|
| Segunas Oportunidades Nick y Tu | |
| | Autor | Mensaje |
---|
I♥Jobros Forista!
Cantidad de envíos : 93 Fecha de inscripción : 23/03/2012
| Tema: Segunas Oportunidades Nick y Tu Mayo 5th 2012, 08:36 | |
| -TITULO: Segundas oportunidades [Nick y tu] -FECHA DE CREACIÓN: 05/05/2012 -AUTOR(A): I♥Jobros -TIPO DE LECTORAS: Todas -TIPO DE NOVELA: Hot -Tema: Qué pasaría si te casas por amor por verdadero amor pero ese amor que sentías hacía esa persona se apaga. Pero si cuando ya creías que esto ya no tenía arreglo y ocurre una desgracia pero gracias a eso el amor que existía se vuelve a encender y de este modo que la vida te brindará una segunda oportunidad...Está es la historia de Nicholas y _________
Última edición por I♥Jobros el Mayo 6th 2012, 12:52, editado 1 vez | |
| | | I♥Jobros Forista!
Cantidad de envíos : 93 Fecha de inscripción : 23/03/2012
| Tema: Segunas Oportunidades Nick y Tu Hot Mayo 5th 2012, 09:33 | |
| CAPÍTULO 1 La sirena sonaba muy fuerte. Dolorosa y agonizantemente fuerte. El sonido era algo vivo, que se metía en la cabeza y traspasaba hasta la médula. «Que alguien pare eso», pensó ella. Pero aunque dejó de sonar, el dolor no desapareció. –Mi cabeza. –susurró ella. –Mi cabeza. Nadie estaba escuchando. O mejor dicho, nadie la podía oír. ¿Estaba diciéndoselo a alguien, o sólo estaba pensando. La gente se agolpaba en torno a ella, mirándola, algunos muy preocupados, otros por pura curiosidad. Sintió que la levantaban con mucha delicadeza. ¡Pero le dolía mucho! –Tranquilos. –dijo alguien, mientras la metían a un vehículo. ¿Un camión? No. Era una ambulancia. Las puertas se cerraron y se empezó a mover, y aquel horrible sonido empezó otra vez mientras recorrían a toda velocidad las calles de la ciudad. Se sintió aterrorizada. ¿Qué le había pasado? Trató de decir algo, pero no pudo. Estaba atrapada en el silencio y en su dolor. ¿Había tenido un accidente? En su mente se formaron imágenes de una calle mojada y resbaladiza, un bordillo y un taxi que se dirigía hacia ella. Oyó otra vez el pito del coche y el frenazo. ¡No, no! Pensó. Y a continuación su grito se mezcló con el de la sirena y de pronto se sumió en la oscuridad. Estaba tumbada de espaldas y se dejó llevar por la corriente de un sueño. Fragmentos de frases sin sentido, cayendo a su alrededor, como si fueran copos de nieve. –... la presión sanguínea no se ha estabilizado... –... espera que le hagamos una radiografía, antes de... Se estaban refiriendo a ella. ¿Pero, por qué? ¿Qué le había pasado? Quería preguntárselo, quería decirles que dejasen de hablar sobre ella como si no pudiera oírles. Lo único que le pasaba era que no podía abrir los ojos, porque los párpados le pesaban mucho. Se quejó y alguien le apretó la mano, como dándole confianza. –¿_______? ¿Quién? –_______, ¿me oyes? ¿_______? ¿Así era como se llamaba? ¿Era ése su nombre? –... las heridas en la cabeza son impredecibles... La mano le apretó más. –¡Dejad de hablar de ella, como si no estuviera aquí! Era una voz muy masculina, como la mano que le estaba tocando. De pronto todos se callaron. _______ intentó mover los dedos, apretar la mano que estaba sujetando la suya, para expresar así su agradecimiento a aquel hombre. Pero no pudo. Su mano no le respondía. Lo único que podía hacer era quedarse allí tendida, sin moverse, con su mano en la mano de alguien que no conocía. –No te preocupes, _______. –le murmuró. –Estoy aquí. Aquellas palabras la tranquilizaron, pero al mismo tiempo sintió miedo. ¿Quién, sería aquel hombre? Sin advertirlo siquiera, se sumió en la oscuridad. Cuando despertó, todo estaba en silencio. Se dio cuenta de que estaba sola. No se oía a nadie, y nadie le estaba sujetando la mano. Se sentía como si estuviera en una nube, pero podía pensar con claridad. ¿Podría abrir los ojos? La posibilidad de no poder abrirlos la aterró. ¿Se habría quedado paralítica? No. Porque los dedos del pie los movía. Y también sus manos, y sus piernas... _______ respiró, mantuvo la respiración y poco a poco fue expulsando el aire. A continuación, intentó abrir los ojos, que pesaban como si tuvieran dos losas encima. La luz de la habitación la cegó. Parpadeó y miró a su alrededor. Estaba en un hospital. Estaba claro. Había una botella de suero colgada de un atril, al lado de la cama, conectada a. su brazo. Era una habitación agradable, grande y llena de luz, además de cestas de fruta y ramos de flores. ¿Las habrían traído para ella? Tenía que ser, porque no había nadie más allí. ¿Qué le habría pasado? Ni las piernas, ni los brazos los tenía escayolados. Tampoco le dolían. Si no hubiera sido por aquella aguja clavada en su brazo, hubiera jurado que se acababa de despertar de una siesta. Levantó la cabeza y buscó un timbre, para llamar a la enfermera –¡Ahh! Sintió un dolor intenso en la cabeza. Se echó para atrás y cerró los ojos otra vez. –¿Señora jonas? _______ trató de decir algo. –¿Me oye, Señora Jonas? Abra los ojos, por favor y míreme. Aquello le dolía, pero logró abrirlos y vio la cara de una mujer, que le sonreía. –Muy bien, Señora Jonas. Muy bien. ¿Cómo se siente? _______ abrió la boca, pero no pudo pronunciar una palabra. La enfermera asintió con la cabeza. –Espere un momento. Le vaya mojar un poco los labios. ¿Qué tal? –Me duele la cabeza. –dijo _______. La enfermera sonrió, como si hubiera dicho algo maravilloso. –Ya sé que le duele, querida. El médico le dará algo en cuanto venga a verla. Iré a buscarle... _______ extendió el brazo y agarró la manga blanca del uniforme de la enfermera. –¿Qué me ha pasado? –preguntó. –El doctor Corbett se lo explicará todo, Señora Jonas. –¿Fue un accidente? No recuerdo nada. Un coche, un taxi. –Tranquila. –la enfermera, con mucha delicadeza, le quitó la mano y salió de la habitación. –Relájese, Señora Jonas, sólo tardaré un minuto. –¡Espere! La enfermera se paró, al oír aquella palabra, dicha con tal tono de urgencia. Se dio la vuelta. –¿Qué ocurre, Señora Jonas? _______ miró a su alrededor. El corazón le latía a toda velocidad. –¿Por qué me llama Señora Jonas? Vio la mueca que hizo la enfermera con la boca, y su mirada comprensiva. –¿No me lo puede decir? –le susurró _______. –¿No me puede decir quién... es decir, quién soy yo? Llegó el médico. Dos médicos, de hecho, uno muy joven y amable y el otro más mayor, con un aire de mayor autoridad, a juzgar por la forma que la miraba, mientras la tacaba el cuerpo. –Señora Jonas. –así era como todos la llamaban y, como un perrito bien entrenado, en unos minutos aprendió a responder a ese nombre, a extender el brazo y dejar que le quitaran la aguja, a responder sí, cuando alguien se dirigía a ella por el nombre de Señora Jonas. Pero lo único que sabía era que estaba en una habitación y que para ella la vida había comenzado hacía tan sólo unos minutos. Hizo algunas preguntas, como sacadas de una mala película, pensó, pero al tiempo le sorprendió que hubiera sabido lo que era una mala película. Pero el médico joven dijo que así era la amnesia, que te acuerdas de algunas cosas, pero de otras no, que era como si alguien hubiera limpiado el cerebro y _______ le dijo que era una suerte, porque de lo contrario habría pensado que en la cama yacía un calabacín gigante. Le dijo tantas tonterías, que él empezó a reír y ella también, a pesar de que con ello le doliera la cabeza. Pero de pronto su risa se convirtió en sollozos, como si se le fuera a romper el corazón en pedazos, y sintió que una aguja entraba en su brazo y cayó dormida. Cuando despertó era de noche. La habitación estaba a oscuras, tan sólo un resplandor se colaba por debajo de la puerta. _______ se movió, intranquila. –¡Enfermera! –susurró. –_______. Conocía esa voz. Era la misma voz masculina que había oído hacía una eternidad, cuando recobró el conocimiento. –Sí. –dijo ella. Oyó el suave crujir del cuero y de pronto una forma humana se levantó de la silla y se sentó en su cama. Muy despacio, con mucho cuidado, ella apoyó la cabeza en la almohada. Aquella figura masculina estaba en la oscuridad y no se le podía distinguir la cara. Por lo que se veía era un hombre grande, ancho de hombros. –_______. –le dijo otra vez, con voz ronca, como ella la recordaba, con un tono, en esos momentos, más suave. La agarró de las manos, y ella no tuvo dificultad alguna para entrelazar sus dedos con los de él, agarrándose a esa mano, como si fuera un bote salvavidas. –Bienvenida. –le dijo. _______ tragó saliva. No se le ocurría nada, porque parecía estúpido preguntarle que quién era ella, dónde estaba o quién era él. –Tendrás un montón de preguntas. –le dijo él, y ella casi se puso a llorar al ver su grado de comprensión. –Sí. –murmuró. Él asintió. –¿Quieres preguntarme ahora mismo, o prefieres que primero llame a la enfermera? ¿Quieres algo? ¿Agua, o quieres ir al baño? –Quiero respuestas. –dijo _______, con urgencia, apretando su mano. –Necesito respuestas. –Claro, claro. ¿Enciendo la luz? –No. –le respondió, rápidamente. Si encendía la luz, todo aquello sería real. Y no era real. No podía ser. –Prefiero estar a oscuras, gracias. –Está bien. –la cama se hundió, cuando él se sentó a su lado. La besó en los labios y pudo sentir la fuerza y el calor de aquel hombre. –Pregúntame, y te responderé lo mejor que pueda. –¿Qué ha pasado? –le preguntó, humedeciéndose los labios. –¿Quién me trajo aquí? ¿Tuve un accidente? Él suspiró. –Sí. –Parece que recuerdo algo... no sé... estaba lloviendo, creo. –Sí. –volvió a decir. Le apretó la mano. –Estaba lloviendo. –Me bajé de la acera. El semáforo estaba verde, me fijé en ello, porque... porque... –frunció el ceño. Había una razón, pero no se acordaba de ella. _______ se puso a llorar y el hombre que estaba a su lado se inclinó y la sujetó por los hombros. –Todo ha pasado. –le dijo. –Todo ha pasado, _______. La tocaba con delicadeza, pero pudo sentir la tensión contenida en sus manos, oler su aroma masculino, que llenaba el aire que se respiraba en aquella habitación. –El taxi... –Sí. –Se saltó el semáforo... –Tranquila. –Lo vi, pero cuando reaccioné, ya era demasiado tarde... El hombre juró entre dientes, la levantó y le apoyó la cabeza en su pecho. Sintió un dolor muy intenso en la cabeza y lanzó un grito. Él la apoyó de inmediato en la almohada. –¡Maldita sea! –dijo. –No te tendría que haber movido. Pero ella sintió que aquel dolor no fue nada, comparado con el placer que había sentido al estar en sus brazos. Aquel cuerpo emanaba vigor y fortaleza. Se lo quiso decir, pero pensó que aquellas cosas no se le decían a un desconocido. –Estoy bien. –dijo ella. –Lo que pasa es que hay tantas preguntas... El hombre le acarició la cara con el dorso de la mano. –Cuéntame el resto. ¿Me atropelló el taxi? –Sí. –Y la ambulancia me trajo a este hospital... –Estás en el hospital de Manhattan. –¿Estoy grave? –él no parecía saber qué contestar, y ella tragó saliva. –Por favor, dime la verdad. –Sólo tienes magulladuras en todo el cuerpo, una herida en el ojo, en la que te han dado unos puntos... –¿Y por qué no me acuerdo de nada? ¿Tengo amnesia? –El taxi sólo te rozó. –le respondió. –Pero cuando te caíste, te golpeaste la cabeza contra el bordillo. –Tengo la mente en blanco. Me llamas ______, pero para mí ese nombre no significa nada. No sé quién es _______. Sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad y ya casi le podía distinguir. Tenía unas facciones muy fuertes, con una nariz muy recta, de pelo negro y quizá un poco largo. –¿Te acuerdas de mí? –le susurró, tan bajo que casi no lo oye. –¿Sabes quién soy yo, _______? Suspiró. ¿Se acordaba de él? ¿Sabía su nombre? –No. –le contestó. –No me acuerdo. Hubo un silencio que casi se podía palpar: Sintió la presión de sus manos. Suavemente, las retiró, como si ella hubiera sido una figura de porcelana muy frágil. Se levantó, y ella se dio cuenta de que era alto, ancho de hombros y de cintura estrecha, piernas largas y delgadas. Se quedó de pie, aliado de la cama, mirándola. –Los médicos me han dicho que me esperara esto, pero... –dijo él. Se encogió de hombros, como si nada pudiera hacer por remediarlo. –Lo siento. –murmuró ella. –Lo siento mucho. Él la sonrió con amargura. Se volvió a sentar a su lado y le agarró de la mano. Y de pronto se acordó de algo, pero fue un recuerdo tan fugaz que no supo cómo interpretarlo. Vio la cara de él apoyada en la mano de una mujer, vio sus labios apoyados en la palma de esa mano... ¿Era ella aquella mujer? ¿Le iba él a agarrar de la mano para besársela? Sólo de pensarlo se le aceleró el pulso. Pero lo único que hizo fue dejarle la mano otra vez en su sitio, dándole después unos golpecitos. –No es culpa tuya, _______. No tienes que disculparte por nada. Y tuvo la sensación de que sí tenía que disculparse, que le debía muchas disculpas. Pero aquello era una tontería. ¿Cómo le iba a deber algo a alguien que no conocía? –Por favor. –dijo ella. –¿Cómo te llamas? Torció un poco la boca. Se levantó y se fue a la ventana, mirando a la oscuridad de la noche. Pasó toda una eternidad, antes de que el se volviera y la mirara de nuevo. –Me llamo Nick, Nicholas Jonas. _______ dudó. Aquel pozo oscuro que se la había tragado tantas veces desde el accidente parecía que la llamaba otra vez. –Nick Jonas. –murmuró ella, dándole vueltas a ese nombre en la cabeza, intentando y no consiguiendo encontrar alguna familiaridad. – Tenemos el mismo apellido. Él se echó a reír. –Ya veo que no has perdido tu sentido del humor, _______. Sí, tenemos el mismo apellido. –¿Y somos familia, pues? –Claro, mi amor. Mira, _______, yo soy tu marido. ---------------------------------------------------------------- Bueno hasta aquí el primer capítulo puede que más tarde suba el capítulo dos solo espero que de aquí a cuando lo suba haya por lo menos un comentario!!! Espero que les haya gustado se que la historia no parece muy bn pero les aseguro que tengo muchas cosas planeadas para esta novela!!!! | |
| | | FerJonas12 Novia De..
Cantidad de envíos : 645 Localización : Ave. Fastlife LA. California Fecha de inscripción : 03/02/2012
| Tema: Re: Segunas Oportunidades Nick y Tu Mayo 5th 2012, 16:04 | |
| Primerísima lectora! O eso creo! Hay me encanto tu nove Tienes que seguirla el primer capi estuvo ahsfhtejzbsk Siguela porfa! Me encanto el ultimo dialogo! Hasta yo me reí Espero que rayis recuerde algo! Siguela please! | |
| | | FerJonas12 Novia De..
Cantidad de envíos : 645 Localización : Ave. Fastlife LA. California Fecha de inscripción : 03/02/2012
| Tema: Re: Segunas Oportunidades Nick y Tu Mayo 5th 2012, 16:05 | |
| | |
| | | I♥Jobros Forista!
Cantidad de envíos : 93 Fecha de inscripción : 23/03/2012
| Tema: Segunas Oportunidades Nick y Tu Hot Mayo 5th 2012, 18:09 | |
| Capítulo 2
Todas las enfermeras lo conocían por su nombre, pero después de diez días no era de extrañar.
Lo sorprendente era que nick sí pensaba que se había convertido en una persona famosa en el hospital, más cuando iba allí en coche con conductor.
Morgana, que era su asistente personal, se había reído a carcajadas cuando él expresó su asombro y molestia por su posición actual.
–No soy Richard Gere. –le había dicho, porque le habían parado una docena de veces para pedirle autógrafos, en su recorrido diario al hospital. –¿Para qué quieren una firma de un banquero de Wall Street?
Morgana le había contestado que él no era sólo un banquero de Wall Street, que era el hombre al que el presidente del Banco Mundial y el presidente de los Estados Unidos llamaban para pedir consejo financiero, a pesar de que ninguno de los dos conocía su afiliación política.
Además Morgana también le recordó que había sido incluido en la lista de los diez hombres más guapos de Nueva York. Nick, que cuando vio su nombre en aquella lista se sintió avergonzado, se sonrojó. .
–Fue algo absurdo, que incluyeran mi nombre en un artículo tan estúpido. –murmuró.
Pero los medios de comunicación pensaban de otra manera. Durante aquella semana no se habían producido noticias de importancia, y el accidente de la esposa de uno de los hombres más guapos de Nueva York, había atraído su atención.
Cuando fue al hospital por primera vez, allí le habían estado esperando un ejército de periodistas, con micrófonos en la mano y cámaras de televisión, preguntándole cosas que ni siquiera se atrevería a contestar al más íntimo de los amigos. Pero Nick se había abierto paso entre la multitud y no había respondido a ninguna.
En aquel primer encuentro con la prensa había aprendido una lección. A partir de entonces fue al hospital en una limusina, a pesar de que no le gustaba aparentar. A _______, sin embargo, sí le gustó. Le encantó el lujoso asiento del acompañante, con su bar, televisión y equipo estéreo.
Qué ironía que el coche que a él no le gustaba y que su esposa adoraba se hubiera convertido en el vehículo en el que se desplazaban, desde que tuvo el accidente.
Y no tenía nada que ver con el bar o la televisión. Lo utilizaba porque era la única forma de evitar a la prensa. Llegó al hospital, paró en la entrada del personal médico, hizo una seña al portero, como si fuera algo que hubiera estado haciendo toda la vida, y entró en el edificio. Aquella iba a ser la última vez que iba a ir allí.
Al día siguiente, _______ estaría instalada en una cómoda habitación en el centro de rehabilitación de Bright Meadows. Aquel sitio tenía una reputación excelente, tanto por recuperar pacientes, como por protegerlos de los intrusos. Bright Meadows se había especializado en pacientes de una elevada posición social. Nadie, que no tuviera un apellido famoso, podía entrar en aquel edificio, que tenía incluso un helipuerto, por si los periodistas se agolpaban a la puerta.
Hollister paró en la entrada de los médicos, como de costumbre, y saludó al guardia de seguridad, cuando entró en el ascensor. Estaba a punto de dar un suspiro de alivio, cuando una rubia con una sonrisa de triunfo le abordó con micrófono en mano.
–Señor Jonas. –le dijo. –Muchos lectores de The Sun quieren saber cómo está la Señora Jonas.
–Muy bien, gracias. –le respondió nick, con educación.
–¿De verdad? –le preguntó en un susurró. –Puede contar a los lectores de The Sun la verdad, Señor Jonas. ¿Cuál es el estado de su mujer?
–¿ Quiere usted hacer el favor de dejarme en paz?
–¿Es verdad que está en coma?
–Por favor, no me moleste.
–Hemos oído que su mujer tuvo el accidente cuando se dirigía al aeropuerto, de donde iba a partir hacia el Caribe, a celebrar su segunda luna de miel. ¿Lo puede usted confirmar?
Nick apretó los dientes. Si lo hubiera querido, hubiera borrado aquella expresión de comprensión de la cara de aquella rubia. Lo único que hubiera tenido que hacer era contarle la verdad, que su mujer se dirigía al aeropuerto, para ir al Caribe, porque los dos habían decidido separarse de mutuo acuerdo.
Pero no estaba dispuesto a aguantar los cotilleos de la prensa amarilla. Su vida era privada. Además, en aquel momento no tenía sentido alguno poner fin a su matrimonio. ______ y él estaban casados y él iba a permanecer a su lado, para ayudarla hasta que se pusiera bien.
–¿Señor Jonas?
Aquella rubia no estaba dispuesta a cesar en su empeño. Había cambiado la expresión de su cara, de la más tierna compasión a la de preguntas sinceras. Estuvo a punto de decirle que la última vez que había visto a alguien con aquella expresión fue a un tiburón que estaba dispuesto a arrancarle una pierna, cuando estuvo buceando en la costa mexicana.
–Lo único que quiero es que comparta sus problemas con nuestros lectores. –le dijo. –¿No cree que es mejor desahogarse? Nick sonrió.
–Bien, señorita...
–Washbourne. –le contestó ella, sonriendo–. Mona Washbourne, pero puedes llamarme Mona.
–Muy bien, Mona, te voy a decir algo. –de pronto nick dejó de sonreír, se levantó la manga de su chaqueta y se miró el reloj. –Como no me dejes en paz de una vez, te vas a arrepentir.
–¿Me está amenazando, Señor Jonas?
–Si tú lo piensas. –Eso parece. No obstante lo tengo todo aquí grabado, en el...
–Yo nunca amenazo, hago promesas. Cualquier persona que haya tratado conmigo, te lo puede decir la miró directamente a los ojos. – Tienes cuatro segundos, a partir de ahora mismo.
Viera lo que viera Mona Washboume en aquella fría mirada, lo cierto es que le dejó en paz.
–¿Nunca ha oído hablar de la libertad de prensa? No puede ir por ahí, amenazando periodistas.
–¿Eso es lo que eres? –le preguntó nick, con educación. –¿Una periodista? Y yo que pensaba que eras una...
Pero antes de que terminara la frase, ella había salido y las puertas se habían cerrado. Mejor así, porque no tenía sentido alguno insultar a aquella mujer.
Había sido una semana bastante dura. Estaba claro que ya no amaba a ______ y ni siquiera estaba seguro de que la hubiera amado en toda su vida. Pero eso no quería decir que no hubiera sentido miedo, cuando le llamaron para comunicarle que había tenido un accidente. Él no era una persona despiadada. ¿Qué hombre no hubiera reaccionado de la misma manera, al recibir aquella noticia?
Pero lo que le había pasado a ______ había sido bastante grave. Había perdido la memoria. No recordaba nada. Ni siquiera su nombre, ni que estaba casada...
Las puertas del ascensor se abrieron. La enfermera de guardia lo miró, con una expresión de que no era la hora de visita, pero cuando lo reconoció le sonrió.
–Es usted, Señor Jonas. Pensábamos que no iba a venir hoy.
–Es que no me he podido escapar antes de una reunión, señorita Howell.
–Claro. Eso es lo que le dije a la Señora Jonas, al ver que no venía.
–¿Cómo está hoy?
–Muy bien. –le contestó la enfermera, sonriendo. –Se ha peinado, maquillado y se va recuperando poco a poco.
–Eso está bien.
Dejó a la enfermera y se fue a la habitación de ______.
–¿Por qué me miras así? –le había preguntado la tarde anterior, y al ver que él no respondía, se había puesto la mano en la herida. –Estoy fea, ¿no?
Nick se quedó de pie, queriendo decirle que lo que había estado mirando era la ______ que él no había olvidado, la que rebosaba gracia y hermosura, incluso con aquella bata blanca del hospital. Pero no se lo había dicho. Lo que le dijo fue que no estaba fea y había cambiado de conversación.
Pero aquello le dejó una sensación muy extraña. Fue como un retroceso en el tiempo y verla como la primera vez que la conoció. Se lo había contado a Morgana y ella, le había expresado su opinión.
–Pobrecilla. –le dijo. –¡Claro que es una persona diferente! Piensa en lo que ha tenido que pasar, Nick. Es posible que le dé miedo mirarse al espejo. Pero en cuanto se arregle un poco el pelo y se maquille, seguro que se sentirá mejor. ¿Quieres que me encargue yo?
Nick dudó al principio, aunque no supo bien por qué. Pero al final le dijo que se encargara de hacer las llamadas pertinentes. Cuando abrió la puerta de la habitación, ______ estaba mirando por la ventana. Tenía puesta una bata de color azul clarito, con el pelo echado para atrás, atado con un lazo.
Entró y dejó que la puerta se cerrara tras él.
–¿______?
Ella se volvió al oír su voz y él vio que ella había vuelto a ser la que era. De sus ojos había desaparecido la sensación de vulnerabilidad.
Le habían maquillado la cara y sus labios, aunque gruesos y sensuales todavía, habían perdido su color natural.
La chica que él una vez llamó su gitana, ya no estaba. Había sido sustituida por una figura de mujer muy sofisticada y él consideró una estupidez sentir aquella pérdida, porque de todas maneras había dejado de ser su gitana hacía mucho, mucho tiempo...
–Nick. –dijo ______. –No te esperaba.
–Es que no me podía ir de la reunión... ¿Has estado llorando, ______?
–No. –le respondió ella. –claro que no. Es que me duele la cabeza, eso es todo. –tragó saliva. –Gracias por la ropa.
–No seas tonta. Traerte tu ropa, era algo que tenía que haber hecho el primer día.
______ se pasó la lengua por sus labios. Miró su bata y después lo miró a él.
–¿Quieres decir que esta es mi ropa?
–Claro. Ellen la sacó de tu armario.
–¿Ellen?
–Tu sirvienta.
–Mi... –empezó a reírse, caminó hacia la cama y se sentó en el borde. –¿Tengo sirvienta? –Nick asintió. –Pues dile que se lo agradezco. Y gracias también por enviar a alguien para que me arreglara el pelo.
–No tienes que agradecerme nada, ______.
Se lo dijo con mucha delicadeza, a pesar de que deseaba decirle con todas sus fuerzas que le gustaba más con el pelo suelto, con el color natural de su cara, sus ojos cafés y su sonrisa radiante. Estaba muy guapa, pero había estado más guapa antes.
Nick frunció el ceño. La tensión de los últimos diez días le había puesto muy nervioso. No tenía sentido volver al pasado, cuando el pasado no había sido real.
–¿Qué? –preguntó él. –¿No te alegra que te hayan dado el alta?
______ lo miró. Sabía lo que tenía que decir. A pesar de que le alegraba dejar aquel hospital, temía lo que le podía esperar fuera de él.
Hasta ese momento, sabía que Nick y ella vivían en una casa cerca de Central Park, y no tenía ni idea de qué tipo de vida llevaba antes. Nick era rico, lo cual era evidente, y ella no sabía muy bien cómo se tenía que comportar la mujer de un hombre rico. Era un hombre muy guapo. Un hombre muy masculino, y ella había estado todo aquel tiempo allí en aquel hospital, con tan sólo una mísera bata, sin arreglar, con el pelo sin peinar, hasta que él envió a una peluquera, momento en el que se dio cuenta de que él la prefería más arreglada.
No era de extrañar, pues, que la mirara como si la acabara dé conocer.
A lo mejor así las cosas mejorarían entre ellos. Todas las enfermeras le dijeron lo afortunada que era por estar casada con Nick Jonas. Era un hombre guapísimo, muy sensual...
Tan amable, pero tan frío a la vez.
Pero las enfermeras no se daban cuenta de eso. ¿Era así como siempre la había tratado? ¿Como si fueran dos personas que se acababan de conocer? ¿O había sido el accidente, lo que motivó aquel cambio? ¿Se portaba así con ella, porque no podía recordar su pasado?
–¿Qué te pasa, ______? –ella parpadeó y lo miró. –¿Han cambiado los médicos de opinión, y quieren que te quedes unos días más?
–No, no. Me han dicho que me puedo ir por la mañana, a las diez. Sólo estaba pensando, cómo me vaya sentir cuando vaya a... a... –casa, pensó. Pero no podía pronunciar aquella palabra. Y no tenía por qué. Porque no iba a ir a casa. Iba a ir a un centro de rehabilitación. Más paredes blancas, más techos altos, más enfermeras. sonrientes. –¿Dónde está Big Meadows?
–Bright Meadows. –dijo Nick, sonriendo. –Está a una hora en coche. Te gustará el sitio, ______. Muchos árboles, montañas, una piscina muy grande e incluso hay una sala de musculación. No es como tu club, pero...
–¿Mi club?
Nick se maldijo a sí mismo. Los médicos le habían advertido que no era bueno recordarle su pasado, hasta que no estuviera preparada.
–Lo siento. En realidad no quería...
–¿Es que pertenezco a un club?
–Sí.
–¿Quieres decir que pertenezco a uno de esos sitios tan ridículos a los que va la gente a sudar como un loco?
Nick sonrió.
–Creo que el director de Power Place se sentiría ofendido si oyera eso.
–A mí no se me ocurriría ir a un sitio así. He estado viendo la televisión esta mañana y salió una habitación llena de gente dando saltitos. Estaban tan ridículos. ¿Y dices que yo hago lo mismo que ellos?
–Te vuelvo a repetir que al director de Power Place no le gustaría oírte hablar así.
–¿Y por qué no hago ejercicio al aire libre? ¿No decías que vivimos cerca de Central Park?
Nick pensó que aquello era como estar hablando con una persona totalmente diferente a ______.
–Sí, vivimos muy cerca. Y no sé por qué no vas a correr allí. Yo voy, todas las mañanas.
–¿Sin mí? –le preguntó.
–Sí, sin ti.
–¿No vamos a correr juntos?
Él se quedó mirándola. En el pasado lo habían hecho. Casi se le había olvidado. Las primeras semanas después de casarse, habían salido todos los días a correr juntos. Iban en silencio, hasta que de pronto ella aceleraba y le retaba a alcanzarla. Él la dejaba unos metros de ventaja, hasta que pensaba que le iba a ganar, pero de pronto aceleraba, la alcanzaba, la agarraba entre sus brazos y la tumbaba en la hierba. La besaba, hasta que paraba de reír y exteriorizaba su deseo. Y entonces, paraban un taxi y se iban a casa...
–Decías que preferías ir al club. –le dijo él, con cierta brusquedad. –Porque así veías a todos tus amigos, y que era más seguro que correr al aire libre. ¿Has decidido ya lo que te vas a poner mañana?
–¿Cómo va a ser más seguro? ¿No íbamos los dos juntos?
–Decidimos que era mejor así, ______. Porque yo no tenía horario fijo. Tengo que dedicar muchas horas a mi negocio. Tú lo sabes. Es decir, no lo sabes, pero...
–Está bien, no tienes que explicar nada más.– _____ sonrió. –Eres un hombre muy ocupado. Todas las enfermeras me dicen que soy una mujer muy afortunada, por estar casada contigo.
–Lo mejor que pueden hacer es meterse en sus asuntos. –respondió él.
–No te enfades con ellas; Nick.
–La gente tenía que meterse en sus asuntos. –le dijo, luchando contra la rabia que sentía por dentro, aumentando cada vez más. –Las enfermeras, los periodistas...
–¿Periodistas?
Por segunda vez, nick se arrepintió de lo que había dicho. Pudo percibir el pánico en la voz de ______ y se volvió para mirarla.
–No te preocupes por ellos. No dejaré que se acerquen a ti.
–¿Pero por qué...? –empezó a preguntar. –Claro, quieren saber lo del accidente, cómo estoy, porque soy la Señora Jonas.
–No te molestarán, ______. En cuanto estés en Bright Meadows...
–Los médicos me han dicho que me va a poner una terapia en Bright Meadows.
–Sí.
–¿Qué clase de terapia?
–No lo sé. Te tienen que examinar, primero.
–¿Examinarme? –le preguntó, con una sonrisa nerviosa.
–Mira, ese sitio es el mejor de todo el país.
–Yo no necesito ninguna terapia. –le respondió. –Lo único que quiero es acordarme de mi pasado.
–La terapia te ayudará a conseguirlo. –¿Cómo? –levantó un poco la cabeza. Tenía una sonrisa radiante, aunque un tanto indecisa. –No tengo daños físicos, Nick. Yo no necesito que nadie me acompañe en mis paseos, ni que un médico me pregunte cosas sobre mi infancia, que no puedo recordar.
Nick frunció aún más el ceño. Le estaba diciendo lo mismo que había dicho él, cuando le recomendaron Bright Meadows.
–______ no está loca. –había razonado. –Ni tampoco está inválida.
Los médicos le habían dado la razón, pero habían argumentado que no había otro sitio al que se pudiera mandar a una mujer que sufría de amnesia, a menos que no se la llevara a casa. Necesitaba paz y tranquilidad y alguien que la cuidara. ¿Podía un hombre que trabajaba doce horas al día, darle eso?
No, nick había respondido que no. Tenía que dedicarse a su profesión. Tenía una empresa muy importante en Wall Street y clientes a los que atender. Y también sabía, aunque no se lo había dicho a los médicos, que ______ y él no aguantarían mucho tiempo juntos.
Bright Meadows era el sitio donde ______ tenía que ir. Los médicos y Nick lo habían acordado.
¿Pero estaba de acuerdo ______ con ellos?
–¿Nick?
Miró a ______. Estaba sonriendo, con cierto nerviosismo.
–¿Podría preguntarte, si no hay otro sitio al que pueda ir que no sea un hospital? Un sitio donde me pueda quedar, hasta que empiece a recordar cosas.
–Necesitas paz y tranquilidad, ______. La casa de la ciudad no es...
Ella asintió y se dio la vuelta, pero no antes de que él viera las lágrimas en sus ojos. Estaba llorando. Con dignidad, pero llorando al fin y al cabo.
–______. –le dijo, con amabilidad. –Por favor.
–Lo siento. –se levantó y se fue a la ventana, donde se quedó, dándole la espalda. –Vete a casa, por favor, Nick. Ya es muy tarde y tienes muchas cosas que hacer. Lo que menos necesitas es una mujer que sienta pena por sí misma.
¿Habría sido siempre así? La imagen que él tenía de su esposa era una mujer delgada, alta, muy estirada, hombros rectos, no la mujer que estaba junto a la ventana, que era pequeña e indefensa.
–______. –le dijo, mientras se dirigía a su lado. –Escucha, todo va a salir bien, te lo prometo.
Ella asintió.
–Claro. –contestó, en un susurró.
Estaba justo a su lado, tan pegado a ella que incluso distinguía el tono negro de su pelo, oler el aroma de gardenias que siempre había tenido su piel, antes de que lo ocultara con perfumes más caros.
–______, si no te gusta Bright Meadows, encontraremos otro sitio y...
Se dio la vuelta, con los ojos cargados de lágrimas y de algo más. ¿Ira?
–¡No me hables como si fuera una niña!
–No lo estoy haciendo. Lo único que trato es de darte confianza. Quiero que te cuiden los mejores especialistas. Y tú lo sabes.
–Yo no sé nada. –le respondió, temblándole la voz, pero esta vez de ira. –Eres tú el que no entiendes. Piensas que si me arreglan el pelo y la cara, si me envían mi ropa, para parecer ______ Jonas, voy a volver a ser ______ Jonas.
–No... –le respondió Nick, con rapidez. –Quiero decir, sí, de alguna manera. Quiero ayudar a que vuelvas a ser tú.
______ levantó su puño y pegó un golpe en la cómoda. Nick retrocedió unos pasos. No recordaba ni una ocasión en que ______ hubiera levantado la voz, y menos la mano. Bueno, sí, hubo una vez; al principio de estar casados, porque él se había retrasado y no la había llamado por teléfono. Se había enfadado mucho porque había llegado a las dos de la mañana.
–¡Nicholas! ¡No sé quién soy! ¡No conozco a esa ______! –levantó el puño otra vez y le puso un dedo en el pecho, para dar mayor énfasis a sus palabras. –¡Ni tampoco te conozco a ti!
–¿Qué quieres saber? Pregúntamelo y te responderé.
Ella tomó aliento.
–En primer lugar quiero saber por qué tengo que creerme que soy tu mujer.
Nick empezó a reírse, pero paró enseguida. No estaba bromeando. La prueba de ello estaba en sus ojos.
Habían cambiado al instante de color, del café a casi el negro. Se había puesto las manos en la cintura, en una postura hostil. Parecía muy enfadada, pero estaba increíblemente guapa.
–¿De qué estás hablando?
–¿Cómo que de qué estoy hablando? Te lo he dicho muy claro. Dices que soy tu mujer, pero yo no me acuerdo. ¿Por qué entonces te vaya dejar que manejes mi vida?
–______, por Dios bendito...
–¿Puedes demostrarme que estamos casados?
–¡No me lo puedo creer!
–¿Puedes demostrármelo, Nick?
–¡Por supuesto que puedo demostrártelo! ¿Qué quieres ver? ¿El libro de familia? ¿Las tarjetas de Navidad que enviamos este año? Claro que estamos casados. ¿Por qué te iba a mentir?
No lo haría. Ella lo sabía, en lo más hondo de su alma, pero aquello no tenía nada que ver con lo que estaba pasando. Estaba furiosa. Tendría que ser él; el que estuviera en un hospital, sin acordarse de nada, tomando decisiones a su espalda, para ver lo que se sentía.
–Respóndeme, ______. ¿Por qué iba a mentirte?
–No sé. Ni siquiera te he dicho que me hayas mentido. Lo único que estoy diciendo es que la única prueba de que estoy casada contigo es tu palabra.
Nick la agarró de los hombros. –¡Y de mi palabra te tienes que fiar!
Y era cierto. Lo sabía, no sólo por lo que le habían contado las enfermeras, sino porque había leído algunos periódicos en" los que se alababan las excelencias de Nick Jonas.
Además, Nick Jonas era el hombre con el que soñaban todas las mujeres.
Pero ella no era todas las mujeres. Ella estaba perdida en un callejón oscuro, sin luces y lo único que podía sentir, cuando alguien le decía que era la Señora Jonas, era un mareo, mezclado con una sensación de desastre y algo más, algo increíblemente excitante.
–No. –dijo ella. –Tu palabra no es suficiente. No sé nada de ti. Ni lo que desayunas, ni lo que comes, ni las películas que te gustan. Tampoco sé por qué te pones esos trajes tan horteras.
Nick se quedó mirando a la mujer que tenía agarrada por los hombros. ¿Hortera? Era gracioso que ______ utilizara aquella palabra, para describir los trajes que ni a él mismo le gustaban. Tenía razón, no se conocían.
Pero lo que ella no podía saber, era que se habían dejado de conocer hacía bastante tiempo.
Pero no siempre. No siempre, pensó, sintiendo cada vez más rabia, tanta que casi le impidió pensar en lo que estaba a punto de hacer, que fue abrazarla y besarla.
Ella se asustó y trató de apartarle. Pero él no la dejó, al principio por rabia, pero poco a poco por el placer de tenerla en sus brazos, por sentir la suavidad de su pecho y sus piernas.
Le puso una mano en la cabeza, para que no la pudiera apartar, y la otra se la puso en la parte baja de la espalda, apretándola contra él, tanto que casi escuchaba los latidos de su corazón, el suave quejido al apartar sus labios de los de ella. De pronto, ______ le puso las manos en el cuello y le volvió a besar.
–Oh, lo siento. Volveré más tarde.
Se apartaron, cuando oyeron la voz de aquella mujer. Los dos miraron a la puerta, donde estaba la enfermera, con los ojos como platos.
–Pensé que a lo mejor la Señora Jonas quería que la ayudara a hacer la cama, pero... supongo... bueno.-la enfermera se sonrojó. –¿Ha recuperado la sSeñora Jonas la memoria? –No, la Señora Jonas no ha recobrado la memoria. –respondió Nick, quien se dirigió hacia la enfermera y abrió la puerta: –Pero lo hará. Puede estar segura de ello. | |
| | | - Galletas&Leche - Casada Con
Cantidad de envíos : 1889 Edad : 27 Localización : Soñando Despierta. Fecha de inscripción : 02/02/2011
| Tema: Re: Segunas Oportunidades Nick y Tu Mayo 5th 2012, 21:32 | |
| ]¡NUEVA LECTORA! Dios Mio, que Novela más hermosa. No se porque presiento que ______ no era lo que ahora es ahi. Pero bueno, AMO la novela. ¡Solo siguela ya! ¡PRONTO! Por favor, no tardes, ¿Si? Sigueeeeeeeeeee... | |
| | | I♥Jobros Forista!
Cantidad de envíos : 93 Fecha de inscripción : 23/03/2012
| Tema: Segunas Oportunidades {Nick y Tu} Mayo 14th 2012, 14:54 | |
| Capítulo 3
Nick pensó que la noche anterior se había comportado como un asno.
Estaba de pie, en la cocina, a las seis de la mañana y se dijo a sí mismo que tampoco había que ser un genio para llegar a esa conclusión.
Besó a ______, perdió los estribos. Había sido una estupidez. Los médicos le habían dicho que no tenía que alterarse y él la había alterado.
¿Por qué entonces no la había llamado por teléfono, nada más llegar a casa, y se había disculpado con ella? Muchas preguntas, sin respuestas, y ya había pasado media noche tratando de encontrarlas.
Siempre se había enorgullecido de su capacidad para asumir los errores, aprender de ellos y avanzar.
De esa forma logró pasar su niñez en toda una serie de residencias y diez años en la universidad de Ivy League, donde se había sentido como un pez fuera del agua.
¿Por qué entonces estaba allí, bebiendo una taza del peor café que había probado en su vida, rememorando una y otra vez aquel beso?
Vertió la taza en el fregadero y la lavó. La señora Timmons ya se encargaría de limpiar todo bien. ¿Por qué tenía que limpiar ella lo que él ensuciaba?
Nick abrió el frigorífico, sacó una jarra con zumo de naranja y se echó un vaso. El que ensuciaba, tenía que encargarse de limpiar. Lo cual le hizo recordar la razón por la que estaba allí de pie en aquella cocina.
La verdad era que si se hubiera divorciado de selena antes, no estaría en esa situación.
Hacía ya dos años que se había dado cuenta de que no quería seguir casado, de que la mujer a la que llamaba su esposa no era más que un producto de su imaginación. selena no era esa muchacha inocente que le había robado el corazón. Era una mujer muy calculadora, cuyo único propósito había sido cazar a un marido rico, y lo había conseguido.
Había tardado demasiado tiempo en admitir la realidad. nick cerró de golpe la puerta del frigorífico, se dirigió hacia las puertas de cristal que daban a un jardín y se quedó mirando al cielo de la mañana.
Corbett y su equipo de especialistas no podían decirle cuánto iba a tardar en recuperarse. Ni siquiera le garantizaban que se fuera a recuperar. Lo único que decían era que necesitaba tiempo.
–No hay que precipitarse. –le había dicho Corbett, con cierta solemnidad. –Su esposa tiene que descansar, señor Jonas. Es muy importante que no se asuste, que no se lleve sorpresas. ¿Lo entiende, señor Jonas?
Nick lo entendía, bastante bien. No podía entrar en la habitación de selena y decir que antes de tener el accidente habían estado tramitando el divorcio.
Nunca lo hubiera hecho. No sentía nada por selena, ni en un sentido, ni en otro. Emotiva y mentalmente la había olvidado. Pero no podía darle la espalda, cuando ni siquiera recordaba su nombre.
Cuando no se acordaba de él, ni de que era su esposa. Era una especie de locura, pero conforme iba pasando el tiempo, aquello le molestaba. Una cosa era desear olvidarse de una mujer, y otra era que te mirara ella como si nunca te hubiera conocido.
Hasta la noche anterior, que fue cuando se puso furiosa con él. Y él había sentido la misma rabia, de forma tan intensa, que de pronto perdió los estribos. ¿Por qué la había abrazado y besado de aquella manera? Al principio había pensado que le iba a dar una bofetada. Pero lo que nunca imaginó era que ella le hubiera devuelto el beso. Durante unos minutos, incluso se olvidó de que no estaba enamorado de ella, de que toda su relación estaba basada en engaños y mentiras.
A lo mejor tendría que haber hecho caso de sus abogados, en vez de los médicos. Jack había insistido en que era una estupidez dejarse llevar por los sentimientos.
–Así que no tiene que sufrir emociones fuertes. –le había dicho. –¿Es que quieres que te santifiquen, Nick? Está bien, págale la asistencia médica, métela en un hospital, ponle una cuenta. Pero antes de nada, divorciate de ella.
Nick había soplado.
–Sé que tienes razón, Jack, pero los médicos dicen...
–Olvídate de los médicos. Escucha, si quieres puedo ir a ver a los médicos y que me digan que está fingiendo, que puedes divorciarte de ella cuando quieras, si eso es lo que te preocupa.
–A mí no me preocupa nada –le había respondido Nick, con brusquedad–. Sólo quiero poder mirarme todas las mañanas en el espejo. Si sobreviví después de estar casado cuatro años con ______, podré sobrevivir dos meses más.-Y era verdad. Nick dejó el vaso vacío en el lavavajillas, apagó la luz de la cocina y se fue a su habitación.-
Lograría sobrevivir. Entendía la preocupación de Jack, pero no estaba dejando que selena se metiera en su vida otra vez, lo único que estaba haciendo era facilitarle las cosas.
Había dejado de afectarle. Y la verdad era que nunca le había afectado demasiado. Había logrado convencerse de que la amaba, cuando la única parte de su persona que ______ había conseguido de él era aquella por la que los hombres se habían metido siempre en problemas desde el principio de la humanidad, la parte que había respondido la noche anterior.
Pero ya no habría peligro de que se pudiera repetir. Cuando la llevara a Bright Meadows, el problema se resolvería. Lo único que tenía que hacer era pagar la factura y una visita semanal.
Tarde o temprano ella recuperaría la memoria. Y cuando lo consiguiera, aquel matrimonio dejaría de serlo.
______ estaba sentada en los asientos de atrás de un Bentley y se preguntaba qué era lo que iba a decir el doctor Corbett si le dijera que prefería estar en su hospital, que allí en aquel coche con su marido.
¿Y qué diría su marido? Miró a nick.
No mucho, a juzgar por su pétreo perfil, brazos cruzados y un silencio tan frío. A juzgar por su aspecto, tampoco él se sentía cómodo en aquella sala de estar con ruedas.
Su vida de matrimonio debía haber sido horrible. Se le puso un nudo en la garganta. El doctor Corbett le había dicho que uno podía perder la memoria, pero no la inteligencia. Ni tampoco se perdía el instinto, y el de ella le decía que haber estado casada con Nick Jonas no debía haber sido una historia de amor.
¿Era así con todo el mundo, o sólo con ella? No sonreía, ni reía, ni mostraba ningún sentimiento.
Por esa razón, quizá, lo que había pasado entre ellos la noche anterior la había sorprendido tanto. Aquel ataque de puro deseo era lo último que ella había esperado.
¿Había sido un hecho aislado, o así era como reaccionaban los dos al verse?
Casi se pasó la noche en vela. Incluso después de haber llamado a la enfermera y haberle pedido una pastilla para dormir. Se quedó tumbada en la cama, mirando al techo y tratando de imaginar qué hubiera pasado si nadie les hubiera interrumpido.
Pensó que habría recuperado la compostura y que al final le habría dado una bofetada.
Pero en lo más hondo, una vocecilla le decía que a lo mejor habrían terminado en la cama, a pesar del hecho que para ella el hombre que la estaba besando era un extraño.
Logró adormilarse un poco y soñó con él. Soñó que la desnudaba, le besaba el pecho y lo hacían allí mismo, en la aséptica cama del hospital.
______ se sonrojó.
Lo cual demostraba lo poco que tenían que ver los sueños con la realidad. nick se había disculpado por su comportamiento y ella lo había aceptado.
–¿Qué te pasa?
Volvió la cabeza y lo miró. Tenía el ceño fruncido, aunque no tenía cara de sorpresa.
–Nada. –le dijo ella, muy alegre.
–Creí que estabas quejándote.
–¿Quejándome? ¿Yo? –empezó a reír. –Para nada. Lo único es que me duele un poco la cabeza.
–¿Y por qué no me lo has dicho? –se inclinó hacia adelante y abrió un pequeño compartimento que servía de bar en el Bentley. –Corbett te ha dado medicinas, ¿no?
–Sí, pero no necesito medicinas.
–¿Por qué siempre tienes que ir en contra de todo?
–¿Voy yo en contra de todo?
Nick la miró. La verdad era que no. Nunca lo había hecho. El único problema era su estado de humor esa mañana.
Suspiró y negó con la cabeza.
–Lo siento. Es que estoy muy irritable hoy. Pero la verdad es que no te puede hacer daño tomarte un par de pastillas.
–Supongo que no.
Nick sonrió. Era la primera vez que lo veía sonreír.
Le puso un poco de Perrier en un vaso y se lo ofreció.
–Tómate las pastillas con esto.
______ se tomó las dos pastillas.
–Ya está. –dijo ella. –¿Estás contento?
Él frunció el ceño y puso una expresión de disgusto.
–¿Desde cuándo mis preocupaciones te pueden convencer para hacer algo?
Lo dijo sin pensarlo. ¿Qué le había pasado? Dos horas antes estaba satisfecho consigo mismo por ser un marido que prestaba todo su apoyo a su mujer. Pero no había pasado media hora y casi había echado todo a perder. ¿De quién había sido la culpa? Cuando esa mañana fue a buscar a ______, ella lo miró como si estuviera a punto de transformarse en un monstruo.
–Siento mucho lo que ocurrió anoche. –le dijo él, y ella había hecho un gesto, expresando que para ella aquello no había tenido la menor importancia. Pero reaccionó como un gato asustado, cuando él la trató de ayudar a meterse en el coche.
–Escucha. –dijo –sobre lo que pasó anoche...No quiero hablar de eso.
–Ni yo tampoco. Lo único que quiero decirte es que no volverá a ocurrir.
–No. –dijo ella. Se miraron los dos. –No volverá a pasar.
–Los dos estamos pasando momentos muy difíciles. El accidente, la pérdida de tu memoria...
–¿Y cómo era todo antes del accidente?
–¿A qué te refieres?
–Tengo la sensación de que no éramos un matrimonio feliz.
–Era un matrimonio. –le dijo él. –No puedo cuantificar la felicidad.
______ asintió. Lo que había querido decir era que no habían sido felices. Aquello no le sorprendió. Estaba claro que no le gustaba a su marido y ella, por su parte, no sentía nada hacia él. No era fácil pensar que había estado enamorada de un hombre así.
–¿ Te ha dicho el doctor Corbett si puedes hablar de nuestra relación? Quiero decir si podemos hablar o no.
–No. –dijo él, con toda sinceridad. –No hablé de nuestro matrimonio con el doctor Corbett. ¿Para qué?
–No sé. Sólo pensé que... –suspiró y se estiró la falda. No es que hubiera ninguna razón para hacer aquello. Porque la falda le cubría las rodillas. –Pensé que te había preguntado algo sobre nosotros.
–Yo no le hubiera respondido. –le contestó Nick. –Corbett es un neurocirujano, no un psiquiatra.
–Ya lo sé. Supongo que es que me influye el sitio donde vamos.
–¿Bright Meadows? Pero ya te he dicho que es un centro de rehabilitación.
–Claro. Pero es que no me puedo quitar una imagen de la cabeza, que no sé de donde sale. Veo una enfermera que me espera al final de una larga escalera, por la que se accede a una mansión. Lleva un uniforme blanco y una capa. Es ridículo, pero veo que tiene bigote y chepa.
nick empezó a reír a carcajadas.
–¡Cloris Leachman!
–¿Quién?
–Una actriz. Estás recordando una vieja película de Mel Brooks.
______ sonrió.
–Vimos esa película al poco de conocernos. Los dos dijimos que no nos gustaba mucho Mel Brooks, pero nada más empezar a verla, nos enganchamos. Al cabo de unos minutos, nos estábamos partiendo de risa.
–¿De verdad?
–Sí. La vimos hasta el final y luego llamé para que nos trajeran una pizza y tú metiste una botella de vino en el frigorífico y luego... –«y luego te dije que te quería y que si querías casarte conmigo»
–¿Y luego?
Nick se encogió de hombros.
–Luego decidimos darles a las películas de Mel Brooks otra oportunidad. –se aclaró la garganta. –Está bien que empieces recordando una película.
–Una escena de ella, nada más.
–No te preocupes. –le dijo, dándole unos golpecitos en la mano. –Ya verás como no vas a. encontrar nada de eso en Bright Meadows.
Y era cierto.
No había ninguna enfermera con bigote esperándola, pero sí un ejército sonriente de ellas. Tampoco vio pasillos interminables, ni enfermos vagando por ellos.
Aquel lugar tenía un aire muy alegre. La recepcionista sonreía, la enfermera se mostró muy solícita y la asistente que la acompañó a su habitación le deseo lo mejor.
–Espero que se sienta cómoda entre nosotros, señora Jonas. –le dijo la chica.
Parecía como si hubiera ido a un hotel. Pero aquello no era un hotel, era un hospital, aunque nadie lo llamara así, y ella no estaba enferma. Lo único que le ocurría era que no podía recordar...
No. Mejor no pensar en ello, porque de lo contrario se iba a sentir aterrorizada y podría gritar.
Y era lo último que podía hacer. Había logrado controlar sus temores, no dejar que la acosaran en los sueños.
Se fue hacia la ventana y empezó a respirar hondo.
–¿______? –Nick estaba mirándola. Se le habían soltado algunos mechones de pelo. Él sabía que si ______ se hubiera dado cuenta, se los habría recogido. Era una mujer que no soportaba esas imperfecciones.
Cruzó la habitación en silencio y le puso las manos en los hombros. Notó cómo se asustaba, pero cuando le dio la vuelta, para que la mirara, creyó ver en su boca un cierto temblor.
–______. –le dijo, con voz suave. –Si no te gusta este sitio, seguro que hay otros que...
–No, está bien. –le dijo ella.
Nick retiró sus manos de ella.
–Estoy segura de que me va a encantar estar aquí. –dijo ella. –Si no te importa, ahora me gustaría dormir un poco.
–Claro, claro. Había olvidado que ha sido un día, agotador para ti. –se dirigió hacia la puerta. A mitad de camino, se detuvo y se dio la vuelta. –No estoy muy seguro de cuándo podré venirte a ver.
–No te preocupes, Nick. Esto está a mucha distancia, para venir después de trabajar. Además, estaré tan ocupada, que seguro que no tengo tiempo para recibir visitas.
–Eso era lo que yo estaba pensando.
______ sonrió.
–Conduce con cuidado. –le dijo ella.
Mantuvo su sonrisa, hasta que la puerta se cerró.
Después se cubrió la cara con las manos y empezó a llorar. Hasta ese momento no se había imaginado nada que, fuera tan horrible como despertarse un buen día y no acordarse de nada. Pero se daba cuenta que era más horrible aún saber que había estado casada con un hombre que no la amaba.
–¿Señor Jonas?
Nick miró. Estaba leyendo una serie de informes que había sacado de su maletín, hasta que le interrumpió la voz del conductor, que salía por el interfono.
–¿Qué ocurre, Hollister?
–Perdone que le moleste, señor, pero es que están diciendo en la radio que ha habido un accidente en el túnel.
Nick suspiró y se pasó la mano por el pelo.
–¿Han dicho algo del tráfico?
–Hay un atasco de kilómetros. ¿Quiere que dé un rodeo? Podemos irnos por Palisades Parkway, por el puente.
–Buena idea, Hollister. Para un momento al lado de la carretera.
–¿Perdón, señor?
–Que pares.
–¿Es que ocurre algo, señor?
–No. –le contestó, en el momento que paraba el coche. –Es que quiero conducir, Hollister. Puedes quedarte si quieres en el asiento de delante. Ponte el cinturón, que vamos a ver lo que puede hacer este coche.
–Este coche puede hacer bastantes cosas, señor. No es su Jaguar, pero si le pisa, seguro que le va a sorprender.
Nick sonrió. Esperó a que su conductor se abrochase el cinturón y, como él había sugerido, pisó el acelerador a fondo y se concentró única y exclusivamente en la carretera.
Llamaba a ______ todas las tardes, a las siete en punto. Siempre mantenían la misma conversación.
–¿Qué tal estás? –preguntaba él.
–Bien, gracias –respondía ella.
–¿Qué tal en Bright Meadows?
–Muy bien, gracias, también.
El viernes por la tarde, cuando llamó, le dijo que tenía que trabajar el sábado, y que iría a verla el domingo.
Ella le dijo, que sólo si no le venía mal.
Él rechinó los dientes, al sentirse en cierto modo rechazado. Estaba claro que no necesitaba recordar su pasado, para saber cómo se tenía que comportar en el presente.
–Iré el domingo. –le dijo, y colgó el teléfono.
El domingo por la mañana salió a darse unas carreras, como solía hacer. Se duchó, se puso unos vaqueros viejos, un par de zapatillas y, como hacía buen tiempo, una camiseta azul. Y así se fue a ponerse al volante de su Jaguar, para ir a verla.
El centro de rehabilitación estaba lleno de pacientes y visitas, pero vio a ______, en el momento que se abrieron las puertas. Estaba sentada en un banco de piedra, junto a un árbol que estaba a punto de florecer. Estaba leyendo un libro, algo muy típico en ella. Así era como se había relacionado con él durante todo su matrimonio, como si los dos vivieran en planetas diferentes.
–Hola.
Ella miró, con ojos de sorpresa.
–¡Nick!
–¿Por qué te extraña tanto? –se sentó a su lado. –Te dije que vendría.
–Ya sé que lo dijiste, pero...
–¿Pero?
______ cerró el libro y lo puso sobre el banco.
–Nada. –dijo. –Supongo que me has pillado desprevenida.
–¿Qué tal por aquí?
–Muy bien, la gente es muy amable.
–¿Te están ayudando?
–¿Qué si he logrado recordar algo, quieres decir? –______ se levantó y él también. Empezaron a caminar, lentamente,' por un camino que rodeaba el edificio principal. –No, nada. Todo el mundo me dice que sea paciente.
–Pero es difícil.
–Sí. –lo miró. –¿Para ti también?
Sabía que tendría que haber dicho que no, pero no pudo.
–Sí. –le contestó. –Para mí también.
______ asintió.
–Estaba pensando...
–¿Qué?
Movió de lado a lado la cabeza. Se había jurado no decir hada, pero se le escaparon las palabras.
–Nada.
–Venga, ______, ibas a preguntarme algo. ¿Qué era?
–Pues... Mira, yo no soy médico, ni nada parecido, pero... –dudó. –¿No sería mejor que estuviera en un ambiente familiar, para poder recordar antes? –él la miró, sin decir nada. –Tú no sabes, Nick, lo difícil que es poderme imaginar cómo es mi casa. Mis muebles y los colores de las paredes.
–Quieres volver a casa. –le dijo.
______ lo miró. Estaba claro que la idea no le agradaba.
–Lo que quiero es recuperar la memoria. –razonó ella. –¿No es eso lo que tú quieres también?
–No serviría de nada. –le dijo él, con mucho tacto. –Necesitas paz y tranquilidad, alguien que te cuide. Yo no llego hasta las diez a casa, el teléfono no para de sonar y el fax igual...
Ella sintió como si una mano de hierro le estrujara el corazón.
–Lo entiendo. –respondió.
–¿Quién te cuidaría? Puedo contratar una enfermera, sí, pero...
–Nadie me tiene que cuidar. –le respondió ella. –Tengo amnesia, pero no soy inválida.
–Sí ya sé. ¿Y la terapia?
–¿Qué pasa con la terapia? –dijo ella, muy acalorada. –No creo que por aprender a hacer cestas de mimbre vaya a recobrar la memoria.
–¿De verdad que estás haciendo cestas de mimbre?
Ella suspiró.
–No, la verdad es que no.
–Ah, bueno. –le dijo, sonriéndola. –Por un momento temí que se hubiera hecho realidad lo de la película.
–No se te ocurra ni nombrarla. –le susurró, de forma exagerada. –Esta gente no tiene sentido del humor, con esas cosas.
–¿Por qué lo dices? –le preguntó, sonriendo.-
–El primer día, vino alguien a buscarme. Me dijo que tenía que ir a fisioterapia y nos metimos en un montacargas destartalado, para bajar al bajo. Cuando llegamos allí le dije que si era el sitio donde estaba el potro y las cadenas. Pensé que le iba a dar algo. Tuve que soportar un sermón de cinco minutos sobre los avances en los sanatorios mentales...
–Gracias por avisarme.
–De nada.
Los dos se sonrieron y Nick se aclaró la garganta, tocó el codo de ______ y empezaron a caminar de nuevo.
–¿Y qué tipo de terapia te están poniendo?
–De todo un poco. Me dicen que puedo pintar y hacer barro, también hay una hora de ejercicio y un poco de gimnasio.
–Pero a ti físicamente no te pasa nada.
–Así es como se hacen las cosas aquí. Hay un programa y hay que cumplirlo. Hay que levantarse a las seis, y desayunar a las seis y media. Una hora de pintura, o de trabajo con el barro y después la piscina, antes de la charla diaria con el psiquiatra.
–¿Te ve un psiquiatra también?
–Sí.
–¿Por qué?
–Hasta ahora, para ver cómo me voy acostumbrando a vivir sin memoria. No le gustó nada, cuando le dije que no quería acostumbrarme, que quería recuperar la memoria. –empezó a reírse a carcajadas. –Supongo que todavía se estará preguntando por qué soy tan hostil.
–Eso es ridículo. Hablaré con el director, selena. Creo que no se han leído tu historial. Tú no estás aquí para una terapia, tú estás para poder recuperar tu memoria.
–No te molestes. –______ se salió del camino. Nick la observó, cuando se quitó los zapatos y se sentó en la hierba. –Mmm. –dijo, tumbándose y poniéndose las manos en la cabeza. –¿No crees que el sol es maravilloso?
–Maravilloso. –contestó él, mientras intentaba recordar si alguna vez la había visto hacer algo parecido. ¿No estaría pensando que a lo mejor se iba a manchar de verde su falda? Él se quitó las zapatillas y se sentó a su lado. –¿Porqué me dices que no me moleste?
–Ya he hablado con el director. Y me contestó que como nadie sabía casi nada sobre amnesia y que como estaba aquí, lo mejor que podía hacer era ponerme en sus manos. Supongo que tiene razón.
–Supongo.
–Pero te juro que como vea una enfermera tipo la de la película, le pego con una cesta de mimbre en la cabeza.
Y mientras se dirigía a casa, Nick no podía quitarse de la cabeza la enfermera de la película.
Era una broma, lo sabía. Bright Meadows era lo mejor que había en clínicas. Tenía el mejor personal, y un servicio de comidas excelente. ______ le había dicho que había engordado un kilo. ¿Qué mal le iba a hacer pasar unos minutos hablando con una psiquiatra? Y además estaba la piscina y todo lo demás... para una mujer que se pasaba medio día sudando en los aparatos de los gimnasios.
De pronto apretó las manos al volante del Jaguar.
¿Qué tenía todo aquello que ver con que ella pudiera recuperar su memoria? Y aquel era el objetivo principal, porque hasta que no lo hiciera estaba atrapado.
A lo mejor tenía razón y viviendo en casa podría recuperarla antes. O a lo mejor no. Y lo que menos le apetecía era que ella entrara en su vida de nuevo.
Además lo que le había dicho de Manhattan era verdad. Era mucho mejor estar en Bright Meadows, un sitio rodeado de jardines, piscina y luminosas habitaciones.
Pero la casa de Connnecticut tenía todo aquello. Paz y tranquilidad, pájaros cantando en el jardín y todo lo que selena pudiera desear, incluidas algunas cosas personales, que la podrían ayudar a empezar a recordar.
Allí habían pasado los primeros meses de matrimonio, entre risas y alegría.
Pero era mejor olvidarlo. No podría ir a la oficina todos los días. Estaba demasiado lejos. Y además odiaba aquella casa.
______ estaba mejor donde estaba.
Nick pisó a fondo el acelerador.
Estaba mucho mejor allí. A pesar de no poderse quitar de la cabeza la última mirada que le dirigió. Había sido sólo un reflejo, y él pensó que eran lágrimas al despedirle.
Se dio cuenta que el coche iba a tanta velocidad.
Juró entre dientes, y, frenando poco a poco, tomó la primera desviación y se volvió hacia Bright Meadows, para decirle que recogiera sus cosas que se la llevaba a casa. A la casa de Nueva York, porque para nada estaba dispuesto a volver a la casa de Connecticut.
Nunca más en su vida. | |
| | | - Galletas&Leche - Casada Con
Cantidad de envíos : 1889 Edad : 27 Localización : Soñando Despierta. Fecha de inscripción : 02/02/2011
| Tema: Re: Segunas Oportunidades Nick y Tu Mayo 14th 2012, 16:41 | |
| ¡OMG! Solo siguela pronto. ¿Porque no quiere llevarla a Connecticut? Oh Dios, debo saberlo, solo sube pronto. Me ha encantado la novela. ¡VAMOS, Siguela! (: | |
| | | emily rondon Nuev@
Cantidad de envíos : 19 Fecha de inscripción : 27/02/2011
| Tema: Re: Segunas Oportunidades Nick y Tu Mayo 20th 2012, 12:14 | |
| siguela me encanta tu nove!! siguela XFAVOR soy nueva lectora y en el foro =) | |
| | | Contenido patrocinado
| Tema: Re: Segunas Oportunidades Nick y Tu | |
| |
| | | | Segunas Oportunidades Nick y Tu | |
|
Temas similares | |
|
| Permisos de este foro: | No puedes responder a temas en este foro.
| |
| |
| |