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 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada

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MarieJBCruz
NataliadeJonas
Cherry Love
andreru
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NataliadeJonas
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NataliadeJonas


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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJunio 26th 2013, 11:08

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NataliadeJonas
Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
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NataliadeJonas


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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJunio 26th 2013, 11:08

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andreru
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andreru


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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 10:31

hola chicas por fin tengo internet cheers les subiré capítulos mas seguidos!!!
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andreru
Vecina De Los Jonas!
andreru


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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 10:58

Capitulo 13
Al día siguiente, al volver a casa del trabajo, llamo a mi madre. Como en Clayton’s el día ha sido relativamente tranquilo, he tenido mucho tiempo para pensar. Estoy inquieta, nerviosa, porque mañana tengo que enfrentarme con el obseso del control, y en el fondo estoy preocupada porque quizá he sido demasiado negativa en mi respuesta al contrato. Quizá él decida cancelarlo.
Mi madre está muy triste, siente mucho no poder venir a la entrega de títulos.
Bob se ha torcido un ligamento y cojea. La verdad es que es muy torpe, como yo.
Se recuperará sin problemas, pero tiene que hacer reposo, y mi madre tiene que atenderlo todo el tiempo.
—________ (tn), cariño, lo siento muchísimo —se lamenta mi madre al teléfono.
—No pasa nada, mamá. Ray estará aquí.
—________ (tn), pareces distraída… ¿Estás bien, mi niña?
—Sí, mamá.
Ay, si tú supieras… He conocido a un tipo escandalosamente rico que quiere mantener conmigo una especie de extraña y perversa relación sexual en la que yo no tengo ni voz ni voto.
— ¿Has conocido a algún chico?
—No, mamá.
Ahora mismo no me apetece hablar del tema.
—Bueno, cariño, el jueves pensaré en ti. Te quiero. Lo sabes, ¿verdad?
Cierro los ojos. Sus cariñosas palabras me reconfortan.
—Yo también te quiero, mamá. Saluda a Bob de mi parte. Espero que se recupere pronto.
—Seguro, cariño. Adiós.
—Adiós.
Mientras hablaba con ella, he entrado en mi habitación. Enciendo el cacharro infernal y abro el programa de correo. Tengo un e-mail de Nicholas, de última hora de anoche o primera hora de esta mañana, según cómo se mire. Al momento se me acelera el corazón y oigo la sangre bombeándome en los oídos. Maldita sea… quizá me dice que no… seguro… quizá ha cancelado la cena. La idea me resulta dolorosa. La descarto rápidamente y abro el mensaje.

De: Nicholas Jonas
Fecha: 24 de mayo de 2011 01:27
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Sus objeciones
Querida señorita ________ (ta): Tras revisar con más detalle sus objeciones, me permito recordarle la definición de sumiso. Sumiso: adjetivo 1. Inclinado o dispuesto a someterse; que obedece humildemente: sirvientes sumisos.2. que indica sumisión: una respuesta sumisa. Origen: 1580-1590; someterse, sumisión Sinónimos: 1. obediente, complaciente, humilde. 2. pasivo, resignado, paciente, dócil, contenido. Antónimos:
1. rebelde, desobediente. Por favor, téngalo en mente cuando nos reunamos el miércoles.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.
Lo primero que siento es alivio. Al menos está dispuesto a comentar mis objeciones y todavía quiere que nos veamos mañana. Lo pienso un poco y le contesto.

De: ________ (tn) ________ (ta)
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:29
Para: Nicholas Jonas
Asunto: Mis objeciones… ¿Qué pasa con las suyas?
Señor: Le ruego que observe la fecha de origen: 1580-1590. Quisiera recordarle al señor, con todo respeto, que estamos en 2011. Desde entonces hemos avanzado un largo camino. Me permito ofrecerle una definición para que la tenga en cuenta en nuestra reunión: compromiso: sustantivo 1. Llegar a un entedimiento mediante concesiones mutuas; alcanzar un acuerdo ajustando exigencias o principios en conflicto u oposición mediante la recíproca modificación de las demandas. 2. el resultado de dicho acuerdo. 3. poner en peligro, exponer a un peligro, una sospecha, etc.: poner en un compromiso la integridad de alguien.
________ (tn)

De: Nicholas Jonas
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:32
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: ¿Qué pasa con mis objeciones?
Bien visto, como siempre, señorita ________ (ta). Pasaré a buscarla por su casa a las siete en punto.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

De: ________ (tn) ________ (ta)
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:40
Para: Nicholas Jonas
Asunto: 2011 – Las mujeres sabemos conducir
Señor: Tengo coche y sé conducir. Preferiría que quedáramos en otro sitio. ¿Dónde nos encontramos? ¿En tu hotel a las siete?
________ (tn)

De: Nicholas Jonas
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:43
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Jovencitas testarudas
Querida señorita ________ (ta):
Me remito a mi e-mail del 24 de mayo de 2011, enviado a la
01:27, y a la definición que contiene.¿Cree que será capaz de hacer lo que se le diga?
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

De: ________ (tn) ________ (ta)
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:49
Para: Nicholas Jonas
Asunto: Hombres intratables
Sr. Jonas: Preferiría conducir. Por favor.
________ (tn)

De: Nicholas Jonas
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:52
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Hombres exasperantes
Muy bien. En mi hotel a las siete. Nos vemos en el Marble Bar.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

Hasta por e-mail se pone de mal humor. ¿No entiende que puedo necesitar salir corriendo? No es que mi Escarabajo sea muy rápido… pero aun así necesito una vía de escape.

De: ________ (tn) ________ (ta)
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:55
Para: Nicholas Jonas
Asunto: Hombres no tan intratables
Gracias.
________ (tn) x

De: Nicholas Jonas
Fecha: 24 de mayo de 2011 18:59
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Mujeres exasperantes
De nada.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

Llamo a Ray, que está a punto de ver un partido de los Sounders, un equipo de fútbol de Salt Lake City, así que afortunadamente nuestra conversación es breve.
Vendrá el jueves para la entrega de títulos. Después quiere llevarme a comer a algún sitio. Siento una gran ternura hablando con Ray y se me hace un nudo en la garganta. Siempre ha estado a mi lado pese a los devaneos amorosos de mi madre.
Tenemos un vínculo especial, que es muy importante para mí. Aunque es mi padrastro, siempre me ha tratado como a una hija, y tengo muchas ganas de verlo.
Hace mucho que no lo veo. Lo que ahora mismo necesito es su fuerza tranquila. La echo en falta. Quizá pueda canalizar a mi Ray interior para mi cita de mañana.
Kate y yo nos dedicamos a empaquetar y compartimos una botella de vino barato, como tantas veces. Cuando por fin casi he terminado de empaquetar mi habitación y me voy a la cama, estoy más calmada. La actividad física de meter todo en cajas ha sido una buena distracción, y estoy cansada. Quiero descansar. Me acurruco en la cama y enseguida me quedo dormida.
Paul ha vuelto de Princeton antes de trasladarse a Nueva York a hacer prácticas en una entidad financiera. Se pasa el día siguiéndome por la tienda y pidiéndome que quedemos. Es un pesado.
—Paul, te lo he dicho ya cien veces: esta noche he quedado.
—No, no has quedado. Lo dices para darme largas. Siempre me das largas.
Sí… parece que lo has pillado.
—Paul, siempre he pensado que no era buena idea salir con el hermano del jefe.
—Dejas de trabajar aquí el viernes. Y mañana no trabajas.
—Y desde el sábado estaré en Seattle, y tú te irás pronto a Nueva York. Ni a propósito podríamos estar más lejos. Además, es verdad que tengo una cita esta noche.
— ¿Con José?
—No.
— ¿Con quién?
—Paul… —Suspiro desesperada. No va a darse por vencido—. Con Nicholas Jonas.
No puedo evitar el tono de fastidio. Pero funciona. Paul se queda boquiabierto y mudo. Vaya, hasta su nombre deja a la gente sin palabras.
— ¿Has quedado con Nicholas Jonas? —me pregunta cuando se ha recuperado de la impresión.
Su tono de incredulidad es evidente.
—Sí. —Ya veo.
Paul se queda alicaído, incluso aturdido, y a una pequeña parte de mí le molesta que le haya sorprendido tanto. A la diosa que llevo dentro también. Dedica a Paul un gesto muy feo y vulgar con los dedos.
Al final me deja tranquila, y a las cinco en punto salgo corriendo de la tienda.
Kate me ha prestado dos vestidos y dos pares de zapatos para esta noche y para el acto de mañana. Ojalá me entusiasmara más la ropa y pudiera hacer un esfuerzo extra, pero la verdad es que la ropa no es lo mío. ¿Qué es lo tuyo, ________ (tn)? La pregunta a media voz de Nicholas me persigue. Intento acallar mis nervios y elijo el vestido color ciruela para esta noche. Es discreto y parece adecuado para una cita de negocios. Después de todo, voy a negociar un contrato.
Me ducho, me depilo las piernas y las axilas, me lavo el pelo y luego me paso una buena media hora secándomelo para que caiga ondulado sobre mis pechos y mi espalda. Me sujeto el cabello con un peine de púas para mantenerlo retirado de la cara y me aplico rímel y brillo de labios. Casi nunca me maquillo. Me intimida.
Ninguna de mis heroínas literarias tiene que maquillarse. Quizá sabría algo más del tema si lo hicieran. Me pongo los zapatos de tacón a juego con el vestido, y hacia las seis y media estoy lista.
— ¿Cómo estoy? —le pregunto a Kate.
Se ríe.
—Vas a arrasar, ________ (tn). —Asiente satisfecha—. Estás de escándalo.
— ¡De escándalo! Pretendo ir discreta y parecer una mujer de negocios.
—También, pero sobre todo estás de escándalo. Este vestido le va muy bien a tu tono de piel. Y se te marca todo —me dice con una sonrisita.
— ¡Kate! —la riño.
—Las cosas como son, ________ (tn). La impresión general es… muy buena. Con vestido, lo tendrás comiendo en tu mano.
Aprieto los labios. Ay, no entiendes nada.
—Deséame suerte.
— ¿Necesitas suerte para quedar con él? —me pregunta frunciendo el ceño, confundida.
—Sí, Kate.
—Bueno, pues entonces suerte. Me abraza y salgo de casa.
Tengo que quitarme los zapatos para conducir. Wanda, mi Escarabajo azul marino, no fue diseñado para que lo condujeran mujeres con tacones. Aparco frente al Heathman a las siete menos dos minutos exactamente y le doy las llaves al aparcacoches. Mira con mala cara mi Escarabajo, pero no le hago caso. Respiro hondo, me preparo mentalmente para la batalla y me dirijo al hotel.
Nicholas está inclinado sobre la barra, bebiendo un vaso de vino blanco. Va vestido con su habitual camisa blanca de lino, vaqueros negros, corbata negra y americana negra. Lleva el pelo tan alborotado como siempre. Suspiro. Me quedo unos segundos parada en la entrada del bar, observándolo, admirando la vista. Él lanza una mirada, creo que nerviosa, hacia la puerta y al verme se queda inmóvil.
Pestañea un par de veces y después esboza lentamente una sonrisa indolente y sexy que me deja sin palabras y me derrite por dentro. Avanzo hacia él haciendo un enorme esfuerzo para no morderme el labio, consciente de que yo, ________ (tn) ________ (ta) de Patosilandia, llevo tacones. Se levanta y viene hacia mí.
—Estás impresionante —murmura inclinándose para besarme rápidamente en la mejilla—. Un vestido, señorita ________ (ta). Me parece muy bien.
Me coge de la mano, me lleva a un reservado y hace un gesto al camarero.
— ¿Qué quieres tomar?
Esbozo una ligera sonrisa mientras me siento en el reservado. Bueno, al menos me pregunta.
—Tomaré lo mismo que tú, gracias.
¿Lo ves? Sé hacer mi papel y comportarme. Divertido, pide otro vaso de
Sancerre y se sienta frente a mí.
—Tienen una bodega excelente —me dice.
Apoya los codos en la mesa y junta los dedos de ambas manos a la altura de la boca. En sus ojos brilla una incomprensible emoción. Y ahí está… esa habitual descarga eléctrica que conecta con lo más profundo de mí. Me remuevo incómoda ante su mirada escrutadora, con el corazón latiéndome a toda prisa. Tengo que mantener la calma.
— ¿Estás nerviosa? —me pregunta amablemente.
—Sí.
Se inclina hacia delante.
—Yo también —susurra con complicidad. Clavo mis ojos en los suyos. ¿Él? ¿Nervioso? Nunca. Pestañeo y me dedica su preciosa sonrisa de medio lado. Llega el camarero con mi vino, un platito con frutos secos y otro con aceitunas.
— ¿Cómo lo hacemos? —le pregunto—. ¿Revisamos mis puntos uno a uno?
—Siempre tan impaciente, señorita ________ (ta).
—Bueno, puedo preguntarte por el tiempo.
Sonríe y coge una aceituna con sus largos dedos. Se la mete en la boca, y mis ojos se demoran en ella, en esa boca que ha estado sobre la mía… en todo mi cuerpo. Me ruborizo.
—Creo que el tiempo hoy no ha tenido nada de especial —me dice riéndose.
— ¿Está riéndose de mí, Sr. Jonas?
—Sí, señorita ________ (ta).
—Sabes que ese contrato no tiene ningún valor legal.
—Soy perfectamente consciente, señorita ________ (ta).
— ¿Pensabas decírmelo en algún momento?
Frunce el ceño.
— ¿Crees que estoy coaccionándote para que hagas algo que no quieres hacer, y que además pretendo tener algún derecho legal sobre ti?
—Bueno… sí.
—No tienes muy buen concepto de mí, ¿verdad?
—No has contestado a mi pregunta.
—________ (tn), no importa si es legal o no. Es un acuerdo al que me gustaría llegar contigo… lo que me gustaría conseguir de ti y lo que tú puedes esperar de mí. Si no te gusta, no lo firmes. Si lo firmas y después decides que no te gusta, hay suficientes cláusulas que te permitirán dejarlo. Aun cuando fuera legalmente vinculante, ¿crees que te llevaría a juicio si decides marcharte?
Doy un largo trago de vino. Mi subconsciente me da un golpecito en el hombro.
Tienes que estar atenta. No bebas demasiado.
—Las relaciones de este tipo se basan en la sinceridad y en la confianza —sigue diciéndome—. Si no confías en mí… Tienes que confiar en mí para que sepa en qué medida te estoy afectando, hasta dónde puedo llegar contigo, hasta dónde puedo llevarte… Si no puedes ser sincera conmigo, entonces es imposible.
Vaya, directamente al grano. Hasta dónde puede llevarme. Dios mío. ¿Qué quiere decir?
—Es muy sencillo, ________ (tn). ¿Confías en mí o no? —me pregunta con ojos ardientes.
— ¿Has mantenido este tipo de conversación con… bueno, con las quince?
—No.
— ¿Por qué no?
—Porque ya eran sumisas. Sabían lo que querían de la relación conmigo, y en general lo que yo esperaba. Con ellas fue una simple cuestión de afinar los límites tolerables, ese tipo de detalles.
— ¿Vas a buscarlas a alguna tienda? ¿Sumisas ’R’ Us?
Se ríe.
—No exactamente.
—Pues ¿cómo?
— ¿De eso quieres que hablemos? ¿O pasamos al meollo de la cuestión? A las objeciones, como tú dices.
Trago saliva. ¿Confío en él? ¿A eso se reduce todo, a la confianza? Sin duda debería ser cosa de dos. Recuerdo su mosqueo cuando llamé a José.
— ¿Tienes hambre? —me pregunta, y me distrae de mis pensamientos.
Oh, no… la comida.
—No.
— ¿Has comido hoy?
Lo miro. Sinceramente… Maldita sea, no va a gustarle mi respuesta.
—No —le contesto en voz baja.
Me mira con expresión muy seria.
—Tienes que comer, ________ (tn). Podemos cenar aquí o en mi suite. ¿Qué prefieres?
—Creo que mejor nos quedamos en terreno neutral.
Sonríe con aire burlón.
— ¿Crees que eso me detendría? —me pregunta en voz baja, como una sensual advertencia.
Abro los ojos como platos y vuelvo a tragar saliva.—Eso espero.
—Vamos, he reservado un comedor privado.
Me sonríe enigmáticamente y sale del reservado tendiéndome una mano.
—Tráete el vino —murmura.
Le cojo de la mano, salgo y me paro a su lado. Me suelta la mano, me toma del brazo, cruzamos el bar y subimos una gran escalera hasta un entresuelo. Un chico con uniforme del Heathman se acerca a nosotros.
—Sr. Jonas, por aquí, por favor.
Lo seguimos por una lujosa zona de sofás hasta un comedor privado, con una sola mesa. Es pequeño, pero suntuoso. Bajo una lámpara de araña encendida, la mesa está cubierta por lino almidonado, copas de cristal, cubertería de plata y un ramo de rosas blancas. Un encanto antiguo y sofisticado impregna la sala, forrada con paneles de madera. El camarero me retira la silla y me siento. Me coloca la servilleta en las rodillas. Nicholas se sienta frente a mí. Lo miro.
—No te muerdas el labio —susurra.
Frunzo el ceño. Maldita sea. Ni siquiera me he dado cuenta de que estaba haciéndolo.
—Ya he pedido la comida. Espero que no te importe.
La verdad es que me parece un alivio. No estoy segura de que pueda tomar más decisiones.
—No, está bien —le contesto.
—Me gusta saber que puedes ser dócil. Bueno, ¿dónde estábamos?
—En el meollo de la cuestión.
Doy otro largo trago de vino. Está buenísimo. A Nicholas Jonas se le dan bien los vinos. Recuerdo el último trago que me ofreció, en mi cama. El inoportuno pensamiento hace que me ruborice.
—Sí, tus objeciones.
Se mete la mano en el bolsillo interior de la americana y saca una hoja de papel.
Mi e-mail.
—Cláusula 2. De acuerdo. Es en beneficio de los dos. Volveré a redactarlo.
Pestañeo. Dios mío… vamos a ir punto por punto. No me siento tan valiente estando con él. Parece tomárselo muy en serio. Me armo de valor con otro trago de vino. Nicholas sigue.—Mi salud sexual. Bueno, todas mis compañeras anteriores se hicieron análisis de sangre, y yo me hago pruebas cada seis meses de todos estos riesgos que comentas. Mis últimas pruebas han salido perfectas. Nunca he tomado drogas. De hecho, estoy totalmente en contra de las drogas, y mi empresa lleva una política antidrogas muy estricta. Insisto en que se hagan pruebas aleatorias y por sorpresa a mis empleados para detectar cualquier posible consumo de drogas.
Uau… La obsesión controladora llega a la locura. Lo miro perpleja.
—Nunca me han hecho una transfusión. ¿Contesta eso a tu pregunta?
Asiento, impasible.
—El siguiente punto ya lo he comentado antes. Puedes dejarlo en cualquier momento, ________ (tn). No voy a detenerte. Pero si te vas… se acabó. Que lo sepas.
—De acuerdo —le contesto en voz baja.
Si me voy, se acabó. La idea me resulta inesperadamente dolorosa.
El camarero llega con el primer plato. ¿Cómo voy a comer? Madre mía… ha pedido ostras sobre hielo.
—Espero que te gusten las ostras —me dice Nicholas en tono amable.
—Nunca las he probado.
Nunca.
— ¿En serio? Bueno. —Coge una—. Lo único que tienes que hacer es metértelas en la boca y tragártelas. Creo que lo conseguirás.
Me mira y sé a qué está aludiendo. Me pongo roja como un tomate. Me sonríe, exprime zumo de limón en su ostra y se la mete en la boca.
—Mmm, riquísima. Sabe a mar —me dice sonriendo—. Vamos —me anima.
— ¿No tengo que masticarla?
—No, ________ (tn).
Sus ojos brillan divertidos. Parece muy joven.
Me muerdo el labio, y su expresión cambia instantáneamente. Me mira muy serio. Estiro el brazo y cojo mi primera ostra. Vale… esto no va a salir bien. Le echo zumo de limón y me la meto en la boca. Se desliza por mi garganta, toda ella mar, sal, la fuerte acidez del limón y su textura carnosa… Oooh. Me chupo los labios.
Nicholas me mira fijamente, con ojos impenetrables.
— ¿Y bien?
—Me comeré otra —me limito a contestarle.—Buena chica —me dice orgulloso.
—¿Has pedido ostras a propósito? ¿No dicen que son afrodisiacas?
—No, son el primer plato del menú. No necesito afrodisiacos contigo. Creo que lo sabes, y creo que a ti te pasa lo mismo conmigo —me dice tranquilamente—. ¿Dónde estábamos?
Echa un vistazo a mi e-mail mientras cojo otra ostra.
A él le pasa lo mismo. Lo altero… Uau.
—Obedecerme en todo. Sí, quiero que lo hagas. Necesito que lo hagas.
Considéralo un papel, ________ (tn).
—Pero me preocupa que me hagas daño.
—Que te haga daño ¿cómo?
—Daño físico.
Y emocional.
— ¿De verdad crees que te haría daño? ¿Que traspasaría un límite que no pudieras aguantar?
—Me dijiste que habías hecho daño a alguien.
—Sí, pero fue hace mucho tiempo.
— ¿Qué pasó?
—La colgué del techo del cuarto de juegos. Es uno de los puntos que preguntabas, la suspensión. Para eso son los mosquetones. Con cuerdas. Y apreté demasiado una cuerda.
Levanto una mano suplicándole que se calle.
—No necesito saber más. Entonces no vas a colgarme…
—No, si de verdad no quieres. Puedes pasarlo a la lista de los límites infranqueables.
—De acuerdo.
—Bueno, ¿crees que podrás obedecerme?
Me lanza una mirada intensa. Pasan los segundos.
—Podría intentarlo —susurro.
—Bien —me dice sonriendo—. Ahora la vigencia. Un mes no es nada, especialmente si quieres un fin de semana libre cada mes. No creo que pueda aguantar lejos de ti tanto tiempo. Apenas lo consigo ahora.Se calla.
¿No puede aguantar lejos de mí? ¿Qué?
— ¿Qué te parece un día de un fin de semana al mes para ti? Pero te quedas conmigo una noche entre semana.
—De acuerdo.
—Y, por favor, intentémoslo tres meses. Si no te gusta, puedes marcharte en cualquier momento.
— ¿Tres meses?
Me siento presionada. Doy otro largo trago de vino y me concedo el gusto de otra ostra. Podría aprender a que me gustaran.
—El tema de la posesión es meramente terminológico y remite al principio de obediencia. Es para situarte en el estado de ánimo adecuado, para que entiendas de dónde vengo. Y quiero que sepas que, en cuanto cruces la puerta de mi casa como mi sumisa, haré contigo lo que me dé la gana. Tienes que aceptarlo de buena gana.
Por eso tienes que confiar en mí. Te follaré cuando quiera, como quiera y donde quiera. Voy a disciplinarte, porque vas a meter la pata. Te adiestraré para que me complazcas.
»Pero sé que todo esto es nuevo para ti. De entrada iremos con calma, y yo te ayudaré. Avanzaremos desde diferentes perspectivas. Quiero que confíes en mí, pero sé que tengo que ganarme tu confianza, y lo haré. El «en cualquier otro ámbito»… de nuevo es para ayudarte a meterte en situación. Significa que todo está permitido.
Se muestra apasionado, cautivador. Está claro que es su obsesión, su manera de ser… No puedo apartar los ojos de él. Lo quiere de verdad. Se calla y me mira.
— ¿Sigues aquí? —me pregunta en un susurro, con voz intensa, cálida y seductora.
Da un trago de vino sin apartar su penetrante mirada de mis ojos.
El camarero se acerca a la puerta, y Nicholas asiente ligeramente para indicarle que puede retirar los platos.
— ¿Quieres más vino?
—Tengo que conducir.
— ¿Agua, pues?
Asiento. — ¿Normal o con gas?
—Con gas, por favor.
El camarero se marcha.
—Estás muy callada —me susurra Nicholas.
—Tú estás muy hablador.
Sonríe.
—Disciplina. La línea que separa el placer del dolor es muy fina, ________ (tn). Son las dos caras de una misma moneda. La una no existe sin la otra. Puedo enseñarte lo placentero que puede ser el dolor. Ahora no me crees, pero a eso me refiero cuando hablo de confianza. Habrá dolor, pero nada que no puedas soportar.
Volvemos al tema de la confianza. ¿Confías en mí, ________ (tn)?
¡________ (tn)!
—Sí, confío en ti —le contesto espontáneamente, sin pensarlo.
Y es cierto. Confío en él.
—De acuerdo —me dice aliviado—. Lo demás son simples detalles.
—Detalles importantes.
—Vale, comentémoslos.
Me da vueltas la cabeza con tantas palabras. Tendría que haberme traído la grabadora de Kate para poder volver a oír después lo que me dice. Demasiada información, demasiadas cosas que procesar. El camarero vuelve a aparecer con el segundo plato: bacalao, espárragos y puré de patatas con salsa holandesa. En mi vida había tenido menos hambre.
—Espero que te guste el pescado —me dice Nicholas en tono amable.
Pincho mi comida y bebo un largo trago de agua con gas. Me gustaría mucho que fuera vino.
—Hablemos de las normas. ¿Rompes el contrato por la comida?
—Sí.
— ¿Puedo cambiarlo y decir que comerás como mínimo tres veces al día?
—No.
No voy a ceder en este tema. Nadie va a decirme lo que tengo que comer. Cómo follo, de acuerdo, pero lo que como… no, ni hablar.
—Necesito saber que no pasas hambre. Frunzo el ceño. ¿Por qué?
—Tienes que confiar en mí —le digo.
Me mira un instante y se relaja.
—Touché, señorita ________ (ta) —me dice en tono tranquilo—. Acepto lo de la comida y lo de dormir.
— ¿Por qué no puedo mirarte?
—Es cosa de la relación de sumisión. Te acostumbrarás.
¿Seguro?
— ¿Por qué no puedo tocarte?
—Porque no.
Aprieta los labios con obstinación.
— ¿Es por la señora Robinson?
Me mira con curiosidad.
— ¿Por qué lo piensas? —E inmediatamente lo entiende—. ¿Crees que me traumatizó?
Asiento.
—No, ________ (tn), no es por ella. Además, la señora Robinson no me aceptaría estas chorradas.
Ah… pero yo sí tengo que aceptarlas. Pongo mala cara.
—Entonces no tiene nada que ver con ella…
—No. Y tampoco quiero que te toques.
¿Qué? Ah, sí, la cláusula de que no puedo masturbarme.
—Por curiosidad… ¿por qué?
—Porque quiero para mí todo tu placer —me dice en tono ronco, aunque decidido.
No sé qué contestar. Por un lado, ahí está con su «Quiero morderte ese labio»; por el otro, es muy egoísta. Frunzo el ceño y pincho un trozo de bacalao intentando evaluar mentalmente qué me ha concedido. La comida y dormir. Va a tomárselo con calma, y aún no hemos hablado de los límites tolerables. Pero no estoy segura de que pueda afrontar ese tema con la comida en la mesa.
—Te he dado muchas cosas en las que pensar, ¿verdad?—Sí.
— ¿Quieres que pasemos ya a los límites tolerables?
—Espera a que acabemos de comer.
Sonríe.
— ¿Te da asco?
—Algo así.
—No has comido mucho.
—Lo suficiente.
—Tres ostras, cuatro trocitos de bacalao y un espárrago. Ni puré de patatas, ni frutos secos, ni aceitunas. Y no has comido en todo el día. Me has dicho que podía confiar en ti.
Vaya, ha hecho el inventario completo.
—Nicholas, por favor, no suelo mantener conversaciones de este tipo todos los días.
—Necesito que estés s________ (tn) y en forma, ________ (tn).
—Lo sé.
—Y ahora mismo quiero quitarte ese vestido.
Trago saliva. Quitarme el vestido de Kate. Siento un tirón en lo más profundo de mi vientre. Algunos músculos con los que ahora estoy más familiarizada se contraen con sus palabras. Pero no puedo aceptarlo. Vuelve a utilizar contra mí su arma más potente. Es fabuloso practicando el sexo… Hasta yo me he dado cuenta de ello.
—No creo que sea una buena idea —murmuro—. Todavía no hemos comido el postre.
— ¿Quieres postre? —me pregunta resoplando.
—Sí.
—El postre podrías ser tú —murmura sugerentemente.
—No estoy segura de que sea lo bastante dulce.
—________ (tn), eres exquisitamente dulce. Lo sé.
—Nicholas, utilizas el sexo como arma. No me parece justo —susurro contemplándome las manos.
Luego lo miro a los ojos. Alza las cejas, sorprendido, y veo que está sopesando mis palabras. Se presiona la barbilla, pensativo.
—Tienes razón. Lo hago. Cada uno utiliza en la vida lo que sabe, ________ (tn). Eso no quita que te desee muchísimo. Aquí. Ahora.
¿Cómo es posible que me seduzca solo con la voz? Estoy ya jadeando, con la sangre circulándome a toda prisa por las venas, y los nervios estremeciéndose.
—Me gustaría probar una cosa —me dice.
Frunzo el ceño. Acaba de darme un montón de ideas que tengo que procesar, y ahora esto.
—Si fueras mi sumisa, no tendrías que pensarlo. Sería fácil —me dice con voz dulce y seductora—. Todas estas decisiones… todo el agotador proceso racional quedaría atrás. Cosas como «¿Es lo correcto?», «¿Puede suceder aquí?», «¿Puede suceder ahora?». No tendrías que preocuparte de esos detalles. Lo haría yo, como tu amo. Y ahora mismo sé que me deseas, ________ (tn).
Arrugo el ceño todavía más. ¿Cómo está tan seguro?
—Estoy tan seguro porque…
Maldita sea, contesta a las preguntas que no le hago. ¿Es también adivino?
—… tu cuerpo te delata. Estás apretando los muslos, te has puesto roja y tu respiración ha cambiado.
Vale, es demasiado.
— ¿Cómo sabes lo de mis muslos? —le pregunto en voz baja, en tono incrédulo.
Pero si están debajo de la mesa, por favor.
—He notado que el mantel se movía, y lo he deducido basándome en años de experiencia. No me equivoco, ¿verdad?
Me ruborizo y me miro las manos. Su juego de seducción me lo pone muy difícil. Él es el único que conoce y entiende las normas. Yo soy demasiado ingenua e inexperta. Mi único punto de referencia es Kate, pero ella no aguanta chorradas de los hombres. Las demás referencias que tengo son del mundo de la ficción: Elizabeth Bennet estaría indignada, Jane Eyre, aterrorizada, y Tess sucumbiría, como yo.
—No me he terminado el bacalao.
— ¿Prefieres el bacalao frío a mí?
Levanto la cabeza de golpe y lo miro. Un deseo imperioso brilla en sus ojos ardientes como plata fundida.—Pensaba que te gustaba que me acabara toda la comida del plato.
—Ahora mismo, señorita ________ (ta), me importa una mierda su comida.
—Nicholas, no juegas limpio, de verdad.
—Lo sé. Nunca he jugado limpio.
La diosa que llevo dentro frunce el ceño e intenta convencerme. Tú puedes.
Juega a su juego. ¿Puedo? De acuerdo. ¿Qué tengo que hacer? Mi inexperiencia es mi cruz. Pincho un espárrago, lo miro y me muerdo el labio. Luego, muy despacio, me meto la punta del espárrago en la boca y la chupo.
Nicholas abre los ojos de manera imperceptible, pero yo lo noto.
—________ (tn), ¿qué haces?
Muerdo la punta.
—Estoy comiéndome un espárrago.
Nicholas se remueve en su silla.
—Creo que está jugando conmigo, señorita ________ (ta).
Finjo inocencia.
—Solo estoy terminándome la comida, Sr. Jonas.
En ese preciso momento el camarero llama a la puerta y entra sin esperar respuesta. Mira un segundo a Nicholas, que le pone mala cara pero asiente enseguida, así que el camarero recoge los platos. La llegada del camarero ha roto el hechizo, y me aferro a ese instante de lucidez. Tengo que marcharme. Si me quedo, nuestro encuentro solo podrá terminar de una manera, y necesito poner ciertas barreras después de una conversación tan intensa. Mi cabeza se rebela tanto como mi cuerpo se muere de deseo. Necesito algo de distancia para pensar en todo lo que me ha dicho. Todavía no he tomado una decisión, y su atractivo y su destreza sexual no me lo ponen nada fácil.
— ¿Quieres postre? —me pregunta Nicholas, tan caballeroso como siempre, pero con ojos todavía ardientes.
—No, gracias. Creo que tengo que marcharme —le digo mirándome las manos.
— ¿Marcharte? —me pregunta sin poder ocultar su sorpresa.
El camarero se retira a toda prisa.
—Sí.
Es la decisión correcta. Si me quedo en este comedor con él, me follará. Me levanto con determinación.—Mañana tenemos los dos la ceremonia de la entrega de títulos.
Nicholas se levanta automáticamente, poniendo de manifiesto años de arraigada urbanidad.
—No quiero que te vayas.
—Por favor… Tengo que irme.
— ¿Por qué?
—Porque me has planteado muchas cosas en las que pensar… y necesito cierta distancia.
—Podría conseguir que te quedaras —me amenaza.
—Sí, no te sería difícil, pero no quiero que lo hagas.
Se pasa la mano por el pelo mirándome detenidamente.
—Mira, cuando viniste a entrevistarme y te caíste en mi despacho, todo eran «Sí, señor», «No, señor». Pensé que eras una sumisa nata. Pero, la verdad, ________ (tn), no estoy seguro de que tengas madera de sumisa —me dice en tono tenso acercándose a mí.
—Quizá tengas razón —le contesto.
—Quiero tener la oportunidad de descubrir si la tienes —murmura mirándome.
Levanta un brazo, me acaricia la cara y me pasa el pulgar por el labio inferior—. No sé hacerlo de otra manera, ________ (tn). Soy así.
—Lo sé.
Se inclina para besarme, pero se detiene antes de que sus labios rocen los míos.
Busca mis ojos con la mirada, como pidiéndome permiso. Alzo los labios hacia él y me besa, y como no sé si volveré a besarlo más, me dejo ir. Mis manos se mueven por sí solas, se deslizan por su pelo, lo atraen hacia mí. Mi boca se abre y mi lengua acaricia la suya. Me agarra por la nuca para besarme más profundamente, respondiendo a mi ardor. Me desliza la otra mano por la espalda, y al llegar al final de la columna, la detiene y me aprieta contra su cuerpo.
— ¿No puedo convencerte de que te quedes? —me pregunta sin dejar de besarme.
—No.
—Pasa la noche conmigo.
— ¿Sin tocarte? No.
—Eres imposible —se queja. Se echa hacia atrás y me mira fijamente—. ¿Por qué tengo la impresión de que estás despidiéndote de mí?
—Porque voy a marcharme.
—No es eso lo que quiero decir, y lo sabes.
—Nicholas, tengo que pensar en todo esto. No sé si puedo mantener el tipo de relación que quieres.
Cierra los ojos y presiona su frente contra la mía, lo cual nos da a ambos la oportunidad de relajar la respiración. Un momento después me besa en la frente, respira hondo, con la nariz hundida en mi pelo, me suelta y da un paso atrás.
—Como quiera, señorita ________ (ta) —me dice con rostro impasible—. La acompaño hasta el vestíbulo.
Me tiende la mano. Me inclino, cojo el bolso y le doy la mano. Maldita sea, esto podría ser todo. Lo sigo dócilmente por la gran escalera hasta el vestíbulo. Siento picores en el cuero cabelludo, la sangre me bombea muy deprisa. Podría ser el último adiós si decido no aceptar. El corazón se me contrae dolorosamente en el pecho. Qué giro tan radical… Qué gran diferencia puede suponer para una chica un momento de lucidez.
— ¿Tienes el ticket del aparcacoches?
Saco del bolso el ticket y se lo doy. Nicholas se lo entrega al portero. Lo miro mientras esperamos.
—Gracias por la cena —murmuro.
—Ha sido un placer como siempre, señorita ________ (ta) —me contesta educadamente, aunque parece sumido en sus pensamientos, abstraído por completo.
Lo observo detenidamente y memorizo su hermoso perfil. Me obsesiona la desagradable idea de que podría no volver a verlo. Es demasiado doloroso para planteármelo. De pronto se gira y me mira con expresión intensa.
—Esta semana te mudas a Seattle. Si tomas la decisión correcta, ¿podré verte el domingo? —me pregunta en tono inseguro.
—Ya veremos. Quizá —le contesto.
Por un momento parece aliviado, pero enseguida frunce el ceño.
—Ahora hace fresco. ¿No has traído chaqueta?
—No.
Mueve la cabeza enfadado y se quita la americana.—Toma. No quiero que cojas frío.
Parpadeo mientras la sostiene para que me la ponga. Y al pasar los brazos por las mangas, recuerdo el momento en su despacho en que me puso la chaqueta sobre los hombros —el día en que lo conocí—, y la impresión que me causó. Nada ha cambiado. En realidad, ahora es más intenso. Su americana está caliente, me viene muy grande y huele a él… delicioso.
Llega mi coche. Nicholas se queda boquiabierto.
— ¿Ese es tu coche?
Está horrorizado. Me coge de la mano y sale conmigo a la calle. El aparcacoches sale, me tiende las llaves, y Nicholas le da una propina.
— ¿Está en condiciones de circular? —me pregunta fulminándome con la mirada.
—Sí.
— ¿Llegará hasta Seattle?
—Claro que sí.
— ¿Es seguro?
—Sí —le contesto irritada—. Vale, es viejo, pero es mío y funciona. Me lo compró mi padrastro.
—________ (tn), creo que podremos arreglarlo.
— ¿Qué quieres decir? —De pronto lo entiendo—. Ni se te ocurra comprarme un coche.
Me mira con el ceño fruncido y la mandíbula tensa.
—Ya veremos —me contesta.
Hace una mueca mientras me abre la puerta del conductor y me ayuda a entrar.
Me quito los zapatos y bajo la ventanilla. Me mira con expresión impenetrable y ojos turbios.
—Conduce con prudencia —me dice en voz baja.
—Adiós, Nicholas —le digo con voz ronca, como si estuviera a punto de llorar.
No, no voy a llorar. Le sonrío ligeramente.
Mientras me alejo, siento una presión en el pecho, empiezan a aflorar las lágrimas y trato de ahogar el llanto. Las lágrimas no tardan en rodar por mis mejillas, aunque la verdad es que no entiendo por qué lloro. Me he mantenido firme. Él me lo ha explicado todo, y ha sido claro. Me desea, pero necesito más. Necesito que me desee como yo lo deseo y lo necesito, y en el fondo sé que no es posible. Estoy abrumada.
Ni siquiera sé cómo catalogarlo. Si acepto… ¿será mi novio? ¿Podré presentárselo a mis amigos? ¿Saldré con él de copas, al cine o a jugar a los bolos?
Creo que no, la verdad. No me dejará tocarlo ni dormir con él. Sé que no he hecho estas cosas en el pasado, pero quiero hacerlas en el futuro. Y no es este el futuro que él tiene previsto.
¿Qué pasa si digo que sí, y dentro de tres meses él dice que no, que se ha cansado de intentar convertirme en algo que no soy? ¿Cómo voy a sentirme? Me habré implicado emocionalmente durante tres meses y habré hecho cosas que no estoy segura de que quiera hacer. Y si después me dice que no, que se ha acabado el acuerdo, ¿cómo voy a sobrellevar el rechazo? Quizá lo mejor sea retirarse ahora, que mantengo mi autoestima más o menos intacta.
Pero la idea de no volver a verlo me resulta insoportable. ¿Cómo se me ha metido en la piel en tan poco tiempo? No puede ser solo el sexo, ¿verdad? Me paso la mano por los ojos para secarme las lágrimas. No quiero analizar lo que siento por él. Me asusta lo que podría descubrir. ¿Qué voy a hacer?
Aparco frente a nuestra casa. No veo luces encendidas, así que Kate debe de haber salido. Es un alivio. No quiero que vuelva a pillarme llorando. Mientras me desnudo, enciendo el cacharro infernal y encuentro un mensaje de Nicholas en la bandeja de entrada.

De: Nicholas Jonas
Fecha: 25 de mayo de 2011 22:01
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Esta noche
No entiendo por qué has salido corriendo esta noche. Espero sinceramente haber contestado a todas tus preguntas de forma satisfactoria. Sé que tienes que plantearte muchas cosas y espero fervientemente que consideres en serio mi propuesta. Quiero de verdad que esto funcione. Nos lo tomaremos con calma. Confía en mí.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

Este e-mail me hace llorar más. No soy una fusión empresarial. No soy una adquisición. Leyendo este correo, cualquiera diría que sí. No le contesto. No sé qué decirle, la verdad. Me pongo el pijama y me meto en la cama envuelta en su americana. Tumbada, en la oscuridad, pienso en todas las veces que me ha advertido que me mantuviera alejada de él.
«________ (tn), deberías mantenerte alejada de mí. No soy un hombre para ti.»«Yo no tengo novias.»
«No soy un hombre de flores y corazones.»
«Yo no hago el amor.»
«No sé hacerlo de otra manera.»
Es lo último a lo que me aferro mientras lloro en silencio, con la cara hundida en la almohada. Tampoco yo sé hacerlo de otra manera. Quizá juntos podamos encontrar otro camino.
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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 12:22

ufff con complicacion
siguela
quiero saber q elige
me agrada q la ____
tambien altere a nick
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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 14:28

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 14:28

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 14:28

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 14:29

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 14:31

Que bueno que ya tienes Internet Very Happy Y OMG !!! La cena con Nick !!!! Aaaaaaaaaaaaaaa que momento !!! Jummm pero de cierta manera es raro y duele que Nick ponga esos parametros " " pero bueno...ahora que pasara !!! Very Happy AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA


SIGUELA PRONTO !!!! Very Happy

ME ENCANTA !!! Very Happy

Cuidate.

XOXOXO



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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 16:40

Capitulo 14
Nicholas está frente a mí con una fusta de cuero trenzado. Solo lleva puestos unos Levi’s viejos, gastados y rotos. Golpea despacio la fusta contra la palma de su mano sin dejar de mirarme. Esboza una sonrisa triunfante. No puedo moverme.
Estoy desnuda y atada con grilletes, despatarrada en una enorme cama de cuatro postes. Se acerca a mí y me desliza la punta de la fusta desde la frente hasta la nariz, de manera que percibo el olor del cuero, y luego sigue hasta mis labios entreabiertos, que jadean. Me mete la punta en la boca y siento el sabor intenso del cuero.
—Chupa —me ordena en voz baja.
Obedezco y cierro los labios alrededor de la punta.
—Basta —me dice bruscamente.
Vuelvo a jadear mientras me saca la fusta de la boca y me la desliza desde la barbilla hasta el final del cuello. Le da vueltas despacio y sigue arrastrando la punta de la fusta por mi cuerpo, por el esternón, entre los pechos y por el torso, hasta el ombligo. Jadeo, me retuerzo y tiro de los grilletes, que me destrozan las muñecas y los tobillos. Me rodea el ombligo con la punta de cuero y sigue deslizándola por mi vello púbico hasta el clítoris. Sacude la fusta y me golpea con fuerza en el clítoris, y me corro gloriosamente gritando que me desate.
De pronto me despierto jadeando, bañada en sudor y sintiendo los espasmos posteriores al orgasmo. Dios mío. Estoy totalmente desorientada. ¿Qué demonios ha pasado? Estoy en mi cama sola. ¿Cómo? ¿Por qué? Me incorporo de un salto, conmocionada… Uau. Es de día. Miro el despertador: las ocho. Me cubro la cara con las manos. No sabía que yo pudiera tener sueños sexuales. ¿Ha sido por algo que comí? Quizá las ostras y la investigación, que han acabado manifestándose en mi primer sueño erótico. Es desconcertante. No tenía ni idea de que pudiera correrme en sueños.
Kate se acerca a mí corriendo cuando entro tambaleándome en la cocina.
—________ (tn), ¿estás bien? Te veo rara. ¿Llevas puesta la americana de Nicholas?—Estoy bien.
Maldita sea. Debería haberme mirado en el espejo. Evito sus ojos verdes, que me atraviesan. Todavía no me he recuperado del sueño.
—Sí, es la americana de Nicholas.
Frunce el ceño.
— ¿Has dormido?
—No muy bien.
Cojo la tetera. Necesito un té.
— ¿Qué tal la cena?
Ya empieza…
—Comimos ostras. Y luego bacalao, así que diría que hubo bastante pescado.
—Uf… Odio las ostras, pero no estoy preguntándote por la comida. ¿Qué tal con Nicholas? ¿De qué hablasteis?
—Se mostró muy atento.
Me callo. ¿Qué puedo decirle? No tiene VIH, le interesa la interpretación, quiere que obedezca todas sus órdenes, hizo daño a una mujer a la que colgó del techo de su cuarto de juegos y quería follarme en el comedor privado. ¿Sería un buen resumen? Intento desesperadamente recordar algo de mi cita con Nicholas que pueda comentar con Kate.
—No le gusta Wanda.
— ¿A quién le gusta, ________ (tn)? No es nada nuevo. ¿Por qué estás tan evasiva?
Suéltalo, amiga mía.
—Kate, hablamos de un montón de cosas. Ya sabes… de lo quisquilloso que es con la comida. Por cierto, le gustó mucho tu vestido.
La tetera ya está hirviendo, así que me preparo una taza.
— ¿Te apetece un té? ¿Quieres leerme tu discurso de hoy?
—Sí, por favor. Anoche estuve preparándolo en el Becca’s. Voy a buscarlo. Y sí, me apetece mucho un té.
Kate sale corriendo de la cocina.
Uf, he conseguido darle esquinazo a Katherine Kavanagh. Abro un panecillo y lo meto en la tostadora. Me ruborizo pensando en mi intenso sueño. ¿Qué demonios ha pasado? Anoche me costó dormirme. Estuve dando vueltas a diversas opciones. Estoy muy confundida. La idea que tiene Nicholas de una relación se parece mucho a una oferta de empleo, con sus horarios, la descripción del trabajo y un procedimiento de resolución de conflictos bastante riguroso. No imaginaba así mi primera historia de amor… pero, claro, a Nicholas no le interesan las historias de amor. Si le dijera que quiero algo más, seguramente me diría que no… y me arriesgaría a perder lo que me ha ofrecido. Es lo que más me preocupa, porque no quiero perderlo. Pero no estoy segura de tener estómago para ser su sumisa… En el fondo, lo que me tira para atrás son las varas y los látigos. Como soy débil físicamente, haría lo que fuera por evitar el dolor. Pienso en mi sueño… ¿Sería así?
La diosa que llevo dentro da saltos con pompones de animadora gritándome que sí.
Kate vuelve a la cocina con su portátil. Me concentro en mi panecillo. Empieza a leer su dicurso, y yo la escucho pacientemente.
Estoy vestida y lista cuando llega Ray. Abro la puerta de la calle y lo veo en el porche con un traje que no le queda nada bien. Siento una cálida oleada de gratitud
y de amor hacia este hombre sencillo y me lanzo a sus brazos, una muestra de cariño poco habitual en mí. Se queda desconcertado, perplejo.
—Hola, __________(tn), yo también me alegro de verte —murmura abrazándome.
Me aparta un poco, y con las manos en mis hombros me mira de arriba abajo con el ceño fruncido.
— ¿Estás bien, hija?
—Claro, papá. ¿No puedo alegrarme de ver a mi padre?
Sonríe arrugando las comisuras de sus ojos oscuros y me sigue hasta el comedor.
—Estás muy guapa —me dice.
—El vestido es de Kate —le digo bajando la mirada hacia el vestido gris de seda con la espalda descubierta.
Frunce el ceño.
— ¿Dónde está Kate?
—Ha ido al campus. Va a pronunciar un discurso, así que tiene que estar allí antes.
— ¿Vamos tirando?—Papá, tenemos media hora. ¿Quieres un té? Cuéntame cómo está todo el mundo en Montesano. ¿Cómo te ha ido el viaje?
Ray deja el coche en el aparcamiento del campus y seguimos a la multitud con birretes negros y rojos hasta el gimnasio.
—Suerte, __________(tn). Pareces muy nerviosa. ¿Tienes que hacer algo?
Dios mío… ¿Por qué le ha dado hoy a Ray por ser observador?
—No, papá. Es un gran día.
Y voy a ver a Nicholas Jonas.
—Sí, mi niña se ha graduado. Estoy orgulloso de ti, __________(tn).
—Gracias, papá.
Cuánto quiero a este hombre…
El gimnasio está lleno de gente. Ray va a sentarse a las gradas con los demás padres y asistentes, y yo me dirijo a mi asiento. Llevo mi toga negra y mi birrete, y siento que me protegen, que me permiten ser anónima. Todavía no hay nadie en el estrado, pero parece que no consigo calmarme. Me late el corazón a toda prisa y me cuesta respirar. Está por aquí, en algún sitio. Me pregunto si Kate está hablando con él, quizá interrogándolo. Me dirijo hacia mi asiento entre compañeros cuyos apellidos también empiezan por S. Estoy en la segunda fila, lo que me ofrece cierto anonimato. Miro hacia atrás y veo a Ray en las gradas, arriba del todo. Lo saludo con un gesto. Me contesta agitando tímidamente la mano. Me siento y espero.
El auditorio no tarda en llenarse y el rumor de voces nerviosas aumenta progresivamente. La primera fila de asientos ya está ocupada. Yo estoy sentada entre dos chicas de otro departamento a las que no conozco. Es evidente que son muy amigas, y hablan muy nerviosas conmigo en medio.
A las once en punto aparece el rector desde detrás del estrado, seguido por los tres vicerrectores y los profesores, todos ataviados en negro y rojo. Nos levantamos y aplaudimos a nuestro personal docente. Algunos profesores asienten y saludan con la mano, y otros parecen aburridos. El profesor Collins, mi tutor y mi profesor preferido, tiene pinta de acabar de levantarse, como siempre. Al fondo del escenario están Kate y Nicholas. Nicholas lleva un traje gris a medida, y a las luces del auditorio brillan en su pelo mechones cobrizos. Parece muy serio y autosuficiente. Al sentarse, se desabrocha la americana y veo su corbata. Oh,
Dios… ¡esa corbata! Me froto las muñecas en un gesto reflejo. No puedo apartar los ojos de él. Sin duda se ha puesto esa corbata a propósito. Aprieto los labios. El público se sienta y cesan los aplausos.
— ¡Mira a aquel tipo! —cuchichea entusiasmada una de las chicas sentadas a mi lado.
— ¡Está buenísimo! —le contesta la otra.
Me pongo tensa. Estoy segura de que no hablan del profesor Collins.
—Tiene que ser Nicholas Jonas.
— ¿Está libre?
Se me ponen los pelos de punta.
—Creo que no —murmuro.
—Oh —exclaman las chicas mirándome sorprendidas.
—Creo que es gay —mascullo.
—Qué lástima —se lamenta una de las chicas.
Mientras el rector se levanta y da comienzo al acto con su discurso, veo que Nicholas recorre disimuladamente la sala con la mirada. Me hundo en mi asiento y encojo los hombros para que no me vea. Fracaso estrepitosamente, porque un segundo después sus ojos encuentran los míos. Me mira con rostro impasible, totalmente inescrutable. Me remuevo incómoda en mi asiento, hipnotizada por su mirada, y me ruborizo ligeramente. De pronto recuerdo mi sueño de esta mañana y se me contraen los músculos del vientre. Respiro hondo. Sus labios esbozan una leve y efímera sonrisa. Cierra un instante los ojos y al abrirlos recupera su expresión indiferente. Lanza una rápida mirada al rector y luego fija la vista al frente, en el emblema de la universidad colgado en la entrada. No vuelve a dirigir sus ojos hacia mí. El rector continúa con su monótono discurso, y Nicholas sigue sin mirarme. Mira fijamente hacia delante.
¿Por qué no me mira? ¿Habrá cambiado de idea? Me inunda una oleada de inquietud. Quizá el hecho de que me marchara anoche fue el final también para él.
Se ha aburrido de esperar a que me decida. Oh, no, quizá lo he fastidiado todo.
Recuerdo su e-mail de anoche. Quizá esté enfadado porque no le he contestado.
De pronto la señorita Katherine Kavanagh avanza por el estrado y la sala irrumpe en aplausos. El rector se sienta y Kate se echa la bonita melena hacia atrás y coloca sus papeles en el atril. Se toma su tiempo y no se siente intimidada por el millar de personas que están mirándola. Cuando está lista, sonríe, levanta la mirada hacia la multitud fascinada y empieza su discurso con elocuencia. Estátranquila y se muestra divertida. Las chicas sentadas a mi lado se ríen a carcajadas con su primera broma. Oh, Katherine Kavanagh, tú si que sabes pronunciar un discurso. En esos momentos estoy tan orgullosa de ella que mis dispersos pensamientos sobre Nicholas quedan a un lado. Aunque ya he oído su discurso, lo escucho atentamente. Domina la sala y se mete al público en el bolsillo.
Su tema es «¿Qué esperar después de la facultad?». Sí, ¿qué esperar? Nicholas mira a Kate alzando las cejas, creo que sorprendido. Podría haber ido a entrevistarlo Kate, y ahora podría estar haciéndole proposiciones indecentes a ella.
La guapa Kate y el guapo Nicholas juntos. Y yo podría estar como las dos chicas sentadas a mi lado, admirándolo desde la distancia. Pero sé que Kate no le habría dado ni la hora. ¿Cómo lo llamó el otro día? Repulsivo. La idea de que Kate y Nicholas se enfrenten me incomoda. Tengo que decir que no sé por quién de los dos apostaría.
Kate termina su discurso con una floritura, y espontáneamente todo el mundo se levanta, la aplaude y la vitorea. Su primera ovación con el público en pie. Le sonrío y la aclamo, y ella me devuelve una sonrisa. Buen trabajo, Kate. Se sienta, el público también, y el rector se levanta y presenta a Nicholas… Oh, Dios, Nicholas va a dar un discurso. El rector hace un breve resumen de los logros de Nicholas: presidente de su extraordinariamente próspera empresa, un hombre que ha
llegado donde está por sus propios méritos…
—… y también un importante benefactor de nuestra universidad. Por favor, demos la bienvenida al señor Nicholas Jonas.
El rector estrecha la mano a Nicholas, y la gente empieza a aplaudir. Se me hace un nudo en la garganta. Se acerca al atril y recorre la sala con la mirada. Parece tan seguro de sí mismo frente a nosotros como Kate hace un momento. Las dos chicas sentadas a mi lado se inclinan hacia delante embelesadas. De hecho, creo que la mayoría de las mujeres del público, y algunos hombres, se inclinan un poco en sus asientos. Nicholas empieza a hablar en tono suave, mesurado y cautivador.
—Estoy profundamente agradecido y emocionado por el gran honor que me han concedido hoy las autoridades de la Universidad Estatal de Washington, honor que me ofrece la excepcional posibilidad de hablar del impresionante trabajo que lleva a cabo el departamento de ciencias medioambientales de la universidad.
Nuestro propósito es desarrollar métodos de cultivos viables y ecológicamente sostenibles para países del tercer mundo. Nuestro objetivo último es ayudar a erradicar el hambre y la pobreza en el mundo. Más de mil millones de personas, principalmente en el África subsahariana, el sur de Asia y Latinoamérica, viven en la más absoluta miseria. El mal funcionamiento de la agricultura es generalizado en estas zonas, y el resultado es la destrucción ecológica y social. Sé lo que es pasar hambre. Para mí, se trata de una travesía muy personal…Se me desencaja la mandíbula. ¿Qué? Nicholas ha pasado hambre. Maldita sea.
Bueno, eso explica muchas cosas. Y recuerdo la entrevista. De verdad quiere alimentar al mundo. Me devano los sesos desesperadamente intentando recordar el artículo de Kate. Fue adoptado a los cuatro años, creo. No me imagino que Grace lo matara de hambre, así que debió de ser antes, cuando era muy pequeño. Trago saliva y se me encoge el corazón pensando en un niñito de ojos cafes hambriento.
Oh, no. ¿Qué vida tuvo antes de que los Jonas lo adoptaran y lo rescataran?
Me invade una indignación salvaje. El filantrópico Nicholas pobre, jodido y pervertido. Aunque estoy segura de que él no se vería así a sí mismo y rechazaría todo sentimiento de lástima o piedad. De repente estalla un aplauso general y todo el mundo se levanta. Yo hago lo mismo, aunque no he escuchado la mitad de su discurso. Se dedica a esa gran labor, a dirigir una empresa enorme y al mismo tiempo a perseguirme. Resulta abrumador. Recuerdo los breves retazos de las conversaciones que le he oído sobre Darfur… Ahora encaja todo. Comida.
Sonríe brevemente ante el cálido aplauso —incluso Kate está aplaudiendo— y vuelve a su asiento. No mira en dirección a mí, y yo estoy descentrada intentando asimilar toda esta nueva información sobre él.
Un vicerrector se levanta y empieza el largo y tedioso proceso de entrega de títulos. Hay que repartir más de cuatrocientos, así que pasa más de una hora hasta que oigo mi nombre. Avanzo hacia el estrado entre las dos chicas, que se ríen tontamente. Nicholas me lanza una mirada cálida, aunque comedida.
—Felicidades, señorita ________ (ta) —me dice estrechándome la mano. Siento la descarga de su carne en la mía—. ¿Tienes problemas con el ordenador?
Frunzo el ceño mientras me entrega el título.
—No.
—Entonces, ¿no haces caso de mis e-mails?
—Solo vi el de las fusiones y adquisiciones.
Me mira con curiosidad.
—Luego —me dice.
Y tengo que avanzar, porque estoy obstruyendo la cola.
Vuelvo a mi asiento. ¿E-mails? Debe de haber mandado otro. ¿Qué decía?
La ceremonia concluye una hora después. Es interminable. Al final, el rector conduce a los miembros del cuerpo docente fuera del estrado, precedidos por Nicholas y Kate, y todo el mundo vuelve a aplaudir calurosamente. Nicholas no me mira, aunque me gustaría que lo hiciera. La diosa que llevo dentro no está nada contenta.
Mientras espero de pie para poder salir de nuestra fila de asientos, Kate me llama. Se acerca hacia mí desde detrás del estrado.
—Nicholas quiere hablar contigo —me grita.
Las dos chicas, que ahora están de pie a mi lado, se giran y me miran.
—Me ha mandado a que te lo diga —sigue diciendo.
Oh…
—Tu discurso ha sido genial, Kate.
—Sí, ¿verdad? —Sonríe—. ¿Vienes? Puede ser muy insistente.
Pone los ojos en blanco y me río.
—Ni te lo imaginas. Pero no puedo dejar a Ray solo mucho rato.
Levanto la mirada hacia Ray y le indico abriendo la palma que me espere cinco minutos. Asiente, me hace un gesto con la mano y sigo a Kate hasta el pasillo de detrás del estrado. Nicholas está hablando con el rector y con dos profesores.
Levanta los ojos al verme.
—Discúlpenme, señores —le oigo murmurar.
Viene hacia mí y sonríe brevemente a Kate.
—Gracias —le dice.
Y antes de que Kate pueda responder, me coge del brazo y me lleva hacia lo que parece un vestuario de hombres. Comprueba que está vacío y cierra la puerta con pestillo.
Maldita sea, ¿qué se propone? Parpadeo cuando se gira hacia mí.
— ¿Por qué no me has mandado un e-mail? ¿O un mensaje al móvil?
Me mira furioso. Yo estoy desconcertada.
—Hoy no he mirado ni el ordenador ni el teléfono.
Mierda, ¿ha estado llamándome? Pruebo con la técnica de distracción que tan bien me funciona con Kate.
—Tu discurso ha estado muy bien.
—Gracias.
—Ahora entiendo tus problemas con la comida.
Se pasa una mano por el pelo, muy nervioso. —________ (tn), no quiero hablar de eso ahora. —Cierra los ojos y parece afligido—.
Estaba preocupado por ti.
—¿Preocupado? ¿Por qué?
—Porque volviste a casa en esa trampa mortal a la que tú llamas coche.
— ¿Qué? No es ninguna trampa mortal. Está perfectamente. José suele hacerle la revisión.
— ¿José, el fotógrafo?
Nicholas arruga la frente y se le hiela la expresión. Mierda.
—Sí, el Escarabajo era de su madre.
—Sí, y seguramente también de su abuela y de su bisabuela. No es un coche seguro.
—Lo tengo desde hace más de tres años. Siento que te hayas preocupado. ¿Por qué no me has llamado?
Está exagerando demasiado.
Respira hondo.
—________ (tn), necesito una respuesta. La espera está volviéndome loco.
—Nicholas… Mira, he dejado a mi padrastro solo.
—Mañana. Quiero una respuesta mañana.
—De acuerdo, mañana. Ya te diré algo.
Retrocede y me mira más calmado, con los hombros relajados.
— ¿Te quedas a tomar algo? —me pregunta.
—No sé lo que quiere hacer Ray.
— ¿Tu padrastro? Me gustaría conocerlo.
Oh, no… ¿por qué?
—Creo que no es buena idea.
Nicholas abre el pestillo de la puerta muy serio.
— ¿Te avergüenzas de mí?
— ¡No! —Ahora me toca a mí desesperarme—. ¿Y cómo te presento a mi padre?
¿«Este es el hombre que me ha desvirgado y que quiere mantener conmigo una relación sadomasoquista»? No llevas puestas las zapatillas de deporte.
Nicholas me mira y sus labios esbozan una sonrisa. Y aunque estoy enfadada con él, involuntariamente mi cara se la devuelve.
—Para que lo sepas, corro muy deprisa. Dile que soy un amigo, ________ (tn).
Abre la puerta y sale. La cabeza me da vueltas. El rector, los tres vicerrectores, cuatro profesores y Kate se me quedan mirando cuando paso a toda prisa por delante de ellos. Mierda. Dejo a Nicholas con los profesores y voy a buscar a Ray.
«Dile que soy un amigo.»
Amigo con derecho a roce, me dice mi subconsciente con mala cara. Lo sé, lo sé.
Me quito de encima el desagradable pensamiento. ¿Cómo voy a presentárselo a Ray? La sala sigue todavía medio llena, y Ray no se ha movido de su sitio. Me ve, me hace un gesto con la mano y empieza a bajar.
—__________ (tn), felicidades —me dice pasándome el brazo por los hombros.
— ¿Te apetece venir a tomar algo al entoldado?
—Claro. Hoy es tu día. Vamos.
—No tenemos que ir si no quieres.
Por favor, di que no…
—__________ (tn), he estado dos horas y media sentado, escuchando todo tipo de parloteos. Necesito una copa.
Le cojo del brazo y avanzamos entre la multitud a través de la cálida tarde.
Pasamos junto a la cola del fotógrafo oficial.
—Ah, lo olvidaba… —Ray se saca una cámara digital del bolsillo—. Una foto para el álbum, __________(tn).
Pongo los ojos en blanco mientras me saca una foto.
— ¿Puedo quitarme ya la toga y el birrete? Me siento medio tonta.
Eres medio tonta… Mi subconsciente está de lo más sarcástico. Así que vas a presentar a Ray al hombre con el que follas… Estará muy orgulloso. Mi subconsciente me observa por encima de sus gafas de media luna. A veces la odio.
El entoldado es inmenso y está lleno de gente: alumnos, padres, profesores y amigos, todos charlando alegremente. Ray me pasa una copa de champán, o de vino espumoso barato, me temo. No está frío y es dulzón. Pienso en Nicholas…
No va a gustarle.
— ¡________ (tn)!
Al girarme, Ethan Kavanagh me coge de improviso entre sus brazos. Me levanta y me da vueltas en el aire sin que se me derrame el vino. Toda una proeza. — ¡Felicidades! —exclama sonriéndome, con sus ojos verdes brillantes.
Qué sorpresa. Su pelo rubio está alborotado y sexy. Es tan guapo como Kate. El parecido es asombroso.
— ¡Uau, Ethan! Qué alegría verte. Papá, este es Ethan, el hermano de Kate.
Ethan, te presento a mi padre, Ray ________ (ta).
Se dan la mano. Mi padre evalúa fríamente al señor Kavanagh.
— ¿Cuándo has llegado de Europa? —le pregunto.
—Hace una semana, pero quería darle una sorpresa a mi hermanita —me dice en tono de complicidad.
—Qué detalle —le digo sonriendo.
—Era la que iba a pronunciar el discurso de graduación. No podía perdérmelo.
Parece inmensamente orgulloso de su hermana.
—Su discurso ha sido genial.
—Es verdad —confirma Ray.
Ethan me tiene cogida por la cintura cuando levanto la mirada y me encuentro con los gélidos ojos cafes de Nicholas Jonas. Kate está a su lado.
—Hola, Ray. —Kate besa en las mejillas a mi padre, que se ruboriza—. ¿Conoces al novio de ________ (tn)? Nicholas Jonas.
Maldita sea… ¡Kate! ¡Mierda! Me arden las mejillas.
—Señor ________ (ta), encantado de conocerlo —dice Nicholas tranquilamente, con calidez, sin que le haya alterado la presentación de Kate.
Tiende la mano a Ray, que se la estrecha sin dar la menor muestra de sorprenderse por lo que acaba de enterarse.
Muchas gracias, Katherine Kavanagh, pienso echando chispas. Creo que mi subconsciente se ha desmayado.
—Sr. Jonas —murmura Ray.
Su expresión es indescifrable. Solo abre un poco sus grandes ojos castaños, que se giran hacia mí como preguntándome cuándo pensaba darle la noticia. Me muerdo el labio.
—Y este es mi hermano, Ethan Kavanagh —dice Kate a Nicholas.
Este dirige su gélida mirada a Ethan, que sigue cogiéndome por la cintura.
—Señor Kavanagh.Se saludan. Nicholas me tiende la mano.
—________ (tn), cariño —murmura.
Casi me muero al oírlo.
Me aparto de Ethan, al que Nicholas dedica una sonrisa glacial, y me coloco a su lado. Kate me sonríe. La muy zorra sabe perfectamente lo que está haciendo.
—Ethan, mamá y papá quieren hablar con nosotros —dice Kate llevándose a su hermano.
—¿Desde cuándo os conocéis, chicos? —pregunta Ray mirando impasible primero a Nicholas y luego a mí.
He perdido la capacidad de hablar. Quiero que me trague la tierra. Nicholas me roza la espalda desnuda con el pulgar y luego deja la mano apoyada en mi hombro.
—Unas dos semanas —dice en tono tranquilo—. Nos conocimos cuando
________ (tn) vino a entrevistarme para la revista de la facultad.
—No sabía que trabajabas para la revista de la facultad, ________ (tn).
El tono de Ray es de ligero reproche. Es evidente que está molesto. Mierda.
—Kate estaba enferma —murmuro.
No logro decir nada más.
—Su discurso ha estado muy bien, Sr. Jonas.
—Gracias. Tengo entendido que es usted un entusiasta de la pesca.
Ray alza las cejas y esboza una sonrisa poco habitual, auténtica. Y de pronto se ponen a hablar de pesca. De hecho, enseguida siento que sobro. Se ha metido a mi padre en el bolsillo… Como hizo contigo, me reprocha mi subconsciente. Su poder no tiene límites. Me disculpo y voy a buscar a Kate.
Kate está hablando con sus padres, que están encantados de verme, como siempre, y me saludan cariñosamente. Intercambiamos varias frases de cortesía, sobre todo acerca de sus próximas vacaciones a Barbados y nuestro traslado.
—Kate, ¿cómo has podido soltar eso delante de Ray? —le pregunto entre dientes en la primera ocasión en que nadie puede oírnos.
—Porque sabía que tú no lo harías, y quiero echar una mano con los problemasde compromiso de Nicholas —me contesta sonriendo dulcemente.
Frunzo el ceño. ¡Soy yo la que no va a comprometerse con él, estúpida!
—Y el tío se ha quedado tan tranquilo, ________ (tn). No te preocupes. Míralo…Nicholas no aparta la mirada de ti.
Me giro y veo que Ray y Nicholas están mirándome.
—No te ha quitado los ojos de encima.
—Será mejor que vaya a rescatar a Ray, o a Nicholas. No sé a cuál de los dos.
Esto no va a quedar así, Katherine Kavanagh.
—________ (tn), te he hecho un favor —me dice cuando ya me he dado la vuelta.
—Hola —les saludo a los dos con una sonrisa.
Parece que todo va bien. Nicholas está sonriendo por alguna broma entre ellos, y mi padre parece increíblemente relajado, teniendo en cuenta que se trata de socializar. ¿De qué han hablado, aparte de pesca?
—________ (tn), ¿dónde está el cuarto de baño? —me pregunta Ray.
—Al fondo a la izquierda.
—Vuelvo enseguida. Divertíos, chicos.
Ray se aleja. Miro nerviosa a Nicholas. Nos quedamos un momento quietos mientras un fotógrafo nos hace una foto.
—Gracias, Sr. Jonas.
El fotógrafo se escabulle a toda prisa. El flash me ha dejado parpadeando.
—Así que también has cautivado a mi padre…
—¿También?
Le arden los ojos y alza una ceja interrogante. Me ruborizo. Levanta una mano y desliza los dedos por mi mejilla.
—Ojalá supiera lo que estás pensando, ________ (tn) —susurra en tono turbador.
Me coloca la mano en la barbilla y me levanta la cara. Nos miramos fijamente a los ojos.
Se me dispara el corazón. ¿Cómo puede tener este efecto sobre mí, incluso en este entoldado lleno de gente?
—Ahora mismo estoy pensando: Bonita corbata —le digo.
Se ríe.
—Últimamente es mi favorita.
Me arden las mejillas.
—Estás muy guapa, ________ (tn). Este vestido con la espalda descubierta te sienta muy bien. Me apetece acariciarte la espalda y sentir tu hermosa piel.
De pronto es como si estuviéramos solos. Solos él y yo. Se me altera todo el cuerpo, me hormiguean todas las terminaciones nerviosas, y la electricidad que se crea entre nosotros me empuja hacia él.
—Sabes que irá bien, ¿verdad, nena? —me susurra.
Cierro los ojos y me derrito por dentro.
—Pero quiero más —le contesto en voz baja.
—¿Más?
Me mira desconcertado y sus ojos se vuelven impenetrables. Asiento y trago saliva. Ahora ya lo sabe.
—Más —repite en voz baja, como si estuviera sopesando la palabra, una palabra corta y sencilla, pero demasiado cargada de promesas. Me pasa el pulgar por el labio inferior—. Quieres flores y corazones.
Vuelvo a asentir. Pestañea y observo en sus ojos su lucha interna.
—________ (tn) —me dice en tono dulce—, no sé mucho de ese tema.
—Yo tampoco.
Sonríe ligeramente.
—Tú no sabes mucho de nada —murmura.
—Tú sabes todo lo malo.
—¿Lo malo? Para mí no lo es —me contesta moviendo la cabeza, y parece sincero—. Pruébalo —me susurra.
Me desafía. Ladea la cabeza y esboza su deslumbrante sonrisa de medio lado.
Respiro hondo. Soy Eva en el Edén, y él es la serpiente. No puedo resistirme.
—De acuerdo —susurro.
—¿Qué?
Me observa muy atento. Trago saliva.
—De acuerdo. Lo intentaré.
—¿Estás de acuerdo?
Es evidente que no termina de creérselo.
—Dentro de los límites tolerables, sí. Lo intentaré.
Hablo en voz muy baja. Nicholas cierra los ojos y me abraza. —________ (tn), eres imprevisible. Me dejas sin aliento.
Da un paso atrás y de pronto Ray ya está de vuelta. El ruido en el interior del entoldado aumenta progresivamente y me invade los oídos. No estamos solos.
Dios mío, acabo de aceptar ser su sumisa. Nicholas sonríe a Ray con la alegría danzando en sus ojos.
—__________(tn), ¿vamos a comer algo?
—Vamos.
Guiño un ojo a Ray intentando recuperar la serenidad. ¿Qué has hecho?, me grita mi subconsciente. La diosa que llevo dentro da volteretas dignas de una gimnasta olímpica rusa.
—Nicholas, ¿quieres venir con nosotros? —le pregunta Ray.
¡Nicholas! Lo miro suplicándole que no venga. Necesito espacio para pensar… ¿Qué deminios he hecho?
—Gracias, señor ________ (ta), pero tengo planes. Encantado de conocerlo.
—Lo mismo digo —le contesta Ray—. Cuídame a mi niña.
—Esa es mi intención.
Se estrechan la mano. Estoy mareada. Ray no tiene ni idea de cómo va a cuidarme Nicholas. Este me coge de la mano, se la lleva a los labios y me besa los nudillos con ternura sin apartar sus abrasadores ojos de los míos.
—Nos vemos luego, señorita ________ (ta) —me dice en un tono lleno de promesas.
Se me encoge el estómago al pensarlo. ¿Podré esperar?
Ray me coge del brazo y nos dirigimos a la salida del entoldado.
—Parece un chico muy formal. Y adinerado. No lo has hecho tan mal, __________(tn).
Aunque no entiendo por qué he tenido que enterarme por Katherine… —me reprende.
Me encojo de hombros a modo de disculpa.
—Bueno —dice—, cualquier hombre al que le guste pescar a mí me parece bien.
Vaya, a Ray le parece bien. Si él supiera…
Al anochecer Ray me lleva a casa.
—Llama a tu madre —me dice.
—Lo haré. Gracias por venir, papá.—No me lo habría perdido por nada del mundo, __________(tn). Estoy muy orgulloso de ti.
Oh, no. No voy a emocionarme ahora… Se me hace un nudo en la garganta y lo abrazo muy fuerte. Me rodea con sus brazos, perplejo, y entonces no puedo evitarlo. Se me saltan las lágrimas.
—Hey, __________(tn), cariño —me dice Ray—. Ha sido un gran día, ¿verdad? ¿Quieres que entre y te prepare un té?
Aunque tengo los ojos llenos de lágrimas, me río. Para Ray, el té siempre es la solución. Recuerdo a mi madre quejándose de él, diciendo que cuando se trataba de consolar a alguien con un té, el té siempre se le daba muy bien, pero el consuelo no tanto.
—No, papá, estoy bien. Me he alegrado mucho de verte. En cuanto me instale en Seattle, iré a verte.
—Suerte con las entrevistas. Ya me contarás cómo te van.
—Claro, papá.
—Te quiero, __________(tn).
—Yo también te quiero, papá.
Me sonríe con ojos cálidos y brillantes, y se mete en el coche. Le digo adiós con la mano mientras se adentra en la oscuridad, y luego entro lánguidamente en casa.
Lo primero que hago es mirar el móvil. No tiene batería, así que tengo que ir a buscar el cargador y enchufarlo antes de ver los mensajes. Cuatro llamadas perdidas, dos mensajes en el contestador y dos mensajes de texto. Tres llamadas perdidas de Nicholas… sin mensajes en el contestador. Una llamada perdida de
José, y su voz deseándome lo mejor en la ceremonia de graduación.
Abro los mensajes de texto.
*Has llegado bien?*
*Llamame*
Los dos son de Nicholas. ¿Por qué no me llamó a casa? Voy a mi habitación y enciendo el cacharro infernal.
De: Nicholas Jonas
Fecha: 25 de mayo de 2011 23:58
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Esta noche
Espero que hayas llegado bien a casa en ese coche tuyo.Dime si estás bien.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

Dios… ¿Por qué le preocupa tanto mi Escarabajo? Me ha servido lealmente durante tres años, y José siempre me ha ayudado a ponerlo a punto. El siguiente
e-mail de Nicholas es de hoy.

De: Nicholas Jonas
Fecha: 26 de mayo de 2011 17:22
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Límites tolerables
¿Qué puedo decir que no haya dicho ya? Encantado de comentarlo contigo cuando quieras. Hoy estabas muy guapa.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

Quiero verlo, así que pulso «Responder».

De: ________ (tn) ________ (ta)
Fecha: 26 de mayo de 2011 19:23
Para: Nicholas Jonas
Asunto: Límites tolerables
Si quieres, puedo ir a verte esta noche y lo comentamos.
________ (tn)

De: Nicholas Jonas
Fecha: 26 de mayo de 2011 19:27
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Límites tolerables
Voy yo a tu casa. Cuando te dije que no me gustaba que llevaras ese coche, lo decía en serio. Nos vemos enseguida.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

Maldita sea… Viene hacia aquí. Tengo que prepararle una cosa. Las primeras ediciones de los libros de Thomas Hardy siguen en las estanterías del comedor. No puedo aceptarlas. Envuelvo los libros en papel de embalar y escribo una cita de
Tess:
Acepto las condiciones, Angel, porque tú sabes mejor cuál tiene que ser mi castigo. Lo único que te pido es… que no sea más duro de lo que pueda soportar.
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andreru
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50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Empty
MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 16:42

Capitulo 15
-Hola.
Me siento terriblemente cortada cuando abro la puerta. Nicholas está en el porche, con sus vaqueros y su cazadora de cuero.
—Hola —dice, y su radiante sonrisa le ilumina el rostro.
Me detengo un instante para admirar su belleza. Madre mía, está buenísimo vestido de cuero.
—Pasa.
—Si me lo permites —contesta, divertido. Cuando entra, le veo una botella de champán en la mano—. He pensado que podríamos celebrar tu graduación. No hay nada como un buen Bollinger.
—Interesante elección de palabras —comento con sequedad.
Él sonríe.
—Me encanta la chispa que tienes, ________ (tn).
—No tenemos más que tazas. Ya hemos empaquetado todos los vasos y copas.
—¿Tazas? Por mí, bien.
Me dirijo a la cocina. Nerviosa, sintiendo las mariposas en el estómago; es como tener una pantera o un puma en mi salón.
—¿Quieres platito también?
—Con la taza me vale, ________ (tn) —me responde Nicholas distraídamente desde el salón.
Cuando vuelvo, está escudriñando el paquete marrón de libros. Dejo las tazas en la mesa.
—Eso es para ti —murmuro algo ansiosa.
Mierda… Seguro que esto termina en pelea.
—Mmm, me lo figuro. Una cita muy oportuna. —Pasea ausente el largo índice por el texto—.Pensé que era d’Urberville, no Angel. Has elegido la corrupción.
—Me dedica una breve sonrisa lobuna—. Solo tú podías encontrar algo de resonancias tan acertadas.
—También es una súplica —le susurro.
¿Por qué estoy tan nerviosa? Tengo la boca seca.
—¿Una súplica? ¿Para que no me pase contigo?
Asiento con la cabeza.
—Compré esto para ti —dice él en voz baja y con mirada impasible—. No me pasaré contigo si lo aceptas.
Trago saliva compulsivamente.
—Nicholas, no puedo aceptarlo, es demasiado.
—Ves, a esto me refería, me desafías. Quiero que te lo quedes, y se acabó la discusión. Es muy sencillo. No tienes que pensar en nada de esto. Como sumisa mía, tendrías que agradecérmelo. Limítate a aceptar lo que te compre, porque me complace que lo hagas.
—Aún no era tu sumisa cuando lo compraste —susurro.
—No… pero has accedido, ________ (tn).
Su mirada se vuelve recelosa.
Suspiro. No me voy a salir con la mía, así que pasamos al plan B.
—Entonces, ¿es mío y puedo hacer lo que quiera con ello?
Me mira con desconfianza, pero cede.
—Sí.
—En ese caso, me gustaría donarlo a una ONG, a una que trabaja en Darfur y a la que parece que le tienes cariño. Que lo subasten.
—Si eso es lo que quieres hacer…
Aprieta los labios. Parece decepcionado.
Me sonrojo.
—Me lo pensaré —murmuro.
No quiero decepcionarlo, y entonces recuerdo sus palabras. «Quiero que quieras complacerme.»
—No pienses, ________ (tn). En esto, no.Lo dice sereno y serio.
¿Cómo no voy a pensar? Te puedes hacer pasar por un coche, ser otra de sus posesiones, ataca de nuevo mi subconsciente con su desagradable mordacidad. La ignoro. Ay, ¿podríamos rebobinar? El ambiente es ahora muy tenso. No sé qué hacer. Me miro fijamente los dedos. ¿Cómo salvo la situación?
Deja la botella de champán en la mesa y se sitúa delante de mí. Me coge la cara por la barbilla y me levanta la cabeza. Me mira con expresión grave.
—Te voy a comprar muchas cosas, ________ (tn). Acostúmbrate. Me lo puedo permitir. Soy un hombre muy rico. —Se inclina y me planta un beso rápido y casto en los labios—. Por favor.
Me suelta.
Vaya, me susurra mi subconsciente.
—Eso hace que me sienta ruin —musito.
—No debería. Le estás dando demasiadas vueltas, ________ (tn). No te juzgues por lo que puedan pensar los demás. No malgastes energía. Esto es porque nuestro contrato te produce cierto reparo; es algo de lo más normal. No sabes en qué te estás metiendo.
Frunzo el ceño, tratando de procesar sus palabras.
—Va, déjalo ya —me ordena con delicadeza, cogiéndome otra vez la barbilla y tirando de ella suave para que deje de morderme el labio inferior—. No hay nada ruin en ti, ________ (tn). No quiero que pienses eso. No he hecho más que comprarte unos libros antiguos que pensé que te gustarían, nada más. Bebamos un poco de champán. —Su mirada se vuelve cálida y tierna, y yo le sonrío tímidamente—. Eso está mejor —murmura.
Coge el champán, le quita el aluminio y la malla, retuerce la botella más que el corcho y la abre con un pequeño estallido y una floritura experta con la que no se derrama ni una gota. Llena las tazas a la mitad.
—Es rosado —comento sorprendida.
—Bollinger Grande Année Rosé 1999, una añada excelente —dice con entusiasmo.
—En taza.
Sonríe.
—En taza. Felicidades por tu graduación, ________ (tn).
Brindamos y él da un sorbo, pero yo no puedo dejar pensar de que, en realidad, celebramos mi capitulación.
—Gracias —susurro, y doy un sorbo. Desde luego está delicioso—. ¿Repasamos los límites tolerables?
Sonríe, y yo me ruborizo.
—Siempre tan entusiasta.
Nicholas me coge de la mano y me lleva al sofá, donde se sienta y tira de mí para que tome asiento a su lado.
—Tu padrastro es un hombre muy taciturno.
Ah… así que pasamos de los límites tolerables. Pero quiero quitármelo ya de encima; la angustia me está matando.
—Lo tienes comiendo de tu mano —digo con un mohín.
Nicholas ríe suavemente.
—Solo porque sé pescar.
—¿Cómo has sabido que le gusta pescar?
—Me lo dijiste tú. Cuando fuimos a tomar un café.
—¿Ah, sí? —Doy otro sorbo. Uau, se acuerda de los detalles. Mmm… este champán es buenísimo—. ¿Probaste el vino de la recepción?
Nicholas hace una mueca.
—Sí. Estaba asqueroso.
—Pensé en ti cuando lo probé. ¿Cómo es que sabes tanto de vinos?
—No sé tanto, ________ (tn), solo sé lo que me gusta. —Sus ojos cafes brillan, casi plateados, y vuelvo a ruborizarme—. ¿Más? —pregunta refiriéndose al champán.
—Por favor.
Nicholas se levanta con elegancia y coge la botella. Me llena la taza. ¿Me querrá achispar? Lo miro recelosa.
—Esto está muy vacío. ¿Te mudas ya?
—Más o menos.
—¿Trabajas mañana?
—Sí, es mi último día en Clayton’s.
—Te ayudaría con la mudanza, pero le he prometido a mi hermana que iría a buscarla al aeropuerto. Vaya, eso es nuevo.
—Mia llega de París el sábado a primera hora. Mañana me vuelvo a Seattle, pero tengo entendido que Elliot os va a echar una mano.
—Sí, Kate está muy entusiasmada al respecto.
Nicholas frunce el ceño.
—Sí, Kate y Elliot, ¿quién lo iba a decir? —masculla, y no sé por qué no parece que le haga mucha gracia.
—¿Y qué vas a hacer con lo del trabajo de Seattle?
¿Cuándo vamos a hablar de los límites? ¿A qué juega?
—Tengo un par de entrevistas para puestos de becaria.
—¿Y cuándo pensabas decírmelo? —pregunta arqueando una ceja.
—Eh… te lo estoy diciendo ahora.
Entorna los ojos.
—¿Dónde?
No sé bien por qué, quizá para evitar que haga uso de su influencia, no quiero decírselo.
—En un par de editoriales.
—¿Es eso lo que quieres hacer, trabajar en el mundo editorial?
Asiento con cautela.
—¿Y bien?
Me mira pacientemente a la espera de más información.
—Y bien ¿qué?
—No seas retorcida, ________ (tn), ¿en qué editoriales? —me reprende.
—Unas pequeñas —murmuro.
—¿Por qué no quieres que lo sepa?
—Tráfico de influencias.
Frunce el ceño.
—Pues sí que eres retorcida.
Y se echa a reír.
—¿Retorcida? ¿Yo? Dios mío, qué morro tienes. Bebe, y hablemos de esos límites.
Saca otra copia de mi e-mail y de la lista. ¿Anda por ahí con esas listas en los bolsillos? Creo que lleva una en la americana que tengo yo. Mierda, más vale que no se me olvide. Apuro la taza.
Me echa un vistazo rápido.
—¿Más?
—Por favor.
Me dedica una de esas sonrisas de suficiencia suyas, sostiene en alto la botella de champán, y se detiene.
—¿Has comido algo?
Ay, no… ya estamos otra vez.
—Sí. Me he dado un banquete con Ray.
Lo miro poniendo los ojos en blanco. El champán me está desinhibiendo.
Se inclina hacia delante, me coge la barbilla y me mira fijamente a los ojos.
—La próxima vez que me pongas los ojos en blanco te voy a dar unos azotes.
¿Qué?
—Ah —susurro, y detecto la excitación en sus ojos.
—Ah —replica, imitándome—. Así se empieza, ________ (tn).
El corazón me martillea en el pecho y el nudo del estómago se me sube a la garganta. ¿Por qué me excita tanto eso?
Me llena la taza, y me lo bebo casi todo. Escarmentada, lo miro.
—Me sigues ahora, ¿no?
Asiento con la cabeza.
—Respóndeme.
—Sí… te sigo.
—Bien. —Me dedica una sonrisa cómplice—. De los actos sexuales… lo hemos hecho casi todo.
Me acerco a él en el sofá y echo un vistazo a la lista.
APÉNDICE 3
Límites tolerables
A discutir y acordar por ambas partes:¿Acepta la Sumisa lo siguiente?
• Masturbación• Penetración vaginal• Cunnilingus• Fisting vaginal• Felación•
Penetración anal• Ingestión de semen• Fisting anal
—De puño nada, dices. ¿Hay algo más a lo que te opongas? —pregunta con ternura.
Trago saliva.
—La penetración anal tampoco es que me entusiasme.
—Por lo del puño paso, pero no querría renunciar a tu culo, ________ (tn). Bueno, ya veremos. Además, tampoco es algo a lo que podamos lanzarnos sin más. —Me sonríe maliciosamente—. Tu culo necesitará algo de entrenamiento.
—¿Entrenamiento? —susurro.
—Oh, sí. Habrá que prepararlo con mimo. La penetración anal puede resultar muy placentera, créeme. Pero si lo probamos y no te gusta, no tenemos por qué volver a hacerlo.
Me sonríe.
Lo miro espantada. ¿Cree que me va a gustar? ¿Cómo sabe él que resulta placentero?
—¿Tú lo has hecho? —le susurro.
—Sí.
Madre mía. Ahogo un jadeo.
—¿Con un hombre?
—No. Nunca he hecho nada con un hombre. No me va.
—¿Con la señora Robinson?
—Sí.
Madre mía… ¿cómo? Frunzo el ceño. Sigue repasando la lista.
—Y la ingestión de semen… Bueno, eso se te da de miedo.
Me sonrojo, y la diosa que llevo dentro se infla de orgullo.
—Entonces… —Me mira sonriente—. Tragar semen, ¿vale?
Asiento con la cabeza, incapaz de mirarlo a los ojos, y vuelvo a apurar mi taza.
—¿Más? —me pregunta.
—Más. —Y de pronto, mientras me rellena la taza, recuerdo la conversación que hemos mantenido antes. ¿Se refiere a eso o solo al champán? ¿Forma parte del juego todo esto del champán?
—¿Juguetes sexuales? —pregunta.
Me encojo de hombros, mirando la lista.
¿Acepta la Sumisa lo siguiente?
• Vibradores• Consoladores• Tapones anales• Otros juguetes vaginales/anales
—¿Tapones anales? ¿Eso sirve para lo que pone en el envase?
Arrugo la nariz, asqueada.
—Sí. —Sonríe—. Y hace referencia a la penetración anal de antes. Al entrenamiento.
—Ah… ¿y el «otros»?
—Cuentas, huevos… ese tipo de cosas.
—¿Huevos? —inquiero alarmada.
—No son huevos de verdad —ríe a carcajadas, meneando la cabeza.
Lo miro con los labios fruncidos.
—Me alegra ver que te hago tanta gracia.
No logro ocultar que me siento dolida.
Deja de reírse.
—Mis disculpas. Lo siento, señorita ________ (ta) —dice tratando de parecer arrepentido, pero sus ojos aún chispean—. ¿Algún problema con los juguetes?
—No —espeto.
—________ (tn) —dice, zalamero—, lo siento. Créeme. No pretendía burlarme.
Nunca he tenido esta conversación de forma tan explícita. Eres tan inexperta… Lo siento.
Me mira con ojos grandes, cafes, sinceros.
Me relajo un poco y bebo otro sorbo de champán.
—Vale… bondage —dice volviendo a la lista.
La examino, y la diosa que llevo dentro da saltitos como una niña a la espera de un helado.
¿Acepta la Sumisa lo siguiente?
• Bondage con cuerda• Bondage con cinta adhesiva• Bondage con muñequeras de cuero• Otros tipos de bondage • Bondage con esposas y grilletes
Nicholas me mira arqueando las cejas.
—¿Y bien?
—De acuerdo —susurro y vuelvo a mirar rápidamente la lista.
¿Acepta la Sumisa los siguientes tipos de bondage?
• Manos al frente• Muñecas con tobillos• Tobillos• A objetos, muebles, etc.•
Codos• Barras rígidas• Manos a la espalda• Suspensión• Rodillas
¿Acepta la Sumisa que se le venden los ojos?¿Acepta la Sumisa que se la amordace?
—Ya hemos hablado de la suspensión y, si quieres ponerla como límite infranqueable, me parece bien. Lleva mucho tiempo y, de todas formas, solo te tengo a ratos pequeños. ¿Algo más?
—No te rías de mí, pero ¿qué es una barra rígida?
—Prometo no reírme. Ya me he disculpado dos veces. —Me mira furioso. No me obligues a hacerlo de nuevo —me advierte. Y tengo la sensación de encogerme visiblemente… madre mía, qué tirano—. Una barra rígida es una barra con esposas para los tobillos y/o las muñecas. Es divertido.
—Vale… De acuerdo con lo de amordazarme… Me preocupa no poder respirar.
—A mí también me preocuparía que no respiraras. No quiero asfixiarte.
—Además, ¿cómo voy a usar las palabras de seguridad estando amordazada?
Hace una pausa.
—Para empezar, confío en que nunca tengas que usarlas. Pero si estás amordazada, lo haremos por señas —dice sin más.
Lo miro espantada. Pero, si estoy atada, ¿cómo lo voy a hacer? Se me empieza a nublar la mente… Mmm, el alcohol.
—Lo de la mordaza me pone nerviosa.
—Vale. Tomo nota.
Lo miro fijamente y entonces empiezo a comprender.
—¿Te gusta atar a tus sumisas para que no puedan tocarte?
Me mira abriendo mucho los ojos.
—Esa es una de las razones —dice en voz baja.
—¿Por eso me has atado las manos?—Sí.
—No te gusta hablar de eso —murmuro.
—No, no me gusta. ¿Te apetece más champán? Te está envalentonando, y necesito saber lo que piensas del dolor.
Maldita sea… esta es la parte chunga. Me rellena la taza, y doy un sorbo.
—A ver, ¿cuál es tu actitud general respecto a sentir dolor? —Nicholas me mira expectante—. Te estás mordiendo el labio —me dice en tono amenazante.
Paro de inmediato, pero no sé qué decir. Me ruborizo y me miro las manos.
—¿Recibías castigos físicos de niña?
—No.
—Entonces, ¿no tienes ningún ámbito de referencia?
—No.
—No es tan malo como crees. En este asunto, tu imaginación es tu peor enemigo
—susurra.
—¿Tienes que hacerlo?
—Sí.
—¿Por qué?
—Es parte del juego, ________ (tn). Es lo que hay. Te veo nerviosa. Repasemos los métodos.
Me enseña la lista. Mi subconsciente sale corriendo, gritando, y se esconde detrás del sofá.
• Azotes• Azotes con pala• Latigazos• Azotes con vara• Mordiscos• Pinzas para pezones• Pinzas genitales• Hielo• Cera caliente• Otros tipos/métodos de dolor
—Vale, has dicho que no a las pinzas genitales. Muy bien. Lo que más duele son los varazos.
Palidezco.
—Ya iremos llegando a eso.
—O mejor no llegamos —susurro.
—Esto forma parte del trato, nena, pero ya iremos llegando a todo eso.
________ (tn), no te voy a obligar a nada horrible.
—Todo esto del castigo es lo que más me preocupa —digo con un hilo de voz.—Bueno, me alegro de que me lo hayas dicho. Quitamos los varazos de la lista de momento. Y, a medida que te vayas sintiendo más cómoda con todo lo demás, incrementaremos la intensidad. Lo haremos despacio.
Trago saliva, y él se inclina y me besa en la boca.
—Ya está, no ha sido para tanto, ¿no?
Me encojo de hombros, con el corazón en la boca otra vez.
—A ver, quiero comentarte una cosa más antes de llevarte a la cama.
—¿A la cama? —pregunto parpadeando muy deprisa, y la sangre me bombea por todo el cuerpo, calentándome sitios que no sabía que existían hasta hace muy poco.
—Vamos, ________ (tn), después de repasar todo esto, quiero follarte hasta la semana que viene, desde ahora mismo. Debe de haber tenido algún efecto en ti también.
Me estremezco. La diosa que llevo dentro jadea.
—¿Ves? Además, quiero probar una cosa.
—¿Me va a doler?
—No… deja de ver dolor por todas partes. Más que nada es placer. ¿Te he hecho daño hasta ahora?
Me ruborizo.
—No.
—Pues entonces. A ver, antes me hablabas de que querías más.
Se interrumpe, de pronto indeciso.
Madre mía… ¿adónde va a llegar esto?
Me agarra la mano.
—Podríamos probarlo durante el tiempo en que no seas mi sumisa. No sé si funcionará. No sé si podremos separar las cosas. Igual no funciona. Pero estoy dispuesto a intentarlo. Quizá una noche a la semana. No sé.
Madre mía… me quedo boquiabierta, mi subconsciente está en estado de shock.
¡Nicholas Jonas acepta más! ¡Está dispuesto a intentarlo! Mi subconsciente se asoma por detrás del sofá, con una expresión aún conmocionada en su rostro de arpía.
—Con una condición. Estudia con recelo mi expresión de perplejidad.
—¿Qué? —digo en voz baja.
Lo que sea. Te doy lo que sea.
—Que aceptes encantada el regalo de graduación que te hago.
—Ah.
Y muy en el fondo sé lo que es. Brota el temor en mi vientre.
Me mira fijamente, evaluando mi reacción.
—Ven —murmura, y se levanta y tira de mí.
Se quita la cazadora, me la echa por los hombros y se dirige a la puerta.
Aparcado fuera hay un descapotable rojo de tres puertas, un Audi.
—Para ti. Feliz graduación —susurra, estrechándome en sus brazos y besándome el pelo.
Me ha comprado un puñetero coche, completamente nuevo, a juzgar por su aspecto. Vaya… si ya me costó aceptar los libros. Lo miro alucinada, intentando desesperadamente decidir cómo me siento. Por un lado, me horroriza; por otro, lo agradezco, me flipa que realmente lo haya hecho, pero la emoción predominante es el enfado. Sí, estoy enfadada, sobre todo después de todo lo que le dije de los libros… pero, claro, ya lo ha comprado. Cogiéndome de la mano, me lleva por el camino de entrada hasta esa nueva adquisición.
—________ (tn), ese Escarabajo tuyo es muy viejo y francamente peligroso. Jamás me lo perdonaría si te pasara algo cuando para mí es tan fácil solucionarlo…
Él me mira, pero, de momento, yo no soy capaz de mirarlo. Contemplo en silencio el coche, tan asombrosamente nuevo y de un rojo tan luminoso.
—Se lo comenté a tu padrastro. Le pareció una idea genial —me susurra.
Me vuelvo y lo miro furiosa, boquiabierta de espanto.
—¿Le mencionaste esto a Ray? ¿Cómo has podido?
Me cuesta que me salgan las palabras. ¿Cómo te atreves? Pobre Ray. Siento náuseas, muerta de vergüenza por mi padre.
—Es un regalo, ________ (tn). ¿Por qué no me das las gracias y ya está?
—Sabes muy bien que es demasiado.
—Para mí, no; para mi tranquilidad, no.
Lo miro ceñuda, sin saber qué decir. ¡Es que no lo entiende! Él ha tenido dinero toda la vida. Vale, no toda la vida —de niño, no—, y entonces mi perspectiva cambia. La idea me serena y veo el coche con otros ojos, sintiéndome culpable por mi arrebato de resentimiento. Su intención es buena, desacertada, pero con buen fondo.
—Te agradezco que me lo prestes, como el portátil.
Suspira hondo.
—Vale. Te lo presto. Indefinidamente.
Me mira con recelo.
—No, indefinidamente, no. De momento. Gracias.
Frunce el ceño. Me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla.
—Gracias por el coche, señor —digo con toda la ternura de la que soy capaz.
Me agarra de pronto y me estrecha contra su cuerpo, con una mano en la espalda reteniéndome y la otra agarrándome el pelo.
—Eres una mujer difícil, ________ (tn) ________ (ta).
Me besa apasionadamente, obligándome a abrir la boca con la lengua, sin contemplaciones.
Me excito al instante y le devuelvo el beso con idéntica pasión. Lo deseo inmensamente, a pesar del coche, de los libros, de los límites tolerables… de los varazos… lo deseo.
—Me está costando una barbaridad no follarte encima del capó de este coche ahora mismo, para demostrarte que eres mía y que, si quiero comprarte un puto coche, te compro un puto coche —gruñe—. Venga, vamos dentro y desnúdate.
Me planta un beso rápido y brusco.
Vaya, sí que está enfadado. Me coge de la mano y me lleva de nuevo dentro y derecha al dormitorio… sin ningún tipo de preámbulo. Mi subconsciente está otra vez detrás del sofá, con la cabeza escondida entre las manos. Nicholas enciende la luz de la mesilla y se detiene, mirándome fijamente.
—Por favor, no te enfades conmigo —le susurro.
Me mira impasible; sus ojos cafes son como fríos pedazos de cristal ahumado.
—Siento lo del coche y lo de los libros… —Me interrumpo. Guarda silencio, pensativo—. Me das miedo cuando te enfadas —digo en voz baja, mirándolo.
Cierra los ojos y mueve la cabeza. Cuando los abre, su expresión se ha suavizado. Respira hondo y traga saliva.—Date la vuelta —susurra—. Quiero quitarte el vestido.
Otro cambio brusco de humor; me cuesta seguirlo. Obediente, me vuelvo y el corazón se me alborota; el deseo reemplaza de inmediato a la inquietud, me recorre la sangre y se instala, oscuro e intenso, en mi vientre. Me recoge el pelo de la espalda de forma que me cuelga por el hombro derecho, enroscándose en mi pecho. Me pone el dedo índice en la nuca y lo arrastra dolorosamente por mi columna vertebral. Su uña me araña la piel.
—Me gusta este vestido —murmura—. Me gusta ver tu piel inmaculada.
Acerca el dedo al borde de mi vestido, a mitad de la espalda, lo engancha y tira de él para arrimarme a su cuerpo. Inclinándose, me huele el pelo.
—Qué bien hueles, ________ (tn). Muy agradable.
Me roza la oreja con la nariz, desciende por mi cuello y va regándome el hombro de besos tiernos, suavísimos.
Se altera mi respiración, se vuelve menos honda, precipitada, llena de expectación. Tengo sus dedos en la cremallera. La baja, terriblemente despacio, mientras sus labios se deslizan, lamiendo, besando, succionando hasta el otro hombro. Esto se le da seductoramente bien. Mi cuerpo vibra y empiezo a estremecerme lánguidamente bajo sus caricias.
—Vas… a… tener… que… a…prender… a estarte… quieta —me susurra, besándome la nuca entre cada palabra.
Tira del cierre del cuello y el vestido cae y se arremolina a mis pies.
—Sin sujetador, señorita ________ (ta). Me gusta.
Alarga las manos y me coge los pechos, y los pezones se yerguen bajo su tacto.
—Levanta los brazos y cógete a mi cabeza —me susurra al cuello.
Obedezco de inmediato y mis pechos se elevan y se acomodan en sus manos; los pezones se me endurecen aún más. Hundo los dedos en su cabeza y, con mucha delicadeza, le tiro del suave y sexy pelo. Ladeo la cabeza para facilitarle el acceso a mi cuello.
—Mmm… —me ronronea detrás de la oreja mientras empieza a pellizcarme los pezones con sus dedos largos, imitando los movimientos de mis manos en su pelo.
Percibo la sensación con nitidez en la entrepierna, y gimo.
—¿Quieres que te haga correrte así? —me susurra.
Arqueo la espalda para acomodar mis pechos a sus manos expertas.—Le gusta esto, ¿verdad, señorita ________ (ta)?
—Mmm…
—Dilo.
Continúa la tortura lenta y sensual, pellizcando suavemente.
—Sí.
—Sí, ¿qué?
—Sí… señor.
—Buena chica.
Me pellizca con fuerza, y mi cuerpo se retuerce convulso contra el suyo.
Jadeo por el exquisito y agudo dolor placentero. Lo noto pegado a mí. Gimo y le tiro del pelo con fuerza.
—No creo que estés lista para correrte aún —me susurra dejando de mover las manos, me muerde flojito el lóbulo de la oreja y tira—. Además, me has disgustado.
Oh, no… ¿qué querrá decir con eso?, me pregunto envuelta en la bruma del intenso deseo mientras gruño de placer.
—Así que igual no dejo que te corras.
Vuelve a centrar sus dedos en mis pezones, tirando, retorciéndolos, masajeándolos. Aprieto el trasero contra su cuerpo y lo muevo de un lado a otro.
Noto su sonrisa en el cuello mientras sus manos se desplazan a mis caderas. Me mete los dedos por las bragas, por detrás, tira de ellas, clava los pulgares en el tejido, las desgarra y las lanza frente a mí para que las vea… Dios mío. Baja las manos a mi sexo y, desde atrás, me mete despacio un dedo.
—Oh, sí. Mi dulce niña ya está lista —me dice dándome la vuelta para que lo mire. Su respiración se ha acelerado. Se mete el dedo en la boca—. Qué bien sabe, señorita ________ (ta).
Suspira. Madre mía, el dedo le debe de saber salado… a mí.
—Desnúdame —me ordena en voz baja, mirándome fijamente, con los ojos entreabiertos.
Lo único que llevo puesto son los zapatos… bueno, los zapatos de taconazo de
Kate. Estoy desconcertada. Nunca he desnudado a un hombre.
—Puedes hacerlo —me incita suavemente. Pestañeo deprisa. ¿Por dónde empiezo? Alargo las manos a su camiseta y me las coge, sonriéndome seductor.
—Ah, no. —Menea la cabeza, sonriente—. La camiseta, no; para lo que tengo planeado, vas a tener que acariciarme.
Los ojos le brillan de excitación.
Vaya, esto es nuevo: puedo acariciarlo con la ropa puesta. Me coge una mano y la planta en su erección.
—Este es el efecto que me produce, señorita ________ (ta).
Jadeo y le envuelvo el paquete con los dedos. Él sonríe.
—Quiero metértela. Quítame los vaqueros. Tú mandas.
Madre mía, yo mando. Me deja boquiabierta.
—¿Qué me vas a hacer? —me tienta.
Uf, la de cosas que se me ocurren… La diosa que llevo dentro ruge y, no sé bien cómo, fruto de la frustración, el deseo y la pura valentía ________ (ta), lo tiro a la cama.
Ríe al caer y yo lo miro desde arriba, sintiéndome victoriosa. La diosa que llevo dentro está a punto de estallar. Le quito los zapatos, deprisa, torpemente, y los calcetines. Me mira; los ojos le brillan de diversión y de deseo. Lo veo… glorioso…mío. Me subo a la cama y me monto a horcajadas encima de él para desabrocharle los vaqueros, deslizando los dedos por debajo de la cinturilla, notando, ¡sí!, su vello púbico. Cierra los ojos y mueve las caderas.
—Vas a tener que aprender a estarte quieto —lo reprendo, y le tiro del vello.
Se le entrecorta la respiración, y me sonríe.
—Sí, señorita ________ (ta) —murmura con los ojos encendidos—. Condón, en el bolsillo —susurra.
Le hurgo en el bolsillo, despacio, observando su rostro mientras voy palpando.
Tiene la boca abierta. Saco los dos paquetitos con envoltorio de aluminio que encuentro y los dejo en la cama, a la altura de sus caderas. ¡Dos! Mis dedos ansiosos buscan el botón de la cinturilla y lo desabrocho, después de manosearlo un poco. Estoy más que excitada.
—Qué ansiosa, señorita ________ (ta) —susurra con la voz teñida de complacencia.
Le bajo la cremallera y de pronto me encuentro con el problema de cómo bajarle los pantalones… Mmm. Me deslizo hasta abajo y tiro. Apenas se mueven. Frunzo el ceño. ¿Cómo puede ser tan difícil?
—No puedo estarme quieto si te vas a morder el labio —me advierte, y luego levanta la pelvis de la cama para que pueda bajarle los pantalones y los boxers a la vez, uau… liberarlo. Tira la ropa al suelo de una patada.
Cielo santo, todo eso para jugar yo solita. De pronto, es como si fuera Navidad.
—¿Qué vas a hacer ahora? —me dice, todo rastro de diversión ya desaparecido.
Alargo la mano y lo acaricio, observando su expresión mientras lo hago. Su boca forma una O, e inspira hondo. Su piel es tan tersa y suave… y recia… mmm, quédeliciosa combinación. Me inclino hacia delante, el pelo me cae por la cara; y me lo meto en la boca. Chupo, con fuerza. Cierra los ojos, sus caderas se agitan debajo de mí.
—Dios, ________ (tn), tranquila —gruñe.
Me siento poderosa; qué sensación tan estimulante, la de provocarlo y probarlo con la boca y la lengua. Se tensa mientras chupo arriba y abajo, empujándolo hasta el fondo de la garganta, con los labios apretados… una y otra vez.
—Para, ________ (tn), para. No quiero correrme.
Me incorporo, mirándolo extrañada y jadeando como él, pero confundida. ¿No mandaba yo? La diosa que llevo dentro se siente como si le hubieran quitado el helado de las manos.
—Tu inocencia y tu entusiasmo me desarman —jadea—. Tú, encima… eso es lo que tenemos que hacer.
Ah…
—Toma, pónmelo.
Me pasa un condón.
Maldita sea. ¿Cómo? Rasgo el paquete y me encuentro con la goma pegajosa entre las manos.
—Pellizca la punta y ve estirándolo. No conviene que quede aire en el extremo de ese mamón —resopla.
Así que, muy despacio, concentradísima, hago lo que me dice.
—Dios mío, me estás matando, ________ (tn) —gruñe.
Admiro mi obra y a él. Ciertamente es un espécimen masculino fabuloso.
Mirarlo me excita muchísimo.
—Venga. Quiero hundirme en ti —susurra.
Me lo quedo mirando, atemorizada, y él se incorpora de pronto, de modo que estamos nariz con nariz.—Así —me dice y, pasando una mano por mis caderas, me levanta un poco; con la otra, se coloca debajo de mí y, muy despacio, me penetra con suavidad.
Gruño cuando me dilata, llenándome, y la boca se me desencaja ante esa sensación abrumadora, agonizante, sublime y dulce. Ah… por favor.
—Eso es, nena, siénteme, entero —gime y cierra los ojos un instante.
Y lo tengo dentro, ensartado hasta el fondo, y él me tiene inmóvil, segundos…minutos… no tengo ni idea, mirándome fijamente a los ojos.
—Así entra más adentro —masculla.
Dobla y mece las caderas con ritmo, y yo gimo… madre mía… la sensación se propaga por todo mi vientre… a todas partes. ¡Joder!
—Otra vez —susurro.
Sonríe despacio y me complace.
Gimiendo, alzo la cabeza, el pelo me cae por la espalda, y muy despacio él se deja caer sobre la cama.
—Muévete tú, ________ (tn), sube y baja, lo que quieras. Cógeme las manos —me dice con voz ronca, grave, sensualísima.
Me agarro con fuerza, como si me fuera la vida en ello. Muy despacio, subo y vuelvo a bajar. Le arden los ojos de salvaje expectación. Su respiración es entrecortada, como la mía, y levanta la pelvis cuando yo bajo, haciéndome subir de nuevo. Cogemos el ritmo… arriba, abajo, arriba, abajo… una y otra vez… y me gusta… mucho. Entre mis jadeos, la penetración honda y desbordante, la ardiente sensación que me recorre entera y que crece rápidamente, lo miro, nuestras miradas se encuentran… y veo asombro en sus ojos, asombro ante mí.
Me lo estoy follando. Mando yo. Es mío, y yo suya. La idea me empuja, me exalta, me catapulta, y me corro… entre gritos incoherentes. Me agarra por las caderas y, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, con la mandíbula apretada, se corre en silencio. Me derrumbo sobre su pecho, sobrecogida, en algún lugar entre la fantasía y la realidad, un lugar sin límites tolerables ni infranqueables.
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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 8th 2013, 18:19

oh dios mio
acepto!!!
me encanto su regalo
un audi es un coche hermoso
siguela
quiero ver q sigue
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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 9th 2013, 21:15

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 9th 2013, 21:16

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 9th 2013, 21:16

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 9th 2013, 21:31

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 9th 2013, 21:33

Aaaaaaaaaaaaaaaaaa INCREIBLE ! Estuvo en su graduación y se gano al papá de _____, y lo del carro !!! Very Happy Y el maravilloso momento juntos jejeje Wink

ME ENCANTA !!! Very Happy SIGUELA PRONTO ! Smile


Cuidate

OXOXOX
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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 10th 2013, 15:42

Capitulo 16
Poco a poco el mundo exterior invade mis sentidos y, madre mía, menuda invasión. Floto, con las extremidades desmadejadas y lánguidas, completamente exhausta. Estoy tumbada encima de él, con la cabeza en su pecho, y huele de maravilla: a ropa limpia y fresca y a algún gel corporal caro, y al mejor y más seductor aroma del planeta… a Nicholas. No quiero moverme, quiero respirar ese elixir eternamente. Lo acaricio con la nariz y pienso que ojalá no tuviera el obstáculo de su camiseta. Mientras el resto de mi cuerpo recobra la cordura, extiendo la mano sobre su pecho. Es la primera vez que se lo toco. Tiene un pecho firme, fuerte. De pronto levanta la mano y me agarra la mía, pero suaviza el efecto llevándosela a la boca y besándome con ternura los nudillos. Luego se revuelve y se me pone encima, de forma que ahora me mira desde arriba.
—No —murmura, y me besa suavemente.
—¿Por qué no te gusta que te toquen? —susurro, contemplando desde abajo sus ojos cafes.
—Porque estoy muy jodido, ________ (tn). Tengo muchas más sombras que luces.
Cincuenta sombras más.
Ah… Su sinceridad me desarma por completo. Lo miro extrañada.
—Tuve una introducción a la vida muy dura. No quiero aburrirte con los detalles. No lo hagas y ya está.
Frota su nariz con la mía, luego sale de mí y se incorpora.
—Creo que ya hemos cubierto lo más esencial. ¿Qué tal ha ido?
Parece plenamente satisfecho de sí mismo y suena muy pragmático a la vez, como si acabara de poner una marca en una lista de objetivos. Aún estoy aturdida con el comentario sobre la «introducción a la vida muy dura». Resulta tan frustrante… Me muero por saber más, pero no me lo va a contar. Ladeo la cabeza, como él, y hago un esfuerzo inmenso por sonreírle.
—Si piensas que he llegado a creerme que me cedías el control es que no has tenido en cuenta mi nota media. —Le sonrío tímidamente—. Pero gracias por dejar que me hiciera ilusiones.
—Señorita ________ (ta), no es usted solo una cara bonita. Ha tenido seis orgasmos hasta la fecha y los seis me pertenecen —presume, de nuevo juguetón.
Me sonrojo y me asombro a la vez, mientras él me mira desde arriba. Frunce el ceño.
—¿Tienes algo que contarme? —me dice de pronto muy serio.
Lo miro ceñuda. Mierda.
—He soñado algo esta mañana.
—¿Ah, sí?
Me mira furioso.
Mierda, mierda. ¿A que ya la he liado?
—Me he corrido en sueños.
—¿En sueños?
—Y me he despertado.
—Apuesto a que sí. ¿Qué soñabas?
Mierda.
—Contigo.
—¿Y qué hacía yo?
Me vuelvo a tapar los ojos con el brazo y, como si fuera una niña pequeña, acaricio por un instante la fantasía de que, si yo no lo veo, él a mí tampoco.
—________ (tn), ¿qué hacía yo? No te lo voy a volver a preguntar.
—Tenías una fusta.
Me aparta el brazo.
—¿En serio?
—Sí.
Estoy muy colorada.
—Vaya, aún me queda esperanza contigo —murmura—. Tengo varias fustas.
—¿Marrón, de cuero trenzado?
Ríe.
—No, pero seguro que puedo hacerme con una.Se inclina hacia delante, me da un beso breve, se pone de pie y coge sus boxers.
Oh, no… se va. Miro rápidamente la hora: son solo las diez menos veinte. Salgo también escopeteada de la cama y cojo mis pantalones de chándal y mi camiseta de tirantes, y luego me siento en la cama, con las piernas cruzadas, observándolo. Noquiero que se vaya. ¿Qué puedo hacer?
—¿Cuándo te toca la regla? —interrumpe mis pensamientos.
¿Qué?
—Me revienta ponerme estas cosas —protesta, sosteniendo en alto el condón.
Lo deja en el suelo y se pone los vaqueros.
—¿Eh? —dice al ver que no respondo, y me mira expectante, como si esperara mi opinión sobre el tiempo.
Madre mía, eso es algo tan personal…
—La semana que viene.
Me miro las manos.
—Vas a tener que buscarte algún anticonceptivo.
Qué mandón es. Lo miro trastornada. Se sienta en la cama para ponerse los calcetines y los zapatos.
—¿Tienes médico?
Niego con la cabeza. Ya estamos otra vez con las fusiones y adquisiciones, otro cambio de humor de ciento ochenta grados.
Frunce el ceño.
—Puedo pedirle a la mía que pase a verte por tu piso. El domingo por la mañana, antes de que vengas a verme tú. O le puedo pedir que te visite en mi casa, ¿qué prefieres?
Sin agobios, ¿no? Otra cosa que me va a pagar… claro que esto es por él.
—En tu casa.
Así me aseguro de que lo veré el domingo.
—Vale. Ya te diré a qué hora.
—¿Te vas?
No te vayas… Quédate conmigo, por favor.
—Sí.
¿Por qué?—¿Cómo vas a volver? —le susurro.
—Taylor viene a recogerme.
—Te puedo llevar yo. Tengo un coche nuevo precioso.
Me mira con expresión tierna.
—Eso ya me gusta más, pero me parece que has bebido demasiado.
—¿Me has achispado a propósito?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque les das demasiadas vueltas a las cosas y te veo tan reticente como a tu padrastro. Con una gota de alcohol ya estás hablando por los codos, y yo necesito que seas sincera conmigo. De lo contrario, te cierras como una ostra y no tengo ni idea de lo que piensas. In vino veritas, ________ (tn).
—¿Y crees que tú eres siempre sincero conmigo?
—Me esfuerzo por serlo. —Me mira con recelo—. Esto solo saldrá bien si somos sinceros el uno con el otro.
—Quiero que te quedes y uses esto.
Sostengo en alto el segundo condón.
Me sonríe divertido y le brillan los ojos.
—________ (tn), esta noche me he pasado mucho de la raya. Tengo que irme. Te veo el domingo. Tendré listo el contrato revisado y entonces podremos empezar a jugar de verdad.
—¿A jugar?
Dios mío. Se me sube el corazón a la boca.
—Me gustaría tener una sesión contigo, pero no lo haré hasta que hayas firmado, para asegurarme de que estás lista.
—Ah. ¿O sea que podría alargar esto si no firmo?
Me mira pensativo, luego se dibuja una sonrisa en sus labios.
—Supongo que sí, pero igual reviento de la tensión.
—¿Reventar? ¿Cómo?
La diosa que llevo dentro ha despertado y escucha atenta.
Asiente despacio y sonríe, provocador.—La cosa podría ponerse muy fea.
Su sonrisa es contagiosa.
—¿Cómo… fea?
—Ah, ya sabes, explosiones, persecuciones en coche, secuestro, cárcel…
—¿Me vas a secuestrar?
—Desde luego —afirma sonriendo.
—¿A retenerme en contra de mi voluntad?
Madre mía, cómo me pone esto.
—Por supuesto. —Asiente con la cabeza—. Y luego viene el IPA 24/7.
—Me he perdido —digo con el corazón retumbando en el pecho.
¿Lo dirá en serio?
—Intercambio de Poder Absoluto, las veinticuatro horas.
Le brillan los ojos y percibo su excitación incluso desde donde estoy.
Madre mía.
—Así que no tienes elección —me dice con aire burlón.
—Claro —digo sin poder evitar el sarcasmo mientras alzo la vista a las alturas.
—Ay, ________ (tn) ________ (ta), ¿me acabas de poner los ojos en blanco?
Mierda.
—¡No! —chillo.
—Me parece que sí. ¿Qué te he dicho que haría si volvías a poner los ojos en blanco?
Joder. Se sienta al borde de la cama.
—Ven aquí —me dice en voz baja.
Palidezco. Uf, va en serio. Me siento y lo miro, completamente inmóvil.
—Aún no he firmado —susurro.
—Te he dicho lo que haría. Soy un hombre de palabra. Te voy a dar unos azotes, y luego te voy a follar muy rápido y muy duro. Me parece que al final vamos a necesitar ese condón.
Me habla tan bajito, en un tono tan amenazador, que me excita muchísimo. Las entrañas casi se me retuercen de deseo puro, vivo y pujante. Me mira, esperando, con los ojos encendidos. Descruzo las piernas tímidamente. ¿Salgo corriendo? Se acabó: nuestra relación pende de un hilo, aquí, ahora. ¿Le dejo que lo haga o me niego y se terminó? Porque sé que, si me niego, se acabó. ¡Hazlo!, me suplica la diosa que llevo dentro. Mi subconsciente está tan paralizada como yo.
—Estoy esperando —dice—. No soy un hombre paciente.
Oh, Dios, por todos los santos… Jadeo, asustada, excitada. La sangre me bombea frenéticamente por todo el cuerpo, siento las piernas como flanes.
Despacio, me voy acercando a él hasta situarme a su lado.
—Buena chica —masculla—. Ahora ponte de pie.
Mierda. ¿Por qué no acaba ya con esto? No sé si voy a sostenerme en pie.
Titubeando, me levanto. Me tiende la mano y yo le doy el condón. De pronto me agarra y me tumba sobre su regazo. Con un solo movimiento suave, ladea el cuerpo de forma que mi tronco descansa sobre la cama, a su lado. Me pasa la pierna derecha por encima de las mías y planta el brazo izquierdo sobre mi cintura, sujetándome para que no me mueva. Joder.
—Sube las manos y colócalas a ambos lados de la cabeza —me ordena.
Obedezco inmediatamente.
—¿Por qué hago esto, ________ (tn)? —pregunta.
—Porque he puesto los ojos en blanco.
Casi no puedo hablar.
—¿Te parece que eso es de buena educación?
—No.
—¿Vas a volver a hacerlo?
—No.
—Te daré unos azotes cada vez que lo hagas, ¿me has entendido?
Muy despacio, me baja los pantalones de chándal. Jo, qué degradante.
Degradante, espeluznante y excitante. Se está pasando un montón con esto. Tengo el corazón en la boca. Me cuesta respirar. Mierda… ¿me va a doler?
Me pone la mano en el trasero desnudo, me manosea con suavidad, acariciándome en círculos con la mano abierta. De pronto su mano ya no está ahí…y entonces me da, fuerte. ¡Au! Abro los ojos de golpe en respuesta al dolor e intento levantarme, pero él me pone la mano entre los omoplatos para impedirlo.
Vuelve a acariciarme donde me ha pegado; le ha cambiado la respiración: ahora es más fuerte y agitada. Me pega otra vez, y otra, rápido, seguido. Dios mío, duelo. No rechisto, con la cara contraída de dolor. Retorciéndome, trato de esquivar los golpes, espoleada por el subidón de adrenalina que me recorre el cuerpo entero.
—Estate quieta —protesta—, o tendré que azotarte más rato.
Primero me frota, luego viene el golpe. Empieza a seguir un ritmo: caricia, manoseo, azote. Tengo que concentrarme para sobrellevar el dolor. Procuro no pensar en nada y digerir la desagradable sensación. No me da dos veces seguidas en el mismo sitio: está extendiendo el dolor.
—¡Aaaggg! —grito al quinto azote, y caigo en la cuenta de que he ido contando mentalmente los golpes.
—Solo estoy calentando.
Me vuelve a dar y me acaricia con suavidad. La combinación de dolorosos azotes y suaves caricias me nubla la mente por completo. Me pega otra vez; cada vez me cuesta más aguantar. Me duele la cara de tanto contraerla. Me acaricia y me suelta otro golpe. Vuelvo a gritar.
—No te oye nadie, nena, solo yo.
Y me azota otra vez, y otra. Muy en el fondo, deseo rogarle que pare. Pero no lo hago. No quiero darle esa satisfacción. Prosigue con su ritmo implacable. Grito seis veces más. Dieciocho azotes en total. Me arde el cuerpo entero, me arde por su despiadada agresión.
—Ya está —dice con voz ronca—. Bien hecho, ________ (tn). Ahora te voy a follar.
Me acaricia con suavidad el trasero, que me arde mientras me masajea en círculos y hacia abajo. De pronto me mete dos dedos, cogiéndome completamente por sorpresa. Ahogo un grito; la nueva agresión se abre paso a través de mi entumecido cerebro.
—Siente esto. Mira cómo le gusta esto a tu cuerpo, ________ (tn). Te tengo empapada.
Hay asombro en su voz. Mueve los dedos, metiendo y sacando deprisa.
Gruño y me quejo. No, seguro que no… Entonces los dedos desaparecen, y yo me quedo con las ganas.
—La próxima vez te haré contar. A ver, ¿dónde está ese condón?
Alarga la mano para cogerlo y luego me levanta despacio para ponerme boca abajo sobre la cama. Lo oigo bajarse la cremallera y rasgar el envoltorio del preservativo. Me baja los pantalones de chándal de un tirón y me levanta las rodillas, acariciándome despacio el trasero dolorido.—Te la voy a meter. Te puedes correr —masculla.
¿Qué? Como si tuviera otra elección…
Y me penetra, hasta el fondo, y yo gimo ruidosamente. Se mueve, entra y sale a un ritmo rápido e intenso, empujando contra mi trasero dolorido. La sensación es más que deliciosa, cruda, envilecedora, devastadora. Tengo los sentidos asolados, desconectados, me concentro únicamente en lo que me está haciendo, en lo que siento, en ese tirón ya familiar en lo más hondo de mi vientre, que se agudiza, se acelera. NO… y mi cuerpo traicionero estalla en un orgasmo intenso y desgarrador.
—¡Ay, ________ (tn)! —grita cuando se corre él también, agarrándome fuerte mientras se vacía en mi interior.
Se desploma a mi lado, jadeando intensamente, y me sube encima de él y hunde la cara en mi pelo, estrechándome en sus brazos.
—Oh, nena —dice—. Bienvenida a mi mundo.
Nos quedamos ahí tumbados, jadeando los dos, esperando a que nuestra respiración se normalice. Me acaricia el pelo con suavidad. Vuelvo a estar tendida sobre su pecho. Pero esta vez no tengo fuerzas para levantar la mano y palparlo.
Uf, he sobrevivido. No ha sido para tanto. Tengo más aguante de lo que pensaba.
La diosa que llevo dentro está postrada, o al menos calladita. Nicholas me acaricia de nuevo el pelo con la nariz, inhalando hondo.
—Bien hecho, nena —susurra con una alegría muda en la voz.
Sus palabras me envuelven como una toalla suave y mullida del hotel Heathman, y me encanta verlo contento.
Me coge el tirante de la camiseta.
—¿Esto es lo que te pones para dormir? —me pregunta en tono amable.
—Sí —respondo medio adormilada.
—Deberías llevar seda y satén, mi hermosa niña. Te llevaré de compras.
—Me gusta lo que llevo —mascullo, procurando sin éxito sonar indignada.
Me da otro beso en la cabeza.
—Ya veremos —dice.
Seguimos así unos minutos más, horas, a saber; creo que me quedo traspuesta.
—Tengo que irme —dice e, inclinándose hacia delante, me besa con suavidad en la frente—. ¿Estás bien? —añade en voz baja. Medito la respuesta. Me duele el trasero. Bueno, lo tengo al rojo vivo. Sin embargo, asombrosamente, aunque agotada, me siento radiante. El pensamiento me resulta aleccionador, inesperado. No lo entiendo.
—Estoy bien —susurro.
No quiero decir más.
Se levanta.
—¿Dónde está el baño?
—Por el pasillo, a la izquierda.
Recoge el otro condón y sale del dormitorio. Me incorporo con dificultad y vuelvo a ponerme los pantalones de chándal. Me rozan un poco el trasero aún escocido. Me confunde mucho mi reacción. Recuerdo que me dijo —aunque no recuerdo cuándo— que me sentiría mucho mejor después de una buena paliza.
¿Cómo puede ser? De verdad que no lo entiendo. Sin embargo, curiosamente, es cierto. No puedo decir que haya disfrutado de la experiencia —de hecho, aún haría lo que fuera por evitar que se repitiera—, pero ahora… tengo esa sensación rara y serena de recordarlo todo con una plenitud absolutamente placentera. Me cojo la cabeza con las manos. No lo entiendo.
Nicholas vuelve a entrar en la habitación. No puedo mirarlo a los ojos. Bajo la vista a mis manos.
—He encontrado este aceite para niños. Déjame que te dé un poco en el trasero.
¿Qué?
—No, ya se me pasará.
—________ (tn) —me advierte, y estoy a punto de poner los ojos en blanco, pero me reprimo enseguida.
Me coloco mirando hacia la cama. Se sienta a mi lado y vuelve a bajarme con cuidado los pantalones. Sube y baja, como las bragas de una puta, observa con amargura mi subconsciente. Le digo mentalmente adónde se puede ir. Nicholas se echa un poco de aceite en la mano y me embadurna el trasero con delicada ternura: de desmaquillador a bálsamo para un culo azotado… ¿quién iba a pensar que resultaría un líquido tan versátil?
—Me gusta tocarte —murmura.
Y debo coincidir con él: a mí también que lo haga.
—Ya está —dice cuando termina, y vuelve a subirme los pantalones.
Miro de reojo el reloj. Son las diez y media.—Me marcho ya.
—Te acompaño.
Sigo sin poder mirarlo.
Cogiéndome de la mano, me lleva hasta la puerta. Por suerte, Kate aún no está en casa. Aún debe de andar cenando con sus padres y con Ethan. Me alegra de verdad que no estuviera por aquí y pudiera oír mi castigo.
—¿No tienes que llamar a Taylor? —pregunto, evitando el contacto visual.
—Taylor lleva aquí desde las nueve. Mírame —me pide.
Me esfuerzo por mirarlo a los ojos, pero, cuando lo hago, veo que él me contempla admirado.
—No has llorado —murmura, y luego de pronto me agarra y me besa apasionadamente—. Hasta el domingo —susurra en mis labios, y me suena a promesa y a amenaza.
Lo veo enfilar el camino de entrada y subirse al enorme Audi negro. No mira atrás. Cierro la puerta y me quedo indefensa en el salón de un piso en el que solo pasaré dos noches más. Un sitio en el que he vivido feliz casi cuatro años. Pero hoy, por primera vez, me siento sola e incómoda aquí, a disgusto conmigo misma.
¿Tanto me he distanciado de la persona que soy? Sé que, bajo mi exterior entumecido, no muy lejos de la superficie, acecha un mar de lágrimas. ¿Qué estoy haciendo? La paradoja es que ni siquiera puedo sentarme y hartarme de llorar.
Tengo que estar de pie. Sé que es tarde, pero decido llamar a mi madre.
—¿Cómo estás, cielo? ¿Qué tal la graduación? —me pregunta entusiasmada al otro lado de la línea.
Su voz me resulta balsámica.
—Siento llamarte tan tarde —le susurro.
Hace una pausa.
—¿________ (tn)? ¿Qué pasa? —dice, de pronto muy seria.
—Nada, mamá, me apetecía oír tu voz.
Guarda silencio un instante.
—________ (tn), ¿qué ocurre? Cuéntamelo, por favor.
Su voz suena suave y tranquilizadora, y sé que le preocupa. Sin previo aviso, se me empiezan a caer las lágrimas. He llorado tanto en los últimos días…
—Por favor, ________ (tn) —me dice, y su angustia refleja la mía.—Ay, mamá, es por un hombre.
—¿Qué te ha hecho?
Su alarma es palpable.
—No es eso.
Aunque en realidad, sí lo es. Oh, mierda. No quiero preocuparla. Solo quiero que alguien sea fuerte por mí en estos momentos.
—________ (tn), por favor, me estás preocupando.
Inspiro hondo.
—Es que me he enamorado de un tío que es muy distinto de mí y no sé si deberíamos estar juntos.
—Ay, cielo, ojalá pudiera estar contigo. Siento mucho haberme perdido tu graduación. Te has enamorado de alguien, por fin. Cielo, los hombres tienen lo suyo. Son de otra especie. ¿Cuánto hace que lo conoces?
Desde luego Nicholas es de otra especie… de otro planeta.
—Casi tres semanas o así.
—________ (tn), cariño, eso no es nada. ¿Cómo se puede conocer a nadie en ese tiempo? Tómatelo con calma y mantenlo a raya hasta que decidas si es digno de ti.
Uau. La repentina perspicacia de mi madre me desconcierta, pero, en este caso, llega tarde. ¿Que si es digno de mí? Interesante concepto. Siempre me pregunto si yo soy digna de él.
—Cielo, te noto triste. Ven a casa, haznos una visita. Te echo de menos, cariño.
A Bob también le encantaría verte. Así te distancias un poco y quizá puedas ver las cosas con un poco de perspectiva. Necesitas un descanso. Has estado muy liada.
Madre mía, qué tentación. Huir a Georgia. Disfrutar de un poco de sol, salir de copas. El buen humor de mi madre, sus brazos amorosos…
—Tengo dos entrevistas de trabajo en Seattle el lunes.
—Qué buena noticia.
Se abre la puerta y aparece Kate, sonriéndome. Su expresión se vuelve sombría cuando ve que he estado llorando.
—Mamá, tengo que colgar. Me pensaré lo de ir a veros. Gracias.
—Cielo, por favor, no dejes que un hombre te trastoque la vida. Eres demasiado joven. Sal a divertirte.—Sí, mamá. Te quiero.
—Te quiero muchísimo, ________ (tn). Cuídate, cielo.
Cuelgo y me enfrento a Kate, que me mira furiosa.
—¿Te ha vuelto a disgustar ese capullo indecentemente rico?
—No… es que… eh… sí.
—Mándalo a paseo, ________ (tn). Desde que lo conociste, estás muy trastornada. Nunca te había visto así.
El mundo de Katherine Kavanagh es muy claro: blanco o negro. No tiene los tonos de gris vagos, misteriosos e intangibles que colorean el mío. «Bienvenida a mi mundo.»
—Siéntate, vamos a hablar. Nos tomamos un vino. Ah, ya has bebido champán. —Examina la botella—. Del bueno, además.
Sonrío sin ganas, mirando aprensiva el sofá. Me acerco a él con cautela. Uf, sentarme.
—¿Te encuentras bien?
—Me he caído de culo.
No se le ocurre poner en duda mi explicación, porque soy una de las personas más descoordinadas del estado de Washington. Jamás pensé que un día me vendría bien. Me siento, con mucho cuidado, y me sorprende agradablemente ver que estoy bien. Procuro prestar atención a Kate, pero la cabeza se me va al Heathman: «Si fueras mía, después del numerito que montaste ayer no podrías sentarte en una semana». Me lo dijo entonces, pero en aquel momento yo no pensaba más que en ser suya. Todas las señales de advertencia estaban ahí, y yo estaba demasiado despistada y demasiado enamorada para reparar en ellas.
Kate vuelve al salón con una botella de vino tinto y las tazas lavadas.
—Venga.
Me ofrece una taza de vino. No sabrá tan bueno como el Bolly.
—________ (tn), si es el típico capullo que pasa de comprometerse, mándalo a paseo.
Aunque la verdad es que no entiendo por qué tendría que suceder. En el entoldado no te quitaba los ojos de encima, te vigilaba como un halcón. Yo diría que estaba completamente embobado, pero igual tiene una forma curiosa de demostrarlo.
¿Embobado? ¿Nicholas? ¿Una forma curiosa de demostrarlo? Ya te digo.
—Es complicado, Kate. ¿Qué tal tu noche? —pregunto. No puedo hablar de esto con Kate sin revelarle demasiado, pero basta con una pregunta sobre su día para que se olvide del tema. Resulta tranquilizador sentarse a escuchar su parloteo habitual. La gran noticia es que Ethan igual se viene a vivir con nosotras cuando vuelvan de vacaciones. Será divertido: con Ethan es un no parar de reír. Frunzo el ceño. No creo que a Nicholas le parezca bien. Me da igual.
Tendrá que tragar. Me tomo un par de tazas de vino y decido irme a la cama. Ha sido un día muy largo. Kate me da un abrazo y coge el teléfono para llamar a Elliot.
Después de lavarme los dientes, echo un vistazo al cacharro infernal. Hay un correo de Nicholas.

De: Nicholas Jonas
Fecha: 26 de mayo de 2011 23:14
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Usted
Querida señorita ________ (ta): Es sencillamente exquisita. La mujer más hermosa, inteligente, ingeniosa y valiente que he conocido jamás. Tómese un ibuprofeno (no es un mero consejo). Y no vuelva a coger el Escarabajo. Me enteraré.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

¡Que no vuelva a coger mi coche! Tecleo mi respuesta.

De: ________ (tn) ________ (ta)
Fecha: 26 de mayo de 2011 23:20
Para: Nicholas Jonas
Asunto: Halagos
Querido Sr. Jonas: Con halagos no llegarás a ninguna parte, pero, como ya has estado en todas, da igual. Tendré que coger el Escarabajo para llevarlo a un concesionario y venderlo, de modo que no voy hacer ni caso de la bobada que me propones. Prefiero el tinto al ibuprofeno.
________ (tn)
P.D.: Para mí, los varazos están dentro de los límites INFRANQUEABLES.

Le doy a «Enviar».

De: Nicholas Jonas
Fecha: 26 de mayo de 2011 23:26
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Las mujeres frustradas no saben aceptar cumplidos
Querida señorita ________ (ta): No son halagos. Debería acostarse. Acepto su incorporación a los límites infranqueables. No beba demasiado. Taylor se encargará de su coche y lo revenderá a buen precio.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

De: ________ (tn) ________ (ta)
Fecha: 26 de mayo de 2011 23:40
Para: Nicholas Jonas
Asunto: ¿Será Taylor el hombre adecuado para esa tarea?
Querido señor: Me asombra que te importe tan poco que tu mano derecha conduzca mi coche, pero sí que lo haga una mujer a la que te follas de vez en cuando. ¿Cómo sé yo que Taylor me va a conseguir el mejor precio por el coche? Siempre me he dicho, seguramente antes de conocerte, que estaba conduciendo una auténtica ganga.
________ (tn)

De: Nicholas Jonas
Fecha: 26 de mayo de 2011 23:44
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: ¡Cuidado!
Querida señorita ________ (ta): Doy por sentado que es el TINTO lo que le hace hablar así, y que el día ha sido muy largo. Aunque me siento tentado de volver allí y asegurarme de que no se siente en una semana, en vez de una noche. Taylor es ex militar y capaz de conducir lo que sea, desde una moto a un tanque Sherman. Su coche no supone peligro alguno para él. Por favor, no diga que es «una mujer a la que me follo de vez en cuando», porque, la verdad, me ENFURECE, y le aseguro que no le gustaría verme enfadado.
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

De: ________ (tn) ________ (ta)
Fecha: 26 de mayo de 2011 23:57
Para: Nicholas Jonas
Asunto: Cuidado, tú
Querido Sr. Jonas: No estoy segura de que yo te guste, sobre todo ahora.
Señorita ________ (ta)

De: Nicholas Jonas
Fecha: 27 de mayo de 2011 00:03
Para: ________ (tn) ________ (ta)
Asunto: Cuidado, tú
¿Por qué no me gustas?
Nicholas Jonas Presidente de Jonas Enterprises Holdings, Inc.

De: ________ (tn) ________ (ta)
Fecha: 27 de mayo de 2011 00:09
Para: Nicholas Jonas
Asunto: Cuidado, tú
Porque nunca te quedas en casa.

Hala, eso le dará algo en lo que pensar. Cierro el cacharro con una indiferencia que no siento y me meto en la cama. Apago la lamparita y me quedo mirando al techo.
Ha sido un día muy largo, un vaivén emocional constante. Me ha gustado pasar un rato con Ray. Lo he visto bien y, curiosamente, le ha gustado Nicholas. Jo, y la cotilla de Kate… Oír a Nicholas decir que había pasado hambre. ¿De qué coño va todo eso? Dios, y el coche. Ni siquiera le he comentado a Kate lo del coche nuevo.
¿En qué estaría pensando Nicholas? Y encima esta noche me ha pegado de verdad. En mi vida me habían pegado.
¿Dónde me he metido? Muy despacio, las lágrimas, retenidas por la llegada de Kate, empiezan a rodarme por los lados de la cara hasta las orejas. Me he enamorado de alguien tan emocionalmente cerrado que no conseguiré más que sufrir —en el fondo, lo sé—, alguien que, según él mismo admite, está completamente jodido. ¿Por qué está tan jodido? Debe de ser horrible estar tan tocado como él; la idea de que de niño fuera víctima de crueldades insoportables me hace llorar aún más. Quizá si fuera más normal no le interesarías, contribuye con sarcasmo mi subconsciente a mis reflexiones. Y en lo más profundo de mi corazón sé que es cierto. Me doy la vuelta, se abren las compuertas… y, por primera vez en años, lloro desconsoladamente con la cara hundida en la almohada.
Los gritos de Kate me distraen momentáneamente de mis oscuros pensamientos.
«¿Qué coño crees que haces aquí?»
«¡Vale, pues no puedes!»
«¿Qué coño le has hecho ahora?»
«Desde que te conoció, se pasa el día llorando.»
«¡No puedes venir aquí!»
Nicholas irrumpe en mi dormitorio y, sin ceremonias, enciende la luz del techo, obligándome a apretar los ojos.
—Dios mío, ________ (tn) —susurra.
La apaga otra vez y, en un segundo, lo tengo a mi lado.
—¿Qué haces aquí? —pregunto espantada entre sollozos.
Mierda, no puedo parar de llorar.
Enciende la lamparita y me hace guiñar los ojos de nuevo. Viene Kate y se queda en el umbral de la puerta.
—¿Quieres que eche a este gilipollas de aquí? —me dice irradiando una hostilidad termonuclear.
Nicholas la mira arqueando una ceja, sin duda asombrado por el halagador epíteto y su brutal antipatía. Niego con la cabeza y ella me pone los ojos en blanco.
Huy, yo no haría eso delante del señor G.
—Dame una voz si me necesitas —me dice más serena—. Jonas, estás en mi lista negra y te tengo vigilado —le susurra furiosa.
Él la mira extrañado, y ella da media vuelta y entorna la puerta, pero no la cierra.
Nicholas me mira con expresión grave, el rostro demacrado. Lleva la americana de raya diplomática y del bolsillo interior saca un pañuelo y me lo da. Creo que aún tengo el otro por alguna parte.
—¿Qué pasa? —me pregunta en voz baja.
—¿A qué has venido? —le digo yo, ignorando su pregunta.
Mis lágrimas han cesado milagrosamente, pero las convulsiones siguen sacudiendo mi cuerpo.
—Parte de mi papel es ocuparme de tus necesidades. Me has dicho que querías que me quedara, así que he venido. Y te encuentro así. —Me mira extrañado, verdaderamente perplejo—. Seguro que es culpa mía, pero no tengo ni idea de por qué. ¿Es porque te he pegado?
Me incorporo, con una mueca de dolor por mi trasero escocido. Me siento y lo miro.
—¿Te has tomado un ibuprofeno?
Niego con la cabeza. Entorna los ojos, se pone de pie y sale de la habitación. Lo oigo hablar con Kate, pero no lo que dicen. Al poco, vuelve con pastillas y una taza de agua.
—Tómate esto —me ordena con delicadeza mientras se sienta en la cama a mi lado.
Hago lo que me dice.
—Cuéntame —susurra—. Me habías dicho que estabas bien. De haber sabido que estabas así, jamás te habría dejado.
Me miro las manos. ¿Qué puedo decir que no haya dicho ya? Quiero más.
Quiero que se quede porque él quiera quedarse, no porque esté hecha una magdalena. Y no quiero que me pegue, ¿acaso es mucho pedir?
—Doy por sentado que, cuando me has dicho que estabas bien, no lo estabas.
Me ruborizo.
—Pensaba que estaba bien.
—________ (tn), no puedes decirme lo que crees que quiero oír. Eso no es muy sincero —me reprende—. ¿Cómo voy a confiar en nada de lo que me has dicho?
Lo miro tímidamente y lo veo ceñudo, con una mirada sombría en los ojos. Se pasa ambas manos por el pelo.—¿Cómo te has sentido cuando te estaba pegando y después?
—No me ha gustado. Preferiría que no volvieras a hacerlo.
—No tenía que gustarte.
—¿Por qué te gusta a ti?
Lo miro.
Mi pregunta lo sorprende.
—¿De verdad quieres saberlo?
—Ah, créeme, me muero de ganas.
Y no puedo evitar el sarcasmo.
Vuelve a fruncir los ojos.
—Cuidado —me advierte.
Palidezco.
—¿Me vas a pegar otra vez?
—No, esta noche no.
Uf… Mi subconsciente y yo suspiramos de alivio.
—¿Y bien? —insisto.
—Me gusta el control que me proporciona, ________ (tn). Quiero que te comportes de una forma concreta y, si no lo haces, te castigaré, y así aprenderás a comportarte como quiero. Disfruto castigándote. He querido darte unos azotes desde que me preguntaste si era gay.
Me sonrojo al recordarlo. Uf, hasta yo quise darme de tortas por esa pregunta.
Así que la culpable de esto es Katherine Kavanagh: si hubiera ido ella a la entrevista y le hubiera hecho la pregunta, sería ella la que estaría aquí sentada con el culo dolorido. No me gusta la idea. ¿No es un lío todo esto?
—Así que no te gusta como soy.
Se me queda mirando, perplejo de nuevo.
—Me pareces encantadora tal como eres.
—Entonces, ¿por qué intentas cambiarme?
—No quiero cambiarte. Me gustaría que fueras respetuosa y que siguieras las normas que te he impuesto y no me desafiaras. Es muy sencillo —dice.
—Pero ¿quieres castigarme?—Sí, quiero.
—Eso es lo que no entiendo.
Suspira y vuelve a pasarse las manos por el pelo.
—Así soy yo, ________ (tn). Necesito controlarte. Quiero que te comportes de una forma concreta, y si no lo haces… Me encanta ver cómo se sonroja y se calienta tu hermosa piel blanca bajo mis manos. Me excita.
Madre mía. Ya voy entendiendo algo…
—Entonces, ¿no es el dolor que me provocas?
Traga saliva.
—Un poco, el ver si lo aguantas, pero no es la razón principal. Es el hecho de que seas mía y pueda hacer contigo lo que quiera: control absoluto de otra persona. Y eso me pone. Muchísimo, ________ (tn). Mira, no me estoy explicando muy bien. Nunca he tenido que hacerlo. No he meditado mucho todo esto. Siempre he estado con gente de mi estilo. —Se encoge de hombros, como disculpándose—. Y aún no has respondido a mi pregunta: ¿cómo te has sentido después?
—Confundida.
—Te ha excitado, ________ (tn).
Cierra los ojos un instante y, cuando vuelve a abrirlos y me mira, le arden. Su expresión despierta mi lado oscuro, enterrado en lo más hondo de mi vientre: mi libido, despierta domada por él, pero aún insaciable.
—No me mires así —susurra.
Frunzo el ceño. Dios mío, ¿qué he hecho ahora?
—No llevo condones, ________ (tn), y sabes que estás disgustada. En contra de lo que piensa tu compañera de piso, no soy ningún degenerado. Entonces, ¿te has sentido confundida?
Me estremezco bajo su intensa mirada.
—No te cuesta nada sincerarte conmigo por escrito. Por e-mail, siempre me dices exactamente lo que sientes. ¿Por qué no puedes hacer eso cara a cara? ¿Tanto te intimido?
Intento quitar una mancha imaginaria de la colcha azul y crema de mi madre.
—Me cautivas, Nicholas. Me abrumas. Me siento como Ícaro volando demasiado cerca del sol —le susurro.
Ahoga un jadeo. —Pues me parece que eso lo has entendido al revés —dice.
—¿El qué?
—Ay, ________ (tn), eres tú la que me ha hechizado. ¿Es que no es obvio?
No, para mí no. Hechizado. La diosa que llevo dentro está boquiabierta. Ni siquiera ella se lo cree.
—Todavía no has respondido a mi pregunta. Mándame un correo, por favor. Pero ahora mismo. Me gustaría dormir un poco. ¿Me puedo quedar?
—¿Quieres quedarte?
No puedo ocultar la ilusión que me hace.
—Querías que viniera.
—No has respondido a mi pregunta.
—Te mandaré un correo —masculla malhumorado.
Poniéndose en pie, se vacía los bolsillos: BlackBerry, llaves, cartera y dinero. Por Dios, los hombres llevan un montón de mierda en los bolsillos. Se quita el reloj, los zapatos, los calcetines, y deja la americana encima de mi silla. Rodea la cama hasta el otro lado y se mete dentro.
—Túmbate —me ordena.
Me deslizo despacio bajo las sabanas con una mueca de dolor, mirándolo fijamente. Madre mía, se queda. Me siento paralizada de gozoso asombro. Se incorpora sobre un codo, me mira.
—Si vas a llorar, llora delante de mí. Necesito saberlo.
—¿Quieres que llore?
—No en particular. Solo quiero saber cómo te sientes. No quiero que te me escapes entre los dedos. Apaga la luz. Es tarde y los dos tenemos que trabajar mañana.
Ya lo tengo aquí, tan dominante como siempre, pero no me quejo: está en mi cama. No acabo de entender por qué. Igual debería llorar más a menudo delante de él. Apago la luz de la mesita.
—Quédate en tu lado y date la vuelta —susurra en la oscuridad.
Pongo los ojos en blanco a sabiendas de que no puede verme, pero hago lo que me dice. Con sumo cuidado, se acerca, me rodea con los brazos y me estrecha contra su pecho.
—Duerme, nena —susurra, y noto su nariz en mi pelo, inspirando hondo. Dios mío. Nicholas Jonas se queda a dormir. Al abrigo de sus brazos, me sumo en un sueño tranquilo.
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Lady_Sara_JB
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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 10th 2013, 16:52

owww
q ternura tiste 
me encanto
q el se durmiera con ella Enamorada
la parte de los azotes... wow baba 
sexy!!
ejejeje
me encanto
siguela
espero el proximo cap juju 
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NataliadeJonas
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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 12th 2013, 23:23

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 12th 2013, 23:23

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 12th 2013, 23:24

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 12th 2013, 23:25

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MensajeTema: Re: 50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada   50 sombras de Jonas  [ Nick y tu] Terminada - Página 9 Icon_minitimeJulio 13th 2013, 10:06

Aaaaaaaaaaaaaa QUE CAPI !!! Ese momento de los azotes jejeje y que SE HAYA DEVUELTO!!! Aaaaaaa carai que considerado despues de haberle pegado pero bueno, se durmio junto a ella Smile

Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Very Happy

Cuidate!

XOXOXO
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50 sombras de Jonas [ Nick y tu] Terminada
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