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 Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu

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La siigoo (: ???
a) sii la amo
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b) me encanta
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 7% [ 3 ]
c) siguela o te mato xD
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 44% [ 18 ]
d) No!.
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OrgasmoJonaS♥
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Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Empty
MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeJunio 15th 2011, 16:23

Capítulo 15


Los cálidos rayos del sol se derramaban sobre su rostro. Sonriendo, ______ se sentó entre cortinas de muselina calentadas por el sol y se compadeció de aquellos despertares en las deprimentes mañanas en Yorkshire. La noche anterior había escuchado una puerta cerrándose con fuerza en el corredor. Por lo tanto, su cuarto debía de ser el de los reservados para la señora de la casa, pero no había. Aunque la decoración combinaba hermosas obras de arte con jarrones color turquesa repletos de espuela de caballero y lirios, no daba ningún indicio de contar con ese particular toque femenino. Era un hermoso cuarto blanco, sin ese esplendor italiano y no estaba presidido por ningún antiguo emblema familiar. ¿Qué tipo de mujer tenía en mente Joseph para que ocupara aquella alcoba?, se preguntó.
Una salada brisa matinal le dio la bienvenida en el balcón. Las gaviotas la saludaron con un amistoso chillido mientras atravesaban el cielo despejado. Un centelleante mar turquesa rompió en salpicaduras de espuma sobre el agitado oleaje de más abajo y se esparció sobre una playa blanca, como empolvada. Y después seguía la desolada belleza del Sahara: dunas de arena, los calientes colores del desierto... La majestad suprema del Atlas la dejó sin aliento. Ella se dio cuenta de por qué Joseph escogía vivir en aquella tierra feroz y primitiva que esperaba ser descubierta, aunque a ella le parecía triste que residiera en un mausoleo de mármol vacío con un depredador como mascota. Solitario. No obstante, ella iba a marcharse. No dejaría que se burlara de ella y la tuviera allí para aliviar su tedio. Él tenía su bendición para dedicarse a todas las Jezabeles de la zona.
Regresó adentro y entró al cuarto de baño. Era magnífico, con una lujosa tina de mármol, lo bastante grande para alojar a un gran sultán regordete sumergido hasta el fondo de alabastro. Las paredes estaban hechas de celosías de yeso; no obstante, las brillantes cuentas de la luz del sol se filtraban formando dibujos. Ella espió por entre los huecos. Una alfombra de flores, árboles y bonitos toldos se extendían debajo de su ventana. Estatuas romanas de Lixus o Volubilis adornaban cada rincón, como un recordatorio de la herencia del orgulloso dueño. Pensando en el demonio, ella vio un cuerpo dorado con manchas subir de un salto los escalones de piedra. Un poco más rezagada, apareció una lustrosa cabeza negra. Su morena masculinidad sobresalía en el mar de flores, como sin duda lo hacía por dondequiera que deambulara. El canalla tenía un encanto personal más fuerte que un imán. Parecía bastante alegre paseando por los jardines con su gato salvaje, ¿y por qué no iba a estarlo? La noche anterior se había entregado a las abundantes atenciones de Leila, la Reina del Desierto.
Joe se detuvo y fijó la vista directo hacia allí. Ella retrocedió de un salto, pero la pared enrejada estaba diseñada para bloquear la vista en los espacios reservados para las mujeres. Él sólo podía adivinar si ella se encontraba o no allí. Al regresar al sitio desde donde espiaba, apoyó la frente en la pared y echó un vistazo hacia donde él estaba. Aquella mirada llena de remordimiento que ella había visto en sus ojos antes de cerrarle la puerta en la cara aún le oprimía el corazón. Él podía ser un canalla despreciable, pero no era de piedra. Sabía que lo que había hecho era imperdonable. Había justificado el rechazo de ella. Jamás podía ser suya después de aquello. Nunca.
Después de verlo deambulando, ______ se lavó la cara con agua fresca, se peinó y se puso la bata que había encontrado doblada sobre la cama la noche anterior.
Un momento después alguien golpeó la puerta.
—Pase —dijo ella y se sorprendió ante el tropel de sirvientes que pasaron marchando junto a ella, cargando montañas de arcones. Mustafá cerraba la fila.
—Buenos días, milady —Le hizo una reverencia con elegancia—. Confío en que haya dormido bien.
Después de haber ahogado la almohada.
—Muy bien. Muy amable de vuestra parte el preguntar —Ella siguió a los criados hasta el vestidor. Depositaron la serie de arcones sobre el suelo de mosaico con diseños de paisajes del Nilo, y comenzaron a desembalar. De los cofres no emergieron ni prendas de seda brillante ni de tafetán con bordados dorados. Pusieron en los armarios caftanes de lino, sandalias de suave cabritilla y prendas de ropa interior de modesta sencillez. ______ sonrió con ironía. Joseph le había enviado prendas regionales, como las de Hanan. Ninguna de las encantadoras piezas provenía del saqueo de ningún barco, sino del zoco vecino. Quedaría sumamente idiota si las arrojaba por la ventana. Además, no tenía intención alguna de quedarse para usar ni la mitad del guardarropa.
—Con los obsequios de mi amo —sonrió Mustafá— espero que encontréis todo de vuestro agrado. Jenab os preparará un baño a Su Señoría y yo os haré subir una bandeja de desayuno. Os recomiendo encarecidamente que permanezcáis en el interior. Hoy luce un sol sin piedad, hasta los claveles están sufriendo.
Los ojos de ______ se iluminaron.
—¿Claveles al sol? Mustafá, debo tomar el té afuera.
—Por supuesto —Mustafá ocultó una sonrisa e hizo una reverencia con gentileza—. Dentro de poco regresaré para acompañaros.
Una hora más tarde se encontraban paseando entre madreselvas, estepillas, heléchos y trinos de pájaros. Llegaron a una gran terraza, donde había una piscina verde mar construida al borde del acantilado que parecía fusionarse con el paisaje de vista al mar. Al final del sendero había un pabellón de lona blanca.
Mustafá se detuvo.
—El menzeh al borde del jardín de rosas, milady, como vos lo pedisteis.
El sitio era encantador. En lugar de techo, tenía un entramado sostenido por aleros que proporcionaban una agradable sombra. Al fondo florecía un jardín de rosas. Una ráfaga de aire abrió la lona. Ella vio un bulto dorado con manchas negras echado junto a un par de botas negras de ante.
—Eh, Mustafá... —______ echó una mirada a un lado, pero él había desaparecido convenientemente. Ella miró hacia el pabellón. Joseph estaba bebiendo café y leyendo un libro. Estaba empezando a tener en cuenta la aburrida sugerencia de Mustafá de desayunar adentro cuando Joseph levantó la cabeza. Sorprendido primero y luego curioso, se reclinó en la silla y esperó a ver qué hacía ella. Mmm. Regresar al cuarto le daría a entender que encontraba su presencia perturbadora. Y eso era lo último que quería. Además, necesitaba informarle sobre su decisión de marcharse lo antes posible. Con la cabeza erguida, tomó el sendero.
En cuanto puso un pie sobre las alfombras bereberes, Joseph se puso de pie. Apartó una silla para ella:
—Buongiorno —oyó decir a la voz grave por encima de sus hombros. Lo miró. La incomodidad reflejada en los ojos de él igualaba los frenéticos latidos de su corazón.
—Buenos días —respondió ella fríamente. El leopardo de ojos verdes levantó la cabeza y gruñó.
—Me disculpo por la mala educación de Dolce. No está acostumbrada a ver a otras mujeres aparte de a mi hermana.
Entonces él no recibía a sus amantes en la casa. ¿Se suponía que debía sentirse halagada?
—¿Cuál es tu excusa?
—No tengo ninguna —El sonrió abiertamente, con los ojos brillándole con un tono azul marino en el rostro bronceado. Tenía la mandíbula bien afeitada y la cabellera negra azabache peinada en una coleta. La invadió un arrebato de deseo hasta que notó el inflamado arañazo en la mejilla. El desprecio le enfrió la sangre y tomó asiento rígidamente.
Joseph se sentó frente a ella. Una evidente aprobación brilló en sus ojos al notar que ella llevaba puesto uno de los caftanes que le había enviado: una túnica blanca de lino bordada con topacio. Lavados y brillantes, los cabellos caían ondulados a su alrededor. Sin embargo, a ella le resultaba extraña su reacción. ¿Es que las tiernas caricias de Leila no le habían apaciguado la lujuria, que la miraba como si estuviese untándola mantequilla y mermelada en la mejilla? Comparada con aquellos velos rojos transparentes, ______ parecía tristemente una monja. Quizás hubiera apreciado el interés que él mostraba de no haber sido por el arañazo. No soportaba mirarlo a la cara.
Un viejo libro yacía sobre la mesa frente a él, titulado Dante. El supuesto pirata tenía un gusto excelente por la literatura, y conociendo a Joseph era muy capaz de citar medio libro.
—«No puede haber conocimiento sin retención» — citó ella una de las frases más famosas del poeta toscano.
—Presumida —Mostró los sólidos dientes blancos con aire de desafío. Apoyó los codos sobre el mantel blanco y se sostuvo la cara, una sonrisa tonta le curvó la comisura de la boca.
¿Qué le sucedía esa mañana? Ella frunció el entrecejo con aire especulativo y le estudió el cálido brillo del iris. Límpidos como iolitas, concluyó ella, descartando fiebre alta. Los marineros vikingos había creado una leyenda de la piedra de iolita porque creían en los poderes que tenía de filtrar la bruma y el resplandor de sus ojos. De un modo irritante, aquellos ojos a ella le provocaban el efecto contrario.
Chasqueando los dedos, y con ello los tontos pensamientos de ella, Joseph llamó al criado:
—¿Qué te gustaría desayunar? —le preguntó.
—Té está bien —Ella miró hacia el mar. Casi compensaba la imagen del arañazo.
Envió al criado a la cocina y se hundió en la silla. Entrelazó los dedos sobre su abdomen plano.
—Quisiera disculparme. Yo, eh... parece que anoche perdí la cabeza y mis buenos modales —Alzó la vista de manera inquisitiva—. Me disculpo humildemente y te pido perdón.
______ examinó esa mirada compungida.
—No te preocupes. Anoche caí en la cuenta de la verdadera naturaleza de nuestra sociedad. Razón por la cual apreciaría que me pusieras en un barco rumbo a Inglaterra lo antes posible.
Alarmado él abrió los ojos.
—¿La verdadera naturaleza de nuestra sociedad? ______... —Se acercó más hasta cogerle la mano pero ella la apartó. Tenía intención de seguir hablando, no obstante se contuvo, asumiendo que cualquier palabra de más sólo sería tomada en su contra. Con los ojos llenos de remordimiento, dijo—: No tienes idea de cuánto lamento lo de anoche. Si pudiera, la borraría hasta el momento en que volvimos a casa.
—¿Y luego qué? —preguntó ella de forma concisa. Si le importaba seguir en su sano juicio, ella debía borrar de la memoria el recuerdo de él acariciándole el cuerpo en la oscuridad del mirador frente al mar.
—Entonces, te hubiera acompañado hasta tu alcoba como un auténtico gentiluomo y te hubiera dado las buenas noches.
Comprensible, pensó ella con mordacidad, después de haberte visto forzado a darte prisa con esa Delicia del Sahara debido a este maldito estorbo.
—Es demasiado tarde, Joseph. Deseo irme a casa.
—Quisiera que te quedaras. Al menos unos días.
Ella sintió un repentino deseo de pegarle un tiro.
—¿Para qué? ¿Qué podría tentarme a quedarme? ¿Y por qué de pronto estás tan ansioso de que me quede contigo? Tienes que matar franceses, ¿o no? Y si mal no recuerdo, aquella noche que nos fuimos de Kingston te mostraste bastante firme al informarme de que no tenías deseos de llevarme a ninguna otra parte que no fuera a casa. ¿Qué es lo que ha cambiado?
Tenía una mirada terriblemente seria cuando dijo:
—No tienes ni idea.
Al cabo de una larga pausa en silencio, en un tono más liviano dijo:
—Esta mañana espero la visita de unos buenos amigos. Se quedarán una semana. Te agradarán.
—Ya he conocido a algunos de tus amigos. No son de mi agrado.
—Mira, llegarán en cualquier momento. Son encantadores, mundanos, una cálida pareja judía de Londres. Sallah es mitad inglés mitad marroquí y es mi socio, y su esposa, Nasrin, es marroquí de pura sangre. Tiene todo el encanto oriental, es la hija del mejor joyero de Marrakech, una verdadera dama. Tienen ocho hijas y son divertidos. Por favor, di que te quedarás.
¿El socio judío y su encantadora esposa? A ella le despertó la curiosidad.
El criado regresó. Con sumo cuidado, depositó delante de ella una tetera, un plato de bollos tibios, mantequilla, mermelada de naranja, utensilios de plata, fina vajilla de porcelana italiana y una servilleta de lino doblada. Joe lo retuvo haciendo un gesto dominante con la mano.
—Si se te ofrece algo más...
—No, gracias.
Liberó al criado.
—Yo tampoco como demasiado en el desayuno —afirmó él afablemente.
Ella miró la gran montaña de cáscaras apiladas en el plato que él tenía enfrente, que parecían ser de cuatro naranjas grandes y sonrió irónicamente:
—Ya veo a qué te refieres.
—Bisogna mangiare quallcosa —Se encogió de hombros con aire de culpabilidad—. Uno necesita comer algo.
Ella ignoró sus risitas zalameras y removió el azúcar en el té. Joseph volvió a mirarla fijamente.
—Tengo que hacerte una confesión —Le sonrió tímidamente—. Le pedí a Mustafá que te convenciera de desayunar conmigo aquí afuera. Me agrada que hayas accedido.
—Deberías pagarle mejor sueldo, Joseph. Su astucia eclipsa la de Hassock, el criado de mi abuelo, que es legendario por sus diabluras. Mustafá prácticamente me hizo rogarle desayunar al aire libre. Y yo ni me di cuenta.
—Me aseguraré de tenerlo en cuenta —Se inclinó hacia delante. El viento leve le hinchó la camisa blanca, dejando a la vista su pecho cincelado. Ella casi olvida lo canalla que él había sido la noche anterior. Casi—. Sobre mis amigos — dijo—, realmente me gustaría que los conozcas, y viceversa. Y... de veras quiero que seamos amigos. ______. No sé qué fue lo que me pasó anoche.
Ni ella, aunque había estado tan terriblemente tentada de claudicar. Casi estaba agradecida de que la arrolladora sombra de Leila ahora revoloteara entre ambos.
—Los amigos comparten secretos —le dijo con tono suave.
Los ojos de Joseph se tornaron opacos.
—Dame tiempo.
—Consideraré tu oferta cuando conozca a tus amigos.
Con aire optimista, él volvió a observarle cada gesto. La observó escoger un bollo de la pila recién horneada, la observó cortarlo por la mitad y untarle mantequilla. Se estiró y sutilmente le acercó suavemente el platillo de cristal con mermelada.
Ella dejó caer el bollo.
—¿Qué diablos te pasa esta mañana? Te comportas como si jamás hubieras desayunado con una mujer.
—No lo he hecho.
—Se me hace difícil creerlo —Desvió la mirada hacia el paisaje marítimo azul—. Todo esto es hermoso —murmuró de modo distraído.
—Muy hermoso —coincidió Joseph con voz ronca—. ¿Me perdonas?
Ella se encontró con aquella mirada esperanzada y sorbió el té.
—Agradezco las prendas que me enviaste.
—Scusa? —parpadeó Joseph. Esa mañana parecía distraído.
—¿Me ha crecido barba de repente? —le preguntó ella con creciente irritación—. ¿Qué sucede?
Dos hoyuelos aparecieron en las mejillas de él.
—Niente —respondió él amablemente, encogiéndose de hombros.
Ella entrecerró los ojos:
—¿Por qué no te creo?
Joe sonrió de manera inocente:
—No lo sé.
Incapaz de tolerar un momento más su actitud condescendiente, ella dejó caer la servilleta y se puso de pie.
—Venir aquí fue un error. Debí desayunar en mi cuarto —Y abandonó la mesa.
Él la alcanzó de un salto. Le aferró la cintura con los brazos y la apretó de espaldas contra su ancho pecho. Le rozó la cara contra el cuello, inhalando profundamente el perfume floral de su piel.
—No te vayas todavía. Me encanta disfrutar de tu compañía en el desayuno. ¿Cómo pude haberme privado de esto?
La respuesta del cuerpo de ella era electrizante. No encontraba la fuerza para evadirse de su abrazo. Pero cuando le lamió el interior de la oreja y deslizó la mano suave por los pechos y los apretó, ella recuperó la cordura con más vigor.
—¡Quítame ahora mismo tus malditas manos de encima!
En cuanto la soltó, ella salió corriendo hacia la casa, escuchando detrás un torrente de palabrotas de autorreproche. Casi se choca con el par de desconocidos.
—¡Ah, qué bien! Justo a tiempo para desayunar —El caballero regordete de bigotes se frotó las manos con satisfacción. Unos dedos largos y elegantes se cerraron en su brazo con fuerza sutil aunque letal. En uno había un diamante enorme y oval que hacía juego con el vestido de seda color siena de la mujer.
—Ya has desayunado, querido —dijo la alta y esbelta dama. ______ reconoció instantáneamente la excelente calidad de sus prendas. Un delicado chal con hilos dorados le cubría los cabellos negros como el carbón, dejando a la vista unas vetas plateadas a la altura de las sienes. Ella irradiaba inteligencia y calidez.
El esposo se ruborizó.
—¿Cómo? ¿Esos restos que los bereberes nos dieron hace horas? Si te escuchara Joseph podría malinterpretarte y pensar que venimos de un banquete —Urgió a la esposa a que avanzara y se detuvo de golpe—. ¡No puedo creerlo! —Levantó las espesas cejas negras ante la imagen de aquella joven de cabellos dorados que tenían parada enfrente.
La dama también la vio. Hizo callar al esposo y siguió avanzando livianamente con una sonrisa amistosa.
—Buenos días. Soy Nasrin Almaliah y este individuo maleducado que viene detrás es mi esposo, Sallah. Encantada de conoceros —Hizo un elegante reverencia.
—El placer es mío, señora —______ le devolvió la reverencia, sintiéndose un poco tímida—. Yo soy... ______.
—Lady ______ —la corrigió Joseph, que apareció a su lado de forma repentina.
Los ojos negros de Nasrin parpadearon.
—Vaya, querida mía, pero si sois inglesa. Qué encantador, Sallah —echó una mirada a su sorprendido esposo—, no seas descortés. Ven a conocer a lady ______ —Volvió a ofrecerle a ______ una sonrisa de aprobación—. Es una joven encantadora.
El caballero se acercó con indecisión, con su enorme barriga dando botes. ______ le lanzó una mirada furtiva a Joseph que tenía aquella mirada posesiva, con esos aires de arrogancia... ¿Estaba alardeando con ella?
—Nasrin —pronunció pausado al tiempo que le rozó los dedos con un beso—. Estás tan hermosa como siempre, mi distinguida dama. ¿Por qué sigues soportando a este judío glotón cuando puedes tenerme a mí?
Nasrin rió.
—Ese es uno de los grandes misterios del mundo, El-Amar, Bien, Sallah —Miró a su esposo divertida—. ¿Ya encontraste tu lengua?
La sonrisa de Joseph se agrandó ante el desconcierto de Sallah.
—Sallah, permíteme presentarte a mi amiga, lady ______. Le conté todo sobre ti, de modo que confío en que le causes una buena impresión, y... —le lanzó una mirada a ______—. Quizás también puedas mejorar la impresión que tiene acerca de mí.
—Claro, claro. Disculpad mi descortesía —Sallah cogió gentilmente la mano de ______ e inclinó la cabeza con cortesía. Al levantar la vista sus ojos eran cálidos—. Mi querida lady ______, no os imagináis lo encantado que estoy de conoceros. De hecho vuestra sola imagen llena mi corazón de esperanza.
______ parpadeó ante aquel saludo tan extraño. Joe suspiró.
—Pareces una vieja, Sallah —Rodeó con el brazo el hombro fornido de su amigo y lo condujo hacia el pabellón—. Ven, Jebel Sallah. Déjame convidarte a otro desayuno.
—Por Dios, eres un canalla desvergonzado, Joseph —se quejó Sallah mientras se alejaban—. ¿Por qué no me contaste nada de ella anoche?
—Luego, Sallah.
—¿Qué hacías saliendo de la tienda de Leila? —susurró Sallah de manera inadecuada—. Por el amor de Dios, ¿qué es lo que pasa contigo? ¿No sabes distinguir algo bueno cuando lo tienes bajo tus gentiles narices? ¿Qué más necesitas... un porrazo en la cabeza?
Nasrin le sonrió a ______.
—¡Hombres! —Miró al cielo y ambas rieron. Enroscó su brazo en el de ______—. Vayamos con ellos antes de que Montaña Sallah devore toda la comida, ¿quieres?
Molesta por la cantidad de intrusos, Dolce emitió un gruñido de desagrado y se marchó.
—Joseph me contó que tenéis ocho hijas y que vivís en Londres —______ se dirigió a Nasrin una vez que se unieron a la mesa. A esas alturas, los hombres estaban compenetrados con las noticias de la guerra y el impacto de los precios en el mercado. Aunque ella no se perdía las miradas de Joseph. La mente de aquel rufián era como toda una compañía naviera.
Nasrin abrió una faltriquera y mostró orgullosa unos retratos en miniatura.
—Ésta es mi hija mayor, Sara. Está esperando nuestro primer nieto. Y ésta es Taláa. Ella es casi de tu edad. Se casará en Pascua —Bajó el tono de voz para preguntarle—: ¿Qué es lo que te trae por Agadir, querida mía?
_____ levantó la vista puesta en los hermosos rostros de las jóvenes y se encontró con la mirada curiosa de Nasrin, pero antes de que tuviera oportunidad de embarcarse en una abstracta versión de su historia, un criado se acercó a Joseph.
—Nasrin, Sallah, ¿qué puedo ofreceros? —les preguntó.
—Té está bien para mí, El-Amar. Gracias —respondió Nasrin.
Sallah, que ya tenía la boca llena de un bollo con manteca, frunció el ceño pensativo.
—Yo tomaré huevos pasados por agua con patatas y tostadas y un café turco fuerte —dijo con la boca llena, aunque la idea general se entendió: tenía hambre. Joe rompió a reír.
—Que Dios se apiade de ti —suspiró Nasrin con irritación.
—Ssh, esposa arpía —la regañó Sallah con indignación—. ¡Y tú también, canalla!
—Va bene, d'accordo —Joseph rió entre dientes levantando las manos en señal de rendición.
______ observó a la amigable pareja, sorprendida de cómo Joseph se las había ingeniado para entablar amistad con aquellas excelentes personas que parecían apreciarlo de verdad. Él debió de haber notado la aprobación de ella ya que les sonrió con placer.
—Espero que os quedéis esta semana. Debéis de estar exhaustos de saquear cada zoco de Marrakech —les ofreció cálidamente.
Sallah miró a su esposa. Ella asintió con la cabeza.
—¡Por supuesto que lo haremos! —afirmó él—. ¡Nos encantaría!
Mientras Sallah atacaba su segundo desayuno, Joe miró fijamente a ______. Dio por sentado que ella también se quedaría, pero la mirada furtiva de ella hacia la mejilla lesionada fue un mensaje más que elocuente.

—Bien, ¿intentarás explicarlo o tendré que estrujarte para sacártelo? —Sallah escogió un cigarro de la caja que descansaba sobre la mesa de té de la biblioteca y encendió un fósforo. A diferencia del resto de la casa, la biblioteca de Joseph estaba bien amueblada con objetos bereberes y decorada en tono verde oscuro.
Apartándose de la chimenea de ladrillo, Joe caminó sin prisa junto a los estantes de libros. Se detuvo ante el mueble de las bebidas.
—¿Siempre tienes que meter tu bigote en los asuntos de los demás?
—¡Somos socios, ya habibi! Tus asuntos son mis asuntos —Sallah chupó el cigarro. A dos cojines de distancia, sobre un sofá de color verde botella, un bulto con manchas comenzó a toser.
—¿Qué es lo que quieres saber? —Joe escogió una botella de cristal de Murano y llenó una copa.
Sallah frunció el ceño ante la imagen de su joven amigo sirviéndose coñac tan temprano, pero se reservó la opinión.
—¡Cuéntame todo! ¿Dónde encontraste a esta hermosa Venus rubia y qué es lo que hay entre vosotros? Sé que no sois amantes —agregó con mordacidad—. La dama está seriamente indignada contigo.
Joseph miró por la ventana. Daba a un antiguo olivar. Las mujeres estaban conversando a la sombra.
—Ella quiere viajar por el mundo. Me designó su guía y acompañante.
Sallah rompió a reír.
—¡Dios Santo! ¿De todas las personas que hay en este mundo fue a escogerte a ti? ¿Pero cómo surgió todo? ¡Suelta la lengua! La curiosidad me está matando.
La mirada pensativa de Joe se desvió hacia una imagen dorada con ojos rasgados apoyada en un viejo olivo.
—Está indignada conmigo porque anoche la llevé al campamento a ver a Leila.
—¿Que hiciste qué? —Sallah casi se cae del sofá—. ¿Llevaste a una muchacha dulce y bien educada a ver a esa ramera quitándose los velos? ¿Qué es lo que te sucede? No tiene nada que ver contigo que... —Se detuvo con los ojos bien abiertos—. ¿Ella estaba allí cuando te metiste en la tienda de Leila para un revolcón rápido? ¿Dónde diablos estaba ______? ¿La dejaste allí en la hoguera con los bereberes?
Joseph evadió la mirada furiosa.
—Sólo estuve con Leila un momento. Le estaba aclarando un asunto.
—No me vengas con esas. ¿Qué tipo de asunto podrías haberle querido aclarar? ¿Que eres capaz de humillar a ______ hasta dejarla hecha polvo por tener insípidas amantes por todo el mundo? —Meneó la cabeza—. Me sorprendes, Joseph. Solías manejar el rechazo mucho mejor.
Los ojos de Joseph eran como dos huecos tristes y oscuros.
—Ella insistió con el tema equivocado —Se acercó y se desplomó en el sofá junto al felino que sufría. El animal se le acurrucó más cerca y apoyó su cabeza con manchas sobre su muslo—. Sallah, ¿recuerdas que te dije que Gelsomina contrajo matrimonio? Se casó con el prometido de ______.
Los ojos de Sallah se entrecerraron con perspicacia.
—¿Y tú no tuviste nada que ver con eso?
—Yo intervine —admitió Joseph—, pero no por lo que tú piensas. Gelsomina estaba enamorada del inglés. Yo tenía que quitar a ______ de en medio.
Sallah lanzó una mirada elocuente.
—Entonces se la arrebataste a su enamorado, la trajiste a tu guarida en el desierto, y como ella no sucumbió ante tus despiadados encantos, la llevaste a la rastra de noche para que viera cómo seducías a otra mujer. Admirable —le dio una chupada al cigarro.
La indignación y el fastidio chocaron en la mirada de Joseph.
—Silverlake no era su enamorado. A ella le importaba un bledo. Quería venir conmigo —dijo con tono brusco y vehemente.
—¿Dijiste Silverlake? ¿El cazapiratas? —Sallah se ahogó y empezó a echar bocanadas de humo cual volcán en erupción—. ¡Dios Santo! ¿Y tú diste tu consentimiento?
—Silverlake es un tipo decente. No es mi elección preferida para Gelsomina, pero a ella parece agradarle. Es mejor compañero de lo que yo hubiera imaginado.
—¿Qué tonterías estás diciendo? Jasmine es el sueño de cualquier hombre. Es hermosa, llena de vida, inteligente. Ella podía haber escogido el que quisiera.
Joseph golpeó el sofá con la mano.
—¡No es necesario que me enumeres a mí los atributos de mi hermana! Podría haberse casado con un rey. Qué pena que no sea hija única.
—Me estás estropeando la digestión, Joe. ¿Qué hay tan terrible en ti que hace que Jasmine tenga que sentirse avergonzada de sus familiares?
Joseph miró fijo a Sallah de manera mordaz.
—Allora, para empezar, su hermano es un asesino profesional, aunque también un bastardo egoísta. Debí dejarla en Italia. Había otras opciones. No debió terminar en Argel. Es un verdadero infierno, y debí pensarlo mejor antes de arrastrar a mi hermana menor conmigo a ese pozo de sabandijas.
Sallah lo miró con aire pensativo. Aunque compartían diez años de amistad, el pasado de Joseph todavía era considerado un tema tabú. Nadie era depositario de los secretos de la Víbora. Había algo que Sallah sabía seguro: su soberbio amigo italiano no era inculto.
—Entiendo —cedió—. Pudiste haberte encargado de que se quedara con una familia respetable, pero la querías a tu lado. La amas. Eso me suena razonable. Criarse con extraños, aunque sean respetables, no es siempre la mejor solución, amigo. Creo que escogiste la mejor opción.
—Aprecio tu apoyo, Sallah, pero disiento. La privé de una vida mejor. Mi responsabilidad era hacer exactamente lo contrario.
—La chica está felizmente casada. Bien está lo que bien acaba —Sonriendo, Sallah echó una bocanada de humo. Con aspecto absolutamente miserable, Dolce tosió ante la nube de humo que se le venía encima.
—Estás ahogando a mi gata, Sallah —masculló Joe—. Apaga eso.
Sallah aplastó el cigarro en un cenicero.
—Si mal no recuerdo, se decía que el tal Silverlake estaba comprometido con... ¡Caramba! ¡Tu rubia Venus es la nieta del duque de Dellamore! ¡El consejero personal de la reina Ana y amigo personal de Marlborough!
—Así es —Exhaló Joe al tiempo que acariciaba afectuosamente la suave piel de la cabeza de Dolce.
—Me sorprendes, Joseph, cuánto te gusta jugar con fuego. El que duerme sobre una mina con una cerilla encendida se puede considerar a salvo al lado tuyo.
—Como siempre, exageras —Joe le acarició el delicado lomo de Dolce.
Sallah miró con ceño.
—Te estás cavando tu propia tumba, amigo mío, una terrible, profunda y oscura tumba. El abuelo pedirá tu cabeza por esto. No puedes retener a una mujer como ella escondida, sola contigo, aquí en tu casa. Ella es del tipo que se supone que tú ni deberías mirar.
Joe apretó un músculo de la mandíbula en un signo de furia.
—¡Puedo mirarla tanto como yo quiera!
Sallah sonrió de manera comprensiva.
—Comprendo por qué disfrutas de su compañía, pero tienes que llevarla de regreso. No necesitas meterte en un problema como éste. Ya tienes suficientes.
—Ella se queda.
Sallah sonrió:
—Lo inimaginable ha llegado. ¿Quién lo hubiera dicho...?
Joseph le lanzó una mirada oscura al rostro contento de Sallah.
—¿Qué se supone que significa eso?
Sallah rió entre dientes.
—Significa, amigo mío, que no te envidio en lo más mínimo. ¡Ya estás involucrado, bribón! ¡Estás a punto de sufrir como el resto de nosotros!
Una expresión severa apareció en el rostro de Joseph. Sallah estalló en una carcajada.
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Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Empty
MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 4th 2012, 12:27

Capítulo 16

—Estos son hermosos —_____ llamó la atención de Nasrin señalando un par de zapatillas rojas puntiagudas que estaban expuestas en uno de los puestos. El zoco de Agadir ofrecía una gran variedad de artículos: alfombras, lámparas, especias y hierbas, broches de plata con piedras incrustadas y animales. En uno de los puestos estaban preparando té de menta; en otro fabricaban objetos de cerámica a la vista. Las familias pasaban caminando en grupo, cargando sus burros. —Las babuchas son bonitas —coincidió Nasrin—. Deberíamos comprar un par para la pequeña Rachel. ¡Sallan! Entrégame la bolsa con monedas y ve a ver la venta de camellos.
Refunfuñando, Sallah le entregó un puñado de monedas y se alejó indignado.
_____- sintió que una mano le tocaba levemente el hombro.
—¿Te gustan ésas? —le preguntó Joe.
Ella alzó la vista. La calidez de sus ojos la derritieron. Lo había extrañado. Tremendamente. Pero como la señora lo había rechazado, él había guardado la distancia, sólo que el efecto era como un doloroso vacío que crecía en el interior de ella cada día más. Los aposentos de él quedaban frente a los suyos. Sabía cuándo llegaba, cuándo se iba, cuándo se retiraba a descansar.A veces, entrada la noche, escuchaba el ruido de las botas detenerse frente a su puerta. Acostada en la cama, ella solía escuchar preguntándose qué haría si él iba a buscarla. Jamás lo hizo. —Te ves hermosa, princesa —le susurró recorriéndola con los ojos de pies a cabeza. Ella llevaba puesto un caftán blanco y una túnica confeccionada en seda teñida de color turquesa. Sus ojos de color aguamarina brillaban por encima del velo transparente turquesa prendido de sus cabellos—. Desafío al sultán de Constantinopla a encontrar a una sola ninfa de cabello negro castaño de ojos grandes entre su harén entero. Tú eclipsas a todas sus esposas juntas, amore . Ruborizada, ella bajó la vista. Desde aquella noche en el campamento él había cambiado; su lado severo había desaparecido, y ahora sólo quedaba aquel apuesto italiano que se comportaba con la gracia de un príncipe. Resultaba difícil acostumbrarse a él.
Joe se dirigió hacia el vendedor. —Rachid, ¿cuánto por las zapatillas rojas? Rachid puso un precio y sin pedir rebaja Joe metió la mano en el bolsillo. _____ sonrió. Quizás se veía muy bien que cualquier caballero negociara el precio en el zoco, pero no para un hombre con el porte de un príncipe. Un brillo juguetón iluminó los ojos de ella. Le cerró el puño.
—Una vez un pirata me dijo que uno debe regatear el precio con los vendedores. O si no, ellos se sienten ofendidos.
Una amplia sonrisa apareció en los labios de él.
—Lo hizo, ¿verdad?
—Quizás prefieras ir con Sallah a inspeccionar la venta de camellos, ¿eh? Yo estaré bien con Nasrin. Se le desvaneció la sonrisa. —Yo no vine a ver camellos. Vine por ti. Pero no te preocupes. No te molestaré —Inclinó la cabeza oscura y se volvió para marcharse. Siguiendo un impulso ella lo cogió de la manga de la camisa de batista. —No me molestas —Ella estaba cansada de la guerra fría que estaba sosteniendo contra él. En el fondo de su corazón lo había perdonado por lo de Leila. —Aquí tienes —Le entregó unas monedas en la mano—. Regatea con Rachid el precio por tus zapatillas rojas. —Gracias —Metió algunas en el bolsillo y le ofreció al vendedor una suma menor. El hombre echó un vistazo a las monedas y meneó la cabeza protestando en voz alta. Joe rió.
—¿Qué es lo que está diciendo? —le murmuró ______ a Joe al oído. —Dice que si todos sus clientes fueran tan avaros como tú se iría a la quiebra y que las zapatillas valen al menos el doble. —¿El doble? —_____ levantó una zapatilla roja y metió un dedo—. ¿Ve? Un agujero —Meneó el dedo ante el vendedor asombrado. —¡Misil mumkin! —Agitó la cabeza y tomó la zapatilla. Después de llenarla con un trozo de suave piel de cabra se la devolvió con una sonrisa afable y confiada. El hueco había desaparecido misteriosamente. —Está bien —Ella depositó otra moneda en la pila—. Con esto será suficiente. Poniendo objeciones, el vendedor mostró su túnica sencilla y señaló a los cinco niños forcejeando frente al puesto. _______ les sonrió al verles las caras, pero ellos le sacaron la lengua. Joe comenzó a traducirle las palabras de Rachid. Ella lo interrumpió.
—Entiendo. Es un hombre pobre con cinco niños que alimentar —Una auténtica preocupación le ensombreció los ojos—. Joe, tal vez deba pagar... —No creas todo lo que dice. Conozco a Rachid. Es un comerciante exitoso. Continúa. Las negociaciones continuaron, pero una vez que Rachid se dio cuenta de cuánto se había encariñado ella con las zapatillas rojas, se negaba a ponerle un precio razonable. Ella abandonó el esfuerzo y recogió las monedas. —Vuestras babuchas son demasiado caras para mi gusto, señor. Buenos días — Y se marchó en busca de Nasrin. Joe apoyó el codo en el mostrador, siguiendo con la mirada la seda turquesa que se alejaba flotando. —Perdiste, Rachid. Ella es una pequeña comerciante tenaz. —Es una buena comerciante —Rachid alzó la ceja con curiosidad—. ¿Quieres comprarle las babuchas por tu cuenta,E l - Amar, o
quieres que la haga regresar?
Joe le ofreció una sonrisa malvada.
—Hazla regresar.
Rachid se inclinó por encima del mostrador y gritó a todo pulmón:
—¡Pague lo que quiera,Lalla!
______ se detuvo. Al ver su sonrisa brillante, Eros echó la cabeza atrás y soltó una carcajada. Con aire satisfecho, ella regresó a negociar. Dos monedas adicionales cerraron el trato. Rachid le guiñó un ojo mientras envolvía las zapatillas.
—Es encantadora, El Rais. Mis felicitaciones.
—Gracias, Rachid —Los dos hombres se estrecharon las manos cálidamente.
______ examinó el rostro de Joe.
—¡Estabas haciendo trampa!
Eros parecía sorprendido:
—Io? No, no —Señaló al sonriente vendedor al tiempo que cubriéndose la boca con la mano, le susurraba —: Rachid estaba haciendo trampa. —¡Los dos hicisteis trampa! —La sonrisa de asombro de ella se convirtió en una carcajada que contagió a los dos hombres—. Jamás volveré a hacer negocios contigo. ¡Ni con vos!
Riendo ahogadamente, Joe recibió el paquete y la cogió de la mano. —Andiamo, principessa. Vayamos a por algo de comer. Arrivederci, Rachid!— Saludó al vendedor y se pusieron en marcha. De la mano, continuaron caminando por la atestada callejuela. Ella estaba animada y seguía sonriendo. —Gracias por las zapatillas —le dijo radiante. —Prego. De nada —Le aferró la mano. La tregua estaba declarada; de nuevo eran amigos. El parecía igual de contento. Aquel día llevaba los cabellos sueltos que le azotaban los omóplatos, dándole un aspecto de mayor altura, volviéndolo absolutamente irresistible. Una hebra plateada y púrpura adornaba los puños de la camisa, llevaba la letalshabariya amarrada a la cintura, y una pistola con culata plateada enfundada en la parte delantera de los pantalones. Un príncipe pirata. Miró el paquete que cargaba: el regalo para ella. Dejaría pasar los caftanes, pero las babuchas no... Serían el recuerdo de Joe para el futuro. Ella le ofreció devolverle las monedas. Él parecía divertido—. Guárdalas. De hecho, debí haberte regalado algo bonito hace días. Esta noche lo rectificaré.
—No tienes que darme obsequios, Joe —Ella no era una mujer mantenida. No era su mujer. Comprarle las graciosas zapatillas rojas era una cosa, pero colmarla de regalos caros de los que los hombres ofrecen a sus amantes era otra bien distinta. —Quiero hacerlo. Sé que siempre has tenido toda prenda o joya valiosa que las mujeres se mueren por tener, _______, pero seguramente si me empeño, encontraré alguna pequeña excentricidad que tu abuelo aún no te haya regalado. Ella se topó con una mirada seria. Amablemente, le dijo: —No soy una persona difícil de complacer, Joe, pero creo que deberías guardar tus obsequios para otras más... agradecidas que yo. Un músculo palpitó en la mandíbula masculina. Él entendió.
—Tengo hambre —dijo después de un momento, irradiando de nuevo buen humor e ímpetu—. Veamos si encontramosalgo interesante para hacer trabajar las mandíbulas. Un brusco movimiento de la muchedumbre captó la atención de ______. Un chico flaco y huesudo, de unos diez años,robó una sandía de un concurrido puesto de frutas. Logró avanzar dos pasos antes de que la gran fruta se deslizara de sus esqueléticos brazos y se estrellara contra el suelo, echando jugo, pepitas negras y pulposos trozos rojos. Surgió un alboroto. El vendedor se percató del robo, reunió a sus colegas y comenzaron la persecución del muchacho. Parados junto al pozo de agua del pueblo, _____ y Joe siguieron la escena ávidamente. Los vendedores furiosos atraparon al muchacho y lo arrastraron hasta una plataforma de piedra.
—¿Qué le harán? —preguntó ______ con aprensión. —Lo que les hacen a los ladrones. Le cortarán la mano. —¿Le cortarán la mano?—Le aferró el brazo—. Joe, tienes que hacer algo. Ayúdalo. El muchacho gritaba mientras uno de los hombres lo reprimía y el otro le envolvía una cuerda alrededor de la muñeca. Le sujetaban la mano al borde de la piedra, colocándola para cortársela. Aterrorizada, _______ miró fijamente la pequeña mano temblorosa con la cuerda tensa. —¡Joe! —Le hundió las uñas en los duros músculos del brazo—. Haz algo. Por favor.—Todavía no —dijo con una calma exasperante. Ella le lanzó una mirada: —¿Estás esperando que el cuchillo esté desafilado o que el muchacho se salve por su cuenta?
—Eso sería preferible. De todos modos, primero el muchacho tiene que aprender la lección. —¿Y qué lección es esa? ¿Qué robar está mal? ¿Cómo puedes ser tan hipócrita? —La lección es que la próxima vez no se deje atrapar —Se apartó de su lado, desapareciendo entre el gentío. En puntillas, ella avanzó derecha hacia la muchedumbre reunida, intentando ofrecer las monedas que tenía por la mano del muchacho. El hombre con bigotes que sujetaba la cuerda empuñaba un enorme cuchillo de carnicero. —¡No! —gritó ella, empujando desesperadamente hacia delante. Alguien la empujó a ella y cayó. Se dio con rodillas y manos en el adoquinado un instante antes de que el cuchillo diera contra el borde de la piedra, disparando chinitas en todas direcciones. Ella se preparó para hacer frente a la terrible imagen de una mano mutilada.
La pequeña mano no había sido cortada. El muchacho había desaparecido. Estalló un alboroto. La gente gritaba, buscando al muchacho por todas partes, pero no había ni rastro de él. ______ respiró aliviada. —Vamos —Joe la cogió fuerte de la mano. Tenía al escuálido ladrón escondido, subido a los hombros. Se abrieron paso entre la marea de gente hasta llegar a un callejón aislado. Joe bajó al muchacho de sus hombros. Le dio varias monedas y con una palmada en la cabeza lo mandó a seguir su camino. El muchacho le lanzó una alegre sonrisa, con los ojos negros encendidos y con expresión de respeto, y luego se marchó corriendo a toda velocidad. Asombrada, _______ miró al pirata de cabellos negros que tenía al lado:
—Lo has salvado.
Él le deslizó una mirada desganada.
—Entonces no soy el malvado bastardo que tú crees, ¿o es que lentamente me voy transformando en alguien de tu agrado? Ella ocultó las manos magulladas, no muy segura de cómo disculparse. Él se las tomó con delicadeza y examinó las heridas.
—Hay que lavarlas con agua fría —dijo—. Regresemos al pozo. —Lo que hiciste por el muchacho fue de lo más bondadoso. Gracias — Siguiendo un impulso, se puso de puntillas, se levantó el velo y le rozó los labios. Joe contuvo la respiración. Se acercó más para prolongar el contacto con la boca pero ella se retiró. Sin querer encontrarse con su mirada, comenzó a caminar con el corazón latiéndole salvajemente. Él la alcanzó y continuaron caminando juntos en silencio. Al llegar al pozo, Joe insistió en enjuagarle las manos. El suave contacto a ella le recordaba cuánto lo había deseado. Echó una mirada de reojo a su perfil ceñudo. —Ese ladronzuelo tuvo mucha suerte de que hoy te encontraras en el zoco. ¿Crees que ha aprendido la lección?
Joe le examinó las manos. Limpias, las heridas parecían menos serias. —Mañana no despertará pensando que el mundo es un sitio agradable. Debe aprender a sobrevivir. Tiene que experimentar el miedo para protegerse mejor en el futuro, para evitar errores y estar siempre preparado. Él hablaba desde su propia experiencia, la que le había dado la dura escuela de la vida, concluyó ella. Para él, el mundo era un sitio difícil y desagradable donde sólo prevalecían los fuertes. Ella recordaba la historia que le había contado en Argel de cuando había robado una naranja. —Alguna vez te encontraste en el mismo aprieto, ¿verdad? Sabías el terror que el muchacho estaba sintiendo. —Cuando era niño, yo no tenía ni idea de que en el mundo existía el hambre. ______ parpadeó. Él constantemente confirmaba las sospechas de ella respecto de sus orígenes, ¿pero quién era que había vivido una infancia tan protegida, tan fuera de lo común?
—Hasta que te sucedió cuando eras un poco más mayor. De algún modo aún te sucede.
Joe se detuvo. Su aire era terriblemente serio.
—¿De qué estás hablando?
Ella tuvo la leve sensación de que él estaba pensando en un incidente distinto.
—Me contaste que una vez te atraparon en Argel robando una naranja y que intentaron cortarte la mano.
—Ah, eso. Cuando me atraparon robando esa naranja yo tenía una daga en el fajín. Pasé largo rato lamentando mi mala suerte hasta que se me ocurrió cortar la cuerda. —¿Por qué te fuiste de Italia, Joe? Seguramente tu vida allí no habría sido mucho peor que la difícil vida que estas personas tienen que soportar. —¿Piensas que la vida en Italia es fácil porque es un país rico? Yo envidio a esta gente,amore. Son personas alegres con necesidades sencillas y vidas simples. Todos deberíamos ser así de dichosos.
—¿Tu vida no era simple donde creciste? —¿Simple? —Sonrió él socarronamente—. De donde yo vengo, la guerra es un negocio y un estilo de vida. Aguarda aquí. Regresaré en un momento —Ella vio cómo su ancha espalda desaparecía entre el opulento puesto de frutas, aunque en su imaginación veía guerreros galopando, pueblos en llamas, hordas barbáricas invadiendo Roma. Él no podía haberse estado refiriendo a eso. Estaba hablando de la historia más reciente de Italia: ambición, traición, avaricia; las luchas internas resueltas con afiladas espadas. ¿Qué papel habría jugado Joe en un país de tan sangriento pasado? Pensó en los emblemas y supo que tenían algo que ver con Milán. Joe volvió a aparecer con un melón maduro
—Busquemos un rincón más tranquilo, ¿quieres? Doblaron por un callejón pintado de blanco y se sentaron en un tramo de escaleras. Joe partió la gran fruta sobre las rodillas, quitó las semillas y le ofreció la mitad a ______. Ella se quitó el velo e intentó excavar la jugosa pulpa. Él simplemente enterró la nariz y clavó los dientes. El jugo perfumado le chorreó por el mentón y se le escurrió por el cuello. Ella sonrió al verle la cara embadurnada. —Tu técnica es inspiradora —comentó divertida.
Los ojos de él echaban chispas.
—¡Come! Así yo también puedo reírme a costa tuya.
—¡A la orden, capitán! —Sumergió la cara en el hueco dulce y devoró un bocado fresco y meloso. —Tú te ves mucho mejor —comentó Joe, haciéndola atragantarse de la risa—. ¿Me perdonas?
Se le esfumó la risa.
—¿Por Leila?
—No pude ni tocarla aquella condenada noche que fuimos al campamento. La llevé a la tienda y me marché. Pregúntale a Sallah. Él estaba allí. Me entretuvo como una hora, sermoneándome con los beneficios de tener esposa. A ella se le aceleró el pulso abruptamente. Él no había podido tocar a Leila. —Te perdono. El rostro de él, que chorreaba jugo, se iluminó. —Gracias. Ahora háblame sobre Dellamore. Háblame sobre tu hogar. Quiero saber —Una auténtica curiosidad le brillaba en los ojos.
—Bueno, debo decir que es más bien aburrido. La mansión Dellamore es una construcción gótica, rodeada de colinas y bosques. Hay un estanque con peces donde suelo nadar en verano. —Continúa —le insistió él mientras le quitaba una semilla amarilla de la punta de la nariz. Ella frunció el ceño encontrando desconcertante aquel interés suyo. —El invierno pasado tuvimos cazadores furtivos de faisán, pero el alguacil les cayó encima y ahora esos delincuentes andan cazando ratas en prisión.
Él se hizo el aliviado.
—Bendito sea el buen alguacil.
—No bromees —le palmeó el brazo de manera juguetona—. Aún tengo que hablarte de nuestra enorme biblioteca.
—¡Aja! —Rió él ampliamente—. La famosa biblioteca. Ingleses incisivos y filósofos griegos. —Y algún que otro poeta romano... —Frunció los labios con aire pensativo. —¡Nuestro amigo Ovidio! ¡Ninguna biblioteca está completa sin un romano interesante! —rió él. —¿Existe tal cosa: un romano interesante? —preguntó ella con toda seriedad. A modo de represalia, él le apretó el melón en la cara. Ella rió efusivamente—. Háblame de tu hogar. Su expresión se tornó hermética. —Mi hogar ya no existe. Ella indagó aquellos ojos cafés profundos, preguntándose qué demonios los habitaban. —Por favor. Él suspiró
—No hay nada que contar. Este humilde siervo alguna vez tuvo aldea y ahora ya no existe. —Joe —Cerró los dedos delicadamente en su muñeca—. Cuéntame algo sobre tu hogar. Él le miró la mano. —La tierra que alguna vez fue mi hogar engulló la sangre y el alma de aquellos a los que amé junto con todo lo que importaba. Gelsomina es lo único que me queda de todo aquello. Ella sentía con tanta fuerza aquel dolor enterrado en él que la tristeza brotó en su corazón
—¿Ese es el motivo por el que tienes la casa vacía? ¿Porque no puede reemplazar el hogar que perdiste?
Una mirada vulnerable y desconcertada se le grabó en los ojos.
—Sí.
—Sin duda viviste intensa y plenamente, como si el mañana no existiera —Ella sintió una repentina necesidad de abrazarlo y ofrecerle todo el consuelo posible. Se acercó más y le besó los labios. Él permaneció inmóvil cual estatua y en silencio se rindió ante el beso. Entonces ella le rodeó el cuello y le pidió en un susurro. —Bésame —Sólo entonces Joe respondió.
Alguien golpeó la puerta. ______ supo que no era Nasrin. Sus largas uñas golpeaban ligeramente. Tampoco era el discreto rasguño de Mustafá. Aquel golpe particular sonaba como una categórica orden de abrir portones y rendirse. Ella abrió la puerta.
—Buonasera —la saludó Joe con sencillez, con el antebrazo apoyado en la viga dorada. No había nada indiferente en el modo en que la miraba—. ¿Puedo entrar? —Cl... Claro —______ retrocedió para dejarle pasar. Joe se enderezó y entró. Vestido de manera inmaculada con una camisa de lino blanca deslumbrante y pantalones negros, deambuló por el cuarto. No había ni un rastro de color púrpura en todo aquel impactante aspecto.
Ella siguió con la mirada su silueta alta y morena mientras él recorría la alcoba. Apoyó el hombro en uno de los postes de bronce de la cama. —Un palacio blanco para la blanca princesa —Los radiantes ojos cafés recorrieron la cama y luego se toparon con la mirada de ella—. Me abandonarás dentro dos días. Sólo faltan dos noches para partir.
Ella asintió con la cabeza, incapaz de emitir sonido. ¿Cómo podía abandonarlo? Ella estaba enamorada de él. —Entonces no puedes marcharte sin esto —Sacó una mano del bolsillo y le enseñó ese algo rojo que le faltaba a su atuendo. Extendió la mano para que ella lo viera.—Mis amatistas —Ella lo miró consternada. Él estaba borrando aquella horrible noche en el camarote. Tenía ganas de decirle que se quedara con las joyas, el vestido, todo lo que fuera para recordarla.
Sobrecogido por las lágrimas de ella, Joe dijo: —Jamás fue mi intención robarte tus joyas, _______. Sólo las tomé porque no quería que nadie las robara. Siempre fueron tuyas. Y... también tengo aquí el resto de tus efectos personales. Te los haré subir mañana a primera hora. —¿Mis efectos personales? —murmuró ella, demasiado turbada para entender lo que había querido decirle. —Rocca trajo los arcones a Tortuga —le explicó—. Tu criada lo ayudó. —¿Trajiste todas mis cosas hasta aquí? ¿Por qué no me lo dijiste? Además, Lucas habría..
—Silverlake no es nada tuyo, sólo un conocido —le dijo Joe con tono cortante. —El hecho de enviar mis cosas a casa no habría puesto en riesgo su matrimonio con tu hermana, Joe. Y tú no eres lo que yo llamaría un amigo íntimo. Los ojos de él brillaron de rabia. —¿Tú misma te pusiste en mis manos y te preocupan tus vestidos? —No estoy preocupada por mis vestidos. Sino por tus motivos. Dime la verdad.


Última edición por María Asunción el Marzo 4th 2012, 15:48, editado 5 veces
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 4th 2012, 12:30

bueno chicas... no se q haya pasado con la chica que escribía esta novela.. pero me encantó y si la chica regresa yo la dejo y ella la continua por mi no hay problema y espero que con ella tampoco. Esto lo hago para todas las que nos quedamos con las ganas de saber lo que va pasar en esta increible novela. :]
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 9th 2012, 15:40

Capitulo 16 (continuación II parte)[/color]

—Va bene, la verdad. Quería que te sintieras libre de viajar a donde quisieras. Y no quise decírtelo para no alarmarte. Pensabas que yo era un pirata, si mal no recuerdas. —Aún lo pienso. —No es así. Sabes que no he practicado la piratería desde que me alejé de Taofik, y aun cuando lo hacía, saquear el ajuar de una dama jamás fue mi estilo. Para tu información —la expresión de él se tornó cínica—, cuando Taofik se enteró de que era experto en guerra siempre me enviaba tras los buques de marina. Yo era lo que se diría su perro de presa, al que envían donde a nadie le interesa ir. La severidad de esa mirada a ella la llenó de compasión. —¿Y cómo hiciste tu fortuna?
—Nada admirable. Como bien sabes, España y Francia no siempre han estado en los mejores términos, y como tengo cuentas personales que saldar con ambos lados, negocié el armamento de saqueo con ambos. En otro tiempo me resultaba divertido. Pero me aburrí de eso hace ocho años. —Y entonces te alejaste de Taofik. —También me aburrí de él. —Tenías dieciséis años cuando llegaste a Argel. ¿Qué tipo de cuentas personales podría tener un muchacho que saldar con grandes potencias como Francia y España?
Su mirada se tornó fría. —Cuentaspersonales. Un escalofrío le subió por la espalda. Un sarcófago era menos misterioso que aquel hombre que a los dieciséis años ya tenía formación bélica y de arquitectura, con venganzas privadas que saldar con imperios y con escudos pertenecientes a la realeza de Milán colgados en cada rincón. Se acercó y le ofreció las joyas.
—La princesa que vi en Versalles usaba joyas de color púrpura para complementar su belleza. ¿Me permites? —le preguntó con voz ronca. ________ se dio la vuelta y se retiró la larga cabellera de la nuca. Él le rodeó el cuello y le colocó la fría gargantilla sobre la clavícula. Ella sentía los dedos cálidos y suaves, aunque el contacto la quemaba. Cerró los ojos y disfrutó de la caricia mientras le abrochaba los dos extremos. La gargantilla parecía ajena a su piel, como si los diamantes y las amatistas en forma de pera le pertenecieran a una mujer de otro mundo: a alguien que no hubiera conocido Argel, que no se hubiera bañado en el estanque del desierto, y cuyo corazón fuera libre. Sin embargo, ella ya no era una mujer, sonrió. Era una ninfa.
Unos labios cálidos le rozaron la nuca. —Antes yo... no fui del todo sincero —admitió de modo abrupto—. Recogí todos tus arcones porque yo... quería que vinieras conmigo.
______ se volvió.
—¿De veras?
Él bajó la vista.
—Préstame la muñeca —Mientras le abrochaba el brazalete ella tuvo la imagen fugaz de estar parada frente a él vestidasólo con las joyas. La cerró con un ruido y le entregó los pendientes que hacían juego. —Estaba equivocado —suspiró—, la princesa no necesita de piedras preciosas para realzar su belleza. Resplandece vestida sólo con los rayos del sol.
—¡Buenas noches! —exclamó Sallan cuando Joe ubicó a ______ en el diván con los almohadones formando una curva alrededor de la mesa. El pabellón resplandecía con la luz de las velas. La suave brisa soplaba desde el mar—. Estábamos comenzando a perder las esperanzas con vosotros dos... ¡Ay! —Le lanzó una mirada feroz a la esposa—. ¿Y eso por qué ha sido? —Disculpa, querido. ¿Te he dado una patada? —preguntó Nasrin con tono inocente—. Qué torpe de mi parte
—Este vino proviene del sudeste de Ancona — Joe descorchó una botella verde y les sirvió a sus amigos—. Lleva ciento cincuenta años de añejado y tiene un ingrediente secreto. ________ siguió la suave danza de luces y sombras que se le formaba en el rostro mientras le ofrecía una copa. Un inglés dudaría de llamar "civilizado" a Joe, pero en su estilo italiano, él era la personificación del aplomo y la sofisticación y cada uno de sus matices a ella le hacían tamborilear el corazón
.—¿Cuál es ese ingrediente?
Sus ojos brillaron intensamente.
—Si tienes papilas gustativas sensibles, deberías ser capaz de identificarlo.
—Qué desafío —Ella sonrió misteriosamente y sorbió el elixir rojo, paladeándolo lentamente—. Tiene un dulzor inconfundible, pero también un sabor amargo... como de bosques verdes y bayas salvajes recogidas después de la lluvia... ¡frambuesa! —se arriesgó a adivinar al tiempo que se lamía con delicadeza una gota del labio.
—Acertaste. Es frambuesa —Posó la vista en los labios satinados, transmitiéndole sus pensamientos con aguda presteza. Ya no era el vino, sino el persistente sabor de la boca de él lo que a ella le empañaba la razón: un afrodisíaco bastante superior al merlot o a las frambuesas. Sallah y Nasrin intercambiaron miradas. Decidido a despejar las intensas indirectas que volvían denso el ambiente, Sallah aclaró la garganta.
—Propongo un brindis en honor a mi cocinero favorito: ¡por Antonio!
La distracción logró hacer reír a todos, salvo Nasrin, que suspiró.
Se sirvió la cena. El plato principal eramechoui: un cordero asado a fuego lento, que se deshacía de tierno, servido con un tradicional cuscús, que era la indiscutida obra maestra de Antonio: una sopa picante de verduras sobre un colchón de granos de sémola. Aunque estaba ansiosa por probar el plato, _______ pronto descubrió lo trabajoso que era comer el cuscús. Los granos se caían del tenedor antes de llegar a la boca. La salsa se le escurría por las mangas. Resolvió estudiar a Joe en secreto. Sus dedos cogieron un montón de granos y lo presionó ligeramente hasta formar una bola. Estaba a punto de meterla en la boca cuando la descubrió mirándolo detenidamente. Sonriendo, se deslizó por todo el largo del diván con forma curvada y le pidió en un susurro: —Abre la boca. Ella echó una mirada hacía los acompañantes de la cena. Sallah estaba devorando unos kebabs calientes ante la evidente exasperación de Nasrin.
—Estamos haciendo el ridículo —lo sermoneó en un susurro.
Él le trazó el contorno de la boca con un dedo.
—Abre la boca para mí,amore.
Ella separó los labios. Se decepcionó un poco cuando en lugar de un beso saboreó los granos salados. Le limpió un grano del labio y se volvió a deslizar hasta su lugar. Ella cerró los ojos. De repente, dos noches completas parecían terriblemente largas. El hecho de que él se le acercara ya no representaba la peor maldad, sino más bien que ella quisiera acercarse a él, dormir en su cama y trepársele por todo el cuerpo.
Nasrin se acercó más: —Ten cuidado, querida. Las he visto venir y las he visto irse. No sigas el triste camino de tantas que han caído en desgracia. Él debe entregarse antes que tú.
Abochornada por su transparencia, ______ le preguntó en un susurro:
—¿Y entonces qué debo hacer?
—Nada. Los hombres son cazadores innatos. Si les facilitas la cacería pierden interés. No obstante, es muy importante evaluar con precisión la habilidad de tu cazador. Los pececitos se alimentan de migajas. El tuyo es un depredador pura sangre. Ofrécele una caza digna para que ejercite sus habilidades depredadoras.
______ le lanzó una mirada a Joe. Él no era simplemente un depredador, sino un glorioso depredador de ojos cafés, y ella no tenía deseos de sufrir la triste suerte de una migaja. —¿Qué tipo de depredador era Sallah? Nasrin sonrió. —Uno tortuoso. Nos presentaron cuando fue a visitar a los parientes de su madre en Marrakech. Su padre era el contable de un conde inglés. No vi motivos para rechazar sus atenciones. Me hacía reír, me traía obsequios extravagantes y se convirtió en mi mejor amigo. Para cuando se declaró, yo ya estaba locamente enamorada y comiendo de su mano.
—Suena romántico —Lamentablemente, Joe no la dejaba acercarse lo suficiente para ser su amiga. Sólo sus ojos le hablaban en un idioma que ella entendía a medias—. ¿Cómo es que ellos se hicieron tan amigos? —Hace diez años se conocieron en Argel —susurró Nasrin—.El-Amar estaba en busca de un comerciante honesto para exportar su mercadería. No confiaba en sus socios argelinos. Sallah hablaba ladino16 y tenía contactos en España. Era perfecto como socio. El- A mar era joven, arriesgado y volátil. Los rais estaban aterrorizados con él. Se afirmaba que él no temía ni confiaba en nadie, y que era capaz de ejecutar hasta a uno de los suyos ante la sospecha de una traición. Confieso que al principio yo estaba firmemente en contra de la sociedad, pero Sallah me aseguró que el corazón de El- Amar estaba en el lugar correcto. Cuando conocí a Jasmine comprendí lo que me había querido decir. Los veinte años de diferencia entre ellos no les impidió hacerse amigos rápidamente. Más tarde, cuando Mulay Ismail, el sultán de Marruecos, le otorgó a El- Amar el dominio de las minas reales de Agadir, Sallah exportó la materia prima fuera de Medina. Ambos se hicieron muy ricos.
—¿Por qué razón el sultán de Marruecos le cedió sus minas a Joe? —preguntó _____. —Por una serie de razones. Sallah afirma queEl-Amar es un favorito del rey de Francia y que al sultán le servía demendoub, ocasional embajador de la corte de Francia. Gracias a él, sobrevino una relación de amistad y respeto entre ambas naciones.
_______ estaba impresionada, aunque no del todo sorprendida. —La mejor anécdota que cuenta Sallah es que, gracias a sus contactos en Argelia,El-Amar impidió un complot para asesinar al sultán. No es un ángel, querida mía, pero es mejor de lo que piensas.
—Escuchemos un poco de música —sugirió Joe. Llamó a uno de los guardias. El joven se sentó en un banco, afinó la guitarra y comenzó a cantar una dulce canción de amor en italiano. ______ bebió el vino y dejó que la melodiosa voz del guardia trascendiera de sus pensamientos a las estrellas, las naranjas y los besos a la luz de la luna. Inevitablemente, desvió la vista hacia Joe. Él la miraba fijamente, sin ocultar nada: un deseo absoluto que parecía fluir desde lo más profundo de su alma se manifestó en su expresión.
Al terminar la canción, Sallah roncaba ruidosamente. Nasrin le dio un codazo en la barriga. —Sallah, el postre. —¿Qué? Ah. No importa. Tengo demasiado sueño —Ayudó a levantarse a Nasrin, ignorando sus quejas. —Buenas noches —dijo _____. En general, se retiraba con ellos, pero esa noche quería quedarse un poco más con Joe. La encantadora pareja se encaminó del brazo rumbo a la casa.
Cuando estuvieron lejos de los oídos, Nasrin siseó: —¿Y qué fue eso, chacal? —El muchacho necesita ayuda, o jamás lo hará bien. Así que pensé en echarle una mano. —Si crees que se declarará por coordinarle un encuentro perfecto, no conoces a tu socio ni una pizca. Agotará todos los trucos para evitar la boda antes de la cama. Sólo espero que ______ resista. Está completamente enamorada de él, ¿sabes? —La cabeza de Joe tampoco está exactamente en su sitio —dijo Sallah con un gruñido
—Sé perfectamente en qué está pensando.
Sallah la miró de reojo:
—Espero que no le hayas enseñado ninguno de tus trucos pendencieros.
—Déjame enseñarte un truco pendenciero. ¡Esta noche duermes solo! —Ella se adelantó marcando el paso enérgicamente. Emergiendo de entre las penumbras hacia la bruma dorada que proyectaba la lámpara de la mesa, Joe le volvió a llenar la copa de vino. —Pareces disfrutar de la compañía de Nasrin —le comentó. —Sí, la disfruto. Ella es maravillosa —_____ sonrió y cogió la copa. Sentía que el calor del vino que había bebido durante la cena fluía por sus venas, aflojándole la tensión.
—Coincido. Entonces —agitó el líquido rojo que había en su copa—, ¿sería atrevido por mi parte decir que el hecho de haber cambiado de opinión con respecto a quedarte una semana no fue mala idea?
Ella bebió un sorbo de vino.
—Disfruté la semana.
—Entonces, quédate otra.
Lo miró a los ojos. Él estaba absolutamente serio ante la sugerencia.
—¿Sola contigo?
—Sola conmigo.
Ambos sabían exactamente lo que sucedería si ella se quedaba en Agadir sola con él. Joe dejó a un lado la copa de vino y se acercó más.
—Quédate conmigo porque quieres, ______, porque me deseas, y yo a ti. Terminemos con esta agonía,amore. El calor del deseo fluyó entre ambos, un calor vivo tan intenso como un imán. Ella soltó un suspiro tembloroso. —Yo no soy la cortesana que creíste ver en Versalles, Joe. No puedo ser tuya y luego de otros. Perteneceré a un solo hombre por el resto de mi vida. Si me quedo un poco más aquí, mi vida acabará, pero si me marcho, la tuya no acabará. ¿Y entonces, quién crees que tiene más que perder?
—Ambos perdemos lo mismo —respondió él con calma, buscándole los ojos—. ¿De qué crees que estoy hecho? ¿De veras crees que nada me perturba? ¿Que una vez que te marches saltaré encima de la primera enagua que pase? Crees que este humilde siervo está totalmente privado de sentimientos. Ella le acarició la mejilla, muerta por él. —Si lo creyera, no me resultaría difícil.
El cálido aliento a vino precedió a la ardiente embestida de su boca. La abrazó con fuerza, atrayéndola con besos prolongados y apasionados. Ella no combatió las llamas, dejó que el lento ardor la devastara. Tal vez si estaba más allá de la razón, la elección estaría fuera de su alcance... —Ven a mi cama esta noche —él respiraba con dificultad—. Estoy loco de deseo.
Ella cerró los ojos y frotó la mejilla contra la de él. Quería deshacerle la coleta y hundir los dedos entre los sedosos cabellos. Quería susurrarle al oído que lo amaba. Quería entregarse a él ahí mismo, bajo la tenue luz del pabellón con vistas a un rugiente mar oscuro. Pero no podía. Sería un error por el que pagaría el resto de su vida.
—No me odies por decir que no —le rogó dulcemente—, porque a pesar de tus facetas complicadas y de tus oscuros secretos, tú eres el hombre que quiero. Te extrañaré más de lo que jamás puedas imaginar...
Ella sintió cómo él se iba poniendo tenso contra su cuerpo.
—Lamentablemente suena como un ultimátum, ________.
Ella echó la cabeza atrás y le buscó los ojos.
—Me estás pidiendo que abandonetodo por ti, pero ni siquiera me dices tu verdadero nombre. Dices tener sentimientos, pero no me dices cómo te sientes. Quieres una compañera de alcoba sumisa y fácil, Joe, alguien que jamás se entrometa en tus asuntos ni en tu pasado, y para eso tienes a otras. No necesitas que yo ocupe su lugar. —¡Si no estuvieras tan ocupada contabilizando mis errores todo el tiempo, hace semanas te hubieras dado cuenta de que a la única mujer que deseo es a ti, ________! —Pruébalo —le susurró ella con vehemencia—, pues prefiero extrañarte a terminar odiándote.
La frustración y la rabia se debatían en el rostro de él. Comprendía lo que ella pretendía de él, pero parecía incapaz de entregárselo. Se puso de pie: —¿Quieres marcharte? Márchate. Estoy seguro de que la excelente aristocracia hará cola para verte regresar a Inglaterra intacta. Encontrarás al hombre de tu vida, sin tantos defectos, y que te trate mejor que a unacortigiana, como ante mi más profundo pesar, piensas que yo te traté. Te deseo lo mejor. Ella lo observó alejarse con los ojos inundados de lágrimas.


616 Ladino: lengua de los sefardíes españoles.



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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 9th 2012, 15:58

Pon mas capitulos porfavorrr
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 9th 2012, 20:53

Claro!! pense que ya nadie leia esta nove =/ no te preocupes la terminare completita Smile
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 9th 2012, 21:33

Hombre una vez fui, y mis padres eran de Lombardía. Dante:Inferno.
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 9th 2012, 21:55

Capítulo 17


-- 2da temporada--


—Caballo a B-6. Jaque. ¡Y despídete de tu reina! —Sallah levantó un caballo de marfil con un ademán exagerado y derribó la escultura negra de la reina—. Tu turno —le informó al pagano sin camisa, descalzo y sin afeitar que tenía sentado enfrente, bajo la moteada sombra del olivo. La suerte de Joe en el juego combinaba con el color de sus piezas de ajedrez y con su estado de ánimo. —¡Este maldito juego de estrategia! —exclamó malhumorado y se pasó los dedos por la larga melena espesa. Se inclinó hacia delante, con las manos sobre las rodillas y trató de concentrarse.
Sonriendo, Sallah se metió un humeante cigarro entre los dientes. —Dices eso sólo porque estás perdiendo, huboob. Ya era hora de que me retribuyeras todos los juegos que perdí contigo esta semana. —Cállate, Sallah. Déjame pensar —Joe se frotó enérgicamente la mandíbula áspera por la barba, clavando la vista en el tablero de ajedrez. La derrota amenazaba, el rey negro azabache estaba acorralado. —Hoy estás de un humor terrible. ¿Tiene algo que ver con nuestra Venus castaña cautiva en su torre de marfil?
—No lo había notado. Sallah carraspeó ruidosamente. Caramba, su conspiración de la noche anterior había fracasado. La bella y la bestia estaban más peleados que nunca.
—Recuerdas que mañana nos marchamos, ¿no? Los tres .
Joe no se molestó en levantar la vista del tablero.
—Yo también me marcharé pronto.
—De modo que ella seguirá su camino y tú el tuyo.
—Así parece.
Sallah se inclinó un poco más y le preguntó con discreción:
—¿Por qué estás renunciando a ella?
—¡Cállate, Sallah! —gritó Joe y golpeó ruidosamente el puño en el tablero, desparramando las piezas. Se puso de pie y se fue a parar junto a la baranda que daba al mar. Turquesa y dorada, la espléndida vista lo invitaba a ocuparse del asunto en cuestión. Sin embargo, Sallah no tenía duda de que _____ habitaba la cabeza de Joe sin la ayuda del paisaje. El hombre se estaba transformando en una miserable ruina. —Por Dios, hombre. ¿Qué es lo que te sucede? ¿Qué te resulta tan difícil? Los músculos se tensaron en aquella espalda ancha y bronceada, pero no se oyó ni una palabra. —Estás enamorado de ella. Cásate con ella.
Silencio. Sallah casi esperaba que él arrancara la barandilla de las bisagras y se la arrojara con la fuerza de una feroz tempestad. En cambio, Joe se dio la vuelta y lo miró con una calma espeluznante. —Ardería diez veces en el infierno antes de hacerlo —pronunció despacio y fríamente, con los ojos como piedras preciosas hirviendo a fuego lento. —Sin embargo, cuanto más te rechaza más la deseas. Esto no se te va a pasar, lo sabes. Si dejas que se marche, te maldecirás por ser un completo imbécil —Se levantó de un impulso y se unió a Joe junto a la baranda. Su joven amigo estaba ante la extrema necesidad de una conversación íntima—. Sé que no es la insaciable lujuria por las mujeres lo que te quita las ganas de formar un verdadero hogar, Joe, pero vivir con demonios por el resto de tu vida es un infierno que tú mismo creaste. Seguramente, una cosita dulce que apriete su cuerpo contra el tuyo en la noche y te sonría en la mañana pueda ayudar a aliviar los tormentos del pasado. Bueno, no es que le reste importancia a la carga de responsabilidad que significa ocuparse de atender una esposa e hijos, pero esa es la esencia de la vida, amigo mío. ¿Dónde estaría yo hoy si no tuviera a Nasrin? Sería un viejo amargado. ¿Por qué habrías de desear eso para ti?
Joe bajó la vista. —Lo que tú y Nasrin tenéis es especial. Pocos son bendecidos como vosotros dos. —Tú puedes tenerlo con _____. Ella es dueña de una belleza inusual, de cuerpo y alma. Y lo niegues o no, entre vosotros existe un lazo especial. Podría ser el comienzo de algo para toda la vida. ¿Qué más podría uno pedir?
—Ella está a punto de marcharse.
—Ya sabes lo que tienes que hacer.
Joe le lanzó una mirada hostil.
—¿Por qué querría yo a una aristócrata entrometida y remilgada que se cree capaz de dominarme? Sallah rió entre dientes.
—En tu caso, yo diría que eso es lo que tú sientes. Como lo deseas tanto, harías lo que sea por complacerla. En mi caso... bueno, anoche pensé en divorciarme de la arpía de mi mujer, pero en cuanto tuve a aquella delicia entre mis brazos... —Ahórramelo —suspiró Joe—. Además, tengo asuntos muy urgentes que atender. Esta guerra no está ni cerca de concluir. Luis está echando más hombres al campo. Marlborough está en apuros en los Países Bajos por la falta de hombres y dinero. Saboya está contraatacando a Vendôme en el norte de Italia, tratando de unirse a su otro primo, el duque Victor Amadeo en Turín. Sallah se agitó.
—¿Quieres decir que Saboya es también primo de Vendôme? —Sí —Joe esbozó una sonrisa torcida e irónica—. Pero relájate, que es leal a tus Fuerzas Aliadas. Desafortunadamente, muy poco es lo que puede hacer, ya que... Milán ahora está bajo absoluto dominio francés. Sallah le lanzó a su alto amigo una mirada penetrante.
—¿Y entonces cuándo te unirás tú a Saboya para liberar Milán? Joe se puso rígido, luego volvió a estallar: —¿Y a mí qué me importa Milán? ¡Yo debo regresar a alta mar! —Se alejó bruscamente de la baranda, cogió un caballo negro de la pieza de ajedrez y se lo arrojó a Dolce para que lo atrapara. Sallah lo persiguió. —¿Y a mí qué me importa Sión? ¿Qué me importa Tierra Santa? La llevo en la sangre. ¡De eso se trata!
—Yo no tengo nada en la sangre —masculló Joe con furia—, pero si Luis gana esta guerra, todos terminaremos siendo sus vasallos, rindiéndole honores por el resto de nuestras vidas. Sallah le clavó su mirada a Joe de manera lapidaría. —Antes de salir a salvar el mundo, amigo mío, ¿por qué no te salvas primero tú mismo?
..............................................................................................................................................................................................................
El sol se estaba hundiendo, y también el corazón de ella. Estaba a punto de irse al día siguiente con la marea vespertina. De pie en el balcón, _____ contemplaba el cielo tiñéndose de color carmesí y luchó con las lágrimas que amenazaban con brotar. Sin embargo, su corazón lloraba por él, por ella, por lo que podía haber sido... si tan sólo él le diera un solo motivo para quedarse, alguna señal, algo más allá del deseo, algo que le saliera desde el alma... Alguien rascó la puerta.
—¡Entra, Mustafá! —gritó ella y entró. Mustafá lucía amargo como el vinagre. Cualquiera hubiera pensado que había asesinado a su familia entera. Así que ella estaba abandonando a su amo. Aunque no fuera del todo su elección. —Buenas noches, milady. Me temo que uno de vuestros arcones se extravió en el depósito. ¿Os molestaría acompañarme para identificarlo? —Vamos —respondió ______ y salió con él. La casa estaba silenciosa cuando serpentearon a través de los oscuros corredores de mármol. Muy probablemente, Sallan y Nasrin estarían cenando con Joe. A ella se le oprimió el corazón. ¿Y si se quedaba con él? Tal vez él no sentía lo mismo que ella, pero la deseaba apasionadamente. ¿Cuál era exactamente la urgencia de marcharse?
Mustafá se detuvo al final del último corredor e hizo un gesto señalando una imponente entrada. —Éste es el depósito —_______ lo encontró parecido a la entrada de otro reino—. Dentro está bien iluminado, milady. No tendrá problema en encontrar su arcón extraviado —Empujó y abrió una de las enormes puertas de caoba y ella entró. La puerta se cerró detrás de un golpe y ella pegó un salto, escandalizada por sus modales chocantes. Se dio vuelta para revisar el cuarto y olvidó la razón por la que se encontraba allí.
Apiñados contra enormes pilares de mármol negro e iluminados por unas enormes lámparas de bronce que colgaban del techo, un despliegue de riquezas se exponía ante ella. Lo que Mustafá describía como un cuarto de cachivaches en realidad era un cuarto que guardaba un tesoro, atestado de alfombras, tapices y hermosos muebles. Había un arsenal con las armas de la más fina fabricación acumuladas, un surtido de relucientes telas de todo tipo de colores, y decenas de cofres llenos de monedas de oro y joyas.
______ pasó junto a los arcones, atraída por la colección de arte exhibida más al fondo de la habitación. Abrió más los ojos al ver un retrato de Caterina Sforza, en el magnífico La virgen y el niño, La virgen de las rocas, El arcángel Miguel y La dama con el armiño: el retrato de una de las célebres amantes del duque Sforza. Una estatua de bronce del mariscal Trivulzio se erguía sobre una cómoda adornada con festones dorados. Al lado, sobre una estructura dorada, había una maqueta del Duomo, la catedral de Milán, que descansaba sobre un sofá lleno de papeles amarillentos de diseño de ingeniería. Si se había atrevido a dudar de la identidad del artista, esas dudas se disiparon una vez que la última obra de arte de la fila captó su atención. El retrato mismo del artista: Leonardo da Vinci.
Si Joe quisiera, ¡su casa podía estar adornada de punta en blanco! El humilde siervo alguna vez tuvo una aldea que ya no existe ¡Sí, y qué aldea! ¿Quién diablos eres?, exclamó ella, irritada de pies a cabeza. Su vista se detuvo en un rincón aislado. Otro escudo con víboras y águilas grabadas yacía en el suelo contra la pared. Cuando se acercó más para examinarlo, notó que no era tan antiguo como las demás insignias. La víbora no era negra sino azul oscura, el sarraceno devorado rojo rubí. El oro de la corona aún resplandecía. Ella se percató de que ese objeto era nuevo, y en lugar de tener el nombre de un duque, había cuatro letras inscriptas al pie: JO—AD. —Me sorprendes —la voz grave de Joe se oyó justo detrás del hombro de ella —. De todas las cosas que hay aquí,tú solo te fijas en un trozo de metal podrido. A ______ casi le da una apoplejía fatal. Se dio vuelta rápido y casi se choca con el pecho masculino desnudo.
—Joe —Se puso una mano sobre el corazón que le martilleaba aceleradamente —. ¿Qué pretendías con entrar tan sigiloso? Casi me muero del susto. —Yo no soy el que entró sigiloso a una habitación privada —gruñó él a la defensiva. —¿Cómo te atreves a acusarme de entrometida? Fue aquel hombre confabulador que trabaja para ti el que me atrajo hasta aquí para buscar mi arcón extraviado —Una operación que obviamente había sido una treta, ¿pero con qué objeto? Ella miró a su alrededor—. ¿Robaste a toda la humanidad para acumular esta... fortuna?
Él apretó los músculos de la mandíbula. —Te sorprenderás pero en realidad compré la mayoría de las cosas que ves aquí. ¡Y la mayor parte ya me pertenecía antes de comprarla! —Estás borracho —Ella se apartó de él y del fuerte olor a coñac que emanaba de su piel, cual colonia de mujer de esas que al pasar hacen dar vueltas a la cabeza a cualquiera. No llevaba nada puesto salvo unos pantalones sueltos de seda negra perturbadoramente amarrados muy por debajo de la musculosa línea de la cintura.
—No esperaba encontrarte aquí—confesó ella. ¿Mustafá habría actuado por su cuenta o habría seguido las ingeniosas órdenes de su amo? —Ya lo sé —Joe curvó los labios—. Te vi entrar. Tú no me viste porque estabas demasiado ocupada haciendo un inventario.
Ella no le había sentido porque él había entrado descalzo y sigiloso.
—¿Por qué no estás en la cena?
—¿Por qué no estás tú en la cena? —Los ojos brillaban en aquel rostro severo—. ¿Una noche más conmigo era demasiado para tu estómago? —No tenía hambre —respondió ella bruscamente—. Y además, ¿qué es lo que te enfurece tanto?
—Tú, bruja de ojos grandes —La asió del brazo y la atrajo hacia sí. Le enrolló los cabellos castaños con la otra mano y la obligó a mirarlo a los ojos. La desesperada urgencia que ella percibía en ellos le provocaba un efecto mágico. ¿Era ella la bruja? Aquel salvaje de ojos cafés se había apoderado de su corazón. Le apoyó la mejilla contra la suya, con la respiración corta en las curvas de la oreja—. ¿Crees que por abandonarme me librarás de tu maldición? Eres un demonio desalmado, _______, pero esta noche voy a exorcizarte de mi alma de una vez y para siempre. Sintiéndose mareada por las palabras y la proximidad, ella deslizó las manos por el pecho y las enroscó en el cuello. Se sentía débil, excitada, desesperada por tenerlo. Cerró los ojos para sentirle la mejilla áspera y simplemente lo abrazó con el corazón haciéndose eco del suyo.
—¿Cuánto costaría conservarte, ninfa bionda? ¿Qué parte de mi alma quieres?
—No quiero una parte de tu alma —Quiero un sitio en tu corazón.
Él levantó la cabeza.
—Escoge algo, ______. Todo lo que ves aquí es tuyo.
—No te creo —Se soltó del abrazo—. Ahora sé que fuiste tú el que me atrajo hasta aquí, pero no para comprar mis favores como harías con una prostituta. Eres demasiado listo para creer que eso funcionaría conmigo. ¿Entonces de qué se trata? ¿Qué me estoy perdiendo? —Ella indagó en sus ojos. Él estaba muy tenso—. Realmente te superaste a ti mismo, robar obras de Leonardo da Vinci...
—¡Esas pinturas fueron encargadas por mi familia!— Gruñó él con los ojos en llamas—. ¡Podría arrancar frescos enteros si quisiera, incluyendo La última cena! A ella se le secó la garganta. —Tu familia pertenece a la mansión milanesa de Sforza —concluyó ella en silencio. Le tocó el medallón que colgaba sobre su pecho—. Esto es tuyo. Y aquello — señalando el escudo del rincón—, lo que llamas un trozo de metal podrido, también pertenece a tu familia, igual que los demás. ¿Por qué ocultaste a éste en particular? ¿Qué quieren decir las letras de la inscripción? —Son iníciales —dijo él por fin con la garganta tensa—, del heredero que jamás se convirtió en duque. El corazón se le desbocó dentro del pecho.
—JO-AD. ¿Cuál es el nombre del heredero? Él la miró fijamente y de modo desapacible, como un niño perdido dentro de aquel hombre de veinti y dos años. —Joseph Adam —el acento milanés rodaba suavemente en su lengua, como un vino fino de Lombardía.
_______ contuvo la respiración. Supo la respuesta antes de preguntar:
—¿Y ese nombre es...?
—Mío.


Última edición por María Asunción el Marzo 10th 2012, 10:42, editado 2 veces
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 9th 2012, 21:56

Bueno chicas al rato les subo mas!! si dejan comentarios Wink
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 10th 2012, 10:49

ATENCION:

chicas para para darle un toquesito a esta novelA.. algo que la identifique les traigo estas canciones VOTEN POR UNA DE ELLAS la que tenga mas votos será el tema oficial de la nevela " Mi Pirata Malvado" :]

1. "Víveme" Laura Pausini (versión en español o italiano)

2. "Me enamoré de tí" Chayanne

3. "Amor sincero" Alexander acha
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 10th 2012, 14:53

Capítulo 18

--2 temporada---

Joe la estudió con cautela.
—Ahora lo sabes.
_______ asintió consternada.
—Tú eres Su Alteza Real, el príncipe Joseph Adam Jonas —murmuró ella—. El duque perdido del principado más grande y rico de Italia: Milán —Ella recordaba que la historia de Milán era un relato de sangre. Aunque naturalmente poseía fronteras sólidas, había sido concebida en la grandeza y acumulaba gran riqueza y poder, España y Francia la habían destruido. En un mundo efímero enfrentado en permanentes luchas, ni el Formidable Sforza ni el Astuto Visconti habían podido salvarla de la ruina. Sus aptitudes de líderes se habían echado a perder, junto con el vigor natural de la tierra, y sus sucesores se habían vuelto renegados, impíos animales de mar, forajidos. No obstante, aun así, despojado de nombre e importancia, ella se había enamorado de él.
—Estás impresionada —la censuró con una mirada hostil—. Verás, el protocolo del príncipe requiere que inclines ante él tu menos dotada cabeza. O en otras palabras, pensó ella, No me mirarás. —Veo a un hombre que es mejor de lo que pretende que la gente vea de él, mejor de lo que él mismo quiere creerse. Veo a un hombre al que yo... podría amar. —Guarda tus garras. Joseph Adam ya no existe. Es un trozo de metal carcomido tirado en el suelo de un depósito —Se desplazó, perdiéndose entre los objetos apiñados.
—¡Joe, espera! —ella lo llamó desesperadamente al tiempo que escuchó una de las enormes puertas cerrarse de un portazo. Sintió un arrebato de terror, como un ratón atrapado en una trampa. Ella le había pedido una señal desde el alma y él se la había dado. Sólo que ahora no quería saber nada de ella.
Por el modo en que se sentía podría estar llorando. Pensó en sus padres, en Tom. ¿Estaba destinada a quedarse sola y sin amor? Tú eres quien tiene el poder de forjar tu propio destino. Sí, ejercería ese poder, decidió ______. Lucharía por el hombre que amaba. Abandonó el cuarto y registró los infinitos corredores de mármol. No había rastro de él por ninguna parte. Se topó con Mustafá en la galería del primer piso. Le ofreció una leve sonrisa.
—Milady, ¿encontrasteis vuestro... arcón extraviado?
No estaba de humor para seguirle el juego.
—Estoy buscando a vuestro amo.
—El Rais salió a dar un paseo nocturno a caballo por la playa. ¿Deseáis que le informe de que vos queréis hablarle cuando regrese?
¿Se habría ido con Leila?, se preguntó. ¿Después de su claro rechazo de la noche anterior por qué no iría en busca de una mujer dispuesta?
—Por favor. Es urgente que hable con él esta noche, no importa la hora.
—Sí, milady. Le daré vuestro mensaje personalmente, no importa la hora.
—Gracias, Mustafá —Ella hizo un gesto de agradecimiento con la cabeza y se retiró a sus aposentos. Esperaría allí a Joe. Sabría cuándo él regresaría a su alcoba. ¿Pero qué haría entonces?
El aire estaba caliente y húmedo. Con necesidad de refrescarse el cuerpo y la cabeza, ella encendió una vela y la llevó al cuarto de baño. No había necesidad de llamar a los criados para que trajeran cubos de agua. La enorme tina de mármol estaba construida siguiendo el antiguo método romano de destacados diseñadores, con tres picos de bronce que sobresalían de la pared: Aqua Frigida, Aqua Tepida y Aqua Calida. Ella abrió la llave de agua tibia y observó cómo el agua llenaba la tina. Echó esencias de aceite, cerró la llave y se desnudó. Una fresca serenidad la envolvió cuando se reclinó en la tina. El sonido de las gotas que chorreaban hacía eco en el blanco techo abovedado. La vela que tenía al lado irradiaba un brillo de color tostado a su alrededor. Ocupó el tiempo dándose un baño pulcro como sólo lo hacían las diosas de los templos, pero mientras se enjabonaba la piel y los cabellos, las imágenes de Joe invadían su mente una y otra vez. Imaginaba el sabor de su boca, la sensación de sus manos acariciándole los miembros desnudos. Maldiciendo, se sumergió al fondo de la tina y se enjuagó los cabellos. El deseo que había estado conteniendo durante semanas le latía en las venas, volviéndola loca. Perdió la noción del tiempo echada allí en la tina, con un solo pensamiento machacándole todo el tiempo la cabeza: ¡Ve por él!
Una puerta se cerró de un golpe en el corredor. ______ salió de la tina y se envolvió rápido con una toalla. Debía de ser cerca de medianoche. Le temblaban las manos al peinarse la cabellera y ponerse un caftán limpio. Se sentó frente al tocador y encontró su propia mirada fija en el espejo. Como un reloj, el pulso le latía en la base de la garganta. Tic, tac, tic, tac. Él no venía. Se puso de pie. Cuanto más pensaba en ello, más claro se volvía: ella tenía que ir a buscarlo. La vida era demasiado corta para perder el tiempo lamentándose.
Abrió haciendo crujir uno de los arcones, el que contenía el ajuar de novia y extrajo un chemise de nuit nupcial. La susurrante seda era tan absolutamente delicada que ella temía rasgarla con su prisa. Se quitó el caftán y deslizó el camisón por la cabeza. Resbaló hasta los pies, fresco y satinado, moldeándole las curvas con una sensual caricia. Se inspeccionó en el espejo. La seda pura la hacía parecer desnuda; las puntas oscuras de los pezones quedaban demasiado visibles. Ella vaciló, pero una voz más potente sonó en su cabeza: ¡No te comportes como una débil puritana! Lo deseas. Puedes hacerlo tuyo. Él compartió su secreto. Te dejó entrar a su sanctasanctórum. Ahora tenía que demostrarle lo que sentía. Joe era todo fuego. Ella también tenía que volverse fuego
Sin desperdiciar ni un valioso instante más, abandonó la alcoba. Una tremenda tensión le retorció el estómago al cruzar descalza el corredor apenas iluminado que daba a las imponentes puertas de Joe. Estaba tan nerviosa como un ladrón en su primer atraco nocturno. Joe ya era un problema cuando ella pensaba que era un pirata. Un príncipe milanés era absolutamente intimidante. Se controló y abrió una de las puertas de un tirón.
Las paredes plateadas de la antecámara reflejaban la luz trémula de una única vela de noche. ______ entró sigilosa y la recibió un rugido grave. Silenció al leopardo que yacía sobre el frío suelo de mármol dándole una valiente palmada en la cabeza moteada y avanzó lentamente rodeando su gran tamaño.
Joe refunfuñó algo en árabe. Ella se quedó de piedra, los latidos del corazón le sonaban como los tambores bereberes. Inspiró hondo y se presentó debajo de la viga oriental. Abierto hacia una amplia terraza, el espacioso cuarto estaba sumergido en penumbras. Las cortinas de lino se ondulaban con la brisa nocturna, invitando a suaves ráfagas de aire. Su vista se posó en la enorme cama ubicada a la izquierda. El respaldo tallado y los postes, fabricados enteramente en plata, reflejaban suavemente el resplandor de la luna. —Joe —susurró ella con el corazón en la garganta.
Un movimiento en un rincón alejado le llamó la atención. Una gran silueta hundida en un sillón, orientado entre la terraza y la entrada, levantó la cabeza que había estado apoyada en las manos. Aunque ella apenas distinguía los rasgos del rostro, sentía los ojos que la recorrían entera, aquellos ojos de tigre.
Com'é capriccioso il cuore di una donna. Qué caprichoso es el corazón de una mujer —murmuró para sí—. ¿Es que este humilde siervo de pronto vale la pena? Anoche yo no estaba a tu altura. ¿Qué es lo que ha cambiado? Su amarga sonrisa burlona la enervaba. Reuniendo coraje, ella avanzó con pasos lentos y felinos.
—Tú lo hiciste. Me dijiste quién eres. Confiaste en mí. Dime qué sucedió, Joe. ¿Por qué te fuiste de Milán? ¿Qué sucedió con el resto de tu familia? Una luz echó chispas en la punta de una cerilla, revelando los feroces rasgos de su rostro bronceado. Irradiaba un profundo cansancio, que ella sospechaba no era enteramente físico. Depositó bruscamente una copa vacía sobre la mesa que estaba a su lado y encendió una vela. El medallón estaba allí clavado, como una mezcla de oro y recuerdos. Con enojo, dijo: —No has venido aquí para hablar. Vestida con ese trozo de nada que muestra hasta tu hígado.
Su cruel abstinencia era desconcertante. Ella no se había esperado una pared de hielo.—No es necesario que seas grosero. Si quieres que me vaya, lo haré, pero antes debemos hablar. No podemos dejarlo así. —No juegues conmigo —le advirtió él con aspereza—. No soy tan tonto como para caer en tus ingenuos artilugios. He tratado con profesionales a las que no les llegas ni a los talones, _______, criaturas mucho más sofisticadas, diez veces más experimentadas en el arte de embaucar a un hombre de lo que tú lo serás jamás. —Ni aspiro a serlo. No soy una de tus... amiguitas, que le ponen precio a su afecto. —Tú eres peor, _______ —inspiró con fuerza—. Estás decidida a robarme el alma. Arpía.Ella se detuvo, horrorizada ante la fría acusación. —¿Por qué? ¿Porque me preocupo por ti? ¿Tan insignificantes crees que somos que tú mismo te crees indigno de ser amado desinteresadamente? Él la miró fijamente como si le hubiera destripado con un cuchillo.
¡Lárgate! —pronunció lentamente y se levantó súbitamente—. Regresa a tu mundo aburrido y déjame en paz. ¡Déjame en paz! Asustada por su furia, ella evaluó los rasgos tensos y el brillo salvaje en su mirada. Lucía tan siniestro como un guerrero espartano tallado en bronce, pero bajo su implacable apariencia, escondido en la profundidad de sus ojos, ella distinguió lo que jamás imaginó: miedo.
Alguien... una mujer... lo había herido en el pasado, y esa traición había sembrado aquel sentimiento irracional en él, transformándolo en un hombre que hasta el momento no había demostrado signos de temor, ni siquiera de la propia muerte. Ese era su secreto, y se relacionaba directamente con el hombre que alguna vez había sido: el príncipe Joseph Adam. Fortalecida por esa idea, ella avanzó:
—Te recuerdo a alguien. ¿Quién era? ¿Me parezco a ella?
Joe se puso tenso. Incapaz de mirarla a los ojos, murmuró:
—Estás desubicada. Si supieras de lo que estás hablando, te darías cuenta de lo absurdo de tu suposición.
Se paró frente a él y le acarició el pecho. El pulso aumentó bajo la palma de su mano. Le deslizó la mano por el torso cálido, acariciándole los músculos tensos y bien formados.
—Cuéntamelo.
Él no parpadeó, aunque la mano de ella debió sentir una especie de golpe frío. Tenía un terrible dolor grabado en sus ojos. Lo empujó suavemente y él se dejó caer en una silla. Ella quedó de pie entre sus muslos y le hundió las manos entre la espesa cabellera negra. Le echó la cabeza atrás para mirarlo a los ojos. Entre sus manos sostenía el rostro de un hombre, pero aquellos ojos que la estaban mirando eran los de un niño perdido.
El aire entre los dos crujió en una batalla silenciosa de deseos y temores. La atracción que había entre ellos iba más allá de la pasión, de la amistad, más allá de cualquier tipo de lazo humano que ella jamás hubiera entablado. Al mirar a Joe a los ojos por un instante, descubrió esa parte de ella misma que había estado buscando durante toda la vida, aunque no se había dado cuenta de que le faltaba. ¿Qué había entre ellos: destino, locura o amor?
Esa sensación la aterrorizó y percibió que él sentía lo mismo. Y aun así, él quería que lo sedujera; que lo deseara y que le hiciera creer. —Ya sabes por qué estoy aquí —Sonrió ella dulcemente—. Anoche lo dijiste. Yo te deseo y tú a mí. Entonces, si esta ingrata huésped aún puede cambiar de opinión... me encantaría quedarme aquí contigo, por el tiempo que quieras tenerme. Los ojos de él ardieron de deseo. La cogió de las caderas y enterró el rostro en el vientre plano.
—Quédate —respiró con dificultad, masajeándole la piel a través de la seda. ______ le abrazó los anchos hombros besados por el sol y se entregó a las sensaciones por anticipado. Esa noche no habría horas solitarias empapadas de un deseo insoportable. Esa noche compartiría ese sufrimiento con Joe. Él se puso de pie, derritiendo los cuerpos juntos. Ella le sentía la sangre latir como si fuera una prolongación de ella misma. —Quiero que te quedes cien años conmigo —le confesó. —Entre nosotros debe haber absoluta honestidad. Tu pasado, tus sentimientos, ya no pueden ser secretos.
—Te contaré todo lo que quieras saber sobre mí, ______, pero te lo advierto: algunas cosas, la mayoría, no te resultarán agradables en lo más mínimo. Si tienes alguna duda de vivir con un hombre como yo, éste es el momento de retirarse y poner rumbo a casa con Sallah. Después no quiero arrepentimientos. Sin embargo... —Su voz se suavizó—. Si decides quedarte conmigo, serás mía. De todas las formas. Sin salir corriendo. Sin llantos. Sin arrepentirse.
Sin arrepentirse, ésa era la promesa más difícil de todas. Ella recordaba las palabras de Sanah: Arriesga el corazón. Con la voz cargada de emoción, le susurró: —Sin arrepentirse —Le depositó un suave beso en el hombro saboreando la piel salada y luego le besó el pulso fuerte que le latía en la base de la garganta—. Hazme el amor. Sintió que un fuerte espasmo lo invadió. Él cerró los ojos y apoyó la frente en la suya.
—Jamás lamentarás esta noche,amore. Te lo juro. Jamás te daré ningún motivo de arrepentimiento —Le buscó la boca, suave y conocida. La punta de la lengua la instó a que le respondiera, pero contuvo el ritmo, saboreando la urgencia, alimentando las llamas. Una introducción.
Joe. Joe. Ronroneó ella en respuesta. Sentía el cuerpo desfallecerse, caliente, alborotado. Se inclinó hacia él, perdiéndose en aquel beso opulento, en el calor de su piel. Se sentía como mantequilla en sus manos, la pasión masculina la invadía como una llamarada. Los sonidos que le brotaban de la garganta a ella le hacían pensar en un tigre hambriento, gruñendo. Esa noche no escaparía de sus desesperadas garras. Él se lo dejaba claro. Con cada beso, cada caricia, eliminaba los miedos, la tímida inexperiencia de ella. Cuando la cogió de la mano y la condujo hasta su cama, ella lo siguió torpemente en un silencio embriagador, dispuesta a seguirlo a cualquier parte. Él encendió la vela que había sobre la mesita de noche y le apartó los largos cabellos negros y castaños de los hombros.
—Esta noche quiero verte entera —murmuró—. Enroscó los dedos en las delgadas cintas del camisón y tiró. La seda pura le cayó en cascada por todo el cuerpo hasta los pies. Él inhaló profundamente—. He soñado contigo viniendo a buscarme, como ahora, metiéndote en mi cama, pero eres más hermosa de lo que imaginaba, ninfa bionda. Jamás he deseado a una mujer tanto como a ti.
Las palabras le provocaron cosquilleos que le llegaron hasta los dedos de los pies. Ella se recostó atravesada en la cama y acarició el espacio vacío que había junto a ella, invitándolo en silencio con esos felinos ojos cafés, Ven conmigo.
Joe miró fijamente el grácil cuerpo desnudo que adornaba su cama como si fuera una diosa griega. Tiró de las tiras de sus pantalones holgados y la seda negra se deslizó hasta sus tobillos. A ella se le aceleró el pulso.Él era hermoso. Tenía los ojos de un azul eléctrico; la cabellera negra azabache flotaba salvaje y abundante sobre los hombros. El débil resplandor de la vela de noche acentuaba el escultural vigor de su cuerpo. Alto, de hombros anchos, y absolutamente excitado, le hacía rugir la sangre. Se inclinó y bajó hasta quedar entre las piernas de ella. —Dilo de nuevo —le susurró—. Lo que me pediste antes.
Ella le enmarcó el rostro con ambas manos.
—Hazme el amor, Joe. Te deseo desesperadamente.
Gimiendo, le aprisionó la boca. Ella probó su profundo y húmedo deseo entre las aterciopeladas caricias de la lengua: ese deseo que le estremecía el cuerpo. Deslizó la boca por el largo cuello, hacia los pechos, y succionó un pezón erecto con aquella boca sensual. Ella sintió una descarga eléctrica por todo el cuerpo.
—Eres tan sensible, tesoro —murmuró sin aliento y reclamó su boca. Rodaron entrelazados en la cama, explorándose los cuerpos, cual carteristas palpando los bolsillos de las indefensas víctimas en busca de monedas. Embriagada por el olor y la aterciopelada extensión del cuerpo masculino, ella necesitaba acariciar y ser acariciada con total abandono, para mayor placer de él que le ponía la boca por todas partes: los pechos, las caderas, deslizándose suavemente por toda su piel.
Embriagada de deseo, ella exploraba su cuerpo del mismo modo, en sintonía con los sonidos graves qué el emitía, aprendiendo cómo darle placer, dónde se encontraban sus secretas zonas sensibles. Era un juego seductor que la hacía desfallecer de deseo, pero lo que ______ más disfrutaba era mirarlo fijamente a los ojos y descubrir una y otra vez cuánto la deseaba Joe, cuánto lo conmovía ella. —Esto es lo que he soñado —Lo echó de espaldas y avanzó lentamente como una gata, con la boca caliente y húmeda sobre la piel tersa, le pasó la lengua por la tetilla plana y morena.
Santo Michele —Él se estremeció y rodó hasta quedar encima de ella—. Acabaré en dos segundos si sigues besándome así. Deja que lleve yo la iniciativa esta vez y yo te dejaré la segunda, va bene?
Sonriendo, ella arqueó el cuerpo debajo del suyo.
—¿Habrá una segunda?
—Si no estás muy dolorida, una segunda y una tercera, cuanto más, mejor, porque a diferencia de algunos jueces... —Deslizó las manos sobre los muslos
satinados—. Yo soy sumamente diligente, y no me importan en absoluto los días de ayuno, de los santos, cuaresma ni ningún festivo; y soy aún más dedicado de noche. Ella rió: —Eres un sinvergüenza arrogante. ¡Me compadezco de la pobre mujer que termine contigo! Unos hoyuelos aparecieron en las mejillas de él:
—Me aseguraré de transmitirle tu compasión a la futura santa. Sólo espero que sea tan caritativa como tú —A ella se le cortó la risa cuando él deslizó una mano entre los muslos y la cubrió íntimamente. La tenía esclavizada, sosteniéndole la mirada asustada mientras la abría con los dedos para que recibiera sus suaves caricias, provocándole un flujo de una tibia humedad. La frotaba con movimientos precisos, disparándole fuego al cerebro. Hundió un dedo adentro de ella, luego otro, tortuosa y maravillosamente más profundo. Ella gimió y movió las caderas al ritmo de la mano. Dios...mí o. Estaba muriendo en dulce agonía. Un sonido gutural de alivio le subió en espiral hasta la garganta, pero él se lo tragó dándole besos con la boca abierta. Le presionó el clítoris con un dedo y le deslizó otro en la tibia y ceñida cavidad. ______ gritó esta vez, cegada por la desenfrenada demanda de su cuerpo por recibir placer.
—Joe, por favor. No puedo... —Yo tampoco puedo —admitió él con voz ronca. Ella sintió una nueva presión que aumentaba y de repente fue el miembro duro como una roca el que empujaba adentro de ella, llenándola, ensanchándola,¡desgarrándola! —¡Joe, espera! —chilló ella pero era demasiado tarde. Emergió de nuevo para enterrarse por completo. Los gemidos de placer que emitía vibraban en los oídos de ella. El pánico la paralizó. Sentía un insoportable dolor en carne viva. No podía moverse. No podía respirar. Tardíamente se le ocurrió que mientras aquel cuerpo fornido le agitaba el corazón, cierta parte de su anatomía podía causarle daños graves. Él comenzó a moverse. Ella se retorcía debajo.
—Espera, Joe, ¡por favor! No lo soporto. Es muy doloroso. Él se quedó absolutamente inmóvil. Con la respiración agitada y unas gotas de sudor que se le formaron en la frente. Tenía los ojos del color del deseo fundido. —No temas. No llores —Le besó las lágrimas saladas adheridas a sus mejillas, le besó los suaves labios inflamados—. No habrá más dolor. Lo prometo. Sólo placer. Ella le buscó los ojos de manera conmovedora. Se sentía profundamente consolada por la preocupación de él. El escozor iba disminuyendo y ella pudo sentir el sutil latido del miembro masculino en su interior. Él puso las manos en la cama y se levantó hasta quedar apoyado sobre los codos. Se retiró lentamente, pidiéndole con la mirada que confiara en él, y luego se volvió a deslizar hacia dentro, haciendo rechinar la mandíbula apretada en cada tortuoso centímetro.
Ella siguió intensamente las emociones dibujadas en los tensos rasgos masculinos y se esforzó por respirar, por concentrarse en cómo la hacía sentir. Él estaba repleto de placer que también era una tortura y algo despertó en el interior de ella. Sutil al principio. Luego se intensificó y fue serpenteando en el laberinto de su sexualidad femenina hasta provocarle un hormigueo de temblores. Instintivamente, elevó las caderas igualando el ritmo de las parejas embestidas. Le enlazó las manos al cuello y lo atrajo más hacia sí. —¿Mejor? —preguntó Joe, mientras se movía despacio, borrando el recuerdo del dolor.
—Sí —Se sentía cada vez mejor mientras él entraba y salía, enseñándole al cuerpo femenino a moverse en perfecta armonía con el suyo. Ella lo abrazaba íntima y lujuriosamente, acariciándolo con su interior. La sensación de tenerlo adentro ahora estaba... por encima de todo. Él movió las caderas más rápido, provocándole espasmos de placer.
Brucio per te, amore. Estoy ardiendo por ti... ardiendo dentro de ti —Apretó la mandíbula, la empujó más fuerte, los ojos revelaban la lucha por controlarse y la urgencia que lo llevaba al extremo.
La invadieron violentas convulsiones, y estaba tan cerca, pero no lo suficiente. —No... puedo —El cuerpo le imploraba soltarlo. Gemía y arañaba, tratando de alcanzar la engañosa cima.
—No luches —Sus ojos se clavaron en los de ella, las caderas golpearon más y más fuerte y más rápido—. Deja que suceda. Ella se sentía tensa, tan condenadamente bloqueada. El éxtasis la llamaba con señas desde el final de un largo y oscuro túnel, pero era imposible llegar.
—No puedo..
—Sí puedes —Curvó un brazo por debajo de la cintura y la levantó hasta sentarla a horcajadas encima de él. Ella se le aferró del cuello, y él la sujetó con las manos en sus caderas mostrándole cómo moverse a su modo. Se besaron y se unieron en un trance de pasión, conectados en cuerpo y alma. La presión en el interior de ella se intensificaba con cada embestida, estimulante, amenazando con estallar, agotándole las fuerzas, y justo en el momento en que sintió desmoronarse, un arrebato de placer la invadió como una bala de cañón. Ella lanzó un grito, con la mente disolviéndose en millones de luces plateadas y se hundió en el cuerpo masculino. Maravilloso.
Al diavolo! —Joe echó la cabeza atrás y con la larga melena azotándole los omóplatos y vertió su semilla adentro de ella. Sumamente agotado, se derrumbó en la cama, aplastándola con el pesado cuerpo contra el colchón, con la cabeza anidada en la curva del cuello de ella, haciendo esfuerzos por respirar. Empapados de sudor, permanecieron inmóviles, con los corazones latiendo con fuerza pecho contra pecho. El instante se convirtió en una eternidad. Flotando en una sensación de bienestar, ______ escuchó su respiración desacompasada, los latidos que iban desacelerando, y supo que jamás se arrepentiría de haberlo buscado esa noche, sin importar lo que el futuro les tuviera reservado. ¿Cuántas de sus anteriores amantes podría jactarse de una noche de éxtasis como esa, o de pasear de la mano con él por el mercado de Argel, descubriendo un mundo de misterios?
Al cabo de un momento ella se convenció de que él se había quedado dormido. Tenía la respiración tranquila y el cuerpo laxo encima del suyo. Enterrando el rostro entre sus cabellos, le confesó en el más tenue susurro: "Te amo". Joe se puso rígido. Ella no estaba segura de si la habría escuchado o no, porque no emitió sonido alguno.
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—¿Cómo te sientes? —La voz grave de Joe le llenó los oídos. Los largos dedos le apartaron los mechones castaños de la frente. La abrazó con fuerza por detrás, como una cuchara, y le apoyó el cálido torso en la espalda.
______ no estaba profundamente dormida, sino que más bien dormitaba de vez en cuando con satisfacción. El cielo se veía azul grisáceo en el horizonte, con matices anaranjados, anunciando el alba. Ella rodó sobre su espalda y lo miró a los ojos con una sonrisa. Eran los zafiros más diáfanos y brillantes, con las primeras luces del día. El corazón se le hinchó ante la imagen de él a su lado, tan real y tan apuesto. Daría cualquier cosa para encontrarse con esa imagen cada mañana de ahí en adelante, hasta el día de su muerte.
—Me siento maravillosa —susurró al tiempo que se apartaba la fresca melena azabache como un velo que le cubría la mejilla—. ¿Cómo te sientes tú?
—Feliz —admitió él, sonriendo absorto. Se inclinó y la besó. Fue un beso de amantes, íntimo y lánguido. Cuando terminó siguieron mirándose fijamente en silencio.
—Joe —Le miró el pecho—. ¿Estás casado? —Ella percibió una sonrisa que se le formó en los labios.
—No.
—¿Lo has estado?
Él seguía sonriendo.
¿Quieres estarlo? Levantó la vista con ansiedad. —¿Tienes algún... es decir, supones que podrías...? —Si la pregunta es si sé de la existencia de algún bastardo que haya concebido... la respuesta es no —La preocupación de ella le resultaba divertida—. Mis, eh, anteriores compañeras de alcoba se ocupaban de ese asunto.
Ella hizo un gesto con la cabeza un poco ruborizada. Sin hijos.
—¿Cómo fue tu primera vez?
Él parpadeó.
Scuza?
La sonrisa de ella se ensanchó.
—Tu primera amante. ¿Quién fue?
—¿Y tiene alguna importancia discutirlo justo ahora? —Cuando ella asintió con la cabeza, él rodó hasta quedar de espaldas, acomodó las manos debajo de la cabeza y se quedó mirando el dosel—. Era una criada de alcoba de la casa del duque d'Este, donde me eduqué desde los doce años. Yo tenía quince años. Ella era diez años mayor. Se llamaba Alessandra. Una noche, entró en mi alcoba y yo... la complací—Le lanzó a ______ una sonrisa candida—. Nada inspirador. —¿Quién fue la mujer que te traicionó? ¿La que hizo que detestaras a las mujeres como yo?
La sonrisa de él desapareció.
—No pierdes el tiempo para sacar el tema, ¿verdad?
Comenzó a levantarse de la cama, pero ella lo detuvo con un mano en el hombro. —Lo siento. No tienes que responder. Convinimos "sin secretos", pero sí tienes derecho a conservar tu privacidad. La taladró con la mirada:
—Asumes que alguna vez me enamoré y que el objeto de mi admiración me rompió el corazón, pero te equivocas, _____. Jamás estuve enamorado yno existe tal mujer.
Se levantó y se mojó la cara con agua fresca. Se dirigió hacia el balcón abierto y se apoyó en el marco, con los ojos fijos en el horizonte. El cuerpo desnudo se veía fornido y hermoso con el telón de fondo del cielo color anaranjado grisáceo. Ella se dio cuenta de que la estaba evadiendo, como lo hacía siempre que sus preguntas le resultaban demasiado inquisidoras. Con todo y con eso, ella sintió un regocijo absurdo. Él jamás había estado enamorado. ¡Estaba despertando un mar abierto! Sin barcos fantasmas en el horizonte.
Estaba a punto de coger el camisón cuando Joe habló, con esa voz grave adornada con aquel suave acento italiano.
—Fue dos días antes de Navidad, en el año 1689 de Nuestro Señor. La estación era helada y la ciudad de Milán estaba oscura y convulsionada. Como de costumbre, mi padre asistiría a la misa en la iglesia de San Francesco a la mañana siguiente. No sobrevivió para hacerlo. _____ dejó caer el camisón y se recostó sobre las almohadas, tapándose con la manta.
—Yo estaba regresando a casa desde Ferrara, donde el duque d'Este, quien era pariente además de aliado, contribuía con mi formación de príncipe —Suspiró, pasándose una mano por los cabellos—. Yo había ido a vivir allí porque era costumbre que un futuro duque recibiera capacitación por parte de otra persona que no fuera su padre. Pasaba catorce horas al día trabajando con catorce tutores diferentes. Estudiaba filosofía, arte, astronomía, idiomas y cosas por el estilo, para ocupar algún día mi lugar entre mis pares. Tenía un maestro de esgrima, uno de equitación, otro de baile. Durante los torneos coseché honores para el estandarte de la Víbora, pero mayormente estudié el Arte de guerra —Se dio la vuelta—. Porque en Milán el poder lo es todo, y sólo un duque sólido es capaz de alcanzarlo y sostenerlo. —No es de extrañar que te convirtieras enrais en Argel y mundialmente temido —susurró ella—. Estabas preparado para tomar el lugar de tu padre como cualquier valiente soberano, como un Víbora de Milán —Y no era de extrañar que, al ser uno de los favoritos del rey de Francia, disfrutara del libre acceso a Versalles.
El rey Luis debía de haber conocido al joven Joseph Adam desde niño—. ¿No pasaste ni un tiempo con tu familia mientras crecías? —le preguntó.
—Sí. Durante las fiestas regresaba a casa, mi padre me llevaba a conocer Lombardía y Emilia y otras provincias para familiarizarme con lo que algún día me pertenecería. Aquellos fueron los mejores tiempos, y los más difíciles —Sonrió con melancolía—. Mi madre siempre se quejaba de que jamás me veía y de que mi padre olvidaba que yo apenas era un jovencito y no uno de sus experimentados capitanes. Mi padre era un duque de Lombardía muy estricto, hecho de piedra. No como yo. Yo era el niño de mamá, un malcriado, aunque a menudo la gente decía que yo era la viva imagen de mi padre. Ella le devolvió la sonrisa. No se había equivocado con respecto a él. Joe tenía un corazón sensible y tierno que sólo una madre afectiva y devota era capaz de fomentar. Él era un hijo muy querido.
Su expresión se tornó sombría.
—La noche que entré en Porta Giovia supe que algo iba mal. Las tropas españolas que estaban fuera de la ciudad revisaban a todo peatón. Debes saber que Milán estuvo ocupada por los españoles durante más de cien años, pero a mi familia le permitieron conservar el prestigio y emplearon a mi padre como conciliador y recaudador de impuestos de la zona. Eso les ahorró costosos esfuerzos de establecer un nuevo sistema. Mi padre detestaba servirles como un títere. Él tenía un sueño: lograr una Italia unida, demasiado fuerte para los franceses y los españoles, o para cualquier saqueador con las arcas vacías. Al igual que la Liga italiana creada por Francesco Sforza y Cosimo de Medici, él formó sociedades secretas, que funcionaban con el único objetivo de unificar todos los estados italianos. Napóles, Piamonte y Bolonia estaban comenzando a aceptar la idea, tal vez más preocupados por asegurar las constituciones de sus soberanos absolutistas que por tener en mente cualquier meta de gran nación, pero sí se referían a la península como "Italia" —Joe suspiró, apoyando la cabeza contra la viga tallada—.
Alguien alertó a los españoles. Fue mi tío, Carlo, el hermano menor de mi padre —Maldijo—. Cuando entré al enorme vestíbulo, Gelsomina corrió llorando a mi encuentro. Los españoles estaban deteniendo a mi padre en la Torre. Fui de prisa y encontré a Carlo con los oficiales españoles. Al verme, lanzó una carcajada y dijo: "¿Veis lo que he traído? No sólo aIl Duca, sino también al conde de Pavía. Ahora no necesitáis preocuparos por un heredero vengativo". Me agarraron y... sacrificaron a mi padre delante de mis propios ojos —Cerró los ojos, el viejo dolor le surcó el rostro—. Después de eso, las cosas sucedieron rápidamente. Me solté, le corté la garganta a mi tío con mi daga, cogí el medallón de mi padre y huí. Una sentencia de muerte fue emitida en mi contra y yo no estaba seguro de en cuál de nuestras aliados podía confiar. Venecia era hostil. Los demás se iban rindiendo. Ningún duque de Italia estaba dispuesto a poner en riesgo sus relaciones con España al albergar al joven fugitivo duque de Milán, ni siquiera el Papa. Me encontraba solo. No había demasiado tiempo para congregar un ejército milanés, y de haberlo yo no podía desafiar a España sin el respaldo de al menos una de las mayores potencias de la península. Quedarme en Italia me hubiera costado la vida. Entonces tomé a Gelsomina y esa noche cabalgué hasta Genova, donde embarcamos en el primer barco que zarpó.
—¿Tenías dieciséis años? ¿Y Jasmine seis? —le preguntó ella. Joe asintió con gesto sombrío. Hasta podía imaginárselos: dos hermanos huyendo por salvar sus vidas en el silencio de la noche, asustados, traicionados por su familia y amigos, impotentes ante la furia de España—. ¿Cómo es que terminaste en Argel?
—Como era de esperar. Unos corsarios argelinos asaltaron nuestra galera genovesa. A mí me arrojaron a un baño, el calabozo donde tenían a los esclavos. Gelsomina fue vendida a una familia rica como fregona. Pero yo convencí a uno de los rais , un individuo que conociste, diciéndole que ponerme en su muro para fortificarlo contra los cañones españoles era una pobre asignación de recursos. Mi capacidad de destrucción era mayor que mi tolerancia para enladrillar —Sonrió tristemente—. Taofik lo reconoció. Sabía exactamente cómo cultivar ese útil rasgo de mi naturaleza. Luego, conocí a Sanan. Recuperé a mi hermana y la puse bajo la custodia de la anciana. El resto ya lo sabes. El noble príncipe milanés se convirtió en un ser sumamente fracasado, desprovisto de todo rasgo de humanidad. ______ se sobresaltó al escucharlo usar sus palabras
—Tú no estás desprovisto de humanidad —Una mitad de él era un víbora, un brutal sobreviviente; la otra mitad era un príncipe perdido consumido por la nostalgia.
—Hice cosas espantosas por Taofik. Cosas que te pondrían los pelos de punta.
Sus miradas se encontraron en silencio.
—¿Por qué no regresaste? —le preguntó ella con calma.
—¿Regresar? —Él sonrió cínicamente—. ¿Regresar para qué? —Se acercó a sentarse a su lado y le acarició la suave curva del cuello.
—Gozas del diritto de imperio para gobernar Milán. Reclama el derecho ante el Santo Emperador romano.
—No seas ingenua, ______ . José no me entregará Milán simplemente porque se lo reclame. El mundo entero está luchando por ella. Además, ¿qué te hace pensar que yo quiero recuperar Milán? Ella frunció el ceño. Había algo que faltaba en la historia. Él no le estaba contando todo. —¿Qué le sucedió a tu madre? —le preguntó con curiosidad.
—Incisiva como siempre —Le sonrió amargamente—. Mi madre... —escupió las palabras como una maldición—, era la amante de Carlo. Mi padre no confiaba en su hermano. Sabía que aquel traidor se moría por reemplazarlo. Mi madre y yo éramos los únicos que estábamos al tanto de la Nueva Liga. Ella traicionó a su esposo y a su hijo para despejarle el camino a su amante y que ocupara el trono de príncipe. ______ inspiró aire con escepticismo: —¿Y cómo lo descubriste? ¿Qué sucedió? —Mi padre era un hombre orgulloso —dijo con tono indiferente—. Cuando nos tenían cautivos en la torre e iba quedando claro que no saldríamos vivos, él ni siquiera intentó convencer a los españoles para salvarnos. Pero sí le pidió a su hermano que cuidara de su esposa y su hija. Carlo lanzó una carcajada. Le dijo que mi madre estaba en su alcoba, esperándolo para celebrar el triunfo. Ten la absoluta certeza de que yo no le creí. Lo corroboré. Ella estaba allí. Se encerró y no le abrió la puerta ni a mi hermana de seis años, que daba golpes y lloraba con un ataque de nervios llamando a su madre.
Horrorizada, ella murmuró:
—Tu padre debió de haber hecho algo para que ella lo odiara.
—¡Tú no lo entiendes! —expresó con un gruñido—. ¡Mi madre me sentenció a mí a muerte! —Se golpeó el pecho desnudo donde le martilleaba el corazón—. No era sólo mi padre. ¡Yo era su heredero! ¡Él que seguía en la línea! En Italia, un usurpador pasa por alto el miedo a la venganza extinguiendo la línea de los príncipes que gobernaron el ducado con anterioridad. Cuando mi madre tramó con Carlo la caída de mi padre también firmó mi sentencia de muerte, ¡y ella lo sabía! ¿Qué tipo de madre sentencia a su propio hijo al infierno? ¿Qué puede hacer un chico de dieciséis años para merecer un odio tal de su propia madre? —Suspiro—. _____, yo era el niño de mamá. La adoraba. Ella significaba todo para mí, más de lo que jamás significó mi padre —le confesó, con los ojos bollándole mucho más aún—. Hubiera sido capaz de dar mi vida por ella.
Conmocionada, ella le cogió la mano y la besó.
—¿Qué fue lo que le sucedió?
Jamás lo había visto tan frío como cuando dijo:
—No lo sé y no me interesa.
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Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Empty
MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 11th 2012, 12:07

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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 12th 2012, 14:33

SIGUELA !!!
Very Happy
ESTA MUY BUENA TU NOVE
YA QUIERO SABER QUE VA A PASAR
SIGUELA POR FAVOR!!
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 12th 2012, 16:02

New Lectora! ♥

GP

Te Admiiro Nenaa! e.e
Me Encantaa Tuu Noove!.Esta Genial!!..Hace Tiempoo Q La Vengoo Siguuiendo!.

Siguelaa Plss!..Estaa Geniial! Razz


Besooo! juju
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 13th 2012, 21:23

SIGUELA !
Very Happy
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 16th 2012, 15:18

gracias chicas!!! en un momento subo cap =) bienvenidas a las nuevas lectoras!! =)
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 16th 2012, 15:23

chicas perdonen por la tardanza, les prometo que dejare la novela hasta el fin no incompleta Wink
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 16th 2012, 15:31

Capítulo 18 (II parte)

2da temporada

Lentamente a ella le fluyeron unas lágrimas silenciosas por las mejillas. Sin duda era por eso él se había vuelto tan hosco y esparcía veneno por doquier. Ella ni se imaginaba la terrible necesidad que él sentiría de contraatacar a cualquier persona o cosa para arrancar de algún modo el dolor de su alma, haciéndole pagar al mundo entero por sus tormentos. La misma madre que le había dado la vida, que lo había mimado y quien le había puesto ese nombre en honor al dios del Amor, se había convertido en su Judas. Una mujer noble, virtuosa y refinada. Igual que ella. Una arpía.—¿Quién más sabe la verdad acerca de ti... Sallah, Giovanni? —le preguntó ella. —Ellos no saben nada. Sólo tú.
—¿Y tu hermana?
—Ella cree que su madre murió.
_______ lo abrazó con fuerza. Él se quedó frío como un glacial y así permaneció largo rato después de que ella lo envolviera con calidez y afecto. ¿Cómo era posible que una madre dejara de amar a un hijo como él? Era valiente, cariñoso, inteligente y talentoso en tantas áreas. En el interior de esa rígida coraza resplandecía un espíritu fuerte y generoso, capaz de mover montañas por aquellos que amaba y sensible ante la desgracia ajena. Ella deseaba que su calor se le filtrara por los miembros y le derritiera ese corazón cubierto de escarcha. Llevó un momento, pero al final, él la rodeó con los brazos y la apretó fervorosamente. Ella apoyó la cabeza en su hombro. Y en un susurró le dijo:
—Ya no estarás solo. Supo que lo peor había pasado cuando sus manos le exploraron el cuerpo por debajo de las sábanas. Lo que siguió fueron unos labios cálidos, y al poco tiempo se estaban besando y acariciando mientras el deseo volvía a encenderse entre ambos. Joe la apoyó de espaldas y pegó la boca caliente e inquieta en sus pechos. —¿No era mi turno de asumir el mando? —le preguntó ella sofocadamente. —Esta vez sin tanto combate. No quiero hacerte demasiado daño —Le besó el ombligo y siguió bajando. Cuando ella trató de apartarle él la detuvo—. Quédate quieta —Separó las piernas y sintió la cálida boca en la parte interna de los muslos. Entonces la chupó adentro.
El cerebro le estalló en llamas. Se incorporó, aturdida por ese placer indescriptible, inexpresable, que su boca le había provocado fugazmente.
—¿Qué es lo que estás haciendo? Hazlo bien.
Él sonrió con maldad.
—Lo estoy haciendo bien.
Ella se lamió los labios resecos.
—¿Cómo te sentirías si yo te hiciera lo mismo?
Él quedó boquiabierto.
—¿Lo harías? —La mirada fogosa perdió todo rastro de diversión cuando ella enroscó una mano en la erección y le acarició la cabeza aterciopelada del miembro con un dedo. Él se encogió emitiendo un gemido—. Soy un hombre débil, _______. No me tientes a cometer una maldad.
—Tú eres un rufián, Joe —Le besó el cuello—. Más vale que estés a la altura de tu reputación.
—Después me odiarás —le advirtió, pero ya la estaba echando de espaldas. Ella enroscó las piernas en torno a él, y le rodeó los anchos hombros con los brazos. —Ya te odio —Sonrió disfrutando de la sensación de tener encima aquel cuerpo pesado.
Eros levantó la cabeza. Una sonrisa burlona le torció los labios.
—No es verdad. Tú te me resistes...
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 16th 2012, 16:07

Capitulo 19
2da temporada

La luz del sol inundó la cama. Refugiada en un cálido capullo de musculosas extremidades y piel aterciopelada,_______ abrió los ojos y miró la cabeza morena con la que compartía la almohada, ocultándose de la luz del día. Una sonrisa se extendió en su rostro. Su pirata. Su amante. Su amigo. Se escabulló del confortable abrazo y se puso el camisón. Quería darse un baño, cambiarse y ponerse hermosa para él. Miró con admiración aquella espalda bronceada y bien fornida y abandonó su alcoba.
Se dio un baño rápido e inspeccionó su imagen en el espejo del vestidor. Salvo por el color intenso de sus mejillas, no se detectó ninguna marca en el cuerpo. Los amateurs dejan marcas —le había informado una vez madame de Montespan mientras le mostraba una desagradable marca de dientes en el cuello empolvado de la condesa de Créqi—. De modo que en ese momento no había evidencia de su hazaña, aunque podría haberla, dentro de unos tres o cuatro meses. Una repentina imagen de una criatura suave y angelical con un mechón de cabellos negro azabache y unos ojos cafés oscuros acunado entre sus brazos se derritió en su mente. El bebé de Joe. ¿Cómo reaccionaría él si ella tenía un hijo suyo? Del mismo modo que reaccionaría alguien a quien le estuvieran apretando una soga al cuello.
Ella necesitaba hablar con alguien —con su madre— y la sustituía natural era... Nasrin. Un instante después estaba llamando a la puerta de Nasrin y Sallah. Ella atendió con una sonrisa soñolienta. —Demasiado Lambrusco —se disculpó—. Sallah dormirá hasta mediodía, pero si me permites un momento, me uniré a tomar un té en el pabellón contigo.
_______ sonrió débilmente.
—Eso sería encantador.
Nasrin frunció el ceño.
—¿Sucede algo, querida?
______ le sostuvo la mirada interrogativa.
—Hoy no zarparé a casa con vosotros.
—¿Eh? —Los ojos de Nasrin se volvieron sobrios y con más vigor—. ¡Debí haberlo sabido! ¡Ese canalla desvergonzado! No pudo mantener las manos lejos de ti, ¿no es cierto? Bien, nos ocuparemos de eso. ¡Sallah!
______ la cogió fuerte del brazo.
—Por favor, no despiertes a Sallah todavía. Necesito hablar contigo en privado.
Nasrin analizó sus ojos temerosos.
—Por supuesto, querida. Te veré en un momento —Entró al cuarto caminando con elegancia y cerró la puerta detrás de sí con suavidad.
Poco después se encontraron en el pabellón. Un criado les sirvió té y un zumo.
—¿Bien? —preguntó Nasrin—. ¿Fue todo como soñaste que sería? Sara, mi hija mayor, tenía el aspecto de alguien que en su noche de bodas esperaba recibir un dulce y en cambio hubiera recibido un rábano. _____ rió suavemente; se ruborizó y los ojos le brillaron de un color aguamarina.
Nasrin suspiró.
—No necesitas responder. Tus ojos hablan por ti. Aunque sabiendo con quién te
has involucrado, no estoy segura de si se trata de algo bueno o malo. —¿Por qué? —_____ percibió una desagradable tensión que empezaba a ponerla nerviosa. —Porque tú lo amas —le respondió Nasrin con tono bastante maternal—, y aunque confieso que El-Amar es un príncipe en un mundo lleno de hombres vulgares, es uno... inalcanzable. Si Nasrin supiera...
—¿Por qué dices que es inalcanzable? —le preguntó ______ con tono desapacible. —Porque abandona a toda mujer con la que se acuesta. Aunque sinceramente, creo que tú te fuiste metiendo bajo su piel como ninguna otra logró hacerlo antes, pero yo lo conozco desde hace muchos años, y de hecho lograr infiltrarse en ese corazón singular a mí me parece una tarea imposible. A ella ya no le resultaba agradable la confesión de Joe de que jamás se había enamorado.
—Cuando ama, no desea. Y cuando desea, no puede amar —murmuró ella. Él era incapaz de amar y desear a la misma mujer. La traición de la madre le había dejado una cicatriz en el alma de por vida. Había perdido su familia, su casa, sus sueños e ideales, la libertad de usar su nombre; y por encima de todas las cosas, había perdido la confianza en las mujeres. Para él, cualquier mujer era sólo —salvo la hermana a quien amaba— alguien a quien desear. Ahora la pregunta era: ¿qué significaba ella para él? —¿Cómo se previene la concepción? —soltó _____ abruptamente antes de que se le acabara la valentía.
—¿Cómo?—Nasrin apoyó la taza de té—. Oh, no. Eso no es algo que debas saber a tu edad. Tienes que engendrar un crío saludable antes de gozar de ese privilegio. Ese vigoroso demonio al que tanto adoras podría enderezarse. Tú no eres miembro de su harén. Te mereces más que una infusión amarga todas las mañanas de ahora en adelante hasta que él encuentre su coraje. Tú no estás sola. Deja que Sallah hable con él. Él podría actuar en nombre de tu abuelo. ______ meneó la cabeza de manera obstinada. —Él no quiere una esposa. Ni tampoco hijos. Yo no me convertiré en una carga detestable. Tengo mi dignidad. Además, ¿has sabido que alguna vez Joe haya hecho algo que no quisiera hacer? —Entonces debes zarpar a casa con nosotros.
—No.
Nasrin la miró fijamente, de modo significativo.
—No puedes vivir con él como su concubina.
Su amiga tenía razón, admitió ______ en secreto. Si Joe le proponía matrimonio, ella no estaría allí sentada tristemente pensando en usar métodos antinaturales. —¿Qué es lo que debo hacer? ¿Renunciar a él? No puedo abandonarlo. Estoy enamorada. Es el mejor hombre que he conocido, y anoche... —Inspiró profundamente para calmarse. No sucumbiría a las lágrimas. Ella se había hecho su propia cama y ahora tenía que dormir en ella—. Me pidió que confiara en él y lo haré, siempre que me recuerde mis propias responsabilidades. No concebiré a un niño sin padre para someterlo a una vida de burla y dolor. Si me cuido, al menos cuando regrese a casa seguiré guardando una pizca de esperanza para encarar un futuro normal. ¿Me enseñarás sobre esos métodos femeninos? —Las hierbas no garantizan una protección absoluta. Tú eres una joven saludable y El-Amar... —resopló Nasrin—. Te mantendrá ocupada. ¿Qué harás si las hierbas te fallan?
—Naturalmente tendré al bebé. Aunque el efecto de esas hierbas no es permanente, ¿cierto? —No. Puedes dejar de usarlas en cualquier momento, pero entonces tu cuerpo quedará expuesto. Además, debes beber esa asquerosa infusión diariamente, todas las mañanas en ayunas, y seguir tomándola mientras sigas pasando la noche con él. Yo tuve ocho hijas jurando que no volvería a suceder, pero sí sucede. ¿Estás segura de que quieres pasar por esto? Podría convertirse en un estilo de vida.
______ se tomó un momento para evaluar su situación. —Estoy segura.
Nasrin hizo un gesto con la cabeza. Abandonó el pabellón y regresó con una bolsa de hierbas. Colocó algunas hojas en un pote de agua hirviendo que le pidió al criado y sirvió una infusión marrón en dos tazas. Subía un vapor acre. _______ arrugó la nariz ante el repugnante olor. —Me gustaría impartir un poco del saber hebreo, si me permites —dijo Nasrin —. Nuestros sabios de memoria bendita nos aleccionan sobre los roles de las mujeres ante los ojos del hombre. "Dos mujeres. Este fue el modo de la generación del Gran Diluvio: una para la procreación y la otra para el placer. La que es para el placer bebe una copa amarga para ser estéril, es adornada como una novia y alimentada con manjares; y la otra es fustigada y aislada como una viuda". Ellos aconsejaban a las mujeres a que se esforzaran por encontrar su integridad como esposas y madres, y como buenas amantes. Recuerda, querida, una mujer inteligente sabe cómo volverse indispensable para el hombre que ama y siempre permanecer un poquito inalcanzable.
—Comprendo —sonrió _____. Casada con Lucas, se hubiera convertido en una esposa indeseable. Sin embargo, la mujer que la noche anterior se había arriesgado a entrar en la guarida de la Víbora... Se le aceleró el pulso. Sintiéndose más segura de sí misma, alzó la taza de té y brindó con la de Nasrin—. ¡Salud! —Se lo bebió de un solo sorbo. Amargo . De inmediato se tragó un vaso lleno de zumo de naranja.
—Quisiera hablar contigo, si es posible. La clara voz de Joe casi le hizo pegarse un susto. Intercambió miradas con Nasrin. ¿Cuánto tiempo hacía que estaba allí? ______ tenía la fuerte sensación de que había sido testigo de su charla privada, algo estaba a punto de explotar. ¿Por qué razón se sentía tan culpable? Ella le estaba haciendo un favor. ¡Él debería estarle agradecido!
—Buenos días, Nasrin —Le hizo un gesto con la cabeza, cortésmente. Miró a ______—. ¿Podemos? Impecablemente vestido, con los cabellos mojados atados en una cola de caballo, él había recuperado la compostura, pero sus ojos... aquel salvaje brillo café la quemó. La cogió de la mano y la llevó hacia una pequeña fuente oculta entre las madreselvas y las palmeras. —Cuando desperté no estabas —le dijo—. ¿Sucede algo?
Ella se soltó la mano y caminó hacia un arbusto de flores perfumadas.
—Necesitaba un momento de privacidad.
—Un momento con Nasrin —La aspereza en su tono de voz la hizo levantar la cabeza. Un músculo se le tensó en la mandíbula—. El arrepentimiento que se ve en tus ojos es reconfortante, ______. —Yo no me arrepiento de anoche —admitió ella con calma—. ¿Y tú? El brillo acusador se atenuó y ya la estaba mirando de nuevo con ojos seductores. Suspiró y la atrajo hacia sí. —Sólo si se terminara —La abrazó en silencio, con fuerza. Entonces no había sido testigo de su conversación íntima con Nasrin. Le preocupaba su arrepentimiento. Ella le rodeó con los brazos la cintura y le apoyó la cabeza en el hombro. Le creía. Creía en ambos. De algún modo, harían que funcionara.

—Bimba, ¿por qué te fuiste de mi cama sin despertarme? —De veras necesitaba un momento de privacidad. A solas. —Me hubiera gustado despertar contigo a mi lado, con ojos soñolientos y una cabeza demasiado lenta para protestar por lo que yo tenía en mente para ese cuerpo. Sé de buena tinta que ese tipo de despertar le ilumina a uno el día entero —Le levantó el mentón y buscó esa expresión seria en sus ojos—. Mantendré mi palabra, ______. No te arrepentirás de anoche, lo prometo —La besó dulcemente—. Hoy déjame enseñarte la playa, y tal vez empieces a creer en mí...

* * * * * *
Dos buques de guerra navegaban vigilantes por la sinuosa costa, uno francés y el otro argelino. Los enriscados acantilados del desierto bordeaban la costa, y algo más. Hani caminaba de un lado a otro por la cubierta francesa, demasiado alterado como para sentarse a la mesa del italiano, y en realidad, tampoco había sido invitado. —Ya deberíamos haber encontrado su casa —murmuró impacientemente—. Taofik dijo que era una enorme fortaleza roja, imposible de pasar desapercibida. Cesare miró a su co-conspirador. Ya matarían el tiempo jugando a las cartas, pero todavía no. No antes de que localizaran la casa de Stefano. Con tono filosófico, murmuró: —«La paciencia es una virtud que posee quien es capaz. Rara vez se da en la mujer, jamás en el hombre».
Hani dejó de caminar.
—¿Estás insinuando que no tengo virtudes?
Cesare se tocó suavemente la comisura de la boca con una servilleta de encaje, con una expresión de entre disgusto y compasión.
—Cero sólo es igual a cero —dijo en latín; era su proverbio particular.
Indignado por el enigmático insulto, Hani despotricó:
—¡Sólo recuerda nuestro trato! El- Amar es tuyo, ¡pero la castaña es mía! Ella regresa conmigo a la kasba.
* * * * * *

Montados sobre gallardos caballos árabes, ellos cabalgaban por la costa cubierta de polvo blanco, desafiando la espuma que salpicaba, la brisa salada y los radiantes rayos de sol que azotaban sus rostros. _____estaba viviendo su sueño en la playa. Era libre. Estaba enamorada. La vida era...casi perfecta. —¡Regresemos! —gritó Joe, con la larga melena azotándole la espalda desnuda—. Debajo del montículo donde está la casa hay una gruta aislada. Podemos ocultarnos allí un rato.
—¿Qué pasa con Sallah y Nasrin? —gritó ______. —Pueden esperarnos como una hora. Su barco zarpa con la marea de la tarde. —En ese caso... —Ella giró y hundió los talones en el caballo, desafiándolo a echar una carrera. Él era un magnífico centauro, pero ella pesaba bastante menos y lo adelantó fácilmente, riendo con entusiasmo. Ella desmontó en la entrada de un túnel con conchas incrustadas y entró corriendo. Pegó un grito cuando él la pilló y la dio la vuelta. —Gané —jadeó ella sonriendo. —Quiero hacerte el amor aquí y ahora mismo— La áspera voz de Joe llenó el túnel.Ella le pasó las palmas de la mano por el pecho, sintiéndole los latidos del corazón debajo de los músculos firmes y bien formados. Una morena barba incipiente le delineaba el labio superior. Ella se puso de puntillas y lamió el suave labio carnoso que sabía a mar salado. Él le aferró la cabeza y se besaron más profunda, lenta y prolongadamente. —Quiero devorarte —La "r" italiana se le enrollaba en la lengua. La empujó suave contra la pared y le desabotonó la camisa. Le acarició los pechos, apretándolos, siguiendo la forma, dibujando círculos alrededor de los pezones. Inclinó la cabeza y lamió un pezón erecto hasta provocarle un cosquilleo.
—Joe... —
Se deslizó entre él y la pared. Él le desbrochó los pantalones de montar y deslizó una mano entre los muslos. Presionó los dedos bombardeándole los sentidos. Una oleada de calor la invadió. La respiración agitada le llenaba el oído y hasta podía escuchar sus propios jadeos mientras él seguía acariciándola y seduciéndola. Se quitó los pantalones y le aferró los glúteos firmes—. Te deseo. Te necesito ahora —Se sentía mareada de una necesidad tan intensa que le temblaban las piernas.
Diavolo —gimió él—. Te mereces algo mejor que esto, pero... estoy tan excitado por ti —Metió una mano entre los dos cuerpos apretados para desabrochar la entrepierna. Su miembro erecto salió de golpe, duro como el acero y suave contra el vientre de ella. Le encorvó un brazo por debajo de las nalgas y la levantó. La penetró de una rápida embestida. ______ lanzó un grito. Lo sentía tanto y tan bien mientras él la mecía con la furia de un hombre poseído. Ella se aferró del cuello y se movía en sentido contrario a los golpes que él le daba con las caderas. El ritmo era despiadado, devastador y terriblemente excitante. Un placer que le nublaba la vista la desgarró por dentro.
—Sí—gritó—. Sí, sí... ¡No... Pares! —se convulsionó violentamente, apretándolo con los músculos internos e incitando su eyaculación. Joe inclinó la cabeza sintiéndose torturado y emitió un sonido al tiempo que el éxtasis se apoderó de él.
______ no tenía la menor idea de cómo él podía sostenerlos a ambos, pero al abrir los ojos estaban echados en la arena de una pequeña gruta rodeada de paredes rocosas. Yacían con los cuerpos entrelazados, sudorosos y exhaustos, escuchando las olas rompiendo en la orilla. Ella se sentía en paz con el mundo.
—Estoy exhausto —Joe le sonrió débilmente.
A ella se le acaloró el rostro.
—Debes de estar preguntándote qué sucedió con la dama recatada que tú...
—¿Hablas en serio? —Apoyó la cabeza en el puño y sonrió abiertamente—. ¿Me
creías tan estúpido como para no saber de qué estás hecha? —Le recorrió las esbeltas piernas con la mirada y luego volvió a sus ojos—. Eres fuego, amore . Candentes llamas doradas con forma de mujer. Y ojos de gato. Ella se mordió el labio. —¿Es... es ese el único motivo por el cual me llevaste a tu cama? ¿Porque encuentras mi cuerpo... atractivo? —Tú me llevaste a mí a la cama —Él sonrió con incredulidad y rodó hasta quedar encima de ella—. Jamás me habían seducido tan deliciosamente en toda mi vida —La besó sensualmente, sin prisa.
Ella se negó a dejarse distraer por su seducción y sus besos. Le apoyó una mano firme en el pecho. —¿De modo que lo que hay entre nosotros es simplemente una atracción? —Si fuera simplemente una atracción —dijo él con toda seriedad—, ¿por qué dudé la noche que abandonamos Kingston? Te tenía debajo de mí igual que ahora. Y me detuve.
—De todos modos yo iba a detenerte.
—Yo no quería arruinarte la vida, ______.
El corazón se le aceleró:
—Y ahora que somos amantes... ¿crees que mi vida está arruinada?
—Sigo pensando que estarías mejor sin mí —Sonrió él—. Pero respondiendo a tu pregunta, no creo que tu vida esté arruinada. Las cosas han cambiado. Razón por la cual, quiero que le escribas una carta a tu abuelo. Él merece saber que estás a salvo. Sallah la enviará a Dellamore. —¿Estás loco? —Ella le dio un empujón suave y se puso de pie—. Mi abuelo enviaría media flota para bombardear Agadir si recibiera noticias de que su nieta está... Tú más que nadie deberías saber que las nietas solteras de los duques no deben tener amantes.
Joe se sentó junto a ella. —Si no le haces saber al anciano dónde te encuentras, dentro de tres semanas empezarás a lloriquearme para que te lleve a casa, y yo no lo haré, _____. Te lo advierto. Anoche nos hicimos promesas y tengo intención de hacerte cumplir las tuyas. Tú te quedas conmigo. —Y entonces, ¿qué voy a decirle a mi abuelo en esa carta? —Dile que estás conmigo. Otra prueba: ¿con quién? Su abuelo podía llegar a reaccionar con más tolerancia al enterarse de que ella se encontraba con Stefano Sforza, el príncipe perdido de Milán, pero teniendo en cuenta la insistencia de Joe en preservar ese secreto y su marcada aversión a aferrarse a las mujeres, ella no se arriesgaría a contarle la verdad a su abuelo.
Sintió esos ojos posados en su perfil.
—Te avergüenzas de tus sentimientos —dijo brusca y fríamente. —¿Por qué no escribes tú mismo esa carta y yo solamente la firmo? —le ofreció ella con tono insípido. Joe se puso de pie. Caminó hacia la orilla del agua, cogió un puñado de conchas y las arrojó a las olas. —No estoy seguro de lo que esperas de mí, ni de lo que me crees capaz a estas alturas, pero... —Se volvió para mirarla a la cara—. Quiero que estemos juntos. No tenemos que quedarnos aquí todo el tiempo. Podemos viajar. Podría llevarte adonde quisieras, mostrarte todos los sitios con los que soñaste y sobre los que escribiste en tu diario de viaje. Ella hizo una mueca de desagrado.-
—No me recuerdes eso. El hecho de que hayas leído mi diario privado no te da ningún crédito —El le estaba ofreciendo realizar sus sueños, pero ya no era suficiente, no viniendo de él. Retomando el asunto en cuestión, le dijo—: Das por sentado que una vez que informe a mí abuelo sobre mi paradero, todo estará bien. Pues no. Él no tolerará que viva contigo al margen del matrimonio. Te declarará la guerra o te obligará a casarte conmigo —Ella esperó... —No puedo casarme contigo,_____. No del modo en que a él le gustaría. Tendrás que escoger entre tu vida anterior y una vida conmigo. Así es como yo vivo. Dividido en dos. Hago lo necesario por sobrevivir y llevo a Milán en el corazón — Caminó por el agua y se zambulló en las olas.
Su esposa estaba a punto de machacarle la cabeza. Sallah vio a Nasrin entrar al cuarto, con los ojos negros relampagueantes, y se dirigió en línea recta hacia una cafetera que un criado había dejado mientras él seguía roncando. Puso en práctica su mejor tono de cordero: —¿Puedo tomar un poco de café yo también, por favor?
Nasrin lo acuchilló con una mirada furiosa.
—Sírvete tú mismo.
Sallah soltó un gruñido de indignación, se levantó de la cama y se sirvió una taza. Necesitaba beber un trago fuerte de café para aclarar la cabeza y estimular los nervios antes de abordar ese humor poco propicio.
—Ahh —Suspiró mientras la celestial infusión le corría por la garganta, reanimándole el vigor—. Entonces, querida, ¿en qué puedo ayudarte? ¿Hay algo que pueda hacer para reparar esta crisis? —Ya has hecho suficiente. Sugiero que pienses en cómo deshacer, chacal. —Algo me dice que todo esto tiene que ver con nuestros amigos enfermos de amor.—Enfermos de amor. ¡Ja! ¡El tuyo está preocupado por apagar el fuego que tiene en la entrepierna! ¿Qué crees que estuvieron haciendo desde anoche? ¿Desde tu intromisión? —¡Ese demonio lo hizo! ¡Qué tipo tan espectacular! Todo lo que se necesitaba era un consejo firme y la fortaleza femenina se desintegró hasta quedar hecha una pila de escombros. Te lo digo, Nasrin, él es mi héroe. Ni siquiera tus consejos de regañona impidieron su hazaña. ¿Y cuándo es la boda? Ella le lanzó una mirada venenosa. —Cuando termines de felicitarte, quizás quieras preguntárselo tú mismo, porque yo no creo que haya boda. No debiste entrometerte, Sallah. Lo que sea que le hayas dicho le dio la llave para lograr lo que era incapaz de hacer por sus propios medios. Cree que se ha liado con una aventurera de alta alcurnia. Sabes que él es incapaz de amar a una mujer de manera romántica. —Joe es solitario. La necesita. Tal vez con el tiempo el deseo se convertirá en amor.—No quiero ni pensar qué será de ella dentro de algunos meses. La destruirá.
Sallah frunció el ceño. ¿Habría malinterpretado los sentimientos de Joe? Él hubiera jurado que lo que tenía destrozado a su amigo era amor verdadero, pero Joe se nutría de las emociones extremas y no había nada como un desafío difícil para activar esos cañones lombardos. —Hablaré con él. —_____ nos ha pedido que no interfiriéramos. Le di mi palabra de que no lo haríamos. Él suspiró. —Está jugando con fuego. No es del todo consciente del riesgo al que se está exponiendo. El duque de Dellamore es un hombre poderoso. Tarde o temprano, las noticias llegarán a oídos de Dellamore y Joe será capturado cual perro rabioso. No puede retenerla con él en el desierto para siempre. —¿Qué debemos hacer, Sallah?
—Sólo hay una solución y a Joe no le agradará en lo más mínimo. Ella debe regresar con nosotros.
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 16th 2012, 16:13

chicas!! si hay aunque sea un comentario les subo cap. mas al rato Smile sino mañana Sad
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 16th 2012, 17:19

SIGUELA!!
esta genial tu nove
la amo Very Happy
siguela por favor tiste
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 16th 2012, 17:28

No puedes dejarme asii, necesito leer más capitulos porfavorrr.
Dime que la rayiz no se ira lejos de Joe porfavorrr
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 16th 2012, 18:40

chicas!! estoy subiendo capp las quieroo!! gracias por comentar!! =) si comentan mas mañana les pongo maraton!! Smile
atte: María
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 16th 2012, 19:07

Capitulo 19
(mini capitulo)

2da temporada

Joe emergió del mar salpicando agua. El pecho, que se iba estrechando hasta terminar en una delgada cintura, brillaba con el agua del mar. Esos ojos cafés zafiro relucían en su rostro. Se escurrió el agua de la lustrosa melena negra azabache y le lanzó a _______ una sonrisa nacarada.
—¡Ven a nadar conmigo, ninfa bionda! Reclinada sobre una gran roca, jugando con los pies en la arena, ______ miraba fijamente a aquel pagano desnudo, de pie con el agua centelleante hasta la cintura y estaba absorta pensando en el último comentario que él le había hecho. No se casaría con ella.Jamás. ¿Qué le diría ella finalmente a su abuelo? ¿Qué sería de ella? Él salpicó agua en dirección de ella, pero sólo le cayó una gota en el dedo del pie . —Dai, métete en el agua conmigo. Prometo no molestar —Cuando ella meneó la cabeza sonriendo de un modo provocativo, él se acercó más—. O te traeré yo mismo.
—¡Está bien, tirano! —Se quitó la camisa precipitadamente, consciente de que aquella mirada caliente jamás se perdía nada y se zambulló en el mar azul. Apareció en la superficie ante él, escurridiza y dorada, sintiéndose como una auténtica ninfa
— ¿Llamabas?
Anima bella, alma bella —murmuró Joe en italiano, al tiempo que la aferraba de la cintura y apretaba los senos resbaladizos contra su pecho caliente por el sol—. «Por ti me consumiría en llamas, por ti respiro, pues sólo he sido tuyo, y si de ti me privan, dolería más que cualquier otra desgracia». —Algún día —susurró ella—, tu corazón tendrá que expresarse en un idioma que yo entienda.
—Algún día —Le lanzó una sonrisa feroz y le lamió el rostro.
Haciendo una mueca, ______ lo apartó y trató de no reírse.
—¡Eso fue repugnante! No soy tu almuerzo, tigre. Y prometiste no molestar.
Los hoyuelos aparecieron bien marcados en las mejillas.
—Mentí. —Otro repugnante hábito de los tuyos. —Soy un individuo repugnante —La envolvió con los brazos y se sumergieron en el agua hasta el mentón, ella enroscándole las piernas en el cuerpo. Él la besó—. Pero te gusto tal cual soy, ¿verdad?
—Mucho.
Se le nublaron los ojos: —¿Qué sucederá cuando deje de parecerte un interesante misterio? ¿Cuando te aburras de las dunas en el desierto, la comida italiana y de mí? A ella se le derritió el corazón, al darse cuenta de que aquel príncipe milanés recio, arrogante y hermoso, que era el hombre más fuerte que ella jamás había conocido, estuviera preocupado porque ella lo abandonara. Nadie se había preocupado nunca de que ella pudiera abandonarlo. Siempre era al revés. Aquellos a quienes ella había amado la habían abandonado.
—¿Qué sucederá cuando la novedad se desgaste? —rebatió ella. Él había tenido a tantas mujeres, y todas habían caído en desgracia... —Imagino que simplemente tendremos que ir paso a paso. Sin la promesa formal del matrimonio, lo que él sugería iba absolutamente en contra de la educación que ella había recibido. Estaba aterrorizada, pero Joe también. No obstante, el modo en que le sonreía, la calidez en sus ojos la alentaba a creer que todo era posible. Le rodeó el cuello resbaladizo con los brazos y le besó la cicatriz con forma de medialuna.
—No me has contado cómo te hiciste esta brutal cicatriz.
Spagnolo stupido. Intentó detenerme la noche que huí de la Torre de Milán.
—Y desde entonces esta cicatriz te caracteriza: El- Amar, el corsario —Su vida se había partido en dos: antes y después—: No puedo evitar pensar en tu pobre hermana, la princesa Gelsomina. Debe de haberse quedado petrificada al ver el rostro rasgado de su hermano, ensangrentado, teniendo que cabalgar durante la noche, lejos del único hogar que ella conocía y amaba, con el cielo como única salvación. Y tú, con dieciséis años, cargándola sobre tu regazo con el rostro destrozado. —Tenía el alma destrozada, _______. Créeme, eso dolía más.
—Te creo —le dijo ella en tono bajo—. Y sin embargo...
Él alzó una ceja negra azabache.
—¿Qué?
—Tu madre. Tal vez no sepas la historia completa. Nadie cambia de un día para otro sin una causa justificada. Si ella era la madre afectuosa que afirmas...
—_______ —él se armó de paciencia—, mi madre no es mi tema preferido.
—Lo sé, pero si ella está viva en algún sitio, quizás encuentres respuestas...
—¡Me importan un bledo sus respuestas! Si alguna vez nuestros caminos se vuelven a cruzar, haré lo que debí haber hecho hace años —Los ojos le brillaron con resentimiento—. La mataré. Ella le buscó la mirada. Dieciséis años y él aún se encendía.
—¿Qué?
—No creo que lo hicieras. Si no lo hiciste en su momento, serías incapaz de hacerlo a sangre fría. Podrás tener la calma para decapitar a desconocidos, pero no para quitarle la vida a tu propia madre. No la tienes, Joe.
—¿Y qué pasa con mi padre? ¿No merece ser vengado? —Tu vida no es una tragedia griega. Lo que le sucedió a tu padre fue horrible, pero tú mataste a tu tío y te marchaste. Si realmente quieres enderezar tu vida, concéntrate en curarte, en forjar un futuro para ti. Regresa a Milán. Recupera lo que has perdido. Libera a tu gente del cautiverio de los franceses y los españoles. Joe la apartó. Mirando fijamente el horizonte lejano, donde el mar se fundía con el cielo, le dijo: —¿Has leído la historia de Esquilo sobre Agamenón, el comandante griego que regresa a casa de la guerra de Troya para ser asesinado por la esposa y el amante?
Con el ceño fruncido, ______ respondió:
—Sí.
—Agamenón tenía un hijo, Orestes. Era solo un niño cuando su padre murió, pero al llegar a la edad adulta, fue consciente de sus responsabilidades: matar a los asesinos de su padre, tarea que primaba sobre cualquier otra. Sólo Orestes sabía que el hecho de matar a su propia madre era un acto abominable ante los ojos de los dioses y los hombres. Su sagrada tarea estaba vinculada a un crimen atroz. El hombre que pretendía ir por la senda de la justicia tenía que escoger entre dos iniquidades: traicionar a su padre o convertirse en el asesino de su madre. —El dilema de Orestes es moral, Joe. El tuyo es emocional. No es lo mismo — Ella se dio cuenta de que no estaba entendiendo, entonces le preguntó—. ¿Qué fue lo que hizo Orestes?
—Orestes consultó al Oráculo de Delfos. Apolo fue claro en el tema. Matar a los dos que mataron. Vengar la muerte con la muerte. Derramar sangre sobre la sangre derramada. Orestes no tuvo otra opción más que disipar la maldición en su casa, vengarse y pagar con su propia condena. —Su propia condena —murmuró _______ sintiendo un escalofrío. —«Calma, dios me ordenó la muerte feroz» —citó—. «Pues el que no escucha el llanto de su muerte andará solo a la deriva para siempre, privado de refugio. No arderá llama alguna por él en el altar, ningún amigo lo acogerá. Despreciado y desolado morirá». Entonces, Orestes mató a su madre y durante años anduvo errante, perseguido por sus propios miedos. Ella finalmente entendió. Él se consideraba condenado, por eso se mortificaba a sí mismo persiguiendo una vida de violencia, viviendo solo en una tumba de mármol vacía, en medio del desierto, disfrutando de las eventuales atenciones de las prostitutas de clase alta, luchando contra un rey por el que también sentía afecto —el rey que estaba derribando su país— aunque sin construir nada para él mismo. Joe suspiró.
—Cuando el alma de Orestes se cansó de sufrir, cuando perdió todo lo que el hombre valora, fue en busca del consejo de Atenea. La diosa de la Sabiduría lo absolvió. Ella convenció a Alastor, la diosa de la Venganza, de que él había pagado
por sus pecados. Orestes y sus descendientes al final quedaron libres de la maldición en la casa de Atreo. —¿Crees que matando a tu madre vengarás la muerte de tu padre y disiparás la maldición de tu casa? ¿No estás cansado de sufrir? Fuiste incapaz de matarla hace dieciséis años. Déjalo así. Si ella realmente es una arpía, entonces merece lo que le tocó en suerte: vivir sin familia, sin principado, sin amante. No habría de qué avergonzarse por dejarla con vida.
Él seguía con los ojos puestos en el horizonte. —No es eso de lo que me avergüenzo. Entonces había más, algo que él aún no estaba preparado para compartir con ella. Le puso una mano en la mejilla, pidiéndole que la mirara.
—Perdónate —le susurró—. Puede que tu madre haya cometido algo imperdonable, pero la amabas —Y con voz más suave, agregó—: Y aún la amas. Él cerró los ojos y se le movió el bocado de Adán. Lucía tan vulnerable que ella lo atrajo hacia sí y le besó los ojos, los labios, las mejillas, como queriendo curarlo de todas sus angustias. Él la apretó entre sus brazos, como tratando de absorberla con el corazón. Las bocas se encontraron. Fue el beso más embriagador, como dos almas queriendo encontrarse. Por las venas de ella fluyó un cálido cariño. Te amo, dijo su corazón. La miró a los ojos.
—Antes me abalancé sobre ti. Quiero enmendarlo. ¿Estás lista?
La invadió un escalofrío.
—Sí—susurró ella.
Joe la llevó en brazos hasta la orilla y la depositó sobre sus ropas. Se extendió a
su lado, dándole suaves besos en el cuello y los pechos.
—Eres tan hermosa. Adoro tocarte y saborearte.
Ella le sonrió:
—Eres un italiano...
—Sí. Y lo que los italianos tenemos en abundancia es imaginación —Se tomó el tiempo para explorarle el cuerpo, conociendo sus secretos, mostrándole cosas que ni ella sabía de sí misma. Él era astuto, cuidadoso, y para ser un hombre que luchaba sin cesar, también era increíblemente sensible. A ella le asombraba el dominio que tenía sobre su cuerpo. Sólo tenía que acariciarla o apretarla sutilmente en algún lugar estratégico y ella sentía hormigueos en el cuerpo, daba saltos bruscos y se estremecía. La estimulaba al máximo. —Joe —Le enredaba la lengua caliente en el oído—. Déjame torturarte un poco. Por favor.
Un escalofrío lo hizo flexionarse. Suspiró, sonrió y asintió con la cabeza.
—Sé tierna conmigo —
Rodó hasta quedar de espaldas y permaneció inmóvil mientras ella le aplicaba sus nuevos conocimientos adquiridos del cuerpo masculino y lo hacía retorcerse como lo había hecho ella debajo de él. Le pasó las uñas, los labios y los cabellos por la piel y lo sintió ponerse tenso y erecto. Tenía muchas cicatrices, pero seguía siendo increíblemente hermoso.Perfecto.
Volviéndose más audaz, ella descendió besándole los montículos y valles del sólido abdomen, seduciendo su entrepierna con el cálido aliento, y apretó los suaves labios alrededor del glande. Él dio un brinco.
Santo Michele. ¿Intentas matarme? —
De nuevo estaba arriba, con los músculos de los brazos hinchados al sostenerse encima de ella—. _______...
Ella lo miró a los ojos.
—¿De modo que tú puedes acariciarme pero yo no puedo acariciarte a ti?
—Tú puedes acariciarme todo lo que quieras, amore , sólo que... todavía no.
—¿Porqué?
—Porque... —Se acomodó sobre ella, enorme y erecto y se colocó entre los muslos—. Porque estoy loco por ti. Antes casi pierdo el control. No quiero que pienses que con otros hombres puede ser así. Quiero que vayas despacio, que explores cada centímetro de tu cuerpo, que sientas placer, pero si seguimos copulando como dos conejos enloquecidos (que es exactamente lo que sucederá si vuelves a usar tu boca) nos perderemos los mejores orgasmos —La besó casi devorándola y la penetró. El arrebato de placer los hizo gemir al unísono. Ella trabó las piernas alrededor de las caderas hasta que él quedó firmemente incrustado y se convirtió en una parte de ella. Él se retiró y empujó de nuevo. Fuerte . Ella gimió, odiandose por hacerlo, pero no podía parar. Él le puso esa enorme mano en el vientre y frotó, ejerciendo una sutil presión y aumentando la fricción de sus rítmicas invasiones. Él sí ejercía control, aunque ella rápidamente empezaba a experimentar el descontrol, a punto de caer en la inconsciencia.
Le aferró los brazos, temblando, rogando. Él aumentó la velocidad, guiándola, llevándola hacia el orgasmo. —No lo reprimas, a more . Yo estoy yendo despacio, pero como mujer tú puedes acabar todas las veces que quieras. No lo reprimas. Ella era incapaz de reprimirlo. El sol podía haberse puesto, que ella ni se hubiera dado cuenta, tan profundamente se había sumido en las sensaciones. Como un pulso, las embestidas de él la hacían vibrar entera. Se disolvía debajo, alrededor de él, descubría el éxtasis y rogaba por más. Perdidos para el mundo, hicieron el amor bajo el sol, de modo lento, desenfrenado, y embriagados por la sensación y el sabor, absortos en sí mismos, elevándose y rompiendo junto con las olas. Formaban un solo cuerpo en la llamarada de la pasión, cada movimiento de caderas los llevaba a niveles más profundos de sensual percepción. El olor de Joe se fundía en la cabeza de _______ con el olor de la arena, el resplandor del sol y con el ruido de las olas que rompían en la orilla formando ráfagas de rocío, embriagadores como poderosas drogas.
Y en medio del delirio interminable que seguía y seguía, en la profundidad de los recovecos de su mente derretida, ella llegó a una decisión: amaría a su feroz amante milanés con toda su alma y todo su corazón, con la esperanza de que algún día ese amor fuera recíproco.

chicas mañana les pongo capitulo la novela esta cada vez mas interesante: que pasara con ______? Joe estara enamorado de ella? se podrá realizar su amor? porque hago estas preguntas? x) jejeje las quieroo!! y comenten porfa
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MensajeTema: Re: Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu   Mii Pirata Malvado [HOT & ROMANTICA] Joe& Tu - Página 8 Icon_minitimeMarzo 17th 2012, 12:42

chicas les gusta esta cancion para la nove??

https://www.youtube.com/watch?v=DMgl2UP1yqY[url][/url][/quote]
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