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 Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]

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NataliadeJonas
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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeOctubre 13th 2013, 20:37

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeOctubre 13th 2013, 20:37

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeOctubre 13th 2013, 20:38

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeOctubre 13th 2013, 20:39

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeOctubre 17th 2013, 23:48

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeOctubre 18th 2013, 15:08

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeOctubre 26th 2013, 19:32

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeOctubre 26th 2013, 19:32

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeOctubre 28th 2013, 15:03

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 5th 2013, 22:29

Hola! Estoy de regreso! Aqui el cap:3

___________________________________________

Capitulo 33

____________ no sabía dónde mirar. Mirase donde mirase veía a gente en distintos grados de desnudez, en distintas posturas y en distintas combinaciones. No podía haber imaginado que la gente se comportara de esa forma y a la vista de todos. Y para mayor desconsuelo, ella estaba excitadísima, pero permanecía inmóvil. A saber qué estaba pensando Nick de ella. Y ahí tenía otro frente abierto. No había dicho nada. Sabía que de vez en cuando la observaba de reojo y manteniéndose impasible, tal y como era su costumbre. Le conocía lo suficiente para saberlo.
Quería salir de allí y acabar de una vez por todas con esa incertidumbre. También quería disfrutarlo, pero le parecía poco menos que bochornoso que una mujer estuviera allí y mucho menos querer pasarlo bien. Y para más inri le había engañado y acudido en compañía de la conspiradora número uno, también llamada señora Smith. Y no solo eso, además Nick apareció cuando otro estaba tocándola. De forma bastante inocente, a juzgar por lo que hacían otros invitados, pero por la mirada reprobadora de su marido, no debía ser tan inocente. Se colocó por enésima vez el antifaz y procuró esperar, respirando lo más sosegadamente posible.
¿Por qué se estaba conteniendo? Maldita sea, era su mujer, estaba allí, prácticamente desnuda, y podía tumbarla en el cómodo diván y explicarle que no solo se trataba de mirar. Por muy excitante que fuera. A decir verdad ya no estaba enfadado, pues si analizaba la situación quizás la intervención de Alice le servía para hacer algo que él deseaba. Y que hasta la fecha no se había atrevido a sugerir.
Puede que ____________, en la intimidad de su dormitorio, accediera a ciertas prácticas, pero en público era otro cantar. Aunque tampoco se debían preocupar mucho por "ese público", pues a esas horas ya nadie estaba únicamente mirando. Muchos ya se habían retirado a las habitaciones privadas y los que aún deambulaban por el salón estaban a lo suyo o demasiado bebidos como para molestar.
Observó cómo ____________ abría la boca, aunque después intentara disimular, cuando se formó un trío de hombres, no muy lejos de donde estaban. Los gemidos de los participantes llegaban con nitidez. Ella volvió a removerse, evidentemente nerviosa.
—¿Te excita?
____________ se sobresaltó al oír a Nick hablándole al oído. Esperaba algún tipo de reprimenda o simplemente obviarla con su silencio. Nunca esa voz tan insinuante. ¿Debía responderle? ¿Debía responderle la verdad?
Miró de nuevo al trío, no podía evitarlo. Estaba muy excitada, demasiado excitada.
Sólo asintió. ¿Para qué ocultar la reacción de su cuerpo?
—¿Alguna vez habías visto algo así?
Ella negó con la cabeza.
Nick sabía que era altamente improbable que su esposa hubiese contemplado un espectáculo así, pero quería comprobar cada reacción de ____________ y por esa razón estaba llevando a cabo este absurdo interrogatorio.
—Dime, ____________ —continuó Nick acercándose cada vez más—, ¿estás acalorada? —Ella asintió—. ¿Húmeda? —Ella asintió—. ¿Necesitas algo? —Ella asintió—. ¿Qué, exactamente?
Los gemidos de quienes habían tenido más suerte que ella y no debían soportar a un esposo con ganas de charla, llegaban a sus oídos, excitándola aún más. De acuerdo, ella debía haber hecho las cosas de otro modo, pero no tenía por qué soportar a Nick de un humor extraño.
—¿Estás enfadado? —preguntó apartando la vista del espectáculo y mirándole directamente a los ojos.
Él tardó unos instantes en contestar, pues el rostro de ____________, cubierto a medias con un antifaz, era realmente excitante. Ya tenía otra imagen que archivar en su memoria.
—¿Debería estarlo?
—Nick, yo no quería mentirte pero…
—Sinceramente, ahora ya no importa, ¿no crees?
Ella asintió aliviada.
—Será mejor que volvamos a casa.
—¿De verdad deseas volver a casa, ____________?
Por supuesto que no, maldita sea. Estaba allí, disfrutando de la vista. ¿Podría también disfrutar de otra forma?
Negó vehementemente; con un poco de suerte Nick pasaría a la acción. Para comprobar hasta qué punto él podía, o no, estar dispuesto a complacerla, colocó la mano sobre su muslo, lo suficientemente cerca de su entrepierna para que él no confundiera sus intenciones. Le oyó respirar profundamente, y, como ella, estaba excitado, solo con una diferencia: a él se le notaba mucho más.
____________ se mordió la lengua, Nick la rodeó con el brazo pegándola completamente a su cuerpo y, con deliberada parsimonia, empezó a rozarle el cuello con los labios.
Iba demasiado despacio, esa fase podía saltársela. Para indicárselo subió su mano hasta rozarle la erección, si con eso no se daba cuenta…
—¿Tanta prisa tienes? —murmuró él, y ____________ estuvo a punto de arrearle al notar cómo se reía oculto en su cuello.
El siguió jugueteando, como si tal cosa, sin prisas, y ____________ comprendió que ese era su castigo.
—Háblame, ____________, dime qué te excita de lo que estás viendo —pidió él sin abandonar su piel, y para que ella no protestase por ir tan despacio, empezó a estimular un pezón por encima de la tela—. Descríbeme lo que ves.
—Están…—Quería hablar pero no podía. Y no solo porque las suaves caricias de su marido la estaban desquiciando; simplemente sentía vergüenza si utilizaba las palabras exactas para narrar lo que veía.
—¿Qué, ____________?
—Nick…—suspiró dejándose acostar en el diván y esperando a que las manos de su marido pasaran a mayores.
Ella se lo estaba poniendo fácil, con la escasa vestimenta y la evidente disponibilidad para ser tocada allí mismo. Pero por alguna razón Nick no quería llegar muy lejos allí, a la vista de todos.
—Yo no puedo ver lo que está pasando, cuéntamelo —insistió él.
—El…el hombre de en medio parece disfrutar…bastante. —Como definición dejaba mucho que desear—. Pi…pide más.
—¿Qué exactamente, ____________? —murmuró contra su piel.
—Pa…parece ser que el hombre que tiene detrás no va lo suficientemente rápido. —____________ lo dijo esperando que su marido se diera por aludido.
—¿Y qué le está haciendo?
Ahora Nick, tras dejar el pezón derecho completamente tieso, pasó al izquierdo, con la firme intención de torturarlo del mismo modo.
—Le está…le está…
—¿Sí?
—Penetrando —dijo muerta de la vergüenza; nunca imaginó que se pudiera hacer algo así. Pero enseguida se activó su lado lógico—. ¿No le duele?
Nick se rio socarronamente contra su piel, ella debía sentirse molesta, pues no tenía la experiencia de él y era lógico hacerse preguntas.
—¿Crees que le duele? —preguntó él. Lo cierto es que este jueguecito se le estaba yendo de las manos, ____________ estaba a punto y él por supuesto también.
—Supongo que no. —____________ inspiró profundamente antes de continuar—: El que está delante no deja de…—tragó saliva antes de decirlo— metérsela en la boca y…—no podía continuar, a pesar de que Nick solo la rozaba ella estaba tan a punto que hilar frases completas no era posible.
—Sigue, ____________.
¡Como si fuera posible! En esos momentos en lo que menos pensaba era en qué hacían o dejaban de hacer quienes estaban a su alrededor, que cada uno disfrutase a su manera. Ella únicamente necesitaba que Nick acelerase de una vez.
El trío de hombres que podía ver desde su privilegiada posición seguía a lo suyo; evidentemente no era la primera vez y ____________ se preguntó si un día ella acabaría así, desinhibida totalmente, disfrutando sin importarle el resto.
Estaba tan excitada, caliente, ansiosa y de tal forma tumbada en el diván, que lo que menos esperaba es que él se incorporase, dejándola sorprendida (y no gratamente) cuando hizo señas a un camarero. Se apoyó sobre los codos, enderezó el antifaz (a saber cómo lo llevaba después del manoseo de Nick) y le miró sin comprender.
—Pe…pero, ¿tienes sed? —le preguntó.
Él la miró de reojo, con media sonrisa en la boca, pero no le respondió. Se puso de pie para hablar con el camarero, el cual, por cierto, ni se inmutaba.
—En vista de que aquí no hay nada interesante —dijo él tras hablar con el camarero, e hizo una pausa mientras la ayudaba a levantarse—, será mejor que nos vayamos.
¿Ahora? ¿Ahora nos vamos?, quiso gritarle. Pero fue imposible, él la agarró del brazo y, sin muchas contemplaciones, empezó a caminar con ella a remolque. Enseguida se dio cuenta de que no caminaban hacia la salida (menos mal) y que se dirigían a otra parte del club que no conocía pero se parecía mucho a un hotel. Caminó detrás de Nick, no se oía ningún ruido y apenas había luz.
Lógico, pensó ella, aquí la discreción lo es todo. ¿Qué pasaría si te encuentras a tu vecino? ____________ se rio antes ese pensamiento. Nick la miró por encima de su hombro sin comprender. Pero ahora solo podía pensar en una cosa: llegar cuanto antes a la habitación y beber champán.
Bueno, en dos.
Cuando ya estaban dentro, ____________ se quedó boquiabierta, y no era precisamente ante el tamaño descomunal de la cama, sino porque al fondo, en vez de haber una pared, como dicta la lógica, había un gran ventanal desde el que se podía ver la sala que acaban de abandonar. Y entonces saltó la alarma.
—Nick…—murmuró señalando con un gesto el motivo de su preocupación.
Él lo entendió a la primera y se acercó rápidamente a un lado para correr una espesa cortina que les daría privacidad. ____________ suspiró aliviada. Pero el suspiro de alivio le duró un segundo al ver entrar al camarero sin llamar a la puerta. Como si estuvieran en un salón de té, dejó la cubitera a un lado y se marchó. Todo en silencio.
____________, que ya no sabía qué más podía sorprenderla, se acercó para servir el champán, algo tenía que hacer para serenarse, aunque no sabía si iba a ser capaz de servir dos copas sin derramar la mitad. Entonces miró a ambos lados de la cubitera y frunció el ceño.
—Se ha olvidado de las copas.
—No son necesarias —dijo enigmáticamente él mientras se quitaba la chaqueta y el chaleco antes de situarse tras ella y pegarse a su espalda.
—Yo creo que sí…
____________ no pudo continuar la frase; Nick, en un visto y no visto, la rodeó con los brazos, sus manos abarcaron sus pechos, pegándola a él, y empezó a mordisquear su cuello sin compasión.
En respuesta frotó su trasero descaradamente y con ello pudo comprobar algo que ya sabía.
Las manos de él trabajaban sin descanso, primero apartaron la incómoda e inoportuna tela para después poder tirar de sus pezones sin barreras de ninguna clase. Ella se dejó caer hacia atrás dejando que él sujetara todo su peso y al mismo tiempo facilitándole sus maniobras.
Una mano siguió torturando el pezón derecho, ya de por sí tieso; ella no se dio cuenta de las maniobras de su marido pero lo cierto es que…
—¡Nick! —exclamó ella sobresaltada al sentir algo sumamente frío sobre su ombligo.
Entonces abrió los ojos y miró hacia abajo. Él sostenía entre sus dedos un trozo de hielo con el que frotaba su piel, humedeciéndola y haciendo que las pequeñas gotas resultantes del deshielo bajasen hasta su entrepierna. Pero como era de esperar, no se conformó con la tediosa espera del deshielo, sino que movió el cubito hasta situarlo en sus labios vaginales y ella le clavó las uñas en el antebrazo.
—Estás muy caliente —murmuró—, necesitas algo así.
Ella no podía negar la evidencia y en ese lapsus él encontró su hinchado clítoris, el cual procedió a enfriar. Ella se agitó en respuesta, las sensaciones eran contradictorias. Por un lado la fricción de un punto tan sensible y por otro lado el frío, hacían que ____________ no pudiera parar de moverse.
—Ya no estoy tan…caliente. —Era una verdad a medias, pero consiguió que Nick dejara de enfriarla.
Nick la situó frente a él y la observó unos instantes antes de desnudarla por completo, tarea que le llevó apenas treinta segundos. Ya había tenido ocasión de contemplar el cuerpo desnudo de su esposa, pero le seguía gustando, quizás debía convencerla para que posara más a menudo, solo para él, por supuesto. Cuando todo acabase, porque no cabía otra posibilidad, sería un excelente recuerdo.
La guió hasta la cama, apartó la colcha y la tumbó en medio. Empezó por quitarse los zapatos de un puntapié y se fue desnudando, ella también tenía derecho a recrearse la vista, cosa que estaba haciendo.
—No, no te lo quites —pidió él cuando ____________ se llevó las manos detrás de la cabeza para soltar el nudo que mantenía sujeto el antifaz.
Agarró con una mano la botella de champán, se posicionó en la cama y sin dejar de mirarla, derramó sobre sus pechos el líquido.
—Pe…pero, ¿qué haces?
____________, sobresaltada, se medio incorporó y miró con expresión interrogativa a su marido para después observar sus pechos mojados.
—Beber champán —respondió con toda lógica, y se inclinó para esperar que el champán fuera bajando por su cuerpo hasta llegar a su coño y probarlo allí.
Claro que ____________ estropeó su plan, pues al moverse desvió la trayectoria.
—¿Lo dices en serio?
—Quédate quieta, ____________. —Vertió de nuevo el champán y esta vez…tampoco, pues ella quería verlo y se incorporó sobre los codos. —Perdón —dijo ella escondiendo su sonrisa tras la mano. Se tumbó de nuevo y esta vez se mostró más cooperativa, separando bien las piernas y manteniéndose todo lo inmóvil que podía.
Y él, por fin, pudo combinar el mejor champán con el sabor de ____________. Siguió haciéndolo, vertiendo el líquido y, tras dejar que se deslizara por el cuerpo de ella, calentándolo con su piel, bebía justo cuando llegaba a su entrepierna; claro, que siempre se le escapaba algo. Ella, como siempre, no facilitaba las cosas, pues incluso llegaba a reírse tontamente cuando él hacía más ruido del necesario al recoger con la lengua el champán y rozando su sobreexcitado clítoris en el proceso. Tenía que reconocerlo, hacer cualquier previsión con ____________, en lo que a relaciones sexuales se refería, estaba abocado al fracaso, pues ella se encargaba con su espontaneidad de llevarle a su terreno. Quería enseñarle algo distinto y, si bien ella no se negaba, tampoco se mantenía lo quieta que él necesitaba para llevar a cabo sus planes. Pero siguió afanosamente su labor, sus protestas, amortiguadas por los labios vaginales de ella, solo retrasaban su cometido, pues ella se reía y se quejaba porque él le estaba haciendo cosquillas.
Desagradecida…
Hasta que prácticamente vació la botella, dejando la cama empapada pero a ____________ satisfecha.
—¿Queda champán?
La pregunta de su mujer, que no se esperaba, le hizo incorporarse sobre un codo y levantar la vista para mirarla a los ojos; esperaba que ella tardase un poco más en reaccionar.
—No. —Mostró la botella vacía.
Ella hizo un mohín, evidentemente desilusionada.
—¿En casa tenemos?
Nick arrugó el entrecejo, no conocía la afición de su esposa por esta bebida en particular.
—Supongo que sí, en la bodega. —Le picó la curiosidad—: ¿Por qué?
Ella le sonrió con picardía y se incorporó sobre sus rodillas para rozarle los labios antes de responder.
—Yo también tengo mucha sed. —Y acto seguido le agarró la polla.
Él cayó fulminado y estalló en carcajadas.
__________________________________________

Hasta aqui el cap:3 gracias a las chicas que siguen leyendo*-*
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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 6th 2013, 07:21

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 8th 2013, 15:10

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 8th 2013, 15:10

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 8th 2013, 15:11

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 8th 2013, 15:11

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 8th 2013, 15:11

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 8th 2013, 15:13

ME ENCANTA !!!! Y _____ y Nick ! OMG !!! La champaña Smile

Jajaja ME ENCANTA !!! Wink

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 24th 2013, 22:24

Gracias por leer n.n
________________________________________

Capítulo 34

Acostumbrada a un horario, _______________ parpadeó, debía levantarse y dedicarse a sus quehaceres, pero su cuerpo no respondía. Sentía esa languidez propia de una noche agitada. Se movió de nuevo en la cama y poco a poco fue despertándose. Al abrir los ojos fue consciente, simultáneamente, de dos hechos importantes. El primero, no estaba en su alcoba. Eso tenía explicación, así que no era preocupante. El segundo hecho era…inesperado. Nick estaba junto a ella, dormido, con la sábana enredada en sus pies, por lo que el adjetivo desnudo no resultaba excesivo.
Pero sí resultaba extraño que él se hubiera quedado. Desde el primer día que despertaron juntos, y tras el incidente con Theresa, Nick siempre se marchaba a primerísima hora; _______________ lo entendía, su trabajo era así, aunque deseara lo contrario. Y ahora le tenía allí, a su disposición. No quería nada extraño de él, solo poder observarle así, relajado. Después de lo ocurrido la noche anterior no podía exigirle más. Ese pensamiento la hizo sonreír y sonrojarse al mismo tiempo, hasta que…se dio cuenta de algo…con la inesperada aparición de Nick se había olvidado de Alice. ¿Qué había sido de ella? ¡Ay, Dios! ¿Qué pensará? ¿Qué explicación darle? En cuanto le fuera posible acudiría a su casa y se disculparía. Pero ahora debía pensar en otra cosa, en disfrutar de la simple sensación de despertarse junto a Nick. Ya era inútil negar lo obvio, estaba enamorada de él, loca y perdidamente. Alice tenía razón y ella había tardado demasiado en admitirlo, lo cual resultaba un caso de lo más extraño, pues en cualquier otro matrimonio la obligación de seguir casado era como una condena perpetua, gustase o no a los implicados. Bien, ese no era su caso. Su matrimonio tenía fecha de caducidad. Disfruta el momento, se dijo a sí misma.
Levantó la mano y con cuidado le acarició el rostro, algo áspero, como corresponde a un hombre que aún no ha tenido la oportunidad de afeitarse. Siguió con su exploración táctil y llegó al cabello, así, tan despeinado, nadie diría que era el director de uno de los bancos más influyentes del país. Cosa que a ella, en esos momentos, le daba igual.
Él se movió y ella dejó de acariciarle, no quería perturbar su sueño.
—¿Por qué te detienes? —la voz somnolienta de Nick le sorprendió.
Volvió a tocarle, lentamente, quizás una caricia simple, pero para ella estaba cargada de sentimientos. Se entretuvo así durante un buen rato.
—Me gusta —dijo él, cambiando de posición en la cama, con lo cual reveló que se estaba despertando completamente.
_______________, que se había percatado, siguió a lo suyo.
—Es extraño —comenzó ella sin dejar de tocarle.
—¿El qué?
—Que estés aquí. —Esta frase estaba impregnada de un deje de melancolía. A _______________ le hubiera gustado despertarse así todas las mañanas. Evidentemente la lógica decía que no era posible.
—Es mi habitación —respondió él con toda la razón del mundo.
—No me refiero a eso.
—Explícate.
—Siempre que me despierto estoy sola, a pesar de haber…bueno, ya sabes. Por eso me resulta extraño que estés aquí.
—Hoy es sábado, puedo permitirme el quedarme en la cama. —La miró un instante. ¿Qué quería decir ella expresamente con esa afirmación?—. ¿Te molesta?
—¡No! ¡Todo lo contrario! —se apresuró a decir _______________. Y sus ojos la traicionaron al mirar furtivamente su erección.
—Me hago una idea —dijo él sonriendo a medias.
—Como los sábados también trabajas…—intentó mantenerse serena y llevar una conversación aceptable.
—¿Quieres enviudar en breve?
—¿Perdón?
—Después de lo de anoche, lo mínimo que merezco es una jornada de descanso y un buen desayuno.
—Ah —fue todo cuanto pudo decir; el sentido del humor de Nick era tan personal como inusual.
Se levantó con intención de ordenar ese desayuno reparador, pero él tiró de ella y la tumbó de nuevo. A este ritmo iba a quedarse en los huesos: mucho ejercicio y una alimentación más bien escasa.
—Quizás lo que necesito ya está en esta habitación —murmuró él haciéndola estremecerse.
Y lo peor del caso es que lo conseguía, era tan triste estar enamorada de él, saber que esos momentos tenían los días contados y que después se dedicaría durante años a recordarle, pues en ese instante la idea de buscarse otro amante se le antojaba, como poco, absurda y sin sentido. Pero a _______________ le rondaba algo por la cabeza y pese a que las intenciones de Nick estaban bien claras en ese momento, ella prefería aclarar sus dudas antes de seguir.
—¿Puedo preguntarte algo?
—¿Ahora? —La miró extrañado. Joder, estaba moviéndose para colocarse en posición, no para dialogar precisamente.
—Anoche…
—Anoche pasaron muchas cosas —interrumpió él al ver que se iba a entretener.
—Lo que vimos…
—No te andes por las ramas. —Se le notaba la impaciencia.
_______________ se sonrojó y él suspiró; como siempre ella llevaba la voz cantante. Pero… ¿por qué no divertirse mientras? Empezó a mordisquearle los pezones con la vaga esperanza de que ella se dejara de interrogatorios. Observó con satisfacción que perdía el hilo de sus pensamientos.
Pero no por mucho tiempo.
—Nick…—jadeó al sentir cómo la mordía—. ¿Tú alguna vez…?
—¿Mmm?
—¿Con otros hombres…?
El dejó de morderla y levantó la vista inmediatamente. La miró y al ver el apuro que estaba pasando, decidió no reírse, aunque bien podía tomarle el pelo, ¿no?
Esperó y esperó, sin apartar la vista para ver si ella era capaz de continuar, si su curiosidad ganaba a su vergüenza. La vio morderse el labio. Intentar apartar la vista. Moverse inquieta, y él nada, permaneció tranquilamente sobre ella con la cara entre sus tetas a la espera.
—Ya sabes…—murmuró ella esperando que él se lo pusiera fácil.
—Pues no, no sé —respondió tranquilamente, y lamió un pezón para animarla.
Pero ella parecía no animarse a continuar, y él no estaba dispuesto a permanecer inmune en esa postura.
—Como lo que vimos anoche.
—_______________, no sé a dónde quieres llegar, pero ahora mismo yo sí tengo claro dónde quiero estar, por lo que si no…
—¿Has follado con otros hombres? —disparó a bocajarro.
Él la atormentó manteniéndose unos segundos en silencio.
—Lo más lógico en una esposa es tener cierta curiosidad por saber con cuántas mujeres me he acostado.
—Eso no es lo que te he preguntado.
—¿No quieres saber con cuántas mujeres he estado?
—No, me da igual.
—Eso no te da morbo, ¿no es cierto?
La expresión de ella le respondió de inmediato.
Era de esperar que un hombre de la edad de Nick, casado o no, hubiera tenido las amantes que hubiese querido o pagado, según el caso, y no por ello debería escandalizarse. Ahora bien, el morbo de saber si él alguna vez había estado con otro hombre….
—¿Alguna vez has estado tú con otra mujer? Puede que fueras virgen pero…
—¡Nick! —Le golpeó en el hombro. Siempre haces lo mismo cuando no quieres responder.
¿Por qué se empeñaba en controlarla? ¿Cuándo iba a aprender que _______________ iba un paso por delante?
—Está bien, no me contestes —se rindió ella—, pero eso me da derecho a guardar mis propios secretos.
Estaba preciosa haciéndose la dura; allí desnuda y excitada bajo su cuerpo, intentaba mantenerse inflexible.
—Una vez —murmuró él en su oído.
Lo dijo tan bajo que casi resultaba imperceptible, pero _______________ le miró y él, pensando que con su sincera respuesta, estaría satisfecha y podría ir al meollo de la cuestión…
—Eso…eso…está bien, pero… ¿tú en qué posición estabas?
Eso le hizo sonreír.
—¿Dónde te imaginas tú?
—Ya estamos otra vez con evasivas. Está bien, me rindo, no quiero saberlo, me da igual. —Puso cara de aquí se acaba la buena sintonía.
El volvió a susurrarle algo en el oído y ella le miró con los ojos abiertos, para después sonreírle.
—Gracias por ser sincero.
Nick se colocó en la posición adecuada para un clásico misionero y ella sabía muy bien qué venía a continuación. Algo placentero para su cuerpo, pero muy doloroso para su mente. Aun así, le dejó hacer cuanto quiso y se entregó una vez más (no sabía cuál sería la última) a él sin reservas.
A punto de alcanzar el orgasmo, su boca no pudo mantenerse por más tiempo en silencio.
—Te quiero —susurró junto a su boca, antes de cerrar los ojos y sentir un dulce clímax.
¿Había oído bien? ¿Era producto de su imaginación? ¿Falta de sueño? ¿Exceso de trabajo?
Nick se tumbó a un lado para no aplastarla y cerró los ojos, sintiéndose más vulnerable y estúpido que nunca. Ella, siempre ella, iba un paso por delante, y él no había sabido reaccionar. ¿Qué había hecho? Callarse como una puta, cuando de nuevo ella le brindaba la oportunidad que buscaba.
Si albergaba alguna duda respecto a los sentimientos de su mujer, era tan tonto como para no correspondería, aun muriéndose por ello, aun siendo un cobarde.
Hablar ahora, pasados unos minutos, era estúpido e inservible.
Debía hacer algo mucho más importante por su esposa que hablar.
Debía encontrar la forma de conservarla.

__________________________________________

Que les parecio?:3
Tratare de no tardarme demasiado para el siguiente Wink

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeNoviembre 26th 2013, 18:53

OH MY GOD!!!!!!
A mí la verdad me encantó aunque...
Si me sorprendió que Nick hubiera estado con otro hombre...
Se nota que de verdad es muy liberal en cuestiones sexuales... Embarassed 
Por favor tienes que seguirla por que ahora que ______
le dijo lo que siente presiento que se pondrá mas interesante que nunca!!!!Shocked 
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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeDiciembre 13th 2013, 17:23

Capítulo 35

—¡Hola, muchacho!
Nick levantó la cabeza de su escritorio para ver a su padre entrar, pero enseguida llamó a la prudencia, pues traía cara de pocos amigos. Se había enterado de todo y ahora tendría que explicarle, sin revelar todos los motivos, la situación.
—Hola papá, no sabía que habías regresado.
—Llegamos anoche.
—¿Qué tal está Vivian?
—Muy bien. Descansando.
Esa seca respuesta de su padre le puso aún más en guardia, pues adoraba a Vivian y le encantaba hablar de ella.
—¿Qué tal el viaje?
—Más corto de lo que esperaba. —Nick padre se sentó en uno de los grandes sillones orejeros y miró a su hijo unos instantes antes de seguir—: He acortado mi viaje al enterarme del lío en el que estás a punto de embarcarte.
—Papá, no es lo que crees.
—¿Ah, no? —Nick padre levantó la voz, cosa extraña en él—. Me entero por un conocido que mi hijo va a ser llevado a los tribunales por incumplir un contrato, ¿y me dices que no es lo que parece? ¿En qué cabeza cabe?
—Papá, sabes perfectamente mi desacuerdo con ese contrato…
—¡Sandeces! —le interrumpió su padre—. Para nosotros esa cantidad es irrisoria, bien lo sabes, pero para la mayoría de los mortales supone un buen pellizco y para ese derrochador de suegro que tienes su salvación, así que no veo la necesidad de exponer nuestro nombre en los tribunales por una cabezonería tuya.
—No es tan simple…
—¡Señor Boston! ¡Qué sorpresa tan agradable! —Rafe entró en el despacho con su habitual alegría destensando un poco el ambiente.
—Rafe, muchacho, te veo estupendo.
Los dos hombres se abrazaron afectuosamente.
—Lo mismo digo. ¿Qué le trae por aquí? —preguntó Rafe a Nick padre antes de cruzar una mirada con el hijo y sospechar que las cosas no iban bien entre los dos.
—Intentar arreglar este desaguisado. —Frunció el ceño mirando a su hijo—. Y espero que me ayudes.
—Cuente conmigo —respondió solícito Rafe.
Me gustaría ver cómo lo intentas, pensó Nick.
—Me alegro. Convence al cabeza hueca de mi hijo de que haga frente al contrato y se deje de juicios.
—Esto…—Rafe sonrió a modo de disculpa—. Me temo que en este asunto estoy de su lado. A ese hijo puta de Cherterfield no debería llegarle ni una moneda.
—¡Rafe! ¿Cómo puedes decir eso? ¿Sabes a lo que nos exponemos?
—Sí, lo sé —dijo en tono conciliador.
—Es evidente que así no llegaremos a ningún sitio. —Nick padre se acercó a la puerta—. Iré a ver a ese desgraciado y llegaré a un acuerdo con él.
—¡No! —interrumpió Rafe—. Unos días, solo necesitamos unos días para solucionarlo.
Nick se frotó la cara, estaba cansado, aburrido y hastiado de este tema. No quería involucrar a su padre, pero no podía desvelar las verdaderas razones que le llevaban a actuar así.
—En este asunto no puedo permanecer impasible —respondió Nick padre.
—Papá, por favor, es cuestión de días. —La indecisión en la voz le delató.
—Arreglaré esto por las buenas o por las malas —sentenció Nick padre marchándose enfadado.
El portazo que dio al salir sobresaltó a los presentes, de tal forma que Thompson, el secretario, se acercó para ver si había ocurrido algo.
—Joder, ¿cómo se habrá enterado?
—Pareces un niño al que le han pillado tras romper la ventana con la pelota.
—No estoy para bromas —le advirtió a Rafe—, así que ahórratelas.
—De verdad, no sé cómo me molesto en seguir siendo tu amigo, tal y como me tratas.
Nick le miró deseando partirle la cara, Rafe sabía muy bien cómo tocarle los huevos adoptando esa postura de aristócrata gilipollas que tanto detestaba.
—Dejémoslo aquí, ¿de acuerdo? —Nick se sentó tras su escritorio y se puso de nuevo a leer.
—Como quieras.
Sencillamente irritante, no se podía calificar de otro modo la presencia de su amigo.
Tras unos minutos en odioso silencio Thompson, el fiel secretario, llamó a la puerta.
—¿Señor Boston?
—Sí, ¿qué ocurre? —Nick no quería visitas y dudaba que fuera __________, después de la última vez que estuvo en el despacho… ¿Por qué sonreía Rafe como un gilipollas?
—Un tal señor Jeferson pregunta por usted.
—No me suena…
—Hágale pasar —dijo Rafe interrumpiendo a su amigo. Y de paso dejándole en ascuas.
—¿No será la señora Jeferson y tengo que aguantar tus bromas?
—¡Qué desconfiado eres! Abel Jeferson es un abogado especializado en casos como el tuyo, tiene amplia experiencia y seguro que nos ofrece una solución.
—Ya, mis abogados también poseen esa amplia experiencia y no hemos llegado a ninguna parte.
—Buenos días, lord Wesley, señor Boston.
Nick miró la puerta donde un joven, seguramente recién licenciado en derecho, les había saludado. Llevaba en la mano una voluminosa cartera de piel marrón y un bigote para aparentar más edad. Y ese era el abogado que, según Rafe, tenía amplia experiencia e iba a solucionar sus problemas. Nick hizo un gesto con la mano para que se acercara y tomara asiento. La cosa no podía ir a peor.



—Tiene que ser algo muy especial.
—Mmm, déjame pensar. No es un regalo de aniversario, no le vas a dar un hijo…—Alice miró intencionadamente el vientre plano de su amiga—. Entonces, ¿para qué quieres comprarle algo? Se supone que es al revés, ellos nos compran las chucherías.
—No sé por qué te molestas en parecer tan frívola. —La confianza que ambas se tenían hacía posible ese comentario por parte de __________—. Quiero darle algo a Nick que sea importante. Para mí, para él.
—¿Y no crees, es una suposición de las mías, que él estaría feliz y contento de simplemente tenerte?
—Eso no es posible, lo sabes tan bien como yo.
Ambas estaban en una joyería buscando un regalo para Nick. __________ bien podía haber ido sola, pero no quería desanimarse y terminar llorando delante del joyero, así que Alice, además de darle consejo, era su respaldo en caso necesario.
—Este reloj es precioso. —Alice sostenía en su mano un reloj de bolsillo de oro—. Dentro puedes poner tu retrato.
—Y en la parte posterior grabar una dedicatoria —sugirió el vendedor.
—No sé…—__________ se mordió el labio—. ¿Cuánto cuesta?
—¡Por Dios, __________! —se quejó Alice entre dientes—. No puedes regatear aquí. —Exhibió una sonrisa tan radiante como falsa al vendedor.
__________ tiró de su amiga hacia un apartado antes de hablar.
—Pero necesito saber si puedo pagarlo, ¿no crees?
—¿Te gusta? —preguntó Alice.
—Sí, ¿cómo no iba a gustarme? Es precioso. —__________ se quedaba corta.
—Cómpralo, da igual lo que cueste.
—Sí, claro, y cuando le llegue la factura a Nick porque yo no puedo pagarlo, ¿qué le digo?
—A veces eres más tonta…cómpralo, no importa lo que cueste, si no tienes suficiente yo te lo doy.
—No puedo aceptar…
—¡Ay, por Dios! Te lo presto, te lo presto —dijo rápidamente Alice; cualquier cosa para convencerla.
Volvieron junto al mostrador donde esperaba el vendedor, que no estaba acostumbrado a que las damas pudientes le discutieran el precio de sus artículos, y por la cara que ponía era evidente que se había enterado de la mayor parte de la conversación. Pero una venta es una venta y sonrió.
—¿Se han decidido ya?
—Nos lo quedamos —dijo Alice antes de que __________ se arrepintiera—. ¿Cuánto tardan el grabar una dedicatoria?
—Una semana, señora.
—Humm. —Alice dejó el reloj en su estuche haciendo un mohín de desilusión—. Entonces me temo que no podemos comprarlo.
—¿Qué dices, si acabas de…? —__________ se calló al sentir cómo su pie era aplastado bajo el zapato de su amiga—. Es verdad. —También puso cara de pena, aunque no tan convincente como su amiga—. Lo necesitamos cuanto antes.
El vendedor, que no era tonto, sabía que no se puede perder una venta así.
—Mientras deciden qué van a poner, hablaré con mi ayudante, a ver si puede hacerles un hueco para dentro de dos días. Si me disculpan…
—¿Ves? No hace falta decir la verdad —dijo Alice—. Y ahora piensa rápido qué quieres poner como dedicatoria.
—No sé…
—¿Confías en mí? —__________ se mordió el labio.
—No, pero no tengo otra opción.
Cuando volvió el vendedor confirmando que el pedido estaría en dos días, Alice le pidió papel y escribió la dedicatoria sin dejárselo ver a __________. Y por mucho que esta lo intentó de camino a casa, Alice no soltó prenda.

_____________________________________________

Pequeño maratón sorpresa♥
Parte 1 de ?

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Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Empty
MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeDiciembre 13th 2013, 17:47

Capítulo 36

Nick, que pocas veces perdía la paciencia hasta el punto de querer abofetear a alguien, se movía en su asiento pensando en la mejor manera de mandar a paseo a aquel novato, pues llevaba media hora leyendo, párrafo a párrafo, el maldito contrato y deteniéndose cada vez que consideraba algo importante y necesario de explicar.
Maldita sea, se lo sabía de memoria y allí estaba, perdiendo el tiempo y la paciencia y observando al tonto de Rafe dando muestras de interés y replicando los comentarios del señor Jeferson.
—Por todo ello, señores, la cosa está muy clara —sentenció el abogado sacando a Nick de sus cavilaciones.
—Explíquese, se lo ruego —murmuró Nick hastiado y con ganas de acabar cuanto antes.
—Las obligaciones del contrato prematrimonial se basan en una premisa muy clara…
Nick quería gritarle y zarandearle para que se dejara de tantos rodeos. Maldita sea, quería hechos, no palabrería barata.
—Disculpe, señor Jeferson, pero ese punto ya lo tengo claro.
—Nick, por favor, no interrumpas al señor Jeferson —dijo Rafe animando al joven a continuar.
—Por lo tanto, si no hay matrimonio, no hay obligaciones contractuales.
Nick se levantó y se acercó a la ventana, dando la espalda a los dos hombres, su matrimonio era tan válido como el que más, puede que durante el infierno de los seis primeros meses en los que no pudo tocar a su mujer… ¡un momento!
Nick se giró rápidamente y miró al abogado. Éste parecía muy satisfecho con su trabajo.
—Exactamente, ¿a dónde quiere llegar? —preguntó Nick dejando a un lado la educación.
Rafe le miró pidiéndole en silencio contención. Pues también intuía por dónde iban los tiros.
—Simple y llanamente una palabra: divorcio.
Nick, no quería oír una palabra como esa, y menos en esos momentos. Si bien su mente había procesado la información del abogado y llegado a esa misma conclusión, él no quería, ni por asomo, hablar de algo así.
—No puedo divorciarme de _________ —se quejó.
—Coincido con él —alegó Rafe—, ahora que las cosas le van bien en su casa no vamos a estropear su felicidad conyugal.
—Les entiendo perfectamente, pero no queda otra alternativa. Este contrato no deja margen legal para recurrirlo.
—Pero…un divorcio es difícil y un proceso muy lento —dijo Rafe viendo cómo Nick era incapaz de razonar tras oír la posible solución.
—No siempre. —Y dicho esto, Abel Jeferson tosió como disculpándose.
—¿Perdón? —Nick estaba a punto de estallar.
—Verá…—El abogado también se puso en pie, quizás alarmado por la mirada del señor Boston, quería poner algo de distancia—. Es cierto que la ley es bastante rígida en ese aspecto, lógico por otra parte, sino mucha gente se pasaría el día entrando y saliendo de los despachos de los abogados cada vez que discutieran con su cónyuge…
—Vaya al grano —le cortó Nick.
—Para acelerar el proceso —tosió de nuevo—, usted debería pedir el divorcio alegando…—volvió a toser— que su esposa no cumple con sus obligaciones.
—Especifique.
—Obligaciones, ya sabe…conyugales.
—Joder. Eso duele. —Ese comentario de Rafe fue acompañado con un silbido de disgusto—. Perdón.
—Si además de eso hubiera otro tipo de comportamientos impropios de una mujer casada…
—¿Como cuáles?
—Abandono de hogar, no darle hijos, comportamientos escandalosos, infidelidades…—Al abogado cada vez le costaba más hablar. Si no se andaba con cuidado, no salía de ahí con vida.
—¿Cómo se probaría, por ejemplo, un caso de infidelidad? —preguntó Rafe, al parecer muy interesado.
—Buscando al sujeto con el cual su esposa le habría sido infiel y haciéndole comparecer ante el juez.
—Ah, bueno, entonces lo tenemos fácil. Me ofrezco voluntario —dijo Rafe.
—Deja de joder —le increpó Nick—, esto es serio.
—Perdón, pero yo solo intentaba colaborar; además, en caso de ser necesario es mejor que todo quede entre amigos, pienso yo…
—Rafe…
—Y así también podría presumir un poco, que _________ está de buen ver. —Se la estaba buscando. Pero Nick, que le conocía como si le hubiese parido, prefirió no seguirle el juego.
—No, mi esposa no me ha sido infiel, ese motivo no nos vale —sentenció Nick, y advirtió con la mirada a Rafe que mantuviera la boca cerrada.
El abogado se abstuvo de preguntar: ¿está usted seguro?
—Entonces deberemos alegar conducta inapropiada, desinterés en sus obligaciones conyugales…
—Pero aún en el caso de que aceptara su proposición, prácticamente no tenemos tiempo.
—De hecho así es, pero si argumentamos bien los motivos por los cuales usted desea el divorcio y nos admiten el procedimiento, podemos presentarlo como prueba inequívoca de que su matrimonio no es un enlace convencional y usted ha salido altamente perjudicado.
—Maldita sea, eso implica dejar a _________…
—Me temo que en ese punto…—se disculpó el abogado.
—Déjeme unos días, debo hablarlo con mi esposa.
—Lo siento, pero el tiempo apremia, deberíamos presentar la demanda de divorcio como muy tarde mañana para que el juez vea el caso y poder tenerlo listo cuanto antes en caso de ser necesario presentarlo como prueba.
Nick cogió sus cosas y se dirigió a la puerta.
—Primero hablaré con mi esposa —dijo sin mirar atrás y abandonando su despacho.
Divorciarse de _________. ¿En qué cabeza cabe?
Nick, disgustado con el mundo en general y consigo mismo en particular, caminaba en dirección a su casa. Necesitaba despejarse, que le diera el aire, que…
—¡Maldita sea! —murmuró entre dientes.
El abogado casi imberbe tenía razón. Por mucho que se empeñara en negar la evidencia, mientras permaneciera casado no habría forma de eludir a su condenado suegro, y este lo sabía.



—¿Señora?
—¿Humm?
_________ abrió los ojos y miró a Theresa, que estaba al pie de la enorme bañera; su baño se estaba alargando demasiado, pero es que no se cansaba de probar cada una de las esencias que Nick le había regalado. Cualquier otra mujer pensaría que recibir un estuche lleno de jabones, a cada cual más exótico, no era un regalo adecuado, pero para ella suponía buenos momentos disfrutando de su baño.
—El señor está aquí y pide que baje a su despacho.
—¿Nick? ¿A estas horas?
Se incorporó en la bañera, Theresa debía estar bromeando.
—A todos nos ha extrañado pero ha mencionado que es urgente.
—Pásame esa bata.
Salió de la bañera, se secó rápidamente, se puso una gruesa bata. Algo verdaderamente serio debía ocurrir para que él se presentara a media mañana.
—¡Señora! No puede salir así vestida.
_________ se detuvo en la puerta al oír la exclamación de Theresa.
—¿Por qué no? —preguntó sin comprender los apuros de Theresa; no iba a recibir visitas, iba a hablar con su marido. Se miró a sí misma y se encogió de hombros.
—¡No es decente!
_________ la miró aguantando las ganas de reír. ¿Decente? ¿A estas alturas?
—Theresa, no creo que a Nick le importe que yo…
—Le importará si pilla un buen resfriado, tiene el pelo húmedo.
—Ah, bueno. Visto así…—___________ cogió una toalla y envolvió su pelo—. ¿Mejor?
—No tiene remedio.
—No puedo perder más tiempo, has dicho que era urgente, ¿no?
Dejó a Theresa con la palabra en la boca y bajó las escaleras lo más deprisa que le permitían las zapatillas y entró en el gran despacho de Nick. Era cierto, por increíble que pareciera, su marido estaba en casa a media mañana un día laborable.
—¿Qué ocurre?
Nick devolvió la cortina a su sitio, se giró y la miró.
—Cierra la puerta.
Ella obedeció. Y él casi cae de rodillas al verla ataviada con un turbante en el pelo, una sencilla bata azul y las evidentes manchas de humedad, nota palpable de que la había pillado dándose un baño.
—¿No tienes frío?
—No, bueno un poco. No pasa nada.
—Siéntate, por favor.
—¿Ha ocurrido algo malo? Es tan inusual que tú…
—Depende de cómo se mire —respondió apartando la mirada para no distraerse.
—Me…estás asustando.
___________ se sentó y al hacerlo se cayó la toalla que llevaba enroscada, la dejó a un lado y empezó a desenredarse el pelo con las manos. Nick no sabía qué hacer. Tosió y se sentó tras su escritorio antes de hablar.
—Hoy ha venido a verme un abogado. —La miró de reojo para ver su reacción y prosiguió—. Tras hablar con él…
___________ se puso en pie instantáneamente.
—¿Buenas noticias?
—Buenas y malas. —Hizo una mueca—. Supongo que querrás oír primero las buenas.
—¡Por supuesto!
Sin pensárselo dos veces se acercó a él y se sentó en su regazo, cosa que no debería hacer, en opinión de Nick. Y el motivo no era que sus pantalones acabaran húmedos.
—El señor Jeferson ha encontrado la forma de…
—¡Lo sabía! —interrumpió ella besándole agradecida—. ¡Lo sabía! —repitió emocionada volviendo a besarle—. Sabía que podía confiar en ti, que eres el mejor, que…
—¡Para! —La sujetó—. ___________…no es tan sencillo.
Ella le miró sorprendida. ¿Por qué se mostraba tan fúnebre? Eran buenas noticias. Al ver que Nick mantenía esa cara, preguntó:
—Dime cuál es la mala noticia.
¿Cómo decírselo sin hacerle daño? La apartó con cuidado y se puso en pie, caminó por la estancia. Se pasó varias veces la mano por el pelo y maldijo en voz baja sobresaltándola.
—¡Habla de una vez! —estalló ella—. Sea lo que sea, quiero saberlo.
En dos zancadas se situó frente a ella, la agarró de los hombros y habló.
—Divorcio.
—¿Perdón?
—La solución pasa por pedir yo el divorcio.
___________ se le quedó inmóvil, sin desviar la mirada. ¿Había oído bien? Por supuesto que había oído bien, la cara de Nick lo decía todo. Y ya puestos, ¿por qué le afectaba tanto a él? A no ser que…Las cosas no podían salir peor. Si a Nick le afectaba es que realmente sentía algo por ella. Por lo tanto pedir el divorcio suponía separarse y separarse suponía la solución definitiva.
___________ dio un paso atrás, alejándose de él. Intentando procesar toda la información, sopesar los pros y los contras. Su matrimonio, aunque ahora se llevasen bien, empezó de una forma poco ortodoxa, y aunque en esos momentos disfrutasen juntos, si las cosas se torcían…siempre quedaría la duda y ___________ quería que tanto ella como Nick fueran libres, y si la única forma era esa…Debía coger el toro por los cuernos; llegados a este punto no iba a lamentarse ni a echarse para atrás. Él había encontrado la forma de liberarles a ambos, bien, no había más que pensar. La suerte estaba echada.
—Hazlo —respondió decidida.
—¿Cómo dices?
De nuevo se situó junto a él, le rodeó el cuello con los brazos y depositó un beso en sus labios.
—Haz lo que tengas que hacer —le murmuró—. Confío en ti.
—¡Por Dios, ___________! No es tan sencillo.
—¿Por qué no?
Y ahora tenía que darle las malas noticias. Suponiendo que anunciar un divorcio no fuera suficiente.
—Un proceso de divorcio es complicado y…
—Ya lo imagino, pero piénsalo, Nick. Si con eso conseguimos librarnos de ese chantaje que supone el contrato que firmó mi padre, nosotros podremos…—Se detuvo, pues estaba dando por hecho que Nick seguiría con ella después de todo—. Bueno, no hemos hablado de ello, puede que tú no quieras…
—¡___________! ¿Cómo puedes pensar eso? Maldita sea, claro que quiero seguí casado contigo. —Y para demostrarlo la besó de esa forma que solo él podía hacer—. ¿Crees que no te quiero? —La sujetó fuertemente de la nuca obligándola a prestarle toda la atención—. Divorciarme de ti es lo último que deseo.
___________ aguantó las ganas de llorar, pues era una extraña declaración, pero al fin y al cabo lo era y ella debía sentirse feliz por eso. Aunque las circunstancias no invitaban a celebraciones.
—Nick, escúchame —le acunó el rostro—, debes hacerlo, si no nunca podremos superarlo. ¿No lo entiendes?
—Joder, ___________, con lo fácil que sería acabar con esto…no me pidas dejarte maldita sea, puedo encargarme de tu padre, para mí no es más que calderilla
—No —ella le interrumpió tapándole la boca—, no quiero que en un futuro, cuando discutamos o nos enfademos, me lo eches en cara.
—¿Me crees capaz de eso? —Nick se sintió muy ofendido.
—No quiero arriesgarme, si seguimos juntos es porque los dos así lo decidimos, sin nada que sea un lastre.
—___________…—Dejó que ella le besara, apartando de momento el resto d las malas noticias.
¿Era mucho pedir disfrutar de su esposa un poco más? Y por lo visto ella debía estar pensando lo mismo, pues su pequeña mano estaba intentando desabrocharle la bragueta y, sinceramente, aunque lo desease con toda su alma, primero tenía que ser honesto con ella.
Intentó detenerla pero ella no se daba por aludida. La agarró de las muñecas para que ella obligatoriamente le prestara atención.
—Hay algo más —dijo él jadeando.
—No quiero saberlo —protestó ella intentado soltarse.
—___________, por favor, escúchame, es importante.
—Confío en ti, hagas lo que hagas te apoyaré.
—¿Incluso si tengo que arrastrar tu nombre por el fango?
Eso la dejó clavada en el sitio. Abrió los ojos como platos. Por mucho que lo intentara no entendía el porqué de esa afirmación.
—Un divorcio es algo complicado —empezó él—, muy pocos lo consiguen, lleva mucho tiempo y la ley está pensada para que la gente desista.
Ver la cara entristecida de ___________ le estaba partiendo el corazón. Había pasado de la euforia a la pesadumbre en menos de diez segundos y todavía faltaba lo peor.
—Una forma, digamos…más fácil de conseguirlo es si un hombre tiene motivos para solicitar el divorcio.
—¿Y una mujer? —preguntó en voz baja.
—Me temo que la ley no piensa en las mujeres. —Nick se separó unos instantes para servir dos copas, no eran horas de beber pero los dos necesitaban ese trago.
—Entonces, ¿tienes que insultarme públicamente para divorciarte?
—No exactamente. En teoría si una esposa negara sus derechos conyugales a su marido, o si tuviera una conducta escandalosa, se negara a darle hijos y, por supuesto, le fuera infiel —Nick casi se atraganta al decir esto—, un juez consideraría justo que quisiera divorciarse de ella.
—Pero si fuera al contrario ella tendría que aguantar carros y carretas, ¿verdad?
—Sí. —No iba a mentir.
—Por lo tanto debes mentir ante un juez y obtener el divorcio.
Nick no respondió a algo que se respondía por sí solo. Estaba siendo un cobarde, dejaba en sus manos la decisión final. Era un egoísta, pues conociendo a ___________ ella jamás se rendiría y él siempre tendría que tomar el camino más fácil.
—De acuerdo. —___________ respiró profundamente—. Di lo que sea necesario, miente si es preciso. Yo no negaré ninguna de tus acusaciones.
—___________…no solo lo sabrá el juez, maldita sea.
—¿Y?
—Todos te apartarán, serás una paria social.
—Pero tú y yo seremos libres, ¿verdad?
—¿Merece la pena? —preguntó abatido.
—Sí —respondió de inmediato—. Mi padre me vendió, Nick. Le importaba muy poco si el hombre que se casaba conmigo era bueno o no, si yo era feliz o no. Le daba todo igual con tal de sacar provecho. ¿Qué hubiera pasado si en vez de casarme contigo hubiera acabado con uno de esos hombres despreciables que beben, pegan e insultan?
—___________, piénsalo bien, es una cantidad irrisoria para mí.
Nick intentaba desesperadamente convencerla de lo contrario. ___________ podía albergar dudas, era comprensible, respecto a si en un futuro ese extraño comienzo pudiera ser una barrera entre ambos; llegado el caso muchos matrimonios acababan distanciándose por cualquier motivo, pero él, sin dudarlo, pondría la mano en el fuego, pasase lo que pasase eso jamás sería un motivo para alejarse de ella. Si por algo era conocido Nick era por asumir las consecuencias de sus decisiones sin echar luego, en caso de torcerse el asunto, la culpa al empedrado, como hace el cojo.
—¿Y quién nos asegura que no pedirá más?
—No puede, el contrato fija los términos. Una vez liquidado se acabó.
—Me diste tu palabra…
—Lo sé, maldita sea. ¿Crees que me gusta esta situación? Haga lo que haga salgo perdiendo. Tanto si acepto pagar como si no, te pierdo, ___________.
Ella no debería alegrarse, pero en medio de la tormenta cualquier luz, por débil que sea, hace que uno se aferré a ello y ___________, en esos momentos de abatimiento, buscó en todas las palabras el único pensamiento positivo. A la desesperada se agarró a un clavo ardiendo.
—¿Con esa enrevesada afirmación…—___________ intentó sonreír— …tan típica de ti…—contuvo las lágrimas, limpiándose de manera poco refinada la nariz— …me estás diciendo…—sorbió por la nariz— …que me quieres?
—¿Y tú, con esa carita de pena…—La abrazó con fuerza— …me estás diciendo que has tenido suerte con el marido que te ha tocado? —___________ asintió fervientemente—. Claro que te quiero.
—Demuéstralo. Aquí, en el despacho, a plena luz del día.
—Sabes que eso es lo mismo que yo deseo…
—No perdamos el tiempo —___________ empezó a quitarle ropa tan deprisa como sus manos podían, y después deshizo el nudo de su bata para dejarla caer y quedarse completamente desnuda—. Por así decirlo esta será la última vez que…
—No lo digas —interrumpió él—. Pase lo que pase me ocuparé de ti, no te faltará nada, estarás al corriente de todo el proceso.
—Me faltarás tú, Nick.
A eso no podía objetar nada. Ella tenía razón, ella iba a llevarse la peor parte y soportaría el juicio público y paralelo. No se merecía una mujer así.
Iba a ser, como ella bien había dicho, la última vez, y por tanto él era el encargado de suministrarle los suficientes recuerdos para que ella soportase lo que se avecinaba. Encargarse de ___________ sería, a partir de ahora, su prioridad.
La tumbó en la alfombra, con la precaución de colocar debajo la bata, evitando así que ella se dañase la espalda. La observó un instante, allí recostada, tan dispuesta, tan hermosa y manteniendo una sonrisa para hacerle a él todo más fácil. Después, pese a las protestas de ella, empezó a recorrer su piel, centímetro a centímetro, con la lengua. Ella protestaba e intentaba tirar de él para que se colocase encima, pero Nick se mantuvo firme, a pesar de que en un descuido ella le agarró la polla y casi acelera el desenlace.
___________ le pedía con cada uno de los insinuantes movimientos de su cuerpo que se dejara de entretenimientos y una y otra vez él lo ignoraba. Dedicar el tiempo que fuera preciso en recorrer a besos las piernas de su esposa, parando en los lugares que se le antojaban como imprescindibles era la forma más divertida de excitarla y de paso de disfrutar.
Por supuesto, ella no era de la misma opinión. Cuando estaba a punto de separar sus pliegues y probarla, se apartó y se puso en pie.
—¡Nick!
Ella no podía dar crédito al comportamiento de él, después de tenerla más que a punto de caramelo, se retiraba.
—Ya voy. —Y lo hizo con la copa de brandy en la mano—. No es tan refrescante como el champán pero es igual de delicioso.
—¡Ay, Dios mío!
Y se quedaba corta; él, una vez colocado de forma precisa, derramó el líquido en su vello púbico, empapándolo. Conseguido ese objetivo, y como dice el refrán, llueve sobre mojado, al no absorber más, el brandy entró en contacto con los labios vaginales donde espera una ávida lengua que no dejó caer ni una gota al suelo. La práctica hace al maestro.
—Vas…vas a emborracharte —jadeó ella medio en broma.
—No me importa.
Y no lo decía en sentido figurado, pues tal y como iban a ir las cosas tras ese encuentro era para darse a la bebida.
—No me hagas esto —gimoteó ella—. No quiero más juegos, no quiero más esperas, te quiero a ti. Te quiero dentro de mí y lo quiero ahora.
Pero, aunque deseaba con todo su ser rendirse, debía aguantar un poco más. Y lo consiguió, la tuvo en ascuas, la llevó dos veces al límite antes de tumbarse en el suelo y dejar que fuera ella quien impusiera el ritmo.
Ella le apartó la ropa de forma expeditiva, sin contemplaciones; él, faltaría más, se dejó hacer intentando no pensar en nada que no fuera el placer de ese instante. Ella se montó rápidamente, le agarró la polla, él siguió dejándola hacer y deshacer, resultaba increíble ver a ___________ llevando las riendas, tocándole donde quería.
Ella no fue tan paciente, no tardaron ni cinco minutos en alcanzar el orgasmo. Después Nick quiso abrazarla indefinidamente, pero ___________ se lo impidió. Con el comportamiento típico post-coital, se quedó tumbado a la espera de cualquier cosa. Con una rapidez asombrosa ella se deshizo de sus brazos, caminó hasta el carrito de las bebidas, agarró, no la copa, sino toda la botella de brandy y le desnudó completamente, dejando, convenientemente a mano, la botella de licor, se sentó entre sus piernas y le miró con una expresión que él no supo cómo interpretar.
—Eres la persona más egoísta que he conocido. —Dejó caer unas gotas en el sensibilizado glande, él siseó sorprendido—. Sabes perfectamente cuánto me gusta degustar un buen brandy. —Otra vez vertió la botella dejando esta vez que cayera mayor cantidad, sin dar importancia al hecho de que se mojase la alfombra—. Y nunca quieres compartirlo conmigo. Te lo bebes todo y me dejas muerta de sed.
Dicho lo cual se inclinó y se introdujo su polla, en vías de reanimación, a la boca, haciéndole recuperar la erección en menos de lo que canta un gallo.

_______________________________________________

El maratón sorpresa continua:3
Parte 2 de ?

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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeDiciembre 13th 2013, 20:17

Capítulo 37

___________ entró en la sala del tribunal. No se detuvo ni a observar la antigua sala ni a la concurrencia. Iba acompañada de un abogado que el señor Jeferson había sugerido y que únicamente estaba allí para cumplir los formalismos legales.
Como corresponde a una mujer que hace infeliz a un hombre de prestigio, le ofende y desacredita públicamente, iba vestida de forma provocativa, marcando sus curvas y pintada como para ir a un baile de disfraces. Si bien cuando se vio en el espejo se asustó, después comprendió que, como buena actriz, debía utilizar el maquillaje y el vestuario adecuados para representar la función. Por supuesto Alice había colaborado con la elección del atuendo.
Theresa se había llevado las manos a la cabeza y expresado su desaprobación con vehemencia, además de criticar abiertamente a su patrón por lo que estaba ocurriendo. ___________ se limitó a aguantar estoicamente, ya que cuanto menos gente conociera aquella charada; más posibilidades de llevarla a cabo habría.
Esperó pacientemente a que el juez se sentara y ordenara al resto de la sala que hiciera lo mismo. Sabía que en un lateral estaba su padre, irradiando su furia, y eso le daba fuerzas para seguir. No quiso mirar a su derecha, donde se encontraba Nick con su abogado, el señor Jeferson. A sus espaldas, a modo de respaldo, estaba Alice, que le apretó la mano por debajo en señal de apoyo incondicional.
El primero en exponer el caso fue el señor Jeferson. ___________ no entendía cómo alguien tan joven estaba tan curtido en esto de la justicia, pero era el único abogado que supo dar con la solución. Aunque fuera dolorosa. Ella escuchó los motivos por los cuales se solicitaba el divorcio sin inmutarse, a pesar de que muchos curiosos reunidos en la sala la miraban como si no pudieran creerlo. Estaba claro, si del populacho se tratara, ella saldría de allí condenada a morir por lapidación.
Después, y manteniéndose impasible, oyó a Nick mentir ante el juez. Siguió sin mirarle, pues temía desconcentrarle durante su declaración si sus miradas llegaban a cruzarse. Declaró con tranquilidad, manteniendo la calma y como si de un hombre resignado se tratase. Si no estuviera al cien por cien segura de que él lo hacía por ella, oírle decir tales barbaridades supondría un gran varapalo. A sus oídos llegaron los murmullos desaprobadores por su inadecuada conducta, una mujer casada y, además de su posición, hacía tales barbaridades. ___________ siguió impertérrita, pues ella había oído cosas peores de muchas damas y caballeros que se pavoneaban por los salones de sociedad; claro que un baño de hipocresía parecía arreglar todo.
Su abogado se limitó, una vez concluida la exposición de Abel Jeferson, a murmurar que no ponían objeción y a que se fijara la cantidad que recibiría ___________ en señal de compensación. Cosa que también estaba pactada de antemano, así que… ¿para qué prestar atención?
—Ya falta menos —murmuró Alice a su espalda infundiendo ánimos.
—Señora Boston. —El juez se dirigió a ella—. ¿Está conforme con los términos aquí expresados? —preguntó el juez. Por su tono estaba claro que ___________ debería estar, como poco, en un convento de clausura y sin posibilidad de salir de allí.
—Señorita Cherterfield —le corrigió altiva, ganándose otro murmullo de desaprobación por parte de la concurrencia y una reprimenda por parte del magistrado. Negaba en público su condición de casada recuperando el apellido paterno, aunque eso también era para atragantarse.
—Hasta que yo no haya dictado sentencia, usted es la señora Boston. —El juez reorganizó sus papeles enfadado con la respuesta de ella—. Bien es conocida mi aversión a un proceso de divorcio, diga lo que diga la ley. En todos los años de ejercicio he procurado que los cónyuges se lo piensen y se reconcilien, pero visto su caso…—Levantó un dedo acusador—. Debo modificar mi anterior postura. —Tosió haciendo esperar más a la sala y a ___________, que quería salir pitando de allí—. Bien, aunque no comparto la decisión de su todavía marido de dejarle semejantes bienes…
En ese momento ___________ miró de reojo a Nick y eso casi le hace flaquear. Ella le había recalcado, por activa y por pasiva, que se iba a casa de su hermano y que por tanto no era necesario estipular ninguna cantidad.
—¿Qué… qué bienes? —preguntó con timidez.
Pero el misógino del juez no lo vio así.
—Señora Boston, con esa pregunta deja bien claras cuáles son sus prioridades. —Carraspeó de nuevo antes de proseguir.
Nick estaba a punto de saltar sobre ese energúmeno y partirle la cara. ¿Cómo se atrevía? ___________ estaba allí, a menos de tres metros, sentada esperando la sentencia y aguantando estoicamente. La única parte positiva era ver a su suegro chirriar enrojecido por la que se avecinaba. Puede que fuera un necio sin sentimientos, pero no era tan tonto como para no darse cuenta de lo que se jugaba en este proceso.
—Bien, la relación de propiedades que le deja su marido le será explicada convenientemente por su letrado en su momento. Solo debo añadir que si de mí dependiera, usted no recibiría ni los buenos días. Su comportamiento ha sido deplorable, indigno e impropio de una mujer de su clase—. Otro maldito carraspeo—. Por todo lo expuesto, si las partes están de acuerdo y en cumplimiento de la ley…
Y el juez expuso los artículos de la ley que daba vía libre al divorcio.
Ella le preguntó a su abogado-títere en voz baja de qué bienes hablaba el juez y este se limitó a responder que era mejor no entrar en detalles en ese instante, pues solo complicaría las cosas y que se dilatara el proceso innecesariamente.
Obedeció sin replicar deseando acabar cuanto antes. En cuando oyó que se levanta la sesión, ___________ salió sin mirar atrás, dispuesta a esconderse del mundo. A tal efecto estaba un trasporte discreto esperándola a la salida. Iba a refugiarse a casa de su hermano, rechazando la oferta de Alice para instalarse con ellos, pues ___________ sabía que podía perjudicarles. Ahora todos, al ser conocedores de su mal comportamiento, podían criticarla con base legal.
La promesa de emborracharse para superarlo no se podía cumplir si un amigo metomentodo se empeñaba en hacerte compañía.



—Deja de tocarme los cojones —saltó Nick exasperado. Tener a Rafe vigilándole era lo que menos deseaba. Su amigo metomentodo arqueó una ceja y pasó por alto, con su típica actitud aristocrática, el comentario tan impropio de Nick. Si bien estaba en su derecho de enojarse, Rafe no quería ver a su compañero de fatigas hundirse en lo que podía haber sido y no fue.
—Somos amigos, ¿no es cierto? —Rafe se acercó a la licorera, no con intención de servirse una copa, pues eso solo haría que su amigo pidiese más, sino para evitar partirle la cara a Nick y espabilarle ya de paso—. Tu servicio doméstico deja mucho que desear —dijo señalando las copas vacías sobre el aparador.
—¡No toques eso!
Rafe levantó las manos en señal de paz.
—Como quieras, pero no me des esos sustos. —Le miró y se dio cuenta de que debía ser algo realmente serio—. No soy nadie para juzgar los fetiches de los demás.
—Rafe, maldita sea, ¿no puedes, aunque solo sea por una vez, tomarte las cosas en serio?
—Podría intentarlo, pero no prometo nada.
Nick suspiró resignado. Vaya día que llevaba, o mejor dicho, qué semanita. Tras obtener vía libre en el juzgado para su divorcio, había intentado sobrellevar, si eso era posible, la separación de ___________refugiándose en su casa. No había aparecido por su despacho. Pero, pese a sus intentos de reclusión, hay quien se obstinaba en interrumpirle. Rafe, faltaría más, era el más persistente. Aunque su padre también lo intentaba. Por primera vez había discutido seriamente con su progenitor. Este no podía entender las acciones de su hijo, y Nick no podía revelar todo el trasfondo sin dejar en entredicho a ___________. Además, cuanta menos gente supiera que había mentido humillando públicamente a su esposa para obtener el divorcio, mejor.
Cuando golpearon a la puerta con los nudillos fue Rafe quien abrió la puerta.
—El señor tiene una visita —anunció el mayordomo.
—Me temo que no es buen momento —dijo Rafe adelantándose a los deseos de su amigo.
—¿Quién es? —preguntó Nick enfadado. Ya estaba bien, su casa últimamente parecía un lugar de peregrinación con tantas visitas.
—¡Hijo de puta! ¡Da la cara!
Los gritos provenían del recibidor. Nick se levantó e hizo señas a su mayordomo para que se retirara. Lo mismo hizo con Rafe.
—Ah, no, de ninguna manera, esto no me lo pierdo yo por nada del mundo.
Siguió a Nick hasta la entrada donde Peter Chesterfield vociferaba. Nada más verles aparecer volvió a la carga.
—¡Taimado, rastrero hijo de la gran puta!
Nick se fijó en que el hombre estaba a punto de sufrir un colapso o algo peor. Resollaba cada vez que intentaba hablar y lo que menos quería en este momento es que sufriera un ataque en su casa.
—Tranquilícese —intervino Rafe—, así no llegaremos a ninguna parte.
—¡No se ponga de su lado! ¡Usted pertenece, como yo, a otra clase! ¡Debería vigilar más con quién se relaciona!
—Sí que está alterado, sí —murmuró Rafe con ironía. Se cruzó de brazos como el que va a disfrutar de un espectáculo.
—¿Qué busca? —preguntó Nick.
—A ti, desgraciado. Te rodeas de gente importante, pero… ¿sabes qué? Jamás, jamás serás uno de nosotros. —Señaló a Rafe y a sí mismo.
—Bien mirado —dijo Rafe adoptando su estudiada pose de aristócrata condescendiente y observando sus cuidadas uñas—, siempre hay ovejas negras entre nosotros. ¿No está de acuerdo, Lord Chesterfield?
—¡Basta ya! —interrumpió Nick enfadado—. Se lo advertí una vez, no quiero verle por esta casa. Aquí no es bienvenido.
—No vas a salirte con la tuya, desgraciado, nos veremos en los tribunales y voy a ganarte. Te humillaré públicamente como has hecho con mi hija. ¡Bastardo! Ella no se merecía ese trato.
—Hablando de humillaciones… a usted se le da muy bien humillarse solo. —El comentario de Rafe estaba fuera de lugar, pero se quedó bien a gusto tras soltarlo.
—No me hable de su hija. —Nick debía aguantar las ganas de cogerle del cuello y echarle personalmente—. Para usted no ha sido más que una moneda de cambio. ¡Ahora no me venga con que se preocupa por ella!
—¡Es mi hija! —exclamó como si eso explicara todo—. Estoy seguro de que no le quedó otro remedio que comportarse así después de estar contigo.
—He dicho que no hable de ella. —Nick estaba al límite de su paciencia.
—Puedo hacerlo si quiero, por su culpa no podrá volver a aparecer en público. Todo el mundo la marginará.
—Y no podrá volver a venderla. —El ácido, pero acertado, comentario de Rafe, hizo que se pusiera aún más furioso.
—¡Ya he tenido suficiente! —Nick se situó frente al hombre amenazadoramente—. No vuelva por aquí, no mencione de nuevo el nombre de mi esposa, no se atreva a intentar joderme porque no quiero arrastrarlo hasta el fango, y créame, estoy deseando poder hacerlo. ¿Me ha entendido?
—Aún puedo defenderme de tus amenazas, aún puedo incluso dar la cara si fuera necesario, cabrón, pero prefiero ver cómo un juez te desafía públicamente y cómo tienes que reconocer tu derrota ante todos. Hasta con el nombre equivocado, no eres uno de nosotros.
—Se repite, buen hombre. —Otra vez Rafe aguijoneando—. Me aburre soberanamente.
—¡Cabrón! Puede que también le haya comprado. —Ahora la embistió contra Rafe.
—A diferencia de usted —Ahora Rafe ya no era educado—, en mi mundo no vendemos ni compramos seres humanos, y Nick es mi amigo ¡Así que váyase a tomar por el culo!
—Se acabó. —Nick le señaló la puerta—. Largo de aquí. ¿O desea que mi criado le saque a patadas?
—Como buen hijo de puta no quieres ensuciarte las manos, ¿eh?
—Usted lo ha dicho. Está lleno de mierda. —Abrió la puerta invitándole a salir.
—Esto no ha acabado aquí. ¡Me oyes!
Bam. Un portazo y el vestíbulo se quedó en silencio.
—Debo decir —Rafe se examinó sus uñas perfectamente cuidadas— que ese hijo de puta los tiene bien puestos.
—Está desesperado. Le van a embargar hasta la camisa. —Nick lo sabía muy bien.
—En fin, está de más decir que él se lo ha buscado, ¿no?
En vez de responder se dio la vuelta.
—¿Dónde vas? —preguntó Nick al ver que su amigo se alejaba en dirección a la biblioteca.
—A intentar convencerte de que dejes de dar por el culo y hagas algo para variar.
Nick, resignado a aguantar la compañía de su amigo, le siguió. Como si fuera su casa, ordenó que les sirvieran café y algo de comer.
Así que sin otro remedio se vio en el despacho, sin ganas de con ganas de compañía. ¿Por qué la gente se empeñaba en intentar acompañarle?
¿Pensaban que iba a hacer alguna tontería? ¿No se daban cuenta de que a veces uno está mejor lamiéndose las heridas en soledad?
Probó algo de la comida y masticó sin ganas. Puede que fuera un manjar pero en esos momentos le daba igual.
—Una vez saciado nuestro apetito —Rafe se limpió educadamente— de comida —se apresuró a aclarar—, hablaremos largo y tendido…
—No me apetece hablar y menos contigo.
—De tu inestimable esfuerzo por ser un gilipollas.
Nick arqueó una ceja ante ese comentario directo.
—Te he advertido, por activa y por pasiva, que quiero estar solo.
—Lo cual me lleva a la segunda cuestión del día. —Rafe hizo una pausa para crear expectación—. Puedes sentirte satisfecho. Lo has logrado.
—Tu retorcido sentido del humor normalmente me aburre, pero hoy más que nunca.
Como si no le hubiera oído, Rafe siguió a lo suyo, intentando no perder la paciencia con un amigo tan obtuso.
—Tal y como yo veo las cosas…
—A ti no te han apartado de Alice, asaque no puedes opinar.
—Tal y como yo veo las cosas —Rafe comenzó de nuevo—, tienes dos opciones.
—A saber…—murmuró Nick con cinismo, sin ganas de seguir escuchando lo que no quería oír y pensando en alguna forma de quitarse a Rafe de encima.
—Primero, seguir siendo un estúpido, quedarte aislado en casa, comenzar a beber como un cosaco y dentro de un año presentarte ante tu esposa hecho un guiñapo, oliendo peor que una destilería, demacrado y con el carácter más agrio que de costumbre.
—Gracias —dijo Nick entre dientes.
—Si optas por ese camino, además de lo obvio —otra de esas pausas expectantes—, tu evidente degradación física —no hacía falta mencionarlo pero a Rafe le encantaba dar discursos y cuanto más te empeñabas en que los acortase, más circunloquios utilizaba—, debes tener en cuenta el deterioro de tu imagen pública y sobre todo de tu puesto como director. ¿Quién va a respetar a un jefe que se tambalea en las contadas ocasiones en las que aparece por la oficina?
A Nick le estaba gustando muy poco la charla de su amigo.
—Joder, tú lo ves muy fácil.
—Deja de quejarte y escucha. La gente se compadece de ti porque tu mujer ha sido una perra fría y calculadora, te ha sacado buenos cuartos, por lo cual tú debes seguir el guión.
—Ya. —Nick sonaba escéptico.
—Traducido, para que tu mente lo entienda: aprovecharte de las circunstancias. Esa es la segunda opción, y bajo mi humilde opinión —Rafe jamás era humilde—, la más acertada.
se paró un instante, reflexionando…Joder, qué hijo de puta, Rafe era más listo que él cuando se lo proponía.
Muchos inversores, conocedores de su "calvario" personal, se mostrarían algo menos reacios a sus exigencias. Y ante la sociedad en general, y la masculina en particular, siempre sería él el bueno. Aunque ello conllevara la caída aún más en desgracia de ___________, pero…después…
—Veo que vas cogiendo la idea. —Rafe sonrió.
—Y, cómo no, tú estarás a mi lado apoyándome como buen amigo.
—Y sacando un buen porcentaje, amigo mío, no olvides que yo sí conozco la verdadera historia.
Dicho así, podía sonar a chantaje, pero Nick no dudaba ni por un segundo de la lealtad de Rafe.
—Aun así, estar separado de ella…imagínate tú en mi lugar.
Rafe sintió un escalofrío de solo imaginarlo.
—Ni lo menciones. Ahora, dediquémonos a lo importante. La semana que viene visitaré a tu mujer. Como supongo que no quieres decirme en voz alta el mensaje, escríbele una carta.
—No. Alguien podría encontrarla.
—¿No te fías de mí?
—No seas estúpido. Confío en ti, simplemente me preocupa que algún criado cotilla o a saber quién vea por casualidad esa carta y todo se vaya al garete.
—Entendido. Entonces tendré que ponerme tierno con tu mujer y decirle al oído cuánto la quieres, lo mucho que la echas de menos y…
Nick entrecerró los ojos.
—Y lo guapa que estará de negro cuando asistamos a tu funeral.

______________________________________
Se acabo! e.e gracias por leer♥
Espero poder subir pronto el sig. capitulo c:
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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeDiciembre 16th 2013, 13:35

Porfavor siguela mas seguuido plss si no puedes dame el nombre por priv del libro:(
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MensajeTema: Re: Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA]   Divocio - Adaptada [Nick y tu] [TERMINADA] - Página 25 Icon_minitimeDiciembre 23rd 2013, 15:15

Calma, calma

__________________________________________

Capítulo 38

—Señor Jeferson, me parece ridículo.
—Señora Boston, cualquier otra mujer en su posición agradecería que su ex marido le dejara tales bienes.
—Usted sabe perfectamente que no se trata de algo convencional.
—Si ahora hago lo que me pide y me presento ante el tribunal revocando la sentencia en la que se le asignan estos bienes, no solo levantaremos sospechas, sino que además entorpeceremos el proceso. Y el juez no nos fue muy favorable.
—No me hable de ese misógino. Su mujer debería ponerle unos cuernos como una casa.
Abel Jeferson arqueó una ceja ante su vehemencia.
—Olvidémonos de él, entonces. Su esposo quiere que usted reciba estos valores y que haga lo que quiera con ellos. Las propiedades inmobiliarias puede venderlas si quiere, o trasladarse a vivir, como ha manifestado el señor Boston.
____________ cerró los ojos. Esto no era lo pactado. Ella no quería nada. Únicamente había recogido sus cosas, y tal como llegó, se marchó. Ahora, instalada en casa de su hermano, solo intentaba seguir el consejo que todos ofrecían sin pedirlo: el tiempo todo lo cura. Lo que nadie se atrevía a decir es que la mala reputación que se le adjudica a una mujer no se olvida con el tiempo.
—Está bien, está bien. —____________ se levantó resignada de la mesa, no quería seguir perdiendo el tiempo—. Deje ahí todos los documentos, ya los revisaré más tarde.
—No debería echarlo en el olvido. Es importante dejar todo esto resuelto, su…esposo así lo desea.
—Le llamaré lo antes posible. Ahora, si me disculpa…
El abogado hizo lo que le pidió y se despidió. Estaba claro que no comprendía su postura. Como él mismo había declarado, cualquier mujer estaría encantada de que le dejaran todas esas propiedades. De acuerdo, no tendría que volver a preocuparse nunca más por su bienestar económico. ¿Y? ¿Eso era todo? Desde luego tendría con qué entretenerse, se avecinaban largos periodos de reclusión en casa…Y entonces cayó en la cuenta.
—Gracias, Nick —murmuró conteniendo las lágrimas. Él se había preocupado no solo por su situación económica sino por su tiempo, con todos esos valores ____________ podría no solo entretenerse sino además, si era lista, demostrar que era capaz de hacer buenas inversiones.
No iba a llorar. Y menos aún cuando se acercaba la hora de comer y tendría que buscar incómodas explicaciones para su sobrina cuando la viera con los ojos rojos.
—¡Hola, querida!
Alice, guapísima como siempre, entró en el recibidor de casa de su hermano, donde ____________ la esperaba. Al que no esperaba ver es a su marido, también hecho un pincel.
Recibió con agrado el abrazo de su amiga.
—Ahora yo —dijo Rafe imitando a su mujer.
____________ se sintió un poco fuera de lugar, con ese abrazo tan efusivo, aunque ya no debería sorprenderse conociendo a Lord Wesley.
—No te pregunto cómo estás porque ya lo veo —fue el comentario acertado de Alice observando su soso vestido—. Querida, que seas una zorra arruina maridos no significa que puedes vestirte como quieras. Cualquiera que te vea pensará que te arrepientes.
—No bromees con eso. —____________ esbozó una sonrisa.
—En fin, estamos aquí para animarte —sugirió Rafe—. ¿Por qué no vamos a dar un paseo? Me han hablado de una chocolatería que…
—No creo que….aún es muy pronto para…
—Tonterías, seré la envidia de todos, con vosotras dos junto a mí, una de cada brazo.
—No la presiones, cariño. Otro día.
____________ agradeció en silencio el apoyo de su amiga. Pensaba que conforme pasaran los días se sentiría con fuerzas para salir a sitios públicos, la salida a realizar compras no contaba, pero no era así, se había instalado en una cómoda rutina.
—Está bien —Rafe miró a las dos mujeres y dijo—: me doy por aludido. Os dejo solas. Pero…—Besó castamente a su esposa en la mejilla y la pellizcó pícaramente en el culo—, no habléis de nada interesante hasta que vuelva.
—Prometido —respondieron las dos.
Rafe se marchó sin creerlas.
—Bueno, ahora solo quedo yo para entretenerte.
—Te lo agradezco en el alma, pero no estoy de humor para frivolidades.
—Por lo menos podremos tomarnos algo, ¿verdad?
____________ llamó a Theresa para que les sirviera un refrigerio, la cual insistió en mudarse con ella porque, según sus propias palabras, su marido era un hombre horrible, del que nunca pensó que se comportaría de ese modo tan ruin, y no podía seguir en casa de un hombre así. La mujer miró severamente a Alice mientras dejaba el servicio de café dispuesto.
—Creo que no soy de su agrado —murmuró Alice—. Bien, ¿dónde guarda tu hermano los licores?
—Aquí. —____________ abrió un mueble y señaló las botellas.
—Agradece a tu hermano su excelente gusto a la hora de agasajar a sus invitados.
—Se lo diré. Pero no creo que le haga mucha gracia que tú y yo asaltemos sus reservas.
—¿Por qué? —preguntó extrañada pero sirviéndose un generoso chorro de brandy en el café—. ¿No será de esos retrógrados que no dejan a las mujeres beber?
—No. —____________ sonrió—. Le he dado tanto la murga con lo de moderar gastos que ahora espera cualquier desliz para vengarse.
—No me extraña. A veces es que aburres con ese tema.
Las dos se quedaron en silencio, disfrutando del café bien servido. Pero Alice no estaba allí para pasar la tarde y aburrirse como si estuviera en el salón de té de moda aguantando miradas curiosas. Estaba allí por su amiga.
—¿Alguna vez te he contado cómo conocí a Rafe?
—Me has contado retazos sueltos, pero nunca la historia completa.
—Humm. —Alice sonrió soñadora.
Y ____________ quería conocer los detalles y de paso olvidarse un poco de sus penas.
—¿Te vas a hacer de rogar?
—No. Alguna vez te he contado que mi madre y yo no vivíamos lo que se dice cómodamente, ¿verdad?
—Aja.
—Fue por culpa del cabrón de mi padre. Cogió los pequeños ahorro: nos dijo que se iba a hacer fortuna a la ciudad. Mi madre y yo nos quedamos en las tierras, trabajándolas, pero el dueño se enteró de la marcha de mi padre y con la excusa de que dos mujeres solas no podían encargarse…nos echó.
—Vaya faena.
—Esa fue la excusa oficial para quedar bien ante todos, especialmente párroco, quien en realidad quería que o mi madre o yo, fuéramos a su casa campo una vez por semana.
—¿A trabajar?
—A meternos en su cama.
Puede que ahora hablara de ello como si le hubiera pasado a otra persona, pero ____________ sabía que una situación tan desesperada no se olvida fácilmente.
—Así que —continuó Alice— recogimos lo poco que teníamos y vinimos en busca de mi padre. Él lo resolvería, dijo mi madre. Pero cuando encontramos estaba muriéndose en un hospital a causa de la paliza que le dio un chulo por no pagar.
—¿Un chulo?
—Un proxeneta.
—Ah.
—Tuvimos que alquilar un cuartucho de mala muerte en el que pasábamos mucho frío y mi madre empezó a enfermar. Busqué trabajo y lo encontré de dependienta en una bombonería, pero apenas podíamos pagar el alquiler y mucho menos un médico y medicinas. Así que la casera nos amenazó o echarnos en un mes.
—Entonces conociste a Rafe.
—Aún no. Y no me mires con cara de pena. Ya lo he superado. En el establecimiento donde trabajaba acudía todo tipo de clientela, pero me fijé en unas señoritas que iban vestidas como nunca antes había visto: gastaban lo que querían y unos caballeros se encargaban de pagar todo. El dueño las despreciaba porque era prostitutas pero las dejaba entrar porque gastaban que más.
—No me digas que Rafe era uno de esos caballeros…
—No. Y deja que te cuente yo la historia. Como no ganaba lo suficiente, mi madre estaba cada vez más enferma y nos iban a desahuciar, así que, escuchando las conversaciones de aquellas mujeres, me enteré en qué burdel trabajaban y me presenté ante la madame.
—Oh, no…
—Pues sí. ¿Qué iba a hacer? Trabajando decentemente me moría de hambre.

—Desvístase, señorita —ordenó la madame impaciente.
Alice, que tampoco llevaba mucha ropa encima, se tragó una respuesta contundente e hizo lo que le ordenaban. Se quedó desnuda en aquel lujoso despacho bajo la atenta mirada de una mujer que evidentemente había visto de todo. Se sintió como ganado en una feria mientras la mujer daba una vuelta alrededor, tocando sus pechos y palmeando su trasero.
—Vístase. —La madame volvió a sentarse tras su escritorio—. Usted no sirve para este trabajo.
Y dicho esto obvió por completo la presencia de Alice.
—¿Por qué? —preguntó ya vestida, recuperando un poco su orgullo.
—No me haga perder el tiempo.
—Merezco al menos una explicación.
—Está bien, si así lo desea. —La madame se puso en pie antes de continuar—: Este establecimiento tiene una fama que cuidar, aquí los caballeros no vienen únicamente a follarse a la puta de turno, para eso están las que se levantan la falda en cualquier callejón. Las chicas deben tener unas características y es evidente que usted está demasiado flacucha como para que un caballero pague por usted. También es evidente su mala alimentación y la falta de cuidados en su cuerpo. Sus manos, por ejemplo, están ásperas, y hace tiempo que su piel no es tratada para estar más luminosa.
—Pero estoy limpia y sana —murmuró demasiado avergonzada.
—No es suficiente. Ya se lo he dicho. Y ahora, si es tan amable de abandonar…
—¡Necesito este trabajo! —exclamó desesperada.
Durante unos angustiosos segundos la madame la miró y evaluó de nuevo. Alice se quería morir, pero no de hambre, así que debía aguantar.
El examen de la madame se vio interrumpido por unos golpes en la puerta.
—Adelante.
Un hombre ataviado con uniforme de mayordomo entró en el despacho, miró a Alice como si fuera un mueble más y se acercó a la dueña para hablarle en el oído.
—¿Quiere trabajar? —preguntó de repente la mujer.
—Sí.
—Necesito una asistenta. Tu trabajo consistiría en arreglar las habitaciones de nuestros invitados una vez desocupadas. Vivirías en las habitaciones de la servidumbre y comerías con ellos. Jamás pondrías un pie en los salones durante las horas en que el establecimiento está abierto al público y jamás establecerás ninguna relación con ningún cliente. Si por casualidad te molestara algún caballero, avisarías a Paul. Las relaciones personales entre el personal de servicio deben llevarse fuera del horario laboral y con discreción, ¿entendido? Todos mis empleados respetan estas normas, de hecho la chica que acabo de despedir ha sido sorprendida sacándose un sobresueldo con uno de nuestros clientes.
—De acuerdo.


—¿Trabajaste en un burdel?
—Pues sí —respondió sin avergonzarse Alice—. El sueldo era bastante más decente que trabajando horas despachando pasteles. Además ahorraba bastante en comida, por lo que podía llevar más dinero a casa.
—Increíble.
—Pero cierto. Muchas considerarían trabajar como asistenta en un burdel algo deshonroso, pero te aseguro que no lo es.
—Entonces… ¿cuándo aparece Rafe? —preguntó ____________ curiosa.
Alice sonrió, al menos la historia de ellos dos estaba alejando a su amiga durante un buen rato de sus problemas.
—Llevaba un mes trabajando, cumplía mi horario y…

—¡Alice!
Alice corrió al oír su nombre, estaba claro que la jefa de personal debía estar enfadada. Ya había acabado su turno y se estaba cambiando para visitar a su madre —a la cual no mencionó exactamente dónde trabajaba, de cara a su madre estaba interna en una residencia para señoritas—, pero prefería no ponerse a malas con la señora Ferguson.
—¿Sí, señora Ferguson?
—Marie se ha puesto enferma. Ya sé que has acabado tus quehaceres, pero, ¿podrías encargarte de la habitación azul?
Alice sabía que no era una pregunta educada, por supuesto podía decir que no, faltaría más, pero entonces durante las próximas semanas su trabajo quedaría reducido a los excusados.
—Por supuesto —respondió, y añadió una falsa sonrisa para contentar a su jefa.
—Muy bien, Alice, tendré en cuenta este favor en el futuro. Cámbiate y ocúpate de que todo esté listo.


—Entonces me puse a ello. Cada vez que entraba en una de esas lujosas habitaciones siempre pensaba en lo delicioso que sería dormir en una cama tan grande, con unas sábanas tan suaves… porque la verdad, si bien las dependencias de empleados eran aceptables, no tenían nada que ver con aquello.
—Y acompañada, supongo —murmuró ____________.
—No, eso no lo pensaba….todavía.
Las dos se rieron ante ese comentario.
—Sigue, por favor. Me tienes en ascuas.

Alice empezó por quitar las sábanas usadas y las tiró junto a la puerta para llevarlas a la lavandería una vez hubiese acabado con la habitación. Sacó unas nuevas y limpias sábanas de color-crema, no se cansaba de tocarlas, pues nunca antes había tenido la oportunidad de sentir algo tan suave.
Limpió el cuarto y dejó toallas limpias, después empezó a hacer la cama, doblándose y estirándose para poder abarcar semejante tamaño.
Cuando se incorporó para moverse al otro lado vio a un hombre, de pie junto a la puerta, mirándola de una forma extraña.
—Perdón —murmuró ella algo cohibida—. Enseguida acabo.
—Por mí no tengas prisa.
Ella siguió con su trabajo pero era difícil, cada movimiento era observado con detenimiento y eso le estaba poniendo nerviosa. Quería salir cuanto antes y no arriesgarse a que cualquiera de las chicas la vieran y fueran con falsos rumores a la madame.
—Debo admitir que madame Lemond sabe cómo tentar a la clientela.
Alice saltó alarmada cuando el desconocido posó su mano en su trasero. Y más aún cuando empezó a acariciárselo.
—Por favor, señor, yo no…
—Mmm, no hace falta que finjas. Sé perfectamente que realizáis todo tipo de fantasías.
—¡Suélteme!
Alice consiguió zafarse del desconocido pero no tuvo tanta suerte como para llamar a Paul. Él estaba allí, en la puerta observando la escena y a juzgar por su cara había sacado ya sus propias conclusiones, las cuales no debían de ser nada halagüeñas para Alice. No tuvo que preguntar a dónde se dirigían mientras seguía a Paul por el pasillo. Madame Lemond la despidió en el acto.
—Recoja sus cosas. Se le pagará el sueldo íntegro de este mes como compensación.
—¡Pero yo no he hecho nada malo!
—Se le advirtió claramente de cuáles eran las normas de la casa. Aquí no se toleran fallos. Paul, acompáñala a su habitación y asegúrate de que recibe su dinero y se marcha.


—¿Así, sin dejar que te explicaras? Vaya madame.
—Por lo visto debía ser así, porque si no muchas chicas entraban a trabajar como sirvientas y luego sacaban un buen sobresueldo como prostitutas. Por supuesto no era la moral de esas mujeres lo que preocupaba a la madame, sino los ingresos que perdía.
—O sea que perdiste tu empleo por culpa de Rafe.
—Pues sí. Pero él siguió pensando que yo era una de las chicas y pidió expresamente a la madame estar conmigo. Así que cuando se enteró de que yo no era de esas, se enfadó.
—¡Qué caradura! Encima de que te echan por su culpa.
—No, se enfadó con la madame. Pidió que me admitieran de nuevo pero no hubo manera.
—Ah, bueno eso…le honra. —____________ se disculpó con una sonrisa por haber pensado mal de Rafe.
Alice tuvo que volver a la habitación alquilada que compartía con su madre, con poco dinero y sin trabajo. ¿Cómo iba a explicárselo? Su madre creía que trabajaba en una casa decente.
Tuvo un poco de suerte y encontró trabajo como ayudante en una corsetería; eran muchas horas y poco sueldo, pero al menos los patronos trataban bien a sus empleados. Trabajaba muchas horas y racaneaba todo lo que podía con la comida para pagarlos gastos. Sin embargo, a pesar de sus escasos ingresos, su madre cada vez se encontraba mejor, más alegre y prácticamente curada. Le preguntó una y otra vez pero su madre solo respondía que era gracias a su fuerte devoción y que había rezado mucho. Aun así, siguió privándose para ahorrar un poco y, en caso de tiempos difíciles, poder subsistir.
Una tarde estaba tan pálida y cansada que se desmayó en el trabajo y la encargada la mandó a casa. Ella se negó, no podía perder horas de trabajo, pero insistieron y se tuvo que marchar.
Cuando abrió la vieja puerta de la habitación se quedó de piedra al ver la escena. Su madre se reía mientras jugaba a las cartas con…
—Por lo visto tuvo remordimientos y me buscó. Para evitar malos entendidos se presentó ante mi madre como un amigo. Por supuesto mi madre desconfió. ¿Qué caballero joven y atractivo hace ese tipo de apariciones interesándose por una mujer como yo? Aunque se la fue ganando día a día. Y allí les encontré, jugando a las cartas, riéndose mientras yo me mataba a trabajar.

—¿Puedo hablar con usted un momento?
—Espere a que termine esta mano. Debo recuperar lo perdido. —Sonrió a su madre—. Señora, ¿cómo lo hace? Creo que me está haciendo trampas.
Alice no se dejó engañar por el simpático comentario y exigió hablar con él en privado. Puesto que la habitación era ridículamente pequeña salieron a la escalera, donde con un poco de suerte podrían hablar.
—Cuánto.
—¿Cuánto qué?
Alice no iba a dejarse camelar por aquella sonrisa.
—Cuánto le ha dado a mi madre. Y no me engañe.
—Eso no es de tu incumbencia.
—Mire, no soy tonta. Sé perfectamente lo que busca. Sabe que yo no puedo devolverle el dinero y solo hay una forma de pagarle.
—Acepto pagarés.
—¡No se ría de mí, por favor! Sabe perfectamente cuál es mi estado financiero.
—Mientras decides cómo devolverme el favor, deja que termine la partida. Voy perdiendo y quiero recuperar mi dinero. Así que sé buena chica. Ya hablaremos cuando termine.
Con otra sonrisa desquiciante la dejó plantada y se puso de nuevo a jugar a las cartas.
Alice se sentó malhumorada y les vio jugar varias manos más. Al principio creyó que su madre tenía un don especial con los naipes, pero disimuladamente observó ¡as cartas del hombre y cayó en la cuenta. Para no humillar a su madre prestándole dinero, perdía intencionadamente. Pero aun asila desconfianza ganaba la batalla al altruismo.
Cuando acabó la partida, Alice se apresuró a hablar.
—Mamá, voy a acompañar a tu invitado hasta la puerta. —Cogió su chal y señaló con una mano que la siguiera.
Una vez abajo, en la calle, Alice, que ya no podía más, explotó.
—Se acabó. Sé perfectamente cuáles son sus intenciones, no quiero ver a mi madre sufrir. Así que le propongo que nos veamos en un sitio discreto y alejado del barrio. Es la única forma que tengo de pagarle.
Él la miró divertido. Pero era una oferta en toda regla.
—¿Segura? —Ella asistió—. Como quiera. Acompáñame.


—¿Y te fuiste con él así, sin más?
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