Passion [Joe & Tu] [Mayores]

amiga el internet se me jodiooo.... plizzzzzzzzz......... sube cap.... ya me voy a dormir.... aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh xqqqqqqqqqqqqqqqqqqq...................................

amixxxxxxxxxxx

plizzzzzzzzzzzzzzzzzzz

Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 923689

plizzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz

Capitulo Cinco

Acabado

Por tanto os digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

Marcos 11:24

________ suspiró. Sabía que sus oraciones no eran de la clase a la que se refería Jesús. Aún así, no podía evitarlo. Rezaba a Dios para que le concediese otra hora entre los brazos de Joe. Rezaba por sentir su firme contacto. Rezaba por sentir su aliento sobre su oreja. Un cálido hormigueo le bajó por la columna. ¿Por qué Dios le concedió un cuerpo si no podía experimentar las delicias de las que era capaz? ¿Por qué Dios le concedió emociones si no podía sumergirse en sus profundidades?

—Disculpe —una voz grave resonó junto a ella.

El corazón de ________ galopaba mientras se volvía. La decepción la atravesó. Un hombre atractivo con un chaleco a cuadros escoceses la sonreía.

—Le pido perdón por entrometerme. Estaba usted tan quieta y tan absorta en medio de esta multitud. ¿Se encuentra bien?

Algo en su sonrisa le recordó la de Joe. ________ recorrió el cuarto atestado con la mirada. Había una muchedumbre hoy, una muchedumbre sin Joe.

________ se volvió nuevamente al caballero. Incluso el ángulo de su mandíbula se parecía un poco a la de Joe.

Sus cejas se fruncían levemente por encima de sus ojos oscuros. No eran los ojos de Joe.

—¿Está usted bien? —Su tono era gentil. Estaba siendo amable.

________ sonrió.

—Sí. Gracias. Estoy perfectamente —Hizo un gesto hacia la Biblia—. Solamente leía.

Él echó un vistazo al libro y le devolvió la sonrisa.

—San Marcos, ¿verdad?

—Sí.

Él la estudió atentamente un momento. Después echó un vistazo a la Biblia y pareció meditar antes de hablar.

—Marcos es complicado, pero merece la pena el esfuerzo.

________ alzó las cejas.

—¿Eso cree?

—Así es —El hombre le sonrió—. Puede ser realmente grosero, pero bajo el duro exterior hay oro.

________ le devolvió la sonrisa.

—Es raro encontrar a alguien que hable del evangelio de forma tan personal. ¿Sois un teólogo, señor?

—No, señora —Él la observó sin pestañear—. Es sólo que conozco a Marcos muy bien.

—Ah.

El hombre miró sobre su hombro y la expresión de sus ojos le indicó a ella que alguien se acercaba.

________ tembló cuando sintió una mano deslizándose alrededor de su cintura. Un ligerísimo aroma a limón verbena acarició sus sentidos. Alzó la mirada. La excitación se disparó a través de ella. ¡Joe!

Él fruncía el ceño observando al caballero.

—¿Este hombre te está molestando, cariño?

________ palideció. Se suponía que eran extraños el uno para el otro. Nadie debería saber que se conocían. Aún así, el corazón de ella respondió a su término de cariño con una palpitación complacida. Tan rápido como la sangre había abandonado su rostro, volvió de nuevo provocándole un intenso rubor.

—Yo… no. Este caballero y yo sólo conversábamos acerca del evangelio.

—¿De verdad? —preguntó Joe arrastrando las palabras, su tono destilando sarcasmo.

Mirando rápidamente al otro hombre, _________ se sorprendió al verle sonriendo. Aunque sus pensamientos se dispersaron cuando Joe tiró de ella acercándola más a él.

—Sí, de verdad —contestó el hombre. Se giró hacia ella y su sonrisa se suavizó—. Ahora que su escolta ha llegado, señora, le deseo un buen día.

_________ sonrió.

—Buenos días, señor.

El hombre saludó a Joe con la cabeza antes de perderse entre la multitud.

La mirada de Joe siguió al caballero que se retiraba. Su brazo todavía la rodeaba, y ella podía sentir el calor de su mano sobre su cintura. ¿Por qué su simple contacto le provocaba vértigo? Un estremecimiento de placer zumbó sobre su piel.

Él bajó la mirada hacia ella y su ceño se ablandó. Su boca se suavizó y la dura mirada de sus penetrantes ojos desapareció al observarla.

—Hola, _________.

El empleo de su nombre fue como una caricia íntima. Sus pezones se endurecieron.

—Hola, Joe.

Algo oscuro llameó en los ojos de él.

—Tu voz me pone duro.

________ suspiró. Un gran grupo de espectadores pasó junto a ellos. La mano de Joe se apretó en su cintura antes de soltarla. Se volvieron hacia el reclinatorio.

Él pareció estudiar la página.

—Siento llegar tarde. Fui detenido dos veces por grupos de personas que conozco.

________ asintió. De pronto se preguntó como sería formar parte de las personas a las que conocía. ¿Era un buen amigo? Sus instintos le decían que sí. A pesar de su comportamiento externo, ella recordó su ternura al vestirla y como le había colocado el lazo. Aún así, nunca lo sabría de verdad, ya que solamente se conocían en el secreto mundo tras el biombo. En el mundo real, eran extraños.

—¿Algo va mal? —Él tenía la mirada fija en ella.

________ se dio cuenta entonces de que un ceño se había formado entre sus cejas. Ella sonrió para relajarlo.

—Es sólo que me preguntaba que tipo de hombre eres. Por supuesto comprendo que nunca lo sabré. Pero eso es lo extraño, ¿verdad? —________ sintió que el calor se adueñaba de sus mejillas—. Quiero decir, dadas las circunstancias.

Joe la observó atentamente. Otro grupo grande de gente se movió tras ellos, esperando para ver el enorme biombo. Los ojos de él recorrieron las facciones de ella. La muchedumbre se apretujó más cerca. Él no iba a contestar. Las mejillas de ________ ardieron. El parloteo de la multitud se intensificó.

De pronto Joe estuvo detrás de ella. Sus manos rodearon su cintura y su voz resonó junto a su oreja.

—No soy del tipo de hombre que te gustaría conocer, ________. Vivo sólo para mí. Hago lo que deseo y no podría preocuparme menos lo que la gente piense acerca de ello. Si algo me complace —sus manos acariciaron sus caderas— lo persigo mientras me dure el interés.

________ se tensó cuando un cosquilleo nació entre sus piernas.

—Pero cuando acabé —Sus manos se apartaron lentamente—. Acabé.

________ se sintió despojada de su contacto. A pesar de sus palabras, le deseaba. Le deseaba porque mañana podría ser el último día juntos… mañana ella “acabaría”. Eso era una suerte, porque sabía que no podría soportar ser arrojada a un lado otra vez.

Él regresó a su lado.

Ella encontró su seria mirada café.

—Echaré de menos tu contacto cuando nos separemos. Lo echo de menos ahora.

Una repentina sonrisa suavizó la boca de él mientras, por dentro de los pliegues de la falda de ella, tomaba su mano y entrelazaba sus dedos con los suyos.

—¿No vas a intentar convencerme de que estoy equivocado? ¿No vas a intentar imbuirme de toda clase de nobles cualidades que no poseo?

________ sonrió.

—¿Por qué haría eso? —Incluso la sensación de su mano enguantada alrededor de la suya le parecía la gloria.

Joe encogió los hombros.

—No sé. La mayoría de las mujeres lo hacen.

—¿Ah sí? —________ pasó una página de la Biblia distraídamente mientras suprimía una breve punzada de celos.

—Debe ser agradable no deberle nada a nadie. Yo no sé lo que es eso.

El pulgar de él acarició su palma.

—No, no me imagino que lo sepas —Él hizo un gesto con la cabeza en dirección a su mano izquierda, la cual descansaba sobre la página—. Háblame de él.

________ bajó la mirada. Su alianza de oro era visible a través de sus negros guantes de ganchillo. No deseaba hablar de él.

—¿Qué quieres saber?

—Todo lo que quieras contarme.

________ buscó algo que decir.

—Estuve casada con mi marido durante tres años antes de que muriera. Se mató en un accidente con el caballo. Fue totalmente inesperado.

La mirada café de Joe se clavó en ella, pareciendo que examinaba sus pensamientos. ________ inspiró profundamente. ¿Estaba la habitación menos repleta? ¿O acaso todo, incluso el sonido, se desvanecía en su presencia?

—¿Le amabas?

El pecho de ________ se contrajo. Nunca nadie le había hecho esa pregunta. Sus hermanas no habían necesitado hacerla. Tampoco su padre. Ellos sabían la respuesta.

—No —La palabra salió como un susurro.

La mirada de él la aprisionó.

—¿Él te amaba?

De pronto las lágrimas inundaron los ojos de ________. Apartando el rostro, ella parpadeó para contenerlas mientras bajaba la mirada hacia la cinta de oro que rodeaba su dedo. ¿La carencia de amor era tan dolorosa? ¿O era el hecho de reconocerlo en voz alta lo que hacía que doliese tanto?

Joe se acercó más a ella.

—Contéstame, ________ —la animó suavemente, mientras la empujaba hacia el biombo—. ¿Él te amaba?

Ella se tragó las lágrimas.

La mano de él se apretó alrededor de la suya.

—¿Lo hizo?

—No —jadeó ella—. ¡No!

Y entonces se encontraron tras la sombra del biombo. Los guantes cayeron al suelo. Los brazos de Joe la rodearon. Su boca descendió sobre la suya. Su aroma la envolvió.

________ gimió en su boca y se apretó contra él. Bajo la fuerza de su profundo beso, su tensión se derritió. Todo se derritió: el dolor, los años perdidos, el desesperado anhelo. Lo único que importaba ahora era este beso, este momento.

Ella se entregó completamente. Arqueándose contra él, una mano se arrastró alrededor de su nuca mientras la otra ahuecaba el firme ángulo de su bien afeitada mandíbula. Su boca se abrió para recibir la arrazadora caricia de la lengua de él. Ella reaccionaba con pequeños jadeos ante el embate, gozando de la firme presión de sus labios y de su embriagador sabor.

Las manos de él rodearon su cintura y subieron por su espalda. Capturó su boca una y otra vez. Sus dedos frotaron su endurecido pezón y después lo pellizcaron. ________ se estremeció. Su cabeza comenzó a girar. Ella podía sentir la dura longitud de su miembro entre ellos. Palpitaba con fuerza y, entre las piernas de ella, su sexo respondió con igual fuerza. Jadeó cuando una cálida inundación mojó sus muslos.

Cuando finalmente Joe liberó su boca, ella dejó escapar un gemido de desilusión mientras abría los ojos. Su corazón galopaba.

—Tus besos me hacen perder la cabeza —jadeó ella, estirándose para quitarle el sombrero.

La espesa mata de cabello castaño cayó sobre la frente de él.

—Estás hecha para el sexo —le dijo en voz baja—. ¿Sabes eso, ________? No te limitas a desearlo —Él flexionó sus caderas, provocando una profunda inspiración por parte de ella—. Lo necesitas —Sus dedos frotaron sus pezones a través del vestido—. Y tu cuerpo está hecho para ello.

________ se mordió el labio. ¿Era cierto? Recordó las juguetonas aunque sensuales conversaciones que sus hermanas y ella habían mantenido cuando niñas, su ávido disfrute de La Canción de Salomón, memorizada tras tantas ocasiones en que la había leído en voz alta. Pero había subestimado sus propios deseos y necesidades durante tanto tiempo que esos recuerdos se habían debilitado. Ella se había debilitado.

Ella dibujó la curva de la boca de él con la punta del dedo. No importaba. Mañana era su último día juntos. Entonces todo volvería a ser como antes. Y los recuerdos serían un consuelo que no permitiría que se desvaneciesen.

Él atrapó su dedo entre los dientes y lo tocó con la lengua. Un cálido temblor tensó los pezones de ella y aceleró la palpitación entre sus piernas. Entonces mientras con la lengua acariciaba su dedo, él comenzó a moverse rítmicamente contra ella.

_________ jadeó y su feminidad gritó. Sonaron voces procedentes de más allá del biombo. Aún así la sensación de la lengua de él moviéndose sobre su dedo, combinado con el empuje de su p*@e, la volvió loca de necesidad. Con ambas manos envolvió el duro miembro de él y comenzó a acariciarle.

Él inspiró con fuerza y desatando las cintas que sujetaban el sombrero de ella, lo envió de un tirón al suelo.

—Eso está bien —la animó él, mientras se apoyaba contra la pared—. En el futuro, no esperes tanto para tocarme.

¿Futuro? No, ellos sólo tenían el hoy y el breve futuro del siguiente día.

________ paseó sus manos por todas las partes del cuerpo de él, hasta abarcar su gruesa protuberancia a través de la fina lana de sus pantalones. Su contacto, ver como sus pantalones se tensaban debido a la palpitante fuerza de su gran erección, la excitó y acaloró de deseo.

—¿Quieres que la saque? —preguntó él.

Su coño se apretó.

—¡Sí!

—Muy bien —Joe soltó lentamente los cierres de su pantalón, revelando la larga y marmórea columna de carne que ella tanto anhelaba. El glande, grande e hinchado, se sacudió hacia ella con impaciencia.

La boca de ________ se le hizo agua. Era demasiado hermoso, demasiado poderoso. Ella se estiró para alcanzarlo, pero la mano de Joe se lo impidió.

Él sonrió.

—¿Qué me dices si hacemos un trueque?

________ vaciló.

—¿Un trueque? ¿Qué quieres decir?

—Bueno —murmuró él—, has obtenido una buena mirada a mi polla. Pero yo no he visto nada de ti.

El pequeño núcleo junto a la entrada del sexo de ella latió ansioso.

—Has visto mis pechos.

—Cierto —Joe se relamió los labios—. Y nunca he visto dos pechos más perfectos. Pero me refería a ese pequeño y jugoso lugar entre tus piernas.

Las cejas de ________ se alzaron con la sorpresa.

—¿Quieres mirar ahí? ¿Ahí abajo?

—Dios, sí —jadeó él, dibujando los labios de ella con el dedo—. Quiero verte, olerte y tocarte.

capiz
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^

capiz
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^

capiz
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^

chicazzzzzz!!!
comenteeennnn plizzz!!!

Lazz kieroo!!!

•••Doncee!!•••

capiz
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^

capiz
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^

capiz
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^

capiz
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^

capiz
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^

capiz
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
_capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^
capizz^^capizz^^

El ruido procedente de la sala de exposición se intensificó.

Un viejo recuerdo llenó la mente de ________… sus hermanas y ella en el estanque después de darse un baño. Vestidas únicamente con unas blusas mojadas, con muchas risitas habían terminado comparando los sexos de cada una. Aquello había sido antes de su matrimonio, cuando todavía creía en las alegrías del amor y la vida.

Ahora Joe deseaba verlo. _________ sintió sus mejillas enrojecer y sus piernas temblar de excitación. Sentía caliente la punta del dedo sobre sus hinchados labios. Tal como había hecho él, lo tocó con la lengua. La sonrisa de él desapareció cuando deslizó el dedo más profundamente en la boca de ella.

Una ardiente oleada de sensualidad se derramó a través del cuerpo de ________, encendiendo sus nervios y calentando su sangre. Cerró los ojos mientras cerraba los labios alrededor del dedo de él y lo chupaba. La humedad bajó goteando por su muslo mientras él deslizaba su largo dedo dentro y fuera de la boca de ella.

—Ah, esto está muy bien —susurró Joe con fuerza.

________ gimió. Ella sabía porque ese sencillo acto la excitaba tanto… recordó las numerosas ocasiones en que sus hermanas y ella espiaban a Wilson, su carnicero, durante su diaria eyaculación de las dos de la tarde en la boca de Mary, la doncella del piso de arriba. La vida rural y, tal vez, demasiada libertad les había procurado a sus hermanas y a ella una equilibrada educación.

Su corazón galopó ante el lejano recuerdo, tan vívido de pronto. Deseaba saborear a Joe, sentir su hermoso miembro contra la lengua. Incapaz de resistirse más, estiró la mano en su busca. Sus dedos acariciaron la venosa longitud, pero él se echó hacia atrás, sacando el dedo de la boca de ella.

Con un gemido de frustración, _________ encontró la dura mirada de Joe. Toda ligereza le había abandonado y su sensual boca formaba una línea firme.

—Qué pequeña libertina eres —murmuró él—. ¿Pero qué hay de nuestro trueque?

________ se estremeció de necesidad. Sus labios temblaron. Miró con anhelo al pulsante p*@e de él. La gran cabeza brillaba.

Joe le alzó la barbilla con un dedo.

—No te lo daré hasta que me des lo que deseo.

¿Realmente podría él negarse? La cabeza de su miembro tenía ya un color oscuro por el deseo.

—Entonces, si me niego —dijo ella con suavidad—, ¿me desearás los buenos días y ambos nos iremos de aquí insatisfechos?

La boca de él dibujó la media sonrisa de depredador de su primer encuentro.

—¿Insinúas que es un farol, ________?

Ella quería saber hasta donde llegaba su deseo por ella. ¿Igualaba el de ella por él?

—Sí, Joe.

La sonrisa de él desapareció.

—Lo cierto es que no tengo ninguna intención de dejarte salir de aquí sin obtener satisfacción, tanto para ti como para mí —Sus manos alcanzaron las faldas de ella, levantándolas—. De modo que si te niegas, te tomaré de cualquier modo en que pueda. Pero —su mano se introdujo entre las piernas de ella, abarcando su sexo, mientras depositaba un suave beso sobre sus labios—, no veo ningún motivo para que rechaces una petición tan inocente.

________ tembló cuando él la empujó hasta apoyarla contra la pared. Él dejó caer una lluvia de besos sobre su rostro mientras deslizaba la longitud de su p*@e entre los muslos de ella cubiertos con sus bombachos.

—Vamos, ________ —jadeó él—. Déjame ver ese pequeño y dulce coñito.

Los músculos de ella temblaron con deliciosa anticipación mientras disfrutaba de la sensación del grueso miembro de él deslizándose dentro y fuera entre sus piernas.

La mano de él se apoyó sobre el pecho de ella.

—Estás tan mojada y caliente —Él olisqueó su cuello mientras le desabotonaba el corpiño—. Di que no te negarás. Di que no me rechazarás.

________ jadeó cuando él abrió su vestido.

Los dedos de él trabajaban veloces con la cubierta de su corsé.

—Di que me darás todo lo que deseo. Di que nunca ocultarás tu cuerpo de mí.

Ella arqueó la espalda cuando él abrió la cubierta y paseó sus manos sobre los hinchados pezones. Todavía contenidos por su blusa, asomaban por encima del corsé.

Joe dejó caer un húmedo beso sobre la redondez de un seno.

—Ahora, baja tu blusa para mí.

________ levantó unas manos temblorosas. El sonido procedente de la sala de exposición creció aún más. Pero ella no podía rechazarle. No deseaba hacerlo. Y cuando bajó la tela que cubría sus senos, él gimió ante la visión.

Él se lanzó, voraz, sobre uno de los gruesos pezones y frotó el otro entre sus dedos. ________ contuvo un grito ante el rudo tirón de su boca. Aún así se arqueó contra él, entregándose mientras enredaba los dedos entre su pelo para acercarle más. Él la saboreó durante más tiempo y más insaciablemente que el día anterior. Y cada embestida de su lengua, cada hambrienta succión, enviaba un vertiginoso relámpago de placer directamente al vientre de ella.

Su pecho palpitaba y su corazón galopaba cuando él liberó el dolorido pezón y se movía hacia el otro. Ella bajó la mirada y se asombró al verlo tan inflamado y erecto. Los dedos de Joe lo acosaban sin parar, pellizcando y tirando de él, mientras provocaba el otro hasta un estado similar de hinchada excitación.

________ se aferró a él manteniéndole cerca y apretó los muslos alrededor de su enorme polla. Podía quedarse así para siempre mientras él la besaba, succionaba, mordía y… ¡Si tan sólo la follara!

Ella no estuvo segura de cuando sus caderas comenzaron a balancearse. Solamente fue consciente cuando él la soltó y se echó hacia atrás para observarla. Ella se estiró hacia él y se estremeció ante su propia necesidad.

—Joe, por favor…

—Por favor, ¿qué?

________ se retorció.

—Por favor… Ayúdame…

Él frunció el ceño y se deslizó una y otra vez entre los tensos muslos de ella.

—Por favor ayúdame a correrme —dijo él, encontrando las palabras que ella no podía—. Dilo, ________. Por favor ayúdame a correrme.

La voz de ella temblaba.

—Por favor, Joe, ayúdame a correrme… Te lo suplico…

—Eso es —La boca de él se suavizó—. Como me gusta oír tu hermosa voz decir las palabras. Ahora, levanta tus faldas para mí.

Hizo lo que le pedía y contuvo el aliento mientras él se arrodillaba ante ella. Eso nunca lo había visto.

—Separa las piernas.

Sin apenas respirar, ella separó los pies. Cerró los ojos fuertemente mientras él abría la raja de sus bombachos. Pero al siguiente instante, abrió los ojos de golpe cuando él rasgó la frágil tela hasta su cintura. Ella se inclinó para ver por encima de sus faldas y vio con los ojos muy abiertos su sexo expuesto. Gracias al Señor por el alto volumen de las charlas en la habitación.

Joe miraba atentamente ante él. Sus ojos apenas cambiaron mientras enredaba los dedos entre los castaños rizos de ella. Y después separó su carne, abriéndola.

________ estaba paralizada. Su difunto marido nunca la había mirado allí, mucho menos explorado. Todo había ocurrido entre la ropa de dormir rápidamente levantada, la cual era igual de velozmente reemplazada.

Los dedos de Joe se deslizaban entre sus húmedos pliegues. Entonces introdujo un largo dedo en su interior. Ella jadeó y sus ojos pestañearon. Él introdujo otro dedo y ella sintió que un hilo de humedad rezumaba de su interior. El pulgar de él presionó el punto que latía y palpitaba.

________ suspiró de alivio, ya que la presión suavizó un poco la terrible palpitación. Pero los dedos de él continuaron deslizándose dentro y fuera de ella, alimentando su deseo de satisfacción.

—Dios, estás mojada —dijo él, más para sí mismo que para ella.

Deslizó otro dedo dentro y ella inclinó las caderas hacia delante. Aunque pareciese lasciva, no podía evitarlo. Temblaba de necesidad y él no le daba bastante.

—Muy agradable. Pero quiero ver más —murmuró él—. Baja las manos y ábrete para mí.

Cuando ella vaciló, él levantó la mirada.

—Hazlo, ________. No te arrepentirás.

Con el corazón galopando, ella bajó las manos y apartó los pliegues de su sexo.

—Más —canturreó Joe—. Ábrelo más.

________ dejó escapar un jadeo ahogado. Se sentía completamente expuesta. Debería cubrirse. Pero en cambio, hizo lo que él le pedía.

—Ah… es tan hermoso —Él dio unos golpecitos con el pulgar—. Clítoris hinchado y rojo.

Él se chupó el pulgar y a continuación empujó sus dedos en el interior de ella. Las caderas de ________ saltaron hacia delante y se quedó helada, en suspenso, mientras él introducía un cuarto dedo y continuaba entrando y saliendo de su sensible carne. ________ se mordió el labio. La fricción creció y creció, hasta que cada embate provocaba un chorro de humedad.

Entonces fue cuando él sacó los dedos. El cuerpo de ella se tensó y creyó que podría echarse a gritar si él no le concedía la satisfacción.

—Y ahora —gruñó él—, es como me gusta esto.

Y entonces la boca de él estuvo sobre ella. Labios y lengua cubriendo su expuesta carne. ________ suprimió un agudo grito al tiempo que sus caderas saltaron hacia delante. La boca abierta de él se deslizaba por su carne. Ella sintió su lengua lamiendo la humedad que salía de su v@$*%a, sintió sus dientes mordisqueando sus hinchados labios inferiores y sintió el roce áspero de su bien afeitada mandíbula.

¡Qué sensación! Los muslos de ________ se doblaron y sus rodillas temblaron mientras impulsaba las caderas aún más adelante. Él bebió de su cuerpo, chupando la humedad directamente de ella. Su lengua limpiaba la lisa piel de ella y su palpitante clítoris, volviéndola loca con un placer casi doloroso.

Las caderas de ella saltaban hacia delante y hacia atrás de un modo incontrolable. Su cabeza daba vueltas. Cerró los ojos para bloquearlo todo excepto la intensa sensación que estaba experimentando. Crecía y crecía. Todo lo demás se desvaneció. Nada importaba excepto su satisfacción. Nada importaba excepto que la boca de él la conduciría a la liberación. Lo deseaba. Lo necesitaba. Debía tenerlo. ¡Ahora!

Con un jadeante suspiro, ________ entrelazó sus dedos entre el pelo de Joe y frotó frenéticamente su ardiente clítoris contra la húmeda lengua de él. Más y más rápido. Un zumbido bajo comenzó a crecer en su oído. Oleadas de sensaciones líquidas se derramaban hacia el tenso botón. Llenándolo cada vez más… hasta que estalló.

Ahogando su propio grito, todo el cuerpo de _______ se puso rígido. Pero ella no podía contener la explosión. Ardientes dardos de placer la inundaron, sacudiéndola incontrolablemente mientras se extendían por todos sus nervios.

________ luchó para permanecer en silencio durante el feroz ataque. Y justo cuando crecía que no podría soportarlo un instante más, justo cuando creía que no podría detener la sacudida de su cuerpo, todo se concentró entre sus piernas hasta morir en un estallido final.

Con un suave gemido, cayó de rodillas y aterrizó entre los brazos de Joe.

No estuvo segura de cuanto tiempo permaneció así, inclinada contra la sólida silueta de él y aspirando el fresco aroma de su cuello. Los sonidos del exterior parecieron incrementarse de nuevo.

Si tan sólo pudiera quedarse allí con él. Si tan sólo…

Dejó escapar un suspiro.

Entonces sintió la barbilla de él frotando su mejilla. Después un beso calentó su frente.

—¿________? —La mano de él abarcó el montículo de su seno, alzado por su corsé.

Ella respiró profundamente y levantó el rostro para mirarle. El cabello de él estaba despeinado y sus ojos cafés resplandecían con un fuego interior. Ella siguió la línea recta de su nariz hasta la boca llena y sensual. Una boca que, momentos antes, estaba entre sus piernas con un hambre ardiente. El pecho de ella se tensó mientras acercaba su boca a la de él.

El beso comenzó suavemente pero rápidamente se hizo más profundo cuando Joe se apretó contra ella. ________ sintió su propio sabor en los labios de él. Nunca supo que un hombre podría dar placer a una mujer con su boca. Wilson nunca había hecho algo así con Mary. O si lo hizo, lo había hecho a otra hora que a las dos.

________ cerró las manos alrededor del excitado p*@e de Joe. Él gimió en su boca y sus caderas se inclinaron hacia delante. Ella le acariciaba mientras le besaba, sabiendo lo que deseaba hacer pero avergonzada de decirlo.

Pero ella no tenía tiempo para la vergüenza. El tiempo de ambos era corto y si deseaba tenerle tal como él la había tenido a ella, necesitaba decirlo. Después de todo, él siempre la incitaba a decir lo que deseaba.

Interrumpió el beso y después presionó sus labios un poco más.

—Joe —susurró contra su mejilla—, quiero… quiero saborearte —Los dedos de ella apretaron su miembro levemente de modo que él captase lo que quería decir.

oh mi gosh quiero saborearte joeeeeeeeeeeeeeee.............. se me hace agua la boca..... jajajajaja

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747

Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss
Por favor sube Capituulo plis, plis, pliisssss Passion [Joe & Tu] [Mayores] - Página 9 758747