Holaa:3 Ya esta aqui el cap, perdon por tardar, pero como es el estilo de la nove, me comprenderan que no pueda subir mientras mi familia este aqui x.x
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Capítulo 32
Nick llegó a casa cabizbajo, bastante angustiado por lo que iba a pasar en tres días. Por primera vez en su vida su nombre iba a estar en boca de todos y no por sus logros como banquero de éxito, sino por un asunto muy desagradable. La suerte había querido que apenas se hiciesen públicos los detalles de la demanda interpuesta por su suegro. Pero en cuanto un periodista oyera su nombre sería imposible esconderlo más. ¿Merecía la pena jugarse el prestigio por una mujer?
Rafe, ese maldito bastardo manipulador, había asegurado que sí, que una mujer como ____________ bien valía eso y mucho más. Claro que… ¿qué sentido tiene jugársela por una esposa de la cual te vas a separar? Su relación personal iba afianzándose día a día. Contaba con las opiniones de ella, consultaba asuntos de trabajo, valoraba sus informes. ____________ , así como si nada, se había convertido en parte fundamental de su vida. Ahora bien, iba a jugarse todo por ella.
No le extrañó encontrarse a su mujer en el despacho, rodeada de papeles y con cara de concentración. Si pudiera se la llevaba a la oficina con él. Desde luego iba a ser mucho más divertido y siempre podría descargar la tensión entre reunión y reunión. Por supuesto, cerrando antes con llave la puerta y dejando claro a su secretario lo de "no molestar".
Condenado Rafe, pensó esbozando una sonrisa, siempre con el don de la oportunidad.
—Tengo una duda. —Ese fue el saludo de ____________ al verle entrar. Nada de buenas tardes, o qué tal el día.
—Dime. —Caminó hasta situarse tras el gran sillón donde ella estaba enfrascada en sus cuentas y echó un vistazo por encima de su hombro.
—¿Tu secretario es antipático por naturaleza o solo lo es conmigo?
—¿Cómo dices?
—Sinceramente, ese hombre necesita distraerse un poco. —____________ se puso en pie y se acercó a servir dos copas—. Hoy casi me echa a patadas de tu oficina.
—¿Perdón? —seguía sin entenderla.
—A primera hora he pasado a recoger unos documentos que necesitaba. Tú no estabas y él me ha puesto muchas y variadas excusas para no dejarme pasar.
—Hablaré con él —respondió, y pensó en qué mosca le habría picado a Thompson para comportarse así.
Después se acercó y besó a____________ , como buen esposo. Ella le respondió, pero no como esperaba.
—No podemos —consiguió decir ella.
—¿Por qué, si puede saberse?
Ella se mordió el labio.
Él no apartó la vista.
Ella cogió aire para que lo que iba a decir fuera creíble.
Él volvió a intentar besarla.
Ella metió la mano en su chaleco pero no para lo que él esperaba.
—¿Qué buscas?
—Es tarde —dijo simple y llanamente devolviendo el reloj a su sitio.
—¿Tarde para qué?
—Tengo un compromiso.
—¿Un compromiso? —Se apartó un poco de ella, cogió su copa y dio un trago.
—Sí, bueno, esto…mi hermano me ha invitado a cenar y…
Y vaya porquería de excusa que se estaba inventando. No lo de la cena, esa parte era buena, pero, ¿a qué idiota iba a engañarle? Lo más lógico es que asistieran los dos.
—Tu hermano —dijo Nick sin creerla—. A ti. —Una pausa—. Sola.
____________ se bebió su copa de un trago. La única forma de conseguirlo era tocando un tema tabú.
—Bueno…mi hermano no te conoce, y como yo le expliqué las razones por las que me casé…pues él, ahora…no…no te tiene mucha simpatía. —Estaba jugando sucio, pero después pensó que Nick también tenía sus secretos.
—¿No le has explicado…? —se detuvo. ¿Qué iba a explicarle, lumbreras? ¿Que ahora las cosas eran diferentes? ¿Que estaba encantado con su matrimonio? ¿Que en unos días se enfrentaba a su padre en un juicio?
—A eso voy. —Nick, con su insinuación, había allanado el camino—. Quiero explicarle la situación. Él tampoco se lleva bien con mi padre. Ya te hablé de su matrimonio y…
—Sí —la cortó él.
—Quiero que os conozcáis, por eso hablaré con él y…
—Está bien.
Nick se sentó en su sillón y miró de reojo a su esposa. Algo se le escapaba.
—Me siento mal —se quejó una vez más ____________ .
—Peor lo llevo yo —respondió Alice—, hoy iba a tener lugar uno de esos encuentros originales con mi marido y he renunciado para que la señora Jones pueda ver cómo son las fiestas del club.
—¡Pero yo he mentido a mi marido!
—¡Y yo le he dejado plantado!
Vale, así no iban a ninguna parte, decidió ____________ siguiendo a su amiga. Mostraron las invitaciones y fueron a los vestuarios a cambiarse.
Amabas salieron media hora más tarde ataviadas como respetables patricias. Con antifaz, eso sí.
—No me lo puedo creer.
—____________ , deja de protestar de una vez. No me digas que no es más cómodo andar solo con esta sábana —dijo Alice divertida—. Y no te preocupes, aquí eres la respetable señora Jones, acompañada de la inigualable señora Smith. ¿No te parece divertido?
—Tengo que volver a casa a una hora razonable. No te olvides.
—No, no me olvido, sobre todo recordándomelo cada diez minutos —observó mordazmente la señora Smith.
Para no asustarla, Alice decidió ir al salón principal, donde las cosas resultaban más suaves y donde normalmente los invitados simplemente se relajaban hablando, bebiendo y configurando las posibles parejas, tríos o lo que surgiera, para el final de fiesta. Aunque algunos y algunas ya tuvieran muy claro cómo hacerlo.
—Alice…—susurró ____________ deteniendo a su amiga—, esos dos… ¿van a…?
—____________ , si viendo a dos hombres juntos ya te escandalizas…no sé qué vas a hacer después.
—Perdone usted, señora Smith —dijo picada—, era simple curiosidad —explicó muy digna, aunque intrigada.
—Vamos a ponernos cómodas y a ver bien el panorama. Quiero, al menos, coger ideas.
—¿Ideas?
—¡Tendré que compensar al señor Smith de alguna manera, digo yo.
—Tienes razón. —Ella podía hacer lo mismo, ¿no?
Se sentaron en un gran diván. Nada más hacerlo empezó el desfile de invitaciones y las consiguientes negativas educadas de Alice. ____________ estaba demasiado absorta en lo que veía como para hablar.
—Me gustaría lavarle los pies, señora mía —propuso un hombre a ____________ , y ella no supo qué contestar.
Por suerte, o por desgracia, Alice sí.
—Proceda, amable joven. —____________ la miró horrorizada y Alice susurró—: Déjale, es algo inocente.
—¿Estás loca? —siseó ____________ .
El hombre esperaba tranquilamente a que le dejaran continuar. Había observado a la morena y no quería dejar pasar la oportunidad.
—Muchos disfrutan ejerciendo de criados, es su fantasía. Solo va a tocarte los pies. ¡No seas mojigata!
Con timidez estiró sus pies y dejó que ese "sirviente" se los masajeara. Colorada como un tomate pero encantada con las atenciones.
—¿Lo ves? —murmuró Alice sin dejar de sonreír al joven—. ¿Ves como no es para tanto? —Y, para asombro de su amiga, llamó por señas a otro hombre para que se ocupara de ella.
____________ decidió no preguntar.
—¿Te lo puedes creer? ¡Me ha dejado plantado!
—No es para tanto.
—¿Que no es para tanto? Maldita sea, Nick, ¿qué te corre por las venas? Nick puso cara de circunstancias, fingió apenarse por su amigo y así evitar otro sermón mientras se dirigían al club.
Rafe se había presentado en su casa hacía menos de una hora, echando pestes y maldiciendo. Protestaba por cualquier cosa, y todo porque su querida esposa le había dado plantón para irse a no sé qué reunión de damas. Por supuesto a Nick le dio mala espina.
—Es la primera vez que hace algo así. —Rafe seguía con su particular rosario—. ¿Y si me engaña con otro?
Nick le dio unas reconfortantes palmaditas a su amigo. Alice no le engañaba con otro. Si sus suposiciones eran ciertas, le engañaba a secas. Pero visto el estado de su amigo, prefirió no meterle más pájaros en la cabeza.
—Ya hemos llegado. Anima esa cara, te encantan estos saraos.
—Sí —respondió Rafe desganado—, pero sin Alice ya no tienen tanta gracia.
Nada más entrar fueron saludados por uno de los porteros y caminaron hasta la sala principal donde les esperaba el encargado.
—Buenas noches, señor Smith, señor Jones.
—Buenas noches —respondió educadamente Nick, y como Rafe seguía atontado, le dio un suave toque para que saludara.
—Buenas noches —dijo sin entusiasmo.
—Como ven, la fiesta está en su apogeo, señores. ¿Van a unirse o simplemente desean observar?
—A mí me da igual.
Joder, con Rafe desanimado era peor que un velatorio.
Otro empleado se acercó y le habló en voz baja al encargado.
—Gracias, puedes retirarte. Me comentan que la señora Smith y la señora Jones están en un reservado de la sala principal.
—¡¿Cómo?!
A Rafe se le iluminó la cara, Alice lo había preparado para sorprenderle, sin duda. Pero lo había pasado tan mal que decidió darle una lección a su conspiradora esposa. Nick, por el contrario, no podía creer lo que estaba oyendo. ____________ estaba en el club, maldita sea. Sin duda era por influencia de Alice. Eso le hizo sentirse en primera instancia desilusionado, pues debía ser él quien le mostrara el club, y en segundo lugar estaba enfadado por mentirle. La señora Jones iba tener que explicar muchas cosas.
—Verá, quiero darle una sorpresa a la señora Smith. ¿Sería posible que alguien la llevara al despacho del director?
Nick observó cómo, con la sola mención de la señora Smith, Rafe se recuperaba al instante.
—Me temo que…—el encargado se detuvo al ver la cartera de Rafe y cómo cierta cantidad de dinero iba a cambiar de manos—. ¿Desea que le explique a la señora el motivo?
—Dígale que tiene cuotas pendientes.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Nick antes de que Rafe siguiera al encargado.
—Zurrar a la señora Smith y explicarle las normas del club. Si luego me apetece, incluso puede que salde su deuda.
Y con esas palabras le dejó solo. Tranquilidad, esa era la pauta a seguir, se dijo cuando se adentró en la gran sala. A esas horas los asistentes ya dejaban ver a las claras los efectos del alcohol y cada uno estaba a lo suyo, o a lo de los demás, según gustos.
Fue fácil localizar a ____________ , solo tuvo que esperar que un empleado localizara a la señora Smith para llevársela. Y Nick se quedó atónito al ver las atenciones que recibían esas dos, pero en concreto las de ____________ fueron las que le pusieron en el disparador. La señora Jones y la señora Smith tenían allí su particular corte de admiradores y uno le estaba prodigando sus atenciones.
Joder. Ese tenía que ser él. Creyó reconocer al hombre que se ocupaba de su esposa. Así que caminó, todo lo tranquilo que podía, hasta el reservado. Efectivamente, sabía quién estaba atendiendo a ____________ , pero prefería no armar un escándalo. Al fin y al cabo solo estaba masajeando sus pies, aunque de vez en cuando se le escapara la mano.
—¡Esto es, sencillamente, inadmisible, señor. ¿Sabe con quién está usted tratando?
Alice, enfadada, seguía al hombre por las dependencias del club, intentaba que al menos dijera algo, pero por lo visto era un mandado y se limitaba a hacer su trabajo.
Nunca antes había ido a esa parte del club. ¿Para qué iba a hacerlo? Así que le sorprendió que la zona, llamémosla administrativa, fuera como la de cualquier otra empresa. Su no deseado acompañante llamó a una puerta en la que se veía claramente una placa de latón con el rótulo de dirección. No esperó a que le dieran paso, sino que abrió y, con un gesto, indicó que pasara. Alice le fulminó con la mirada, levantó la barbilla y entró al despacho. Se iba a enterar por haberla interrumpido.
Apenas había luz en la estancia, como no eran horas habituales para despachar asuntos administrativos, seguramente estaban allí sólo por ella. Pues no iba a defraudarle.
—Espero que esto sea un error —empezó muy digna ella— y que se disculpen como es debido, de lo contrario consideraré muy seriamente la pertenencia a este club e informaré de ello a mis conocidos. No creo que les convenga cierta publicidad negativa —hizo una pausa para coger aire—, por lo que…
—Señora Smith, ¿qué voy a hacer con usted? —la interrumpió un hombre en voz baja, y ella dio un respingo.
Por supuesto, Alice, que estaba en plan combativo, tardó un segundo en recuperarse.
—Me da exactamente igual, he dejado claro que…
—Joder, ¿es que no vas a callarte?
Ella se llevó la mano al pecho, conocía demasiado bien esa voz. Pero, a pesar de ser pillada in fraganti, ni retrocedía ni se amilanaba.
—Enciende la luz y da la cara. A mí no me vengas con secretitos.
—Se supone que el ofendido soy yo.
Rafe encendió la luz, estaba sentado en el sillón de director, mirándola aparentando enfado (¿quién era el valiente que podía viéndola así vestida?), esperando que al menos ella se mostrara un poco arrepentida. Pero Alice era demasiado mujer, él bien lo sabía, para eso.
—¿Por qué? —Y empezó a pasearse por el despacho para que él evaluara si su interpretación de la moda romana era la acertada.
Sabe jugar bien sus cartas, maldita sea, pensó él observándola. Estaba casi seguro de que debajo de esa túnica no llevaba nada, tan seguro como excitado estaba.
—Me has mentido y, lo que es peor, dejado solo.
Parecía un cachorrillo abandonado y ella tuvo que aguantarse las ganas de ir corriendo a consolarle. Pero la había sacado de la fiesta y mentido para ello. Hacerle sufrir un poco no era si no pago justo a sus esfuerzos.
—No es la primera vez que acudo a una fiesta sin ti —argumentó con toda lógica plantándose frente a él con las manos en las caderas.
—¡Esta no es una de esas fiestas! —Se puso en pie repentinamente, sobresaltándola—. Vamos a dejar una cosa clara, cariño…—Ahora el tono falsamente pacífico hizo que ella sintiera a partes iguales excitación y temor—. Arreglemos tus cuentas pendientes.
—Esa excusa ha sido…—No podía negarlo, Rafe ejercía tal poder sobre ella que perdía la capacidad de armar una frase coherente. Y más aún cuando le vio aflojarse la corbata—. ¿No irás a…? —preguntó retóricamente, pues la idea de que Rafe la tumbara sobre ese escritorio resultaba cuando menos apetecible.
—Ni una palabra —amenazó—, ni una queja. —Dejó caer su chaqueta y empezó a soltarse los botones del chaleco—. Así aprenderás de una vez por todas a no mentir ni a engañar a tu marido.
Alice se quedó de piedra al verle abrir un cajón del escritorio y sacar… ¡Una fusta!
—¡Rafe!
—¿Qué acabo de decir?
Ella asintió despacio sin decir ni pío. ¿Qué se le había ocurrido al pervertido de su marido?
No iba a tardar mucho en averiguarlo.
____________ se dio cuenta de que los avances de aquel hombre eran cada vez menos sutiles. Ahora que estaba sola, sin la compañía de Alice para apoyarla (bueno, eso dependiendo de la definición de apoyo), se sentía cohibida.
—Creo que ya es suficiente, gracias —le dijo al hombre.
—Tiene unas piernas estupendas, podría pasar mucho tiempo entre ellas —respondió él.
____________ , que sabía poco o nada del coqueteo con extraños, no supo qué responder y únicamente le devolvió una sonrisa a modo de agradecimiento, cosa que no debió hacer, tal y como se percató al instante.
Su fiel servidor comenzó a recorrer sus piernas de forma ascendente con las manos y ____________ quiso apartarse, cosa difícil al estar medio tumbada en un amplio diván.
—Tan suaves…tan perfectas…
—No siga —sugirió ____________ , y recogió sus piernas escondiéndolas bajo la túnica—, por favor.
—¿Por qué?
—¡Soy una mujer casada!
—¿Y? Más de la mitad de las mujeres aquí reunidas lo son, querida.
Eso ya lo sé, pensó molesta, pero ella no era una de "esas" casadas.
—Preferiría no seguir.
—Yo no opino lo mismo, estoy seguro de que si está aquí es porque su marido no cumple con sus obligaciones.
—¿Se lo preguntamos? —A pesar de estar sumamente abochornada por la situación en la que estaba, no podía haber aparecido en mejor momento. Más tarde tendría que explicarle a Nick, o al menos intentarlo, qué hacía allí.
—Buenas noches —dijo Nick con total seriedad a pesar de querer partirle la cara a alguien.
—Nick, yo…
____________ se le quedó mirando sin saber qué decir o hacer en ese instante. Su fiel servidor se disculpó, evidentemente si se quedaba podía pagar las consecuencias y claro, en la fiesta había suficientes mujeres como para divertirse. Otra cosa es que se hubiera encaprichado de ésta. Pero qué se le iba a hacer.
Cuando se quedaron a solas, ____________ , totalmente avergonzada, intentó ponerse en una postura digna, taparse sus extremidades inferiores con la túnica y aguantar la mirada de Nick.
¿Qué debía hacer con ella?, pensó sin dejar de mirarla. Le había mentido, de acuerdo, pero podía considerar como lógica su curiosidad, y más aún si tienes al lado alguien como Alice, que sabe muy bien cómo incrementar tu curiosidad.
Esperaba que Rafe le diera su merecido.
—De rodillas —indicó Rafe.
—¿Aquí? —Alice miró al suelo de madera con desconfianza—. ¡No puedo hacer eso! ¡Me pelaré las rodillas!
Rafe suspiró; vale, podía tener razón después de todo. Agarró su chaqueta y la puso doblada en el suelo. Por nada del mundo permitiría que las rodillas de su esposa sufrieran daño alguno.
—¿Mejor? —preguntó tras ver cómo se acomodaba; ella asintió.
Como si fuera un maestro intentando reprender a un alumno díscolo, se paseó delante de ella blandiendo la fusta de tal forma que ella oyera perfectamente ese sonido característico. También probó su eficacia golpeando en la mesa. Ella se sobresaltó al oírlo pero permaneció callada. Estaba más que intrigada con ese jueguecito que se traía Rafe. Mmm, quizás debería planear cómo engañarle de nuevo.
Tan sumida estaba en sus pensamientos que Rafe desabrochó los dos cierres superiores de la túnica desnudándola de cintura para arriba.
—Ni se te ocurra —amenazó él cuando Alice hizo amago de cubrirse.
Ella levantó orgullosa el mentón, no era ninguna novedad verla desnuda, pero no sabía por qué en esa situación lo veía completamente diferente.
Sonrió y Rafe se mantuvo, eso sí, con dificultad, serio. Con parsimonia, adoptando esa actitud de la gente que pertenece a la aristocracia y que mira por encima del hombro a todo aquel que no es de su clase, Rafe estiró la fusta recorriendo la suave piel de Alice desde el hombro, bajando deliberadamente despacio hasta detenerse en el pezón. No hizo falta estimularlo y se entretuvo cuanto quiso jugueteando con él.
—Me estás matando —gimió ella.
¡Zas! Un golpe rápido, seco y calculado sobre el pezón. Alice se sobresaltó y, si bien sintió el dolor inicial, más por el susto que por el daño físico, no pudo evitar excitarse aún más. Se movió incómoda intentado controlarse.
—Es curioso…—Rafe hablaba como si estuviera tranquilamente estirado en el sillón de su casa y no conteniéndose a duras penas— …siempre hemos sido sinceros el uno con el otro…—Abandonó el pezón y ella gimió frustrada—. Siempre me he comportado como un caballero contigo…
—No siempre —interrumpió ella, y con ello se ganó otro golpe de fusta.
Rafe empezó a mosquearse consigo mismo. ¿Para qué jugar si podía tumbarla sobre la mesa y acabar con esto en aproximadamente siete minutos? Y, para colmo de males, Alice seguía sin mostrarse todo lo sumisa que él deseaba. Parecía como si estuviera retándole a propósito. Entonces la miró a los ojos y comprendió. Ella no acataba las órdenes a la primera por la simple razón de que disfrutaba con sus castigos.
—Bien, bien, bien, ¿qué debo hacer contigo? —habló en voz baja y se entretuvo recorriendo la columna de su esposa con la fusta provocándole escalofríos.
—¿Dejar de hacer el tonto e ir al meollo de la cuestión?
Rafe sonrió de medio lado. No había manera.
—¿Estar una semana, o lo que considere oportuno, sin tocarte? —sugirió.
—No aguantarás —contraatacó ella con descaro.
—¿Quién ha dicho que yo vaya a sufrir las consecuencias de tu castigo?
Ella tragó incómoda. ¿Qué estaba sugiriendo exactamente? ¿Irse con otra?
—Acepto mi castigo —murmuró sumisa. Ya tendría ocasión más adelante de vengarse.
Rafe sonrió y ella pensó: quien ríe el último…
—Eso está bien.
Alice esperó a que él hiciera cuanto quisiera, de todas formas iba a disfrutarlo. No tuvo que esperar mucho. De nuevo con la fusta recorrió su piel de cintura para arriba, entreteniéndose donde a él le parecía oportuno. Dando pequeños golpecitos en sus pezones y haciendo que a ella le hirviera la sangre. Pero aguantaba estoicamente.
—Ponte de pie y desnúdate —ordenó tras apoyarse en la mesa y cruzarse de brazos. Eso sí, sin soltar su instrumento de tortura.
Ella le provocó tardando mucho más de lo necesario en deshacerse de una simple túnica.
Él golpeó la mesa haciéndole ver que no aguantaba sus tonterías.
Ella hizo pucheros como si de una niña asustada se tratase.
Él movió un dedo indicándole que se acercara.
Ella bajó la mirada y caminó despacio.
Él ya no aguantó más.
—¡Alice!
—¿Sí? —ronroneó en respuesta.
—Se acabó.
Tiró de ella hasta colocarla doblada sobre la mesa exponiendo su trasero desnudo. Y con una mano la sujetó del cuello. Se inclinó sobre ella hasta poder hablarle al oído.
—No voy a tolerar ni una sola tontería más, ¿comprendido? —Y para que ella no dudase de sus palabras, la golpeó en el culo un par de veces, dejando una visible marca—. ¿Comprendido?
Ella solo asintió. Picaba, demonios, cómo picaba. Pero resultaba tan excitante. Allí, doblada sobre la mesa, esperando a que su marido hiciera cuando quisiera…Entonces recordó la primera vez que estuvieron juntos y sonrió. Rafe se sorprendió al verla sonreír. Definitivamente iba a acabar con él. Vaya mierda de castigo. Se desabrochó los pantalones y apartó la ropa lo suficiente para que ella viera su erección. Colocándose frente a ella, a escasos milímetros de su boca, empezó a masturbarse.
—Querida, creo que deberías ocuparte de esto para poder irnos a casa cuanto antes.
—Acércate un poco más —le pidió ella susurrando.
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Chan chan chaaaaan:3 ah, espero que les haya gustado:3
Atte: BooksNovelsOfJonas