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 La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/

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SweetHeart(MarthaJonas14)
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HistoriaDeUnAmor
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 9th 2012, 17:09

SIGUELAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!! cheers
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SweetHeart(MarthaJonas14)
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 12th 2012, 10:16










Capítulo 24












Alice estaba sentada en un banquillo, delante del espeja, en una gran habitación del último piso del palacio. A su alrededor había colores intensos en abundancia: satén purpúreo o verde, tafetanes escarlatas, brocados naranjas. Cada tela, cada prenda, habían sido elegidas como instrumento para llamar la atención sobre su persona. En la boda de _________ _________ (TA) había visto los vestidos de la novia; sabía que el gusto de la heredera se inclinaba hacia los colores sencillos y a las telas de buena calidad, Alice, por el contrario, planeaba distraer la atención de Joe con ropas llamativas.
Lucía unas enaguas de color rosado claro, con las mangas bardadas con trenzas negras que describían remolinos. Su vestido de terciopelo carmesí tenía profundas aberturas en el borde; en la falda habían sido aplicadas enormes flores silvestres de todos los colores conocidos. Su orgullo era la pequeña capa que le cubría los hombros, de brocado italiano con llamativos animales entretejidos en la trama; cada uno tenía el tamaño de una mano masculina; los había purpúreos, anaranjados y negros. Estaba segura de que nadie podría hacerle sombra durante ese día.
Y era muy importante llamar la atención porque iba a ver otra vez a Joe. Sonrió a su imagen del espejo. Sin duda necesitaba del amor de Joe tras el horrible período que había pasado con Edmund. Ahora que era viuda podía recordar a Edmund casi con cariño. Claro, que el pobre hombre había actuado así sólo por celos.
–¡Mira esa diadema!–Ordenó súbitamente Alice a Ela, su doncella–. ¿Te parece que esta piedra azul hace juego con mis ojos? ¿No es demasiado clara?–Se quitó el aro dorado de la cabeza con un ademán furioso–. ¡Maldito sea ese orfebre! Por lo torpe de su obra, se diría que trabaja con los pies.
Ela tomó el tocado de sus manos coléricas.
–El orfebre es el mismo que trabaja para el rey, el mejor de toda Inglaterra. Y la diadema es la más bella que ese hombre haya creado nunca–la tranquilizó–, La piedra es demasiado clara, por supuesto. No hay piedra que pueda igualar el color intenso de sus ojos, señora.
Alice se estudió en el espejo y comenzó a tranquilizarse.
–¿De veras piensas eso?
–De veras–respondió Ela con sinceridad–. No hay mujer que pueda igualar tu belleza.
–¿Ni siquiera esa zorra de la _________ (TA)?–Acusó Alice, negándose a nombrar a _________ por su apellido de casada.
–Con toda seguridad. Señora... ¿no estarás planeando algo... que se oponga a las enseñanzas de la Iglesia?
–Lo que yo haga con ella no puede estar contra las enseñanzas de la Iglesia. Joe era mío antes de que ella lo tomara. ¡Y volverá a ser mío!
Ela sabía por experiencia que era imposible razonar con Alice una vez que se le metía una idea en la cabeza.
–¿Recordarás que estás de duelo por tu esposo, así como ella lo está por su padre?
Alice se echó a reír.
–Supongo que las dos sentimos lo mismo por nuestros muertos. Me han dicho que su padre era aún más despreciable que mi difunto y bien amado esposo.
–No hables así de los muertos, señora.
–Y tú no me regañes si no quieres servir a otra.
Era una amenaza familiar, a la que Ela ya no prestaba atención. El peor castigo que Alice podía imaginar era el de privar a una persona de su compañía.
La joven se levantó para alisarse la falda. Los colores y las texturas centelleaban y competían entre sí,
–¿Crees que él reparará en mí?–Preguntó sofocada.
–¿Quién no?
–Si–reconoció Alice–. ¿Quién no?


_________ permanecía en silencio junto a su esposo, abrumada de admiración por los muchos invitados del rey. Joe parecía encontrarse a gusto con todos ellos, como hombre al que se respeta y cuya palabra es valiosa. Le daba gusto verlo en un ambiente que no fuera el estrictamente personal. Pese a todas sus riñas y disputas, él la cuidaba y la protegía. Sabía que no estaba habituada a las multitudes, de modo que la conservaba a su lado, sin obligarla a mezclarse con las mujeres, pues se habría visto entre desconocidas.
Eso le valió muchas pullas, pero él las aceptaba de buen humor, sin bochorno, a diferencia de lo que muchos habrían experimentado en su situación.
Se estaban poniendo las largas mesas de caballete para servir la cena; los trovadores organizaban a sus músicos, los juglares, y los acróbatas ensayaban sus cabriolas.
–¿Te diviertes?–Preguntó Joe, sonriéndole.
–Sí. Pero hay mucho ruido y actividad.
–Será peor aún–aseguró él, riendo–. Cuando te canses, házmelo saber y nos retiraremos.
–¿No te molesta que me mantenga tan cerca de ti?
–Me molestaría que no lo hicieras. No te querría en libertad entre estas gentes. Hay demasiados jóvenes, y ancianos también, que te devoran con los ojos.
–¿De veras?–Se extrañó _________ inocente–, No lo había notado.
–No los provoques, _________. En la Corte reina una moral muy laxa. No me gustaría que te vieras atrapada en alguna telaraña debida a tu ingenuidad. Mantente cerca de mí o de Nick. No te alejes demasiado sola. A menos que...
Los ojos de Joe se oscurecieron al recordar a Walter Demari.
–A menos que desees provocar a alguien–completó.
Ella iba a decirle lo que pensaba de sus insinuaciones, pero cierto conde, jamás recordaría tantos nombres, se acercó para hablar con Joe.
–Iré con Nick–dijo.
Y se alejó a lo largo de la enorme habitación, hacia el sitio en donde estaba su cuñado apoyado contra la pared.
Él, como Joe, vestía un rico atuendo de lana oscura.
El chaleco, ajustado al talle, también era de lana finamente tejida.
_________ no pudo evitar un escalofrío de orgullo por estar en compañía de hombres tan magníficos.
Reparó en una bonita joven pecosa, de nariz respingona, que miraba a Nick con insistencia tras la espalda de su padre.
–Al parecer, le gustas–observó ella.
Nick no levantó la vista.
–Sí–confirmó, abatido–. Pero tengo los días contados, ¿verdad? Dentro de pocas semanas llevaré a una enanilla parda colgada del brazo y tendré que soportar sus chillidos ante cualquier cosa que yo haga.
–¡Nick!–Rió ella–. Esa mujer no ha de ser tan mala como tú piensas. No es posible. Mira lo que pasó conmigo. Joe no me conocía cuando nos casamos. ¿Creerás que también estaba convencido de que yo sería horrible?
Él la observaba.
–No sabes cuánto envidio a mi hermano. No sólo eres bella, sino también inteligente y bondadosa. Joe es muy afortunado.
_________ sintió que enrojecía.
–Me halagas, pero me gusta oírte.
–No soy lisonjero–respondió él con sequedad.
De pronto, cambió la amable atmósfera que reinaba en el salón.
Nick y _________ echaron una mirada en derredor, sintiendo que parte de la tensión se originaba en ellos.
Muchos estaban mirando a la joven; algunos, con aprensión; otros, con sonrisas burlonas o con extrañeza.
–¿Has visto el jardín, _________?–Sugirió Nick–. La reina Isabel tiene lirios bellísimos y sus rosas son estupendas.
Ella lo miró con el entrecejo fruncido, comprendiendo que él trataba de sacarla del salón por algún motivo. Varias personas se hicieron a un lado, permitiéndole ver la causa de aquella tensión: Alice Chartworth entraba con aire majestuoso, la cabeza en alto y una cálida sonrisa en el rostro. Y esa sonrisa era para una sola persona: para Joe.
_________ la observó con atención. En su opinión, la muchacha llevaba un atuendo demasiado llamativo y mal combinado. No encontró belleza alguna en aquella piel pálida ni en los ojos, obviamente oscurecidos por medios artificiales.
La multitud se fue acallando, en tanto el “secreto” de Alice y Joe circulaba en susurros de una persona a otra.
__________ desvió su atención de la mujer para observar a su esposo.
La miraba con una intensidad casi tangible, como si estuviera hipnotizado por ella y no pudiera romper el contacto visual. Ella avanzó con lentitud en su dirección y le ofreció la mano. Joe se la tomó para besarla prolongadamente.
La carcajada del rey se oyó por encima de los pequeños ruidos del salón.
–Al parecer, los dos se conocen bien.
–En efecto–respondió Joe con una lenta sonrisa.
–Desde luego–agregó Alice, mirándolo con una casta sonrisa de labios cerrados.
–Creo que si me gustaría ver ese jardín–se apresuró a manifestar _________, tomando el brazo que Nick le ofrecía.
Cuando estuvieron solos en el encantador vergel, el joven comenzó:–Oye, __________...
–No me hables de ella. No puedes decir nada que de nuestra boda.–Contempló un rosal que llenaba el aire de fragancia.–Él nunca me ha mentido al respecto. No me ha ocultado que la ama ni ha tratado de fingir que me tiene cariño alguno.
–¡Basta, _________! No puedes aceptar a esa mujer.
Ella se volvió hacia su cuñado.
–¿Y qué otra cosa quieres que haga? Dime, por favor. Él me cree perversa por cada cosa que hago. Si acudo a su lado cuando está prisionero, piensa que he ido en busca de mi amante. Si concibo un hijo de él, se convence de que pertenece a otro.
–¿El niño es de Joe?
–Te ha dicho lo que él piensa, ¿verdad? Que es de Demari.
–¿Y por qué no le dices la verdad?
–¿Para que me llame mentirosa? No, gracias. Este niño es mío, sea quien sea el padre.
–Para Joe, _________, sería muy importante saber que el niño es de él.
–¿Quieres correr a decírselo?–Inquirió ella, acalorada–. ¿Derribarás a su amante para acercarte a él? La noticia lo hará muy feliz, sin duda. Así tendrá las tierras de _________ (TA), un heredero en camino y a su rubia Alice para el amor. Perdóname, pero soy tan egoísta que quiero reservarme algo, aunque sea pequeño, por un tiempo.
Nick se sentó en un banco de piedra para observarla. No cometería el error de enfrentarse a su hermano mayor en esos momentos, estando él tan enojado. Una mujer como _________ no merecía tal descuido, ni que se la tratara así.
–Señora–llamó una mujer.
–Aquí estoy, Joan–respondió _________–. ¿Qué quieres?
–Las mesas están servidas. Tienes que venir.
–No, no cenaré. Por favor, di que estoy indispuesta. Mi estado servirá de excusa.
–¿Dejarás que esa ramera se quede con él?–Chilló la doncella–. ¡Tienes que asistir!
Los ojos de Joe despidieron chispas por un momento. Hasta entonces nunca había permitido que nadie hablara mal de Alice.
–Esa rabia te desmiente.
–¡Rabia!–Pero _________ se tranquilizó.–Sí, me enfurece que exhibas tu pasión a la vista de todos. Me has abochornado ante el rey. ¿No te diste cuenta de cómo te miraban todos, murmurando?–Tenía deseos de herirlo–. En cuanto a los celos, para que ocurra eso tiene que haber amor.
–¿Y no me amas?–Preguntó él con frialdad.
–Nunca he dicho eso, ¿verdad?
_________ no podía interpretar su expresión. No sabía si había herido a Joe o no. En todo caso, sus crueles palabras no le proporcionaron placer.
–Ven, entonces–dijo él, tomándola del brazo–. Él rey nos espera para cenar y no has de insultarlo con tu ausencia. Si deseas, en verdad, poner fin a los rumores, tienes que representar el papel de esposa amante.
_________ lo siguió con docilidad, extrañamente olvidada de su ira.
Como huéspedes recién llegados, a los que se debía honrar especialmente, Joe y _________ se sentaron junto a los reyes: _________, a la diestra del rey; Joe, a la izquierda de la reina. Junto a él, Alice.
–Pareces preocupada–dijo el rey Enrique a _________.
Ella sonrió.
–No, es que el viaje y el embarazo me cansan.
–¿Embarazada ya? Sin duda Lord Joe está muy complacido.
Ella sonrió, pero no pudo dar una respuesta.
–Joe–murmuró Alice de modo que nadie más oyera sus palabras–, he pasado mucho tiempo sin verte.
Lo trataba con cautela, pues percibía que las cosas habían cambiado entre ellos. Por lo visto, él no había olvidado su amor, de lo contrario, no habría podido mirarla de aquel modo un rato antes. Sin embargo, apenas había acabado de besarle la mano cuando apartó la vista de ella para pasearla por el salón; sólo se fijó en la espalda de su esposa, que se retiraba. Momentos después la había abandonado para seguir a _________.
–Mis condolencias por el súbito fallecimiento de tu esposo–dijo Joe con frialdad.
–Pensarás que no tengo corazón, pero lamento muy poco su muerte–murmuró ella con tristeza–. No era... bondadoso conmigo.
Joe la miró con aspereza.
–Pero ¿acaso no era el marido que habías elegido?
–¿Cómo puedes decir eso? Se me obligó a ese casamiento. Oh, Joe, si al menos hubieras esperado... Ahora estaríamos juntos. Pero estoy segura de que el rey nos permitiría casarnos.
Le apoyó una mano en el brazo. Él contempló aquella mano fina y pálida. Después volvió a mirarla a los ojos.
–¿Olvidas que estoy casado? ¿Que tengo una esposa?
–El rey es hombre comprensivo. Nos escucharía. Tu matrimonio se puede anular.
Joe volvió a su plato.
–No me hables de anulación. He oído esa palabra tantas veces que me ha hartado para el resto de mi vida. Ella está esperando un hijo. Ni siquiera el rey disolvería el matrimonio en estas condiciones.
Joe dedicó su atención a la reina y comenzó a hacer preguntas sobre la inminente boda del príncipe Arturo con Catalina, la princesa española.
Alice guardaba silencio, pensando en las palabras del joven. Tenía que averiguar por qué estaba harto de la palabra “anulación” y por qué se había referido al hijo de su esposa casi como si él no lo hubiera engendrado.
Una hora después, ya retiradas las mesas para dejar sitio a la danza, Joe preguntó a su esposa:
–¿Quieres bailar conmigo?
–¿Tengo que pedir permiso?–Preguntó ella, echando un vistazo a Alice, que estaba rodeada de admiradores jóvenes.
Joe le clavó los dedos en el brazo.
–Eres injusta conmigo. No fui yo quien distribuyó los asientos a la hora de cenar. Estoy haciendo cuanto está en mi mano para tranquilizarte, pero hay cosas que no puedo controlar.
“Tal vez me estoy portando de modo irracional”, pensó ella.
–Sí, bailaré contigo.
–Tal vez prefieras pasear por el jardín–sonrió él–. La noche es cálida.
Ella vacilaba.
–Ven conmigo, _________.
Apenas habían franqueado el protón cuando él la estrechó entre sus brazos para besarla con ansias. _________ se le aferró desesperadamente.
–Mi dulce _________–susurró el joven–, no sé cómo seguir soportando tu enfado. Me duele profundamente que me mires con odio.
Ella se fundió contra Joe. Nunca había estado tan cerca de oírle declararle su amor. ¿Podía confiar en él, creerle?
–Ven arriba conmigo. Vamos a la cama y no volvamos a reñir.
–¿Me estás diciendo palabras dulces con la esperanza de que yo no me muestre fría en el lecho?–Preguntó ella, suspicaz.
–Te digo palabras dulces porque así las siento. No quiero que me las eches en cara.
–Te pido disculpas. Eso no ha sido correcto de mi parte.
Joe volvió a besarla.
–Ya se me ocurrirá algún modo para que pidas disculpas por tu mal carácter.
_________ rió como una niñita. Él le sonrió con calor, acariciándole la sien.
–Ven conmigo... si no quieres que te posea en el jardín del rey.
Ella echó una mirada por aquel oscuro sitio, como si estudiara la posibilidad.
–No–rió su esposo–, no me tientes.
La tomó de la mano y la condujo hasta el último piso de la casa solariega. La enorme habitación había sido dividida en pequeñas alcobas mediante biombos plegables de mueble.
–Mi señora–murmuró Joan, soñolienta, al oírlos.
–Esta noche no harán falta tus servicios–la despidió Joe.
La muchacha puso los ojos en blanco y se escurrió por entre el laberinto de biombos.
–Le ha echado el ojo a tu hermano–observó _________.
Joe arqueó una ceja.
–¿Qué te importa lo que haga Nick por la noche?
_________ le sonrió.
–Tú la malgastas en cháchara inútil.Te ayudaré con esos botones.
Joe se había vuelto muy hábil en desvestir a su esposa, cuando él empezó a desprenderse de sus propias prendas, _________ susurró:–Deja que yo lo haga. Esta noche seré tu escudero.
Desabrochó el cinturón que sujetaba el chaleco sobre su vientre plano y duro y se lo deslizó por la cabeza. Después fue la túnica de mangas largas, que dejó al descubierto el pecho y la parte alta de los muslos.
Junto a la cama ardía una vela gruesa. Ella hizo que Joe se acercara a la luz y lo estudió con interés. Aunque lo había explorado muchas veces con las manos, era la primera vez que lo hacía con los ojos.
Deslizó la punta de los dedos por los músculos de su brazo y por el vientre ondulante.
–¿Te gusto?–Preguntó él con los ojos oscurecidos.
Ella le sonrió. A veces le parecía un niño preocupado por complacer. Sin contestar, se tendió en la cama y le quitó las calzas de las musculosas piernas. Joe permanecía muy quieto, como si temiera romper el hechizo. _________ deslizó las manos desde sus pies hasta sus caderas, haciéndolas vagar por su cuerpo entero.
–Me gustas–dijo por fin, besándolo–. Y yo, ¿te gusto?
En vez de responder, él la empujó hacia la cama y se tendió sobre ella. Su pasión era tal que no pudo esperarla mucho tiempo, pero _________________ también lo necesitaba con la misma urgencia.
Más tarde la retuvo en sus brazos, escuchando su respiración serena. Se preguntaba en qué momento se había enamorado de ella. Tal vez aquel día en que, tras llegar a su casa, la había abandonado en el umbral. Sonrió al recordar su propia furia por verla desafiante. Besó la frente dormida. _________ seguiría desafiante cuando tuviera noventa años.
La idea le resultó atractiva.
¿Y Alice? ¿Cuándo había dejado de amarla? ¿Acaso la había amado alguna vez? Quizás aquello había sido sólo la pasión de un joven por una mujer hermosa. Porque era hermosa, en verdad, y esa noche había, sido una sorpresa para él volver a verla; su fulgor lo había ofuscado en cierto modo. Alice era una mujer suave y buena, tan dulce como ácida _________ .
Pero en los últimos meses él había aprendido a gustar de la gota de vinagre en la comida.
_________ se movió en sus brazos y él la acercó un poco más. Aunque la acusaba de deshonestidad, de hecho no creía sus propias palabras. Si ella estaba embarazada de otro, había concebido tratando de proteger a su esposo. Equivocadamente, sin dada, pero en el fondo por bondad.
Habría renunciado a su propia vida para salvar a su madre e incluso a un marido que no la trataba bien.
La estrechó con tanta fuerza que ella despertó, medio sofocada.
–¡Me estás estrangulando!–Jadeó.
Él le besó la nariz.
–¿Nunca te he dicho que me gusta el vinagre?
Ella lo miró sin comprender.
–¿Qué clase de esposa eres?–Acusó Joe–. ¿No sabes ayudar a tu marido para que duerma?–Le frotó las caderas contra el cuerpo y ella dilató los ojos.–Dormir así me causaría mucho dolor. Y tú no quieres que sufra, ¿verdad?
–No–susurró ella con los ojos medio cerrados–. No tienes por qué soportar esos dolores. Era Joe quien estaba excitado; _________ aún yacía en un coma de luz roja y plateada. Él le deslizó las manos por el cuerpo, como si nunca la hubiera tocado, como si su carne le fuera completamente nueva. Después de familiarizar las palmas con aquella piel suave, comenzó a reexplorarla con los ojos.
_________ gritó de ansias desesperadas, pero él se limitó a reír y le apartó las manos de los hombros. Cuando la tuvo estremecida de deseo, la poseyó y ambos alcanzaron la culminación casi de inmediato. Se quedaron dormidos así, aún acoplados. Joe, sobre ella.
A la mañana siguiente, cuando _________ se despertó, Joe había desaparecido. La cama estaba desierta y vacía.
Joan la ayudó a ponerse un traje de terciopelo castaño, de escote cuadrado y profundo. Tenía las mangas forradas con piel de zorro. Le rodeaban el pecho y la cintura cordones dorados, sujetos en el hombro por un broche de diamantes.
Durante la cena se había hablado de salir a cazar con arcones y ella deseaba participar.
Joe la esperaba al pie de la escalera, con ojos danzarines de placer.
–¡Qué dormilona eres! Tenía la esperanza de encontrarte todavía en la cama y hacerte compañía.
Ella sonrió, provocativa.
–¿Quieres que volvamos?
–No, ahora no. Tengo algunas noticias que darte. He hablado con el rey y él accede a permitir que John Bassett se case con tu madre. El rey Enrique era galés, descendiente de plebeyos.
Ella lo miró fijamente.
–¿No te complace eso?
–¡Oh, Joe!– _________ se arrojó de la escalera a sus brazos. Lo estrechó con tanta fuerza por el cuello que estuvo a punto de ahogarlo.– Gracias. Miles y miles de gracias.
Él la abrazó, riendo.
–De haber sabido que reaccionarías así, habría hablado con el rey anoche.
–Pues anoche no habrías podido asimilar más de lo que tenías–le espetó ella secamente.
Él rió y la estrujó hasta hacerle pedir la libertad a gritos, pues estaba a punto de sufrir una fractura de costillas.
–¿Crees que no?–La desafió él–. Provócame un poco más y te retendré en la cama hasta dejarte demasiado dolorida para caminar.
–¡Joe!–Protestó ella, ruborizada. Y miró a su alrededor por si alguien estuviera escuchando.
Él, riendo entre dientes, la besó con ligereza.
–¿Sabe mi madre lo de su casamiento?
–No. Pensé que te gustaría decírselo personalmente.
–Me avergüenza decir que ni siquiera sé dónde está.
–Hice que John se encargara del alojamiento de mis hombres. Supongo que tu madre estará a poca distancia.
–¿Cierto? Rara vez se aparta de su lado. Gracias, Joe. Has sido muy bondadoso al otorgarme ese favor.
–Ojalá pudiera otorgarte todo lo que desearas–dijo él con suavidad.
Ella lo miró, extrañada.
–Ve–sonrió él–. Da a tu madre la noticia y luego reúnete conmigo en el patio, para la cacería–la depositó en el suelo y le echó una mirada de preocupación–. ¿Estarás en condiciones de montar a caballo?
Era la primera vez que mencionaba al niño sin enfado.
–Sí–respondió ella, sonriente–. Estoy muy bien. La reina Isabel dice que el ejercicio me beneficiará.
–Bien, pero no te excedas–le advirtió Joe.
Ella se volvió, reconfortada por aquel interés. Se sentía como volando de felicidad.
Bajó las escaleras y salió del salón grande. El enorme patio, tras las murallas custodiadas, estaba lleno de gente.
El ruido era casi ensordecedor, pues todos gritaban a los Sirvientes y los Sirvientes se gritaban entre sí. Todo parecía tan desorganizado que _________ se preguntó cómo sería posible llevar algo a cabo. Al final del patio se alzaba un edificio largo, frente al cual piafaban los caballos, sujetados por los mozos de cuadra. Obviamente, aquellos eran los establos.
–Vaya, la pequeña pelirroja–murmuró una voz ronroneante que detuvo a _________ de inmediato–. ¿Vas camino a alguna aventura con un amante, quizá?
La muchacha se detuvo para mirar fijamente a Alice Chartworth, su enemiga, cara a cara.
–Debes de recordarme, sin duda–continuó Alice dulcemente–. Nos conocimos en tu boda.
–Lamento no haber podido asistir a la tuya, aunque Joe y yo compartimos tu mensaje de eterno amor–respondió _________ en el mismo tono.
Los ojos de la otra dispararon fuego azul; su cuerpo se puso rígido.
–Sí; es lamentable que todo haya acabado tan pronto.
–¿Acabado?
Alice sonrió.
–¿No te has enterado? Mi pobre esposo fue asesinado mientras dormía. Ahora soy viuda y estoy libre. Oh, sí, muy libre. Supuse que Joe te lo habría contado. Se mostró muy interesado por mi nuevo... estado civil
__________ giró sobre sus talones y se marchó a grandes pasos. No, no sabía hasta entonces que Alice hubiera enviudado. Ahora solo ella se interponía entre aquella mujer y Joe. Ya no estaba Edmund Chartworth para estorbar a la pareja.








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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 12th 2012, 10:18












Capítulo 25









__________ continuó caminando hacia los establos, aunque no tenía idea de hacia adónde iba. Su mente sólo estaba alerta al hecho de que Alice Chartworth era viuda.
–__________.
Levantó la vista y logró sonreír a su madre.
–¿Vas a participar hoy en la cacería?
–Sí–respondió ella, perdido el júbilo.
–¿Qué te pasa?
La muchacha trató de sonreír.
–Que voy a perder a mi madre, nada más. ¿Sabes que Joe ha dado autorización para que te cases con John Bassett?
Helen clavó la mirada en su hija, sin responder ni sonreír. Poco a poco fue perdiendo el color y cayó en los brazos de su hija.
–¡Socorro!–Logró exclamar la muchacha.
Un joven alto, que estaba a poca distancia, corrió hacia ellas y levantó al instante a Helen.
–A los establos–indicó __________–, donde no le dé el sol.
Una vez a la sombra, Helen empezó a recuperarse casi de inmediato.
–¿Estás bien, madre?
Helen echó una mirada significativa al joven, quien comprendió.
–Las dejaré solas–dijo. Y se alejó antes de que la muchacha pudiera darle las gracias.
–Yo... no sabía–empezó Helen–. Es decir, ignoraba que Lord Joe estuviera enterado de mi amor por John.
__________ contuvo una carcajada.
–Yo le pedí autorización hace algún tiempo, pero él quería consultar con el rey. La tuya será una boda poco habitual.
–Y muy pronta–murmuró la madre.
–¿Muy pronta? ¡Madre!
Helen sonrió como el niño sorprendido en una travesura.
–Es cierto. Voy a tener un hijo de él.
__________cayó en un montón de heno.
–¿Daremos a luz al mismo tiempo?–Preguntó, asombrada.
–Casi.
__________ se echó a reír.
–Habrá que disponerlo todo cuanto antes, para que el bebé tenga derecho a un apellido.
–¡__________!–Al levantar la vista, la muchacha vio que Joe se les acercaba–. Un hombre ha dicho que tu madre se encontraba mal.
Ella se levantó para tomarlo del brazo.
–Ven. Tenemos que hablar.
Momentos después Joe meneaba la cabeza, incrédulo.
–¡Pensar que yo tenía a John Bassett por un hombre sensato!
–Está enamorado. Hombres y mujeres hacen cosas insensatas cuando están enamorados.
Joe la miró a los ojos. El oro brillaba como nunca a la luz del sol.
–Demasiado bien lo sé.
–¿Por qué no me has dicho que ella era viuda?–Preguntó ella en voz baja.
–¿Quién?–Preguntó Joe francamente desconcertado.
–¡Alice! ¿Quién, sino?
Él se encogió de hombros.
–No se me ocurrió decírtelo–y sonrió–. Cuando estás cerca de mí tengo otras ideas.
–¿Tratas de cambiar de tema?
Él la sujetó por los hombros, levantándola.
–¡Maldición, no soy yo quien vive obsesionado por esa mujer, sino tú! Si no puedo hacerte razonar, trato de hacerte comprender a sacudidas. ¿Quieres que te sacuda en público?
Pero tuvo que negar con la cabeza, extrañado, porque ella sonreía con dulzura.
–Preferiría participar en la cacería. ¿Querrías ayudarme a montar a caballo?
Él la miró con fijeza por un instante. Después la depositó en el suelo, diciéndose que jamás comprendería a las mujeres.
La cacería entusiasmó a __________, que llevaba a un pequeño halcón encaramado a la percha de su silla. El ave apresó tres cigüeñas y la dejó muy complacida por el resultado de la jornada.
Joe no tuvo tanta suerte. Cuando apenas había montado, una doncella le susurró un mensaje al oído. Nick deseaba verlo por un asunto privado, a tres millas de las murallas del castillo; pedía que nadie supiera de la entrevista, ni siquiera su esposa. A Joe lo intrigó el mensaje, que no parecía de su hermano. Abandonó el grupo, en tanto __________ se mantenía muy concentrada en el vuelo de su halcón. Maldecía a su hermano por lo bajo por apartarlo de visión tan encantadora.
Joe no se acercó directamente al sitio indicado, sino que ató a su caballo a cierta distancia y se aproximó con cautela, espada en mano.
–¡Joe!–Exclamó Alice con una mano contra el seno–. ¡Qué susto me has dado!
–¿Dónde está Nick?–Preguntó él, mirando a su alrededor con desconfianza.
–Por favor, Joe, aparta esa espada. ¡Me asustas!–Alice sonreía, pero en sus ojos no se veía temor alguno.
–¿Has sido tú quien me ha citado aquí, no Nick?
–Sí. No he encontrado otro modo de tenerte a solas.
Joe envainó la espada. Aquel sitio era silencioso y discreto, similar al claro en donde acostumbraban citarse siendo solteros.
–Conque tú también recuerdas aquellos tiempos. Ven, siéntate a mi lado. Tenemos mucho de qué hablar.
El joven, aún sin desearlo, empezó a compararla con __________. Alice era bonita, sí, pero aquella boquita de labios apretados parecía poco generosa en su sonrisa. Sus ojos azules le recordaron más al hielo que a los zafiros. Y la combinación de rojo, anaranjado y verde de sus vestiduras resultaba más chillona que brillante, a diferencia de lo que él recordaba.
–¿Tanto han cambiado las cosas que tienes que sentarte tan lejos de mí?
–Sí, en efecto.–Joe no vio la breve arruga que cruzaba la pálida frente de la muchacha.
–¿Todavía estás enfadado conmigo? Te he dicho una y otra vez que me casaron con Edmund contra mi voluntad. Pero ahora que soy viuda podremos...
–Alice–le interrumpió él–, por favor, no sigas hablando así.–Tenía que decírselo, pero temía hacerla sufrir. Ella era muy suave y delicada, incapaz de aceptar los dolores de la vida.–No voy a abandonar a __________, ni por anulación, ni por divorcio o cualquier otro medio antinatural.
–No... no comprendo. Ahora tenemos la oportunidad.
Él le cubrió una mano con la suya.
–No, no la tenemos.
–¡Joe! ¿Qué estás diciendo?
–He llegado a amarla–fue la simple explicación.
Los ojos de Alice centellearon por un momento. Luego ella recobró el dominio de sí.
–¡Pero dijiste que no te enamorarías! Me prometiste, en el día de tu boda, que jamás llegarías a amarla.
Joe estuvo a punto de sonreír ante el recuerdo. Ese día se habían hecho dos juramentos. El de __________, no entregarle nada de buen grado. ¡Y qué encantadoramente lo había roto! También él había roto su juramento.
–¿Olvidas que amenazaste con quitarte la vida? Yo habría hecho y dicho cualquier cosa con tal de impedírtelo.
–¿Y ahora ya no te importa lo que haga de mi vida?
–¡No, no se trata de eso! Sabes que siempre tendrás un sitio en mi corazón. Fuiste mi primer amor y jamás te olvidaré.
Alice levantó la vista con los ojos dilatados.
–Por tu manera de hablar se diría que ya he muerto. ¿Acaso ella se ha apoderado de todo tu corazón, sin dejarme nada?
–Ya te he dicho que tienes una parte, Alice. No hagas esto. Debes aceptar lo que ha ocurrido.
Alice sonrió. Sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas.
–¿Debo aceptarlo con la fortaleza de un hombre? Pero soy mujer, Joe, una mujer débil y frágil. Aunque tu corazón se haya enfriado para mí, el mío no hace sino arder más y más cuando te veo. ¿Sabes lo que ha sido estar casada con Edmund? Me trataba como a una sierva; me encerraba constantemente en mi cuarto.
–Alice...
–¿Y no adivinas por qué? Porque me había hecho vigilar el día de tu boda. Sí, cuando estuvimos solos en el jardín, él lo supo. También se enteró de que habíamos estado a solas en tu tienda. ¿Recuerdas el beso que me diste con tanto sentimiento, la mañana posterior a la boda?
Joe asintió, aunque no deseaba oír aquella confesión.
–Durante nuestra vida de casados él nunca dejó de recordarme las horas que yo te habla dedicado. Pero yo lo soportaba todo de buen grado, casi con alegría, sabiendo que me amabas. Cada noche solitaria que pasé en vela la pasé pensando en ti y en tu amor.
–Basta, Alice.
–Dime–insistió ella en voz baja–, ¿alguna vez has pensado en mí?
–Sí–respondió él con franqueza–, al principio sí. Pero __________ es una buena mujer, bondadosa y amante. Nunca pensé que me enamoraría de ella. Bien sabes que fue un matrimonio de conveniencia.
Alice suspiró.
–¿Qué voy a hacer ahora? Mi corazón es tuyo, como siempre, y siempre lo será.
–Esto no servirá de nada, Alice. Entre nosotros todo ha acabado. Ahora estoy casado y amo a mi esposa. Tu camino y el mío tienen que separarse.
–¡Qué frío te muestras!–Alice le tocó el brazo y deslizó la mano hasta su hombro.–En otros tiempos no eras tan frío.
Joe recordaba claramente cómo habían hecho el amor. Él, cegado por su amor hacia ella, creía que cuanto su adorada hacía era lo adecuado. Ahora, tras varios meses de pasión con __________, la idea de acostarse con ella casi le repugnaba. El hecho de que ella no soportara el contacto físico antes ni después de la cópula... No; con Alice se trataba de puro sexo, de simple impulso animal.
Ella vio su expresión, pero no supo interpretarla. Continuó acariciándolo hasta tocarle el cuello. Entonces Joe se levantó de inmediato. Ella hizo lo mismo, pero tomó ese rechazo como señal de su creciente deseo. Se irguió audazmente contra él, rodeándole el cuello con los brazos.
–Veo que recuerdas–susurró, levantando la cara para el beso.
Él se desasió con suavidad.
–No, Alice.
La joven lo fulminó con la mirada, apretando los puños a los costados.
–¿Tanto te acobarda esa mujer que le tienes miedo?
–No–exclamó Joe, sorprendido tanto por su razonamiento como por sus arranques. El enfado no parecía natural en alguien tan dulce.
Alice comprendió al segundo que había cometido un error al revelar sus verdaderas emociones. Parpadeó hasta que en sus ojos se formaron grandes lágrimas como piedras preciosas.
–Esto es el adiós–susurró–. ¿No me vas a dar siquiera un último beso? No puedes negármelo, después de tanto como nos hemos amado.
¡Era tan delicada y él la había amado tanto! Le enjugó una lágrima con la punta de un dedo y susurró:–No, no me privaré de un último beso.
Y la tomó suavemente en sus brazos para besarla con dulzura.
Pero Alice no buscaba dulzuras. Joe había olvidado su violencia. Le hundió la lengua en la boca, haciendo rechinar los dientes contra sus labios. El no experimentó el ardor inmediato de antes, sino una leve sensación de disgusto. Quería apartarse de aquella mujer.
–Tengo que irme–dijo, disimulando su repulsión.
Pero Alice se dio cuenta de que algo estaba muy mal.
Esperaba dominarlo a través de aquel beso, pero no había sido así.
Por el contrario, Joe parecía más alejado que antes. Ella se mordió la lengua para acallar sus palabras duras y logró adoptar una expresión debidamente entristecida, mientras él caminaba por entre los árboles hacia su caballo.
–¡Maldita sea esa zorra!–Dijo la mujer con los dientes apretados. ¡Aquella diablesa pelirroja le había robado a su hombre!
Al menos, eso creía ella. Alice comenzó a sonreír. Tal vez la __________ (TA) creía haber conquistado a Joe hasta el punto de manejarlo con un solo dedo, pero se equivocaba.
Alice no permitiría que se la privara de su pertenencia. No; lucharía por lo suyo. Y Joe era suyo... o volvería a serlo.
Se había esforzado mucho para llegar adonde ahora estaba: en la corte del rey, cerca de Joe; hasta había permitido que se fugara el asesino de su esposo. Observaría a aquella mujer hasta hallar su punto débil. Entonces recobraría lo que era suyo. Aunque decidiera después deshacerse de Joe, esa decisión tenía que ser suya, no de él.
Joe volvió deprisa a la cacería. Faltaba desde hacía largo rato; era de esperar que nadie lo hubiera echado de menos. Elevó una silenciosa plegaria de gratitud porque __________ no lo hubiera visto besando a Alice. Todas las explicaciones del mundo no habrían bastado para apaciguarla pero todo eso había terminado. Pese a las dificultades, había aclarado todo con Alice y ahora estaba libre de ella para siempre.
Joe vio a su esposa más adelante, balanceando el cebo para atraer al halcón a su percha. De pronto la deseó de un modo casi ilimitado. Azuzó a su cabalgadura y la puso casi al galope para alcanzar a __________. Entonces se inclinó hacia adelante y le tiró de las riendas.
–¿Joe?–exclamó la muchacha, aferrándose del pomo de su silla, en tanto el halcón aleteaba asustado.
Quienes los rodeaban rieron ruidosamente.
–¿Cuánto hace que se casaron?
–Lo suficiente.
Joe sofrenó a los dos caballos a cierta distancia, en un claro escondido.
–¿Has perdido la cabeza, Joe?–Acusó ___________.
Él desmontó y bajó a la muchacha de su cabalgadura.
Sin decir una palabra, empezó a besarla con apetito.
–Estaba pensando en ti–susurró–. Y cuanto más pensaba, más necesidad de ti sentía.
–Ya me doy cuenta–la muchacha miró a su alrededor–. Bonito lugar, ¿verdad?
–No podría ser más bonito.
–Sí, podría–respondió ella, dejándose besar.
El dulce aire de verano aumentó la pasión, así como la traviesa idea de estar haciendo algo indebido en un sitio inapropiado. __________ rió como una niña ante un comentario de Joe sobre los muchos hijos del rey Enrique. Él le interrumpió su risa con los labios.
Hicieron el amor como si no se hubieran visto en varios años.
Después permanecieron abrazados, envueltos en la cálida luz del sol y en el delicado aroma de las flores silvestres.











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La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Empty
MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 12th 2012, 10:21












Capítulo 26










Alice miró por encima de las cabezas de los muchos hombres que la rodeaban, buscando al joven rubio, esbelto y hermoso que se recostaba contra la pared; tenía una expresión pensativa que ella reconoció como la de un enamorado. Aunque Alice sonreía con dulzura a uno de sus compañeros, ni siquiera le estaba escuchando. Su mente estaba absorta en aquella tarde en que Joe le había confesado amar a su esposa. Lo siguió con la vista: tenía a __________ de la mano y la guiaba por los intrincados pasos de una danza.
A Alice no le importaba tener a varios jóvenes a sus pies. El hecho es que Joe la rechazara sólo hacía que lo deseara más aún. Si él hubiera jurado que aún la amaba, tal vez ella habría estudiado alguna de las múltiples propuestas matrimoniales que se le hacían. Pero Joe la había rechazado y, por lo tanto, ella tenía que conseguirlo. Sólo una cosa estorbaba sus planes, y Alice proyectaba quitarla de en medio.
El joven rubio miraba a __________ como fascinado, sin quitar los ojos de ella. Alice ya lo había notado durante la cena, pero aquella pelirroja era tan estúpida que ni siquiera detectaba la presencia del admirador; no apartaba los ojos de su marido.
–¿Me disculpan?–Murmuró pudorosa.
Y despidió a los hombres que la rodeaban para caminar hacia el joven apoyado contra la pared.
–Es encantadora, ¿verdad?–Comentó, aunque esas palabras le hacían rechinar los dientes.
–Sí–susurró él. La palabra surgía de su alma misma.
–Es triste ver que una mujer como ella sea tan infeliz.
El hombre se volvió a mirarla.
–Pues no parece infeliz.
–No, porque lo disimula muy bien. Pero su infelicidad existe.
–¿Eres tú Lady Alice Chartworth?
–Sí, ¿y tú?
–David Henrie, mi bella condesa–respondió el joven, inclinándose en un besamanos–, a su servicio.
Alice rió alegremente.
–No soy yo quien necesita de tus servicios, sino Lady __________.
Alan observó nuevamente a los bailarines.
–Es la mujer más bella que jamás haya visto–susurró.
Los ojos de Alice chispearon como vidrio azul.
–¿Le has confesado tu amor?
–¡No!–Respondió él con el ceño fruncido–. Soy caballero y he hecho juramento de honor. Ella está casada.
–Sí, lo está, aunque su matrimonio es muy desdichado.
–Pero no parece desdichada–repitió el joven, observando al objeto de sus amores, que miraba a su esposo con mucha calidez.
–La conozco desde hace mucho tiempo. En verdad está angustiada. Apenas ayer lloraba, diciéndome que necesita desesperadamente a alguien a quien amar, a alguien que sea dulce y gentil con ella.
–¿Su esposo no lo es?–Alan estaba preocupado.
–Pocos lo saben–Alice bajó la voz–, pero él le pega con frecuencia.
Alan volvió a observar a __________.
–No puedo creerlo.
La joven se encogió de hombros.
–No es mi intención echar el chisme a rodar. Ella es amiga mía y me gustaría ayudarla. No pasarán mucho tiempo en la corte. Tenía la esperanza de que mi querida __________ pudiera disfrutar de algún placer antes de marcharse.
Ciertamente Lady __________ era encantadora, gracias a su radiante colorido. Su cabellera rojo–dorada asomaba bajo un velo de gasa transparente. El tejido plateado de su vestido encerraba curvas abundantes. Pero lo que más llamaba la atención de David era la vitalidad que de ella parecía emanar.
Miraba a todos, nobles o siervos, con una calma demostrativa de que se interesaba por todos. Nunca reía infantilmente; no coqueteaba ni se fingía tímida doncella. David estaba realmente fascinado. Habría dado cualquier cosa por recibir siquiera una mirada de aquellos cálidos ojos de oro.
–¿Querrías verla a solas?
Los ojos del muchacho se llenaron de luces.
–Sí, me gustaría.
–Yo me encargaré de eso. Anda al jardín y te la enviaré. Somos grandes amigas y ella sabe que puede tenerme confianza.–Alice se interrumpió y apoyó una mano en el brazo de Alan.–Sin duda estará preocupada por la posibilidad de que su esposo la descubra.
Dile que él estará conmigo; de ese modo sabrá que no hay peligro de ser descubierta.
David asintió. No le disgustaba la idea de pasar un rato con la dama y tenía que aprovechar aquella oportunidad, puesto que el marido rara vez la perdía de vista.


__________ estaba junto a Joe, bebiendo sidra fría. El baile le había dado calor; resultaba agradable reclinarse contra la piedra fría para observar a los otros. Se acercó un hombre con un mensaje que transmitió en voz baja, al oído de Joe. El joven frunció el ceño.
–¿Malas noticias?–Preguntó ella.
–No sé. Alguien necesita verme.
–¿No sabes quién es?
–No. Estuve hablando con un comerciante de caballos sobre una yegua. Tal vez se trate de eso–él le acarició la mejilla–. Allí está Nick. Quédate con él. No tardaré mucho.
–¡Siempre que pueda abrirme paso entre las mujeres que lo rodean!–Exclamó ella, riendo.
–Haz lo que te digo.
–Sí, mi señor–se burló _________________.
Él meneó la cabeza, pero sonreía al alejarse.
La muchacha fue a reunirse con Nick, que tocaba el laúd y cantaba para un grupo de bonitas jóvenes deslumbradas. El mozo había resuelto aprovechar a fondo sus últimos días de libertad.
–¿Lady __________?
–Sí–se volvió para encontrarse frente a una doncella desconocida.
–Un hombre la espera en el jardín.
–¿Un hombre? ¿Mi esposo?
–No lo sé, señora.
__________ sonrió. Sin duda Joe planeaba alguna travesura bajo el claro de luna.
–Gracias–dijo, abandonando el salón para salir al jardín. Estaba fresco y oscuro. Las sombras secretas revelaban la presencia de varias parejas entrelazadas.
–¿Lady __________?
–Sí.
No podía verlo con claridad, pero se trataba de un joven alto y delgado, de ojos brillantes, nariz prominente y labios algo demasiado gruesos.
–Permítame presentarme. Soy David Henrie, de Lincolnshire.
Ella saludó con una sonrisa, mientras él le besaba la mano.
–¿Buscas a alguien?
–Supuse que mi esposo estaría aquí.
–No lo he visto.
–¿Lo conoces?
El muchacho sonrió, mostrando dientes blancos e iguales.
–Los he observado y sé perfectamente quién te ronda.
Ella lo miró maravillada.
–Muy bellas palabras, señor.
David le ofreció el brazo.
–¿Nos sentamos aquí un momento, mientras esperamos a tu esposo?
Ella vacilaba.
–Como ves, el banco está a plena vista. No te pido nada, salvo un poco de conversación para un caballero solitario.
Iluminaba ese banco una antorcha fijada a la pared del jardín.
__________ pudo ver con más claridad a su acompañante.
Tenía labios sensuales, nariz fina y aristocrática; sus ojos, en la oscuridad, eran casi negros. Le inspiró cautela. El último hombre con quien había conversado así era Walter Demari, que la había llevado al desastre.
–Se le nota intranquila, señora.
–No estoy habituada a las costumbres de la Corte. He pasado muy poco tiempo en compañía de hombres que no fueran familiares míos.
–¿Y te gustaría subsanar esa falta?–La alentó él.
–No lo había pensado. Cuento con mi esposo y mis cuñados. Con ellos basta.
–Pero en la Corte una dama puede gozar de mayor libertad. Es aceptable tener muchos amigos, hombres y mujeres.–David le tomó la mano.–Me gustaría mucho ser amigo tuyo, señora.
Ella se apartó bruscamente y frunció el entrecejo.
–Tengo que volver al salón, con mi esposo–dijo, levantándose.
David también se levantó.
–No tienes por qué temer. Él está distraído en compañía de tu amiga, Alice Chartworth.
–¡No! ¡Me insultas!
–Por favor, no era esa mi intención–protestó David, desconcertado–. ¿Qué he dicho?
¡Conque Joe estaba con Alice! Tal vez lo había dispuesto todo para que otro hombre la mantuviera ocupada pero ella no tenía ningún deseo de permanecer con un desconocido.
–Tengo que irme–dijo apresuradamente, girando sobre sus talones.
Joe le salió al encuentro antes de que llegara al salón.
–¿Dónde estabas?–Acusó.
–Con mi amante–replicó ella, muy serena–. ¿Y tú?
Él le apretó los brazos con fuerza.
–¿Te burlas de mí?
–Tal vez.
–¡___________!
Ella le clavó una mirada fulminante.
–¿Verdad que Lady Alice estaba hoy sumamente encantadora? El paño dorado sentaba bien a su pelo y a sus ojos, ¿no te parece?
Joe aflojó un poco las manos con una leve sonrisa.
–No reparé en ella. ¿Estás celosa?
–¿Tengo motivos?
–No ___________, no los tienes. Ya te he dicho que la he apartado de mi vida.
Ella le espetó, burlona:
–Ahora me dirás que tu amor me pertenece.
–¿Y si así fuera?–Susurró Joe, con tanta intensidad que ___________ casi sintió miedo.
Le palpitaba el corazón, en voz baja, dijo:–No estoy segura de creerte.
Tal vez temía que, ante esa declaración, ella misma respondiera con iguales palabras. ¿Y si él las recibía con sorna? ¿Y si ridiculizaba, en brazos de Alice, lo que para ella era cuestión de vida o muerte?
–Ven, entremos. Ya es tarde.
¿Qué había en la voz de Joe que inspiraba a la muchacha deseos de reconfortarlo?

–¿Te marchas mañana?–Preguntó Joe, limpiándose el sudor de la frente.
Se había estado adiestrando desde el amanecer en la larga liza del rey. Había allí muchos caballeros y escuderos de toda Inglaterra.
–Sí–respondió Nick con aire lúgubre–. Me siento como si fuera a mi muerte.
Joe rió.
–No será tan malo. Mira cómo ha resultado mi casamiento.
–Sí, pero sólo hay una ___________.
Joe, sonriente, rascó la pesada armadura que llevaba puesta.
–Sí, y es mía.
El hermano le devolvió la sonrisa.
–¿Eso significa que todo está bien entre ustedes?
–Todo se está arreglando. Ella siente celos de Alice y se pasa la vida acusándome de connivencia con ella, pero ya comprenderá.
–¿Y en cuanto a Alice?
–Ya no me interesa. Ayer se lo dije.
Nick emitió un silbido grave.
–¿Has dicho a tu Alice, a quien tanto amabas, que prefieres a otra? En tu lugar temería por mi vida.
–Tal vez por cuenta de ___________, pero no por alguien tan dulce como Alice.
–¿Dulce, Alice Chartworth? Realmente estás ciego, hermano mío.
Como de costumbre, a Joe lo enfureció que alguien hablara mal de Alice.
–No la conoces como yo. Le dolió mucho cuando se lo dije, pero lo aceptó con majestuosidad, como yo esperaba. Si ___________ no me hubiera capturado hasta tal punto, aún pensaría en Alice como posible esposa.
A Nick le pareció mejor no hacer comentarios.
–Tengo planeada una espléndida borrachera para esta noche. Me beberé cuanto haya en el castillo. Así me será menos duro conocer a mi famosa prometida. ¿Te gustaría acompañarme? Celebraremos mis últimos momentos de libertad.
Joe sonrió ante la perspectiva.
–Sí. Aún no hemos celebrado nuestra toma del castillo de Demari. Tampoco te he dado las gracias, Nick.
El hermano le dio una fuerte palmada en la espalda.
–Ya me devolverás el favor cuando lo necesite.
Joe frunció el entrecejo.
–¿Podrías buscarme a un hombre que reemplace a John Bassett?
–Pregúntale a ___________–dijo Nick con un chisporroteo en la mirada–. Tal vez ella sea capaz hasta de dirigir a tus hombres.
–No se te ocurra sugerirle la idea. Se queja de que aquí no tiene nada que hacer.
–Es culpa tuya, hermano. ¿No la mantienes ocupada?
–¡Ándate con cuidado! Tal vez empiece a desear que tu heredera escocesa sea tan fea como la crees.


___________ estaba sentada en el gran salón, entre un grupo de mujeres.
Todas ellas, incluida la reina, tenían delante bellos bastidores de palo de rosa y bronce. Sus manos volaban diestramente sobre la tela, haciendo correr la seda de hermosos colores. ___________ guardaba silencio ante su bordado; se limitaba a mirarlo sin saber qué hacer. Joe podía seguir con su adiestramiento cuando estaba lejos de casa, pero le había prohibido limpiar el estanque del rey ni sus despensas.
–Creo que el bordado es la más femenina de las artes. ¿No está de acuerdo, Majestad?–Dijo Alice en voz baja.
La reina ni siquiera levantó la vista.
–Tal vez dependa de cada mujer. He visto a algunas que saben usar el arco y no por eso pierden feminidad; otras, que parecen dulces y desempeñan las artes femeninas a la perfección, pueden ser crueles en su interior.
___________ levantó la vista, sorprendida, pues la joven sentada a su lado había emitido una risita.
–¿No estás de acuerdo, Lady Isabel?–Preguntó la reina.
–Oh, sí, Majestad, ciertamente–las dos mujeres intercambiaron una mirada de entendimiento.
Alice, furiosa por haber sido puesta en su sitio, insistió:–Pero, ¿crees que una verdadera mujer desearía usar un arco? No comprendo para qué, si las mujeres estamos siempre bajo la protección de los hombres.
–¿Acaso una mujer no puede ayudar a su esposo?
–Cierta vez me interpuse ante una flecha que estaba destinada a John–observó Lady Isabel.
Varias de las mujeres ahogaron exclamaciones de horror. Alice miró a la de los ojos verdes con disgusto.
–Pero una verdadera mujer no podría cometer un acto violento. ¿Verdad, Lady ___________? Es decir, una mujer no puede matar a un hombre, ¿cierto?
___________ bajó la vista a su bastidor en blanco.
Alice se inclinó hacia adelante.
–Tú no podrías matar a un hombre, ¿verdad, Lady ___________?
–¡Lady Alice!–Regañó la reina ásperamente–. ¡Te entrometes en asuntos que no son de tu incumbencia!
–Oh...–Alice fingió sorpresa.–. No sabía que la destreza de Lady ___________ con la espada fuera un secreto. No volveré a mencionarlo.
–No, en efecto–le espetó Lady Isabel–, puesto que ya lo has dicho todo.
–¡Mi señora!–Llamó Joan en voz alta–. Lord Joe te requiere inmediatamente.
–¿Algún problema?–preguntó la joven, levantándose apresuradamente.
–No sé–fue la extraña respuesta–. Como tú sabes, no soporta tenerte fuera de su vista mucho tiempo.
___________ le clavó una mirada atónita.
–Apresúrate, que él no esperará.
_________________ se contuvo para no reprenderla ante la reina. Se disculpó ante las mujeres, feliz de ver que los ojos de Alice ardían de furia.
–No sabes mantener tu lugar–observó a su doncella cuando estuvieron lejos.
–Sólo he querido ayudarte. Esa gata iba a hacerte pedazos. Tú no puedes enfrentarte a ella.
–No me asusta.
–Pues debería asustarte. Es una mujer malvada.
–Sí, lo sé–concordó ___________–. Y te agradezco que me hayas sacado de allí. Casi prefiero la compañía de Alice al bordado, pero las dos cosas a la vez son insoportables–suspiró–. Supongo que Joe no ha mandado por mí, ¿verdad?
–¿Qué motivos tendría para mandar por ti? ¿No crees que se complacerá al verte?
___________ frunció el entrecejo.
–Te portas como una tonta–agregó la muchacha, arriesgándose a recibir duras reprimendas de su ama–. Ese hombre te desea y tú no te das cuenta.
Ya a la intensa luz del sol, ___________ se olvidó completamente de Alice. Joe se estaba lavando, inclinado sobre una gran tina de agua con el torso desnudo. ___________ se deslizó en silencio tras él y le mordisqueó el cuello. Un momento después se encontró jadeante, pues su esposo había girado en redondo, arrojándola en la tina. Ambos quedaron igualmente sorprendidos.
–___________, ¿te has hecho daño?–Preguntó él, alargando la mano para ayudarla.
Ella se la apartó bruscamente y se limpió el agua de los ojos. Su vestido estaba echado a perder; el terciopelo carmesí había quedado adherido al cuerpo.
–No, pedazo de bruto. ¿Me tomas por un caballo de combate, que me tratas como a un animal? ¿O tal vez crees que soy tu escudero?
Apoyó la mano en el borde de la tina para salir de ella, pero se le resbaló un pie y volvió a caer. Al levantar la vista hacia Joe ahogó una protesta: tenía los brazos cruzados y una sonrisa que le cruzaba la cara.
–¡Te estás riendo de mí!–Siseó ella, enfurecida–. ¿Cómo te atreves?
Él la tomó por los hombros y sacó del agua su cuerpo chorreante.
–¿Puedo pedir disculpas? Desde el episodio de Demari no estoy muy sereno. Tardé demasiado en reconocer tu mordisco como muestra de cariño. No deberías acercarte a mí tan subrepticiamente.
–No volverá a ocurrir, desde luego–replicó ella, mohína.
–No conozco a otra mujer, querida esposa mía, que parezca tan tentadora colgada sobre una tina. Hasta me gustaría dejarte caer en ella otra vez.
–¡No te atrevas!
Muy sonriente, Joe la bajó poco a poco hasta que la punta de sus pies rozó el agua.
–¡Joe!–Gritó ella, medio suplicante.
Él la estrechó contra sí, pero el contacto con su cuerpo frío lo hizo aspirar bruscamente.
–Te lo mereces–rió ella–. Espero que te congeles.
–¿Contigo cerca? Lo dudo.–La alzó en brazos y añadió:–Iremos a nuestro cuarto para que te quites esa ropa mojada.
–Joe, no pensarás...
–Pensar, cuando te tengo en los brazos, es una pérdida de tiempo. Si no quieres llamar la atención, guarda silencio y déjame hacer.
–¿Y de lo contrario?
Él le frotó la cara mojada con la mejilla.
–Verás que esos lindos mofletes tuyos se ponen muy rojos.
–¿Conque estoy cautiva?
–Sí–respondió él con firmeza.
Y la llevó escaleras arriba.
La reina Isabel caminaba junto a su esposo. Se detuvieron al ver que Joe acababa de arrojar a ____________ al agua.
La reina hizo ademán de acudir en defensa de la muchacha, pero Enrique se lo impidió.
–Mira esos juegos de amor. Me agrada ver a una pareja tan enamorada. No ocurre con frecuencia que un matrimonio por intereses se resuelva en tanta felicidad.
Isabel suspiró.
–Me alegra ver que se aman. No estaba segura de que hubiera amor ahí. Lady Alice parece pensar que Lady ___________ no es buena pareja para Lord Joe.
–¿Lady Alice?–Inquirió el rey–. ¿Esa mujer rubia?
–Sí, la viuda de Edmund Chartworth.
Enrique asintió.
–Me gustaría verla casada cuanto antes. La he estado observando, juega con los hombres como el gato con un ratón. Da la impresión de interesarse por uno y, al momento siguiente, por otro distinto. Ellos se enamoran de su belleza y soportan cualquier cosa. No me gustaría que acabaran liándose a golpes. Pero ¿en qué se relaciona esa mujer con Lord Joe y su encantadora esposa?
–No estoy segura–respondió Isabel–. Se rumorea que, en otros tiempos, Joe estuvo muy enamorado de Lady Alice.
Enrique señaló al joven con la cabeza. En ese momento Joe se llevaba a su esposa en brazos.
–Pues ya no es así, como cualquiera puede notar.
–Tal vez no cualquiera. Lady Alice provoca constantemente a su rival.
–Debemos poner fin a esta situación.
–No–Isabel puso una mano en el brazo de su marido–. No podemos dar órdenes. Creo que sólo conseguiríamos enfurecer aún más a Alice, y ella es el tipo de mujer que busca el modo de expresarse a voluntad, cualesquiera sean las órdenes recibidas. En mi opinión, lo mejor es tu idea de casarla. ¿Podrás hallarle esposo?
Enrique siguió con la vista a Joe, que llevaba a su esposa hacia la casa solariega, bromeando y haciéndole cosquillas; las risas de ___________ resonaban por todo el patio.
–Sí, le buscaré esposo cuanto antes. No quiero que nada se interponga entre esos dos.
–Eres bueno–dijo Isabel, sonriéndole.
Él rió entre dientes.
–Sólo para unos pocos, querida mía. Pregunta a los franceses quién es buen rey y quién no.
Ella descartó el tema con un gesto de la mano.
–Eres demasiado blando, demasiado bueno para con ellos.
Enrique se inclinó para besarla en la frente.
–Si yo fuera el rey francés, dirías lo mismo del inglés.
Ella le sonrió con amor. El monarca, riendo, le estrechó el brazo.

Había otra persona muy interesada en el juego de los Jonas. David Henrie había hecho ademán de adelantarse, con la mano en la empuñadura de la espada, al ver que Joe arrojaba a ___________ en la tina. Después miró a su alrededor con aire culpable. Cualquier hombre podía tratar a su mujer como deseara sin que él tuviera derecho a intervenir.
De inmediato presenció la preocupación de Joe por la muchacha. Le vio sacarla del agua, abrazarla y darle un beso. ¡Esa no era la conducta de un hombre que castigara a su esposa! Arrugó el ceño al comprender que había hecho el tonto. Al entrar en la casa solariega, encontró a Alice Chartworth cruzando el salón grande.
–Querría cambiar contigo unas palabras, señora–dijo, sujetándola por el brazo.
Ella ahogó una exclamación ante el dolor, pero sonrió.
–Por supuesto, Sir David. Puedes disponer de mi tiempo a voluntad.
Él la llevó a un costado, hacia la sombra.
–Me has utilizado y eso no me gusta.
–¿Que te he utilizado? Por favor, dime de qué manera, señor.
–No finjas ante mí timidez virginal. Sé de los hombres que frecuentan tu lecho. No te falta inteligencia, sin duda, y me has manipulado para tus propios fines.
–¡Si no me sueltas, voy a gritar!
Él le clavó los dedos con más fuerza.
–¿Acaso no te gusto, mi señora? Dicen mis amigos que no haces ascos al dolor.
Alice lo fulminó con la mirada.
–¿Qué estás tratando de insinuar?
–Que no me gusta ser utilizado. Tus mentiras, señora, han podido causar grandes problemas a Lady ___________... y yo habría sido la causa.
–¿No dijiste que deseabas pasar un momento a solas con ella? No hice más que proporcionarte la oportunidad.
–¡Mediante trampas! Ella es una mujer honrada y feliz en su matrimonio. Yo no soy un villano capaz de recurrir a la violación.
–Pero la deseas, ¿no?–Alice sonreía.
Él la soltó apresuradamente.
–¿Cómo no desearla? Es bella.
–No–siseó Alice–. No es tan bella como...
Y se interrumpió.
David sonrió.
–¿Cómo tú, Lady Alice? No, eso es un error. Llevo varios días observando a Lady ___________ y he llegado a conocerla. No sólo es bella en su exterior, sino también interiormente. Cuando sea anciana y haya perdido su encanto, seguirá gozando de amor. Tú, en cambio, eres bella sólo por fuera. Si se te quitara esa hermosura, quedaría una mujer quejosa, de mente perversa e inclinación cruel.
–¡Te odio por esto!–Aseguró Alice con voz mortífera.
–Algún día, cada segundo que hayas pasado odiando se te notará en la cara–apuntó David con calma–. No importa qué sientas por mí, pero no creas que podrás volver a utilizarme.
Le volvió la espalda y la dejó sola.
Alice siguió con la vista la silueta que se alejaba. Pero su deseo de venganza era contra ___________ antes que contra David.
Aquella mujer era la causa de todos sus problemas. Nada había sido como antes desde el casamiento de Joe con aquella zorra. Y ahora ella se veía insultada por un apuesto mozo por las crueldades de esa ___________ (TA).Alice redobló su decisión de poner fin a un matrimonio que le parecía erróneo.


–Mi dulce ____________, quédate en la cama–murmuró Joe contra su mejilla soñolienta–. Necesitas descanso. Además, el agua puede haberte provocado un resfriado.
____________ no respondió. Estaba saciada por el acto de amor. Se sentía adormecida y lánguida.
Él volvió a restregarle la nariz contra el cuello y se vistió deprisa, sin dejar de observarla. Cuando estuvo vestido, se despidió con una sonrisa, la besó en la mejilla y abandonó la habitación.
Nick se cruzó con él al pie de la escalera.
–¡No puedo dar un paso sin oír nuevos rumores sobre ti!
–¿Qué pasa ahora?–Preguntó Joe, suspicaz.
–Se dice que castigas a tu esposa, la arrojas en las tinas de agua y luego la exhibes ante todo el mundo.
Joe sonrió.
–Todo eso es cierto.
Nick le devolvió la sonrisa.
–Ahora nos entendemos. Supuse que no sabías tratar a las mujeres. ¿Ella duerme?
–Sí. No bajará hasta mañana–Joe arqueó una ceja–. Suponía que tendrías ya un tonel de vino preparado.
–En efecto–repuso su hermano, muy sonriente–. No quería que te sintieras disminuido al verme beber el doble que tú.
–¿El doble tú, mi hermano menor?–Resopló Joe–. ¿No sabes que me emborraché por primera vez antes de que tú nacieras?
–¡No te creo!
–Es cierto. Te contaré la historia, aunque es muy larga.
Nick le dio una palmada en la espalda.
–Disponemos de toda la noche. Será por la mañana cuando nos arrepintamos de lo hecho.
Joe rió entre dientes.
–Tú te arrepentirás con tu fea novia escocesa, pero yo depositaré mi fatigada cabeza en el regazo de mi bella esposa, para permitirle gentilmente que me mime.
Nick emitió un gruñido de dolor.
–¡Qué cruel eres!
Para ambos hermanos, aquella noche fue un momento especial de reencuentro. Celebraron la victoria sobre Demari y la buena suerte de Joe en el matrimonio; se lamentaron juntos por la próxima boda de Nick.
–Si me desobedece, la devolveré a su familia–aseguró el novio.
El vino era tan malo que tenían que filtrarlo por entre los dientes, pero ninguno de los dos cayó en la cuenta.
–¡Dos esposas desobedientes!–Exclamó Joe con voz gangosa, levantando su jarrito–. Si ___________ me obedeciera, yo pensaría que algún demonio se habría apoderado de su mente.
–¿Dejando sólo su cuerpo?–Sugirió Nick lujurioso.
–Te retaré a duelo por esa sugerencia–protestó Joe, buscando torpemente la espada.
–Ella no me aceptaría–se lamentó Nick, volviendo a llenar su jarro.
–¿Tú crees? Pues parecía muy contenta con Demari
Joe había pasado de la felicidad a la tristeza en cuestión de segundos, como sólo ocurre con los borrachos.
–¡Pero si odiaba a ese hombre!
–¡Y está embarazada de él!–Exclamó el mayor, como un niño a punto de llorar.
–¡No tienes sesos, hermano! El niño es tuyo, no de Demari.
–No te creo.
–Es cierto. Me lo dijo ella.
Joe, sentado a la sólida mesa, guardó silencio durante un instante. Luego quiso levantarse, pero la cabeza le daba vueltas.
–¿Estás seguro? ¿Por qué no me lo dijo?
–Dijo que prefería reservar alguna cosa para sí misma.
Joe se dejó caer en la silla.
–¿Y mi hijo es “alguna cosa”, nada más?
–No. No comprendes a las mujeres.
–¿Tú sí?–Se indignó el mayor.
Nick volvió a llenarle el jarro.
–No más que tú, sin duda. Tal vez menos, si fuera posible. Kevin podría explicarte mejor que yo lo que ___________ quiso expresar. Dijo que tú ya tenías a Alice y las tierras de ___________(TA); por eso no quería darte más.
Joe se levantó con la cara ennegrecida De pronto recobró la serenidad y volvió a sentarse, con una leve sonrisa.
–Conque es una bruja, ¿eh? Mueve sus caderas delante de mí hasta volverme loco de deseo. Me maldice cuando cambio una palabra con otra mujer.
–Otra mujer a la que tú mismo admitiste amar.
Joe hizo un gesto, como restando importancia a aquello.
–Pero ella tiene la llave que abre todos los secretos y puede liberamos de la tensión que nos acosa.
–No veo renuencia de tu parte–observó Nick.
Joe rió entre dientes.
–No, de mi parte ninguna, pero he sentido cierta renuencia a... a imponerme a ella. Supuse que Demari significaba algo para ella.
–Sólo un medio para salvar tu desagradecido pellejo.
Joe sonrió.
–Pásame el vino. Esta noche tenemos mucho por qué brindar, aparte de tu princesa escocesa.
Nick se apoderó de la jarra antes de que Joe pudiera tocarla.
–Eres cruel, hermano.
–Lo aprendí de mi esposa.
Joe sonrió y volvió a llenar su jarrito.







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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 12th 2012, 10:24










Capítulo 27









–¡No puedo permitir esto!–Dijo Ela con la columna vertebral muy rígida, de pie junto a Alice en una pequeña alcoba del castillo.
–¿Desde cuándo autorizas o desautorizas lo que yo deseo?–Le espetó la muchacha–. Mi vida es cosa mía. A ti sólo te corresponde ayudar a vestirme.
–No es correcto que te arrojes a los brazos de ese hombre. No pasa un día sin que alguien te pida en matrimonio. ¿No puedes conformarte con cualquiera de tus pretendientes?
Alice se volvió hacia la doncella.
–¿Para que ella se quede con Joe? Antes moriría.
–¿En verdad lo quieres para ti?–Insistió Ela.
–¿Qué importa eso?–Alice se acomodó el velo y la diadema–. Es mío y seguirá siendo mío.
Cuando salió del cuarto, la escalera estaba a oscuras.
Alice no había tardado en descubrir que en la Corte del rey Enrique era fácil averiguar lo que deseara saber. Había muchos dispuestos a hacer cuanto ella mandara, sólo por dinero. Sus espías le habían indicado que Joe estaba abajo, en compañía de su hermano, lejos de su esposa. Ella no ignoraba hasta qué punto podía obnubilarse un hombre con la bebida y planeaba aprovechar la oportunidad para sus propios fines. Con la mente aturdida por el alcohol, él no podría resistirse.
Al llegar al salón grande, soltó una maldición, ni Joe ni su hermano estaban a la vista.
–¿Dónde está Lord Joe?–Preguntó ásperamente a una criada que bostezaba.
El suelo estaba sembrado de sirvientes que dormían en jergones de paja.
–Salió. Es todo cuanto sé.
Alice la sujetó por un brazo.
–¿Adónde fue?
–No tengo idea.
Alice sacó una moneda de oro del bolsillo y observó el resplandor en los ojos de la muchacha.
–¿De qué serías capaz por una como esta?
La muchacha despertó por completo.
–De cualquier cosa.
–Bien–Alice sonrió–. Entonces escúchame con atención.



___________ despertó de un sueño profundo al oír un leve rasguño en su puerta. Estiró el brazo antes de abrir los ojos, sólo para encontrarse con que el lado de Joe estaba desierto. Se levantó, con las cejas fruncidas, y entonces recordó que él había comentado algo de una despedida a Nick.
Los rasguños continuaban. Joan, que solía dormir cerca de su ama cuando Joe se ausentaba, no estaba allí. Contra su voluntad, ___________ arrojó los cobertores a un lado y deslizó los brazos en las mangas de su bata, de terciopelo verde esmeralda.
–¿Qué pasa?–Preguntó al abrir, viendo ante sí a una criada.
–No sé, señora–dijo la muchacha con una mueca burlona–. Se me ha dicho que se le necesitaba y que tenía que acudir inmediatamente.
–¿Quién lo ha dicho? ¿Mi esposo?
La criada se encogió de hombros por toda respuesta.
___________ frunció el ceño. En la Corte pululaban los mensajes anónimos; todos ellos parecían llevar a lugares donde ella no tenía interés en estar. Pero quizá su madre la necesitaba. Era probable que Joe, demasiado borracho para subir la escalera, requiriera su ayuda. Sonrió al pensar en la azotaina verbal que le propinaría.
Siguió a la muchacha por las oscuras escaleras de piedra hasta la planta inferior. Parecía más oscura que de costumbre, pues algunas de las antorchas adosadas a la pared no estaban encendidas. Abiertos en aquellos muros, que medían más de tres metros y medio de espesor, había feos cuartitos que los huéspedes más nobles no frecuentaban. La criada se detuvo ante uno de aquellos cuartos, próximos a la empinada escalera circular.
La muchacha dirigió a ___________ una mirada incomprensible y desapareció en la oscuridad. ____________, ofendida por ese aire subrepticio, iba a protestar cuando una voz de mujer le llamó la atención.
–Joe–susurró la mujer audiblemente.
Era un susurro apasionado. La joven quedó petrificada en el sitio.
Alguien encendió yesca y la acercó a una vela.
Entonces ella pudo ver con claridad. El cuerpo delgado de Alice, desnudo desde la cintura hacia arriba, asomaba en parte bajo Joe. La luz de la vela descubrió plenamente la piel bronceada del caballero; nada había que la ocultara.
Yacía sobre el vientre, con las piernas desnudas cubriendo las de Alice.
–¡No!–Susurró ___________ con la mano contra la boca y los ojos empañados por las lágrimas.
Deseó que aquello fuera una pesadilla, pero no lo era.
Él le había mentido una y otra vez. ¡Y ella había estado a punto de creerle!
Retrocedió, alejándose de ellos. Joe no se movía; Alice, con la vela en la mano, miraba a ___________ y le sonreía desde aquella posición.
–¡No!–Fue cuanto ___________ pudo decir.
Retrocedió más y más, sin reparar en que la escalera no tenía barandilla.
Ni siquiera se dio cuenta de que había dado un paso en el aire.
Gritó al caer por el primer escalón; después fueron dos, cinco. Lanzó frenéticos alaridos al aire, gritando otra vez, en tanto caía de costado completamente fuera de las escaleras. Cayó al suelo, allá abajo, con un golpe horrible, aunque el jergón de un caballero amortiguó un poco la caída.

–¿Qué ha sido eso?–Preguntó Joe con voz gangosa, levantando la cabeza.
–No ha sido nada–murmuró Alice.
El corazón le palpitaba de pura alegría. Tal vez la mujer se había matado en la caída; entonces Joe sería otra vez sólo de ella.
El joven se incorporó sobre un codo.
–¡Dios mío! ¡Alice! ¿Qué haces aquí?
Paseó la mirada por su cuerpo desnudo. Sólo se le ocurrió extrañarse de no haber reparado hasta entonces en lo delgada que era.
No sentía deseo alguno por esa carne que en otros tiempos había amado.
El júbilo de Alice murió ante la expresión de sus ojos.–¿No te... acuerdas?–Preguntó en tono entrecortado.
En verdad, la reacción de Joe la había dejado atónita. Hasta ese momento había tenido la certeza de que, cuando lo tuviera otra vez en sus brazos, él volvería a ser suyo.
Joe frunció el ceño. Estaba borracho, era verdad, pero no tanto que no recordara lo ocurrido durante la noche. Sabía perfectamente que no había ido al lecho de Alice ni la había invitado al propio.
Estaba a punto de lanzar su acusación cuando, de pronto, el gran salón de abajo se llenó de luces y ruidos. Los hombres se gritaban entre sí. Por fin se oyó un bramido que sacudió las vigas:–¡Jonas!
Joe saltó de la cama en un solo movimiento, pasándose apresuradamente la chaquetilla por la cabeza. Bajó de dos en dos peldaños, pero se detuvo en el último giro de la escalera: ___________ yacía allá abajo, en un jergón, con el pelo rojo–dorado convertido en una enredada masa alrededor de la cabeza y una pierna torcida bajo el cuerpo. Por un momento el corazón del muchacho dejó de latir.
–¡No la toquen!–Ordenó con un gruñido gutural, mientras bajaba de un salto los últimos peldaños para arrodillarse a su lado–. ¿Cómo?– Murmuró al tocarle la mano.
Luego le buscó el pulso en el cuello.
–Parece haber caído por la escalera–dijo Nick, arrodillándose junto a su cuñada.
Joe levantó la vista y vio a Alice en el descansillo, ciñéndose la bata con una leve sonrisa. Tuvo la sensación de que faltaba una pieza en el acertijo, pero no tenía tiempo para buscarla.
–Ya han mandado por el médico–dijo Nick, sosteniendo la mano de ____________, que seguía sin abrir los ojos.
El facultativo vino con lentitud, vestido con una rica bata con cuello de piel.
–Ábranme espacio–exigió–. Tengo que ver si hay huesos fracturados.
Joe retrocedió, dejando que el hombre deslizara las manos por el exánime cuerpo de ___________. “¿Por qué? ¿Cómo?” Se preguntaba sin cesar. ¿Qué hacía ella en las escaleras, en medio de la noche? Su mirada volvió hacia Alice. La mujer se mantenía en silencio, reflejando un ávido interés en la cara, en tanto el médico examinaba a ___________.
El cuartito donde Joe había despertado, en los brazos de Alice, estaba al final de la escalera. Al mirar otra vez a su mujer sintió que palidecía, ___________ lo había visto en la cama con Alice. Había retrocedido, probablemente demasiado alterada como para mirar donde pisaba; eso explicaba la caída. Pero ¿cómo había sabido dónde encontrarlo? Sólo mediando la información de alguien.
–Al parecer, no hay huesos rotos–dijo el médico–. Llévenla a la cama y déjenla descansar.
Joe murmuró una plegaria de agradecimiento. Luego se agachó para recoger el cuerpo laxo de su esposa. La multitud que lo rodeaba ahogó una exclamación: el jergón y la bata de la muchacha estaban empapados en sangre.










Ya estoy subiendo Los Juegos Del Hambre :
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 12th 2012, 13:52

¿Porque la dejas exactamente ahi?
¡ODIO A ALICE! Y lo he dicho mil y una veces, ¡Quizás más!
Es una... ¡Aghhh!
¡Me enfurece! Y la Rayis...
¡Oh Dios Mio! ¡Como son las cosas! Joe la ama, ella a el y... ¡El estorbo es Alice!
Es una Mal*Dita. Con todo el significado!
Dios Mujer, ¿Cuando vas a seguirla? Es que, ¡Estoy desesperada! ¡Necesito leer más!
¡POR FAVOR!
Me vas a volver loca con esta novela, por fa, siguela pronto chica.
O si no, moriré, ya lo dije.
Cuidate Mucho.
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 13th 2012, 14:29

OMG!!! dios mioo!! porque la dejas ahí!!! *suspenso* odiogusta que te tardes en subir porque si te tardas subes mas!!! peroo diooosss miooo no hagas esto morire de el suspenso que dejas en cada cap!! pon adelantos y subes cap!!! plissssss xoxoxo SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!! cheers cheers cheers cheers cheers plisss tiste
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 14th 2012, 02:29

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 14th 2012, 11:27

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa cheers
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 14th 2012, 18:28










Anteriormente en Promesa Fugaz...







El cuartito donde Joe había despertado, en los brazos de Alice, estaba al final de la escalera. Al mirar otra vez a su mujer sintió que palidecía, ___________ lo había visto en la cama con Alice. Había retrocedido, probablemente demasiado alterada como para mirar donde pisaba; eso explicaba la caída. Pero ¿cómo había sabido dónde encontrarlo? Sólo mediando la información de alguien.
–Al parecer, no hay huesos rotos–dijo el médico–. Llévenla a la cama y déjenla descansar.
Joe murmuró una plegaria de agradecimiento. Luego se agachó para recoger el cuerpo laxo de su esposa. La multitud que lo rodeaba ahogó una exclamación: el jergón y la bata de la muchacha estaban empapados en sangre.
















Capitulo de Hoy...





















–Pierde el niño–dijo la reina Isabel junto a Joe–Llévala tú arriba. La haré revisar por mi propia partera.
Joe sentía ya la sangre de ___________ en el brazo, a través de las mangas. Alguien le puso una mano fuerte en el hombro; no necesitó mirar para saber que se trataba de Nick.
–¡Mi señora!–Exclamó Joan cuando Joe entró llevando a _________________.
–¡Acabo de volver y no la he encontrado! ¡Está herida!–Su voz delataba el amor que sentía por su ama–. ¿Se curará?
–No lo sabemos–respondió Nick.
Joe la depositó suavemente en la cama.
–Joan–indicó la reina Isabel–, trae agua caliente de la cocina y busca sábanas limpias.
–¿Sábanas, Majestad?
–Para absorber la sangre. Va a perder el niño. Cuando hayas conseguido las sábanas, busca a Lady Helen. Ella querrá estar con su hija.
–Mi pobre señora–susurró la muchacha–. Tanto como quería a ese bebé...
Había lágrimas en su voz cuando salió del cuarto. Isabel se volvió hacia los dos hombres.
–Ahora márchense–instó–. Tienen que dejarla. Sus mercedes no son de utilidad. Nosotras nos haremos cargo.
Nick rodeó con un brazo los hombros de su hermano, pero Joe se desasió.
–No, Majestad, no me iré. Ella no se habría herido si yo hubiera estado esta noche con ella.
Nick iba a hablar, pero Isabel lo interrumpió, sabiendo que todo sería inútil.
–Puedes quedarte.–E hizo una señal a Nick, que se retiró.
Joe acarició la frente de _________________, mirando a la reina.
–Dime qué hacer.
–Quítale la bata.
Joe desató cuidadosamente la prenda; luego levantó a _________________ con cautela y le deslizó las mangas por los brazos. Quedó horrorizado al ver sangre en sus muslos. Por un momento permaneció inmóvil, mirándola. Isabel lo observaba.
–Un parto no es espectáculo agradable.
–Esto no es un parto, sino un...–no pudo acabar.
–Sin duda el embarazo estaba muy avanzado para que surja tanta sangre. Será un parto, en verdad, aunque con resultados mucho menos felices.
Ambos levantaron la vista. La comadrona, una mujer gorda y rubicunda, acababa de irrumpir en la alcoba.
–¿Quieren matar de frío a la pobre muchacha?–Acusó–. ¡Márchate! No necesitamos de hombres–dijo, mirando a Joe.
–Él se queda–intervino la reina con firmeza.
La partera miró a Joe un momento.
–En ese caso, anda a traer el agua. La doncella tarda demasiado en subir con ella la escalera.
Joe reaccionó de inmediato.
–¿Es el esposo, Majestad?–Preguntó la mujer cuando él hubo salido.
–Sí, y este era su primer hijo.
La gorda resopló.
–Pues debería haber cuidado mejor de ella, Majestad, y no dejarla vagar por las escaleras durante la noche.
En cuanto Joe dejó el agua dentro de la habitación, la mujer siguió dándole órdenes.
–Búscale alguna ropa y mantenla abrigada.
Joan, que había entrado detrás de Joe, revolvió el arcón y le entregó un grueso vestido de lana. El muchacho visitó con cuidado a la herida, sin dejar de observar la sangre que manaba de ella. La frente de _________________ se cubrió de sudor. Él la enjugó con un paño fresco.
–¿Se curará?–Susurró.
–No puedo asegurarlo. Depende de que podamos sacar todo el feto y detener la hemorragia.
_________________, gimiendo, movió la cabeza.
–Mantenla quieta o nos dificultará la tarea.
–_________________–dijo Joe en voz baja–, no te muevas.
Y le sujetó las manos. Ella abrió los ojos.
–¿Joe?–Susurró.
–Sí, pero no hables. Quédate quieta y descansa. Pronto estarás bien.
–¿Bien?–Ella no parecía tener plena conciencia de su estado. De pronto la sacudió una violenta contracción. Las manos de la muchacha estrecharon las de Joe. Levantó la vista, desconcertada–. ¿Qué ha pasado?
Sólo entonces empezó a centrar la vista. La reina, su doncella y otra mujer, arrodilladas a su lado, mirándola con preocupación. Otra contracción la sacudió.
–Vamos–dijo la partera–. Tenemos que masajearle el vientre para ayudarla.
–¡Joe!–Exclamó _________________, asustada, jadeante por el reciente dolor.
–Tranquila, mi amor. Pronto estarás bien. Ya tendremos otros hijos.
Ella dilató los ojos, horrorizada.
–¿Otros hijos? ¿Mi bebé? ¿Estoy perdiendo al bebé?–Su voz se elevó casi histéricamente.
–Por favor, _________________–rogó Joe, tranquilizándola–. Tendremos otros.
Un nuevo dolor atravesó a la joven, que miraba a Joe, recobrando los recuerdos.
–Caí por la escalera–dijo en voz baja–. Te vi en la cama con tu amante y caí por la escalera.
–_________________... este no es momento...
–¡No me toques!
–_________________–repitió él, casi suplicante.
–¿Te desilusiona que yo no haya muerto? ¿Cómo ha muerto mi hijo?–Parpadeaba para alejar las lágrimas–.Vete con ella, si tanto la quieres. ¡Quédate con ella en buena hora!
–_________________...
Pero la reina Isabel tomó a Joe por el brazo.
–Sería mejor que te fueras.
–Sí–reconoció él, viendo que _________________ se negaba a mirarlo.
Nick lo esperaba junto a la puerta, con las cejas arqueadas en una pregunta.
–Ha perdido al niño y aún no sé si ella misma se salvará.
–Vamos abajo–propuso su hermano–. ¿No te permiten estar con ella?
–_________________ no lo permite–respondió Joe, inexpresivo.
Nick no volvió a hablar sino cuando estuvieron fuera de la casa solariega. Apenas empezaba a salir el sol; el firmamento estaba gris. La conmoción causada por la caída de _________________ había hecho que los habitantes del castillo se levantaran antes de lo acostumbrado. Los hermanos tomaron asiento en un banco, junto al muro.
–¿Por qué salió a caminar por la noche?–preguntó Nick.
–No sé. Cuando tú y yo nos separamos, caí en una cama: la más próxima, allá al final de la escalera.
–Tal vez despertó y, al descubrir que no estabas, salió a buscarte.
Joe no respondió.
–Hay algo en esto que me ocultas.
–Sí. Cuando _________________ me vio, yo estaba en la cama con Alice.
Hasta entonces Nick nunca había expresado una opinión sobre su hermano, pero en aquel momento se le oscureció el rostro.
–¡Pudiste haber causado la muerte de _________________! ¿Y por qué? Sólo por esa perra...–se interrumpió al ver el triste perfil de Joe–. Estabas demasiado borracho para desear a una mujer. Y si deseabas hacer el amor, _________________ te esperaba arriba.
Joe miró al otro lado del patio.
–Yo no me la llevé a la cama–dijo en voz baja–. Estaba dormido y oí un ruido que me despertó. Encontré a Alice conmigo. Pero no me emborraché tanto como para haber podido llevarla a mi cama sin recordarlo.
–¿Qué pasó, entonces?
–No lo sé.
–¡Yo sí!–Exclamó Nick con los dientes apretados–. ¡Eres un hombre sensato en todo, salvo cuando se trata de esa bruja!
Por primera vez en su vida Joe no defendió a Alice.
Nick continuó:
–Nunca has sabido verla tal como es. ¿No sabes que se acuesta con la mitad de los hombres de la Corte?
Joe se volvió a mirarlo.
–No pongas esa cara de incredulidad. Está en boca de todos los hombres... y de casi todas las mujeres, sin duda. Mozo de cuadra o conde, cualquiera le da igual, mientras tenga el equipo necesario para complacerla.
–Si ella es así, tal vez sea por culpa mía. Cuando la tomé era virgen.
–¡Virgen! ¡Ja! El conde de Lancashire jura haberla hecho suya cuando ella sólo tenía doce años.
Joe no podía creer en todo aquello.
–Mira lo que te ha hecho, te ha dominado y utilizado. Y tú lo has permitido. Hasta has suplicado pidiendo más. Dime, ¿qué método empleó para impedir que te enamoraras de _________________ desde el principio?
Joe lo miraba sin ver. Estaba reviviendo la escena del jardín, el día de su boda.
–Juró matarse si yo me enamoraba de mi esposa.
Nick recostó la espalda contra el muro de piedra.
–¡Por los clavos de Cristo! ¿Y tú la creíste? ¡Esa mujer mataría de buen grado a miles de personas antes de poner en peligro un solo cabello de su propia cabeza!
–Pero si le pedí que se casara conmigo–insistió Joe–. Antes de haber oído siquiera nombrar a _________________, le pedí que se casara conmigo.
–Y ella prefirió a un conde muy rico.
–Pero su padre...
–¡Joe! ¿No puedes mirarla con la vista despejada? ¿Crees que su padre, ese borracho, ha dado una sola orden en toda su vida? ¡Ni siquiera los Sirvientes le obedecen! Si él fuera un hombre enérgico, ¿habría podido ella escapar tan fácilmente para encontrarse contigo en el campo por las noches?
A Joe le resultaba difícil creer todo aquello de su Alice, tan rubia y delicada, tan tímida. Cuando lo miraba con grandes lágrimas en los ojos, le derretía el corazón. Recordó aquella amenaza de suicidio. Él habría hecho cualquier cosa por ella, aunque ya entonces sentía una enorme atracción hacia _________________.
–No estás convencido–adivinó su hermano.
–No estoy seguro. Es difícil matar los viejos sueños. Ella es hermosa.
–Sí, y tú te enamoraste de esa hermosura. Nunca te preguntaste qué había debajo de ella. Dices que no la llevaste a tu cama. ¿Cómo pudo aparecer allí?
Como Joe no respondiera, Nick continuó:
–La muy ramera se quitó la ropa y se acostó a tu lado. Después envió a alguien en busca de _________________.
Joe se levantó. No quería oír más.
–Voy a ver si _________________ está bien–murmuró.
Y caminó nuevamente hacia la casa solariega. Durante toda su vida, desde los dieciséis años, había cargado con responsabilidad sobre cosas y hombres. Nunca había tenido, como sus hermanos, tiempo libre para cortejar a las mujeres y aprender a conocer su carácter. Las mujeres que pasaban por su cama desaparecían muy pronto. Ninguna se mantenía algún tiempo cerca de él, riendo y conversando.
Él había llegado a creer que todas las mujeres eran tal como él recordaba a su madre: bonitas, dulces y suaves. Alice parecía ser el epítome de esos rasgos; como resultado, se había enamorado de ella casi de inmediato.
_________________ era, en cierto modo, su primera mujer. En un principio lo había enfurecido por no ser obediente, como debía serlo toda señora.
Prefería entrometerse con sus registros contables que ocuparse de las sedas de bordar. Era apabullante en su belleza, aunque no parecía reparar en ella.
No dedicaba horas enteras a su atuendo. En verdad, dejaba la elección de sus galas en manos de su doncella. _________________ parecía ser todo lo indeseable, lo poco femenino. Sin embargo, Joe se había enamorado de ella. Era honrada, valiente, generosa... y lo hacía reír. Alice, en cambio, nunca había demostrado sentido alguno del humor.
Se detuvo junto a la puerta de _________________. Estaba seguro de no amar ya a Alice, pero ¿sería ella tan traicionera como Nick decía? ¿Cómo decían también Kevin y Miles?
¿Cómo había llegado ella a su cama, si no era por los motivos que daba Nick?
Se abrió la puerta y la partera salió al pasillo. Joe la tomó del brazo.
–¿Cómo está?
–Duerme. El niño ha nacido muerto.
Joe aspiró hondo para tranquilizarse.
–¿Mi esposa se recobrará?
–No lo sé. Ha perdido demasiada sangre. No sé si era del niño o si sufrió algún daño interno en la caída.
Joe perdió el color.
–¿No dijiste que perdía sangre por el niño?–No quería creer que hubiera otro problema.
–¿Cuánto tiempo hace que te casaste con ella?
–Casi cuatro meses–respondió él, sorprendido.
–¿Y ella era virgen cuando la tomaste?
–Sí–confirmó él, recordando el dolor que le había causado.
–El embarazo estaba avanzado. El niño estaba ya bien formado. Yo diría que concibió en los primeros días. Quizá por eso perdió tanta sangre: porque el niño ya estaba crecido. Es demasiado pronto para saber.
Se volvió para retirarse, pero Joe la detuvo por un brazo.
–¿Cómo se sabrá?
–Si la hemorragia cesa y ella sigue con vida.
Él le soltó el brazo.
–Dices que duerme. ¿Puedo verla?
La vieja rió entre dientes.
–¡Oh, los jóvenes! Son insaciables. Te acuestas con una mujer mientras otra te espera. Ahora rondas a la primera. Deberías elegir entre una y otra.
Joe se tragó la respuesta, pero su entrecejo fruncido hizo que la mujer perdiera la sonrisa.
–Sí, puedes verla–respondió la mujer al fin, en voz baja.
Y se encaminó hacia la escalera.
La lluvia caía a latigazos. El viento doblaba los árboles casi por la mitad. Los relámpagos lanzaban sus destellos y, allá lejos, un tronco se hendió por el medio. Pero las cuatro personas que rodeaban el diminuto ataúd, recién depositado en tierra, no reparaban en ese torrente frío. Se bamboleaban ante el vendaval, pero sin notarlo.
Helen, de pie junto a John, flojo el cuerpo, se apoyaba pesadamente en él. Tenía los ojos secos e irritados. Nick permanecía al lado de Joe, por si este requiriera su ayuda.
Fueron John y Nick quienes intercambiaron una mirada, mientras la lluvia les corría por la cara y goteaba sobre la ropa. John se llevó a Helen, a paso lento, mientras Nick hacía lo mismo con su hermano. La tormenta había estallado de pronto, cuando el sacerdote empezaba a leer el servicio ante el pequeño ataúd.
Nick y John parecían estar guiando a dos personas ciegas e indefensas a través del cementerio. Los llevaron a un mausoleo y allí los dejaron para ir en busca de los caballos.
Joe se dejó caer pesadamente en un banco de hierro. La criatura había sido varón. Su primer hijo. En los oídos le resanaba cada una de las palabras que había dicho a _________________ sobre ese niño, pensando que no era suyo. Escondió la cabeza entre las manos.
–Joe–dijo Helen, sentándose junto a él para echarle un brazo sobre los hombros. Se habían tratado muy poco desde aquel día en que ella se lamentara a gritos por no haber matado a su hija antes que permitirle casarse con él. El correr de los meses había cambiado muchas cosas.
Ahora Helen sabía lo que representaba amar a alguien, y reconocía ese amor en los ojos de Joe. Veía el dolor que le causaba la pérdida del hijo y el miedo de perder a _________________.
Joe se volvió hacia su suegra, olvidada toda hostilidad entre ambos. Vio y recordó sólo que ella era la madre de su amada. La rodeó con los brazos, pero sin estrecharla. Fue Helen quien lo abrazó y quien sintió el calor de sus lágrimas a través del vestido empapado por la lluvia.
Y así, ella también halló desahogo para sus propias lágrimas.
Joan se había sentado junto a su ama. _________________ dormía, descolorida y con el pelo húmedo por el sudor.
–Se recuperará pronto–dijo la doncella a Joe, sin esperar la pregunta.
–No estoy tan seguro–respondió él, tocando la mejilla caliente de su esposa.
–Es que sufrió una caída horrible–adujo la muchacha, mirando a Joe con intención.
Él se limitó a asentir, más preocupado por _________________ que por el curso de la conversación.
–¿Qué piensas hacer con ella?–Continuó Joan.
–¿Qué puedo hacer? Sólo espero que se reponga cuanto antes.
Joan movió la mano en un gesto despectivo.
–Me refiero a Lady Alice. ¿Qué castigo piensas imponerle por la mala treta que te ha jugado? ¡Treta!–resopló–¡Una treta que podría haber costado la vida a mi señora!
–No digas eso–gruñó Joe.
–Vuelvo a preguntarte: ¿qué castigo has pensado?
–¡Cuida tu lengua, mujer! No sé de ninguna mala treta.
–¿No? En ese caso diré lo que debo decir. En la cocina hay una mujer que llora a mares. Dice que Lady Alice le dio una moneda de oro para que condujera a mi señora hasta donde tú estabas, en la cama con esa meretriz. La muchacha dice que se creyó capaz de cualquier cosa por el dinero, pero no había pensado en el asesinato. Dice que es culpable de la muerte del bebé y de la posible muerte de Lady _________________. Teme ir al infierno por lo que hizo.
Joe comprendió que era hora de enfrentarse a la verdad.
–Me gustaría ver a esa mujer y hablar con ella–dijo en voz baja.
Joan se levantó.
–Traeré a la muchacha, si la hallo.
Joe permaneció sentado junto a _________________, observándola. Notó que le iba volviendo el color natural.
Algo más tarde, Joan regresó trayendo a rastras a una asustada sirvienta.
–¡He aquí a la puerca!–Exclamó, dando a la muchacha un fuerte empellón–. Mira a mi pobre ama, allí tendida. Has matado a un bebé y es posible que ella también muera. ¡Una señora que nunca ha hecho daño a una mosca! ¿Sabes que muchas veces me regañaba por no tratar bien a bazofias como tú?
–¡Silencio!–Ordenó Joe. Era obvio que la criada tenía mucho miedo–. Cuéntame lo que sabes sobre el accidente de mi esposa.
–¡Accidente! ¡Ja!–Resopló Joan. Pero calló ante la mirada de Joe.
La muchacha, arrojando miradas furtivas a los rincones del cuarto, narró su historia en frases vacilantes, entrecortadas. Al fin, se arrojó a los pies de Joe.
–¡Sálveme, señor, por favor! ¡Lady Alice me matará!
La cara de Joe no mostró piedad alguna.
–¿Y tú me pides ayuda? ¿Qué ayuda prestaste a mi esposa o a nuestro hijo? ¿Quieres que te lleve a la tumba donde lo hemos sepultado?
–No–lloró la muchacha, desesperada, tocando el suelo con la cabeza.
–¡Levántate!–Ordenó Joan–. ¡Ensucias el suelo de esta habitación!
–Llévatela–dijo Joe–. No soporto verla.
Joan levantó a la criada tirándole del pelo y la llevó a puntapiés hacia la puerta.
–Oye–intervino Joe–. Llévala a John Bassett y dile que la proteja.
–¡Que la proteja!–Estalló la doncella. Y endureció la mirada. Con voz falsamente sumisa, dijo:–Sí, señor.
Una vez que hubo cerrado la puerta torció el brazo a la muchacha.
–Mata al bebé de mi señora y debo hacerla proteger–murmuró–. No, me encargaré de que reciba lo que merece.
Cuando la tuvo en el tope de la escalera, apretó con más fuerza el brazo de la aterrorizada sirvienta.
–¡Basta! ¡Quédate quieta!–Gruñó John Bassett, que no se había alejado mucho de aquella habitación en los últimos días–. ¿Es esta la mujer a quien Lady Alice sobornó? No había una sola persona en el castillo que ignorara la historia de la traición de Alice.
–Oh, señor, por favor...–rogó la muchacha, cayendo de rodillas–. No deje que me maten. No volveré a hacer nada de eso.
John iba a hablar, pero clavó en Joan una mirada de disgusto y levantó a la muchacha. La doncella permaneció varios minutos siguiéndolos con la vista.
–Lástima que él se la llevara–dijo una voz serena a su espalda–. Podrías haberme ahorrado el trabajo.
Joan giró en redondo para enfrentarse a Alice Chartworth.
–Preferiría verte a ti al pie de la escalera–le espetó.
Los ojos azules de la enemiga echaron llamas.
–¡Pagarás esto con tu vida!
–¿Aquí? ¿Ahora?–La provocó Joan–. ¿Por qué vacilas? Estoy en el borde de la escalera.
Alice tuvo la tentación de dar a aquella muchacha un fuerte empujón, pero Joan parecía fuerte y ella no podía arriesgarse a perder esa batalla.
–Después de lo que has hecho, cuida tu vida–le advirtió.
–No; cuidaré mi espalda, porque la gente como tú ataca por ahí. Contratas a alguien para que haga el trabajo sucio y después sonríes llena de hoyuelos, como una inocente.
Joan la miró fijamente y se echó a reír. Siguió riendo mientras se alejaba, hasta llegar a la habitación de su señora.
Joe y la partera velaban sobre _________________.
–Se ha iniciado la fiebre–dijo la anciana en voz baja–. Ahora las plegarias serán tan útiles como cualquier otra cosa.













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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 14th 2012, 19:02

No sé. Siento lastima y cierta ternura por Joe.
Pero igual, el tiene parte de la culpa. ¡Le dijo tantas palabras lindas a Alice al inicio!
Que por logica ella iba a ilusionarse más, y ahora que Joe no la quiere, ella deseaba hacer hasta lo imposible por tener a Joe.
¡ES QUE LA ODIO!
______ perdió el bebé, ¡Era un niño! Imaginate, tan importante es tener un niño en la novela, ¡Y por culpa de la bruja de Alice lo perdió! ______ amaba a ese bebé y...
¡VOY A LLORAR! Lo digo enserio, es que, Dios.
¿¡Porque!?
Solo necesito leer el siguiente capitulo, saber si ______ se recuperará y eso.
¡Siguela!
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 15th 2012, 00:08

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 15th 2012, 17:42

Diosssssssss me encantaaaaa esta noveee!!! y me encantan los caps! pero... ahss odio a alice iso qe ____ perdiera al bebe!!! ahss y joe es muy lindo cuando se preocupa pero... ahss odio a alice ojala muera vieja y sola! muajajajaj! >Very Happy okno ._. buenoo que digoo SIGUELAA YA MUJERR
PD: siguela me gusta
PD de la PD: ya te dije que la siguieras? pues SIGUELAAA
PD de la PD de la PD : ya dejo las PD, y me callo siguela! tiste
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 15th 2012, 22:27

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 16th 2012, 11:44

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa cheers
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 17th 2012, 10:07

SIGUELAAAAAA Baila
SIGUELAAAAAA Canta
SIGUELAAAAAA GP
SIGUELAAAAAA Lool
SIGUALAAAAAA lol!
SIGUELAAAAAA lol!
SIGUELAAAAAA Lool
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PLISSSSSSSSSS tiste
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 17th 2012, 12:52

¡Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Bye.
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 17th 2012, 20:22

SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAA cheers
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 17th 2012, 23:45

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 18th 2012, 07:38

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa cheers
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 18th 2012, 12:35

por dios
Alice es un ramera de cuidado la odio
_______ perdio el bebe y ahora casi esta por morirse
que mal siguelaa plisss
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 19th 2012, 00:21

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 19th 2012, 08:32

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 19th 2012, 09:30














Capítulo 28












___________ soñaba. Sentía el cuerpo acalorado y dolorido; le costaba concentrarse en lo que estaba ocurriendo. Allí estaba Joe, sonriéndole, pero su sonrisa era falsa. Detrás de él, los ojos de Alice Chartworth relumbraban triunfalmente.
–He ganado–susurró la mujer–. ¡He ganado!
___________ despertó poco a poco. Surgió del sueño con nerviosismo, pues le parecía tan real como el dolor del cuerpo. Se sentía como si hubiera dormido durante varios días en una tabla. Movió la cabeza a un lado.
Joe dormía en una silla, junto a la cama. Aún dormido se lo veía tenso, como dispuesto a levantarse de un salto. Estaba ojeroso y los pómulos le sobresalían bajo la piel. Su barba mostraba un crecimiento de varios días.
___________ lo miró por varios segundos, intrigada, preguntándose por qué su marido estaba tan demacrado y por qué le dolía tanto el cuerpo.
Movió la mano bajo las mantas para tocarse el vientre. Ya no estaba duro ni levemente redondeado, sino hundido y blando. ¡Y qué horriblemente vacío!
Entonces lo recordó todo. Recordó a Joe acostado con Alice, aunque había dicho que ya no la quería. ___________ había empezado a creerle, a soñar un buen futuro para ambos, en la felicidad que tendrían cuando naciera el niño. ¡Qué necia había sido!
–___________–murmuró Joe con voz extrañamente ronca. Se sentó en el borde de la cama y le tocó la frente.–La fiebre ha pasado–dijo con alivio–. ¿Cómo te sientes?
–No me toques–susurró ella–. Aléjate de mí.
Joe asintió, con los labios reducidos a una línea dura.
Antes de que ninguno de ellos pudiera hablar, se abrió la puerta, dando paso a Nick. La expresión preocupada de su cara dejó sitio a una amplia sonrisa al encontrarla despierta. Se acercó a paso rápido por el lado opuesto de la cama.
–Mi dulce hermanita–murmuró–. Teníamos miedo de perderte.
Y le tocó el cuello con suavidad.
Ante la aparición de un rostro familiar y amado, ___________ sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. Nick frunció el entrecejo y miró a su hermano, pero este sacudió la cabeza.
–Vamos, tesoro–dijo él, abrazando a la muchacha–, no llores.
–¿Era varón?–Susurró ella.
Nick se limitó a asentir con la cabeza.
–¡Lo he perdido!–Gritó ella, desesperada–. Ni siquiera ha tenido la oportunidad de vivir y lo he perdido. Oh, Nick, tanto como deseaba yo a ese niño. Habría sido bueno, amable y bellísimo.
–Sí–concordó Nick–, alto y moreno como el padre.
Los sollozos eran desgarradores.
–¡Sí! Cuando menos mi padre tenía razón con respecto a los varones. ¡Pero ha muerto!
Nick miró a su hermano. Era difícil determinar quién era el más desesperado, si ___________ o él.
Joe nunca había visto llorar a su esposa. Ella le había demostrado hostilidad, pasión, humor... pero nunca aquel horrible dolor.
El hecho de que no lo compartiera con él le inspiró una profunda tristeza.
–___________–dijo su hermano–, tienes que descansar. Has estado muy grave.
–¿Cuánto hace que estoy enferma?
–Tres días. La fiebre ha estado a punto de llevarte.
Ella sollozó. De pronto se apartó de él.
–¡Nick, tú debías ponerte en viaje! Llegarás tarde a tu propia boda.
Él asintió con aire sombrío.
–Tenía que casarme esta mañana.
–Y la has abandonado ante el altar.
–Espero que se haya percatado de mi retraso antes de llegar hasta allí.
–¿Le has enviado algún mensaje?
Él movió la cabeza en un gesto negativo.
–A decir verdad, me he olvidado. Estábamos preocupadísimos por ti. No sabes cuán cerca has estado de la muerte.
En realidad, ___________ se sentía débil y muy cansada.
–Tienes que volver a dormir.
–Y tú ¿irás a conocer a tu novia?–Preguntó la muchacha, dejándose acostar.
–Ahora sí, ya seguro de que la fiebre ha cedido.
–Promételo–exigió ella, fatigada–. No debes comenzar tu matrimonio como comenzó el mío. Quiero algo mejor para ti.
Nick echó un vistazo a su hermano.
–Lo prometo. Partiré en menos de una hora.
Ella asintió. Se le cerraban los ojos.
–Gracias–susurró. Y se quedó dormida.
Joe se levantó de la cama al mismo tiempo que su hermano.
–Yo también me he olvidado de tu casamiento.
–Tenías otras cosas en que pensar–fue la respuesta–. ¿Sigue enfadada contigo?
Nick recibió una mirada cínica.
–Más que enfadada, diría yo.
–Háblale. Explícale lo que sientes. Dile la verdad sobre Alice. Te creerá.
Joe miró a su esposa dormida.
–Tienes que preparar tu equipaje. Tu novia escocesa te despellejará.
–Si se conformara con mi pellejo, se lo daría de buen grado.
Los dos salieron de la habitación, cerrando la puerta.
–En Navidad–dijo Joe, estrechando a su hermano contra el cuerpo, sonriente–. Tráenos a tu esposa en Navidad.
–Lo haré. ¿Hablarás con ___________?
Él asintió.
–Cuando esté más descansada. Y yo, bañado.
Nick sonrió.
Joe no se había apartado de aquel cuarto durante los tres días de fiebre. Le dio un afectuoso coscorrón y se alejó por el pasillo.


Cuando ___________ volvió a despertar, la habitación estaba a oscuras.
Joan dormía en un jergón, cerca de la puerta.
–Joan–susurró. Se sentía algo más fuerte, con la cabeza despejada y muy hambrienta.
La muchacha se levantó de inmediato.
–Mi señora–dijo, muy sonriente–. Lord Joe dijo que ya estabas mejor, pero no quise creerle.
–Quiero un poco de agua–pidió ___________ con los labios resecos.
–Sí–Joan reía alegremente al acercarle la taza–. No tan deprisa, señora.
Se abrió la puerta, dando paso a Joe, que entró con una bandeja de comida.
–No quiero verlo–dijo ___________ con firmeza.
–¡Vete!–Ordenó él a la doncella.
La muchacha dejó la taza y se retiró apresuradamente.
Joe dejó la bandeja en una mesa pequeña, junto a la cama.
–¿Te sientes mejor?
Ella lo miró con fijeza, pero sin responder.
–Te he traído algo de caldo y un trozo de pan. Debes de tener mucha hambre.
–No quiero nada de ti. Ni comida ni compañía.
–Estás actuando como una niña, ___________–observó él con gran paciencia–. Volveremos a hablar cuando te sientas bien.
–¿Crees que el tiempo me hará cambiar de idea? ¿Acaso el tiempo me devolverá al bebé? ¿Me permitirá el tiempo abrazarlo, amarlo, ver el color de sus ojos?
Él retiró las manos de la bandeja.
–También era mi hijo. Yo también lo he perdido.
–¡Conque al menos de eso estás enterado! ¿Tengo que darte el pésame por tu pérdida? Ni siquiera lo creías tuyo. ¿O también mentiste al respecto?
–No te he mentido, ___________. Si quisieras escucharme, te lo contaría todo.
–¿Escucharte?–Dijo ella con serenidad–. ¿Acaso tú me has escuchado alguna vez? Desde que nos casamos he tratado de complacerte, pero cuanto yo hacía te enfurecía. Siempre me hacías sentir que me estabas comparando con otra.
–___________–insistió él, tomándole la mano.
–¡No me toques! Tu contacto me mancilla.
Los ojos del joven pasaron de grises a negros.
–Tengo algo que decirte y lo diré, aunque trates de impedirlo. Gran parte de lo que dices es cierto. Estuve enamorado de Alice o creí estarlo. Me enamoré de ella antes de haber oído una palabra suya. Inventé una imagen de mujer y ella se convirtió en esa imagen. Nunca pasamos mucho tiempo juntos, sólo breves momentos de vez en cuando. En realidad yo no la conocía; sólo veía en ella lo que deseaba ver.
___________ no respondió. Joe no pudo leerle los pensamientos.
–Me resistí a amarte–prosiguió él–, convencido de que mi corazón pertenecía a Alice. Ahora sé que me equivocaba, ___________. Hace mucho tiempo que te amo. Tal vez te amé desde el principio. Sé, con certeza, que ahora te amo con todo mi corazón, con toda mi alma.













Hizo una pausa para observarla, pero la expresión de la enferma no cambió.
–¿Quieres que me arroje a tus brazos y te declare mi gran amor? ¿Es eso lo que esperas de mí?
Joe quedó atónito. Tal vez era eso lo que esperaba.
–¡Por tu lujuria ha muerto mi hijo!
–¡No fue mi lujuria!–Exclamó Joe, apasionado–. Me hicieron caer en una trampa, Nick y yo nos excedimos en la bebida. Podría haber estado durmiendo con un leopardo sin saberlo.
___________ sonrió gélidamente.
–¿Y disfrutaste del leopardo y sus garras, como antes?
Joe la miró con frialdad.
–He tratado de explicarte mi conducta, pero no escuchas. Te he declarado mi amor. ¿Qué más puedo hacer?
–Al parecer, no comprendes. No me importa que me ames o no. Tu amor carece de validez, porque lo das libremente a quien te lo reclame. En otros tiempos habría hecho cualquier cosa por oír esas palabras, pero ya no me son dulces al oído. La muerte de mi hijo me ha quitado de la mente cuentos de hadas tales como el amor.
Joe se echó hacia atrás en el asiento. No sabía qué más decir.
–Me he equivocado en todo sentido. Tienes derecho a estar enfadada.
–No–sonrió ella–, no estoy enfadada. Tampoco te odio. Simplemente, la vida contigo me resulta intolerable.
–¿A qué te refieres?
–Suplicaré al rey que pida mi divorcio al Papa. No creo que el mismo pontífice me exija vivir contigo después de esto. Retendrás la mitad de mis tierras y...
Pero se interrumpió, pues Joe acababa de levantarse.
–Te enviaré a Joan. Tienes que comer–dijo él. Y se marchó.
___________ se recostó en las almohadas. Se sentía exhausta. ¿Cómo creer en el amor cuando sólo veía a Alice asomando bajo su cuerpo desnudo?
___________ permaneció en cama tres días más. Dormía mucho y comía con abnegación, pero estaba tan deprimida que la comida tenía poca importancia para ella. Se negaba a recibir a nadie, especialmente a su esposo. Joan prefería reservarse sus opiniones y apenas hablaba con su señora.
En la mañana del cuarto día le arrebató los cobertores.
–Hoy no permanecerás en cama. Hay mucho que hacer y necesitas ejercicio.
Tomó una bata nueva, tendida a los pies de la cama para reemplazar la de terciopelo verde, estropeada por la sangre. También era de terciopelo, pero de color gris intenso, con amplio cuello de visón y un borde de la misma piel a lo largo de la parte frontal y alrededor del bajo.
Un intrincado bordado de oro le cubría los hombros.
–No quiero levantarme–protestó la muchacha, volviéndose.
–¡Pues lo harás!
___________ estaba aún demasiado débil para resistirse. Joan tiró de ella sin dificultad y le ayudó a ponerse la bata. Luego la condujo hasta el asiento de la ventana.
–Ahora te quedarás aquí mientras pongo sábanas limpias.
La brisa de verano refrescaba agradablemente la cara de la enferma. Desde allí se gozaba una espléndida vista de jardín. Se recostó contra el marco para observar a la gente que se movía abajo.


–¿Joe?–Dijo alguien junto al joven, en voz baja.
Él estaba solo en el jardín, sentado en un sitio donde pasaba largos ratos en los últimos días. Aquella voz lo hizo girar en redondo. Era Alice, con la piel radiante por la luz de la mañana. Joe había postergado deliberadamente su enfrentamiento con ella, pues no confiaba en sus propias reacciones.
–¿Cómo te atreves a acercarte a mí?
–Por favor, permíteme explicar...
–No, no puedes explicar nada.
Alice apartó la vista, llevándose una mano a los ojos.
Cuando volvió a mirarlo había allí dos grandes lágrimas centelleantes. Joe se preguntó cómo era posible que aquellas lágrimas hubieran tenido, en otros tiempos, el poder de conmoverlo. ¡Qué diferentes eran las de _________________! Grandes sollozos desgarradores que parecían destrozarla. ___________ lloraba por dolor, no para aumentar su belleza.
–Lo hice sólo por ti–dijo Alice–. Mi amor por ti es tan poderoso que...
–¡No me hables de amor! Dudo que sepas lo que significa esa palabra. ¿Sabes que he interrogado a la muchacha a quien pagaste para que te llevara a ___________? Lo planeaste bien, ¿no?
–Joe, yo...
Él la aferró por los brazos para sacudirla.
–¡Has matado a mi hijo! ¿Eso no significa nada para ti? Y has estado a punto de matar a mi esposa... la mujer que amo–apartó a Alice de un empujón–. Podría llevarte ante un tribunal por lo que has hecho, pero me siento tan culpable como tú. Fui un necio al no comprender cómo eras.
Alice levantó la mano y le dio una bofetada en plena cara. Él se lo permitió, sintiendo que la merecía.
–Aléjate de mi vista. Siento la tentación de retorcerte el cuello.
Alice giró en redondo y huyó del jardín.


Ela salió de entre las sombras.
–Te dije que no lo buscaras. Te dije que era preciso esperar. Él está muy enfadado y tú te lo mereces.–La vieja doncella quedó intrigada al ver que su ama se alejaba por un callejón, por detrás de la cocina.
Alice se apoyó contra la pared. Le temblaban los hombros. Ela se le acercó para atraerla hacia su amplio seno.
Esta vez, la muchacha lloró sinceramente.
–¡Él me amaba!–Dijo entre grandes sollozos–. Él me amaba y ahora no. Ya no me queda nada.
–Silencio, tesoro–la tranquilizó Ela–. Te quedo yo. Siempre te quedaré yo.–La estrechaba contra sí como cuando Alice era una encantadora niñita que lloraba por la escasa atención de su madre–. Lord Joe es sólo un hombre, pero hay otros. Eres muy bella. Habrá muchos que te amen.
–¡No!–Replicó la joven, con tanta violencia que se le estremeció todo el cuerpo–. Lo quiero sólo a él, a Joe. ¡Otro no me Sirve!
Ela trató de calmarla, pero no pudo.
–Lo tendrás–aseguró al fin.
Alice levantó la cabeza, con los ojos y la nariz hinchados y rojos.
–¿Me lo prometes?
Ela asintió.
–¿Acaso no te he dado siempre lo que deseabas?
–Sí–reconoció la joven–. Y ¿me traerás a Joe?
–Lo juro.
Alice sonrió. Luego, en un raro arrebato de afecto, dio a Ela un rápido beso en la mejilla. Los viejos ojos se nublaron. Ela era capaz de cualquier cosa por aquella dulce niña, tan incomprendida por quienes la rodeaban.
–Vamos arriba–dijo con dulzura–. Diseñaremos un vestido nuevo.
–Sí–sonrió Alice, sorbiendo ruidosamente por la nariz–. Esta mañana vino un mercader que trajo lanas francesas.
–Vamos a verlas.


___________ había presenciado por la ventana parte de la escena, pero sólo hasta el momento en que su esposo se volvió para hablar con su amante.
–Quiero ver al rey, Joan–dijo, apartándose de la ventana.
–No puedes pedir al rey Enrique que suba hasta aquí, mi señora.
–No es esa mi intención. Si me ayudas a vestirme, bajaré para hablar con él.
–Pero...
–¡No discutas!
–Sí, señora–aceptó Joan con voz ronca.
Una hora después, la enferma reapareció en el salón grande, apoyándose con pesadez en el brazo de su doncella.
Un joven se acercó a saludarla.
–David Henrie, mi señora, por si no me recuerdas.
–Claro que te recuerdo–___________ logró sonreír un poquito–. Eres muy amable al ayudarme.
–Un placer. ¿Deseas ver al rey?
Ella asintió con gravedad. Tomó el brazo de David y él la condujo hasta la cámara real. Era un cuarto elegante, de grandes vigas, con paneles de madera que fingían pliegues y suelas de roble cubiertos de alfombras persas.
–¡Condesa!–Exclamó el monarca al verla. Tenía en el regazo un manuscrito iluminado–. No deberías haber abandonado el lecho tan pronto.–Apartó el libro y la tomó por el otro abrazo.
–Ambos son muy amables–agradeció ella, mientras la ayudaban a sentarse–. Me gustaría hablar contigo, Majestad, sobre un asunto privado.
Enrique hizo una señal a David, que los dejó solos.
–¿Cuál es ese asunto tan importante que te ha obligado a fatigarte para hablar conmigo?
_________________ bajó la vista a sus manos.
–Quiero divorciarme.
El rey Enrique guardó silencio durante un momento.
–El divorcio es una grave empresa. ¿Tienes motivos?
Había dos tipos de divorcio, y tres motivos para cada uno de ellos.
Lo mejor que _________________ podía pedir era una separación que le permitiera vivir alejada de su esposo por el resto de su vida.
–Adulterio–dijo en voz baja.
Enrique estudió la respuesta.
–Si se autorizara el divorcio por ese motivo, ninguno de los dos podría volver a casarse.
–Yo no quiero hacerlo. Ingresaré en un convento. Para eso fui preparada.
–¿Y Joe? ¿Le negarías el derecho de tomar una nueva esposa que le diera hijos?
–No–susurró ella–. Él tiene sus derechos.
El rey la observaba con atención.
–En ese caso, tenemos que buscar un divorcio que anule el casamiento. ¿No están ligados por vínculos de parentesco?
Ella volvió a menear la cabeza, pensando en Walter Demari.
–¿Y Joe? ¿No estaba comprometido con otra?
___________ levantó el mentón.
–Propuso casamiento a otra mujer.
–¿Quién era ella?
–Lady Alice Chartworth.
–Ah...–Enrique, suspirando, se reclinó en la silla.–Ahora la dama es viuda y él quiere desposarla.
–En efecto.
El monarca frunció el entrecejo.
–No me gusta el divorcio, pero tampoco me gusta que mis condes y condesas sean tan desdichados. Esto costará mucho. Estoy seguro de que el Papa exigirá una donación de una capilla o de un convento.
–Lo haré.
–Permíteme pensarlo, Lady ___________. Debo conversar con las demás personas involucradas antes de tomar una decisión.–Y llamó:– David, lleva a la condesa a su cuarto y encárgate de que pueda descansar.
David, con una amplia sonrisa, acudió para ayudarla a levantarse.


–Lady ___________ parecía muy triste–comentó la reina Isabel, que entró en el momento en que _________________ se retiraba–. Sé lo que se siente al perder a un hijo.
–No se trata de eso. Al menos, no es sólo él ni lo que la aflige, quiere divorciarse de Joe.
–¡No!–La reina dejó caer el tejido en el regazo–. Nunca he visto a dos personas tan enamoradas. Discuten, sí, pero he visto a Lord Joe alzarla en brazos para besarla.
–Al parecer, no es Lady ___________ la única persona que recibe sus besos.
Isabel guardó silencio. Pocos hombres eran fieles a sus esposas.
Ella sabía que hasta su esposo, algunas veces...
–¿Y Lady ___________ pide el divorcio por ese motivo?
–Sí. Al parecer, Joe propuso casamiento a Lady Alice Chartworth antes de su enlace con ___________. Es un contrato verbal y causal de divorcio, siempre que esa mujer acepte a Joe.
–Lo aceptará–dijo Isabel, furiosa–. Para ella será una alegría quedarse con Joe. Se ha esforzado mucho por conquistarlo.
–¿De qué estás hablando?
La reina contó brevemente a su esposo los rumores que circulaban por el castillo sobre el motivo por el que Lady ___________ había caído de la escalera.
Enrique frunció el entrecejo.
–No me gusta que ocurran esas cosas entre mis súbditos. Joe debería haber sido más discreto.
–No se sabe si él llevó a la mujer a su cama o si ella misma se puso allí.
El rey rió entre dientes.
–¡Pobre Joe! No quisiera estar en su situación.
–¿Has hablado con él? No creo que desee este divorcio–aseguró Isabel.
–Pero si estaba comprometido con Lady Alice antes de casarse...
–En ese caso, ¿por qué se casó ella con Edmund Chartworth?
–Comprendo–dijo el monarca, pensativo–. Creo que esto necesita más investigación. Hay más de lo que aparece a simple vista. Dialogaré con Joe y con Lady Alice.
–Espero que no te demores mucho con esas conversaciones.
–No comprendo.
–Si se permite que ___________ se separe de su esposo, el matrimonio estará acabado; pero si se los forzara a permanecer juntos, podrían comprender que se aman.
Enrique le sonrió con afecto. Su esposa era una mujer sabia.
–En verdad tardaré mucho tiempo en enviar un mensaje al Papa.– Al ver que ella se levantaba, agregó:–¿Adónde vas?
–Deseo cambiar unas palabras con Sir David Henrie. Tal vez esté dispuesto a ayudar a una dama en apuros.
Enrique le echó una mirada de desconcierto. Luego recogió su manuscrito.
–Sí, querida mía. No dudo que tú manejarás todo esto sin mi ayuda.

Dos horas después se abrió violentamente la puerta de ___________.
Joe entró a grandes pasos, con la cara oscurecida por la furia. ___________ levantó la vista del libro que tenía en el regazo.
–¡Has pedido el divorcio al rey!–Vociferó él.
–En efecto–respondió ella con firmeza.
–¿Piensas revelar nuestras diferencias ante el mundo?
–Sí, si es necesario para liberarme de ti.
Joe la fulminó con los ojos.
–¡Qué mujer tan terca eres! ¿Nunca ves más allá de tu opinión? ¿Nunca razonas?
–Tu modo de razonar no es el mío. Tú quieres que te perdone una y otra vez el adulterio. Lo he hecho muchas veces, pero ya no puedo. Quiero liberarme de ti e ingresar en un convento, como debería haber hecho hace tiempo.
–¡Un convento!–Exclamó él, incrédulo.
Después sonrió con aire de burla. Dio un rápido paso en dirección a la muchacha y le rodeó los hombros con un brazo. La levantó de la cama para besarla, y no fue un beso suave. Pero su misma brusquedad excitó a ___________, que le rodeó el cuello con los brazos, estrechándose violentamente contra él. Joe la soltó de pronto y la dejó caer en el colchón de plumas, los costados blandos se elevaron a su alrededor.
–Pues vete convenciendo de que nunca te librarás de mí. Cuando estés dispuesta a admitir que yo soy el hombre que necesitas, ven a buscarme. Tal vez te acepte a mi lado otra vez.
Giró en redondo y salió con paso firme antes de que ___________ pudiera decir una palabra.


Joan estaba de pie en el vano de la puerta, con cara de adoración.
–Pero, ¿cómo se atreve...?–Balbuceó ___________. Pero se interrumpió ante la expresión de su doncella–. ¿Por qué me miras así?
–Porque te equivocas. Ese hombre te ama. Te lo ha dicho y tú no quieres entenderlo. He estado de parte tuya, señora, desde que te casaste, pero ya no.
–Pero esa mujer...–protestó la joven, con voz extraña y suplicante.
–¿No puedes perdonarlo? Él creyó amarla. No sería tan hombre si estuviera dispuesto a olvidar a una mujer amada con sólo ver a otra. Le exiges mucho.
–¡Pero mi bebé!–Exclamó ____________ con lágrimas en la voz.
–Te he explicado ya la traición de Lady Alice. ¿Para qué sigues cargando la responsabilidad sobre tu esposo, señora?
___________ guardó silencio durante un momento. La pérdida de la criatura dolía mucho. Tal vez quería culpar a alguien, y Joe era una persona adecuada para cargar con todo. Pero sabía que Joan decía la verdad con respecto a Alice. Aquella noche las cosas habían ocurrido con demasiada rapidez; ahora, pasados varios días, se daba cuenta de que Joe había estado demasiado inerte sobre el cuerpo de Alice.
–Él dice que te ama a ti–continuó la doncella en voz más baja.
–¿Es que te pasas la vida escuchando detrás de las puertas?–Le espetó _________________.
Joan sonrió.
–Me gusta saber qué les pasa a las personas que me interesan. Él te ama, señora. ¿Qué sientes tú por él?
–Yo... no lo sé.
Joan barbotó un juramento que escandalizó a su ama.
–Tu madre debería enseñarte algunas cosas además de llevar registros contables, señora. No creo haber visto a otra mujer tan enamorada como tú lo estás de Lord Joe. No has apartado los ojos de él desde que desmontó de aquel caballo blanco, el día de tu boda. Sin embargo, le resistes a cada instante... y él a ti–agregó antes de que ___________ pudiera interrumpirla–. ¿Por qué no dejan sus mercedes de reñir y hacen otros bebés? Me gustaría tener uno que cuidar.
___________ sonrió. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
–Pero él no me ama, en realidad. Y aunque así fuera, está furioso conmigo. Si me acercara a decirle que no quiero el divorcio, que... que...
La doncella se echó a reír.
–Ni siquiera puedes decirlo. Lo amas, ¿verdad?
___________ hizo una pausa, muy seria, antes de responder.
–Sí, lo amo.
–Ahora tenemos que trazar nuestros planes. No puedes ir en su busca: le darías motivos para jactarse eternamente. Además, no sabrías cómo hacerlo. Te mostrarías fría y lógica, en vez de llorar y suspirar.
–¿Llorar y...?– ___________ parecía ofendida.
–¿Te das cuenta de lo que quiero decir, señora? Cierta vez tú dijiste que yo daba demasiada importancia al aspecto personal, y yo dije que tú le dabas demasiado poca. Por una vez tienes que usar tu belleza en beneficio propio.
–Pero ¿cómo? Joe me ha visto con todos los ropajes. Mi aspecto no le causará efecto alguno.
–¿Eso piensas?–Joan se echó a reír–. Préstame atención. En pocos días haré que Lord Joe esté arrastrándose a tus pies.
–Sería bonito, para variar–sonrió ___________–. Sí, me gustaría.
–Deja las cosas de mi cuenta. Abajo hay un mercader italiano que trae paños...
–¡No necesito más ropa!–Protestó ___________, echando un vistazo a los cuatro grandes arcones que tenía en el cuarto.
La doncella sonrió con aire secreto.
–Deja que yo me encargue de los hombres. Tú limítate a descansar, porque necesitarás de todas tus fuerzas.


La noticia de que ___________ pedía el divorcio se esparció como fuego por toda la Corte. El divorcio no era algo desacostumbrado, pero aquel matrimonio era muy reciente. Las reacciones fueron extrañas. Las mujeres, herederas huérfanas o jóvenes viudas, acudieron en tropel a Joe, percibiendo que su largo amorío con Alice Chartworth había terminado. Por lo visto, su encantadora esposa no tenía reclamación alguna que hacer. Para ellas Joe era un hombre sin vínculos amorosos, que pronto necesitaría a una de ellas como esposa.


Pero los hombres no corrieron en busca de ___________. No eran dados a actuar primero y a pensar después. La reina mantenía a la joven a su lado, otorgándole un tratamiento preferencial o según el modo de ver masculino, custodiándola como una osa a sus cachorros. Los hombres sabían también que el rey Enrique no solía retener en la Corte a una pareja distanciada, pues no le gustaba el divorcio y habitualmente despedía a los súbditos que estaban en esa situación. En verdad, Lady ___________ era encantadora y muy rica, pero con demasiada frecuencia uno sentía sobre sí los ojos de Joe cuando contemplaba durante demasiado tiempo a aquella belleza de ojos dorados. Más de uno expresó la opinión de que una buena paliza habría impedido que ___________ hiciera públicas sus diferencias.


–¿Señora?
___________ levantó la vista de su libro y sonrió a David Henrie. Su nuevo vestido era muy sencillo: tenía un escote cuadrado y largas mangas ajustadas; bajaba hasta más allá de sus pies, de modo que formaba un pequeño charco de tela en el suelo cuando ella se levantaba. Para caminar, tenía que cargar parte de la falda sobre el brazo. Los costados estaban bien ceñidos por ataduras. Pero lo original era su color: negro como la medianoche. No tenía cinturón ni manto. Le rodeaba el cuello una filigrana de oro con grandes rubíes. ___________ llevaba el pelo suelto sobre la espalda y sin cubrir. Había vacilado ante el vestido negro, preguntándose hasta qué punto era adecuado; no sospechaba que el negro haría brillar su piel como una perla. El oro del collar reflejaba el tono de sus ojos y los rubíes quedaban en un segundo plano bajo el fulgor de su cabellera rojo–dorada.
David apenas logró contenerse para no mirarla con la boca abierta.
Por lo visto, ___________ ignoraba que estaba volviendo locos a los hombres de la Corte, y no sólo a su esposo.
–¿Vas a permanecer dentro en un día tan hermoso?–Consiguió balbucear el muchacho.
–Así parece–sonrió ella–. A decir verdad, hace varios días que no me alejo mucho de estos muros.
Él le ofreció el brazo.
–¿Y no querrías pasear conmigo?
___________ se levantó, aceptando su brazo.
–Sería un verdadero placer, amable señor.
Tomó aquel brazo con firmeza, feliz de conversar otra vez con un hombre. Desde hacía varios días todos parecían evitarla. La idea la hizo reír en voz alta.
–¿Te divierte algo, mi señora?
–Se me ha ocurrido que debes de ser un hombre valiente. En esta última semana he comenzado a pensar que quizás esté enferma de peste o de algo peor. Basta que yo mire a un hombre para que él huya subrepticiamente como si corriera un peligro mortal.
A David le tocó entonces el turno de reír.
–No eres tú quien los ahuyenta, sino tu esposo.
–Pero quizá... pronto no sea ya mi esposo.
–¿Quizás?–Inquirió David, arqueando una ceja–. Me parece percibir ahí una nota de incertidumbre.
___________ guardó silencio por un instante.
–Temo que soy transparente.
Él le cubrió una mano con la suya.
–Te enfadaste mucho... y con razón. Lady Alice...–se interrumpió al notar que ella se ponía rígida–. No ha sido correcto de mi parte mencionarla. ¿Has perdonado a tu esposo?
___________ sonrió.
–¿Es posible amar sin perdonar? Si es posible, ese parece ser mi destino.
–¿Por qué no te acercas a él y pones fin a este distanciamiento?
–¡Oh, no conoces a Joe, Lord David! Tendría que soportar sus jactancias y sus sermones.
David rió entre dientes.
–Entonces necesitas que él venga por propia voluntad.
–Es lo que dice mi doncella, aunque no me ha indicado cómo lograrlo.
–Sólo hay una manera. Tu esposo es hombre celoso, señora. Si dedicas parte de tu tiempo a otro, Lord Joe no tardará en reconocer su error.
–¿Y a qué hombre?–Preguntó ___________, puesto que conocía a tan pocas personas en la Corte.
–Me ofendes profundamente–rió el joven, con un fingido gesto de desesperación.
–¿Tú? ¡Pero si no tienes interés alguno en mi causa!
–En ese caso, tendré que obligarme a pasar algunos ratos contigo. En verdad, será una tarea dificilísima. Pero te debo un favor.
–No me debes nada.
–Claro que sí. Se me usó para jugarte una mala pasada, señora, y quisiera compensarlo.
–¿Una mala pasada? No sé a qué te refieres.
–Es un secreto mío. Pero no sigamos enredados en asuntos serios. Este día es para el placer.
–Sí–reconoció ella–. Nos conocemos muy poco. Háblame ti.
David sonrió, provocativo.
–Mi vida es larga y muy interesante. Creo que mi historia nos llevaría todo el día.
–En ese caso, comienza ahora mismo–rió la muchacha.


















Hola chicas, perdón por no subir, ya que estamos entre V Bimestre nos dejan MUCHA tarea....
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitimeAbril 19th 2012, 13:46

¿Dos capitulo para que termine?
¡No puede ser!
Si es asi, voy a morir. Casi he muerto con esta novela como para que termine.
¡SIGUELA POR FAVOR!
Es que, eres una experta dejandome con dudas, eh. Mala, mala, mala...
Jajaja, enserio.
¡Siguela pronto, porque AMO la novela!
Bye.
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MensajeTema: Re: La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/   La Promesa Fugaz (Joe&Tú) /Dramática/ - Página 5 Icon_minitime

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