Encuentros Sexuales!!! (Nick y tu) (solo mayores)

Capítulo XII

“Aparente Renacer”

Agosto
Septiembre
Octubre
Noviembre

Me encontraba con mi hermana en el centro comercial, Patricia había llegado un día atrás, estábamos haciendo las compras para navidad, bajo otras circunstancias este sería uno de los días más felices porque podía comprar sin ningún remordimiento, pero hace unos cuantos meses que no sentía lo que era estar completamente Feliz, todo carecía de sentido para mí, pero ya había logrado disimularlo de la mejor manera, una en la que no le hiciera daño a mas nadie que a mí misma, Patricia caminaba delante de mí con mucho entusiasmo, los niños y sus madres, las adolescentes emocionadas por su nueva tarjeta de crédito, todos irradiaban felicidad, pero yo no podía, aunque intentaba hacerlo, lo que mas quería era aprender a aparentar una mejoría de humor en estas fechas pero definitivamente no podía, ya para estas fechas todos en mi casa habían logrado acostumbrarse a mis ataques, a los días en que me escapaba a un hotel del extranjero para poder sufrir con calma, caprichos que mis padres se turnaban para costear debido a que hace uno meses había quedado desempleada, por razones que ya todos conocían, los meses más fuertes fueron agosto y septiembre, eran los meses en que la falta de su presencia se me hizo más insoportable, estaba tan acostumbrada a toda su presencia que no imaginaba la mañana siguiente sin verlo a mi lado, sin nombrar las interminables noches en las que soñaba con su rostro y su cuerpo que poco a poco se fue desfigurando, a pesar de todos mis intentos por encontrarlo no obtuve buenos resultados, ya tenía tres meses que no veía a los miembros de la familia Jonas, solo Joe mantenía contacto frecuente conmigo, se había mudado a Nueva York junto a Alicia, no en el mismo apartamento, sino en la misma ocasión y con la misma intención, tenían el mismo tiempo de unión como yo de separación, en varias ocasiones coincidía con Frankie en cenas sociales, a las que me vi obligada a asistir para despejar mi mente, ya pertenecía a más de catorce comités y fundaciones, de nada me sirvieron, aun sentía ese inmenso vacío consumidor y amargo que me acompañaba cada noche desde su partida, debo confesarles que ver a Joe me dolía demasiado, cada sonrisa que me dedicaba se me clavaba como un disparo directo al estomago, no podía soportar que no se pareciera a su hermano, su inmensa hermosura era opuesta a la de mi amor, odiaba el hecho de que verlo tan seguidamente no me sirviera de nada para reavivar mi recuerdo, adoraba a Joe era un estilo de resplandor en mi oscuridad, su sonrisa carismática y su increíble humor me encantaba, Alicia había tenido mucha suerte en encontrarlo, los pasillos que estaba recorriendo en este momento se me hacían largos, las tiendas estaban atestadas de gentes a los que odiaba por el simple hecho de poder estar felices, me había convertido en una persona envidiosa, no podía soportar ser la única infeliz en este momento, las sonrisas aparecian como reacción instantáneas desde mi rostro cada vez que necesitaba emplearlas para hacer feliz a cualquiera de mis familiares, en este caso a Patricia, quien estaba fascinada por mi aparente recuperación, al llegar a la casa me sentí aun peor al encontrarme con un inmenso árbol adornado en el recibidor, un nuevo dolor aparecio desde mi interior, me detuve un momento para intentar reconocerlo pero no pude hacerlo, este era un poco intenso, apareció como una quemadura intensa en mi pecho y se fue extendiendo hasta mis pulmones cortándome el aire de repente, tuve que sostenerme de la inmensa vitrina de cristal que tenia a mi lado para evitar caerme directamente, subí el rostro para ver a Patricia y me di cuenta de error que había cometido, mi hermana me veía horrorizada y debía estarlo, imagine por un momento la cara que debía haber puesto y me volvía a sentir culpable, había imaginado la casa de Alicia, la de mi madre inclusive la de Joe adornada, pero no la de mi padre, como pude coloque las bolsas en el suelo, con un gesto de mi mano le impedí a Patricia que se me acercara, estaba por presenciar un ataque de depresión con alcances inimaginables, ya había logrado dividir y clasificar los ataques, unos eran fuertes y otros débiles, los fuertes ameritaban un viaje para recuperarme, mientras que para los débiles era suficiente un par de litros de helado, el problema con este es que no lo conocía y no sabía cuánto duraría ni en que magnitud me atacaría, de lo único que estaba segura es de que necesitaba llegar lo antes posible a mi cuarto antes de que el dolor me inundara dejando mis habilidades motoras inutilizadas, subía las escaleras como podía mientras sentía como las miradas de los presentes se clavaban en mi, solo reconocí la voz de Joe quien preguntaba a la distancia si me encontraba bien pero no podía responderle, aunque fuera un mentira mi posible respuesta, a duras penas llegue a mi cuarto para introducirme en lo que sería un ataque con características colosales.
Una voz me interrumpió mientras se adentraba en mi habitación aunque no la reconocía era muy agradable, era una voz que me hacía sentir bien si saber porque, alce la mirada para solicitarle que se fuera pero quede sorprendida al verlo, frente a mí yacía un hombre de aproximadamente un metro ochenta de altura con una lisa cabellera rubia que llegaba fácilmente a sus hombros pero era muy difícil de determinar debido a que lo disimulaba con una cola de caballo que lo sostenía, un par de tatuajes se dejaban ver en sus brazos formados y una barba de un par días completaban el estilo desordenado que se había creado, era mi primo Ángel, a quien no veía desde hace unos siete años, había cambiado mucho desde aquel entonces, claro físicamente para bien dejando atrás a ese chico larguirucho con lentes, me encantaba su nuevo look, fue ahí cuando sentí una sensación extraña en mi rostro, pues si, para mi sorpresa me encontraba sonriendo, lo note al darme cuenta de que él me respondía con una sonrisa muy carismática, podría decir que hasta la sensación de estar riéndome de verdadera alegría me dolía, mis labios tenían tiempo sin sentir tal movimiento –¿Cómo estas prima?– me pregunto carismáticamente mientras se lanzaba sobre mi cama, instintivamente me arrime para darle lugar –bien, gracias, y tú ¿Cómo estás?– sabia que le mentía pero me ignoro –bien, llegando, ya era de que visitara nuevamente a mi viejo tío– su tono despreocupado era tranquilizante, nosotros éramos sus únicos familiares, el hermano de mi padre y su esposa habían muerta en una accidente de tránsito hace unos diez años, desde ese entonces mi padre se encargo de él sin pensarlo dos veces, mi madre lo llevaba con nosotras cada vacaciones sin falta, podríamos quedarnos nosotras pero nunca él –si ya era hora de que nos visitaras, creí que me habías olvidado–
–Jamás haría eso prima, ni a ti ni a Patricia, son mis hermanitas– me dijo con una dulzura que casi me hizo llorar de ternura –nosotras tampoco te olvidamos– puso los ojos en blanco al oírme –eso es imposibles, pero ya dejémonos de cursilerías, necesito que me acompañes a un lugar–
–No lo sé, es que estoy un poco cansada– la verdad es que no tenía ganas de salir a ningún lado
–Por favor, necesito salir urgentemente y ya casi olvide las calles, acompáñame– me decía con suplica –bueno, dame un par de minutos para cambiarme–
–Ok, pero ponte algo cómodo, caminaremos mucho– fue lo último que me dijo al salir de la habitación, me coloque rápidamente un jean junto a una franelilla negra, amarre como pude mi cabello, un par de brazaletes y zarcillos y listo, salí en dirección a sala al tomar mi cartera, cuando baje el último escalón todos me veían sorprendidos, todos, Joe, Alicia, Patricia y mi padre, mientras en la cara de Ángel se dibujaba una sonrisa de triunfo, este era un día lleno de nuevas emociones que no me desagradaban en absoluto, tal vez me estaba enfrentando a un aparente renacer.

Capitulo XIII

“Logros”

–Esto no lo necesitaras– me dijo Ángel mientras tomaba mi cartera y la ponía a un lado en la misma vitrina que hace un par de horas me había sostenido –no te entiendo, necesito mi documentación–
–Tómala entonces, pero solo eso– me dijo mientras se dirigía hacia el elevador, tome mis documentos y una tarjeta, Joe me veía con una mirada de sospecha, en eso se parecía mucho a mi amor, era muy perceptivo y un tanto celoso, aunque no me celara de la misma forma que su hermano, esa sensación me encantaba porque me ayudaba a recordarlo de una manera muy viva –todo estará bien– le dije a todos pero en esencia a Joe, quien se había vuelto el cuidador principal de mis emociones – ¡que se diviertan!– fue lo último que escuche decir a mi padre antes de que las puertas del elevador se cerraran, Ángel se notaba un poco emocionado y tal vez divertido con nuestra salida lo que me hizo dudar un poco
–te llevare a conocer un lugar sorprendente–
–Si queda aquí, seguro ya lo he conocido– le dije con cierta soberbia
–Entonces coincidirás conmigo al verlo– me tomo de la mano al salir del ascensor, su apariencia no encajaba con el lugar, él era muy particular, si no conociera la inmensa magnitud de su cuenta bancaria, la cual mi padre se había encargado de multiplicar magníficamente, lo confundiera con un chico cualquiera de la ciudad, su mano me alaba mientras reía para sí mismo y fue ahí cuando vi sus intenciones, me detuve inmediatamente, mi cuerpo se puso como una estatua al instante para evitar que me siguiera guiando hacia allá –¿Qué sucede?–
–No pienso entrar ahí–
–Creí que conocías toda la ciudad–
–Creí que hablabas de algún restaurante o tienda, no de eso, nunca he entrado– al oírme soltó una carcajada inmensa llamando la atención de las personas que nos veían –pues entonces te acompañare en tu primer viaje en subterráneo– me dijo mientras me alaba en dirección a unas escaleras oscuras, todo era tal cual las películas, los vagones de los trenes se escuchaban crujir contra los rieles mientras que con cada desembarque las personas caminaban en sentido contrario a nosotros sin importar si estábamos en su camino, simplemente nos empujaban, al llegar nuestro vagón Ángel me halo de la mano y me guio al interior del gastado transportador, la gente me veía de arriba abajo con cierta sorpresa, siempre me había sentido normal hasta ese momento en que llegue a pensar que había visitado un mundo paralelo, algo llamo mi atención, un estilo de alarma sonó y las puertas se cerraron, él rodeo mi cintura con su brazo y antes de preguntarle porque lo hacía, el vagón empezó a moverse y gracias a su agarre no fui a parar al suelo, intente sostenerme de una de las barandas pero los hombres que estaban eran muy poco caballeros y ni se movieron para permitírmelo, así que solo agarre el brazo de mi primo quien parecía disfrutar mi nuevo trauma, sentí como me apretaba aun mas contra su cuerpo y luego sentí como las personas me empujaban hacia la que no era mi salida, estaba a punto de llorar de la impotencia que me daba el hecho de que hubieran mujeres tan poco civilizadas y hombres tan poco caballeros, esto era grotesco, al llegar a nuestra salida Ángel me guio hacia nuestro destino –te odio– le dije mientras me guiaba hacia las escaleras –era algo que debías conocer, es una realidad de la que no estabas enterada–
–Pues no te correspondía enseñármela, es el lugar más horrible que he visto– al escucharme note como su mirada se tensaba, me acababa de dar cuenta de lo amargada y grosera que me había vuelto –lo siento, no debí haberte hablado así, es que me irrito mucho la actitud de la gente ahí abajo–
–Tranquila, la deprimente eres tú no yo, así que puedes ser grosera muy poco me altera que los seas– me dejo fría su respuesta, no supe que responderle, él tenía razón, yo era la deprimente de la familia, pero aunque quisiera dejar de serlo no podía, no veía la manera de dejar de serlo –Ya llegamos– dijo sonriente mientras veía un edificio blanco un tanto desgastado, tenía tres pisos y sus columnas aun estaban revestidas de cemento – ¿Qué hacemos aquí?– le pregunte, conocía el lugar pero no el edificio, mi primer novio había vivido en este sector, Brooklyn era un barrio muy viejo y humilde –vengo a demostrarte que tus problemas son mínimos al lado de los que tienen estas personas– me halo por la mano y me introdujo en el edificio, habían largas mesas y mucho ruido, el lugar era muy grande, debían haber unas treinta mesas con capacidad para diez personas cada una aproximadamente, era un estilo de comedor, un hombre blanco un tanto robusto y con barba le dedico una hermosa sonrisa a mi primo antes de abrazarlo –veo que traes una nueva voluntaria– le dijo luego –si, es mi prima–
–Bienvenida hija– me abrazo y luego grito que faltaban diez minutos para abrir, ahora entendía lo que era este lugar y a lo que se había dedicado todo este tiempo mi primo, estábamos en un comedor público, íbamos a brindarle servicios a personas menos desafortunadas, una mujer muy amable de unos cuarenta años se me acerco y me dio una malla para mi cabello –me la coloque y justo antes de que se abrieran las puertas me asignaron la sección de los líquidos, debía encargarme de darle jugos y agua a los necesitados, al abrirse la entrada cientos de personas comenzaron a hacer fila para ser atendidos, aunque no sabía cómo describir lo que sentía cada vez que escuchaba el agradecimiento de esas personas podría decir que era orgullo por mí misma, había un lugar en que la gente necesitaba más de mi tiempo que cualquier otra cosa, tiempo que yo había malgastado en esconderme en mi cama para auto compadecerme, al terminar la jornada de la cena los voluntarios se reunieron en una de las mesas para celebrar un record de asistencia, hoy habían logrado alimentar al doble de la personas que el día anterior, aunque no era el tipo de celebración al que estaba acostumbrada me sentía muy a gusto con mi vaso de vino barato en la mano, estaba sentada al lado de personas que tenían más valor que cualquier magnate con el que antes hubiera hablado, sin duda personas que merecían tener la puertas del cielo abiertas para recibirlas, al salir Ángel paro un taxi –tranquila no te hare pasar por el subterráneo nuevamente– me dijo antes de abrirme la puerta del coche, aunque debía admitir que ya no me importaba entrar a aquel lugar tan horrible si al final me encontraría con la inmensa satisfacción que ahora estaba sintiendo, al llegar a mi casa mi padre me esperaba junto a Joe quien se había vuelto un fiel amigo de mi familia –bonita hora de llegar– murmuro Joe al verme –¿A dónde fueron?– pregunto mi padre con un brillo de curiosidad – ¡Papá, fue increíble! Ángel me llevo a conocer el subterráneo y luego fuimos hasta Brooklyn a servir de voluntarios en un comedor público, todo fue estupendo– Joe resopló desde el asiento y mi padre lleno su mirada de furia –esos no son lugares muy seguros tn_____ – dijo luego mi padre –tranquilo tío, todo estaba bien, yo sabía lo que hacía– le respondió Ángel –te llevare a tu recamara– me dijo Joe mientras envolvía mis hombros con su fuerte brazo –de verdad no fue nada, me encanto, no sabes a cuantas personas ayudamos, me siento muy feliz papá– fue ahí cuando vi que su mirada se redoblo, hace mucho que no decía esas palabras y hasta yo estaba sorprendida –pues me alegra mucho que estés feliz– me dijo Joe mientras me apretaba aun mas de una manera fraternal, se había convertido en mi hermano, era una persona muy especial para mi sin duda alguna, mientras subía las escaleras junto a Joe me deba cuenta de lo que había sucedido durante el día, aunque no había olvidado a Nick no me sentía deprimida, si estaba triste pero no deprimida, la idea de Ángel había servido, me había ayudado a entender que la prioridad de dios no era hacerme feliz sino ayudar a esas personas que tanto lo necesitaban y ahora esa era mi prioridad –Que duermas bien– me dijo Joe después de besarme la frente, le dedique una sonrisa y me enrolle en mis sabanas, este había sido un día muy feliz en el que había logrado conseguir una manera de desviar mi dolor, de canalizarlo y distraerlo, este había sido un día lleno de logros.