B JAJAJAJA BONI<3 SIGUELA LO ANTES QUE PUEEEEDASSS PORFIII , TE AMI <3
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MensajeTema: Re: Pecados de la Carne (Joe&Tú)   Pecados de la Carne (Joe&Tú) - Página 3 Icon_minitime

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