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| Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- | |
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MySillyHair Forista!
Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 2nd 2012, 15:21 | |
| Sombras Grises. Capítulo veintidos. ______ sintió como su respiración se quedaba parada en la garganta cuando levantó la vista y vio a Joe delante de ella. Vampiro. Su mirada se encontró con la de él, preguntándose si estaría recordando lo que ella le había dicho en una ocasión, que no parecía uno de los no muertos. —Bonita capa—murmuró. Él levantó una ceja con una familiar expresión de torcida diversión. —¿Parece que soy uno de ellos ahora? Ella asintió. Iba vestido completamente de negro salvo por la camisa blanca, que parecía de seda. Una larga capa colgaba de sus hombros. Llevaba botas de piel blanda que le llegaban hasta las rodillas. Era la imagen de Frank Langella en Drácula. Los labios de Joe se curvaron en una sardónica sonrisa. —Esperemos que no me encuentre con el mismo destino. —Para—dijo ______. Era desconcertante tenerlo ahí, conociendo cada uno de sus pensamientos. Él se inclinó, con un gesto lleno de gracia natural. —Perdóname—Su mirada la recorrió con vulgar admiración. El vestido le quedaba perfecto, resaltando cada esbelta curva. El rico color verde hacía que sus ojos relucieran como esmeraldas. —Se te ve encantadora. —Gracias—Pasó sus manos por la falda de seda. —Nunca antes había llevado algo tan fino. ¿Dónde lo encontraste? —París. —¡París! ¿Cuándo estuviste en Paris? —La pasada noche. ¿Dónde está Miller? —Está cuidando el caballo—Le hizo una mueca. —¿Encontraste el caballo también en París? Él rió suavemente, y ella pensó que rara vez le había oído reír. —No, es un italiano nativo. Se lo pedí prestado a mi vecino. —Has debido tener una noche ocupada. —Cierto. ¿Dónde te gustaría cenar? —No lo sé. —¿París? ¿Venecia? ¿Londres? —¿Lo dices en serio? Él asintió. —Sólo tienes que nombrarlo. Estaba intentando decidirse cuando Miller entró en la casa. —Bueno, el caballo está acostado ahora—dijo Nicholas. —Maldición, estoy hambriento. ¿Dónde está el demonio…? Oh—dijo, su voz se perdió cuando vio a Joe. —Estás aquí. —Estaba preguntándole a ______ donde quería cenar—comentó Joe. —No puedo decidirme si quiero italiano o francés—dijo ______ sonriendo abiertamente. —No me importa lo que cenemos mientras sea pronto—murmuró Nicholas—estoy hambriento. —Siempre he querido comer en la terraza de algún pequeño café del Bulevar de St. Germain—decidió ______. —¿Qué año? —¿En serio? —Del todo —Mil ochocientos setenta y cinco—dijo ______ rápidamente. —Enero de mil ochocientos setenta y cinco. —¿Mil ochocientos setenta y cinco?—repitió Miller. —¿Por qué? —Ese año fue en el que se terminó el edificio de la ópera de París. Me gustaría ver cómo era cuando era nuevo. ¿Crees que podríamos ir allí después de cenar? —Podemos ir incluso al ballet si te apetece—ella le sonrió con los ojos brillantes por la excitación. ¡París! La cuna de Notre Dame, del Louvre, la torre Eiffel y el Panteón. Joe cogió su mano. —Vamos—dijo alargando la mano para tomar también la de Miller. —Bromeas, ¿no?—La mirada de Nicholas pasó rápidamente de la cara de ______ a la de Joe. —Toda esa charla acerca de ir a Paris a cenar y al ballet… es solo hablar por hablar. Joe sacudió la cabeza. —¿En serio? —Id vosotros—murmuró Nicholas. —Esperaré aquí. —No creo que sea una buena idea—dijo Joe, tensándose al coger la mano de Miller. —Hasta que no volvamos a vuestro tiempo, creo que estaremos mejor juntos. —Sí, probablemente tienes razón.—Miller miró enfurecido a Joe. —Eso duele, lo sabes. —¿Qué? Oh—dijo, aflojando el apretón en la mano del otro hombre. —Lo siento. Miller gruñó luego miró a ______ y sonrió. —Estás preciosa—comentó, su voz y su expresión se enternecieron cuando posó su mirada en ella. —Gracias. Joe sintió una oleada de celos que le recorrió cuando ______ le devolvió la sonrisa a Miller. —Vamos—dijo bruscamente. ______ cerró los ojos y se sintió caer en el poder de Joe. El mundo se alejó, y le pareció estar girando a través de un interminable vacío donde el tiempo como ella lo conocía había dejado de existir, donde no había nada más que tinieblas y la sensación de movimiento. Se imaginó a sí misma yendo hacia atrás a través de un largo y oscuro túnel y le pareció oír voces del pasado, su abuela deseándole una feliz Navidad, su padre diciéndole que condujera con cuidado… La conciencia volvió tan bruscamente que se sintió ligeramente mareada. —Esto fue increíble—murmuró. —Es malditamente desconcertante—dijo Miller lacónico. —Pero increíblemente rápido—comentó Joe. Estaban en la acera de un pequeño café. Era plena tarde y el lugar estaba atestado. ______ miró y escuchó maravillada, fascinada por el pintoresco café, el rítmico sonido de la lengua francesa, los tentadores aromas que flotaban del café. —No hay mesas vacías—dijo, mirando a su alrededor. —Las habrá—Joe fijó su mirada en dos hombres jóvenes que mantenían una profunda conversación en una mesa cercana. Bruscamente los dos se levantaron y se fueron. Joe hizo un dramático gesto con su brazo. —Su mesa aguarda, mademoiselle. —¿Cómo has hecho eso?—preguntó ______ cuando Joe le retiró la silla para que se sentara. —No hice nada. —No digas eso. Quiero saberlo. —Simplemente planté en sus mentes la idea de que ya era hora de irse. —Práctico—murmuró Miller cuando se sentaba a la derecha de ______, —Efectivamente—Joe se sentó enfrente de ______. Ella estaba radiante. Sus ojos verdes brillaban de excitación. Sus mejillas estaban sonrosadas, sus labios ligeramente abiertos mientras miraba a su alrededor, tomando nota de todo. Le complacía más de lo que había imaginado poner esa mirada en sus ojos. Apareció un camarero. Él habló rápidamente en francés ______ miró a Nicholas y sonrió cuando Joe conversó con el hombre. El camarero sonrió y luego se marchó rápidamente. —Me he tomado la libertad de pedir por vosotros— dijo Joe. —No caracoles, espero—dijo Nicholas con una mueca. —No. Boeuf bourguignon y una botella de vino tinto, —Es perfecto, dijo ______. —No puedo creer que realmente está aquí —Miró a Miller que estaba sentado a su lado, mirando con el ceño fruncido. —Sonríe, Nicholas. Trata de aparentar que lo estás pasando bien. Miller gruñó por lo bajo. —Lo siento, supongo que no estoy de buen humor. ______ alargó la mano y cubrió la de él. —Lo siento Nicholas. Claro que no lo estás. Quizás no deberíamos haber venido aquí. No pensé…—Apretó la mano de él. ¿Cómo podía haber olvidado tan rápidamente lo que él había hecho solo unas horas antes? Miró a Joe. —Quizás deberíamos irnos a casa. —Lo que se tenía que hacer, está hecho, Miller—dijo Joe. —Olvídate por esta noche. —Para ti es fácil decirlo—replicó Nicholas, su voz tensa por la ira. —Tú no has sido el que ha tomado su cabeza o sacado su corazón. ______ sofocó un grito. Sintió como el color se iba de su cara cuando la imagen de una hoja acuchillando destelló en su mente. Joe miró a Miller. —¡Suficiente! Por un momento los dos hombres se miraron peleándose como perros por un hueso. Miller fue el primero en apartar la mirada. —Lo siento ______. —No —dijo ______—soy la única que debe pedir disculpas. —No has hecho nada por lo que tengas que disculparte—dijo Joe. Miró la mano de ______, que aún cubría la de Miller. La de ella, pequeña y color miel, la de Miller grande y callosa. Le llevó cada onza de autocontrol no separar sus manos. —Nicholas puso el alma de Antoinette a descansar. Es lo que ella quería. Ahora es libre. Joe miró fijamente la calle. Un carruaje tirado por caballos pasó por allí, la joven y acaudalada pareja del interior era despreocupada y feliz. Les envidió su juventud, su inocencia. Su mente se apartó de ellos y captó una imagen de luces brillantes y parejas girando alrededor de una sala de baile. A Antoinette le había encantado bailar… Antoinette. Ella no habría encontrado la felicidad en el Don Oscuro. Siempre había sido una mujer piadosa, devota a su familia, a su iglesia. Alzó la vista cuando el camarero llegó con la cena. Joe acarició la mejilla de ______. —Disfruta de la cena, cara—dijo suavemente. Con una sonrisa, ella alcanzó su servilleta y la extendió en su regazo. Le complació gratamente que ella no siguiera agarrando la mano de Miller. Tomó un sorbo de su copa de vino mientras ellos comían. El aroma de sus platos le llenaba la nariz, mezclándose con el aroma del vino. Y por encima de todo, más tentador, más atormentador, estaba el aroma de la sangre… la sangre calentada por el vino. Pudo detectar el aroma de ______ por encima del resto, más dulce que la vida, más intoxicante que una bebida fuerte, más satisfactorio que cualquier cosa que hubiera conocido. Cuando terminaron de comer, Joe les transportó fuera del café. ______ tuvo que sonreír al imaginar al camarero volviendo a la mesa, solo para descubrir que sus clientes habían desaparecido. Momentos después estaban frente a la casa de la ópera de París. ______ solo pudo mirar fijamente, asombrada, el magnífico edificio. Había visto ilustraciones en los libros. Amigos que habían ido a Francia le habían enviado postales, pero nada de eso le hacía justicia. Era todo lo que había imaginado y más. —¿Conseguiste entradas para la ópera de la misma forma que obtuviste nuestra mesa?—preguntó ella cuando comenzaron a andar hacia la entrada. Joe sonrió con picardía. —Aprendes rápido. —¿Pagaste las entradas? Él pareció ofendido de que ella hubiera preguntado, pero no estaba segura de por qué. ¿Estaba ofendido porque ella había sugerido que él había pagado, o por que no lo había hecho? “El encargado será más que feliz de acomodarnos” dijo Joe con una amplia sonrisa. “Nos dejará su propio palco”. Habló al hombre que estaba en la puerta, quien soltó una rápida ronda en francés, sonrió a ______ y luego les hizo gestos para que entraran. Ella lanzó una mirada por encima de su hombro para estar segura de que Nicholas iba con ellos. Él sacudió la cabeza, obviamente disgustado con la idea de ir al ballet. Dentro, no pudo evitar comportarse como la típica turista, con la boca abierta mientras subían la escalera. Miró fijamente las luces de gas, las pinturas del techo, los candelabros. Elegantes hombres y mujeres, vestidos de etiqueta, pasaban a su lado, y ella les miraba también. Joe les llevó al palco número cinco. ______ no pudo evitar una sonrisa cuando se sentó. Palco cinco, de hecho. El palco que había pertenecido al fantasma de la ópera. Sonrió cuando miró afuera, hacia la muchedumbre. Si los vampiros eran reales, puede que el misterioso fantasma hubiera vivido de verdad. Puede que, en ese momento, estuviera merodeando por los sótanos bajo la casa de la ópera. Sus extravagantes pensamientos llegaron a su fin cuando los bailarines tomaron el escenario. Era como un sueño, sentada en un palco privado, oyendo música, mirando a la bailarina que era tan ligera sobre sus pies que parecía flotar a través del escenario como una hoja empujada por el viento. En el intermedio, Miller fue a buscar algo de beber. —Entonces—preguntó Joe —¿Es todo como esperabas? Su voz se deslizó sobre ella como oscuro raso, toda sedosa y suave. —Si. Es precioso. —Tú eres preciosa. —No—Ella sacudió la cabeza, consciente de que estaba ruborizándose. —Pero me alegra que lo creas. Él le sonrió. Era una sonrisa triste, pensó ella, que no lograba borrar el dolor que había en sus ojos desde que Nicholas había destruido a Antoinette. Se preguntó a cuantas mujeres había amado, cuanta gente le había preocupado. A cuanta gente había visto morir mientras él permanecía para siempre joven, para siempre el mismo. Inclinó la cabeza hacia un lado, buscando su mirada. —¿En qué estás pensando? —¿No lo sabes?—replicó con voz más cortante de lo que había previsto. —¿No estás leyendo mi mente? —No. —¡Oh!—Alisó su falda, deleitándose con el sensual tacto de la seda bajo sus dedos. —¿Por qué no? —Me pediste que no lo hiciera— le recordó él—Además, no creo tener ganas de saber a dónde va tu mente en éste momento. —Bueno, será la primera vez—Sonrió para quitarle el aguijón a sus palabras y frunció el ceño—¿Por qué no? —La mirada de tus ojos lo dice todo —¿Qué quieres decir? ¿Qué mirada? —Pena—dijo sucintamente Ella sacudió la cabeza. —Yo no era… yo no… Él hizo un movimiento tajante, enfadado, con su mano, cortando sus palabras. —No quiero tu pena, ______. —¿Qué quieres? —Te quiero a ti. Tres palabras, dichas en voz baja. —Eso es imposible. —¿Lo es? ¿Por qué? ¿Por lo que soy? Ella asintió. —Elegí ser lo que soy, ______, y no hay vuelta atrás. —¿Ninguna?—Encontró su mirada directamente. —Estuviste casado. Tuviste hijos. Parece que les amabas. ¿No echas de menos eso? ¿No quieres volver a casarte de nuevo? ¿Tener hijos otra vez? Él sacudió la cabeza. —No. Se encogió ligeramente de hombros. —Yo no he estado casada. Quiero un hogar y una familia. —Yo no puedo dártelos, pero eso no es razón para que no tengas las dos cosas. —Entonces lo que tú quieres es una aventura, y cuando termine, supongo que he de ir a buscar a otro. ¿Es eso lo que me estás diciendo? —______… —Lo siento. No puedo—Son embargo, a pesar de haberse negado, oía una pequeña voz en lo más profundo de su mente: baja, ronca y afilada por la soledad. Te quiero a ti. —Espero que os guste el vino blanco—dijo Miller al entrar en el palco. Le dio una copa a ______, ofreció otra a Joe, quien la dejó a un lado. —Gracias, Nicholas—dijo ______. Miller frunció el ceño, asombrándose ante el repentino cambio de actitud. Unos minutos antes ella había estado burbujeante como el champán. Ahora parecía tan desinflada como los globos de cumpleaños el día después. Miró a Joe, pero no pudo leer nada en la expresión del vampiro. ______ tomó un sorbo de vino, teniendo cuidado de evitar la mirada de Joe. Centró toda su atención en el escenario, pero era completamente consciente de Joe sentado a su lado. Él se movía en su silla, y su muslo rozaba su vestido. El contacto hacía que su boca se secara y las palmas de sus manos se humedecieran. ¿Qué era lo que tenía que le afectaba tanto? ¿Qué hacía que quisiera tomarlo por los hombros y sacudirlo hasta que admitiera que estaba arrepentido de ser un vampiro? Sacudió los pensamientos de su mente. Él era lo que era y eso no podía ser cambiado. Ella no debía dejarse enamorar por él, o preocuparse por él. —¿______? Elevó la vista hacia el sonido de su voz, sólo entonces se dio cuenta que el ballet se había acabado. —¿Preparada para ir a casa?—preguntó Joe. —¿Casa? —Volver a tu tiempo. —Oh, sí. —Yo sé que lo estoy—musitó Miller. Alargó la mano – Vamos. | |
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 2nd 2012, 15:22 | |
| Sombras Grises. Capítulo veintitres. ______ parpadeó varias veces, animada por encontrarse de vuelta en su propio apartamento. Alargó la mano buscando un interruptor, pero las dos lámparas de la mesa de al lado del sofá se encendieron antes de que ella pudiera darle al interruptor. Las luces se encendieron también en la cocina y luego en el dormitorio. Despacio se volvió para mirar a Joe. Él se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa burlona. ______ miró el reloj del VCR. Eran más de las dos de la mañana. —¿Qué días es hoy?—preguntó. —Lunes—respondió Joe —¡Lunes!—Era miércoles cuando Alexi se la llevó. Había perdido tres días de trabajo. ¿Qué debía pensar su jefe? Se dirigió a comprobar los mensajes del contestador. Como esperaba, había varios del trabajo, también uno de su madre recordándole que había prometido ir a visitarlos por Navidad. La escasez de sueño y los acontecimientos de los últimos días cayeron sobre ella rápidamente, quitándole la energía. —No sé qué haréis vosotros—dijo, sofocando un bostezo, —pero yo tengo que dormir algo. —Sí— Miller bostezó también y luego hizo una mueca. – Estoy muy cansado. Te recogeré mañana, a las cinco. ______ asintió. —De acuerdo. Buenas noches, o buenos días o lo que quiera que sea. Nicholas dudó; luego colocando las manos ligeramente en los hombros de ella, la besó en la mejilla. —Dulces sueños. —A ti también. Con un cortante cabeceo en dirección a Jonas, Miller dejó el apartamento. —Está enamorado de ti, lo sabes —comentó Joe. —Lo sé. —¿Qué vas a hacer con eso? —Nada. Es un buen hombre y me gusta mucho, pero eso es todo lo que hay—bostezó de nuevo. —Estoy agotada. ¿Vas a pasar aquí la noche? Él asintió. —No puedes estar vigilándome cada noche. —¿No? —¿Piensas que volverá? —No lo sé—Cruzó los pocos pasos que había entre ellos y la miró. —Vete a la cama, ______. Podemos hablar de eso más adelante. Ella le miró. Él iba a darle un beso de buenas noches. Sólo el pensarlo hizo que su corazón comenzara a saltar de anticipación. Parecía como si pudiera sentir a miles de mariposas en su estómago, con sus alas batiéndose frenéticamente. Ella miró en sus ojos, profundos y oscuros ojos, llenos de poder y conocimiento, ardiendo de deseo. Su mano se ahuecó detrás de su cabeza y luego se inclinó hacia ella, bloqueando cualquier otra visión excepto su cara. Sus labios tocaron los de ella y sintió como si la tierra estuviera cayendo de nuevo, llevándola a la deriva en un mar oscuro donde no había arribo o abajo, ni acierto ni error, sólo el increíble toque de su boca en la suya. Se balanceó contra él, apenas consciente de haberse movido. Sus párpados se agitaron. Desde muy lejos oyó el sonido de la voz de una mujer gimiendo con placer y se dio cuenta, en una parte lejana de su mente, que el sonido estaba elevándose desde su garganta. Sus manos estaban alrededor de la cintura de ella. Era la única cosa que le mantenía en pie. Perdió la noción del tiempo. ¿Su boca se había estado moviendo sobre la suya un minuto? ¿Una hora? ¿Toda la vida? No lo sabía y no le importaba. Él giró con ella entre sus brazos, sus labios sin apartarse, y la llevó del salón al dormitorio. Apartó la colcha y luego, muy suavemente, la tumbó sobre la cama. —Descansa bien, cara—Rozó con un beso su frente y la tapó hasta la barbilla. Ella estaba dormida antes de que apagara la luz. Tomando aire, ______ se dirigió a la oficina del señor Salazar. —Buenos días. Estaba sentado en su silla y la miró a los ojos. Era un hombre guapo, rondando la cincuentena, con ondulado cabello negro y ojos marrones. Trabajar fuera le mantenía en forma. Él la miró con los ojos entrecerrados. —Confío en que tendrá una explicación válida para su ausencia. —Sí, señor. Me llamaron de fuera de la ciudad con bastante precipitación. Él dio un golpe con sus dedos en el teléfono. —¿No pudo usted llamar? —Lo siento señor. Sé que debí llamar y explicarlo, pero no hubo tiempo. —No deje que vuelva a ocurrir. —Sí, señor. —Necesito ver ésta mañana la declaración de Walburg. Y necesito una copia de la bancarrota de Meekins. Oh, y llama a Brownes y dile que no me puedo reunir con él mañana por la tarde. Pregúntale si le viene bien el viernes. —Sí, señor. —Y tráeme una taza de café cuando tengas tiempo. —Sí, señor. Movió la cabeza bruscamente hacia la puerta. —Venga. Con un asentimiento, ______ dejó la oficina, cerrando sin hacer ruido la puerta detrás de ella. —Bien, ¿te ha despedido? —No—dijo ______ haciéndole una mueca a Linda Houlf. Linda estaba casada y tenía cuatro hijos. Había comenzado a trabajar en Salazar y Salazar dos años atrás, cuando el más joven de sus hijos se había graduado en el instituto. Había comenzado trabajando media jornada, pero entonces la secretaria de Joe Salazar había sido dimitida y éste le había preguntado a Linda si quería trabajar a jornada completa. Ella y Linda se habían convertido en buenas amigas el año anterior, aunque no solían verse mucho fuera de la oficina. —Eres afortunada— dijo Linda, rotando los ojos. —Deberías haberlo visto el viernes. Estaba segura de que eras historia. —No me puede despedir—replicó ______, riendo. —Sé dónde están enterrados todos los cuerpos—se arrepintió de su elección de palabras tan pronto como las dijo. —Entonces, ¿dónde has estado? —Me llamaron de fuera de la ciudad—Fuera de la ciudad, meditó ______. Estando ahí, rodeada de toda la tecnología que el mundo le podía ofrecer, su viaje al pasado parecía un sueño, pero había sido completamente real. —Te lo contaré durante la comida —De acuerdo. Volviendo a su escritorio, ______ encontró la declaración de Walburg y los impresos de la bancarrota de Meekins, preparó una taza de café, sin azúcar y con un poco de leche. Entregó los papeles y el café a Salazar, luego volvió a su escritorio y comenzó a responder el correo. Era bueno volver al trabajo, bueno verse inmersa en la rutina, en los asuntos de cada día. Fue a comer con Linda. Comieron en el centro comercial del otro lado de la calle, y luego deambuló por una de las tiendas de regalos. ______ compró un presente para el intercambio de regalos de la oficina, y eligió una delicada tetera pintada a mano para su madre. De regreso a la oficina, se puso al día con el correo. Se sentó en una reunión, tomando notas. Salazar recordaba todas sus reuniones, pero aún así le gustaba que ella estuviera presente, tomando notas de los puntos pertinentes, anotando la reacción de los clientes ante las cosas que eran discutidas. Volviendo a su escritorio, pasó a máquina sus notas, con la mente perdida, como le había ocurrido varias veces en el día, en Alexi. ¿Dónde estaba? ¿Volvería? ¿Qué iba a hacer ella con Nicholas y Joe? No podía tenerlos siguiéndole la pista noche y día. Joe había dicho que Nicholas estaba enamorado de ella, y no le apetecía tener que tratar con eso. Tampoco quería tratar con Joe. Se sentía atraído por él como nunca se había sentido atraída por otro hombre, pero él no era un hombre. Era un vampiro. Miró fijamente la pantalla del ordenador. Les diría esa noche que apreciaba lo que estaban haciendo, pero que ella no necesitaba que siguieran cada uno de sus movimientos. Terminó de mecanografiar sus notas, las dejó sobre el escritorio de Salazar y le deseó buenas noches. Nicholas le esperaba fuera. Llevaba un jersey marrón oscuro, unos pantalones normales y mocasines. Sonrió cuando la vio. —Supongo que no te han despedido después de todo—comentó. —No. Le abrió la puerta del coche, luego volvió al lado del conductor y se deslizó tras el volante. —¿Cómo te ha ido el día? —Bien. Ocupado—Ella le sonrió. —Un montón de cosas que hacer. Nicholas asintió. —¿Te gustaría cenar? —Creo que no. Sus manos se apretaron contra el volante. —¿Tienes una cita con Jonas? —No. ¿Por qué?—Se volvió hacia él en su asiento. —No habrás… Dime que no lo has hecho. —Es un vampiro, ______. Tenemos que matarlo antes de que él nos mate. Es así de simple. —¡No! Le debo la vida. —Demonios, ______, el hombre es maléfico. —No creo eso. —Estás enamorada de él, ¿no? —¡No! Nicholas aparcó enfrente de su apartamento y paró el motor. —Escúchame. Él es un vampiro. Ha tomado tu sangre. Puede leer tu mente. Puede hacer que hagas todo lo que él quiera, hacer que pienses que estás enamorada de él. No puedes confiar en él, ______. ¡No puedes confiar en ninguno de ellos! No son humanos. No tienen moral, ni escrúpulos para tomar cualquier cosa que quieren. —Nicholas, aprecio tu preocupación y todo lo que has hecho por mí, de verdad lo hago, pero…—tomó aire profundamente. —No creo que quiera volver a verte. Ni a Joe tampoco. Sólo quiero olvidar todo lo que ha pasado. —No puedo abandonarte ahora. ¿Qué pasa si Alexi vuelve? —No lo sé. Puede que no lo haga. —¿Y si lo hace? —Supongo que tendré que cruzar ese puente cuando lo encuentre. Todo lo que sé es que no puedo seguir así, sintiendo miedo todo el tiempo. Nicholas suspiró hondo. —De acuerdo, ______, si es lo que quieres. —Lo siento, Nicholas. —Sí, yo también—le sonrió, una melancólica sonrisa llena de culpabilidad. —Ten cuidado. —Lo tendré. —¿Estará bien que te llame alguna vez, solo para estar seguro de que estás bien? —Por supuesto—se desabrochó el cinturón, se inclinó sobre el asiento y le besó en la mejilla. —Adiós Nicholas. —¿Tienes mi número en caso de que me necesites? —Sí. —No dudes en usarlo. —No lo haré—abrió la puerta y salió del coche. —Buenas noches. —Buenas noches, ______. Permaneció en el bordillo, mirándole alejándose, preguntándose si había hecho lo correcto. Dentro de su apartamento, puso la banda sonora de Braveheart en el reproductor de CD’s. La película era un poco demasiado sangrienta para su gusto, pero la música era preciosa. Se quitó la ropa de trabajo, luego se fue a la cocina y abrió el frigorífico. —Bien—murmuró—parece que la despensa está vacía. Cerrando la puerta, agarró su bolso y se dirigió hacia lo de Angelo. No estaba de humor para estar sola de todas formas. —Hey, dulces mejillas, hace tiempo que no se te ve. ______ sonrió al camarero. —¿Cómo estás Tommy? —Bien, como siempre. Estás estupenda. —Bueno, tú también. No necesito la carta. —¿No? Bueno, ¿qué va a ser? —Solo un plato de spaghetti. Tommy asintió mientras tomaba nota. —¿Y una copa de chianti? —Estupendo. —Enseguida la traigo. ______ se sentó en el reservado y miró por la ventana. La música de Navidad llegaba desde los altavoces. Los brillantes colores de las luces adornaban los escaparates en la acera de enfrente. ¿Dónde había ido el año? Tenía que ponerse las pilas y hacer las compras de Navidad pronto. Comprar algunas postales. Papel de envolver, adornos… —Hey, ______, ¿Porqué esa cara larga? —Supongo que estoy cansada. —Bueno, disfruta de la cena. —Gracias, Tommy. —Dame un grito si necesitas algo. —Lo haré. —Una chica tan guapa como tú no debería comer sola. ______ estaba a punto de responder cuando una voz profunda dijo: —Estoy de acuerdo. Mirando detrás de Tommy vio a Joe, que estaba en el pasillo. —¿Te importa si me uno a ti?—preguntó. —Supongo que no—tomó un sorbo de su vino cuando él se sentó enfrente de ella. Tommy miró a Joe. —¿Puedo traerte algo esta noche? —Sólo una copa de vino. Tinto. Muy seco. —Vino de nuevo—comentó Tommy con una sacudida de la cabeza. —¿Nunca come? —Cuando es necesario. Tommy frunció el ceño, sacudió la cabeza y se alejó de la mesa murmurando por lo bajo. —Parece que hemos hecho esto antes—dijo Joe. ______ asintió. Parecía que habían pasado años desde aquella noche, en cambio sólo habían pasado semanas. Muchas cosas habían cambiado desde entonces. Todo su mundo se había vuelto al revés. —¿Dónde está Miller? —Le dije que se fuera. —¿Qué quieres decir? —Le dije que no quiero más guardaespaldas—tomó aire. —Y no creo que tú y yo debamos volver a vernos. Joe la miró arqueando una ceja. —¿En serio? ¿Puedo preguntar por qué? Tomó otro sorbo de vino, esperando que pudiera calmar el rápido latir de su corazón. —Estoy empezando a sentir claustrofobia. —¿Qué pasa con Alexi? —Se ha ido. —¿Sí? —¿No? Joe se encogió de hombros. —En un principio, podría parecer eso. Tommy se acercó a la mesa y colocó una copa de oscuro vino tinto delante de Joe. —¿Quiere alguna otra cosa? Joe sacudió la cabeza, con la mirada centrada en ______. —No, Tommy, gracias—miró su cena, y luego apartó el plato. Había perdido el apetito. —Alexi volverá, lo sabes. —Me preocuparé cuando ocurra. Hasta entonces, no quiero pensar en vampiros, cazadores de vampiros o… —¿En mí? —O en ti—sacando la cartera de su bolso, puso diez dólares en la mesa y se levantó. —Buenas noches, Joe. —Te acompaño a tu casa. —No es necesario. Él vio cómo ella dejó el restaurante y luego, con un suspiro, la siguió fuera, procurando ocultar su presencia. Paró cuando ella alcanzó su apartamento, sus sentidos sondearon el área, pero no percibió ninguna amenaza. Esperó hasta que estuvo a salvo dentro, y luego subió las escaleras. Ella podía pensar que el peligro había pasado, que Alexi se había ido, pero él le conocía mejor. Con un suspiro, se sentó en lo alto de las escaleras y fijó la mirada en la oscuridad. Así que ella quería deshacerse de él ¿no? Sonrió a las estrellas, porque él todavía no estaba preparado para librarse de ella. | |
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 2nd 2012, 15:24 | |
| Sombras Grises. Capítulo veinticuatro. Joe se levantó antes de la puesta de sol la tarde siguiente. En el tiempo en que tardó en ducharse y vestirse la noche había llegado. Una llamada telefónica le proporcionó la información que necesitaba. Una artificial explicación de por qué debía ver la propiedad por la noche, la promesa de un pronto pago, y estaba hecho. Se encontró con la vendedora media hora después. Ya había explorado la casa desde la bodega hasta el ático, pero volvió a recorrerla de nuevo con la agente, y luego le dio un cheque por la entrada. La casa no había estado habitada durante varios años. El papeleo tardaría treinta días y luego sería suya. Deseó buenas noches a la vendedora, le estrechó la mano y miró como se alejaba conduciendo. Cuando estuvo seguro de que se había ido, volvió a la casa. Un gesto de su mano abrió la puerta delantera. Era una vieja casa de dos pisos, probablemente construida a comienzos del siglo XX. El exterior estaba pintado con un tono oscuro de verde que había perdido intensidad y estaba desconchado. Las contraventanas, una vez blancas, se veían grises. Tenía el rancio olor de una casa largamente vacía. El lugar necesitaba una mano de pintura, tanto dentro como fuera, un tejado, nuevo enmoquetado. La cocina y el baño necesitaban ser remodelados, pero ninguna de esas cosas era importante. Lo más importante era que la casa estaba rodeada por un alto muro de ladrillos. Una casa que se alzaba sola en un acre de tierra. Altos árboles daban sombra a la parte de delante y a la de atrás, proporcionando una privacidad añadida. Comenzando por el sótano, caminó por la casa de nuevo, memorizando la localización de cada puerta y ventana, desde la bodega hasta el ático. Aunque el lugar era viejo, estaba en buenas condiciones, de arriba abajo, salvo por el tejado. Le iba perfectamente. Treinta días, había dicho la vendedora. Joe sonrió ligeramente. Por lo que a él se refería la casa ya era suya. El hecho de que no hubiera teléfono, electricidad o agua corriente, no le importaba en absoluto. Él no tenía necesidad de esas cosas. Tomaría posesión de la casa esa noche. ______ miró el reloj al contestar la puerta, preguntándose quién sería tan tarde. Eran casi las once. —¿Quién es? —Joe. Apoyó la frente contra la puerta y cerró los ojos. No le había visto en una semana, y había pensado que le había perdido, estaba aliviada de que él estuviera fuera de su vida. No importaba cuan atractivo le encontrara, era un vampiro. Relacionarse con un hombre normal era suficientemente difícil, ella no necesitaba añadir la carga de una cita con un no muerto. Con un suspiro abrió la puerta. —Es tarde. —Lo sé—le tendió un ramo de rosas. —¿Puedo entrar? —Es tarde—dijo de nuevo. —Estaba a punto de irme a la cama. —______… Ella le miró, no queriendo oír la soledad de su voz, no queriendo recordar los besos que habían compartido, o la noche que ella le había mantenido entre sus brazos. —Por favor, Joe… Empujó con fuerza las flores hacia ella. Una docena de perfectas rosas blancas y en el centro, como una gota de sangre, una única flor roja. —Son preciosas—dijo ella. —Como tú. Recordó que le había dicho palabras muy parecidas la noche que habían paseado juntos por el parque. Recorrió con sus dedos los pétalos de la rosa. —¿Qué quieres? —Verte, nada más. —No—sacudió la cabeza. —Te lo dije, no quiero volver a verte. Sintió la ira agitándose dentro de él. Recordó una escena de la película La guerra de las Galaxias, algo así como que no era prudente enfadar a un Wookie. Obviamente, la misma advertencia se aplicaba a los vampiros. —Te lo dije una vez—dijo Joe, con la voz tan dura como el acero templado. —Nunca te tomaría contra tu voluntad. —¡Y yo te dije que dejaras de leerme la mente! —Lo siento—dijo suavemente. —Me temo que he llegado a acostumbrarme a hacerlo a mi manera. Ella le miró a los ojos, tan profundos, oscuros, y en el fondo de su mente oyó la voz de Nicholas advirtiéndole que Joe podía leer su mente, que podía hacerle todo lo que deseara. No tienen moral, había dicho Nicholas, ni escrúpulos para tomar cualquier cosa que desean. Joe podía hipnotizarla con la mirada, pensó. Quizás lo estaba haciendo en ese momento. Apartó su mirada de él. —Creo que será mejor que te vayas. —Como desees—su mirada le acarició, calentando su piel. —Buenas noches, ______. —Buenas noches. Cerró la puerta, y se reclinó contra ella, su nariz llena del aroma de las rosas. En la distancia oyó el melancólico lamento de un lobo. Los sueños comenzaron esa noche, sueños eróticos y sensuales que hacían que diera vueltas en la cama hasta que se levantaba empapada de sudor; sueños que permanecían en su mente mucho después de que se despertara; sueños que le dejaban sintiéndose como su hubiera hecho algo perverso en la noche. Sueños que le hacían enfadarse porque sabía que él se los estaba mandando, sabía que era su manera de decirle que si ella no quería verle mientras estaba despierta, le vería cuando fuera más vulnerable. Incluso si pudiera olvidar esos sueños—y no había ninguna posibilidad—él encontraría otra manera de mantener el contacto. El día después de que los sueños comenzaran, él empezó a mandarle flores al trabajo. Siempre rosas. Blancas, rojas y rosas, hasta que la oficina parecía una floristería. Le mandó flores a su casa. Docenas y docenas de rosas rojas de tallo largo. Le mandó cajas con forma de corazón llenas de bombones. Y más flores. Linda y las otras chicas de la oficina comenzaron a tomarle el pelo sobre su nuevo novio, reclamando saber su nombre y cuando iban a conocerle. Se alegró cuando llegó el Día de Acción de Gracias. La oficina cerró jueves y viernes, dándole un largo fin de semana. Intentó pasarlo finalizando sus compras de Navidad. Sus padres le habían pedido que fuera a pasar sus vacaciones con ellos en Florida, pero ella no estaba para viajes. Linda invitó a ______ a que pasar el día con ella, pero ella no aceptó, decidiendo que necesitaba pasar algún tiempo sola. Estar sola había parecido una buena idea el miércoles, después de un ocupado día de trabajo. El jueves por la mañana pensó que apestaba. Sabía que todo el mundo estaba pasando el día con sus amigos y familia, y ella iba a estar sentada en casa consigo misma. Bueno, era por su culpa. Pasó la mañana envolviendo los regalos de Navidad, almorzó y vio el desfile del Día de Acción de Gracias. Más tarde, aburrida, decidió poner una lavadora. Estaba doblando la ropa cuando sonó el teléfono. Contestó al segundo timbrazo. —¿Sí? —¿______? —Nicholas, ¿cómo estás? —Bien, ¿y tú? —Estoy bien. Pensé, bueno, pensé que seguramente ya habrías dejado la ciudad. —No—no le dijo porqué aún estaba en la ciudad, pero ambos sabían que la causa era que él estaba preocupado por ella. —Yo… esto…, sé que probablemente estarás ocupada, pero me estaba preguntando si no tienes nada que hacer… ¿te gustaría cenar conmigo?—lo último lo dijo rápidamente, como si estuviera seguro de que ella se iba a negar y quisiera pasar por eso lo antes posible. —Me encantaría—dijo ella, sorprendiéndoles a los dos. —¿En serio? Genial. ¿A qué hora te recojo? —¿A las cinco? Estaba canturreando cuando colgó el teléfono. Nicholas llegó puntualmente a las cinco, llevando un ramo de flores y una botella de vino. Estaba bastante guapo, con un traje gris claro. Ella le miró fijamente durante un momento, intentando explicarse por qué parecía diferente, y entonces se dio cuenta de que no iba de marrón. —Hola—dijo –pasa. —Gracias—le entregó las flores y la botella de vino. —¿La abro ahora? ______ asintió. —Voy a ponerlas en agua. La siguió hasta la cocina y sirvió dos copas mientras ella sacaba un jarrón de uno de los armarios. —Son preciosas—Arregló el ramo en el jarrón de cristal que había pertenecido a su abuela, y luego lo colocó en la mesa de la cocina. —Gracias. —De nada—le tendió una copa. —No has tenido noticias de Alexi, ¿no? —No. ¿Por qué? ¿Crees que ha vuelto? Miller se encogió de hombros. —No lo sé, pero si lo hace, probablemente serás la primera en saberlo. —Es un consuelo. No ha habido información sobre más muertes en los periódicos— Ella leía el Times cada mañana, siempre temerosa de ver aquellos horribles titulares EL VAMPIRO ATACA DE NUEVO. —¿Has visto a Jonas? ______ negó con la cabeza. —No —excepto en sus sueños, pensó. Pero no podía decirle eso a Nicholas. —Bueno—dijo Nicholas. —¿Dónde vamos a comer? —Me da lo mismo. Depende de ti. —¿Quieres pavo con toda la guarnición? —Preferiría langosta. Fueron a una marisquería. Nicholas pidió gambas fritas; ______, langosta. —¿Cuánto tiempo estarás en la ciudad?—preguntó ______. —No lo sé. He alquilado una casa en la playa. —¡Lo hiciste! Él asintió, un tanto avergonzado, pensó ella. —Me gusta bastante aquello. Nunca he vivido cerca del océano. Es… no sé, en cierto modo tranquilo. —En cierto modo caro también. Te lo aseguro. —Ya, pero puedo permitirme el lujo. —Nunca he pensado en eso, pero supongo que hay dinero en la caza de vampiros. —Sí, es un campo especializado—agregó Miller. —La gente está dispuesta a pagar bastante por deshacerse de un vampiro. —¿Tienes familia en algún lugar? —Aquí y allí. Tengo una vieja tía soltera en Chicago, y una par de primos en Boston. ¿Y tú? —Mis padres viven en Florida. Se mudaron hace dos años, cuando mi padre se retiró. Mi hermano, Mike, vive en Denver, es corredor de bolsa. No le he visto desde las navidades pasadas. —Navidades—murmuró Miller. —Voy a ir a Florida a pasarlas con mis padres—dijo ______. —No estoy de humor, pero ellos me esperan. Mi hermano y su familia estarán allí. Son las únicas fechas del año en las que estamos todos juntos. —Debe ser bonito—comentó Nicholas. —¿Qué vas a hacer tú? —No lo sé. Puede que vuelva a Chicago y vea a mí tía, me deshaga de mi piso, recoja mi correo, cambie mi dirección— Sonrió abiertamente, con una sonrisa torcida. –Suena a unas vacaciones divertidas, ¿verdad? —Lo siento. —Hey, no hay problema. Suelo hacerlo. —Podemos reunirnos cuando yo vuelva—sugirió ______. —Sí. Me gustaría. Charlaron de cosas sin importancia durante la cena. ______ mencionó que iba a recibir un aumento a primeros de año; Nicholas dijo que estaba pensando en comprarse un coche nuevo. —¿Quieres ver una película?—preguntó Nicholas cuando dejaron el restaurante. —Vale, ¿Por qué no? Condujeron hacia la parte alta de la ciudad. ______ miraba por la ventana, admirando las luces y los decorados de las casas. Era difícil de creer que ya casi era Navidad, que otro año estaba llegando a su fin. —Sabes, todavía no puedo creer que fuera real—dijo ella cuando Nicholas aparcó el coche. —Todo parece tan extraño. —Lo sé. Algunas veces ni yo mismo puedo creerlo. Salió del coche y lo rodeó para abrirle la puerta. —Es tan irreal, quiero decir, estamos aquí ahora, yendo a ver una película como si nada hubiera pasado. No puedo creer que hace solo dos semanas estábamos luchando con un vampiro. Dime, —dijo ella mientras andaban hacia el cine —¿Cómo se pone la gente en contacto contigo? No tienes un anuncio en la guía telefónica, ¿no? Él rió de la ocurrencia. —No exactamente. Normalmente es de palabra. Hay gente a lo largo del país que sabe lo que soy. Cuando oyen acerca de asesinatos poco comunes, me lo notifican. Compró dos entradas para la última película de Mel Gibson y entraron. —¿Palomitas?—preguntó. ______ sacudió la cabeza. —No ahora. Aún estoy llena por la cena. —Sí, la langosta era casi tan grande como tú. ______ le sonrió abiertamente. Se cogieron de la mano durante la película y más tarde se tomaron un helado. —Gracias—dijo ______ cuando llegaron a su apartamento. —Me lo he pasado muy bien. —Yo también. Podemos repetirlo. —Me encantaría—Ella le miró y supo que iba a darle un beso de buenas noches. —______…—Puso sus brazos a su alrededor y la acercó. No había indecisión en sus movimientos, ni duda. ______ cerró los ojos cuando la boca de él cubrió la suya. Era un beso agradable, que no le evocaba ni pasión ni repulsión. —Buenas noches—susurró. —Buenas noches y gracias por todo. Él asintió. —Nos vemos. —Nos vemos. Ella le miró entrar en el coche y marcharse, y aún así permaneció en el rellano, mirando hacia la distancia, hacia las centelleantes luces del otro lado, hacia las destellantes estrellas sobre su cabeza. Deseó poder amar a Nicholas, pero no sentía pasión por él, solo afecto. Puede que fuera la diferencia de edad. Después de todo él tenía dieciocho años más que ella, reflexionó, y luego rió alto. Joe era doscientos años mayor y ella no tenía ningún problema en sentir de repente una gran pasión por él. Cruzó los brazos sobre la verja y dejó escapar un largo y lento suspiro. ¿Por qué se sentía tan melancólica? ¿Por qué le había perdido? —Más vale que lo admitas—murmuró —Vampiro o no, estás enamorada de él. Pero está bien. Tendré que olvidarlo. —¿Olvidar el qué? Se giró con el corazón en la garganta ante el sonido de su voz. —¿Qué estás haciendo aquí? —Vengo cada noche. —¿Qué? —Me oíste —¿Para qué? Elevó una ceja en un gesto bastante familiar. —¿Para qué demonios crees? —Te dije que no te quiero aquí. —Dejé de hacer lo que la gente me decía hace mucho tiempo. —Vale, es tarde. Buenas noches. —Dulces sueños, ______. —¡Mantente alejado de mis sueños!—Abriendo la puerta, entró y la cerró de un portazo tras ella, solo para encontrarse que él le estaba esperando al darse la vuelta. —______. —¡Oh! Te odio cuando haces eso—arrojó su bolso en la silla y luego cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Qué quieres? —Te deseo. —Bueno, eso está mal. —Dime que no me deseas. —No te deseo. —Mentirosa. Le miró enfurecida, toda su ira y frustración salieron a la superficie. Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo le abofeteó. El sólido golpe de su mano pareció retumbar en el silencio que se instaló entre ellos. Ella le miró, horrorizada por lo que había hecho, por lo que él podía hacer como represalia. —¿Te sientes mejor?—preguntó él en voz baja. —No —parpadeó para alejar las lágrimas que brotaban de sus ojos. —Por favor, déjame sola. —No puedo —¿Por qué no? ¿Por qué estás haciendo esto? —Te lo dije. Te deseo. —No puedo. No creo en aventuras ocasionales. —¿Es eso lo que crees que quiero? —No lo sé. No quiero saberlo. —______… Su voz la recorrió, un susurro bajo, un susurro suave. Sacudió la cabeza, su corazón latiendo como una cometa atrapada por un viento fuerte, cuando sus nudillos acariciaron su mejilla. —No—forzó la palabra desde la boca seca. —Tú me deseas también. —No está bien—tragó saliva. —No es natural—Le había herido. Pudo verlo en la profundidad de sus ojos, esos demoníacos ojos negros que podían parecer tan suaves como el terciopelo o tan duros como el granito. —No hay nada antinatural en lo que deseo de ti—contestó él, con la voz áspera como el papel de lija. —¿Niegas que has pensado en eso, que te has preguntado cómo sería? Anhelaba negarlo con cada fibra de su ser, pero sabía que no podía mentirle. Podía mentirse a sí misma tanto como deseara, podía incluso decírselo a Joe en voz alta, pero sería inútil, porque él podía leer la verdad en su mente, los sentimientos en su corazón. Joe le tendió la mano. —Ven a mí, ______. —Por favor, no me lo pidas—él estaba cerca, tan cerca. Demasiado cerca. Ella introdujo sus manos en los bolsillos de los pantalones para mantenerlas apartadas de él, y aún así, a pesar de todo lo que pudiera hacer, se sentía inexplicablemente atraída hacia él. ¿Era el poder inherente a Joe el que ejercía su influencia sobre ella, se preguntó o era su imprudente corazón desautorizando a su mente? Sintiéndose como si estuviera moviéndose a cámara lenta, sacó sus manos de los bolsillos y las colocó en las de él, sintiendo sus largos y fríos dedos cerrándose sobre ella. Su brazo se deslizó en su cintura, su toque era ligero, aunque ella sentía la latente fuerza de su brazo, sabía que él podía romperla por la mitad con solo pensarlo. Pero no había violencia en él en ese momento. Suavemente, tan suavemente como nunca, la envolvió en su abrazo y cubrió su boca con la suya. La magia se movió entre ellos, envolviéndoles en un mundo que era lo suficientemente grande para solo ellos dos, un mundo en el que no había noche ni día, ni error o acierto, solo un hombre y una mujer que no deberían haberse conocido Se apretó contra él, sintiendo su brazo estrecharse alrededor de su cintura cuando él profundizó el beso. Su mano libre rozaba su espalda, deslizándose hacia arriba hasta rozar la curva de su pecho. Su corazón retumbaba profundamente en su interior, cuando cada nervio, cada fibra de su ser, respondió a su cercanía, a la silenciosa invitación de sus labios. Nunca antes, pensó, nunca antes se había sentido así. Había sido besada, había sido acariciada, pero nunca se había excitado como con el tierno toque de las manos de Joe, la gentil persuasión de sus besos. Sintió el calor de la pasión calentando su piel, coloreando sus mejillas. Sintió dolor en su interior, dolor por su toque, por su posesión. Él era la razón por la que nunca había dormido con otro hombre. Le había estado esperando, esperando por el encantamiento que llegaba con su tacto masculino. —______—su respiración rozó su mejilla. Sus labios acariciaron ligeros como una pluma, su frente, la punta de su nariz, la curva de su mejilla. —Cara mia, mi vita, mi amore. Un gemido bajo creció en su garganta ante el deseo de su voz, ante el deseo que atronaba a través de ella con cada latido de su corazón. Sintió sus labios en su garganta, su lengua explorando el pulso que le latía en el hueco del cuello. Él gimió cuando, bruscamente, la separó de él. —Lo siento—dijo roncamente. —¿Qué pasa?—ella le miró, aún cautivada por la pasión que había ardido con fuerza entre ellos. —Creo que vamos a posponer esto para otra ocasión. —¿Por qué?—Incluso mientras preguntaba sabía la respuesta. Él estaba mirando su cuello. Las ventanas de la nariz se movían, sus manos estaban fuertemente apretadas. —Debería haberlo sabido y no venir a ti cuando no tengo el completo control—se pasó una mano por el pelo, odiando la furiosa hambre que le recorría, las imágenes que le perseguían—imágenes de ______ envuelta en sus brazos, imágenes de él doblándose sobre ella, desnudando sus colmillos. —Buenas noches, ______. —Buenas noches —replicó ella, pero él ya se había ido, dejándola desconsolada e insatisfecha. | |
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 2nd 2012, 15:26 | |
| Sombras Grises. Capítulo veinticinco. Esa noche se quedó levantada hasta tarde. Se dijo a sí misma que era porque no estaba cansada, que quería ver a Jay Leno porque Mel Gibson iba a aparecer. Cuando terminó el show de Leno se puso el camisón y sacó un libro de la estantería. Ya lo había leído antes, pero era uno de sus favoritos. Logró pasar el primer capítulo antes de que su mente se apartara y se encontrara a sí misma preguntándose dónde estaba Joe. Admitió entonces que la razón por la que no quería ir a la cama era porque no quería dormir. Y no quería dormir porque sabía que él podía llegar a ella en sus sueños, cuando era más receptiva y más vulnerable. A las dos de la mañana supo que luchaba en una batalla perdida. Se metió en la cama y miró a la ventana. —Por favor, Joe—susurró. —Por favor, déjame sola. Caminaba por el parque a la luz de la luna, y estaba asustada. Cada esquiva sombra le llevaba una amenaza de peligro. Cada sonido le mandaba el corazón a la garganta. Estaba asustada… asustada de la oscuridad, temerosa por su vida. Le llamó, sabiendo que era el único que podía salvarla, dijo su nombre una y otra vez hasta que sollozó. Y entonces él estaba allí. Alto y oscuro y vestido por completo de negro. La capa que había llevado en Italia caía sobre sus hombros, golpeando sus tobillos aunque no hubiera viento. Su piel resplandecía bajo la luz de la luna. Pero era el hambre que se veía en sus ojos oscuros como la medianoche lo que la mantenía cautiva. —¿Por qué luchas contra esto?—preguntó y su voz era como el trueno lejano. —¿Por qué luchas contra mí? Ella le miró y él dio un paso hacia ella. —Estamos conectados, tú y yo—se acercó. —Tu sangre circula por mis venas, conozco tus pensamientos. Puedo sentir tu deseo—levantó la mano. —Ven a mí, ______; déjame enseñarte mi mundo. —¿Qué ocurre si me niego? —No dejes que tus temores te aprisionen. —No puedo evitarlo. Tengo miedo de la oscuridad, de lo desconocido. —No temas, ______. No dejaré que nada te haga daño. Él dio otro paso hacia ella, con la mano todavía extendida. —Ven a mí. Es lo que quieres. —Sí—puso su mano en la de él y sintió la fuerza que corría a través de él, la fuerza de doscientos años. —¡______! Elevó la cara para su beso. Sus labios chamuscaron los de ella, marcándole, y ella le conoció. Le conoció como se conocía a sí misma. Vio su infancia en Italia, supo que había amado a sus padres, que había estado celoso de su hermano mayor. Experimentó su amor por la tierra, su ansia de viajar a otras partes del mundo. Sintió su alegría y su orgullo por sus hijos, su dolor cuando los perdió, su culpabilidad por la muerte de Antoinette, su rabia porque no pudo vengarse de Alexi. Y, sobre todo, el Hambre que se enroscaba profundamente en su vientre, en cada parte de él, influyendo en sus pensamientos, en sus necesidades. Era consciente del deseo que latía en su sangre, sintió lo que corría por sus venas, en la tensión que causaban sus brazos al ajustarse alrededor de ella. Él la tumbó sobre la tierra, solo que no había hierba bajo ella, sino un ataúd, y él seguía presionando contra ella, tumbándose encima. Sus manos y sus labios la hipnotizaban y excitaban y sintió que perdía su identidad, convirtiéndose en una parte de él, en una parte de su mundo. Sintió sus dientes en su cuello, supo que él iba a beber su sangre, beber y beber, hasta que no quedara nada de ella… Se despertó sobresaltada con el corazón retumbándole como un trueno, todo el cuerpo empapado de sudor. Apartando los cobertores, buscó la luz y la encendió, revelándole que estaba en su propia cama, en su propia casa. —Un sueño—dijo las palabras en voz alta, confortada por el sonido de su voz. —Sólo un sueño. Pero no pudo evitar preguntarse si más bien sería una advertencia de las cosas por venir. El viernes amaneció claro, brillante y fresco. ______ se levantó tarde después de una noche sin descanso. Se tomó tres tazas de café, se vistió y limpió el apartamento, el cual le pareció repentinamente grande y vacío. Se preparó un bocadillo para comer, deseando tener algunas sobras de pavo, pero era difícil tener sobras cuando no se había cenado en casa. Encendió la televisión y vio la última parte de Tal como éramos, y luego, sintiéndose melancólica, se fue a dar un paseo por el parque. Intentó clasificar lo que sentía por Miller, por Joe, pero parecía imposible concentrarse. En lo único en lo que podía pensar era en la última vez que había visto a Joe y en los besos que habían compartido. El sueño aquel estaba, incluso en ese momento, demasiado vívido en su mente. Con un suspiro, se sentó bajo un árbol y miró hacia la distancia. Ella no estaba preparada para tomar la clase de decisión trascendente que acarrearía involucrarse con Joe. No se había sentido enamorada, ni siquiera atraída, por muchos hombres. En el instituto se había dedicado a los deportes y a la danza. Ela no hacia nada en la muchedumbre, ocupada toda la hora. Había ido a la residencia, hecho nuevos amigos y luego había comenzado a trabajar para Salazar y Salazar. Había tenido su cuota de citas, pero no había conocido a ese alguien especial. Sabía que probablemente era una rareza, una virgen de veinticuatro años, aunque nunca había conocido a alguien por quien perder la cabeza. Ninguno de ellos la había tentado como Joe le tentaba… pero sucumbir a su oscuro poder podía costarle mucho más que su virginidad. Muy bien podía costarle la vida. Tal pensamiento le hizo sonreír. Una de las razones por las que había evitado la intimidad era la muy real amenaza del SIDA. El sexo no era algo por lo que mereciera la pena morir… aunque involucrarse con Joe podía ser tan peligroso como amenazante para su vida. Se tumbó en la hierba y miró el cielo, el cual estaba, por una vez, limpio de smog. Era extraño, que pareciera atraer a hombres mayores que ella. Joe era cientos de años mayor que ella, aunque pareciera no tener más de treinta. Nicholas estaba en los cuarenta. Aún así, era atractivo a su manera, y uno de los mejores hombres que había conocido. Lo malo es que era demasiado mayor para ella. El sol calentaba su cara. Sintiéndose somnolienta cerró los ojos... Joe paseó por las oscuras habitaciones de su nueva morada, esperando a que el sol se ocultara. En la última mitad del siglo, había sido capaz de levantarse un poco antes cada año, aunque todavía sucumbía al sueño oscuro cuando el sol estaba en lo alto del cielo. ¿Era posible que, con el tiempo, no tuviera que dormir en absoluto? ¿Había alcanzado Alexi ese plano de existencia? Alexi. ¿Estaría todavía en el pasado, lamiendo sus heridas? Joe llegó a la ventana que daba al patio trasero. Pudo ver el último toque de color contra el cielo occidental, sentir la llegada de la noche, moviéndose lentamente sobre la tierra, sintió todos sus sentidos llenarse completamente de vida. La conciencia fluyó a través de él. Pudo sentir la energía de miles de personas pulsando a través de él. Oír los latidos de sus corazones, oler su sangre. Pudo oír el ladrido de un perro a más de un kilómetro, el constante zumbido del motor de los coches, el zumbido de la electricidad que cruzaba los cables. Supo que llovería antes de que terminara la noche. Supo que ______ estaba pensando en él. Se centró en ella, sintió su pulso aumentar cuando su corazón comenzó a latir al mismo ritmo que el de ella. ______… era una parte de él, le gustara a ella o no. Cerró los ojos y su imagen saltó en su mente. Lo preciosa que era, su ______, con su pelo castaño oscuro y sus conmovedores ojos verdes. Su piel floreciente con la vibrante belleza de la juventud; sus labios cálidos y rosados. Había soñado con ella la última noche. Eso en sí mismo era un signo de que sus poderes sobrenaturales aumentaban su fuerza. Los vampiros recién hechos no soñaban. Encerrados en el sueño oscuro, tenían un negro y vacío descanso. Recordaba esos primeros años en los que le tenía pavor a las horas de la nada, cuando había temido a las tinieblas, se había asustado de la indefensión que se cernía sobre él, temeroso de que cualquier mortal excesivamente entusiasmado pudiera encontrarle mientras era vulnerable. Recordó noches en los que la conciencia retornaba con tal rapidez que le dejaba sin respiración a causa del miedo. Pero esos días habían pasado. El sueño oscuro ya no le asustaba, no le dejaba sin poderes en una maraña de inexistencia. Podía moverse durante las horas del día, siempre que se mantuviera alejado de la luz del sol; incluso cuando dormía, era consciente de lo que pasaba a su alrededor. Ya no le tenía miedo a nada. Excepto al toque del sol y el pensar en perder a ______. ¿Cuándo se había convertido ella en alguien tan importante para él? ¿Y qué iba a hacer con eso? ¿Cómo iba a convencerla de que no mirara al vampiro y viera al hombre? Ah, musitó, pero ¿el hombre todavía existe o sólo se estaba haciendo ilusiones? Sintió agitarse su hambre cuando caía la noche, extendiendo su manto de oscuridad a través de la tierra. Se cambió de ropa y dejó la casa. Internándose en las sombras de la noche, se fue en busca de una presa. Estaba oscuro cuando se despertó. Se levantó, asombrada de haber dormido tanto tiempo, pero claro, no había descansado mucho durante la noche. Se sacudió los pantalones y comenzó a caminar hacia su casa. Eran sólo las seis, pero parecía más tarde. Las nubes ocultaban la luna. Sintiéndose repentinamente nerviosa, miró por encima de su hombro, asegurándose a sí misma que se encontraba sola. El parque, que le había parecido tan bonito y romántico cuando Joe estaba a su lado, ahora era amenazadoramente oscuro y premonitorio. Realmente estaba oyendo pasos detrás de ella, comenzó a caminar más rápido. Gritó cuando sintió una mano cerrándose sobre su brazo. —¡Silencio! No voy a hacerle daño, señora. Sólo quiero su dinero. —Yo… yo no tengo… nada. —¡No me mienta! Y no se vuelva. —Yo… no… no miento—estaba temblando. Sus piernas estaban débiles y sentía calor y frío a la vez. El temor atenazaba su estómago. Sofocó un grito al sentir algo pequeño y redondo presionando su espalda. —Tengo una pistola y la usaré si tengo que hacerlo. Ahora deje de entretenerme y deme su dinero. Todo. —Honestamente, yo no… no… por favor…—Iba a morir. Y no estaba preparada. Por favor, no ahora… Su mano apretó su brazo y ella hizo una mueca de dolor. —Por favor… no traje la cartera. —No… Sus palabras murieron en un estrangulado sollozo y repentinamente él no la estaba agarrando. Oyó la que pudo ser un gruñido seguido de un agudo grito de dolor. El terror la mantuvo sujeta en el sitio. Reuniendo todo el coraje que tenía sólo fue capaz de mirar por encima de su hombro. Lamentó haberlo hecho. Dos oscuras sombras permanecían a pocos pasos de ella, juntos en un macabro abrazo. El más alto estaba doblado sobre el otro. Oyó un apagado sollozo, sintió el olor a sangre, y oyó una voz, baja e hipnótica. —Vete de aquí y no vuelvas. No recordarás nada de esta noche. Nada. ¿Me entiendes? Vio al más bajo de los hombres asentir, luego volverse e irse. Temblaba violentamente cuando Joe la tomó entre sus brazos. —¿Estás bien?—su voz era suave y tranquilizadora. —S—sí. —¿Te hizo daño? Sacudió la cabeza, sabiendo de alguna manera, que si decía que sí, el hombre que había intentado robarle moriría. —No. Yo sólo…tanto frío. Sin palabras, la abrazó. Sus fuertes brazos la mantendrían a salvo. Ella ocultó su cara en el hueco de su hombro. Hubo un zumbido en sus oídos, una sensación de moverse rápidamente. Se acurrucó contra él, con los ojos cerrados, su corazón latiendo con fuerza. No preguntó dónde la llevaba. En ese momento no le importaba. Él era cálido y seguro. Él podía protegerla. Momentos u horas después, ella no estaba segura, la dejó. Sintió una sensación de poder pasar a través de ella y la habitación se llenó repentinamente con la luz de una docena de velas. —¿Dónde estamos?—preguntó ______. —En mi casa. Ella miró a su alrededor. La habitación era grande con un alto techo abovedado y ventanas emplomadas pasadas de moda. Las cortinas eran verdes, apagadas, igual que la alfombra verde y oro que cubría el suelo. Las paredes fueron en algún momento amarillo pálido. Una enorme chimenea con una repisa de mármol ocupaba una buena porción de una pared. —¿Vives aquí?— Su voz retumbó por el alto techo. Él asintió. —Pero no será mía legalmente hasta dentro de una semana o así. —Oh—Ella estaba temblando de nuevo. Él susurró su nombre y la tomó entre sus brazos. —No tengas miedo. Ahora estás a salvo. —Él… él tenía una pistola. —Ya no. —¿Se la quitaste? Joe asintió. —Bebiste de él, ¿no? —Sí. Y luego lo borré de su mente—ella sintió cómo se tensaban los músculos de sus brazos. —Eso te preocupa, ¿no? —Un poco—ella le sonrió trémulamente. —Pero me estoy acostumbrando a eso. —Ah, ______, ¿tienes idea de lo mucho que te necesito? —¿Tú? ¿Me necesitas? Él asintió. —¿Sería poético si te dijera que te necesito como las flores necesitan el sol, como un hombre hambriento ansía sustento? ¿Puedo decirte lo bella que eres para mí, lo mucho que te deseo? Ella le miró olvidando momentáneamente al atracador. La luz de las velas danzaba en el espeso pelo negro como la tinta de Joe, y arrojaban sombras doradas en su cara. Y sus ojos… sus ojos ardían con un calor radiante que hablaba con más elocuencia que las palabras. —No te voy a meter prisa, cara. No voy a pedirte más de lo que desees dar. Sólo te pido que me dejes verte cada noche y soñar contigo cada día. Él elevó una mano, un largo dedo delineó amorosamente los contornos de su cara. —Di sí, cara mia. He vivido solo demasiado tiempo. Era tentador, demasiado tentador. Él la necesitaba como nadie lo había hecho, como nadie lo haría, y aún así, ella no podía olvidar lo que él era. —Lo siento—susurró las palabras, temerosa de herirle, temerosa de incurrir en su ira. —Por favor, trata de entender. No quiero herirte. Desearía poder… Él le puso los dedos en los labios, silenciando sus palabras, y luego, muy despacio y deliberadamente, bajó sus brazos y dio un paso hacia atrás. —Entiendo. —Joe, por favor, déjame explicártelo… —No es necesario—dijo rotundamente. —Soy un Vampiro. Sé lo que piensas, ______, mejor de lo que te conoces a ti misma. Te lo aseguro, no tienes nada que temer por mí. Vamos, te dejaré a salvo en tu casa. | |
| | | MySillyHair Forista!
Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 2nd 2012, 15:27 | |
| DONEEE!!!
ESPERO LES GUSTE :$ | |
| | | Rebecca Alvz Super Fan De Los JoBros!
Cantidad de envíos : 4155 Edad : 28 Localización : Dating a Jonas Brother! In NYC con Nick Fecha de inscripción : 06/07/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 2nd 2012, 17:04 | |
| woooa! pasaroon demasiaadas cosas! quede con cara de siguela cuando puedas | |
| | | MySillyHair Forista!
Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 2nd 2012, 19:34 | |
| AWW son mis capítulos favoritos!!
*o* | |
| | | AnglikN'Jonatica Casada Con
Cantidad de envíos : 1009 Edad : 27 Localización : MUNDO: jonas Pais: nickland ciudad: Kevin City sector: joe jonas Casa 53-S..... Venezuela-Anzoategui(PLC)=) Fecha de inscripción : 23/01/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 4th 2012, 11:24 | |
| siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!! awww's esos cap's estubieron tan... tan.. es inexplicablemente INCREIBLES! me fascina esta historia es soo AWESOME y tu ps tu escribes increibles!!! siguelaaaaaa!! | |
| | | MySillyHair Forista!
Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 14th 2012, 09:32 | |
| VOLVI! (: Chicas, lo siento un monton!! Mi internet se puso necio en estas vacaciones! pero volvi, y no se si se ponga necio otra vez, pero creo que tal vez hoy subiré todo los capítulos que faltan... Lo sé, muy rápido todo pero toca porque no se si me pueda volver a conectar! Gracias a sus comentarios, a las que no dejaron de comentar... Y a las que constantemente me preguntaban por el pin y tw cuando subiria, | |
| | | MySillyHair Forista!
Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 14th 2012, 09:36 | |
| CAPITULO 26 No hubo más flores después de aquello, ni más sueños eróticos que le llenaran de turbación y placer. Se ocultó en el trabajo, pasando los fines de semana haciendo las últimas compras de Navidad. Mandó las postales de Navidad, tarde como siempre, fue a una fiesta por las vacaciones a casa de Linda, e intentó pretender que se lo estaba pasando bien. Repasaba los periódicos cada mañana y escuchaba las noticias cada noche, pero no había más asesinatos de vampiro, ninguna señal de que Alexi Kristov hubiera vuelto. Salió a cenar y al cine con Nicholas unas cuantas veces, y entonces llegó la semana de Navidad. La oficina cerró temprano el miércoles, y ______ preparó su equipaje y se fue a Florida a pasar las navidades con sus padres, su hermano Mike, su mujer y sus hijos. Aguantaría la gentil insistencia de su madre de que sentara la cabeza, escucharía las quejas de su padre sobre el destino de la nación, intentaría no tener celos de Mike, quien parecía tenerlo todo: una amante esposa, cuatro hijos preciosos, un coche nuevo, un negocio floreciente. Siempre se había asombrado cómo se convertía en una niña pequeña en cuanto entraba en la casa de su madre. Por una parte eso no le gustaba, pero por otra, la parte de ella que nunca había crecido, que nunca crecería, estaba feliz de dejar a su madre hacer tanto alboroto a su alrededor. La Navidad pasó placidamente. Intercambiaron los regalos, salieron fuera a ver a los niños montar en sus nuevas bicicletas. Más tarde, tomaron un gran desayuno, seguido de una enorme cena, y luego, demasiado pronto, el día terminó. Montañas de papel de seda y de cinta, llenaron los cubos de basura. Los chicos, agotados de un día de juegos y de la cena, se fueron pronto a la cama. ______ se quedó levantada después de que todo el mundo se fuera a la cama. Sentada en la sala, enfrente de la chimenea, miró las danzantes llamas. Se preguntó dónde habría ido Alexi, cómo habría pasado Nicholas el día. Le habría pedido que pasara las navidades con ella y con sus padres. No habría habido ningún problema el que lo llevara, pero no había querido alentarle, no quería que pensara que podían ser más que amigos. Echándose hacia atrás, intentó formular sus propuestas para el año nuevo. Más ejercicio, menos chocolate. Ir a la iglesia. Ayudar a los pobres. Llamar a casa más a menudo… Finalmente, se dejó llevar y pensó en Joe. ¿Cómo habría pasado el día? ¿Los vampiros celebraban la Navidad, o era solo otro día en una interminable sucesión de días? O noches. ¿Cómo había podido soportarlo por doscientos años? ¿Cómo sería ser joven para siempre, no estar nunca enfermo, no tener que preocuparse por la muerte? ¿Cómo sería saber que todo el mundo que conoces envejecería y moriría mientras permanecías siempre igual? Cerró los ojos, adentrándose en el sueño por lo avanzado de la noche y el calor de las llamas…
Era Nochebuena y él andaba por una calle residencial. Vestía un jersey y vaqueros que ella había escogido para él, se movía silenciosamente a través de la noche, sin tener conciencia del intenso viento y de la lluvia. Las luces de navidad brillaban en los porches y los tejados de las casas, reflejando la humedad. Y a su alrededor podía oír el sonido de los villancicos y las risas de las familias reunidas para celebrar el día más alegre del año. Paseó kilómetros, sus manos dentro de los bolsillos de sus vaqueros, su cara vuelta al viento. Ella sintió su soledad, su separación del resto del mundo. Sintió su hambre, vio que el se paraba delante de una farmacia de guardia, su nariz se abrió cuando vio al viejo de pie en la puerta. Sintió el hambre arañándole, urgiéndole a que tomara lo que necesitaba, a satisfacer su sed. Ella sintió su indecisión y entonces, con un juramento por lo bajo, pasó de largo, y ella supo que era porque era Navidad, porque el viejo iba de camino a su hogar con su esposa inválida. Y ella le vio en la casa que él había comprado, y supo que la había comprado por ella, que él había esperado que la compartiera con él. Ella le vio paseando por las oscuras y vacías habitaciones, oyó su voz susurrando que le necesitaba, que su vida había perdido toda esperanza, todo sentido. Y entonces ella le vio mirando de nuevo hacia fuera, su cabeza se volvió, sus manos se apretaron fuertemente a ambos lados. Él dijo su nombre, y luego, conducido por las alas del viento, ella oyó el melancólico lamento de un lobo…
Se despertó con un sobresalto, su corazón latiendo con fuerza mientras miraba a su alrededor en la oscura habitación. —¿Joe?—pero por supuesto él no estaba allí. Estaba en Los Angeles. Elevó una mano a su mejilla, sorprendiéndose de encontrarla húmeda por las lágrimas. —¿Por qué lloras, ______? Debería haberse asustado, o, al menos, sorprendido. En cambio, el suave y ronco sonido de su voz le mandó un cálido resplandor atravesándola. —¿No lo sabes? —Estoy intentando no leer tu mente, desde que eso te disgusta tanto. —Estaba soñando—se abrazó a sí misma por la cintura y le miró. Él permaneció al lado del sofá. Envuelto en una ondeante capa negra, se le veía alto, oscuro y peligroso. La luz del fuego bailaba en su pelo. —Pero tú ya lo sabes, ¿no? Él sacudió la cabeza. —No. ¿Qué pasa? —No importa. ¿Qué estás haciendo aquí? —¿Qué piensas? Su corazón empezó a saltar en su pecho. Su boca se quedó seca. —Yo…—tragó saliva. —No lo sé. Él se arrodilló a su lado, la capa arremolinándose a su alrededor como una laguna de tinta negra. —Te he echado de menos—dijo tranquilamente. —Vine a ver si tú también me habías echado de menos—encontró su mirada y la mantuvo. —¿Lo hiciste? Ella no podía mentirle, no cuando la miraba de esa manera. Podía sentir su soledad como si fuera la suya propia. La hizo sentirse poderosa y humilde al mismo tiempo, el pensar que él había tenido que ir allí. Era aterrador, saber que ella tenía la capacidad de hacerle daño, de hacer añicos su orgullo y herir su ego. Le miró y se recordó a sí misma que él era un vampiro, pero todo lo que vio fue un débil rayo de esperanza en un par de profundos ojos negros. Ella le miró e intentó ver a un monstruo, pero todo lo que vio fue a un hombre que había estado solo mucho tiempo, un hombre que la necesitaba. —¿Has pensado en mí mientras estabas aquí? —Sí—ella había pensado en él constantemente. En la iglesia en Nochebuena, ella había deseado que él pudiera estar a su lado. Todo ese día ella había pensado en él, perdido en el Sueño Oscuro, solo, mientras el resto del mundo celebraba el asombroso nacimiento del salvador del mundo. —¿Entonces me has echado de menos? Ella asintió. —Sí. No quería, pero no podía evitarlo. La esperanza de sus ojos ardió brillantemente, su calor la envolvió. —______. —Feliz Navidad, Joe—susurró y abrió sus brazos. Él solo pudo mirarla fijamente, momentáneamente aturdido por el amor que leía en sus ojos, y luego, con un gemido, la atrajo a su regazo y envolvió sus brazos alrededor de ella. —______… ______…—enterró su cara en la sedosa nube de su cabello y la mantuvo apretada. Ella se aferró a él, sintiendo los temblores que sacudían su cuerpo mientras susurraba su nombre una y otra vez. —¿No vas a besarme? Él se echó hacia atrás un poco, una débil sonrisa curvó sus labios. —Tan a menudo como lo desees. La felicidad burbujeó en su interior como el champán. —Lo deseo—murmuró—deseo que me beses ahora. —Ah, cara—dijo fervientemente—tus deseos son órdenes. Cerró los ojos cuando su cabeza se inclinó hacia ella, suspiró cuando sus labios se encontraron. Había anhelado eso, tenía hambre de eso. ¿Por qué había combatido tanto tiempo? Sin apartar sus labios de los de ella, él la volvió en su regazo hasta que ella quedó de cara a él, sus piernas alrededor de su cintura, sus pechos aplastados contra su pecho. Sus manos vagaban por su espalda y sus hombros, bajando por sus brazos, a lo largo de sus muslos, atormentándola con su toque, excitándola hasta que ella estuvo dolida por la necesidad. Él se estaba quemando del mismo deseo. Ella lo podía sentir en cada músculo tembloroso, oírlo en el entrecortado filo de su respiración, en lo áspero de su voz al decir su nombre. Ella estaba sin respiración cuando él apartó sus labios de los suyos. —Joe… ¿siempre has tenido este poder sobre las mujeres? Sus nudillos acariciaron su mejilla. —¿Qué poder, cara? —Sabes muy bien lo que quiero decir. Un beso y ardo. —Eso no es poder, mi amore. —¿Magia entonces? Él le sonrió, con expresión tierna. —Mejor un milagro. —¿Un milagro?—ella trazó sus labios con un dedo, y luego acunó su cara con las manos. —Que puedas amarme. —Te amo— dijo ella —pero… Él colocó una mano sobre su boca. —No nos preocupemos esta noche por el futuro—dijo—solo déjame abrazarte hasta el amanecer. Ella lamió su palma y un gemido bajo salió de la garganta de él. —No puedo creer que estés aquí. —Tú me querías aquí, ¿no? Ella asintió y se acurrucó en sus brazos, su cabeza descansando en su hombro. —Creo que estas es la mejor Navidad que he tenido. Sus brazos la rodearon con fuerza. —Para mí también—dijo, su respiración calentando su nuca. —Para mí también. Estuvieron sentados durante horas, contentos de mantenerse cerca el uno del otro y de mirar danzar las llamas en la chimenea. Joe le habló de su infancia en Italia, de su padre que era zapatero, de su hermano mayor que llegó a ser sacerdote. Le habló de los lejanos lugares que había explorado en los siglos pasados, y ella pudo ver en su mente, la casa donde había nacido, a Joe como un chico joven, alto, oscuro y guapo, incluso entonces. Vio el mundo a través de sus ojos, las pirámides de Egipto y los canales de Italia, las grandes catedrales de Europa, las junglas de África. Qué maravilloso, haber vivido tanto y haber visto tanto. Después de un tiempo él quedó en silencio y ella supo que el amanecer estaba cerca. Ella miró el hogar, solo para darse cuenta que, aunque ellos no le habían añadido más madera, el fuego había ardido durante toda la noche. —Debo irme—la besó en la mejilla. —¿Cuándo estarás en casa? —El domingo por la noche. Desearía que no tuvieras que irte. Él se encogió de hombros. —No puedo evitarlo. Te veré cuando vuelvas, ¿vale? —Sí. La mantuvo cerca, respirando su aroma, jurando silenciosamente que le concedería cualquier deseo, de manera que ella le dejara estar a su lado. Se levantó con un movimiento fluido, llevándola con él. —Me temo que te he robado el descanso. Ella cerró sus brazos alrededor de su cuello y le sonrió. —No me importa. Puedo dormir hasta tarde mañana. —¿Soñarás conmigo? Ella sonrió. —Siempre lo hago. Él la besó de nuevo, largo y duro y después, muy gentilmente, la dejó sobre sus pies. —Hasta el domingo por la noche, cara mia. —¿Un beso más? Él la arrastró hasta sus brazos y la besó hasta que ella se quedó sin respiración, y entonces, en un remolino de seda negra, él se había ido. Con la cabeza dando vueltas, y el corazón lleno de docenas de emociones conflictivas, subió las escaleras y se metió en la cama. Estaba enamorada. De un vampiro. Y era la cosa más excitante del mundo.
Pasaban un poco de las ocho cuando el avión aterrizó. Llevando su bolso y una pequeña maleta siguió a los otros pasajeros por la rampa. Había sido divertido pasar los últimos tres días con su familia, pero se alegraba de estar de nuevo en su casa. No podía esperar para ver a Joe. El aeropuerto estaba atestado de gente volviendo a casa. Tomando aire se dijo a sí misma que debía tener paciencia. Ella no era la única con prisa. Se dirigía a la cinta de equipajes cuando vio a Joe. Sonrió y se dirigió hacia él. —Bienvenida a casa, cara mia—dijo y tomándola entre sus brazos, la envolvió como si no se hubieran visto en años en lugar de días. Le hizo ridículamente feliz saber que él le había echado de menos tanto como ella le había añorado a él. —¿Qué estás haciendo aquí? —Quería verte. Vamos a por tu equipaje. Por primera vez en su vida, sus bultos fueron los primeros en bajar por la rampa. Joe cogió las dos maletas y las metió bajo un brazo; luego cogió su mano. —Ven, he alquilado una limusina para llevarte a casa. —Bromeas, ¿no? —No, está fuera. —Pero mi coche… —Te lo llevé a tu casa la pasada noche. —¿Por qué? —Para poder tenerte en mis brazos cuanto antes. Eso era, posiblemente, la cosa más romántica que nadie había dicho o hecho. ______ se sintió como una estrella de cine cuando una elegante y extensa limusina blanca se detuvo en el bordillo. El conductor salió y les abrió la puerta, guardó el equipaje en el maletero. Minutos después estaban en la autopista 101 de camino a casa. ______ se acurrucó contra Joe. —Esto es maravilloso. —¿Tienes sed? ¿Hambre? —No. Estoy bien. Su brazo se apretó sobre su hombro. —¿Te lo pasaste bien con tu familia? —Uh—huh. Mi madre siempre hace comida suficiente para un regimiento. Probablemente habré engordado cinco kilos—le miró. —Supongo que eso no es problema para ti, ¿no? —No. —Afortunado. —De hecho, lo soy. Sintió una ola de calor inundando sus mejillas cuando la mirada de él se movió sobre ella, posesiva, admirativa. —La dieta del vampiro—se mofó ella. —Proteína líquida. Un lado de su boca se elevó en una irónica sonrisa. —No hables hasta que no lo hayas probado. —No, gracias— Frunció el ceño. —Espera un momento. Cuando fuimos a North Word Inn, comiste un filete—Hizo una mueca al recordar. —Un filete muy raro, pero te lo comiste. —¿Lo hice? —Por supuesto que lo hiciste. Te vi. Él sonrió con indulgencia. —No probé bocado. Solo planté la idea en tu mente. Ella le dio un puñetazo en el brazo. —Metiéndote de nuevo con mi cabeza. Él se encogió de hombros. —No lo haré más. —¿Lo prometes? —Sí. —¿Puedo preguntarte una cosa? —Lo que quieras, cara. —¿Diste un paseo en Nochebuena? —¿Por qué lo preguntas? —Te vi. Joe frunció el ceño. —¿Qué quieres decir? —Te vi en un sueño. Paseabas por una calle, completamente solo. Pasaste por una farmacia y había un viejo de pie en la entrada. Llevaba una gabardina marrón y una bufanda roja el cuello. Sintió tensarse los músculos de su brazo. —Sigue. —Tu ibas a… ya sabes, pero entonces leíste su mente y viste que su mujer estaba sola en su casa, y enferma y él había salido fuera bajo la lluvia para recoger una receta para ella. —¿Soñaste eso? ______ asintió. —Pasaste de largo y te fuiste a casa. Sus brazos eran como el acero alrededor de ella mientras esperaba a que continuara. Ella le miró, buscando su mirada. —Dijiste que la vida había perdido su significado para ti y dijiste mi nombre. Y entonces…—Se estremeció ante el sonido del solitario llanto del lobo que resonaba en su mente. —¿Y entonces? —Oí el aullido de un lobo y desperté. ¿Fue real o solo un sueño? Un músculo latió en su mandíbula. Tomó aire profundamente y ella sintió como la tensión salía de él. El brazo que rodeaba su hombro se relajó. —Fue real, cara mia. Ocurrió exactamente como lo has descrito. —¿Pusiste esa imagen en mi mente? —Te dije que no lo hice. —Eso es por lo que sueño contigo, ¿no? Porque me diste algo de tu sangre. ¿Quiere eso decir que puedes hacer que yo haga lo que quieras? —Siempre pude doblegar tu voluntad, ______. El pequeño sorbo de sangre que te di era solo para marcarte como mía, para permitirme encontrarte, para dejarme hablar a tu mente. —Alexi dijo que podía notarte. —Alexi—Joe miró por la ventanilla hacia la oscuridad, preguntándose si su viejo enemigo estaba escondido. ¿Había dejado el juego? ¿O simplemente estaba aguardando su tiempo, adormeciéndoles en una falsa sensación de seguridad antes de atacar de nuevo? —Hey, ¿dónde estabas? Le sonrió. —Aquí, a tu lado, durante el tiempo que quieras. —Eso puede ser mucho tiempo. Su sonrisa se volvió agridulce. —Tengo mucho tiempo. —¿Y Miller? —¿Qué pasa con él? —Dijo que iba a destruirte. —No será el primero en intentarlo. Seguramente no será el último. —¿Qué quieres decir? —He sido cazado antes, en el pasado. Aquellos que buscaron destruirme están muertos. Ella se encontró cara a cara con la realidad de nuevo. La otra noche, enfrente del fuego, todo parecía mágico, romántico, un cuento de hadas. —¿Mataste a los otros? —Por supuesto. —¿Matarás a Nicholas? —Es su elección. —¿Pero cómo? Si ellos fueron a por ti durante el día… Quiero decir, pensaba que los vampiros estaban indefensos cuando el sol estaba alto. —No. Es natural para nosotros dormir durante el día, pero sólo los muy jóvenes están indefensos. Puedo sentir la presencia de otros cuando duermo. El instinto de supervivencia es tan fuerte con nosotros como contigo. Todavía no he conocido a un mortal que no pueda derrotar. Ella tembló, repentinamente helada al imaginar a Nicholas inclinándose sobre Joe, sus ojos ardiendo con virtuoso ardor, al hundir una estaca de madera en el corazón del vampiro. Él no tuvo que leerle la mente para saber qué era lo que estaba pensando. Abriendo uno de los compartimientos de los lados, sacó una botella de vino tinto. Llenó dos copas, calentando una con su mirada y se la alargó a ______. —Bebe esto—dijo —y luego hablaremos de algo más placentero. Ella hizo lo que él sugirió. El vino la calentó, haciéndola sentir somnolienta y relajada. Él le sonrió por encima del borde de la copa. —¿Mejor? —Sí, bastante. Cuando ella terminó, él colocó las copas a un lado y la tomó entre sus brazos. —Estaremos pronto en casa. Casa. Nunca había sonado tan bien la palabra. Llegaron al apartamento en tiempo record. El chofer le subió el equipaje por las escaleras. Joe llevó a ______. Ella protestó, diciendo que podía andar, pero él insistió en llevarla. Y ahora ella estaba sentada en su regazo en el sofá. Él había encendido el fuego simplemente con desear que ocurriera. —Serías genial para una excursión por el campo—dijo ______—nunca tendría que preocuparme por recordar llevar cerillas. Joe gruñó por lo bajo. —Me temo que nunca he estado de acampada. —No, supongo que no. Ella deslizó su brazo alrededor de su nuca y apoyó la cabeza en el hombro de él. —Desearía no tener que ir mañana a trabajar. —Pensé que te gustaba tu trabajo. —Oh, sí me gusta. Pero cada vez que me tomo unos días, el comenzar se me hace cuesta arriba. —Si no quieres ir, quédate en casa. —Sí, ya. —Lo digo en serio. Deja tu trabajo si no eres feliz allí. —¡No puedo hacer eso! Tengo facturas que pagar, lo sabes. Alquiler y cosas así. —Ven a vivir conmigo, cara. Déjame cuidar de ti. Ella le miró al tiempo que se le ocurría un nuevo pensamiento. —¿De dónde sacas todo tu dinero? No parece que tengas un trabajo. Él se encogió de hombros. —Si uno es juiciosos, se puede acumular bastante riqueza en doscientos años. —Supongo que sí. —Venga, cara, déjame cuidar de ti. Era tentador, oh, demasiado tentador. Ella lo consideró durante sesenta segundos, luego sacudió la cabeza con pesar. —Me encantaría, pero no puedo—Vio la pregunta en sus ojos y le cubrió los labios con la mano. —No es porque seas un vampiro. No tiene nada que ver contigo. Soy yo. Te lo dije antes, no tengo sexo casual. Él le cogió la mano y la besó. —No te estoy pidiendo que duermas conmigo—su lengua acarició su palma, mandándole escalofríos que corrían arriba y abajo por su espina dorsal. —Sólo te estoy pidiendo que compartas mi casa, que me dejes cuidarte. No hay necesidad de que trabajes. —¿Pero qué voy a hacer todo el día? —Lo que quieras—él acarició su mejilla con el dorso de su mano, deleitándose con la suavidad de su piel. La llamada de sirena de su sangre provocaba en él su hambre, tan seguro como que el cálido aroma femenino de su cuerpo provocaba su deseo. —Ir de compras. Dormir hasta tarde. Ir al masajista. Sentarte al sol. Dar un paseo por la playa. Dar largas caminatas por el parque—él sonrió. —Por la mañana. Ella le miró, con el corazón rompiéndose porque, incluso si ella aceptara su oferta, él nunca sería capaz de sentarse al sol con ella, o andar tomados de la mano por la playa, o pasear a través del parque en un cálido día de verano. —Aprecio tu oferta, realmente lo hago, pero no puedo aceptar. Echaría de menos trabajar y me gusta tener mi propio dinero. No estás enfadado, ¿verdad? —No, cara. Sus labios rozaron su mejilla, la punta de su nariz, luego se deslizaron hacia abajo hasta cubrir su boca. Sus brazos se apretaron alrededor de su cintura cuando profundizó el beso, y ella olvidó el trabajo, olvidó cualquier cosa excepto al hombre que la abrazaba tan fuerte, besándola tan completamente, haciendo que su corazón volara de felicidad. Se apretó contra él, queriendo estar más cerca, aún más cerca. Un gemido bajo surgió de la garganta de Joe al absorber el calor de ella en su interior. El sonido de su corazón rugía en sus oídos; la verdadera esencia de su vida le llamaba como el aroma de su sangre llenaba las ventanas de su nariz. El hambre y el deseo guerreaban en su interior. Sintió sus colmillos crecer cuando el hambre bramó a la vida dentro de él. Sólo un sorbo, pensó. ¿Qué daño podía hacer? Un sorbo de su dulzura. Tan fácil, meditó, tan fácil tomarla, mirar profundamente en sus áridos ojos, dejar que el poder de su mente eclipsara la de ella. Nunca necesitaría saberlo… La tensión que radiaba Joe penetró en la bruma de pasión que la envolvía. Sintiéndose como si estuviera moviéndose a través de una espesa melaza, se echó hacia atrás, su mirada examinó su cara. —¿Qué ocurre? Con gran esfuerzo, él dominó su hambre, sintió que sus colmillos se retraían. —Creo que lo mejor sería decir buenas noches. —Pero si aún es temprano. —Eres demasiado tentadora, ______—se levantó y la dejó con cuidado de pie. —Te veré mañana por la noche. —De acuerdo—ella se balanceó contra él, elevando su cara para un beso. —Gracias por recogerme. —Ha sido un placer—tiernamente, como si ella hubiera estado hecha del más frágil cristal, él rodeó su cara con sus manos y la besó. —Dulces sueños, cara. —Igualmente—dijo ella, y entonces frunció el ceño. —¿Tú sueñas? Él trazó la línea de sus labios con sus dedos. —No lo hacía—contestó suavemente —hasta que te conocí. Buono notte, cara mia. —Buenas noches. Con un suspiro cerró la puerta tras él. Sintiéndose mareada como una escolar, se sentó en el sofá y miró soñadoramente al fuego, con un cojín apretado contra su pecho. Estaba enamorada de Joe Jonas. El pensamiento era al mismo tiempo emocionante y espantoso. ______ Jonas… Señora de Joe Jonas… Señora ______ Jonas… Riendo tontamente, besó el cojín. Nunca en su vida se había sentido así. Era maravillosos y daba miedo, estimulante y espantoso, todo al mismo tiempo. Y, sobre todo, era imposible. ¿Cómo podía estar enamorada de un vampiro?
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| | | MySillyHair Forista!
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 14th 2012, 09:38 | |
| CAPITULO 27 Perdido en sus pensamientos paseó por las oscuras calles. Antes de que Alexi escapara de Silvano, antes de ______, su vida había seguido un sendero marcado. Había viajado por el mundo persiguiendo al viento, cuando las tinieblas se extendían a lo largo de la tierra. No era un eunuco, ni un monje. Había habido mujeres en su vida. Había sentido un cálido afecto por todas ellas, pero ninguna había reclamado su corazón o hablado a su alma. Había perseguido el conocimiento, abrazado las artes, disfrutado del teatro y de la ópera. Sus deseos eran pocos y fácilmente satisfechos. Pero cuando Silvano había llevado a Alexi de gira, sus pacíficos días se habían hecho añicos. Y luego había conocido a ______… ah, ______, con su belleza besada por el sol y sus claros ojos verdes. ______, cuya sangre cantaba una canción de sirena a su hambre, cuya belleza tiraba de su corazón y de su alma incluso mientras su cuerpo susurraba al deseo de la carne. Pero era más que belleza exterior o lujuria lo que le arrastraba a su lado una y otra vez. Era la pureza de su alma, su innata dulzura, la compasión que le permitía mirar más allá de lo que se había convertido y ver al hombre que una vez había sido. ______… ¿Podía tenerla, hacerle el amor como anhelaba y no destruirla? Desde que se había convertido en Vampiro había hecho el amor a muchas mujeres, pero ninguna a la que amara. Una oleada de culpa le atravesó. ¿Cómo podía pensar en amar a ______ cuando había estado ante la tumba de Antoinette solo unos días antes? Y aún así, para él, ella llevaba muerta siglos. El conocimiento le atravesó, se giró, sus ojos estudiaron las sombras. —Sal, Miller. Sé que estás ahí. Una oscura forma se materializó desde detrás de un árbol. Nicholas Miller encorvó los hombros. Permaneciendo bajo el resplandor de la farola, se sintió expuesto, vulnerable. —Jonas. —¿Querías verme?—preguntó Joe. Y entonces vio la bolsa que colgaba del hombro de Miller. —Deja que adivine ¿No llevarás un martillo y una estaca en el saco? Nicholas se aclaró la garganta. El sudor goteaba sobre su ceja y se reunía bajo sus brazos, pero mantuvo la expresión en blanco. Joe dio un paso hacia él —¿Asustado, cazador de vampiros? Miller elevó su barbilla un grado y sacudió la cabeza. —Mentiroso—la palabra, dicha suavemente, pareció permanecer en el aire entre ellos. —¿Quizás pensaste que yo sería lo suficientemente tonto como para conducirte a mi guarida? Nicholas se encogió de hombros. Podía sentir su pulso corriendo. Qué era peor, el saber que el vampiro podía oler su miedo u oír el latido frenético de su corazón. —Así que—murmuró Joe —eso me lleva a que has decidido que ya no me necesitas más. —Alexi se ha ido. Ahora no es una amenaza. Pero tú sí. —Tengo la intención de no hacerte daño, Miller. A ti o a cualquier otro. —¡Eres un asesino! ¡Todos vosotros sois asesinos! —Yo no he matado a nadie —¿Quién está mintiendo ahora? —Excepto a aquellos que han intentado destruirme, no he matado a nadie en ciento cincuenta años. —No te creo. —No me importa que me creas. Es la verdad. Joe dio un paso adelante. Nicholas permaneció en el sitio, con una mano agarrando el crucifijo que le colgaba del cuello. —Mantente alejado de mí. Despacio, Joe sacudió la cabeza. —Nicholas, ven a mí. —No—Miller dio un paso atrás. —¡Mantente alejado de mí! —¿Por qué me temes? Tu sangre me ha alimentado, haciéndote parte de mí. —¡No! ¡No, maldito seas! Déjame solo—lágrimas de frustración salieron de los ojos de Nicholas cuando la voz de Joe le arrastró hacia delante hasta que, indefenso, todo su cuerpo temblaba de terror, Nicholas permaneció delante del vampiro, mantenido en el sitio por un par de oscuros e impenetrables ojos. Joe cruzó su mano sobre el hombro izquierdo de Miller. Pudo sentir el poder sonando monótonamente a través de todo su cuerpo, fortaleciéndole. Sus colmillos pincharon su lengua cuando el hambre se elevó a través de él. Miller permaneció allí, sin moverse, cuando los colmillos del vampiro penetraron en su carne. Joe bebió rápidamente, en poca cantidad, y luego puso en libertad a Miller. —Vete a casa, Nicholas. Vete a casa y acuéstate. Miller asintió. —Sí —murmuró. —Casa. Parpadeó varias veces, se volvió y se fue por el camino por el que había llegado. Joe le miró hasta que le perdió de vista, preguntándose si debería haberle borrado la memoria a Miller, limpiando cada recuerdo de sus encuentros de la mente del hombre. Era tentador, y podía haberlo hecho si no fuera por una cosa: Miller le había dado su sangre cuando la necesitaba desesperadamente. Le gustara o no, tenía una deuda de gratitud con el cazador de vampiros. No podía pagársela robando parte de su mente. Joe soltó un suspiro. Deuda o no, haría lo que debiera para sobrevivir y si eso significaba matar a Nicholas Miller, que así fuera. No podía dejar que le destruyera, no ahora, cuando ______ casi era suya.
Nicholas despertó en su cama la mañana siguiente sin recuerdos de cómo había llegado allí. Incorporándose, miró a su alrededor. Que… Y entonces vio su bolsa en el suelo, cerca de la puerta y todo volvió a él. Había ido al apartamento de ______ con la esperanza de encontrar allí a Joe, se había alegrado de su buena fortuna, cuando el vampiro sintió su presencia. Farfullando un juramento, Nicholas bajó de la cama y corrió al cuarto de baño. No podía ser verdad. Pero lo era. Volviendo la cabeza hacia un lado, vio las dos pequeñas marcas en su cuello. ¡Demonios! Joe había tomado su sangre. ¡Maldición, una cosa esa que el vampiro tomara su sangre cuando se le ofrecía, y otra cosa completamente distinta era que la tomara como si pensara que tenía derecho! El pensamiento le hizo sentir frío y sobre todo se sintió forzado, como debía sentirse una mujer violada. Temblando, agarró su bata y se la puso. Ahora lo recordaba, lo recordaba todo, el sonido de la voz del vampiro impregnando su mente, doblegando sus pensamientos, hasta que no fueron sus pensamientos en absoluto. Como si él no tuviera voluntad propia, sus piernas le llevaron al vampiro. Se estremeció al recordarse a sí mismo ofreciendo su cuello a ese monstruo bebedor de sangre, permaneciendo allí como un zombi sin mente mientras Joe bebía hasta llenarse. Una fría ira le engulló. Pensar que una vez le había dado su sangre a ese monstruo libremente, y esas eran las gracias que recibía. Ah, pero no había sido libremente. Había sido el ruego de ______. Ella había suplicado tan bella, sonreído tan dulcemente… juró por lo bajo. ¡______! Marcó su número, moviendo los pies con impaciencia mientras esperaba a que contestara al teléfono. —¿Sí? —______, soy Nicholas. ¿Estás bien? —Por supuesto. ¿Por qué? ¿Ocurre algo? —No, no, nada. Yo estaba… uh, solo preocupado por ti. No te he visto desde hace tiempo. —Fui a Florida a ver a mis padres, ¿recuerdas? Te dije que me iba. —Sí, ya, supongo que lo olvidé. ¿Todo va bien? —Bien. Mira, tengo que irme. Voy a llegar tarde al trabajo. —¿Puedo verte después? ¿Para cenar? —Oh Dios, me encantaría, pero no puedo. —¿No puedes? —Lo siento, tengo una cita. —¿Oh?—Sintió como su boca se secaba. —¿Alguien que yo conozca? —Bien, estoy esperando a Joe, si debes saberlo. Nicholas cayó contra la pared. —¿Crees que es inteligente? —Creo que es maravilloso—replicó con voz suave y distraída—tengo que irme. Adiós. Él miró fijamente el receptor y luego lentamente lo colocó en su lugar. Ella pensaba que era maravilloso. ¡Maldito Jonas! Él la había hipnotizado. —Puedes haber ganado esta batalla, Jonas—refunfuñó Nicholas. —¡Pero no has ganado la guerra!
Se encontró a sí misma sonriendo en la oficina un lunes por la mañana, canturreando mientras trabajaba. Pasó a máquina un informe de una bancarrota, pero todo lo que podía oír era el sonido de la voz de Joe susurrando su nombre. Contestó los teléfonos, abrió el correo, pero en todo momento una parte de su mente estaba pensando en él, contando las horas hasta poder volver a verlo. Joe… Se saltó la comida y en cambio se fue de compras. Necesitaba algo que ponerse en la fiesta de Noche Vieja de la oficina, pero lo que realmente quería era algo nuevo que ponerse para Joe. Eligió un seductor vestido verde azulado sin mangas para la fiesta. Se lo probó, y supo que tenía que tenerlo. Estaba dejando la sección cuando un conjunto de pantalones y top de seda negro capturó su ojo. —Perfecto —murmuró. Rápidamente encontró su talla y llevó el conjunto a la vendedora antes de poder decirse a sí misma que estaba haciendo otra extravagante compra. Las siguientes horas transcurrieron en una bruma y luego llegó el momento de irse a casa. Apagó rápidamente el ordenador, agarró su bolso y los paquetes, dijo un apresurado adiós a Linda y prácticamente corrió hasta el ascensor. Ya en casa, tomó una ducha rápida y se puso el nuevo conjunto. La seda se sentía maravillosa contra su piel, lisa y sexy. Se acababa de rociar con perfume cuando sonó el timbre de la puerta. Sintiendo como si un millón de mariposas revolotearan en su estómago, corrió a abrir la puerta. Joe sintió que le faltaba el aliento cuando la tomó entre sus brazos. ¡Bellísima! Sus manos se deslizaron por su espalda, el tacto de la cálida seda negra que llevaba hacía que le hormiguearan las palmas de las manos. Una exótica fragancia se elevaba de la nube oscura de su pelo. Sus labios sabían a sol y fresas, calidez y dulzura que le habían sido negados durante doscientos años. Él profundizó el beso, y ella se sintió viva entre sus brazos, una llama viva y ardiente que amenazaba con consumirle como los rayos del sol. La cogió entre sus brazos y la llevó al sofá. Ella oía un débil sonido silbante, y un fuego saltó a la vida en la chimenea. Magia, pensó ella, magia vampírica. Sus brazos la acercaron más, sus manos jugaron con su cuerpo, sus largos dedos exploraban la curva de su muslo, su pecho, deslizándose arriba y abajo por su espalda en largas y temblorosas caricias que la dejaban tambaleante, ahogándose en una erótica sensación. Sus propias manos se movían agitadas sobre él, midiendo la anchura de sus hombros, la dureza de los músculos de sus brazos, la sólida extensión de su pecho. Sus dedos acariciaron su nuca, deslizándose en su pelo. Y durante todo el tiempo los labios de él no dejaron los suyos. Sus lenguas se batían en una danza que era a la vez vieja y nueva, y ella estaba ardiendo, abrasándose en sus manos. Él la dobló sobre el sofá, cubriéndola con su cuerpo, sus manos y sus labios, excitándola hasta que apenas podía pensar, escasamente respirar. Ella abrió los ojos y se encontró con su mirada y el evidente deseo que leyó en ella le llenó de temor y regocijo. —______. Cara…—Sus palabras eran ásperas e irregulares por la necesidad que pulsaba a través de él. Ella parpadeó, sus bellos ojos verdes oscurecidos por la pasión. —Joe. Él dejó escapar su respiración irregular. —Te deseo. ______ le miró, incapaz de hablar, un revoltijo de pensamientos e imágenes atravesaron su mente: Joe doblándose sobre Nicholas, tomando su sangre; Joe como le vio la primera vez, alto, oscuro y misterioso; Joe yaciendo en el suelo de su armario; Joe, sus ojos llenos de angustia al rogarle a Nicholas que fuera misericordioso. Ella pensó en Alexi. Era un monstruo, un asesino, una criatura que se deleitaba con la muerte y la miseria. Y pensó en Nicholas, que afirmaba que todos los vampiros eran malos y que debían ser destruidos. —______… —Te deseo también, sabes que lo hago—se humedeció los labios repentinamente secos. —Yo… Él vio la duda en sus ojos, la oyó en su voz. Combatiendo la urgencia de tomar lo que deseaba, tal y como había hecho desde que se había convertido en vampiro, se alejó de ella, de manera que su cuerpo no la cubriera. Pero no pudo dejarla ir, no del todo. Tomando su mano esperó a que siguiera. —Yo… no puedo. —Me deseas. Elevó su mano hasta su boca y su lengua acarició la palma, haciendo que un escalofrío le recorriera por entero. Ella asintió, incapaz de negarlo. —Pero desearte no es suficiente. Sus ojos se estrecharon. —Ah—murmuró y se preguntó cómo podía haber estado tan ciego. —Tú quieres las palabras—su mano libre acarició su mejilla. —Te quiero, cara mia. La ira penetró entre las capas de la pasión. —¿Piensas que puedes tenerme con unas pocas palabras? Él frunció el ceño. —¿Qué quieres de mí? —¡Quiero más que palabras vacías! —No son vacías, ______—le soltó la mano y se levantó, volviéndole la espalda. —He vivido solo durante doscientos años. Y no he amado a ninguna mujer durante ese tiempo, ni he fingido hacerlo. No soy un eunuco, ni he vivido como tal. He tenido mujeres en mi cama cuando me apetecía. —¿Cuántas mujeres?—preguntó ella —¿Cuántas en doscientos años? Despacio, él se volvió hacia ella. —Salvo Antoinette, nunca le he dicho a una mujer que la amaba. No lo hubiera dicho si no fuera verdad. —Oh, Joe, lo siento. Él se levantó con la gracia de un maestro de baile. —Ven—dijo, ofreciéndole la mano. —Te llevaré a cenar. Ella sacudió la cabeza, pensando que nunca en su vida se había sentido tan miserable ni desgraciada —No tengo hambre. —No hagas pucheros, cara. Es de lo más inapropiado. —No estoy haciendo pucheros. No tenía la intención de herir tus sentimientos. Él le sonrió. —Prometo no meterte prisa, ni forzarte a hacer algo que no desees hacer. Alargó la mano y tiró de ella para ponerla de pie. —Estás preciosa. Me gustaría llevarte fuera y lucirte. ¿Dónde quieres ir? —¿No estás enfadado conmigo? —No —rozó sus labios con un beso. —Coge tu abrigo. Hace frío fuera. Él la llevó al Velvet Turtle para cenar, tomó una copa de vino tinto mientras ella comía. ______ no pudo evitar darse cuenta que cada mujer del lugar no le quitaba los ojos de encima a Joe. Alto y oscuro, vestía pantalones grises y un jersey de lana blanco, parecía como si acabara de salir de las páginas de una revista de moda. Después de cenar, condujeron hasta la playa. Ignorando el frío, se quitaron los zapatos y los calcetines, se enrollaron los pantalones y caminaron por la orilla. ______ chilló cuando una ola se arremolinó en sus tobillos. Enseguida estaba en los brazos de Joe. Sus ojos eran como lagunas de ébano líquido a la luz de la luna, su boca cálida y húmeda cuando la besó. El calor de sus labios alejó el frío y ella elevó los brazos hasta su cuello y le besó hambrientamente. Él la levantó sin esfuerzo, su lengua deslizándose sobre su labio inferior, profundizando en su boca. La besó y pareció como si fuegos artificiales estallaran en su cabeza. Todos los colores del arco iris llegaron al mismo tiempo, hasta que fue engullida por una brillante luz blanca. Y Joe permaneció en medio de esa luz, con sus ojos ardientes como el sol. Se sintió como un niño perdido sin esperanzas en la oscuridad y de pronto es hallado. Era un pensamiento peculiar, siendo Joe un hombre nacido de las tinieblas, tan misterioso como la noche que le rodeaba, tan escurridizo como los rayos de luz de luna que bailaban sobre le mar. —¿______? —Dímelo—susurró—dime que me amas. —Ti amo, cara mia. Mi vita, mi amore. —Joe—su voz era ronca, su cálida respiración le hizo cosquillas en la oreja. —Vamos a casa. Asintiendo, recogió los zapatos y los calcetines y la llevó al coche. Poniéndola cómoda en el asiento del pasajero, la besó en la mejilla, luego dio la vuelta y se sentó tras el volante. Él sintió su mirada mientras conducía a la casa. Su mano descansaba en el muslo de ella, tan ligero como la seda, cálido y vivo, manteniéndole en un estado de constante excitación. Ella le deseaba. Podía sentirlo, olerlo, palparlo, saborearlo. Esa noche, ella seria suya. Había desterrado cualquier temor o duda que la turbara y ahora estaba madura, como un melocotón preparado para ser cogido. Ella se inclinó y una lluvia de besos cayó en sus mejillas, su cuello, su hombro, y cada toque fue como un rayo de sol quemándole le piel. —Te quiero. Dos palabras, dichas en voz tan baja, que un mero mortal no las hubiera oído. Pero incendiaron su corazón, su alma. Dejó escapar el aire. Ella era suya ahora, suya para tomarla. Y en ese momento supo que no podía mancharla, supo que no podía llevarla a su cama como si ella no significara más que cualquier otra mujer que él hubiera usado para satisfacer sus deseos carnales. Sacudió casi sin control la necesidad cuando llegaron al apartamento. Él salió del coche y tomó aire profundamente, luego fue al lado de ella y le abrió la puerta. Ella le sonrió, una sensual y preciosa sonrisa, cuando le tomó la mano y le ayudó a salir del coche. La siguió al subir las escaleras, todo su cuerpo temblando, cada sentido puesto en la mujer que llevaba delante, en el suave balanceo de sus caderas, la curva de su bien proporcionado trasero. Él abrió la puerta, pero no la siguió al interior. ______ frunció el ceño. —¿No vas a entrar? Con las manos apretadas a los lados, sacudió la cabeza. —Pero pensé… —No esta noche—dijo con voz áspera. Y luego, llamando a una fuerza de voluntad que había desarrollado durante doscientos años, la besó para darle las buenas noches. —Domani, ______—prometió y la dejó allí sola e intacta. Domani… mañana. | |
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Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 14th 2012, 09:38 | |
| CAPÍTULO 28 —Tengo que ir a la casa de mi jefe en Nochevieja—dijo ______. Se sentó sobre sus piernas y tomó un sorbo de vino. —¿Vendrás conmigo? Joe elevó una ceja. —¿Crees que sería buena idea? —¿Por qué no? Se encogió de hombros. —Pensaba que sería evidente. —Por favor, ven. —Si así lo deseas. ¿Qué debo llevar? —El traje y la corbata son obligatorios en estas cosas. —Tendré el honor de acompañar a la mujer más bella. —Adulador. —Sólo digo la verdad. Estaban sentados en el sofá de su apartamento, compartiendo un vaso de vino. Salvo por un pequeño beso, él no la había tocado desde que llegó dos horas antes. Habían estado viendo una vieja película de John Wayne en la tele, y él había sido consciente de la diversión de ella al hacer algo tan mundano como ver la televisión, con un hombre que era un vampiro. No había tenido la intención de sondear su mente, pero cuando ella se sentó tan cerca, cuando sus pensamientos se centraron en él, fue difícil resistirse. La había conocido hacía casi dos meses, meditó, y aunque ella había expresado su amor por él, había una parte de ella que aún pensaba que era algo menos que un humano. Encontraba asombroso que paseara por el parque, leyera libros, viera la televisión, fuera al cine, visitara museos. Parecía pensar que su vida únicamente consistía en poco más que frecuentar las sombras envuelto en una gran capa negra, y asustar a los imprudentes mortales. Respiró profundamente, dispuesto a ser paciente, a darle tiempo. No era fácil, aceptar algo que uno siempre ha considerado imposible. Ella se estaba sirviendo otro vaso de vino cuando sonó el timbre de la puerta. —Dios, me pregunto quién será—murmuró ______. —Son casi las nueve. —¿Quieres que vaya yo? —Si no te importa. Él le acarició la mejilla y se levantó, sintió un hormigueante deseo extendiéndose por ella. Alto, oscuro y guapo, pensó. Él era perfecto. Le miró alejarse, pensando que nunca había conocido a un hombre que se moviera como él lo hacía. Joe cruzó la habitación, consciente de la mirada de ______ en su espalda. Podía sentir el deseo que emanaba de ella. Sonreía cuando abrió la puerta. Y entonces frunció el ceño. —Es Miller— dijo sobre su hombro. —Dile que entre. Joe dio un paso atrás. —Un poco tarde para una visita, ¿No, Miller? —Tú estás aquí. Encogiéndose de hombros, Joe dio un paso atrás. —Entra. Nicholas entró en el recibidor y Joe cerró la puerta. Tan pronto como el vampiro se volvió, Nicholas le placó. Tomado por sorpresa, Joe se golpeó con el suelo de cara. Moviéndose rápidamente, Nicholas pasó alrededor del cuello del vampiro una gruesa cadena de plata y tiró de ella con fuerza. Hubo un feo siseo cuando la plata atravesó la carne sobrenatural. Con un rugido de indignación, Joe rodó sobre su espalda, pero Nicholas estaba preparado. Se puso a horcajadas sobre las piernas de Joe, y colocó un pesado crucifijo sobre el pecho del vampiro. Joe se quedó rígido cuando la plata quemó su carne. Aunque la cruz no fuera pesada, podía sentir su peso sobre él, nublando sus poderes vampíricos. —Nicholas—chilló ______. —¿Qué estás haciendo? —Matando un vampiro. —¡Para! —No interfieras, ______. —¡Para esto, Nicholas! ¿Estás loco? —¡Mírale, ______! Acércate y ve lo que realmente es. Los labios abiertos, los colmillos desnudos, Joe miró a Miller, pero Miller evitó encontrarse con su mirada. —¡Es malvado, ______! ¡Un asesino! Tiene que ser destruido. Joe espiró aire profundamente. La plata quemaba su piel como una fina llama blanca. —Nicholas, libérame. —Tus juegos mentales no van a funcionar, vampiro—Miller sacó una estaca y un mazo de madera de dentro de su chaqueta. —No esta vez. Joe se quedó repentinamente quieto. ______, quien había estado mirando con horror sintió un palpable temblor en el aire, una vibración, como de electricidad estática, y supo que Joe estaba convocando su poder. Fue algo impresionante de ver. O de no ver. No hubo nada tangible, nada visible a simple vista. Aunque ella sintió el poder creciendo en el interior de Joe, bullendo a la superficie como la lava de las profundidades de un volcán dormido. ¿Por qué no lo sentía Nicholas? Contuvo la respiración, temerosa de mirar, incapaz de apartar la vista. Y entonces Joe elevó sus brazos, colocando sus manos alrededor de la cintura de Miller, y se levantó en un único movimiento fluido, llevándose a Miller con él. El crucifijo cayó del pecho de Joe hasta el suelo. Envolvió el cuello de Miller con una mano y levantó al hombre del suelo, luego arrancó la pesada cadena de plata de su garganta. ______ jadeó cuando vio el cuello de Joe. Estaba en carne viva. Miller se revolvió en el apretón del vampiro, su cara se tornó púrpura, sus ojos sobresalían, mientras se ahogaba lentamente. La estaca y el mazo cayeron al suelo con un ruido sordo, y agarró con sus manos la de Joe, tratando de aflojar el mortal apretón del vampiro a su cuello. —¡Joe, no le hagas daño! —Iba a matarme. —Por favor…—______ apretó sus manos en una actitud de oración, no se sabía si le estaba rogando a Joe que fuera misericordioso o implorando la intervención divina. —Por favor. Joe centró su mirada en la cara de Miller. —¿Puedes oírme, Miller? Nicholas asintió como pudo. —No me dejas otra opción que matarte. Nicholas le miró, con los ojos llenos de resignación. —Joe, no—______ suplicó en voz baja. —Por favor, déjale ir. El vampiro volvió la cabeza y la miró, y ella sintió su poder deslizarse por su piel. Sus ojos oscuros estaban llenos de ira y dolor. Ella quiso apartar la mirada, correr lejos, pero se quedó donde estaba, sabiendo que la vida de Nicholas dependía de ella. —Por favor, no le hagas daño. Joe la miró por un largo instante, y luego bajó su brazo, dejando que los pies de Miller tocaran el suelo. Preguntándose si viviría para arrepentirse de lo que iba a hacer, relajó el apretón del cuello del hombre, aunque no le soltó. —Mírame Nicholas, y presta mucha atención a lo que te voy a decir. No te cruces de nuevo en mi camino. No te gustará lo que ocurrirá si lo haces. Su mano se apretó contra el cuello de Nicholas. —¿Me comprendes? —S—sí. —No hagas que te mate. Joe mantuvo agarrado a Miller un momento más, y luego le dejó en libertad. Nicholas jadeó y dio un traspié hacia atrás, sus manos masajeaban su garganta, sus ojos brillaban de odio. —Nicholas, ¿estás bien? Miller asintió, pero no apartó la mirada del vampiro. Nunca, pensó, nunca había visto la muerte tan cerca. Pensó en todos los vampiros a los que había cazado y destruido, pensando en las veces en que se había felicitado a sí mismo por librar al mundo del mal. Sólo ahora se daba cuenta de la suerte que había tenido. Ninguno de los monstruos que había destruido había poseído la clase de poder que Jonas tenía. Si ellos lo hubieran tenido, no le cabía ninguna duda de que le habrían matado mucho tiempo atrás. En todo ese tiempo, había pensado en sí mismo como un maestro en matar vampiros. En ese momento supo que todas las criaturas a las que había destruido, que habían sido tan fáciles de encontrar, fáciles de matar, era porque habían sido vampiros jóvenes, hechos recientemente, vulnerables. Joe movió bruscamente la cabeza hacia la puerta. —Vete. Nicholas evitó la mirada del vampiro y se volvió hacia la puerta. Una tirante sonrisa curvó los labios de Joe cuando abrió la puerta con su voluntad. —Recuerda lo que te he dicho, Miller. No te cruces de nuevo en mi camino. Asintiendo, Nicholas se deslizó hacia la oscuridad. Joe se quedó allí durante un momento, luego cerró la puerta. Tomó aire profundamente, con temor de mirar la cara de ______ después de lo que había pasado. Ella le miraba a él, a las horribles quemaduras de su cuello. La plata le había quemado a través de la camiseta; podía ver la oscura mancha en su pecho donde el metal le había quemado la piel. —¿Hay algo que… que yo pueda hacer?— su voz era débil, temblorosa. Él sacudió la cabeza, maldiciendo en silencio a Nicholas Miller. Condenado hombre. Su sentido de la oportunidad no podía haber sido peor. Con las piernas temblorosas, ______ se fue al salón y se dejó caer en el sofá. Quería ponerse algo de vino, pero sus manos temblaban tanto que no creía que pudiera conseguirlo sin derramarlo. Indeciso sobre lo que debía decir o hacer, Joe le llenó su copa de vino y la puso en su mano. —Bebe. Ella tomó varios sorbos, luego se echó hacia atrás y cerró los ojos, induciéndose a relajarse. Había terminado. Joe aún estaba vivo. Nicholas aún estaba vivo. —______… Ella le miró, sin decir nada. —¿Quieres que me vaya? —No lo sé. —Sabías lo que era. Lo que soy. Oh, sí, lo sabía, pero en los últimos días había conseguido empujar la realidad a una esquina lejana de su mente. Él había sido tan amable, tan atento. Nunca había salido con un hombre que la tratara con tanta ternura, con tanto respeto, que escuchara tan atentamente lo que ella tenía que decir, que valorara sus opiniones, que necesitara tanto su amor. Ella nunca había salido con un hombre como éste hombre, que no era un hombre en absoluto. Nunca habría nada que hacer, se dio cuenta Joe. Ella nunca le vería como a otra cosa que como a un monstruo, y ¿por qué debía hacerlo? Para ella, eso es lo que él era. Había sido tonto por pensar que ella podía amarle, aceptarle. Un tonto por creer que podía tener alguna clase de vida con una mujer mortal. Tomó aire profundamente, manteniéndolo durante bastantes segundos, luego lo dejó escapar con un suspiro. Era el momento de dejar de engañarse a sí mismo, de recordar quién y qué era. Tiempo de ir a casa, de volver a la Toscana, a donde pertenecía. —Adiós, ______. Ella le miró, entrecerrando los ojos. Había algo definitivo en el tono de su voz, como si él quisiera decir adiós para siempre y no solo por esa noche. Se levantó. El pensamiento de que no volvería a verle de nuevo anuló sus dudas. —¿Dónde vas a ir? —A casa. —No voy a volver a verte, ¿verdad? —No—deslizó sus dedos bajo su barbilla. Echándole la cabeza hacia atrás le besó en los labios. —Sé feliz, cara. Encuentra un buen hombre de tu edad. Alguien que pueda darte un montón de niños—sus nudillos acariciaron su mejilla. —Alguien que pueda envejecer a tu lado. Se volvió, y ella supo que en el momento en que saliera de su vista, saldría de su vida. —¡Joe! ¡Espera! No me dejes. —Es lo mejor. —No, no, no lo es. Por favor—No pudo soportar el pensar que nunca le volvería a ver, que jamás oiría su voz, sentiría su toque. Las lágrimas brotaron de sus ojos, cayendo por sus mejillas. Ella las alejó rápidamente con el dorso de su mano. —Por favor, no te vayas. —Ah, ______—murmuró—no llores. No puedo soportar tus lágrimas. —Te quiero. Nunca he amado a nadie como te amo a ti. No me importa que seas un… un vampiro. —¿No? Ella sacudió la cabeza. —Cara—despacio, la envolvió entre sus brazos. —Cara. —¿Estás enfadado porque no quise hacer el amor? —______ mia, eres tan joven, tan inocente. —No soy joven. Y no soy tan inocente. —Comparado conmigo eres una niña—le besó en la coronilla. —Ah, ______, si todo lo que yo quisiera fuera tu cuerpo, podría haberlo tenido en cualquier momento. —Entonces, ¿por qué me estás dejando? —Porque lo que ha pasado esta noche me ha hecho darme cuenta que esto no va a funcionar nunca. Puedes amarme, cara, pero dudo que alguna vez seas capaz de aceptarme por lo que soy. Y no puedo cambiar eso, mi amore, ni siquiera por ti. —Puedo. ¡Lo haré! Prométeme que nunca me dejarás—le miró a través de las lágrimas. —Ibas a ser mi cita de Nochevieja. Sintió que su resolución se debilitaba al posar su mirada en ella. ¿Cómo podía dejarle? En doscientos años no había hablado con nadie de lo que era, no había encontrado a nadie al que poder confiar la verdad de su identidad. Dándole tiempo quizás ella fuera capaz de aceptarlo totalmente. Tiempo… no significaba nada para él. ¿Qué era otro mes, otro año, para alguien que era un Vampiro? —Ah, mi dolce amore, por favor, no llores. —Di que te quedarás. —¿Estás segura, cara? —Sí. Bésame, Joe… Se apretó contra él, y las manos de él la rodearon con fuerza. Espirales de calor le recorrieron cuando sus pechos se aplastaron contra el suyo. Ella era la luz para su oscuridad, sol para su luna. Nunca la dejaría ir, no mientras hubiera una oportunidad de que ella fuera suya, totalmente, completamente suya. —¡Carisima! —la besó como no la había besado antes, dejándola sentir la urgencia de su deseo, el fuego de su pasión. Dejando que sintiera el hambre salvaje que se elevaba de las profundidades de su alma, dejándola sentir el dolor que llegaba por negarse a tomar el amor que anhelaba, el néctar de la vida que necesitaba para sobrevivir. —Joe…—ella se echó hacia atrás, sin respiración, cuando él quitó sus labios de los de ella. —¿Cómo soportas el dolor? —No era tan duro soportarlo hasta que te conocí. —Te amo. Su mirada recorrió su cara. Se deleitó con la calidez de sus ojos, le fascinó el conocimiento de que él la deseaba, de que él la encontraba deseable. El mismo conocimiento también le hizo sentir miserable, porque eso le causaba dolor a él. Inclinó su cabeza hacia un lado, ofreciéndole su cuello. —Bebe de mí, Joe. No quiero que sufras por mi causa. —No es una buena idea, cara. —¿Por qué no? Estás herido. Solo quiero ayudarte. —¿Sí?—Su mirada se hizo profundamente intensa. —Dije que lo haría. —¿Quieres ser mi mujer, ______? ¿Mía en todos los sentidos? —¿Qué quieres decir? —Deseo que seas mía. —¿Me estás pidiendo que me case contigo? —Es una manera de decirlo. Me comprometeré a darte mi amor y mi protección por tanto tiempo como lo desees. —Pero…—le miró, con miedo a negarse, temerosa de hacer que se marchara. —Quieres un matrimonio real, en una iglesia. Ella asintió. Toda su vida había soñado con una gran boda por la iglesia, andando por la nave adornada vestida de inmaculado raso blanco. Su padre la acompañaría; su madre tendría lágrimas en los ojos; Mike sonreiría con orgullo. Sus amigos del trabajo estarían allí para desearle lo mejor. —______—él la agarró entre sus brazos y la mantuvo cerca. —¿Quieres casarte conmigo? Ella asintió. Sí, si me aceptas. —¿Sabes lo que significa ser la mujer de un vampiro? Hay muchas cosas que no puedo compartir contigo. Piensa con cuidado antes de aceptar. Una vez que seas mía, realmente mía, no te dejaré. Puedes cansarte de tener un marido que solo podrá compartir una parte de tu vida. —¿Cómo sabes que querrás estar conmigo? ¿Cómo te sentirás cuando sea vieja, tenga el pelo gris y arrugas, y tú aún seas joven? —Te amaré como ahora. Ella le miró a los ojos y supo que era verdad. —¿Te casarás conmigo, Joe? ¿Estarás a mi lado en la iglesia y jurarás que serás mi marido mientras viva? —Si ese es realmente tu deseo. Pero piénsalo detenidamente, carissima. Piensa en lo que te he dicho, en lo que soy, en lo que quieres. Él le dio un beso ligero, saboreando la suavidad de sus labios, la manera en que se mecía contra él, rindiéndose suavemente, y entonces la apartó de él. —Mañana por la noche—le dijo en voz baja. —Mañana por la noche vendré a por tu respuesta.
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Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 14th 2012, 09:39 | |
| CAPÍTULO 29 Tuvo problemas para concentrarse en el trabajo al día siguiente. En lo único en lo que podía pensar era en Joe. Oh, ella no tenía ninguna duda de que lo amaba, pero ¿era lo suficientemente fuerte para vivir con un vampiro? Él no le podía dar hijos, o hacer algunas de esas cosas más mundanas que los maridos y mujeres hacían juntos. No habría días de verano en la playa, ni paseos en bicicleta a través del parque Griffith, ni partidos de tenis. Él no podía ir con ella a la iglesia los domingos por la mañana… El sonido del teléfono la sacó bruscamente de sus ensoñaciones. Era Nicholas, preguntándole si podía llevarla a cenar. —Lo siento, pero no puedo. Hubo una larga pausa —Le estás viendo, ¿no?—el tono de Nicholas no disimulaba la censura. —Sí. —No te entiendo. ¿Cómo puedes salir con él? ______ dejó escapar un suspiro. Bien, podría superarlo. —Estoy enamorada de él, Nicholas. Sé que no lo apruebas, pero no puedo evitarlo. —¡Qué! —Escucha, Nicholas. No puedo hablar ahora. Por favor, solo trata de aceptarlo. ¿No puedes estar feliz por mí? —¿Feliz? ¿Estás loca? El hombre es un vampiro. —Dime algo que yo no sepa—murmuró. —He de irme. Adiós. ______ se quedó mirando el receptor. Aunque pareciera extraño, la llamada de Nicholas le había ayudado a decidirse. Corrió a su casa después del trabajo, se dio una ducha rápida, y se puso unos pantalones blancos y un jersey verde. Se cepilló el pelo deprisa, comprobando su maquillaje. Sus manos temblaban tanto que duramente pudo utilizar el lápiz de labios. Supo que él estaba allí antes de oír la puerta de delante. Él no necesitaba llave, pensó, y se preguntó cómo sería ser capaz de abrir las puertas con el pensamiento, leer mentes. Beber sangre… Miró su reflejo en el espejo, durante un momento, luego corrió al salón. —Hola. Él deslizó su mirada sobre ella, cálida por la admiración. —Hola. Ella se mordió el labio inferior, consciente de la repentina tensión entre ellos. Normalmente él la tomaba entre sus brazos, pero no esa noche, y ella comprendió que él no la tocaría hasta que ella le hubiera informado de su decisión. Pero seguramente él la sabía. Él podía leer su mente… y entonces recordó que le había prometido no invadir sus pensamientos. —Siéntate —hizo un gesto con mano vacilante hacia el canapé, preguntándose por qué se sentía tan nerviosa. Joe se sentó y ella lo hizo a su lado. Por un momento jugó con la idea de fastidiarle, de hacerle esperar, de fingir que le iba a responder que no. Pero entonces le miró a los ojos, aquellos profundos ojos oscuros que podían ser tan insondables como una pared de ladrillos. No eran oscuros ni impenetrables en ese momento. —¿______? —Te quiero, Joe. Y quiero ser tu esposa. Con un silencioso gemido la cogió entre sus brazos y la acercó a él. Había tenido esperanzas, pero no se había atrevido a creer… —¡Cara!—Acercándola, la besó. La besó hasta que los dos estuvieron sin respiración. —¿Estás segura?—se echó un poco hacia atrás para poder ver su cara. —Estoy segura—le sonrió, pensando lo adorable que era que él hubiera tenido dudas. —¿Pensaste que iba a cambiar de opinión? —Me había preparado para lo peor—admitió. Y porque tenía el poder, porque tuvo que saber cómo se sentía realmente, dejó que su mente indagara en la de ella. El amor que sentía por él ardía como una pura llama blanca, más brillante y fuerte que los temores que le atormentaban. —Haré todo lo que pueda para hacerte feliz, cara mia—prometió. —Te amaré mientras vivas. Te amaré hasta mi último aliento. —Oh, Joe, dicen las cosas más dulces. —¿Cuándo? —él le besó la punta de la nariz. —¿Es mañana demasiado pronto? —No para mí—miró sus ojos. —Pero creo que necesitarás más tiempo. —Lo supongo. Tengo que encontrar un vestido. Y hablar con el reverendo Stacy para la fecha—Deslizándose fuera de sus brazos, encontró papel y lápiz y comenzó a tomar notas. —Tendré que llamar a mis padres y a Mike. Preguntarle a Bárbara si va a ser mi dama de honor. Y a Linda si va a ser mi madrina. Dos acompañantes serán suficientes, ¿no crees? Va a ser una boda pequeña. Necesitaremos un fotógrafo, y un pastel. Y yo necesitaré pedir algún tiempo en el trabajo para la luna de miel. Y… Joe cruzó la habitación y cogió el lápiz de su mano. —Haz tus listas mañana—dijo con un gruñido. Ella rió cuando él la cogió entre sus brazos. —¿Ya mangoneándome? —Tengo sólo unas pocas horas para pasar contigo—murmuró él, su respiración calentaba su oído. —No quiero gastar ni un minuto. Ella le pasó los brazos alrededor del cuello. —¿Hay alguien al que quieras que invite? —No—él se sentó en el sofá y la acunó entre sus brazos. —¿No tienes amigos? ¿Alguien que pueda ser tu padrino? Un profundo suspiro escapó de sus labios. —Solo he estado en este país unos pocos meses—le recordó. Pero podía haber estado allí durante años y no hubiera habido ninguna diferencia. Por naturaleza era una criatura solitaria, nunca había confiado en uno de su especie, dudaba en confiar en el ser humano. —Puede que Nicholas—reflexionó, y entonces, recordando la llamada de teléfono de esa mañana, ella sacudió la cabeza. —Puede que no. Estoy segura de que mi hermano y su hijo estarán felices de estar a tu lado. —Si lo deseas. —¿No te importa? —No, cara. Se acomodó contra él, contenta de estar entre sus brazos, de sentirlos rodear su cintura. —Tenemos que ir de compras—dijo Joe. —Tengo una casa grande y vacía para que la llenes—él la besó en la coronilla, sabiendo que ningún mueble podía transformar su casa en un hogar, solo ______ por sí misma. —Será caro. —Gasta lo que quieras. —¿De verdad?—Ella se enderezó un poco, con los ojos chispeantes. —¿Te gustan las antigüedades? —Yo soy una antigüedad—murmuró. —Muy gracioso. Amo las antigüedades, pero nunca he tenido recursos para comprarlas. —Ahora puedes. —Oh, esto va a ser muy divertido. Joe examinó el apartamento. —Había supuesto que pintarías las habitaciones de azul—Su mirada se posó en la alfombra de delante de la ventana. Ella la había llevado a limpiar, pero las manchas de sangre que él había dejado eran evidentes si uno miraba de cerca. Su mirada se dirigió a la oscuridad, más allá del cristal. ¿Qué derecho tenía él de pedirle en matrimonio a esa mujer? Había entrado en su vida y no le había traído más que problemas. —¿Joe? —¿Cara? —¿Dónde has ido? Él frunció el ceño. —¿Ir? —Parecías estar muy lejos. No habrás cambiado de opinión, ¿verdad? —No, pero quizás tú sí deberías hacerlo. —¿Por qué? ¿Qué anda mal? Él sintió el cambio en ella, el incremento de los latidos de su corazón cuando le miró, repentinamente aprensiva. —No quiero herirte, ______. —Entonces no me dejes. —No lo haré—Atrajo su cabeza hacia él. —No lo haré. Su beso fue muy gentil, dulce y ligero. Sus lágrimas fluyeron cuando se rindió a sus labios. El calor inundó sus miembros; escalofríos de éxtasis la engulleron cuando su lengua se deslizó por su labio inferior. —Más—ella susurró la palabra en su boca. —Más… Con un gemido, él profundizó el beso. No había nada gentil en él en ese momento. Sus brazos eran como bandas de acero que la mantenían cerca. Su boca asoló la suya, magullando sus labios. Sintió el pinchazo de sus colmillos, probó su propia sangre en su lengua. Joe se echó hacia atrás de inmediato, su mirada buscó la de ella. —Perdóname. ______ lamió la sangre de su labio inferior, sintiendo el repentino estremecimiento en sus brazos. Ella le miró a los ojos, vio el hambre que ensombrecía su mirada. —¿Estás bien?—le preguntó —Sí. ¿Te he hecho daño? Ella sacudió la cabeza. —¿Te molesta? Él no pretendió ignorar qué quería decir. Dejó escapar el aire. —No, pero…—pasó la punta de uno de sus dedos por su labio, y luego lamió la sangre del dedo. —Me tientas de maneras que no puedes imaginar. —Oh. Tú… hiciste… ya sabes. —Sí—su mirada bajó hasta el pulso en el hueco de su cuello. —¿Pero todavía estás… ah, hambriento? —De alguna manera. Me temo que el hambre de sangre crece mano a mano con mi deseo por ti. No puedo separar las dos cosas. —¿Eso qué significa exactamente? —Significa que he de tener mucho cuidado. —Dijiste que era doloroso si pasabas largo tiempo sin… sin ya sabes. ¿Es más placentero para ti cuando bebes—forzó la palabra a salir—sangre? —Mucho. Y la tuya es el néctar más dulce de todos. Parecía raro sentirse orgullosa por tan extravagante cumplido, pero no pudo evitarlo. —¿Cuándo?—él susurró, con la voz baja y áspera de deseo. —¿Cuándo? —El dieciséis—replicó ella sin aliento. Podía ser precipitado, pero una gran boda perdía color ante la necesidad de él. De cualquier manera ella sólo tenía unos pocos amigos cercanos. No necesitaba docenas de conocidos casuales como testigos. No necesitaba una ronda de brindis nupciales. Todo lo que necesitaba era a Joe. Quedaban algo más de dos semanas para el dieciséis. Les daría a sus padres, su hermano y su familia, tiempo suficiente para llegar. Le preguntaría al señor Salazar si podía tomarse las vacaciones pronto. Necesitaba comprarse un vestido. Algo largo y blanco, con cuello redondo y mangas ajustadas. Raso, o quizás seda. Y un velo. Y zapatos blancos. Y algo viejo y algo nuevo, algo prestado y algo azul. Dos semanas y tres días. Y entonces ella sería suya. Él la besó de nuevo, sus manos se movieron ligeras sobre sus pechos, sus muslos. Sintió la rugosidad satinada de su lengua deslizándose por su cuello, sintió todo su cuerpo temblar cuando la acercó contra él, dejando que sintiera la prueba de su deseo. Sintió un dolor dentro, muy dentro, dolor por la necesidad de tenerle por completo en la más profunda parte de su ser. Dos semanas y tres días… ¿Cómo iba ella a poder esperar tanto? La víspera de año nuevo fue clara y fría. ______ permaneció delante del espejo, intentando verse a través de los ojos de Joe. El vestido verde azulado hacía que sus ojos parecieran más oscuros, más profundos. La seda se ajustaba a su figura, delineando cada curva, desnudando los hombros y una buena parte de escote. Un estremecimiento de anticipación se extendió en su interior cuando oyó la puerta de la calle abrirse. ¡Él estaba allí! Vio su reflejo en el espejo cuando él entró en el dormitorio. Sus miradas se encontraron y se mantuvieron, y ella vio la admiración en sus ojos, el amor, el deseo. —¿Te gusta?—preguntó Él dejó salir un largo y bajo silbido. —Gustar es poco. Era una visión, un ángel caído en la tierra, una seductora que iba a producir el caos en su autocontrol. El pelo le enmarcaba la cara como una nube de seda oscura. Sus ojos verdes eran luminosos, su piel del color de los melocotones maduros. Su mirada se movió sobre ella despacio, por sus hombros, sus pechos, la curva de sus caderas, bajando por sus largas y bien formadas piernas. Juró por lo bajo y sintió cómo el hambre crecía con su deseo. —Tú también estás muy guapo—dijo ______ sonriendo. —¿Guapo? Ella asintió. Él llevaba un traje negro que obviamente estaba hecho a medida, camisa blanca y corbata de seda color granate. —Guau—murmuró —Guau. Voy a tener que apartar a las otras mujeres con un palo. —¿En serio?—una esquina de su boca se elevó en una irónica sonrisa. —Y yo voy a tener que mantenerte cerca de mí si no quiero que otro hombre trate de robarte. —Eso nunca ocurrirá. Me voy a pegar a ti como una lapa—le sonrió y cogió su abrigo. —¿Preparado?
Los Salazar vivían en lo que uno podría llamar una mansión. ______ tenía la certeza de que todo su edificio de apartamentos, incluidos el jardín y los aparcamientos, cabía dentro. Las habitaciones estaban lujosamente decoradas, desde las fastuosas alfombras color crema, hasta los techos abovedados. Caros cuadros colgaban de las paredes; había estantes de cristal llenas de costosas figuritas de cristal e importaciones chinas. Una camarera cogió el abrigo de ______. El señor Salazar fue hasta ella para darle la bienvenida, y después ______ le presentó a Joe, la señora Salazar le dio un abrazo a ______ y les dijo que estaban en su casa. —Es un bonito lugar, ¿no crees? —Sí—Joe miró alrededor, tomando nota de un cuadro en una de las paredes. Dudando entre si era un Picasso original o una copia extremadamente buena. —Mira, allí están Linda y su marido. Vamos—dijo ______, agarrando su mano. —Quiero presentarte. Linda Haulf era una mujer alta y espelta con pelo rubio rizado y brillantes ojos azules. Su marido, Jim, era agente de bienes raíces. Joe murmuró que estaba encantado de conocerles y estrechó la mano del marido, entablando en un momento una absurda charla con el hombre mientras ______ le preguntaba a su amiga si quería ser su dama de honor. —¡Casarte!—exclamó Linda —¿Has oído eso, Jim? Se van a casar—miró a Joe como si estuviera considerando sus méritos para casarse con su amiga, y luego le dio un abrazo a ______ —¿Cuándo ha ocurrido? ¿Por qué no me lo dijiste antes? Jim Haulf rotó los ojos. —Ven, Jonas, vayamos a por un trago—sugirió. —Toda esta charla nupcial les puede llevar horas. Encogiéndose de hombros, Joe siguió al hombre al bar. Pidió un borgoña, permaneció cuidando su bebida, escuchando cuando el hombre comenzó a hablar de las Rose Bowl. Joe asentía de vez en cuando, pero su atención estaba en ______. La suave luz de las velas acariciaba su cara y resplandecía en su pelo. Miró su risa, notando la manera en que sus ojos chispeaban, la forma en que sacudía la cabeza, la manera en que su pelo flotaba sobre sus hombros. Incluso a través de la habitación podía oler el aroma floral de su perfume, la cálida y femenina fragancia de su piel. Una vez ella le miró, su mirada capturó la suya y sintió como una embestida de deseo que casi le hace caer de rodillas. En poco más de dos semanas ella sería suya. La cena se sirvió veinte minutos después. Opulenta era la única palabra para describir la habitación en que cenaron. Porcelana cristalina y translúcida, y cubiertos que destellaban oro y reflejaban la luz de los enormes candelabros que colgaban sobre el centro de la mesa. Joe se sentó enfrente de ______, entre una anciana matrona con el pelo azul y una joven mujer que reconoció como una modelo de televisión. La conversación en la mesa fue animada. Había mucho buen humor mezclado com la sopa de langosta y vino. La matrona quería saber si era soltero sin compromiso; la modelo quería saber si estaba libre más tarde. Se dio cuenta de que ______ le miraba fijamente y se encogió de hombros. No es por mi culpa. Ella le hizo una mueca, luego se volvió para contestar una pregunta que le había hecho el marido de la matrona. La comida duró una hora. Joe estaba incómodo, estando tan cerca de tanta gente. Sus sentidos se tambaleaban por el sonido de tantos corazones latiendo. Su nariz le molestaba con el harto aroma del perfume, el aftershave y la transpiración. El olor de tanta comida, de tantas clases de comida, le ponía enfermo. Intentó recordar la última vez que había comido, la última cosa que había comido, pero el recuerdo se había perdido en doscientos años. Apenas podía recordar qué se sentía al comer o beber alguna otra cosa que no fuera sangre o un ocasional vaso de vino. Se dio cuenta de que ______ le miraba, y entonces oyó su voz en su mente. ¿Estás bien? Asintió débilmente. Sí, pero podría tomar un poco de aire fresco. Ella le miró, sus ojos ardían con malicia y se preguntó qué pensarían sus compañeros si supieran que había un vampiro compartiendo la mesa. Pero lo más divertido de todo era ser capaz de mandarle sus pensamientos a Joe, y ser capaz de recibir su respuesta. Eres preciosa, carissima. Y tú eres muy guapo Quiero hacerte el amor… Ella sintió una oleada de color en sus mejillas. Sus palabras sonaban tan claras en la mente que miró a su alrededor, convencida de que el señor Abercrombie y los otros habían oído cada palabra. Déjalo. Me estás haciendo ruborizar. Te favorece mucho. Joe… ¿Cuánto hemos de quedarnos? Hasta después de la cena. Podremos escaparnos después. Después de la cena. Raramente había visto tanta comida junta. Llegaba y llegaba, platos y fuentes cubiertas. Su pueblo de la Toscana podía haber comido una semana con la comida que pasaba delante de él. Por fin, la comida terminó y los invitados se dirigieron al salón de baile. Tan pronto como salieron de la habitación en la que habían cenado, Joe agarró a ______ de la mano y tiró de ella hacia fuera, alejándola de la aglomeración de gente. Inhaló profundamente, llenando sus pulmones de aire fresco. Y entonces cogió a ______ entre sus brazos y la besó. Y la volvió a besar. Y otra vez. —Oh, Joe, cuando me besas de esta manera… —¿Qué?—Husmeó en su cuello, sintiendo el pulso que corría. Cerró los ojos y respiró profundamente, inhalando el aroma de su pelo y de su piel, la fragancia de su perfume. —¿No lo sabes? ¿No puedes sentir lo que estoy sintiendo? —Sí, amor—contestó con voz espesa. Sentía cada cosa que ella sentía y más. La llamada de la sangre se movía por sus venas removiendo su hambre. Estaba dolido por la necesidad de saborear su dulzura, sintió sus colmillos crecer en respuesta a sus pensamientos. Ella suspiró y apoyó la mejilla en su pecho. —No estoy segura de poder esperar dos semanas. Luchando por suprimir la oscura necesidad de su interior, tomó aire, respirando calmadamente, luego le besó la punta de la nariz. —Pero esperaremos—prometió —serás mi esposa cuando te tenga en mi cama, cara mia, y una vez que seas mía, nunca, nunca te dejaré ir. Suspiró cuando él la besó de nuevo, con la certeza de que toda una vida en sus brazos no sería suficiente. La música empezó a tocar. ______ se meció contra Joe. —¿Bailas conmigo?—murmuró y lo siguiente que supo fue que su mano derecha estaba en su cintura, la izquierda cogió la suya y estaban danzando. Él bailaba divinamente. Parecía que sus pies apenas tocaban el suelo mientras giraban. Se movía con gracia, sin esfuerzo, guiándola como si hubieran bailado juntos durante años. Fue una noche gloriosa. El cielo era como un lecho de oscuro terciopelo salpicado con un millón de centelleantes luces. Bailaron durante horas, inconscientes de todo salvo el uno del otro. Hubo un redoble de tambores cuando se acercó la medianoche y el líder de la banda comenzó la cuenta atrás. Diez. Nueve. Ocho. ______ miró a Joe a los ojos, preguntándose si él sentía la misma magia que ella, la misma sensación de maravilla. Siete. Seis. Cinco. Él acarició su mejilla con el dedo, y ella sintió el toque por todo su cuerpo. Cuatro. Tres. Dos. Uno. —Feliz año nuevo, Joe—susurró. —Feliz año nuevo, cara mia. Él la besó gentilmente. —Cierra los ojos. —¿Por qué? —Cierra los ojos, cara. Ella esperó con la excitación atravesándola, y él cogió su mano. —Ya puedes abrirlos—dijo, y ella miró el anillo que él había deslizado en su dedo. —Oh, Joe—murmuró. —Es precioso. Ella nunca había visto un diamante tan grande en toda su vida. Elevó la mano, volviéndola de un lado a otro, mirando cómo reflejaba las luces del salón de baile. —¿Te gusta? —Lo adoro. ¡Te quiero! —Ah, ______, cuando me miras de esa manera, creo que todo es posible. —No tienes dudas sobre nosotros, ¿verdad? ¿Dudas? Tenía docenas, cientos, pero las apartó. ______ estaba ahí, en sus brazos. Había prometido ser su esposa, y nada más importaba.
Pasaron los siguientes días comprando muebles. ______ estaba encantada con la casa que Joe había comprado. Las habitaciones eran grandes, con techos abovedados y suelos de madera. Había una gran chimenea de piedra en el salón y otras más pequeñas en los dormitorios. Había una enorme despensa en la cocina, un invernadero con una gran cristalera y una claraboya, una anticuada sala de música. Joe aprobó todo lo que ella llevó a la casa: un antiguo dormitorio de roble con una cama de cuatro postes, una gran mesa redonda de roble con cuatro sillas para la cocina, otra mesa más formal y sus sillas para el comedor, y un aparador de roble intrincadamente tallado. Compraron sábanas y toallas, platos y cubiertos. El dinero no era un problema. Varias veces, dejaba lo que realmente quería y cogía algo menos caro, y cada vez, Joe insistía en que comprara la lámpara, la mesa o la silla que ella prefería. —Ahora eres una mujer rica—le recordaba —Compra lo que desees. —Me estás mimando—murmuró una noche mientras dejaban una exclusiva tienda de muebles. Ya fuera, él la cogió entre sus brazos y sus labios se juntaron. —Eso, mi dulce, es exactamente lo que planeo hacer.
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 14th 2012, 09:41 | |
| CAPÍTULO 30
Los siguientes días transcurrieron en un barullo de excitación. ______ llamó a sus padres y a su hermano y escuchó pacientemente sus objeciones a que se casara con un hombre al que conocía tan poco tiempo. Pasó tres horas de la comida de compras, buscando un vestido de novia; luego pasó el sábado por la tarde con Linda escogiendo los vestidos que Linda y Bárbara llevarían. No hubo suficiente tiempo para encargar invitaciones impresas, por lo que las mandó manuscritas a unos pocos amigos íntimos. Encargó un pastel pequeño, hizo arreglos para la iglesia, pidió cita para arreglarse el pelo y hacerse las uñas. Habló con el señor Salazar, invitándole a la boda y preguntándole si podía tomarse dos semanas para la luna de miel. Refunfuñó un poco, pero al final, aceptó. Si sus días fueron febriles, no lo fueron sus noches. Joe llegaba cada tarde y entonces, entre sus brazos, encontraba la paz que le eludía durante el día. No fallaba en llevarle algún tipo de regalo: flores—docenas de rosas blancas, otras amarillas, otras rosas, una única y perfecta rosa roja; bombones y perfumes; un encantador corazón de plata afiligranado con una delicada cadena; un collar de diamantes tan hermoso que la dejó sin respiración. —No tienes que regalarme algo cada vez que vienes—le reprendió una noche, pero él desechó sus objeciones con un movimiento de su mano. —Me complace traerte cosas—replicó. Y entonces le sonrió, una taimada y pícara sonrisa que hizo que su interior se fundiera y que los dedos de sus pies se enroscaran. —Además, me encanta la manera en que me expresas tu gratitud. ______ sacudió la cabeza. —¡Tonto! Te besaría aunque no me trajeras regalos. —¿Lo harías? —Por supuesto. Te he besado esta noche, ¿no? Y no me has traído nada. Él elevó una ceja. —¿No lo he hecho? —¿Lo has hecho? Con una floritura, buscó en su bolsillo y retiró una pequeña caja cuadrada. Se la alargó con un guiño. —¿Qué es?—preguntó ______. —Ábrela y lo verás. Su estómago se agitaba de excitación, elevó la tapa. Una llave descansaba en una cama de terciopelo azul. Le miró. —Déjame adivinar. Es la llave de tu corazón, ¿verdad? Él rió por lo bajo. —No, bella, es la llave de tu nuevo coche. —¡Nuevo coche! ¿Me has comprado un coche? Joe asintió. —Está aparcado enfrente. ______ fue rápidamente hacia la ventana, descorrió las cortinas y miró hacia fuera. Había dos coches en el bordillo. Un elegante Corvette negro y un Corvette rojo descapotable. —¿No te referirás a uno de esos?—preguntó, mirándole sobre el hombro. Joe se situó detrás de ella y deslizó sus manos por su cintura. —¿Cuál de ellos te gusta? —¿Cuál de ellos? ¿Has comprado los dos? Él asintió. —Pensé que podías preferir el descapotable, pero puedes tener el otro, si te gusta. No sabía qué decir. Joe puso sus manos en su cintura y la giró para mirarla a la cara. —¿Preferirías alguna otra cosa? —No. No. ¿Quién no querría un Corvette?, pero… —¿Pero? —Son muy caros. Y está el seguro. Nunca podré permitírmelo. —Cara, está todo pagado. —Pero… debe haberte costado una fortuna comprar dos coches, y el seguro y… Colocó un dedo sobre sus labios. —Tengo una fortuna, cara mia. Déjame gastarla en ti. Le miró, preguntándose cómo había pensado alguna vez que era un monstruo. La trataba como a una reina, consintiéndola descaradamente, y no solo comprándole regalos. Estaba atento a sus deseos, a sus necesidades. Valoraba sus opiniones, escuchaba lo que tenía que decir. —Joe, eres demasiado bueno conmigo. Le sonrió. —Ah, cara, eres tú quien es buena conmigo. Ha pasado mucho tiempo desde que tuve alguien a quien querer, alguien a quien cuidar. Había olvidado lo maravilloso que es. —Me encanta la manera en que me cuidas— murmuró y atrajo su cabeza hacia ella y le besó. Como siempre, el toque de sus labios la inundó de calor, haciéndola ansiar el día en que pudiera ser suya en cuerpo y alma. —Tres días más—susurró. Era miércoles. Se había tomado el jueves y el viernes libre para pasarlo con su familia y poder hacer los recados de última hora. Recogería su vestido de novia al día siguiente por la tarde; por la noche saldrían a cenar para que Joe conociera a su familia. El sábado por la mañana recogería las flores e iría a la peluquería. La boda era a las seis de la tarde en la iglesia metodista que había al volver la esquina. —Tres días más—repitió él con voz baja, y la idea le llenó de tal añoranza, que pensó que podía morir del dolor. Tres días más. Podía esperar ese tiempo. Con esfuerzo acallaría el hambre de su interior. —Así que—dijo —¿Cuál de ellos será? ¿El rojo o el negro? —¿Qué? Oh, los coches—sonrió —El rojo. Siempre soñé con tener un Corvette— inclinó la cabeza hacia un lado. —Pero tú lo sabías, ¿no? —¿Qué quieres decir? —¿Has estado leyendo mi mente de nuevo? —No—replicó —Me pareció que te gustaría. —¿De verdad? —De verdad. —Mis padres estarán aquí mañana—apoyó la cabeza en su hombro y cerró los ojos. Amaba a su gente, realmente lo hacía, pero no esperaba con ansia compartir el techo con ellos durante los próximos días. Por una cosa, no iba a ser capaz de sentarse por la noche y besuquearse con Joe en el sofá, no con su padre viendo las noticias de las once. Su hermano y su familia tendrían que ir a un motel. No había habitaciones en su apartamento para Mike, Barbara y sus hijos, a menos que ella se fuera. Lo cual podía no ser mala idea, meditó, si pudiera irse con Joe. Sonrió ante el pensamiento. Aunque era tentador, no podía hacerlo. A sus padres les daría un ataque. Solo estarían allí por tres días. Podía soportar cualquier cosa en ese tiempo. Y luego pertenecería a Joe para siempre. —Ven—dijo, cogiendo su mano. —Vamos a dar una vuelta. Era el coche más lujoso que jamás había visto. El interior era de cuero color mantequilla, y olía sólo como un coche nuevo podía oler. Se abrochó el cinturón, deslizó la llave en el contacto, sintió un estremecimiento de excitación cuando el motor cobró vida. Ronroneó sería la mejor palabra, meditó cuando se apartó del bordillo. —¿Te gusta? —Me encanta—el coche respondía como un suelo —¿Por qué compraste dos? —Uno para ti y otro para mí. —Pensaba que sólo con desearlo ibas a donde querías. —Bueno—admitió con una sonrisa —después de probar el tuyo, en cierto modo me enamoré de él. Quiero decir…—se encogió de hombros. —Nunca había conducido algo como esto. —Típico de hombre—murmuró y luego rió. No había nada típico en Joe. —¿Qué haré con mi coche viejo? —Lo que quieras. Véndelo. Tíralo. Regálalo. Ella rió entonces, rió porque era feliz, porque Joe estaba a su lado, porque en tres días sería su esposa.
Era feliz, tan feliz. Debería haber sabido que no podía durar. Eran las siete de la mañana. Jueves. Nicholas Miller llamó a la puerta de ______. —Hola Nicholas—dijo ______, bostezando. —¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? —No has visto los periódicos, ¿verdad?—Colocó una copia de L. A. Times en su cara. —Creo que ha vuelto. No tuvo que preguntar quien. Sus manos temblaban cuando cogió el periódico y comenzó a leer.
EL VAMPIRO ASESINO ATACA DE NUEVO
Los titulares gritaban la noticia. Leyó la historia rápidamente. El cuerpo de una mujer joven había sido encontrado en el área del parque Griffith la noche anterior. No había signos de lucha, ni indicaciones de violencia, salvo por las pequeñas heridas de la garganta y el hecho de que el cuerpo carecía de sangre. ______ miró a Nicholas, el periódico cayó, inadvertido, al suelo. Había vuelto. Alexi había vuelto. Cruzó los brazos sobre el pecho, de repente estaba completamente claro. Había vuelto. —¿Jonas revolotea todavía por aquí? Ella asintió. —Entra —frotando sus brazos con las manos, fue a la cocina y se sirvió una taza de café. Sus padres llegarían en media hora. Mike y Bárbara lo harían hacia el mediodía. Se iba a casar en dos días. Alexi Kristov había vuelto. —Después de todo lo que ha ocurrido, no puedo creer que aún continúes viendo a Jonas. El hombre es un vampiro —clamó ruidosamente. —Lo amo—Tomó aire. —Vamos a casarnos. —¡Casaros!—Nicholas la miró como si le hubiera crecido otra cabeza. —Bromeas, ¿no? Dime que estás bromeando. Nicholas había recogido el periódico y entrado con él en la cocina. Ahora lo sacudía en su cara. —¡Vampiro, ______! ¿No te resulta familiar? No hay diferencia con Kristov. Seguro, es bien parecido como el infierno, pero aún así es un muerto viviente. Es capaz de asesinar, al igual que Kristov. Nunca estarás a salvo con él. ¡Nunca! Alguna noche no será capaz de controlar su hambre y se volverá hacia ti. —¡Para!—Puso las manos en sus oídos para bloquear su voz. —¡Para! No quiero escuchar. —¡Escucharás!—Arrojó el periódico y le cogió las manos, apretándolas contra su pecho. —Es un asesino, lo sabes. Deja de pensar con las hormonas y comienza a usar la cabeza. Solo porque venga en un bonito paquete no cambia lo que es. Es un vampiro, y ellos son asesinos por naturaleza. —¡Él no! Me ha dicho que no ha matado a nadie en ciento cincuenta años, excepto para preservar su vida, y le creo. —Eres tonta. Te quiere, ______, te quiso desde el principio y hará cualquier cosa, y digo cualquier cosa, para tenerte. Ella sacudió la cabeza. —Si fuera como tú dices, podría haberme tenido en cualquier momento. No tendría que casarse conmigo. Me ama. —Maldición, ______, es un vampiro. Es incapaz de amar. —¡No, no, no!— Intentó liberar sus manos de su agarre. —¡Déjame ir, Nicholas! —No hasta que escuches lo que te estoy diciendo. —Te estoy escuchando. —¿En serio? —Sí—replicó hoscamente. —Te escucho, pero eso no cambia nada. Le amo y voy a casarme con él. Nicholas la miró durante un momento y entonces, con un suspiro de derrota, soltó sus manos. —Es tu vida—dijo entre dientes —supongo que puedes arriesgarla si quieres. Pero antes de cometer un error fatal, pregúntale. Pregúntale a cuanta gente ha matado en los últimos doscientos años. No escuches esa mierda de que no caza donde vive, o que solo mata en defensa propia. Sólo pregúntale. Pregúntale cuantas vidas ha robado para su sustento. Y luego pregúntate a ti misma si quieres ser la siguiente. —Nicholas… Le llamó pero era demasiado tarde. Se había ido. Apenas se había cerrado la puerta tras él cuando llegaron sus padres.
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 14th 2012, 09:43 | |
| Quedan cinco capítulos T_T | |
| | | MySillyHair Forista!
Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 15th 2012, 14:51 | |
| :O pero no comentaron!! D:
Igual nenas paso por aqui a dejarles lo que queda... | |
| | | MySillyHair Forista!
Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 15th 2012, 14:55 | |
| CAPÍTULO 31 —¡______!—su madre la abrazó fuertemente, luego dio un paso hacia atrás y la miró de arriba a abajo. —Bien, estás…—Las palabras se perdieron —¡No, no estás bien en absoluto! ¿Qué ocurre, Marty? ¿Te lo has pensado dos veces? Bien, no puedo decir que te culpe. Acabas de conocer al hombre… Jack Richards cogió a su hija entre sus brazos y le dio un abrazo de oso. —Déjala en paz, Marge, acabamos de llegar—le hizo un guiño a ______. —A mí me pareces bien. Un poco cansada, puede, pero tu madre parecía un muerto viviente dos días antes de que nos casáramos. ¿Tienes café? —Claro, papá. ______ fue a la cocina. Muerto viviente. Era interesante que su padre hubiera usado esa frase. Miró por encima de su hombro cuando su padre entró en la cocina y se sentó a la mesa. —Terribles esos asesinatos—extendió el periódico fuera de la mesa, el mismo periódico que Nicholas había arrojado antes al suelo, a juzgar por las arrugas que tenía. —Sí, terribles—______ estuvo de acuerdo. Le dio a su padre una taza de café y se sentó enfrente de él. Pregúntale a cuanta gente ha matado… Nunca cazo donde vivo… Pregúntale cuantas vidas ha tomado para su sustento… No he matado a nadie en unos ciento cincuenta años… —¿Qué es Marty? ¿Qué anda mal? —Nada, papá, solo nervios prenupciales, supongo. —¿Dónde conociste a es muchacho? —En la feria, justo antes de Halloween. Jack Richards rió alto. Era un buen sonido, profundo y rico, que le recordaba a ______ viajes al campo, excursiones por el bosque y fiestas de cumpleaños. —Lo siento—dijo —no quería reírme—sacudió la cabeza. —¿Le amas? —Sí—Sólo hay una cosa mala en él. Es un vampiro. —¿El te ama? —Sí—Piensa que mi sangre es el néctar más dulce de todos. Apartó el pensamiento de su mente. —¿Dónde está mamá? —Deshaciendo el equipaje—se inclinó sobre la mesa y le cogió la mano. —Si os amáis el uno al otro, si realmente lo hacéis, todo resultará. Créeme. Y si no ocurre, bien, ya sabes que tu madre y yo siempre estaremos aquí para ti. —Lo sé, papá. Gracias—apretó su mano, pensando en lo afortunada que era por tener a ese hombre como padre. Siempre había estado para ella. Le había enseñado a montar en bicicleta, llevado a su primer concierto, confortado cuando había roto con su primer novio, le había comprado su primer ramillete. Le había enseñado a conducir un coche, persuadido a su madre de que le dejara depilarse las piernas porque todas las otras chicas lo estaban haciendo, deslizado uno o dos dólares extra cuando su paga no le llegaba, ayudado con sus deberes. —Bueno, Marty, ¿llegamos tarde para desayunar?—preguntó su madre cuando entró en la cocina. —No, Mamá. ¿Qué te apetece? —Siéntate y deja que te cuide yo. —Mamá, eres mi invitada. —No seas tonta. No soy una visita, soy tu madre. Ve a vestirte y yo prepararé el desayuno. ¿Qué quieres? ______ sonrió a sus padres, pensando en lo afortunada que era. —Cualquier cosa que quiera papá me parece bien. —Esa es mi chica—dijo Jack con una sonrisa, —Tostadas francesas y beicon. ¿Qué tal suena? —¡Perfecto!—______ le guiñó el ojo a su padre y dejó la habitación con una sonrisa. Mike, Barb y sus hijos llegaron un poco después. ______ abrazó a sus sobrinos. Con diez años, Mike Junior era el mayor; luego venía Nikki, que tenía ocho, Mindy, con seis y Danny que acababa de cumplir los dos. —No sé por qué vives aquí—se quejó Mike mientras la abrazaba. —El tráfico es terrible. —Pero el clima es maravilloso. —Ya supongo. ¿Por qué no te casas en verano? De esa manera podríamos aprovechar la playa. —Lo siento, Mike. —Sí, sí. —Ignórale—aconsejó Barbara. —Ha estado quejándose desde que el avión aterrizó. Ya sabes cómo detesta dejar Colorado. —¿Cómo estás, Barb?—preguntó ______, abrazando a su cuñada. —¿Cómo estoy? Embarazada, así es como estoy. —¡Es maravilloso!—exclamó ______, y apartó de su mente a Joe instándole a que se casara con un hombre que pudiera darle hijos. Miró a los hijos de Mike. Eran preciosos, educados. —¡Otro bebé!—Marge Richards corrió y abrazó a Barbara. —Pensé que el siguiente lo tendría ______. —Yo también—dijo Barbara. —Realmente no lo habíamos planeado ni nada de eso, pero... —se encogió de hombros. —Esas cosas pasan. Mike sonrió abiertamente —Sí. —Felicidades, hijo—Jack estrechó la mano de Mike y luego tiró de él y lo abrazó —Buena cosa el que tengas tres acres. —Hay una habitación para ti y mamá. —No, gracias, mis días de cavar en la nieve han terminado. —¿Por qué no lo dijiste en Navidad?—preguntó ______. —Si me enteré ayer. Pensaba que tenía la gripe. —¿Podemos ver una película, tía Marty? —Claro, Mindy. Ya sabéis dónde están —Yo no quiero ver la tele—dijo Mike Junior —¿Podemos jugar Nikki y yo con el ordenador? ______ sonrió a su sobrino —Claro, Mike. Con los dos sobrinos menores sentados ante el televisor viendo La bella y la bestia, los adultos fueron a la cocina para tomar café y conversar. —No puedo esperar para conocer a Joe—dijo Barbara —¿Cómo es? —Como un modelo de GQ —¿En serio?—Barbara sonrió lascivamente —Ya era hora de que hubiera un hombre guapo en la familia. —¡Hey!—exclamó Mike —¿Qué pasa conmigo? —¿Tú?—Barbara chilló cuando Mike le dio un codazo en las costillas. —¿Qué pasa contigo? —Yo soy guapo, ¿No, Marty? —Bien… —Hey, vamos, soy tu hermano. Supuestamente has de respaldarme. —Vale. Como la vez que me respaldaste cuando te pregunté si le gustaba a Steve Ronoulf y tú propagaste por todo el colegio que yo había perdido la cabeza por él. —¿Todavía no has olvidado aquello? —No, y nunca lo haré. —De acuerdo, niños, calmaos—dijo Jack —No quiero tener que mandaros a vuestras habitaciones. ______ y Mike cambiaron miradas y luego estallaron en risas y ______ pensó de nuevo en lo maravilloso que era tener a su familia allí y en sentir el amor que compartían los unos por los otros. Rememoraron viejos tiempos, intercambiaron noticias y hablaron sobre la boda. Antes de darse cuenta tuvieron que prepararse para la cena. La mujer del señor Abbot había accedido a ir y estarse con los niños mientras los adultos salían a cenar. ______ pidió pizza para los niños y entonces dieron las seis. Millones de mariposas revoloteaban por su estómago cuando llegó Joe. ¿Le gustarían sus padres? ¿Le gustaría él a ellos? ¿Se darían cuenta de que había algo diferente en él? Le besó en la mejilla cuando abrió la puerta. —Estás encantadora—susurró, y su respiración se sintió cálida e íntima junto a su oreja. —Gracias. ¿Preparado para conocer a todo el mundo? Él asintió. ¿Preocupada? —Un poco. Le sonrió. —Te quiero, cara. Palabras. Eran solo palabras. Palabras corrientes que se decían cada día, pero que caían sobre ella como un bálsamo, calmando las mariposas. —Yo también te quiero—Tomó su mano y lo llevó al salón. —Hey, todos, éste es Joe. ¿Fue su imaginación o repentinamente hubo escasez de oxígeno en la habitación? Su padre y su hermano intercambiaron miradas que no pudo interpretar. Su madre presionó la mano contra el corazón. Barbara murmuró: —Oh, tenías razón. La mirada de Joe se deslizó hacia ______. —¿Razón? ¿Acerca de qué? —Les dije que parecías un modelo de GQ. —Ahhh. Rápidamente presentó a Joe a todo el mundo, incluidos los niños, y luego el grupo salió. Mike lanzó un largo y bajo silbido cuando vio el Corvette de Joe. —¡Caramba! Bonito cacharro. —Deberías ver el mío—______ lanzó las palabras sobre su hombro mientras se deslizaba en el asiento del pasajero. —Es rojo. Mike miró a Joe —Está bromeando, ¿verdad? Joe sacudió la cabeza. —Pero… pero ¿cómo? —Y es descapotable—añadió ______. Sonrió ante la cara atónita de su hermano. Mike, Barb y sus padres se subieron a la camioneta que Mike había alquilado y Joe arrancó del bordillo. Miró por el retrovisor hasta que estuvo seguro de que la familia les seguía, luego dio un estrujón a su rodilla. —Pareces el gato que se comió al canario. —No puedo evitarlo—le sonrió. —Es la primera vez que tengo un coche mejor que el de Mike—Se inclinó y besó su mejilla. —Gracias por eso. —No hay de qué. ¿Cómo te ha ido el día? —Bien…—las palabras murieron en su garganta cuando recordó la visita de Nicholas esa mañana. Con la confusión de la llegada de su familia se le había olvidado todo. Joe la miró, dándose cuenta de las líneas de preocupación de su frente. —¿Algo va mal? —No quiero hablar de eso ahora. —Como desees. El resto del camino lo hicieron en silencio. La cena transcurrió bien. ______ miraba a Joe detenidamente. Recordaba la vez en la que fueron a comer al North Woods Inn. Él había pedido un bistec y ella hubiera jurado que se lo había comido. Ahora le conocía mejor. Jugueteó con la comida de su plato, pero realmente no comió nada. Aunque ella sabía que si le preguntaba a sus padres acerca de eso más tarde, asegurarían que se lo había comido todo. La conversación de la mesa fue diplomática y moderada al principio, pero gradualmente todos se relajaron. Hablaron sobre la boda; luego Jack y Marge hablaron sobre su boda y Mike y Barb rememoraron la de ellos. El champagne circuló libremente, como hicieron la conversación y las risas. —Bueno—dijo Barbara —¿Dónde vais a pasar la luna de miel? —Nos quedaremos en casa. —¡En casa! ______ asintió. —Joe me dijo que podíamos ir donde yo quiera, pero quiero quedarme en casa, en nuestra propia casa, solo nosotros dos. —Siempre has dicho que querías ir a Italia de luna de miel—comentó Marge. ______ miró a Joe y sonrió —Ya he estado en Italia. —¡Lo has hecho!—exclamó su padre—¿Cuándo? —No hace mucho. Fue un viaje rápido e inesperado. —¿En serio?—Mike frunció el ceño —Nunca lo mencionaste. —¿No lo hice? Estoy preparada para el postre. Mamá, ¿qué vas a tomar? Joe sonrió cuando ella cuidadosamente cambió de tema. Era tarde cundo volvieron al apartamento de ______. Mike y Barbara recogieron a los niños y se fueron al motel. Jack y Marge les dieron a ______ y a Joe las buenas noches y se fueron a la cama. ______ se sentó en el sofá y colocó una almohada en su regazo. —Bien—dijo —por fin solos. —Cierto—la miró pensativamente un momento y luego se sentó a su lado. —¿Quieres decirme qué te está molestando? —Nada, realmente. —¿Realmente? Tomó aire profundamente. —Nicholas vino esta mañana. —Ya veo. —Ha habido otro asesinato. ¿Lo sabías? Él asintió. —Sigue. —Dijo un montón de tonterías. No importa. —Creo que importa mucho. ¿Qué dijo? ______ miró hacia la puerta. —No podemos hablar de eso aquí—sofocó un grito cuando él la tomó entre sus brazos y se levantó. —¿Qué estás haciendo? —Ir a donde podamos hablar. Antes de poder protestar o de poder preguntar a dónde iban, ya estaban allí. La colocó sobre sus pies y encendió las luces. —Nadie nos puede oír por casualidad ahora. —En realidad no quiero discutirlo. —¿No? Algo te está turbando. Llevo sabiéndolo toda la noche. Es más que otro asesinato. ¿Qué es? Hacía frío en la casa. Cruzó los brazos sobre su cuerpo, preguntándose si estaba temblando a causa del frío del aire o por la frialdad en los ojos de Joe. Él se dio la vuelta. Vio cómo movía su mano y, en el instante siguiente, había fuego en la chimenea. Tomó aire varias veces, despacio, profundamente y entonces se dio la vuelta hacia ella. —Dime, ______. —Dijo que estaba loca por casarme contigo, que debería preguntarte a cuanta gente has matado…—apretó las manos en su cintura. —Me preguntó si quería ser la siguiente. Joe juró por lo bajo. —Demonios, ______, ¿qué me quieres decir? —Sólo quiero la verdad. —Te he dicho la verdad. He matado gente. Te lo dije. Puede que lo encubriera para respetar tus sentimientos, pero nunca te mentí acerca de eso. Hubo una época, al principio, antes de aprender a controlar el Hambre, en la que la gente moría. No puedo hacer nada con eso. Sus muertes me atormentaron entonces. Me atormentan ahora. Pero no puedo cambiar el pasado. Cruzó la habitación hasta la ventana. Corrió las cortinas y miró hacia la oscuridad. —Puede que me esté mintiendo a mí mismo—murmuró —pensé que podríamos hacerlo. Quizás estuviera equivocado. La angustia de su voz, la soledad, tiró de su corazón. Se colocó detrás de él. —Te amo, lo sabes. Pudo sentir su cercanía. Su calor le envolvió; su aroma le rodeó. —Puede que eso no sea suficiente. —¿Qué otra cosa? —Confianza. —Confío en ti. —¿Lo haces? ¿Puedes decirme, honestamente, que no me temes, que no hay una parte tuya que no se pregunta si Miller tiene razón? —Busca en mi mente, Joe y encuentra la verdad por ti mismo. —______…—Despacio, se volvió a mirarla. —Si no estás segura, si tienes alguna duda, dímelo ahora, antes de que sea demasiado tarde. Te lo dije antes, una vez que seas mía, no te dejaré ir. No habrá divorcio si decides que has cometido un error—Su mirada atrapó y mantuvo la de ella. —Debes estar segura. Él la necesitaba. Toda su vida quiso que alguien la necesitara, alguien que no pudiera vivir sin ella. —Estoy segura. Con infinito cuidado, él la cogió entre sus brazos. —Te quiero, cara mia. Nunca amaré a otra. Con un suspiro, ella descansó la cabeza contra su pecho, sintió su amor sobre ella, cálido y dulce. Todo estaba bien. Estaba donde pertenecía. El viernes fue un día agradable. Mike y su familia llegaron para desayunar. Después, los niños vieron la televisión mientras los adultos jugaban a las cartas. Era justo la clase de día que ______ necesitaba. Un tiempo para pasarlo con su familia, para relajarse y pasarlo bien con la gente que más amaba. Hablaron de nombres para el nuevo bebé. Comenzó a convertirse en una discusión seria y surgieron nombres como John o Mary. Finalmente, cuando intentaron sobresalir unos sobre otros, se lanzaron nombres como Heathcliffe o Hildegarde. Eso les hizo reír. Pidieron pizza para comer y luego salieron para tomar un helado. Al volver a casa, Barb puso a Danny a dormir la siesta. Mike Junior y Nikki fueron a jugar con el ordenador. Mindy se fue al dormitorio a jugar con sus Barbies. Cuando los niños estuvieron instalados en otras habitaciones, comenzaron las preguntas. —Bueno—preguntó su padre —¿en qué trabaja Joe? —Es un mago. —¡Un mago!—exclamó su madre —¿De verdad? Nunca he conocido a un mago. —¿Hace fiestas para niños?—preguntó Bárbara. —No creo. —Nunca he oído hablar de él comentó Mike —¿Usa nombre artístico? —No lo sé. —¿Qué no lo sabes? ______ se encogió de hombros. —Asumí que usa su propio nombre. No lleva mucho tiempo en este país. Es de Italia. —¿No irás a mudarte a Italia, verdad? —preguntó Marge. —No. Bien, no lo creo. Nunca hemos hablado de eso. —Pensé que él vendría hoy—dijo Mike. —Él tenía unos recados de última hora que hacer. —Pienso que es precioso—dijo Nikki. Se sentó en el brazo del sofá, al lado de ______. —¿Es de verdad un mago? ¿Hará algunos trucos para nosotros? —No lo sé, encanto; tendrás que preguntárselo a él. Pensé que jugabas a Doom con Mike. —Está acaparando el ordenador. ¿Va a venir Joe después? Me gusta. —A mí también. —No vas a dejar tu trabajo, ¿verdad? —No, papá. ¿Por qué? —Bueno… —Bueno ¿qué? —Bueno, ¿Puede mantenerte? Quiero decir, no parece estar trabajando. —Tiene dinero, papá. Acaba de comprar una gran casa antigua en las colinas. ¿Y quién crees que compró mi coche? Y desde luego no sería capaz, no con mi salario. —No quiero decir nada que te ofenda, dulzura, pero no hace mucho que conoces a ese chico. Parece bastante agradable, pero creo que hay algo con él. No sé qué es. Hay algo que no logro definir, pero creo que deberías mantener tu trabajo hasta… bien, ya sabes. —Jack, Marty ya es mayor—dijo Marge. —Sabe lo que hace. —Gracias Mamá. —De nada, Marty—Marge jugó con su collar un momento. —Aún así tu padre lo hace por tu bien. —Siempre lo hace—dijo ______. —Voy por una coca cola. —¿Puedo tomar una?—preguntó Nikki —Claro, encanto. ______ fue a la cocina y presionó la frente contra el frigorífico. No podía culpar a sus padres por preocuparse por ella. También ella tenía dudas. El matrimonio era un gran paso. No quería ser una de esas mujeres que cambian de marido como de zapatos. Quería que fuera para siempre. —Para siempre—murmuró. Era divertido. Joe realmente podía darle ese para siempre, si ella quería. —¿Estás bien? ______ se enderezó y abrió la puerta del frigorífico. —Estoy bien, Mike—sacó dos latas de coca cola. —¿Quieres algo? —No. No dejes que papá llegue a ti. Él sólo, ya sabes, está haciendo de padre. —Lo sé—cerró la puerta de la nevera y se volvió hacia su hermano. —Todo está bien. —Bueno, pareces un poco trastornada. ______ sacudió la cabeza. —En realidad no. —Papá tiene razón en una cosa. No conoces a Joe desde hace mucho tiempo. ¿Por qué esta repentina prisa en casarse? Quiero decir, ya has esperado mucho tiempo. —¡Tú también, no! —¡Hey, no estoy criticando! Solo estoy preguntando. —Le amo y quiero casarme con él. ¿Por qué es tan difícil de creer? Sólo porque a Barb y a ti os llevó dos años decidiros no quiere decir que me deba llevar ese tiempo también. Mamá y papá se conocían menos de un año cuando se casaron. —Lo sé, pero…—Mike colocó las manos en sus hombros. —Papá tiene razón acerca de algo más. Hay algo extraño en Joe. Es diferente de alguna forma. —Mike, déjalo, ¿vale? Sé lo que estoy haciendo. Apretó sus hombros —Sé que lo haces. Te queremos, hermana, eso es todo. —Lo sé—su amor era como una manta, normalmente cálida y bienvenida, pero otras veces le asfixiaba.
Joe llegó al caer el sol. ______ estaba en la cocina con su madre y Bárbara, intentando decidir qué hacer para cenar, cuando sonó el timbre de la puerta. Un revoloteo en su estómago, un súbito cambio en la atmósfera le dijo que era Joe incluso antes de abrir la puerta. Como siempre, a primera vista le quitaba la respiración. Era tan alto, tan increíblemente bien parecido. Y su sonrisa… una sonrisa que era sólo para ella, que hacía que su interior se reblandeciera. —Cara—se inclinó y colocó un beso en sus labios. —Hola—Llevaba pantalones negros, botas y un voluminoso jersey gris que resaltaba sus anchos hombros. —Entra. Intentamos decidir qué comer. Su mirada se deslizó sobre su cara hasta el pulso que latía en el hueco de su garganta. Sintió el agudo pinchazo de sus colmillos en la lengua y se preguntó si sería capaz de controlar el hambre una vez que ella fuera completamente suya. El corazón de ______ brincó ante la mirada que le recorría. Él no había dicho nada, pero sabía en qué estaba pensando Sin ser invitada ni querida, la voz de Nicholas se elevó en el fondo de su mente. Entonces pregúntate si quieres ser la siguiente. Elevó su mirada hacia él. El sonido de las noticias de la tarde, las voces de su familia, el tráfico de la calle, todo se perdió en la distancia, dejó de existir, hasta que sólo quedaron ellos dos en la entrada de la casa. —______…—Ahuecó su cara entre sus manos, sus dedos se movieron ligeramente sobre su piel. —Dame una oportunidad, cara. Te haré feliz, te lo prometo. Ella no sabía qué decir. Sus ojos eran oscuros y vulnerables, llenos del dolor y de soledad de doscientos años. —Te quiero, cara mia. —Sé que lo haces—Demonios, ______, es un vampiro. La voz de Nicholas sonaba en su mente. Es incapaz de amar. Se movió en el abrazo de Joe y colocó sus manos alrededor de su cintura. —Y yo te amo. —¿Sin dudas? —Solo las dudas normales que tiene toda novia. —¿Eso es todo? Sus miradas se encontraron de nuevo. —Eso es todo. No tengo miedo de ti, Joe. No temo lo que eres, sólo decepcionarte. —¡Nunca! La besó suavemente, dulcemente, y cuando la alejó de su lado, el mundo volvió. Como no lograron ponerse de acuerdo en lo que quería para cenar, pidieron pizza para los niños, comida china para Marge y Bárbara e italiana para los demás. —Así que, Joe, mi hija dice que eres mago— comentó Marge. La cena había terminado y estaba en el salón. —Sí. —¿Puedes hacer un truco para nosotros?—preguntó Nikki —¿Qué te gustaría que hiciera? ¿Partirte por la mitad? Nikki rió tontamente. —No, no lo creo—le dio un golpe a Mike Junior en el brazo. —Quizás pudieras hacer que mi hermano desaparezca. —Puedo—replicó Joe solemnemente —pero no estoy seguro de poder traerlo de vuelta. —Eso está bien por mi parte. ¡Ouch! Mamá, Mike me ha pegado. —Es suficiente, los dos—advirtió Bárbara. Joe miró a ______. Ella le sonrió, una ceja alzada por la diversión. Joe le devolvió la sonrisa, aceptando el silencioso desafío de sus ojos. —Necesitaré un ayudante—dijo levantándose —¿______? Ella rodó los ojos, luego se levantó y se unió a él en el centro del salón. —Mírame a los ojos—dijo Joe —Olvídate de dónde estás. Estamos solos en esta habitación, sólo nosotros dos. Concéntrate en el sonido de mi voz… De acuerdo… ahora estás en mi poder. Sólo me ves a mí, me oyes sólo a mí. —Sólo te veo a ti—murmuró —Sólo te oigo a ti. —Harás cualquier cosa que te diga. —Sí. Joe miró a Marge y a Jack, que estaban sentados en el sofá. —¿Quieren levantarse, por favor? Los padres de ______ intercambiaron miradas y luego se levantaron y se quedaron de pie cerca de la chimenea. Joe cogió a ______ entre sus brazos y la llevó al sofá. La tumbó y pasó su mano por su cara. —Dormirás ahora, ______, y no despertarás hasta que yo te llame por tu nombre. Los ojos de ella se cerraron. Él permaneció a su lado en el sofá y entonces, muy lentamente, elevó sus brazos, con las palmas hacia arriba. Y ella flotó del sofá, quedando suspendida en el aire. —¡Wow! —Exclamó Mike Junior —Esto es impresionante. —¡Asombroso! —¡Imposible! —¿Cómo puede hacer eso? Despacio, Joe bajó las manos. Ligera como una pluma, ______ aterrizó en el sofá. —______ —él la llamó suavemente. Sus párpados se agitaron hasta abrirse y se sentó parpadeando hacia él. —¿Qué ha ocurrido? —Ha hecho que levitaras, demonios —dijo Mike —¿Cómo hiciste eso? He visto hacerlo en el escenario, pero… pero siempre pensé que se hacía con alambres —Sacudió la cabeza —He de aplaudirte, es lo más asombroso que jamás he visto. —Házmelo a mí —dijo Mindy, tirándole de la pernera del pantalón a Joe —Yo también quiero volar. —Yo creo que no —Bárbara tiró de su hija y la colocó en su regazo. —No eres lo suficiente mayor como para volar. —Venga, tío —dijo Mike Júnior—dinos cómo lo has hecho. —Me temo que los magos juran que nunca revelarán sus secretos. Bárbara miró el reloj y se levantó. —Se está haciendo tarde. Niños, recoged vuestras cosas. Nos espera un gran día mañana. Mike, ¿estás preparado para irnos? —Sí, encanto. Hubo una ráfaga de actividad cuando Mike y Bárbara reunieron a sus hijos y se despidieron. Unos minutos más tarde, Jack y Marge fueron a acostarse. —Parece que preparé la habitación —dijo Joe. —Esto podía ser un problema si fuera un mago real. —¿Tenías que hacer algo tan aparatoso? Quiero decir, ¿no podías haber hecho algo que pudiera ser explicado? Y ¿por qué me hiciste dormir? Nunca he levitado antes y me lo he perdido. —Tenía miedo de asustarte. ______ tiró de su jersey. —Voy a casarme con un vampiro —dijo con una sonrisa —si eso no me asusta nada lo hará. Él no pudo discutir eso, así que la besó. —He de irme —dijo —Es temprano. —Ten una buena noche de sueño, cara. Te mantendré levantada hasta tarde mañana por la noche. Le sonrió con su interior temblando de anticipación. —Domani, ______ —susurró —mañana serás mía. El calor de sus ojos, el ronco temblor de su voz, mandaron escalofríos de placer por su espina dorsal. | |
| | | MySillyHair Forista!
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 15th 2012, 14:57 | |
| CAPÍTULO 32 El día de la boda amaneció brillante, claro y precioso. —Feliz es la novia que brilla bajo el sol —murmuró cuando salió de la cama y se puso la bata. Había oído ese viejo dicho a menudo. Esperaba que fuera cierto. Demasiado nerviosa para comer, bebió dos tazas de café. Estaba empezando la tercera cuando su padre entró en la cocina. —Buenos días, dulzura. —Buenos días, papá. —¿Cómo has dormido? —¿Dormir? ¿Qué novia duerme la noche antes de la boda? Jack Richards se rió. —Ninguna, supongo. Fue un buen truco el que preparó Joe la otra noche. Sí que me gustaría saber cómo lo hizo. —Sí, a mí también. ¿Está mamá levantada? —No, está roncando a pierna suelta. ______ soltó una risita. Era una broma habitual entre sus padres cual de ellos roncaba más fuerte. —¿Estás segura de esto?—preguntó su padre. —Si no lo estás, no es demasiado tarde para cambiar de idea. —Estoy segura, papá. —Sólo quiero que seas feliz, Marty. —Lo soy. —Deberías comer algo. —No puedo —comprobó el reloj, se tomó rápidamente el resto del café. —He de irme. Mi cita es a las nueve y media. —Tómate el tiempo que necesites. Mantendré el fuerte hasta que regreses. —Gracias, papá —besó a su padre en la mejilla y corrió hacia su dormitorio. Se dio una ducha rápida, se vistió y dejó el apartamento. Su primera parada fue en el salón de belleza para los trabajos —manicura, pedicura, lavar y marcar. Del salón de belleza fue a la floristería. Había encargado rosas blancas y baby's breath para su ramo. Linda y Nikki llevarían rosas rosa y claveles. El florista entregaría las flores para el altar en la iglesia más tarde. A las doce y media se encontró con su madre y Bárbara en la iglesia. Pusieron grandes lazos de raso en los tres primeros bancos, comprobaron con el ministro para estar seguras de que el corredor blanco estuviera en su lugar, en el centro de la nave, vieron las canciones que el organista tocaría. Eran casi las dos cuando llegaron a casa. Bárbara las dejó para ir al hotel a coger a los niños, darles de comer y vestirles. —Tienes que comer algo—dijo Marge Richards. —Siéntate y relájate un momento mientras te preparo alguna cosa. —Mamá, no te molestes. Marge Richards sacudió la cabeza. —Yo tampoco comí nada el día de mi boda. Podía oír mis tripas gruñendo todo el camino de vuelta desde la iglesia. Jack Richards rió. —Sí, se inclinó mientras el ministro hablaba y dijo que deseaba tener un Big Mac. ______ rió. —Bromeas, ¿verdad? Su padre sacudió la cabeza. —No. Es la pura verdad. —¿Estás segura de que no quieres comer nada?—preguntó Marge. —Puede que más tarde. Voy a intentar echarme una siesta. Despertadme en una hora, ¿vale? —De acuerdo, dulzura. ______ fue al dormitorio y cerró la puerta. Se quitó los zapatos, se estiró en la cama y cerró los ojos. En poco más de tres horas sería la mujer de Joe… ______, yo también estoy contando las horas. —¡Joe!—se sentó en la cama y miró alrededor. Duerme, cara MIA, te veré pronto. —¿Dónde estás? Estoy en casa, soñando contigo. Con un suspiro, se volvió de lado y cerró los ojos. Momentos después estaba dormida.
Marge Richards se sorbió la nariz suavemente cuando colocó el velo en la cabeza de ______. —Estás preciosa. Sencillamente preciosa. —Gracias mamá. ¿Qué hora es? —Cinco en punto. Deja de preocuparte. No pueden empezar sin la novia. Ahora, veamos… ¿Llevas algo viejo? —El broche de la abuela. —Vale. ¿Algo nuevo? —Mi vestido. —¿Algo prestado? —Un pañuelo de Barb. —¿Algo azul? —La cinta de mi liga. Marge Richards dio un paso atrás y suspiró. ______ parecía una princesa de cuento de hadas. El vestido era de blanca seda, con un corte bajo alrededor del cuello, largas mangas ceñidas y falda amplia. El velo era como un rayo de luna, claro y frágil. —Bueno, ¿cómo me veo? —Perfecta, cariño, simplemente perfecta. —¿Papá está preparado? —Ha estado haciendo un camino en tu alfombra los últimos veinte minutos. Ya sabes que tu padre siempre está preparado una hora antes. Creo que la gran pregunta es ¿estás preparada tú? ______ asintió y pasó su brazo alrededor de la cintura de su madre. —Gracias por toda tu ayuda, mamá. —Tú hiciste todo el trabajo. —No quiero decir hoy. Siempre has estado ahí para mí. Marge Richards parpadeó para alejar las lágrimas. —Se feliz, Marty. —Lo seré —______ parpadeó para alejar sus propias lágrimas. —Vamos. Mike, Bárbara y los niños estaban esperando en la iglesia. —¿Está Joe aquí? —preguntó ______. —¿Le habéis visto? —Estaba aquí cuando llegué —dijo Bárbara. —Dios, deberías ver lo que este hombre entiende por un traje. —Hey —dijo Mike —¿Qué pasa conmigo? Yo luzco condenadamente bien, si es que yo puedo decirlo. —Desde luego, cariño —dijo Bárbara. Miró a ______ y rotó los ojos. —Hombres, tienen el ego de la talla del Gran Cañón. —¿Y Linda? ¿Está aquí ya? —No la he visto. —Oh ¿no crees que se haya olvidado? —Seguro que no —dijo Jack Richards. —Cálmate Marty. A las cinco y media el organista comenzó a tocar. Mike y los chicos fueron a sus puestos. Unos pocos minutos después, Linda llegó a la iglesia. —Perdona por la tardanza. La niñera lo canceló en el último momento y he tenido que pedir a la madre de Jim que viniera y se quedara con los niños. Marty, estás magnífica. Pasaron los siguientes minutos repartiendo las flores y asegurándose que cada pelo estaba en su lugar. Y entonces su madre la dejó para sentarse. Y empezaron a tocar su música. —¿Preparada, cariño?—preguntó su padre. ______ asintió. —¿Ninguna duda? —Ninguna. —De acuerdo entonces—dijo, tomándola del brazo. —Allá vamos. Sonríe. Se pararon en el umbral y ______ lo abarcó todo con una rápida mirada… los pocos amigos cercanos y compañeros de trabajo sentados en los bancos, las flores en el altar, el ministro, Linda y Bárbara sonriéndole, Mike y Mike Júnior mirándole solemnemente y con orgullo, y entonces vio a Joe y todo lo demás desapareció de su vista. Salvo por la camisa blanca, era un estudio en negro, tanto su pelo, su traje o sus zapatos. Sintió el poder de sus ojos cuando él la miró acercarse bajo la nave, sintió el poder del hombre en sí mismo. Que le alcanzó, envolviéndola en un abrazo de amor. Su corazón estaba latiendo como un objeto salvaje cautivo en una trampa en el tiempo en el que llegaba al altar. Difícilmente oyó una palabra de las dichas, fue solo vagamente consciente que su padre colocó su mano en la de Joe. Sintió los dedos de Joe cerrarse sobre los de ella, firmes y fríos, sintió una rápida sacudida entre ellos. Y entonces estaban intercambiando los votos que les atarían el uno al otro. Joe miró profundamente en sus ojos cuando colocó el anillo en su dedo y dijo las palabras que le convertían en su esposa. Pero fueron las palabras que dijo en su mente las que ella oyó. Te quiero, cara. Te amaré y querré hasta tu último aliento, te protegeré con mi vida. Mientras yo viva, tendrás todo lo que desees. Y entonces la ceremonia terminó. El ministro sonrió a Joe. —Puedes besar a la novia. Ella miró a los ojos de Joe mientras le levantaba el velo. Gentilmente, como si estuviera hecha del más frágil cristal, tomó su cara entre sus manos y la besó. Hubo un rugido en sus oídos. El calor explotó a través de ella y él la marcó con su beso. Sus sentidos se tambalearon cuando él apartó su boca de la de ella. El ministro les presentó entonces como señor y señora Joe Jonas, y entonces caminaron por la nave hacia la salida Él la besó de nuevo tan pronto salieron de la iglesia. No hubo nada gentil en ese beso; estaba lleno de tal pasión y fuego que se sorprendió de no fundirse en sus brazos. Y entonces sus amigos y su familia estaban allí, deseándoles lo mejor, abrazando a ______, apretando la mano de Joe. Fueron al Milton para la recepción, la cual fue pequeña e íntima. Su padre había insistido en pagar la cena. La comida fue excelente; el champagne corrió como el agua. Hubo una banda, un baile, brindis por la novia y el novio. Cortaron el pastel. ______ vaciló cuando ofreció a Joe un trozo de su pastel. Su mirada buscó la de él y entonces oyó su voz en su mente, asegurándole que todo estaba bien, que él podía comer un pequeño trozo de pastel de boda. Posaron para las fotografías, hubo más brindis y llegó el momento de irse. Los regalos de boda se cargaron en el maletero de la limusina. ______ abrazó a su familia, diciéndoles adiós. Su hermano y su familia se irían a su casa por la mañana; sus padres irían a Carmel unos días antes de volver a Florida. Abrazó a sus sobrinos, ignorando la pequeña voz sin importancia en el fondo de su mente, una voz que sonaba raramente como la de Nicholas Miller, advirtiéndola que se había casado con un vampiro y que probablemente no viviría lo suficiente para ver a los que amaba de nuevo. Un último adiós y Joe la cogió entre sus brazos y la llevó hasta la limusina que esperaba fuera en medio de una lluvia de arroz y buenos deseos. Habían decidido pasar la noche en su casa en lugar de ir a un hotel. —Cara —la cogió entre sus brazos y el coche arrancó. Ella le sonrió. Una multitud de emociones se agitaron vigorosamente a través de ella. Era devastadoramente guapo. Sus ojos negros, su mirada completamente dominada por el deseo. Pronto estarían en la casa de él… la casa de ella, también, en ese momento. Era su noche de bodas… ¿Cómo harían el amor los vampiros? —Relájate, ______, no voy a comerte. Le sonrió, era increíblemente sexy, una sonrisa para romper corazones, y todos sus temores se disolvieron. Se acomodó contra él. —Fue una boda preciosa, ¿verdad? Joe asintió. —¿Te dije lo hermosa que estás? —No —él no había dicho las palabras, pero lo había visto en sus ojos. —Molto bella. —Gracias —frunció el ceño —las fotos… —¿Qué pasa con ellas? —¿Salen los vampiros en las fotos? —No soy un fantasma, cara. —Bien. Parecería tonta parada delante del pastel sola. ¡El pastel! ¿Realmente lo comiste o fue solo una ilusión? —No fue una ilusión, cara. No esta vez.—No le dijo lo repugnante que había sido, o que, incluso en ese momento, podía sentir que el trozo de azúcar y harina finamente escarchado se asentaba duramente en su estómago. Llegaron a la casa unos minutos después. Joe y el conductor llevaron los regalos adentro. Ella se quedó en el salón, que era la única habitación de la casa que carecía de muebles. Oyó a Joe desear al conductor buenas noches, oyó cerrarse la puerta delantera y entonces él estaba allí, tomándola entre sus brazos, su oscura mirada buscando la suya. Había pasión en esos profundos ojos negros, pasión y una insinuación de temor. ______ frunció el ceño —¿Qué ocurre? —¿Ocurrir? —Me estabas mirando como si me temieras. —No a ti. A mí mismo. Temo hacer algo que te hiera o —tomó aire profundamente —o que te asuste. —¿Asustarme? Él le sonrió. —Hace mucho tiempo desde que hice el amor a una mujer que me importara —él recorrió con un dedo su mejilla. —Intentaré ser cuidadoso —juró por lo bajo —Sólo estoy haciendo que te asustes más, ¿verdad? Ella sacudió la cabeza, pero era mentira. | |
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 15th 2012, 15:00 | |
| CAPÍTULO 33 —¿Te he dicho lo mucho que te quiero, lo agradecido que estoy de que estés aquí? —No. —Si hago cualquier cosa que te asuste, sólo tienes que decírmelo. Ella deseó que él parara de decir eso. Sus manos se deslizaron por su espalda y comenzaron a desabrochar los pequeños botones cubiertos de tela de su vestido. Despacio apartó el vestido de sus hombros, lo bajó por sus brazos, hasta que con un susurro de satén sobre seda cayó alrededor de sus tobillos. Su combinación le siguió. Joe sorbió aire profundamente cuando su mirada se movió sobre ella. Vestida en con un sostén de encaje, bragas de biquini, un liguero blanco, medias y tacón, era la cosa más sexy que jamás había visto. Él comenzó a quitarle el sujetador, pero ella le cogió la mano. —Aún no —murmuró. Él la miró preguntando —¿Cambiaste de opinión? —No, ahora es mi turno. Le quitó la corbata y la arrojó a un lado, luego despacio desabrochó la camisa. Él no llevaba camiseta y ella dejó que sus dedos se deslizaran por su piel, haciendo que él sintiera escalofríos por su toque. Tiró de los faldones de la camisa hacia fuera, recorrió con sus manos su espalda y luego arrojó la camisa junto a la corbata. Mantuvo su mirada en la de él mientras desabrochaba el cinturón. Él sorbió aire profundamente cuando ella comenzó a desabrochar sus pantalones. —Estás jugando con fuego, lo sabes. —¿Lo estoy?—abrió la cremallera de la bragueta y empujó los pantalones sobre sus caderas, dejándolos caer en un charco alrededor de sus tobillos. Llevaba unos calzoncillos negros que dejaban poco a la imaginación. —Mi turno de nuevo —dijo él. Pasó sus labios sobre su mejilla y entonces se arrodilló, sus manos se deslizaron por sus muslos y pantorrillas, acariciaron sus tobillos antes de quitarle los zapatos y arrojarlos encima de la creciente pila de ropa descartada. Despacio, se elevó, besándola desde el ombligo hasta los pechos. Sus manos eran rápidas y seguras cuando le desabrocharon el sujetador. Hizo con él una bola, su respiración se quedó en la garganta cuando su hambrienta mirada la recorrió. Su piel era suave y clara, perfección sobre perfección, y pensó que nunca había visto algo tan tentador en toda su vida. El calor entre ellos era potente, inflamable. Él comenzó a quitarse los zapatos, pero ella apartó su mano, se arrodilló y le quitó los zapatos y los calcetines. Le miró y él elevó una pierna y luego la otra, de esa manera ella pudo arrojar los pantalones a un lado. Él la tomó de las manos y la ayudó a levantarse, su corazón sonaba salvajemente cuando ella desabrochó su liguero y lentamente, OH, tan lentamente, sacó fuera sus medias para quedar de pie ante él llevando nada más que un trozo de cordón blanco. —______—su voz era cálida y densa, como la melaza calentada por el sol, cuando la cogió entre sus brazos y la llevó escaleras arriba hacia el dormitorio. Paró al pasar el umbral y dejó caer una ligera lluvia de besos sobre sus mejillas, su nariz, sus cejas. Miró a la chimenea y ésta se llenó de vida. El crepitar de las llamas era el único sonido de la habitación cuando él la llevó a la cama. Las cubiertas habían sido apartadas. Había una botella de champagne, una botella de vino tinto y dos copas en la mesa de al lado, junto con un esbelto vaso de cristal que contenía una única y perfecta rosa roja. La dejó sobre el colchón y la siguió, manteniéndola entre sus brazos. —No puedo creer que estés aquí —susurró —que seas mía. Sus ojos ardían de ferviente calor cuando la besó, el toque de sus labios encendió una fiebre de deseo bajo toda su piel. Sus brazos le rodearon el cuello, acercándolo más a ella, mientras le devolvía los besos. Sus manos la acariciaron, la excitaron hasta que se retorció bajo él en dulce agonía. Se arrancó los calzoncillos y le quitó las bragas, entonces se quedó suspendido sobre ella, sus ojos oscuros absortos en su cara. —Dime —dijo roncamente —dime que me quieres. —Te quiero—elevó sus caderas en silenciosa invitación. —¡Te quiero, te quiero! —Ah, cara—susurró las palabras y la hizo suya. Ella sofocó un grito, luego lo agarró en su interior, temblando cuando su cuerpo se estiró para acomodarlo. —Shhh, cara—murmuró —nunca te volveré a hacer daño. Ella asintió, enterrando su cara en su hombro cuando él comenzó a moverse despacio en su interior, la tensión se esfumó cuando el placer se acumuló dentro de ella. Él susurró dulces palabras en sus oídos, palabras de amor en francés y en italiano. Sintió su respiración caliente contra su cuello, sintió su lengua lamiendo su ardiente carne. Gimió con deleite, moviendo su cuerpo contra él. Cerró los ojos, inundada de un mar de placer y él estaba allí, a su lado, su respiración áspera, su cuerpo bañado en sudor, su voz moviéndose sobre ella como oscuro terciopelo. Estaba llegando, llegando, y él estaba allí, llevándola más alto, llevándola a donde quería ir, hasta que estuvo planeando sobre el borde. Ella gimió su nombre, sintió sus dientes en su cuello y entonces ella estaba volando, alzándose, mientras el éxtasis caía sobre ella a oleadas. Despacio, como una pluma vagando por el aire, flotó de vuelta a la tierra. Estaba sonriendo y no podía parar de hacerlo. Adormilada, aunque profundamente consciente. Toda su vida había esperado ese momento. ¿Había sido tan maravilloso para él como lo había sido para ella? Pasó una mano por el pelo de él. Le acarició un hombro. Él comenzó a levantarse, pero ella le mantuvo cerca. —Aún no. —Debo ser pesado. —No, me gusta. Descansando sobre sus codos volvió la cabeza de manera que pudo ver su cara, frunció el ceño cuando vio las lágrimas en sus ojos. —Cara —exclamó suavemente —¿te hice daño? —No. Oh, no. Fue maravilloso. Una sonrisa de puro deleite masculino curvó sus labios. ______ elevó una mano a su cuello. ¿Lo había imaginado o había sentido sus dientes mordiendo su cuello? Le sintió ponerse tenso cuando el pensamiento cruzó su mente. La mirada de él se encontró con la suya. —Perdóname cara. Ella le acarició la mejilla, sus dedos la recorrieron hasta sus labios. —Todo está bien, de verdad. —Había esperado…—sacudió la cabeza. —¿Esperado qué? —Había esperado poder separar mi amor por ti del hambre, pero mi deseo por tu dulce carne despertó una sed a la que no pude resistirme—recorrió con los dedos las dos pequeñas marcas de su garganta. —Tomé, pero solo un poco. No sabía qué pensar o qué decir. Intentó sentirse engañada, traicionada. De hecho, sentía una sensación de plenitud ante el conocimiento de que había surtido su hambre y había satisfecho su deseo. Movió sus manos por los brazos de él, maravillándose de la fuerza latente que sentía en ellos. Su piel estaba cálida bajo sus dedos. Joe cerró los ojos y se rindió al toque de sus manos. Sus dedos exploraron los músculos de sus brazos, viajaron sobre su pecho, masajearon sus hombros, se deslizaron por su espalda, sus nalgas. Él gruñó por lo bajo, sintiendo la rápida respuesta de su cuerpo al puro placer de su toque mientras ella continuaba la exploración. Tomó aire hondamente, combatiendo para mantener su hambre bajo control cuando ella comenzó a besarle el cuello. Su respiración le hizo cosquillas en la piel; sus pechos eran cálidos y suaves contra su pecho. Y él la quería de nuevo, quería tenerla y besarla, introducirse profundamente en su interior, beber de su dulzura una y otra vez. —______… —¿Hmmm? Él la besó hasta dejarla sin respiración, hasta que ella le gritó que la tomara. Él no se contuvo esa vez, vencido por la necesidad de poseerla, de marcarla como suya para siempre. La llevó hasta el borde y la empujó, su mente se mezcló con la de ella, haciendo de ellos una mente y un cuerpo y, cuando, al final, ella cayó dormida en sus brazos, él supo que nunca la dejaría ir.
Permaneció fuera de la casa, su cuerpo ligero como el aire, lleno de sangre de su última víctima. Así que Jonas había convertido a la mujer en su esposa. Era una interesante vuelta de los acontecimientos. Había pensado terminarlo rápidamente, destruiría a Jonas de una vez por todas. Miller ya no era una amenaza. La mujer podía ser tomada en cualquier momento. Pero ella era la mujer de Jonas ahora. Permaneció frente a la casa largo tiempo, su odio creciendo, hinchándose, extendiéndose a través de él. Después de la batalla en el viñedo había tenido que ir bajo tierra para curar sus heridas y cuidar su cólera. Le había llevado semanas para que el enorme agujero dejado por la estaca de madera cicatrizara. Miller, maldita fuera su alma, había mojado la madera en agua bendita. Era el momento de elevar las apuestas, de llevar el juego a su fin. Estaba cansado del mundo moderno, de la prisa constante, el ruido. La polución que llenaba su nariz, que quemaba sus ojos. Anhelaba los románticos días del pasado, los elaborados trajes, la ostentación, la ignorancia de la gente corriente. Mañana, murmuró, mañana le mandaría a Jonas una sorpresa y cuando el vampiro estuviera muerto, tomaría a la mujer. | |
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 15th 2012, 15:10 | |
| CAPÍTULO 34 ______ despertó despacio, con una sonrisa en la cara, cuando los vestigios de un maravilloso sueño se apagaron lentamente. Había hecho el amor con Joe y había sido la experiencia más asombrosa de su vida. Se volvió de lado, quedando cara a cara con el hombre de sus sueños y supo que no había sido un sueño en absoluto. Empujó la sábana bajo sus brazos y miró al hombre que estaba dormido a su lado. ¡Qué guapo era! Sonrió cuando recordó la noche pasada, feliz de haber esperado, feliz de que él fuera el primer hombre en hacerle el amor. Había sido tan gentil, tan tierno, tan ansioso de dar placer y recibirlo. Le había hecho el amor tres veces y cada vez había sido mejor que la anterior. Había sentido su mente sondeándola, unirse con la suya. Había sido increíble. Había sentido cada latido de su corazón, cada respiración, conocido la misma excitación, el mismo éxtasis que él. ¿Había sentido él su respuesta? Miró hacia la ventana. Las cortinas verde oscuro con rayas negras dejaban fuera la luz de la mañana, recordándole que ella no se había casado con un hombre ordinario. Miró a Joe de nuevo. Parecía estar dormido pero, ¿era eso o estaba atrapado en alguna clase de tinieblas, incapaz de moverse? Elevó una mano, dudando, y luego la colocó sobre su corazón. Latía muy lentamente, a ritmo constante, pero él no se movía. ¿Podía sentir su toque? —¿Joe? Sus párpados se abrieron. —¿Cuál es tu deseo? —Nada, sólo me preguntaba… Elevó una ceja. —¿Qué? —Pensé que tal vez… quiero decir, bien… Ella comenzó a apartar su mano pero él la cubrió con la suya. —¿Hay algo que necesites? —Es por la mañana. —Lo sé—su cuerpo se sentía pesado, flojo. —Pensé que…—se encogió de hombros —¿Cómo puedes estar despierto? —No es fácil—replicó él con una irónica sonrisa. De hecho, podía sentir la oscuridad llamándole—debo descansar, cara mia. —De acuerdo—se inclinó y le besó. —Te veo más tarde. Él le besó la palma de la mano y sus párpados se cerraron. Le miró por un momento. Sus pestañas eran cortas y espesas, su pelo estaba desordenado. Era guapísimo. Saliendo de la cama, ______ se fue a darse una ducha. Le dolía un poco el cuerpo, recordándole la noche pasada. Hacer el amor con Joe había sido todo lo que había esperado que fuera y más. Él estaba profundamente dormido cuando salió al dormitorio. Se vistió rápidamente, besándole suavemente la mejilla y fue escaleras abajo. Había estado ocupado desde la última vez que ella había ido a la casa. La nevera y los armarios estaban llenos de comida. Abrió un cartón de huevos y encontró una nota en su interior. La desplegó. Te quiero. Sonrió y la guardó en el bolsillo del pantalón. Había otra nota dentro del bote del café. Te quiero. Eres preciosa. Otra dentro del azucarero. Estoy soñando contigo. Dentro del cajón de la vajilla de plata encontró su Mastercard, unos doscientos dólares en efectivo y una nota: Ve a comprar algunos muebles para el salón, algo para que podamos acurrucarnos frente al fuego. Se preparó el desayuno, encendió la radio, se sentó y comió. Quizás debería dejar el trabajo, meditó. No tendría que trabajar nunca más. Sería divertido estar en casa. Podía dormir hasta tarde por las mañanas, pasar los días leyendo o en el jardín, o comprando o haciendo cualquier cosa que le apeteciera. Miró por la ventana hacia fuera. El patio trasero era enorme. Había una piscina, una gran parte cubierta, un cenador, un jardín de rosas. Por supuesto, el jardín estaba cubierto de malas hierbas. Puso los platos en el lavavajillas, se sirvió otra taza de café y luego salió a por el periódico. Lamentó el momento en que lo abrió.
EL TERROR ACECHA LAS CALLES EL VAMPIRO ASESINO ATACA DE NUEVO
Ya dentro, se sentó y leyó la historia. El cuerpo de un hombre joven había sido encontrado en una zanja cerca de West Road. ______ miró los titulares. Había perdido la cuenta de los asesinatos que había habido. En las últimas dos semanas se había negado a pensar en Alexi, se había negado a dejarle a él o a cualquier otra cosa introducirse en lo que supuestamente era el tiempo más feliz de su vida. Pero ella no podía ignorar, de ninguna manera, no podía olvidar que había sido el aroma de su sangre lo que le había despertado de un siglo de sueño. ¿Cómo podía haber estado gozosa, preparando el día de su boda, pasándolo bien, cuando la gente estaba siendo asesinada, cuando era en parte responsable? Tenía que hacer algo. Pero ¿Qué? Si él volvía al pasado durante el día, ellos nunca le encontrarían. Y si Nicholas y Joe no habían sido capaces de encontrarlo, ¿Qué esperanza había de que ella lo hiciera? Y aún así ellos tenían que encontrarle, que pararle. ¿Pero cómo? Sintiendo una repentina necesidad de ver a Joe, puso el periódico a un lado y subió las escaleras. Permaneció en el marco de la puerta, observándole dormir. ¿Cómo era eso para él? Se preguntó. ¿Cómo sería vivir por cientos de años? ¿No llegaba uno a cansarse de vivir, de ser joven para siempre? A menudo había deseado poder vivir eternamente, ahora el significado estaba a su alcance. ¿La convertiría Joe en vampiro si se lo pedía? Se movió cerca de la cama, mirando la casi imperceptible subida y bajada de su pecho. ¿Cómo sería ser un vampiro, ver a sus amigos y a su familia envejecer y morir? ¿Poder vivir para siempre valía el precio de perder a todos a los que amaba? Podía ser divertido, si pudiera seguir como ahora, pero sería imposible. Tendría que estar siempre de guardia, no sería capaz de decirles a sus amigos lo que era. No habría más fiestas de verano en la playa, no más mañanas de Navidad con su familia. No más picnic de empresa el cuatro de julio, o vacaciones en el lago. Sin niños… Sintió un tirón en el corazón. No habría niños en ningún caso, no mientras estuviera casada con Joe. Si ella decía su nombre, ¿él la oiría? Si ella trepaba a la cama, a su lado, ¿él se despertaría y la tomaría entre sus brazos? —¿Joe? Se movió más cerca de la cama y le llamó un poco más alto. —¿Joe? Sus párpados se abrieron y la miró. —Cara, ¿algo va mal? —No —encogió un hombro—me encontraba solitaria sin ti. Extendió un brazo en silenciosa invitación y ella se deslizó bajo los cobertores. —¿Te molesta estar despierto durante el día? —No, pero es difícil cuando el sol está alto. —Quizás deba dejarte descansar. —No—la abrazó —pensé que habrías salido de compras. —Era eso lo que iba a hacer, pero entonces leí el periódico. Tenemos que hacer algo, Joe. Hemos de pararlo. —Alexi. —Tiene que haber una manera. No puede ser infalible. —Si tuviera una debilidad ya la habría encontrado—sonrió perezosamente cuando tomó su mano y lamió la palma. —Yo tengo una debilidad, cara mia. ¿He de decirte cual es? Sintió un escalofrío de deleite cuando él lamió la parte interior de su muñeca. —Creo que puedo imaginarlo. —¿Puedes?—dejó caer una lluvia de besos sobre su brazo, lamiendo la curva de su codo. Se inclinó más cerca y le besó, sintiendo su brazo libre deslizarse en su cintura y entonces ella se encontró tumbada encima de él, sus pechos aparatados contra el de él. —Pensé que los vampiros eran débiles y vulnerables durante el día. —Tú me haces débil—murmuró —débil de deseo. —¿Lo hago? —Cara… Recorrió con sus manos su pelo, ligeros besos sobre su frente, sus mejillas. Sus manos se deslizaban pausadamente arriba y abajo de su espalda, y entonces él le cogió la cara entre sus manos y la besó, su lengua provocó sus labios hasta que, con un gemido bajo, ella los abrió para él. La acarició sobre la ropa y entonces no hubo nada más entre ellos que el deseo y la boca de él en la suya. Sintió su poder a su alrededor, sintió que el mundo se alejaba, hasta que sólo quedaron ellos dos, cautivos en una esfera mágica donde tocarse lo era todo. Su cuerpo entero zumbaba con el conocimiento y entonces fueron uno, unidos carne con carne, corazón con corazón. Él la llevó hasta el borde y cuando estaba oscilando en el filo, sintió el toque de sus dientes en su cuello, oyó el gemido de placer cuando se zambulleron juntos en el abismo. Fue como una caída libre a través de un arco iris. Sin respiración, ella cayó sobre él. Él murmuró su nombre, sus manos acariciaban su espalda. Sintió su lengua recorriendo su cuello y entonces recordó que él le había mordido. —¿Te molesta?—preguntó —¿Leyendo mi mente de nuevo?—preguntó ella con tono acusador —Es difícil no hacerlo, especialmente ahora—sus brazos se tensaron a su alrededor. —Bueno, no importa. Desearía ser capaz de leer los tuyos también. —Puedes, si quieres. —¿De verdad? —se apoyó sobre sus codos. —¿Cómo? —Te he dado mi sangre. Sólo necesitas concentrarte. No pudo evitarlo. Al recordar que él le había dado su sangre, que ella la había bebido, aunque no pudiera recordarlo, hizo que se sacudiera de repulsión. Él no se movió, pero ella sintió cómo se apartaba. —Lo siento. Él no dijo nada, sólo la miró con expresión impasible. —Alexi me dijo que podía sentirte en mi sangre. —Fue necesario. Ella miró su cuello, preguntándose cómo sabría su sangre. —¿De verdad puedo leer tu mente? —Inténtalo. Frunciendo el ceño por la concentración, ella le miró, luego sacudió la cabeza. —Esto no funciona. —No lo intentes con tanta fuerza. Sólo relájate y deja que tus pensamientos toquen los míos. No fue como antes, cuando él implantaba pensamientos en su mente. Ella intentó conectar sus pensamientos a los de él, y falló. Y entonces, como si él hubiera abierto una puerta, ella oyó su voz dentro de su cabeza. —Puedes hacerlo, cara— dijo y sus pensamientos ardieron en una estela para que ella los siguiera. —¿Qué estoy pensando, cara mia? —Que podríamos ir de nuevo a Italia. Él sonrió. —¿Ves? Puedes hacerlo. —Y todo porque me diste un poco de tu sangre—ella trazó la línea de su boca con el dedo. —¿No te repulsaba la idea de beber sangre al principio de convertirte en vampiro? —No. Una vez el cambio tiene lugar, me moría por ella como un borracho se muere por el vino. Fue dulce a mi lengua, más dulce que cualquier cosa que hubiera probado. Al principio, cuando el hambre le controlaba, cuando temía que nunca sería capaz de satisfacer el ansia, había tomado más de la necesaria, y de esa manera, también había tomado vidas. Finalmente, había aprendido a tomar menos y de esa manera dejó las vidas de aquellos que usaba. Las vidas de aquellos que había matado innecesariamente, aún le perseguían. —Cara… —¿Soy pesada? —No —retiró un mechón de pelo de su mejilla. Podía sentir loas tinieblas reptando sobre él, arrastrándole hacia el olvido. —me temo que debo descansar un poco más. —De acuerdo—le besó y salió de la cama. Recogiendo sus ropas se fue al baño y cerró la puerta. Cuando salió, duchada y vestida veinte minutos después, él estaba dormido.
Pasó la tarde en el centro comercial. Era divertido vagar de tienda en tienda, sabiendo que no tenía que mirar el precio de las etiquetas, que podía comprar cualquier cosa que cautivara su fantasía. Compró dos lámparas y un cuadro para el salón, un vestido nuevo para sí misma, una chaqueta negra para Joe, un par de compactos para Mike Júnior, una Barbie Lo que el viento se llevó para Nikki, una muñeca bebé para Mindy, un osito de peluche para Danny. Compró una negligé azul para Bárbara y una negra para sí misma, un jersey para Mike. También compró un par de vídeos de John Wayne para su padre, y un nuevo albornoz para su madre. —Navidades en enero—murmuró mientras colocaba los paquetes en el maletero del Corvette. —Puedo acostumbrarme a esto. Era bastante agradable ser una dama ociosa, dormir hasta tarde, hacer el amor con su marido a última hora. Su marido, el vampiro. El pensamiento le hizo sonreír. Imaginó ir a comer con Linda y dejar caer casualmente esa pequeña información en la conversación. Sentándose al volante, encendió el coche y salió del aparcamiento, preguntándose si Linda le creería o pensaría que se había vuelto completamente loca. Lo último, lo más seguro. Aún había gente que creía en vampiros. Había revistas de admiradores y sitios web, todos dedicados a los no muertos. La gente aparecía en los talk shows, diciendo que eran vampiros. Siempre había pensado que eran una pandilla de gente estrafalaria, buscando sus quince minutos de fama, pero ahora… puede que fueran vampiros de verdad. Puede que el mundo entero estuviera lleno de no muertos. Y si los vampiros existían, puede que hubiera extraterrestres y hombres lobo. Puede que todas las criaturas de los mitos y leyendas existieran. Eran casi las cinco cuando inicio el camino a su casa. Cogiendo sus cosas del maletero se paró un momento y estudió la casa, notando, por primera vez, que se parecía un montón a las viejas y sombrías casas donde Drácula tenía su guarida en las películas. Quizás pintándola se pudiera hacer brillar el lugar, haciéndolo menos parecido a una guarida y más a un hogar. Miró la desconchada pintura verde, intentado imaginar cómo sería la casa pintada de azul con adornos blancos. El jardín delantero estaba plagado de malas hierbas. Puede que al día siguiente comprara algunas herramientas de jardinería y comenzara a trabajar. O puede que contratara a alguien que lo hiciera. Mirando el camino, pensó que le gustaría plantar rosas en el patio delantero y quizás poner algunos árboles frutales en el trasero. Con los pensamientos llenos de plantas para redecorar, avanzó por los escalones del porche. Deslizó la llave en la cerradura, pero antes de que la moviera, la puerta de madera se abrió. Se quedó preparada en el umbral, preguntándose si debía entrar o darse la vuelta y correr. —¿Joe? Dio un paso dentro, forzando el oído. —¿Joe? No oyó nada. No sintió nada. Seguramente, si Alexi estuviera allí, ella lo sabría. Moviéndose despacio puso las bolsas de la compra en el suelo, recorrió de puntillas la planta baja, encendiendo las luces a su paso. Nada. Por un momento, permaneció al pie de la escalera, una mano en la barandilla, y empezó a subir los peldaños.
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 15th 2012, 17:03 | |
| Acabo de leer todos los capitulos y debo decir que wow; no puedes dejarla asi, tienes uqe seguirla y perdon por no comnetar antes, andaba algo ocupada. Siguela porfavorrrrrr ya quiero leer mass | |
| | | MySillyHair Forista!
Cantidad de envíos : 130 Edad : 28 Localización : Joseph's fantasy Fecha de inscripción : 23/10/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 16th 2012, 14:22 | |
| LAST CHAPTHER BABIES... lo van a amar *o*
CAPÍTULO 35 —¿Joe? Se quedó quieta, fuera del dormitorio, con la mano en el pomo. Ella supo, supo, que algo andaba mal. Tomando aire abrió la puerta y dio un paso dentro. Las pesadas cortinas de las ventanas mantenían fuera la luz, por lo que la habitación estaba prácticamente a oscuras. Tan pronto como entró, la luz del techo se encendió. La tensión salió de ella en un siseo cuando Nicholas se le puso delante. —¡Nicholas! Tu susto me ha costado un año de vida. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Nicholas? El alivio que había sentido al verle se tornó rápidamente en alarma cuando él pasó detrás de ella y cerró la puerta. —¿Nicholas? —Ve a sentarte, ______. —¿Qué ocurre? —Nada y todo. —No tiene sentido. —Lo entenderás en seguida—le dio un pequeño empujón y ella trastabilló hacia delante. Y fue entonces cuando vio a Joe. Aún yacía como muerto en la cama, atado por una fuerte cadena de plata… una cadena que se parecía mucho a la que una vez había atado a Alexi. —¿Qué le has hecho? Nicholas sacó una jeringuilla del bolsillo de su abrigo. —Le puse a dormir, y luego le sangré—señaló con la cabeza hacia el cuenco que había en la mesa al lado de la silla de ella. Era un gran cuenco, y estaba lleno de sangre. Sangre de Joe. Suficiente para debilitarle. Suficiente para… —Él no… ¿no está muerto? —Aún no. —Nicholas, por favor… Él la empujó hacia la silla de la esquina. —Siéntate, ______. Alexi estará aquí pronto. —¡Alexi! ¿Viene? Nicholas asintió, su expresión era de infinita tristeza. —Lo siento, ______. Se sentó pesadamente. —¿Por qué estás haciendo esto? —No tengo elección. —¿Qué quieres decir? Por supuesto que tienes…—las palabras murieron en su garganta. —Él te ha hecho algo, ¿no? Oh, Señor, eres como Antoinette. —No. Ella no tenía pensamientos por sí misma. Alexi me ha dejado mi mente, ______, pero me ha robado la voluntad—su voz era áspera por el tormento. —Eso es lo peor. Sé lo que estoy haciendo e incluso aunque no quiera hacerlo, no puedo evitarlo. —¡Lucha contra él, Nicholas! Tienes que combatirle. —No puedo—comenzó a pasear de un lado a otro. —Es demasiado fuerte—se paró frente a ella, sus ojos salvajes, sus manos cerrándose y abriéndose. —Tomó mi sangre, me hizo así. Puedo oír sus pensamientos en mi mente. ¡No puedo dejarle fuera! —Va a matarnos, ¿no? —Va a matar a Joe. Me temo que tiene peores cosas en la mente para ti—Nicholas se arrodilló delante de ella. —Lo siento—sacó una pequeña cuerda del bolsillo del abrigo. —Lo siento tanto. El instinto se sobrepuso al temor. Con un gemido elevó su rodilla. Le dio en la mandíbula. La cabeza de él se fue bruscamente hacia atrás y ella le empujó en el pecho con toda su fuerza. El aire se salió de sus pulmones cuando cayó al suelo. Poniéndose de pie corrió hacia la puerta. Gritó cuando sintió su mano cerrándose en su brazo. —¡Déjame ir!—chilló —¡Déjame ir! Luchó contra él, pero era demasiado fuerte para ella. Le retorció el brazo en la espalda, rápidamente ató sus muñecas juntas, luego la llevó a la silla y la sentó en ella. —¡______, lo siento! Ahora estaba temblando, asustada más allá de las palabras. Alexi venía. Sintió una ondulación en el aire, una agitación contra su piel y supo que Joe estaba emergiendo de su sueño oscuro. Nicholas también lo sintió. Buscando en su abrigo sacó una afilada estaca. —¡Nicholas, no! —No lo haré. No a menos que tenga que hacerlo—miró sobre su hombro. —Alexi quiere el placer para sí mismo. —Nicholas, por favor, por favor, no lo hagas. Por favor. Preferiría estar muerta antes de convertirme en su criatura. —______—un gemido se elevó de la garganta de Nicholas. Ella vio la lucha contra la posesión de su mente por Alexi, vio el tormento en sus ojos. —Por favor, Nicholas. Me hará como Antoinette. Él la miró, incapaz. Cada músculo de su cuerpo tenso. El dolor fluctuaba en sus ojos, y ella supo que Alexi estaba leyendo la mente de Nicholas, supo que el vampiro estaba ejerciendo su influencia. —Yo… No puedo luchar contra él—dijo, jadeando con fuerza—es demasiado fuerte. Con movimientos entumecidos, se levantó y se volvió. —No puedo ayudarte—el dolor distorsionaba sus rasgos y se dobló sobre su cintura, agarrando su estómago. —Para —imploró —Por favor, para. Ella le vio retorcerse de agonía. ¿Qué le estaba haciendo Alexi? Luchando contra la urgencia de gritar, de dejar que el pánico se apoderara de ella, comenzó a trabajar con sus manos a la espalda, tirando, haciendo un esfuerzo para aflojar la cuerda. ______… Su cabeza se elevó al escuchar la voz de Joe. Miró hacia la cama. Sus ojos estaban cerrados. Por lo que ella podía decir, no se había movido. “¿Estás herida? No. ¿Estás bien? Débil… Alexi viene… Debes ser fuerte. ¿Te duele? La plata… quema… me debilita… ¿Qué puedo hacer? No luches con Alexi. ¿Estás loco? Tú eres la única que está loca si crees que puedes vencerle. Sólo eres una mortal, y una mujer, de todos modos. Si luchas contra él sólo será peor para ti. ¿Quieres que me someta? ¿Dejar que te mate y que luego me convierta en alguna clase de zombi? ¡Creo que no! Sólo la idea le hacía hervir. Estaba indignada porque Joe pudiera siquiera sugerir que se entregara sin luchar. La adrenalina corrió a través de ella y tiró de las cuerdas y entonces, para su sorpresa, sintió que los nudos cedían, sintió la cuerda aflojarse, sólo un poco. La siguiente cosa que supo era que sus manos estaban libres. Miró de nuevo a Joe. No se había movido, pero le podía sentir sonriendo en su mente. ¿Te crees muy listo al irritarme de esa manera? Tus manos están libres, ¿no? ______ se tragó una sonrisa, él la conocía demasiado bien. Una repentina ligereza pareció pulsar a través del aire y supo, hundiéndose en el pavor, que Alexi había llegado. Tan pronto como el pensamiento cruzó su mente él estaba allí, en la habitación. Las tinieblas dejaron su rastro en su despertar, como vapores malsanos. —Así que—dijo Alexi —por fin estamos todos juntos. ______ luchó contra la urgencia de encogerse en la silla. Cerrando los puños le miró, obligándose a sí misma a ser fuerte. La vida de Joe dependía ahora de ella. Nicholas no sería ayuda. Incluso en ese momento estaba arrodillado frente a Alexi, aceptando las lacónicas alabanzas de su amo por un trabajo bien hecho. —Nicholas, es el momento de hacer mía a la mujer. Dejarás la habitación. Espérame en el rellano—Alexi olfateó el aire, su nariz se arrugó ante el olor de la cálida sangre que alcanzaba su olfato. Elevó la barbilla hacia el cuenco. —Líbrate de eso. —Sí, amo. Despacio, Nicholas se elevó. Moviéndose como un robot, cogió el cuenco y se dirigió a la puerta. —Nicholas—gimió ______ —¡no me dejes! ¡Por favor, ayúdame! —No puedo— intentó volverse a mirarla, todo su ser ansiaba ayudarla, golpear a Alexi, pero el poder del vampiro era demasiado fuerte para resistirlo. Se ordenó a sí mismo parar, volverse, pero su cuerpo rehusó obedecer. Un paso después de otro, se movió hacia la puerta. —¡Nicholas!—el temor y la angustia en su voz le apuñalaron el corazón. Pero no había nada que pudiera hacer. Nada… ¡Miller! Tomé tu sangre, te hice parte de mí. Escucha mi voz. Recoge mi fuerza. Puedes luchar contra él. ¡Piensa! Combina tu voluntad con la mía. Juntos podemos derrotarle. No puedo. Nicholas miró el cuenco, y la sangre era tan oscura que casi era negra. ¡Puedes! ______ necesita ayuda, ayuda que yo no le puedo dar. ¡Maldito seas! ¡Lucha! Cogiendo el cuenco con un brazo, Nicholas abrió la puerta y salió al rellano. Oyó el chillido de terror de ______ cuando cerró la puerta tras él. Alexi miró a ______ con expresión maligna cuando tiró de ella y la puso de pie. Cerrando un brazo sobre su cintura, cogió su barbilla en su mano y la besó, su lengua se zambulló en su boca, asfixiándola. Luchó contra él, su sabor la amordazaba. Había una oscuridad en su beso que parecía cubrir cualquier luz de su alma. Le dio un puntapié, pero el sólo rió. Sacudiendo la cuerda de su muñeca, le arañó la cara, rasgando sus ojos, pero el sólo rió más fuerte. —Lucha contra mí cuanto desees, mujer; no puedes escapar. Te tomaré aquí, ahora, y no hay nada que puedas hacer. Nada que Jonas pueda hacer para salvarte—una malvada risa burbujeó en su garganta. —Conozco el poder de esas cadenas. No tiene suficiente fuerza para deshacerse de ella. Incluso ahora, la plata quema su carne y debilita sus poderes. Sólo un vampiro que ha vivido tanto como yo puede resistirlas. Y él es como un bebé comparado conmigo. Él la miró, sus ojos resplandecían de odio. —Él tomó a Antoinette de mi lado, y ahora te tomaré yo del suyo. Te contaminaré aquí, en su presencia, y entonces le destruiré. Y cuando esté hecho, serás mía por cien años. Y él lo sabrá. Cualquiera que sea el infierno en el que se encuentre, él lo sabrá. La dobló sobre su brazo y lamió su cara, riendo cuando ella tembló de asco. —Es la hora de terminar el juego. Agarrándola del pelo la forzó a arrodillarse. —Desnúdate. —No. —¡Hazlo! ______ sacudió la cabeza. Lanzó una mirada a Joe. Sus ojos estaban oscuros por el odio. Podía verle intentando atraer su poder, sabía que intentaba dejar a un lado el dolor, la pérdida de sangre, intentaba encontrar la fuerza para liberarse de la pesada cadena que le mantenía atado. ¡Puedes hacerlo! Sé que puedes. Ella intentó darle su fuerza, echándose hacia atrás sobre sus talones cuando Alexi le cruzó la cara de una bofetada. —¡Hazlo! Estaba llegando a la cremallera cuando la puerta de la habitación se abrió violentamente y Nicholas entró. Su boca estaba manchada de sangre, sus ojos salvajes, se arrojó contra Alexi, con la estaca en la mano, apuntando al corazón del vampiro. Con un gemido, ______ se levantó. Corrió hacia la cama, elevó la pesada cadena del pecho de Joe y colocó su brazo en su cara. —¡Rápido! No discutió. Sintió el pinchazo de sus colmillos en su muñeca, la curiosamente sensual salida de sangre de sus venas. Pareció beber indefinidamente, aunque sólo fueron unos segundos, y entonces la apartó y se levantó. En ese momento era completamente un vampiro. Sus ojos llameaban en una pura llama roja. ______ lo miraba todo, demasiado aterrorizada para moverse. Nicholas y Alexi estaban enzarzados en un fiero abrazo. La estaca no había dado con el corazón de Alexi. Él la sacó de su cuerpo con un gemido salvaje y la arrojó a un lado. Sin pensar en la sangre que chorreaba de su pecho en un oscuro torrente, arrojó a Nicholas contra la pared, lo mantuvo allí con un brazo mientras inclinaba la cabeza de Nicholas a un lado y hundía sus colmillos en su cuello. Un gemido estrangulado se elevó de los labios de Nicholas cuando el vampiro comenzó a beber. Y entonces Joe estaba allí. Como un ángel vengador apartó a Alexi de Nicholas. Con un grito triunfante, Joe hundió la estaca en el corazón de Alexi. Un horrible grito de angustia e ira se elevó en la garganta del vampiro. Con una mirada de satisfacción, Joe retorció la estaca, conduciéndola más y más profundamente. Alexi se puso de rodillas, sus ojos se nublaban. Intentó sacar la estaca, pero le faltaban fuerzas. Un horrible siseo salió de sus labios cuando cayó al suelo. Su cara se volvió una horrorosa sombra de gris. —¡______, tráeme la cadena! Ella miró a Joe, una mano presionando su boca. —Ahora, ______.
Incapaz de apartar los ojos del horror que tenía delante, levantó la cadena. —Arrójala sobre él. Hizo lo que le había dicho, aunque le parecía innecesario. Alexi Kristov estaba verdaderamente muerto esta vez. —______. ¡______! Ella le miró y luego cayó entre sus brazos, sollozando. —Nicholas… ¿qué pasa con Nicholas?—miró sobre un hombro a Nicholas quien yacía extendido en el suelo, un enorme agujero en su cuello. —¿Está…? —No todavía, pero será pronto. —No podemos dejarlo morir. Por favor, Joe, tienes que hacer algo. —Él no querría. —¡Por favor! Ha salvado nuestras vidas. —Muy bien. Pero tú tendrás que asumir la responsabilidad. —Lo haré. Por favor, rápido. —Como desees, cara. La apartó y luego puso una mano sobre su hombro. —¿Estás bien? —Bien. Estaré bien. Cogiéndola entre sus brazos, la llevó a través de la habitación y la sentó en la silla. Tirándo de la colcha, la cubrió con ella. —Descansa—apartó un mechón de pelo de su mejilla. —Deberías cerrar los ojos. Ella asintió, pero no lo hizo. Sus manos agarraron la colcha, vio a Joe arrodillarse en el suelo y atraer a Nicholas a su regazo. Con sorprendente gentileza, volvió la cabeza de Nicholas a un lado. Vio cómo Joe tomaba aire y luego se inclinó, su largo cabello negro cayó sobre la cara de Nicholas, bloqueándole la visión. Pasaron varios minutos. El tic—tac del reloj del lado de la cama sonaba muy alto en la quietud. Una vez miró el cuerpo de Alexi, medio esperando verlo desvanecerse en el aire. Deseó que Joe hubiera pensado en cubrirlo. Un movimiento hizo que sus ojos volvieran a Joe. Presionó sus nudillos contra su boca cuando Joe se mordió la muñeca y luego colocó la sangrante herida en los labios de Nicholas. —Bebe Miller—su voz era suave aunque irresistible, tan tranquilizadora como el arrullo de una madre. —Está bien, bebe hasta llenarte. Y Nicholas estaba bebiendo, su boca sujetaba la muñeca de Joe, sus manos apretaban el brazo de Joe, como si temiera que repentinamente se lo arrebatara. Sus ojos estaban abiertos, su expresión era cercana al éxtasis. Joe volvió la cabeza, su mirada se encontró con la de ______. Esto es lo que soy, lo que siempre seré. Y ______ se encontró con su mirada, sin miedo, aceptándole, amándole por quien era y por lo que era. —Suficiente—Joe tiró de su brazo fuera del alcance de Nicholas, recorrió con su lengua las heridas de su muñeca. Nicholas se sentó. Parecía confuso. —¿Qué ha pasado? ______ se inclinó hacia delante en la silla. El color se extendió por las mejillas de Nicholas; la horrible herida de su cuello se cerró, cicatrizando en pocos minutos. Nicholas miró de Jonas a ______. —¿Qué diablos ha pasado? —¿Cómo te sientes, Nicholas?—preguntó ______. —Me siento bien—replicó. —Quiero saber qué…—su voz se apagó cuando vio el cuerpo de Alexi. —¿Está muerto? ______ se encogió de hombros. —Eso espero. —Está muerto—comentó Joe. Miró a Nicholas a través de los ojos entornados. —¿Cómo te sientes? —¿Por qué los dos me preguntáis eso? Me siento…—frunció el ceño—me siento alegre—miró de nuevo a Alexi. —Le apuñalé y entonces él…— Nicholas se llevó una mano a su garganta. —Me mordió. Rasgó mi yugular, recuerdo… ¿Qué ha pasado? —Agonizabas—dijo ______. Miller miró a Joe, una mirada de horror se extendió por su cara. —¿Lo hiciste? Por el amor de todo lo que es sagrado, ¡dime que no lo hiciste! —Fue idea mía—dijo ______ —Él no quería. —¿Tú le dijiste que me convirtiera en uno de ellos? ¿Cómo pudiste? ______ se levantó, apretando la colcha contra su pecho —¿Preferirías estar muerto, Nicholas? Se levantó y les dio la espalda. —Por supuesto que lo preferiría—comenzó y luego sus hombros cayeron y enterró la cara entre las manos. —Nicholas, lo siento. Levantándose, Joe se fue al lado de ______. —No te preocupes, cara. Si él prefiere estar muerto, estaré feliz de complacerle. La cabeza de Nicholas se elevó. —Sí, apostaría que lo estarías. —Es tu elección, cazador de vampiros. Nicholas resopló. —No más, supongo que esto me deja fuera del negocio. —Supongo que sí. Nicholas levantó sus manos, las volvió de un lado a otro. Cruzando la habitación se paró frente al espejo del tocador. —Parezco el mismo—murmuró —¿Cómo puedo parecer el mismo y sentirme tan diferente? —Deberás acostumbrarte. —No sé qué decir. —Deberías darle las gracias a Joe—sugirió ______ —por salvar tu vida. Nicholas se volvió. —Iba a matarte, lo sabes. Joe asintió —Sé que ibas a intentarlo. Nicholas hizo un gesto hacia el cuerpo de Alexi. —¿Qué vamos a hacer con él? —Arrojaré el cuerpo por el balcón. El sol se cuidará de lo que queda. Nicholas se estremeció y cuadró los hombros. —Bueno, supongo que he de irme —dio un paso hacia ______, pero se paró, como si dudara que ella pudiera recibirle ahora. ______ sacó una mano y sonrió. —Mantente en contacto, Nicholas. Tomó la mano entre las suyas y la apretó. —Lo haré. Buenas noches, ______. —Buenas noches, Nicholas. —Ten cuidado, Miller. Nicholas se encontró con los ojos de Joe, sorprendido por la genuina preocupación en la voz del otro hombre. —Tú también. Y… gracias. Joe asintió. —¿Estará bien?—preguntó ______ cuando se quedaron solos. —Depende de él—le dio un apretón en el hombro; luego tiró el cuerpo de Kristov por el balcón, cuidando de no tocar la cadena que se enroscaba en su pecho. ______ estaba sentada en la cama cuando él volvió. Joe le sonrió. —Vaya luna de miel. —Bueno, no puedes decir que no haya sido excitante. —¿Aún eres feliz siendo la señora Jonas? —Sería más feliz si estuvieras abrazándome—Ella salió de la cama y colocó sus brazos alrededor de él. —¿Podemos dormir en otra habitación? Con un asentimiento, cogió las mantas de la cama, con esfuerzo la levantó entre sus brazos y la llevó por el pasillo hasta uno de los otros dormitorios. Colocando las mantas en la cama, se sentó y la acunó entres sus brazos. —Eres la mujer más extraordinaria—dijo. —Y tú, marido, eres el hombre más extraordinario. —Me alegro de que pienses eso. —Te quiero—acarició su mejilla —Nada cambiará eso. —Cara… —¿Crees que Nicholas será feliz siendo vampiro? —Depende de él. La vida es como la hagas, cara, tanto si eres hombre o vampiro. —¿Eres feliz? Él asintió. Antes de ______ estaba meramente contento. Había aceptado lo que era, aprendido a vivir con ello. Había hecho la mayoría de las cosas buenas, y gastado poca energía preocupándose de los inconvenientes. Ella ladeó la cabeza hacia un lado, sus ojos reluciendo de amor. —Así que, ¿crees que yo sería feliz como vampiro? —¡______! —¿Lo crees? Él la miró, no atreviéndose a creer en sus oídos. —¿Estás hablando en serio? Ella asintió. Hasta ese momento, no se había dado cuenta de lo seriamente que lo había considerado, cómo había querido desesperadamente compartir su vida, toda ella, cómo había querido desesperadamente que él compartiera la suya. Había solo una manera de que eso fuera posible. —¿Me cambiarías si te le pidiera? —Sólo si tienes la certeza de que es lo que quieres—él miró en sus ojos. ¿Cuántas veces había soñado que le entregaba a ella el Don Oscuro? ¿Cientos? ¿Miles? Aunque nunca lo había sugerido, convencido de que ella rehusaría. —¿Es eso lo que quieres? —Sí, pero no ahora mismo. Quiero pasar la Pascua con mi familia en la cabaña una vez más, puede que ir de vacaciones con papá y mamá el próximo verano, y pasar unas navidades con Mike, Barbara y los niños. Joe asintió —No hay prisa, cara. Tenemos todo el tiempo del mundo. —Todo el tiempo del mundo —repitió despacio. —Me gusta como suena eso. —Ah, ______, nunca sabrás lo mucho que significa para mí. Desearía tener palabras suficientes para decírtelo. Ella le miró, sus labios se separaron en una sensual sonrisa cuando deslizó las manos alrededor de su cuello. —Puedes mostrármelo. Y fue un placer hacerlo, no sólo esa noche, sino cada noche de los siglos por venir.
FIN! | |
| | | #Strom Nuev@
Cantidad de envíos : 16 Edad : 26 Localización : Jonas World-pais/JonasLand/ciudad-Jonastown Fecha de inscripción : 25/11/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 16th 2012, 14:59 | |
| nueva lectora la lei toda me encanto tienes que hacer mas noves como esta estaN Muy buenas bezzitos | |
| | | PAOLA JONAS Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 196 Edad : 27 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 08/11/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 16th 2012, 17:04 | |
| Dios mio es una de las mejores noves que lei enserio fuera de lo normal enserio me enamoree de joe mas mas
Última edición por PAOLA JONAS el Julio 17th 2012, 14:53, editado 1 vez | |
| | | Rebecca Alvz Super Fan De Los JoBros!
Cantidad de envíos : 4155 Edad : 28 Localización : Dating a Jonas Brother! In NYC con Nick Fecha de inscripción : 06/07/2011
| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- Enero 16th 2012, 17:49 | |
| awwww no! Ame esta nove! no habia tenido mucho tiempo de comentar porque la escuela y eso ¬¬ me encanto! :3 | |
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| Tema: Re: Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- | |
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| | | | Sombras Grises Joe & Tú -Paranormal- | |
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