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| La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica | |
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| Autor | Mensaje |
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NicholasJonasMiller Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 372 Edad : 29 Fecha de inscripción : 26/07/2010
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Septiembre 5th 2011, 18:32 | |
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| | | NicholasJonasMiller Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 372 Edad : 29 Fecha de inscripción : 26/07/2010
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Septiembre 5th 2011, 18:32 | |
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| | | NicholasJonasMiller Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 372 Edad : 29 Fecha de inscripción : 26/07/2010
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Septiembre 5th 2011, 18:32 | |
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| | | NicholasJonasMiller Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 372 Edad : 29 Fecha de inscripción : 26/07/2010
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Septiembre 5th 2011, 18:33 | |
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| | | NicholasJonasMiller Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 372 Edad : 29 Fecha de inscripción : 26/07/2010
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Septiembre 5th 2011, 18:33 | |
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| | | NicholasJonasMiller Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 372 Edad : 29 Fecha de inscripción : 26/07/2010
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Septiembre 5th 2011, 18:34 | |
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| | | noelis Forista!
Cantidad de envíos : 86 Fecha de inscripción : 12/05/2011
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Septiembre 8th 2011, 21:21 | |
| siguela please!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! | |
| | | Floopii.xoxo Casada Con
Cantidad de envíos : 1984 Edad : 29 Localización : In Wonderland with the Mad Hatter Fecha de inscripción : 16/06/2010
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Noviembre 24th 2011, 02:36 | |
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| | | sweetbaby_majo Gran forista y Jonatica
Cantidad de envíos : 6488 Edad : 31 Localización : Ecuador Fecha de inscripción : 14/02/2011
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Noviembre 24th 2011, 13:20 | |
| Capitulo 42 Annabel se dio la vuelta, sumisa. La tela de su elaborado vestido de novia cayó a su alrededor en forma de pliegues con agujas por todas partes, mientras la costurera se arrodillaba en el suelo y daba vueltas al dobladillo. Margaret observaba con mirada crítica y de vez en cuando hacía algún comentario. Annabel se preguntó si era evidente lo abstraída e indiferente que se mostraba ante algo que debería ser muy importante para ella. Confiaba en que no, pero temía llevar la verdad escrita en la cara. Aquel temor se vio confirmado cuando una hora después abandonaron el establecimiento de la modista y se dirigieron a casa. Margaret Drake aún era una mujer encantadora, con una suave cabellera castaña que empezaba a encanecer de un modo elegante, y unas pequeñas arruguitas en la piel, que no desmerecían su agraciada estructura ósea, ni sus ojos bonitos y vivaces. Se acomodó en el asiento del carruaje frente a Annabel y fue directa al grano. —¿Pasa algo malo? «¿Pasa algo bueno?» Annabel intentó mostrar una expresión neutra. —No sé a qué te refieres exactamente. —Queridísima niña, pareces cansada, apática casi y apenas comes. Ahora mismo, mientras te probabas tu vestido de novia, nada menos, apenas has opinado, ni siquiera cuando te preguntaban directamente. Era todo cierto, y puesto que Margaret era como una madre para ella, a Annabel le resultó difícil no confesar lo que le preocupaba de verdad. Pero no podía. Si lo decía en voz alta tendría que planteárselo realmente y eso era imposible. —Nunca imaginé que planear una boda fuera tan... absorbente —explicó con una sincera punzada de culpa. No era del todo falso (de hecho, los detalles de la boda resultaban abrumadores), pero esa tampoco era la verdad acerca de su ensimismamiento. Margaret ladeó un poco la cabeza y la examinó con los ojos algo entornados. —Lord Hyatt dijo que aceptaría el tipo de celebración que tú desearas. No hace falta que sea una gran boda si prefieres algo más tranquilo. Eso también era parte del problema. Alfred era un hombre muy dócil y bueno. No como otro que ella conocía, cierto conde que por fuera parecía extraordinariamente cortés y absolutamente encantador, pero que debajo de aquella atractiva fachada era egoísta e insensible. —Yo quiero una gran ceremonia. —Sus palabras sonaron demasiado cortantes y Annabel rectificó el tono con cierto esfuerzo. —A lo que me refiero es que el matrimonio es un paso importante, y yo deseo compartir mi felicidad con mis amigos y, por supuesto, con mi familia. Margaret enarcó las cejas. —Muy bien, pues entonces deberías mostrar más entusiasmo por los detalles. Y sí, el vestido de novia forma parte de esos detalles. Ella se mordió el labio y luego suspiró. —Siento mucho no haber sido una compañía agradable esta tarde. —Mi querida niña, yo no te riño, solo estoy preocupada. Si te arrepientes del compromiso ahora es el momento de... —No. —Annabel la interrumpió de inmediato. —No me arrepiento de nada. Qué forma más terrible de mentir a alguien que amaba. Hubo una prolongada pausa durante la cual solo se oyó el traqueteo de las ruedas sobre la calle y el grito de algún vendedor ocasional pregonando sus mercancías en una esquina. Luego Margaret asintió y se irguió en el asiento con expresión seria. —Si estás segura de que deseas seguir adelante con esto, ya sabes que yo haré todo lo posible para que sea un acontecimiento maravilloso que siempre recordarás. Lo haría; Annabel nunca dudó de ello y se sintió doblemente culpable por ser embustera. —Alfred es amable, generoso y gentil. Es más, de hecho es posible que sea fiel, algo en lo que la mayoría de las esposas no pueden confiar. ¿Por qué no iba a querer seguir adelante con esto? —¿Me estás haciendo una pregunta, de verdad? Si es así, ve con cuidado. Podría respondértela. Entonces le tocó a Annabel entornar los ojos y fijar la mirada. —¿Qué quiere decir eso? —Quiere decir que estoy preocupada por ti. Pienso que por alguna razón, en realidad este matrimonio inminente no te hace feliz, por mucho que finjas lo contrario. Incluso Thomas ha comentado algo y, querida mía, cuando un hombre se da cuenta y hace observaciones sobre lo que siente una mujer, es que es algo muy obvio. Ellos no son las criaturas más observadoras del mundo. No estaría tan nerviosa, tan abiertamente infeliz, si Derek no apareciera de repente en todas partes adónde iba. Durante el año anterior apenas le había visto, pero en los últimos cinco días había venido a cenar tres veces y dos a tomar el té, e incluso se presentó en una audición ofrecida por la hija de una de las amigas de Margaret. Toda la sala se asombró ante aquel comportamiento sin precedentes, y la pobre jovencita se ruborizó tanto por la asistencia del infame aristócrata, que interpretó a Bach y Mozart de un modo tan aturullado que hubiera hecho estremecer a ambos compositores. Annabel lo había soportado apretando los dientes y no fueron las notas discordantes lo que le molestó, sino la magnética presencia de Derek en una reunión tan íntima. Las mujeres le dedicaron inconfundibles miradas de codicia. Con un elegante traje de noche y el cabello rubio brillando bajo la luz de los candelabros, él se sentó a escuchar con una expresión inescrutable en la cara y aparentemente ajeno a la incredulidad que provocó su asistencia en todos los de la sala. Nadie estaba tan sorprendido e incómodo como Annabel, que temió que incluso Alfred se diera cuenta. La ausencia de Derek en su vida lo hacía todo más fácil, pero su súbita reaparición perturbaba su mundo. Perturbaba su propósito de olvidarle y ella se despreciaba a sí misma, y aún más a él, por provocarle la más mínima duda. En parte era por aquella maldita carta que él le había escrito. La dejó en un cajón cerrado en el fondo del armario, con el contenido intacto, como prueba de su indiferencia. Pero todos los días, sin falta, ella se preguntaba qué diría y estaba más tentada que nunca de abrirla y leerla. —Seguro que tengo derecho a estar un poco nerviosa por la boda. —Se alisó la falda con una mano, intentando no parecer indiferente. —Estoy convencida de que la mayoría de las novias tienen ciertas dudas de vez en cuando. —Es probable, lo reconozco, mientras solo sea eso. Nosotros deseamos tanto que seas feliz... ¿Feliz? ¿Cuándo fue la última vez que se sintió feliz? El carruaje dobló una esquina y, cuando el vehículo se balanceó, Annabel se agarró a la correa para mantener el equilibrio. Una imagen espontánea e indeseada acudió a su mente. Una preciosa y cálida tarde de verano, la silenciosa biblioteca de Manderville Hall, que para ella era casi como un refugio privado, y un beso mágico. Derek, tan irresistiblemente atractivo con su pelo castaño algo revuelto, y una mirada de sus ojos celestes que Annabel no había visto nunca, dirigida a ella, bajando los ojos e inclinando la cabeza con una intención inconfundible... Y después la caricia de su boca sobre los labios. Suave, tierna, tomando y dando, hasta robarle el aire de los pulmones. Pero entonces irrumpió otro recuerdo, y era del mismo hombre que la había tomado con tanto cariño en sus brazos, abrazando a otra mujer. Annabel los borró ambos con una voluntad implacable y le dijo a Margaret: —Soy feliz. Su madre putativa se limitó a mirarla un segundo y después murmuró: —Si tú lo dices, yo te creo.
La calle estaba repleta a última hora de la tarde y Derek salió de su tienda de tabaco favorita de Bond Street y prácticamente topó con uno de los transeúntes que pasaban junto a la puerta. —Perdone —murmuró. —Manderville. Qué agradable chocar con usted. No en un sentido literal, por supuesto. —El hombre acompañó aquel comentario supuestamente frívolo con una mueca en los labios. Dios santo, pensó Derek con sarcasmo al verle. Maldita sea, de toda la gente de la maldita ciudad, ¿por qué tenía que ser el hombre a quien menos deseaba ver, quien prácticamente le había arrojado a la acera de un empujón? —Sí, desde luego. Alfred Hyatt también llevaba un paquete. —Acabo de salir de la tienda de guantes. Hacer recados es muy aburrido, pero supongo que hay que hacerlo de vez en cuando. —Es inevitable. —Derek le dio la razón con adusta corrección. —Bien, me parece que yo... —¿Quiere tomar una copa conmigo? Hay una pequeña taberna al final de la calle donde sirven un whisky decente. —Cordial y cosmopolita, el prometido de Annabel le miró expectante. El gentío iba y venía, los carruajes traqueteaban al pasar y quizá fue el ruido y el aturdimiento, o quizá simplemente estaba atontado en ese momento, porque ante la irónica ocurrencia de beber en amigable compañía con su rival, Derek no fue capaz de pensar en una excusa inmediata sin parecer maleducado. ¡Al infierno! Probablemente, Hyatt ni siquiera sabía que ellos eran rivales. —Un whisky me parece de lo más apropiado —musitó, y en eso no mintió. Tal vez se bebería toda la botella, pensó cuando se pusieron en marcha. Resultó que la taberna estaba repleta, entre los parroquianos había una mezcla de hombres bien vestidos, tenderos y comerciantes. Ellos consiguieron encontrar un rincón tranquilo, se sentaron, y una eficiente camarera con acento irlandés se apresuró a servirles. Hyatt sonrió con su amabilidad habitual desde el otro extremo de aquella mesa desvencijada. Todo lo relacionado con ese hombre, al infierno con él, era agradable. Apuesto en un sentido discreto, vestía con estilo pero sin artificiosidad y su actitud no era afectada ni fatua, de manera que los hombres le apreciaban y obviamente, si Annabel había aceptado casarse con ese bastardo, también atraía a las mujeres. Demonios. —De hecho, es una suerte que nos hayamos visto hoy —dijo Hyatt, con las manos entrelazadas sobre la mesa mientras esperaban las bebidas. —He estado pensando en pedirle opinión sobre un asunto de cierta importancia para mí. Eso no era lo que Derek esperaba oír. Arqueó una ceja. —¿Ah? —En un terreno en el que, en cierto modo, es usted más experto que yo. —Hyatt soltó una carcajada de autocompasión. —¿He dicho «en cierto modo»? Debería haber eliminado eso de mi primera frase. Digamos que estoy razonablemente seguro, por varias razones, de que será capaz de ayudarme con este dilema. —¿Qué dilema? | |
| | | sweetbaby_majo Gran forista y Jonatica
Cantidad de envíos : 6488 Edad : 31 Localización : Ecuador Fecha de inscripción : 14/02/2011
| Tema: Re: La Apuesta Nick y tu (Adaptacion) Hot y Romantica Noviembre 24th 2011, 13:25 | |
| Capitulo 43 —Bien... tiene que ver con las mujeres, naturalmente. Digamos que supongo que a lo largo de sus... esto... numerosas relaciones pasadas, ha averiguado lo que les complace en cuestión de regalos. Sumando eso al simple hecho de que usted conoce bien a Annabel, me preguntaba si podría orientarme sobre qué debo comprarle como regalo de boda. Derek se quedó mirándolo, preguntándose qué pecado habría cometido para que el destino le castigara con que precisamente el hombre que estaba prometido con la mujer que amaba, le pidiera consejo sobre qué le gustaría a ella para celebrar su enlace. Repasó su vida hasta el momento y decidió que no se le ocurría nada, ni siquiera de sus momentos menos angelicales, que fuera tan malo como para justificar esa tortura en particular. Al ver que no respondía inmediatamente, Hyatt añadió: —Estoy muy perdido, pero quiero hacerlo bien, como estoy seguro que comprenderá. ¿Dónde demonios está ese whisky? Derek carraspeó. —Estoy convencido de que lo que uno le compra a su amante y lo que le compra a su esposa son cosas distintas. Dudo que yo pueda serle de mucha ayuda. Annabel no es tan vanidosa como para codiciar joyas o perfumes caros, me temo. —Lo ve, usted la conoce —señaló Hyatt con innegable exactitud. —Con esto ya me ayuda. Continúe. La camarera llegó con las bebidas como un regalo del cielo. Derek la habría besado, aunque tenía la piel picada de viruela y probablemente veinte años más que él. Levantó el vaso, dio un trago tan largo que estuvo a punto de atragantarse y aceptó con gusto que le abrasara al bajar. Cuanto más rápido se lo terminara, más pronto podría dar una excusa verosímil e irse. —La conocía mejor cuando era niña —dijo, lo cual no era la verdad exactamente pero se le acercaba bastante. Aquella chiquilla abierta e inquisitiva había dado paso a una mujer, con sueños de adulta y capacidad para seducir y fascinar. Si él hubiera comprendido esa transformación un poco mejor, quizá no lo habría estropeado todo. —En realidad no hablamos muy a menudo. —Sí, ya me he dado cuenta de eso. —Hyatt bebió un buen sorbo de su vaso. Por primera vez, Derek captó una expresión vigilante en los ojos de aquel hombre. Tal vez habría que reconsiderar la situación, pensó sobresaltado. El tío Thomas dijo que le había parecido que lord Hyatt había notado el comportamiento de Annabel en la fiesta de compromiso. Quizá aquel hombre también era perspicaz en otros sentidos. Thomas había adivinado lo que le pasaba a Derek. Quizá Hyatt también le veía como un rival. —No nos vemos muy a menudo —dijo Derek con toda la tranquilidad que le fue posible. —Ella me lo comentó una vez. —Hyatt se recostó un poco en la silla con la mirada penetrante y la expresión firme, si bien no abiertamente hostil. —He de decir que se pone bastante tensa cuando se menciona su nombre. Maravilloso. Ellos habían hablado sobre él. Aunque Derek dudaba que Annabel hubiera dicho algo acerca del beso, estaba convencido de que habría sido poco elogiosa por lo demás. No estaba seguro de cómo justificar esos escarnios, pero hizo todo lo que pudo. —Creo que en cuanto fue lo suficientemente mayor para comprender todos los comentarios, decidió que yo era bastante menos heroico de lo que pensaba cuando era más pequeña. —Dio otro buen trago del vaso. —Tiene toda la razón, por supuesto. —Ya —dijo Hyatt con aparente indiferencia. —¿Quién sabe cuál será la reacción de una mujer ante las cosas? Era difícil saber cómo responder, por lo que Derek declinó hacerlo. En lugar de eso apuró la bebida y dejó el vaso en la mesa con un golpe seco. —Lo siento, pero no puedo ofrecerle una idea brillante para un regalo. —No es necesario disculparse. —Hyatt hizo un gesto de indiferencia con la mano, pero sin alterar el atento escrutinio de su mirada. —En cualquier caso ha sido una charla agradable. Al fin y al cabo, pronto formaremos parte de la misma familia y nos veremos con frecuencia. Y Derek no sabía cómo demonios iba a soportar eso. Peor que las imágenes de su señoría y Annabel juntos en la cama, era imaginarla embarazada del hijo de otro hombre, y aquello le producía un desgarro que nunca creyó posible. —Por supuesto —Hyatt siguió con el mismo afable tono de conversación, que apenas se dejaba oír por encima de la ruidosa clientela, —que después de la boda he pensando en llevármela al extranjero una temporada, a Italia tal vez. ¿Cree que lo disfrutará? No. De ninguna manera; Derek no iba a hablar con Hyatt del viaje de novios. La palabra «disfrutar» en concreto le irritaba los nervios. Se puso de pie y consiguió fingir una sonrisa. —Estoy convencido de que sí. A Annabel siempre le ha atraído la aventura. Ahora si me disculpa... —¿Esa atracción por la aventura la ha llevado alguna vez hasta usted, Manderville? Derek se quedó inmóvil. Entornó los ojos. —¿Disculpe? —Cualquiera que no esté ciego se haría esa pregunta. Yo —añadió Hyatt sucintamente —no lo estoy. A ella le afecta su presencia. Supongo que a la mayoría de las mujeres les pasa, de modo que quizá no sea algo inusual. Pero tal vez significa algo. Ese era el momento en el que Derek debía ser capaz de declarar que él nunca la había tocado. Pero la había tocado, la había probado, y aunque un único beso difícilmente la comprometía, él seguía sin estar libre de culpa. Miró a aquel hombre a los ojos y dijo con sequedad: —Esté tranquilo, su honor está intacto. Gracias por la copa. Dio media vuelta y salió de la taberna con un leve sudor en la frente, abriéndose camino a empujones entre los clientes que pululaban. Una vez en el exterior, bajó la calle decidido e indignado y debió de demostrarlo, porque la gente se apartó a su paso. Así que lord Hyatt tenía sus dudas, ¿verdad? ¿Eso era buena o mala señal? Annabel podía odiarle aún más si era causa de controversia entre ella y su futuro marido. Pero Hyatt se había referido al comportamiento de ella, no al suyo. Necesitaba hablar con Annabel. Eso estaba fuera de duda
Le sorprendió, pero Nicholas descubrió que le gustaba la dulzura del amanecer. No es que él fuera perezoso en absoluto, había días en los que tenía demasiadas cosas que hacer, pero solía acostarse tarde y raramente se levantaba hasta que el sol coronaba el horizonte. Después de pasar algunas mañanas en la cama contemplando cómo se iluminaba el cielo, se dio cuenta de que aquello le gustaba. Decidió que, por supuesto, ayudaba bastante tener a una mujer cautivadora al lado, y quizá esa fuera la razón por la que de repente desarrolló un apego sentimental por el alba, después de veintiocho años sobre la tierra ignorándola completamente. ______(tn) dormía como una niña a su lado, con una mano bajo la mejilla y la respiración tranquila y acompasada. Pero ciertamente ella no tenía nada de infantil en ningún otro sentido. Parte de su cuerpo desnudo y voluptuoso estaba cubierto por las sábanas de seda, y sus senos, coronados de rosa, eran visibles y demasiado tentadores. La espesa cabellera desparramada sobre sus hombros pálidos adornaba la manta con una centelleante cascada de rizos desordenados. Dormida, se parecía a lo que Nicholas suponía que era su ideal de mujer, pletórica de elegante sensualidad y atractivo natural. Y delicada vulnerabilidad femenina, sumada a una admirable fuerza interior que le conmovían. Nicholas se incorporó, se apoyó en las almohadas contemplando aquella silueta flexible y frunció levemente el ceño. Esto era algo sexual y nada más, se recordó con severidad. En el fondo de su corazón él era un hombre práctico. Pero ella se despertaba temprano y él había descubierto que le gustaba despertarse con ella. En efecto, en cuanto la habitación se iluminó de modo que los muebles dejaron de ser sombras vagas, y la luz sobre los cortinajes corridos proyectó un cálido reflejo en la alfombra oriental, ella se movió. Sus largas pestañas temblaron, suspiró, se desperezó apenas y abrió los ojos. —Buenos días. ______(tn) se dio la vuelta para obsequiarle con una sonrisa somnolienta. Con un recato para el que ya era algo tarde y que resultaba sobre todo innecesario, tiró de la sábana hasta cubrirse los pechos desnudos, mientras se despertaba con un parpadeo. —Buenos días. —Siempre. Cuando me despierto contigo. —Es demasiado temprano para tu elocuente encanto, Rothay —rió ella mientras se desperezaba indolente otra vez. —¿Y si resulta que soy sincero? —No nos conocemos lo bastante el uno al otro para que sea sincero. —Siempre existe la posibilidad de que lo sea de todos modos. Despeinada y exquisita, ______(tn) era la viva imagen del atractivo femenino. Cercana, cálida y cautivadora. El tuvo que cerrar las manos para abstenerse de tocarla. Nicholas deseaba explicarse. Decir que él no solía quedarse a pasar la noche. Si había bebido más de lo acostumbrado, o si hacía muy mal tiempo, a veces dormía en la cama de la dama con quien había estado, pero eso era por mero espíritu práctico y no porque deseara despertarse al lado de nadie. Pero no dijo nada. Expresar los verdaderos sentimientos era más difícil de lo que imaginaba. En eso tenía poca práctica. Normalmente no le costaba nada marcharse. Eso lo había aprendido de su romance con Helena. Mantener el apego al mínimo, porque tal cosa no aportaría más que dolor a su vida. La confianza era frágil y se destrozaba con mucha facilidad. ______(tn) se sentó, echó el cabello hacia atrás y deslizó las piernas desnudas por un lado de la cama. Nicholas la cogió por la muñeca
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