Siéntese -ordenó ella y señaló el sofá-. Tenemos que hablar.
Él la miró con los ojos entrecerrados. Su vecina, definitivamente no quería lo mismo que la belleza de la caja de cerillas. Supuso que era mejor así porque ella no era su tipo. Delgada, de estatura media, y con el pelo recogido en un rígido moño. Llevaba unos pendientes de perlitas; el traje informe ocultaba su cuerpo.
A él nunca le habían interesado las mujeres tan formales y se dijo que ellas tampoco habían estado nunca interesadas en él. El asunto no presagiaba nada bueno. No sería una conversación rápida, ni se despedirían con indiferencia.
Pero Joe era una persona de buena disposición. Se sentó en el sofá sonriendo.
Qué he hecho mal? ¿He dejado la basura en el recipiente equivocado? ¿He dejado la televisión encendida con el volumen demasiado alto?
_________ se desplomó en una silla, frente a él y lo miró con la boca apretada.
Reía, aquel hombre se estaba riendo. Apretó la mandíbula y decidió que no le mostraría ninguna consideración.
Llevaba casi tres horas cuidando a las criaturas y se había encariñado con ellas, pero su enfado contra alguien que había olvidado sus responsabilidades había ido creciendo. En ese momento se preguntaba si sería mejor entregárselas a él o permitir que el Servicio Social se las llevara.
-No se trata de nada parecido -dijo con firmeza y se apoyó en el respaldo para poder mirarlo de frente-. Es algo totalmente diferente. Pronto se lo explicaré. Pero si me lo permite, antes quiero hacerle algunas preguntas.
-Adelante -se encogió de hombros porque cuanto antes terminaran antes podría irse a casa. De pronto sonrió porque se le ocurrió algo.
Su vecina le recordaba a su tía Tess quien siempre tenía un latiguillo detrás de la puerta para cuando alguien se mostraba insolente con ella. Tuvo la tentación de mirar detrás de la puerta de aquella mujer para ver qué escondía allí.
_______ no advirtió la sonrisa. Anotaba unas cosas en un block amarillo. Levantó la cabeza y lo miró con frialdad.
-Al principio estas preguntas le parecerán extrañas, pero al final se dará cuenta de que tenía un motivo para formularlas.
-Bien, pregunte.
-Hábleme un poco de usted. ¿De dónde es usted?
Joe decidió contestar, aunque no sabía qué podía interesarle a su vecina.
-Nací y me crié en las islas.
-¿Tiene familia cerca de aquí? -preguntó ella.
-Realmente no. Casi todos están en la Isla Grande. Tengo a mi hermana Shawnee y su esposo; mi hermano Mack y su esposa Shelley. También está mi hermano Kam. Está aquí en Honolulu, pero es un abogado de prestigio y no lo veo con frecuencia.
-¿No tiene más familia aquí que pudiera ayudarlo? -preguntó pensativa. Su tono daba a entender que había un gran problema.
-Ayudarme a qué? -preguntó con curiosidad.
-Llegaremos a eso dentro de un minuto.
Joe se movió inquieto. Eso se alargaba y a pesar de que no quería ser grosero, el asunto no era interesante. Intentó encontrar una buena excusa para levantarse e irse, pero la siguiente pregunta lo conmocionó hasta tal punto que no protestó cuando ella usó un extraño apodo.
-Dígame Adams, ¿cree en la santidad del matrimonio?
-¿Matrimonio?
Matrimonio era una palabra que evitaba a cualquier precio.
-Bueno, nunca he pensado en el matrimonio.
-Me lo temía -murmuró frunciendo el ceño. Joe observó con la boca abierta, forzando una
sonrisa.
-¿Busca un... esposo? De ser así...
-De buscarlo, no me fijaría en usted -contestó echando chispas por los ojos.
Quizá él se había equivocado. Las mujeres no acostumbraban a tratarlo así y comenzaba a sentirse ofendido. No le agradaba la idea de casarse, pero ella no tenía por qué mostrarse tan mordaz.
-¿Por qué no? -exigió buscando la fuente de la enemistad en sus ojos-. Hay muchas mujeres que piensan que soy buen partido.
-Personas que tienen plumas en vez de cerebro -murmuró.
-Qué? -preguntó él porque no la había oído bien.
-Nada -lo miró y suavizó un poco el ataque. No podía negar que era un hombre atractivo. Tenía el pelo oscuro y un poco rizado y unos ojos azules enormes, enmarcados por pestañas negras.
-Estoy segura de que usted gusta a muchas mujeres -dijo dando a entender que ella no era una de ellas-. Sin embargo, eso no tiene nada que ver con nuestro problema. Quiero saber qué piensa de los niños.
-¿Niños? -repitió como si no comprendiera.
-Niños. Bebés.
Primero el matrimonio, después los bebés. Joe miró la puerta y deseó poder salir pronto de allí.
-Supongo que son agradables. Nunca he tenido uno cerca -comenzó a moverse hacia el borde del sofá.
-¿De verdad? -preguntó incrédula.
Al parecer se había equivocado al contestar. Con el ceño fruncido la miró y se preguntó por qué lo odiaría.
-¿Cómo se gana la vida?
-Soy un investigador, para la oficina del fiscal.
-¿Cuánto gana? -asintió y apuntó algo.
-Lo suficiente para vivir -repuso levantándose molesto-. ¿De qué se trata, de una solicitud de empleo?
-Más o menos -lo miró ceñuda.
-Será mejor que me vaya. Esto no nos conduce a nada.
_____ se puso de pie para bloquearle el camino y se quitó las gafas.
-No se levante -ordenó decidida-. No he terminado.
Lo miró con tanta fiereza que él se echó a reír. De desearlo podría levantarla sin mayor esfuerzo, pero ella creía que podía dominarlo con la fuerza de su voluntad.
Mitch se obligó a no parpadear. No podía permitir que le ganara el reto, a pesar de que la situación lo divertía.
En ese momento, sonó el teléfono y ________desvió la mirada.
-He ganado -susurró Joe.
-Espere donde está -ordenó antes de irse a la cocina.
-De ninguna manera -contestó dirigiéndose a la puerta. Oyó que ella contestaba el teléfono y decidió que era el momento de desaparecer. Pero al dar los primeros pasos, oyó algo que lo hizo volverse.
-¿Qué es eso? ¿Gatitos?
hasta aki les dejo si hay mas comen.. pongo la otra parte