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 Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada

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CristalJB_kjn
PidgeJonas
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PidgeJonas
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeFebrero 26th 2014, 17:36

Orgullo y Placer

Capitulo 9


Hacía una tarde preciosa. Un breve chubasco justo antes del amanecer había limpiado el aire de hollín, dejando el cielo de color azul pálido. Era el típico día que animaba a la gente a sonreír. Pero _____ estaba nerviosa, lo que no era habitual en ella. Había pocas cosas que la alteraran. Generalmente, la razón le daba los argumentos que necesitaba para aceptar cualquier situación. Pero la atracción física era otro asunto. No había razones que la explicaran. Era una cuestión de instinto y quedaba fuera del reino de lo racional. Y, lo que era peor, no era inmune a ella, como había creído. ¿Qué iba a decirle a Joseph, que la esperaba en el saloncito de las visitas para llevarla a pasear por la ciudad? Suspirando, se volvió y dejó de mirarse en el espejo de cuerpo entero. Tal vez lo mejor sería permitir que él llevara el peso de la conversación. Un hombre como Joseph Jonas debía de tener
experiencia en esas cosas.

Bajó la escalera con estudiada parsimonia, acariciando la barandilla mientras descendía con paso inseguro. Se reprendió una vez más por haber elegido el vestido amarillo pálido, uno de los pocos tonos pastel que la favorecían. Lo había escogido a pesar de que la doncella no lo había dejado a la derecha. ¿Qué pretendía ganar atrayendo la atención de Joseph? Aunque, por otro lado, ¿qué podía perder?

—Señor Jonas —dijo al entrar.

Aunque se había preparado para el efecto que verlo podía causarle, no le sirvió de nada. Su cerebro dejó de funcionar, mientras sus pies seguían caminando, haciendo que tropezara. Joseph, que se había levantado de la silla al verla entrar, se acercó de un salto y la sostuvo por ambos codos.

—____ —la saludó, frunciendo el ceño.

—Gracias. —Ella se soltó y dio un paso atrás. Necesitaba un poco de espacio para recobrar el aliento.

Qué inquietantemente guapo era. Llevaba una chaqueta bien ajustada, de terciopelo verde oscuro, que combinaba perfectamente con el chaleco, verde pálido con bordados en hilo de plata. Los pantalones, de color beige, se ajustaban a sus fuertes muslos de jinete de un modo que despertaba en ella ideas poco respetables.
Pero eso era sólo el envoltorio. El hombre que había dentro era lo que más la atraía. El magnetismo que exudaba. La sensación de que en cualquier momento podía pasar algo extraordinario a su lado. Comenzó a notar cosquillas en los labios al recordar el apasionado beso que se habían dado la tarde anterior. Buscó el reloj con la mirada para distraerse con algo.

—Llegas pronto —comentó, sintiéndose curiosamente complacida.

—Es culpa tuya. Has provocado el caos en mi agenda —dijo él, sonriendo para suavizar la dureza de su comentario.

_____ sintió un agradable calorcillo en el pecho.

—Estás preciosa—susurró Joseph—. Quería tenerte unos momentos para mí solo antes de que tener que someterme a las normas del decoro.

—Se someterá a mis normas, joven.

_____ se volvió al oír a Regina, lady Collingsworth, que entraba en el saloncito como un torbellino. Era una mujer de mediana edad, muy rubia, de ojos azules y mejillas coloradas. Aunque tenía buen carácter, era decidida y testaruda. En ese momento, miraba a Joseph con dureza.

—Es usted un tipo atractivo, señor Jonas —dijo, señalándolo con el abanico cerrado—. Apuesto a que está acostumbrado a saltarse las normas y a encontrar poca resistencia. Pero ya puede ir olvidándose de hacerlo aquí. Haga el favor de comportarse. Si quiere ser travieso, tendrá que ganárselo con algo más que encanto y una sonrisa.

Aunque lady Collingsworth no le llegaba a Joseph ni a la barbilla, era evidente que sabía cómo manejarlo.

____ hizo las presentaciones:—Lady Collingsworth y su hijo nos acompañarán esta tarde.

Joseph se inclinó ante ella haciendo una reverencia impecable.

—Encantado de conocerla, milady.

—Veremos si sigue diciendo lo mismo al final de la tarde.

Poco después se habían puesto en marcha en la cómoda calesa de lord Collingsworth. Regina y ella iban en un asiento y los hombres en el otro. _____ los observaba por debajo de su sombrero de ala ancha, tratando de resolver el enigma de por qué se sentía atraída por uno entre todos los demás. ¿Sería porque Joseph también parecía sentirse atraído por ella? Si era por eso, tal vez la solución sería hablarlo abiertamente con él y pedirle que no fuera tan expresivo. Aunque tal vez sólo estaba siendo meticuloso en su trabajo. Al fin y al cabo, ella no era de esas mujeres que levantaban pasiones. La idea la desanimó un poco.
Reprendiéndose por ser tan débil, dirigió su atención hacia lord Collingsworth. Era el paradigma de la elegancia aristocrática; alto, esbelto, con labios delgados y severos y nariz aguileña. Tenía el pelo tan claro como el de su madre, pero carecía de la vivacidad de ésta. Collingsworth había perdido a su esposa y a su hijo no nacido durante el parto, y con ellos había enterrado la alegría de vivir. Su pena se reflejaba tanto en la sobriedad con que vestía como en la parquedad de sus sonrisas.

_____ se preguntó por qué no podía encontrar alegría en las cosas que lo habían hecho feliz antes de casarse. Entendía su dolor por la pérdida de lady Collingsworth, pero no que hubiera perdido también el interés por sus aficiones de soltero. Era evidente que a ella le faltaba información básica para poder llegar a una conclusión válida. A veces se desesperaba pensando que nunca lograría comprender la auténtica naturaleza del amor romántico.

Joseph le dio un golpecito en el pie con la bota. ____ lo miró alzando las cejas. Fijando la vista en ella, la obligaba a mirarlo a su vez. ¿Por qué le hacía eso? ¿No sabía que para ella representaba una tortura? No, claro. Él no se sentía acalorado y confuso cada vez que la miraba. Él no sufría tratando de comprender por qué unir sus labios con los suyos había tenido efectos tan abrumadores en otras partes de su cuerpo.

Frustrada, se cruzó de brazos y miró a los carruajes con los que se cruzaban. Esa vez, la bota de Joseph le tocó el tobillo y ascendió por su pantorrilla. _____ se olvidó de respirar. Sintió un escalofrío en la pierna que le subió hasta partes inmencionables. Se volvió hacia él con el ceño fruncido. Joseph le guiñó un ojo. Mientras la indignación crecía en el interior de _____, él se pasó la lengua por el labio inferior en un movimiento lento y sensual. El aire volvió a abandonarla al recordar esa misma lengua en sus labios, acariciándola con habilidad y penetrando en su boca en clara imitación de otro acto de naturaleza aún más íntima.

Notó que los pechos se le hinchaban y le rozaban el corsé. El corazón se le aceleró y sintió un hormigueo en la piel. De pronto se le ocurrió que Joseph la estaba excitando deliberadamente. A plena luz del día. En medio de la ciudad. A escasos centímetros de otras personas. Él se llevó una mano hasta un botón de la chaqueta, pasando el pulgar sobre su borde. _____ no podía apartar la vista de sus dedos. Fascinada, se imaginaba que era a ella a quien estaba acariciando. En el hombro, tal vez. O en otra parte.
Joseph debía de saber cuál era el mejor sitio para acariciarla. Pensar en su habilidad y su experiencia la excitó aún más. Tenía la cara encendida. Se removió en el asiento, tratando de encontrar una postura más cómoda y empeorando las cosas. Se llevó la mano a la garganta, frotándosela con disimulo para respirar mejor. Le pareció que llevaba el corsé demasiado apretado. Si no podía respirar pronto, se iba a marear.

La mirada de Joseph se clavó entonces en sus senos, que subían y bajaban rápidamente. _____ sabía que tenía que apartar la vista de él y calmarse, pero no podía. Su cerebro había dejado de obedecerla. Comprobó horrorizada que su cuerpo había dejado de funcionar como debía por el mero hecho de que Joseph Jonas había decidido desnudarla con la mirada. Sabía que él la estaba recordando como la había visto la tarde anterior. A medio vestir. Fácil de desvestir. La calesa se detuvo.

—Aquí estamos —exclamó lady Collingsworth con su alegría habitual.

Joseph apartó la vista de ella dirigiéndola hacia Somerset House. _____ bajó la vista y vio cómo el pie de él salía de debajo de sus faldas. No supo cómo llegó hasta el interior del edificio, porque cuando recuperó el uso de sus facultades mentales, estaban entrando ya en la exposición. La luz penetraba en la gran sala por los altos ventanales de medio punto. Las paredes estaban cubiertas de cuadros. Los marcos dorados casi se tocaban, ocupando todo el espacio.

Al acercarse a la parte central de la sala, Joseph aflojó el paso hasta casi detenerse. ____ lo miró, sorprendida al verlo totalmente absorto en una de las pinturas. Tenía la cabeza tan echada hacia atrás que el ala del sombrero le rozaba la espalda. Ella miró a su alrededor y vio que la persona más cercana estaba a unos metros de distancia. De modo que, acercándose a Joseph, susurró su nombre.

—¿Hum?

—¿Te acuerdas de que me dijiste que responderías a cualquier pregunta que tuviera, siempre y cuando estuviese relacionada con el presente?

—Sí —respondió él, sin dejar de observar la obra de arte—. Pregúntame lo que quieras.

Ella se aclaró la garganta.

—¿Quieres... quieres aparearte conmigo?

Él dio un brinco tan fuerte que ella saltó también.

—¡____! —exclamó, con los ojos abiertos como platos.

—No sé por qué te sorprendes tanto. Anoche me besaste, y después de tu comportamiento en el coche...

Joseph se relajó y sonrió, dedicándole toda su atención.

—Perdóname. Es que me ha sorprendido tu elección de palabras en un sitio como éste.

—No pensaba que tendría que hablar de estos temas contigo, ni aquí ni en ninguna parte. Lo siento si no me expreso con propiedad, pero quería saber si podías dejar de provocarme de esa manera. ¿Lo que haces es una táctica para que nadie dude de nuestra relación o...?

—¿O quiero realmente aparearme contigo? —La sonrisa de Joseph era cada vez más amplia—. ¿Es eso lo que quieres saber?

____ asintió, nerviosa, a pesar de que su pregunta era totalmente lógica, dadas las circunstancias. Él apretó suavemente la mano que ella tenía apoyada en su antebrazo.

—Quieres saber si estoy actuando o si realmente ardo tanto en deseos por ti que no puedo soportar que tú no sientas lo mismo, ¿es eso?

Ella apartó la vista. Planteado así, su pregunta sonaba ridícula. Joseph era un hombre guapísimo. Al mirar a su alrededor, vio que varias de las damas presentes lo miraban disimuladamente de vez en cuando, comiéndoselo con los ojos. Podía tener a cualquier mujer que quisiera. Podía conseguir a una mujer encantadora, coqueta, experta...

—¿Señorita Martin?

____ se volvió hacia el hombre que había interrumpido su conversación.

—Sir Richard —dijo con dificultad—. Qué agradable sorpresa.

Sir Richard Tolliver era un hombre corriente, ni joven ni viejo, ni alto ni bajo, ni gordo ni delgado. Tenía el pelo castaño claro y los ojos de un verde pálido. Era tranquilo y modesto, uno de sus pretendientes menos insistentes.

—¿Se acuerda de mi hermana, la señorita Amanda Tolliver? —preguntó sir Richard, mirando a Joseph de reojo.

—Sí, por supuesto. Encantada de volver a verla, señorita Tolliver.

_____ hizo las presentaciones de un modo informal, pero cuando Joseph se inclinó sobre la mano de la señorita Tolliver y ésta se ruborizó hasta la punta de su precioso pelo negro, su humor cambió drásticamente. Sir Richard le dirigió una sonrisa forzada.

—Ya veo por qué rechazó mi invitación para venir a ver la exposición, señorita Martin. No sabía que tuviese un compromiso previo.

____ se dio cuenta, sorprendida, de que sir Richard estaba disgustado. Lo había desairado, aunque ésa nunca había sido su intención. Había rechazado su invitación simplemente porque ellos dos no tenían nada en común y pensó que lo mejor para ambos sería ahorrarse la experiencia de pasar horas juntos sin saber de qué hablar. Pero, claro, no podía decirle eso. La conversación entre miembros de la buena sociedad no tenía nada que ver con expresar lo que uno realmente sentía. Al contrario. Se trataba de encontrar temas seguros, cuanto más neutros, mejor. Y, para la mayoría, la verdad no era un tema neutro.

Mientras buscaba una manera educada de responderle a sir Richard, la señorita Tolliver pestañeó descaradamente mirando a Joseph. ____, que había abierto la boca para empezar a hablar, se quedó petrificada. De pronto entendió perfectamente cómo se sentía Tolliver y lo poco que la razón tenía que ver con ello. ¡Qué complicado era abrirse camino en el mundo de los sentimientos! ¡Era un auténtico pantano!

—¿Nos veremos esta noche en casa de los Lansing, sir Richard?

—Si usted va a asistir, señorita Martin, allí estaré.

—Si lo desea, me encantará reservarle el primer vals.

La sonrisa de Tolliver pareció iluminar la sala. _____ se asustó un poco por el renovado fervor de su pretendiente.

—¿Y usted, señor Jonas? —preguntó la señorita Tolliver—. ¿Asistirá también? ¿Le guardo un baile?

_____ sintió que Joseph se tensaba bajo su mano. Al ver que tardaba en responder, se dio cuenta de que no sabía qué decir. La verdad que a ella le había confesado con tanta facilidad la noche anterior, no era algo de lo que presumir ante desconocidos.

—El señor Jonas se lesionó ayer —mintió entonces por él—. Su caballo le pisó el pie. Puede caminar, pero el médico le ha prohibido bailar.

—Oh, lo siento mucho. —La señorita Tolliver parecía sinceramente apenada—. Espero que se recupere pronto, señor Jonas.

Joseph asintió y, tras despedirse de los dos hermanos, se llevó a ____ de allí con un ímpetu que ponía en duda la excusa que ella acababa de inventar. Al llegar a un rincón, se detuvo y se quedó mirando el cuadro que tenía delante, mientras daba golpecitos en el suelo con el pie.

—El baile que le has concedido a Tolliver era mío.

—Pero si tú no sabes bailar —replicó ella, confusa.

—Hace un momento me estabas preguntando si quería estar dentro de ti —susurró él, con rabia— y al momento siguiente estás animando a otro hombre que está claramente interesado en ti.

Asombrada por la reacción física que las palabras de Joseph le habían provocado, clavó la vista en el mismo cuadro que él, tratando de comprender su enfado.

—No lo estaba animando —explicó—. Me ha dado lástima. He comprendido que se estaba sintiendo... marginado.

Joseph alzó una ceja y esbozó una irónica sonrisa.

—¿Comprendes cómo se siente él pero no cómo me siento yo? ¿Cómo puede ser?

—Es obvio que a la señorita Tolliver le gustas, igual que es obvio que es bonita y encantadora. La había visto varias veces, pero hoy ha sido la primera vez que me ha molestado que tenga esas cualidades.

Joseph guardó silencio.

No muy segura de si eso era bueno o malo, siguió hablando: —Sir Richard ha debido de sentir algo parecido al verte. ¿Cómo competir con alguien como tú? No creo que haya nadie en el mundo que se te pueda comparar. Ese pobre hombre tiene que haber
sentido un complejo de inferioridad tan enorme que me ha parecido que lo mínimo que podía hacer por él era ofrecerle un baile.

La cara de Joseph permaneció impasible, pero tras una larga pausa le preguntó: —No eres consciente de que el mundo acaba de moverse sobre su eje, ¿verdad?.

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VaLeexD
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeFebrero 26th 2014, 18:47

Hayy ________ el primero eraa de joseph



Jajajajaja siiguelaa
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeFebrero 26th 2014, 19:09

me encanta q joe sea celoso
es lindo
cuando no llegue a un nivel extremo
siguela
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeFebrero 26th 2014, 21:25

joe celoso *corre en circulos y pega griticos de alegria*
lo amoo eternamente!!
siguelaaaa
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeFebrero 26th 2014, 22:01

wooooooooooo!!!!
ame el capi sta super hermosa
la nove en vd la amo m da ternurita con ellos dos bn m voy adios
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeFebrero 27th 2014, 13:24

O: O: O: O: D: D: D:
NO HAS SUBIDO CAPITULOOO *se va a una esquina a llorar*
sube capitulo por fis! Sad
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PidgeJonas
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeFebrero 28th 2014, 10:09

Orgullo y Placer

Capitulo 10


Joseph observó a _____ mientras ésta miraba a su alrededor buscando pruebas de lo que él había dicho. Verla le provocó una ternura tan grande que incluso le impidió hablar durante unos momentos. _____ volvió a mirarlo con atención.

—Pues no parece que lady Collingsworth se haya dado cuenta tampoco.

—Ah, ____ —murmuró él con afecto—. Lynd me advirtió que me volverías loco. Tenía razón, como siempre.

Ella frunció los labios con fuerza.

—Empiezo a pensar que soy tonta —se quejó—. Llevo todo el día sin entender nada.

A Joseph su confusión le resultó adorable. Ojalá pudiera comportarse con más delicadeza, pero no era un hombre delicado. Aunque al oírla hablar de apareamiento le había chocado el término, ahora le parecía muy adecuado. Su deseo por ella se había desatado; le ardía la sangre y no sabía cómo iba a poder aguantar. Si hubieran estado solos, se la estaría follando allí mismo. Se estaría apareando con ella. Le clavaría la polla hasta el fondo para que no le quedara ninguna duda de que su interés era sincero, no una actuación.

Echó los hombros hacia atrás, tratando de librarse de la tensión. No podía hablarle de sexo en ese momento, ni siquiera para aclarar sus dudas. Estaba demasiado excitado. El discurso le saldría demasiado grosero y la asustaría con su vehemencia. Y no estaba seguro de que ella quisiera lo mismo que él. Sabía que el cuerpo de Eliza lo deseaba. Ver su reacción en el carruaje había sido la experiencia más excitante de su vida. Pero, al mismo tiempo, estaba abrumada. No pensaba con claridad. Y ella necesitaba tomar una decisión racional antes de meterlo en su cama. Lo estaba mirando con desconfianza.

Joseph la invitó a seguir andando. Necesitaba ponerse en movimiento. No se le escapaba el hecho de que _____ lograba ponerlo en ese estado sólo hablando. No necesitaba ni mirarlo ni tocarlo, sólo decir unas palabras inocentes y sinceras.

—Quiero que me enseñes a bailar.

—¿De verdad? —El entusiasmo de _____ fue la mejor de las recompensas.

—Sí, como compensación por darle mi baile a otro hombre. —Y, de paso, conseguiría que pasaran más rato juntos.

La sonrisa de _____ era un espectáculo delicioso.

—Debo advertirte que no soy buena enseñando. Ni a bailar ni a nada. Me falta paciencia. Me canso en seguida.

—Bueno, yo aprendo rápido —le aseguró él para convencerla.

Pensaba compensarla de otras maneras, pero era pronto para decírselo.

—De acuerdo. Valdrá la pena intentarlo.

Al volver a mirar los retratos colgados en la pared, Joseph reconoció que estaba disfrutando de la exposición. No solía ir a éstas porque no le gustaban las aglomeraciones. En ese momento la sala estaba casi llena, pero la gente hablaba en voz baja, por lo que el ruido no era molesto. No debería sentirse cómodo. Era un chucho entre perros de raza, pero ____ lo hacía sentir como
si tuviera derecho a estar entre ellos. A él eso le daba igual, siempre y cuando pudiera estar a su lado.

—¿Cuál es tu cuadro favorito hasta el momento?

—Creo que ése —respondió Joseph, señalando la imagen de un caballo al galope—. Casi se puede sentir el viento al mirarlo.

—El mío es ése. —_____ tiró de Joseph hasta llegar frente al retrato de una ninfa que bailaba con el pelo al viento—. Hace falta mucho talento para transformar unos tubos de pintura en una imagen que parece estar a punto de salir de la tela. Merece toda mi admiración.

—Me alegro de que hayas venido conmigo y no con Tolliver.

—Yo también —respondió ella, apretándole el brazo.

Siguieron visitando la exposición con calma, deteniéndose cada pocos pasos para admirar las numerosas obras que llenaban las paredes.

Tras una hora, _____ se excusó: —¿Te importa si te dejo solo un momento?

El primer impulso de Joseph fue decirle que no.

—Sólo un momento —respondió al fin.

Ella se marchó. Él pensaba que iría a hablar con algún conocido o a comentar alguna cosa con lady Collingsworth, pero lo que hizo fue salir de la sala. La siguió para asegurarse de que estaba a salvo. Sin embargo, lady Collingsworth lo interceptó hábilmente.
Joseph la saludó con una inclinación de cabeza.

—Me gustaría que nos conociéramos mejor, señor Bond —dijo la mujer, agarrándose de su brazo con una mano e indicándole que siguieran caminando con el abanico que llevaba en la otra.

—¿Ah, sí? —Joseph se volvió hacia la salida, a tiempo de ver que los hermanos Tolliver se marchaban.

—La madre de ____ era una buena amiga mía. Tras la muerte de la querida lady Georgina, la tomé bajo mi protección. La quiero como si fuera mi propia hija.

—Es una joven excepcional.

—No tan joven —replicó ella, con una mirada cargada de intención—. Lleva seis temporadas sin obtener resultados.

—Porque ____ así lo ha querido. Pero es joven y no sólo en años. Por lo que respecta a las emociones se comporta como una niña.

—Cualquiera diría que la conoce bien, pero yo no había oído hablar de usted hasta ayer. ¿Por qué está aquí, señor Jonas? ¿Y cuándo piensa volver al lugar del que vino?

Mientras doblaban una esquina, Joseph consideró qué respuesta debería dar. Una mentira apresurada podría traerle problemas a _____.

—Estoy aquí por negocios.

—¿Es usted un hombre de negocios? —Lady Collingsworth se apartó lo suficiente para examinarlo de arriba abajo—. Parece que no le van nada mal.

Él sonrió.

—¿No perseguir a la señorita Martin por su fortuna me da puntos ante usted?

—Depende de cuál sea la auténtica razón por la que la persigue. No estoy ciega. He visto cómo la mira.

—Yo tampoco estoy ciego.

—¡Qué descarado! —lo reprendió la dama, con los ojos brillantes—. ¿Cuáles son sus intenciones?

Joseph se quedó mirando un cuadro del tamaño de medio carruaje, mientras pensaba la respuesta. Finalmente, se decidió por una explicación neutra:

—Quiero que esté a salvo y feliz.

Pero a pesar de lo que afirmaba, sus intenciones podían poner en peligro tanto la felicidad de _____ como su seguridad. Sin duda, ella estaba más tranquila ignorando las pasiones que nublan la razón. Su simple trato ya la había hecho sentirse desorientada y con dificultad para razonar.

—Unas intenciones excelentes —sentenció lady Collingsworth—. No podría estar más de acuerdo con usted. ¿Puedo sugerirle que haga su proposición cuanto antes? Sería fantástico que pudiera disfrutar de unas cuantas semanas en sociedad como mujer prometida. Él sintió que los hombros se le volvían a tensar, pero por otro motivo. Con cautela, respondió:

—No sé si sería el candidato más adecuado para ella.

—Ya veo. —Durante unos momentos, lady Collingsworth se limitó a tamborilear con los dedos en su brazo—. ¿Sabe, señor Bond, que puedo contar con los dedos de una mano las veces que he visto sonreír a _____ en público?

—Es cierto. No sonríe mucho —respondió Joseph, con una gran sensación de triunfo por la radiante sonrisa que ella le había dedicado ese mismo día.

—Le sugeriría que deje a _____ elegir con quién quiere estar segura y feliz. En los negocios es necesario especular, pero en los asuntos del corazón, eso a menudo lleva a equivocarse.

—Lo tendré en cuenta.

La mujer lo miró con una media sonrisa.

—Ya veo qué le gusta de usted, señor Jonas. Sabe escuchar. Sospecho que no se fía de lo que le cuentan; que prefiere oír las cosas de primera mano.

Habían dado la vuelta. Al volver al lugar de partida, lady Collingsworth lo soltó. Tras una apresurada reverencia, Joseph salió de la sala a toda prisa, sólo para volver a ser interceptado, esta vez por lord Westfield, que estaba a punto de entrar en la exposición del brazo de una rubia de aspecto delicado.

—Caramba, Jonas —exclamó su amigo, a modo de saludo—, ¿adónde vas tan de prisa?

El conde se inclinó hacia su compañera y le susurró algo al oído. Cuando alzó la cabeza, ella sonrió y lo miró con una expresión que prometía todo tipo de cosas deliciosas. La joven entró en la sala dejándolos a solas.

—La señorita Martin ha salido hace unos minutos —comentó Joseph.

—Y tú la estás siguiendo con notable impaciencia.

—Es la segunda vez que me interrumpen. —La mirada que le dirigió le dejó claro quién era el culpable de la segunda interrupción.

—Bien, en ese caso, lo mínimo que puedo hacer es indicarte el camino al tocador de señoras. Supongo que es allí a donde te dirigías. A menos que la hayas asustado y se haya marchado del edificio. Reconozco que cuando frunces el ceño de esa manera, me asusto hasta yo.

Joseph gruñó. Westfield se echó a reír y le dio unas breves indicaciones. Él agradeció la información, pero no tanto la diversión que su amigo estaba obteniendo a su costa. Llevándose los dedos al sombrero, fue en busca de _____. Llevaba varios minutos sin verla. En algunas mujeres eso no llamaría la atención, pero era demasiado tiempo para una mujer que no prestaba atención a su aspecto. Al volver una esquina, le llegó el sonido de su voz, aunque no la veía, pues una estatua se interponía entre ellos.

La estatua, una figura masculina, estaba en el centro de un pasillo, sobre una plataforma movida por rodillos. ____ les estaba explicando a los trabajadores con calma y eficiencia que una de las ruedas se había encallado en la guía.
Joseph se dirigió hacia allá negando con la cabeza. Qué típico de ella estar ofreciendo consejo sobre temas de ingeniería, aunque fuera a una escala tan modesta. Sonrió con afecto. ____ lo había acusado de ser un hombre inclinado a las actividades físicas, y no le faltaba razón. Pero, al parecer, una mente rápida le resultaba tan atractiva en una mujer como su cuerpo desnudo.

—Señorita Martin —la llamó.

—Señor Jonas —dijo ella, asomándose por detrás del muslo de la estatua—. Llevo viéndole el trasero a esta estatua varios minutos. Al parecer, se ha trabado una rueda.

—¿Cree que podría rodearla, apretándose un poco contra la pared? —preguntó Joseph examinando el espacio. Lo cierto era que no había demasiado. El pasillo era amplio, pero la estatua era enorme.

—¿Hay otro modo de salir de ahí? —les preguntó a los dos sudorosos trabajadores que trataban de meter la escultura en una salita adyacente.

—Sí —respondió el más alto de los dos, aprovechando para sacarse un pañuelo del bolsillo y secarse la frente.

El otro hombre, que aparentemente no quería detenerse ni siquiera en deferencia a una dama, dio un fuerte empujón a la plataforma. La rueda se desencalló y la estatua se tambaleó hacia delante. La madera crujió amenazadoramente y una de las gruesas cuerdas que aseguraban la escultura se rompió. El sonido que hizo al romperse recordó un latigazo. Horrorizado, Joseph vio que la estatua caía hacia ella.

—¡____! —gritó, tratando de acercarse, aunque era imposible.

La plataforma volvió a crujir y la rueda problemática salió rodando por el pasillo. Los acontecimientos se precipitaron. El estruendo de la escultura al romperse fue ensordecedor en aquel espacio cerrado. Los restos rotos de la obra de arte levantaron una espesa nube de polvo. Joseph no veía a _____ en medio de la polvareda. Pasando por encima de la plataforma, llegó hasta donde la había visto por última vez. El torso de la estatua estaba a un lado, de una pieza.
Joseph estaba tan angustiado que no podía respirar y mucho menos pensar. Se tambaleó. Le llegaron gritos desde distintas zonas del edificio, que competían con los fuertes latidos que lo ensordecían.

—Cielo santo —oyó decir a _____—, qué desastre.

Se volvió hacia la voz. Ella estaba bajo el marco de una puerta cercana, contemplando la destrucción.

«Dios mío, gracias.»

Pisando los trozos rotos de la estatua, Joseph llegó hasta ella y la abrazó con fuerza.

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Lady_Sara_JB
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeFebrero 28th 2014, 16:41

owww
q tierno es joe
cuidandola de todo
quien querra hacerle daño a ___
siguela
esta hermosa
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CristalJB_kjn
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeFebrero 28th 2014, 21:35

omj!!!! Dios que Hermoso
amo la nove suuube mas andale si ???
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 1st 2014, 14:44

BELLOOOOOOOO!!!! JOEEEE!!!!
ODVIDHVIJVSDBVDFBVDVJOASDI SIGUELAAAA
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 1st 2014, 21:35

SIGUELAAAA
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 2nd 2014, 14:47

Orgullo y Placer

Capitulo 11


—Parecía como si la cuerda hubiera sido parcialmente cortada. —Con la tercera copa de brandy en la mano, Joseph paseaba frente a la chimenea apagada de su despacho. Se había quitado la chaqueta y el chaleco y los había tirado sobre una silla, pero seguía sofocado, como si le faltara el aire—. Pero no hay manera de estar seguro. Sólo me dejaron echarle un vistazo rápido.

—Pero tú no crees que fuera un accidente —dijo Westfield desde el sofá—, a pesar de que se encontraba en un sitio público y que le hubiera podido pasar a cualquiera.

—La señorita Martin dice que la estatua estaba en un pasillo lateral cuando entró en los servicios. Fue al salir cuando se la encontró en medio del paso.

—A aquellos dos hombres les estaba costando mucho manipularla. Parece tarea imposible para una persona sola.

—Pero una rueda estaba en mal estado. Mucha casualidad. —Joseph se acabó la copa de un trago, buscando calentarse las entrañas, que se le habían quedado heladas con el accidente—. ¿Es posible que una persona sufra tantos accidentes de manera natural?

Dejó la copa sobre el escritorio ruidosamente y miró la hora en el reloj de sobremesa. Faltaban horas para que volviera a ver a ____ en casa de los Lansing. Sabía que no iba a poder relajarse hasta ese momento. Haber asignado más vigilantes para que no perdieran de vista la casa de los Melville no lo tranquilizaba demasiado. Westfield hizo un sonido muy parecido a un ronquido.

—Estás muy nervioso con todo este asunto. Toma ejemplo de la señorita Martin. Ella parece tomárselo muy bien.

—Porque confía en que yo me ocuparé de todo y la mantendré a salvo —replicó Joseph secamente.

—Como yo. Tú eres el único que no pareces convencido de tu capacidad para protegerla.

—Su tranquilidad se debe en parte a la gravedad del accidente. Es irónico, pero ha sido tan peligroso que está convencida de que no tiene nada que ver con los anteriores.

—¿Me estás diciendo que está más tranquila porque ha estado a punto de morir?

Al mirar a su amigo, Joseph vio un brillo divertido en su mirada. Por un momento se sintió furioso. Le molestaba que Westfield se divirtiera a costa de sus inquietudes. Pero suponía que el tipo de vida libre de preocupaciones que llevaba lo aburría tanto que hasta los accidentes ajenos le servían para romper la monotonía. Controlándose, se dio la vuelta, masajeándose la nuca con firmeza.

—Estoy haciendo todo lo que está en mi mano, pero no puedo quitarme de encima la sensación de que no es suficiente.

Al día siguiente se reuniría con el hombre de confianza de ____. Juntos visitarían sus propiedades. Tenía gente investigando ya a los arrendatarios actuales y a los del pasado reciente. Tenía pensado hablar esa misma noche con lord Collingsworth sobre el fondo de inversiones que tenía contratado _____ y esperaba que lord Melville lo citara un día para hablar con él. Todavía le quedaba investigar a sus dos padres —el señor Martin y el señor Chilcott—, pero quería encargarse personalmente de ello, así que lo haría más adelante. A pesar de que tenía plena confianza en su plantilla de ayudantes, no pensaba encargarle a nadie que investigara los secretos de la familia directa de ____.

—Por si te sirve de consuelo —dijo Westfield, levantándose—, estás llevando a cabo una investigación compleja que te obliga a jugar un papel al que no estás acostumbrado. Es normal que temas que algo se te escape, pero quiero que sepas que puedes contar conmigo. Tengo más experiencia que tú en algunas cosas. De hecho, si quisieras, podría encargarme de cortejar a la señorita Martin mientras tú te centras en la investigación.

Joseph le enseñó los dientes.

—No hará falta, gracias.

Su amigo se echó a reír.

—La oferta sigue en pie si cambias de idea. Mientras tanto, voy a comer algo y a cambiarme para la velada. Tú también deberías comer algo y dejar de beber, o esta noche no servirás para nada.

Despidiéndolo con un impaciente movimiento de muñeca, Joseph se dejó caer pesadamente en la silla. Repasó toda la información de la que disponía, buscando alguna pista que pudiera haber pasado por alto. No podía fallar. No era una cuestión de orgullo profesional ni de dejar satisfecho al cliente. Se había convertido en una cuestión personal. Recordó el momento en que había creído que _____ estaba herida... o algo peor... No quería volver a pasar por algo así.

***

—Maldita sea —gruñó Westfield, cogiendo dos copas de champán de la bandeja de un camarero que pasaba por delante. Le alargó una a Joseph con tanto ímpetu que casi se derramó su contenido—. Me había olvidado de lo irracional que se pone lady Lansing cuando se entusiasma. No he entendido ni una palabra de lo que ha dicho. ¿Cuánto tiempo nos ha tenido prisioneros? ¿Veinte minutos? ¿Media hora?

—Diez minutos como máximo —respondió Joseph, examinando el salón de baile de punta a punta. Era una estancia estrecha y alargada, con suelos de mármol y tres grandes lámparas. Unas delgadas columnas rodeaban el perímetro, así como macetas con helechos. En la pared del fondo había unos grandes ventanales, que en ese momento estaban abiertos para que entrara el aire de la noche.

—Se me ha hecho eterno. —Westfield se bebió la copa de un trago—. Las cosas que hago por ti, Jonas.

—Deberías sentirte halagado. Tu ilustre presencia ha hecho que el baile de lady Lansing sea un
éxito.

—No me compensa.

—De acuerdo, te debo una —murmuró Joseph, más pendiente de localizar a ____ que de la conversación con su amigo—. ¿Te consuela eso?

El salón de baile de los Lansing no era demasiado grande ni estaba demasiado lleno. Había un nutrido grupo de invitados, pero no podía considerarse una aglomeración. ¿Por qué entonces no podía localizar su glorioso cabello cobrizo? «¿Es usted de esos hombres que sienten fascinación por las pelirrojas?», recordó que le había preguntado ella. No lo era. Nunca hasta entonces se había fijado en el color de pelo de las mujeres con las que se relacionaba. Pero ahora era el único color que le interesaba.
Westfield lo agarró del brazo para que se pusiera en movimiento.

—Salgamos de aquí —le pidió, tirando de él—. Se acerca alguien con quien preferiría no hablar.

Joseph se dejó arrastrar a regañadientes. Dieron la vuelta al salón a paso de tortuga por culpa de todos los invitados que querían saludar al conde. Joseph estaba a punto de dejarlo solo cuando por fin vio a ____. Tropezó y Westfield chocó contra él.

—Pero ¿qué demonio estás...? —Su amigo se interrumpió en seco.

Joseph apenas pudo reprimir un silbido de admiración. Sabía que era un gesto grosero que dejaba al descubierto sus orígenes humildes, pero se había quedado sin palabras.

—Vaya, vaya —comentó Westfield—. Es evidente que no le he prestado a la señorita Martin la atención que merece.

____ estaba en medio de un círculo de conocidos, casi todos ellos caballeros. Llevaba el pelo recogido formando una cascada de rizos que le rodeaban la cara y le acariciaban la nuca. El vestido, de raso color azul zafiro, contrastaba con los tonos pálidos de los de las demás asistentes. Habría sido imposible no verla, de no ser por el círculo de hombres que babeaban a su alrededor.
¿Por qué demonios se había vestido así? Joseph la observaba sin poder apartar la vista. Estaba fascinado. Aquel color oscuro resaltaba la palidez de su piel y el peinado la favorecía especialmente. El corte del vestido era muy sencillo y casi no llevaba adornos. Su auténtica belleza consistía en cómo se ceñía a las formas de su dueña. El corpiño abrazaba unos pechos firmes, dejando al descubierto una buena parte del escote. La falda, que arrastraba por el suelo, la hacía parecer más alta. Las mangas, cortas y abombadas, no llegaban hasta el extremo de los guantes blancos, permitiendo ver unas cuantas pecas en los brazos que a Joseph le parecieron deliciosas. Sintió un gran deseo, como un hombre que lleva demasiado tiempo sin comer pero no se da
cuenta del hambre que tiene hasta que le ponen delante un plato de comida. Una voz masculina interrumpió sus pensamientos.

—Me alegro de ver que no soy el único que ha perdido todo el sentido del decoro.

Joseph apartó la vista de ____ para ver quién se había dirigido a él.

—Lord Brimley —saludó Westfield—. Me alegro de verle.

Mientras su amigo hacía las presentaciones, Joseph estudió al barón Brimley con su meticulosidad habitual. Éste era bastante más bajo que ellos dos, y también menos musculoso. Aunque el hombre estaba perdiendo el pelo a una velocidad lamentable, supuso que era más joven de lo que aparentaba.

—Qué sorpresa verlo por aquí, Westfield —dijo Brimley, tras saludar a Joseph—. ¿Le había llegado noticia de la transformación de la señorita Martin?

—De hecho —respondió el conde con aristocrática desgana—, eché las invitaciones para esta noche en un sombrero y saqué una. La transformación, como usted la llama, ha sido una sorpresa inesperada pero muy agradable.

—El señor Tomlinson opina que la señorita Martin ha decidido quitarse de encima la etiqueta de solterona —comentó Brimley.

—Tal vez —sugirió Joseph con un fuerte sentimiento de propiedad— se haya fijado en algún hombre y espere animarlo a actuar.

—¿Usted cree? —El barón abrió mucho los ojos—. ¿No sabrá por casualidad en quién?

—No, me temo que no. Todavía no conozco a todas las polillas que revolotean a su alrededor.

—Qué poético, aunque admito que la imagen es adecuada. Bien, me encargaré de descubrirlo personalmente.

Westfield le dio una palmada en la espalda.

—Espero que comparta sus descubrimientos.

Brimley se hinchó.

—Por supuesto, Westfield.

Joseph no aguantó más. Con una leve reverencia, se excusó: —Si me disculpan, caballeros.

—No tan de prisa, Jonas —dijo Westfield—. Te acompañaré a agasajar a la encantadora señorita Martin. Discúlpenos, Brimley. Y, sobre todo, manténganos al día de las novedades.

Los hombros de Joseph se tensaron todavía más. No sabía por qué lo inquietaba tanto que Westfield se fijara en ____, o que ella se fijara en su amigo, pero no podía evitarlo. Recordó las palabras de ella, al admitir la súbita hostilidad que había sentido hacia la señorita Tolliver al verla con él en el museo y admiró aún más su honestidad.

____ lo vio mientras se le acercaba. Gracias a su generoso escote, Joseph pudo ver cómo contenía el aliento y un delicado rubor cubría su piel luminosa. Se lo quedó mirando sin parpadear y él se sintió inundado por una sensación de triunfo muy masculina. Era obvio que le gustaba lo que estaba viendo y Joseph no había hecho ningún esfuerzo consciente para provocarle esa reacción.
Al llegar a la parte exterior del círculo que la rodeaba, se detuvo. Sus admiradores le abrieron paso a regañadientes.

—Señorita Martin.

Ella bajó la vista y lo saludó con una reverencia.

—Buenas noches, señor Jonas.

Joseph le presentó a Westfield y luego se echó hacia atrás. Durante un rato, se limitó a observarla en ese nuevo entorno, sonriendo cada vez que una de sus respuestas directas hacía que alguien a su alrededor perdiera el hilo de la conversación. Aunque su aspecto había cambiado drásticamente, seguía siendo ____.
Mientras los demás comentaban animadamente su accidente en la Royal Academy, ella fruncía el ceño, como si le costara relacionar las historias que estaba oyendo con lo que había sucedido realmente. Lo buscaba a menudo con la vista, como si saber que estaba cerca le diera fuerzas y ánimo. Joseph recordó que, poco antes, había estado pensando en lo cómodo que ella lo hacía sentir en circunstancias en las que habría debido sentirse fuera de lugar. No eran tan diferentes, a fin de cuentas. Lo que más lo atraía de ella era la afinidad que sentían en temas muy íntimos.

La madre de Joseph había querido que recibiera una buena educación, y lo había pagado con su orgullo y con su vida. Él había protestado, sabiendo que no se lo podían permitir, pero ella había permanecido firme en su decisión. Finalmente, Joseph había aceptado, aunque no compartía los motivos de su madre. El objetivo de él había sido poder mantenerla al acabar los estudios. Lo que ella quería era que impresionara a su padre, un hombre que destacaba por su habilidad a la hora de ignorar a sus numerosos hijos bastardos.

Joseph culpaba al opio de la incapacidad de su madre para ver lo inútil de su empeño. Porque nadie en plenas facultades mentales habría soñado siquiera que un hijo atractivo y bien educado pudiera despertar el menor orgullo paterno en un canalla libertino como el difunto conde de Montague.
Sí, Joseph hablaba bien y tenía modales refinados. Sabía leer y escribir y no se le daban mal los números, aunque no sentía por ellos el mismo amor que sentía _____. En resumen, podría haber encajado en la buena sociedad, pero no lo hacía. Y sabía que a ella le pasaba algo parecido. Un violín empezó a ensayar, señalando que la pausa de la orquesta había llegado a su fin. Los
invitados se situaron en fila a lo largo de la sala de baile. _____ le dirigió una mirada intensa y él supo que estaba a punto de bailar su vals. Mientras iba hacia el centro de la sala junto a sir Richard Tolliver, Joseph no podía dejar de mirarla. _____ caminaba con gracia y elegancia. La falda de su vestido era más larga y voluminosa que las de las demás invitadas. A Joseph le pareció adecuado. La personalidad de ella tenía más peso que la de cualquiera de las presentes.

La orquesta empezó a tocar las primeras notas del vals y ____ posó su mano sobre la de Tolliver. Con gesto elegante, éste se puso en movimiento, guiándola por la sala.
Joseph frunció el ceño, pensativo. En la exposición había habido dos Tolliver. Se habían marchado poco después que ____ y en su misma dirección. En la lista de pretendientes que ella le había proporcionado, Richard Tolliver estaba colocado más arriba que Montague, ya que tenía una hermana que necesitaba dinero para su dote. Volviéndose, Joseph buscó con la mirada a esa hermana. No podía estar muy lejos.

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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 2nd 2014, 16:43

me encanta
ese efecto que tiene joe sobre ___
y viceversa
es tan romantico
jejeje
siguela
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 2nd 2014, 17:33

que pasara con los Tolliver? O: siguela
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 3rd 2014, 15:13

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Capitulo 12


—Está usted deslumbrante esta noche, señorita Martin —dijo sir Richard mientras giraban por la sala junto a las demás parejas.

—Gracias.

____ se preguntó si debería decir algo más. Pero ¿qué podía decir que no sonara falso? Los halagos siempre le habían parecido tópicos poco sinceros. Era consciente de que no era una belleza en el sentido clásico. Sin embargo, tenía que admitir que esa noche se había esforzado en resultar más atractiva, por lo que tal vez los elogios fueran sinceros. Sobre todo teniendo en cuenta
que se había puesto un vestido de su madre. Seguía sorprendida de su decisión. Nunca había querido parecerse a su madre. Lady Georgina había sido una mujer irresponsable e impetuosa, que no se había preocupado por las consecuencias que sus actos pudiesen acarrear, ni para ella ni para los demás.

Durante años, ____ se había preguntado «¿Qué habría hecho mi madre?», sólo para poder hacer justo lo contrario. Pero tras lo sucedido en el museo, había querido hacer algo agradable por Joseph. Él se había disgustado mucho por el accidente y para ella era importante que alguien se preocupara por su bienestar. Y, para ser sincera del todo, esperaba que su atuendo lo impulsara a darle una respuesta con relación a su anterior pregunta sobre el apareamiento. Pero por si él le preguntaba, tenía preparada una respuesta lógica y racional: aquel cambio de imagen era su manera de anunciar públicamente que había tenido lugar una importante transformación en su vida.

El día que su madre se había enamorado del señor Chilcott, los ojos le habían vuelto a brillar y se le habían encendido los labios y las mejillas. Canturreaba por los pasillos y se ponía a cantar en voz alta en los momentos más inesperados. Durante una semana no había podido dejar de sonreír. Pero lo más significativo habían sido los cambios en su vestuario. Había empezado a ponerse vestidos de colores más intensos, con pocos complementos, como si supiera que el rubor de su piel era su mejor adorno. Y ____ había tomado buena nota. Si quería que los demás creyeran que se había enamorado, no podía seguir vistiendo como hasta ese momento. Sir Richard se aclaró la garganta.

—Le ruego que disculpe mi atrevimiento, señorita Martin, pero estoy preocupado por usted.

—¿Preocupado?

—Odio meterme en asuntos que no son de mi incumbencia —dijo, aunque su tono de voz hacía creer justo lo contrario—, pero me temo que su hasta ahora loable criterio a la hora de elegir pretendientes se ha vuelto un tanto negligente.

—¿Negligente? —____ alzó las cejas—. ¿A qué se refiere?

—Me refiero al señor Jonas, por supuesto.

—Entiendo.

Aunque Tolliver llevaba dos temporadas cortejándola, aquélla era la primera ocasión en que se mostraba condescendiente. No le gustaba su tono de voz en absoluto. Le estaba hablando como si fuera su padre o su maestro y ella una niña testaruda.

—Hay algo en el señor Jonas —insistió Tolliver— que no me acaba de gustar. No sabría decirle de qué se trata todavía, pero hay algo en él que no me encaja.

____ volvió la cabeza hacia el objeto de las críticas. Joseph estaba junto a una estrecha columna, mirándola a ella con los brazos cruzados y los ojos entornados. Una vez más, se fijó en que su mirada ya no era como la del primer día. Ahora era más intensa, más ardiente, y despertaba un calor parecido en su interior. Un calor que le nacía en el vientre y se le extendía por todo el cuerpo.
Se conocían desde hacía pocos días, pero haberlo conocido la había cambiado mucho. Ahora se fijaba en cosas que antes le pasaban desapercibidas.

En cuanto a las afirmaciones de Tolliver, aunque no le gustaba su manera de expresarlo, sabía que no le faltaba razón. La ropa era lo único civilizado de Joseph. Aunque por fuera parecía inofensivo, los que se fijaran un poco en él se darían cuenta de que su lugar no estaba entre la manada. Había algo amenazador en sus elegantes movimientos que lo señalaba como un depredador solitario.

—No sé qué le hace decir eso —mintió ____—. De hecho, me parece un pretendiente totalmente aceptable.

—Pues debo decir que eso me alarma. ¿Qué sabe de su familia, señorita Martin?

—Lord Melville conocía a su padre —respondió ella, mientras su compañero de baile la guiaba en un giro demasiado brusco.
Sir Richard siempre había destacado por ser un bailarín excepcional. Su falta de atención era reveladora.

—Supongo que va detrás de su fortuna.

—Eso podría aplicarse a más de uno de mis pretendientes. ¿Qué le hace pensar que el señor Jonas es un cazafortunas? ¿Y qué le hace creer que sea más peligroso que los demás? Su apariencia no permite llegar a esa conclusión.

Joseph estaba impecable esa noche. Llevaba una chaqueta de terciopelo gris oscuro y un chaleco azul pálido, que le daban un aspecto de hombre elegante y respetable. El traje estaba hecho a medida y mostraba sus poderosos músculos.
_____ apreciaba mucho que fuera un hombre fuerte y hábil. Se sentía segura sabiendo que estaba cerca. La única persona que podía hacerle daño cuando Joseph estaba cerca era el propio Joseph.

—Señorita Martin. —Tolliver parecía estar pasando un mal rato—. Tengo que decirle que resulta desconcertante para su pareja bailar el vals con usted mientras no deja de admirar a otro caballero.

—No lo estoy admirando, sir Richard. —Al menos, no en voz alta—. Sólo estaba esperando a que usted me dijera qué métodos de deducción ha utilizado para llegar a sus conclusiones. Afirma que es un cazafortunas, pero yo no veo nada que así lo indique. Me gustaría saber qué ve usted que a mí se me escapa.

—Que sea usted una dama con un razonamiento tan fino es una desventaja en este caso. —Los ojos castaños de Tolliver estaban apagados—. Me explicaré. La está mirando de un modo inapropiado, señorita Martin.

—¿Me está diciendo —preguntó ella, con cautela— que el señor Jonas tiene que estar interesado en mi fortuna porque no puede quitarme los ojos de encima? No estoy segura de estar entendiéndolo bien. ¿No le parece posible que vea algo atractivo en mi persona? Tal vez mi figura haya llamado su atención.

—Su figura es ciertamente atractiva —admitió él a regañadientes.

—¿O quizá mi cabello? Me han dicho que hay hombres que se obsesionan con ciertos tonos de pelo.

Sir Richard se ruborizó desde el cuello hasta las mejillas.

—Su pelo es realmente bonito.

—Y, sin embargo, ni mi figura ni mi pelo le parecen suficiente explicación para la admiración del señor Jonas. Supongo que se debe a que es un hombre extremadamente guapo, como puede ver cualquier persona con ojos en la cara. Corríjame si me equivoco. Lo que quiere decir es que mis limitados encantos no están a la altura de los de un hombre como el señor Jonas, que podría conseguir
a una mujer mucho más atractiva que yo. —____ arrugó la nariz como si estuviera muy concentrada—. En ese caso, tal vez esté interesado en mi cerebro.

—Estoy de acuerdo en que es usted extremadamente lista, señorita Martin —corroboró sir Richard, aferrándose al cambio de tema como a un salvavidas en un naufragio—. Es lo que más me gusta de usted y lo que me convence de que podríamos disfrutar de nuestra mutua compañía durante mucho tiempo. Sin embargo, el señor Jonas parece prestar más atención al exterior que al interior. Esos músculos no se obtienen mediante trabajo intelectual. Dudo que sea capaz de valorar su valía en ese campo. De hecho, yo en su lugar me plantearía si es posible tener una conversación inteligente con él.

_____ asintió.

—Ya veo lo que quiere decir. Si descartamos mis atributos físicos e intelectuales, sólo queda mi fortuna como posible reclamo para un hombre guapo como el señor Jonas. Le estoy muy agradecida por hacérmelo notar, sir Richard.

El vals llegó a su fin. En cuanto hubieron sonado las últimas notas, ella se apartó.

—Gracias. Ha sido una conversación muy instructiva. Sin embargo, me gustaría que me aclarara una cosa: si los hombres atractivos sólo pueden sentirse atraídos por mi fortuna y usted me encuentra atractiva por mi mente, ¿quiere eso decir que es usted poco atractivo?

Tolliver abrió la boca y volvió a cerrarla. Y, aunque la abrió una vez más, nada salió de ella. Con una rápida reverencia, ____ se volvió para ir junto a Joseph, pero él no estaba donde lo había visto por última vez.


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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 3rd 2014, 18:31

uhh
q estocada le dio a tolliver
siguela
me encanta
___ es muy inteligente
nadie debe hacer menos a joe
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CristalJB_kjn
Amiga De Los Jobros!
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 3rd 2014, 22:41

andele oero ahi anda queriendose hacer el listo jajajakaj
perdon x desaparever pero el trabajo ko me ha dejado bn me despido Smile cuidate tqm Smile ssube mas si ??
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PidgeJonas
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 4th 2014, 15:32

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Capitulo 13


Joseph localizó a la señorita Tolliver en la pista de baile. Poco después, Westfield se le acercó.

—Me estoy planteando casarme cuanto antes —comentó— para así evitarme toda esta tortura prematrimonial.

—Claro, porque la tortura posmatrimonial es mucho más tolerable, ¿no? —ironizó Joseph.

—No espero cosas fuera de lo razonable en una esposa —respondió su amigo como si tuviera que justificarse—, sólo que no me moleste demasiado. Y no me opongo a acostarme con ella. Estoy abierto a cualquier candidata con los orígenes adecuados.

—Qué progresista por tu parte.

Westfield alzó una ceja.

—Tu tono deja bastante que desear. ¿Qué vamos a hacer ahora? Me aburro.

—Cuando la señorita Tolliver acabe de bailar, quiero comentarle mi teoría sobre los acontecimientos de esta tarde.

—Ah, quieres ver cómo reacciona. Personalmente, no creo que una mujer pueda haber movido esa estatua. Por no hablar de sir Richard, que no podría levantar ni a su hermana.

—No se puede descartar nada de antemano.

Cuando el vals acabó, ambos se aseguraron de ponerse en el camino de la señorita Tolliver. Ésta saludó al conde con una reverencia muy ensayada.

—Señorita Tolliver. —Westfield se inclinó hacia ella con elegancia—. Es un placer verla.

—Gracias, milord. —Luego se volvió hacia Jasper con una sonrisa compasiva—. ¿Qué tal su pie, señor Jonas?

—Mucho mejor, señorita Tolliver. Gracias.

La bonita morena le sonrió coqueta. Llevaba un vestido color amarillo pastel, mucho más recargado que el que se había puesto ____. No era habitual en él fijarse en cosas como la elección del vestido o el peinado de una mujer, pero el aspecto de ____ era tan distinto del que le había visto antes de esa noche, que sospechó que había estado descuidando su apariencia expresamente para disimular su belleza. Fijarse en ella hacía que, por comparación, se fijara también en las demás mujeres. Sólo hacía unos días que se conocían, pero ya podía afirmar que le iba a costar separarse de ella en un futuro cercano. También tenía claro que estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta para conseguirla.

—Me han contado el desafortunado incidente en la Royal Academy —comentó la señorita Tolliver, negando con la cabeza—. Tiene que haber sido espantoso para la señorita Martin. Si me hubiera sucedido a mí, me habría pasado una semana en cama.

—Lo está llevando muy bien, tiene razón.

—Sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias —intervino Westfield en tono confidencial.

Ella frunció el ceño.

—¿Qué circunstancias?

El conde se acercó para responderle al oído.

—He oído que la cuerda que sujetaba la estatua podría haber sido cortada deliberadamente.

—¡No! —exclamó la joven, llevándose una mano al cuello—. ¿Quién podría hacer algo tan horrible? Especialmente a la señorita Martin.

—No he dicho que ella fuera la víctima elegida —especificó lord Westfield, enderezando la espalda—. Tal vez simplemente estaba en el lugar equivocado en el momento más inoportuno.

—Bueno, eso sería un consuelo. —Soltó el aire con fuerza—. ¿Cortada expresamente, dice? ¿Me pregunto con qué finalidad...?

La señorita Tolliver apartó la vista, mordiéndose el labio inferior.

—No me atrevo a aventurar una explicación —dijo el conde—. No me gustaría que luego mi nombre se viera ligado a una historia tan truculenta.

—Lo comprendo. Nos pasa a todos —replicó ella, despidiéndose con otra reverencia.

Mientras se alejaba, Joseph la siguió con la vista. Se dirigió directamente a un grupo de mujeres.

—Va a contarlo —murmuró Westfield, dándole la espalda.

—Eso no prueba su inocencia. De hecho, una persona inteligente actuaría justamente así para no despertar sospechas. Al fin y al cabo, ¿qué culpable airearía sus delitos a los cuatro vientos?

Joseph se dijo que haría seguir a los dos hermanos una temporada. No pensaba correr ningún riesgo.—Bien visto —comentó Westfield.

—¿Qué sabes del fondo de inversión de lord Collingsworth?

—Participé en él durante un tiempo —respondió su amigo—, pero Collingsworth es demasiado conservador para mi gusto. Creo que también lo sería para el tuyo. Qué propio de ____ ser prudente en sus inversiones. El dinero era muy importante para ella, no
por lo que podía comprar con él, sino por la libertad que le proporcionaba.

—¿Conoces a los demás inversores?

—A unos cuantos. No a todos. ¿Por qué?

—La señorita Martin es uno de ellos.

—¿De veras? —Westfield alzó las cejas—. No tenía ni idea. ¿Me convierte eso en sospechoso?

Sonriendo, Joseph respondió:—Es posible.

El conde se hizo con una copa de champán de una bandeja que le pasó por delante.

—Qué divertido.

—No si eres culpable. —Joseph se puso de nuevo en movimiento.

—¿Es una amenaza, Jonas?

—No si eres culpable —repitió—. En ese caso, sería una promesa.

—¿Adónde vas?

—A la sala de juego. Tal vez el aroma de la desesperación me aporte nuevas pistas.

—No respondiste a mi pregunta sobre la propiedad de Montague. ¿Qué piensas hacer con ella cuando sea tuya? —Aunque había sido él quien había hecho la apuesta en su nombre, Joseph nunca le había explicado para qué la quería.

Ahora le respondió con voz firme:—Derribaré la casa. No dejaré ni piedra sobre piedra de ella. Y luego me iré de Inglaterra.

—¿Sin rumbo fijo?

—¿No te lo he dicho? —Joseph se volvió hacia él—. He comprado una plantación en los Mares del Sur.

—¡Santo Dios! —Su amigo se atragantó con el champán—. Sólo tú buscarías la paz entre salvajes.

—Es lo mismo que pienso yo cuando miro a tu alrededor.

Un destello color azul zafiro atrajo su atención. Volvió la cabeza y vio que ____ se dirigía a uno de los tres ventanales que daban a la terraza. Ella lo miró un momento por encima del hombro. No era la mirada calculada de una coqueta experimentada, sino una mirada sencilla y sincera que le comunicaba que se alegraba de verlo y que esperaba que la siguiera. Él sonrió, inclinando la cabeza.

—Seguiré sin ti —murmuró Westfield.

—Sólo será un momento.

—Me decepcionas, Jonas. Cuando una mujer hermosa te mira así, tienes que dedicarle un poco más de tiempo.

***
____ salió a la terraza por el ventanal más cercano, esperando que su vestido oscuro se confundiera con la noche, dándole así algo de privacidad. Sintió la mirada de Joseph clavada en su espalda y reprimió el impulso de salir corriendo. No porque quisiera huir de él, sino porque era la reacción que le provocaba siempre la mirada de un depredador. Comprobó que los instantes previos a la captura eran muy excitantes. El vello de la nuca se le erizó, así como la piel que no quedaba cubierta por los guantes. Cuando una mano grande le sujetó el codo, sintió un escalofrío.

—Señorita Martin. —La grave voz de Joseph le encogió el estómago. Con naturalidad, la guió por la terraza, donde varias parejas conversaban en voz baja—. Podías haberme avisado de que planeabas robarme el aliento.

—Gracias.

A diferencia de los halagos de Tolliver, él no la hizo sentir incómoda. Al contrario. Le hizo sentir una especie de vértigo y un agradable calor en las entrañas.

—Cambiar de imagen para provocar reacciones ha sido una estrategia excelente —prosiguió Joseph, mirándola con admiración—. Por si se me ha olvidado mencionarlo hasta el momento, me encanta tu manera de pensar.

____ se ruborizó.

—¿Te gustaría menos si te dijera que lo he hecho para impresionarte con mi aspecto tanto como con mi intelecto?

—No, me sentiría muy halagado.

—Pues yo me siento muy estúpida —reconoció ____—. No me gusta tener que admitir que provocas en mí reacciones que nunca habría esperado tener.

Joseph sonrió y a ella le pareció tan guapo que sintió una opresión en el pecho.

—¿Te sentirías mejor si te confieso que he estado mirando y remirando cada pieza de mi vestuario cada vez que tenía que verte? Creo que forma parte del ritual de apareamiento.

Joseph se detuvo al llegar al límite de la zona iluminada por las grandes lámparas de la sala de baile. Había unas cuantas antorchas en la terraza, pero sólo las suficientes para ver por dónde se bajaba al jardín.

—Dime, ¿forma parte de la estrategia?

—Nunca he fingido cuando estoy contigo, ____.

No sabiendo cómo coquetear con comodidad, ella decidió cambiar de tema.

—¿De qué conoces a lord Westfield?

—Lucian Remington nos presentó una noche.

____ se sorprendió al saber que Joseph formaba parte de un club tan exclusivo como el de Remington, pero en seguida recordó que éste era el hijo bastardo del duque de Glasser. Era de todos sabido que en su club no importaban los orígenes familiares, sólo ser capaz de pagar la elevada cuota. Los miembros de la aristocracia toleraban esta decisión sólo porque Remington era un hombre muy distinguido al que le gustaba rodearse de lo mejor, y no querían privarse de ciertos lujos.

—¿Hace mucho que os conocéis?

—No, no demasiado.

Aunque no se movió, ____ percibió su cambio de actitud. De repente se puso en alerta. Fue como si le hubieran echado encima un jarro de agua fría. A ratos se olvidaba de que apenas conocía a Joseph Jonas y que la abrumadora atracción física que sentía por él le daba una engañosa sensación de intimidad.

—Perdona que me haya metido en temas personales —se disculpó, tratando de sonar despreocupada—. No es de mi incumbencia.

Tenía que aprender a mantener la conversación en terrenos poco comprometidos. Joseph trabajaba para ella. Lo único que era y sería en el futuro era su empleado. No podía permitirse el lujo de olvidar eso. Al fin y al cabo, era más difícil ahogarse en una balsa poco profunda.

***
Aunque ella no lo demostró abiertamente, Joseph supo que ____ se había retraído, decepcionada. Las relaciones personales eran complicadas justo por ese motivo. En algún momento, todas las mujeres esperaban que sus parejas se abrieran emocionalmente. Era algo que él nunca había entendido. Pero no quería perder el terreno que había ganado, así que si tenía que ceder un poco, lo haría.

—Lo conocí hace dos años —explicó—. Mi trabajo le resulta interesante y, gracias a ese interés, nos hicimos... amigos.

—No lo dices muy convencido.

—No estoy acostumbrado a tener amigos.

Ella asintió. Joseph notó que su actitud hacia él se suavizaba, tanto física como emocionalmente.

—Lo entiendo.

Joseph miró al suelo. Por supuesto que lo entendía. Entre ellos había una afinidad francamente curiosa. Estaba seguro de que, vistos desde fuera, no podían ser menos adecuados el uno para el otro. Pero al quedarse a solas, se sentían muy a gusto juntos.

—Ah, ahí está, señorita Martin —dijo una voz segura y familiar.

Al volver la cabeza, Joseph vio a lord Montague salir a la terraza. Llevaba una chaqueta de terciopelo verde esmeralda y un montón de adornos con diamantes que le daban un aspecto solvente y seguro. El hecho resultaba todavía más destacable porque Joseph conocía sus auténticas finanzas, que no podían ser más inestables. Sin embargo, su sonrisa amplia y sus ojos brillantes revelaban que se alegraba sinceramente de ver a ____. Que fuera por ella misma o por su fortuna, ya era otro asunto.

Joseph enderezó la espada. Nunca había envidiado a su hermano menor por el título y los privilegios que lo acompañaban... hasta ese momento. Su posición era un obstáculo que se interponía entre ____ y él. Joseph podía ofrecerle cosas intangibles, como pasión, aceptación, aventura, pero ella acababa de descubrir esas cosas que nunca antes le habían interesado. Igual que el sexo. Y si por culpa de él llegaba a la conclusión de que debía casarse para poder tener sexo en su vida... Cabía la posibilidad de que al seducirla la estuviera empujando hacia el matrimonio.

Joseph extendió la mano y esperó a que ____ le ofreciera la suya para inclinarse sobre ella. Maldijo el guante que separaba la blanca piel de ella de su boca.

—Te dejo con tu admirador —murmuró, apretándole los dedos.

Aunque no le gustaba, lo cierto es que la mejor manera de que ____ se diera cuenta de las diferencias entre Montague y él era que pasara tiempo con el conde. Inclinó levemente la cabeza al pasar junto a su rival, regocijándose por el hecho de tener la
escritura de su propiedad en su poder sin que él lo supiera. Se dirigió a la sala de juego. Era tan buen momento como cualquier otro para fijarse en cuál de los pretendientes de ____ dependía más de los caprichos del azar. Al menos en ese campo no tenía
rival.
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 4th 2014, 16:14

no no no
a que se fue a aparecer montage?
bueno, siguela
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PidgeJonas
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 5th 2014, 15:44

Orgullo y Placer

Capitulo 14


El señor Jonas es un hombre muy guapo —dijo lady Collingsworth desde el asiento de enfrente.

El carruaje de los Collingsworth se abría camino lentamente por las calles abarrotadas. La mayor parte de los coches de caballos llevaban a sus ocupantes de un acto social a otro, pero ____ y la dama se retiraban ya a sus respectivos domicilios.

—Sí, ya me lo has dicho antes.

Se quitó los guantes y los dejó sobre el regazo. Le había gustado ver a Joseph tan arreglado. Le habría gustado volver a verlo antes de marcharse. La conversación en la terraza había sido demasiado corta. Sólo había servido para avivar sus ganas de estar con él.

—Hay personas que tienen un tipo de belleza que te hace pensar que has exagerado su atractivo en tu mente. Y cuando vuelves a verlos y compruebas que efectivamente son más hermosos que tus adornos de encaje, resulta imposible no comentarlo.

Aunque las lámparas del carruaje daban una luz muy tenue, ____ vio que su amiga estaba sonriendo.

—Tienes razón. Ese hombre me deja sin palabras —admitió—. Sir Tolliver se ha sentido obligado a advertirme que un hombre tan guapo como el señor Jonas sólo podría fijarse en mí por mi dinero.

—¡Por favor! —La espalda de Regina, siempre muy recta, se enderezó aún más—. Tolliver está ciego o desesperado. O ambas cosas. Hoy he estado muy pendiente del señor Jonas y es innegable que siente algo por ti. Hasta tal punto que teme no ser capaz de hacerte feliz.

—¿De dónde has sacado esa idea?

—Me lo ha dicho él mismo.

____ alzó mucho las cejas.

—¿Ah, sí?

—Oh, sí. ¿Te parece un candidato aceptable?

—Para responder a esa pregunta, necesitaría conocerlo un poco más.

Lady Collingsworth juntó las manos sobre el regazo.

—Cuidar de ti es más que una responsabilidad para mí. Es un honor. Ya sabes que tu madre era una persona muy importante en mi vida. La quería como a una hermana. Y espero estar a la altura contigo.

—Siempre te has portado maravillosamente conmigo.

Se sintió tentada de decirle que se había portado mucho mejor con ella que su madre, pero se mordió la lengua. Nunca entendería qué había visto la dulce y generosa Regina en la egoísta y veleidosa Georgina. Fuera lo que fuese, había inspirado una gran amistad y una lealtad que se había mantenido firme a pesar de su muerte. ____ había aprendido en seguida que no debía hablar mal de su madre delante de ella, porque hacerlo era buscarse una regañina y una nueva ración de halagos hacia su madre.

—Eres muy amable. —Lady Collingsworth sonrió—. Y te pareces tanto a Georgina con ese vestido... Cuando te he visto, me he quedado de piedra. Por un momento he pensado que había retrocedido en el tiempo.

____ era incapaz de ver el parecido más allá del color de pelo y de los ojos, pero volvió a guardarse su opinión. Aunque luego se dio cuenta de que tal vez Regina estaba esperando un comentario a lo que para ella debía de ser un halago.

—Gracias —dijo.

—Eres una joven muy sensata —siguió diciendo la dama—. Eres cautelosa y no te gusta correr riesgos. Pero el matrimonio se basa en arriesgarse. ¿Sabes cuánto tiempo pasamos juntos Collingsworth y yo antes de que me pidiera matrimonio? Si juntamos los pocos momentos a solas, unas cuantas horas. Asistimos a bailes, cenas, picnics y actos por el estilo, pero siempre con otras
personas alrededor, lo que nos impedía mantener una conversación en condiciones. Has hablado de conocerlo mejor, pero en realidad lo que necesitas saber no es mucho. ¿Existe atracción entre vosotros? ¿Deseáis ver al otro feliz o, al menos, razonablemente contento? Si tenéis eso, tenéis todo lo que necesitáis para que un matrimonio funcione.

—Pero ¿y si hay cosas importantes de su personalidad que me está ocultando? ¿Cómo puedo confiar en él sin conocerlo?

—¿No hay partes de ti que prefieres no compartir con nadie? —la provocó Regina—. ¿Cosas de las que prefieres no hablar? Por supuesto que sí. Las mujeres tenemos derecho a guardar secretos. Francamente, hay secretos que son demasiado dolorosos como para andar hablando de ellos.

____ pensó sus palabras. Tenía razón. Había cosas de las que ella prefería no hablar. Tenía lógica pensar que Joseph también tuviera recuerdos que prefiriera ignorar. Toda persona estaba modelada por los acontecimientos del pasado, pero eso no significaba que rigiera su conducta por esos acontecimientos. No era justo que ella juzgara a Joseph por ellos.

—Si quieres dominar a un hombre —le aconsejó Regina—, tienes que alabarlo mucho. El orgullo es muy importante para ellos. Convéncelo de que la idea que quieres llevar a cabo es suya y la seguirá hasta el final. Si sabes cómo manejarlo, el matrimonio es una institución muy útil para una mujer.

—En mi opinión, la estrategia que propones cuesta demasiado esfuerzo.

Aunque tal vez valiera la pena para conseguir a un hombre como Joseph Jonas. _____ se sorprendió al darse cuenta de que últimamente parecía no hacer otra cosa que plantearse a todo lo que estaba dispuesta a renunciar por él.

—Querida niña, para cosechar hay que sembrar. —Lady Collingsworth se echó hacia delante en el asiento—. El dinero es una compañía muy triste durante las noches frías y las comidas solitarias. Quiero un futuro feliz para ti. Quiero que encuentres a alguien que te cuide. Que tengas hijos a los que amar. Este mundo es un mundo de hombres, ____, nos guste o no. No podemos evitarlo. Crees que tienes dinero e independencia, pero el matrimonio te permitirá hacer más cosas de las que haces ahora. Y el señor Jonas parece tener sus propios recursos económicos. Tal vez una unión con él sólo te reporte ventajas.

El carruaje se detuvo frente a la casa de los Melville. ____ apretó la mano de la dama con afecto.

—Muchas gracias, Regina. Pensaré bien en lo que me has dicho.

—Si me necesitas, ya sabes que siempre puedes contar conmigo.

Mientras ____ subía los escalones hacia la puerta principal, pensó que su vida había dado un vuelco durante los últimos días. Sentía como si hubiera estado durmiendo en un carruaje en marcha, sin importarle hacia dónde se dirigía. Pero ahora se había despertado y de pronto tenía la necesidad de cambiar de rumbo. Por desgracia, no sabía hacia dónde quería ir. Sin embargo, algo le decía que tener a Joseph a su lado haría que el viaje fuera mucho más interesante.

****

—Ésta es la última —dijo el señor Reynolds, consultando el fajo de papeles que tenía en el regazo—. Como le dije en nuestro último encuentro, señorita Martin, la nueva inquilina fabrica jabones perfumados, aceites de baño y velas. Ahora mismo no tiene muchos compradores, pero he adquirido alguno de los artículos de la señora Pennington para mi esposa y creo que su clientela pronto aumentará.

Joseph tenía la mirada clavada en _____, sentada enfrente de él en el carruaje. Eran casi las dos de la tarde. Llevaban casi tres horas visitando sus propiedades, lo que le daba una idea de su nivel de riqueza. Cada vez entendía mejor a los que se sentían irresistiblemente atraídos por su fortuna. De todos modos, si un pretendiente conocía el alcance de ésta, era porque tenía que haberlo investigado previamente. ____ era muy cuidadosa a la hora de mantener el anonimato en sus negocios.

—Iré a comprar algo —dijo ____, mirando por la ventanilla del carruaje de Joseph. Era un vehículo perfecto para pasar inadvertida, ya que era cerrado y sin ningún escudo de armas—. Será interesante ver qué fragancia elige para mí.

Él reprimió la tentación de decirle que le gustaba exactamente cómo olía. No habría sido correcto con el señor Reynolds delante. Aparte de las cuestiones relacionadas con la seguridad, la visita de ese día estaba sirviendo para reafirmarlo en lo mucho que disfrutaba de la compañía de____. Le gustaba conversar con ella y escuchar su opinión sobre las cosas. Le habría gustado poder expresarse libremente, pero le parecía mejor mantener en secreto su acuerdo. A ojos de Reynolds, él era simplemente un amigo de Melville y un posible inversor interesado en participar en los planes de modernización de ____ de algunas de sus fincas más
antiguas.

—¿A qué distancia queda la tienda? —preguntó.

—A unas manzanas —respondió Reynolds—. Casi hemos llegado.

Joseph golpeó el techo del carruaje para que el conductor se detuviera.

—Iré andando desde aquí, pues. Mejor llegar por separado para que no nos relacionen.

____ lo miró con extrañeza un momento, pero luego asintió. Más tarde ya le preguntaría qué era lo que no había entendido. Joseph bajó del coche y cogió el bastón que ella le alargaba por la puerta entreabierta.

—Es el local con la marquesina a rayas rosa y blancas —le aclaró Reynolds.

—Gracias. —Tras saludar a ____ llevándose los dedos al sombrero, Joseph se puso en marcha.

Ese día, además de darse cuenta de la auténtica magnitud de su fortuna, había descubierto otras cosas sobre ____. Aunque ni ella ni el señor Reynolds lo habían dicho abiertamente, él se había enterado de que ____ alquilaba sus locales preferentemente a mujeres. Suponía que, si investigaba el asunto, comprobaría que se trataba sobre todo de viudas y solteronas. Le parecía una labor social encomiable y la admiró aún más por ello. Sin embargo, la posibilidad de que sus problemas fueran causados por un inquilino insatisfecho le parecía cada vez más remota. Lo más probable era que éstos estuvieran agradecidos, no resentidos. Tendría que incluir en la red de investigados a los candidatos que habían sido rechazados.

Cada día que pasaba sin encontrar una buena pista, se ponía más nervioso. No era por el trabajo, sino por la sensación de peligro y amenaza que se apoderaba de él cada vez que perdía a ____ de vista. Al cabo de unos minutos, vio la alegre marquesina y su carruaje esperando en la entrada. Esta vez fue Reynolds quien se quedó en el coche mientras ____ entraba en la tienda. Una de las lecciones más valiosas que Lynd le había dado había sido la de que se rodease de gente de confianza y les pagase bien para que estuvieran contentos. «Mejor contar con dos personas a las que les confiarías la vida que con una docena por las que no pondrías la mano en el fuego», le había dicho.

Al parecer, ____ era de la misma opinión. Terrance Reynolds estaba muy bien pagado, hecho que quedaba demostrado por la calidad de su atuendo y de sus complementos, desde el reloj de bolsillo de oro a su maletín de cuero. A cambio, él parecía sentir un auténtico afecto por ____ y un sincero interés por servir sus intereses. Al entrar en la tienda, la campanilla anunció su llegada. El local tenía las dimensiones perfectas para un establecimiento enfocado al sentido del olfato. El ambiente era fragante sin resultar agobiante. Sobre varias mesitas distribuidas por toda la tienda había muestras de productos, formando grupos muy alegres y coloridos.

Se quitó el sombrero.

—Buenas tardes, señor.

La voz le llegó del lado izquierdo, donde la tendera estaba colocando unos artículos en el mostrador, frente a ____. Era una mujer joven y bonita, rubia y de ojos azules. Tenía la figura de una cortesana, pero la cara de un ángel. Él la saludó con una leve inclinación de cabeza y volvió su atención hacia ____. El color de su pelo llamaba más la atención que el cabello rubio de la propietaria del negocio, pero no tenía las exuberantes curvas de ésta ni sus rasgos clásicos. A pesar de todo, a él le resultaba mucho más agradable a la vista. Desde el primer instante se había sentido físicamente atraído por ella. Entre los dos existía un
magnetismo innegable que Joseph no había sentido con nadie más. Acostarse con ella no calmaría el deseo que le despertaba, sería más bien una celebración del mismo. Era la primera vez que alguien le provocaba esas sensaciones. Con ella no se trataba de lograr un objetivo, sino de disfrutar del proceso.

—Señorita Martin, qué casualidad encontrarla aquí. Hace un día precioso, ¿no le parece?

—Estoy totalmente de acuerdo, señor Jonas —respondió ella, con los ojos brillantes.

La manera que tenía de mirarlo, sin disimular el placer que le producía su presencia, lo conmovía y excitaba a partes iguales. Le encantaba que no sintiera la necesidad de fingir en su presencia. No podía quitarle los ojos de encima.
____ se ruborizó y se mordió el labio inferior, lo que hizo que a Joseph le aumentara la temperatura. Podía excitarse sólo con mirarla. ¿Sería consciente ____ del efecto que tenía sobre él?

—¿Puedo ayudarlo a encontrar algo en concreto? —le preguntó la rubia, tras excusarse con ____. Se limpió las manos en el delantal que llevaba atado a la cintura y señaló a su alrededor—. ¿Busca algo floral o afrutado? ¿Con aroma a especias o a almizcle? Si me dice la edad y el sexo de la persona para la que quiere adquirir algo, puedo indicarle el producto más adecuado. O crear uno especial.

—¿Qué me sugiere para una joven apasionada, inteligente y con muy buen gusto? Nada común ni predecible.

—¿Es su esposa o su amante?

Joseph guardó silencio. Primero porque la pregunta le pareció indiscreta y, luego, buscando una posible respuesta.

—Es importante saberlo —explicó la vendedora mirando a ____—. Si dispongo de toda la información, podré ofrecerle un producto que asegure el éxito de su compra. Y si queda satisfecho, me recomendará a sus conocidos, y eso ahora mismo me hace mucha falta.

—¿Cómo negarme entonces, señorita...?

—Señora Pennington.

Joseph se fijó en que no parecía mayor que ____.

—¿Qué le parece si echo un vistazo mientras usted atiende a la señorita Martin?

—La señorita Martin está seleccionando sus aceites esenciales favoritos, que es lo mismo que me gustaría que usted hiciera.

—Empezaré por lo mismo que ella, pues.

La señora Pennington le hizo un gesto para que la siguiera. Mientras dejaba espacio libre en otro mostrador, iba mirando a ____ furtivamente. ¿Tendría miedo de que le robara las muestras? Joseph permaneció en silencio. No quería distraerla para poder acabar cuanto antes. Cuando la joven le dio instrucciones para elegir el aroma adecuado, él le aseguró que podría elegir sin ayuda.

La señora Pennington regresó entonces junto a ____. Joseph se fijó en si la vendedora lo miraba a él de reojo, como había hecho con ella, pero no fue así. La que lo miró varias veces fue la propia ____. Nunca se habría imaginado que sería tan excitante que lo observaran. Suponía que era porque, hasta ese momento, nunca lo había observado la persona adecuada.
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 5th 2014, 18:11

owww
q tierno
que habra pensado ___ con la pregunta de la señora pennington
jejeje
me encanta tu nove
siguela
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 6th 2014, 15:44

Orgullo y Placer

Maraton

Capitulo 15 Parte 1


Cuando ____ llegó a casa, se quitó los guantes y revisó el correo que el mayordomo había dejado en una bandeja de plata sobre la consola. Dejó las que le parecieron cartas personales para su tío y se llevó el resto para leerlas en la habitación. Quería comer algo y tomar una taza de té, pero pediría que se lo subieran. A mitad de camino, oyó que Melville la llamaba desde abajo. Volviéndose, le sonrió.

—¿Sí, milord?

—¿Podría hablar un momento contigo? —le preguntó, tratando de enderezarse el chaleco sin éxito, porque lo tenía mal abrochado.

—Por supuesto. —Mientras bajaba la escalera, ____ miró al mayordomo y pidió—: ¿Podría decirle a la señora Potts que lleve el té al laboratorio del señor conde?

El sirviente desapareció rápidamente para cumplir sus instrucciones. ____ siguió a su tío, desviándose un momento para recoger su correspondencia. Pasaron frente al despacho de ella y, al llegar al final del pasillo, giraron a la derecha. Allí estaba la estancia donde el conde pasaba la mayor parte de su tiempo.
____ chasqueó la lengua al darse cuenta de que las cortinas estaban aún corridas a pesar de la hora que era. La habitación estaba iluminada por numerosas velas que producían luz, pero también humo.

— Hace un día precioso —lo reprendió ella, dejando la correspondencia sobre una de las mesas alargadas, antes de dirigirse hacia las ventanas. Tras descorrer las cortinas, abrió todas las ventanas una por una.

—Demasiada luz —protestó su tío, parpadeando como un búho.

—Necesitas luz. Los humanos no prosperamos en ambientes oscuros, no somos champiñones.

—¡Champiñones! —exclamó lord Melville, chasqueando los dedos—. ¡Brillante, ____!

Entonces se sentó a su mesa y empezó a escribir. Ella cogió uno de los taburetes de madera que había bajo una mesa cubierta de tubos y botellas de distintos tamaños. Mientras esperaba pacientemente a que su tío acabara de escribir, fue apagando las velas, innecesarias ahora que la luz del día iluminaba la habitación, grande y desordenada. La multitud de líquidos de colores almacenados en matraces y botellas desprendían rayos de luz que se reflejaban en el suelo. No era difícil comprender que el hombre se sintiera fascinado por sus experimentos. Cuando la señora Potts entró con el servicio de té en una bandeja, Melville pareció darse cuenta
de que su sobrina estaba allí.

—¡Oh, ____! —exclamó, rascándose la cabeza—, disculpa la espera.

Ella se echó a reír.

—No pasa nada.

Disfrutaba compartiendo esos momentos de intimidad con él. Aparte de que era el único miembro de su familia que le quedaba, le gustaba que no sintiera la necesidad de llenar cada segundo con charlas intrascendentes. Cuando estaba con su tío no tenía que medir las palabras, ni considerar y reconsiderar cada frase antes de decirla. Con casi todo el mundo, ____ debía utilizar un lenguaje
sencillo si quería que la entendieran. Pero con esa simplificación se perdía parte de lo que había querido expresar.

Se levantó para servir el té.

—Montague ha venido de visita esta mañana —le dijo su tío.

—¡Oh! —Ella alzó las cejas—. ¿Y por qué me inquieta oír eso?

—Porque sabes para qué ha venido. Me ha pedido permiso para proponerte matrimonio.

____ contuvo el aliento.

—¿Te ha dado alguna razón que le haya hecho pensar que voy a aceptar su propuesta?

—No, todo lo contrario. Ha dejado muy claro que, aunque le parece que disfrutas de su compañía, no cree que desees casarte con él.

Ella sonrió.

—Y a pesar de todo, te ha pedido permiso para intentarlo.

—Estaba preocupado por algunos rumores que le llegaron ayer sobre el accidente en Somerset House. Al parecer, hay quien piensa que no fue un accidente. —Melville cogió la taza de té que le ofrecía su sobrina—. ¿Por qué no me contaste lo que había pasado?

—No me pareció necesario alarmarte. Fue un desgraciado accidente, pero nadie resultó herido.

Su tío la miró fijamente.

—¿Contratas a un detective para protegerte y ahora le quitas importancia a este nuevo ataque?

—Pues sí. Lo de ayer fue tan peligroso que no creo que esté relacionado con los demás episodios —argumentó ella—. Podría haber muerto. ¿De qué le serviría a nadie muerta? Y el escenario era un lugar muy concurrido. El responsable se exponía a ser descubierto. No. Francamente, no creo que sea obra del mismo autor.

—En cualquier caso, le he dado mi permiso a Montague.

____ reconoció el tono de su tío. Había tomado una decisión.

—Eso me temía.

—Me hago mayor. Me gustaría saber que hay alguien en tu vida que se preocupa de tu bienestar, que se ocupa de ti de manera sincera, no a cambio de dinero.

—Puedo cuidar de mí misma. —Con las pinzas de plata preparó un plato para él, colocando virutas de jamón junto a un bollo.

—Contratando a alguien.

—Casarme con Montague no sería tan distinto.

—Pero sería una compañía más estable. Y, además de hijos, también te proporcionaría un título y las responsabilidades que lo acompañan. Tu vida estaría llena y no estarías sola.

—Me gusta estar sola.

—No puedo soportar la idea —replicó Melville, dejando la taza en la mesa—. No he olvidado nuestro acuerdo. Sé que ésta es tu sexta y última temporada social. Crees que serás más feliz viviendo retirada, en el campo, pero yo no estoy de acuerdo.

—No tenía previsto vivir apartada del mundo.

—Le he dicho a Montague que cuenta con mi permiso para tratar de hacerte cambiar de opinión y le he deseado buena suerte. No he hecho nada irreparable, espero.

—¿Te haría feliz que me casara con alguien o sólo con Montague? —preguntó ella, echándose un poco de leche en el té—. Parece que te gusta mucho.

—Conocí a su padre. Lo vi en un par de ocasiones —respondió su tío, encogiéndose de hombros —. Me pareció un tipo agradable. Y Montague está muy decidido a obtener tu mano. Eso me gusta. Pero si tú eligieras a otro hombre, apoyaría tu elección.

—Gracias, milord. Lo tendré en cuenta.

—Me estás dando la razón como a los tontos para cambiar de tema.

____ ocultó su sonrisa tras la taza de té.

—No, claro que no. De hecho, esta conversación me ha resultado muy útil. Ahora veo a lord Montague con otros ojos. Tienes razón. Su determinación es llamativa. Igual que la tuya. Supongo que ésa era su intención. Quería hacerme ver que iba en serio y quería asegurarse de que contaría con tu apoyo. Me dijo que ahora me entendía mejor, y creo que tenía razón. Se ha dado cuenta de que no va a conquistarme con flores. Necesita una estrategia menos ortodoxa, más astuta. Le reconozco el mérito.

Aunque no lo suficiente como para casarse con él, pero no vio necesario decirle eso su tío. Estaba disfrutando demasiado de ese rato con el conde como para estropearlo llevándole la contraria. Le señaló el platito con la mano para recordarle que comiera.

—Buena chica —dijo él—. ¿Qué tal van las investigaciones del señor Jonas? ¿Él tampoco le da importancia a que caigan enormes estatuas a tu paso?

Sólo con oír pronunciar su nombre se le aceleró el corazón.

—Ojalá. Al contrario, se preocupó mucho. Suficiente por los dos. Si alguien provocó el accidente intencionadamente, el señor Jonas lo descubrirá. También le gustaría reunirse contigo.

—Sí, sí, dile que venga cuando quiera. Si espera a que yo encuentre un buen momento, no nos veremos nunca. Por mí que no quede, pero no creo que le sirva de gran ayuda. Yo nunca estaba contigo cuando te han atacado.

—Es que ha ampliado la investigación —le explicó ella—. Quiere descartar que los ataques no se deban a viejos resentimientos dirigidos a ti, a mamá o al señor Chilcott.

—Ah, bueno... Sí, me parece razonable.

Siguieron tomando el té en un cómodo silencio durante el cual ____ pensó en las palabras de su tío sobre lo de tener compañía permanente. Hasta ese momento nunca la había echado de menos. Estaba acostumbrada a comer con él en silencio y le parecía lo normal. No se había planteado que ese silencio podría resultar ensordecedor si estuviera sola. Había una gran diferencia entre estar sentada tranquilamente sin decir nada al lado de alguien y estar sentada sola. Era reconfortante saber que tenía con quien hablar si sentía necesidad de hacerlo. No era lo mismo que guardar silencio porque no había nadie cerca.

—¿Qué te preocupa, querida?

—Nada, milord.

—Soy consciente de que la negación es una reacción muy femenina, pero no es propia de ti. Tú eres demasiado directa para evasivas.

_____ negó con la cabeza.

—He aprendido que a veces es mejor guardar silencio si con tus palabras vas a suscitar una discusión infructuosa.

—Ah... tu madre. Alguna vez tendrás que hablar de ella.

—No veo por qué.

—Tal vez si lo hicieras —murmuró su tío entre mordiscos— podrías dejar de tenerla en cuenta antes de tomar cada decisión.

—Yo no... —____ empezó a protestar, pero se detuvo al ver la mirada de su tío. Tenía razón, como siempre.

Finalmente, Melville volvió a sus notas y ella se levantó para dirigirse a su habitación. Al ver el correo, lo cogió y dejó las cartas personales de su tío en la cesta donde éstas se amontonaban. La cesta estaba a rebosar. ____ negó con la cabeza. Hacía tiempo que había aprendido a separar el correo personal del conde del resto (para pagar las facturas a tiempo, por ejemplo), pero estaba claro que el hombre estaba descuidando sus relaciones personales más de lo habitual.

—¿Qué podría hacer para que vaciaras la cesta? —preguntó, añadiendo las nuevas cartas al montón.

—¿Qué? —Su tío dirigió la vista hacia ella y luego hacia la cesta—. Santo Dios.

—Exactamente. —____ cogió las cinco primeras y se las acercó—. ¿Quieres empezar por éstas?

Él suspiró.

—Si insistes.

—Gracias. —Le dio un beso en la mejilla para agradecerle el esfuerzo.

—¡Ja! —exclamó Melville—, ésta es tu venganza por lo de Montague.

____ se marchó de la habitación riendo.
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 6th 2014, 15:55

Orgullo y Placer

Maraton

Capitulo 15 Parte 2


Joseph se echó hacia atrás en la silla, tamborileando con los dedos sobre el escritorio.

—¿Cuánto tiempo ha pasado allí?

—Una hora, más o menos —respondió Aaron, sosteniéndose el sombrero contra el pecho con las dos manos. Se había quedado en la puerta del despacho de Joseph balanceándose sobre los talones—. Tal vez un poco más.

—Ya sabes para qué ha ido —comentó Westfield desde su lugar habitual en el sofá.

—No, no lo sé. Ella lo rechazó —replicó Joseph, malhumorado.

—Razón de más para ganarse el apoyo de Melville. No seas obtuso, Jonas. Las mujeres son muy sensibles a la presión familiar a la hora de casarse. Siempre ha sido así.

Él se golpeó la palma de una mano con el otro puño.

—¿Crees que Montague es el responsable de los problemas de la señorita Martin? —preguntó el conde.— La verdad es que no lo sé.

—Y qué vas a hacer ahora?

—Hablaré con ella.

¿Cómo habría reaccionado a la noticia? ¿Hasta dónde estaría dispuesta a llegar para hacer feliz a su tío? Imaginarse a ____ con Montague tenía sobre él un efecto devastador. No poder verla inmediatamente era un tormento. Las normas y reglas que marcaban cuándo debía verla y cuándo no le resultaban absurdas y muy molestas. Enderezándose en el asiento, destapó el bote de tinta y mojó una pluma en él. Tras escribir una rápida nota, la secó con arena antes de doblarla. Después de sellarla, se la entregó a Aaron.

—Lleva esto a la residencia de los Melville.

Aaron se acercó para recoger la nota.

—Puede que la señorita Martin te necesite tras leer la nota —añadió Joseph—. Quédate hasta que la haya leído y, si te necesita, ponte a su servicio. Cuando hayas acabado con eso, quiero que investigues a una tal señora Pennington, que acaba de abrir una tienda en Peony Way. La tienda tiene una marquesina a rayas blancas y rosa. La dueña es una rubia preciosa. Hay algo en ella que no me cuadra. Descubre de qué se trata.

—Así lo haré, Jonas.

Cuando el hombre se hubo marchado, Westfield se levantó para servirse un brandy.

—Qué lástima que Montague haya movido ficha con tanta rapidez. Si hubiera sido cualquier otro de sus pretendientes, podrías haber matado dos pájaros de un tiro animándola a casarse. De ese modo, Montague se quedaría sin la fortuna de la señorita Martin y tú podrías lavarte las manos, dejando su seguridad en manos del futuro marido. Siempre y cuando pudieras demostrar que el candidato no era el culpable, claro.

—Claro.

Las palabras de su amigo no lo ayudaron a mejorar su humor. Al contrario. Se ensombreció más al darse cuenta de que desbaratar los planes de Montague y cumplir su misión con éxito habían pasado a un segundo plano en sus prioridades. Todo quedaba eclipsado por el deseo de poseer a ____.

—Su visita a Melville House explica la nota que Montague me ha enviado hoy —siguió diciendo Westfield—. Me aseguraba que pronto podría recuperar la finca de su madre.

—Es igual que su padre. Arrogante hasta la estupidez.

A menos que la tranquilidad de Montague se debiera a otra cosa. Tenía que averiguarlo inmediatamente.

—¿Qué esperas conseguir hablando con la señorita Martin? —preguntó Westfield, volviéndose hacia él—. ¿Espera que hagas el papel de casamentero además del de pretendiente?

Joseph resopló.

—Estás muy susceptible últimamente, Jonas —se quejó el conde—. Tal vez deberías descansar una noche. Relájate un rato en el club de Remington.

—Montague podría conseguir a cualquier heredera que se propusiera. ¿Por qué está tan decidido a conseguir a ésta? Una joven ya no tan joven, con un carácter difícil, que le ha dicho varias veces que no quiere casarse con él... No lo entiendo.

—Tal vez sea ése precisamente su atractivo. —Westfield se dejó caer en una de las sillas que había frente al escritorio. Parecía estar cómodo y aburrido al mismo tiempo. Eran dos estados que a Joseph le resultaban muy poco familiares—. Una mujer puede ser una molestia si está demasiado pendiente de un hombre. Si la señorita Martin sabe entretenerse sola, Montague podrá disfrutar de las ventajas de estar casado con una heredera madura y atractiva, sin ninguno de los inconvenientes. Sé que te cuesta entenderlo, Jonas, pero los hombres a veces se mueven por razones sencillas. No siempre hay un plan malvado detrás.

—Pero siempre hay un plan malvado detrás de todas las acciones de Montague.

—¿Tan seguro estás de que el hijo es igual que el padre? ¿O eso te da igual?

—Estoy seguro —respondió Joseph, levantándose.

—Míralo por el lado bueno. Tal vez su movimiento precipite los acontecimientos. El culpable se verá forzado asimismo a mover ficha.

—No me tranquiliza nada pensar que un loco pueda estar tan desesperado como para actuar precipitadamente.

Westfield observó a su amigo mientras bebía un sorbo de brandy.

—Pareces un animal enjaulado. Nunca te había visto tan inquieto. ¿Tan importante es para ti acabar con él?

Joseph tardó un poco en responder. No quería compartir sus pensamientos con Westfield. Eran demasiado personales y vehementes.

—¿Alguna vez has deseado algo con tanta fuerza que no pudieras imaginar la vida sin conseguirlo?

—¿Algo como qué?

—Cualquier cosa.

—Una vez un caballo. —Westfield sostenía la copa entre ambas manos, calentando el licor—. Fue en la subasta de Tattersall’s. Ofrecí menos de lo que valía y me quedé sin él. Durante semanas le estuve dando vueltas. Si me volviera a encontrar en la misma situación, no sería tan prudente.

—¿Habías montado en él?

—No, pero lo había visto galopar y lo examiné en los establos. Era un animal precioso. En cuanto lo vi supe que sería perfecto para mí.

—¿Aún lamentas la pérdida?

El conde se encogió de hombros.

—A veces, pero no muy a menudo. Ya hace tiempo de eso. Suelo decirme que seguro que el animal tenía algún problema y que me libré de cargar con él. Que si el destino hubiera querido que estuviéramos juntos, lo habría conseguido.

—No creo en la predestinación. Creo que cada cual forja su destino.

Joseph se frotó la mandíbula y cayó en la cuenta de que debería afeitarse. A esa hora de la tarde la barba le había crecido lo suficiente como para irritar la piel de ____ al besarla. Si es que ella iba allí...

—Es cierto que nuestras circunstancias son muy distintas —reflexionó Westfield—. Lo que tú sientes, más que deseo, es... sed, ¿no?

—Sed, sí. —Era evidente que su amigo estaba confundiendo su hambre de ____ con la sed de venganza. Pensó que lo mejor sería no sacarlo de su error—. Es una buena definición.

Tras acabarse el brandy, Westfield se levantó de la silla.

—Seguiré ayudándote en tu búsqueda de venganza, Jonas. No estás solo en esta lucha, te guste o no.

El conde lo conocía lo suficiente como para saber que no soportaba depender de nadie.

—Ya has hecho más de lo que nunca podré pagarte. Conseguir la escritura de propiedad de Montague era mi sueño desde hacía muchos años.

—No soy más que la máscara tras la que te escondes —replicó Westfield con una sonrisa triste —. Tú eres el que ha intervenido en cada inversión que podría haberlo salvado. Y el que les dio fondos a aquellos jugadores expertos para que le ganaran a las cartas. Tú eres el que ha trabajado incansablemente durante años y ha gastado sus ganancias en arruinarlo. Recuérdame que no te haga enfadar, Jonas. No eres muy agradable con tus enemigos.

—No podrías —respondió Joseph—. Tienes demasiado sentido del honor como para hacer nada que se ganara mi antipatía. Te guste o no —añadió, sonriéndole.

—Santo Dios, no repitas eso donde alguien pueda oírte, por favor —dijo su amigo y miró la hora—. ¿Quieres que vuelva a las diez para empezar el seguimiento de la señorita Martin?

Joseph vio que eran poco más de las cinco.

—Mejor a las once, ¿te parece bien?

—Pues sí, no me oirás quejarme —respondió Westfield mientras se marchaba—. He pasado más tiempo contigo que con nadie durante los últimos días. Sin ánimo de ofender, no eres ni la mitad de encantador que las mujeres.

—Eso espero —murmuró Joseph, acompañándolo hasta el vestíbulo y dirigiéndose a la escalera tras despedirse de él.

—Te recomendaría que siguieras mi ejemplo. Sería un alivio encontrarte menos gruñón esta noche —le espetó su amigo.

Joseph se detuvo con un pie en el primer escalón, sintiendo el temblor que lo asaltaba cada vez que tenía que verse con ____.

—No hace falta que seas muy puntual esta noche —contestó por encima del hombro, antes de acabar de subir los escalones de dos en dos.

—Tiene mérito que me diga eso un obseso de la puntualidad —replicó el conde—. Creo que te has contagiado de la locura de los Melville.

Joseph pensó que ésa también era una buena definición.
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 6th 2014, 16:12

Orgullo y Placer

Maraton

Capitulo 15 Parte 3


____ se preguntó cómo sería la casa, mientras descendía del carruaje que la había dejado en la callejuela que daba a la parte trasera de la vivienda de Joseph. El hombre que le había llevado su nota le indicó que se diera prisa y la guió por un camino de
losas que cruzaba un jardín en buen estado pero sin adornos. Estaba fijándose en la austeridad del césped cuando Joseph apareció ante la casa, provocándole un escalofrío de placer.

Llenaba el vano de la puerta con sus anchos hombros. Tenía las piernas separadas, y la luz que tenía detrás resaltaba sus poderosos muslos. La hechura de los pantalones era tan ajustada que dejaba poco a la imaginación. Por primera vez, la visión del cuerpo de un hombre le encendía la sangre. Desde su primer encuentro había sentido una fuerte respuesta física a su cercanía. Y cada mirada que él le dirigía no hacía más que aumentar la intensidad de esa atracción.

—____. —Había algo muy íntimo en cómo pronunciaba su nombre.

Al llegar a los escalones que subían a la casa, él alargó la mano para ayudarla. No llevaba guantes. Era una mano tan fuerte y capaz... En ese instante, ____ decidió que le encantaban sus manos. Se quitó el guante antes de cogérsela, deseando sentir la calidez de su piel. Una agradable sensación le ascendió por el brazo. Joseph le apretó los dedos, como si él también la hubiera sentido. Mirándolo sin bajarse la capucha de la capa, advirtió que su hermoso rostro estaba muy serio.

—¿Pasa algo malo? —le preguntó. Estaba preocupada desde que había recibido su nota.

—Entra.

Mirando por encima del hombro, ____ vio que el joven que la había acompañado se había ido. Durante el trayecto, había habido otros hombres protegiéndola, pero no habían entrado en el jardín. En la nota, Joseph le decía que le pidiera a su enviado que la acompañara, si ella así lo deseaba. Cuando ____ aceptó, el hombre lo activó todo con rapidez. La habían sacado de la casa por una puerta lateral y la habían metido en un coche de alquiler que los estaba esperando. Habían tomado una ruta tortuosa, pasando varias veces por el mismo sitio para asegurarse de que nadie los seguía.

Joseph la guió hasta un despacho. Los sentidos de ____ quedaron embargados por mil sensaciones en cuanto entraron en la habitación. La mezcla de tonos azules con el color caoba de la madera la sorprendió, aunque no habría sabido decir qué decoración esperaba. Los sillones orejeros y los mullidos sofás revelaban un gusto por la comodidad, aparte de por la funcionalidad.
Al momento supo que él pasaba mucho tiempo en esa estancia y eso le despertó el deseo de explorar todos sus rincones.

Joseph se le acercó por la espalda y le puso las manos en los hombros. Ella se tensó, no de miedo sino de expectación. Lo oyó respirar hondo, como si estuviera aspirando su aroma. Era un acto muy propio de él. Era un hombre en armonía con su naturaleza. Se fiaba de sus sentidos y de su instinto, como buen depredador que era. ____ se sentía muy atraída por esa parte de su personalidad y halagada de despertar a su fiera interior.

—¿Puedo? —preguntó él, señalando la capa.

____ asintió. Joseph le retiró la capucha, dejando al descubierto su cara y se detuvo, sin poder disimular la tensión. De repente, el sencillo acto de quitarse una capa se convirtió para _____ en mucho más, al comprender que él no la había invitado para hablar de ningún asunto urgente. Aquella capa era la primera de las muchas que Joseph quería quitarle esa noche. Ahogando una exclamación, se estremeció. Él le apoyó la cabeza en la coronilla mientras le sujetaba la parte alta de los brazos con delicadeza pero con firmeza al mismo tiempo.

—¿Te quedas? —le preguntó con voz ronca.

Ella dudó, pero sólo un instante.

—Sí.

____ sintió que Joseph se relajaba, algo que ella no consiguió. ¿Cómo hacerlo cuando acababa de aceptar entregarse a un hombre al que apenas conocía? Por primera vez en su vida, había ignorado la razón y había actuado siguiendo sus sentimientos.
«Justo lo que habría hecho mi madre...» Apartó esa idea de su cabeza. Había tomado una decisión y no iba a echarse atrás.

—¿Qué habrías hecho si te hubiera dicho que no?

—Intentar hacerte cambiar de opinión —respondió él, soltándole el cierre de la capa. Cuando ésta se deslizó sobre sus hombros, Joseph la sujetó con un elegante ademán. Volviéndose hacia él, ____ vio que la dejaba sobre el respaldo de uno de los sofás, tapizados de color azul pálido.

—He aceptado algo que desconozco —aclaró ella—. Tal vez cambie de opinión.

Joseph se acercó y le sujetó la cara entre las manos.

—En ese caso, no insistiré. Pero confieso que mi intención es oírte rogar que no me detenga.

Su respuesta física a sus palabras fue tan violenta que la pilló por sorpresa. Él aprovechó la ocasión, uniendo sus labios en un beso apasionado y hundiendo la lengua en su boca profundamente. ____ se agarró de sus muñecas para mantener el equilibrio, mientras el resto de su cuerpo permanecía inmóvil, como paralizado por el asalto. Cuando un gemido escapó de sus labios, Joseph lo ahogó con un gruñido. La soltó tan bruscamente como la había agarrado, dando un paso atrás y dejándola tambaleándose
en medio de la habitación. El pecho de él subía y bajaba rápidamente, al ritmo de su respiración alterada. La miraba intensamente, con los párpados entornados.

—Éste es mi estudio —le explicó—. Cuando estoy en casa, lo más habitual es que esté aquí.

Sorprendida por la súbita distancia y el cambio en la conversación, ____ tardó unos momentos en procesar lo que le había dicho.

—Es... muy acogedor —logró decir.

—Vamos. —Joseph le ofreció la mano.

La llevó de vuelta al vestíbulo. Allí había un alto reloj de pie, una consola con una bandeja para la correspondencia y una repisa para el bastón. Era un espacio funcional, sin adornos.

—El salón está aquí —explicó él, pasando sobre una alfombra redonda Aubusson que cubría el suelo de mármol.

Desde la puerta vio el fuego encendido en la chimenea y naipes esparcidos sobre dos mesitas. Daba la sensación de que hubiera habido gente reunida allí hasta hacía poco y que tuvieran previsto volver después. La estancia estaba decorada en varios tonos de amarillo y crema. Había bastantes muebles, grandes y de aspecto sólido. Sin embargo, el espacio tenía un aire aséptico y ordenado.

—Mis empleados se reúnen aquí cuando no están ocupados. Esta parte de la casa suele ser muy ruidosa, llena de risas y conversaciones subidas de tono. Ésta es la primera vez que la veo vacía en años.

—Oh... —____ entendió que había echado a los sirvientes por ella—. ¿Cuándo volverán?

—Tardarán horas.

Las palmas de las manos se le humedecieron, una reacción que Joseph tuvo que notar, ya que le tenía una sujeta.

—¿Tan seguro estabas de mi capitulación?

—En absoluto, pero no podía actuar como si ya hubiera fracasado. —Tirando de ella, salió de la habitación—. En esta planta también hay un comedor y una sala de baile, pero como no los uso, no están amueblados.

Regresaron a la escalera y empezaron a subirla. A cada escalón que ascendían aumentaba la excitación de ____. La respiración se le aceleró y sintió mucho calor en la cara. Aquella ascensión tenía un objetivo inconfundible, como si su destino hubiera sido fijado y no hubiera vuelta atrás. Pero en vez de sentirse atrapada se sentía liberada. Se había pasado la tarde pensando en su tío, en Regina, en Montague, sopesando sus palabras y sus consejos. Había sentido la presión de su entorno para que cediera, se amoldara a lo establecido y se olvidara de su independencia.

—La segunda planta tiene tres habitaciones y el cuarto de los niños, que ahora mismo se usa como habitación de invitados —explicó Joseph—. A veces, mis hombres se quedan a dormir aquí, por varias razones. Pero en estos momentos no están ocupadas. Si quieres verlas, te las puedo mostrar.

Si lo que pretendía era darle tiempo para cambiar de opinión, no estaba funcionando. Cada vez estaba más inquieta. Impaciente. Agitada.

—¿Por qué?

Joseph la miró.

—¿Hay alguna cosa en mi casa que te resulte chocante?

—Es preciosa —respondió ella—. Está muy bien decorada. Pero al mismo tiempo transmite una sensación de asepsia. No hay adornos en las paredes ni encima de las mesas. No hay retratos de seres queridos ni paisajes bonitos. Esperaba descubrir cosas sobre ti con esta visita, pero hay pocas cosas aquí que me hablen del hombre que eres.

—Uno tiene que desear algo para comprarlo. Y nunca he deseado nada. Nunca, ante el escaparate de una tienda o en casa de alguien, he sentido la necesidad de poseer algo que viera. —Se detuvo—. Creo que puedes entenderme perfectamente. Siempre te vistes de manera práctica, no por vanidad. No volviste a amueblar el despacho de Melville cuando pasó a ser tuyo, sino que usaste los muebles que ya había.

—Mucha gente obtiene consuelo y placer del arte y los objetos sentimentales. Yo también poseo algunos que me gustan, aunque no sirvan para nada.

—¿Eso soy yo para ti? —preguntó Joseph, con una emoción indeterminada ensombreciéndole la mirada—. ¿Un placer poco práctico?

—Sí.

Él siguió subiendo escalones. Al llegar al primer piso, _____ miró el pasillo y tampoco allí vio ningún cuadro ni un adorno. Aparte de las lámparas, no había nada que rompiera la monotonía del damasco color verde de las paredes. El paso de Joseph se volvió cada vez más lento.

—Nunca he deseado bienes materiales. Sólo cosas intangibles. Salud y felicidad para mi madre, justicia para los crímenes, satisfacción por un trabajo bien hecho... ese tipo de cosas. Nunca he entendido por qué los demás se obsesionan tanto por los objetos. De hecho, hasta ahora nunca había comprendido la obsesión de ningún tipo. Ni el deseo abrumador que lo nubla todo.

Hablaba sin inflexión. Su tono de voz no delataba sus sentimientos, pero ____ notó la fuerza tras sus palabras.

—¿Por qué me estás contando esto? —preguntó en voz baja, apretándole la mano entre las suyas.

—Soy el único ocupante de esta planta. Aparte de mi habitación, las demás están vacías.

Ella se estaba cansando de que no respondiera a sus preguntas. No entendía su estado de ánimo. Con sus propias emociones hechas un lío, lo último que necesitaba era tener que descifrar las de él.

Llegaron hasta unas puertas dobles, abiertas. Con un gesto, Joseph la invitó a pasar delante. Respirando hondo, ____ cruzó el umbral. Igual que en su habitación en la casa de su tío, el color predominante era el borgoña, combinado con crema para aligerar el resultado. Pero a diferencia de su habitación, aquélla era eminentemente masculina. No había borlas ni estampados en la ropa de cama y la madera de las patas y los brazos de sillas y mesas no estaba tallada. El aire olía a él. ____ inspiró su aroma, notando que le calmaba los nervios. Al mirar hacia la izquierda por otra puerta abierta, el estómago se le encogió al ver el dormitorio.


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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitimeMarzo 6th 2014, 19:17

oh x dios
como la dejas ahi!!!
me voy a morir
siguela
esta buenisima
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada - Página 2 Icon_minitime

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