Un matrimonio poco usual (Joe y Tu) (Hot y Romantica)

Hay mi niñaaaa bellaaa...
tkmuchooooo ....
awwww graciass por tu apoyooo
mi niñaaaaaaaaaaaaaa
estas akii
te amoo un chorroo

CONTINUACION..............

Dios, ¿pero qué relación?, te preguntabas tremendamente dolida, cubriéndote la cara con las
manos mientras te sorbías la nariz.
Antes de que los pensamientos vagaran hasta devastarte de desilusión de verte
abandonada te levantastes súbitamente decidida. Era medianoche, pero era hora de sincerarse con
Joe, al menos respecto a la paternidad de sus hijos. Mantener la ficción era injusto para él.
Pero cuando regresastes al dormitorio, Joe no estaba. Demasiado inquieta para acostarte,
te pusistes unos vaqueros y un top y fuistes a buscarlo. tus turbulentas reflexiones no te
dejaban en paz. ¿Cómo podía dejar de anhelar lo que Joe nunca podría darte? ¿Por qué te
habías engañado diciéndote que era lo suficientemente fuerte como para pasar una ultima
noche con Joe? Esa noche precisamente era lo que le había provocado ese nuevo torbellino
emocional en el que te encontrabas.
Joe estaba junto a la ventana, sosteniendo una copa en la mano. La camisa de
color azul oscura abierta y suelta por encima de los pantalones de pinzas de buen corte
dejaba al descubierto el pecho velludo, e iba descalzo. Vestido con estilo informal.
-Vuelve a la cama –te dijo Joe sin emoción.
Aunque de pie entre las sombras que lanzaba la lámpara del escritorio sobre la
habitación, tu reconocistes la furiosa tensión y te detuvistes a metros, observando la ferocidad
de los ángulos que conformaban su rostro , el brillo de advertencia que despedían
sus ojos antes de quedar cubiertos por un velo y la rigidez de sus hombros.
-¡Aunque sólo sea por una vez haz lo que te digo! –exclamó Joe con súbita y abierta
furia.
tu retrocedistes un paso realmente sorprendida y lo contemplastes perpleja.
-¿Por qué estás tan enfadado? .
-Mi enfado viene de mucho más atrás.
te quedastes paralizada por el implacable efecto de verlo apartar sus reservas para hablar
de algo verdaderamente personal. La ira y la amargura que revelaba te dejaron
conmocionada.
-Estoy borracho… -añadió él con gesto adusto.
¿Joe borracho? Aquello era aún más extraordinario. te quedasres mirándolo, pero no
parecía borracho, aunque desde luego no se estaba comportando de forma
habitual.
-Un inoportuno trato y terminé teniendo que casarme –resumió con dureza, pálido de ira
al recordar-. Pero ahí no terminó todo, ¿verdad?
Por favor, no digas nada más, Joe… -dijistes con desesperación-. Si pudiera
retroceder y cambiar las cosas, lo haría, ¡pero no puedo! … y lo
siento… pero no podía evitarlo, ni tampoco podía ver lo egoísta que estaba siendo.
-Esperaste a que sufriera una conmoción –continuó Joe con los dientes apretados,
marcando más su áspero acento-.
te quedastes mirando la alfombra y notastes que se volvía borrosa cuando tus ojos
empezaron a llenárse de lágrimas. .
-Te fuiste –repitió él con voz irregular-. ¡Pero no te fuiste sin más!
-¿Adónde quieres llegar? –preguntastes, mirándolo perpleja.
-¡Me dejaste una carta en la que me decías que no podías vivir sin mí y desapareciste! –te
espetó él con tono condenatorio, arrasándote con la fuerza de su ira.
-¿Qué había de malo en ello?
-¿Qué qué había de malo? –Susurró joe con incredulidad, mientras una ira negra
emanaba de él en oleadas-.
-Ni una sola vez se te ocurrió que podría estar preocupado por ti. ¡Ni una sola vez en
estos meses me llamaste para decirme que estabas bien! –Joe se dio la vuelta y lanzó la
copa al piso, .
contemplastes los relucientes fragmentos de cristal con profundo aturdimiento.
-Yo… yo no creí…
-Tú nunca lo haces. siempre crees
-Ahora Vete a la cama… son las tres de la madrugada.
aun no le habias dicho lo de los mellizos, y la perspectiva de hacerlo se le antojaba
una sentencia de muerte. Si el no te odiaba ya, estabas a punto de darle la oportunidad.
Joe te observó salir de la habitación de espaldas con una especie de mirada ciega en
los ojos y se preguntó por que no se sentía mejor. Se preguntó por qué de pronto se sentía
como un hombre que se comportaba de forma brutal con los niños y los animales.
En el piso de arriba, te derrumbastes en el sofá del dormitorio sin quitarte la ropa. tu
vida se extendía como un desierto. Joe te odiaba y no tenía motivo para pensar
bien de ti.
. Tras lavarte rápidamente, te pusistes un vestido veraniego de color
negro . Perecía de funeral.
Con los certificados de nacimiento en una mano bajastes al piso inferior. tus pasos se
hicieron más lentos conforme llegabas al imponente comedor y entrastes. Joe estaba sentado
en un extremo de la pulida mesa. Bajó el periódico dejando a la
vista los ojos y sus hermosos rasgos.
Inmaculado con su traje gris plata, camisa de seda.
tenía un aspecto formidable, pero aun así no pudistes evitar que tu susceptible corazón
diera un vuelco.
-No te esperaba ver levantada tan pronto –admitió él con absoluta frialdad.
-Yo… yo tenía que hablar contigo antes de que te marcharas al banco –inspirastes aire
profundamente y te obligastes a acercarte.
joe dobló el periódico y se levantó con agilidad.
-Me temo que llegas tarde. Ya me iba.
-Joe… éstos son los certificados de nacimiento de los mellizos –dijistes blanca como la leche.
-¿Qué interés podrían tener para mí? –Joe no miró siquiera los documentos mientras se
dirigía hacia el otro extremo de la mesa en dirección a la puerta.
-los mellizos tiene 6 meses… aunque no lo perece porque fueron prematuros…
Joe se giró con el ceño fruncido en gesto de total exasperación.
-¿Por qué me cuentas todo esto ahora?
-los mellizos –continuastes con voz baja menguante-. Aquella noche… ya
sabes, cuando estabamos en tu cama, como has dicho… pues lo cierto es
que aquella noche tuvo sus consecuencias. Lo siento mucho.
Joe te contempló, observandote abstraídamente que llevaba un vestido que parecía una
prenda de luto y que tu rostro carecía de su brillo habitual.
el cerebro de Joe pareció detenerse en la segunda referencia a la edad de los pequeños. .
Pero eran demasiado pequeños. ¿Qué había tratado de decirle? ¿Prematuros? ¿Les ocurría
algo? ¿Estaban enfermos? La imagen de que algo pudiera amenazar a aquellas dos
desvalidas criaturas lo aferró como una gélida en la espina dorsal.
-Son tus hijos –concluistes titubeante-. Debería habértelo dicho en cuanto vi que
pensabas otra cosa. Pero que pensaras que pudieran ser de otro hombre me dejó anonadada y
furiosa. Y dado que no parecías molesto por la idea, no quise llevarte la contraria.
-Mis hijos… -repitió Joe como si no alcanzara a comprender lo que estabas diciendo-.
¿Qué les pasan? ¿Están enfermos? pregunto Joe