CAPÍTULO 01Nueva Orleáns.
En la actualidad
—Estúpido... cierre de seguridad —farfulló ____ ____ mientras trataba de destapar el spray de pimienta que llevaba en el bolso.
Con la mano que tenía libre, se colocó bien las gafas y volvió a mirar de reojo a su espalda. Estaba convencida de que había oído unos pasos. ¿La estaban siguiendo o se había vuelto paranoica?
Hacía meses que tenía la sensación de que alguien la observaba. Pero por extraño que pareciera, antes eso no la había molestado. No podía explicarlo, pero la presencia que sentía cerca era en cierto modo tranquilizadora.
La de esa noche en cambio no.
Podía sentir la amenaza, y deseó no haber decidido ir sola del aparcamiento hasta el Gibson Hall. Normalmente, su novio la acompañaba a clase, pero ese día Tim estaba en un simposio para presentar su último artículo: solo, porque debido a su condición, a ella le resultaba casi imposible viajar.
Los cuidados jardines que rodeaban la facultad estaban extrañamente vacíos. Sin duda, se estaban celebrando un montón de fiestas en honor de la luna llena que, redonda y amarilla, iluminaba el negro cielo.
Había luz suficiente como para ver que los arbustos de su espalda se movían. Sintió pánico y sin querer rompió la boquilla del spray.
—Mierda. —Soltó su única arma, y estuvo tentada de sacar del bolso un bote de pastillas y tomarse unas cuantas para tranquilizarse. Pero en vez de eso, aceleró el paso y se dirigió hacia su destino, un edificio idéntico a aquel del que salía, y que brillaba a lo lejos como una quimera.
«Ya casi estás.» Sus tacones resonaban en la acera, aunque ni una sola vez pisó ninguna de las juntas de los adoquines. Al parecer, su trastorno obsesivo-compulsivo era a prueba de ataques de pánico...
Miró el reloj. Llegaba a tiempo, pero se había retrasado lo bastante como para que los alumnos de las clases de recuperación de matemáticas ya estuvieran en el aula.
Sólo faltaban unos pocos metros. Casi estaba a salvo...
Cuando llegó a los seis escalones de piedra que había frente a la puerta principal suspiró aliviada. Dentro, el vestíbulo resplandecía bajo la luz de los fluorescentes. «Lo he conseguido.»
Su aula era la segunda a la derecha y seguro que allí dentro estaban los treinta y tres enormes y muy leales jugadores del equipo de fútbol americano de la Universidad de Tulane. El que estuviera tratando de asustarla pronto descubriría lo que era recibir un buen placaje.
Los colegas de ____ creían que le molestaba tener que dar clases de matemáticas a aquellos musculitos, como los llamaban algunos profesores, pero en realidad ella se había ofrecido voluntaria.
Si le gustaba enseñar matemáticas, ¿por qué no hacerlo con aquellos que tenían más por aprender?
Y, a decir verdad, en el noventa y nueve por ciento de los casos, aquellos chicos se portaban muy bien. Aunque cada martes y jueves por la noche alguno de ellos escribía una frase picante en la pizarra. Un profesor le dijo a Holly que «a los chicos», que sólo tenían cinco o seis años menos que ella, les gustaba ver cómo borraba la pizarra con «aquellas faldas» que llevaba.
____ solía usar las clásicas faldas tubo hasta la rodilla. ¿Pensaban darle un respiro en algún momento?
Se preguntó qué frase le tocaría borrar esa noche. En el pasado habían escrito cosas como: «Me gusta mucho, muchísimo, la profesora. Me excita», «He sido un chico malo, señorita ____», y «Maestra + Excitante = ____ ____». Y alrededor habían dibujado chispas.
Por ahora estaba convencida de que ninguno de ellos se había dado cuenta de que necesitaba borrar todos y cada uno de los milímetros de la pizarra, o de que agrupaba las tizas en perfectos tríos, llegando incluso a romper alguna para conseguir que fueran múltiplos de tres...
Delante de la puerta, tomó aire para tranquilizarse y se colocó bien el moño. Después de asegurarse de que el cierre de su collar de perlas estaba justo en el centro de su nuca, se tiró de las mangas de la camisa hasta que le quedaron exactamente encima de las muñecas. Comprobó los cierres de los pendientes, y abrió la puerta.
Vacía. El aula estaba vacía.
«CLASE CANCELADA», decía en la pizarra. Esta vez habían ido demasiado lejos.
«Quizá no han sido ellos», pensó, tragando saliva antes de dar media vuelta.
Un áspero retal de tela le cubrió el rostro, apestaba a gas, y amortiguó su grito.
Justo cuando los párpados empezaban a cerrársele y estaba a punto de derrumbarse, ____ oyó el lejano y brutal rugido de un hombre.
«Esos demonios traidores tienen a mi mujer.»
Mientras el viejo Ford de Nick esquivaba el tráfico en busca de otra de las guaridas de los demonios, él trataba de controlar la rabia por la que eran conocidos los demonios de su especie.
«Se han llevado a ____...»
Hacía ya casi un año que el camino de Nick se había cruzado con el de ____ ____, y el demonio la reconoció como la humana que el destino había elegido para que se convirtiese en su pareja. Pero incapaz de reclamar a una mortal, Cade había tenido que conformarse con seguirla a todas partes protegiéndola.
¿Por qué la querrían aquellos demonios? ¿Porque era pura? Pues habían elegido a la virgen equivocada. Si se atrevían a tocarle un solo pelo, Cade los colgaría de las entrañas y se quedaría mirando.
Tras esquivar a un conductor borracho, le sonó el móvil. Conducir despacio cuando uno va tan borracho sólo hace que se le note más el estado de embriaguez.
—¿Qué? —preguntó enfadado. Se suponía que aquella noche iba a recibir los detalles sobre su próximo trabajo. Sería el más importante desde que se había convertido en mercenario, siglos atrás.
—Acabo de salir de la reunión —le dijo su hermano Rydstrom. —Tengo la información que necesitábamos.
Pegándose a la furgoneta de delante, y tentado de chocar con ella, Nick preguntó:
—¿Y quién nos paga?
—El cliente es Groot el Herrero.
En circunstancias normales, eso habría conseguido que Nick enarcara las cejas. Groot era hermanastro de Omort el Que no Muere.
—¿Quiere ayudarnos a derrotar a Omort? —Cade adelantó a otro coche, y casi se le lleva la pintura de la chapa.
—Groot ha creado una espada que puede matarlo. Pues sería la única del mundo que podría hacerlo, porque Omort el Que no Muere tenía ese nombre por algo.
—¿En qué consiste el trabajo?
—Quiere que encontremos a la Vestal y se la entreguemos antes de la próxima luna llena.
La Vestal. En cada Ascensión, una fémina de la Tradición alcanzaba su plenitud sexual y daba a luz a un bebé que se convertiría en el peor de los malvados o en el ser más bondadoso de la creación... dependiendo de quién fuera su padre.
El coche de delante de Nick hizo eses.
—Hijo de...
—¿Qué estás haciendo? —quiso saber Rydstrom.
—Conduciendo. —No quería que su hermano supiera hacia dónde se dirigía. Nick le había asegurado que dejaría de espiar a ____. Aunque ambos sospechaban que ella era la elegida, era imposible que Nick pudiera tener un futuro a su lado.
Los demonios tenían prohibido emparejarse con humanos, porque esa raza nunca sobrevivía al primer emparejamiento. Pero Nick era incapaz de dejar de observar a ____ a distancia, de estudiar sus costumbres, de no quedarse cada vez más fascinado por la joven mortal. Cada vez más convencido de que ella le pertenecía.
Sabía que eso era ridículo. Él era un inmortal muy antiguo, un brutal mercenario que lideraba una banda de soldados de fortuna. Y a pesar de todo, lo único que Cade quería hacer era pasarse el resto de su vida observando a ____.
Ella no tenía ni idea de que era la única luz que brillaba en la dura existencia de un viejo demonio de más de mil años.
Se suponía que ese nuevo trabajo era la última oportunidad que tenían él y Rydstrom de recuperar su corona. Si su hermano sospechaba que Nick no estaba centrado, terminarían teniendo una de sus famosas, y perjudiciales para los muebles, peleas. Antes, a Nick le gustaba dar rienda suelta a su mal humor, pero ahora estaba cansado de pelear.
—¿Y cómo se supone que tenemos que encontrar a la Vestal? —preguntó.
—Me han dicho que esta vez se trata de una valquiria —contestó Rydstrom.
—¿Y no te preocupa entregar una valquiria a un perverso mago? ¿Qué pasará con la alianza que tenemos firmada con ellas?
—Por una vez en la vida, creo que diré eso de «Ojos que no ven, corazón que no siente».
—Las valquirias terminarán por saberlo. Seguro que Nix lo adivinará.
Nix era una valquiria medio loca que poseía poderes adivinatorios, y que en el pasado había ayudado a Rydstrom y a Nick. De hecho, ella había sido la que les había pasado el contacto para ese trabajo, eso sí, sin decirles para quién iban a trabajar.
Hacía menos de una semana que Nick había hablado con ella sobre ____, y Nix no le había revelado nada de lo que estaba sucediendo esa misma noche.
—Si Nix no ha podido anticipar que la Vestal iba a ser una de ellas, tal vez tampoco pueda adivinarlo ahora. Además, tampoco serviría de nada —contestó Rydstrom. —Nada es más importante que este trabajo. Fue Nix quien nos juró y perjuró que ésta era la última oportunidad que tendríamos de derrotar a Omort.
—¿Sabes dónde está nuestro objetivo?
—Los oráculos de Groot la han estado buscando. Tal como preveían, está en esta ciudad.
La inminente llegada de la Ascensión estaba haciendo que todas las facciones de la Tradición se concentraran en lugares místicos, como Nueva Orleans.
—Y no somos los únicos que vamos detrás de ella —añadió Rydstrom. —Oráculos, brujas y hechiceros la están buscando. Cade se lo podía imaginar. —¿Tienes un nombre?
—No, ninguno. Pero sabemos dónde estaba hace poco, en un lugar llamado Hijo de Gib. Sé que suena a trabalenguas, pero es la única pista que tengo.
Un escalofrío recorrió la espalda de Nick. «No. Ni hablar.» Hijo de Gib, o, en inglés, Gibson. El Gibson Hall; el edificio de la facultad de matemáticas del campus de la Universidad de Tulane.
____ no era una valquiria; seguramente aquellos demonios la habían visto en el lugar designado y la habían secuestrado por error. La joven tenía las facciones delicadas y el físico propio de esa raza, por lo que seguro que habrían creído que se trataba de la Vestal.
Sólo una facción de los demonios locales poseía los recursos necesarios para averiguar dónde estaba la Vestal antes que Nick y Rydstrom; la Orden de los Demonaeus.
—Esta misma noche iremos a por la valquiria —dijo Rydstrom. —Estaré en casa dentro de dos horas. Nos reuniremos allí.
Dos horas. Aunque Nick estuviera tentado de pedirle a su hermano que lo ayudara con los Demonaeus, no tenía tiempo de esperarlo.
—Vale, allí nos vemos. —Colgó.
Las anchas ruedas de su coche chirriaron cuando cruzó todos los carriles hasta llegar a la mediana y acelerar allí en dirección contraria.
Sabía dónde estaba la guarida de la Orden de los Demonaeus, pues había tenido que reunirse con ellos en más de una ocasión.
Nick había visto incluso su altar para rituales. ¿Era posible que la dulce e inocente ____ estuviera ahora mismo desnuda encima de él? El volante se dobló bajo sus dedos...
Maas?
Es muy largo y sólo es el inicio. Aviso es para mayoreees