|
| 50 sombras liberadas Nick y Tu | |
| | |
Autor | Mensaje |
---|
Lady_Sara_JB Casada Con
Cantidad de envíos : 1582 Edad : 28 Localización : México Fecha de inscripción : 24/03/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 8th 2014, 10:34 | |
| | |
| | | Sra. Laura Jonas Casada Con
Cantidad de envíos : 1308 Edad : 30 Localización : in paris with my husband nick jonas and my 2 sons cindy magali and edward taylor Fecha de inscripción : 07/01/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 8th 2014, 20:11 | |
| Aaaaaaaaaaaaaah me encanto la novela Perdón por no haberme conectado Pero siguela por favor | |
| | | CristalJB_kjn Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 477 Edad : 32 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 24/10/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 8th 2014, 21:54 | |
| holiwis no no mw hagas estoo! mujer x q ami jajajaja amo tu novela sta muy hermosa sube mas | |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 9th 2014, 09:47 | |
| CAPITULO 12
Creía que habías nacido en Seattle —le digo. Mi mente no para. ¿Y qué tiene que ver eso con Jack? Nick levanta el brazo con el que se estaba tapando la cara, lo estira detrás de él y coge una de las almohadas. Se la pone bajo la cabeza, se acomoda y me mira con expresión cautelosa. Un segundo después niega con la cabeza. —No. A Elliot y a mí nos adoptaron en Detroit. Nos mudamos poco después de mi adopción. Grace quería venir a la costa Oeste, lejos de la expansión urbana descontrolada, y consiguió un trabajo en el Northwest Hospital. No tengo apenas recuerdos de entonces. A Mia la adoptaron aquí. —¿Y Jack es de Detroit? —Sí. Oh… —¿Cómo lo sabes? —Le investigué cuando tú empezaste a trabajar para él. Claro, cómo no… —¿También tienes una carpeta de color marrón con información suya? —Sonrío. Nick tuerce la boca pero consigue ocultar su diversión. —Creo que es azul claro, de hecho. —Sigue peinándome el pelo con los dedos y eso me resulta muy tranquilizador. —¿Y qué pone en lo que hay dentro de su carpeta? Nick parpadea. Después baja la mano para acariciarme la mejilla. —¿Seguro que quieres saberlo? —¿Es malo? Se encoje de hombros. —Me he enterado de cosas peores —dice. ¡No! ¿Es algo sobre él? Vuelve a mi mente la imagen del niño sucio, asustado y perdido que fue Nick. Me acurruco un poco más contra él y le abrazo más fuerte, cubriéndole con la sábana y apoyando mi mejilla contra su pecho. —¿Qué pasa? —pregunta desconcertado por mi reacción. —Nada —le respondo. —No, no, esto tiene que funcionar en las dos direcciones, ________(tn). ¿Qué te pasa? Levanto la cabeza y estudio su expresión aprensiva. Vuelvo a poner la mejilla sobre su pecho y decido que tengo que decírselo. —A veces te imagino como el niño que fuiste… antes de venir a vivir con los Jonas. Nick se tensa. —No hablaba de mí. No quiero que sientas lástima por mí, ________(tn). Esa parte de mi vida ya no está. Se acabó. —No siento lástima —le aclaro consternada—. Es compasión y dolor. Dolor de que alguien haya podido hacerle eso a un niño. —Inspiro hondo porque noto que me da un vuelco el estómago y que vuelven a llenárseme los ojos de lágrimas—. Y esa parte de tu vida sí que está, Nick, ¿cómo puedes decir eso? Vives con tu pasado todos los días. Tú mismo me lo has dicho, las cincuenta sombras más, ¿recuerdas? —le digo con voz apenas audible. Nick ríe burlón y se pasa la mano libre por el pelo, pero sigue en silencio y tenso debajo de mí. —Sé que por eso necesitas controlarme. Mantenerme segura. —Pero tú eliges desafiarme —dice frustrado y su mano para de acariciarme el pelo. Frunzo el ceño. Demonios… ¿lo estará haciendo deliberadamente? Mi subconsciente se quita las gafas y muerde una patilla. Después frunce los labios y asiente. La ignoro. Qué confuso es todo: soy su mujer, no su sumisa. Tampoco soy como una empresa que ha comprado. No soy la puta adicta al crack que fue su madre… Joder. Solo de pensarlo me pongo enferma. Recuerdo las palabras del doctor Flynn: «Limítate a seguir haciendo lo que estás haciendo, Nick está perdidamente enamorado. Es una delicia verlo». Y eso es lo que hago. Estoy haciendo lo que he hecho siempre. ¿No es eso lo que le gustó de mí en un primer momento? Oh, este hombre es tan confuso… —El doctor Flynn me dijo que debía darte el beneficio de la duda. Y creo que lo he hecho, aunque no estoy segura. Tal vez es mi manera de traerte al aquí y al ahora, de mantener las distancias con tu pasado —le susurro—. No lo sé. Pero parece que no puedo calibrar si vas a reaccionar exageradamente y cuánto. Se queda callado un momento. —Joder con Flynn —dice para sí. —Me dijo que debía seguir comportándome de la misma forma que siempre contigo. —¿Eso te dijo? —pregunta Nick con sequedad. Vale, ahí vamos. —Nick, sé que querías a tu madre y no pudiste salvarla. Pero eso no era responsabilidad tuya. Y yo no soy tu madre. Él se pone tenso otra vez. —No sigas por ahí —me advierte. —No, escúchame, por favor. —Levanto la cabeza para mirarle a los ojos llenos de miedo. Está conteniendo la respiración. Oh, Nick… Se me encoge el corazón—. Yo no soy ella. Soy más fuerte que ella. Y te tengo a ti, que eres mucho más fuerte ahora, y sé que me quieres. Y yo también te quiero —le susurro. Arruga la frente porque no son las palabras que esperaba. —¿Todavía me quieres? —me pregunta. —Claro que te quiero. Nick, te querré siempre. No importa lo que me hagas. —¿Es esta seguridad lo que quiere oír? Deja escapar el aire y cierra los ojos, tapándose la cara con el brazo de nuevo y abrazándome más fuerte. —No te escondas de mí. —Levanto la mano y le cojo la suya. Después tiro para que aparte el brazo de su cara—. Llevas toda tu vida escondiéndote. No lo hagas ahora, no te escondas de mí. Me mira con incredulidad y frunce el ceño. —¿Me escondo? —Sí. Cambia de postura de repente, se pone de lado y me obliga a moverme para que quede tumbada a su lado sobre la cama. Acerca la mano, me aparta el pelo de la cara y me lo coloca detrás de la oreja. —Antes me has preguntado si te odiaba. No entendí entonces por qué, pero ahora… Él se detiene y me mira como si yo fuera un enigma. —¿Todavía crees que te odio? —pregunto con voz incrédula. —No —dice negando a la vez con la cabeza—. Ahora no. —Parece aliviado—. Pero necesito saber algo… ¿Por qué has dicho la palabra de seguridad, ________(tn)? Palidezco. ¿Qué puedo decirle? Que me ha asustado. Que no sabía si iba a parar. Que le supliqué y no paró. Que no quería que las cosas fueran subiendo de intensidad como… como aquella vez en esta misma habitación. Me estremezco al recordar cómo me azotó con el cinturón. Trago saliva. —Porque… Porque estabas tan enfadado y tan distante y tan… frío. No sabía lo lejos que podías llegar. Su expresión no revela nada. —¿Ibas a dejarme llegar al orgasmo? —pregunto con la voz apenas un susurro y siento que me sonrojo, pero le sostengo la mirada. —No —confiesa por fin. Maldita sea. —Eso es… cruel. Me roza la mejilla suavemente con los nudillos. —Pero efectivo —murmura. Me mira como si intentara ver mi alma y los ojos se le oscurecen. Después de una eternidad dice—: Me alegro de que lo hicieras. —¿Ah, sí? Sus labios forman una sonrisa triste. —Sí. No quiero hacerte daño. Me dejé llevar. —Se acerca y me da un beso—. Me perdí en el momento. —Vuelve a besarme—. Me pasa mucho contigo. ¿Oh? Y por alguna extraña razón la idea me gusta… Sonrío. ¿Por qué me hace feliz eso? Él también sonríe. —No sé por qué sonríe, Sra. Jonas. —Yo tampoco. Me envuelve con su cuerpo y apoya la cabeza en mi pecho. Ahora somos una maraña de extremidades desnudas, con vaqueros y seda de la sábana. Le acaricio la espalda con una mano y el pelo con la otra. Suspira y se relaja en mis brazos. —Eso significa que puedo confiar en ti, en que me detendrás. Nunca he querido hacerte daño —murmura —. Necesito… —dice, pero se detiene. —¿Qué necesitas? —Necesito control, ________(tn). Igual que te necesito a ti. Solo puedo funcionar así. No puedo dejarme llevar. No puedo. Lo he intentado… Y bueno, contigo… —Sacude la cabeza por la exasperación. Trago saliva. Ese es el núcleo de nuestro dilema: su necesidad de control y su necesidad de mí. Me niego a creer que son mutuamente excluyentes. —Yo también te necesito —le susurro, abrazándole más fuerte—. Lo intentaré, Nick. Intentaré tener más consideración contigo. —Quiero que me necesites —susurra. ¡Dios! —¡Pero si te necesito! —digo con mucha pasión. Le necesito tanto… Le quiero tanto. —Quiero cuidarte. —Y lo haces. Siempre. Te he echado mucho de menos cuando estabas fuera… —¿Ah, sí? —Suena sorprendido. —Sí, claro. Odio que te vayas y me dejes sola. Noto su sonrisa. —Podrías haber venido conmigo. —Nick, por favor. No resucitemos esa discusión. Quiero trabajar. Suspira y yo le peino suavemente con los dedos. —Te quiero, ________(tn). —Yo también te quiero, Nick. Siempre te querré. Y los dos nos quedamos tumbados, disfrutando de la calma tras la tormenta. Y escuchando el latido rítmico de su corazón, me dejo llevar por el sueño, exhausta.
Me despierto sobresaltada y desorientada. ¿Dónde estoy? En el cuarto de juegos. Las luces todavía están encendidas e iluminan tenuemente las paredes rojo sangre. Nick gime otra vez y me doy cuenta de que eso es lo que me ha despertado. —No —lloriquea. Está tumbado a mi lado, con la cabeza hacia atrás, los párpados apretados y la cara crispada por la angustia. Maldita sea, está teniendo una pesadilla. —¡No! —grita. —Nick, despierta. —Me incorporo con dificultad, apartando la sábana de una patada. Me pongo de rodillas a su lado, le cojo por los hombros y le sacudo. Se me saltan las lágrimas—. Nick, por favor, ¡despierta! Abre los ojos de golpe, grises y salvajes, las pupilas dilatadas por el miedo. Me mira con los ojos vacíos. —Nick, era una pesadilla. Estás en casa. Estás seguro. Parpadea, mira a su alrededor muy nervioso y frunce el ceño al ver dónde está. Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos. —________(tn) —jadea y sin más preámbulos me coge la cara con las dos manos, me acerca a su pecho y me besa con pasión. Su lengua me invade la boca y sabe a desesperación y a necesidad. Sin darme apenas un momento para respirar, rueda sin separar sus labios de los míos hasta quedar encima de mí, apretándome contra el duro colchón de la cama de cuatro postes. Con una de las manos me agarra la mandíbula mientras con la otra me sujeta la cabeza para mantenerme quieta. Me separa las piernas con la rodilla y se recuesta, todavía con los vaqueros puestos, entre mis muslos—. ________(tn) —repite como si no pudiera creerse que estoy allí con él. Me mira durante una fracción de segundo, lo que me da un momento para respirar, pero de nuevo sus labios se fusionan con los míos, saqueándome la boca y quedándose con todo lo que tengo para dar. Gime fuerte y flexiona la cadera para acercarla a la mía. Su erección cubierta por la tela de los vaqueros presiona mi carne suave. Oh… Gimo y toda la tensión sexual reprimida durante los anteriores intentos fallidos resurge con fuerza, llenando mi sistema de deseo y necesidad. Todavía controlado por sus demonios, Nick me besa con pasión la cara, los ojos, las mejillas y la línea de la mandíbula. —Estoy aquí —le susurro intentando calmarle mientras nuestros jadeos calientes se mezclan. Me agarro a sus hombros y muevo la pelvis contra la suya para animarle. —Oh, ________(tn) —jadea con la voz baja y ronca—. Te necesito. —Yo también te necesito —le susurro con urgencia, con el cuerpo desesperado por sentir su contacto. Le deseo. Le deseo ahora. Quiero curarle. Quiero curarme a mí… lo necesito. Baja la mano y se ocupa de los botones de la bragueta. Los desabrocha en un segundo y libera su erección. Madre mía. Y eso que hace menos de un minuto estaba dormido… Se levanta y me mira fijamente durante un segundo, suspendido en el aire sobre mí. —Sí. Por favor —le pido con la voz ronca y llena de necesidad. Y con un movimiento rápido entra hasta el fondo de mí. —¡Ah! —grito, no de dolor, sino de sorpresa por su rapidez. Gruñe y vuelve a pegar sus labios a los míos mientras me empuja una y otra vez, su lengua poseyéndome con la misma intensidad. Sus movimientos son frenéticos por culpa del miedo, la lujuria, el deseo y… ¿el amor? No lo sé, pero yo voy a su encuentro en todas las embestidas, una tras otra, recibiéndole agradecida. —________(tn) —dice con dificultad y alcanza el orgasmo con mucha fuerza, derramándose en mi interior, con la cara tensa y el cuerpo rígido antes de caer con todo su peso sobre mí jadeando… y me deja a mí muy cerca… otra vez. Maldita sea. Esta no es mi noche, definitivamente. Le abrazo y respiro todo lo hondo que puedo, casi retorciéndome por la necesidad debajo de su cuerpo. Sale de mí y me abraza durante unos minutos… demasiados. Finalmente sacude la cabeza y se apoya sobre los codos, quitándome de encima parte de su peso. Me mira como si me estuviera viendo por primera vez. —Oh, ________(tn). Por Dios… —Se acerca y me da un beso tierno. —¿Estás bien? —le pregunto acariciándole su adorable rostro. Asiente, pero parece agitado y muy asustado. Mi pobre niño perdido. Frunce el ceño y me mira intensamente a los ojos como si acabara de registrar por fin dónde está. —¿Y tú? —me pregunta con voz preocupada. —Mmm… —Me retuerzo un poco debajo de él y un segundo después sonríe, una sonrisa lenta y carnal. —Sra. Jonas, veo que tiene necesidades —murmura. Me da un beso rápido y se baja de la cama. Se arrodilla en el suelo al borde de la cama y extiende las manos, me coge justo por encima de las rodillas y tira de mí hacia él hasta que mi culo queda justo al borde de la cama. —Siéntate. —Me esfuerzo para hacerlo y el pelo me rodea como un velo, cayéndome hasta los pechos. Sus ojos grises no se apartan de los míos mientras me separa las piernas todo lo posible. Yo me apoyo en las manos porque sé muy bien lo que va a hacer. Pero… él solo… mmm… —Eres tan preciosa, ________(tn) —me dice y veo como baja la cabeza cobriza y empieza a subir por mi muslo derecho sin dejar de darme besos. Todo mi cuerpo se tensa por la anticipación. Levanta la vista para mirarme y advierto que los ojos se le oscurecen detrás de las largas pestañas. —Mírame —dice y al segundo siguiente noto su boca sobre mi carne. Oh, Dios mío. Grito y siento que todo el mundo se concentra en el punto donde se unen mis muslos. Joder, y es tan erótico mirarle, ver su lengua acariciando lo que parece la parte más sensible de mi cuerpo. No tiene clemencia a la hora de provocarme, excitarme y adorarme. Noto que mi cuerpo se tensa y los brazos empiezan a temblarme por el esfuerzo de mantenerme erguida. —No… ¡Ah! —Es lo único que puedo decir. Nick introduce lentamente el dedo corazón en mi interior y ya no puedo aguantar más; me dejo caer sobre la cama y disfruto del contacto de su dedo y de su boca por dentro y por fuera de mi cuerpo. Empieza a masajearme ese punto tan dulce de mi interior lenta, suavemente. Y un segundo después, me atrapa el orgasmo. Exploto gritando su nombre en una rendición incoherente cuando el intenso orgasmo me hace arquearme tanto que me separo de la cama. Creo que llego incluso a ver las estrellas. Es una sensación tan primitiva, tan visceral… Soy vagamente consciente de que me está acariciando el vientre con la nariz y dándome besos suaves. Extiendo la mano y le acaricio el pelo. —No he acabado contigo todavía —me asegura. Y antes de que me dé tiempo a volver del todo a Seattle, planeta tierra, me agarra por las caderas y tira de mí hasta sacarme de la cama, arrastrarme hasta donde él está arrodillado, y colocarme en su regazo sobre su erección que me espera. Doy un respingo cuando noto que me llena. Por Dios… —Oh, nena… —jadea a la vez que me rodea con los brazos y se queda quieto. Me acaricia la cabeza y me besa la cara. Mueve la cadera y noto relámpagos de placer calientes y poderosos que surgen de lo más profundo de mí. Él me agarra del culo y me levanta. Después proyecta su sexo hacia arriba. —Ah —gimo y siento sus labios sobre los míos otra vez mientras sube y baja muy despacio, oh, tan despacio… arriba y abajo. Le abrazo el cuello y me rindo al ritmo cadencioso. Me dejo llevar a donde quiera que él me lleve. Flexiono los muslos y cabalgo sobre él… Me hace sentir tan bien. Me echo hacia atrás y dejo caer la cabeza. Abro la boca todo lo que puedo en una expresión silenciosa de mi placer y disfruto de esa forma tan dulce que tiene de hacer el amor.
| |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 9th 2014, 09:49 | |
| —________(tn) —dice en un jadeo y se acerca para besarme la garganta. Me agarra con fuerza y sigue entrando y saliendo lentamente, acercándome… cada vez más y más… con ese ritmo tan exquisito; una fuerza carnal fluida. Un placer delicioso irradia desde lo más profundo mientras él me abraza tan íntimamente—. Te quiero, ________(tn) —me susurra al oído con voz baja y ronca y vuelve a levantarme… Arriba y abajo, arriba y abajo. Le rodeo la nuca con una mano y deslizo los dedos entre su pelo. —Yo también te quiero, Nick. —Abro los ojos y lo encuentro mirándome y todo lo que veo es su amor que brilla con fuerza en la tenue luz del cuarto de juegos. Parece que su pesadilla ha quedado olvidada. Y cuando empiezo a sentir que mi cuerpo se está acercando a la liberación, me doy cuenta de que esto es lo que quería: esta conexión, esta demostración de nuestro amor. —Córrete para mí, nena —me pide en voz muy baja. Cierro los párpados con fuerza y mi cuerpo se tensa al oír el sonido de su voz. Entonces me dejo llevar por el clímax y me corro en una espiral poderosa e intensa. Él se queda quieto con la frente apoyada contra la mía y susurra mi nombre muy bajito, me abraza y también se abandona al orgasmo.
Me levanta con cuidado y me tumba en la cama. Me quedo tumbada en sus brazos, agotada y al fin satisfecha. Nick me acaricia el cuello con la nariz. —¿Mejor ahora? —me pregunta en un susurro. —Mmm. —¿Nos vamos a la cama o quieres dormir aquí? —Mmm. —Sra. Jonas, hábleme —pide divertido. —Mmm. —¿Eso es todo lo que puedes articular? —Mmm. —Vamos, te voy a llevar a la cama. No me gusta dormir aquí. Me muevo a regañadientes y me giro para mirarlo. —Espera —le digo. Me mira y parpadea, los ojos muy abiertos e inocentes. Se le ve satisfecho—. ¿Estás bien? —le pregunto. Asiente sonriendo travieso como un adolescente. —Ahora sí. —Oh, Nick. —Frunzo el ceño y le acaricio su preciosa cara—. Te preguntaba por la pesadilla. Su expresión se tensa un instante y después cierra los ojos y me abraza con más fuerza, escondiendo la cara en mi cuello. —No —dice en un susurro ronco. Me da un vuelvo el corazón y yo también le abrazo fuerte y le acaricio la espalda y el pelo. —Lo siento —digo alarmada por su reacción. Maldita sea, ¿cómo puedo saber cómo va a reaccionar con estos cambios de humor? ¿De qué iba la pesadilla? No quiero causarle más dolor haciéndole revivir los detalles—. No pasa nada —murmuro suavemente, deseando que vuelva a ser el niño juguetón de hace un momento—. No pasa nada —repito tranquilizadora. —Vamos a la cama —me dice en voz baja un momento después. Se aparta de mí, dejándome vacía y necesitada de su contacto, y se levanta de la cama. Yo también me levanto, envuelta en la sábana de seda, y me agacho para recoger mi ropa. —Déjala —me dice, y antes de que me dé cuenta me coge en brazos—. No quiero que tropieces con esa sábana y te rompas el cuello. —Le rodeo con los brazos, asombrada de que ya haya recobrado la compostura, y le acaricio con la nariz mientras me lleva al dormitorio en el piso de abajo.
Abro los ojos de par en par. Algo no está bien. Nick no está en la cama, aunque aún es de noche. Miro el despertador y veo que son las tres y veinte de la madrugada. ¿Dónde está Nick? Entonces oigo el piano. Salgo rápidamente de la cama, cojo la bata y corro por el pasillo hasta el salón. La melodía que está tocando es muy triste, un lamento acongojado que ya he le oído tocar antes. Me paro en el umbral y le contemplo en medio del círculo de luz mientras la música dolorosamente lastimera llena la habitación. Termina de tocar y vuelve a empezar la misma pieza. ¿Por qué una melodía tan triste? Me abrazo el cuerpo y escucho lo que toca embelesada. Nick, ¿por qué algo tan triste? ¿Es por mí? ¿Yo te he provocado esto? Cuando termina y va a empezarla una tercera vez, ya no puedo soportarlo más. No levanta la cabeza cuando me acerco al piano, pero se aparta un poco para que pueda sentarme a su lado en la banqueta. Sigue tocando y yo apoyo mi cabeza en su hombro. Me da un beso en el pelo, pero no deja de tocar hasta que termina la pieza. Le miro y descubro que él también me está mirando cauteloso. —¿Te he despertado? —me pregunta. —Me ha despertado que no estuvieras. ¿Cómo se llama esa pieza? —Es Chopin. Es uno de sus preludios en mi menor. —Nick se detiene un momento—. Se llama Asfixia… Estiro el brazo y le cojo la mano. —Te ha alterado mucho todo esto, ¿eh? Ríe burlonamente. —Un gilipollas trastornado ha entrado en mi piso para secuestrar a mi mujer. Ella no hace nunca lo que le dicen. Me vuelve loco. Utiliza la palabra de seguridad conmigo. —Cierra los ojos brevemente y cuando vuelve a abrirlos su mirada es dura y salvaje—. Sí, todo esto me tiene un poco alterado. Le aprieto la mano. —Lo siento. Él apoya su frente contra la mía. —He soñado que estabas muerta —me susurra. —¿Qué? —Tirada en el suelo, muy fría, y no te despertabas. Oh, Cincuenta… —Oye… Solo ha sido un mal sueño. —Le rodeo la cabeza con las manos. Sus ojos arden cuando le miro y la angustia que hay en ellos es terrible—. Estoy aquí y solo estoy fría cuando no estás conmigo en la cama. Vamos a la cama, por favor. —Le cojo la mano y me pongo de pie. Espero un momento para ver si me sigue. Por fin se pone de pie también. Lleva solo los pantalones del pijama, de esa forma holgada que hace que tenga unas ganas tremendas de meterle los dedos por debajo de la cinturilla… Pero me resisto y le llevo de nuevo al dormitorio.
Cuando me despierto, Nick está acurrucado junto a mí, durmiendo plácidamente. Me relajo y disfruto de su calor que me envuelve, piel contra piel. Me quedo muy quieta porque no quiero perturbar su sueño. Dios, qué noche. Siento como si me hubiera arrollado un tren; el tren de mercancías que es mi marido. Es difícil de creer que el hombre que está tumbado a mi lado y que parece tan sereno y tan joven cuando duerme, era anoche una persona profundamente torturada… y profundamente torturadora por mí. Miro al techo y se me ocurre que siempre he pensado en Nick como alguien muy fuerte y muy dominante, cuando en realidad es tan frágil, mi pobre niño perdido… Y lo más irónico es que él me ve a mí como alguien frágil (y yo no creo que lo sea). Yo soy la fuerte en comparación con él. Pero ¿tengo suficiente fuerza para los dos? ¿Suficiente para hacer lo que me dice y proporcionarle así un poco de serenidad mental? Suspiro. No me está pidiendo tanto. Repaso nuestra conversación de anoche. ¿Hemos decidido algo aparte de que ambos vamos a intentarlo con más ahínco? Lo importante de todo es que quiero a este hombre y necesito establecer un rumbo que nos sirva a ambos. Uno que me permita mantener mi integridad y mi independencia y a la vez seguir siendo lo que soy para él. Soy su más y él es mío. Decido hacer un esfuerzo especial este fin de semana para no darle ninguna causa de preocupación. Nick se revuelve, levanta la cabeza de mi pecho y me mira adormilado. —Buenos días, Sr. Jonas —le digo sonriendo. —Buenos días, Sra. Jonas. ¿Ha dormido bien? —Se estira a mi lado. —Una vez que mi marido dejó de aporrear el piano, sí. Me dedica esa sonrisa tímida y yo me derrito. —¿Aporrear? Tengo que escribirle un correo a la señorita Kathie para decirle eso que me has dicho. —¿La señorita Kathie? —Mi profesora de piano. Suelto una risita. —Me encanta ese sonido —me dice—. ¿Vamos a ver si hoy tenemos un día mejor? —Vale —le digo—. ¿Qué quieres hacer? —Después de hacerle el amor a mi mujer y que ella me prepare el desayuno, quiero llevarte a Aspen. Le miro boquiabierta. —¿Aspen? —Sí. —¿Aspen, Colorado? —El mismo. A menos que lo hayan movido. Después de todo, pagaste veinticuatro mil dólares por la experiencia de pasar un fin de semana allí. Le sonrío. —Los pagué, pero era tu dinero. —Nuestro dinero. —Era solo tu dinero cuando hice la puja. —Pongo los ojos en blanco. —Oh, Sra. Jonas… Usted y su manía de poner los ojos en blanco —me susurra mientras su mano recorre mi muslo. —¿No hacen falta muchas horas para llegar a Colorado? —pregunto para distraerle. —En jet no —dice dulcemente cuando su mano llega a mi culo. Claro, mi marido tiene un jet, ¿cómo puedo haberlo olvidado? Su mano sigue ascendiendo por mi cuerpo, subiéndome el camisón en su camino, y pronto se me olvida todo.
Taylor nos lleva en coche hasta la pista de aterrizaje del aeropuerto de Seattle y después hasta el sitio justo donde nos espera el jet de Jonas Enterprises Holdings, Inc. Es un día gris en Seattle, pero me niego a dejar que el tiempo me estropee el buen humor. Nick también está de mejor humor. Está entusiasmado por algo: se le ve tan ansioso como en Navidad y a punto de explotar, como un niño con un gran secreto. Me pregunto qué habrá preparado. Se le ve risueño con el pelo alborotado, la camiseta blanca y los vaqueros negros. Hoy no parece en absoluto el presidente de la empresa que es. Me coge la mano cuando Taylor se detiene al pie de la escalerilla del jet. —Tengo una sorpresa para ti —me susurra y me da un beso en los nudillos. Le sonrío. —¿Una sorpresa buena? —Eso espero. —Me sonríe tiernamente. Mmm, ¿qué puede ser? Sawyer salta del asiento delantero y me abre la puerta. Taylor abre la de Nick y después saca nuestras maletas del maletero. Encontramos a Stephan al final de la escalerilla cuando entramos al avión. Miro al puente de mando y veo a la primera oficial Beighley accionando interruptores en el impresionante panel de mando. Nick y Stephan se dan la mano. —Buenos días, Sr.. —Stephan sonríe. —Gracias por hacer esto avisándote con tan poca antelación. —Nick le responde también con una sonrisa—. ¿Han llegado nuestros invitados? —Sí, Sr.. ¿Invitados? Me vuelvo y me quedo con la boca abierta. Kate, Elliot, Mia y Ethan me sonríen desde los asientos color crema. ¡Uau! Me vuelvo para mirar a Nick. —¡Sorpresa! —exclama. —¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién? —murmuro incoherente, intentando contener el placer y el júbilo que siento. —Me has dicho que no ves a tus amigos todo lo que querrías. —Se encoge de hombros y me dedica una media sonrisa de disculpa. —Oh, Nick, gracias. —Le rodeo el cuello con los brazos y le doy un buen beso delante de todos. Él me pone las manos en las caderas, engancha los pulgares en las trabillas para el cinturón de mis vaqueros y hace el beso más profundo. Oh, madre mía… —Sigue así y acabaré arrastrándote al dormitorio —me avisa Nick. —No te atreverás —le susurro junto a los labios. —Oh, ________(tn)… —Sonríe y niega con la cabeza. Me suelta sin previo aviso, se agacha, me agarra los muslos y me levanta en el aire para colgarme después de uno de sus hombros. —¡Nick, bájame! —le digo dándole un azote en el culo. Veo la sonrisa de Stephan un instante antes de que se vuelva para entrar en el puente de mando. Taylor está de pie en el umbral intentando ocultar su sonrisa. Ignorando mis súplicas y mis forcejeos, Nick cruza la estrecha cabina pasando junto a Ethan y Mia, que están sentados uno frente a otro, y después junto a Kate y Elliot, que está chillando como un mono enloquecido. —Si me disculpáis —dice dirigiéndose a nuestros cuatro invitados—. Tengo que hablar de algo con mi mujer en privado. —¡Nick! —grito de nuevo—. ¡Bájame! —Todo a su tiempo, nena. Veo un segundo a Mia, Kate y Elliot riéndose. ¡Maldición! Esto no es divertido, es embarazoso. Ethan nos mira fijamente con la boca abierta y totalmente asombrado mientras desaparecemos por la puerta del dormitorio. Nick cierra la puerta detrás de él, me suelta y me baja pegada a su cuerpo lentamente de forma que puedo sentir todos sus músculos y tendones. Me sonríe con esa sonrisa de adolescente, muy orgulloso de sí mismo. —Menudo espectáculo, Sr. Jonas. —Cruzo los brazos y le miro con fingida indignación. —Ha sido divertido, Sra. Jonas. —Su sonrisa se amplia. Oh, mi niño. Se le ve tan joven… —¿Y piensas seguir con esto? —le pregunto arqueando una ceja, no muy segura de cómo me hace sentir eso; los otros nos van a oír, por todos los santos… De repente me siento tímida. Miro nerviosa la cama y siento que me ruborizo al recordar nuestra noche de bodas. Hablamos tanto ayer e hicimos tantas cosas… Siento como si hubiera superado un obstáculo desconocido. Pero ese es precisamente el problema: que es desconocido. Mis ojos encuentran la intensa pero divertida mirada de Nick y no soy capaz de mantener la expresión seria. Su sonrisa es demasiado contagiosa. —Creo que sería muy maleducado dejar a los invitados esperando —me dice dulcemente acercándose a mí. ¿Cuándo ha empezado a importarle lo que piense la gente? Doy un paso atrás y me encuentro con la pared del dormitorio. Me tiene aprisionada y el calor de su cuerpo me mantiene en el sitio. Se inclina y me acaricia la nariz con la suya. —¿Ha sido una sorpresa buena? —me pregunta con un punto de ansiedad en la voz. —Oh, Nick, ha sido fantástica. —Le subo las manos por el pecho, las entrelazo en su nuca y le doy otro beso. —¿Cuándo has organizado esto? —le pregunto separándome de él y acariciándole el pelo. —Anoche, cuando no podía dormir. Le escribí correos a Elliot y a Mia y aquí están. —Ha sido muy considerado por tu parte. Gracias. Seguro que nos lo vamos a pasar bien. —Eso espero. He pensado que sería más fácil evitar a la prensa en Aspen que en casa. ¡Los paparazzi! Claro, tiene razón. Si nos hubiéramos quedado en el Escala, tendríamos que estar encerrados. Un estremecimiento me recorre la espalda al recordar los disparos de las cámaras y los fogonazos de los flashes de los fotógrafos que Taylor ha conseguido esquivar esta mañana. —Vamos. Será mejor que nos sentemos. Stephan va a despegar dentro de poco. —Me tiende la mano y los dos volvemos a la cabina. Elliot nos vitorea al entrar. —Eso sí que es un servicio aéreo rápido —bromea. Nick le ignora. —Señoras y caballeros, por favor, ocupen sus asientos porque en breves momentos vamos a comenzar la maniobra de despegue. —La voz de Stephan resuena, tranquila y autoritaria, a través de los altavoces de la cabina. La mujer de pelo castaño (mmm… ¿Natalie?) que nos atendió durante el vuelo en nuestra noche de bodas aparece por el pasillo y recoge las tazas de café vacías. ¡Natalia! Se llama Natalia. —Buenos días, Sr. y Sra. Jonas —dice con voz melosa. ¿Por qué me hace sentir incómoda? Tal vez sea porque tiene el pelo castaño. Como él mismo ha reconocido, Nick no suele emplear a chicas castañas porque las encuentra atractivas. Nick le dedica a Natalia una sonrisa educada y se sienta frente a Elliot y Mia. Yo le doy un abrazo breve a Kate y a Mia y saludo con la mano a Ethan y a Elliot antes de sentarme al lado de Nick y abrocharme el cinturón. Él me pone la mano en la rodilla y me da un apretón cariñoso. Parece relajado y feliz aunque estamos con gente. Sin darme cuenta me pregunto por qué no puede ser siempre así, nada controlador. —Espero que hayas metido en la maleta las botas de senderismo —me dice con voz cariñosa. —¿No vamos a esquiar? —Puede que eso resulte un poco difícil, dado que estamos en agosto —me explica divertido. Oh, claro. —¿Sabes esquiar, ________(tn)? —nos interrumpe Elliot. —No. Nick me suelta la rodilla y me coge la mano. —Seguro que mi hermano pequeño puede enseñarte. —Elliot me guiña un ojo—. Es bastante rápido en las pendientes, también. No puedo evitar sonrojarme. Miro a Nick, que está mirando a Elliot impasible, pero creo que es para no demostrar que le hace gracia. El avión empieza a moverse y se dirige hacia la pista de despegue. Natalia nos explica las instrucciones de seguridad del avión con voz clara y resonante. Lleva una bonita camisa azul marino de manga corta, una falda lápiz a juego y el maquillaje impecable. Es muy guapa, sí. Mi subconsciente levanta una ceja perfectamente depilada dirigida a mí. —¿Estás bien? —me pregunta Kate—. Después de todo el asunto de Hyde, quiero decir. Asiento. No quiero hablar de Hyde, ni siquiera pensar en él, pero Kate parece tener otros planes. —¿Y por qué se volvió majareta? —pregunta yendo directamente al grano con su inimitable estilo. Se aparta el pelo, preparándose para indagar más a fondo. Mirándola con frialdad, Nick se encoge de hombros. —Porque le despedí —dice directamente. —¿Ah, sí? ¿Y por qué? —Kate ladea la cabeza y veo que acaba de ponerse en modo señorita Marple. —Porque me acosó sexualmente e intentó chantajearme —le digo con un hilo de voz. Intento darle una patada a Kate por debajo de la mesa, pero fallo. ¡Mierda! —¿Cuándo? —me pregunta Kate mirándome fijamente. —Hace un tiempo. —No me lo habías contado —me dice ofendida Me encojo de hombros a modo de disculpa. —No puede ser por eso… Su reacción ha sido demasiado extrema —prosigue Kate, pero ahora se dirige a Nick—. ¿Es mentalmente inestable? ¿Y qué pasa con la información que tenía de los miembros de la familia Jonas? —Que esté interrogando a Nick de esta forma me está poniendo los pelos de punta, pero ya sabe que yo no sé nada y por eso no puede preguntarme a mí. Qué irritante. —Creemos que hay alguna conexión con Detroit —dice Nick en voz baja. Demasiado baja. Oh, no, Kate, por favor, déjalo estar por ahora… —¿Hyde también es de Detroit? Nick asiente. El avión acelera y yo le aprieto la mano a Nick. Él me mira tranquilizador. Sabe que odio los despegues y los aterrizajes. Me aprieta la mano y me acaricia los nudillos con el pulgar, algo que me calma. —¿Qué sabes tú de él? —pregunta Elliot, ajeno al hecho de que estamos dentro de un pequeño jet, acelerando en la pista y a punto de subir al cielo, e igualmente ajeno a la creciente exasperación que ya le ha creado Kate a Nick. Kate se inclina hacia delante para escuchar con toda su atención. —Os cuento esto extraoficialmente… —dice Nick dirigiéndose directamente a ella. La boca de Kate se convierte en una fina línea muy sutil. Yo trago saliva. Oh, mierda—. Sabemos poco sobre él —continúa Nick—. Su padre murió en una pelea en un bar. Su madre se ahogó en alcohol para olvidar. De pequeño no hizo más que entrar y salir de casas de acogida… Y meterse en problemas. Sobre todo robos de coches. Pasó un tiempo en un centro de menores. Su madre se rehabilitó con un programa de servicios sociales y Hyde volvió al buen camino. Al final consiguió una beca para Princeton. —¿Princeton? —Ha despertado la curiosidad de Kate. —Sí, es un tío listo. —Nick se encoje de hombros. —No será tan listo si le han pillado… —murmura Elliot. —Pero seguro que no ha podido montar esto solo… —aventura Kate. Noto que Nick se tensa a mi lado. —Todavía no sabemos nada —responde en voz muy baja. Maldita sea. ¿Puede que haya alguien más por ahí colaborando con él? Me giro y miro a Nick horrorizada. Él me aprieta la mano otra vez, pero no me mira a los ojos. El avión sube con suavidad y empieza a surcar el aire y yo noto esa horrible sensación en el estómago. —¿Qué edad tiene? —le pregunto a Nick, acercándome a él para que no nos oiga nadie. Por muchas ganas que tenga de saber lo que está pasando, no quiero animar a Kate a que siga haciendo preguntas porque sé que eso está poniendo nervioso a Nick. Además sé que él no le tiene mucha simpatía desde la noche que me arrastró al bar a tomar cócteles. —Treinta y dos, ¿por qué? —Curiosidad, nada más. Veo tensión en la mandíbula de Nick. —No quiero que tengas curiosidad por Hyde. Solo alégrate de que esté encerrado. —Es casi una reprimenda, pero decido ignorar su tono. —¿Crees que le estaba ayudando alguien? —La idea de que puede haber alguien más implicado me asusta. Significaría que esto no ha terminado. —No lo sé —responde Nick y vuelvo a ver esa tensión en su mandíbula. —Tal vez sea alguien que tenga algo contra ti —le sugiero. Demonios, espero que no sea la bruja—. Como Elena, por ejemplo —continúo en un susurro. Me doy cuenta de que he dicho su nombre un poco más alto, pero solo lo ha podido oír él; tras mirar nerviosamente a Kate, compruebo que está enfrascada en una conversación con Elliot, que parece enfadado con ella. Mmm… —Estás deseando demonizarla, ¿eh? —Nick pone los ojos en blanco y niega con la cabeza disgustado—. Es cierto que tiene algo contra mí, pero ella no haría algo así. —Me atraviesa con su mirada fija y gris—. Y será mejor que no hablemos de ella. Sé que no es tu tema de conversación favorito. —¿Te has visto cara a cara con ella? —vuelvo a susurrarle, pero no estoy segura de querer saberlo. —________(tn), no he hablado con ella desde mi cumpleaños. Por favor, déjalo ya. No quiero hablar de ella. — Me coge la mano y me roza los nudillos con los labios. Sus ojos echan chispas, fijos en los míos, y veo que es mal momento para seguir con este tipo de preguntas. —Buscaos una habitación, chicos —bromea Elliot—. Oh, es verdad, si ya la tenéis. Pero Nick no la ha necesitado hasta ahora. Nick levanta la vista y fulmina a Elliot con una mirada gélida. —Que te den, Elliot —le responde sin acritud. —Tío, solo cuento las cosas como son. —Los ojos de Elliot brillan divertidos. —Como si tú pudieras saberlo —murmura Nick irónicamente, arqueando una ceja. Elliot sonríe, disfrutando del intercambio de bromas. —Pero si te has casado con tu primera novia… —dice señalándome. Oh, mierda. ¿Adónde quiere ir a parar con esto? Me sonrojo. —¿Y te parece raro, viéndola? —continúa Nick dándome otro beso en la mano. —No —ríe Elliot y niega con la cabeza. Me ruborizo más aún y Kate le da a Elliot un manotazo en el muslo. —Deja de ser tan gilipollas —le regaña. —Escucha a tu chica —le dice Nick a Elliot sonriendo. Parece que su turbación de antes ha desaparecido. Se me destaponan los oídos cuando ganamos altitud y la tensión de la cabina se disipa cuando el avión se nivela. Kate mira a Elliot con el ceño fruncido. Mmm… ¿Les pasa algo? No estoy segura. Elliot tiene razón, de todas formas. Me río para mí por la ironía. Es verdad que soy (era) la primera novia de Nick y que ahora soy su mujer. Las quince anteriores y la maldita Sra. Robinson… bueno, no cuentan. Pero es obvio que Elliot no sabe nada de ellas y que Kate no se lo ha contado. Le sonrío y ella meguiña el ojo cómplice. Mis secretos están a salvo con Kate. —Bien, señoras y caballeros, vamos a volar a una altitud de unos diez mil metros aproximadamente y el tiempo estimado de duración de nuestro vuelo es de una hora y cincuenta y seis minutos —anuncia Stephan—. Ahora ya pueden moverse libremente por la cabina, si lo desean. Natalia sale inmediatamente de la cocina. —¿Alguien quiere un café? —pregunta.
| |
| | | Lady_Sara_JB Casada Con
Cantidad de envíos : 1582 Edad : 28 Localización : México Fecha de inscripción : 24/03/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 9th 2014, 11:21 | |
| | |
| | | CristalJB_kjn Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 477 Edad : 32 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 24/10/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 9th 2014, 21:25 | |
| wooooooo ame el capi cuantas cosas pasan en.un.ratico en verdad ame el capi sube mas andale si | |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 12th 2014, 09:18 | |
| CAPITULO 13
Aterrizamos suavemente en el Sardy Field a las 12.25, hora local. Stephan detiene el avión un poco apartado de la terminal principal y por las ventanillas veo un monovolumen Volkswagen grande esperándonos. —Muy buen aterrizaje. —Nick sonríe y le estrecha la mano a Stephan mientras los demás nos preparamos para salir del jet. —Todo tiene que ver con la altitud de densidad, Sr. —le explica Stephan sonriéndole también—. Mi compañera Beighley es muy buena con las matemáticas. Nick le sonríe a la primera oficial de Stephan. —Has dado en el clavo, Beighley. Un aterrizaje muy suave. —Gracias, Sr.. —Ella sonríe orgullosa. —Disfruten del fin de semana, Sr. y Sra. Jonas. Les veremos mañana. —Stephan se aparta para que podamos desembarcar y Nick me coge la mano y me ayuda a bajar por la escalerilla del avión hasta donde ya está Taylor esperándonos junto al vehículo. —¿Un monovolumen? —le pregunta Nick sorprendido cuando Taylor desliza la puerta para abrirla. Taylor le mira con una sonrisa tensa y arrepentida y se encoge un poco de hombros. —Cosas del último minuto, lo sé —se responde a sí mismo Nick, conforme. Taylor vuelve al avión para sacar nuestro equipaje. —¿Quieres que nos metamos mano en la parte de atrás del monovolumen? —me pregunta Nick con un brillo travieso en los ojos. Suelto una risita. ¿Quién es este hombre y qué ha hecho con el Sr. No Puedo Estar Más Furioso de los últimos dos días? —Vamos, pareja. Adentro —dice Mia desde detrás de nosotros. Se nota que está impaciente. Subimos, nos dirigimos como podemos al asiento doble de la parte de atrás y nos sentamos. Me acurruco contra Nick y él me rodea con el brazo y lo apoya en el respaldo del asiento detrás de mí. —¿Cómoda? —me pregunta mientras Ethan y Mia se sientan delante. —Sí —le digo con una sonrisa y él me da un beso en la frente. Por alguna razón que no logro entender, me siento tímida con él hoy. ¿Por qué será? ¿Por lo de anoche? ¿Porque estamos con más gente? No consigo comprenderlo. Elliot y Kate llegan los últimos, cuando Taylor ya ha abierto el maletero para cargar las maletas. Cinco minutos después ya estamos en camino. Miro por la ventanilla. Los árboles todavía están verdes, pero se nota que el otoño se acerca porque aquí y allá las puntas de las hojas han empezado a adquirir un tono dorado. El cielo es azul claro y cristalino, aunque se ven nubes oscuras que se acercan por el oeste. En la distancia y rodeándonos se ven las Rocosas, con su pico más alto justo delante de nosotros. Las montañas están frondosas y verdes y las cumbres cubiertas de nieve; parece un paisaje montañoso sacado de un dibujo infantil. Estamos en lo que en invierno es el patio de recreo de los ricos y famosos. Y yo tengo una casa aquí. Casi no me lo puedo creer. Y de repente resurge en lo más profundo de mi mente esa incomodidad familiar que aparece siempre que intento acostumbrarme a lo rico que es Nick y que me provoca dudas y me hace sentir culpable. ¿Qué he hecho yo para merecer este estilo de vida? Yo no he hecho nada, aparte de enamorarme. —¿Has estado alguna vez en Aspen, ________(tn)? —me pregunta Ethan girándose, y eso interrumpe mis pensamientos. —No, es la primera vez. ¿Y tú? —Kate y yo veníamos a menudo cuando éramos adolescentes. A papá le gusta mucho esquiar, pero a mamá no tanto. —Yo espero que mi marido me enseñe a esquiar —digo mirándole. —No pongas muchas esperanzas en ello —dice Nick entre dientes. —¡No soy tan patosa! —Podrías caerte y partirte el cuello. —Su sonrisa ha desaparecido. Oh. No quiero discutir ni estropearle el buen humor, así que cambio de tema. —¿Desde cuándo tienes esta casa? —Desde hace unos dos años. Y ahora es suya también, Sra. Jonas —me dice en voz baja. —Lo sé —le respondo. Pero no estoy muy convencida de mis palabras. Me acerco y le doy un beso en la mandíbula y me recuesto a su lado escuchándole reírse y bromear con Ethan y con Elliot. Mia participa en la conversación a veces, pero Kate está muy callada y me pregunto si estará rumiando la información sobre Jack Hyde o si será por alguna otra cosa. Entonces lo recuerdo. Aspen… La casa de Nick la rediseñó Gia Matteo y la reconstruyó Elliot. Me pregunto si eso será lo que tiene a Kate preocupada. No puedo preguntarle delante de Elliot, dada su historia con Gia. Pero ¿conocerá Kate la relación de Gia con esta casa? Frunzo el ceño, todavía sin saber qué le pasa, y decido que ya lo averiguaré cuando estemos solas. Cruzamos el centro de Aspen y mi humor mejora cuando veo la ciudad. Los edificios son bajos y casi todos son de ladrillo rojo, como casitas de estilo suizo, y hay muchas casas de principios del siglo XX pintadas de colores alegres. También se ven muchos bancos y tiendas de diseñadores, lo que da una idea del poder adquisitivo de la gente que vive allí. Nick encaja perfectamente en este ambiente. —¿Y por qué Aspen? —le pregunto. —¿Qué? —me mira extrañado. —¿Por qué decidiste comprar una casa aquí? —Mi madre y mi padre nos traían aquí cuando éramos pequeños. Aprendí a esquiar aquí y me gustaba. Espero que también te guste a ti… Si no te gusta, vendemos la casa y compramos otra en otro sitio. ¡Tan fácil como eso! Me coloca un mechón de pelo suelto detrás de la oreja. —Estás preciosa hoy —me susurra. Me sonrojo. Solo llevo ropa típica de viaje: vaqueros y una camiseta con una chaqueta cómoda azul marino. Demonios… ¿por qué me hace sentir tímida? Me da un beso, uno tierno, dulce y con mucho amor. Taylor sigue conduciendo hasta salir de la ciudad y después asciende por el otro lado del valle, por una carretera de montaña llena de curvas. Cuanto más subimos, más entusiasmada estoy. Pero noto que Nick se pone tenso a mi lado. —¿Qué te pasa? —le pregunto al girar una curva. —Espero que te guste —me confiesa—. Ya hemos llegado. Taylor reduce la velocidad y cruza una puerta hecha de piedras grises, beis y rojas. Sigue por el camino de entrada y al final aparca delante de una casa impresionante. Tiene la fachada simétrica con tejados puntiagudos y está construida con madera oscura y esas piedras mezcladas que he visto en la entrada. Es espectacular: moderna y sobria, muy del estilo de Nick. —Hogar, dulce hogar —me dice Nick mientras nuestros invitados empiezan a salir del coche. —Es bonita. —Ven a verla —me dice con un brillo a la vez entusiasmado y nervioso en los ojos, como si estuviera a punto de enseñarme su proyecto de ciencia o algo así. Mia sube corriendo los escalones hasta donde está de pie una mujer en el umbral. Es diminuta y su pelo negro azabache está entreverado de canas. Mia le rodea el cuello con los brazos y la abraza con fuerza. —¿Quién es? —le pregunto a Nick mientras me ayuda a salir del monovolumen. —La Sra. Bentley. Vive aquí con su marido. Ellos cuidan la casa. Madre mía, ¿más personal? Mia está haciendo las presentaciones, primero Ethan y después Kate. Elliot también abraza a la Sra. Bentley. Dejamos a Taylor descargando las maletas y Nick me da la mano y me lleva hasta la puerta principal. —Bienvenido a casa, Sr. Jonas —le saluda la Sra. Bentley sonriendo. —Carmella, esta es mi esposa, ________(tn) —me presenta Nick lleno de orgullo. Pronuncia mi nombre como una caricia, haciendo que casi se me pare el corazón. —Sra. Jonas. —La Sra. Bentley me saluda respetuosamente con la cabeza. Le tiendo la mano y ella me la estrecha. No me sorprende que sea mucho más formal con Nick que con el resto de la familia—. Espero que hayan tenido un buen vuelo. Se espera que el tiempo sea bueno todo el fin de semana, aunque no hay nada seguro —dice mirando las nubes grises cada vez más oscuras que hay detrás de nosotros—. La comida está lista y puedo servirla cuando ustedes quieran. —Vuelve a sonreír y sus ojos oscuros brillan. Me cae bien inmediatamente. —Ven aquí. —Nick me coge en brazos. —Pero ¿qué haces? —chillo. —Cruzar otro umbral con usted en brazos, Sra. Jonas. Sonrío mientras me lleva en brazos hasta el amplio vestíbulo. Entonces me da un beso breve y me baja con cuidado al suelo de madera. La decoración interior es muy sobria y me recuerda al salón del ático del Escala: paredes blancas, madera oscura y arte abstracto contemporáneo. El vestíbulo da paso a una gran zona de estar con tres sofás de piel de color hueso alrededor de una chimenea de piedra que preside la habitación. La única nota de color la aportan unos cojines mullidos que hay desparramados por los sofás. Mia le coge la mano a Ethan y tira de él hacia el interior de la casa. Nick mira con los ojos entornados a las dos figuras y frunce los labios. Niega con la cabeza y se vuelve hacia mí. Kate deja escapar un silbido. —Bonito sitio. Miro a mi alrededor y veo a Elliot ayudando a Taylor con el equipaje. Vuelvo a preguntarme si Kate sabrá que Gia ha colaborado en la reforma de este sitio. —¿Quieres una visita guiada? —me pregunta Nick. Lo que fuera que estuviera pensando acerca de Mia y de Ethan ya no está; ahora irradia entusiasmo, ¿o será ansiedad? Es difícil saberlo. —Claro. —Otra vez me quedo impresionada por lo rico que es. ¿Cuánto le habrá costado esta casa? Y yo no he contribuido con nada. Brevemente me veo transportada a la primera vez que me llevó al Escala. Me quedé alucinada. Ya te acostumbrarás, me recuerda mi subconsciente. Nick frunce el ceño pero me coge la mano y me va enseñando las habitaciones. La cocina modernísima tiene las encimeras de mármol de color claro y los armarios negros. Hay una bodega de vinos increíble y una enorme sala abajo con una gran tele de plasma, sofás comodísimos… y mesas de billar. Las observo boquiabierta y me ruborizo cuando Nick me mira. —¿Te apetece echar una partida? —me pregunta con un brillo malicioso en los ojos. Niego con la cabeza y él vuelve a fruncir el ceño. Me coge la mano otra vez y me lleva hasta el primer piso. Arriba hay cuatro dormitorios, cada uno con su baño incorporado. La suite principal es algo increíble. La cama es gigantesca, más grande que la que tenemos en casa, y está frente a un mirador desde el que se ve todo Aspen y a lo lejos las frondosas montañas. —Esa es Ajax Mountain… o Aspen Mountain, si te gusta más —dice Nick mirándome cauteloso. Está de pie en el umbral con los pulgares enganchados en las trabillas para el cinturón de sus vaqueros negros. Yo asiento. —Estás muy callada —murmura. —Es preciosa, Nick. —De repente solo quiero volver al ático del Escala. En solo cinco pasos está justo delante de mí, me agarra la barbilla y con el pulgar me libera el labio inferior que me estaba mordiendo. —¿Qué te ocurre? —me pregunta sin dejar de mirarme a los ojos, examinándolos. —Tienes mucho dinero. —Sí. —A veces me sorprende darme cuenta de lo rico que eres. —Que somos. —Que somos —repito de forma automática. —No te agobies por esto, ________(tn), por favor. No es más que una casa. —¿Y qué ha hecho Gia aquí, exactamente? —¿Gia? —Arquea ambas cejas sorprendido. —Sí, ¿no fue ella quien remodeló esta casa? —Sí. Diseñó el salón del sótano. Elliot se ocupó de la construcción. —Se pasa la mano por el pelo y me mira con el ceño fruncido—. ¿Por qué estamos hablando de Gia? —¿Sabías que Gia tuvo un lío con Elliot? Nick me mira durante un segundo con una expresión impenetrable. —Elliot se ha follado a más de medio Seattle, ________(tn). Me quedo boquiabierta. —Sobre todo mujeres, por lo que yo sé —bromea Nick. Creo que le divierte ver la cara que se me ha quedado. —¡No…! Nick asiente. —Eso no es asunto mío —dice levantando las manos. —No creo que Kate lo sepa. —Supongo que Elliot no va por ahí divulgando esa información. Aunque Kate tampoco es ninguna inocente… Me quedo alucinada. ¿El Elliot dulce, sencillo, rubio y con ojos azules? Le miro con incredulidad. Nick ladea a cabeza y me examina. —Pero lo que te pasa no tiene que ver con la promiscuidad de Elliot o de Gia. —Lo sé. Lo siento. Después de todo lo que ha pasado esta semana, es que… —Me encojo de hombros y me siento de nuevo al borde de las lágrimas. Nick baja los hombros, aliviado. Me rodea con los brazos y me estrecha con fuerza, a la vez que entierra la nariz en mi pelo. —Lo sé. Yo también lo siento. Vamos a relajarnos y a pasárnoslo bien, ¿vale? Aquí puedes leer, ver alguna mierda en la televisión, ir de compras, hacer una excursión… pescar incluso. Lo que tú quieras. Y olvida lo que te he dicho de Elliot. Ha sido una indiscreción por mi parte. —Eso explica por qué siempre está bromeando contigo sobre eso —dijo acariciándole el pecho con la nariz. —Él no sabe nada de mi pasado. Ya te lo he dicho, mi familia creía que era gay. Célibe, pero gay. Suelto una risita y empiezo a relajarme en sus brazos. —Yo también creía que eras célibe. Qué equivocada estaba. —Le abrazo y pienso lo ridículo que es pensar que Nick podría ser gay. —Sra. Jonas, ¿se está riendo de mí? —Un poco —reconozco—. Lo que no entiendo es por qué tienes este sitio. —¿Qué quieres decir? —pregunta dándome un beso en el pelo. —Tienes el barco, eso lo entiendo, y el piso en Nueva York por cosas de negocios, pero ¿por qué esta casa? Hasta ahora no tenías a nadie con quien compartirla. Nick se queda quieto y en silencio unos segundos. —Te estaba esperando a ti —dice en voz baja con los ojos grises y luminosos. —Que… Que bonito lo que acabas de decirme. —Es cierto. Aunque cuando la compré no lo sabía. —Sonríe con timidez. —Me alegro de que esperaras. —Ha merecido la pena esperar por usted, Sra. Jonas. —Me levanta la barbilla, se inclina y me da un beso tierno. —Y por ti también. —Sonrío—. Pero me siento como si hubiera hecho trampas porque yo no he tenido que esperar mucho para encontrarte. Sonríe. —¿Tan buen partido soy? —Nick, tú eres como el gordo de la lotería, la cura para el cáncer y los tres deseos de la lámpara de Aladino, todo al mismo tiempo. Levanta una ceja, incrédulo. —¿Cuándo te vas a dar cuenta de eso? —le regaño—. Eras un soltero muy deseado. Y no lo digo por todo esto. —Agito la mano señalando todo el lujo que nos rodea—. Yo hablo de esto. —Y coloco la mano sobre su corazón y sus ojos se abren mucho. Ha desaparecido mi marido confiado y sexy y ahora tengo delante al niño perdido—. Créeme, Nick, por favor —le susurro y le agarro la cara con las dos manos para acercar sus labios a los míos. Gime y no sé si es porque estaba escuchando lo que le he dicho o es su respuesta primitiva habitual. Profundizo el beso moviendo los labios sobre los suyos e invadiéndole la boca con la lengua. Cuando ambos nos quedamos sin aliento, él se aparta y me mira dubitativo. —¿Cuándo te va a entrar en esa mollera tan dura que tienes el hecho de que te quiero? —le pregunto exasperada. Él traga saliva. —Algún día —dice al fin. Eso es un progreso. Sonrío y él me recompensa con su sonrisa tímida en respuesta. —Vamos. Comamos algo. Los demás se estarán preguntando dónde estamos. Luego hablamos de lo que queremos hacer.
—¡Oh, no! —exclama Kate de repente. Todas las miradas se centran en ella. —Mirad —dice señalando el mirador. Fuera ha empezado a llover a cántaros. Estamos sentados alrededor de la mesa de madera oscura de la cocina después de haber comido un festín de entremeses italianos variados preparados por la Sra. Bentley y haber acabado con un par de botellas de Frascati. Estoy más que llena y un poco achispada por el alcohol. —Nos quedamos sin excursión —murmura Elliot y suena ligeramente aliviado. Kate le mira con el ceño fruncido. Sin duda les pasa algo. Se han mostrado relajados con los demás, pero no el uno con el otro. —Podríamos ir a la ciudad —sugiere Mia. Ethan le sonríe. —Hace un tiempo perfecto para pescar —aporta Nick. —Yo me apunto a pescar —dice Ethan. —Hagamos dos grupos —dice Mia juntando las manos—. Las chicas nos vamos de compras y los chicos que salgan a la naturaleza a hacer esas cosas aburridas. Miro a Kate, que observa a Mia con indulgencia. ¿Pescar o ir de compras? Buf, vaya elección. —________(tn), ¿tú qué quieres hacer? —me pregunta Nick. —Me da igual —miento. La mirada de Kate se cruza con la mía y vocaliza la palabra «compras». Veo que quiere hablar—. Me parece bien ir de compras —digo sonriéndoles a Kate y a Mia. Nick sonríe burlón. Sabe que no me gusta nada ir de compras. —Yo me quedo aquí contigo, si quieres —me dice y algo oscuro se despereza en mi interior al oír su tono. —No, tú vete a pescar —le respondo. Nick necesita pasar un tiempo con los chicos. —Parece que tenemos un plan —concluye Kate levantándose de la mesa. —Taylor os acompañará —dice Nick y es una orden que no admite discusión. —No necesitamos niñera —le responde Kate rotundamente, tan directa como siempre. Yo le pongo la mano en el brazo a Kate. —Kate, es mejor que venga Taylor. Ella frunce el ceño, después se encoge de hombros y por una vez se muerde la lengua. Le sonrío tímidamente a Nick. Su expresión permanece impasible. Oh, no… Espero que no se haya enfadado con Kate. Elliot frunce el ceño. —Necesito ir a la ciudad a por una pila para mi reloj de pulsera. —Le lanza una mirada a Kate y se ruboriza un poco, pero ella no se da cuenta porque le está ignorando a propósito. —Llévate el Audi, Elliot. Nos iremos a pescar cuando vuelvas —le dice Nick. —Sí —responde Elliot, pero parece distraído—. Buen plan.
| |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 12th 2014, 09:21 | |
| —Aquí. —Mia me agarra del brazo y me arrastra al interior de una boutique de diseño con seda rosa por todas partes y muebles rústicos envejecidos de aire francés. Kate nos sigue mientras Taylor espera fuera, refugiándose de la lluvia bajo el toldo. Se oye a Aretha Franklin cantar «Say a Little Prayer» en el hilo musical de la tienda. Me encanta esta canción. Tengo que grabársela a Nick en el iPod. —Este vestido te quedaría genial, ________(tn). —Mia me enseña una tela plateada—. Toma, pruébatelo. —Mmm… es un poco corto. —Te va a quedar fantástico. Y a Nick le va a encantar. —¿Tú crees? Mia me sonríe. —________(tn), tienes unas piernas de muerte y si esta noche vamos a ir de discotecas —sonríe antes de dar el golpe de gracia—, con esto volverás loco a tu marido. La miro y parpadeo un poco, perpleja. ¿Vamos a ir de discotecas? Yo no voy a discotecas. Kate se ríe al ver mi expresión. Parece más relajada ahora que no está con Elliot. —Deberíamos salir a bailar esta noche, sí —apoya Kate. —Ve y pruébatelo —me ordena Mia y yo me encamino al probador a regañadientes. Mientras espero a que Kate y Mia salgan del probador, me acerco al escaparate y miro afuera, al otro lado de la calle principal, sin prestar mucha atención. Las canciones de soul continúan: ahora Dionne Warwick canta «Walk on By», otra canción fabulosa y una de las favoritas de mi madre. Miro el vestido que tengo en la mano, aunque «vestido» tal vez sea demasiado decir. No tiene espalda y es muy corto, pero Mia ha decidido que es ideal y que es perfecto para bailar toda la noche. Por lo que se ve también necesito zapatos y un collar llamativo; ahora vamos en su busca. Pongo los ojos en blanco y me alegro una vez más de la suerte que tengo por contar con Caroline Acton, mi asesora personal de compras. De repente veo a Elliot a través del escaparate. Ha aparecido al otro lado de la arbolada calle principal y sale de un Audi grande. Entra en una tienda como para refugiarse de la lluvia. Parece una joyería… tal vez sea haya ido a comparar la pila para su reloj. Sale a los pocos minutos. Pero ya no va solo: va con una mujer. ¡Joder! Es Gia. ¡Está hablando con Gia! ¿Qué demonios está haciendo ella aquí? Mientras les observo, se dan un abrazo breve y ella echa atrás la cabeza para reírse animadamente de algo que él ha dicho. Elliot le besa en la mejilla y después corre al coche que le espera. Ella se gira y baja por la calle. Yo me quedo mirándola con la boca abierta. ¿De qué va eso? Me giro nerviosa hacia los probadores, pero todavía no hay señales de Kate ni de Mia. Después me fijo en Taylor, que sigue esperando en el exterior de la tienda. Ve que le estoy mirando y se encoge de hombros. Él también ha presenciado ese breve encuentro. Me ruborizo, avergonzada porque me han pillado espiando. Me vuelvo y Kate y Mia emergen del probador, ambas riendo. Kate me mira inquisitiva. —¿Qué pasa, ________(tn)? —me pregunta—. ¿Te has echado atrás con lo del vestido? Estás sensacional con él. —Mmm… No. —¿Estás bien? —Kate abre mucho los ojos. —Estoy bien, ¿pagamos? —Me encamino a la caja, donde me uno a Mia, que ha elegido dos faldas. —Buenas tardes, Sra.. —La joven dependienta (que lleva más brillo en los labios del que yo he visto en mi vida reunido en un solo sitio) me sonríe—. Son ochocientos cincuenta dólares. ¿Qué? ¿Por este trozo de tela? Parpadeo y le doy dócilmente mi American Express negra. —Gracias, Sra. Jonas —canturrea la señorita Brillo de Labios. Durante las dos horas siguientes sigo a Kate y a Mia totalmente aturdida, manteniendo todo el tiempo una lucha conmigo misma. ¿Debería decírselo a Kate? Mi subconsciente niega con la cabeza firmemente. Sí, debería decírselo. No, mejor no. Puede haber sido simplemente un encuentro fortuito. Mierda. ¿Qué debo hacer?
—¿Te gustan los zapatos, ________(tn)? —Mia tiene los brazos en jarras. —Mmm… Sí, claro. He acabado con un par de zapatos de Manolo Blahnik imposiblemente altos y con tiras que parecen hechas de cristal de espejo. Quedan perfectos con el vestido y solo le cuestan a Nick más de mil dólares. Tengo suerte con la larga cadena de plata que Kate insiste en que me compre: solo vale ochenta y cuatro dólares de nada. —¿Empiezas a acostumbrarte a tener dinero? —me pregunta Kate sin mala intención cuando vamos de camino al coche. Mia se ha adelantado un poco. —Ya sabes que yo no soy así, Kate. Todo esto me hace sentir incómoda. Pero si no me han informado mal, va con el lote. —La miro con los labios fruncidos y ella me rodea con un brazo. —Te acostumbrarás, ________(tn) —me dice para animarme—. Y vas a estar genial. —Kate, ¿qué tal os va a ti y a Elliot? —le pregunto. Sus ojos azules se clavan en los míos. Oh, no… Niega con la cabeza. —No quiero hablar de eso ahora —dice señalando a Mia con la cabeza—, pero las cosas están… — Kate deja la frase sin terminar. Esto no es propio de la Kate tenaz que yo conozco. Mierda. Sabía que estaba pasando algo. ¿Le digo lo que he visto? Pero ¿qué he visto? Elliot y la señorita Depredadora—Sexual—Bien—Arreglada hablando, dándose un abrazo y un beso en la mejilla. Seguro que no es más que un encuentro de viejos amigos. No, no se lo voy a decir. Al menos no ahora. Asiento con una expresión que dice «lo entiendo perfectamente y voy a respetar tu privacidad». Ella me coge la mano y le da un apretón agradecido. Veo un destello de sufrimiento y dolor en sus ojos, pero ella lo oculta rápidamente con un parpadeo. De repente me siento muy protectora con mi mejor amiga. ¿A qué demonios está jugando Elliot, el gigolo, Jonas?
Cuando volvemos a la casa, Kate decide que nos merecemos unos cócteles después de nuestra tarde de compras y nos hace unos daiquiris de fresa. Nos acomodamos en los sofás del salón, delante del fuego encendido. —Elliot ha estado un poco distante últimamente —me susurra Kate, mirando las llamas. Kate y yo por fin hemos encontrado un momento para estar a solas mientras Mia guarda sus compras. —¿Ah, sí? —Creo que tengo problemas por haberte metido en problemas a ti. —¿Te has enterado de eso? —Sí. Nick llamó a Elliot y Elliot a mí. Pongo los ojos en blanco. Oh, Cincuenta, Cincuenta, Cincuenta… —Lo siento. Nick es muy… protector. ¿No has visto a Elliot desde el día que salimos a tomar cócteles? —No. —Oh. —Me gusta mucho, ________(tn) —me confiesa. Y durante un horrible momento pienso que va a llorar. Esto no es propio de Kate. ¿Significará esto la vuelta del pijama rosa? Kate me mira—. Me he enamorado de él. Al principio creía que era solo el sexo, que es genial. Pero es encantador y amable y tierno y divertido. Nos veo envejeciendo juntos con, ya sabes… hijos, nietos… todo. —El «fueron felices y comieron perdices» —le susurro. Asiente con tristeza. —Creo que deberías hablar con él. Busca un momento para estar solos y descubre qué le preocupa. O quién, me recuerda mi subconsciente. La aparto de un manotazo, sorprendida de lo rebeldes que son mis propios pensamientos. —¿Por qué no vais a dar un paseo mañana por la mañana? —Ya veremos. —Kate, no me gusta nada verte así. Me sonríe un poco y me acerco para abrazarla. Decido no contarle lo de Gia, aunque puede que le pregunte directamente al gigolo. ¿Cómo puede estar jugando con los sentimientos de mi amiga? Mia vuelve y pasamos a hablar de cosas menos comprometidas.
El fuego crepita y chisporrotea cuando le echo el último tronco. Casi nos hemos quedado sin leña. Aunque es verano, el fuego se agradece en un día húmedo como este. —Mia, ¿sabes dónde se guarda la leña para el fuego? —le pregunto. Ella le da un sorbo al daiquiri. —Creo que en el garaje. —Voy a por unos cuantos troncos. Y así tengo oportunidad de explorar… La lluvia ha parado cuando salgo y me encamino al garaje para tres coches que hay junto a la casa. La puerta lateral no está cerrada con llave, así que entro y enciendo la luz. El fluorescente cobra vida con un zumbido. Hay un coche en el garaje; es el Audi en el que he visto a Elliot esta tarde. También hay dos motos de nieve. Pero lo que me llama la atención son dos motos de motocross, ambas de 125 cc. Los recuerdos de Ethan intentando valientemente enseñarme a conducir una el verano pasado me vienen a la mente. Me froto inconscientemente el brazo donde me hice un buen hematoma en una caída. —¿Sabes conducirlas? —oigo la voz de Elliot detrás de mí. Me vuelvo. —Has vuelto. —Eso parece. —Sonríe y me doy cuenta de que Nick me respondería con las mismas palabras, pero no con esa enorme sonrisa arrebatadora—. ¿Sabes? ¡Gigolo! —Algo así. —¿Quieres que te dé una vuelta? Río burlonamente. —Mmm… no. No creo que a Nick le gustara nada que hiciera algo así. —Nick no está aquí. —Elliot muestra una media sonrisa (oh, parece que es un rasgo de familia) y señala a nuestro alrededor para indicar que estamos solos. Se acerca a la moto más cercana, pasa una pierna enfundada en un vaquero por encima del asiento, se acomoda y coge el manillar. —Nick tiene… preocupaciones por mi seguridad. No debería. —¿Siempre haces lo que él te dice? —Elliot tiene una chispa traviesa en sus ojos azules de bebé y puedo ver un destello del chico malo… el chico malo del que se ha enamorado Kate. El chico malo de Detroit. —No. —Arqueo una ceja reprobatoria en su dirección—. Pero intento no complicarle la vida. Ya tiene bastantes preocupaciones sin que yo le dé ninguna más. ¿Ha vuelto ya? —No lo sé. —¿No has ido a pescar? Elliot niega con la cabeza. —Tenía que resolver unos asuntos en la ciudad. ¡Asuntos! ¡Vaya! ¡Asuntos rubios y muy bien arreglados! Inspiro bruscamente y le miro con la boca abierta. —Si no quieres conducir, ¿qué haces en el garaje? —me pregunta Elliot intrigado. —He venido a buscar leña para el fuego. —Oh, ahí estás… ¡Elliot! Ya has vuelto. —Kate nos interrumpe. —Hola, cariño —la saluda con una amplia sonrisa. —¿Has pescado algo? Me quedo pendiente de la reacción de Elliot. —No. Tenía que hacer unas cosas en la ciudad. —Y durante un breve momento veo un destello de inseguridad en su cara. Oh, mierda. —He salido a ver qué había entretenido a ________(tn). —Kate nos mira confusa. —Estábamos tomando el aire —dice Elliot y se ven saltar chispas entre ellos. Todos nos giramos al oír un coche aparcando fuera. ¡Oh! Nick ha vuelto. Gracias a Dios. El mecanismo que abre la puerta del garaje se pone en funcionamiento con un chirrido que nos sobresalta a todos y la puerta se levanta lentamente para revelar a Nick y a Ethan descargando una camioneta negra. Nick se queda parado cuando nos ve a todos allí de pie en el garaje. —¿Vais a montar un grupo y estáis ensayando en el garaje para dar un concierto? —pregunta burlón cuando entra directo hacia donde estoy yo. Le sonrío. Me siento aliviada de verle. Debajo del cortavientos lleva el mono que le vendí yo cuando trabajaba en Clayton’s. —Hola —me dice mirándome inquisitivamente e ignorando a Kate y a Elliot. —Hola. Me gusta tu mono. —Tiene muchos bolsillos. Es muy útil para pescar —me dice con voz baja y sugerente, solo para mis oídos, y cuando me mira su expresión es seductora. Me ruborizo y él me sonríe con una sonrisa de oreja a oreja toda para mí. —Estás mojado —murmuro. —Estaba lloviendo. ¿Qué estáis haciendo todos aquí en el garaje? —Al fin habla teniendo en cuenta que no estamos solo. —________(tn) ha venido a por leña —dice Elliot arqueando una ceja. No sé cómo pero ha conseguido que eso suene como algo indecente—. Yo he intentado tentarla para que monte. —Es un maestro de los dobles sentidos. A Nick le cambia la cara y a mí se me para el corazón. —Me ha dicho que no, que a ti no te iba a gustar —responde Elliot amablemente y sin segundas. Nick me mira con sus ojos grises. —¿Eso ha dicho? —pregunta. —Vamos a ver, me parece bien que nos dediquemos a hablar de lo que ________(tn) ha hecho o no ha hecho, pero ¿podemos hacerlo dentro? —interviene Kate. Se agacha, coge dos troncos y se gira para encaminarse a la puerta. Oh, mierda. Kate está enfadada, pero sé que no es conmigo. Elliot suspira y, sin decir una palabra, la sigue. Yo me quedo mirándolos, pero Nick me distrae. —¿Sabes llevar moto? —me pregunta incrédulo. —No muy bien. Ethan me enseñó. Sus ojos se convierten en hielo. —Entonces has tomado la decisión correcta —me dice con la voz mucho más fría—. El suelo está muy duro y la lluvia lo hace resbaladizo y traicionero. —¿Dónde dejo los aparejos de pescar? —pregunta Ethan desde el exterior. —Déjalos ahí, Ethan… Taylor se ocupará de ellos. —¿Y los peces? —vuelve a preguntar Ethan con voz divertida. —¿Habéis pescado algo? —pregunto sorprendida. —Yo no. Kavanagh sí. —Y Nick hace un mohín encantador. Suelto una carcajada. —La Sra. Bentley se ocupará de ellos —responde. Ethan sonríe y entra en la casa. —¿Le resulto divertido, Sra. Jonas? —Mucho. Estás mojado… Te voy a preparar un baño. —Solo si te metes conmigo. —Se inclina y me da un beso.
Lleno la enorme bañera ovalada del lavabo de la habitación y echo un chorrito de aceite de baño del caro, que empieza a hacer espuma inmediatamente. El aroma es maravilloso… jazmín, creo. Vuelvo al dormitorio y me pongo a colgar el vestido mientras se acaba de llenar la bañera. —¿Os lo habéis pasado bien? —me pregunta Nick cuando entra en la habitación. Solo lleva una camiseta y el pantalón del chándal y va descalzo. Cierra la puerta detrás de él. —Sí —le respondo disfrutando de la vista. Le he echado de menos. Es ridículo porque ¿cuánto ha pasado? ¿unas cuantas horas…? Ladea la cabeza y me mira. —¿Qué pasa? —Estaba pensando en cuánto te he echado de menos. —Suena como si hubiera sido mucho, Sra. Jonas. —Mucho, sí, Sr. Jonas. Se acerca hasta quedar de pie justo delante de mí. —¿Qué te has comprado? —me pregunta y sé que es para cambiar de tema. —Un vestido, unos zapatos y un collar. Me he gastado un buen pellizco de tu dinero —confieso mirándole culpable. Eso le divierte. —Bien —dice y me coloca un mechón suelto detrás de las orejas—. Y por enésima vez: nuestro dinero. Me coge la barbilla, libera mi labio del aprisionamiento de mis dientes y me roza con el dedo índice la parte delantera de la camiseta, bajando por el esternón entre mis pechos, después por el estómago y el vientre hasta llegar al dobladillo. —Creo que no vas a necesitar esto en la bañera —susurra, agarra el dobladillo de la camiseta con ambas manos y me la va quitando lentamente—. Levanta los brazos. Obedezco sin apartar mis ojos de los suyos y él deja caer mi camiseta al suelo. —Creía que solo íbamos a darnos un baño. —El pulso se me acelera. —Quiero ensuciarte bien primero. Yo también te he echado de menos. —Y se inclina para besarme.
—¡Mierda! ¡El agua! —Intento sentarme, todavía aturdida después del orgasmo. Nick no me suelta. —¡Nick, la bañera! —le miro. Está acurrucado sobre mi pecho. Ríe. —Relájate. Hay desagües en el suelo. —Rueda sobre sí mismo y me da un beso rápido—. Voy a cerrar el grifo. Baja de la cama y camina hasta el cuarto de baño. Mis ojos lo siguen ávidamente durante todo el camino. Mmm… Mi marido, desnudo y pronto muy mojado. Salgo de la cama de un salto.
Nos sentamos cada uno en un extremo de la bañera, que está demasiado llena (tanto que cada vez que nos movemos el agua se sale por un lado y cae al suelo). Esto es un placer. Y un placer mayor es tener a Nick lavándome los pies, masajeándome las plantas y tirando suavemente de mis dedos. Después me los besa uno por uno y me da un mordisco en el meñique. —¡Aaaah! —Lo he sentido… justo ahí, en mi entrepierna. —¿Así? —murmura. —Mmm… —digo incoherente. Empieza a masajearme de nuevo. Oh, qué bien. Cierro los ojos. —He visto a Gia en la ciudad —le digo. —¿Ah, sí? Creo que también tiene una casa aquí —me contesta sin darle importancia. No le interesa lo más mínimo. —Estaba con Elliot. Nick deja el masaje; eso sí le ha llamado la atención. Cuando abro los ojos tiene la cabeza ladeada, como si no comprendiera. —¿Qué quieres decir con que estaba con Elliot? —me pregunta más perplejo que preocupado. Le cuento lo que vi. —________(tn), solo son amigos. Creo que Elliot está bastante pillado con Kate. —Hace una pausa y después añade en voz más baja—. De hecho sé que está muy pillado con Kate —dice aunque pone una expresión de «no puedo entender por qué». —Kate es guapísima —le respondo defendiendo a mi amiga. Él ríe. —Me sigo alegrando de que fueras tú la que se cayó al entrar en mi despacho. —Me da un beso en el pulgar, me suelta el pie izquierdo y me coge el derecho para empezar el proceso de masaje otra vez. Sus dedos son tan fuertes y flexibles… Me vuelvo a relajar. No quiero discutir sobre Kate. Cierro los ojos y dejo que sus dedos vayan haciendo su magia en mis pies.
Me miro boquiabierta en el espejo de cuerpo entero sin reconocer al bellezón que me mira desde el cristal. Kate se ha vuelto loca y se ha puesto a jugar a la Barbie conmigo esta noche, peinándome y maquillándome. Tengo el pelo liso y con volumen, los ojos perfilados y los labios rojo escarlata. Estoy… buenísima. Soy todo piernas, sobre todo con los Manolos de tacón alto y el vestido indecentemente corto. Necesito que Nick me dé su aprobación, aunque tengo la sensación de que no le va a gustar que exponga tanta carne al aire. Como estamos en esta entente cordiale , decido que lo mejor será preguntarle. Cojo mi BlackBerry.
De: ________(tn) Jonas Fecha: 27 de agosto de 2011 18:53 Para: Nick Jonas Asunto: ¿Se me ve el culo gordo con este vestido?
Señor Jonas: Necesito su consejo con respecto a mi atuendo. Suya Sra. J x
De: Nick Jonas Fecha: 27 de agosto de 2011 18:55 Para: ________(tn) Jonas Asunto: Como un melocotón
Sra. Jonas: Lo dudo mucho. Pero ahora voy y le hago una buena inspección a su culo para asegurarme. Suyo por adelantado Señor J x Nick Jonas Presidente e inspector de culos de Jonas Enterprises Holdings Inc.
Justo mientras estoy leyendo el correo, se abre la puerta del dormitorio y Nick se queda petrificado en el umbral. Se le abre la boca y los ojos casi se le salen de las órbitas. Madre mía, eso podría significar algo bueno o algo malo… —¿Y bien? —pregunto en un susurro. —________(tn), estás… Uau. —¿Te gusta? —Sí, supongo que sí. —Suena un poco ronco. Entra lentamente en la habitación y cierra la puerta. Lleva unos vaqueros negros y una camisa blanca con una chaqueta negra. Él también está fabuloso. Se acerca poco a poco a mí, pero en cuanto llega a mi altura, me pone las manos en los hombros y me gira hasta que quedo de frente al espejo con él detrás de mí. Mi mirada se encuentra con la suya en el espejo y después le veo mirar hacia abajo, fascinado por mi espalda al aire. Me la acaricia con los dedos hasta que llega al borde del vestido, donde la carne pálida se encuentra con la tela plateada—. Es muy atrevido —murmura. Su mano desciende un poco más, siguiendo por mi culo y bajando por el muslo desnudo. Se detiene y sus ojos grises brillan con un tono azulado. Lentamente sus dedos ascienden de nuevo hasta el dobladillo de mi vestido. Observo sus dedos largos que me rozan levemente, acariciándome la piel y dejando un cosquilleo a su paso, y mi boca forma una O perfecta. —No hay mucha distancia entre aquí… —dice tocando el dobladillo de mi vestido— y aquí —susurra subiendo un poco el dedo. Doy un respingo cuando los dedos me acarician el sexo, moviéndose de forma provocativa sobre mis bragas, sintiéndome y excitándome. —¿Adónde quieres llegar? —le susurro. —Quiero llegar a explicar que esto no está muy lejos… —Sus dedos se deslizan sobre mis bragas y en un segundo mete uno debajo, contra la carne suave y humedecida—. De esto. —Introduce un dedo en mi interior. Doy un respingo y gimo bajito. —Esto es mío —me susurra al oído. Cierra los ojos y mete y saca el dedo rítmicamente de mi interior—. Y no quiero que nadie más lo vea. Mi respiración se vuelve entrecortada y mis jadeos se acompasan con el ritmo de su dedo. Le estoy viendo en el espejo mientras me hace esto… y es algo más que erótico. —Así que si eres buena y no te agachas, no habrá ningún problema —¿Lo apruebas? —le pregunto. —No, pero no voy a prohibirte que lo lleves. Estás espectacular, ________(tn). —Saca de repente el dedo, dejándome con ganas de más, pero él se mueve para quedar frente a mí. Me coloca la punta de su dedo invasor en el labio inferior. Instintivamente frunzo los labios y le doy un beso. Él me recompensa con una sonrisa maliciosa. Se mete el dedo en la boca y su expresión me informa de que le gusta mi sabor… mucho. ¿Siempre me va a impactar verle hacer eso? Después me coge la mano. —Ven —me ordena con voz suave y me tiende la mano para que vaya con él. Quiero responderle que estaba a punto de conseguirlo con lo que me estaba haciendo, pero a la vista de lo que pasó ayer en el cuarto de juegos, prefiero callarme.
Estamos esperando el postre en un restaurante pijo y exclusivo de la ciudad. Hasta ahora ha sido una cena animada y Mia está decidida a que sigamos con la diversión y vayamos de discotecas. En este momento está sentada en silencio, escuchando con atención mientras Ethan y Nick charlan. Es evidente que Mia está encaprichada con Ethan, y Ethan… es difícil saberlo. No sé si son solo amigos o hay algo más. Nick parece relajado. Ha estado conversando animadamente con Ethan. Parece que han estrechado su amistad mientras pescaban. Hablan sobre todo de psicología. Irónicamente, Nick parece el que más sabe de los dos. Me río por lo bajo mientras escucho a medias la conversación, dándome cuenta con tristeza de que sus conocimientos son resultado de su experiencia con muchos psiquiatras. «Tú eres la mejor terapia.» Esas palabras que me susurró una vez cuando hacíamos el amor resuenan en mi cabeza. ¿Lo soy? Oh, Nick, eso espero. Miro a Kate. Está guapísima, pero ella siempre lo está. Ella y Elliot no están tan animados. Él parece nervioso; cuenta los chistes demasiado alto y su risa es un poco tensa. ¿Habrán tenido una pelea? ¿Qué le estará preocupando? ¿Será esa mujer? Se me cae el alma a los pies al pensar que puede hacerle daño a mi mejor amiga. Miro a la entrada, casi esperando ver a Gia pavoneándose tranquilamente por el restaurante en dirección a nosotros. Mi mente me está jugando malas pasadas. Creo que es por el alcohol que he tomado. Empieza a dolerme la cabeza. De repente Elliot nos sobresalta a todos arrastrando la silla, que chirría contra el suelo de azulejo, para ponerse de pie de golpe. Todos nos quedamos mirándole. Él mira a Kate un segundo y de repente planta una rodilla en el suelo delante de ella. Oh. Dios. Mío… Elliot le coge la mano a Kate y el silencio se cierne sobre el restaurante; todo el mundo deja de comer y de hablar e incluso de andar y se queda mirando. —Mi preciosa Kate, te quiero. Tu gracia, tu belleza y tu espíritu ardiente no tienen igual y han atrapado mi corazón. Pasa el resto de tu vida conmigo. Cásate conmigo. ¡Madre mía!
| |
| | | Lady_Sara_JB Casada Con
Cantidad de envíos : 1582 Edad : 28 Localización : México Fecha de inscripción : 24/03/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 12th 2014, 11:09 | |
| jejeje la primera escena me encanto jejejeje siguela | |
| | | Sra. Laura Jonas Casada Con
Cantidad de envíos : 1308 Edad : 30 Localización : in paris with my husband nick jonas and my 2 sons cindy magali and edward taylor Fecha de inscripción : 07/01/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 13th 2014, 19:15 | |
| Aaaaaaaaaaaaah me encanta Siguela siguela siguela siguela | |
| | | CristalJB_kjn Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 477 Edad : 32 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 24/10/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 16th 2014, 06:56 | |
| Hoola como stas? Speroo k bn k crees amoo tu nove es hermosa sube mas suii? | |
| | | Sra. Laura Jonas Casada Con
Cantidad de envíos : 1308 Edad : 30 Localización : in paris with my husband nick jonas and my 2 sons cindy magali and edward taylor Fecha de inscripción : 07/01/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 16th 2014, 21:38 | |
| Siguela siguela siguela siguela siguela | |
| | | CristalJB_kjn Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 477 Edad : 32 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 24/10/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 17th 2014, 21:57 | |
| | |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 19th 2014, 18:05 | |
| CAPITULO 14
Ahora todo el mundo en el restaurante está concentrado en Kate y Elliot, esperando y conteniendo la respiración. Esta espera es insoportable. El silencio se está extendiendo demasiado, como una goma elástica ya demasiado tensa. Kate se queda mirando a Elliot como si no entendiera lo que está pasando mientras él no aparta la vista con los ojos muy abiertos por la necesidad e incluso por el miedo. ¡Por Dios, Kate, deja ya de hacerle sufrir, por favor! La verdad es que podría habérselo pedido en privado… Una sola lágrima empieza a caerle por la mejilla, aunque sigue mirándole sin decir nada. ¡Oh, mierda! ¿Kate llorando? Después sonríe, una sonrisa lenta de incredulidad, como si acabara de alcanzar el Nirvana. —Sí —le susurra en una aceptación dulce y casi sin aliento, nada propia de Kate. Se produce una pausa de un nanosegundo cuando todo el restaurante suelta un suspiro colectivo de alivio y después llega el ruido ensordecedor. Un aplauso espontáneo, vítores, silbidos y aullidos, y de repente siento que me caen lágrimas por la cara y se me corre todo el maquillaje de Barbie gótica que llevo. Ajenos a la conmoción que se está produciendo a su alrededor, los dos están encerrados en su propio mundo. Elliot saca del bolsillo una cajita, la abre y se la enseña a Kate. Un anillo. Por lo que veo desde aquí, es un anillo exquisito, pero tengo que verlo más de cerca. ¿Es eso lo que estaba haciendo con Gia? ¿Escoger un anillo? ¡Mierda! Cómo me alegro de no habérselo dicho a Kate. Kate mira la sortija y después a Elliot y por fin le rodea el cuello con los brazos. Se besan de una forma muy discreta para sus estándares y todos en el restaurante se vuelven locos. Elliot se levanta y agradece los vítores con una reverencia sorprendentemente grácil y después, con una enorme sonrisa de satisfacción, vuelve a sentarse. No puedo apartar los ojos de ellos. Elliot saca con cuidado el anillo de la caja, se lo pone a Kate en el dedo y vuelven a besarse. Nick me aprieta la mano. No me he dado cuenta de que se la estaba agarrando tan fuerte. Le suelto, un poco avergonzada, y él sacude la mano con una expresión de dolor fingido. —Lo siento. ¿Tú lo sabías? —le pregunto en un susurro. Nick sonríe y está claro que sí. Llama al camarero. —Dos botellas de Cristal, por favor. Del 2002, si es posible. Le miro con una sonrisa burlona. —¿Qué? —El del 2002 es mucho mejor que el del 2003, claro —bromeo. Él ríe. —Para un paladar exigente, por supuesto, ________(tn). —Y usted tiene uno de los más exigentes, Sr. Jonas, y unos gustos muy peculiares. —Le sonrío. —Cierto, Sra. Jonas. —Se acerca—. Pero lo que mejor sabe de todo eres tú —me susurra y me da un beso en un punto detrás de la oreja que hace que un estremecimiento me recorra toda la espalda. Me ruborizo hasta ponerme escarlata y recuerdo su anterior demostración de los inconvenientes de la breve longitud de mi vestido. Mia es la primera que se levanta para abrazar a Kate y a Elliot y después todos vamos felicitando por turnos a la feliz pareja. Yo le doy a Kate un abrazo bien fuerte. —¿Ves? Solo estaba preocupado porque iba a hacerte la proposición —le digo en un susurro. —Oh, ________(tn)… —dice medio riendo, medio llorando. —Kate, me alegro mucho por ti. Felicidades. Nick está detrás de mí. Le estrecha la mano a Elliot y después, para sorpresa de Elliot y también mía, lo atrae hacia él para darle un abrazo. Apenas consigo oír lo que le dice entre el ruido circundante. —Enhorabuena, Lelliot —murmura. Elliot no dice nada, por una vez sin palabras; solo le devuelve cariñosamente el abrazo a su hermano. ¿Lelliot? —Gracias, Nick —dice Elliot con la voz quebrada. Nick le da a Kate un breve y un poco incómodo abrazo manteniendo las distancias dentro de lo posible. Sé que Nick en el mejor de los casos solo soporta a Kate y la mayor parte del tiempo simplemente le es indiferente, así que esto es un pequeño progreso. Al soltarla le dice en un susurro que solo podemos oír ella y yo: —Espero que seas tan feliz en tu matrimonio como yo lo soy en el mío. —Gracias, Nick. Yo también lo espero —le responde agradecida. Ya ha vuelto el camarero con el champán, que abre con una floritura. Nick levanta su copa. —Por Kate y mi querido hermano Elliot. Enhorabuena a los dos. Todos le damos un sorbo. Bueno, yo vacío mi copa de un trago. Mmm, el Cristal sabe muy bien y me acuerdo de la primera vez que lo tomé, en el club de Nick, y de nuestra excitante bajada en el ascensor hasta la primera planta. Nick me mira con el ceño fruncido. —¿En qué estás pensando? —me susurra. —En la primera vez que bebí este champán. Su ceño se vuelve inquisitivo. —Estábamos en tu club —le recuerdo. Sonríe. —Oh, sí. Ya me acuerdo —dice y me guiña un ojo. —¿Ya habéis elegido fecha, Elliot? —pregunta Mia. Elliot lanza a su hermana una mirada exasperada. —Se lo acabo de pedir a Kate, así que no hemos tenido tiempo de hablar de eso todavía… —Oh, que sea una boda en Navidad. Eso sería muy romántico y así nunca se te olvidaría vuestro aniversario —sugiere Mia juntando las manos. —Tendré en cuenta tu consejo —dice Elliot sonriendo burlonamente. —Después del champán, ¿podemos ir de fiesta? —pregunta Mia volviéndose hacia Nick y dedicándole una mirada de sus grandes ojos marrones. —Creo que habría que preguntarles a Elliot y a Kate qué es lo que les apetece hacer. Todos nos volvemos hacia ellos a la vez. Elliot se encoge de hombros y Kate se pone algo más que roja. Lo que estaba pensando hacer con su recién estrenado prometido está tan claro que por poco escupo el champán de cuatrocientos dólares por toda la mesa.
Zax es la discoteca más exclusiva de Aspen, o eso dice Mia. Nick se dirige hacia el principio de la corta cola rodeándome la cintura con el brazo; nos dejan pasar inmediatamente. Me pregunto por un momento si también será el dueño de este local. Miro el reloj; las once y media de la noche y ya estoy un poco achispada. Las dos copas de champán y las varias de Pouilly—Fumé que me he tomado en la cena están empezando a hacerme efecto y me alegro de que Nick me tenga agarrada con el brazo. —Bienvenido de nuevo, Sr. Jonas —le saluda una rubia atractiva con largas piernas, unos pantaloncitos de satén negros muy sexis, una blusa sin mangas a juego y una pequeña pajarita roja. Muestra una amplia sonrisa que revela unos dientes perfectos entre sus labios de color escarlata, a juego con la pajarita—. Max se ocupará de sus chaquetas. Un hombre joven vestido todo de negro (no de satén esta vez, por suerte) me sonríe a la vez que se ofrece a llevarse mi chaqueta. Sus ojos oscuros son amables y atractivos. Yo soy la única que lleva chaqueta (Nick ha insistido en que me pusiera un trench de Mia para taparme el trasero), así que Max solo tiene que ocuparse de mí. —Bonita chaqueta —me dice mirándome fijamente. A mi lado Nick se pone tenso y atraviesa a Max con una mirada que dice a gritos: «Apártate de ella ahora mismo». Él se sonroja y le da apresuradamente el tíquet de mi chaqueta a Nick. —Les llevaré hasta su mesa —dice la señorita Minishort de Satén a la vez que pestañea al mirar a mi marido y mueve su larga melena rubia. Después se dirige a la entrada andando seductoramente. Yo agarro a Nick con más fuerza y él me mira extrañado un momento y después sonríe burlón mientras sigue a la chica de los pantaloncitos hacia el interior del bar. Las luces son tenues, las paredes negras y los muebles rojo oscuro. Hay reservados en dos de las paredes y una gran barra con forma de U en el centro. Hay bastantes personas, teniendo en cuenta que estamos fuera de temporada, pero no está muy lleno de la típica gente rica de Aspen que sale un sábado por la noche a pasárselo bien. La gente viste de manera informal y por primera vez me siento demasiado vestida… mejor dicho, demasiado poco vestida. El suelo y las paredes vibran por la música que llega desde la pista de baile que hay detrás de la barra y las luces giran y parpadean. Tal como siento mi cabeza ahora mismo, todo me parece la pesadilla de un epiléptico. La señorita Minishort de Satén nos conduce hasta un reservado situado en una esquina que está cerrado con un cordón. Está cerca de la barra y tiene acceso a la pista de baile. Sin duda es el mejor sitio del local. —Ahora mismo viene alguien a tomarles nota. —Nos dedica una sonrisa llena de megavatios y con una última sacudida de pestañas en dirección a mi marido, se va pavoneándose por donde vino. Mia no hace más que cambiar el peso del cuerpo de un pie a otro, muriéndose por lanzarse a la pista de baile, y Ethan se apiada de ella. —¿Champán? —les pregunta Nick mientras se dirigen a la pista de baile cogidos de la mano. Ethan levanta el pulgar y Mia asiente con energía. Kate y Elliot se acomodan en los asientos de suave terciopelo con las manos entrelazadas. Se les ve muy felices, con las caras relajadas y radiantes a la suave luz de las velas que hay en unos portavelas de cristal sobre la mesa baja. Nick me hace un gesto para que me siente y me sitúo al lado de Kate. Él se sienta a mi lado y examina ansioso la sala. —Enséñame el anillo. —Tengo que elevar la voz para que se me oiga por encima de la música. Voy a estar ronca cuando acabe la noche. Kate me sonríe y levanta la mano. El anillo es exquisito, un solitario con un engarce muy finamente trabajado y pequeños diamantes a ambos lados. Tiene cierto aire retro victoriano. —Es precioso. Ella asiente encantada y estira el brazo para darle un apretón al muslo de Elliot. Él se acerca y le da un beso. —Buscaos una habitación —les digo. Elliot sonríe. Una mujer joven con el pelo corto y oscuro y una sonrisa traviesa, que lleva los mismos pantaloncitos de satén sexis (debe de ser el uniforme), viene a tomarnos nota. —¿Qué queréis beber? —pregunta Nick. —No se te ocurra pagar la cuenta aquí también —gruñe Elliot. —No empieces con esa mierda otra vez, Elliot —dice Nick sin acritud. A pesar de las protestas de Kate, Elliot y Ethan, Nick ha pagado la cena. Simplemente ha rechazado sus objeciones con un gesto de la mano y no ha dejado que nadie hablara de pagar. Le miro con adoración. Mi Cincuenta Sombras… siempre ejerciendo el control. Elliot abre la boca para decir algo, pero vuelve a cerrarla, sabiamente creo. —Yo quiero una cerveza —dice. —¿Kate? —pregunta Nick. —Más champán, por favor. El Cristal está delicioso. Pero estoy segura de que Ethan prefiere una cerveza. —Le sonríe a Nick con dulzura (sí, dulzura). Irradia felicidad por todos los poros. Puedo sentir su alegría y es un placer compartirla con ella. —¿________(tn)? —Champán, por favor. —Una botella de Cristal, tres Peronis y una botella de agua mineral fría. Seis copas —dice con su habitual tono autoritario y firme. Me resulta tremendamente sexy. —Sí, Sr.. Ahora mismo se lo traigo. —La señorita Minishorts de Satén número dos le dedica una amplia sonrisa, pero esta vez no hay pestañeo, aunque se ruboriza un poco. Niego con la cabeza, resignada. Es mío, guapa. —¿Qué? —me pregunta. —Esta no ha agitado las pestañas. —Sonrío burlonamente. —Oh, ¿se supone que tenía que hacerlo? —me pregunta intentando ocultar su sonrisa, pero sin conseguirlo. —Las mujeres suelen hacerlo contigo. —Mi tono es irónico. Sonríe. —Sra. Jonas, ¿está celosa? —Ni lo más mínimo —le digo con un mohín. Me doy cuenta justo en ese momento de que estoy empezando a tolerar que el resto de las mujeres se coman con los ojos a mi marido. O casi. Nick me coge la mano y me da un beso en los nudillos. —No tiene por qué estar celosa, Sra. Jonas —me susurra cerca de la oreja. Su aliento me hace cosquillas. —Lo sé. —Bien. La camarera vuelve y unos segundos después ya estoy bebiendo champán otra vez. —Toma —dice Nick y me pasa un vaso de agua—. Bebe esto. Le miro con el ceño fruncido y veo, más que oigo, que suspira. —Tres copas de vino blanco durante la cena y dos de champán, después de un daiquiri de fresa y dos copas de Frascati en el almuerzo. Bebe. Ahora, ________(tn). ¿Cómo sabe lo de los cócteles de esta tarde? Frunzo el ceño de nuevo. Pero la verdad es que tiene razón. Cojo el vaso de agua y lo vacío de un trago de una forma muy poco femenina para dejar claro que no me gusta que me diga lo que tengo que hacer… otra vez. Me limpio la boca con el dorso de la mano. —Muy bien —me felicita sonriendo—. Ya vomitaste encima de mí una vez y no tengo ganas de repetir la experiencia. —No sé de qué te quejas. Conseguiste acostarte conmigo. Sonríe y su mirada se suaviza. —Sí, cierto. Ethan y Mia vuelven de la pista. —Ethan ya ha tenido bastante por ahora. Arriba, chicas. Vamos a romper la pista, a mover el trasero y a dar unos cuantos pasos para bajar las calorías de la mousse de chocolate. Kate se pone de pie inmediatamente. —¿Vienes? —le pregunta a Elliot. —Prefiero verte desde aquí —dice, y yo tengo que mirar hacia otro lado rápidamente porque la mirada que le lanza hace que me sonroje hasta yo. Ella sonríe mientras yo me pongo de pie. —Voy a quemar unas cuantas calorías —digo y me agacho para susurrarle a Nick al oído—: Tú puedes quedarte aquí y mirarme. —No te agaches —gruñe. —Vale —digo levantándome bruscamente. ¡Uau! La cabeza me da vueltas y tengo que agarrarme al hombro de Nick porque la sala gira e incluso se inclina un poco. —Tal vez te vendría bien tomar más agua —murmura Nick con una clara nota de advertencia en su voz. —Estoy bien. Es que los asientos son muy bajos y yo llevo tacones muy altos. Kate me coge la mano y yo inspiro hondo. Después sigo a Kate y a Mia, que abre la marcha, hasta la pista de baile. La música retumba por todas partes, un ritmo tecno con el sonido repetitivo de un bajo. La pista de baile no está muy llena, así que tenemos un poco de espacio. Hay una mezcla ecléctica de gente, mayores y jóvenes por igual, bailando para consumir la noche. Yo nunca he bailado muy bien. De hecho he empezado a bailar desde que estoy con Nick. Kate me abraza. —¡Estoy tan feliz! —grita por encima de la música y empieza a bailar. Mia está haciendo esas cosas que hace Mia, sonriéndonos a las dos y lanzándose a bailar por todas partes. Vaya, está ocupando mucho espacio en la pista de baile. Miro hacia la mesa; nuestros hombres nos están observando. Comienzo a moverme. Es un ritmo muy pegadizo. Cierro los ojos y me rindo a él. Abro los ojos y veo que la pista se está llenando. Kate, Mia y yo nos vemos obligadas a juntarnos un poco más. Y para mi sorpresa descubro que me lo estoy pasando bien. Empiezo a moverme un poco más, valientemente. Kate me mira levantando los dos pulgares y yo le sonrío. Cierro los ojos. ¿Por qué he pasado los primeros veinte años de mi vida sin hacer esto? Prefería leer a bailar. Jane Austen no tenía una música muy buena para bailar y Thomas Hardy… Madre mía, él se hubiera sentido tremendamente culpable por no haber bailado con su primera esposa. Me río al pensarlo. Es por Nick. Él es quien me ha dado esta confianza en mi cuerpo y en que puedo moverlo. De repente noto dos manos en mis caderas. Nick ha venido a unirse al baile. Me contoneo y las manos bajan hasta mi culo para darle un apretón y después vuelven a mis caderas. Abro los ojos y veo que Mia me mira con la boca abierta, horrorizada. Mierda, ¿tan mal lo hago? Bajo las manos para coger las de Nick. Pero son peludas. ¡Joder! ¡No son sus manos! Me doy la vuelta y me encuentro a un gigante rubio con más dientes de los que es natural tener y una sonrisa lasciva que muestra todos y cada uno de ellos. —¡Quítame las manos de encima! —chillo por encima de la música altísima, a punto de sufrir una apoplejía por la furia. —Vamos, cielo, solo nos lo estamos pasando bien. —Vuelve a sonreír, levanta sus manos peludas como las de un mono y sus ojos azules brillan por las luces ultravioleta que no dejan de parpadear. Antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo, le doy una fuerte bofetada. ¡Ay! Mierda, mi mano… Ahora me escuece.
| |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 19th 2014, 18:05 | |
| —¡Apártate de mí! —le grito. Me mira cubriéndose la mejilla enrojecida con la mano. Le pongo la mano que no ha sufrido daños delante de la cara y extiendo los dedos para enseñarle los anillos—. ¡Estoy casada, gilipollas! Él se encoge de hombros de una forma bastante arrogante y me mira con una sonrisa de disculpa a medias. Echo un vistazo a mi alrededor, nerviosa. Mia está a mi derecha, mirando fijamente al gigante rubio. Kate está perdida en el momento, a su rollo. Nick no está en la mesa. Oh, espero que haya ido al baño. Doy un paso atrás para adoptar una postura defensiva que conozco muy bien. Oh, mierda. Nick me rodea la cintura con el brazo y me acerca a su lado. —Aparta tus jodidas manos de mi mujer —dice. No ha gritado, pero no sé cómo se le ha oído por encima de la música. Madre mía… —Creo que ella sabe cuidarse solita —grita el gigante rubio mientras se toca la mejilla donde le he abofeteado. De repente, sin previo aviso, Nick le da un puñetazo. Es como si lo estuviera viendo todo a cámara lenta. Un puñetazo perfectamente dirigido a la barbilla y a tal velocidad (aunque con el gasto mínimo de energía) que el gigante rubio ni siquiera lo ve venir. Aterriza en el suelo como un saco de arena. ¡Joder! —¡Nick, no! —chillo asustada, poniéndome delante de él para frenarle. Mierda, es capaz de matarlo —. ¡Ya le he golpeado yo! —le grito por encima de la música. Nick ni siquiera me mira; tiene la vista clavada en el hombre rubio con una maldad que nunca antes había visto en su mirada. Bueno, tal vez una vez: cuando Jack Hyde se propasó conmigo. Las otras personas de la pista de baile se apartan como las ondas de un estanque, abriendo un espacio a nuestro alrededor y manteniéndose a una distancia prudencial. El gigante rubio se pone de pie en el mismo momento en que llega Elliot para reunirse con nosotros. ¡Oh, no! Kate está a mi lado, mirándonos a todos con la boca abierta. Elliot agarra a Nick del brazo y Ethan aparece también. —Tranquilos, ¿vale? No tenía mala intención. —El gigante rubio levanta las manos derrotado y se retira apresuradamente. Nick le sigue con la mirada hasta que sale de la pista de baile. Continúa sin mirarme. La canción cambia: pasa de la letra explícita de «Sexy Bitch» a un tema de baile tecno y repetitivo, con una mujer que canta con una voz vehemente. Elliot me mira a mí, después a Nick, y decide por fin soltarle el brazo y llevarse a Kate para bailar con ella. Yo le rodeo el cuello con los brazos a Nick y él por fin establece contacto visual conmigo, con los ojos todavía ardiendo de una forma primitiva y feroz. Un destello de adolescente con ganas de pelea. Madre mía… Me examina la cara. —¿Estás bien? —pregunta por fin. —Sí. —Me froto la palma intentando que desaparezca el escozor y le acaricio el pecho. Me late la mano. Nunca antes le había dado una bofetada a nadie. ¿Qué mosca me habrá picado? Que alguien me toque sin permiso no es un crimen contra la humanidad, ¿no? Pero en el fondo sé por qué le he dado la bofetada; instintivamente he sabido cómo iba a reaccionar Nick al ver a un extraño poniéndome las manos encima. Sabía que eso le haría perder su valioso autocontrol. Y pensar que un don nadie cualquiera puede sacar de quicio a mi marido, a mi amor, me ha puesto hecha una furia. Una verdadera furia. —¿Quieres sentarte? —me pregunta Nick por encima del ritmo machacón. Oh, vuelve conmigo, por favor. —No. Baila conmigo. Me mira inescrutable y no dice nada. Tócame… canta la mujer. —Baila conmigo —repito. Sigue furioso—. Baila. Nick, por favor. —Le cojo las manos. Nick vuelve a mirar al sitio por donde se ha ido ese tío, pero yo empiezo a moverme contra su cuerpo y a dar vueltas a su alrededor. La multitud ha vuelto a rodearnos, aunque sigue habiendo una zona de exclusión de algo más medio metro a nuestro alrededor. —¿Tú le has pegado? —me pregunta Nick aún de pie e inmóvil. Le cojo las manos, que tiene cerradas en puños. —Claro. Creía que eras tú, pero tenía demasiado pelo en las manos. Baila conmigo por favor. Mientras me mira, el fuego de sus ojos va cambiando lentamente para convertirse en otra cosa, en algo más oscuro, más excitante. De repente me coge de la muñeca y tira de mí hasta pegarme contra él, agarrándome las manos detrás de la espalda. —¿Quieres bailar? Vamos a bailar —gruñe junto a mi oído y traza un círculo con las caderas contra mi cuerpo. Yo no puedo hacer otra cosa que seguirle. Sus manos agarran las mías justo sobre mi culo. Oh… Nick sabe moverse, moverse de verdad. Me mantiene cerca sin soltarme, pero sus manos se van relajando y por fin me suelta. Voy subiendo las manos por sus brazos hasta los hombros, sintiendo los músculos fuertes a través de su chaqueta. Me aprieta contra él y yo sigo sus movimientos cuando empieza a bailar conmigo de forma lenta y sensual, al ritmo cadencioso de la música de la discoteca. Cuando me coge la mano y me hace girar, hacia un lado y después hacia otro, sé que por fin ha vuelto conmigo. Le sonrío y él me responde con otra sonrisa. Bailamos juntos. Es liberador… y divertido. Su furia ya está olvidada, o reprimida, y ahora se divierte haciéndome girar en el pequeño espacio que tenemos en la pista de baile, sin soltarme en ningún momento y con una habilidad consumada. Él hace que yo parezca grácil, es una de sus habilidades. Hace que me sienta sexy, porque él lo es. Consigue que me sienta querida, porque a pesar de sus cincuenta sombras, tiene un pozo inagotable de amor que dar. Al verle ahora, pasándoselo bien, es fácil pensar que no tiene ninguna preocupación ni ningún problema en su vida… Sé que su amor a veces se ve empañado por sus problemas de sobreprotección y de exceso de control, pero eso no hace que yo le quiera ni una pizca menos. Cuando la canción cambia para pasar a otra, ya estoy sin aliento. —¿Podemos sentarnos? —le digo jadeando. —Claro. —Él me saca de la pista de baile. —Ahora mismo estoy caliente y sudorosa —le susurro cuando volvemos a la mesa. Me atrae hacia sus brazos. —Me gustas caliente y sudorosa. Aunque prefiero ponerte así en privado —dice en un susurro y aparece brevemente una sonrisa lasciva en los labios. Cuando me siento, ya es como si el incidente en la pista de baile nunca hubiera ocurrido. Me sorprende vagamente que no nos hayan echado. Lanzo un vistazo al resto del local. Nadie nos mira y no veo al gigante rubio. Tal vez se haya ido o lo hayan echado. Kate y Elliot están siendo bastante indecentes en la pista de baile, Ethan y Mia se muestran más comedidos. Le doy otro sorbo al champán. —Bebe. —Nick me sirve otro vaso de agua y me mira fijamente con una expresión expectante que dice: «Bébetelo. Ahora». Hago lo que me dice. Pero porque tengo sed. Nick saca una botella de Peroni de la cubitera que hay en la mesa y le da un largo sorbo. —¿Y si hubiera habido prensa aquí? —le pregunto. Nick sabe inmediatamente que me refiero al incidente que ha protagonizado al noquear al gigante rubio. —Tengo unos abogados muy caros —me dice con frialdad; la arrogancia personificada. Frunzo el ceño. —Pero no estás por encima de la ley, Nick. Ya tenía la situación bajo control. El gris de sus ojos se congela. —Nadie toca lo que es mío —me dice con una rotundidad gélida, como si no me estuviera dando cuenta de algo obvio. Oh… Le doy otro sorbo al champán. De repente me siento abrumada. La música está muy alta, todo late, me duele la cabeza y los pies y me siento un poco grogui. Nick me coge la mano. —Vámonos. Quiero llevarte a casa —me dice. Kate y Elliot vienen a la mesa. —¿Os vais? —pregunta Kate con la voz esperanzada. —Sí —responde Nick. —Vale, pues nos vamos con vosotros.
Mientras esperamos en el ropero a que Nick recoja mi trench , Kate me interroga. —¿Qué ha pasado con ese tío en la pista de baile? —Que me estaba toqueteando. —Cuando he abierto los ojos te he visto darle una bofetada. Me encojo de hombros. —Es que sabía que Nick se iba a poner como una central termonuclear y que eso podía estropearos la noche a los demás. Todavía estoy procesando lo que siento acerca del comportamiento de Nick. En ese momento pensaba que su reacción iba a ser todavía peor. —Estropear nuestra noche —especifica Kate—. Es un poco impetuoso, ¿no? —pregunta con sequedad mirando a Nick, que está recogiendo la chaqueta. Río entre dientes y sonrío. —Sí, algo así. —Creo que le sabes manejar bastante bien. —¿Que le sé manejar? —Frunzo el ceño. ¿Yo sé manejar a Nick? —Toma, póntela. —Nick me sujeta la chaqueta abierta para que pueda ponérmela.
—Despierta, ________(tn). —Nick me está sacudiendo con suavidad. Ya hemos llegado a la casa. Abro los ojos, reticente, y salgo a trompicones del monovolumen. Kate y Elliot han desaparecido y Taylor está esperando pacientemente de pie junto al vehículo. —¿Tengo que llevarte en brazos? —me pregunta Nick. Niego con la cabeza. —Voy a recoger a la señorita Jonas y al Sr. Kavanagh —dice Taylor. Nick asiente y se dirige a la puerta principal llevándome de la mano. Me matan los pies, así que voy detrás de él trastabillando. En la puerta principal él se agacha, me coge el tobillo y suavemente me quita primero un zapato y después el otro. Oh, qué alivio. Vuelve a erguirse y me mira con mis Manolos en la mano. —¿Mejor? —me pregunta divertido. Asiento. —He estado viendo en mi mente imágenes deliciosas de estos zapatos junto a mis orejas —murmura mirando nostálgicamente los zapatos. Niega con la cabeza y vuelve a cogerme la mano para guiarme por la casa a oscuras y después por las escaleras hasta nuestro dormitorio. —Estás muerta de cansancio, ¿verdad? —me dice en voz baja mirándome fijamente. Asiento. Él empieza a desabrocharme el cinturón del trench . —Ya lo hago yo —murmuro haciendo un intento poco entusiasta de apartarle. —No, déjame. Suspiro. No me había dado cuenta de que estaba tan cansada. —Es la altitud. No estás acostumbrada. Y el alcohol, claro. —Sonríe, me quita la chaqueta y la tira sobre una de las sillas del dormitorio. Me coge la mano y me lleva al baño. ¿Por qué vamos ahí? —Siéntate —me dice. Me siento en la silla y cierro los ojos. Le oigo rebuscar entre los botes del lavabo. Estoy demasiado cansada para abrir los ojos y ver qué está haciendo. Un momento después me echa la cabeza hacia atrás y yo abro los ojos sorprendida. —Cierra los ojos —me ordena Nick. Madre mía, tiene en la mano una bolita de algodón… Me la pasa suavemente sobre el ojo derecho. Yo permanezco sin moverme mientras me va quitando metódicamente el maquillaje. —Ah… Ahí está la mujer con la que me casé —dice después de unas cuantas pasadas del algodón. —¿No te gusta el maquillaje? —No me importa, pero prefiero lo que hay debajo. —Me da un beso en la frente—. Tómate esto. —Me pone unas pastillas de ibuprofeno en la palma y me acerca un vaso de agua. Miro las pastillas y hago un mohín. —Tómatelas —me ordena. Pongo los ojos en blanco pero hago lo que me dice. —Bien. ¿Necesitas que te deje un momento en privado? —me pregunta sardónicamente. Río entre dientes. —Qué remilgado, Sr. Jonas. Sí, tengo que hacer pis. Ríe. —¿Y esperas que me vaya? Suelto una risita. —¿Quieres quedarte? Ladea la cabeza con expresión divertida. —Eres un hijo de puta pervertido. Vete. No quiero que me veas hacer pis. Eso es demasiado. Me pongo de pie y le echo del baño.
Cuando salgo del baño ya se ha cambiado y solo lleva los pantalones del pijama. Mmm… Nick en pijama. Hipnotizada, le miro el abdomen, los músculos, el vello que baja desde su ombligo. Me distrae. Él se acerca a mí. —¿Disfrutando de la vista? —me pregunta divertido. —Siempre. —Creo que está un poco borracha, Sra. Jonas. —Creo que, por una vez, tengo que estar de acuerdo con usted, Sr. Jonas. —Déjame ayudarte a salir de esa cosa tan pequeña que llamas vestido. Debería venir con una advertencia de seguridad… Me da la vuelta y me desabrocha el único botón que tiene en el cuello. —Estabas tan furioso… —susurro. —Sí, lo estaba. —¿Conmigo? —No. Contigo no —me dice dándome un beso en el hombro—. Por una vez. Sonrío. No estaba furioso conmigo. Eso es un progreso. —Es un buen cambio. —Sí, lo es. Me da un beso en el otro hombro y tira del vestido para bajarlo por mi culo hasta que cae al suelo. Me quita las bragas al mismo tiempo y me deja desnuda. Levanta la mano y me la tiende. —Sal —me ordena y yo doy un paso para salir del vestido, agarrándole la mano para mantener el equilibrio. Se agacha, recoge el vestido y lo tira junto con las bragas a la silla donde ya está el trench de Mia. —Levanta los brazos —me dice en voz baja. Me pone su camiseta por la cabeza y tira hacia abajo para cubrirme. Ya estoy lista para ir a la cama. Me atrae hacia sus brazos y me da un beso. Su aliento mentolado se mezcla con el mío. —Por mucho que me gustaría enterrarme en lo más profundo de usted, Sra. Jonas… Ha bebido demasiado y estamos a casi dos mil quinientos metros. Además no dormiste bien anoche. Vamos. A la cama. —Retira la colcha para que pueda acostarme, luego me arropa y me da otro beso en la frente—. Cierra los ojos. Cuando vuelva a la cama, espero que estés dormida. —Es una amenaza, una orden… es Nick. —No te vayas —le suplico. —Tengo que hacer unas llamadas, ________(tn). —Es sábado y es tarde. Por favor. Se pasa las manos por el pelo. —________(tn), si me meto en la cama contigo ahora, no vas a poder descansar nada. Duerme. —Está siendo categórico. Cierro los ojos y sus labios vuelven a rozar mi frente—. Buenas noches, nena —dice en un susurro. Las imágenes del día pasan a toda velocidad por mi mente: Nick colgándome sobre su hombro en el avión. Su ansiedad por si me gustaría la casa. Haciendo el amor esta tarde. El baño. Su reacción ante mi vestido. Noqueando al gigante rubio… Me escuece otra vez la palma de la mano al recordarlo. Y ahora Nick preparándome para ir a la cama y arropándome. ¿Quién lo habría pensado? Sonrío de oreja a oreja y la palabra «progreso» resuena en mi cerebro mientras me voy dejando llevar por el sueño.
| |
| | | CristalJB_kjn Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 477 Edad : 32 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 24/10/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 20th 2014, 09:45 | |
| Omj q crees ame el capi me volvi locaa jajaja es que esta hermosa espero que subas mas andale si? | |
| | | Sra. Laura Jonas Casada Con
Cantidad de envíos : 1308 Edad : 30 Localización : in paris with my husband nick jonas and my 2 sons cindy magali and edward taylor Fecha de inscripción : 07/01/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Junio 22nd 2014, 14:29 | |
| Aaaaaaaah me encanta me fascina es la mejor adaptación de la novela Me encanta esta súper bonita | |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Julio 2nd 2014, 17:57 | |
| CAPITULO 15
Tengo demasiado calor. Es el calor que desprende Nick. Tiene la cabeza sobre mi hombro y respira suavemente contra mi cuello mientras duerme. Sus piernas están enredadas con las mías y con el brazo me rodea la cintura. Permanezco un rato en el límite de la consciencia, sabiendo que si me despierto del todo también le despertaré a él, y Nick no duerme lo suficiente. Mi mente repasa perezosamente todo lo que pasó ayer por la noche. Bebí demasiado… mucho más que demasiado. Estoy asombrada de que Nick me dejara beber tanto. Sonrío al recordar cómo me preparó para meterme en la cama. Fue algo dulce, muy dulce, e inesperado. Hago un rápido inventario mental de cómo me siento. ¿Estómago? Bien. ¿Cabeza? Sorprendentemente bien, pero un poco atontada. Todavía tengo la palma de la mano roja por la bofetada de anoche. Vaya… Distraídamente, pienso en las palmas de Nick las veces que me ha azotado. Me remuevo y él se despierta. —¿Qué ocurre? —Sus adormilados ojos grises examinan los míos. —Nada. Buenos días. —Le paso los dedos de mi mano sana por el pelo. —Sra. Jonas, está usted preciosa esta mañana —me dice y me da un beso en la mejilla. Una luz se enciende en mi interior. —Gracias por ocuparte de mí anoche. —Me gusta ocuparme de ti. Eso es lo que quiero hacer siempre —susurra con aparente tranquilidad, pero sus ojos le traicionan cuando una chispa de triunfo se enciende en sus profundidades grises. Es como si hubiera ganado algún campeonato mundial. Oh, mi Cincuenta… —Me hiciste sentir muy querida. —Eso es porque es lo que siento por ti —murmura y el corazón se me encoge un poco. Me coge la mano y yo hago una mueca de dolor. Me la suelta inmediatamente, alarmado. —¿El puñetazo? —me pregunta. Sus ojos se convierten en hielo mientras me observa y su voz está llena de una furia repentina. —Le di una bofetada, no un puñetazo. —¡Gilipollas! —Creía que ya habíamos superado eso anoche—. No puedo soportar que te haya tocado. —No me hizo daño, solo se comportó de forma inapropiada. Nick, estoy bien. Tengo la mano un poco roja, eso es todo. Pero seguro que sabes cómo es eso… —Le sonrío pícara y su expresión cambia a una de sorpresa divertida. —Oh, Sra. Jonas, esa sensación me resulta muy familiar. —Curva los labios en una sonrisa—. Y puedo volver a experimentar esa sensación ahora mismo, si usted quiere. —No, gracias, guarde esa mano tan larga, Sr. Jonas. Le acaricio la cara con la mano enrojecida y paso lentamente los dedos sobre una de sus patillas. Le tiro de los pelillos. Eso le distrae y me coge la mano para darme un suave beso en la palma. Milagrosamente el dolor desaparece. —¿Por qué no me dijiste anoche que te dolía la mano? —Mmm… Anoche apenas me di cuenta. Y ahora está bien. Sus ojos se suavizan y eleva la comisura de la boca. —¿Cómo te encuentras? —Mejor de lo que merezco. —Tiene usted una buena derecha, Sra. Jonas. —Será mejor que no se le olvide, Sr. Jonas. —¿Ah, sí? —De repente rueda para quedar completamente encima de mí, apretándome contra el colchón y sujetándome las muñecas sobre la cabeza mientras me mira—. Podemos tener una pelea cuando usted quiera, Sra. Jonas. De hecho, traerte por la fuerza a la cama es una fantasía que tengo. —Me da un beso en la garganta. ¿Qué? —Creo que eso ya lo has hecho alguna vez. —Doy un respingo cuando me muerde el lóbulo de la oreja. —Mmm… Pero sería mejor si opusieras más resistencia —susurra mientras me acaricia la mandíbula con la nariz. ¿Resistencia? Me quedo quieta. Él para, me suelta las manos y se apoya en los codos. —¿Quieres que me resista? ¿Aquí? —le susurro intentando ocultar la sorpresa. Vale… el shock. Asiente con los ojos entrecerrados pero cautos mientras intenta evaluar mi reacción—. ¿Ahora? Él se encoge de hombros y veo que la idea pasa fugazmente por su cabeza. Me dedica su sonrisa tímida y asiente otra vez, muy despacio. Oh, Dios mío… Está tenso, tumbado encima de mí, y su creciente erección se está clavando tentadoramente en mi carne suave y necesitada, distrayéndome. ¿De qué va esto? ¿Peleas? ¿Fantasías? ¿Me va a hacer daño? La diosa que llevo dentro niega con la cabeza… No lo haría. Nunca. —¿Era eso lo que querías decir con lo de hacerte pagar el enfado en la cama? Asiente otra vez; su mirada sigue siendo precavida. Mmm… Mi Cincuenta quiere pelea. —No te muerdas el labio —me ordena. Obedientemente mis dientes sueltan el labio. —Creo que me tiene en situación de desventaja, Sr. Jonas. Agito las pestañas y me retuerzo provocativamente bajo su cuerpo. Esto puede ser divertido. —¿En desventaja? —Ya me tienes donde querías tenerme. Sonríe burlón y aprieta su entrepierna contra la mía otra vez. —Cierto, Sra. Jonas —susurra y me da un beso en los labios. De repente se mueve, arrastrándome con él, y rueda hasta que quedo a horcajadas sobre su cuerpo. Le agarro las manos, sujetándoselas a ambos lados de la cabeza, e ignoro el dolor de mi mano. Mi pelo cae formando un velo castaño a nuestro alrededor y yo muevo la cabeza para que las puntas le hagan cosquillas en la cara. Aparta la cara pero no intenta detenerme. —Así que quieres jugar duro, ¿eh? —le pregunto rozando mi entrepierna contra la suya. Abre la boca e inhala bruscamente. —Sí —dice entre dientes y yo le suelto. —Espera. —Extiendo la mano para coger el vaso de agua que hay junto a la cama. Nick debe de haberlo puesto allí. El agua aún está fresca y burbujeante, demasiado para llevar mucho tiempo ahí… Me pregunto cuándo habrá venido Nick a la cama. Mientras le doy un largo trago, Nick va trazando pequeños círculos con el dedo por mis muslos, dejándome un hormigueo en la piel a su paso, antes de rodearme con las manos y apretarme el culo desnudo. Mmm… Utilizando un truco de su impresionante repertorio, me inclino y le beso a la vez que vierto el agua fresca en su boca. Él bebe. —Muy rico, Sra. Jonas —murmura y esboza una sonrisa juvenil y juguetona. Vuelvo a poner el vaso en la mesita y le quito las manos de mi trasero para agarrárselas de nuevo junto a la cabeza. —¿Así que se supone que yo no quiero? —le digo con una sonrisa. —Sí. —No soy muy buena actriz. Él sonríe. —Inténtalo. Me inclino y le doy un beso casto. —Vale, entraré en el juego —le susurro mordisquiándole la mandíbula y sintiendo su incipiente barba bajo mis dientes y mi lengua. Nick emite un sonido grave y sexy desde el fondo de su garganta y se revuelve, tirándome sobre la cama a su lado. Grito por la sorpresa. Ahora está encima de mí y yo empiezo a resistirme mientras él trata de cogerme las manos. Le planto las manos con brusquedad en el pecho y le empujo con todas mis fuerzas, intentando moverle, mientras él se esfuerza por separarme las piernas con su rodilla. Sigo empujándole el pecho (Dios, ¡cómo pesa!), pero él ni se inmuta ni se queda petrificado como le pasaba antes. ¡Está disfrutando con esto! Sigue intentando cogerme las muñecas y por fin consigue atraparme una, a pesar de mis feroces esfuerzos por liberarla. Es la mano que me duele, así que no forcejeo, pero con la otra le cojo del pelo y tiro con fuerza. —¡Ah! —Mueve la cabeza bruscamente para liberarse y me lanza una mirada feroz y carnal—. Salvaje… —me susurra. Su voz tiene un tono de placer lujurioso. Mi libido explota como reacción a esa palabra susurrada y dejo de fingir. Vuelvo a luchar en vano para que me suelte la mano y a la vez intento entrelazar los tobillos y tirarlo para que ya no esté encima de mí. Pero pesa demasiado. ¡Arrrggg! Es frustrante. Y excitante. Con un gruñido, Nick me atrapa la otra mano. Me agarra las dos muñecas con su mano izquierda mientras la derecha desciende por mi cuerpo, lenta, casi insolentemente, acariciando y sintiendo según baja, dándole un pellizco a uno de mis pezones a su paso. Chillo en respuesta y relámpagos de placer breves, agudos y calientes viajan desde mi pezón a mi entrepierna. Hago más intentos infructuosos de quitármelo de encima, pero él se mantiene demasiado firme sobre mí. Cuando trata de besarme, giro la cabeza a un lado para que no pueda hacerlo. Su mano insolente pasa del dobladillo de mi camiseta a mi barbilla para sujetarme la cabeza mientras me mordisquea la mandíbula como yo he hecho antes con él. —Oh, nena, sigue resistiéndote —murmura. Me retuerzo y me revuelvo, intentando liberarme de su sujeción despiadada, pero no sirve de nada. Es mucho más fuerte que yo. Ahora me está mordiendo suavemente el labio inferior mientras su lengua trata de invadir mi boca. Y me doy cuenta de que no quiero resistirme. Le deseo… Ahora igual que siempre. Dejo de forcejear y le devuelvo el beso apasionadamente. No me importa no haberme lavado los dientes. Ni que se suponga que estamos jugando a algo. El deseo, caliente y duro, llena mi torrente sanguíneo y ya estoy perdida. Separo los tobillos y le rodeo la cadera con las piernas. Uso los talones para bajarle el pijama por el culo. —________(tn)… —jadea y me besa por todas partes. Y ya dejamos de pelear para ser todo manos y lenguas, sabor y contacto rápido, urgente. —Piel —susurra con voz ronca y la respiración trabajosa. Me levanta y tira de mi camiseta para quitármela en un solo movimiento rápido. —Tú —le digo yo mientras estoy erguida. Eso es todo lo que soy capaz de articular. Le cojo la parte delantera del pantalón del pijama y se la bajo de un tirón para liberar su erección. Se la agarro y se la aprieto. Está muy duro. Suelta el aire entre los dientes e inhala bruscamente y yo disfruto al ver su respuesta. —Joder —susurra. Se echa hacia atrás, alzándome los muslos e inclinándome un poco hacia la cama mientras yo tiro y le aprieto con fuerza, subiendo y bajando la mano. Noto una gotita de humedad en la punta y la esparzo con el pulgar. Cuando me baja hasta el colchón me meto el pulgar en la boca para saborearle mientras su mano asciende por mi cuerpo acariciándome las caderas, el estómago y los pechos. —¿Sabe bien? —me pregunta cuando se cierne sobre mí con los ojos en llamas. —Sí, mira. Le meto el pulgar en la boca y él lo chupa y me muerde la yema. Gimo, le cojo la cabeza y tiro de él hacia mí para poder besarle. Le envuelvo con las piernas y le bajo el pijama por las suyas empujando con los pies. Después vuelvo a rodearle la cintura con ellas. Sus labios pasan de mi mandíbula a mi barbilla y ahí me da un mordisco suave. —Eres tan preciosa… —Baja la cabeza hasta la base de mi garganta—. Tienes una piel tan bonita… Su respiración es suave y sus labios se deslizan hasta mis pechos. ¿Qué? Jadeo, confundida. Estoy necesitada, pero ahora me hace esperar. Creía que iba a ser rápido. —Nick… —Oigo la suave súplica de mi voz y bajo las manos para enterrárselas entre el pelo. —Chis… —me susurra y me rodea un pezón con la lengua antes de metérselo en la boca y tirar con fuerza. —¡Ah! —gimo y me retuerzo, inclinando un poco la pelvis para tentarle. Sonríe contra mi piel y pasa a centrarse en el otro pecho. —¿Impaciente, Sra. Jonas? —Vuelve a chuparme el pezón con fuerza. Yo le tiro del pelo. Él gruñe y levanta la vista—. Te voy a atar —me amenaza. —Tómame —le suplico. —Todo a su tiempo —dice contra mi piel. Su mano baja a una velocidad insultantemente lenta hasta mis caderas mientras sigue ocupándose del pezón con la boca. Gimo con fuerza, mi respiración es rápida y poco profunda e intento volver a animarle a entrar en mí moviendo la cadera y apretándome contra él. Él está duro, muy cerca y pesa, pero se está tomando su tiempo conmigo. ¡Que le den! Me pongo otra vez a pelear y me retuerzo, decidida a quitármelo de encima. —Pero ¿qué…? Nick me coge las manos y me las aprieta contra la cama con los brazos totalmente abiertos y apoya todo el peso de su cuerpo sobre mí, dominándome completamente. Estoy sin aliento y como loca. —Querías resistencia —le digo jadeando. Él se levanta sobre mí y me mira, con las manos todavía agarrándome las muñecas. Le coloco los talones en el culo y empujo. No se mueve. ¡Arrrggg! —¿No quieres que juguemos con calma? —me pregunta asombrado, con los ojos encendidos por la excitación. —Solo quiero que me hagas el amor, Nick. ¿Cómo puede ser tan obtuso? Primero peleamos y luchamos y después todo es ternura y dulzura. Es confuso. Estoy en la cama con el Sr. Temperamental. —Por favor… —Vuelvo a ponerle los talones en el culo y a empujarle un poco. Sus ojos grises ardientes examinan los míos. Oh, pero ¿en qué está pensando? Parece perplejo y confuso momentáneamente. Me suelta las manos y se sienta en los talones. Tira de mí para subirme a su regazo. —Está bien, Sra. Jonas, lo haremos a su manera. —Me levanta y me baja lentamente sobre su erección de forma que quedo a horcajadas sobre él. —¡Ah! Eso es. Eso es lo que quiero, lo que necesito. Le rodeo el cuello con los brazos y enredo los dedos en su pelo, saboreando la sensación de sentirle dentro de mí. Empiezo a moverme. Tomo las riendas, le llevo a mi ritmo, a mi paso. Él gime, sus labios encuentran los míos y los dos nos perdemos.
| |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Julio 2nd 2014, 18:09 | |
| Paso los dedos por el vello del pecho de Nick. Está tumbado boca arriba, quieto y en silencio a mi lado mientras los dos recuperamos el aliento. Su mano me acaricia rítmicamente la espalda. —Estás muy callado —le susurro y le doy un beso en el hombro. Se gira y me mira, pero su expresión no revela nada—. Ha sido divertido. Mierda, ¿pasa algo malo? —Me confundes, ________(tn). —¿Que te confundo? Se mueve para que quedemos cara a cara. —Sí. Me confundes. Tomando las riendas. Es… diferente. —¿Diferente para bien o diferente para mal? Le paso los dedos por los labios. Él arruga la frente como si no comprendiera la pregunta. Me da un beso en el dedo distraídamente. —Diferente para bien —dice, pero no suena muy convencido. —¿Nunca antes habías puesto en práctica esta fantasía? Me sonrojo al decirlo. ¿De verdad quiero saber más cosas sobre la colorida y… eh… caleidoscópica vida sexual que mi marido ha tenido antes de mí? Mi subconsciente me mira precavida por encima de las gafas de concha de media luna como diciendo: «¿En serio quieres pisar ese terreno?». —No, ________(tn). Tú puedes tocarme. —Es una explicación muy simple pero que dice muchísimo. Claro, las quince anteriores no podían… —La Sra. Robinson también podía tocarte —digo en voz baja antes de que mi cerebro registre lo que he dicho. Mierda. ¿Por qué la he mencionado? Se queda muy quieto. Abre mucho los ojos y pone esa expresión que dice: «Oh, no, ¿adónde querrá llegar con esto?». —Eso era diferente —susurra. De repente quiero saberlo. —¿Diferente para bien o diferente para mal? Me mira fijamente. La duda y algo que se acerca al dolor cruzan por su cara de manera fugaz; por un instante parece alguien que se está ahogando. —Para mal, creo. —Apenas se oyen sus palabras. ¡Oh, madre mía! —Creí que te gustaba. —Y me gustaba. Entonces. —¿Y ahora no? Me mira con los ojos como platos y lentamente niega con la cabeza. Oh, Dios mío… —Oh, Nick… Estoy abrumada por los sentimientos que me inundan. Mi niño perdido. Me lanzo sobre él y le beso la cara, la garganta, el pecho y las pequeñas cicatrices redondas. Nick gruñe, me atrae hacia él y me besa con pasión. Y muy lenta y tiernamente, a su ritmo, vuelve a hacerme el amor.
—¡Aquí viene ________(tn) Tyson, tras la pelea con un peso superior! Ethan me aplaude cuando entro en la cocina a desayunar. Está sentado con Mia y con Kate en la barra del desayuno mientras la Sra. Bentley cocina unos gofres. A Nick no se le ve por ninguna parte. —Buenos días, Sra. Jonas —me dice sonriendo la Sra. Bentley—. ¿Qué le apetece desayunar? —Buenos días. Lo que esté haciendo estará bien, gracias. ¿Dónde está Nick? —Fuera. —Kate señala con la cabeza al patio. Me acerco a la ventana que da al patio y a las montañas que hay más allá. Es un día de verano claro de un azul muy pálido y mi guapísimo marido está a unos seis metros, enfrascado en una discusión con un hombre. —El hombre con el que está hablando es el Sr. Bentley —me dice Mia desde la barra del desayuno. Me giro para mirarla, atraída por su tono de mal humor. Mira venenosamente a Ethan. Oh, vaya… Me pregunto una vez más qué es lo que hay entre ellos. Frunzo el ceño y devuelvo mi atención a mi marido y el Sr. Bentley. El marido de la Sra. Bentley tiene el pelo claro, los ojos oscuros, es delgado y fibroso y va vestido con pantalones de trabajo y una camiseta del Departamento de Bomberos de Aspen. Nick lleva vaqueros negros y una camiseta. Cuando los dos hombres empiezan a caminar por el césped hacia la casa, sumidos en su conversación, Nick se agacha para recoger lo que parece una caña de bambú que ha sido arrastrada allí por el viento o desechada de algún parterre. Se para y distraídamente examina la caña como si estuviera sopesando algo y después corta el aire con ella, solo una vez. Oh… Parece que el Sr. Bentley no ve nada raro en ese comportamiento. Siguen con su discusión, esta vez más cerca de la casa, después se paran otra vez y Nick repite el gesto. La punta de la caña golpea el suelo. Nick levanta la vista y me ve en la ventana. De repente me siento como si le estuviera espiando. Se queda quiero y yo le saludo un poco avergonzada y me giro para volver a la barra. —¿Qué estabas haciendo? —me pregunta Kate. —Solo miraba a Nick. —Te ha dado fuerte… —dice riendo entre dientes. —¿Y a ti no, futura cuñada? —le respondo sonriendo e intentando apartar la imagen perturbadora de Nick blandiendo la caña. Me quedo perpleja cuando Kate se levanta de un salto y me abraza. —¡Cuñada! —exclama, y es difícil no dejarse arrastrar por su alegría.
* * *
—Oye, dormilona. —Nick me despierta—. Estamos a punto de aterrizar. Abróchate el cinturón. Cojo el cinturón de seguridad medio dormida e intento abrochármelo torpemente, pero Nick tiene que hacerlo por mí. Me da un beso en la frente antes de volver a acomodarse en su asiento. Yo apoyo la cabeza de nuevo en su hombro y cierro los ojos. Una excursión imposiblemente larga y un picnic en la cima de una montaña espectacular me han dejado exhausta. El resto del grupo también está en silencio. Incluso Mia. Parece algo abatida y lleva así todo el día. Me pregunto cómo estará yendo su campaña con Ethan. Ni siquiera sé dónde durmieron anoche. Mis ojos se encuentran con los suyos y le dedico una sonrisa que dice: «¿Estás bien?». Ella me responde con una breve sonrisa triste y vuelve a su libro. Miro a Nick con los ojos entrecerrados. Está trabajando en un contrato o algo parecido, leyéndolo y haciendo anotaciones en los márgenes. Pero se le ve relajado. Elliot está roncando suavemente al lado de Kate. Todavía tengo que arrinconar a Elliot y preguntarle por lo de Gia, pero hasta ahora ha sido imposible pillarle sin Kate. A Nick no le interesa el asunto tanto como para preguntar, lo que me parece irritante, pero no le he presionado; nos lo estábamos pasando demasiado bien. Elliot tiene la mano descansando posesivamente sobre la rodilla de Kate. Ella está radiante y cuesta creer que ayer mismo por la tarde estuviera tan insegura con respecto a él. ¿Cómo le llamó Nick? Lelliot. ¿Tal vez un apodo familiar? Es dulce, mucho mejor que «gigoló». Elliot de repente abre los ojos y me mira. Me sonrojo porque me ha pillado observándole. Él sonríe. —Me encanta cuando te sonrojas, ________(tn) —bromea mientras se estira. Kate me dedica una sonrisa satisfecha, como la del gato que se comió el canario. La primera oficial Beighley anuncia que nos estamos aproximando al aeropuerto de Seattle y Nick me coge la mano.
* * *
—¿Qué tal el fin de semana, Sra. Jonas? —me pregunta Nick cuando ya estamos en el Audi de camino al Escala. Taylor y Ryan van en la parte delantera. —Bien, gracias. —Le sonrío y de repente me siento tímida. —Podemos volver cuando quieras. Y llevar a quien te apetezca. —Deberíamos llevar a Ray. Le gusta pescar. —Es una buena idea. —¿Y qué tal lo has pasado tú? —le pregunto. —Bien —me dice un momento después, sorprendido por mi pregunta, creo—. Muy bien. —Parecías relajado. Se encoge de hombros. —Sabía que estabas segura. Frunzo el ceño. —Nick, estoy segura la mayor parte del tiempo. Ya te lo he dicho, acabarás muriendo antes de los cuarenta si mantienes ese nivel de ansiedad. Y quiero hacerme vieja contigo. Le cojo la mano. Me mira como si no comprendiera lo que estoy diciendo. Después me da un beso suave en los nudillos y cambia de tema. —¿Qué tal tu mano? —Mejor, gracias. Sonríe. —Muy bien, Sra. Jonas. ¿Está lista para volver a ver a Gia? Oh, no… Se me había olvidado que tenemos que verla esta tarde para revisar los planos finales. Pongo los ojos en blanco. —Será mejor que te mantengas fuera de su alcance para que tú también estés seguro —le digo sonriendo burlona. —¿Me estás protegiendo? —Nick se está riendo de mí. —Como siempre, Sr. Jonas. De todas las depredadoras sexuales —le susurro.
* * * Nick se está lavando los dientes cuando yo me meto en la cama. Mañana volvemos a la realidad: al trabajo, a los paparazzi y a Jack en la cárcel, pero con la posibilidad de que tuviera un cómplice. Mmm… Nick ha sido muy vago sobre ese tema. ¿Sabrá algo? Y si lo sabe, ¿me lo dirá? Suspiro. Sacarle información a Nick es peor que sacarle una muela, y hemos pasado un fin de semana tan bueno… ¿Quiero arruinar este momento de bienestar total intentando arrancarle algo de información? Ha sido una revelación verle fuera de su ambiente normal, fuera del ático, relajado y feliz con su familia. Me pregunto vagamente si se deberá a que estamos en este piso, con todos esos recuerdos y asociaciones que le vienen a la cabeza. Tal vez deberíamos mudarnos. Me río entre dientes. Ya nos vamos a mudar. Estamos reformando una casa enorme en la costa. Los planos de Gia ya están terminados y aprobados y el equipo de Elliot empieza la reforma la semana que viene. Ahogo una risita al recordar la expresión sorprendida de Gia cuando le he dicho que la vi en Aspen. Por lo que parece no fue más que una coincidencia. Ella se fue a su casa de vacaciones para poder trabajar tranquilamente en nuestros planos. Durante un horrible momento creí que había ayudado a Elliot a escoger el anillo, pero aparentemente no. Aunque yo no me fío de Gia. Quiero que Elliot me cuente su versión. Al menos esta vez ha mantenido las distancias con Nick. Miro el cielo nocturno. Voy a echar de menos esta vista, esta panorámica: Seattle a nuestros pies, tan lleno de posibilidades y a la vez tan lejano. Tal vez ese sea al problema de Nick: ha estado demasiado aislado de la vida real durante demasiado tiempo por culpa de su exilio autoimpuesto. Con su familia alrededor es menos controlador, sufre menos ansiedad… en definitiva es más libre y más feliz. Me pregunto qué pensará Flynn de eso. ¡Madre mía! Tal vez esa sea la respuesta. Tal vez lo que necesita es su propia familia. Niego con la cabeza: somos demasiado jóvenes, todo esto es demasiado nuevo. Nick entra en la habitación con su habitual apariencia impecable, pero está pensativo. —¿Todo bien? —le pregunto. Asiente distraído y viene a la cama. —No tengo muchas ganas de volver a la realidad —murmuro. —¿Ah, no? Niego con la cabeza y le acaricio su delicado rostro. —Ha sido un fin de semana maravilloso. Gracias. Sonríe un poco. —Tú eres mi realidad, ________(tn) —me susurra y me da un beso. —¿Lo echas de menos? —¿El qué? —me pregunta perplejo. —Azotar con cañas y… esas cosas, ya sabes —le digo en un susurro, avergonzada. Se me queda mirando con ojos inescrutables. Entonces una duda cruza su cara y aparece su expresión de: «¿Adónde quiere llegar con esto?». —No, ________(tn), no lo echo de menos. —Su voz es firme y tranquila. Me acaricia la mejilla—. El doctor Flynn me dijo una cosa cuando te fuiste, algo que ha permanecido conmigo. Me dijo que yo no podía seguir siendo así si tú no estabas de acuerdo con mis inclinaciones. Y eso fue una revelación. —Se detiene y frunce el ceño—. Yo no conocía otra cosa, ________(tn). Pero ahora sí. Y ha sido muy educativo. —¿Que ha sido educativo para ti? —me burlo. Sus ojos se suavizan. —¿Tú lo echas de menos? —me pregunta. Oh… —No quiero que me hagas daño, pero me gusta jugar, Nick. Ya lo sabes. Si tú quisieras hacer algo… —Me encojo de hombros y le miro fijamente. —¿Algo? —Ya sabes, algo con un látigo y una fusta… —Me interrumpo y me sonrojo. Nick levanta las cejas sorprendido. —Bueno… ya veremos. Por ahora me apetece un poco del clásico sexo vainilla de toda la vida. Me acaricia el labio inferior con el pulgar y me da otro beso. * * * De: ________(tn) Jonas Fecha: 29 de agosto de 2011 09:14 Para: Nick Jonas Asunto: Buenos días
Señor Jonas: Solo quería decirle que le quiero. Eso es todo. Siempre suya _ x ________(tn) Jonas Editora de SIP
De: Nick Jonas Fecha: 29 de agosto de 2011 09:18 Para: ________(tn) Jonas Asunto: Adiós a la depresión del lunes por la mañana
Sra. Jonas: Qué palabras más gratificantes en boca de la mujer de uno (descarriada o no) un lunes por la mañana. Puede estar segura de que yo siento exactamente lo mismo. Lamento lo de la cena de esta noche. Espero que no sea muy aburrida para usted. x Nick Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.
Oh, es verdad. La cena de la Asociación Americana de Astilleros… Pongo los ojos en blanco. Más camisas almidonadas. Nick me lleva a unos eventos de lo más fascinantes.
De: ________(tn) Jonas Fecha: 29 de agosto de 2011 09:26 Para: Nick Jonas Asunto: Barcos que pasan en la noche
Querido Sr. Jonas: Estoy segura de que se le ocurrirá alguna forma de condimentar la cena… Suya anticipadamente. La Sra. J x ________(tn) (nada descarriada) Jonas Editora de SIP
De: Nick Jonas Fecha: 29 de agosto de 2011 09:35 Para: ________(tn) Jonas Asunto: La variedad es la sal de la vida
Sra. Jonas: Se me ocurren unas cuantas cosas… x Nick Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc. y ahora impaciente por que llegue la cena de la AAA.
Se me tensan todos los músculos del vientre. Mmm… Me pregunto qué estará planeando. Hannah llama a la puerta e interrumpe mis ensoñaciones. —¿Podemos repasar la agenda de esta semana, ________(tn)? —Claro, siéntate. Le sonrío, recupero la compostura y minimizo mi programa de correo. —He tenido que mover un par de citas. El Sr. Fox a la semana que viene y la doctora… El timbre del teléfono nos interrumpe. Es Roach que me pide que vaya a su despacho. —¿Podemos retomar esto dentro de veinte minutos? —Claro. * * * De: Nick Jonas Fecha: 30 de agosto de 2011 09:24 Para: ________(tn) Jonas Asunto: Anoche…
Fue… divertido. ¿Quién habría pensado que la cena anual de la AAA podía ser tan estimulante? Como siempre, nunca me decepciona, Sra. Jonas. Te quiero.x Nick Jonas Asombrado presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.
De: ________(tn) Jonas Fecha: 30 de agosto de 2011 09:33 Para: Nick Jonas Asunto: Siempre me ha gustado jugar con bolas…
Querido Sr. Jonas: Echo de menos las bolas plateadas. Tú nunca me decepcionas. Eso es todo. Sra. J x ________(tn) Jonas Editora de SIP
Hannah llama a la puerta e interrumpe mis recuerdos eróticos de lo de anoche. Las manos de Nick… Su boca… —Adelante. —________(tn), acaba de llamar la ayudante del Sr. Roach. Quiere que vayas a una reunión esta mañana. Eso significa que vamos a tener que volver a cambiar algunas citas. ¿Te parece bien? Su lengua… —Claro, lo que haga falta —murmuro intentando frenar mis rebeldes pensamientos. Ella sonríe y sale de mi despacho, dejándome con los deliciosos recuerdos de anoche. * * * De: Nick Jonas Fecha: 1 de septiembre de 2011 15:24 Para: ________(tn) Jonas Asunto: Hyde
________(tn): Para tu información, a Hyde le han denegado la fianza y permanecerá en la cárcel. Le han acusado de intento de secuestro y de incendio provocado. Todavía no se ha puesto fecha para el juicio.
Nick Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc. De: ________(tn) Jonas Fecha: 1 de septiembre de 2011 15:53 Para: Nick Jonas Asunto: Hyde
Bien, buenas noticias. ¿Significa eso que vamos a reducir la seguridad? Es que Prescott no me cae muy bien. ________(tn) x
________(tn) Jonas Editora de SIP
De: Nick Jonas Fecha: 1 de septiembre de 2011 15:59 Para: ________(tn) Jonas Asunto: Hyde
No. La seguridad va a seguir como hasta ahora. Eso no es discutible. ¿Qué le pasa a Prescott? Si no te cae bien, podemos sustituirla.
Nick Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.
Frunzo el ceño al leer ese correo tan prepotente. Prescott no está tan mal.
De: ________(tn) Jonas Fecha: 1 de septiembre de 2011 16:03 Para: Nick Jonas Asunto: Que no se te pongan los pelos de punta todavía
Solo preguntaba (ojos en blanco). Ya pensaré lo de Prescott. ¡Y guárdate esa mano tan larga! ________(tn) x
________(tn) Jonas Editora de SIP
De: Nick Jonas Fecha: 1 de septiembre de 2011 16:11 Para: ________(tn) Jonas Asunto: No me tiente Sra. Jonas, puedo asegurarle que mi pelo está perfectamente en su sitio, cosa que ha podido comprobar usted misma en multitud de ocasiones. Pero sí que siento ganas de utilizar mi mano larga. Puede que se me ocurra algo que hacer con ella esta noche. x
Nick Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc. que aún no se ha quedado calvo
De: ________(tn) Jonas Fecha: 1 de septiembre de 2011 16:20 Para: Nick Jonas Asunto: Me retuerzo
Promesas, promesas… Y deja ya de distraerme, que estoy intentando trabajar. Tengo una reunión improvisada con un autor y no puedo distraerme pensando en ti.
x ________(tn) Jonas Editora de SIP
* * * De: ________(tn) Jonas Fecha: 5 de septiembre de 2011 09:18 Para: Nick Jonas Asunto: Navegar amp; volar amp; azotar
Esposo: Tú sí que sabes hacérselo pasar bien a una chica. Por supuesto, ahora espero que te ocupes de que todos los fines de semana sean así. Me estás mimando demasiado. Y me encanta. Tu esposa. xox
________(tn) Jonas Editora de SIP
De: Nick Jonas Fecha: 5 de septiembre de 2011 09:25 Para: ________(tn) Jonas Asunto: Mi misión en la vida… … es mimarla, Sra. Jonas. Y mantenerte segura porque te quiero.
Nick Jonas Entusiasmado presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.
Oh, Dios mío. ¿Podría ser más romántico?
De: ________(tn) Jonas Fecha: 5 de septiembre de 2011 09:33 Para: Nick Jonas Asunto: Mi misión en la vida…
… es permitir que lo hagas porque yo también te quiero. Y ahora deja de ser tan tonto. Me vas a hacer llorar.
________(tn) Jonas Igualmente entusiasmada editora de SIP
* * *
Al día siguiente miro el calendario de mi mesa. Solo quedan cinco días para el 10 de septiembre, mi cumpleaños. Sé que vamos a ir a la casa nueva para ver cómo evolucionan los trabajos de Elliot. Mmm… Me pregunto si Nick tendrá otros planes… Sonrío solo de pensarlo. Hannah llama a la puerta. —Adelante. Prescott está esperando fuera. Qué raro… —Hola, ________(tn) —saluda Hannah—. Hay aquí una mujer llamada Leila Williams que quiere verte. Dice que es personal. —¿Leila Williams? No conozco a… —Se me seca la boca de repente y Hannah abre mucho los ojos al ver mi expresión. ¿Leila? Joder. ¿Qué querrá?
| |
| | | Sra. Laura Jonas Casada Con
Cantidad de envíos : 1308 Edad : 30 Localización : in paris with my husband nick jonas and my 2 sons cindy magali and edward taylor Fecha de inscripción : 07/01/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Julio 4th 2014, 14:33 | |
| aaaaaaaaaaaaaaah esta super genial el cap | |
| | | CristalJB_kjn Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 477 Edad : 32 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 24/10/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Julio 7th 2014, 20:52 | |
| Haaaaaaaaaaa sta genial sube mas andale si ? | |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Julio 10th 2014, 11:49 | |
| CAPITULO 16
Quieres que le diga que se vaya? —me pregunta Hannah, alarmada por la cara que he puesto. —Eh, no. ¿Dónde está? —En recepción. Y no ha venido sola. La acompaña otra mujer joven. ¡Oh! —Y la señorita Prescott quiere hablar contigo —añade Hannah. —Dile que pase. Hannah se aparta y Prescott entra en el despacho. Se nota que viene con una misión, porque destila eficiencia profesional. —Dame un momento, Hannah. Prescott, siéntate por favor. Hannah cierra la puerta y nos deja solas a Prescott y a mí. —Sra. Jonas, Leila Williams está en la lista de visitas potencialmente peligrosas. —¿Qué? —¿Tengo una lista de visitas potencialmente peligrosas? —Es una lista de vigilancia, Sra.. Taylor y Welch fueron muy categóricos sobre que ella no debe tener ningún contacto con usted. Frunzo el ceño sin comprender. —¿Es peligrosa? —No sabría decirle, Sra.. —¿Y cómo sabes que está aquí? Prescott traga saliva y durante un momento se la ve incómoda. —Estaba haciendo una pausa para ir al baño cuando ella entró y habló directamente con Claire, luego Claire llamó a Hannah. —Oh, ya veo. —Me doy cuenta de que incluso Prescott necesita ir a hacer pis y me río un poco—. Qué mala pata. —Sí, Sra.. —Prescott me dedica una sonrisa avergonzada y es la primera vez que la veo bajar un poco la guardia. Tiene una sonrisa muy bonita—. Tengo que volver a hablar con Claire sobre el protocolo —dice con tono cansado. —Claro. ¿Taylor sabe que ella está aquí? —Cruzo los dedos inconscientemente, deseando que no se lo haya dicho a Nick. —Le he dejado un mensaje de voz. Oh. —Entonces tengo poco tiempo. Me gustaría saber qué quiere. Prescott se me queda mirando un momento. —Debo recomendarle que lo no haga, Sra.. —Habrá venido hasta aquí a verme por algo. —Se supone que debo evitarlo, Sra. —dice en voz baja pero resignada. —Quiero saber lo que sea que tenga que decirme. Mi tono es más contundente de lo que pretendía. Prescott contiene un suspiro. —Entonces tendré que registrarlas a las dos antes de que usted se encuentre con ellas. —Está bien. ¿Y puedes hacerlo? —Estoy aquí para protegerla, Sra. Jonas, de modo que sí, puedo. También creo que sería aconsejable que me quedara con usted mientras hablan. —Bien. —Le permito esa concesión. Además, la última vez que vi a Leila iba armada—. Vamos. Prescott se levanta. —Hannah —llamo. Hannah abre la puerta demasiado deprisa. Debía de estar esperando fuera justo al lado. —¿Puedes ir a ver si la sala de reuniones está libre, por favor? —Ya lo he comprobado y sí que lo está. Puedes utilizarla. —Prescott, ¿puedes registrarlas ahí? ¿Tiene la privacidad suficiente? —Sí, Sra.. —Yo iré dentro de cinco minutos. Hannah, lleva a Leila Williams y a la persona que está con ella a la sala de reuniones. —Ahora mismo. —Hannah mira ansiosa a Prescott y después a mí—. ¿Quieres que cancele tu siguiente reunión? Es a las cuatro, pero es en la otra punta de la ciudad. —Sí —murmuro distraída. Hannah asiente y se va. ¿Qué demonios puede querer Leila? No creo que haya venido aquí para hacerme daño. No lo hizo en el pasado cuando tuvo la oportunidad. Nick se va a poner hecho una furia. Mi subconsciente frunce los labios, cruza remilgadamente las piernas y asiente. Tengo que decirle lo que voy a hacer. Le escribo un correo rápido, me quedo parada y miro la hora. Siento una punzada de dolor momentánea. Iba todo tan bien desde que estuvimos en Aspen… Pulso «Enviar».
De: ________(tn) Jonas Fecha: 6 de septiembre de 2011 15:27 Para: Nick Jonas Asunto: Visitas
Nick: Leila está aquí. Ha venido a visitarme. Voy a verla acompañada por Prescott. Si es necesario utilizaré mis recién adquiridas habilidades para dar bofetadas con la mano que ya tengo curada. Intenta (pero hazlo de verdad) no preocuparte. Ya soy una niña grande. Te llamo después de la conversación.
__ x ________(tn) Jonas Editora de SIP
Rápidamente escondo la BlackBerry en el cajón de mi escritorio. Me pongo de pie, me estiro la falda lápiz gris, me doy un pellizco en las mejillas para darles un poco de color y me desabrocho otro botón de la blusa de seda gris. Vale, estoy preparada. Inspiro hondo y salgo de la oficina para ver a la tristemente famosa Leila, ignorando la música de «Your Love is King» y el zumbido amortiguado que sale del cajón de mi mesa. A Leila se la ve mucho mejor. Algo más que mejor… Está muy atractiva. Tiene un rubor rosa en las mejillas, sus ojos marrones brillan y lleva el pelo limpio y brillante. Va vestida con una blusa rosa pálido y pantalones blancos. Se pone de pie en cuanto entro en la sala de reuniones y su amiga también, una mujer joven con el pelo oscuro y ojos marrones del color del brandy. Prescott permanece en un rincón sin apartar los ojos de Leila. —Sra. Jonas, muchas gracias por acceder a verme. —Leila habla en voz baja pero clara. —Mmm… Disculpad las medidas de seguridad —murmuro mientras señalo distraídamente a Prescott porque no se me ocurre nada más que decir. —Esta es mi amiga Susi. —Hola —saludo con la cabeza a Susi. Se parece a Leila. Y a mí. Oh, no. Otra más. —Sí —dice Leila, como si acabara de leerme el pensamiento—. Susi también conoce al Sr. Jonas. ¿Y qué demonios se supone que puedo decir ante eso? Le sonrío educadamente. —Sentaos, por favor —les pido. Llaman a la puerta. Es Hannah. Le hago una seña para que entre porque sé perfectamente por qué viene a molestarnos. —Perdón por la interrupción, ________(tn). Es que tengo al Sr. Jonas al teléfono. —Dile que estoy ocupada. —Ha insistido mucho, ________(tn) —me dice un poco asustada. —No lo dudo. Pídele disculpas de mi parte y dile que le llamo en cuanto pueda. Hannah duda. —Hannah, por favor. Asiente y sale apresuradamente de la sala. Me vuelvo hacia las dos mujeres que tengo sentadas delante de mí. Las dos me miran asombradas. Es incómodo. —¿Qué puedo hacer por vosotras? —les pregunto. Susi es la que habla. —Sé que esto es muy raro, pero yo quería conocerte también. La mujer que ha atrapado a Christ… Levanto la mano, haciendo que deje la frase a medias. No quiero oír eso. —Mmm… Ya veo lo que quieres decir —digo entre dientes. —Nosotras nos llamamos el «club de las sumisas». —Me sonríe y sus ojos brillan divertidos. Oh, Dios mío. Leila da un respingo y mira a Susi, perpleja y divertida a la vez. Susi hace una mueca de dolor. Sospecho que Leila le ha dado una patada por debajo de la mesa. ¿Y qué se supone que debo decirles ante eso? Miro nerviosamente a Prescott, que sigue impasible. Sus ojos no se apartan de Leila. De repente Susi parece recordar por qué está allí. Se ruboriza, asiente y se levanta. —Esperaré en recepción. Esto es solo cosa de Lulu. —Es evidente que está avergonzada. ¿Lulu? —¿Estarás bien? —le pregunta a Leila, que le responde con una sonrisa. Susi me dedica una sonrisa amplia, abierta y genuina y sale de la habitación. Susi y Nick… No es algo en lo que quiera pensar. Prescott se saca el teléfono del bolsillo y contesta. No lo he oído sonar. —¿Sí, Sr. Jonas? —dice. Leila y yo nos volvemos para mirarla. Prescott cierra los ojos mortificada—. Sí, Sr. —responde. Se acerca y me pasa el teléfono. Pongo los ojos en blanco. —¿Sí, Nick? —respondo tranquilamente intentando contener mi exasperación. Me levanto y salgo apresuradamente de la sala. —¿A qué demonios estás jugando? —me grita a punto de explotar. —No me grites. —¿Cómo que no te grite? —Me grita aún más alto—. Te he dado instrucciones específicas que tú acabas de ignorar… otra vez. Joder, ________(tn), estoy muy furioso. —Pues cuando te calmes, hablaremos de esto. —Ni se te ocurra colgarme —me amenaza entre dientes. —Adiós, Nick. —Le cuelgo y apago el teléfono de Prescott. Maldita sea… Sé que no dispongo de mucho tiempo con Leila. Inspiro hondo y regreso a la sala de reuniones. Leila y Prescott me miran expectantes y yo le devuelvo a Prescott el teléfono. —¿Dónde estábamos? —le pregunto a Leila mientras me siento frente a ella. Sus ojos se abren un poco, extrañados. Sí, aparentemente sé manejar a Nick. Pero no creo que ella quiera oír eso. Leila juguetea nerviosamente con las puntas de su pelo. —Primero, quiero disculparme —me dice en voz baja. Oh… Levanta la vista para mirarme y ve mi sorpresa. —Sí —prosigue apresuradamente—. Y agradecerle que no haya presentado cargos. Ya sabe… por lo del coche y el apartamento. —Sabía que no estabas… Mmm… Bien en ese momento —respondo un poco a trompicones. No me esperaba una disculpa. —No, no estaba bien. —¿Estás mejor ahora? —le pregunto amablemente. —Mucho mejor. Gracias. —¿Sabe tu médico que estás aquí? Niega con la cabeza. Oh. Parece adecuadamente culpable. —Sé que tendré que enfrentarme a las consecuencias de esto más tarde. Pero necesitaba algunas cosas y también quería ver a Susi, a usted y… al Sr. Jonas. —¿Quieres ver a Nick? —Noto que mi estómago se precipita al vacío en caída libre. Por eso está aquí. —Sí. Y quería preguntarle si le parece bien. Oh, Dios mío… Me la quedo mirando con la boca abierta. Tengo ganas de decirle que no me parece bien, que no la quiero cerca de mi marido. Pero ¿por qué ha venido? ¿Para evaluar a la competencia? ¿Para alterarme? ¿O es que necesita algún tipo de cierre? —Leila —digo con dificultad, irritada—. Eso no es asunto mío, sino de Nick. Tendrás que preguntárselo a él. Él no necesita mi permiso. Es un hombre adulto… la mayor parte del tiempo. Me mira durante un segundo como si estuviera sorprendida por mi reacción y después se ríe bajito, todavía jugando nerviosamente con las puntas de su pelo. —Él se ha negado repetidamente a verme todas las veces que se lo he pedido —me dice casi en un susurro. Oh, mierda. Tengo más problemas de los que creía. —¿Y por qué es tan importante para ti verle? —le pregunto con suavidad. —Para darle las gracias. Me estaría pudriendo en esa inmunda institución psiquiátrica que no era más que una prisión si no fuera por él. —Se queda mirando uno de sus dedos, que está pasando por el borde de la mesa—. Tuve un episodio psicótico grave, y sin el Sr. Jonas y sin John… el doctor Flynn, quiero decir… — Se encoge de hombros y me mira de nuevo con una expresión llena de gratitud. Estoy otra vez sin habla. ¿Qué espera que diga? Tendría que estar diciéndole estas cosas a Nick, no a mí.
—Y por el curso de arte. Nunca podré agradecerle suficiente eso. ¡Lo sabía! Nick está pagando sus clases. Mi rostro sigue sin revelar nada mientras analizo vacilante mis sentimientos por esa mujer que acaba de confirmar mis sospechas sobre la generosidad de Nick. Para mi sorpresa, no le guardo ningún rencor a ella. Es una revelación y me alegro de que esté mejor. Con suerte, así podrá seguir adelante con su vida y nosotros con la nuestra. —¿No estás perdiendo clases por venir aquí? —le pregunto con genuino interés. —Solo voy a perder dos. Mañana vuelvo a casa. Ah, bien. —¿Y cuáles son tus planes? —Quiero recoger mis cosas de casa de Susi, volver a Hamden y seguir pintando y aprendiendo. El Sr. Jonas ya ha adquirido un par de mis cuadros. ¡Maldita sea! El estómago se me vuelve a caer a los pies. ¿No estarán colgados en mi salón? Se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo. —¿Qué tipo de pintura practicas? —Sobre todo abstracta. —Ya veo. Reviso mentalmente los cuadros del salón, que ahora ya conozco bien. Dos de ellos pueden haber sido pintados por una de las ex sumisas de mi marido… Sí, es posible. —¿Puedo hablarle con franqueza? —me pregunta totalmente ajena a mis emociones encontradas. —Por supuesto —le respondo mirando a Prescott, que parece haberse relajado un poco. Leila se inclina un poco hacia delante como si fuera a revelarme un secreto que lleva guardando mucho tiempo. —Amaba a Geoff, mi novio que murió hace unos meses. —Su voz va bajando hasta convertirse en un susurro triste. Oh, madre mía. Esto se está poniendo personal. —Lo siento mucho —le digo automáticamente, pero ella continúa como si no me hubiera oído. —También amaba a mi marido… y solo he amado a otro —murmura. —A mi marido. —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas. —Sí —dice en un murmullo apenas audible. Eso no es nuevo para mí. Cuando levanta la vista para mirarme, sus ojos marrones están llenos de emociones contradictorias, pero la que destaca sobre todas es la aprensión. ¿Por mi reacción tal vez? Pero mi abrumadora respuesta ante esta pobre mujer es la compasión. Repaso toda la literatura clásica que se me ocurre en busca de formas de tratar con el amor no correspondido. Trago saliva con dificultad y me agarro a la superioridad moral. —Lo sé. Es fácil quererle —susurro. Abre todavía más los ojos por la sorpresa y sonríe. —Sí, lo es… Lo era —se corrige rápidamente y se sonroja. Después suelta una risita tan dulce que no puedo evitarlo y río también. Sí, Nick Jonas tiene ese efecto en nosotras. Mi subconsciente me pone los ojos en blanco porque la saco de quicio y vuelve a la lectura del desgastado ejemplar de Jane Eyre. Miro el reloj. En el fondo sé que Nick no tardará en llegar. —Creo que vas a tener la oportunidad de ver a Nick. —Eso creía. Sé lo protector que puede llegar a ser. —Me sonríe. Así que tenía todo esto planeado. Qué astuta. O manipuladora, me susurra mi subconsciente. —¿Por eso has venido a verme? —Sí. —Ya veo. Y Nick está haciendo justo lo que ella esperaba. A regañadientes admito que le conoce bien. —Parecía muy feliz. Con usted —me dice. ¿Qué? —¿Cómo lo sabes? —Lo vi cuando estuve en el ático —explica con cautela. Oh, ¿cómo he podido olvidar eso? —¿Ibas allí con frecuencia? —No. Pero él era muy diferente con usted. ¿Quiero oír esto? Un escalofrío me recorre la espalda. Se me eriza el vello al recordar el miedo que sentí cuando ella apareció en nuestro apartamento en forma de sombra que no llegué a ver del todo. —Sabes que va contra la ley. Allanar una casa. Ella asiente y mira fijamente la mesa, recorriendo el borde con una uña. —Solo lo hice unas pocas veces y tuve suerte de que no me cogieran. También tengo que darle las gracias al Sr. Jonas por eso. Podría haberme mandado a la cárcel. —No creo que quisiera hacer eso —le respondo. De repente se oye una repentina actividad fuera de la sala de reuniones y sé instintivamente que Nick está en el edificio. Un momento después entra como una tromba por la puerta y la cierra tras de sí. Antes de que se cierre del todo mi mirada se cruza con la de Taylor, que está fuera, esperando pacientemente; su boca es una fina línea y no me devuelve la sonrisa tensa que le dedico. Oh, maldita sea, él también está enfadado conmigo. La mirada gris y furibunda de Nick me atraviesa primero a mí y después a Leila y nos deja a las dos petrificadas en las sillas. Tiene una expresión de determinación silenciosa, pero yo sé que no se siente así, y creo que Leila también lo sabe. El frío amenazador de sus ojos es el que revela la verdad: emana rabia, aunque sabe esconderla bien. Lleva un traje gris con una corbata oscura aflojada y el botón superior de la camisa desabrochado. Parece muy profesional y al mismo tiempo informal… y sexy. Tiene el pelo alborotado, seguro que porque se ha estado pasando las manos por él, exasperado. Leila vuelve a bajar la vista nerviosamente al borde de la mesa mientras lo recorre con el dedo índice. Nick me mira a mí, después a ella y por fin a Prescott. —Tú —dice dirigiéndose a Prescott sin alterarse—. Estás despedida. Sal de aquí ahora mismo. Palidezco. Oh, no… Eso no es justo. —Nick… —Intento ponerme de pie. Levanta el dedo índice en forma de advertencia en mi dirección. —No —me dice en voz tan alarmantemente baja que me callo al instante y me quedo clavada en la silla. Prescott agacha la cabeza y sale caminando enérgicamente de la sala para reunirse con Taylor. Nick cierra la puerta tras ella y se acerca hasta el borde de la mesa. ¡No, no, no! Ha sido culpa mía. Nick se queda de pie delante de Leila. Coloca las dos manos sobre la superficie de madera y se inclina hacia delante. —¿Qué coño estás haciendo tú aquí? —le pregunta en un gruñido. —¡Nick! —le reprendo, pero él me ignora. —¿Y bien? —insiste. Leila le mira con los ojos muy abiertos y la cara cenicienta; su anterior rubor ha desaparecido totalmente. —Quería verte y no me lo permitías —susurra. —¿Así que has venido hasta aquí para acosar a mi mujer? Sigue hablando muy bajo. Demasiado bajo. Leila vuelve a mirar la mesa. Él se yergue pero continúa con la vista fija en ella. —Leila, si vuelves a acercarte a mi mujer te quitaré todo mi apoyo económico. Ni médicos, ni escuela de arte, ni seguro médico… Todo, te lo quitaré todo. ¿Me comprendes? —Nick… —vuelvo a intentarlo, pero me silencia con una mirada gélida. ¿Por qué está siendo tan poco razonable? Mi compasión por esa mujer crece. —Sí —responde con una voz apenas audible. —¿Qué está haciendo Susannah en recepción? —Ha venido conmigo. Se pasa una mano por el pelo sin dejar de mirarla. —Nick, por favor —le suplico—. Leila solo quería darte las gracias. Eso es todo. Él me ignora y centra toda su ira en Leila. —¿Te quedaste en casa de Susannah cuando estuviste enferma? —Sí. —¿Sabía ella lo que estabas haciendo mientras estabas en su casa? —No. Estaba fuera, de vacaciones. Nick se acaricia el labio inferior con el dedo índice. —¿Por qué necesitabas verme? Ya sabes que debes enviarme cualquier petición a través de Flynn. ¿Necesitas algo? —Su tono se ha suavizado un poco. Leila vuelve a pasar el dedo por el borde de la mesa. ¡Deja de intimidarla, Nick! —Tenía que saberlo. —Y entonces le mira directamente por primera vez. —¿Tenías que saber qué? —le pregunta. —Que estabas bien. Él la mira con la boca abierta. —¿Que yo estoy bien? —La observa con el ceño fruncido, incrédulo. —Sí. —Estoy bien. Ya está, pregunta contestada. Ahora te van a llevar al aeropuerto para que vuelvas a la costa Este. Si das un paso más allá del Mississippi te lo quitaré todo, ¿entendido? ¡Por el amor de Dios, Nick! Me quedo pasmada. Pero ¿qué demonios le está pasando? No puede obligarla a quedarse a un lado del país. —Sí. Lo entiendo —dice Leila en voz baja. —Bien. —El tono de Nick ahora es más conciliador. —Puede que a Leila no le venga bien irse ahora. Tenía planes —protesto, furiosa por ella. Nick me mira fijamente. —________(tn)… —me advierte con la voz gélida—, esto no es asunto tuyo. Le miro con el ceño fruncido. Claro que es asunto mío, está en mi oficina después de todo. Tiene que haber algo más que yo no sé. No está siendo racional. Cincuenta Sombras…, me susurra mi subconsciente. —Leila ha venido a verme a mí, no a ti —le respondo en un susurro altanero. Leila se gira hacia mí con los ojos abiertos hasta un punto imposible. —Tenía instrucciones, Sra. Jonas. Y las he desobedecido. —Mira nerviosamente a mi marido y después a mí—. Este es el Nick Jonas que yo conozco —dice en un tono triste y nostálgico. Nick la observa con el ceño fruncido y yo me quedo sin aire en los pulmones. No puedo respirar. ¿Nick era así con ella todo el tiempo? ¿Era así conmigo al principio? Me cuesta recordarlo. Con una sonrisa triste, Leila se levanta. —Me gustaría quedarme hasta mañana. Tengo el vuelo de vuelta a mediodía —le dice en voz baja a Nick. —Haré que alguien vaya a recogerte a las diez para llevarte al aeropuerto. —Gracias. —¿Te quedas en casa de Susannah? —Sí. —Bien. Miro fijamente a Nick. No puede organizarle la vida así… ¿Y cómo sabe dónde vive Susannah? —Adiós, Sra. Jonas. Gracias por atenderme. Me levanto y le tiendo la mano. Ella me la estrecha agradecida. —Mmm… Adiós. Y buena suerte —murmuro, porque no estoy segura de cuál es el protocolo para despedirme de una antigua sumisa de mi marido. Asiente y se gira hacia él. —Adiós, Nick. Los ojos de Nick se suavizan un poco. —Adiós, Leila. —Su voz es muy baja—. Todo a través del doctor Flynn, no lo olvides. —Sí, Sr.. Nick abre la puerta para que salga, pero ella se queda parada delante de él y le mira. Él se queda quieto y la observa con cautela. —Me alegro de que seas feliz. Te lo mereces —le dice, y se va antes de que él pueda responder. Él frunce el ceño mientras la ve marcharse y le hace un gesto con la cabeza a Taylor, que sigue a Leila hacia la zona de recepción. Cierra la puerta y me mira inseguro. —Ni se te ocurra enfadarte conmigo —le digo entre dientes—. Llama a Claude Bastille y grítale a él o vete a ver al doctor Flynn. Se queda con la boca abierta; está sorprendido por mi reacción. Arruga la frente otra vez. —Me prometiste que no ibas a hacer esto. —Ahora su tono es acusatorio. —¿Hacer qué? —Desafiarme. —No prometí eso. Te dije que tendría más en cuenta tu necesidad de protección. Te he avisado de que Leila estaba aquí. Hice que Prescott la registrara a ella y a tu otra amiguita. Prescott estuvo aquí todo el tiempo. Ahora has despedido a esa pobre mujer, que solo estaba haciendo lo que yo le dije. Te pedí que no te preocuparas y mira dónde y cómo estás. No recuerdo haber recibido ninguna bula papal de tu parte que decretara que no podía ver a Leila. Ni siquiera sabía que tenía una lista de visitas potencialmente peligrosas. Mi voz va subiendo por la indignación mientras defiendo mi causa. Nick me observa con una expresión impenetrable. Un momento después sus labios se curvan. —¿Bula papal? —dice divertido y se relaja visiblemente. No tenía intención de hacer una broma para quitarle hierro a la conversación, pero ahí está, sonriendo, y eso solo me pone más furiosa. El intercambio entre él y su ex ha sido algo desagradable de presenciar. ¿Cómo ha podido ser tan frío con ella? —¿Qué? —me pregunta, irritado porque mi cara sigue estando decididamente seria. —Tú. ¿Por qué has sido tan cruel con ella? Suspira y se revuelve un poco, apoyándose en la mesa y acercándose a mí. —________(tn) —me dice como si fuera una niña pequeña—, no lo entiendes. Leila, Susannah… Todas ellas… Fueron un pasatiempo agradable y divertido. Pero eso es todo. Tú eres el centro de mi universo. Y la última vez que las dos estuvisteis en la misma habitación, ella te apuntaba con una pistola. No la quiero cerca de ti. —Pero, Nick, entonces estaba enferma. —Lo sé, y sé que está mejor ahora, pero no voy a volver a darle el beneficio de la duda. Lo que hizo es imperdonable. —Pero tú has entrado en su juego y has hecho exactamente lo que ella quería. Deseaba volver a verte y sabía que si venía a verme, tú acudirías corriendo. Nick se encoge de hombros como si no le importara. —No quiero que tengas nada que ver con mi vida anterior. ¿Qué? —Nick… Eres quien eres por tu vida anterior, por tu nueva vida, por todo. Lo que tiene que ver contigo, tiene que ver conmigo. Acepté eso cuando me casé contigo porque te quiero. Se queda petrificado. Sé que le cuesta oír estas cosas. —No me ha hecho daño. Y ella también te quiere. —Me importa una mierda. Le miro con la boca abierta, asombrada. Y me sorprende que todavía tenga la capacidad de asombrarme. «Este es el Nick Jonas que yo conozco.» Las palabras de Leila resuenan en mi cabeza. Su reacción ante ella ha sido tan fría… Es algo que no tiene nada que ver con el hombre que he llegado a conocer y que amo. Frunzo el ceño al recordar el remordimiento que sintió cuando ella tuvo la crisis, cuando creyó que él podía ser el responsable de su dolor. Trago saliva al recordar también que incluso la bañó. El estómago se me retuerce dolorosamente y me sube la bilis hasta la garganta. ¿Cómo puede decir ahora que le importa una mierda? Entonces sí le importaba. ¿Qué ha cambiado? Hay veces, como ahora mismo, en que no le entiendo. Él funciona a un nivel que está muy lejos del mío. —¿Y por qué de repente te has convertido en una defensora de su causa? —me pregunta, perplejo e irritado. —Mira, Nick, no creo que Leila y yo nos pongamos a intercambiar recetas y patrones de costura. Pero tampoco creo que haga falta mostrar tan poco corazón con ella. Sus ojos se congelan. —Ya te lo dije una vez: yo no tengo corazón —susurra. Pongo los ojos en blanco. Oh, ahora se está comportando como un adolescente. —Eso no es cierto, Nick. No seas ridículo. Sí que te importa. No le estarías pagando las clases de arte y todo lo demás si te diera igual. De repente hacer que se dé cuenta de eso se convierte en el objetivo de mi vida. Es obvio que le importa. ¿Por qué lo niega? Es lo mismo que con sus sentimientos por su madre biológica. Oh, mierda… claro. Sus sentimientos por Leila y por las otras sumisas están mezclados con los sentimientos por su madre. «Me gusta azotar a morenitas como tú porque todas os parecéis a la puta adicta al crack.» Que alguien llame al doctor Flynn, por favor. ¿Cómo puede no verlo él? De repente el corazón se me llena de compasión por él. Mi niño perdido… ¿Por qué es tan difícil para él volver a ponerse en contacto con la humanidad, con la compasión que mostró por Leila cuando tuvo la crisis? Se me queda mirando fijamente con los ojos brillando por la ira. —Se acabó la discusión. Vámonos a casa. Echo un vistazo al reloj. Solo son las cuatro y veintitrés. Tengo trabajo que hacer. —Es pronto —le digo. —A casa —insiste. —Nick —le digo con voz cansada—, estoy harta de tener siempre la misma discusión contigo. Frunce el ceño como si no comprendiera. —Ya sabes —le recuerdo—: yo hago algo que no te gusta y tú piensas en una forma de castigarme por ello, que normalmente incluye un polvo pervertido que puede ser alucinante o cruel. —Me encojo de hombros, resignada. Esto es agotador y muy confuso. —¿Alucinante? —me pregunta. ¿Qué? —Normalmente sí. —¿Qué ha sido alucinante? —me pregunta, y ahora sus ojos brillan con una curiosidad divertida y sensual. Veo que está intentando distraerme. Oh, Dios mío… No quiero hablar de eso en la sala de reuniones de SIP. Mi subconsciente se examina con indiferencia las uñas perfectamente arregladas: Entonces no deberías haber sacado el tema… —Ya lo sabes. —Me ruborizo, irritada con él y conmigo misma. —Puedo adivinarlo —susurra. Madre mía. Estoy intentando reprenderle y él me está confundiendo. —Nick, yo… —Me gusta complacerte. —Sigue la línea de mi labio inferior delicadamente con el pulgar. —Y lo haces —reconozco en un susurro. —Lo sé —me dice suavemente. Después se agacha y me susurra al oído—: Es lo único que sé con seguridad. Oh, qué bien huele. Se aparta y me mira con una sonrisa arrogante que dice: «Por eso eres mía». Frunzo los labios y me esfuerzo por que parezca que no me ha afectado su contacto. Se le da muy bien lo de distraerme de algo doloroso o que no quiere tratar. Y tú se lo permites, dice mi subconsciente mirando por encima del libro de Jane Eyre. Su comentario no me ayuda. —¿Qué fue alucinante, ________(tn)? —vuelve a preguntar con un brillo malicioso en los ojos. —¿Quieres una lista? —pregunto a mi vez. —¿Hay una lista? —Está encantado. Oh, qué agotador es este hombre. —Bueno, las esposas —murmuro, y mi mente viaja hasta la luna de miel. Él arruga la frente y me coge la mano, rozándome allí donde normalmente se toma el pulso en la muñeca con su pulgar. —No quiero dejarte marcas. Oh… Curva los labios en una lenta sonrisa carnal. —Vamos a casa. —Ahora su tono es seductor. —Tengo trabajo que hacer. —A casa —vuelve a insistir. Nos miramos, el gris líquido se enfrenta al azul perplejo, poniéndonos a prueba, desafiando nuestros límites y nuestras voluntades. Le observo intentando comprenderle, intentando entender cómo ese hombre puede pasar de ser un obseso del control rabioso a un amante seductor en un abrir y cerrar de ojos. Sus ojos se agrandan y se oscurecen, dejando claras cuáles son sus intenciones. Me acaricia suavemente la mejilla. —Podemos quedarnos aquí —dice en voz baja y ronca. Oh, no. No. No. No. En la oficina no. —Nick, no quiero tener sexo aquí. Tu amante acaba de estar en esta habitación. —Ella nunca fue mi amante —gruñe, y su boca se convierte en una fina línea. —Es una forma de hablar, Nick. Frunce el ceño, confundido. El amante seductor ha desaparecido. —No le des demasiadas vueltas a eso, ________(tn). Ella ya es historia —dice sin darle importancia. Suspiro. Tal vez tenga razón. Solo quiero que admita ante sí mismo que ella le importa. De repente se me hiela el corazón. Oh, no… Por eso es tan importante para mí. ¿Y si yo hiciera algo imperdonable? Por ejemplo si no me conformo. ¿Yo también pasaría a ser historia? Si puede comportarse así ahora, después de lo preocupado que estuvo por Leila cuando ella enfermó, ¿podría en algún momento volverse contra mí? Doy un respingo al recordar fragmentos de un sueño: espejos dorados y el sonido de sus pisadas sobre el suelo de mármol mientras se aleja, dejándome sola rodeada de un esplendor opulento. —No… —La palabra sale de mi boca en un susurro horrorizado antes de que pueda detenerla. —Sí —dice él, y me sujeta la barbilla para después inclinarse y darme un beso tierno en los labios. —Oh, Nick, a veces me das miedo. —Le cojo la cabeza con las manos, enredo los dedos en su pelo y acerco sus labios a los míos. Se queda tenso un momento mientras me abraza. —¿Por qué? —Le has dado la espalda con una facilidad asombrosa… Frunce el ceño. —¿Y crees que podría hacer lo mismo contigo, ________(tn)? ¿Y por qué demonios piensas eso? ¿Qué te ha hecho llegar a esta conclusión? —Nada. Bésame. Llévame a casa —le suplico. Sus labios tocan los míos y estoy perdida.
| |
| | | andreru Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 358 Edad : 29 Fecha de inscripción : 25/04/2011
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Julio 10th 2014, 11:50 | |
| * * *
—Oh, por favor —suplico cuando Nick me sopla con suavidad en el sexo. —Todo a su tiempo —murmura. Tiro de las esposas y gruño alto en protesta por este ataque carnal. Estoy atada con unas suaves esposas de cuero, cada codo sujeto a una rodilla, y la cabeza de Nick se mueve entre mis piernas y su lengua experta me excita sin tregua. Abro los ojos y miro el techo del dormitorio, que está bañado por la suave luz de última hora de la tarde, sin verlo realmente. Su lengua gira una y otra vez, haciendo espirales y rodeando el centro de mi universo. Quiero estirar las piernas. Lucho en vano por intentar controlar el placer. Pero no puedo. Cierro los dedos en su pelo y tiro con fuerza para que detenga esta tortura sublime. —No te corras —me advierte con el aliento suave sobre mi carne cálida y húmeda mientras ignora mis dedos—. Te voy a azotar si te corres. Gimo. —Control, ________(tn). Es todo cuestión de control. —Su lengua retoma la incursión erótica. Oh, sabe muy bien lo que está haciendo… Estoy indefensa, no puedo resistirme ni detener mi reacción ciega. Lo intento, lo intento con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo explota bajo sus incesantes atenciones. Aun así su lengua no para hasta arrancar hasta el último gramo de placer que hay en mí. —Oh, ________(tn) —me regaña—, te has corrido. —Su voz es suave al echarme esa reprimenda triunfante. Me gira para que quede boca abajo y yo me apoyo en los antebrazos, aún temblorosa. Me da un azote fuerte en el culo. —¡Ah! —grito. —Control —repite. Y me coge las caderas para hundirse en mi interior. Vuelvo a gritar; mi carne todavía se convulsiona por las consecuencias del orgasmo. Se queda muy quieto dentro de mí y se inclina para soltarme primero una esposa y después la otra. Me rodea con el brazo y tira de mí hasta sentarme en su regazo. Tiene el torso pegado a mi espalda y la mano apoyada bajo mi barbilla y sobre la garganta. Me siento llena y eso me encanta. —Muévete —me ordena. Gimo y subo y bajo sobre su regazo. —Más rápido —me susurra. Y me muevo más rápido y después más. Él gime y me echa atrás la cabeza con la mano para mordisquearme el cuello. Su otra mano va bajando por mi cuerpo lentamente, desde la cadera hasta el sexo y después se desliza hasta mi clítoris, que todavía está muy sensible por sus generosas atenciones de antes. Suelto un gemido largo cuando sus dedos se cierran sobre él y empieza a excitarlo de nuevo. —Sí, ________(tn) —me dice en voz baja al oído—. Eres mía. Solo tú. —Sí —jadeo cuando mi cuerpo empieza a tensarse de nuevo, apretándole y abrazándole de la forma más íntima. —Córrete para mí —me pide. Yo me dejo llevar y mi cuerpo obedece su petición. Me agarra mientras el orgasmo me recorre el cuerpo a la vez que grito su nombre. —Oh, ________(tn), te quiero. Nick gime y sigue el camino que yo acabo de abrir. Se hunde en mí y llega también a la liberación.
Me da un beso en el hombro y me aparta el pelo de la cara. —¿Esto también va a formar parte de esa lista, Sra. Jonas? —me susurra. Yo estoy tumbada boca abajo sobre la cama, apenas consciente. Nick me acaricia el culo suavemente. Está tumbado de lado junto a mí, apoyado en un codo. —Mmm. —¿Eso es un sí? —Mmm. —Le sonrío. Él sonríe y me da otro beso. Yo de mala gana me giro para poder mirarle. —¿Y bien? —insiste. —Sí. Esto se incluye en la lista. Pero es una lista larga. Su cara casi queda partida en dos por su enorme sonrisa y se inclina para darme un beso suave. —Perfecto. ¿Y si cenamos algo? —Le brillan los ojos por el amor y la diversión. Asiento. Estoy famélica. Estiro la mano para tirarle cariñosamente del vello del pecho. —Quiero decirte algo —le susurro. —¿Qué? —No te enfades. —¿Qué pasa, ________(tn)? —Te importa. Abre mucho los ojos y desaparece el destello de buen humor. —Quiero que admitas que te importa. Porque al Nick que yo conozco y al que quiero le importaría. Se pone tenso y sus ojos no abandonan los míos. Yo puedo ver la lucha interna que se está produciendo, como si estuviera a punto de emitir el juicio de Salomón. Él abre la boca para decir algo y después la vuelve a cerrar. Una emoción fugaz cruza su cara… Dolor quizá. Dilo, le animo mentalmente. —Sí. Sí me importa. ¿Contenta? —dice y su voz es apenas un susurro. Oh, menos mal. Es un alivio. —Sí. Mucho. Frunce el ceño. —No me puedo creer que esté hablando contigo de esto ahora, aquí, en nuestra cama… Le pongo el dedo sobre los labios. —No estamos hablando de eso. Vamos a comer. Tengo hambre. Suspira y niega con la cabeza. —Me cautiva y me desconcierta a la vez, Sra. Jonas. —Eso está bien. —Me incorporo y le doy un beso. * * *
De: ________(tn) Jonas Fecha: 9 de septiembre de 2011 09:33 Para: Nick Jonas Asunto: La lista
Lo de ayer tiene que encabezar la lista definitivamente.
________(tn) x ________(tn) Jonas Editora de SIP
De: Nick Jonas Fecha: 9 de septiembre de 2011 09:42 Para: ________(tn) Jonas Asunto: Dime algo que no sepa
Llevas diciéndome eso los tres últimos días. A ver si te decides. O… podemos probar algo más.
Nick Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc., disfrutando del juego.
Sonrío al ver lo que hay escrito en la pantalla. Las últimas noches han sido… entretenidas. Hemos vuelto a relajarnos y la interrupción provocada por la aparición de Leila ya ha quedado olvidada. Todavía no he reunido el coraje para preguntarle si alguno de los cuadros del salón es suyo… Y la verdad es que no me importa. Mi BlackBerry vibra y respondo pensando que debe de ser Nick. —¿________(tn)? —Sí. —________(tn), cariño. Soy José padre. —¡Señor Rodríguez! ¡Hola! —Se me eriza el vello. ¿Qué querrá de mí el padre de José? —Perdona que te llame al trabajo. Es por Ray. —Le tiembla la voz. —¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido? —El corazón se me queda atravesado en la garganta. —Ray ha tenido un accidente. Oh, no, papá… Dejo de respirar. —Está en el hospital. Será mejor que vengas rápido.
| |
| | | CristalJB_kjn Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 477 Edad : 32 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 24/10/2013
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu Julio 21st 2014, 13:40 | |
| hola como estas? perdon x no pasar antes es que la vd no he tenido tiwnpo, pero espero.con ansias q subas maas porfis si? | |
| | | Contenido patrocinado
| Tema: Re: 50 sombras liberadas Nick y Tu | |
| |
| | | | 50 sombras liberadas Nick y Tu | |
|
Temas similares | |
|
| Permisos de este foro: | No puedes responder a temas en este foro.
| |
| |
| |