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| Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot | |
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+7other.joick.fan OrgasmoJonaS♥ xPeaceFlyWithMex --JoBros K2Mrpresidentedanger mia_sad Fini 11 participantes | |
Autor | Mensaje |
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Fini Casada Con
Cantidad de envíos : 1181 Localización : España Fecha de inscripción : 10/03/2010
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:47 | |
| Se paseó agitada por la habitación. En pocos minutos se pondría el sol y el tiempo límite de la apuesta expiraría. Le latió el corazón aceleradamente, la tensión le agitó el estómago. Había probabilidades de que ella ganase la apuesta, y pronto le vería el rostro. Pero esa no era la razón por la cual estaba tan excitada. La apuesta había enardecido la pasión entre ellos y el deseo que se profesaban mutuamente. Faltaba muy poco para que las restricciones se levantaran, para que cayeran las barreras dictadas por la apuesta. ¿Qué sucedería cuando estuvieran juntos otra vez a solas? — ¿Cómo fue tu día? ____ se dio la vuelta bruscamente, con el corazón en la garganta. —Paul. Él cerró la puerta, se giró y se dirigió hacia ella. Los ojos azul verdosos brillaban tras la máscara. —Tengo algo para ti —le ofreció un paquete. — ¿Qué es esto? —le preguntó con voz temblorosa. Una débil sonrisa le curvó los sensuales labios. —Descúbrelo por ti misma. Aceptó el paquete, con cuidado de no rozarle los dedos. Si lo tocaba ahora, no sería capaz de detenerse. Y no podría ganar la apuesta, no vería su rostro, y estaría completamente vencida. Se le detuvo el pulso un instante. —Stilgoe estuvo aquí. Quería saludarte. ¿Lo viste? —No. Lee la primera página. Se obligó a concentrarse en los papeles. —Es algo concerniente a una casa. —La están limpiando, amueblando y preparando para mañana como dijimos. También comuniqué el cambio de dirección a los periódicos. Ya tienes una agencia de caridad oficial, amor. Parpadeando, leyó la primera página completa. — ¡Es una escritura de una casa a mi nombre, Paul! —lo miró a los ojos con el corazón palpitante—. ¿Me compraste un edificio entero para oficinas? —Completo, con quince habitaciones, un jardín de rosas, y un salón de fiestas para bailes de caridad y noches de gala de beneficencia —sonrió de manera extraña, analizando su reacción. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Y ella que había pensado que su primer donativo había sido extravagante... Ese edificio debió haber costado diez veces más. Nadie era tan generoso con los desamparados. Salvo él. —Si... si se sabe que me compraste una casa, mi reputación se verá arruinada. — ¡Maldición, ____! ¡La compré para tu obra de caridad, no para instalarte ahí como mi amante! Llegó a la conclusión de que debía de estar loca, y que era tan desvergonzada como sus hermanas; una falla grave en su educación seguramente; porque tan pronto había escuchado la palabra «amante» se le representaron imágenes de sus sueños recientes, dejando en evidencia el deseo irrefrenable que la había poseído todas esas noches. Ella moría por ese hombre alto, moreno, enigmático, y estaba dominada por una fuerza poderosa de la naturaleza que hacía que sólo con mirarlo le doliera el corazón. Se moría por abrazarlo y besarlo. — ¿Qué sugieres que haga con ella, entonces? —le peguntó desalentado, malinterpretando su silencio. Temblando por la intensidad de sus sentimientos, dejó caer el pliego al suelo y le pasó los brazos alrededor del cuello. —Pon la casa a tu nombre. Eres desde ahora un miembro de la Presidencia —le cubrió los labios con los suyos, sintiendo un torrente hirviendo que le corría por las venas. El gruñó de placer y alivio. Y explotó la electricidad que había crecido entre ellos durante toda una semana. Sus bocas se fundieron apasionadamente, desesperadas por recuperar el tiempo perdido. La lengua masculina rodó como terciopelo sobre la suya, arrancándole profundos gemidos con cada caricia. Fue un beso profundo, salvaje y sensual, desenfrenado por las ansias contenidas, tanto físicas como emocionales. La boca masculina le recorrió el cuello. —Pasarás la noche conmigo. Mareada, levantó con esfuerzo los párpados para mirar por la ventana. Estaba oscuro. En algún momento, mientras aguardaba por él, el sol se había ocultado. Él había perdido. También Kevin descubrió el manto impenetrable de la noche. Sus miradas se encontraron. Una súbita aprensión apareció en los ojos de él al tiempo que, tardíamente, se daba cuenta de que había calculado mal la hora. —Tú ganaste —dijo asombrado. La ansiedad que percibió en él la hizo dudar de su decisión de quitarle la máscara. Sintió como si le estuviese apuntando la cabeza con una pistola. Apretando la mandíbula, le apartó las manos. — ¿Dónde vas? —gritó ella, al darse cuenta de que no estaba contenta de haber ganado la apuesta como debería estarlo. Deseaba rendirse desnuda y pasar la noche con él. El haber ganado la apuesta le robaba la única excusa para rendirse al clamor de sus sueños y hundirse en intoxicante pecado con él. Observó cómo se inclinaba sobre el escritorio y apagaba la lámpara dejando la habitación a oscuras—. ¿Qué estás haciendo? —susurró ella.
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| | | Fini Casada Con
Cantidad de envíos : 1181 Localización : España Fecha de inscripción : 10/03/2010
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:47 | |
| Oyó su voz justo frente a ella. —Quitándome la máscara en tu presencia. —Estás haciendo trampa —espetó ella. —No especificamos las condiciones de visibilidad en el momento en que debía quitarme la máscara. —Bien puedes dejarte la máscara porque no veo una maldita cosa. —Sí, puedes —la tensión vibró en su voz al tiempo que le cogió la mano y la colocó sobre sus mejillas cubiertas de una incipiente barba—. Puedes verme con tus manos, mi amor. Inhaló lenta y delicadamente, y como si fuese ciega, deslizó los dedos sobre los rasgos masculinos, perfectamente tallados. Tenía pómulos altos, pestañas largas, y cejas tupidas. La línea de nacimiento del abundante cabello se curvaba en la amplia frente en un vértice. Su nariz era recta, bien proporcionada y ligeramente respingona. Siguió el contorno de su mandíbula hasta el fuerte mentón, y después subió los dedos hasta los labios. Siempre le habían fascinado esos labios turgentes, pero nunca tanto como en la oscuridad que la rodeaba. Una fantasía sorprendente la poseyó: yacer de espaldas y sentirlos, deslizándose sobre su cuerpo desnudo, cubriéndola de cálidos besos. Sintió en la yema de los dedos la sensual respiración masculina entrecortada. — ¿Bien? ¿Me dejarían deambular libremente entre los niños? —intentó sonar displicente, pero ella sintió los músculos de sus mejillas rígidos bajo sus dedos exploradores. —Estás exactamente igual —murmuró con una sonrisa. Se le representó la imagen del gallardo, carismático y asombrosamente apuesto húsar del que se había enamorado. —Suenas aliviada —su tono se percibía ecuánime, pero percibió una nota de reprobación en él—. Fíjate de nuevo —le cogió los dedos y los guió hacia las mejillas y la frente. Esta vez, palpó las cicatrices. Unas líneas largas y finas que le cruzaban la piel. Finalmente, comprendió por qué él sentía tal aversión a mostrarse. Paul Kevin Lancaster había nacido hermoso, inteligente, rico, y noble; pero no había tenido una madre cariñosa ni una novia que le besara las heridas para que las secuelas se le borrasen de la mente a su regreso de la guerra. A pesar de lo que le había costado defender a su país de Bonaparte, y por ello mismo, lo amaba aún más. Y después de todo lo que había hecho para ayudarla con su obra de caridad; el escrutinio de su rostro le parecía mezquino e indigno de su parte. Apoyándose contra él, le rodeó los hombros con los brazos y apoyó los labios sobre las cicatrices de las mejillas. —Kevin, te amo... —No, no —apartó la cabeza con un movimiento brusco—. No quiero tu compasión, ____. — ¿Crees que te tengo lástima? En la oscuridad, el silencio que sobrevino entre ellos pareció abrumador. — ¿Qué tendría que hacer para convencerte de lo contrario? —preguntó quedamente. La cogió de la cintura y la sentó en el escritorio, se colocó de pie entre sus muslos levantándole las faldas y se aproximó a ella. Ella sintió la dura evidencia de su excitación apoyada contra su cuerpo, enardeciéndole los sentidos. Y su aliento cálido en la oreja al susurrarle: —Pasa la noche conmigo, de todas formas. Haré que tiembles y suspires de placer. Un temblor eléctrico le recorrió la columna y le erizó el cuello. Estaba seria y delirantemente tentada a aceptarlo, a sentir su boca en la piel, a tocarlo como había hecho esa noche en la glorieta, a dejarse llevar por su deseo. —No puedo —dijo con pesar—. John y su hermana, Olivia, nos llevarán, a mi madre, a mi cuñada a Drury Lañe y a mí esta noche para ver... — ¡Que se muera Hanson! ¡No quiero que lo veas más, ni a su maldita hermana! Ella dio un respingo. — ¿Por qué consideras tan objetable a su hermana? —inquirió suspicaz. —No la considero de ninguna manera. Prométeme que te mantendrás alejada de Hanson. — ¿Estás celoso? —le besó la parte suave debajo de la mandíbula y siguió a lo largo del cuello. Por Dios. Tenía ganas de devorarlo. Él dejó escapar un gruñido grave, dejándole entrever que disfrutaba al ser devorado. — ¿Tú qué crees? Anda pavoneándose tras de ti con la intención de casarse contigo y llevarte a su cama. Sí, estoy celoso, ¡maldita sea! ¿No te he demostrado cuánto te deseo para mí? Sintió un aleteo en el corazón. —Podrías… venir a visitarme—le propuso seductora. Los dedos masculinos se deslizaron por su espalda, recorriéndole hábilmente la columna. — ¿Me estás sugiriendo que trepe hasta tu alcoba esta noche? —sonó sumamente intrigado por la proposición. Sintió que el vestido se le aflojaba. —Me refiero a una visita durante las horas del día. Él le bajó el vestido y la camisa de los hombros y le apretó la boca caliente contra la piel, haciéndola suspirar de placer.
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| | | Fini Casada Con
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:48 | |
| —Diriges una organización de caridad durante las horas del día, amor mío. —No en el fin de semana. Un paseo por el parque en las primeras horas de la mañana, o un... picnic, sería encantador —pensó que él no necesitaba instrucciones para conquistar a una mujer, pero parecía necesitar un empujón hacia la dirección correcta... o hacia varias direcciones. Era hora de que la Gárgola saliera de su cueva a la luz del sol y se reintegrara en la sociedad. Aunque por el momento, estar a solas con él en la oscuridad le parecía perfecto... y pecadoramente excitante. —No paseo en público, mi amor. Lo sabes —sintió un aire frío en los senos, y después el roce de sus palmas acariciándole en lentos círculo los pezones, sensibilizándolos hasta convertirlos en duros guijarros. —Te agrada que nos mantengamos así, ¿no es cierto? —lo acusó sin aliento, las acuciantes sensaciones que la agitaban le impedían concentrarse en lo que estaban discutiendo—. Escabulléndonos sigilosamente en la oscuridad, donde nadie pueda vernos, o saber que nosotros... — ¿Estamos locamente apasionados el uno por el otro? —Tenemos afecto el uno por el otro —ni siquiera había visto a su hermano. —El resto de la gente puede irse al infierno. Te quiero para mí —inclinó la cabeza y cogiendo el seno con la boca, lo succionó con fuerza. Sintió un intenso deseo que le explotaba en ese lugar secreto entre los muslos. Le cogió la cabeza, incapaz de permanecer derecha, mientras su lengua le envolvía y le succionaba el pezón. Él le aferró posesivamente los senos, dándole la forma de sus manos inquietas que los frotaron enloquecedoramente haciéndola arquearse contra él, mientras su mente se derretía en una sensual nebulosa de ardor y anhelo—. Tus pechos son tan suaves, tan... perfectos. Le mordió suavemente las puntas y tiró de ellas, provocándole torrentes calientes que se le deslizaron por la parte de atrás de las piernas. Su gran mano incursionó bajo las faldas acariciándole el muslo. Cuando rozó la abertura de sus medias, la descarga que le provocó el roce de esa mano sobre la piel desnuda fue deliciosa y pecadoramente placentera. Deslizó la mano hacia el interior, adentrándose entre los muslos, ubicándose en la abertura de su ropa interior, hasta acariciarle la piel. — ¡Por Dios! —gimió al sentir un placer doloroso que le sacudió todo el cuerpo. Al tiempo que mermaba, ansiaba más, mucho más de esa eléctrica sensación de paraíso y de infierno provocada por la caricia de su mano. Se apretó buscando la magia pecadora de su roce. —Es apenas una muestra de lo que experimentarás si vienes conmigo esta noche —cuando le rozó esa pequeña protuberancia donde se concentraba su deseo, pegó un salto tambaleándose en el escritorio. Sosteniéndose de sus hombros, le entregó la boca en un salvaje, hambriento y húmedo beso. Sus dedos la recorrieron experimentadamente, hasta que ella se sintió húmeda y caliente, y ansiosa de sentirlo aún más. Al mismo tiempo siguió acariciándole el pecho, enloqueciéndola de abrasador deseo desde tres frentes, mientras se besaban profunda, desinhibidamente, enardeciéndose mutuamente. Gimiendo anhelante con la cadencia que marcaba la caricia de su mano, se rindió a los estragos que le provocó afectándole todos los sentidos. Cuanto más incrementaba la presión y la velocidad vertiginosa que ejercía contra ese lugar tan sensible que parecía tener ya pulso propio, más tentada estaba de aceptar su invitación. Ya no tenía dudas de que era el hombre que quería; lo había sabido prácticamente desde los doce años. Con P. K. se había contenido decorosamente, pero con Paul, la virtud y el decoro eran palabras huecas. —Yo... yo... —Me deseas —gruñó contra su boca abierta, hundiéndole un dedo en el interior de su cuerpo. La penetró más profundamente y le rozó un punto más sensible; una lujuria salvaje le recorrió todo el anhelante y ansioso cuerpo, nublándole la mente. Gritó rogando por más de esa exquisita tortura—. Me deseas dentro de ti, mi ángel, mi leona... —Te deseo dentro de mí —gritó suavemente, meneando las caderas contra su mano, emanando ardiente lava. Él sabía perfectamente por qué jadeaba ella. Pero si bien le saciaba una necesidad, despertaba otra, más acuciante, más demandante que la primera. Ya no era dueña de su cuerpo. — ¿Recuerdas cuan excitado estaba por ti en la glorieta? —le preguntó roncamente—. No es nada comparado a cuánto te deseo ahora. Quiero enterrarme dentro de tu cuerpo, y darte tanto placer que cantarías una ópera entera para cuando termine. En algún lugar recóndito de su conciencia obnubilada se preguntó a qué obedecería su obstinada y repetida promesa de placeres divinos para ella. Apenas tenía el poder para resistirse a él en ese momento. Sin embargo, un chisporroteo de ira por su proclamación le empezó a vibrar debajo de la piel. Había escuchado sobre su inclinación por las cantantes de ópera, pero que se atreviese a compararla a ella con mujerzuelas de dudosa reputación resultaba imperdonable. —Para cuando yo termine contigo, Kevin Lancaster, tendrás algo en común con Héctor. — ¿Qué? —medio ahogado, mitad gruñendo contra su mejilla, dijo—: ¿La lengua colgando? ¿Que agite la cola? Créeme, mi amor, así me tienes ya. —Te olvidas, querido —le susurró al oído, todavía aturdida por los torrentes de deseos que la inundaban en su interior—, que yo sé lo que siempre has deseado, cuál es tu deseo secreto. — ¿Cómo podrías saber cuál es mi deseo secreto? —su voz era profunda y ronca, hambriento de ella. Su gruñido ronco sonaba como si fuera un hombre dolorido. Una sonrisa femenina le curvó los labios. —Quieres una caricia. Él se apartó. Ella intentó distinguir sus rasgos en la oscuridad. Todo lo que pudo ver fueron las brillantes gemas... de sus ojos. — ¿Por qué te has separado? —gimió alarmada, tratando de acercarlo. —Para encontrar tú deseo secreto. Ella no tenía ni idea de lo que pretendía hacer. Estaba a punto de morir por la acuciante frustración. Sumida en la total oscuridad de la habitación, lo único que podía hacer era sentir. Le separó las rodillas y le reclinó la espalda en el escritorio, después colocó la cabeza entre sus muslos.
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| | | Fini Casada Con
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:48 | |
| — ¿ Kevin... qué estás...? —separó los pliegues húmedos con los dedos y la probó—. ¡Kevin! —gritó al sentir su suave lengua de terciopelo frotándole la sensible y palpitante protuberancia, arrancándole espasmos de oscuro y erótico placer. Después la succionó con los labios. Los objetos volaron del escritorio cayendo a la alfombra mientras ella se retorcía y saltaba resistiéndose, con quejidos y gemidos de dulce agonía, rogando por liberarse. Sin inmutarse, él la lamió, la succionó, la mordió, y la arrastró al límite de la resistencia. El corazón le latía desbocado en los oídos, las piernas le temblaban descontroladamente, las caderas, incontrolables, se azotaron salvajemente contra su boca avasalladora. —Oh, Dios... Oh, Dios... ¡Kevin! —la dura protuberancia explotó y una rugiente sensación de satisfacción le corrió por las venas como un rayo, como miel, como potente opio, inundándole el cerebro de puro placer extremo. Había alcanzado el clímax. Unas manos fuertes le habían sostenido el cuerpo lánguido contra el cómodo pecho masculino apoyándole la cabeza contra el hombro. Lo abrazó por la cintura y escondió el rostro en su cuello, sintiendo que una sensación de éxtasis como polvo de estrellas le colmaba la mente de satisfacción. Agradeció la oscuridad, mortificada por su impudicia. A los quince años se había abalanzado sobre él con un beso; y ahora prácticamente se había derretido en su boca de la forma más escandalosa y desvergonzada. —Fuiste maravillosamente apasionada —dijo él—, dulce como el néctar. —Y otras cosas también —masculló contra su cuello. — ¿Estás avergonzada? —rió entre dientes—. Bueno, no debes estarlo. Me encanta eso de ti. Levantó el rostro hacia él. — ¿Qué te encanta de mí? —Todo. ¿Acaso significaba que la amaba?, se preguntó. —Te late el corazón terriblemente deprisa. —Me estás volviendo loco, mi amor. Si no te apiadas de mí, podría sufrir un ataque de apoplejía o convertirme en un lunático, aún no lo he decidido. Pero a pesar de las consecuencias que sufra por tu culpa, espero que me visites a menudo, o voy a demoler lo que tenga cerca destrozando los oídos de todos. —Pobrecito —rió entre dientes. Hundió los dedos en la espesa y sedosa cabellera y le bajó la cabeza para besarlo—. Tú eres mi deseo secreto, Kevin —le confesó mientras sus labios se rozaban... —Señorita Aubrey —la llamó Phipps golpeando a la puerta—. Lady Chilton y lady Fairchild requieren su presencia en la sala verde. —No hay paz para tener intimidad —murmuró iracundo—. Gracias al diablo cerré la puerta. Ven, te ayudaré a arreglarte —la puso de pie y la hizo darse la vuelta. —Enciende la luz —sugirió ella arreglándose el corpiño mientras él le abotonaba la espalda. —No. —Has perdido la apuesta, me has tocado de todas las maneras posibles, ¿y aun así insistes en esconderte de mí? —Cariño, no he empezado siquiera a tocarte. ¿A qué hora te espero esta noche? Estaba cansada de seguir ese juego con él. Sin embargo, si insistía, dejaría de lado la apuesta y aceptaría seguir, pero de acuerdo a nuevas reglas. —Ya te lo he dicho, no puedo venir. No lo haría aunque pudiese. Sería mi perdición, y no es lo que quiero —aunque probablemente tampoco eso bastaría para detenerla... desvergonzada como era. —No será tu perdición a menos que alguien te vea, y nadie lo hará. Te buscaré yo mismo con mi coche después de medianoche. Lo único que tienes que hacer es escabullirte de tu casa. Te aguardaré en... —No me escabulliré contigo nunca más. Y punto. —____ —la hizo girar—. Ya no tengo más paciencia. —Es una pena —le contestó tajante. Ella tampoco tenía más paciencia. Al principio de ese pequeño juego, el único obstáculo que tenía era su aislamiento obligándola a tomar la iniciativa para poder verlo, teniendo que jugar el papel de perseguidora. Desde entonces, había aprendido que el otro lado de la moneda era su carta de triunfo. Sin embargo, en tanto lo siguiera visitando, él jamás se aventuraría a reinsertarse en la sociedad; y en tanto permaneciese encerrado en su lujosa cueva, no tendría ningún incentivo para mostrarle el rostro o para declarársele. —Si desea verme, lord Kevin, puede visitarme esta tarde en mi casa y acompañarme a dar un paseo por el parque. Lo estaré esperando a las cuatro en punto. —____—rechinó los dientes. —Señorita Aubrey —la llamaron nuevamente golpeando con urgencia la puerta. —Maldición. Me encargaré de él — Kevin se dirigió a grandes zancadas hacia la puerta y la abrió—. Te importaría... — ¿Qué está sucediendo ahí, por el amor de Dios? —la voz enojada de Iris retumbó perentoria en el umbral
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| | | Fini Casada Con
Cantidad de envíos : 1181 Localización : España Fecha de inscripción : 10/03/2010
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:49 | |
| Oh, Dios. ____ encendió la lámpara e intentó arreglarse los pasadores del cabello. No sabía en realidad por qué se preocupaba tanto. Iris probablemente había adivinado lo que estaban haciendo solos en la oscuridad. Aun así, no se lo diría a nadie, guardaría el secreto de ____. Kevin permanecía de pie dándole la espalda, sin la máscara; su corpulenta figura bloqueaba el umbral para ocultarla de la vista de los que estaban en el pasillo. Parte de ella se suavizó ante su gesto de sacrificarse a sí mismo para que ella tuviese unos segundos para juntar sus cosas. Pero por otra, estaba resentida porque él le permitiese a Iris verlo, pero se escondiera de ella, sobre todo después de lo que había pasado entre ellos. —Buenas noches, ¿lady Chilton, supongo? —dijo modulando lentamente las palabras en un tono de voz sereno, educado, levemente áspero, pero con una nota de fastidio que no pasó desapercibida a la oídos conocedores de Isabel—. Soy Kevin, el nuevo miembro de la Presidencia de su feliz iniciativa de caridad. Estoy encantado de conoceros. —Lord Kevin —Iris hizo una reverencia. Su voz resumía consternación, y algo de curiosidad también—. Permítame darle la bienvenida a nuestro grupo y agradecerle su gentileza al permitirnos usar su espléndida casa. —Es un placer, madame —intentó avanzar, pero alguien más apareció ante él. —Permítame presentarle a nuestra amiga y colega, la señora Fairchild —le presentó Iris. —Señora Fairchild —saludó encantadoramente bajando el tono de voz—. No tenía idea de que las socias de la señorita Aubrey fuesen dama» de tal juventud y belleza, o habría insistido en presentarme ante ustedes con anterioridad —«pobre Kevin », pensó ____; sus amigas lo tenían acorralado. —Lord Kevin —sonrió sugestivamente Sophie, haciendo una reverencia—. Es usted muy amable. ¡Se estaba riendo provocadoramente! ___ percibió la inconfundible risilla de Sophie y recordó su fingido ofrecimiento de oficiar las presentaciones de ambos ante la supuesta existencia de una afinidad entre ellos, y no pudo discernir si el cumplido que le había dispensado Kevin a su amiga había sido en venganza por haberse negado a visitarlo esa noche. —Reservo mi amabilidad para nuestra causa. En esta ocasión, soy meramente honesto. —Yo también querría darle las gracias por abrirnos las puertas de su casa —dijo Sophie con voz cantarina—. Estoy segura de que debe resultarle un gran inconveniente, lo que hace que su ayuda sea más meritoria. —Me complace ser de ayuda. Mañana trasladaremos la agencia a su ubicación permanente. He comprado un edificio para la fundación a cuatro calles de aquí, en Piccadilly. Profirieron repetidas veces « ¡Oh!» y « ¡Ah!» y otras expresiones de embelesada sorpresa. Isabel quería gritarles que él le pertenecía a ella, y que nadie podía permitirse efusividades con él, salvo ella. En vez de eso, se adelantó para participar de la conversación. Al escucharla aproximarse, Kevin se dio a la fuga. —Las dejo seguir con sus obligaciones. Buenas noches —antes de que ____ pudiera acercársele, desapareció por el pasillo. ____ quedó pasmada. ¿Primero sus hermanas y ahora sus amigas? ¡No lo toleraría más! Era la gota que colmaba el vaso, el juego se había terminado. La próxima vez que lo viese, se dirigiría a él y le arrancaría la maldita máscara de su rostro mentiroso. Escabullirse con ella en la oscuridad. ¡Ja! Ya vería. Sobre tu vientre te arrastraras, y polvo comerás el resto de tu vida, antes de que te permita volver a tocarme. Iris y Sophie entraron pasando junto a ____, quien había quedado inmóvil y mas furiosa que nunca en toda su vida, y siguieron conversando agitadamente sobre la encantadora Gárgola. — ¡Mirad! —exclamó Sophie recogiendo la escritura—. Realmente nos ha comprado un edificio. Mon Dieu, él es tan generoso... —Y amable, y atractivo —murmuró Iris con énfasis, revisando los documentos—. ¡Y rico! —E increíblemente atractivo... —Sophie miró fijamente a ____—. Comprendo por qué te agrada tanto, ____. Tu Kevin es un hombre en todo el sentido de la palabra, el buen sentido. A regañadientes, ____ intentó discernir la razón por la cual no le permitía verlo. Era cierto que ella no era tan madura y mundana como sus amigas, pero sus hermanas eran más jóvenes e impresionables, y lo habían visto. La única explicación plausible era que temía su rechazo... lo que era un insulto en sí mismo. ¡Ella era mucho menos prejuiciosa que Sophie e Iris juntas! Nunca le creerían si les dijese que a ella la mantenía aún a ciegas. Literalmente. No era que tuviese la intención de contárselo, ya que se vería como una tonta redomada. Bien, si Kevin Lancaster la quería en su cama, tendría que armarse de paciencia, ¡porque le aguardaba una larga espera! No se engañó a sí misma pensando que él podría aparecer en su casa a las cuatro de la tarde de ese sábado. Pero él tampoco debía engañarse suponiendo que ella lo visitaría en breve. Había ganado la apuesta y también podía mantenerse en su postura, con los ojos vendados. —Parece que a vosotras os cae bastante también —dijo finalmente—. Creo que la opinión que teníais de él ha cambiado ahora que lo habéis visto en persona —se paseó frente a ellas, demasiado preocupada como para dirigir una reunión. Sería mejor que volviese a su casa para planear cómo desenmascararlo. —Debo decir que él no es como suponía —admitió Iris—. Indudablemente, es un gentil caballero. —Estás hecha... un asco —acotó Sophie, riendo entre dientes—. ¿Ha sucedido algo interesante entre tú y tu misterioso caballero andante mientras nosotras manteníamos inocentes entrevistas? —Discutimos —murmuró ___ soplando un mechón que le caía sobre el rostro, sin dejar de pasearse de un lado a otro. — ¿Una riña doméstica? ¿Ya? —la risilla socarrona de Sophie se convirtió en franca risa. — ¿Él te compra un edificio para la agencia y tú te peleas? —peguntó Iris. — ¡Me exasperó! —«y me hizo temblar y suspirar de placer». — ¿Te exasperó encima del escritorio? —Sophie arqueó una ceja señalando el desorden de las cosas esparcidas en el suelo—. Debe haber sido una pelea terrible.
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| | | Fini Casada Con
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:49 | |
| —Si os preocupa que él... me haya comprometido, pues la respuesta es no. —Si continúa exasperándote, házmelo saber. Estaré encantada de quitártelo de las manos. ____ se contuvo para no mostrar los dientes. Todavía agradecía su suerte de no tener que enfrentar la Inquisición Española con su actual apariencia desaliñada. Renuente a revelar su ignorancia sobre la apariencia del rostro de Kevin, indagó: —De cualquier manera, ¿por qué lo encontraron estupendamente atractivo? Sophie sonrió ampliamente. —Creo que por lo mismo que lo encuentras tú, querida. ____ lo ponía en duda. Los atributos de Kevin eran meramente un bien agregado. Lo que más le gustaba de él era su generosidad, su fuerza y su compasión. Él era de ese escaso tipo de personas —especialmente en Mayfair— que no cierra las cortinas para ignorar el sufrimiento del prójimo y hacer de cuenta que no existe. Y lo que más le hacía desearlo era la expresión de sus ojos al mirarla, como si la considerase la única persona en el mundo capaz de salvarlo. —Por favor, ¿podemos irnos? John y Olivia me recogerán en menos de dos horas —les solicitó, pues si bien había considerado anular el compromiso, eso había sido antes de que Kevin hubiese puesto final a todo. ¡Le vendría bien ponerse celoso! ¡Esperaba que se pusiese muy amarillo tras su maldita máscara! Mientras sus amigas fueron a buscar sus chales y sombreros, ____ levantó la máscara de satén del suelo, pero antes de guardarla en su retículo, cerró los ojos y aspiró el perfume de Kevin. De cierta manera, aspirar la máscara que había usado le parecía algo tan íntimo como si fuese su camisa, o cualquier cosa que hubiese estado en contacto con su piel. Al diablo con todo. Las cosas se le estaban yendo de las manos si consideraba la posibilidad de ir a su cama a pesar de haber ganado la apuesta. Comportarse como una mujer impúdica y desvergonzada no lo induciría a proponerle matrimonio y, con toda seguridad, la arruinaría. Su imprudencia la había hecho poner en riesgo su reputación, lo que significaría el fin de la vida que tenía y, probablemente, el de su agencia también. Su futuro dependía de su buen nombre, al igual que su presente. En consecuencia, sin importar cuánto deseara al misterioso caballero, debería esforzarse por ser prudente y moderada... y tendría que mantenerse alejada de él todo el tiempo que pudiese —o hasta que se extinguiese el fuego que había encendido en ella. Una vez que estuvieron cómodamente sentadas en el coche de Iris, Sophie buscó los ojos de ____ en la oscuridad. — ¿Aún no se te ha declarado? —No —respondió ____ de mal humor. —Está enamorado de ti. A pesar del aleteo en el estómago, ___ lo puso en duda. La deseaba, pero sospechaba que tenía más que ver con una necesidad que con amor. Al parecer, ella poseía algo que él verdaderamente anhelaba. Ella había estado bromeando cuando había asegurado conocer su oculto deseo. En verdad, no tenía idea de cuál era. A menos que Iris hubiese tenido razón todo el tiempo en cuanto a que él tenía intenciones ocultas respecto de ella. El autocontrol que ejercía Kevin le resultaba desconcertante. Quizás sus maniobras estaban urdidas para encerrarla y maniatarla con el decadente dosel de la cama medieval que tenía en el sótano, o algo igualmente gótico. Hubiese sido algo... fascinante, si no fuese por la falta de aire de esa recámara. Si en verdad Kevin tenía algún plan infame en mente, debería hablar con sus hermanas primero, ya que ellas estarían felices de proporcionarle todo tipo de cuentos horripilantes sobre cómo reaccionaba ella ante el encierro. No era algo que debiera intentar en su casa. —Tengo una magnífica idea —anunció Iris—. Ya que el edificio tiene un salón de baile, ¡les propongo que organicemos una fiesta para que todos sepan que esperamos contar con su apoyo y donativos! Se le iluminaron los ojos. —Organicemos una fiesta de disfraces —sugirió tímidamente—. ¡Con máscaras! A sus amigas les gustó la idea. A todos les gustaban las fiestas de disfraces, y cuando sus pares vieran el nombre del patrocinador en la invitación, no serían capaces de resistirse a echar un vistazo a la Gárgola. Después de dejar a Sophie, el coche subió hasta la entrada del número 7 de la calle Dover. ____ extrajo la carta de Joseph del retículo y se la extendió a Iris. —He llevado esto conmigo durante varios días, no quería dártela frente a otras personas. Es de Joseph. —Quémala. — ¿No quieres saber lo que dice? —preguntó ____ quedamente—. Vino a verme antes de dejar el país. Aún te ama, Iris, y desea disculparse por su... mal comportamiento. Iris se limpió una lágrima de la mejilla. —Quémala. ____ cogió la mano de Iris. —Mereces saber la verdad, querida amiga. No tienes nada que perder sólo con leerla. —Sí, lo tengo —contestó tajante—. El odio que siento por Joseph es lo único que tengo de él. Me mantiene caliente en la noche, cuando comparo mi vida con lo que podría haber sido —se le quebró la voz—. Me alegro de que tu Kevin no sea el monstruo que temí, pero hay una razón por la cual las mujeres imponen reglas de conducta con los hombres. Pensé que Joseph era mi único amor, mi salvador. Confié en él tan ciegamente que permití... —cerró los ojos para contener el súbito torrente de lágrimas—. No cometas el mismo error. Asegúrate de que él sea el hombre que tú deseas, antes de entregártele. ____ se inclinó hacia delante para abrazarla. —Eres la mejor amiga que uno puede desear. Gracias por compartir tu secreto conmigo, por intentar protegerme. Joseph no te merece, querida —la sostuvo entre sus brazos hasta que logró contener las lágrimas, después le extendió la carta—. Quémala tú misma, si lo deseas. Yo sería demasiado curiosa como para no leerla, y la curiosidad es lo que mató al gato. Iris sonrió. —Al menos puedo consolarme sabiendo que la vida de Joseph tampoco es un lecho de rosas. O no se habría tomado tantas molestias como para lograr que la carta me llegara. —Ese es el espíritu que debes tener —____ la besó en la mejilla y permitió que el lacayo la ayudase a bajar—. Te veo mañana en la mañana —no podía esperar a poner en práctica su plan.
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:50 | |
| CAPÍTULO 18
En tu simple voz todo tu ardor aflora y aunque tan dulce respiras mi nombre, nuestras pasiones ya no son como otrora. «A Carolina», Lord Byron. Una vez más ____ se contuvo y no lo visitó durante... ¡toda una maldita semana! Sumido en un horrible estado de ánimo, Kevin volcó su frustración y afán lijando la obra que había empezado a su regreso de Kevin Park. Se abocó a la tarea como si fuese una labor de preso, pero como era una sorpresa para ____, no cejó en el esfuerzo. Le gustaba hacer cosas para ella. Constatar el placer con el que las recibía era emocionante y completamente adictivo. No podía recordar cuál era su musa antes de que ____ reapareciera en su vida unas pocas semanas atrás. Ahora apenas podía soportar el tiempo que estaban separados. Will le había dicho una vez que la gente se acostumbraba rápidamente a las cosas buenas, no así a las malas. ____Aubrey era lo mejor que le había pasado en su vida... y sería la peor, si no lograba lo que él quería. Los primeros dos días, Kevin supuso que estaba demasiado ocupada arreglando la hermosa casa que le había comprado para su obra de caridad, adaptándola para contar con oficinas adecuadas para la agencia. Cuando el sábado llegó, y en consideración a que él no se había presentado en su casa para dar el paseo en el parque que ella había sugerido, calculó dos días más para que su enojo se calmase. El sexto día, cuando le envió una nota invitándola a almorzar con él y fue cordialmente rechazado, supo la verdad: ____ no lo echaba de menos ni siquiera la mitad de lo que él la echaba de menos a ella. Se sintió como esas mujeres que él solía seducir. Muchas veces él también se había visto comprometido, de alguna manera, a estar con mujeres a las que no tenía interés de ver nuevamente, o tan a menudo como ellas hubiesen deseado. Si así se habían sentido, las había hecho sufrir un infierno. Jamás había sentido antes nada ni remotamente parecido a la acuciante necesidad que lo dominaba, ni ese constante dolor bajo las costillas. Sin poder verla, tocarla, hablar con ella, se estaba convirtiendo en un lastimoso despojo humano. Sospechaba que ella buscaba presionarlo. La pequeña extorsionista pensaba que podía doblegarle el brazo para obligarlo a hacer la gran presentación en público. Quizás se conformaría con una reunión más privada, siempre y cuando no usase la máscara, pero eso lo pondría en riesgo de perderlo todo. Haciendo justicia, él debería haberle ya dejado ver su rostro. Pero cada vez que había considerado hacerlo, las manos se le habían puesto frías, húmedas y pegajosas; y una sensación parecida al pánico lo había dominado. Si las miradas compasivas de sus amigas podían servir de pauta, también ellas debían estar preocupadas por la reacción de ____. Por eso, antes que quitarse la máscara a plena luz, necesitaba estar seguro de que le importaba lo suficiente para poder ver más allá... Por mil infiernos. Maldita sea, era culpa de ella que se sintiera patéticamente inseguro. Toda esa palabrería de amor y la posibilidad de ser alterado lo estaba convirtiendo en la antítesis del curtido libertino que otrora había sido. Había sido comandante en el frente la cantidad de años suficientes como para darse cuenta de que había perdido la supremacía del poder. Eso era lo peor de todo. Antes, cuando había hecho que una mujer gritase su nombre dominada por la pasión, él pasaba a ser su amo y señor; y le bastaba chasquear los dedos para que fuese corriendo hacia él. Pero no con ____. Oh, no. ____, la leona, tenía convicciones, objetivos... y otros pretendientes. La leona quería que se postrara a sus pies. Nada de lo que él hacía tenía el poder de persuadirla, salvo mostrarle el rostro. Y eso no podía hacerlo. No antes de haberle hecho el amor, suave, apropiada y tiernamente. No era que tuviese ni la más remota idea de cómo lograrlo. A pesar de haber mantenido una vida sexual activa durante más de dos décadas, jamás le había hecho el amor a una mujer. El sexo había sido una actividad placentera que no le habían implicado emoción alguna... ni tantos planes, ni autocontrol. Ni la friolera de cuarenta mil libras. Pero tampoco quería seducir a ____ sobre un escritorio, ni en la glorieta de una casa extraña, o en una lujosa habitación de hotel, ni en ninguna de las instalaciones que habitualmente había utilizado para tener sexo con ex amantes; quería seducirla en su cama, donde tendrían todo el tiempo y privacidad del mundo. Tampoco la había elegido para que fuera su futura esposa por un simple deseo carnal, aunque lo tenía; su voracidad era por esa capacidad única que ella poseía, la que había buscado durante toda la vida: su más secreto deseo. Desde que tenía cuatro años, siendo un pequeño conde, dueño de una fortuna inagotable y sin nadie ante quien rendir cuentas, la gente había buscado su compañía por dos razones: poder y dinero. Y si por un instante lo hubiese olvidado, cuando comenzó a atraer al bello sexo, las mujeres le hicieron saber en poco tiempo que, a pesar de los atractivos que pudiese tener, esperaban además uno o dos regalos. Así fue que aprendió a consentirlas, en tanto él consiguiese lo que deseaba de ellas, principalmente un corto intercambio de placer físico, sin ningún tipo de ataduras. Inevitablemente, al crecer se convirtió en un vicioso inútil, mimado y consentido, acostumbrado a conseguir lo que deseaba y a hacer todo lo que se le antojaba. Sus supuestos amigos y compañeros eran despilfarradores perdidos e inescrupulosos, criaturas disolutas cuyas reputaciones eran más negras y vacías que la suya, y quienes, al igual que él, iban por la vida de exceso en exceso a su capricho. Sintió como si él fuese un maldito cliché. Encontrar a Will fue un punto crucial en su vida. Realmente le agradaba a Will. Y lo que era más extraño: la seguridad en sí mismo de su nuevo amigo provenía de su interior. Como segundo hijo de un miembro nuevo de la nobleza, se esperaba que se abriera camino en el mundo simplemente con el único aval de las conexiones de su familia. Sin embargo, no le coartaron la libertad de deambular por el mundo con una alegre sonrisa en el rostro y la convicción interna de su unicidad. Will forzó a Kevin a hacer algunas sesiones de profunda introspección sobre sus motivaciones, convicciones y actitudes, pero no fue hasta que lo llevó a su casa que le brotó el deseo de satisfacer un nuevo capricho. Sólo que éste no era tan fácil de satisfacer, era casi imposible. Por tanto; se convirtió en una obsesión, un hambre tan profunda, tan persistente, que le ocupó todo sus pensamientos y sueños. Deseaba que alguien lo amara. Amor, esa bestia irracional e ilusoria que todo el mundo veneraba, por la cual luchaban embelesados. Quería sentirlo. Sin embargo, sin importar cuánto lo anhelara, cuan afanosamente lo buscara, la bestia lo eludía. Hasta que pudo vislumbrarla siete años atrás, en un oscuro banco, en una jovencita a quien le doblaba la edad.
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:50 | |
| Nunca había encontrado a alguien más apasionado y devoto de los que amaba; una auténtica leona. Ser objeto de su amor, aunque no fuese más que por un fugaz momento, lo había vigorizado, lo había hecho sentirse especial, invencible, vivo... un león. Lo que hubiera visto ____ en él para merecer su afecto, lo hizo desear ser otro hombre, por ella y por él mismo; porque le había agradado el sentimiento. Le había hecho sentir que la vida merecía ser vivida. Si él hubiese sabido que ella aceptaría sus cicatrices... sus culpas, y todo lo demás... no habría siquiera pensado en colocarse la pistola en la cabeza en Waterloo. Habría ido directamente hacia ella. Pero ____ no lo había visto después de Sorauren, y ella no sabía que había matado a su hermano. La posibilidad de que él pudiese terminar como uno de los desafortunados borrachos que se babeaban detrás de ella lo aterrorizaba. Apostaría todo lo que tenía a que ____ no tenía conciencia de la poderosa arma que poseía tan naturalmente. Lo había visto con los golfos del baile de los Barrington: ella irradiaba inocentemente ese cálido magnetismo, y les parecía inalcanzable a todos ellos, porque ninguno en realidad le interesaba. Su arma no era su belleza, ni su dote —de las cuales no carecía aunque no en la magnitud de otras mujeres de su círculo—: era esa promesa de amor incondicional que, sin proponérselo, trasuntaba. Era eso lo que fascinaba los hambrientos de amor de la aristocracia. Hombres como él mismo. Hombres que vivían en una sociedad cínica, mercenaria e hipócrita, integrada por adictos al placer y a la ginebra que, de ser escarbada su glamorosa superficie, aparecerían como realmente eran, meras víctimas del fallido sistema deambulando como infantes, a pesar de ser mujeres y hombres adultos, en una frustrada búsqueda del amor. Porque ese don era tan infrecuente, que debían arrastrarse en pos de artificiales sustitutos. «Semejante a los fantasmas de los sueños, en cuya desconcertante historia no había cosa que por ventura no confundiesen», escribió Esquilo.12 Bien, estaba harto de esa sociedad y de sus lastimosos fingimientos. Mucho tiempo atrás había decidido que no se conformaría con nada fingido. La falta de afectación de ____, el regalo de su amor, lo había deslumbrado y subyugado, como si fuese un mendigo arrastrándose en el lodo ante el guiño de aquiescencia del soberano. Era comprensible por qué se sentía desposeído. Después de leer las cartas de Will, después de todo lo que había hecho por ella, había esperado lograr su afecto. Sin embargo, a pesar del infinito amor que en su corazón ella albergaba por su familia, sus amigo», y por cuanta alma desgraciada había sobre la tierra, no había encontrado una migaja para él. No desde su desairada huida de la glorieta de los Barrington, desde que él la había herido. Por estos días, incluso por un sentimiento de caridad, estaba por debajo de un gato callejero. Todo por la maldita máscara. ____ no quería una barrera entre ellos. Mira tú, había estado desnudo con mujeres que jamás habían llegado a saber algo de él; ni siquiera aquellas con las que se había acostado durante un tiempo habían logrado conocer una mínima fracción de lo que él le había confesado abiertamente a ____ sobre sí mismo. Objetos sexuales y amigas casuales no habían alcanzado a vislumbrar ni una pizca de su alma. Para ____ era como un libro abierto. Ella sabía cuál era su deseo secreto. Y ella lo mantenía lejos de su alcance, intencionalmente. Esa era la razón por la cual se hallaba enclaustrado en su octavo día de solitario dolor y sin hacer nada al respecto. ¿Qué podría hacer salvo entrar como una tromba a la agencia e increparla con una diatriba de amante desdeñado? Considerando que la única irrupción que llevase a cabo sería en privado, se reservaba la opción de incursionar en su alcoba esa noche; pero si ella gritaba pidiendo ayuda, Stilgoe dispararía primero, y preguntaría después. Quizás debería raptarla, huir con ella a España o Italia, comprarle un pequeño Palazzo junto al mar, donde pudiese tenerla sólo para él... Salvo que no estaba seguro de cómo reaccionaría ella al verle el rostro. Maldición. Maldición. Maldición. La escofina se le escapó de la mano y le desgarró la piel del dedo. — ¡Por mil demonios! Gruñendo, alzó la caja que estaba tallando para ella y la arrojó contra la pared. Ya no podía soportar más estar solo, ni un maldito minuto más. Si ella no lo amaba, estaba sentenciado, se volvería completamente loco. Porque ella era la única mujer que deseaba. Maldiciendo profusamente, se dirigió a sumergir en agua fría el dedo que le ardía terriblemente. Phipps apareció en el arco de entrada. — ¿Qué? —ladró. —Milord, tiene una visita —movió nerviosamente las cejas—. Una cierta joven margarita... El corazón le empezó a latir con ritmo enloquecido. Cogió la máscara. —Hazla pasar. Un momento después, la luz del sol pareció iluminar el sótano al entrar ____ con su gracioso sombrero y su retículo balanceándose en su brazo. Alta, ágil y esbelta, lucía un vestido de muselina color damasco, de cuello alto y recatado, de la misma tonalidad que sus mejillas. Deseaba comerla viva. Sólo haciendo gala de un penoso autodominio pudo evitar lanzarse sobre ella, aferraría salvajemente entre sus brazos, y llevarla a la cama antigua que estaba en el otro extremo de la habitación. Ella necesitaba saber que él tenía otras cosas en su vida, además de ella. Los pensamientos que tenía de ____ ocupaban gran parte de ella. —Hola. Ella dio un paso hacia delante. —Estás enojado. Sí, estaba enojado consigo mismo por comportarse como la más vilipendiada de sus conquistas. Si ____ vendiese asientos para presenciar esta patética escena, el sótano no tendría capacidad suficiente para albergar a sus ex concubinas y amantes aplaudiendo y vitoreándola. Olivia lo había acusado de ser orgulloso. Puede que lo fuese, pero en ese momento en particular se sentía derrotado. Debería reiniciar su obra, salvo que se había despellejado el dedo índice y había hecho trizas la caja contra la pared. Desearía contarle cosas como que estaba agotado después de una noche de juerga, pero como ella sabía perfectamente que no salía en público, se daría cuenta de que la había estado espiando otra vez, observando cómo ella salía todas las noches con Hanson y su hermana, y con sus amigas. Porque ella no tenía tiempo para él
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:51 | |
| — ¿Cómo va la agencia? —preguntó en cambio, soplándose el dedo dolorido. —Muy bien, gracias a ti. Estamos logrando un éxito asombroso. Recibimos bolsas llenas de pedidos de empleo diariamente. Incluso llegan a nosotras solicitantes que no viven en la ciudad y han oído hablar de nosotras. Hemos contratado un ama de llaves, una mujer dulce llamada Rebecca, quien se mudó a la casa con sus dos hijos pequeños. Contratamos asistentes para que nos ayuden con el trabajo. Y he contactado a las familiares de los que figuraban en los listados que me enviaste —sonrió—. Debía haber pensado en ello. Después de todo soy una de ellas, familiar de una de las bajas del Regimiento 18 de Caballería de Húsares. —Borré el nombre de Will. No quería que te amargara —movió el dedo. La maldita cosa le dolía como los mil demonios. Ella se le acercó y le cogió la mano. —Pobrecito, ¿te lastimaste el dedo? Deberías lavarlo con agua fría. Te calmará el dolor. No se sentía demasiado agradecido con ella como para apreciar su preocupación; sobre todo porque tenía otros escozores que necesitaba calmar. —Ya lo hice. No sirvió de nada. —Pues tengo un remedio mejor —sonriendo, levantó el dedo, se lo llevó a los labios, y lo besó suavemente. El corazón le dio un brinco, debería estar furioso con su propio corazón por haberle dado tanto poder a ella. Pero él tampoco podía ayudarlo, había intentado no escucharlo, pero siempre volvía a obsesionarlo. Ladeó la cabeza e inhaló el perfume de su cabello. Dios. Su esencia le obnubilaba el cerebro. — ¿Me amas? Lo miró sorprendida. — ¿Y tú me amas? —le repitió su pregunta—. ¿O me necesitas? Su réplica ingeniosa lo confundió. ¿Cómo diablos se suponía que debía contestar esa pregunta capciosa? ¿No era amor la necesidad que se siente por otra persona? Maldición. ¡Él no estaba incapacitado para el amor! Amaba a sus padres, ¿no es cierto? Había amado a Will. Deseaba desesperadamente preguntárselo a ella, la experta en la materia, qué maldita diferencia había, pero no era tan tonto como para no saber de antemano que ella interpretaría su pregunta como una excusa burda para justificarse. —Te necesito mucho —confesó, sintiéndose poco ingenioso. Su respuesta había sido errónea al juzgar por su mohín de desagrado. — ¿Por qué debería amar a alguien que me necesita, pero no me ama? — ¡No he dicho que no te ame, maldita sea! —apartó la mano bruscamente de ella y fue a servirse una saludable dosis de whisky. La mujer estaba decidida a verlo internado en un instituto psiquiátrico—. ¿Quieres un poco de whisky? —No, gracias. Hay una diferencia entre amor y necesidad, Kevin. ¿No lo sabes? —Explícamelo. Le echó una extraña mirada. —Muy bien. Amor significa que uno antepone las necesidades de la persona que ama a las propias. La miró. — ¿Estás bromeando, no? ¿Se supone que debo entender una maldita cosa de la explicación tan intrincada que me has dado? —maldiciendo por lo bajo terminó el resto de su bebida. —No puedo explicarte qué es el amor. Lo sientes, o no lo sientes. —Y tú ya no lo sientes por mí. Ya no —se sirvió otro vaso. Emborracharse parecía una excelente idea, se preguntaba por qué no se le había ocurrido antes. El aleteo de sus pestañas fue un signo delator de su desasosiego. —No entiendo por qué estamos discutiendo esto. ¿Qué problema tienes? —Tú —apoyó bruscamente el vaso en la mesita auxiliar y se encaminó hacia ella—. Tú... irrumpiste en mi pacífica existencia, trastornaste todo, me subyugaste con tu voz melosa y tus brillantes ojos azules, y tus suaves labios... —al llegar junto a ella, pareció convertirse en un animal depredador. Instintivamente, ella retrocedió alarmada, pero él la acorraló contra la pared. —Basta. Detente. Me estás asustando —lo amonestó, sintiéndose un tanto intimidada. —Me sometí a ti para reparar mi conducta en la glorieta, pero nada parece suficiente para ti, ¿no es cierto? —cuando llegó hasta ella, apoyó ambas manos contra la pared enmarcándole el rostro, acorralándola, desafiándola con la mirada—. No descansarás hasta verme a tus pies. —Has perdido la razón —le contestó—. Has estado encerrado en este sótano sin aire demasiado tiempo. —Querías los listados, y te los conseguí. Querías mi opinión sobre la propuesta de reforma de ley, y te la brindé. Necesitabas encontrar otra manera para ayudar a tus mujeres desposeídas, y te la puse en bandeja. Te di todo lo que querías y no te pedí nada a cambio, salvo algo que ambos deseábamos, ¿y qué conseguí? Indiferencia. Frialdad. Absoluto desprecio. —Nunca he sido fría contigo. —Tampoco demasiado cálida —observó la mezcla de emociones reflejadas en su rostro en forma de corazón, en el mohín de sus labios, en sus suaves mejillas ufanas, en la impertinente nariz arrugada, en sus ojos azules preocupados, en el ceño levemente fruncido de esas cejas de un negro.. Diablos. ¡No quería una disquisición de filosofía aristotélica! Todo lo que deseaba era un maldito beso. Para empezar... — ¿Estás diciendo que todo lo que hiciste por la obra de caridad... lo hiciste por mí? —preguntó. —No fue por mí —aunque, sorprendentemente, le había hecho sentirse no sólo recompensado... le había hecho sentirse bien. —Pensé que realmente te importaba nuestra causa. Dijiste que la razón por la cual habías decidido involucrarte era para recuperarte ayudando a otras personas —se plasmó una expresión de desilusión en su rostro—. ¡No te importan en lo más mínimo esas pobres mujeres, ni sus hijos hambrientos! ¡Lo único que te importa es satisfacer tus propias necesidades!
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:52 | |
| —Me importa mucho tu causa. Quizás no tengo tu disposición natural para ayudar a todos, todo el tiempo, pero me indicaste el camino correcto, y te ayudé. ¡Pero fracasé al darme cuenta por qué es un crimen hacer algo bueno por alguien a quien quieres complacer! —Eres igual que todos los demás —luchó por contener las lágrimas—. Sólo eres más hábil en el juego, porque eres más inteligente y decidido... y tienes más dinero. Exasperado, siseó: — ¿Todos se han quedado con un cachorro porque tú no podías soportar que fuera arrojado a la calle? ¿Todos abandonaron todo para ayudarte a cumplir los objetivos que te impusiste? ¿Todos se dedican por entero a ayudar a mujeres desposeídas? —Hiciste todo eso porque necesitabas algo de mí. —Sí. A ti. ¿Es tan malo eso? ¿Hacer cosas por ti me convierte en un villano? —No —reconoció quedamente, bajando la mirada—. Pero yo pensé... —Pensaste que yo era igual que tú —suspiró profundamente—. Desearía serlo. Créeme. Estoy haciendo todo lo que está a mi alcance para ser el hombre que tú deseas, ____, y haré más, pero necesito que... me guíes —bajó la cabeza y la besó suavemente—. Te deseo a ti, ¿tú no me deseas? —cuando ella levantó el rostro, él le acarició los rasgos de muñeca como si estuviese en trance—. ¿Todos te hacen arder de deseo como yo? —ella apartó la mirada con el rostro arrebatado por el rubor. Esto iba a consumirlo, pero no tenía otra opción. Le apoyó los labios en la oreja y le susurró acariciante—: Aún siento tu sabor. Y quiero saborearte más. —Basta. Gracias, Lucifer, le había hecho mella. No había sido muy sutil, pero jamás podía serlo con nada que se refiriera a ella. Decidió ser implacable. — ¿Te tocas a ti misma como yo te he tocado, por la noche, sola en tu cama? Yo lo hago a veces cuando me resulta insoportable el deseo, y pienso en ti. Imagino tus dulces labios, tus senos turgentes en las palmas de mis manos, tu grácil cuerpo desnudo recibiéndome complaciente, y así puedo lograr liberarme. No como me gustaría, dentro de ti, con tu cuerpo húmedo y enardecido por mí, clavándome las uñas en la espalda, mi leona —le besó el cuello, la sangre le fluía caliente por la venas, cada pulgada de su cuerpo ardía por ella. Cuando ella gimió, clavándole los dedos en la cintura, sintió el deseo de poseerla ahí mismo, contra la pared. La voz femenina se escuchó como un largo quejido: — ¿Harías algo por mí? ¿Sólo por mí? En su estado, aceptaría cualquier cosa. Sólo rogó porque ella no lo enviara al infierno. —Te escucho —levantó la cabeza y se encontró con un sobre—. ¿Qué es esto? —si era una invitación para su próxima boda con Hanson, ella jamás podría dejar su casa. Cogió el sobre y extrajo una tarjeta adornada con máscaras venecianas de color negro y dorado. —Daremos un baile el viernes para celebrar la inauguración de nuestra agencia. Esperamos reunir fondos y reconocimiento de la aristocracia. Vine a invitarte personalmente. Se percató que su nombre figuraba después de la frase: «patrocinado por». —Lo pensaré. —Es un baile de disfraces. Todos usarán máscaras, no sólo tú —lo miró a los ojos—. Quiero que concurras, Kevin. Por mí. ¿Lo harás, por mí? Era la primera vez que le pedía algo para ella y no para la obra de caridad, o para ayudar a alguna otra pobre criatura. Si se negaba, dudaba que le pidiera que hiciera otra cosa por ella. Ella deslizó las manos que tenía apoyadas en su pecho, y se las pasó alrededor del cuello. —Por favor, asiste a mi baile, querido. Eres la única persona que querría ver, y con quien desearía bailar —lo cogió de sorpresa cuando se puso de puntillas y lo besó suave y profundamente, poniendo todo su corazón y su alma en ese beso. Cuando ella hacía algo así, él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa—. Realmente, te deseo —murmuró ella cubriéndolo de besos lentos—. Incluso cuando me invaden unas terribles ganas de estrangularte, hombre misterioso... maravilloso —lo abrazó... solamente lo abrazó, y pudo sentir los latidos de su corazón contra su pecho. —____. La abrazó con fuerza, y sintió que el frío que anidaba en lo más recóndito de su corazón desaparecía con su calidez de mujer, haciéndole evocar recuerdos y sentimientos hacía mucho tiempo olvidados. Nunca lo habían abrazado así desde que tenía cuatro años. Y a pesar de ser tan menuda y frágil, la fuerza de su espíritu lo sobrecogió. Jamás podría dejarla ir, aunque ella lo desdeñara, se burlara de él y sintiera arcadas al ver su rostro, porque jamás podría sobrevivir sin ella. —Antes de que lo olvide... —se apartó de su abrazo, para su consternación, y extrajo una caja pequeña de su retículo. Estaba bellamente envuelta como regalo, y anudada con un lazo azul—. Esto es para ti. — ¿Qué es? —Ábrela para verlo por ti mismo —le sonrió extendiéndole la caja apoyada en la palma de la mano. Le quitó el papel, el lazo... y se le cortó la respiración. —Es un reloj de bolsillo. —Lo sé. Sin duda debes tener una gran cantidad de ellos, pero... lo vi. en una tienda en Bond Street y... no pude resistirme —le brindó una tímida sonrisa—. Mira en la parte de atrás. Tiene algo grabado. Se sintió... débil. — ¿Me compraste un regalo? ¿Por qué? Se encogió de hombros, sonrojándose. — ¿Por qué hiciste para mí la caja con el león? —____, si esto es por el edificio para la agencia... —balbuceó torpemente. Se sonrojó más aún. —Te compré este regalo, bueno... porque me gustas, tonto. ¿Tengo que tener una razón en particular? Con manos no muy firmes y el pulso acelerado, miró reverentemente el brillante reloj de oro con cadena, revisando la parte de atrás donde encontró el blasón de su familia, un león bellamente grabado en oro blanco, junto con una inscripción que decía: «Para P. K. Lancaster. Coeur de Lion. Con afecto, ____». Contuvo la respiración entrecortada.
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:52 | |
| —No sé qué decirte. Es hermoso. Lo guardaré con gran estima. Gracias. Se mordió el labio para esconder la sonrisa, y los ojos brillantes. — ¿No te importa el francés? —Corazón de león. No, no me importa el francés —tragó con dificultad—. ¿Es lo que piensas de mí? Asintió con los ojos. Precipitadamente, le aseguró: —No es un soborno y no tiene nada que ver con la invitación al baile... —Si dices una sola palabra más comenzaré a llorar —la silenció con un beso, escondiendo cuan profundamente lo había emocionado. El último regalo que había recibido en su vida había sido de sus padres. Ella estaba destruyéndolo. —Ahora guárdalo, porque no he terminado la discusión sobre el baile. Emocionado por su dulce gesto, guardó el reloj en la caja, y la apoyó sobre la mesa de vinos. Volvió a su lado con el corazón palpitándole con fuerza. — ¿Sí, Su Majestad? Ella le enlazó el cuello y le hizo bajar la cabeza para darle un suave y prolongado beso. La turgente calidez de sus labios, la aterciopelada caricia de su lengua lo dejaron completamente fascinado. Eso era algo distintivo en ____... sus besos, besos que le absorbían el alma y lo convertían en un redomado idiota. —Un gesto de buena fe, es lo único que pido —le susurró—. Piénsalo. Si tan sólo supiese lo que le estaba pidiendo... ¿pero qué podía decirle? ¿Cómo podía decirle que el tormento por las atrocidades que había cometido lo perseguían a todas partes? Que él era un fantasma viviente de todos los miles que habían sido mutilados en el campo de batalla. Que no servía para reinsertarse en la sociedad. Solamente lo instaría a hacerlo con más afán, ansiosa de sanar sus tormentos y de hacer de él un hombre nuevo. Quizás realmente lo quisiese, pero había dispuesto un vía crucis para él en su afán de hacerlo merecedor de su incondicional, desinhibido e inalterable amor, y él no estaba seguro de poder soportarlo.
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| | | Fini Casada Con
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 22nd 2010, 13:53 | |
| CAPÍTULO 19
OBERÓN: en mala hora os encuentro a la luz de la luna, orgullosa Titania. TITANIA: ¿y bien, celoso Oberón? Duende, aléjate de aquí. He renegado de su lecho y su sociedad. OBERÓN: poco a poco, jactanciosa. ¿No soy tu señor? Sueño de una noche de verano, Shakespeare.
— ¡Qué espléndida reunión! —disfrazada como un ave del paraíso con un vestido de fiesta de seda azul con coloridas plumas y una máscara haciendo juego, Sophie se estremecía deleitada al escrutar el atestado salón opulentamente decorado—. Me preocupaba que la lluvia hiciera que todos permanecieran en sus hogares, pero al parecer, todos los pares del reino están presentes en la velada, y los que no lo son, también. Nuestra fiesta es un éxito, si me permitís que os lo diga. —Me han comentado que Prinny está en camino —susurró Iris con igual entusiasmo, glamurosa en su disfraz celta de seda verde esmeralda—. ¡Oh! Y puedo ver a la duquesa de Devonshire devorando bombones de chocolate junto a la mesa de refrigerios. Esa es siempre una buena señal. —Todos parecen estar pasándolo de maravillas — acotó ____. «Todos excepto ella». Suspiró tristemente, al tiempo que las parejas enmascaradas giraban a su alrededor al compás de una danza de parejas en hileras. Como anfitriona, tenía la prerrogativa de declinar invitaciones a bailar sin que nadie se ofendiese. Por tanto, permaneció de pie junto a la pista de baile, deseando estar en otra parte, y con otra persona. Lamentablemente, ya había usado todos sus ases: mantenerse alejada de su casa, rogarle que acudiese a su fiesta, permitir que esa semana John y Olivia la acompañaran a cada una de las veladas, a sabiendas de que Kevin merodeaba en las sombras fuera de su casa... Aun así, nada parecía perturbarlo. Por el contrario, parecía más afianzado que nunca en su posición, refugiándose detrás de la máscara. ¿Qué otra cosa podía hacer ella? Sus maquinaciones no la conducían a ningún fin provechoso, tenía sólo dos cartas por jugar: desenmascararlo cuando menos lo esperase, o pasar la noche con él. Pero no quería echar mano a ninguna de ellas. El recurrir a medidas desesperadas bien podría costarle la separación del hombre al que amaba, la reputación, la agencia e incluso, la libertad. Estaba perdiendo el maldito juego. Aunque le había demostrado que no podía esperar que ella resultase una presa fácil, el coronel Lord Ashby, el brillante estratega, estaba tomándose su tiempo, a la espera de que la fruta madura cayese en sus manos. Eso estaría muy bien y estaría en lo correcto salvo por el hecho de que la decisión final sobre su futuro no estaba en manos de ella. John ya no intentaba conquistar otras mujeres, había centrado toda su atención en ella y, como resultado, su madre y su hermano aguardaban una inminente propuesta de matrimonio. —Todos se han colocado una máscara y han venido a echarle un vistazo a nuestro patrocinador —comentó Iris—. Hasta Chilton se encuentra aquí, en algún sitio. —Tu esposo, al igual que el resto de los presentes, se verá penosamente decepcionado esta velada, puesto que él no vendrá —dijo ____. Después de haber escudriñado la multitud durante dos horas buscando a un hombre enmascarado en particular, estaba mal que decepcionada. Se sentía completamente desdichada. — ¿Quién no vendrá? —dijo alguien en voz baja junto a ella. ____ se sobresaltó, pero reconoció la voz de Joseph Macalister aun sin ver su alta figura de cabello castaño rojizo. Iris alcanzó a reconocerla incluso antes que ella y se excusó de inmediato. Sophie le dispensó una mirada que le advirtió a ____ que sería considerada una traidora por relacionarse con el enemigo y huyó tras su amiga. ____ permaneció inmóvil. El soldado enmascarado la cogió de la mano e hizo una reverencia. —Bottom, a vuestro servicio, Su Majestad. — ¿Cómo lo supo? —ella sonrió detrás de su máscara de colores pastel cubierta con polvo plateado. — ¿Qué? ¿Que usted es Titania, la reina de las hadas? Se percató de cómo la examinaban sus curiosos ojos celestes a través de las rendijas de la máscara que le cubría la mitad del rostro. La observó detenidamente: las zapatillas plateadas, el vestido de variados colores de gasa que iban desde el amarillo brillante al rosa y al celeste, deteniéndose particularmente en los senos que el corsé plateado dejaban generosamente al descubierto, más de lo usual. Su mirada le recorrió lentamente todo el cuerpo hasta llegar finalmente a sus acicalados rizos que caían como cascada desde una diminuta tiara de plata. Era una pena que no fuese el causante de la elección de ese disfraz tan sugestivo. —Era una apuesta segura. Más segura que sugerir que estaba disfrazada de... — ¿De qué? Le ruego que me lo diga —lo instó desafiantemente. —A riesgo de que me golpee los nudillos con el abanico, mi otra opción habría sido una cremosa millefeille, un pastel de hojaldre de mil capas delgadas como el papel, con sabroso y dulce... —¡Que vergüenza, mayor!—le deslizó suavemente el abanico por los nudillos sin poder ocultar una sonrisa—. ¡Comparar a una dama con un pastel! ¿En qué lo convierte eso a usted? —No en un francés, espero. —Los franceses perdieron la guerra, mayor, y usted está a punto de perder la suya. El se le acercó. — ¿Rechazó mi carta? —No —le respondió ella en un susurro—, pero usted ha cometido un grave error. — ¿Por qué? ¿A qué se refiere? —le preguntó alarmado. —En primer lugar, debió haberse acercado a ella primero, no a mí, y aprovechando la multitud enmascarada, mantener un téte-á-téte en privado pero, desacertadamente, la ha alertado de su presencia. Ahora ella hará lo imposible por evitarlo el resto de la velada. —Tiene usted razón, soy un idiota —se pasó la mano por el cabello, desordenándolo—. Es sólo que ella me dejó sin aliento al verla con ese vestido verde esmeralda. Me puso nervioso —admitió tristemente. Por desgracia, ____ no tenía ningún consejo para darle. Incluso aunque Iris lo perdonase, nunca estarían juntos, al igual que —según había comenzado a temerlo— tampoco lo estarían Kevin y ella. —Haga lo que haga, por favor, tenga en cuenta que su esposo está presente. No le cause problemas. Chilton es del tipo celoso. Si lo ve con ella, Iris será la que pague las consecuencias. Joseph apretó la mandíbula, la ira y el dolor le oscurecieron los ojos. —Desearía poder abalanzarme y rescatarla de ese ogro, pero no puedo hacerlo. Ni tampoco creo que ella me lo permitiera, aunque lo intentase. — ¡____! —el grito de su madre casi la dejó sorda. Lady Hyacinth la cogió del brazo y acercó los labios a la oreja de ____—. John está buscándote, y me he enterado de buena fuente que se te declarará esta noche. ¡Oh, querida! ¡Apenas puedo contener las lágrimas! —aspiró ruidosa y dramáticamente.
Hasta aki espero k les guste el maratón y perdon perdon x no subir antes eske tengo unos...problemillas mañana se la sigo enserio | |
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 24th 2010, 06:29 | |
| —Tampoco yo —____ terminó su copa de champaña y se la entregó a un sirviente que pasaba junto a ella. La buena fuente de su madre era indudablemente lady Fanny, la madre de John, lo que significaba que la propuesta era verdaderamente inminente. No ansiaba enfrentar el consiguiente reproche en su casa, cuando le informase a su familia que prefería ingresar a un convento antes que casarse con John «Handsome», quien no le despertaba emoción alguna. Joseph aún se hallaba de pie a su lado —Madre, él es el mayor Macalister. Prestó servicio con Will en el Regimiento 18 de Húsares. Mayor, ella es mi madre viuda, lady Stilgoe. Su madre extendió la mano para saludar a Joseph, mostrándose poco complacida de que se hallase con su hija estando ella próxima a casarse. En cuanto su madre se alejó, ____ se giró hacia Joseph para disculparse, pero él tenía la vista fija en una máscara de color rubí que se dirigía hacia ellos. Sally Jersey. La orquesta comenzó a tocar un vals. —Baile conmigo —le murmuró suplicante, deslizando la mano enguantada de ella alrededor de su brazo. ____ le permitió escoltarla hasta la pista de baile, agradecida por la distracción. John, persiguiéndola con un anillo en el bolsillo, le había despertado un repentino interés por la danza. Quedó frente a Joseph en la pista de baile—. Formamos una bonita pareja —él sonrió tristemente, al tiempo que le cogía la mano—. Me pregunto si alguno de los dos conseguirá un final feliz. No le permitirán rechazarlo, ¿no es verdad? Obviamente había oído el mensaje que su madre le había susurrado sin disimulo. —No, no lo harán, pero me enfrentaré a ambos con uñas y dientes si es necesario. No me convertiré en la esposa de un hombre a quien no amo. Él curvó la mano alrededor de su cintura. La curiosidad le centellaba en los ojos. — ¿A quien ama, mi resplandeciente Titania? Una gran mano enguantada se posó sobre el hombro de Joseph. —Hágase a un lado, Macalister —le indicó una voz de barítono—. Este vals es mío. _____ sintió que el pulso se le aceleraba frenéticamente. — ¿Quién demonios...? —Joseph giró la cabeza y quedó boquiabierto. Adoptó la postura de atención inmediatamente—. Coronel Kevin —soltó a ____ y sonrió al tiempo que le ofrecía la mano. —Sólo Kevin. Al extenderle la mano a Joseph, la mirada de color verde esmeralda de Kevin se dirigió hacia _____. Estaba vestido completamente de negro. Su oscuro cabello largo, que ya no estaba a la moda, brillaba a la luz de los candelabros. Ella sintió el calor correrle por debajo de la piel. El mensaje en los ojos de él era claro y nítido: «Tanto así te deseo». Joseph observó a uno y a otro con mirada curiosa e hizo una reverencia despidiéndose. —Cuando sienta la necesidad de compartir una copa mientras escucha viejas historias de guerra, dé una vuelta por el Old Captains' Club. Los blancos dientes de Kevin brillaron detrás de la máscara negra. —Gracias. Ni bien Joseph se retiró, Kevin dio un paso para situarse frente a ella y le rodeó la cintura con la mano. Ella contuvo el aliento. Le cogió la mano que le ofrecía y se le unió con un susurro de faldas alrededor de la atestada pista de baile. Con la gracia de una pantera negra, él la condujo entre parejas coloridamente ataviadas; su refulgente mirada atrapó la suya y la dominó con su intensidad. Ella deseó agradecerle el haber venido, pero no pudo proferir palabra. Podría haber imaginado que se hallaba flotando en un sueño de no ser por los latidos del corazón que le retumbaban en los oídos. Él la había hechizado. El disfraz de asaltante de caminos le destacaba los esbeltos y anchos hombros, haciéndolo verse... letalmente deseable. Kevin se hizo eco de su silencio, interpretando su debilidad física. Era una situación de lo más extraña. Después de haberse encontrado a escondidas con él, en lugares oscuros u ocultos, en ese momento, rodeada por toda esa gente, ella prácticamente se desvanecía de deseo por él. Él se inclinó un tanto más hacia ella y le mordisqueó el lóbulo de la oreja con los labios. —Yo también. Ella sintió que le flaqueaban las rodillas. —El balcón. —Guíame. Con la mirada le señaló las puertas que conducían al balcón, e instantáneamente, él dirigió el desplazamiento del vals en esa dirección. Llegaron al final de la pista y Kevin abrió las puertas empujándolas con el codo. La arrastró con él y cerró las puertas con el pie. En el aire flotaba el fresco aroma de la lluvia reciente; las gotas resonaban en el desagüe. La abrazó con más fuerza cuando ella le rodeó el cuello con los brazos. Con voz profunda ella le preguntó: — ¿Por qué aceptaste mi invitación? — ¿En realidad necesitas saberlo? —le dio un beso profundo tan embriagador como el brandy. Con un suspiro de placer, ella le entrelazó los dedos en el cabello y lo atrajo hacia sí, haciendo el beso más intenso. Él la besó profundamente con el instinto de un amante, quitándole las pocas fuerzas que le quedaban, haciéndole bullir la sangre. Las máscaras se rozaban mientras él la besaba una y otra vez, fundiendo los cuerpos. Ella no podía tolerarlo, unidos en apretado abrazo, el anhelo, las capas de ropa que separaban los ardientes cuerpos, las barreras... Ella se quitó la máscara y, sin siquiera pensarlo, apartó la de él también. Kevin se paralizó por un brevísimo instante... y apartó brutalmente su boca de la de ella, retrocediendo torpemente. Conmocionada por lo que acababa de hacer, ____se armó de valor y después entreabrió los ojos y lo miró. Él estaba envuelto en las sombras cubriéndose el rostro con ambas manos. Entre la separación de los dedos, los ojos le centellaban llenos de furia por sentirse profundamente traicionado. —Maldita seas —dijo con voz áspera—. No pudiste resistir la tentación, ¿no es cierto? Tenías que humillarme en público. — ¡No! —gritó ella con el estómago contraído por el miedo. Dios santo. La aborrecería.
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 24th 2010, 06:30 | |
| —Observa cuanto te plazca, entonces —gruñó. Dio otro paso hacia atrás y, con gran renuencia dejó caer las manos a los costados del cuerpo. La luz de la luna lo iluminó y ella vio su rostro. Una leve exclamación escapó de los labios de ella. Se cubrió la boca y pestañeó. No había sido un engaño de la oscuridad o del tacto en relación a la vista, ¡verdaderamente se veía igual! El rostro inolvidable que se hallaba frente a ella era exactamente como lo recordaba: rasgos perfectos, una belleza masculina maravillosa y dos largas y finísimas cicatrices que se extendían formando una V desde el puente de la nariz hasta las sienes. Y otras dos cicatrices igualmente finas que le cruzaban las mejillas desde la nariz hacia las orejas. Un gran cirujano había realizado una espectacular labor de reconstrucción con simetría y precisión, de manera tal que sólo fuesen visibles seis finas líneas en su rostro. Ella pensó que se veía más como un león que como una gárgola, y no había nada horrendo en él, sin importar lo que él hubiera dicho. ¿Por qué demonios se sentía forzado a ocultarse? No tenía sentido. No pudo dejar de mirarlo fijamente, de la misma manera en que había visto a la gente observar las maravillas griegas durante horas en el museo. Sólo allí de pie, observando. El conde de Kevin se veía igual pero... diferente. A los veintiocho años era demasiado bello, casi espléndido, como John. A los treinta y cinco, era todo un hombre. Tenía el rostro de un espartano: de rasgos fuertes, bien definidos, lleno de carácter y magnetismo. Pero el cambio significativo yacía en sus ojos. Era extraño que ella no lo hubiese notado hasta ese momento. El encanto juvenil y el dejo desenfadado habían desaparecido. Su expresión sombría ocultaba secretos y dolor, más allá de lo que ella podía alcanzar a comprender. — ¿Satisfecha? Ella sintió que su tono tajante hundía más el puñal de la culpa en su conciencia. Sintió que le flaqueaban las piernas, dio un paso adelante y lo cogió de las solapas del abrigo. —Perdóname. Fue muy insensato por mi parte ponerte en esta posición. Yo... Él la miró fríamente. —Ya te lo he dicho antes. Nunca te disculpes conmigo. — ¿Por qué? ¿Por qué no puedo disculparme? Lo que hice fue insensato y... Se oyó el gruñido de una voz familiar. — ¡Déjala en paz, Gárgola! —John —dijo ___ sobresaltada. Oh, no, no, no. ¡Qué absoluto desastre! Se interpuso frente a John que avanzaba hacia Kevin —. ¡Discúlpate con lord Kevin inmediatamente! —si reñían por ella en el balcón sin la presencia de ninguna otra mujer como carabina, estaría en la ruina, su agencia nunca sobreviviría al escándalo, y todas esas pobres mujeres no tendrían ningún lugar adonde ir. — ¿Disculparme? ¿Con él? —dijo John socarronamente con expresión cínica. Sintió cómo Kevin se tensaba detrás de ella, pero él no emitió palabra—. Preferiría cortarme la lengua antes que hacerlo. No estaba segura acerca de la habilidad de Kevin para controlar su temperamento. Ella sabía que lo tenía, pero nunca lo había visto en una confrontación con otra persona que no fuese ella. —Controla tus palabras, John. Lord Kevin es el fundador de esta agencia, nuestro benefactor más generoso. Acabas de interrumpir una conversación muy importante relacionada con nuestro trabajo. — ¡No lo defiendas! ¡Vi cómo te arrastraba hacia aquí! —con movimientos sorprendentemente rápidos, John la rodeó y le dio un empellón en el pecho a Kevin con fuerza agraviante—. ¿Acaso estás sordo? —gruñó John—. ¡Apártate, bestia, antes de que te golpee ese horrendo rostro hasta convertirlo en una masa más agraciada! Kevin dio un paso atrás torpemente, sin decir nada; su expresión era indescifrable y tenía los puños crispados a los costados del cuerpo. —Cobarde —espetó John desdeñosamente. ____ sintió que el pánico le trepaba por la garganta. — ¡Es suficiente! —miró furibunda a John—. ¿Cómo te atreves a insultar tan cruelmente a nuestro patrocinador? ¡Tú eres la bestia! ¡Discúlpate de inmediato! El Ángel Dorado se veía lívido. De pie frente a frente con Kevin apenas le llegaba a la altura de la nariz. A ella le resultó extraña la completa inmovilidad de Kevin, su tenso mutismo. Él era más grande y más fuerte que John; podía destruirle el rostro de un solo golpe, si así lo deseaba. Pero no lo hizo. Y gracias a Dios que así fue, o de lo contrario toda la concurrencia acudiría en estampida al balcón. — ¿Yo soy la bestia? —se burló John mirando a su rival—. ¿Por qué no le preguntas qué clase de hombre es él en realidad? Pregúntale por qué los franceses lo llamaban Le Boucher. ¿El carnicero? Miró a Kevin con el ceño fruncido. — ¿De qué habla? —susurró ella. Kevin la miró por un brevísimo instante antes de dar otro paso hacia atrás, pero a ella le bastó para percibir la culpa y la vulnerabilidad en sus ojos. Sintió que se le oprimía el corazón. ¡No, se negaba a creer que él tuviera algo de que avergonzarse! ¡Era el caballero negro de brillante armadura! —Vamos, Kevin —John sonrió burlonamente—. No seas un aguafiestas. Deléitanos con tus hazañas heroicas. ¡Cuéntale a la señorita Aubrey, quien perdió a un hermano en la guerra, cuan valientemente recorrías los campos de batalla en busca de soldados enemigos heridos y los masacrabas cuando no podían defenderse de los animales carroñeros, y mucho menos de tu bayoneta! — ¿Cómo te atreves? —exclamó ____—. ¡Es la mentira más repugnante que jamás he oído! — ¿Lo es? —John le sostuvo la mirada mientras lo observaba consternada—. Imagina a tu hermano yaciendo herido y ensangrentado después de la batalla y a un asqueroso soldado francés apuñalándolo mientras le pide piedad. Este es el caballero —escupió la palabra como un insulto— al que aclamas como tu benefactor. Y pensaste que su rostro era su única deformidad. Le Boucher—dijo mordazmente. — ¿ Kevin? —____ buscó la mirada de Kevin en el oscuro balcón. A pesar de permanecer orgullosamente erguido, con mechones de cabello oscuro cayéndole sobre los ojos, tenía la vista perdida. ¿Por qué no se defendía contra aquellas horribles acusaciones? Seguramente John mentía.
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| | | Fini Casada Con
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 24th 2010, 06:30 | |
| — ¡Adelante! —John le hizo un gesto condescendiente a Kevin con la mano—. ¡Vete ahora! ¡Lárgate! — ¡Basta! —____ se enfrentó a John, harta de él—. ¡Esta es mi agencia, mi fiesta, y ya no eres bienvenido en ella! ¡Por favor, vete! —sintió que alguien se giraba detrás de ella y se daba la vuelta rápidamente. Kevin se había ido—. ¡ Kevin! —se lanzó contra la barandilla que daba al oscuro jardín de rosas que bañaba la lluvia. No había señal de él por ninguna parte. Había desaparecido en la noche. El corazón le latía frenéticamente, sintió el calor en las mejillas. ¿Qué había hecho? — ¡Enhorabuena! —murmuró John junto a ella siguiéndole la mirada en dirección al oscuro matorral. Le tocó la mano—. Mi adorada ____, quería hablar contigo... —Déjame —dijo apretando los dientes y temblando furiosa, con él y con ella misma; horrorizada, invadida por un pánico extremo, incapaz de comprender la magnitud de la catástrofe acontecida. — ¡Allí estás! —una salvadora vestida de azul brillante con coloridas plumas se interpuso entre ____ y John. Sophie cogió a Isabel del brazo y la condujo hacia la puerta—. Se nos ha terminado la última botella de champaña, necesito la llave de la bodega —arrastró a ____ de regreso al salón, se abrió camino entre la multitud multicolor hacia el pasillo, avanzó hasta una de las oficinas y sólo la soltó cuando estaban fuera de vista y había cerrado la puerta. — ¿Te has vuelto loca? —exclamó Sophie—. ¿Qué demonios hacías a solas con Hanson en el balcón? ¡Si alguien os viera tendrías que haberte casado con él, tonta! —No estaba sola con Hanson. Estaba con... —____ se sentó en una silla y se cubrió el rostro con las manos—. Oh, Sophie, he causado un enredo terrible. Invité a Kevin a la fiesta, y vino. Después John nos sorprendió en el balcón e insultó cruelmente a Kevin, y él ahora me detesta, me desprecia, y no puedo culparlo porque yo misma me detesto y me desprecio también. Nunca me perdonará. Lo he perdido —sollozó y las lágrimas le humedecieron la gasa del disfraz. La embargó una sensación desagradable al recordar las palabras «le Boucher». ¡No! Tenía que tratarse de una mentira. El Kevin que Will amaba y admiraba tanto nunca recurriría a métodos tan viles y deshonrosos, asesinando a los pobres soldados indefensos que yacían heridos en el campo de batalla, aunque se tratase de franceses. El hombre al que amaba extraía espinas de las patas de los cachorros, jugaba con su sobrina de un año de edad, era el héroe de Will. Había donado una casa a la caridad. Era bueno, amable y considerado... Sophie le apretó el hombro con la mano. —No lo has perdido, ____. Ve a verlo mañana por la mañana. Solucionarás el enredo fácilmente. Fue Hanson quien lo insultó, no tú. —Hanson no habría tenido la oportunidad de insultarlo si yo no lo hubiese instado a venir y no... —terminó la frase en silencio «lo hubiese expuesto tan despiadadamente». — ¿Qué? —Sophie rió por lo bajo—. ¿Qué hiciste? ¿Le robaste un beso en el balcón? Aja, sí. Puedo ver por qué él debería detestarte y despreciarte, y nunca perdonarte por ello. Ella nunca olvidaría la mirada en sus ojos después de haberle quitado la máscara. «No pudiste resistir la tentación, ¿no es cierto? Tenías que humillarme en público». Mañana sería demasiado tarde. Si no lo buscaba en ese momento, él dispondría de toda la noche para juzgarla, la encontraría culpable y la ejecutaría en sus pensamientos. Se puso de pie. —Necesito que busques a mi madre y le digas que me sentí indispuesta y tuve que irme a casa. —Oh, no. No lo harás —Sophie meneó la cabeza—. No irás a buscarlo esta noche. — ¡Pero debo hacerlo! —protestó ____—. ¿Acaso no te das cuenta? ¡Mañana será demasiado tarde! —en alguna parte de aquella sala había dejado la capa y el retículo. Halló sus pertenencias y se encaminó hacia la puerta. — ¡No! ¡Te lo prohíbo! —Sophie la cogió del brazo—. Iris tenía razón. Una mujer nunca debe poner su honor y su libertad en las manos de un hombre, especialmente de un hombre atormentado. Aguarda hasta mañana. Rehusándose a escucharla, ____ se liberó el brazo, abrió la puerta y se precipitó al vestíbulo, ignorando las curiosas miradas de los invitados que allí se hallaban. Un sirviente le abrió la puerta. —Wadley, por favor, ¿podrías detener un coche para mí? Me siento bastante indispuesta. —De inmediato, señorita Aubrey —el hombre dio un paso hacia la calle y levantó la mano. Llovía nuevamente. ____ se cubrió la cabeza con la capucha y alguien la empujó. —Necia testaruda. ¡Wadley! —gritó Sophie—. La señorita Aubrey regresará a casa conmigo. Por favor, encuentre a mi cochero y pídale que nos busque aquí fuera. Está esperando al otro lado de la calle. Mientras esperaban el coche, ____ miró a su amiga. — ¿Hallaste a mi madre? —No. Encontré a Iris y le dije que hallara a tu madre y le dijera que Jerome estaba terriblemente enfermo y que me acompañarías a casa porque yo estaba demasiado perturbada para ir sola. A pesar de la tensión que sentía en el estómago, ____ pudo sonreír ante la astucia de Sophie. —Gracias. La próxima vez que necesite cometer una fechoría, te pediré que seas mi cómplice. —Una cómplice renuente —murmuró Sophie con re-probación, mientras su coche se detenía frente a ellas. El sirviente las ayudó a subir y partieron—. Dicho sea de paso —dijo Sophie—, hallé a Iris en el balcón con el mayor. Me habría gustado mucho poder ser una mosca en la pared del concurrido balcón esta noche. Parece que toda la diversión tuvo lugar allí fuera. —¿Tris estaba con Joseph? —____ estaba totalmente complacida. —¿Fue por eso por lo que Macalister se te acercó antes? ¿Tramasteis esa reunión juntos? —Iris necesita saber la verdad sobre por qué Joseph la dejó en esa cabaña. Carga con demasiado dolor y amargura como para continuar así para siempre —hablar sobre Joseph e Iris la distrajeron de la tensión y el nerviosismo por el remordimiento de conciencia que la carcomía. | |
| | | Fini Casada Con
Cantidad de envíos : 1181 Localización : España Fecha de inscripción : 10/03/2010
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 24th 2010, 06:31 | |
| No podría respirar aliviada hasta ver a Kevin, hasta que la sostuviera en sus brazos y le dijese que la perdonaba. — ¡La residencia Lancaster! —anunció el cochero de Sophie desde su asiento. Un sirviente empapado abrió la puerta, pero Sophie hizo un gesto con la mano y la puerta del coche volvió a cerrarse. Sophie se inclinó hacia delante y cogió las manos de _____ entre las de ella. —Escúchame, pequeña niña. Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión. Si entras ahí, todo habrá terminado. No habrá vuelta atrás. — ¡Por el amor de Dios, Sophie! Sólo quiero hablar con él... explicarle... ¡No pasará nada! —insistió ____ mientras el corazón le retumbaba en el pecho y se le contraía el estómago por la ansiedad. Ella deseaba una propuesta de casamiento apropiada, una vida respetable, con amigos y veladas y una floreciente agencia de caridad. ¡No lo arriesgaría todo porque deseara a un hombre al que había amado durante diez años! Se dijo enfáticamente que no estaba a punto de cometer tal locura. Sophie meneó la cabeza y suspiró. —Eres demasiado imprudente, demasiado impaciente. Él te buscará. —No, no lo hará —no pudo contener una lágrima. El haber concurrido a la fiesta esa noche había sido su gran gesto, y ella había abusado y lo había manejado de manera totalmente incorrecta. Debía enmendar las cosas. —Te esperaré aquí. No te quedes allí demasiado tiempo. ____ sabía perfectamente lo que hacía su amiga, se convertía en su cinturón de castidad. —No es necesario que me esperes aquí bajo la lluvia. Tu hijo te espera en casa. —Ah, chérie —Sophie exhaló afligida, le apretó las manos y la miró penetrantemente, intentando hacerla reconsiderar—. ¿Acaso piensas que esta vieja cantante de ópera desconoce el amor? Si él está dolido, lo consolarás como una mujer consuela al hombre a quien ama, porque no podrás tolerar su dolor. No vayas a buscarlo, ____. Si es el hombre indicado, él vendrá a ti. Si no lo es —meneó la cabeza con expresión grave en el rostro—, entonces no debes entrar ahí bajo ninguna circunstancia. ____ se negó a escuchar. Sí, Kevin era peligroso, enigmático y singular. Prefería mover montañas por ella que llevarla a una cabalgata por el parque. Pero esa noche había ido a la fiesta porque ella se lo había pedido. ¿Cómo podía dejarlo sufrir en soledad cuando ella era la responsable de su dolor? Todo este tiempo había estado convencido de que ella no lo querría a causa de sus cicatrices. Necesitaba aclarar las cosas. El debía saber que sus heridas no se interponían entre ellos, que sus inseguridades no tenían sustento, que podía salir de su cueva y vivir una vida normal. Y si la quería tanto como manifestaba hacerlo, ella lo aceptaría con los brazos abiertos. —Regresa a casa con Jerome —____ abrió la puerta y salió del coche bajo la lluvia. —Mandaré el coche de regreso. ¡No te quedes demasiado tiempo! —le gritó Sophie. Kevin….. Kevin….. ____ subió rápidamente los escalones de la entrada y golpeó la aldaba contra la puerta.
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| | | OrgasmoJonaS♥ Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
Cantidad de envíos : 11334 Edad : 30 Localización : En Jobroslandiia- JooNas <3 Edo- Miranda (: Fecha de inscripción : 15/10/2008
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 25th 2010, 13:22 | |
| O__O tiiens que poner mas no la pueds dejar asi sta mui bna (: suube mas | |
| | | Fini Casada Con
Cantidad de envíos : 1181 Localización : España Fecha de inscripción : 10/03/2010
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 31st 2010, 13:04 | |
| CAPÍTULO 20
Ven a mí en el sigilo de la noche; ven en el locuaz silencio de un sueño; ven con suaves y redondas mejillas y ojos tan brillantes como la luz del sol en un arroyo; vuelve con lágrimas, oh, memoria, esperanza, amor de años pasados. Christina Rossetti. ____ avanzó por la pequeña antesala en la cual Kevin la había recibido la primera vez que había llamado a su puerta. Se sentía doblemente embargada de ansiedad que aquella vez. —Señorita Aubrey —le dijo Phipps al regresar con sombría expresión poco halagüeña—. Milord le solicita que se retire. Le ruego me disculpe. ¿Retirarse? ¡Era inaceptable! No permitiría que la echara para recluirse en las profundidades de su solitaria cueva como lo había hecho después de la fiesta de los Barrington. El la había seguido entonces; y ella lo buscaría ahora. — ¿Se encuentra en el sótano? —preguntó ella. El mayordomo echó una rápida mirada hacia las escaleras. —La cuarta puerta a la derecha, en el segundo piso —murmuró en tono conspirador. Sonriendo agradecida, se apresuró a cruzar la puerta cogiendo la cola de seda del vestido y subió rápidamente las escaleras. Sus zapatillas no hicieron ruido sobre la gruesa alfombra del pasillo al entrar a la majestuosa y silenciosa ala privada. Contó cuatro puertas a su derecha y se detuvo. Sólo para hablar, se prometió y levantó la mano para llamar a la puerta, después cambió de parecer y tanteó el picaporte. La puerta no tenía cerrojo. La entreabrió. — Kevin. Silencio. Respiró profundamente y abrió la puerta de par en par, rezando porque no se hubiera desvestido todavía. Estaría en serios problemas si lo hubiese hecho, pues ya de por sí le costaba bastante controlarse con él como para agregar además la tentación de su espléndido cuerpo. Sintió el aroma de los leños ardiendo al entrar al bastión de masculinidad en penumbras. La espaciosa alcoba estaba decorada con cortinajes de color azul marino y muebles de caoba. Kevin estaba acostado, completamente vestido, con la vista fija en los doseles de la cama. Las luces y las sombras proyectadas por el fuego danzaban sobre su elegante perfil patricio. Lo observó por un instante, atesorando ávidamente cada detalle. Si el conde de Kevin se sentía obligado a ocultarle al mundo su apariencia, « ¿Qué debería hacer el resto?», se preguntó. « ¿Habitar en cavernas subterráneas?». Era increíblemente apuesto. Cerró la puerta, arrojó el retículo y la capa sobre una silla, y avanzó lentamente. | |
| | | Fini Casada Con
Cantidad de envíos : 1181 Localización : España Fecha de inscripción : 10/03/2010
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 31st 2010, 13:04 | |
| —-No deberías haber venido —dijo él suavemente—. Demasiada gente se percatará de tu ausencia de la fiesta. Ella se sentó en el borde de la cama. — ¿Hemos vuelto a preocuparnos por mi reputación? Él se negaba a mirarla. — Kevin... —ella se estiró para acariciarle la mejilla. —No lo hagas —dijo y apartó el rostro. No lo perdería. Le cogió la mano entre las de ella y se la acercó a los labios. —Perdóname. — ¡Por el amor de Dios, ____! No te disculpes conmigo —apartó la mano, se incorporó y se giró hacia el costado para sentarse a su lado. Suspiró, hundió los dedos en la abundante cabellera oscura y apoyó los codos sobre las rodillas—. Tenías todo el derecho de querer saber cómo me veía, de descubrir en qué estabas involucrándote. Yo... mereces saberlo todo —se la quedó mirando con un destello de vulnerabilidad nuevamente en los ojos—. Hanson dijo la verdad. Los franceses me llamaban carnicero. Después de cada batalla, masacrábamos a los que huían, los arrollábamos con los cascos de los caballos y, cuando estaban en el suelo, les disparábamos por la espalda... hacíamos lo que fuese necesario para asegurarnos de que no volveríamos a enfrentarnos con las mismas tropas en otro campo de batalla al día siguiente. Estábamos tan hartos de la maldita guerra —se puso de pie y caminó lentamente hacia una mesilla donde había botellas, vasos y pequeñas copas. Seleccionó una botella y llenó un vaso. Conmocionada por su confesión, ella fijó la mirada en su amplia espalda. —Cuando hablas en plural... Él se dio la vuelta y ella contuvo la respiración. El solo hecho de poder observar detenidamente su fisonomía en lugar de adivinarla le hacía estremecer los sentidos. La mirada de expresiones en sus impactantes rasgos la cautivaba y la alarmaba al mismo tiempo. Era singularmente hermoso y, a diferencia del Ángel Dorado, los ojos verde esmeralda de Kevin, su abundante cabellera, su figura imponente y su intensidad innata, le conferían un aspecto bastante feroz. —Me refiero a todo el regimiento. El horror se reflejó en los ojos de ella. —Dios santo—murmuró. También Will. Él frunció aún más el ceño. —Lo siento, ___. No debería habértelo dicho... —No logro entenderlo. ¿Cómo pudisteis mi hermano y tú convertiros en asesinos? — ¿Cómo? — su expresión se tornó tan oscura como la máscara qué generalmente usaba—. Porque Napoleón Bonaparte era el asesino más demente que alguna vez existió. Alguien tenía que detenerlo.' —Es verdad —lo miró compungida—. Lamento que hayáis tenido que ser tú y Will. —Años antes, cuando fui a recorrer el Continente, observé desde un balcón cómo el general Bonaparte alineaba los cañones y los disparaba contra una turba de parisinos disgustados. No envió a algunos escuadrones a replegar a los exaltados manifestantes. ¡Envió cañones! ¡Ni siquiera pestañeó! ¡Se llevó a ochocientos mil hombres a Rusia con él y regresó con menos de cien mil! ¡Durante años masacró al pobre pueblo español! Exterminó pueblos, villas, granjas, familias... ¿Para qué? ¿Por la gloria de Francia? ¿Para que su nombre quedara registrado en los libros de historia? —respiró profundamente sin dejar de fruncir el ceño—. No intento justificar ni defender mis actos. No tengo excusa. Cobré vidas y debo pagar por ello. Debo recordarlo y llevar esa carga cada día de mi vida. Ella lo observó en estupefacto silencio. Si hombres buenos como Will y Kevin habían tenido que convertirse en asesinos para restaurar la paz en el mundo, entonces era verdaderamente lamentable ese mundo en que vivían. —Cómo debéis haber sufrido, mi pobre hermano y tú. Su naturaleza bondadosa y dulce no condecía en absoluto con semejante brutalidad —se secó la humedad de las mejillas—. Al igual que la tuya, estoy segura —agregó. —Está bien, ____. Sé que guardas una opinión elevada de mí, pero creo que en esta ocasión quizás me vea forzado a hacerla pedazos. A diferencia de Will, mi pasado y mi personalidad son un tanto más... complicados. Ven. Sentémonos aquí —señaló las dos sillas junto a la chimenea—. Necesito contarte algo.
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| | | Fini Casada Con
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 31st 2010, 13:05 | |
| Su tono serio la inquietó. Se levantó de la cama y se le acercó. Le temblaban las manos; sintió escalofríos. — ¿Puedo beber un poco de lo que estás tomando? —Por supuesto. Ella se sentó junto al fuego y lo observó servir otro vaso con un líquido brillante de color ámbar. Le entregó el vaso y se sentó en la otra silla al tiempo que la contemplaba por encima del borde del vaso. —No estoy seguro de cuánto sabes de mí, acerca de mis años de juventud en el pueblo. No siempre fui el personaje sobresaliente que tu hermano llevó a tu hogar. Había sido un sinvergüenza y un libertino, todos lo sabían, pero no iba a decírselo a la cara. Ella bebió un sorbo de su trago y tosió. — ¿Whisky? ¿Cómo puedes beber este... líquido vil? —Al igual que cualquier otro veneno, con el tiempo comienza a gustarte —bebió un poco con expresión adusta—. Will me apartó del negro corazón de Londres en el que me había sumergido. Me presentó a vosotros, su familia —sonrió fugazmente—, y me dio un propósito: hacer desaparecer al monstruo, liberar al mundo de la tiranía, hacer de Inglaterra un lugar seguro para nuestros niños. Su ímpetu era contagioso. —Recuerdo sus discursos patrióticos —dijo ella triste-mente—. Mamá estaba histérica acerca de que se alistara en un regimiento en tiempos de guerra. Stilgoe ofreció conseguirle un puesto administrativo, pero Will hizo caso omiso de ello. Nada de lo que decían lograba convencerlo —lo miró de soslayo—. A menudo me pregunto por qué eligieron esta carrera. La milicia es para los pobres, para los hijos menores, y para la gente de bajos recursos. Los hombres con título y fortuna, y sin herederos, no arriesgan la vida en el campo de batalla. —¿Te parece razonable que los hombres mejor educados de Inglaterra permanezcan sentados en sus clubes, jugueteando con los pulgares mientras los menos privilegiados, hombres con familias a las que alimentar y sin posesiones, aquellos a los que Inglaterra les ha brindado tan poco, derramen su propia sangre por las propiedades de los Diez Mil? Mi título nobiliario no me exime del deber para con mi país. De hecho, me compromete más. No tenía parientes a quienes mantener, ninguna familia que lamentara mi pérdida. Era prescindible. «Cielo santo». —No eras prescindible. —Pensé que tú, especialmente tú, lo comprenderías. —Así es... Lo que quise decir es... bueno, que para mí no eres prescindible ni reemplazable. La miró con ojos llameantes. —Puede que cambies de opinión después de que escuches lo que tengo que contarte. Ella se aventuró a beber otro sorbo de whisky y comprendió lo que él había querido decir acerca de los gustos adquiridos cuando una oleada de calor derritió el frío que le helaba los huesos. —Hablábamos sobre asesinos —terminó su bebida y se sirvió otra—. Como has señalado, tu excelente hermano era de naturaleza dulce. Era amable, cortés y honorable. Todos amaban a Will. Yo lo admiraba. Era todo lo que yo siempre había querido ser. Hasta Sorauren —su expresión se tornó oscura—. Cuando me recuperé, comencé a disfrutar de las batallas, de la matanza. Quería que los franceses sufrieran como había sufrido yo, que pagaran por el «estigma» que sus armas habían dejado en mi rostro. Ya que mi odio estaba dirigido hacia el enemigo, mis superiores no se percataron del problema y continuaron prodigándome elogios, rangos más altos y medallas. Todos querían que Napoleón fuese derrotado y yo les resultaba útil —observó las llamas crepitando en la chimenea. Ella se sintió desgarrada por la vacuidad de su tono de voz, por la desolación en su rostro—. Asesiné niños, ____. Jóvenes de la edad de tus hermanas, que no tenían siquiera los conocimientos básicos de combate. Todo lo que sabían era que seguirían a su emperador hasta el mismísimo infierno. Napoleón tenía el extraño carisma de convocatoria para que marcharan hacia su propia muerte a la misma gente que había reprimido con cañones.
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| | | Fini Casada Con
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 31st 2010, 13:05 | |
| Bebió de su whisky con expresión meditativa. —Con la única persona con la que me sentía cuerdo en aquel entonces era con Will. En retrospectiva, sé que fue la mezcla de la amargura que sentía por lo que me había costado mi herida y la imagen deforme que me devolvía el espejo, lo que me convirtió en una desagradable versión de mí mismo, en ese monstruo en el que me llegué a transformar. Will comprendió por lo que estaba pasando incluso mejor que yo, y no me permitió seguir con el castigo que me estaba infligiendo. Hablábamos durante horas, días, acerca de todo y de nada en particular. Hablamos acerca de ti —ocultó su expresión—. Si tuviese una hermana como tú, no me agradaría que terminase con alguien como yo. Era extraña declaración la llevó a cuestionarse si Will, que había sabido precisamente qué y quién era su mejor amigo, pensaba que ella y Kevin formaban una buena pareja. A pesar de todo. — ¿Me habrías contado esto si Hanson no hubiese...? —Probablemente no. — ¿Por qué no dijiste ni hiciste nada cuando te insultó? Su mirada de color esmeralda centelleó de furia. —Porque deseaba hacerlo sangrar, y no podía. Lo miró inquisitivamente. —Después de Waterloo, yo... juré que jamás volvería a actuar violentamente —sus rasgos se endurecieron cobrando una expresión rígida —Sin importar la provocación, no empuño más armas ni levanto la mano en actitud agresiva. Soy un hombre pacífico —se evidenciaba claramente cuánto sentía el peso de su promesa. —Desestimaste sus provocaciones con una gran fortaleza, no por debilidad —concluyó ella, dispensándole una breve y cálida sonrisa—. Después de todo lo que acabas de contarme, aún te admiro. —No será así una vez que te cuente cómo murió tu hermano —su expresión evidenció el odio y la amargura que sentía por sí mismo—. Yo asesiné a Will. Le disparé una bala en la cabeza y no tuve el temple de hacer lo mismo conmigo. Un golpe gélido la dejó sin aire. — ¿Qué? —gritó horrorizada—. ¿Por qué? Y se lo confesó. Le contó qué había sucedido durante los últimos tres días de la vida de su hermano dos años atrás, cerca de una villa en Bélgica llamada Waterloo. Mientras hablaba, en la mente de ella se representaron vividas imágenes de salvajismo, angustia y desesperación, como si ella misma hubiese estado allí. Él no reparó en su sensibilidad; le expuso la cruda verdad y el peso de los desagradables secretos que le atormentaban el alma. Ella le estaba agradecida por su honestidad, porque la pérdida de su querido hermano era tanto peor por el desconocimiento de cómo había muerto y por no haber podido estar con él cuando la había necesitado. Pero Paris había estado allí para apoyar a Will. A medida que la hizo retroceder en el tiempo hasta el sitio de la matanza, ella pudo finalmente despedirse de William Daniel Aubrey. Cuando terminó de relatar la historia, el rostro de ella estaba mojado por las lágrimas y un dolor terriblemente agudo le oprimía el corazón, impidiéndole hablar. Él había matado a Will, por piedad, pero aun así, era él quien le había disparado a su hermano en la cabeza. Las lágrimas contenidas brillaron en los ojos de Kevin.
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| | | Fini Casada Con
Cantidad de envíos : 1181 Localización : España Fecha de inscripción : 10/03/2010
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 31st 2010, 13:06 | |
| —Me quedé sentado allí con Will en mis brazos —susurró—, presionando el cañón contra mi cabeza, y no pude hacerlo. No tuve el coraje para hacerlo. Un maldito cobarde —cerró los ojos y la enorme culpa y la desdicha le cubrieron el rostro. —No eres un cobarde —dijo ella suavemente, al tiempo que sollozaba—. No se necesita valor para suicidarse. Es un acto de desesperación. Will sabía que estaba muriendo. Mi pobre hermano —se cubrió el rostro y lloró. Durante varios minutos, los únicos sonidos que rompían el pesado silencio eran los de los leños al ser consumidos por el fuego y el de sus suaves sollozos. Después escuchó un murmullo a la altura de las rodillas. —Lo siento, ___. Lo siento, lo siento tanto. Tu hermano era un hombre excelente... Lo siento tanto —se hallaba de cuclillas a sus pies y sus ojos imploraban perdón. Con un terrible sollozo, ella se arrojó a sus brazos y hundió el rostro en su cuello. Él la abrazó y le habló con la voz enronquecida por la emoción—. ¿No me odias? Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas. — ¿Odiarte? Soportaste el peso del dolor de mi hermano. Yo nunca habría tenido el coraje de hacer lo que tú hiciste. Will murió en brazos del mejor, del más valiente, del más honorable... —ella lloró contra su hombro, atormentada por la nostalgia y por el dolor que sentía por Will. —Cometí tantos errores... Si no hubiese enviado a Will al campamento, si le hubiera ordenado a Ellis que fuese a buscar una carretilla en vez de enviarlo con aquel soldado... —No —ella levantó la cabeza y se encontró con su mirada arrepentida—. Ya ha terminado. Deja de culparte. Salvaste la vida de otro soldado. Will podría haber muerto de cualquier manera, solo en la oscuridad, quedando a merced de los animales carroñeros y de los elementos, pero no fue así, porque te tenía a ti. ¿Cuántos hombres supones que fueron a buscar a sus amigos agonizantes después de tres días de cruentas batallas y se sentaron junto a ellos para acompañarlos mientras exhalaban su último aliento? —ella se sorprendió al percatarse de que aún podía hablar lúcidamente mientras sentía que se derrumbaba por dentro y que los ojos se le colmaban de infinitas lágrimas. Kevin también tenía los ojos repletos de lágrimas. ¿Quién había dicho que los hombres no lloraban? Los hombres de verdad lloraban, quedamente y en privado, como lo hacía Kevin, porque su corazón lloraba. —¿Comprendes porque no vine a visitarte cuando regresé?—le pregunto quedamente. —Lo que no comprendo —susurró ella—, es como pudiste siquiera pensar en suicidarte. Él se quedó mirándola. —Sin Will, no tenía a nadie. Sólo... la oscuridad. Su soledad le desgarró el corazón. Se dio cuenta de que él era como una roca, sólida y fuerte, pero helada en su aciaga soledad. Le acarició la mejilla. —Me tenías a mí.
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| | | Fini Casada Con
Cantidad de envíos : 1181 Localización : España Fecha de inscripción : 10/03/2010
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 31st 2010, 13:06 | |
| Cuando sus miradas se encontraron en el silencio, algo extraño y asombroso ocurrió entre ellos: ella sintió su alma y él, la de ella. Sus espíritus se tocaron. Era una conexión forjada por el mutuo amor y el dolor por su hermano, como si Will mismo se hubiese hecho presente por un brevísimo instante para unirlos y después se hubiera desvanecido. Él presionó los labios contra los de ella. Su beso fue sublime, desprovisto de lujuria, colmado de emoción. Después, antes de siquiera haber comenzado, llegó a su fin. Él lo interrumpió. — Kevin. Él apretó la mandíbula. —Mírame —dijo con voz ronca y demandante—. ¿Es esto con lo que deseas encontrarte cada día por el resto de tu vida? ¿Esta Gárgola? Esta vez no se apartó cuando ella escudriñó cada cicatriz. Ella lo miró a los ojos y enfrentó su severa mirada con una tenue sonrisa que provenía de su corazón. —Sí, me agradaría mucho. —Mereces algo mejor que yo, ____, un hombre íntegro, más joven, un hombre que comparta tus pasiones, tu vivacidad, tu entusiasmo... y yo ya no soy nada en muchos aspectos. Ella sintió que las lágrimas amenazaban nublarle la visión. Sentía verdadera pena por él, un hombre atormentado por los horrores de la guerra, austero y solo, que moraba en su propio infierno, carente de familia y amigos. Ella deseaba convertirse en su familia y sanar sus tormentos. Aun así, sus motivos no eran altruistas. Ella lo deseaba, deseaba cada feroz pulgada de su cuerpo. Reunió coraje y decidió arriesgarse a un tercer y último rechazo. —Te amo, Kevin. Siempre te he amado, a ti y a ningún otro. No me pidas que prefiera a otro hombre. No podría soportarlo. —El amor se apaga cuando algo lo altera, ¿recuerdas? Yo he cambiado mucho, ____. Su tono de voz resignado hizo que ella derramara una lágrima adiamantada que le recorrió la mejilla. —«No es amor el amor que se altera cuando alteración enfrenta, o tiende a distanciarse del que lejos se halla» —recitó suavemente—. «Oh, no; es un faro incólume que contempla las tempestades y nunca se estremece». Durante un momento interminable él sólo la miró, su respiración se tornó más cálida y acelerada. Después, una violenta necesidad incontenible destelló en sus ojos. —Quiero ser egoísta. Cómo deseo ser egoísta... Le aprisionó la boca en el más ardiente y ávido de los besos, desatando una mirada de emociones y sensaciones dentro de ella. Sabía a whisky y a pasión, olía a bosque y a lluvia, se sentía sólido, cálido y fuerte, y ella deseó arrebujarse en él para no separarse nunca. Ella lo besó con puro abandono, aterrorizada de que si lo dejaba alejarse ahora, lo perdería para siempre. Le rodeó el cuello con los brazos, lo besó infinitas veces en la frente y en las mejillas, borrando el estigma de cada cicatriz con amor y haciendo desaparecer el recuerdo del dolor —¿No me encuentras repulsivo? —murmuró esperanzadamente. — ¿Repulsivo? —ella sonrió sorprendida—. ¿Acaso estás ciego? ¿Debo sostener un espejo frente a tu rostro? ¡Mi amado, eres el hombre más apuesto de Inglaterra!
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| | | Fini Casada Con
Cantidad de envíos : 1181 Localización : España Fecha de inscripción : 10/03/2010
| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 31st 2010, 13:07 | |
| Él se apartó y frunció el ceño. —Quizás necesites lentes. —Mi vista no tiene nada de malo —dijo ella y profirió una risilla. Él la miró críticamente. —Es un milagro que todavía no te hayas tropezado con un farol. —Estás loco... Él devoró su alegría con un beso más osado, más provocador, cuyo cometido era la seducción. El cuerpo femenino respondió como la leña al fuego, el deseo ardió en sus venas. Le quitó la tiara plateada y una nube de brillantes rizos del color del anochecer le cayó hasta la cintura en glorioso desorden. —Santo Dios, ____ —maravillado por la imagen que contemplaba, le acarició la cabellera ondulada de sedosos rizos—. Eres una leona. Su evidente admiración hizo que ella se sonrojara. —Las leonas no tienen melena. —La mía sí. Eres hermosa —susurró él—. Debes saberlo. Ella se sonrojó aún más. —La belleza está en los ojos de quien la contempla. —No en tu caso —le cogió el rostro—. Eres el sueño de todo hombre, ____ Jane. Eran las palabras de un hombre que podría poseer a cualquier mujer que desease. Ella se preguntó si las otras mujeres se sentían tan extasiadas por su halago o tan privilegiadas por haberlo atraído. Sintió que el corazón estaba a punto de explotarle. No existía ningún hombre como él y ella anheló que fuese suyo. —____, no creo que pueda dejarte ir esta noche. —Hace un momento estabas a punto de echarme. —Ese momento ha pasado —se puso de pie y la arrastró con él. Ella se tambaleó y tuvo que cogerla de la cintura—. No estás borracha, ¿no es así? —No, yo... —Tócate la punta de la nariz. Ponte a la pata coja. — ¿Acaso me uniré a un circo? —le preguntó irónicamente. La aferró contra él. —Te unirás a mí en la cama. ¿Estás lúcida? Ella asintió, su seductor anuncio la dejó sin habla y le aflojó las rodillas. — ¿Deseas estar conmigo, que hagamos el amor? —Sí —susurró ella seducida por la promesa que se reflejaba en sus brillantes ojos enigmáticos. Había esperado siete años para ser suficientemente madura para él. Y esa era la noche ansiada. Él hundió la mano en las profundidades de su cabello, le envolvió la nuca y la atrajo hacia él para darle un prolongado beso. Ella cerró los ojos mientras la besaba suave, dulce y lentamente. Dios santo. Estuvo a punto de desplomarse. —Te necesito —murmuró él—. Te necesito tanto.
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| | | Fini Casada Con
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| Tema: Re: Una vez un libertino Kevin y ____ (adaptada)un pokito Hot Octubre 31st 2010, 13:08 | |
| —Yo también te necesito —dijo ella temblando un poco aunque él la hacía sentirse tan contenida y segura en sus brazos que le resultaba adictivo. La miró a los ojos, se despojó del abrigo y comenzó a desanudarse el plastrón. —Deja que lo haga yo —susurró ella tomando la iniciativa. Había fantaseado con su cuerpo desde que lo había espiado trabajando en el sótano con el musculoso torso desnudo. Aunque le temblaron las manos, se deleitó con cada breve escalofrío—. Pensaste que era una debilucha, ¿no es así? Que me impresionaría por tus cicatrices de guerra, que te despreciaría por haberte manchado las manos con sangre para que el resto de nosotros pudiese estar seguro en nuestras camas y que te culparía por la muerte de mi hermano. Me subestimaste, Kevin. Deberías avergonzarte. Él sonrió sobriamente. — ¿Qué les corre por las venas a ustedes, los Aubrey? —Exactamente lo mismo que a ti, que es por lo que mi hermano te admiraba tanto. Por lo que yo te amo tanto —le descubrió el cuello y presionó los labios contra la tersa y cálida piel. Él cerró los ojos y ella lo besó sensualmente, devorándole el cuello. —Se siente tan bien. Ella le quitó el chaleco y comenzó a desabotonarle la camisa de linón. Debajo de ella, su pecho se sentía como si fuese de acero, y aun así, cálido y musculoso. En su desesperación por dejarlo al descubierto, ella arrancó uno de los botones, lo que hizo que él riera entre dientes. — ¿Por qué no la arrancas directamente? —le sugirió con voz ronca. Sonriendo, ella le abrió la camisa y extendió los dedos sobre la poderosa superficie de su pecho. Dios santo. Pensó que no cabía duda de por qué tantas mujeres lo habían deseado. Había sido magistralmente forjado para ser adorado por ella, era el más hermoso espécimen de masculinidad. Él la observó por debajo de las extensas pestañas mientras ella le exploraba el pecho, acariciándolo y besándolo. Él era espléndido, y ella se sentía penosamente inexperimentada para lidiar con tal botín. Recordó cómo él le había dado placer en la oficina, le incitó con la punta de la lengua la plana y aterciopelada tetilla hasta que se endureció. Un rugido de satisfacción resonó en la garganta masculina. El conocimiento de que él ya no se movía en sociedad, de que no tenía que competir por él, le infundió confianza que se convirtió en osadía. Le acarició el tenso abdomen, maravillándose ante los músculos perfectamente simétricos que se marcaban en su piel. Los trabajadores que ella había visto sin camisa eran sólo bestias velludas; el torso de Kevin era elegantemente esbelto y lampiño. Desvió la mirada hacia abajo, a la parte innombrable de su anatomía, la parte que ella había acariciado descaradamente en la glorieta. Parecía estar en la misma condición: enorme y prominente. Una vez más su reprochable curiosidad la indujo temerariamente. Le desabotonó los pantalones, dejando que se le deslizaran por las caderas, exponiendo los músculos laterales de la cintura. Lo miró. —Continúa —le dijo él entrecortadamente con voz enronquecida—. Tócame, ____. Sin apartar los ojos de su mirada de párpados pesados, con el corazón latiéndole fuertemente, ella introdujo la mano en su ropa interior. El pene grueso y enhiesto se sacudió ante su caricia. Retiró la mano. —Se ha movido. Él profirió un sonido ahogado. —Será mejor que me concentre en ti antes de que estalle de placer. —No, deseo tocarte —susurró buscando la aprobación en los ojos masculinos. Parecían brillantes lagunas verdes colmadas de ansias, y ese fue todo el incentivo que ella necesitó. Al tiempo que observaba su tenso rostro, volvió a introducir la mano en su ropa interior y le aferró el pene. Se sentía cálido y suave y se tornaba más imponente y enhiesto a medida que acariciaba su sedosa extensión. Kevin maldijo por lo bajo y una expresión agónica le cruzó el rostro, todo su cuerpo se tensó. Oh, Dios—. Dime qué hacer.
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