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ωσυnd·ed
·Prólogo·
-No pienso seguir con esto, Nicholas. -Un hombre de unos 40 y tantos le hablaba con autoridad. Era de tez blanca, cabello castaño, algo relleno, gafas, y ojos café-. No voy a sacarte de cada idiotez que decidas cometer. Me acabas de costar cinco mil dólares.
El joven se reclinó en la silla, subió los pies en el escritorio de su padre. La desvergüenza se reflejaba en sus ojos, y en la sonrisa cínica en sus labios. -Vamos, papá. No me vas a decir que te molesta pagar cinco mil por el bienestar de tu hijo.
-Han sido veinte mil en lo que va de año, y ya no estoy tan seguro de que sea por tu bienestar.
-¿Me llamaste solo para regañarme?
-¿Quieres bajar tus pies de mi escritorio?
Nick bufó, pero bajó los pies. -¿Ya me puedo ir?
-Nicholas, por favor comportarte. Vas a matar a tu mamá de los nervios.
-Nah, no creo que muera.
-No tienes nada de vergüenza, hijo.
Nick se levantó. -Algunos nacen feos, otros tontos... Yo nací sin vergüenza.
Kevin suspiró. -Vete ya, por favor.
El joven se aclaró la garganta. -Um, papá... -Se metió las manos en los bolsillos de sus jeans desgastados-. Necesito dinero...
-Para tus vicios, ¿No? ¿Crees que no me he dado cuenta de que fumas y tomas como loco?
-No es un secreto para nadie.
La cara de Kevin era color rojo intenso. No dijo nada.
-Tengo un auto, ¿De acuerdo? Y no funciona con agua. La gasolina cuesta casi cinco dólares por galón.
Kevin sacó de su billetera tres billetes de cien y se los extendió, pero retiró la mano cuando Nick iba a tomarlos. -Escúchame bien...
Nick rodó los ojos.
-La próxima vez que tengas problemas con la policía.... Te quedas sin auto.
-No puedes quitarme mi auto.
-¿Quieres apostar?
Nick suspiró.-Lo prometo...
Pero su padre ya no creía en sus promesas. -Aquí tienes... -Le entregó el dinero-. Confío en ti, Nicholas...
Él se despidió con un gesto militar, y salió de la oficina.