Continuaciion
Capítulo 6 (Parte II)
Al día siguiente, ______ fue a encarar a Lucas en su despacho. El frente marino de Kingston se extendía al otro lado de las ventanas abiertas: un pequeño puerto próspero con barcos entrando y saliendo, casas blancas, palmeras y un espléndido mar turquesa. A ella le atraía mucho la idea de pasar los próximos años de su vida en aquella isla. Simplemente tendría que adaptarse al clima tropical. Abrió de golpe el abanico y estaba a punto de entrar, cuando unas voces fuertes discutiendo que venían del interior la detuvieron.
—¡No puedes mandar a mi hermano a la horca! —dijo Jasmine furiosa—. ¡Él te perdonó la vida porque yo te protegí!
—¡La Reina me ha encomendado que limpie estas costas y tu hermano tendrá su día en Gallows Point! —replicó Lucas severamente—. Mantuvo a mi prometida cautiva en su barco asesino con todos sus cómplices. Sabe Dios lo que ella habrá sufrido en sus manos.
—Lady ______ se ofreció alegre y voluntariamente a curar la herida de mi hermano, Lucas. Además, tú no pensabas demasiado en tu prometida cuando estaba recluida en Inglaterra. ¿Por qué debería importarte ahora que a ella le guste Joseph?
______ tuvo que controlarse para no irrumpir y decirles cuatro verdades.
—Tú podrás venerarlo como a un dios, pero no lo es —comentó Lucas con un gruñido—. Y aunque sinceramente dudo de su humanidad, te aseguro que es de carne un hueso, de la peor calaña, y mal que te pese, ¡es mortal!
—¡Por Dios, todavía estás celoso! —Jasmine lanzó una carcajada—. ¿Es por mí o por lady ______? ¿Crees que está enamorada de él?
______ contuvo la respiración, interesada en escuchar la respuesta de Lucas.
—Durante semanas me hiciste creer que él era tu amante. Luego, ¡te pones de su lado y en contra mía! Prácticamente está condenado a muerte. No existe poder en el mundo que no haya garantizado su arresto. No puedo liberarlo. Y aunque pudiera concederle el perdón, no lo haría en absoluto.
—Jamás afirmé que fuera mi amante. Tú lo asumiste, al igual que el resto del mundo.
—Tú no creíste conveniente aclararme la verdadera naturaleza de tu relación con él. ¿Disfrutaste volviéndome loco de los celos?
Parpadeando lágrimas contenidas, ______ aceptó la verdad: eran más que amantes; estaban enamorados. Ni la luz del sol ni la libertad la esperaban a ella allí, sólo la angustia. Gracias a Dios ella había tomado la iniciativa de ir. De no haberlo hecho, habría perdido años esperando a que Lucas regresara a casarse con ella. Se había salvado en el momento crucial. ¿Y entonces por qué le dolía tanto?
Las puertas se abrieron.
—¡______, eres tú! —exclamó Lucas al verla. Se le veía bastante incómodo—. Estaba a punto de ir a buscarte y... Jasmine está ansiosa por ver a su hermano. ¿Puede visitarlo en tus aposentos mientras nosotros conversamos en mi despacho?
—No veo por qué no —respondió ______ con frialdad—. Él es su hermano. Sólo espero que los centinelas que pusiste afuera la dejen pasar. Parece que yo fuera a vivir en prisión.
—Mientras insistas en cuidar de un peligroso criminal en tu alcoba, tendrás soldados alrededor por tu propia protección.
El era tan hipócrita como idiota.
—¿Crees necesario protegerme de un hombre herido que apenas puede mantener los párpados abiertos?
—Así es —Envió a Jasmine arriba e invitó a ______ a entrar al despacho.
—El Pink Beryl llegó esta mañana —le anunció al tiempo que cerraba las puertas dobles a sus espaldas. La ayudó a sentarse en el sillón que estaba frente a su escritorio y él tomó el asiento que estaba detrás—. Tuve una larga charla con el capitán McGee. Devastación. Brutalidad. Eso es de lo que tu pirata es capaz y tú escoges defenderlo. ¿Qué es lo que voy a pensar, ___? ¿Qué es lo que voy a decirle a tu abuelo?
—Qué pregunta tan interesante —respondió ella con tono áspero.
—Esta situación pasa de la raya. No voy a tolerar este tipo de obstinación por tu parte.
El odio que había en la voz de él la alarmó.
—Estás cambiado. Ayer tuve la impresión de que Jamaica te había beneficiado. Ahora veo que estaba equivocada. Tres años y no encuentras ni media sonrisa para darme la bienvenida. Si deseas que me marche, dilo de una vez.
Una mirada de culpabilidad apareció en sus ojos. Parpadeó y dijo:
—¿Alguna novedad de mi padre?
—La última vez que vi al conde gozaba de excelente salud. Envía saludos.
—Gracias. Cuando me fui de Inglaterra no nos separamos en los mejores términos. Dijo que no tenía heredero y que si yo insistía en causar impresión en esta guerra, debería hacerlo como correspondía, al lado de Marlborough. Imagino que me considera un pobre legatario para su condado, pero le consuela el hecho de que al menos sus nietos serán mitad Dellamore.
La desaprobación del conde era una vieja llaga en Lucas.
—Su Señoría está muy orgulloso de ti —le aseguró—. Le habla de tus logros a quien esté dispuesto a escuchar.
Él la examinó con una mirada compungida. La brillante luz del sol realzaba los ojos de ella de color aguamarina, de un modo que parecían reflejar el mar que se expandía más allá de las ventanas. Llevaba puestos unos diminutos pendientes de perlas en los lóbulos, con unos mechones de cabellos dorados sobre el hombro desnudo de color marfil. El escote de encaje dejaba a la vista una seductora porción de piel.
—Dios mío, pero si luces atractiva —reconoció afectuosamente—. No logro reconocer ni una pizca de aquella pilluela que se peleaba conmigo por el banco del viejo olmo.
El resentimiento que ella sentía se suavizó un poco; sin embargo, no lograba discernir si él la miraba como hombre o como amigo. En muchos aspectos, ella lo consideraba más un hermano mayor. Lo encontraba atractivo a la vista, pero a diferencia del italiano que estaba arriba, no había nada en él que le acelerara el pulso.
—Qué alegría verte —admitió con frialdad—. Tres años es mucho tiempo.
—Así es, y deberíamos compensarlo. Tenemos tanto de qué hablar para ponernos al día...
Tal vez no todo estaba perdido, meditó ______. La isla era encantadora, y ella siempre había soñado con vivir en un lugar así. También se sentía cómoda a su lado, el peligro no acechaba en rincones oscuros.
Lucas sonrió.
—Cuéntame, ¿fue el viaje agradable? Tengo curiosidad por saber cómo obtuviste el permiso de Dellamore para venir hasta aquí. Casi no podía creerlo al verte en el barco pirata. De no haber sido por tu presencia a bordo, habría hecho explotar a ese maldito rufián en el agua.
Ella no tenía ganas de volver a tocar ese asunto.
—Dellamore se mostró bastante obstinado, y la guerra no colaboraba ni un poco con mi causa. Tuve que explicarle que ni tú ni yo jamás contraeríamos matrimonio mientras un océano nos siguiera separando, y como tú no puedes abandonar tu puesto, yo debía venir a tu encuentro. El está ansioso por que yo contraiga matrimonio, para que cuando él ya no esté entre nosotros yo no quede desprotegida.
—Tu abuelo no necesita preocuparse. Pronto contraeremos matrimonio y tú viajarás de regreso a Inglaterra.
—¿Disculpa? —parpadeó ______—. ¿Casarme y marcharme?
—___, no me digas que estás quisquillosa con la idea de casarte conmigo. Eso se decidió hace años.
—No lo estoy. Lo que me pregunto es qué sentido tiene casarme contigo si es que me vas a enviar a casa.
—Vivimos en tiempos peligrosos, continuamente amenazados por los buques de guerra franceses y españoles empecinados en destruir. Es demasiado arriesgado para que te quedes y yo estoy muy ocupado para entretenerte.
______ se quedó inmóvil en su sitio.
—Esto no resultará, Lucas. Yo he venido a vivir aquí como tu esposa, no para ser enviada a casa como un equipaje inútil —Ella no daba crédito al hecho de que él intentara decidir su destino con tanta crueldad, encerrarla en Drearyshire y arrojar la llave. Pelearía con uñas y dientes, incluso se echaría atrás con el compromiso—. ¡No lo permitiré! —juró—. ¡No lo haré!
—Cálmate, ____.
—No me calmaré. No hasta que quites de tu obtusa cabeza esa estúpida idea de enviarme a casa. Tú más que nadie sabes cuánto aborrezco sentarme a esperar. Toda mi vida he esperado tener la oportunidad de conocer el mundo. Quiero explorar lo que me he perdido. ¡Quiero vivir!
—Bueno, no puedes vivir aquí —resolvió el vizconde.
—¿Por qué no? —La cabeza le daba vueltas, dándole señales de una incipiente jaqueca. Sentía que aquella situación era como un déjà vu de todos los agravios que había sufrido durante años: cuando sus padres la dejaron en casa para viajar por el mundo, cuando Tom se marchó a Eton, y cuando el duque estaba ocupado con asuntos de Estado que atender.
Lucas apretó la mandíbula.
—¿Por qué insistes en desafiarme? Ayer diste un espectáculo al ofrecerte de voluntaria para cuidar de un pirata. Ahora estás comportándote como una muchachita caprichosa. No toleraré un comportamiento rebelde, ____. Si voy a ser tu esposo, tendrás que aprender a obedecerme.
—¿Obedecerte? —Ella miró su rostro pedante, echando chispas por los ojos, deseando tener algo a mano para arrojárselo.
—No soy un tirano irracional. De hecho, estoy siendo bastante sensato; en cambio tú prefieres desafiarme a cada instante. El pirata que tienes en tu alcoba será colgado mañana y tú regresarás de nuevo a Inglaterra en cuanto el Pink Beryl esté listo para emprender el viaje.
—¡No puedes enviar a la horca a un hombre tan gravemente herido!
—Puedo y lo haré. Déjame recordarte lo que dice la ley: «Todo individuo que recibe, alberga, asiste o socorre a un criminal es culpable, como si portara armas por propia cuenta». Deberías agradecer que no presente cargos en tu contra por traicionar a la patria.
A ella le dieron náuseas:
—¿Desde cuándo te comportas como un verdugo, Lucas?
—¡Desde que tú decidiste ponerte en ridículo! —le gritó él.
Ella se quedó absolutamente inmóvil. La frustración le obstruía la garganta. Ya sí que no lo reconocía.
—Debo enviarlo a la horca. Si no lo hago, me acusarán de cómplice. Piensa en mi reputación.
—¡Al diablo con tu reputación! No soy tan ingenua como para no darme cuenta del verdadero motivo por el que no me quieres aquí. Pero déjame aclararte la naturaleza de nosotras, las mujeres. No nos importan los monstruos que ejecutan a nuestros hermanos. ¡Estoy segura de que esa regla se aplica también a las amantes!
—¿Y entonces qué quieres que haga? —Lucas frunció el ceño miserablemente.
—¡Resuélvelo por tu propia cuenta! —Con las faldas cual remolino de color salmón rosado, giró sobre sus talones y se marchó, cerrando tras de sí las pesadas puertas de roble de un golpe.