MMAARRRAATTTOOOOOOOOOOONNNNNNNNNNNNNNNNN......................
42 CAPITULO:
TU: Qué… qué linda… canción -musité.
Joseph se giró de pronto, me miró con los ojos abiertos de par en par, y en seguida frunció el ceño y se giró.
JOE: Gracias -dijo tajante.
Era increíble que aun se comportara así conmigo, y más increíble aun, que aquella hostilidad de verdad me hería.
TU: Tienes… una bellísima voz.
No contestó, pero noté cómo se encogía allí sentado, sonrojado ligeramente. Me acerqué un poco más hasta quedar a un metro de distancia detrás de él.
TU: ¿Tú escribiste eso?
JOE: Sí -dijo y me miró.
TU: Es hermoso.
JOE: No tanto como lo es mi inspiración -musitó.
Aquellas palabras se me clavaron muy cerca del corazón, me dolieron.
TU: Ah, tienes una fuente de inspiración…
JOE: Sí -reafirmó y me dolió más.
Fruncí el ceño, rechazando aquellas reacciones. Tenía ganas de salir corriendo de nuevo, como la última vez. Escapar de mis emociones. Aunque sabía que correr no bastaba.
Me di la media vuelta, aferrada a caminar a cualquier otro lugar lejos de Joseph.
JOE: ¿A dónde vas? -preguntó a mis espaldas.
TU: A caminar -mascullé ahora yo con voz hostil.
JOE: Te perderás.
TU: No me importa -no dije más, caminé lo más rápido que mis pies me permitieron.
En definitiva, esto estaba mal, estaba… ¿celosa? Me sentía estúpida actuando así; sin embargo no podía evitarlo. Joseph gustaba de alguien más, y no era yo. ¡Vaya deducción tan brillante para un cerebro tan pequeño como el mío! ¿Porqué me molestaba tanto saber que a Joseph le gustaba alguien más? Fácil gritó una vocecita en mi cabeza, a ti te gusta Joe, estás celosa. Sacudí la cabeza para intentar eliminar aquella voz.
TU: Cierra el pico -mascullé.
Seguí caminando por varios minutos, después paré y me quedé inmóvil. Odiaba admitirlo, Joseph tenía razón, me había perdido.
TU: Genial -mascullé de nuevo e hice un mohín.
Además de estar perdida, hablaba sola.
JOE: Te dije que te ibas a perder -musitó una voz detrás de mí.
Me sobresalté por la sorpresa de escuchar a Joseph a mis espaldas, así de la nada.
TU: ¿Quién dijo que estaba perdida? -fruncí el ceño y lo miré.
JOE: Claro…-puso los ojos en blanco.
TU: ¿Me seguiste? -empecé a caminar de nuevo con paso rápido.
JOE: Sabía que te ibas a perder -caminó detrás de mí.
TU: ¡Ah! Y tú de alma bondadosa me seguiste ¿no? Felicidades, ya hiciste tu buena acción del día, ya puedes irte.
Podía apostar a que puso los ojos en blanco ante mi comentario.
JOE: No es por allí -dijo de lo más tranquilo.
TU: Entonces no me sigas y ve por tu lado -refunfuñé.
JOE: Sí que eres una chiquilla terca.
TU: ¡Exacto! -lo miré sin dejar de caminar- Soy terca, me odias… no veo razón para que sigas detrás de mí.
JOE: ¡______, cuidado!
Mi pie resbaló en la orilla y en un lacónico segundo me encontraba colgando del borde de un precipicio que nunca vi, mientras una fuerte mano se aferraba a mi brazo impidiendo mi caída y luchando contra la gravedad que insistía ferozmente en atraerme hacía el vacío.
El rostro de Joseph estaba inundado por el pánico y me vi reflejada en el miedo de sus ojos.
JOE: ¡Sujétate fuerte! -me ordenó desesperado.
TU: ¡Estoy haciendo lo mejor que puedo! -refunfuñé. No era un buen momento para que ambos peleáramos, pero mi entrometido ego no se quería quedar de brazos cruzados- ¿Porqué no te libras de una carga, y me sueltas?
JOE: ¿Quieres callarte? ¡Estoy tratando de subirte!
TU: Tú puedes hacer que me calle, sólo tienes que soltarme; no veo porqué quieres salvar a la persona que odias.
JOE: ¡Deja ya de decir eso! -gritó y me jaló con fuerza hasta la tierra de la superficie donde él se encontraba.
Tanta fuerza fue la que usó que el cayó hacía atrás y yo aterricé arriba de él. Mi corazón se disparó de nuevo, latiendo enloquecidamente a una velocidad incalculable; su dulce aliento jugueteaba por mi nariz dándole más fuerza al estruendoso latido de mi corazón. Ambos quedamos inmóviles por un par de segundos.
Me miré en sus ojos miel y fue como si el centro de gravedad, mi centro de gravedad, dependiera de aquellos ojos.
TU: Gracias…-musité de forma casi inaudible, completamente perdida en el brillo refulgente de sus luceros miel.
Sentía su corazón latir contra mi pecho; ambos corazones, el mío y el de él, latían desenfrenados.
JOE: De nada…-musitó también, apartándome con delicadeza de encima de él, poniéndome justo a su lado, en donde me senté sobre la hierba.
El también tomó una postura sentado, con las piernas arqueadas en diagonal y las manos colgando de sus rodillas.
TU: ¿Porqué no dejaste que cayera?
Me dirigió una mirada de reproche.
JOE: ¡¿Estás loca?! Jamás dejaría que te…-se interrumpió apretando sus labios con fuerza- No iba a dejarte caer -musitó.
TU: Pude haber muerto.
JOE: No digas eso -me reprochó.
Después de un silencio incómodo, decidí pararme de la hierba; pero ni siquiera pude sostenerme en pie, puesto que mi tobillo derecho me avisó del dolor que hasta ese momento desconocía. Caí derrotada ante aquel dolor molesto que no me permitía ponerme en pie.
Joseph se giró de prisa hacía mí, preocupado.
TU: Maldición…-mascullé, mirándome el tobillo hinchado.
JOE: ¿Qué ocurre? -preguntó.
TU: Estoy coja -hice un mohín.
Joseph miró mi hinchado tobillo y soltó una risita de medio lado.
JOE: No te quedarás coja por eso.
Le hice un gesto.
JOE: Ven, déjame ayudarte -se levantó del suelo y se agachó hacía mí.
43 CAPITULO:
Colocó una mano en mi cintura y con la otra, alzó una de las mías y la pasó por encima de sus hombros, sujetándola.
TU: ¡Auch! ¡Duele! -me quejé.
JOE: No apoyes el pie -me sujetó con más fuerza de la cintura y un montón de mariposas se desataron en mi estómago.
TU: ¡Ay!
Ni siquiera habíamos caminado un metro cuando paró. Exhaló.
JOE: De acuerdo, no puedes caminar -se agachó hasta llegar a mis rodillas sin dejar de sostenerme de la cintura y me levantó del piso.
Parecía un bebé en sus brazos. Un bebé más grande y con más ganas de lloriquear. Me sujeté con fuerza, atando mis brazos alrededor de su cuello y comenzó a caminar. Ahora estaba peor, los frenéticos latidos de corazón eran acompañados por el puñado de mariposas que revoloteaban en mi estómago.
Joseph se fijaba donde pisaba, teniendo cuidado de no caer entre las ramas y enredaderas, conmigo en brazos. Lo miré fijamente, teniendo su rostro tan cerca del mío. Noté cómo se puso nervioso.
JOE: ¿Qué? -preguntó.
TU: ¿Eres bipolar? -solté así como si nada.
Me miró y frunció el ceño.
JOE: ¿Qué? -volvió a decir.
TU: Bueno es que… a veces te portas como un odioso y luego… eres dulce.
Desvió la mirada hacía otro lado y un bello tono rojizo coloreó con una pincelada sus mejillas.
JOE: No soy bipolar -masculló.
TU: Entonces, ¿por qué te comportas así conmigo?
JOE: Ya te dije que no quiero hablar de eso.
TU: ¿Me vas a dejar vivir con la duda eterna?
JOE: Quizá.
Iba a contestarle pero entonces noté que ya estábamos cerca de las cabañas; o Joseph caminaba muy rápido, ó yo no me había alejado mucho. Fruncí el ceño ante la segunda idea.
ANDREA: ¡_____! ¿Qué pasó? -preguntó con una nota de alarma en su voz.
TU: Me caí… teóricamente -dije.
ANDREA: Joe, estás pálido, ¿te encuentras bien? -observó Andrea.
Miré entonces de nuevo a Joseph, ¡pero qué despistada era! No había notado que el color bronceado de su piel había disminuido hasta convertirse en una palidez que ya estaba desapareciendo.
JOE: Sí, estoy bien -contestó.
ANDREA: Después me contarán, por que al parecer no fue una simple caída. Por tu tobillo y la cara de Joe, no les creo. Pero bueno, eso no es importante ahora, ______ necesitas descansar, traeré la caja de primeros auxilios de mi cabaña; Joe, por favor llévala a la suya -dijo y salió en camino hasta donde dijo que iría.
Joseph obediente, me llevó en brazos hasta mi cabaña y con supremo cuidado me colocó sobre el cálido colchon/lecho que me pertenecía.
El cielo había empezado a oscurecer y los grillos se preparaban para cantar. Joseph se quedó parado junto a mi cama hundido en sus pensamientos, le observé con curiosidad y eso hizo que me mirara enseguida. No dijo nada, simplemente decidió sentarse en la orilla de mi cama.
TU: Gracias -volví a decir, sólo para romper el silencio- Parece que ya se está haciendo costumbre eso de que me salves la vida -bromeé.
Me miró.
JOE: O quizá eres muy torpe y por suerte yo estoy allí -musitó.
Le hice mala cara y me dieron ganas de patearlo teniéndolo así de cerca, pero recordé que mi tobillo dolía y razoné que eso no sería muy buena forma de decir “Gracias” a pesar de todo. Suspiré. Recorrí con mi mirada la hinchazón de mi tobillo, bueno, la verdad es que no se veía tan mal, seguro para mañana estaré brincando de nuevo. Dirigí mi mirada hacía Joseph, quien estaba con la vista fija hacía enfrente. Aun de perfil era guapo, incluso más. Lo observé bien y me di cuenta dos cosas. Una era que había sido demasiado despistada hasta el momento, mi torpeza había sobrepasado los límites e incluso al parecer, los sobrepasaba cada día más. Y la otra era que en su perfil derecho había un puñado de lunares dispersos que me hicieron recordar dos cosas: una, a aquel chico de la librería con el que había chocado y dos, a ADAM, los tenía idénticos. Incliné mi cabeza un poco para observar mejor, eran tan parecidos a aquellos lunares de mi sueño.
JOE: ¿Qué? -preguntó Joseph al notar cómo lo miraba.
TU: Tú…tu…-empece a balbucear.
44...CAPITULO:
NICK: ¡______! ¿Pero qué te pasó? -entró Nick por la puerta, interrumpiéndome -¿Estás bien? ¿Te duele mucho?
Ni siquiera aparté la mirada de Joseph para mirar a Nick, mientras que Joseph si
lo hizo. No respondí a ninguna de las preguntas que él hizo, sentía simplemente como la confusión afloraba a mi rostro.
NICK: ¡______! -me llamó Nick de nuevo y se sentó a mi lado- ¿Estás bien? Andrea me contó lo que pasó.
Joseph se levantó de la cama y alcancé a percibir la mala cara que puso, lo miré hasta que salió de la cabaña en un total silencio.
NICK: ¡______! -me sacudió Nick levemente.
Entonces lo miré.
TU: Nick…-musité.
NICK: Dime.
TU: Joseph… Joseph…-la confusión era algo que no podía evitar y algo que por supuesto hacía que mi hablar fuera más torpe de lo normal- Se parece mucho a… Adam… tiene los mismos lunares sobre el cuello…
NICK: ¿Joe? -dijo mi amigo con un rostro pensativo- ¿Recuerdas bien tus sueños? -preguntó olvidándose por completo de lo que antes pretendía.
Apenas abrí la boca para responderle, la puerta se abrió de nuevo dejándome ver a Andrea con un botiquín de primeros auxilios en la mano y a Kevin detrás de ella, junto con Lola.
KEVIN/LOLA: ______, ¿estás bien? -dijeron los últimos al unisón.
Sólo asentí, cansada de que me preguntaran tantas veces la misma cosa; siendo que el dolor en el tobillo había disminuido y a decir verdad, ahora ya no me importaba.
Andrea se acercó hasta mi cama, donde Nick estaba y sacó de la pequeña y metálica cajita blanca una venda junto con una pomada. Cuidadosamente colocó un poco de aquel producto sobre mi tobillo y vendó después la hinchazón.
ANDREA: Mañana estarás mejor -me aseguró.
Me sentí de pronto como en una familia, rodeada de hermanos cuidadosos; Nick siempre lo había sido, pero ahora Andrea se comportaba como una hermana para mí, incluso lo era.
Le sonreí solamente, y asentí.
ANDREA: Te dejaremos descansar -dijo y me sonrió- Vamos chicos -ordenó a Kevin y a Nick.
NICK: Pero…
ANDREA: Nick, déjala descansar -le advirtió.
Nicholas me miró con pesar.
NICK: Mañana hablamos, ¿de acuerdo?
Asentí de nuevo, torpemente.
Salieron por la puerta deseándonos buenas noches a Lola y a mí, mientras ella se acomodaba en su cama.
Tan rápido se había hecho noche ya.
Lola comenzó a musitar algo, pero la verdad es que no le presté la más mínima atención, la única voz que podía oír era la de mi cabeza. Mi mente proyectó aquella escena del lago, en la que yo miraba a Joseph estando en el agua y él, sin darse cuenta, con sus ojos me transmitía esa paz y tranquilidad que hace tiempo no sentía. De pronto a mi cabeza vino otra voz, la de Andrea, me recordaba lo que me había dicho ella hace tiempo, cuando yo le pregunté qué sentía al estar con Kevin:" Me siento feliz, tranquila, siento que puedo ser yo misma sin tener miedo a que él se asuste. No sé, hace que me desconecte por completo del mundo…" Por lo general, era raro que yo recordara las cosas con tanta exactitud, pero aquellas palabras se habían quedado tatuadas en alguna parte fundamental de mi cerebro para poder salir a la hora adecuada, en el momento preciso. Recordé de nuevo aquellas sensaciones que Joseph me producía. ¿Acaso… yo… me había… enamorado de Joseph? Sentí la cabeza dándome vueltas, y el murmullo de la voz de Lola aun más lejano. Sólo cerré los ojos y después… ya no supe nada de mí.
Normalmente, el sol se había convertido en mi despertador; pero esta vez, Nick fue quien desempeñó el papel.
NICK: ______, despierta…
Me moví entre las sábanas y cuando abrí los ojos me encontré con los de mi mejor amigo.
NICK: Tenemos que hablar -su voz al igual que su rostro expresaban cierto ánimo, excitación, chispeaban de emoción.
TU: Hum…-musité.
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HASTA AQUI CHICAS....ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO LA MARATON OK!!
LAS QUIERO BYE
ATT: DIANA!