Continuacion
—________, cariño, tienes la barbilla magullada —le dijo Rick—. Ven afuera conmigo un minuto, ¿quieres?
________ se frotó la barbilla y frunció el ceño antes de acercarse al espejo que colgaba de la pared. Se pasó los dedos por la pequeña magulladura y luego por el cuello, donde estaba apareciendo otra marca.
—El también tiene sus propias magulladuras —afirmó, dirigiéndose a Rick—. Me hizo un chupetón y yo le hice otro.
Rick la miró con los ojos entrecerrados y ella sintió que un profundo dolor le desgarraba las entrañas.
—No tenemos nada de que hablar, Rick. —Recogió el bolso y se dirigió a la puerta.
—Yo creo que sí, ________. —El sheriff se movió entre ella y Talon. ¿Para protegerla? _______ miró a Talon y vio la advertencia en sus ojos. No, nadie se interpondría entre ellos y sobreviviría a menos que él lo permitiera.
Pero, por ahora, Talon se limitaba a observar y esperar.
Ella se volvió hacia Rick.
—Nos interrumpiste cuando estábamos a punto de cometer un error y de veras te lo agradezco. —Su sonrisa era quebradiza y temblorosa—. Pero no fue culpa suya. Creo que fui la primera en morder, aunque puedes preguntarle su opinión si quieres. En lo que a mí respecta, me voy a casa.
—________, alguien llamó para informar que estabas siendo acosada por este hombre. —Rick la cogió del brazo cuando pasó por su lado—. Tengo a mis ayudantes tras esa puerta. Estás protegida, cariño, lo sabes. ¿Quieres que eche a este hombre?
Ella le miró sorprendida.
—¿Qué?
—Ya lo has oído, _______ —dijo Talon con voz áspera—. Cree que te estoy acosando y quiere meterme en la cárcel por ello. ¿Vas a aprovechar la oportunidad de deshacerte de mí?
—Cállese. —Rick se volvió hacia él con una tensa expresión de cólera—. No le conozco, pero sé que ya ha tenido un encontronazo con un ciudadano de este pueblo. Y no me importa quién sea usted. No permitiré que presione a ________.
—El no ha hecho nada excepto conseguir que pierda la paciencia —intervino la joven—. Por el amor de Dios, Rick, usa los ojos en vez de dejarte guiar por las sospechas. Mírale los hombros. —Agarró el picaporte y le dirigió a Talon una mirada fría y dura—. Arréstame a mí por los arañazos que le he hecho, pero déjale en paz.
Eso era entre ellos dos. Talon y ella. _______ lo sabía. No permitiría que nadie más interfiriera en aquel asunto. No ahora.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Talon miró al sheriff y contuvo una sonrisa burlona. Rick Grayson era un buen hombre. Había sido marine. Confiaba en la ley. Creía en el condado que había jurado proteger. Pero eso no quería decir que no estuviera en la lista de nombres que Talon pensaba comprobar, ni que confiara en él. Talon había aprendido de la peor manera posible que no se podía confiar en nadie
—¿Tiene alguna identificación? —Rick estaba fulminándole con la mirada.
Talon bajó la mano, ignorando la manera en que el sheriff sujetaba la culata del arma. Sacó la cartera del bolsillo trasero y la abrió antes de mostrársela.
Rick tomó la identificación, la miró y se la devolvió lentamente.
—________ es una buena amiga, señor Blake. —Era una advertencia—. Y en este pueblo cuidamos de nuestros amigos.
—¿En serio? —Talon arqueó una ceja con aire burlón. No había notado que se hubieran esmerado mucho en proteger a _______—. Bien, sheriff Grayson, me alegra saberlo. Y estoy seguro de que _______ también se lo agradecerá.
Rick le sostuvo la mirada con serenidad.
—No le haga daño, o se las verá conmigo —le advirtió finalmente antes de encaminarse a la puerta. Una vez allí, se giró y volvió a brindarle una dura mirada—. Ándese con cuidado, señor Blake, no es bueno tenerme como enemigo. Y tenga por seguro que si le hace daño a _______ se convertirá automáticamente en mi enemigo.
Rick abrió la puerta y salió. La puerta se cerró a sus espaldas con suavidad, pero sus palabras habían cargado el aire de tensión.
Talon bajó la mirada a sus manos. Unas manos llenas de cicatrices. Había agarrado a _______ como si ella no fuera frágil ni débil, pero él sabía que lo era. Le había dejado marcas. En toda su relación, jamás le había hecho una sola marca; siempre había tenido cuidado de ello.
Se frotó el hombro y vio una mancha de sangre en los dedos. Le palpitaba el labio y la marca que ella le había dejado en el pecho.
_______ había sido salvaje. Ambos lo habían sido. Como si de repente se hubieran liberado algo y se hubiera desatado la lujuria de ambos.
Talon iba a asegurarse de liberarlo de nuevo.
_______ cerró la puerta de su casa de un portazo. La gruesa madera de roble resonó ante la violencia del acto y atravesó sus nervios con una aplastante oleada de tensión. Podía sentir las sensaciones eléctricas por todo el cuerpo, vibrando en su mente y envolviéndola en una abrumadora marea de pánico.
Oh, Dios, ¿qué había hecho?
Dejó caer el bolso al suelo y subió a su habitación a toda velocidad. Se arrancó las prendas que la cubrían, las arrojó a la cesta de la ropa sucia, y puso el agua de la ducha tan caliente como pudo antes de colocarse bajo el chorro y frotarse el pelo y la piel.
Quería arrancar de su cuerpo las sensaciones que él había provocado. Quería quitarse su olor. Todavía podía olerlo. Todavía podía sentirlo.
Apoyó la cabeza contra la pared de la ducha y respiró hondo, conteniendo un sollozo. La había tocado otro hombre. Otras manos habían acunado sus pechos, otros labios le habían chupado los pezones, otro miembro se había frotado, dura y profundamente, contra su clítoris, y ella había estado a punto de suplicar más.
—Nick. —Apretó la cara contra la pared y se echó a llorar.
La culpa le invadía el corazón. Le quemaba el alma con un fuego que no podía apagar. Sufría. Sufría por el hombre que jamás volvería a tener, que jamás imaginó que perdería; sufría por haber disfrutado de unas caricias que se había negado a recibir durante mucho tiempo.
Se deslizó al suelo y apretó las rodillas contra el pecho. Inclinó la cabeza y empezó a llorar mientras se mecía.
«Mi bruja. Go síoraí. Ámame, _______. Ámame siempre».
La voz de Nick se abrió paso entre sus recuerdos y los sollozos se hicieron más intensos. Aún lo amaba. Lo amaba tanto que no podía comprender cómo había podido seguir viviendo sin él. Sin sus caricias, sin sus besos.
Seis años. Gimió ante aquel pensamiento y dejó caer la cabeza contra la pared de la ducha mientras el agua caía sobre ella. Estaba tan caliente como sus lágrimas. Pero aquello no alivió la abrasadora sensación de culpa que todavía ardía en su interior. Su marido llevaba seis años muerto y los votos que habían compartido todavía la apresaban y atormentaban.
Las lágrimas sólo hacían su pena más profunda. Podría llorar todo un océano y Nick seguiría sin estar allí, abrazándola y aliviando el dolor que algunas veces amenazaba con devorarla viva.
Y ahora, además, estaba aquella sensación de culpabilidad.
Tomó la esponja y el jabón, y se frotó de nuevo. Se restregó hasta que sintió la piel en carne viva, pero aun así, siguió sintiendo las caricias de otro hombre en su piel, seguía sintiéndose excitada, ansiosa por alcanzar la liberación.
—Me abandonaste, Nick —sollozó entre las volutas de vapor que la envolvían—. Me lo prometiste, Nick. Me prometiste que jamás me dejarías.
El le había jurado que siempre la abrazaría, que siempre estaría con ella. Pero no fue así. Durante más de seis años había tenido que vivir sin el abrazo de su marido y ella sentía que el dolor aún la desgarraba por dentro como si hubiera sido ayer. Como si Nick la hubiera traicionado y, sencillamente, no hubiera vuelto con ella. Como si todavía estuviese vivo y no quisiera tocarla.
Las lágrimas siguieron cayendo, dolorosas, interminables, a la vez que sentía la necesidad de alcanzar el éxtasis, de sentir las caricias y los besos de otro hombre.
Cuando ya no le quedaron lágrimas, cuando el agua comenzó a enfriarse, supo que tema que moverse, así que se arrastró fuera de la ducha a la gruesa alfombrilla que cubría el suelo y se envolvió en una toalla.
Se acercó al espejo y al mirarse comprendió por qué Rick la había mirado sorprendido. Tema la piel enrojecida por el roce de la barba de Talon y un moretón azul donde la había mordido. Pensar en aquel chupetón envió una oleada de sensaciones a su vientre, al mismo centro de su ser. Se lamió los labios hinchados y cuando su mirada se deslizó hasta el cuello, se le aflojaron las piernas. Aún tema marcas que le bajaban desde el cuello a los pechos. Una leve rojez, las señales de las caricias de Talon, de sus besos, de sus dientes.
_______ tampoco había sido suave. Había querido liberarse de la oscura y furiosa necesidad que ni siquiera sabía que habitaba en su interior y Talon la había ayudado.
Era obvio que tendría que cancelar la cita de esa noche con Duncan. No había manera de que pudiera estar con él en ese momento. No podía dejar que la viera así. Y, desde luego, no podía volver a salir con él.
Sacudiendo la cabeza, se secó el pelo y, tras dejar caer las toallas al suelo, se puso la bata antes de bajar las escaleras para llamarlo.
No se mostró encantado. Como era de imaginar, estaba irritado. A Duncan le gustaba seguir una agenda y ella había desbaratado sus planes. Cuando colgó el teléfono, soltó un suspiro de cansancio al pensar en la frustración en la voz de Duncan. Tenía que romper pronto con él. La amistad no era una buena razón para continuar con la relación. Y además, no era suficiente. Había vuelto a saborear el deseo y quería más.
Mucho más.
_______ recorrió la casa débilmente iluminada hasta que finalmente se detuvo en la salita, delante de la enorme ventana, al lado de la larga mesa donde estaban las fotos de su boda.
Nick había sido tan increíblemente atractivo... Cogió una foto de los dos juntos. _______ llevaba un vestido largo y blanco que él le había regalado y apoyaba la cabeza en su amplio pecho. Casi podía sentir todavía el almidonado uniforme de gala bajo la mejilla. Él le rodeaba los hombros desnudos con un brazo y bajaba la mirada hacia ella como si hubiera encontrado en _______ algo que jamás hubiera imaginado encontrar.
Había sido su ________. Su ________ sureña. Solía llamarla así debido a aquel particular acento que ella tema y del que nunca había intentado deshacerse.
Los ojos de Nick habían sido brillantes. Tan azules. Tan llenos de vida. Le acarició los ojos por encima del cristal deslizando el pulgar por su cara, y luego levantó la mirada hacia la ventana.
Escuchó a lo lejos el ronroneo de la Harley en el taller y observó cómo la luz del faro de la moto atravesaba la oscuridad dirigiéndose hacia la carretera principal.
Talon era sólo una sombra cuando la Harley aceleró y se alejó de su vista. No dejó de mirar los faros traseros hasta que ya no pudo verlos. Después bajó de nuevo la mirada al sonriente rostro de Nick.
Una lágrima cayó sobre el cristal.
—Me dejaste —musitó otra vez—. ¿Qué voy a hacer, Nick? Dímelo. —Sintió que se quedaba sin respiración y que se le encogía el estómago con el dolor de la pérdida—. Dime, ¿qué voy a hacer ahora?