Un matrimonio poco usual (Joe y Tu) (Hot y Romantica)

-No, claro que no. Ahora están bien y crecen sanos. Joe ¿entiendes lo que acabo de
decirte?
-Has dicho que son mis hijos –repitió Joe , aún con la misma expresión, aunque sus cejas
arqueadas empezaron a arrugarse.
-De verdad, no entiendo de dónde sacaste la idea de que no eran…
vistes cómo se dirigía hacia el ama de llaves, que estaba esperando en el vestíbulo para
desearle buen viaje.
A continuación, salió
a la calle y tomó aire profundamente varias veces pera contrarrestar la irritante sensación de
mareo que lo había asaltado.
De haberse considerado una persona emocional, tal vez se hubiera preguntado si lo que
estaba experimentando era una mezcla de sorpresa y el más intenso alivio.
Se dirigió entonces al helipuerto felizmente entretenido pensando en otros hechos que tal
vez no fueran tan obvios para ti y como para él. En primer lugar, Joe pensó sonriendo para sus
adentros, que german quedaría reducido a un pensamiento pasajero de lo que podría haber sido,
pero no iba a ser. Todos los niños merecían a sus dos progenitores juntos bajo el mismo
techo.
Inmóvil junto a uno de los ventanales del comedor, tu lo observaba acercarse al
helicóptero sin comprender. Joe hablo con su piloto, el pelo reluciente al sol y una mano
metida en el pantalón del bolsillo con aire despreocupado. Parecía
relajado en vez de un hombre al que acababan de darle una noticia de esa importancia.
Joe regreso entonces a la casa, exhalando un potente aire de determinación, y se dirigió
directamente hacia las escaleras. tu corristes al vestíbulo tras él.
-¿Adónde vas?
-A ver a mis hijos.
El sonido del adjetivo posesivo que empleó te sorprendió.
la niñera ya los había vestido y les había dado el desayuno, y en cuanto vio aparecer a los
padres sonrió y desapareció. Joe se quedó quieto en el centro de la habitación, mirando con
aire tenso cómo jugaban en la alfombra.
-¡Ma-má! –chilló Maria y empezó a gatear hacia ti.
-¿Pueden moverse… y hablar? –susurró Joe con asombro casi cómico.
-Bueno, Maria conoce una palabra… la que acaba de decir – tu mirabas a Joseph. El niño
sabía gatear sólo hacia atrás y, cuando la pared detuvo su avance, dejó escapar un quejido
lastimero y sus ojos se llenaron de lágrimas de frustración.
tu fuistes a ayudarle, pero Joe te sorprendió llegando antes. Entonces se acuclilló y,
levantando a el niño y le habló . las lagrimas del pequeño
se secaron por arte de magia. Con rostro resplandeciente, se
acurrucó en el brazo de Joe con aire feliz.
-que confiado es… -comentó Joe con voz áspera, debatiéndose entre el niño que tenia en
brazos y Maria , quien, intrigada por su presencia, había cambiado de idea y, en vez de
gatear hacia ti , se dirigía hacia él.
Dejándose caer en el pañal, Maria tiro de la borla de uno de los zapatos de Joe . Después
echó hacia atrás su brillante cabecita rizada y lo miró con una juguetona sonrisa de desafío.
Joe extendió la mano libre para darle la bienvenida. Maria le tomó el pulgar. Pero acto
seguido lo soltó más interesada por el reloj que relucía en su muñeca. Ante un
cambio de atención tan brusco, la inusual sonrisa de Joe brotó de sus labios.
-Es como un clon en miniatura de su madre.
tu corazón dio un vuelco al ver su carismática sonrisa, y te secó la boca.
-Bueno, Joseph se parece a ti.
Conforme avanzaban los minutos y Joe seguía entretenido con los niños, tu inquietud empezó a aumentar.
-Los dos están bostezando –comentó Joe al cabo de veinte minutos, con evidente
decepción.
-Es que los has agotado –espetastes
-No esperaba que unos niños tan pequeños me aceptaran tan fácilmente –dijo Joe
-Están muy encariñados con German y por eso confían en todos los hombres –dijistes sin
darle importancia.
Joe te miró fijamente con una insondable expresión en sus ojos y los músculos de
su magnífico rostro tenso.
-¿Entonces ha de esperar que vamos a verte por Inglaterra después del verano? –preguntastes
un tanto crispada-.
-Hablaremos de ello abajo –dijo Joe, y salió de la habitación.
Se había servido café en el salón principal cuando tu bajastes por fin.
en cuestión de segundos, tu ansiedad se revivió.
-¿Y bien? –instante valerosamente.
¿Café? –invitó él gentilmente.
- Ellos serán educados aquí, en la casa familiar .Joe estaba
inmóvil sentado.
-¿De qué estás hablando? -preguntastes.
-Creo que deberías sentarte y tomar un poco de café. Tanto recorrer la habitación a una
lado y otro te ha debido marear…
-¡No estoy mareada! Y tampoco quiero sentarme. dijistes
-Y yo no quiero discutir contigo, pero si te empeñas en tratar el asunto, terminarás
perdiendo –advirtió Joe.
-¿Eso crees? –Dijistes,Cinco minutos
después de saber que eres padre y ya estas dando órdenes.
-Y debería añadir que la ley, se pondrá de mi parte –dijo él con fría
exactitud.
-¿Qué intentas decirme? –preguntastes rígida y con el vello erizado.
-Me estás amenazando… dijites
Me estas amenazando… -repitistes sin salir de tu asombro.
-Deberías saber en que situación estás. Entre la espada y la pared –dijo Joe, solícito, por
si era demasiado torpe para captar el mensaje-. ¡De ninguna manera dejaré que te lleves a
mis hijos después del verano!
-No puedes…dijistes
.Sí que puedo detenerte. No me gustaría verme obligado a utilizar determinados métodos,
pero lo haría –replicó él llanamente-. Has tomado algunas decisiones poco adecuadas desde
el nacimiento de nuestros hijos
tu hicistes un movimiento brusco cuando Joe se estiró para tomarte las manos fuertemente
enlazadas y acercarte a el.
-¿Qué estás haciendo? –dijistes, ahogandote en un grito.
-Una vez me dijiste que lo único que querías era ser mi esposa, y que si no podías
tenerme, tu vida dejaría de ser vida… se reduciría a existir, privada de luz y alegría, pero
que por dentro sólo querrías morir –recitó él con su intenso acento.
te quedastes de piedra. Las palabras te resultaban vagamente familiares. tu nota… ¡eran
de tu nota de despedida ! Tus pestañas vibraron levemente y finalmente
bajo los párpados, porque en ese preciso momento no podía mirar a Joe
-Sí, y te comportes de acuerdo a todos esos hondos sentimientos…
-¡Tratas de burlarte de mí! –lo acusastes airadamente.
-No. Por el bien de nuestros hijos, te estoy retando a que olvides a ese German y te
concentres en mí y en nuestro matrimonio –te contradijo él-. Acepto que será todo un reto
para ti. Pero espero que, aunque no puedas recuperar tu entusiasmo original, algún día
vuelvas a ser feliz conmigo

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