Sombras grises.
Capítulo seis.
Joe bajó veloz por las escaleras hasta la calle, luego se paró en la acera, con todos sus sentidos alerta.
—¡Alexi, muéstrate!—Se dio la vuelta hacia el sonido de una suave risa que le llevó una ráfaga de viento. —¡Alexi, maldito seas, muéstrate!
—Estoy aquí.
Joe se giró, todo su cuerpo tenso, preparado para el ataque.
Una fina niebla gris se materializó fuera de las profundas sombras de la noche, fundiéndose en la forma de un hombre, un hombre al que Joe reconocía demasiado bien.
—Alexi.
El conde se inclinó por la cintura. Parecía un aristócrata del antiguo mundo, con una camisa blanca de mangas amplias abierta por la garganta, estrechos calzones negros y negras botas de piel blanda.
—Joe, mi viejo amigo. Nos volvemos a encontrar.
Joe sacudió su cabeza secamente. No había sentido temor en cientos de años, desde la última vez que se había encontrado con Kristov.
La fría y gris mirada de Alexi le recorrió con atención, sintió como si por su espina dorsal pasara hielo.
—¿Nunca te rendirás?
—Nunca.
Una risa burlona surgió de la garganta de Kristov.
—Me temo que esa tonta tenacidad a la que llamas honor puede significar tu destrucción.
—Quizás. ¿Cómo escapaste de Silvano?
Un sonido de mofa escapó de Kristov.
—Una tarea fácil, te lo aseguro. Descansé por cien años, estrechamente vigilado, así que no tuve que inquietarme por ser destruido—Una sonrisa cruel deformó sus labios. —Era un tonto pensando que podía tenerme en contra de mi voluntad. Estúpido mortal. Su tontería le costó cara. ¿Sabes que Miller está en la ciudad?
Joe asintió.
—Te tendré—dijo Kristov, sus ojos brillaban con confianza. —Cuando esté preparado os tendré a los dos.
—No.
—Oh, sí—Dijo Alexi con total y completa confianza. Miró hacia el apartamento de ______ y se relamió. —Y a la mujer, también.
—No. Deja a la mujer sola. Esto es entre tú y yo.
El conde sacudió la cabeza.
—Fue el aroma de su dulce sangre lo que me despertó de mi sueño. No descansaré otra vez hasta haberla tenido, hasta que su sangre alimente mi hambre y caliente mi alma. Ella me servirá bien, ¿no crees?
—¡Terminemos esto ahora!
—No, es demasiado pronto. Me temo que necesito un poco de diversión después de mi largo descanso, y tú y Miller me la vais a proporcionar. Y la mujer…—Alexi se relamió…—ella me proporcionará otra clase de diversión.
—¡No!—Un profundo rugido surgió de la garganta de Joe mientras embestía hacia delante, con los colmillos descubiertos y las manos como garras extendiéndose hacia la garganta de Alexi. Sintió un agudo dolor cuando Kristov le golpeó, sus uñas cruzaron la cara de Joe, abriendo cinco profundas heridas que se extendieron desde la línea del pelo hasta la mandíbula de Joe.
Joe sacudió la cabeza, arrojando con fuerza la sangre de sus ojos.
—¡Alexi!—Bramó el nombre del vampiro, desatando su dolor y su ira, pero Kristov se había ido, como si nunca hubiera estado allí.
Jurando en voz baja, fue por las escaleras hasta el apartamento de ______.
Después de preguntar quién era, ella abrió la puerta, sus ojos se ensancharon con horror cuando vio la sangre goteando de su cara.
—Joe, ¿qué ha pasado?
—Alexi es lo que ha pasado.
—¿Estaba aquí? Cerró la puerta con un portazo y echó el cerrojo.
—Ahora se ha ido.
—¿Estás seguro?
Joe asintió.
Sobre sus piernas temblorosas, ______ fue al cuarto de baño. Tiró de la toalla de la barra y la empapó en agua fría, luego volvió al salón. Joe estaba sentado en el sofá, mirando fijamente la puerta.
Sentándose a su lado, comenzó a limpiar la sangre del rostro de Joe.
—Probablemente necesitará puntos—comentó, entonces, mientras miraba, las profundas heridas que marcaban sus mejillas comenzaron a cerrarse. Era como ver una película a cámara rápida, pensó, la manera en la que el músculo y los tejidos se unían.
—Esto...—Se levantó y le dio la espalda, la toalla cayó, descuidada, de su mano. —No es posible.
—Me temo que es muy posible—replicó Joe.
—Luego es verdad—murmuró. —Todo es verdad. Todo lo que me contó Miller. Todo lo que dijo.
—¿Estás bien?
—No lo sé —Miró su cara. —Es verdad, ¿no? Tú eres uno de ellos.
Joe asintió. Hubiera preferido que ella no supiera la verdad, pero eso no iba a ser una ayuda por ahora. Consideró borrarle la memoria, pero mientras lo pensaba, decidió que sería mejor si ella estaba completamente enterada del peligro que le rodeaba.
—Pareces un poco pálida —comentó Joe. —Creo que estarías mejor sentada.
—Sí —dijo —creo que tienes razón.
Él la cogió justo antes de que se golpeara contra el suelo.
Joe se sentó en el suelo del dormitorio de ______, apoyó la espalda en el tocador y la miró dormir. Se había despertado de su desmayo débil, y él había insistido que se fuera a la cama. Ella no había discutido. Él sabía que esa era la manera mortal, buscar refugio en el sueño.
La manera mortal. Había sido un vampiro demasiado tiempo, era duro recordar un tiempo en la que había sido otra cosa, un tiempo en el que había sido un mortal, con una casa y una familia...
Poniéndose de pie, fue hacia la ventana y retiró las cortinas.
La oscuridad le esperaba fuera, llamándole silenciosamente. Ven, parecía decir el viento de la noche, ven y comparte la noche conmigo.
Era tentador, pero le había prometido a ______ que se quedaría con ella.
Miró a la distancia, sus pensamientos viajaron siglos atrás, volviendo al tiempo en el que había sido un marido y un padre. Cerró los ojos, y la imagen de Antoinette apareció en su mente, tan fresca y viva como si la hubiera visto hacía sólo unas horas—pelo negro como el cielo de medianoche, ojos verde—azulados, tan cambiantes como el mar. Y sus hijos—Antonio y Martina—tan jóvenes, tan inocentes.
Sus manos se cerraron en apretados puños, sus uñas se clavaron en la carne de sus palmas, mientras recordaba la última vez que les había visto, sus cuerpos desmadejados como muñecas de trapo sobre sus camas, sin sangre, sin vida. Alexi Kristov estaba en el marco de la puerta, con su boca manchada de carmesí, sus ojos rojos y febriles por el asesinato.
—Entonces es verdad—dijo Joe, horrorizado. Había oído todas las historias, escuchado los rumores y susurros que abundaban en el pueblo, pero no había creído que fueran verdad. Alexi había sido su amigo, y Joe había encontrado una explicación lógica para cada acusación hecha contra Alexi. —Todo es verdad—dijo de nuevo. —Eres un vampiro.
Kristov había sentido, con sus grises ojos fríos y distantes.
—Antoinette...
Joe fue hasta ella, pero Alexi le hizo un ademán para apartarlo.
—Ella ahora es mía.
—No.—Aunque mientras lo negaba, sabía que era verdad. Antoinette le miraba a través de la palidez de sus ojos sin alma, mientras gotas de sangre rezumaban de dos pequeñas heridas de su cuello. No humana, no vampiro, ya no era más su mujer, no más la vivaz chica de la que se había enamorado. Se había convertido en una criatura de Alexi. Teniendo la orden del vampiro, Joe sabía que ella le hubiera matado.
—¿Por qué?—Sólo esa palabra angustiada, salió de las profundidades de su corazón y su alma.
Alexi no respondió. Tomando a Antoinette de la mano, se volvió para irse. Con un sollozo, Joe arremetió contra él, con el único pensamiento de destruir a la criatura que había matado todo lo que él amaba.
Con un siseo, Alexi giró, con un horroroso brillo en sus ojos, sus manos sujetaron los brazos de Joe a los lados.
—¿Tienes ansias de morir, Jonas?
—Te mataré por lo que has hecho.
Alexi rió.
—¿Tú? ¿Matarme? Creo que no.
Joe luchó para liberarse, pero Alexi le sujetaba sin esfuerzo.
—No tienes fuerza para ir contra mí—se mofó Alexi. Con deslumbrante velocidad, envolvió sus manos en el cuello de Joe, despegando sus pies del suelo, mientras sus dedos exprimían lentamente el aliento de su cuerpo. —Quizás podría traerte de vuelta—siseó. —Luego podrías entender.
Joe miró ferozmente al vampiro.
—Yo entiendo, eres un monstruo.
Los grises ojos de Alexi cambiaron entonces, ardiendo, hasta que brillaron en un espantoso rojo. Sus labios retrocedieron, dejando al descubierto sus colmillos.
Podría haber tenido miedo, pero estaba demasiado lleno de ira y desesperación para sentir algo más que odio.
—¡Venga, hazlo!—gritó —Hazme lo que tú eres para que pueda matarte.
—Creo que no —replicó Alexi —Siendo un vampiro podrías perseguirme hasta la eternidad. Pero matarte ahora sería demasiado amable.
Joe peleó para liberarse mientras las manos de Alexi apretaban su garganta, obstruyendo el aliento de su cuerpo, hasta que se sintió caer, caer, en la oscuridad. En la distancia, oyó la burlona voz de Alexi.
—Te dejaré que vivas por ahora, Jonas. La vida será bastante más dolorosa para ti que la muerte.
Cuando despertó, el vampiro se había ido. No había vuelto a ver a Antoinette...
Joe abrió sus ojos al sentir que el amanecer se aproximaba. Era el momento de irse.
Comprobó que ______ estaba aún dormida. Parecía preciosa, vulnerable, tumbada allí, sus pestañas como oscura media luna contra su piel, sus labios cálidos y rosados. Tomó aire profundamente, inhalando su aroma—piel cálida dormida, un débil rastro de la colonia floral que ella prefería. Su mirada se demoró en el cuello, en el pulso que allí latía.
El hambre se agitó dentro de él. Inclinándose, rozó un mechón de pelo de su cuello, sintiendo cómo la anticipación crecía mientras sus colmillos se alargaban. Sólo un sorbo...
Un suave suspiro escapó de los labios de ella al tiempo ______ empezó a despertarse y se encontró con la mirada de él fija en sus ojos.
—Vuelve a dormir, ______—murmuró, con voz baja. —Vuelve a dormirte.
Con un suave suspiro sus párpados se agitaron y cayeron.
Momentos después, él se había ido.
______ parpadeó, cerró los ojos y los volvió a abrir. Debía de haber sido un sueño, pensó, o una pesadilla. Se levantó, su mirada revoloteó por la habitación, pero no había nada allí. Ella podría haber jurado que Joe había estado a su lado, doblándose sobre ella. ¿Había sido todo un sueño? Tuvo el brumoso recuerdo de su voz diciéndole que durmiera. Había sentido el roce de su boca contra su cuello, una cálida intimidad, un sentido de realización...
Con una sacudida de cabeza, se levantó y fue silenciosamente al salón. —¿Joe?
Él no estaba allí. Fue a la cocina, pero tampoco estaba allí. Quizás tenía una cita temprano, pensó y se hizo una taza de café. Y luego, como un torrente, todo lo que había pasado la noche anterior volvió a ella.
Joe diciendo que Alexi Kristov iba tras de ella, que los vampiros eran reales. Recordó que había sentido la misma sensación de mal que cuando estaba en la lavandería. Joe salió corriendo de su apartamento, volvió un tiempo después, con la cara hecha jirones.
Corrió las cortinas y miró fijamente por la ventana de la cocina, pero no fue la puerta del edificio de al lado lo que vio; fue los largos arañazos de la cara de Joe, cicatrizando ante sus ojos.
Puede que lo hubiera soñado, así como había soñado que se inclinaba sobre ella. Eso tenía que ser. Lo que había visto, lo que había creído ver, era imposible.
Apuró la taza y se sirvió otra. Fue al salón y se sentó en el sofá, sintió un repentino frío cuando vio la toalla en la mesita. La mancha marrón rojiza parecía muy oscura, muy siniestra, contra la blanca tela.
Tenía que haber sido real, todo.
Sintiéndose mareada, dejó la taza sobre la mesita. Tenía que haber una explicación lógica. Simplemente era eso.
Sólo que deseaba saber cual era.
Nicholas Miller estaba esperándola cuando salió del ascensor esa noche, después del trabajo. Llevaba pantalones anchos marrones, con una camisa blanca y una corbata de cachemir, su pelo marrón, cuidadosamente peinado, le mezclaba con los otros hombres que volvían a casa después de un día en la oficina.
—Señorita Richards.
_______ miró alrededor, esperando encontrar al guardia de seguridad. —¿Qué quiere?
—Me pregunto si ha pensado sobre lo que hablamos.
—No quiero hablar de eso —Le esquivó, buscando las llaves de su coche en el bolsillo mientras se marchaba.
Él bajó por las escaleras detrás.
Las manos de ella temblaban mientras abría el coche, luego se deslizó tras el volante, cerró con un portazo y echó el seguro.
Miró por el retrovisor cuando arrancó y salió del aparcamiento hacia al calle. Un Chevy azul oscuro le siguió por todo el camino. Miller lo conducía.
Pensó en ir a la policía, o conducir hasta que lo perdiera, pero no serviría de nada. Él sabía dónde vivía, y ella tenía que ir a casa antes o después.
Aparcó en su sitio, notando, que Miller lo hacía en el bordillo de enfrente del edificio.
Él le estaba esperando cuando llegó a las escaleras.
—Señor Miller, ¿Qué es lo que quiere?
—Nada, señorita Richards. Simplemente quería verla a salvo en su casa.
—Oh. Bien. Yo... gracias.
—Y darle esto.
______ miró fijamente la cruz con su cadena que él le ofrecía. Era cerca de una pulgada de ancha y pulgada y media de larga. Ella supo sin preguntar que tanto la cruz como la cadena estaban hechas de plata maciza.
Ella quería rehusarla, sabiendo que, si la tomaba, estaría admitiendo que creía en vampiros, que creía en lo que Miller le había dicho.
—Por favor, llévela—dijo Miller. —Si no para su protección, al menos para la tranquilidad de mi alma.
—Oh, de acuerdo.
—Aquí, déjeme que se la ponga.
Ella se volvió, sintiéndose tonta, y él abrochó la fuerte cadena de plata alrededor de su cuello. El metal estaba frío al contacto con su piel.
—Estaré en mi coche si me necesita. ¿Tiene mi número?
______ asintió.
—Que tenga una buena noche, señorita Richards.
—Gracias.
Consciente de su mirada en la espalda, subió las escaleras y entró en su apartamento. Lanzando el bolso sobre el sofá, fue a la ventana y apartó las cortinas, su mano tocó la cadena. Podía ver a Miller sentado en su coche.
Sacudiendo la cabeza, se cambió la ropa del trabajo por unos vaqueros y una camiseta. Empezó a quitarse la cruz, pero le daba un extraño sentido de seguridad, así que la guardó bajo la camiseta, y luego fue a la cocina para ver qué podía cenar.
Se acercó a la ventana varia veces. Le hacía gracia, tener a Miller sentado fuera, cuidándola. Pero, cuando la noche comenzó a caer sobre la ciudad, de repente se encontró contenta con su presencia.
Cuando la cena estuvo preparada, levantó el teléfono y marcó el número que él le había dado.
—¿Señor Miller? Soy ______ Richards. ¿Le gustaría subir y comer algo?
Hubo una ligera pausa. Ella podía imaginarlo mirando fijamente el auricular con sorpresa.
—¿Señor Miller?
—Sí, gracias.
Unos momentos después, llamaba a la puerta.
______ abrió la puerta, preguntándose si había hecho lo correcto. —Entre. La cena está preparada. Espero que le gusten las chuletas de cerdo y los escalopes de patatas.
Miller la siguió hasta la cocina, sentándose ante su invitación.
______ se sentó enfrente de él. Era un hombre guapo, decidió. No alguien que sobresaliera en una multitud, pero de alguna manera bien parecido.
Durante un rato comieron en silencio. Ella comenzó a ponerse nerviosa, teniendo a un extraño en su casa.
—¿Por qué está cazando al vampiro?—Preguntó cuando el silencio se hizo insoportable.
—Un vampiro destruyó a una joven mujer a la que le tenía cariño.
—No puede referirse a Kristov. Él ha estado indefenso cien años.
—No, no fue Kristov.
______ tragó el creciente nudo en su garganta.
—¿Quiere decir que hay más de ellos?
Miller asintió, con expresión sombría.
—Destruí al vampiro que mató a mi amiga, y destruiré a Kristov, también. Son el mal, todos ellos.
—Piensa que vendrá de nuevo, ¿no? Kristov, ¿es así?
—Ha estado aquí.
—¿Cómo lo sabe?
—Lo sé—Sus pálidos ojos azules se encontraron con los de ella. —¿Me equivoco?
—No, estuvo aquí la pasada noche
—¿Ha visto a Joe otra vez?
—¿Va a matarle también?
—Sí—dijo a media voz—cuando llegue el momento.
Ella parpadeó, asombrada de que él hablara con tanta calma.
—¿Por qué?
—¿Por qué?— Miller pareció sorprendido por la pregunta. —¿Por qué? Porque es un vampiro, por supuesto.
______ sacudió la cabeza. A pesar de lo que había visto la noche anterior, a pesar de todo lo que Joe le había dicho, ella no quería creerlo.
—Es verdad—Miller la miró bruscamente. —Jonas estuvo aquí de nuevo, ¿no?
—Anoche.
Brevemente, ella le dijo lo que había ocurrido la noche de antes, como Joe habría salido detrás de Alexi y había vuelto, sus mejillas abiertas y sangrantes, y cómo los profundos cortes se habían curado ante sus ojos.
Ella se calló, esperando que Miller le dijera que ella se lo había imaginado todo.
—Ha visto —dijo —y todavía no quiere creer.
—Parece tan imposible —Ella sacudió la cabeza —¿Cuánto tiempo lleva cazando vampiros?
—Desde que tenía dieciséis años.
—¡Dieciséis! ¿Qué dijeron sus padres?
—Es lo que hacemos —dijo Nicholas —Los Miller han cazado vampiros durante cientos de años. Es nuestro don. Nuestro destino.
—¿Vuestro don?
—Ser capaz de sentir su presencia.
—¿Entonces por qué no es capaz de encontrar a Alexi?
—No lo sé. Eso me inquieta.—Pinchó un trozo de carne, masticó pensativamente. —¿Va a venir Joe ésta noche?
—No lo sé. No lo dijo.
Miller levantó la cabeza.
—Él está aquí.
—¿Quién está aquí?—Preguntó ______, su corazón retumbó, aunque ella supo que no era Alexi. Hubiera reconocido su maligna presencia.
—Jonas.
—¿Está seguro?—Mientras preguntaba, hubo una llamada a la puerta. —¿Qué hago?
—Déjele entrar—dijo Miller. —Está de nuestro lado.
______ miró al hombre. Las palabras por el momento, quedaron suspendidas, sin decir, entre ellos.
Es un vampiro. Las palabras gritaban en su mente mientras abría la puerta.
—Buenas noches —dijo Joe.
—Hola —Ella le miró, preguntándose cómo un hombre tan guapo, que exudaba tanta vibrante masculinidad, podía ser un no—muerto. Llevaba unos pantalones anchos de color gris, una camisa blanca abierta por el cuello y mocasines negros.
—¿Puedo entrar?
Un estallido de risa histérica burbujeó dentro de ______. Era demasiado tarde para negarle la entrada a su casa. Se movió a un lado, luego cerró la puesta tras él.
—Tengo compañía—dijo.
—¿Oh?
______ asintió.
—Acabamos de cenar. ¿Te importaría unirte a nosotros para el café? No pudo evitarlo, rió tontamente. —Supongo que no bebes café.
—No —Los ojos de Joe se achicaron, estudiándola.
______ tragó ruidosamente, luego se volvió y se dirigió a la cocina.
Miller estaba detrás de la mesa, una mano sobre el crucifijo que colgaba de una cadena alrededor de su cuello.
Joe gruñó suavemente cuando vio al cazador de vampiros.
______ fue hacia el mostrador, mirando de un hombre a otro. Quien dijera que las apariencias engañan estaba realmente en lo cierto. Miller, de maneras lánguidas y apacibles, parecía más un cajero de banco que un caza vampiros. Y Joe—alto, oscuro y confiado, siempre bien vestido—parecía que podía salir en la portada de GQ.
—Supongo que se conocen—dijo ______.
Joe asintió bruscamente.
—Miller.
—Jonas—replicó Miller, su tono igualmente tajante. —La señorita Richards me ha dicho que Alexi estuvo aquí la pasada noche.
Joe se acarició la mejilla distraídamente, y ______ notó que las heridas habían curado sin dejar rastro.
—Sí—Replicó Joe. —Sabe que estás en la ciudad. Ten cuidado.
—¡Estuvo aquí, y tu dejaste que se marchara!
—Yo no dejé que se marchara, y lo sabes. Es más poderoso que la última vez que nos encontramos. No estoy seguro de que pueda ser destruido.
—¿Has perdido tu valor después de todos éstos años, Jonas?
—No he perdido nada— replico calmadamente Joe. —Nadie desea su muerte tanto como yo.
La mano de Miller apretó la cruz, sus nudillos se volvieron blancos.
—Hemos de encontrar dónde están sus restos durante el día.
—Ese se supone que es tu trabajo.
—¡Parad, los dos!— ______ se interpuso entre los dos hombres. —Esto no está solucionando nada.
—Tiene razón, señorita Richards, perdóneme.
—Puedes irte a casa ahora, Nicholas—dijo Joe. —Yo cuidaré a ______.
La mirada de Miller descansó sobre Joe por un largo, especulativo, momento y luego se volvió hacia ______.
—¿Quiere que me quede?
—Estaré bien— dijo ______, esperando estar diciendo la verdad —Gracias.
—Muy bien. Buenas noches, señorita Richards. Gracias por la cena.
—De nada.
Miller miró a Joe de nuevo, luego se dirigió a ______.
—Puedo encontrar el camino de salida.
______ miró a Miller salir de la cocina, luego se volvió a Joe.
—Pensé que vosotros dos supuestamente trabajabais juntos.
—Lo hacemos—dijo Joe con una sonrisa cáustica. —Me temo que estamos los dos un poco nerviosos.
—Un poco nerviosos— farfulló ______. —Eso debe ser el eufemismo del año.