bienvenida
Capítulo Uno
La casa estaba demasiado tranquila. ______ podía oír sus propios pasos mientras caminaba atravesándola, el latido de su propio corazón al mirar fijamente su café. Podía sentir su miedo más cerca, más fuerte que nunca. La nueva casa estaba silenciosa, los recuerdos que su casa en Nueva York habían contenido, estaban ausentes aquí.
Había tenido que mudarse para estar más cerca de Tess. Para intentar, de algún modo, compensar las crueles, amargas palabras que había lanzado a su hija. Y se había mudado para vivir otra vez. Se había escondido de ella misma y de los recuerdos de su matrimonio durante tantos años que estaba sintiendo la privación creciendo en distintos niveles. Su familia estaba aquí. Su hermana, sus amigos. Todos estaban aquí. Tess se había ido, la casa de Nueva York era demasiado silenciosa, demasiado solitaria. Aunque hoy no fuera muy diferente.
______ todavía usaba el vestido de encaje color crema que había escogido para la boda, aunque el amplio sombrero a juego había sido lanzado sin cuidado sobre la silla bordada que se encontraba en la entrada del frente. Se sintió perdida de un modo en el que no se había sentido en años. Una soledad que no podía explicar la atormentó; las necesidades que no podía admitir sombreaban su mente y sus deseos. Entonces en cambio pensó en Tess.
La boda había sido una de las más hermosas a las que había asistido en su vida. Su hija, su bebé, había sido una novia magnífica. El pervertido con el que se había casado la había lucido, guapo y oscuramente seductor.
______ pasó sus dedos sobre su pelo castaño cuidadosamente recogido, sintiendo el pellizco de las horquillas que lo sostenían en su lugar. Su peluquero había seguido sus órdenes al pie de la letra. Ni un mechón había resbalado de su lugar. Su vestido no se había arrugado, y sus medias de seda no habían osado resbalar o engancharse. Se miró, lucía tan bien vestida ahora, seis horas después de la boda, como cuando se marchó aquella mañana.
Por suerte, con la mudanza a Virginia, el daño que había hecho a la relación con su hija se estaba sanando. En su horror, su rabia, había sido hiriente con Tess. Pero, de todos modos, no podía creer que ella hubiera entrado en eso.
Sus manos temblaron cuando el calor inundó su cara. Había sido Nick, no Joseph, pero la semejanza era demasiado grande. Los gemelos eran idénticos en casi todo, hasta en sus preferencias sexuales. Altos y distinguidos, delgados y musculosos con un oscuro tono en la piel que parecía permanentemente bronceada. El espeso pelo negro cayendo sobre la nuca, espeso y lustroso, tentando a las mujeres alrededor de ellos a tocarlo.
Sus piernas temblaban mientras se sentaba ante la pequeña mesa de cocina de nogal. Sus dedos temblaron cuando cubrieron sus labios. Su corazón latiendo con dificultad, la sangre golpeando dentro de su pecho. Había sido su peor pesadilla cobrando vida, excepto su hija, todos jugaron su papel dentro de aquellas oscuras visiones.
No con Cole, sino con Joseph. Y allí estaba el demonio que estaba al acecho en su mente. Perverso, depravado. Ella se había alejado de su matrimonio y la vida que había luchado por construir debido a los perversos deseos de su marido Jase. Las ligeras palizas que ella había logrado tolerar, aunque la hubieran llenado de vergüenza. Estar atada había sido más fácil, aunque aún entonces, el placer que se había filtrado por la experiencia había sido corrompido por el hecho de que ella sabía, conocía lo que venía y sabía que no podría sobrellevarlo.
Su falta de sumisión a las necesidades de Jase finalmente habían roto su relación. Ella no había sido capaz de darle la confianza, el control que él necesitaba. Había estado aterrorizada, sabiendo instintivamente lo que vendría después, quién vendría después. Y sabía que ella nunca sería capaz de mantener su control, su cordura, si ______ la tocaba.
Él había estado en la boda de Tess. Él la había mirado con ojos conocedores, tan color miel, tan malvados, que su cuerpo latía depravado. Él había rozado su mano, el calor y el placer de su toque casi le quitaron el aliento. Y todo el tiempo él la había mirado, conociéndola, atormentándola.
______ se dirigió a la puerta de cristales que conducía a un tranquilo, arbolado refugio del jardín. Los tacones delgados de sus zapatos crearon un sonido hueco sobre la madera del porche cuando se movió al final del refugio cubierto por enredaderas. Su mano agarró el grueso poste, sus uñas se clavaron en la madera mientras luchaba contra su cólera, sus miedos por su hija.
Tess era demasiado parecida a Jase. Siempre tuvo miedo de eso, sobre todo después de los libros que había encontrado hacía años ocultos en el dormitorio de Tess. Sus deseos eran extremos, y claramente ella no tenía ningún miedo de ellos. A diferencia de su madre, quien combatió a los demonios, el conocimiento de sus propias necesidades.
______ no conseguía apartar la imagen de su mente. No podía luchar contra las pesadillas oscuras de Joseph, sosteniéndola, tomándola como el otro hizo. Nunca supo, nunca le importó quien se les unía en aquellas imágenes de pesadilla, todo lo que ella veía, todo lo que ella conocía era Joe.
Un día, ______, tendrás que dejar de correr. Cuando lo hagas, avísame.
—Como el infierno —susurró entre dientes, girando y volviendo deliberadamente a la casa. Ella no corría, y seguro como el infierno, no iba a dejarlo saber nada.
Los gustos sexuales de Jase casi habían arruinado su vida, y ahora ellos arruinarían a Tess. Ningún hombre podría amar realmente a una mujer, respetarla realmente, si permitía a otro tocarla, tomarla.
______ luchó contra la ondulación en respuesta entre sus muslos. La humedad cremosa que luchaba por ignorar, los deseos que mantenía cuidadosamente ocultos. Controlados. Ella no podía dejarlo quebrarla, no podía dejarle ver su respuesta. Si alguien tenía el poder de romper su corazón, ese era Joseph Jonas.
______ no podía ignorarlo; no podía fingir que no existía. Debido a su propia insensatez, él pronto sería una parte diaria de su vida. Pero podría manejarlo, se aseguró. Había pasado su vida practicando un control cuidadoso que la había sostenido durante años. Podría manejar a Joseph Jonas, fácilmente. Todo era una cuestión de control.