Hola espero que les guste mi novela
Nombre: Comprometida
Autor: Yo
Adaptación: No
Género: Drama & Romance
Advertencias: No
Otras Páginas: Si, la he publicado en otra pag
Primer día: El primer baile
(no te dejes engañar por unos ojos azules)
Parte 1:
El día estaba triste fuertes vientos azotaban la maravillosa isla ¨The Summer¨ supuestamen te nunca hacía frío o truenos en este lugar que parecia el paraiso o eso decian en esos volantes bartatos que te daban en la agencia de vuelos internacionales, algunas personas piensan que estar en una isla alejada de la sociedad es lo mejor que te puede suceder, pero en mi opinion es peor que estar en mi pequeña casa lejos del galmur al que me había sometido gracias a que mi hermana se ganó la lotería que cierta forma no me importaba, aunque el dinero es importante igual he sido feliz viviendo en aquella pequeña casa qque compartíamos en un condominio de la peor zona, pero éramos felices y eso era lo más importante para mí. Verónica, mi hermana mayor, se había casado con un arquitecto que tenía más millones en su cuenta de crédito que el presidente o el rey del pop Michel Jackson, aunque suene demasiado exagerado era cierto mi hermana me lo había contado después de que se casara en Francia y se diera su maravilloso beso de bajo de la famosa torre Eiffel, ella quería su hermosa foto a blanco y negro como en el año de los setenta u ochenta, su vestido había sido diseñado por la famosa Carolina Herrera, me había quedado enamorada de aquel maravilloso vestido que había deslumbrado a la famosa familia Di Niro. Sheila, la hermana de Robert, me había obligado a usar uno de esos vestidos incómodos que no te dejan caminar y unos enormes zapatos a lo pie grande. Comencé a pasearme por la habitación en la que había estado descansado hace unos segundos pero ahora no quería salir de mi refugio, estaba ¨disfrutando¨ de la generosidad de mi cuñado por traerme a su paseo amoroso.
- _____ iré a cenar – me comento la atolondrada de Sheila acomodándose su vestido de jovencita, la mujer tenía treinta y dos años y aún era soltera – apresúrate que no quiero llegar tarde al coctel
- No tengo ganas de salir, puedes irte sin mí – saque mi libro para leer aquella historia de amor y drama – quiero leer un poco
- Como quieras, eres tan aburrida que ni el hongo te soporta – era su milésima queja sobre mi forma de ser o mi extraño comportamiento por querer leer o escribir algo interesante
- Gracias por el halago – le dedique una sonrisa fingida, estar sonriendo todo el día me hacía doler el rostro – ahora vete que no llegaras a ese famoso coctel y no encontraras el amor de tu vida o algo mejor no encontraras mesa para que comas decentemente – le sugerí con mi risita sarcástica pero era cierto, tanta gente fina iría a ese maravilloso coctel
- A tus veinte años te pareces a Morgana – se quejó de nuevo la señorita refinada que me hartaba con sus estúpidos halagos – debes ser más como tu hermana
- No quiero casarme como si fuera una prófuga de la justicia – cogí mi pequeño libro titulado ¨Romeo y Julieta¨
- ok señora Morgana - despues de su último halago cogió su máscara y se fue
Cogí mi libro y me recosté en el sofá que se encontraba frente a la ventana empapada por las gotas de la lluvia que se resbalaban y desaparecían al final del fierro que sujetaba el vidrio. Abrí en la pagina veinticuatro para seguir deleitándome con aquella hermosa historia de amor que terminaba en la tragedia por la muerte de Romero y el suicidio de Julieta, hace poco saque la mejor conclusión que me hiso pensar por dos horas enteras sobre aquella relación un poco extraña, mi conclusión fue: si Romeo y Julieta pelearon por su amor fue porque era algo prohibido pero si no hubiera sido prohibido hubieran terminado aburriéndose el uno del otro, aunque era una ridiculez que sus padres pelearan por unos cuantos billetes más en la chequera de la familia de Julieta. Cansada de golpearme la cabeza con aquellos pensamientos que me hacían olvidarme del mundo y de la soledad que habitaba mi habitación y mi corazón. Sheila tenía razón sobre lo que me decía todos los días, era tan aburrida que si Shakespeare me conociera pensaría que más aburrido es estar conmigo que escribir Hamlet. Me aburría en estas cuatro paredes, vivir en una granja ordeñando vacas sería mejor que estar vestida con un vestido de seda muy fino que me hacía verme diferente pero como dicen: aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y era cierto aunque me vistiera con los mejores trapos que me pudiera comprar con el dinero de Robert, mi aburrido y anticuado cuñado, seguiría siendo la misma chica que había vivido en un pueblo nada entretenido. Dirigí mi mirada al vestido que se encontraba al costado de la máscara que Sheilla me había dejado sobre la cama, aquella maldad de su parte era una tentación que no podía dejarla pasar ¿Me puede pasar algo malo si iba? ¿Conoceré a alguien interesante? ¿Me acostumbraría a la aristocracia? ¿Me codearía con la gente de alta sociedad? La repuesta de todas esas preguntas era un simple ¨tal vez´. Me puse de pie, cogí el vestido y me metí al baño que se encontraba a unos pasos de mi cama, estaba decidida a seguir los pasos de mi querida cuñada, parece tan estúpido hacerle caso a un chica que sólo tiene una neurona que estaba quemada y visiblemente no funcionaba. Salí del baño con el vestido puesto, la mujer tenía buenos gustos para la moda y sabía elegir los mejores vestidos aunque estos sean tan incómodos como estar parada en autobús esperando que alguien se pare o te ceda el asiento para que puedas sentarte plácidamente y relajarte hasta llegar a tu destino o aparezca una persona mayor de edad para quitarte tu tranquilidad y cederle tu asiento a regañadientes. Salí rumbo al coctel que estaba establecido en la alberca del hotel por los fuertes vientos no había realizado al aire libre y fue una buena opción, no me imaginaba estar con un diminuto traje elegido por mi hermana o mi cuñada, entre al salón y me coloque la máscara que había encontrado al costado de mi hermoso vestido de princesa ¿parecía ridículo? Quizá sí, pero recordaba aquellos días de mi niñez que siempre había deseado tener un traje de princesa con la famosa corono que me distinguiera de mis pequeñas compañeras odiosas y creídas, había estudiado en un colegio de mujeres y había sido horrible estudiar en un lugar al quue no pertenecía mi hermana decía que gracias a Alberto, mi tío, podíamos asistir a un colegio privado pero lo cierto era que mi abuelo le mandaba dinero le mandada suficiente dinero a Johana, mi tía que había cumplido el papel de ¨madre¨ por así decirlo porque la condenada no tenía ni una pizca de ternura con nosotras y menos con sus propios hijos, y para rematarla era alcolica y nol quería aceptarlo por mieda a que la gente del pueblo la viera mal ¿Importaba demasiado el que dirán? Mi tía siempre estuvo pendiente del chismorreo que se esparcía por el pequeño pueblo, vivir en ese lugar pequeño y atrapado, porque así era mi pequeño pueblo, la gente vivía de tu vida y no se preocupaban por sus hijos o sus esposos, siempre escuchaba a Johana comentar con las vecinas las vidas maritales de algunas personas que vivían a nuestro alrededor. Cogí una copa de vodka que estaban repartiendo los mozos y la acerque a mis labios para probar un poca la miel de ese licor que estaba pasando por mi garganta quemándola un poco como si en mi interior estaría ocurriendo un incendio, la solución para aquel dolor era dejar de tomar bebidas que contienen alcohol. Mire a mi alrededor y me quede mirando a todas esas personas que habitaban el lugar: algunas bailaban con sus esposos, otras con sus amigos, otras con los amigos de sus amigos, otros como Sheila con un desconocido y otras como yo que estaban sentadas mirando al vacío o cotilleando con las personas de su mesa. Observe como una mujer alta de cabello rizado que le llegaba hasta la cintura, vestida con un traje típico de Japón se acercaba a la mesa y depositaba sus pertenencias ¿Me había confundido de mesa? ¿Había estado perdida en mis pensamientos y me había extraviado? Observe de nuevo a la rubia y espere que tomara asiento para preguntarle de quién era la mesa en la que me había atrevido a sentarme con libertad.
- Disculpe ¿me puede decir de qué familia es esta mesa? – le pregunte amablemente, ella sonrió al parecer trataba de ocultar su enojo
- Di Niro familia Di Niro – asentí, definitivamente no me había equivocado de mesa – ¿Por qué? - me pregunto mirándome a los ojos, sus ojos eran de color marrón, definitivamente unos ojos comunes
- Pensé que me había confundido de mesa, me llamo _______ Sandoval, mucho gusto – me presente, la mujer ensancho una sonrisa asiendo notar su dentadura perfectamente blanca
- Disculpe la molestia soy Tamara, la esposa de Gabriel, el hermano de Robert, el gusto es mío – su sonrisa era más falsa que sus extensiones
- No se preocupe supongo que no conozco a toda la familia de mi cuñado – di un sorbo a la bebida que hace unos segundos me había causado disgusto
- No te recomiendo que conozcas a la familia Di Niro son unos malditos egoístas que merecen quemarse en el infierno como Gabriel – se quejo abiertamente, me sorprendió ver a la mujer quitarse la máscara y dejar al descubierto sus ojos enrojecidos por las lágrimas que aun cesaban y marcaban un camino lento y pausado hasta llegar a la mesa – he sido una buena esposa y aun así se ha atrevido a engañarme, venía a este lugar decidida a arreglar las cosas pero me lleve una gran sorpresa ¡tenemos un hijo! – asentí sin saber que responder por aquella confesión que para ser sincera no me interesaba – debo marcharme, no me veré como la esposa dañada – nuevamente asentí y ella desapareció empujando al mozo