Encuentros Sexuales!!! (Nick y tu) (solo mayores)

Capítulo XVI

“sorpresa”

El cuerpo de Erick se tensó mientras le daba vuelta al escritorio –cuéntame ¿quién es la chica con que estas saliendo? O mejor dicho la chica que embarazaste, deberíamos planear una cena juntos, podría revivir viejos recuerdos– le dije para tantear el terreno –no la metas en esto, aunque tal vez podría ser factible, así podríamos invitar a Nicholas y platicar con él– respondió con rapidez –si podría ser, la única diferencia es que el me ama lo suficiente para enterarse pero la pregunta clave es ¿ella te ama tanto?– sus ojos se oscurecieron dejándome ver con transparencia su inseguridad y actual debilidad –ya veo, entonces ella no te ama, mejor aun ella ni siquiera está contigo, no has dejado de ser un perdedor– le dije intentando provocarlo –estas equivocada, aun no sabes ni una parte de la historia, es mejor que guardes silencio…dime ¿a qué has venido?– me preguntó mientras se acomodaba en la silla detrás del escritorio tomando una posición desafiante –vengo a terminar con esto ¿Por qué volviste?–
–Extrañaba la ciudad–
–Ese no fue parte del trato… ¿Por qué han venido los otros?–
–Tal vez por la misma razón– su mirada era desafiante mientras notaba en su tono de voz que mentía –no tenía esperanzas de que me lo dijeras, solo vengo a advertirte…tu más que nadie sabes que cuando me buscan logran encontrarme, así como te rescate en una oportunidad te puedo hundir, vas a pedir a gritos que te ayude y en ese momento te veré retorcerte en mis pies–
–Ya no tenemos dieciocho años tn_____, ya no te tememos–
–Eso crees, pero en realidad estás equivocado, te crees inmune a todo pero no eres diferente a ese muchacho que me pidió ayuda hace cinco años–
–Podrías llevarte un sorpresa– dijo mientras e colocaba a mi lado, subí mi rostro para encontrarme con él su mirada –eres aun más hermosa que en aquel entonces, el embarazo te ha caído de maravilla– comentó mientras su mano se deslizaba por mi mejilla, sus ojos me hipnotizaron por un momento, algo que no podía negársele a Erick era su increíble atractivo y su sensualidad, su embriagante acento europeo le daba el toque de gracia –gracias, debo admitir que tú has mejorado– su sonrisa se esparció por sus labios dejándome ver la hilera de perfectos y blancos dientes deslumbrantes –es una lástima que desperdicies tanta belleza al lado de un ser como Nicholas–
–No creo que la esté desperdiciando, pero no necesito comprobártelo–
–Definitivamente no debes, aunque tal vez yo podría ayudarte a recapacitar– su cuerpo se ladeó para acercar sus labios a los míos, su mirada penetro la mía mientras mis gestos se volvían más sensuales, un gemido salió de su interior al ver como mis labios se abrían esperando los suyos –estas volando demasiado alto y sin duda aterrizaras de golpe…te hace falta mucho Erick– le dije justo antes de que nuestros labios rozaran, inmediatamente me levante de la silla –toma esto como un consejo… nunca vuelvas a demostrar tus deseos o sentimientos en público y mucho menos a tu enemigo, nunca estaremos juntos–
–Ya lo veremos cariño– dijo para finalizar nuestra conversación, le lancé un beso y luego salí de la habitación, era el momento de reunirme con la segunda persona de mi lista, al llegar al coche necesité recostarme en el asiento al sentir como la bebé se movía, una alegría sarcástica apareció en mi interior al imaginar la emoción que sentían las mujeres en estado cuando sus bebés se movían o pateaban, mi caso se mostraba atípico nuevamente, en lo particular no me alegraba que mi bebé amaneciera con energía o inquieto, me causaba remordimiento pero no podía sentir alegría, cada patadita se sentía en mi vientre como una patada profesional, estuve unos treinta minutos ahogando los gritos de dolor que luchaban por salir de mi garganta, incluyendo los gritos de remordimiento al desear que se calmara, que dejara de moverse, al pasarse el sentimiento retomé el control de mi conciencia y cuerpo, ahora debía encontrarme con Jennifer, ella era la más débil del grupo, la más fácil de manipular, nuestro último encuentro había sido bueno para mí pero necesitaba recordarle quien mandaba, para eso necesitaba salir de la ciudad pues Jennifer se había casado y había adoptado la vida de suburbios, mientras conducía imaginaba que sucedería sí Nick se enterara de lo que había sucedido en aquellos dos días de mi vida, en especial aquella noche, un escalofrió recorrió mi espalda desde el inicio hasta el final –familia Bove– le dije al guardia ubicado en la entrada a la urbanización, mientras avanzaba notaba cual era la amargura de Jennifer, las casas eran lindas con jardines adornados, calles limpias, coches aceptables, todo estaba muy bien acomodado y muy bien adornado pero había un detalle, no era el nivel económico al que estábamos acostumbradas, se trataba de una comunidad de clase media-alta, no le llegaba ni a los talones al lugar en donde Nick había comprado nuestra casa y tal y como conocía a Jennifer esto no le gustaba, a pesar de lo hermoso y seguro que se veía no era su costumbre, el detalle era saber por qué había llegado hasta aquí, tenía entendido que sus padres eran muy adinerados, tal vez mas que los míos, aunque eso no tenía mucho que ver pues yo no vivía en ese lugar gracias a mis padres, pero mi caso no estaba en el margen de lo normal, salí de mis pensamientos al encontrarme frente a su casa, la propiedad era hermosa con unos arbustos de rosas rojas en la entrada y las paredes de ambos niveles coloreados con un tono de rosado muy claro, era la típica casa americana, esa con la que todas las jóvenes normales sueñan llegar a tener, incluso era más de lo que muchos podían llegar a soñar, pero yo en cierto punto entendía a Jennifer, nuestro mundo no soñaba con esto, nosotros representábamos el dos por ciento de la población mundial, definitivamente no éramos personas normales, esto no es para lo que nos habían criado y educado, aunque sin dudarlo yo sería feliz en una casa como está siempre que Nick estuviera a mi lado, incluso una casa mas económica sería capaz de llenarme, al bajarme del coche me percate de que ella ya me esperaba en la entrada de la casa –¿A qué vienes?– me preguntó al estar lo suficientemente cerca como para escucharnos la una a la otra –he venido a visitarte– le dije mientras me paraba frente a ella –¿no me invitaras a entrar?– le pregunté por educación mientras ignoraba su presencia y me introducía en la casa –tienes una casa muy bonita– le dije con sinceridad, todos los muebles estaban muy bien ubicados, sus gustos siempre habían sido muy exquisitos, pues ella había estudiado diseño en Francia, la casa era más amplia de lo que parecía por fuera –invítame un té sin veneno por favor– le dije, coloqué mis lentes de sol sobre mi cabello, mientras ella preparaba el té yo observaba todo, las fotos en las mesas me decían que ya tenía una familia, dos hermosas niñas retratadas llamaron mi atención –son mis hijas, tienen tres años– dijo al entrar en la sala –son muy hermosas– le contesté, las niñas eran rubias como su madre con sus mismas facciones delicadas –una de azúcar por favor– le pedí sin quitar la mirada del hombre que las acompañaba en la foto, se me hacía muy conocido pero no sabía de dónde –¿él es tu esposo?–
–Sí, tenemos cuatro años de casados, lo conocí en Paris– me respondió, pero había algo en el que me recordaba a alguien o algo, además que su tono de voz me decía que estaba mintiendo, la pregunta clave era ¿por qué lo hacía? coloqué la foto en su puesto nuevamente para dedicarme a lo que había venido –explícame porque volviste a la ciudad si tienes una familia, no entiendo por qué te expusiste a que todo se descubriera si lo tienes todo para ser feliz– su mirada se oscureció –no se trata de lo que tengo, se trata de muchas cosas–
–Explícate– le ordene, en ese momento escuché como un carro llegaba a garaje de la casa – ¡debes irte, no puede verte aquí…vete por favor!– gritó de repente Jennifer con tal temor que parecía ser protagonista de una película de terror – ¿Qué sucede? ¿A que le temes? ¿Quién no quieres que me vea?– le pregunté mientras me tomaba por la muñeca y me dirigía hacia la entrada trasera de la casa –cuidado te tropiezas– me decía mientras atravesábamos los arbustos laterales de la casa, me hizo un gesto de silencio con su mano y fue cuando lo vi, ahora entendía porque no quería que me viera –no puedo creer que te hayas casado con él– fue lo único que pude decir mientras me escondía a su lado.