Compañeros de Trabajo.
Capitulo Ocho. Capítulo Completo.
Dedicado a Andrea-JB-Nick Jonas.
______ bullía por contarle a Joseph la existencia de la nota. Pero la mirada de advertencia la frenó en seco.
Respiró hondo varias veces.
— ¿Me has hechado de menos? —preguntó al final.
—Por supuesto —respondió él al tiempo que la conducía al salón—. He encontrado que nos esperaba un almuerzo estupendo. ¿No te parece agradable? —rió—. Bueno, quizá no tanto. Si no tenemos cuidado, los dos vamos a ganar peso en nuestra estancia en la isla. Ven, tiene muy buena pinta.
Tras unos segundos de vacilación, siguió el ejemplo de él y llenó un plato con ensalada de gambas, salmón ahumado y verduras marinadas.
—El día es demasiado bonito para quedarse dentro —comentó Joseph al abrir la puerta corredera.
—Siempre tienes razón, cariño —ronroneó ella.
Joseph le lanzó una mirada entre irritada y divertida, y luego se encogió de hombros, recogió el plato y salió.
Lo siguió a la mesa de hierro forjado del patio.
Mientras comían, lo miró a través de los párpados entornados. Se comportaba como si todo estuviera en su sitio, pero el mensaje que transmitía su rostro no era de relajación. Algo lo preocupaba.
Las siguientes palabras se lo confirmaron.
—Justo después de llegar, apareció alguien del servicio técnico. Dijo que había una queja de esta villa sobre uno de los tapones del lavabo. ¿Tú te has quejado, cariño?
—No —respondió con celeridad.
—Yo tampoco. Supongo que se confundió. No pasó nada. Pero tenía llave de la entrada, y cuando no contesté en el acto, estuvo a punto de abrir con ella. Habría detestado que nos sorprendiera en la cama —la miró unos momentos.
—Desde luego habría sido bochornoso —las palabras de Joseph no tenían nada que ver con el verdadero mensaje que quería transmitir. La intención del hombre había sido otra muy distinta que arreglar el tapón. Sin duda quería instalar un equipo de vigilancia.
Intentó relajar los músculos tensos. Joseph le recordaba que fuera cuidadosa. Quizá a eso se debieran las vibraciones negativas que había percibido nada más regresar... a la frustración por su incapacidad para hablar sin tapujos.
Se aferró a esa explicación y se reclinó en la silla, pensando cómo ponerlo al corriente de sus propias actividades. Quizá hubiera una manera de hablar... y actuar de acuerdo al mensaje que había leído unos momentos atrás.
Después de comer un poco, esbozó una sonrisa seductora.
— ¿Sabes? Mientras estaba en el salón de belleza con los ojos cerrados, tuve esta fantasía: pensaba que sería divertido hacer el amor contigo a la intemperie en este paraíso tropical —se encogió de hombros—. ¿Qué te parece? ¿Lo hacemos?
Él aguardó unos momentos. Luego, sonrió con expresión lasciva y se puso de pie.
—Sí. Ven aquí y deja que te muestre todo lo que te he echado de menos, nena.
______ aceptó la sugerencia y fue hacia él, mientras metía la mano en el bolsillo y acomodaba la nota en la palma de la mano.
Cuando estuvo a su alcance, Joseph le pasó el brazo por los hombros y le acarició la espalda al tiempo que la acercaba a su cuerpo.
Era tan fácil dejar que el cuerpo se fundiera con el suyo. Sabía que las palabras y los gestos eran para las cámaras y los micrófonos que pudieran estar vigilándolos. Pero como siempre, cada vez que él la tomaba en brazos, no podía evitar reaccionar.
Con los ojos cerrados, osciló mientras Joseph le hacía dar vueltas en un baile improvisado.
No obstante, ya tenía suficiente práctica como para no apartar la mente del trabajo. Acercó los labios a su oído para murmurarle palabras sin importancia mientras pegaba la palma contra la suya. Al instante supo que él había sentido la hoja de papel.
Joseph siguió moviéndola por el patio como si fuera una pista de baile.
— ¿Vas a aceptar mi sugerencia de una excursión? ¿Adonde quieres que vayamos? —ronroneó.
—Por uno de los senderos que aún no hemos recorrido. Quizá encontremos un lugar bonito y privado donde podamos divertirnos.
Ella exhibió un mohín.
—Quiero hacerlo bajo el cielo azul. Y las palmeras. Suena tan romántico...
—Mmm. Quizá deberíamos llevarnos una manta.
Como si el sexo fuera lo único que tuviera en mente, regresó al dormitorio y reapareció momentos más tarde con una manta ligera.
Se la pasó por un brazo y le tomó la mano con la otra, dejando que el papel descansara entre los dos. Se había humedecido por el contacto y ______ se preguntó si las palabras aún serían legibles.
—Señor, soy Hamilton. —Adelante —invitó Reynard. —Quería que se le informara si Joseph Jonas y su acompañante abandonaban la villa. — ¿Y? —espetó. —Acaban de salir. —Manténganlos a la vista. Quiero saber adonde van y qué hacen —Reynard sintió el cuerpo tenso, y se obligó a relajarse. Había comprobado el pasado y el historial de Jonas. Sobre el papel era exactamente lo que parecía ser: un poderoso jefe del crimen que quería abrir más vías para los beneficios ilegales.
Pero Reynard había dejado de creer que la información que había recopilado sobre el hombre contara toda la historia, porque Joseph Jonas no se comportaba como el criminal despiadado que se suponía que era, un hombre dispuesto a alcanzar sus objetivos a toda costa. .
Don Fowler insistía en la teoría de que era un impostor. Afirmaba que jamás había oído hablar de él. Y eso automáticamente lo convertía en un sospechoso.
Pero Fowler tenía sus propios intereses. Anhelaba quitarse a Jonas de en medio... a toda costa.
Y Jonas había pasado una pequeña prueba de camino a la casa principal. Uno de los operarios de segundad lo había detenido, fingiendo que le vendía sus servicios. Jonas había declinado la oferta, lo cual podía demostrar que era lo bastante inteligente como para saber que se trataba de una trampa.
Se frotó el mentón. Por supuesto, había una explicación interesante para el extraño comportamiento de Joseph Jonas. Estaba enamorado de verdad de ______ Griffin. Y dejaba que los sentimientos dominaran la conveniencia profesional.
Era una teoría plausible.
Pero había otra igual de razonable. Joseph Jonas y ______ Griffin se habían presentado allí con el fin de conseguir un propósito oculto.
Disponía de los recursos para averiguar cuál era verdad. Y si descubría que Jonas era un espía, lo ejecutaría. Probablemente también ejecutaría a su novia. Pero no antes de hacerte todas las cosas que deseaba hacerle.
Al bajar por el sendero, ______ captó un destello de movimiento. Dos de los jardineros los vigilaban.
Llegaron a una bifurcación que no habían probado y que se adentraba en la isla. Mientras Joseph la conducía por el nuevo camino, trasladó el trozo de papel a la palma de su mano. Luego, la subió para rascarse el pecho. Lo vio bajar la vista para leer las palabras que ella ya conocía.
La chica está en la Torre Oscura.
Joseph se metió la mano en el bolsillo de los pantalones y la miró con expresión de interrogación.
— ¿Te gusta mi pelo? —respondió ella a la pregunta muda—. Hacen un trabajo magnífico en el salón de belleza, ¿no te parece?
—Mmm.
—Y la limpieza de cara fue estupenda. Estaba tendida con los ojos cerrados, con un potingue por todo el rostro, cuando tuve la inspiración de venir aquí a divertirnos un poco.
—Mmm —volvió a responder. Guardó silencio unos momentos, y luego añadió—: ¿Sabes? Esta isla podría ser un paraíso, pero hay demasiada gente alrededor. ¿Qué posibilidades crees que tenemos de encontrar cierta intimidad?
—No lo sé. Quizá este sea nuestro camino de la suerte... ya que no lo hemos probado hasta ahora.
—Lo mismo pensaba yo. Encontremos un punto en el que podamos estar solos.
Los dos habían estudiado los mapas aéreos de la isla. Y recordó un edificio que podía ser la Torre Oscura que se mencionaba en la nota. Joseph se dirigía en esa dirección.
Pero no podían presentarse por las buenas en el lugar. Tenían que hacer que pareciera algo normal. Como la otra noche, cuando inspeccionaron la casa de Reynard.
Era evidente que Joseph pensaba lo mismo, porque la acercó y colocó la manta para cubrirle la parte de atrás del cuerpo.
Luego, bajó la cabeza para besarla con tanta seducción que se vio obligada a agarrarse a sus hombros con el fin de mantenerse de pie.
—Es agradable —musitó con los ojos cerrados, exclusivamente concentrada en sus labios.
Joseph la devolvió a la realidad con una pregunta apenas audible que ______ había esperado antes.
— ¿Quién te dio la nota?
—Tenía los ojos cerrados por la máscara — respondió en voz baja—. No pude ver nada.
—Mmmmm.
Le mordisqueó los labios y ella volvió a perderse. Quizá él experimentara el mismo problema.
—No nos dejemos llevar aquí —murmuró él. Se apartó, le tomó la mano y continuó andando.
La vegetación a ambos lados del sendero era densa. Un pájaro cantó sobre sus cabezas y unos monos agitaron las ramas de unos árboles.
Respiraba mejor cuando el follaje del suelo se separó y vio la pierna de un hombre con traje de camuflaje.
Era evidente que Reynard no pensaba dejarlos solos.
—Volvemos a tener compañía —anunció ella, sin molestarse en bajar la voz.
—Sí. No pienso hacerte el amor delante de público —soltó Joseph. Al llegar a un árbol frondoso y bajo, se metió entre las ramas y la acercó.
Las hojas tupidas les proporcionaban cierta intimidad. Pero no la suficiente para hacer el amor. Aunque, al menos, podrían volver a hablar.
Joseph apoyó la espalda contra el tronco, abrió las piernas y la pegó a él. Bajó la boca a su mejilla y comenzó a darle besos breves, como si satisfacer su apetito sexual fuera lo único en que pensara. Pero las palabras que soltó distaban mucho de ser eróticas.
—La nota podría ser una trampa.
—Lo he pensado. Pero me la podría haber dado Juanita o alguien que siente pena por Dawn. La pregunta es... ¿quiere ayudarnos o intenta ganar puntos con Reynard?
— ¿Estás segura de que se trata de una mujer?
— ¿Quién más podía haber estado en el salón de belleza?
— ¿Un hombre de mantenimiento? —inquirió con inocencia.
______ asintió. Joseph trasladó la atención que le dedicaba de la mandíbula al cuello. Cerró los ojos y se arqueó para él con el fin de ofrecerte un mejor acceso, al tiempo que los muslos se le derretían a medida que la excitaba.
No pudo contener un gemido cuando los dedos le rozaron el contorno de los pezones, visibles a través de la camiseta.
Solo pensaba en tenerlo dentro al bajar la mano para posarla sobre el bulto que había detrás de la bragueta, acariciándolo y apretándolo.
Sintió que todo el cuerpo de él se ponía tenso. A ciegas, con los dedos encontró la hebilla del cinturón y comenzó a desabrochárselo.
—No —gruñó él, devolviéndola a la realidad, a pesar de que era evidente que la deseaba tanto como ella a él—. No —repitió—. No pienso ofrecer un espectáculo sexual para los guardas. Encontremos un lugar mejor para hacer el amor.
Ella parpadeó y abrió los ojos para mirarlo. Los ojos de Joseph estaban velados y dilatados, pero pudo ver la lucha que había en su interior. Le soltó el cinturón y encontró la voz para responder:
—De acuerdo.
—Vamos —indicó Joseph al final, recogiendo la manta que ella había dejado caer. La locura de su situación los golpeó a ambos al mismo tiempo—. Excitados y molestados en el paraíso —musitó, luego soltó una carcajada.
La risa la ayudó a romper parte de la tensión.
Le apretó los dedos mientras avanzaban por el sendero, mirando la vegetación mientras fingían buscar un sitio donde pudieran estar solos.
Pero ______ ya no estaba segura de que aún fingieran. Si encontraban un sitio, ¿lo aprovecharían?
Abandonó ese pensamiento cuando rodearon una curva. Delante había una abertura entre los árboles, y cincuenta metros más adelante pudo ver un edificio.
Las paredes eran oscuras y adustas, y una torre prominente sobresalía desde un extremo como un símbolo fálico.
Un muro de piedra alto circundaba la estructura. Y las ventanas que podía ver en lo alto tenían barrotes.
Al acercarse, percibió que la entrada estaba bloqueada por una puerta metálica.
—Oohhh, este lugar parece el idóneo —murmuró ______—. Como algo sacado de una película de aventuras.
—Sí. No parece que haya nadie. Ese muro debería ocultarnos de ojos curiosos. Veamos si podemos encontrar algo de intimidad en el patio — sugirió Joseph.
Los dos aceleraron el paso y llegaron a la puerta. En esa ocasión, no probó la cerradura, sino que se dirigió hacia una puerta más pequeña que había en la pared. Antes de llegar, dos guardas se materializaron del interior. Ambos tenían caras tan adustas e implacables como el muro de piedra. Ambos habían blandido las ametralladoras y las mantenían apuntadas hacia abajo.
______ sintió que se le erizaba el vello de los brazos. Ese lugar podía parecer el decorado de una película, pero los guardas eran reales.
Si decidían abatirlos a los dos, nadie lo descubriría jamás. Desaparecerían en tumbas sin marcar en la selva. Y ninguno de los invitados protestaría, por temor a poner en peligro su propia posición.
A su lado Joseph carraspeó.
— ¿Hay algún problema? —preguntó con voz suave.
—Lo siento, señor, esta es zona restringida — respondió uno de los hombres, con tono deferente, a pesar de las armas.
Joseph observó las ametralladoras.
—No era nuestra intención realizar una entrada ilegal. ¿Es la prisión de Reynard?
—Está fuera de los límites permitidos, señor —indicó el guarda, sin revelar nada.
—De acuerdo —cambió la manta de brazo—. Solo buscábamos un lugar romántico.
—Aquí no.
—Claro. Vamos, nena, volvamos a la villa —le pasó un brazo por los hombros.
______ comprendió que los guardas y las ametralladoras le habían reducido momentáneamente el ardor. Joseph la miró de reojo mientras iban a la villa y sospechó que los pensamientos de él seguían líneas similares a las suyas.
—Este lugar tiene sus frustraciones.
—Sí, lo que me recuerda que esta noche tenemos otra recepción en la casa principal.
Ella cerró los ojos por un momento; luego, se obligó a abrirlos y a asentir con gesto tenso.
—Voy a ir a enfriarme con un paseo solitario.
¿Por qué no descansas un poco? Después podremos prepararnos para la velada. Supo que no era una mala idea.
Ya se había puesto su vestido más recatado para el cóctel de la noche anterior, si es que podía emplearse ese término para la ropa que había llevado a la isla. No podía aparecer con lo mismo durante dos días seguidos; no cuando esos tipos lo único que hacían era competir por ver quién había gastado más en sus chicas. Para esa velada terminó por elegir un vestido negro ceñido, más, largo que el del día anterior. Pero habría sido imposible caminar de no llevar una abertura en los costados. Y con cada paso que daba mostraba las piernas, desde los tobillos hasta la mitad de los muslos. El corpiño resultaba incluso más perturbador, con un escote que caía en picado casi hasta el ombligo y apenas le cubría los costados de los pechos.
Joseph era afortunado, ya que el esmoquin no revelaba nada importante de su cuerpo.
Dejó de pensar en Joseph al ver a Reynard cerca de la puerta. Había estado escrutando la oscuridad como si se sintiera impaciente. En ese instante, al verlos avanzar, el rostro se le iluminó con una sonrisa.
—Querida —la saludó primero, alargando las manos para apoyarlas en sus hombros.
El gesto fue mucho más atrevido que cualquiera que hubiera realizado con anterioridad, y de inmediato ______ se puso en guardia.
No obstante, él se apartó con rapidez y la llenó de alivio. Cuando Reynard miró a su derecha, una mujer que había estado hablando con Arnold Ving y Cynthia se separó con educación y se dirigió hacia ellos.
Era alta y esbelta, pero con curvas en los lugares correctos. El vestido que llevaba no era tan escotado como el de ______, pero ofrecía una visión tentadora de unos pechos enhiestos y orgullosos sin el beneficio de un sujetador. Y la falda era lo bastante corta como para mostrar con generosidad unas piernas bronceadas.
El rostro de la mujer era abiertamente hermoso. ______ pensó que podría haber sido una estrella de cine. Pero al parecer vivía en Isla Orquídea, a las órdenes de Oliver Reynard. Se acercó a este, enlazó un brazo con el de él y le dio un beso en la mejilla.
—Calista, quiero presentarte a Joseph y a ______. Joseph, ______, les presento a Calista, una de mis acompañantes predilectas.
La mujer les sonrió al tiempo que los observaba de arriba abajo... con un interés por ______ tan sexual como el que le despertaba Joseph.
Primero extendió la mano hacia él. Joseph habría sido grosero si se la hubiera rechazado. Cuando sus manos se estrecharon, ______ vio que ella le pasaba el dedo pulgar por la palma de la mano de manera sensual.
Luego, se dirigió a ______ y tampoco hubo una excusa cortéz para rechazar el gesto. De nuevo el pulgar la rozó, ofreciéndole una invitación sexual inconfundible y perturbadora. Pero más inquietante era el modo en que Reynard observaba el intercambio, como si estuviera ansioso de ver más.
______ retiró la mano y contuvo el impulso de limpiársela contra el vestido. A pesar de la belleza de Calista, o quizá por ello, la mujer le ponía los pelos de punta.
Y las siguientes palabras de Reynard no ayudaron.
—Espero que todos podamos llegar a profundizar nuestra amistad —indicó con voz untuosa, pensada para transmitir la oferta de actividades íntimas.
«Por encima de mi cadáver», pensó ______, aunque luego se lo pensó mejor. ¿Y si su vida dependiera de llegar a conocer mejor a esa mujer? ¿Y si la vida de Dawn dependía de eso?
—Si es lo que Joseph quiere... —dijo, y sonrió.
—Muy bien, querida —la mirada de Reynard se posó en su escote mientras hablaba—. Me gusta una mujer que entiende dónde están sus prioridades.
Charlaron unos momentos más y ______ se sintió aliviada cuando Reynard se fue a ocuparse de otros invitados, llevándose consigo a Calista.
Pero estuvo nerviosa casi toda la velada, en especial cuando Reynard llamó a Joseph para mantener una conversación privada y Calista se le acercó para hacerle compañía.
— ¿Disfrutas de tu estancia en Isla Orquídea? —preguntó.
—Oh, mucho.
—Intentamos ofrecer a nuestros invitados una experiencia que sería imposible en el continente.
— ¿Intentamos?
—Sí. Oliver y yo.
—El lugar es tan lujosa y exuberante... —manifestó.
—Sí. Las instalaciones son hermosas. Y podemos ofrecerte todos los caprichos —hizo una pausa y sonrió—. No es necesario preocuparse de las viejas reglas aprendidas en casa.
— ¿Como cuáles?
—Quiero decir que aquí puedes satisfacer cualquier apetencia que tengas.
—Pensaba que eso era verdad para los hombres. No para las mujeres —indicó ______.
—Para algunas de las mujeres. Las osadas llegan a soltarse el pelo.
—No necesito soltarme el pelo con nadie más, si te refieres a eso. Tengo todo k> que necesito con Joseph.
— ¿Cómo lo sabes si no te brindas la oportunidad de averiguarlo?
—Me siento cómoda con lo que tenemos.
— ¿Haces todo lo que puedes para complacerlo?
—Por supuesto.
— ¿Y si él quisiera verte hacer el amor con otra mujer? ¿Lo complacerías de esa manera?
______ sintió un nudo en la garganta. Tuvo la suerte de que en ese momento Joseph se uniera a ellas.
No obstante, sintió que se ruborizaba, a pesar de no haber sido ella la que iniciara la conversación. Calista parecía relajada y cómoda.
—Creo que ya deberíamos irnos —Joseph le rodeó los hombros con un brazo.
—Sí —convino. Subió y bajó la mano por el brazo de él. Fuera, respiró hondo en el aire nocturno—. Calista me hacía unas sugerencias sorprendentes —susurró.
—No permitas que eso te preocupe.
Estaba a punto de preguntarle qué significaba exactamente eso cuando una voz áspera por encima de su cabeza la sobresaltó.
— ¡Adelante!
Alzó la vista y vio que se trataba de uno de los loros que abundaban en la isla.
Joseph logró emitir una risita.
—Nunca solos.
—Mmm.
Pasaron de la zona brillantemente iluminada a la que solo tenía unas luces alternadas en los bordes del sendero. Entonces él se detuvo y la tomó en brazos, para besarle la mejilla y acercarse con movimientos sensuales hasta la oreja. Con voz apenas audible, susurró:
—Cuando regresemos, iré a investigar la prisión.
— ¡Te acompañaré! —exclamó y enseguida comprendió el error cometido. Había hablado en voz alta cuando se suponía que mantenían una conversación privada. Se quedó muy quieta.
—Una sesión en la ducha es suficiente para mí —fue la respuesta rápida de Joseph.
—Sí —jadeó ella, agradecida al tiempo que se sentía furiosa consigo misma. Tuvo un escalofrío y supo que él también lo había notado.
Joseph le acarició la espalda y luego los brazos. Permanecieron así un rato.
—Lo estás haciendo muy bien —musitó él al oído de ______.
—No —fue la respuesta baja. Antes de poder detenerse, añadió—: No imaginaba lo claustrofóbico que podía ser este lugar.
Él la acarició otra vez.
—Esto es lo que vamos a hacer.
______ prestó atención a las instrucciones de Joseph, pensando una vez mas que era un estratega excelente cuando se trataba de una misión de incógnito.
El pensamiento te provocó una risita.
— ¿Mmm?
—Nervios —respondió.