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 MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)

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Tatu d'Jonas
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Tatu d'Jonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 1st 2012, 22:06

siguelaaa porfaaaaaaaaaaaaa
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rebejonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 2nd 2012, 22:26

Siguela porfavor necesito mas!!!!!!
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Tatu d'Jonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 2nd 2012, 22:34

Wenn subenos capis!!
POR FFAVOOR!!
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Wenn
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 2nd 2012, 22:41

CAPÍTULO 22 segunda parte



—¿Te vendrías conmigo ahora mismo?— dijo sacandome de mis pensamientos
—¿Primero me cuelgas y ahora me pides que me escape contigo?
—Solo ha sido una broma.— Soltó una carcajada, pero también lo noté algo nervioso— Estarás de vuelta antes de que despierten, lo prometo.— No hacía falta que me convenciera, había aceptado desde el primer momento.
—Está bien, ¿dónde vamos?
—Eso no te lo voy a decir. Tendrás que confiar en mí.— Miré a mi alrededor, me levanté de la cama y cogí unos vaqueros mientras hacía equilibrios con el teléfono entre mi hombro y mi mejilla.
—De acuerdo, ¿dónde quedamos?
—Estoy en tu casa, en la puerta de atrás. Tienes cinco minutos como máximo para que puedas escapar sin que te vea el guardia.— Le colgué y comencé a vestirme. Ni siquiera me dio tiempo a ponerme nerviosa porque Joe hubiera venido hasta mi casa para estar conmigo. Solo quería reunirme con él lo antes posible.

Narra Joe

Se acercó a la valla y apoyó un pie en ella antes de impulsarse y comenzar a trepar. Llevaba unos vaqueros ceñidos, una camiseta y una chaqueta blanca que lecubría el cuello. La cogí de la cintura y la ayudé a saltar. Aunque no necesitaba miayuda, era muy ágil. Corrimos hacia el Bugatti y nos agachamos hasta que los guardias pasaron de largo. No podía arrancar, nos descubrirían. ______ sonrió agitada y me contagió. Le tapé la boca para que no sonara su risa, ella me mordió.
—Serás…— Ahora era ella quien me tapaba la boca. Volvió a sonreír con el pelo en la cara; estaba guapísima. Los guardias se marcharon y arranqué el coche saliendo de allí a toda prisa.

Todavía no podía creer que estuviera allí con ella, en mi coche. Había ido hasta su casa y la había ayudado a escapar. Nunca había hecho algo parecido; estaba emocionado. ¿Adónde íbamos? La quería llevar a un lugar que nadie conocía. Era mi escondite, mi refugio, pero, sin saber por qué, necesitaba compartirlo con ella. Me urgió fumar. Encendí un cigarrillo observando de reojo la carretera.
______ estaba echada en el asiento con el codo apoyado en la ventana. Miraba el paisaje. «Bien, Joe, concéntrate en la carretera. Ya has conseguido lo que querías;está sentada a tu lado.» Justo en el momento en que coloqué el cigarrillo entre mis labios, ella se removió en su asiento y me miró. Sonrió y se acercó a mí para robarme el pitillo.

—¿Te importa?— me dijo, dándole una calada. Negué con la cabeza mientras fruncía ceño. No sabía que fumara. Me examinó; miró mis piernas, observó mis brazos, perfiló mi tórax y se detuvo en mi cara…, como si me tocara.«La carretera, Joe. Solo la carretera.»
—¿Piensas devolvérmelo?— pregunté sonriente. Colocó el cigarro en mi boca, pero se entretuvo al hacerlo. Acaricié con mis labios uno de sus dedos. Se apartó, pero mantuvo su mirada juguetona. Estaba a punto de decirme algo.
—Así que te vuelvo loco ¿eh?— dijo mordiéndose el labio.«No sabes cuánto.»
—Tampoco te lo creas, ______.
—Es la contestación que esperaba.—
rió en el momento en que llegamos anuestro destino. Detuve el coche y me acomodé en el asiento sin dejar de observarla. Coloqué mi brazo detrás del respaldo de su asiento. Ella me miró extrañada, pero todavía con expresión traviesa.
—Admitir que me vuelves loco no me resulta difícil— dije con sorna— Ahora, la cuestión es ¿por qué no lo admites tú?— enarqué las cejas dejando que ella se acercara.
—No creo que necesites repuesta. Tú ya la sabes.— Abrió la puerta y, sin salir del coche, descubrió la mansión detrás de las vías abandonadas.

No era un lugar hermoso (no podía serlo con aquella presencia tan desastrosa), pero para mí era importante. Aquellas paredes habían ocultado un millón de veces mis frustraciones. También habían sido mis consejeras. Era el lugar donde ______ podía descubrir quién era yo. Tanto las facetas de chico agresivo, chulo, engreído, descarado y camorrista como las más ocultas que ella sabía sacar a la luz. Salí del vehículo y lo rodeé hasta llegar a su puerta. La ayudé a salir del coche.Tendríamos que sortear tablones con clavos y zanjas cubiertas de cristales. Cogió mimano y salió del Bugatti escudriñando el entorno. No dijo nada, solo miraba fascinada aquella mansión en ruinas. Entrelacé mis dedos con los suyos.

______ se sorprendió al verme hacer ese gesto sin saber que yo también estaba asombrado. Era la primera vez que cogía lamano de una chica de aquella forma. Retiré la madera de la puerta y dejé que ella entrara primero. El vestíbulo estaba lleno de telarañas y de polvo. Había maderas y cristales por todas partes. La lámpara (que una vez lució hermosa en el techo de escayola labrado) se sostenía de un pequeño cable. Algún día caería y esparciría sus bolas de cristal por el suelo.
______ miró hacia la escalera y empezó a caminar entre las tablas. No se veía prácticamente nada, solo sombras, así que me acerqué a un taquillón y cogí un viejo candelabro. Aún tenía los restos de una vela. Aguantaría un rato.

—Creo que tenemos una gotera, cariño— sonrió poniendo sus brazos en jarras mientras observaba el techo. Era cierto, había una gotera, pero no le hice caso. La última palabra que había pronunciado me había trastocado. Fruncí el ceño mientras me perdía en su afectuosa sonrisa.
Dios, resultaba tan bella entre las sombras grisáceas y doradas de la vela…

—Podremos arreglarlo— dije acercándome a ella.
—¿A cuántas chicas has traído aquí?
—¿Perdona?— Me miró por encima del hombro.
—Quiero saber en qué posición estoy…— añadió con retintín, pero no dejé quese regocijara demasiado.
—La primera… — Lo dije rotundo y tan sincero que ______ no pudo sostener mi mirada— Eres la primera— reiteré queriendo dejar claro que era la primera en todos los sentidos de mi vida. No supe si lo captó, pero mi corazón sí.
—Qué honor.— Se escudó en la ironía.
—Lo es, créeme.— Empecé a caminar por el vestíbulo. Se atusó el cabello y retiró con la punta del pie un listón de madera que había en el suelo.
—Bueno y… ¿de qué conoces este lugar? — preguntó mirándome dubitativa.
—Lo descubrí cuando solo tenía seis años. Es mi refugio— confesé.
—¿De qué tiene que esconderse Joe Jonas?— ¿Cómo había descubierto que me escondía allí? ______ traspasaba siempre mi fachada, y una vez más me hizo sentir inseguro. Nadie lo había logrado nunca. Su expresión cambió; estaba más seria y su voz era más intensa.
—Supongo… — Era difícil admitirlo, pero tenía ganas de que lo escuchara—.Supongo que de mí mismo.— Nos miramos fijamente durante unos segundos (eternos y maravillosos) hasta que decidió romper el silencio.

Comenzó a caminar adentrándose en la que una vez fue la sala de música. Ya solo quedaba un antiguo piano, varios muebles y un sofá de terciopelo rojo agujerado. No pareció importarle el estado de aquella habitación. La observaba como si fuera el lugar más bonito del mundo. Era hermoso contemplarla mientras ella escudriñaba con atención cada detalle.

—¿Tú no tienes ningún escondite?— pregunté, curioso, acercándome al piano de cola que había en el centro de la sala. Me miró y entrecerró los ojos, como pensando.
—Podría ser este.— Sonrió con timidez— Si tú quieres, claro.
—Hay espacio suficiente para los dos.— ______ se echó a reír mientras yo pulsaba las teclas con suavidad. Hacía mucho tiempo que no tocaba, pero la música afloró de mis dedos con agilidad. Toqué la primera melodía que se me ocurrió sin saber que ella la reconocería. Se colocó frente a mí (dejando el piano entre los dos) y me contempló con firmeza.
—¿Es Zack Hemsey?— Lo confirmaba más que preguntaba.
—Así es.— Sonreí por lo bajo
—.Concretamente la instrumental de «Changeling»
—¿La conoces?
—Me encanta…— Me puso nervioso su tono melodioso. Tragué saliva y dejé de tocar. Me senté en el banco.
—¿Sabes tocar el piano?— me preguntó.
—Bueno… se puede decir que
sí.
—No te pega ser modesto, Jonas.— Apoyó los codos en el piano y sostuvo su cara con las manos.
—Terminé la carrera de música con quince años.— Era cierto. Con ocho años ya era un virtuoso y tocaba mejor que muchos del último curso. ______ abrió los ojos impresionada. Pero no parecía tomárselo a burla, realmente le interesaba.
—Todo un niño prodigio.
—Ya ves. No solo tú eres inteligente. ______ fingió enfadarse, pero enseguida sonrió. Bordeó el piano y se acercó a mí caminando lento.
—Toca algo— susurró.
—Ni lo sueñes.— Se fue a toda prisa hacia el sofá y se desplomó en él sin importarle lo sucio quepudiera estar. Mirándola, daba la sensación de que estaba en el mejor asiento del mundo.
—Venga, ¡hazlo!— Resoplé disponiendo mis manos sobre las teclas. No sabía si estaba preparado para aquello. Una parte de mí quería tocar (tocar para ella), pero la otra parte pensaba que era una estupidez. Jamás había tocado para alguien que no fuera mi madre y mi tía Patrizia. Ellas se volvían locas. Cerré los ojos y apreté la mandíbula. Me arrepentiría de aquello.— ¿Alguna preferencia?— pregunté resignándome. A ______ le hizo gracia mi tono. Se tumbó con las piernas encima del sofá y me contempló expectante.
—Sorpréndeme.
—Te mataré en cuanto termine— dije jocoso.
—Eso ya lo veremos.

Sin más, comencé a tocar lo primero que se me ocurrió. ______ me había dejado elegir, pero el libre albedrío me jugó una mala pasada. Estaba tocando Passion, de Utada Hikaru. No sé por qué, pero percibí que había un mensaje oculto en la canción. Un tipo de aviso destinado a nosotros. Gilipolleces, pensé, pero el sentimiento era muy real. Había tocado muchas veces esa pieza porque Taylor de pequeño era un gran admirador del video juego
Kingdom Hearts y me obligaba a hacerlo. Pero nunca había sentido la pasión que encerraban aquellas notas hasta que no la toqué para ella. Desde ese momento aquella sería su canción. Estaba seguro de ello.

CAPÍTULO 23

Narra ______

Aquella sería mi canción. Nuestra canción. Cuando la escuchara sabría que Joe estaría cerca y que la estaría tocando solo para mí. Con las notas bajas y agudas levantó la vista del teclado y me miró. Yo le observaba ensimismada. Jamás había escuchado algo así. Transmitía tanto que me costaba mantenerle la mirada. Sonrió y enseguida cerró los ojos dejando que fluyera de sus dedos la parte alta de la canción. Por un momento, me pareció que sufría, tal era la pasión con la que tocaba.
Joe me estaba proporcionando el mejor momento de mi vida. Todavía no me había dicho a mí misma que estaba enamorada de él. Pero lo estaba y mucho. Y, por la forma de tocar, podía deducir que él también lo estaba de mí. Dejó de tocar y me miró. Esperaba que yo dijera algo. Y lo dije, pero nada relacionado con lo magistral mente bien que había tocado.
—Ven aquí…— dije casi en un susurro mientras le dejaba un hueco en el sofá. Él frunció el ceño; parecía receloso a aceptar mi petición, pero terminó levantándose de la banqueta. Se sacudió los pantalones débilmente y suspiró antes de dar el primer paso. Se le veía tímido, tan tenso que casi me hizo reír. Quién me hubiera dicho que iba a ver al loco del taxi caminar hacia mí retraído.
Tragó saliva y se sentó en la punta, a la altura de mis rodillas. Arrastré mi mano hacia la suya y le empujé lentamente obligándole a reclinarse a mi lado. Necesitaba tenerle cerca. Se tumbó casi con miedo y respirando entrecortadamente. Parecía tan indefenso… pero enseguida recuperó su confianza. Acarició mi mejilla mientras
acomodaba su cabeza en el sofá. Su aliento rebotaba en mis labios mientras sus dedosdibujaban mi barbilla. Quise besarle, quise abrazarle y pedirle que no me soltara en lo que quedaba de noche, pero detuve ese impulso. Me regodeé observando su rostro perfecto tan de cerca.
Imité su gesto y acaricié su nariz. Bajé hasta sus labios y me detuve en su cuello. Joe no me retiró la mirada en ningún momento, pero yo no era capaz de mantener mis ojos puestos en los suyos. Puede que mi gris fuera deslumbrante, pero sus ojos miel tenía una potencia que me doblegaba.

—Qué extraño es todo esto…— suspiré antes de sentir cómo su mano se detenía en mi cintura. La rodeó y se impulsó, acercándose aún más. Después empujó mi pierna obligándome a que la colocara sobre la suya. Me puso muy nerviosa tener su cuerpo tan pegado al mío, pero me gustó. Me gustó muchísimo.
—¿Por qué?— Retiró un mechón de mi pelo y se acercó para besarme en la mejilla. Lo hizo despacio, con suavidad, aprovechando cada segundo.
—Hace unas semanas te habría matado. Sin embargo, ahora…— Bajé la mirada, no tuve valor de terminar. «Genial. Eres una cobarde», pensé.
—¿Ahora qué?— quiso saber. Respiré hondo antes de abrazarle.

No creí que respondiera, pero lo hizo y de una manera apasionada. No estaba acostumbrada a ese tipo de caricias, pues en el internado apenas salíamos y cuando lo hacíamos no teníamos tiempo para el clásico coqueteo, seguido de arrumacos y frases bonitas. Para nada; se pasaba directamente a la acción. Un «Hola, qué tal, me gustas, tú a mí también» y pum… el beso. Después de
aquello, por supuesto, venía el típico «Nos vemos la semana que viene», y después, «Adiós». Había coqueteado con muchos chicos, pero nunca había sentido ese sentimiento que en aquel momento recorría mi piel helándome la sangre. Que Joe estuviera bajo mi cuerpo rodeándome con sus brazos era, con diferencia, la mejor experiencia de mi vida

—Ahora… Ahora me encanta estar contigo — murmuré apoyándome en supecho. Joe me volvió a besar, esta vez en la frente, y sentí cómo su corazón se aceleraba. Dios, cómo me gustaba que él también estuviera nervioso. Deslizó su mano por mi espalda y buscó mis ojos.
—No sabes lo mucho que deseaba oír eso.— Me dormí con el aroma de su piel rozando mis labios

Narra Joe

Desperté de súbito en cuanto ______ me zarandeó. Estaba soñando con ella: la besaba intensamente mientras hacíamos el amor (un sueño de lo más lógico después de haberla tenido durmiendo literalmente sobre mí. Uno no era de piedra).

—¿Qué hora es?— preguntó sofocada mientras se incorporaba en el sofá y se atusaba el cabello.

Estaba bellísima. Tenía los ojos débilmente hinchados y la piel algo más pálida de lo normal. Me froté la frente y me incorporé sin darme cuenta de que me acercaba demasiado a ella. ______ tenía la vista puesta en mi pecho y me contemplaba igual que lo había hecho en mi sueño minutos antes de que nos quitáramos la ropa. Tragué saliva. Hubiera dado mi riñón por que el sueño se hiciera realidad en aquel momento. Dios, qué malo era cavilar recién levantado. Me creó jaqueca. Miré el reloj y di un salto.

—¡Joder! ¡Tenemos que irnos!— exclamé cogiéndola de la mano y echando acorrer. La matarían por mi culpa; eran pasadas las seis. Salimos de la casa y ella tropezó con uno de los tablones de madera.
—¡Cuidado! ¡Vas a matarme!— gritó intentando calmar mi acelerado ritmo. Lo sentía profundamente, pero no iba a detenerme. La quería viva.
«Tan viva como en mi sueño…»

—Los que van a matarte son ellos. Pronto serán las siete… — Llegamos al coche.
—Les diré que me secuestraste.— Se soltó de mi mano. Fruncí los labios y abrí el coche con la llave electrónica. Me giré y la cogí de la cintura, apoyándola en la puerta. Ella sonrió provocativa. Sin duda, le gustaba que me acercara tanto.
—Ah, ¿sí? ¿Y quién te creerá?— susurré mientras acariciaba su mejilla con mis labios.
—Todos…

Lo que sucedió a continuación me dejó estupefacto. Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar. ______ pegó su cara a la mía y pasó lentamente su lengua por mi labio inferior. En ese momento hizo una foto con su iPhone. Realmente era una provocadora, creída y descarada. Y también muy desconsiderada, puesto que debía saber lo mal que me lo estaba haciendo pasar. Sobre todo cuando me empujó y sonrió mostrándome la foto. Resoplé, más encendido que nunca, y observé la imagen. La muy egocéntrica miraba ala cámara mientras que mi cara era la viva imagen de un gilipollas embobado.

—Lo que faltaba… —asentí mientras me restregaba la cara con las manos— Eres tan… tan…
—Lo sé, pero no te enfades. Ha sido un rocecito de nada, además la foto es genial.— Se montó en el coche— Dime, ¿qué crees que les fastidiará más, la foto o que me hayas secuestrado?
—Las dos cosas.— La miré antes de arrancar— La próxima vez que vuelvas a hacer eso, juro que terminarás en…— Me detuve mientras ella asentía sonriente y expectante. Arranqué el coche y salí de allí a toda pastilla.
—Bueno, ¿qué harías?
—No quieras saberlo.
—¡Venga ya! Dilo.
—Debes tratarme bien… Soy de carne y hueso, y tengo… mis necesidades, ¿sabes?— Mi explicación tan dramática le provocó una carcajada.

Tuve que reírme con ella. Durante el corto trayecto, ______ estuvo tarareando la canción de JustinTimberlake que sonaba en mi reproductor mientras movía las piernas al ritmo de la música. Después me miró, seria, consciente de que habíamos llegado. Debía darse prisa si no quería que la descubrieran, pero por su parsimonia parecía que el único preocupado era yo. Salimos del coche y nos acercamos a la vaya agazapados. ______ no se decidía a saltar.

—He pasado… la mejor noche… de mi vida — susurró mirándome fijamente. Me abracé a ella con fuerza. Le retiré el cabello de su oído.
—No entres a clase hoy. Espérame en los lavabos del vestíbulo. Ahora sube.

Creía que iba a reprocharme, pero no lo hizo. Subió y se marchó contenta mientras me miraba de reojo. Volvería a estar con ella en una hora eterna.

Narra _______


—El motor de un Bugatti es inconfundible— me dijo alguien a mis espaldas, sorprendiendome en el pasillo que llevaba a la cocina.
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Wenn
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 2nd 2012, 22:44

QUIEN QUIERE MARATON Y DE CUANTOS CAPS?!

ME AVISAN SI?

BYE.. GRAX POR LOS COMENTS
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IrennIsDreaMy
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 3rd 2012, 06:12

YO YO YO YO YO YO QUIERO MARATON
los capis me dan igual...3,4...5 da igual solo siguelaa pleasee
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PinguinitaJonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 3rd 2012, 09:30

Siiiiiiiiiiiii!!!!!! Maratón! Wujuuu! De cuantos capis sean
4 o 5 o no se... Siguela plis!!
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rebejonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 3rd 2012, 11:02

Siii pon maraton!!!!
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andreita-593
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 3rd 2012, 18:45

MARATÓN POR FAVOOOOOOOOOOR


P.D: me encanta! síguela
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Tatu d'Jonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 3rd 2012, 22:17

ohhh shit!!! quien fueee???
q miedoooooo
siii yo tb quiero maraton 4 capis
nono mejor 5!! si 5 pofiis Very Happy
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Wenn
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 5th 2012, 16:00

Maraton 1/6

CAPÍTULO 24

Narra ______

—El motor de un Bugatti es inconfundible— me dijo alguien a mis espaldas, sorprendiéndome en el pasillo que llevaba a la cocina. Enrico. Había decido subir por las escaleras traseras para que no me viera nadie, pero no había servido de mucho. Enrico estaba apoyado en la pared con su planta sexy e imponente, esperando saber qué excusa pondría. No había hablado, y ya estaba sonriendo.
—¿Un Bugatti? Bueno, estamos en Roma. Hay bastante gente con ese coche.
—Claro, una de ellas es Joe Jonas.— Se rió con ganas.
—No te rías, Enrico. Comienzas a asustarme, en serio.— Entrecerró los ojos.
—Ya te vale. ¿No decías que lo odiabas?— Fruncí los labios sin saber qué decir. Enrico me conocía tan bien que era imposible mentirle. Y era inútil ocultarle que había pasado la noche con Joe.
—Y le sigo odiando, créeme— bufé mientras me acercaba a él.
—Por eso te escapas con él… Sois un desastre. Seguro que ha sido idea de él —dijo colocando un brazo sobre mi hombro.
—Cómo lo sabes.

(...)

Daniela me abordó mientras Taylor me miraba pícaro. Seguro que Joe lo había puesto al corriente de todo. Tuve que hacerle una descripción exhaustiva de lo ocurrido entre Joe y yo aquella noche. Ya se lo había contado a Enrico, quien no había podido dejar de reír mientras me escuchaba. Así que no era de extrañar que Daniela hiciera lo mismo. Por supuesto, con mi cuñado me reservé momentos que a mi amiga sí le pude contar. No quería que Enrico se enterara de lo de la biblioteca, por eso la parte de la playa la tuve que adornar con cierto trabajo.

—¿Te besó?— preguntó Daniela al borde de un ataque. Le parecía increíble que Joe hubiera actuado como lo hizo durante toda la noche. Y, la verdad, a mí también.
—No.
—¿Le besaste tú?
—No.
—Entonces, ¿qué hicisteis?, ¿miraros las caras?
—Más o menos.
—Yo flipo. Sin duda, tiene que estar hasta las trancas porque si no ya os habríais acostado, créeme.— Miré a Joe por encima del hombro de Daniela. Llegaba fingiendo una pelea con Alex.
—¿Tú crees que está…?— No pude terminar la frase y la cara de Dani tampoco me ayudó mucho— Bueno, ya sabes…
—¿Enamorado?
—¡Shh! Baja la voz.— Le tiré del brazo— No quiero que nos oiga y se está acercando.— Daniela miró y al ver que se aproximaba bajó la voz.
—Mira, no tengo ni idea. No sé cómo se pone cuando está enamorado porque nunca lo ha estado, pero sí puedo decirte que nunca lo había visto así. De modo que… sí, creo que está enamorado.— Como siempre, Daniela se enrollaba a la hora de exponer su punto de vista, pero era cristalina y tan concluyente que te dejaba sin palabras. Joe se acercó, me cogió del brazo y me arrastró hacia el lavabo. Me iba a ir con él y estaría de vuelta para cuando viniera Valentino a recogerme.
—Te la robo, Ferro— le dijo a Daniela sin dejar de mirarme. Ella, Taylor y el resto de nuestros amigos nos cubrirían ante los profesores.
—Sé bueno, Jonas.
—Eso intentaremos, ¿no?— dijo Joe, pero para mí más que para Daniel
—Más te vale.— Aunque, como me había dicho Dani, eso era imposible con Joe.

(...)

—¿Has tenido novio alguna vez?— me preguntó mientras conducía. Me sorprendí por la pregunta y la cara que debí poner le hizo gracia. Le miré frunciendo el ceño.
—Bueno… no sé si se puede llamar así.
—¿Has tenido novio y no sabes si lo era?— hizo una mueca.
—Solo nos veíamos una vez a la semana y casi nunca hablábamos. Solo nos besábamos y cosas así.— Se tensó y dejó de sonreír en cuanto escuchó mi comentario.
—¿Cosas así? ¿Qué más hiciste con ese tío?— preguntó con desprecio.
—Cosas… Las mismas que tú con Mía o Laura o…
—Sí, sí, vale.— Negó con la mano. Tuve que reír al verle celoso. No sabía dónde nos dirigíamos, pero me daba igual con tal de estar con él.— ¿Cómo se llamaba?— Continuó, poniendo aquella carita de enfado que tanto me gustaba.
—¿Cuál de ellos?— Le piqué. Aunque, era cierto. ¿Por cuál de ellos me preguntaba?
—¡¿Cuántos has tenido?!— dijo desconcertado.
—Los suficientes como para mantener una conversación de, no sé… ¿dos horas, tal vez? No, puede que más.
—Pero ¿qué os enseñaban en ese internado?— Estaba tan ofuscado, que terminó gritando mientras entrabamos en autovía.
—¿Celoso?
—No sabes cuánto. Iré a poner una queja, ¿sabes?— Terminó sonriendo— ¿Cuál de ellos fue el que más te… gustó?
—Si lo que quieres es saber si me enamoré de alguno de ellos, te confieso que no. El último se llamaba Edgar y lo dejamos en verano.
—O sea, que fue el primero ¿no?— Se refería al sexo. No, no fue el primero porque todavía no existía la primera vez. Me dio la sensación de que estaba bastante obsesionado con el tema. No quería que se agobiara por tan poco. Me apetecía disfrutar de aquella mañana, porque no le iba a ver en todo el fin de semana.
—Estuvimos a punto, pero me arrepentí en el último momento.— Noté cómo todo su cuerpo se relajaba, suspiró y la sonrisa tornó a sus labios, aliviado— ¿Podemos dejar de hablar de mis exnovios? Creo que no estás en posición de enfadarte conmigo por si he mantenido relaciones sexuales con otra persona. No tengo por qué darte explicaciones, ¿o, sí?— Arqueé las cejas, interrogante.

Se mantuvo callado y aquel silencio hizo que se agolparan en mi mente unmontón de preguntas y dudas que nunca había hablado con un chico. Ahora me apetecía hacerlo con la persona de la que estaba enamorada.¡Dios!, me moriría de la vergüenza, pero, como siempre, mis labios no se dejaban dominar.

—¿Cómo es…? Quiero decir…, ¿qué se siente cuando…?

Ya está, lo solté. No terminé la frase, pero él supo inmediatamente a qué me refería. No hizo ningún gesto, permaneció concentrado en la carretera. Un chico y una chica no hablan de sexo entre sí, a menos que ese chico sea Luca. Ahora que lo había preguntado, deseaba saber cómo lo había vivido él. Qué había sentido y si había estado enamorado alguna vez. Estaba claro que él tenía experiencia suficiente. Joe suspiró y frunció los labios, como buscando la respuesta a aquella pregunta.

—Creo que soy la persona menos indicada para hablarte del placer del sexo. Al fin y al cabo yo solo he tenido sexo. Jamás he sentido nada que no fuera una noche loca o un delirio entre clase y clase.— Me reconfortó saber que no había estado enamorado— No sé qué se siente cuando tienes a la persona que realmente amas bajo tu cuerpo. No lo he experimentado… todavía

Repuso susurrando. Después me echó una mirada fugaz. Yo continuaba mirándole cuando llegamos a nuestro destino. Estábamos en un circuito de carreras que había en las afueras de la ciudad. Sentí un chute de adrenalina. Si pretendía que yo condujera, lo haría muy dichosa. Bajamos del coche.

Narra Joe

—Bien, ¿estás lista?— pregunté mientras me deleitaba mirando lo bien que le quedaba estar al volante de aquel Lamborghini Murciélago del circuito.
—Siempre.— La forma que tuvo de mover los labios para decir eso me hizo sentirme celoso (otra vez) del condenado Edgar. Él había tenido la suerte de probarlos, yo no. Aceleró con maestría y salimos disparados por la pista antes de toparnos con la primera curva. Giró con estilo, poniendo en práctica lo que le había enseñado. Aún le quedaba relajarse al volante, pero lo hacía estupendamente bien para tener tan poca experiencia.— ¡Esto es increíble!— exclamó antes de detener el Lamborghini— La próxima vez, lo haré con el Bugatti.
—Ni de coña. Ese coche vale más de un millón de euros.
—Te compraré otro si le sucede algo.
—No, no. Le tengo cariño a ese.— ______ se rió mientras bajaba del vehículo.

Se colocó bien la falda y caminó hacia mí mientras Roberto, el dueño del circuito, recogía su joya amarilla. Le había pagado tres veces los ingresos de un día para que lo cerrara para nosotros. Porsupuesto, no puso pegas. ¿Quién se las pondría a treinta mil euros? La había llevado allí por puro placer. Sabía que le encantaría y quería compartir otra de mis pasiones con ella. En algún momento tocaría el fútbol, aunque dudaba que triunfara tanto con eso. Me puse detrás de ella para rodearle su cintura mientras caminábamos.

—¿Qué quieres hacer ahora?— le pregunté mientras besaba su cuello.
—Tenemos que volver. Son casi las tres y no llegaremos a tiempo.— Gemí negándome. No quería desprenderme de su aroma, no quería ver cómo se marchaba con Valentino.
—No quiero volver— mascullé a la vez que ella echaba la cabeza hacia atrás.
—Yo tampoco.— Pero volvimos.Los alumnos ya estaban saliendo del edificio, pero, por suerte, Valentino aún no había llegado. Disponía de unos minutos más para estar con ella. Dejé el coche lo más escondido posible y me giré en el asiento hacia ella. Vi en sus ojos que había descubierto lo que pensaba.

Narra ______

—¿Quieres besarme?— pregunté temerosa. Joe... movió sus labios en una sonrisa casi invisible.
—¿Por qué me preguntas eso?
—Solo contesta, por favor— dije con un hilo de voz sin apartar la vista de sus ojos. Ahora refulgían más que nunca.
—Sí… —susurró.
—¿Y por qué no lo haces?— Me acerqué.
—Porque no me lo has pedido.— Miró mis labios. Parecía que les estaba hablando a ellos.
—¿Te lo pidieron… las… demás?— Se me escapó. No sé si estuvo bien preguntar aquello, pero la incertidumbre desapareció en cuanto escuché las palabras de Joe.
—Las demás no me importaban. No había necesidad de preguntarles.— Si yano me quedaban claros sus sentimientos hacia mí, es porque era imbécil. Tragué saliva y cerré los ojos. No tardé en sentir sus dedos paseando por mimejilla. Estaba ahí, e iba a besarme. Pero la maldita canción de mi móvil rompió el embrujo. Nos miramos. Ambos sabíamos quién era.
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Maraton 2/6

CAPÍTULO 25

Narra ______

Ni el increíble minivestido de Alexander McQueen en color negro, ni el ceñidísimo Louis Vuitton rojo rubí. Según mi madre, eran demasiado provocativos y llamaría mucho la atención. Eso, traducido a nuestro idioma, significaba que estaba impresionante con ellos y que le quitaría protagonismo a Marzia si aparecía así en la presentación de la galería de arte. Claro que ella no sabía que mi interés por vestir de ese modo no se debía a querer llamar la atención de todo el mundo, sino de alguien en concreto: Joe. Annalisa y mi madre eligieron un bonito conjunto de falda negra y camisa crema de Óscar de la Renta. Al menos me dejaron escoger los zapatos: unos Bulgari delo más espectaculares. Después de una agotadora, pesada y chismosa sesión de belleza, fuimos (para mi desgracia) a comer a un restaurante. Champán, críticas y más champán. Celebraban de antemano el gran éxito que tendría Marzia esa noche. Mi hermana aprovechaba cualquier ocasión para humillarme ante todas las arpías del club de campo Costa Di Castro. Soportar a catorce mujeres, con edades comprendidas entre los treinta y cinco y los sesenta (exceptuándonos a mi hermana y a mí), fue agotador. Resoplé delante de mi cappuccino mientras miraba el reloj. Aquel sábado se estaba convirtiendo en el más largo de mi vida.«16.40.» Cinco horas más y vería a Joe. La madrugada pasada no habíamos podido escaparnos, y no pude dormir en toda la noche pensando en lo bien que hubiera estado entre sus brazos en aquel sofá agujereado. Podría pasarme el resto de la vida viviendo aquel momento. El sonido de mi iPhone borró mis ensoñaciones. Supe enseguida que era un SMS por la melodía de Florence + The machine. Lo cogí y le di a «Aceptar» mientras tapaba la pantalla para que Marzia no pudiera leer nada. Deduje quién era; el muy capullo había utilizado otro número de teléfono para que no pudiera descubrirlo.

«¿Me echas de menos? Pero k digo, seguro k sí. Quiero verte.»
No pude evitar sonreír mientras se me hacía un nudo en el estómago. Estaba hecha un flan. Él quería verme… ¡Mierda!, yo podría estar con él en ese momento en vez de estar perdiendo el tiempo con todas esas…

Carmina llamó a mi puerta antes de entrar. Estaba arreglando mi cabello y perfumándome cuando irrumpió con un escandaloso ramo de rosas.

—¿Qué demonios es eso, Mina?— Le abreviaba cariñosamente el nombre porque me resultaba más cálido, y a ella le confortaba escucharlo. Enrico y yo éramos los únicos en aquella casa que la tratábamos con respeto.
—Valentino la espera abajo y me ha dicho que le entregue esto.— Me tendió elramo y yo lo dejé de malos modos en la coqueta sin importarme que varios pétalos cayeran al suelo. A través del papel transparente que envolvía las flores vi una nota. Sabía que su lectura me iba a irritar más de lo que ya estaba.
«Sé que algún día serás mía» Es cierto»Te amo»Valentino.»

Palabras tan exigentes y egoístas como él. ¡Echaba humo! ¿No se daba cuenta deque no soportaba tenerle cerca? Cerré los ojos y lancé la nota al suelo.

—Señorita…
—______, Mina— la rectifiqué antes de que pudiera continuar hablando.
—______…— Sonrió. No se acostumbraba a tutearme— También me ha dadoesto.— Me entregó una caja rectangular y alargada de color granate. La abrí con desgana y enarqué las cejas al encontrarme con una pulsera de oro con diamantes. Demasiado cargante. Además, odiaba el oro amarillo. Se me revolvieron las tripas al reconocer que intentaba comprarme con oro y flores. ¡Cómo podía pensar que me conseguiría de esa forma!
—¡Oh, Dios mío!— gritó Marzia, irrumpiendo de golpe en mi habitación. Empujó a Carmina para poder pasar y se lanzó a por el ramo de rosas. Se puso a bailar con él como si fuera su pareja. No tardó en abalanzarse a por la pulsera.— ¡Mira qué maravilla! Oro de veinticuatro quilates y doce pequeños diamantes… Un gozo para cualquier mujer— musitó mientras acariciaba la pulsera.
—Carece de valor para mí…— Se la entregué.
—¿Una pulsera de casi sesenta mil euros carece de valor para ti? ¡Necia!— Salí de allí antes de ceder a la tentación de tirarme a su yugular.

(...)

La galería Marzia Carusso había suscitado mucha expectación entre la gente, por lo que asistió todo el mundo importante en la ciudad. Todos, excepto Joe. Solté la copa de champán sobre la bandeja de un camarero y me fui retirando hasta que conseguí perderme entre las obras de arte. Aquel lugar era enorme, y estaba distribuido en varias salas que se comunicaban entre sí a través de unos arcos de escayola que simulaban las columnas de la antigua Roma. Casi todas tenían grandes ventanales que daban a la calle. Desde la sala de arte contemporáneo, podía ver el ríoTíber, y tras él, el castillo de San Angelo. Era una zona muy privilegiada, teniendo encuenta que la Ciudad del Vaticano estaba justo al lado. Me dirigí a la sala más alejada, una que ni siquiera estaba decorada, así que nadie pasaría por allí, a menos que tuviera la misma intención que yo, esconderse.

Apoyé mi espalda sobre la pared y suspiré pensativa. ¿Dónde estaría? Me prometió que asistiría a la inauguración porque acudía su familia. También me dijo que tenía motivos para quedarse de principio a fin. Después me besó en el cuello y en la mejilla… ¿Qué estaría haciendo? Cerré los ojos e imaginé que estaba allí. Que a mi lado tenía…
Entonces sentí sus labios en mi clavícula, subiendo por el cuello para detenerse en la comisura de mis labios. Fue tal la emoción que palpitaba en mi pecho que no pude controlar un pequeño gemido.

—Ya estoy aquí— dijo bajito, dejando el rastro de su voz sobre mi piel. Me acarició con su nariz mientras envolvía mi cintura con sus maravillosas manos.
—¿Dónde has estado?— pregunté aferrándome a sus hombros. No quería volver a alejarme de su cuerpo nunca. Era muy consciente que eso era lo que necesitaba.
—Buscándote… —Me miró y, entre la penumbra de aquella sala, sus ojos refulgieron como la noche anterior— ¿Qué sucedería si te besara aquí, ahora?— dijo suavemente, sin dejar de susurrar.
—Hazlo, Joe.— Levanté el mentón buscando sus labios.
—Repítelo.
—Bésame.— No sentí nada. Joe no me besó porque justo en ese momento la asquerosa voz de Annalisa Costa, mi supuesta suegra, irrumpió en la sala de al lado, interrumpiendo el que iba a ser el mejor beso de mi vida.
—¡______!— llamaba detrás de la pared. Si me descubría con Joe, tendría problemas. Lo empujé y salí antes de que ella se adentrara en la sala. Annalisa me arrastró hasta un corrillo de gente compuesto por familiares de Valentino. Por supuesto, también estaba mi madre. Él enseguida me cogió de la mano.
—¡Oh, querida!, no sabes lo mucho que me alegro de que vayas a ser la esposade mi sobrino. Bienvenida a la familia Bianchi.— ¡¿Qué?! ¡Oh, Dios mío! ¿De qué estaba hablando aquella loca? Miré a Valentino, que sonreía. Disfrutaba de aquel momento. Y mi madre parecía la mujer más feliz del mundo.
—Qué bien que suena: ______ Carusso, la esposa de Valentino Bianchi.— Joe apareció tras la columna. Deseé que la tierra abriera una zanja y me tragara. Había escuchado la felicitación y su mirada me cortó la respiración. La angustia oprimía mi pecho. Vi cómo aligeraba su paso hacia la puerta, hasta que le perdí de vista, otra vez. Quise correr tras él, pero Valentino me besó.
Lo aparté simulando otra sonrisa. Me moría de dolor.
—¿Cuándo se hará oficial?— preguntó un tío de Valentino.
—En cuanto mi padre gane las elecciones.— Valentino me miró recordándome que era suya y de nadie más. ¿Cómo podía existir una rata tan repugnante?
—Si me disculpáis… Necesito ir al baño.— Disimulé mis temblores apretandolos labios y tragando saliva.
—No tardes, cariño.— Me guiñó un ojo mientras acariciaba mi mejilla. «Joe, no te vayas. Espérame, iré contigo.»
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 5th 2012, 16:13

Maraton 3/6


CAPÍTULO 26 primera parte

Narra Joe

Me dirigí hacia la salida conteniéndome para no destruir cualquier cosa que encontrara en mi camino. Sentía una presión tan fuerte en el pecho que pensé que no iba a soportarlo. Quería gritar que la odiaba, que no soportaba tenerla cerca, que el mayor error de mi vida había sido cruzarme en su camino. Pero no podía. «Maldita la hora en la que me enamoré de ti, ______. Ojalá pudiera odiarte.» Se alejaba de mí y no podía hacer nada para impedirlo. Alguien tiró de mi brazo y me estampó contra la pared antes de que pudiera salir. Era Enrico. Intenté esquivarle lleno de ira, pero volvió a arrastrarme hacia un pasillo para que no nos viera nadie. Le noté que lo sabía, pero Enrico solo estaba sorprendido, mientras que yo estaba destrozado. ______ estaba prometida.

—¡Estate quieto y escúchame!— me ordenó, empujándome. Me encaré con él.
—¡Lo sabías!— le recriminé con una rabia desaforada. Enrico cerró los ojos unos segundos y bufó negando con la cabeza— ¡Lo sabías todo y no me dijiste nada! ¡Dejaste que me enamorara de ella!— grité.
—Lo he sabido solo unos minutos antes que tú. No he tenido tiempo de advertirte, Joe.— Su tono de voz se calmó, me soltó y me dio unos golpecitos enlos hombros mientras observaba cómo me venía abajo por primera vez en la vida. Compartió conmigo cada partícula de dolor. Me apoyé en su hombro antes de que me abrazara.
—Si hubiese sabido que dolía tanto…
—La habrías amado igual— me interrumpió mientras apoyaba su barbilla en micabeza.
—Se casa, Enrico.— Mi voz sonó quejumbrosa, estaba a punto de llorar— Se casa con ese bastardo y nadie piensa remediarlo.— Me alejé de él— Por eso la trajeron de vuelta de Viena— terminé susurrando.
—Sabes a qué mundo pertenecemos. Estaba claro que si ______ volvía era porque había algo más detrás de esa decisión. No deberías sorprenderte.— Intentó explicarlo con tranquilidad, pero él también parecía cabreado.
—Ella no forma parte de esto— me quejé.
—¡Es la hija de Angelo, sí forma parte de esto! Son negocios, Joe. Como todo en nuestras familias.
—¡______ no es un negocio! Solo tiene diecisiete años, ¡joder!— Quise salir deallí, pero Enrico volvió a evitarlo.
—¿Crees que a mí no me importa?— preguntó, frunciendo el ceño— La quierocomo si fuera mi hermana pequeña. ¿Crees que no me duele que se case con ella? Porfavor, Joe. Ni siquiera tu amor evitará esa boda.— Le miré apretando la mandíbula y sintiendo cómo mi espalda se balanceaba débilmente intentando controlar mi cuerpo. «Si le mato, no tendrá que casarse», fue lo primero que me vino a la mente.
—¿Cuándo?— pregunté, temiendo la respuesta.
—En cuanto cumpla los dieciocho— repuso cabizbajo.
—No. No lo permitiré. Me la llevaré de aquí antes de que llegue ese día, Enrico.
—______ no te pertenece, Joe. No puedes hacer nada y lo sabes.— Negué con la cabeza mientras me apartaba un poco para buscarla entre la gente. No la encontré. ¿Qué pensaría ella de todo aquello? ¿Me necesitaría?
—No permitiré que se case con Valentino. Ella no, Enrico.
—No puedes evitarlo, Joe. Ya hay un negocio cerrado entre Angelo y Adriano. No sé de qué se trata, pero te prometo que lo averiguaré. De verdad.
—Así que los Carusso también nos ocultan cosas, ¿no?— Torcí el gesto buscando la mirada de mi gran hermano postizo. Él sabía a qué me refería. Después de todo, Fabio no era el único traidor— Pues a la mierda los negocios, Enrico. No pienso ser testigo de eso.— Me di la vuelta y coloqué los brazos en jarras retirando lachaqueta.
—Joe… —Volvió a tocarme el hombro. Sabía lo que me iba a decir.
—No me lo pidas. No me pidas que me comporte como un Jonas porque ahora no pienso hacerlo. No puedo hacerlo si ella es la moneda de cambio.
—Decías que el amor era de débiles. Ahora es cuando tienes que demostrarlo.— Enrico sabía cómo dispararme al centro del pecho. Era cierto, una vez lo dije y ahora me lamentaba.
—Lo mataré si la toca— continué, señalando con el dedo índice— Sabes quesoy capaz de hacerlo.
—Lo sé, pero iniciarías una guerra— añadió, previniéndose.
—Pues seré el primero en pelearla.— Ahora sí dejó que me marchara.
—Estás enamorado de ella…— confirmó, aunque ya lo había escuchado de mis labios antes.
—Y me culpo por ello todas las noches. Intenté evitarlo, y no lo conseguí. No pienso volver a intentarlo. Me… me gusta amarla.
—¿Sabes lo que eso significa?—Si se descubría, sería difícil de solucionar. La solución implicaba muerte y la muerte, pérdida. No me importaba morir si había luchado por ella.
—Sí… y asumo hasta la última de las consecuencias.

______ apareció por el pasillo, agitada. El dolor volvió a punzar mi pecho al mirarla. Se detuvo en seco en cuanto me vio. Me observó suplicante. En ese momento supe que ella también me amaba, pero no podía ir en su busca y decirle que yo sentía lo mismo. Debía irme

—Hasta que llegue ese día, evita que te descubran, por favor— me dijo Enrico observando nuestras miradas. Salí por la puerta después de ver cómo las lágrimas empezaban a deslizarse por el rostro de ______.

Narra ______

Me abalancé hacia la salida en su busca, pero Valentino tiró de mi brazo con furia. Me estampé contra su pecho y empecé a forcejear con él. Fue inútil. Joe se iba.

—¿Dónde demonios te crees que vas?— preguntó, agresivo. Por un momento me dio miedo, pero me lo tragué y le planté cara. Necesitaba salir de allí cuanto antes.
—Quiero perderte de vista. Has caído muy bajo mintiendo delante de tu familia— mascullé.
—¿Qué te hace pensar que he mentido? Que tú no supieras nada no significa que sea mentira— susurró en mi mejilla
—Ya está todo listo para que seas mi esposa. Cuando cumplas los dieciocho.— Me removí hasta que pude retirarme. Valentino hizo una mueca con socarronería.
—¡Y una mierda!— Mi tono de voz debió de recordarle a alguien: Joe— No me casaré contigo porque no te quiero. No eres suficiente para mí.— Levantó su mano para pegarme, pero cuando quiso hacerlo, Fabio lo detuvo. Lo empujó contra la pared y colocó su mano en la garganta de Valentino. Enrico me cogió del brazo y me protegió.
—Si vuelvo a verte amenazándola o me entero de que le pones una mano encima, descubrirás lo que significa el dolor— masculló Fabio Jonas antes de soltarle— ¡Largo!

Valentino se colocó bien el traje y me observó con una sonrisa tensa en los labios. ¿Cómo podía sonreír si se había acobardado ante Fabio? Qué mezquino era. Fabio observó cómo se iba y luego me miró a mí. No hizo nada más, solo asentir levemente mirando a Enrico y respirar hondo antes de marcharse con su paso siempre elegante.

—Vete, yo me encargo de todo— murmuró Enrico empujándome hacia la salida. Recorrí la calle caminando todo lo deprisa que me dejaban mi ropa y los tacones, aunque sabía que no podría alcanzar a Joe si había venido en coche. Me detuve en medio de la calle. Me invadió una resignación espantosa. No era el futuro que deseaba para mí, pero ¿qué podía hacer? Cerré los ojos.

Narra Joe

______ me llamó por teléfono varias veces. No respondí a ninguna de esas llamadas. No podía hablar con ella porque sabía que si escuchaba su voz me vendría abajo. Si alguien me hubiera advertido de lo que dolía el amor, hubiera evitado enamorarme de ella. Pero ¿a quién quería engañar? Era mentira. La habría amado igual. Mi móvil volvió a sonar, pero esta vez no era ______, sino Fabio. Fruncí el ceño.Una llamada de mi tío podía significar problemas. Descolgué aprisa.

—¿Qué tienes con ______ Carusso?— preguntó antes de que yo pudiera hablar. Su tono de voz era serio y parecía bastante afligido. Era extraño que Fabio estuviera así.
—Nada.— En realidad, no tenía nada con ella. No había ocurrido nada entre los dos.
—Joe… — Suspiró queriendo decir que no se chupaba el dedo.
—No ha pasado nada, tío. Es solo que…— No hizo falta que terminara la frase.
—¡Dios mío…! No puedo creerlo.— Yo tampoco.
— ¿Qué hago? ¿Qué se hace en estos casos?
—¡Jesús!, te has buscado un mal consejero para este tema.— Suspiró, como si estuviera buscando una solución— Joder, Joe. ¿______? ¿No había más chicas? ¿Tenía que ser ella?— En ese momento sí que estaba alzando la voz y daba la impresión de que estaba enfadado.
—Lo… siento. —No se me ocurrió decir otra cosa.
—¡Demonios! Me arrepentiré de esto, lo sé.— Volvió a suspirar y se quedó callado durante unos segundos, cavilando— Ve a por ella pero cuelga ya, antes de que me arrepienta de lo que acabo de decir.

Ni le oí terminar. Arranqué el coche y fui en su busca.

Narra ______

Entré en mi habitación y cerré la puerta con una patada. Había estado cerca de una hora buscando a Joe, sin éxito. Lo había llamado, pero no me había contestado. Le quería con locura y, sin embargo, Joe me había dejado. Retuve mis ansias de llorar y entré en el vestidor para cambiarme. Me coloqué unos pantalones cortos y la primera camiseta que pillé. Ni siquiera me molesté en encender la luz. ¿Para qué? Ya se había apagado en cuanto le vi marcharse. Quité los cojines, retiré el edredón y me desplomé en la cama hundiendo micara en la almohada. ¡Dios!, me obligaban a casarme con Valentino y había perdido a Joe. ¡Y todo había ocurrido en una noche! Si al menos hubiese podido hablar con él una últimavez para decirle lo mucho que le quería y le necesitaba…
El cristal de mi ventanal vibró. Miré hacia allí, pero no vi nada. Solamente las cortinas blancas de seda y las plantas que había en mi terraza. Me levanté de la cama y caminé lentamente hacia la puerta. Seguía sin ver nada, hasta que el cristal volvió avibrar con un golpecito. Entonces le vi. Joe había trepado hasta mi terraza. Llevaba la camisa por fuera y el nudo de la corbata le caía en el centro del pecho. Estaba hasta más guapo que cuando llevaba el traje bien colocado. Solté un gemido de alivio al verle mientras me llevaba las manos a la cabeza. Enseguida salté a la puerta y la abrí con ansiedad. La fría brisa de la madrugada me envolvió, pero no me importaba. Ahora le tenía frente a mí. Era suficiente el calor que me proporcionaba aquella alegría exorbitante. Joe miró mis piernas y fue ascendiendo con lentitud. Le pertenecía y éllo sabía tan bien como yo.

—No debiste marcharte sin mí— musité intentando controlar mi ansiedad. Joe intentó dominar sus impulsos. Lo supe por su forma de apretar la mandíbula. Tenía tantas ganas de tocarme como yo a él. Avanzó un paso.
—No debiste ir en mi busca.— Torció el gesto con el mismo erotismo que caracterizaba cada uno de sus movimientos.
—¿Por qué?— Con suavidad, tiré de su corbata y lo arrastré dentro. Cerró lapuerta antes de apoyar su frente en la mía.
—No podemos continuar con esto. Ya no— susurró intermitente mientras yo le acariciaba el pecho. Ahogó un suspiro— No sigas por ahí, ______ . Sabes que no podré detenerme— murmuró en mis labios mientras sus manos subían por mis caderas lentas, muy lentas.
—Me debes un beso— musité.

Maraton 4/6

CAPÍTULO 26 segunda parte
Narra _______

—Me debes un beso— musité.

Lo besé en la mejilla antes de que él subiera sus manos hasta mi cintura, por debajo de la ancha camiseta. Me besó, apretándome contra él. Sentí la urgencia de nuestros labios. Acariciaba mi espalda mientras me obligaba a caminar hacia atrás. No sabía dónde quería llevarme, pero estaba dispuesta a ir a cualquier lugar.
No quería detenerme, no quería que se detuviera. Sentí su lengua contra la mía. Besaba mucho mejor que en mis sueños y él lo sabía, por eso se recreaba en mis labios. Suspiré antes de tomar aire mientras su boca descendía por mi cuello. Enseguida cogí su rostro y volví a besarle.
Tiré de su chaqueta y comencé a desabrochar aquella odiosa camisa. Lo necesitaba más cerca. Entonces, él suspiró al notar mis dedos perfilar la piel de su vientre. Suavemente, sus rodillas separaron mis piernas y bajó sus manos por mi cuerpo hasta que me elevó del suelo. Me sentó sobre el tocador provocando que cayera el ramo de rosas que Valentino me había regalado aquella misma tarde. Se desparramó en el suelo, que es donde debía estar. Envolví su cuerpo con mis piernas y él se acercó aún más. Retiré su camisa acariciando sus hombros desnudos. Joe apretó mi cintura y quiso liberarme dela camiseta. Gemí cuando se detuvo y besó la punta de mi nariz.

—¿Es lo que deseas?— musitó excitado, rozando mis labios con su lengua.
—Ya deberías saberlo.— Imité su gesto aferrándome a su cintura.

Recorrí su musculosa espalda y volví a descender. Nos detuvimos de golpe al escuchar que alguien se acercaba por el pasillo. Miré hacia la puerta mientras él se perdía en mi clavícula soltando un suspiro de frustración.

—¿Quién crees que es?— me preguntó entre beso y beso desde mi hombro hasta la mejilla.
—No lo sé. Todos deberían estar en la fiesta.— Lo empujé maldiciendo a quien interrumpía aquel momento. Joe se alejó de mis piernas con resignación
—Será mejor que te escondas.— Le miré a los ojos y luego me perdí en la perfección de su pecho. Él volvió aobservar mis caderas mientras se mordía un labio.
—¿Que me esconda?— preguntó extrañado.
—No quiero que te vayas.— Le tiré su chaqueta antes de notar cómo alguien se detenía en mi puerta. Nosmiramos conteniendo la respiración. Yo fruncí el ceño. Joe parecía divertirse con aquella tensión. Lo empujé hacia la cama y lo tapé en cuanto me tumbé a su lado. Soltó una carcajada ahogada.
—Vaya, me he imaginado contigo en la cama, pero no en tu habitación— bromeó antes de acariciar mi vientre. Se acercó más dejando que mi brazo apreciara el calor de su pecho desnudo.
—¡Cállate!— exclamé entre susurros. La puerta se abrió y apareció la silueta de Sibila, la joven sirvienta.
—Señorita— susurró— señorita.— Me estaba haciendo la dormida, así que tenía que tardar en responder.
—Humm…— ronroneé a la vez que Joe acariciaba el filo de mis pantalones.
—Señorita, lamento molestarla, pero su madre me ha dicho que le comunique que mañana saldrán de viaje a las nueve.— La pobre parecía avergonzada.
—De acuerdo, Sibila…— Fingí un bostezo— Tranquila, no te preocupes.
—Lo siento mucho.
—Qué va, cariño. Ve a descansar.
—Claro. Buenas noches, ______.
—Buenas noches, Sibila.— La encantadora muchacha sonrió y después salió de la habitación cerrando la puerta.

Enseguida, Joe retiró las sábanas y se incorporó sentándose sobre sus rodillas. Miró mis tobillos y comenzó a acariciarlos subiendo muy lento. Dibujó mis rodillas, pero se detuvo al llegar a mis muslos. Cogió mis piernas y las abrió antes de echarse sobre mí. Deslizó sus labios por mi cuello rozando la piel con su lengua. A esas alturas, ya estaba demasiado descontrolada. Continuó bajando hasta que llegó a mi vientre. Acaricié su cabello y me removí bajo su cuerpo antes de impulsarme hacia él. Lo besé mientras él me sentaba sobre su regazo y se agarraba a mi cintura. Me deshice de sucamisa y empujé sus hombros para que se tumbara. Joe sonrió al verme sobre él. Cogió mis caderas resistiéndose a quitarme el pantalón. Sabía que no era el momento ni el lugar para concluir aquello (mi madre rondaba por la casa).

—¿Piensas estar así toda la noche?— dijo. Se me escapó un ligero gemido y me acerqué a su oreja. Le provoqué un suspiro entrecortado al morderle el lóbulo.
—Sé fuerte, Joe. Tú puedes con todo— bromeé antes de que apretara aún más mis caderas.
—No, nena. Con tu cuerpo encima, no puedo ser fuerte.— Negó sonriente. Decidí apartarme y dejarle algo de espacio para que se recuperara
—Pero eso nosignifica que te alejes— dijo antes de besarme.
—Quédate y duerme conmigo.
—¿Qué duerma contigo al lado? Eso será imposible.
—Vamos… podrás irte en cuanto amanezca.
—No hace falta que supliques. Pensaba quedarme.
—Se tumbó a mi lado y abrió sus brazos para que pudiera echarme sobre su pecho.
—No estaba suplicando. Además, sabía que conseguiría convencerte.— Sentí los pálpitos de su corazón antes de que rodeara mis hombros con su brazo.
—Por desgracia, sí. Eres la única que consigue dominarme.
—¿Te molesta?— Acaricié su vientre con un dedo.
—No sabes cuánto— susurró en mi cabello dándome un beso.
—¿Quieres que deje de hacerlo?— Busqué su mirada. Había oscuridad, pero pude ver el maravilloso resplandor de sus ojos miel. Inclinó la cabeza hacia mí y me contempló frunciendo el ceño.
—Si quisiera que dejaras de hacerlo, no estaría aquí, ______.— Me coloqué sobre su pecho y comencé a acariciar cada rincón de su rostro. Joe cerró los ojos con un gesto de tormento y apretó la mandíbula.
—¿Qué piensas, Joe?— Quise saber lo que le incomodaba.
—No es bueno que sienta de esta manera.
—¿Por qué?
—Porque no eres mía
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Maraton 5/6

CAPÍTULO 27

Narra _______

Mi corazón se paralizó por la indignación que sentí al pensar que Joe me creyera fuera de su alcance.

—¿Que no soy tuya?— le dije, molesta, incorporándome en la cama. Me cogí las rodillas y me aferré a la sábana. Joe me siguió y se colocó tras de mí, cabizbajo. No pudo ver mi rostro, estaba oculto por mi pelo, pero sí pudo notar mi enfado.— No era de nadie hasta hace diez minutos, Joe— añadí percibiendo en mi cuello cómo liberaba un suspiro ahogado.
—Lo siento— musitó— es que solo de pensar que vas a…— Puse un dedo en sus labios para que dejara de hablar.
—Estoy aquí y no me voy a ir de tu lado.— Su mirada fue tan intensa que me traspasó.
—¿Es eso lo que quieres de verdad, _______?
—¿Qué quieres tú, Joe? Dime.
—Te quiero a ti. Conmigo.
—Pues así será.—Me abrazó con la pasión que solo sus brazos podían transmitir. Y me quedé allí dormida sin dejar de sentir sus dedos acariciar mi cabello.Entre sueños sentía sus labios besando los míos.

Narra Joe

Me levanté de la cama para coger mi móvil. Me habían enviado un SMS. Por suerte, _______ no se despertó, tan solo se removió entre las sábanas. Era mi padre.
«Mitin Umberto Petrucci adelantado. 10.00 horas domingo. Marcello francotirador. Confirma.»
Así sería. Volví a la cama después de borrar el SMS. Observé a _______ y me sentí extraño. Me había dicho que estaría conmigo, que era mía, pero no estaba seguro de si seguiría opinando lo mismo después de descubrir la clase de hombre que era. Tenía dieciocho años, sí, pero era el mejor en mi trabajo.
Inhalé el aroma de su cabello. Un ligero perfume a fresa me inundó y cerré los ojos antes de darle un beso en la frente. Se removió soltando un suave gemido. Incliné mi cabeza hacia delante y contemplé sus labios entreabiertos. La besé. Fue un beso cálido, sereno, pero cargado de deseo. Ella me contestó acariciando mis mejillas. Quería despedirme.

—Despierta, mi niña— susurré en sus labios. Abrió los ojos y miró de reojo la ventana.
—Aún no ha amanecido. Todavía es de noche— murmuró aferrándose a mi cuello. Llevaba razón, aún no había amanecido, pero no me iría de allí sin despedirme.
—Tengo que irme.
—Nooo… —renegó ella, aún somnolienta.
—Terminarás por cansarte de mí.— Le sonreí.
—Dudo que eso ocurra.— Por fin me mostró aquellos ojos plata. La besé mientras mi mente proyectaba lo que haría en unas horas. Mataría a Umberto Petrucci.— ¿Te veré mañana?— me preguntó acariciando mi cabello.
—Sabes que sí.— Se incorporó queriendo abrazarme. La cogí entre mis brazos y la coloqué sobre
mi regazo. Era tan frágil, tan menuda… Me daba tanto placer abrazarla, que no me creía capaz de parar.

Volvimos a besarnos como lo habíamos hecho antes de acostarnos. Solo que esta vez supe detenerme. Me colocó la mano en el pecho y lo acarició mientras apoyaba su frente en la mía.

—Tengo que irme— resoplé de nuevo.
—¿Por qué?— preguntó dibujando mi nariz.
—Tengo algo importante que hacer.— Acaricié sus piernas.
—¿Más importante que yo?— Arqueó las cejas, provocativa. Si esperaba que esquivara la pregunta, estaba equivocada. No le mentiría en eso.
—No hay nada más importante que tú.
—Entonces no te vayas.— Me abrazó obligándome a tumbarme sobre ella— Fingiré que me encuentro mal y me quedaré aquí contigo. Nos pasaremos el día entero en la cama, besándonos y haciendo el amor… —
Terminó sonriendo entre mi hombro y mi mandíbula. Aquel era el mejor plan que podía escuchar y habría dado cualquier cosa por complacerla, pero no podía ser.
—El lunes me tendrás para ti sola. Te lo prometo, amor— terminé susurrando. Aún me costaba creer que yo pudiera expresarme de aquella forma. Aún me costaba creer que amara a alguien de aquella forma.
—No me vale…
—¿No te vale?— Sonreí buscando su mirada.
—Tendrás que mejorar tu oferta.— Fingió estar enfurruñada.
—¿Qué te parece tenerme el lunes, el martes, el miércoles…?
—Tampoco…—Bien, pues allá iba otra proposición.
—¿Y todos los días de mi vida?— pregunté mirándola a los ojos. Se quedó boquiabierta, totalmente sorprendida. Mi pecho percibía cómo su corazón se desbocaba. Ni siquiera yo mismo era consciente de lo que acababa de decir, pero aquellas palabras salieron sin más de mi boca. No me arrepentía.
—Eso está mejor— se obligó a decir, sonrojada.
—Hecho…— Rocé sus labios con los míos
—Son tuyos.— La abracé acariciando su melena con mis manos.

(...)

—Le estoy mintiendo— musité en cuanto terminé de lavarme la cara.

Contemplaba en el espejo la imagen de un hombre mentiroso, de un mafioso que aspiraba a más que a una simple extorsión. Sacudí la cabeza para tratar de no pensar en ello. Tenía asuntos profesionales que atender y no podía mezclar las cosas. En ese momento lo importante era estar allí para dar la señal a Marcello para que disparara a Umberto Petrucci. Después, correría a por ella y la abrazaría hasta desaparecer en sus brazos. De esa forma, podría olvidar qué tipo de persona era. Aunque, en realidad, yo disfrutaba con mi «trabajo». Estuve horas culpándome por amarla; _______ merecía a su lado una persona mejor que yo, pero era incapaz de alejarme.

Recorrí el pasillo que conducía a la sala donde el candidato a la alcaldía de Roma impregnaba de ilusiones a los presentes. Sus palabras eran tan convincentes que por un momento hasta yo mismo las creí. Me quedé en la puerta, apoyado en el marco, mirando incrédulo el improvisado escenario. Podía haberme mezclado con la gente, pero no quise tener que fingir ser de izquierdas y haber de contener mis impulsos antetanta palabrería radical.

Umberto confesaba sus ideas de una forma ferviente. Gesticulaba con las manos, alzaba la voz para que todo el mundo le oyera con claridad y arremetía contra Adriano elegantemente. Todo eso suscitaba que su público le halagara en cuanto terminaba una frase. Él se limitaba a sonreír. Aseguraba que ahí no terminaba la cosa, que la política no eran solo promesas. «Maldito embustero.» Ya tenía poco que añadir para convencer de que era el alcalde apropiado. Lástima que no pudiera llegar ni a terminar aquel discurso. Alcé mi muñeca y me la acerqué a la boca con la excusa de recomponer la chaqueta de mi Armani gris marengo. Una pequeña pulsera de caucho la envolvía. Era un dispositivo para comunicarnos entre nosotros. Marcello ya se encontraba en los conductos y tenía a Umberto en el centro de su mirilla. Enrico esperaba con Carlo (el mediano de los Carusso) en un coche al final de la calle. Me parecía inconcebible que Enrico pudiera trabajar con el amante de su mujer, Marcello. Aunque eso dejaba claro lo poco que quería a Marzia.

—Estoy cansado de tanta palabrería— musité con voz ronca sin dejar de mirar ami alrededor discretamente.

Aquella misión podría haberla hecho mi hermano kevin, o Logan, pero mi padre decía que kevin era demasiado impetuoso y que no aguantaría escuchar a
Umberto. Y logan…, bueno, logan era demasiado tranquilo. Él había nacido para estar detrás de una mesa dando órdenes.

—Creí que nunca ibas a decirlo, Joe.— La voz de Marcello Pirlo sonó en el pequeño y casi inapreciable auricular que llevaba en la oreja izquierda
—Si quieres, puedo bajar allí y coserle los labios. Le favorecería mucho tener la boca cerrada.
—Cálmate, querido— ahora era Carlo quien hablaba. Tenía una voz muy parecida a su hermano, Angelo
—Solo un disparo.
—Entre ceja y ceja, Marcello— volví a mediar, imaginándome sus sonrisas.

Estiré los brazos y acaricié mi cabello. Aquella era la señal. Umberto dejó de hablar y un pequeño hilo de sangre comenzó a emanar de su frente. El líquido resbaló por su nariz. Había sido un tiro limpio, entre ceja y ceja, como le había pedido. Con los ojos en blanco, Umberto cayó al suelo. El golpe fue tan fuerte que pude escuchar su cabeza rebotar contra la madera. Al golpe le siguieron unos alaridos. La gente comenzó a gritar desaforada mientras intentaban buscar la salida. Los guardaespaldas de Petrucci se lanzaron al escenario. Alguno de ellos, con pistola en mano, buscaban entre la multitud una pista del asesino. No lo encontrarían, no estaba entre la gente. Tampoco podían esperar averiguar nada por la autopsia. La bala erato talmente lisa. El propio Marcello las preparaba con un componente indestructible que le suministraba Fabio. Era imposible encontrar al culpable. El crimen perfecto. Bienvenidos a la mafia.

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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 5th 2012, 16:20

Maraton 6/6

CAPÍTULO 28 primera parte


Narra _______

Me fui directamente a secretaría para entregarle a Antonieta el justificante por mi falta del viernes. Daniela me había telefoneado para advertirme de la mentira que había escogido para ocultarme; les había dicho a los profesores que me encontraba mal. Así que se lo expliqué a Enrico y él me hizo el favor del firmar mi justificante. Antonieta no estaba y las clases ya habían comenzado. No sabía qué hacer, si quedarme y esperar, o entrar en clase. De repente la puerta se abrió y me giré creyendo que era Antonieta, pero me equivoqué. Joe se abalanzó sobre mí y me besó con fuerza. Llevábamos sin vernos más de un día y aquel beso me supo a gloria. Le abracé a la vez que me empujaba hacia el despacho del director.

—¿Qué estás haciendo?— mascullé entre beso y beso. Sonreí al sentir la urgencia de sus besos. Me encantaba que me besara de aquella forma.
—Voy a hacerte el amor sobre la mesa del director— murmuró subiendo sus manos por debajo de mi falda. Acarició mi ropa interior antes de cerrar la puerta del despacho con la pierna.
—Estás loco— sonreí, pero estaba dispuesta a arriesgarme. Me sentó sobre la mesa y se inclinó sobre mí, pero no me besó. Me observó torciendo el gesto sin dejar de acariciar mis muslos. Resoplé cerrando los ojos. Aquellas caricias creaban dependencia, las necesitaba para continuar respirando. Joe disfrutó al verme tan entregada.
—Eres preciosa… —dijo sin dejar de mirarme a los ojos. Su voz sonó tranquila y absolutamente sincera, y al oírlo no pude evitar sonrojarme. Su intensa mirada me decía que yo era la única. Lo abracé.
—No dejes de repetirlo.

Lo besé acariciando su espalda. Pero enseguida me detuve al escuchar unas voces que se aproximaban. Si nos descubrían, nos caería una gorda. Era una expulsión asegurada. Empujé a Joe contra la pared y lo obligué a esconderse tras una estantería. Él me cogió de la mano intentando que me escondiera con él, pero me deshice de él.

—Quédate ahí, yo le entretendré.
—¿Estás loca?— No dio tiempo a más. El director me cazó. Fingí estar mirando sus libros. Joe se puso tenso, justo a unos centímetros de mí. Si no lo veía, sería por un milagro.
—Señorita Carusso— dijo el director arqueando una ceja— ¿qué hace aquí?— De momento no parecía estar cabreado.
—Venía a entregarle el justificante de falta.
—Entonces aprovecharé para darle unos papeles que debe firmar su padre.— La secretaria estaba justo a su lado y abrió los ojos de par en par. Había descubierto a Joe. Temí que hablara, pero se mantuvo callada, observándome.
—¿Qué papeles?
—Nada, no se preocupe. Son para ultimar su matrícula. Olvidé enviárselos la semana que usted inició las clases.— Me entregó una pequeña carpeta marrón.— Aquí tiene. Si es posible, tráigamelos esta misma tarde.
—Por supuesto.— Tragué saliva. Debía irme y no podía dejar a Joe allí— Señor Espósito, ¿sería tan amable de acompañarme a clase? No quiero importunar y su presencia facilitaría mi llegada.— Jesús, cuánto rollo tenía, pero qué bien había sonado. El director asintió y se dirigió a la puerta.
—Claro, no se preocupe.— Antonieta me miró y me guiñó un ojo para indicarme que ella ayudaría a Joe a salir de allí. Le sonreí.

(...)

Ricardo detuvo el coche justo enfrente del edificio de los laboratorios Miller. No había encontrado a mi padre en casa cuando llegué del colegio, así que le pregunté a Sibila dónde se encontraba. Para mi sorpresa, me dijo había ido a los laboratorios. Comí aprisa y me marché. Quería llevar de vuelta aquellos papeles al San Angelo lo antes posible e irme con Joe. Miré hacia arriba y contemplé los siete pisos del edificio. Era una gran torre de cristal con apariencia de frágil levantada en pleno centro de la ciudad. Aquellos laboratorios pertenecían a los Jonas; concretamente a la abuela materna de Joe, Delia Miller. Entré en el vestíbulo dejando tras de mí el ligero sonido de las puertas correderas al cerrarse. Me quedé de pie para observar la espectacular sala.

Parecía larecepción de un hotel, solo que con una luz más grisácea. La recepcionista me miró por encima de sus gafas y frunció el entrecejo. Depronto, sonrió y se levantó de su sillón negro. Bordeó la mesa de cristal (con forma de semicírculo) y corrió hasta mí arrastrando sus zapatos de tacón.

—¡_______, madre mía, cuánto tiempo!— exclamó aquella mujer mientras me cogía de los hombros para darme dos besos. Sonreí intentando recordar quién era— La última vez que te vi tenías solo cinco años. Estas guapísima.— De repente me vino su nombre: Liviana Marchetti.
—¡Hola, Liviana!— exclamé, sonriente.
—¿Vienes a ver a tu padre?— preguntó, comenzando a caminar hacia su silla.
—Sí.— Por el tono tan natural que Liviana utilizó, parecía que era habitual que mi padre visitara aquel lugar.
—Bien, me pillas por poco. Hoy salgo antes, es el cumpleaños de Claudio, mi hijo pequeño. Cumple nueve años, está hecho un diablillo.— Intenté fingir que me interesaba lo que estaba contándome. Lo logré porque no dejó de hablar de sus asuntos.
—Bueno, no te entretengo más. Angelo está en la última planta. Si decides irte antes, te dejo la llave de las puertas detrás de la impresora, ¿de acuerdo?— Me mostró cómo escondía una pequeña llave tras el aparato y volvió a sonreír— No te aconsejo que les esperes, una reunión con ellos te puede llevar horas.— Negué con la cabeza. ¿Una reunión? No dejaba de sorprenderme. Todo era muy extraño y no me sentía cómoda. Una vocecita interior me decía que allí pasaba algo raro. Aunque, bien mirado, desde que llegué a Roma me habían sucedido las cosas más extrañas. ¿Estarían relacionadas? La desazón invadió mi cuerpo sin comprender porqué.

—No, no quiero esperarles, créeme.— Di unos pasos hacia el ascensor.
—Perfecto. Bueno, _______, me alegro de verte. Pásate un día por aquí y tomemos un café, querida. Así hablamos de nuestras cosas.— Se colocó su bolso sobre el hombro.
—Claro. Pronto, lo prometo.— Dudaba que le quedara algo que contarme después de la conversación que habíamos tenido. Bueno, más bien, del monólogo que me había largado ella.

El ascensor se detuvo con un movimiento brusco. La puerta se abrió y yo salí en el mismo momento en que sonó un disparo. Me quedé inmóvil, completamente paralizada. Las manos y los labios comenzaron a temblarme. No podía creer lo que estaba viendo. Las lágrimas empañaron mis ojos. Los cerré apretando con fuerza. Quería desaparecer. Tragué saliva y los volví a abrir. Estaba muerta de miedo. Mis pupilas enrojecidas se movieron hacia el lugar de donde provino el ruido. Vi a Fabio caer al suelo con el pecho ensangrentado. Mis piernas flaquearon y estuve a punto de caer cuando vi a mi padre, sonriente. Uno de los suyos había matado al tio de Joe, a Fabio Jonas y a sangre fría y él se reía orgulloso. «Maldito. ¿Quién eres, papá?» No podía creerlo. Retrocedí unos pasos hasta que topé con la puerta del ascensor. Fue un sonido leve y seco, casi inapreciable, pero el hombre que mantenía la pistola en la mano miró hacia allí entrecerrando los ojos. Aquel verde esmeralda fue lo último que vi antes de agacharme. Era Valentino, él había disparado. Él había matado a Fabio delante de todos.

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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 5th 2012, 16:20

ahi les subi 6... espero les guste.... grax por los coments ^^
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 5th 2012, 18:13

COMO SE TE OCURRE CORTARLA AHÍ?
Gracias por el maratón, tu novela es adictiva sabias? jajajajjajaja

P.D: me encanta! síguela
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PinguinitaJonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 5th 2012, 22:18

Oh Dios!!! La dejaste buenísima!! Gracias por los
capítulos, estuvieron geniales! Siguela pronto !

Besos (:
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Tatu d'Jonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 5th 2012, 22:35

osea Wenn te juro q ame la maraton!!!
pero PORQ LA DEJAS ASIIII eres maala!!!
Sad
hayyy diooos me he quedado mudaaa!!!!!!!!!!!
tienes q seguirla lo mas PRONTO posible
por favoooor
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 6th 2012, 07:32

no la dejes hay jopeeee
NOOOOOOOOO
porbre Fabio llore y todo
siguelaaaa
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 6th 2012, 14:47

CAPÍTULO 28 segunda parte


—No te asustes, hijo. Es el ascensor— dijo Adriano. Su padre también estaba. ¿Pero qué clase de reunión era aquella? «Dios, sácame de esta. Te lo suplico.» Me tapé la boca. Estaba demasiado nerviosa y asustada, a punto de gritar.
—Será mejor que nos vayamos. Enviaré a unos hombres para que se deshagan del cadáver cuanto antes. Si los Jonas descubren quien lo ha hecho, estamos perdidos— dijo mi padre, saliendo del laboratorio.

¿Si los Jonas los descubrían? ¡Joder!, ¿qué estaba pasando?, ¿de qué iba todo aquello? Se comportaban como… ¡mafiosos! Volví a tragar saliva, pestañeé e intenté volver a respirar con normalidad. Pero no podía. Las lágrimas no me dejaban ver con claridad. Me encogí y comencé a gatear hasta ocultarme bajo una mesa. No podrían descubrirme allí. Ahora no.
Un hombre alto llamó al ascensor. Este se abrió de inmediato.

—¿Lo ves?, Valentino. Era el ascensor— dijo Jago, su hermano mayor.

Entraron en el ascensor seis hombres. Todos llevaban guantes; reconocí a algunos de ellos: eran los guardaespaldas de mi padre. En cuanto el ascensor se puso en marcha y empezaron a bajar me lancé a por Fabio. Tenía que ayudarle. Aunque mi padre había dicho que estaba muerto. Vi el agujero de bala que había terminado con su vida. Me tiré de rodillas a su lado apretando los labios y sintiendo cómo las lágrimas brotaban sin control y resbalaban por mis mejillas. «Si hubiese llegado antes no habría muerto. Mi presencia les habría advertido y no habría pasado nada. Maldita Liviana. ¿Por qué me has entretenido con todos tus cotilleos?» , me decía sin poder concentrarme. Instintivamente presioné la herida de su pecho para que dejara de sangrar. Cogí mi pañuelo y lo coloqué encima. Me acerqué a su nariz y noté que respiraba débilmente. Empecé a zarandearle para que despertara. El sabor salado de una lágrima mojó mis labios cuando vi que sus ojos se abrían lentamente. Gemí antes de abrazarle.

—¡Oh, Dios mío, Fabio!— Brotó sangre de su boca cuando quiso hablar. Rápidamente la limpié mientras le negaba que hablara.— No digas nada, te sacaré de aquí— dije entre lágrimas y jadeos. Con la poca fuerza que le quedaba, Fabio cogió mi brazo, y negó con la cabeza.
—Es-estoy mu-muer-to, _______— balbuceó provocándome un llanto aún más desconsolado.
—No, tú solo aguanta. Te salvaré, Fabio.— Dios, me iba a morir de dolor. ¿Cómo lo sacaría de allí si ni siquiera tenía fuerzas para dejar de llorar?
—Mi-mírame…— Fabio acarició mi cara y me aferré a su mano
—To-toma…esto.— Con la otra mano, me entregó un pequeño dispositivo, un USB negro— Cógelo… y vete.
—No, no te dejaré. Ya te lo he dicho.— Su mirada era tan… tan paternal… Mi padre jamás me había mirado así.
Tampoco me había sonreído nunca de aquella forma. Fabio lo hizo aun sin tener fuerzas ni para respirar.
—Eres… tan hermosa…— Se le estaba escapando la vida— No me guardes…rencor. ¿Me lo prometes?— ¿Por qué iba a guardarle rencor? Asentí solo para que se tranquilizara y dejara de hablar. Estaba perdiendo todas las fuerzas que necesitaba para que saliéramos de allí.
—Sí, Fabio, lo prometo. Ahora, vámonos.— Lo cogí de los hombros y lo arrastré por el suelo sin dejar de llorar. Él soltó un gemido de dolor.
—No, de-déjalo. Ven… ven aquí. A
-abrázame.— Me lancé a sus brazos antes de escuchar sus últimas palabras.
—Cuida de… Joe… Te-te… quiero.— Murió allí, entre mis brazos, y yo no pude hacer más que aferrarme a él y llorar. El dolor me destrozaba, notaba que algo de mí moría con él. Cogí mi iPhone del bolsillo de mis vaqueros y marqué el número de Joe. La pantalla táctil se cubrió de sangre. Joe contestó antes de que terminara el primer tono.
—¿Dónde estás, cariño?— preguntó alegre. Comencé a llorar descontroladamente.
—Joe…— pude balbucear entre sollozos ahogados.
—¿_______, qué pasa? ¿Dónde estás?— Se puso nervioso. No pude contestarle. No sabía qué decir. Tenía el cuerpo de su tío en mi regazo, era imposible hablar— ¡_______, por Dios, dime dónde estás! ¿Qué ocurre?— Gritó descontrolado. Escuché la voz de su primo tras él. También parecía preocupado.
—Estoy… —Sorbí y sequé mis lágrimas con el reverso de mi mano. Me llené la cara de sangre— estoy en los laboratorios Miller… Han… han matado a… Fabio.

Noté cómo se le cortaba la respiración. Entonces, la puerta del ascensor se abrió. Miré hacia allí y vi a Valentino acercándose deprisa. Me agaché de golpe y besé a Fabio antes de agazaparme detrás de una estantería. Apoyé la espalda en la pared y encogí las piernas apretando los dientes. Ahora no podía llorar, tenía que recuperar el control. Miré entre las rejillas de la estantería. Numerosos botes de cristal oscuros y un montón de papeles me ocultaban. Valentino registraba la sala con aire irascible. Se acercó al cuerpo de Fabio, le hurgó en los bolsillos y se incorporó. Le miró desde arriba con cinismo. No percibió que lo había movido.

«Hijo de puta. Deberías estar tú en su lugar.» Fruncí los labios. La rabia me dio fuerzas. Tenía miedo, no podía negarlo, era la primera vez que veía asesinar a alguien; es más, era la primera vez también que veía a alguien querido, pero no me sentí cobarde. La adrenalina y el odio corrieron por mis venas con ímpetu. Le dio una patada en las costillas a la vez que hacía una mueca bravucona. Giré el rostro deseando no haberlo visto. Se estaba regocijando con un hombre muerto; con un gran hombre. Debía escapar antes de que me viera, pero ¿por dónde? Miré a mi alrededor y vi la puerta de la escalera de emergencia. Valentino decidió marcharse. No había encontrado lo que buscaba, porque debía de ser lo que yo tenía en las manos. Lo aferré con fuerza apretando la mandíbula.

Cuando salió del laboratorio me arrastré hacia la puerta. Se me cayó el móvil al suelo y el paso de Valentino se detuvo en seco frente al ascensor. Me quedé inmóvil observando desde el suelo cómo empuñaba su pistola. Avanzó un paso, tragué saliva. Avanzó otro y cargó su arma; el sonido penetró en mis oídos. Aquella bala era para mí. «Sal de aquí, _______. ¡Ahora!» Cogí el móvil y me abalancé resbalando hacia la puerta. Salí desbocada hasta topar con la barandilla de las escaleras. La oscuridad me envolvió. No se veía nada, solo las señales luminosas que indicaban en qué piso estaba. Empecé a bajar, aterrorizada. Llegué al sexto piso y empujé otra puerta para seguir bajando. Valentino saltaba los escalones de tres en tres intentando apuntarme, pero yo solo era una sombra amparada por la oscuridad. Empujé la puerta del cuarto piso justo cuando una bala impactó en la barandilla. Sentí la vibración bajo mi mano. ¡Me estaba disparando! Me estampé contra la puerta de la planta baja. Tras ella estaba el vestíbulo. Tras la impresora estaba la llave. Tras la puerta de la calle estaba mi salvación. Pero aquella maldita puerta estaba cerrada y Valentino iba ya por el segundo piso.

—¡Vamos! ¿Qué clase de escalera de emergencia tiene las puertas cerradas? ¡Mierda!— exclamé entre susurros dándole una patada. Corrí de nuevo hasta el primer piso y me lancé a la puerta. La única forma de escapar estaba allí. Entré en el salón antes de que Valentino me viera. Volvió a disparar, y yo tropecé cayendo sobre el sofá. Me removí y volví a correr sin saber qué dirección tomar. El ascensor no vendría a tiempo y no había otra escalera. Entré en un despacho que había cerca del ascensor, cerré intentando no hacer ruido y me escondí tras el escritorio. Tenía que pensar bien qué hacer. Estaba atrapada y cualquier movimiento podría delatarme.

Entonces, vi el conducto de la ventilación. Me levanté con rapidez y tiré fuerte de la rejilla con los dedos. Cogí una silla y me impulsé dentro de aquel agujero. Me arrastré a gatas por el conducto cuando escuché otro disparo. Giré deprisa tomando cualquier dirección. No sabía dónde acabaría, pero tenía que aguantar allí. De repente, la chapa comenzó a tambalearse. Me detuve colocando las palmas de mis manos en la pared, pero la base terminó cediendo y caí. Mi espalda chocó contra la mesa de cristal del vestíbulo, que se hizo añicos. Caí al suelo arrastrando un millón de cristales.


AHI ESTA! ESTA VEZ YO NO LO CORTE.. ESTE CAP TERMINA ASI.. BUENO.. CREO QUE LOS DEMAS CAPS LAS DEJRAN MAL... PERO EN FIN... ES MUY LINDO.. SIGAN COMENTANDO.. GRAX CHICAS ^^
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Tatu d'Jonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 6th 2012, 20:18

hay dios Wenn...ayer nos dejas super trsites
y ahora??? peor!!! q mala eres porq nos haces estoo Sad
SIGUELA POR FAVOOOOOR PRONTOOOOO
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PinguinitaJonas
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 6th 2012, 22:16

No, no... Tu no la dejaste ahí verdad?
Tu vas a subir otro capítulo! No puede ser!!
Uissssh! Cada vez odio mas a Valentino! Que pasara??
Siguela pliiiiiiiiisssssss!!!
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 7th 2012, 09:50

siguela por dios no la puedes dejar asii no puedes
siguelaaa
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MensajeTema: Re: MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu)   MIRAME Y DISPARA - ADAPTADA (Joe&Tu) - Página 4 Icon_minitimeAgosto 7th 2012, 10:42

CAPÍTULO 29

Narra Joe

Frené bruscamente y enseguida vi a _______ caer sobre la mesa. Los cristales se extendieron por el suelo. Salté como alma que lleva el diablo hacia la entrada del edificio. Si descubría quién quería hacer daño a _______, lo descuartizaría. Me protegí la cabeza y arremetí contra el vidrio de la puerta. No sabía a qué me enfrentaba y no quería sacar el arma delante de _______, a menos que no fuera necesario. Las puertas del ascensor se abrieron y, antes de que pudiera verme, me lancé detrás del mostrador. Yo, en cambio, sí pude verle a él. _______ permanecía tras la madera doliéndose de una rodilla. Tenía sangre por todas partes, pero vi que no era suya…, era la sangre de mi tío Fabio. La cogí de un
brazo y la arrastré hacia mí.

—¿Estás bien?— musité antes de que Valentino disparara. _______ comenzó allorar desconsolada. Estaba asustada y se aferró a mi chaqueta. Fruncí los labios, lleno de ira, y le cogí el rostro— _______, mírame. ¡Mírame!— Terminó haciéndolo sin dejar de llorar— quiero que hagas lo que te diga, ¿de acuerdo? Estoy aquí, no te preocupes.— Asintió tragando saliva.

Eché mano a mi espalda, cogí mi pistola y la cargué. _______ me miraba con las pupilas dilatadas, luchaba por comprender qué hacía yo con un arma, pero no lo lograba. Acababa de perder a una persona que amaba, no sabía si resistiría perder a otra. Suspiré

—Corre hacia la puerta cuando yo te diga ¿Entendido?
—¿Y tú? No pienso irme sin ti.—Su voz sonó rotunda, aunque las lágrimas seguían cayendo por su mejilla. Acarició mi mano. Por fin la miré.
—Iré detrás de ti, lo prometo.— _______ sabía que cumplía mis promesas.
Su rostro se calmó y asintió con la cabeza dejando que una oleada de expresiones la dominara. Asomé lentamente la cabeza y vi a Valentino escondido en el pasillo de las escaleras de emergencia. Me disparó y _______ tiró de mí para protegerme.

—No pasa nada, _______ —susurré, tranquilizándola. Ella frunció el ceño.
—No es la primera vez que disparas, ¿verdad?— dijo con un tono cálido.

Me tranquilizó, su rostro parecía confiar en mí. Mi silencio le dio la respuesta. Entonces vi el cartel que indicaba el orden de las plantas. Estaba colgado de unos alambres. Si disparaba, caería sobre Valentino y nos daría los minutos que necesitábamos. Humedecí mis labios y apunté sabiendo que _______ me contemplaba alucinada. Era consciente de que estaba descubriendo que yo no era un chico normal, como seguramente había pensado. Estaba averiguando qué había tras mi fachada. Disparé y el panel se soltó. Cayó sobre la espalda de Valentino, que se desplomó.

—¡Ahora, corre!— grité, indicándole la salida cuando nos levantamos del suelo. Lo único que quería era que no la viera. Si Valentino la descubría, su vida correría peligro. Salió corriendo hacia la puerta sorteando los trozos de cristal. La seguí sin dejar de apuntar a Valentino, que se removía bajo el panel; le llevaría unos minutos levantarse. _______ entró en el Bugatti cuando yo guardaba la pistola en mi espalda. Arranqué todavía con la puerta abierta.

—¡Agáchate!— grité mientras esquivaba un camión a toda velocidad. Estábamos fuera de la vista de Valentino, pero no me fiaba. Cuando estuve seguro de que _______ ya estaba a salvo, me vine abajo. Todo aquello lo había provocado el asesinato de Fabio. Mi tío estaba muerto. La angustia se apoderó de mí.

Narra _______

Entré en el salón del piso de Joe aferrada a su mano. Denisse, la madre de Joe, fue la primera en vernos.

—¡Oh, Dios mío!— gritó lanzándose a por mí— ¿Qué ha pasado?— Comenzó a inspeccionarme rápido, con la respiración agitada y con las manos temblorosas. Paul se levantó de su asiento seguido de Alessio y de sus hijos, Logan y Kevin. También pude ver a Enrico, que enseguida corrió hacia mí.
—No es suya… — masculló Joe, impotente.

Sabía lo que él estaba sintiendo porque en mi pecho no cabía más dolor. Mis ojos volvieron a inundarse, pero evité llorar. Tragué saliva cuando vi cómo Paul miraba a su hijo. Todos los hombres de aquella sala se estaban hablando sin que nadie pudiera escucharles.

—¿De quién es?— preguntó Alessio con la vista fija en la sangre que cubría mi cuerpo. Que Joe bajara la cabeza de aquella forma, les dio la respuesta que requería su tío.
—¡Joe! ¡Oh, joder, tío! ¿Estáis bien?— exclamó Taylor al entrar en el salón. Me abrazó con fuerza y después miró a su alrededor. Alex y Eric también estaban allí.
—¿Dónde está mi hermano?— habló Paul esperando que su hijo le mirara. No lo hizo hasta que gritó—: ¡Contesta!— Joe se humedeció los labios después de morderlos.

Estaba totalmente desconsolado, afligido. Habían matado a su tío, a quien él tanto adoraba. Sus ojos reflejaban tanto la pena que sentía como la sed de venganza. No pude evitar volver allorar y me aferré más fuerte a los brazos de Taylor. Enrico me miró frunciendo el ceño.

—¿Tú estabas allí?— murmuró discretamente, para que solo pudiera escucharle yo. Asentí mientras Joe se pasaba una mano por el cabello y se desplomaba contra la pared.
—Llegué tarde… podría haberle salvado, pero no llegué a tiempo— dije en voz alta alejándome de Taylor. Caminé hacia Paul y le miré suplicando perdón.— ¡Lo siento muchísimo! ¡No pude salvarle!— exclamé a solo un metro de él. Oculté mi rostro entre mis manos antes de sentir cómo me abrazaba. Pude ver como Alessio se desplomaba en el sofá.
—¿Dónde?— gruñó Kevin
—En los laboratorios…— suspiró Joe. Denisse cogió la mano de su hijo.
—¿Quién había allí, _______?— me preguntó Logan. Me alejé de Paul y le observé temerosa. Debía decirle que mi padre estaba allí y que seguramente dio la orden.
—Adriano y sus dos hijos. También estaba mi… padre… —Contuve el sollozo que resbalaba por mi garganta— Dijeron que sus hombres irían después a recoger el cuerpo de Fabio.— Joe me contempló con fijeza. Me estaba acariciando con la mirada y todos se dieron cuenta. Toda la familia supo que estábamos juntos.
—Logan, Kevin, llamad a mis inspectores. Que vayan y levanten el cadáver. No quiero que toquen a mi hermano.— Me quedé allí plantada, en el centro del salón, contemplando la nada mientras todo el mundo se movía a mi alrededor. Cómo había cambiado mi vida en unos minutos. Joe cogió mi mano y me arrastró con delicadeza hacia las escaleras. Me llevó a su habitación.

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