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 Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas

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angenick
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:37

salen a contratar a un grupo de criminales para que le partan la pierna a Pablo antes
de una competencia como el célebre caso de las patinadoras olímpicas Tonya
Harding y Nancy Kerrigan.
A ellos, les da envidia que José cambió primero de carro que Santiago. Pero
no aseguran en público que seguramente se lo ganaron en una rifa o que fue gracias
al dinero de algún negocio ilícito. Las mujeres, en cambio, sí somos capaces de este
tipo de comentarios. De suponer y, a veces, hasta de asegurar lo que no nos consta.
Una suposición, que entre otras damos, por hecho y que le da inicio al chisme
malintencionado que acaba con la reputación ajena. Les produce envidia, por
ejemplo, que aVíctor lo ascendieron primero y le ofrecieron trabajo en el exterior y
a él no. Entonces lo que piensan es que habrá que trabajar más duro y que si las cosas
no salen bien, en un tiempo, tocará cambiar de trabajo, o de empresa. Pero no se
ponen en el plan de reunirse en la cafetería con todas las demás, a hacer suposiciones
de por qué a otra la ascendieron y a ellas no: "Se debe estar acostando con el jefe, la
muy zorra"."Quien la ve con su carita de mosquita muerta, pobre del marido". La
envidia de ellos, en su mayoría, no es destructiva. La nuestra sí. La de ellos podría
incluso considerarse una condición más bien humana que logran, ocupándose en sus
propias cosas, y manteniendo el control. ¿Por qué, si el afán es igualarnos a ellos, no
empezamos a igualarnos también en las cosas positivas que ellos sí tienen y de las
cuales podríamos aprender cosas tan útiles como a ser menos envidiosas y más plenas
con lo propio? Por la envidia también es que muchas mujeres no son dignas de
confianza. Por esta razón, a veces, el trayecto hacia el éxito es largo, difícil y tortuoso.
Por ella, la guerra entre los sexos se resume a si no les puede ganar, únaseles.
¿Habráse visto una filosofía más ridicula que esa?
¿Y cómo pretendemos igualarnos, si ni siquiera podemos unificar nuestros
conceptos? Muchas de nosotras no queremos hacer mayor cosa por las demás; sin
embargo, dedicamos nuestras existencias a amargarle el rato a las que por lo menos sí
se atreven. Y éste, señoras, siempre, sépase bien, ha sido nuestro punto débil. El
mismo que los hombres del mundo han detectado como nuestro mayor defecto. El
mismo por el cual no somos de su entera confianza y por lo cual no siempre están
dispuestos a darnos la oportunidad de lograr más y mejores cosas para las de nuestro
género y para nosotras mismas. Ese defecto: la envidia. La misma de donde se derivan
la mayoría de las cosas negativas que resultan determinantes a la hora de nutrir nuestra
infelicidad y la de los demás: la falta de respeto, el resentimiento, la frustración, la
incomprensión, la intolerancia, la falta de afecto, la mentira, el engaño... ¿sigo?
Tal vez por esta misma razón abandoné hace mucho la falsa causa feminista
vengativa en la que había estado embarcada durante años. Una en la que el plan
favorito era reunimos para hablar de lo bien que nos iba en el trabajo y de lo mal
que nos seguía yendo en el amor. Una en el que la misión era criticarlo todo y
quejarnos todo el tiempo de que, a pesar de ser mujeres valiosas, valientes,
trabajadoras y muy cultas, cada vez había menos tipos con los que valiera la pena salir.
Sí los había, el problema era que, en ese entonces, no quería aceptar que alguien
pudiera darme la talla sin pretender cambiar mi vida en el intento. A lo mejor era
miedo a tener que considerar que si quería tener una sana vida en pareja, a lo mejor
tenía que ceder un poco. Y por eso justificaba mis frecuentes intentos fallidos con las
quejas por el sexo opuesto y su supuesta falta de consideración. Por eso y, porque me
rehuso a vivir mi vida justificando mis propios errores culpando a los demás,
recientemente adopté más bien una actitud moderna pero, eso sí, muy femenina. Me
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concentré en ser feliz y en tratar de no hacerle daño a quienes me rodean. A no ser
envidiosa. A no provocarla y mucho menos a sentirla, que es peor aún.
Mi nueva actitud es tal vez un poco egoísta, lo admito, pues por estar enfocada
sólo en mi propia felicidad, no tengo mucho tiempo ni interés en analizar siquiera la
vida de los demás. ¿Para qué iba a querer entonces luchar toda mi vida por ayudar a
las demás mujeres del mundo a lograr sus objetivos, si para la mayoría de ellas su
objetivo en sus vidas sigue siendo criticar a las demás?
Respeto a las feministas, eso sí, pero sólo a las que de verdad lo han asumido con
responsabilidad, a las que no sólo hacen sino que dejan hacer. A las que luchan y
trabajan por las demás. No a las que dicen que lo son y ni siquiera saben lo que es o
lo que ello implica. No, hablo de las falsas feministas. No quiero ser parte de un
nutrido grupo de mujeres inconformes a quienes la vida se les ha vuelto una sola
queja. Esas mismas que no quieren hacer, pero que cuando las demás hacen y les va
mal en el intento se alegran de su desgracia. No tengo muchas amigas mujeres
porque no las entiendo, porque respeto las posiciones de cada una de ellas, aunque no
las comparta. Porque el promedio de vida, con tanto estrés, ya no es muy largo.
Porque siendo así, no tengo tiempo que perder, ni causas distintas por luchar que las
propias.
Para que el mundo realmente pudiera ser influenciado por la filosofía
femenina de vida, para que todas esas mujeres maravillosas no se sientan solas en su
lucha por la causa, por mejorar las condiciones de vida de las demás mujeres, para
que todos nuestros esfuerzos, algunos más grandes e impactantes y eficaces que otros,
lo primero que las mujeres en el mundo tenemos que hacer es aprender a respetarnos
las unas a las otras. A vivir y dejar vivir. A tratar de sacarle el mayor provecho a su
propia existencia, sin fijarse qué están haciendo las demás a su alrededor. Si tan sólo
se concentraran en su propia felicidad y no se alimentaran, muchas veces del fracaso
ajeno, el mundo moderno sería tan diferente de como lo conocemos. La mayoría de
las mujeres en el mundo, así me caigan encima todas las feministas del planeta,
hemos sido, históricamente hablando, parte de la solución. Pero también muchas
veces "el problema" mismo.
Y, para finalizar, el actor Christopher Reeve (Supermán), dijo antes de morir de
un paro respiratorio y cardíaco: "La vida es como un juego de cartas. A veces nos
tocan cartas buenas y a veces nos tocan malas. Pero la vida es un juego que sigue
valiendo la pena jugar".
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Capítulo 12 ¿Qué es el “Mercado nacional del usado”?
HAY UNA REALIDAD LATENTE. Una que no podemos desconocer si queremos
triunfar sentimentalmente algún día. La competencia allá afuera, en el Mercado
nacional del usado ¡es dura! Encima de todo, casi todos los hombres disponibles o
están obsesionados consigo mismos, o con sus madres o ¡son gay! ¿Entonces qué hay
allá afuera para las solteras?
Divorciarse, por supuesto, no es lo ideal. De hecho, ojalá este libro le sirva
como una guía práctica en que la misión será no divorciarse. Mas bien, a entender
de dónde provienen nuestros traumas femeninos, a entender a su pareja para poder
así someterla a todos sus caprichos. Tampoco es dejarlo a su suerte para que otra, en
vez de usted, sea la que se lo goce o lo exprima hasta la saciedad. Pero lo cierto es
que mientras uno logra casarse algún día, para las aún solteras y sin compromiso a la
vista, hay una realidad latente allá afuera. Una que no sólo no podemos desconocer
sino que además debemos enfrentar, si queremos triunfar sentimentalmente algún
día: la competencia es dura allá afuera en el Mercado nacional del usado.
Un sitio oscuro en donde los despechados pueden compartir y departir con
sus semejantes: generalmente el bar de moda. La sede del movimiento MEI (Mujeres
Emocionalmente Inestables), en el mundo entero. Donde, sin importar la raza, la
religión, el físico, la nacionalidad o de qué región del país provengan, generalmente
se reúnen para tratar de olvidar sus fracasos del pasado. Viudos y viudas por igual,
separados, solteros, vueltos a rejuntar, solterones, divorciados y otra gran cantidad de
solitarios que llegan en manada a tratar de encontrar las respuestas a la pregunta más
popular que ronda por la cabeza de todos, como una especie de epidemia: "Si la vida
nos ha tratado tan bien, ¿entonces por qué estamos solos?".
¿Pero qué está pasando en el mundo que las relaciones no duran y, como
especie de Kleenex virtual, la pareja se ha vuelto tan fácilmente desechable? ¿Qué
será lo que sucede en las grandes urbes que al parecer el éxito profesional nos
distancia tanto de la tan anhelada estabilidad emocional? ¿Acaso tiramos la toalla y ya
no vale la pena apostarle al compromiso? ¿O acaso para ser exitoso en la vida hay que
empezar por programarse para estar solos? ¿A dónde vamos a parar los
emocionalmente inestables? ¡Bienvenidos, entonces, al Mercado nacional del usado!
La gran ciudad.Tierra de oportunidades.Tierra de nadie y de todos. Una gran
urbe en donde es posible estar siempre acompañadas y, sin embargo, sentirnos
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MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:37

inexplicablemente solas. Las capitales de cualquier país: especies de puertos en donde
permanentemente entra y sale gente de todos los rincones del país y del mundo.
Bogotá, por ejemplo, la ciudad a la que le debo tanto pero la que también me lo ha
quitado todo. Más que nada el sueño. Una ciudad en donde tratan de convivir, en
perfecta armonía, las mentes abiertas con las cerradas. La capital que asusta pero que
también cobija, acoge y te abre sus puertas de par en par. Sobrevivir
sentimentalmente en una ciudad tan grande como Bogotá es todo un reto: a 2.600
metros más cerca de las estrellas, a 2.600 metros más cerca de la soledad.
En una ciudad tan compleja, encontrar pareja es toda una odisea. Más aún,
cuando la misma ciudad se ha acostumbrado a su soledad. O, en algunos casos, a su
promiscuidad con la que se ha acostumbrado también a cambiar de pareja con la
misma facilidad con la que se cambia de ropa interior. A pesar del frío, es una
ardiente selva allá afuera. Las mujeres de la capital, algunas tan equivocadas en su
interpretación de los conceptos feministas, ya no quieren soñar con campanas de
boda, con desfiles hacia el altar o con trajes blancos de novia. Algunas, abiertamente,
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manifiestan que prefieren guardarlos para Halloween. Algunas, también, vislumbran
el feminismo como una forma de venganza a la opresión machista del pasado y, al
sentirse cada vez más cómodas con la idea de quedarse solas, han aprendido el
peligroso arte, hasta hace poco exclusivamente masculino de "usar y dejarse usar".
Por su parte, los hombres de la capital parece que se hubieran convencido de que
realmente existen siete mujeres por cada hombre en el mundo. Sus actitudes así lo
demuestran. Es como si de verdad creyeran que por cada "ponchada" o intento
fallido, aún les quedan seis oportunidades más para conquistar a una mujer.
Analicemos entonces el sexteto de opciones que les quedarían dentro del Mercado
nacional del usado.Vamonos entonces de compras, hilera por hilera. Revisemos qué
hay a la venta y, eso sí, alisten sus tarjetas de crédito.
Sección de lácteos. En el Mercado nacional del usado, esta sección está
conformada por mujeres peligrosamente astutas quienes literalmente "ordeñan" a sus
víctimas hasta dejarlos emocio-nalmente y económicamente vacíos. Este tipo de
mujer no tiene inconveniente alguno en seducir por deporte lo que encuentre a su
paso. En la mente de esta mujer oportunista no sólo está casarse y tener hijos, sino
además divorciarse (preferiblemente escapando del país con el abogado y, por
supuesto, con el dinero de la víctima). Mi amiga Marta admite vivir confortablemente
en esta sección desde que se divorció de Ramón. Marta asegura en un tono
despiadado y triunfalista: "Para qué quedarme con la leche si puedo apuntarle a
quedarme con la vaca entera". Marta anunció, recientemente, su matrimonio con
un polista italiano.
Sección de carnes frías. En esta sección habitan las mujeres trabajadoras, las
exitosas que no necesitan un hombre al lado para darse la gran vida. Las que se
precian de competir con ellos por los mejores puestos en las empresas de más
prestigio; por los mejores salarios y, por supuesto, por los ascensos que se disputan
abiertamente en una verdadera batalla campal: la batalla de los sexos y de los nexos.
Esta es la sección de las mujeres supuestamente modernas en público que, en
privado, añoran en secreto los tradicionales convencionalismos retrógrados de los
que generalmente se burlan en eventos y fiestas tan sólo para que no las cataloguen
como solteronas rechazadas. Como si a alguien le importara si lo son o no! Sus
edades oscilan entre los 34 y los 42 años; en términos provincianos: a las que
oficialmente ya dejó el "tren". Estas mujeres hablan abiertamente de sexo y no
tienen inconveniente alguno en describir gráficamente y hasta en exagerar si es
necesario, su último encuentro sexual con el que el hombre de turno siempre queda
muy mal parado. Y desprestigiado, pues por una razón u otra siempre queda mal
calificado y catalogado como "mal polvo". Claro está que, ésta es sólo una
justificación vengativa para explicar por qué el personaje en mención nunca la volvió
a llamar. Es aquella mujer que con cabeza absolutamente fría puede mandar a un
buen prospecto al mismísimo carajo, si le sugiere cualquier tipo de "sacrificio de
amor". Algo así como que deje de trabajar y tengan un hijo.
Sección de mecato o galgueñas. La mujer que habita en esta sección es todo un
"dulce", un postre. Como el mecato, además, anda en grupos enormes. Sus
integrantes son abundantes no sólo en número sino también en curvas y en astucia.
Sus edades oscilan entre los 18 y los 24 años y es definitivamente la conquista favorita
de los galanes pre-otoñales que pasan de los 35. De esos que se precian de salir con
"carne fresca y descontaminada". Para su sorpresa, generalmente ni lo uno ni lo otro.
Algunas son las más promiscuas de todo el mercado y en las fiestas trance no sirven
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propiamente aspirinas. Fuman como chimeneas y beben como camellos. Unas
verdaderas chicas de ambiente: de ambiente de bar de mala muerte. Los planes
varían entre bailar en alguna discoteca de moda, la consabida fiesta apartamentera
de la compañera del curso, la heladería de algún centro comercial y los conciertos
multitudinarios a los que los preotoñales las acompañan así no puedan ni pronunciar
el nombre del grupo de rock que toca sobre la tarima. El descubrimiento de la fuente
de la eterna juventud bien podría convertirse para los muy desadaptados que
prefieren la inocencia a la experiencia, en una verdadera pesadilla, cuando también
descubren que frecuentemente deberán pagar la cuenta de todas las amigas de ella y
de sus novios que, por estudiantes varados, generalmente están vaciados. Eso, sin
mencionar que su auto Mercedes lo compró para que nadie pueda dudar que es un
ejecutivo exitoso, pasa de auto deportivo a "colectivo" en un abrir y cerrar de ojos.
Eso sin contar lo ridículo que se ve el corbatudo conquistando en su territorio a la
muy plataformuda.
Sección de enlatados. La ex de alguien es la reina de esta sección. Una
verdadera lata. O, popularmente hablando, conocida también como todo un encarte.
Aquí habita la mujer despechada, la recién abandonada por su pareja. La que
erróneamente comienza a salir y a mostrarse porque piensa que ya está lista para dar
la batalla nuevamente en el mercado. Es decir, está lista para volver al ruedo y
levantarse un sustituto... ¡pronto! Lo malo es que sin importar qué tanta atención
estén dispuestos a darle o qué tantas joyas deberán empezar a pagar por cuotas en la
joyería más cara de la ciudad; en la mente de esta mujer sólo encontrará desilusión
y sed de venganza. A esta mujer sólo le interesa salir con otro para darle celos a su
ex. Para intentar recuperarlo así sea por puro orgullo herido. Por esto, sólo
recomiendo salir con los "ex de alguien", después de un tiempo prudente que
deberá valorarse de la siguiente manera: la mitad del tiempo que duró su antigua
relación, más un mes de prueba para ver si ya está lista para embarcarse en una
nueva relación. También es recomendable salir con estos especímenes después de que
ya le haya partido el corazón a algún otro, u otros, que se hayan prestado como
"clavo" para sacar otro clavo que, valga la pena decirlo, sí clavaron.
Sección de importados. Esta mujer sí que es todo un lujo. La consentida de
la casa, la recién graduada de alguna universidad extranjera, está de regreso en el país y
alguno aspirará a conquistar su amor. Así que será mejor que ese hombre vaya
alistando el anillo de compromiso de diamante, tamaño preferiblemente antena
parabólica y que se prepare sicológicamente para acompañarla a esas frecuentes
reuniones familiares en las que ni siquiera podrán opinar, en donde abiertamente se
discutirán todos los aspectos y detalles de la supuesta futura boda, así lleve tan sólo
dos semanas de estar saliendo con ella. Que se vaya también despidiendo de sus
amigos de farra, de las gatas, las diablas y todas sus amigas de dudosa reputación, pues
este tipo de mujer es suficientemente absorbente como para mantenerlo realmente
ocupado durante gran parte del día y de sus noches también.
Esta joven mujer que, por no haber empezado a trabajar, piensa que aún está a
salvo de convertirse en una vil asalariada. Respaldada tanto emocional como
económicamente por una familia que jamás logrará verlo como un simple prospecto
matrimonial para su hija, se encargará además de amargarle el rato con tantas
preguntas indiscretas que incluyen sus ingresos y, la más popular de todas:"¿Cómo
piensa mantener a la niña de la casa?". Es lógico que la quieran ver bien casada.
¿Estará a su altura? No. Esta mujer aún atrapada en el cuerpo de una niña no ha
sido criada para trabajar demasiado y, si lo intenta alguna vez, es sólo animada por su
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familia para aumentar su lista de probabilidades para encontrar marido. Sus padres, a
su vez, a base de palancas, la ubican en empresas de categoría, prestigio y buen nivel
en donde seguramente la niña podrá rodearse de hombres de su mismo nivel social.
La finalidad siempre será la misma: casarse con alguno de ellos. Previamente
aprobado por su familia, claro está.
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MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:37

Sección de aseo. En esta popular sección, dentro del Mercado nacional del
usado, habitan tanto hombres como mujeres por igual. Aquí usted podrá encontrar
tanto los populares "desinfectantes" que son las parejas ocasionales que sirven para
limpiarse de las heridas del pasado. O, para ser más exactos, de la noche anterior.
Los de tipo "Clorox" que son aquellas personas decentes, distinguidas,
recomendables y valiosas que, aún así, no nos gustan ni cinco pero que usamos con
el fin de "blanquear" nuestras dudosas reputaciones y frecuentes desatinos. Los de
este tipo son tan pulcros y tienen el corazón tan limpio que lamentablemente lo
único que logran es matarnos del aburrimiento. Allí también encontramos los muy
desechables tipo Kleenex, los toallas de cocina, los de tipo Bon Bril, que tallan pero
que duran... Y, por último, llegamos al más popular artículo de todos en esta sección:
las de tipo Papel higiénico que son aquellas parejas que, literalmente, ¡no sirven para
un culo! O, las también populares, tipo Jabón que son aquellas personas
"epidérmicas" que después de estar con ellas, es tan poco lo que logran impactarnos,
que sólo quedan un rato sobre la piel. Esas que, una vez bien despiertos y
conscientes, después de que se han ido y, de habernos bañado, su recuerdo, cual
espuma, también se diluye con el agua. ¡Próximo!
Sección panadería. Y llegamos así a la séptima opción. La última que les
quedaría a aquellos hombres que aún están convencidos de su buena suerte. Los
que creen que el mercado, allá afuera, está realmente lleno de buenas oportunidades
para ellos a nivel sentimental. Por no pararnos bolas. O, por flojera. O, por no querer
hacer grandes esfuerzos por conquistar lo que de verdad quieren si no lo que hay por
ahí, a la mano, casi siempre terminan obligados a estudiar cualquiera de las
aterradoras opciones antes mencionadas. Lo cierto es que en esta última sección,
quienes en ella habitan requieren más trabajo. A estas personas, como con la masa,
habrá que "prepararlas" previamente. Es decir, enviarles detalles, hacerles llamadas de
vez en cuando para decir cosas que, aparentemente les parecerán tan patéticas, como:
"Te estaba pensando"... o,"te quiero", ¡horror! Habrá que "amasarlas" también que
es algo así como abrazarlas sin ninguna razón aparente y hacerles masajes cuando
lleguen cansadas de la oficina. A esta masa definitivamente hay que ponetle huevos,
porque se necesitará mucha valentía para seguir adelante a pesar de tanto esfuerzo.
También habrá que "hornearlas" que viene siendo más o menos lo mismo que
construir, con mucha paciencia, hacia apostarle a un futuro juntos. Ante lo que
muchos caballeros del Mercado nacional del usado, tan acostumbrados como están a
visitar otras secciones como la de pescadería, en donde la pesca milagrosa sigue
siendo su plato favorito, protestarían:"Noo. ¡Qué pereza!". Ojo que en esta sección
también habitan los roscones, ¿no?
En fin, ante tan aterradoras posibilidades, creo que hoy tampoco voy a mercar.
Prefiero, como de costumbre, ¡pedir a domicilio!
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6 9
Capítulo 13 ¡Tipos de los que hay que huir!
Las mujeres modernas nos hemos convertido en seres exigentes,
es cierto. Que si no sabemos aún lo que queremos, debido a nuestra
experiencia, al menos ya tenemos una buena idea de lo que no
queremos en esta vida.
AUN A PESAR DE TODOS NUESTROS ESFUERZOS por lograr esa sumisión fingida, hay
ciertos tipos de hombres con los que definitivamente no hay caso. Con los que
fingir brutalidad o no, simplemente no funciona. A falta de sesos, estos tipos de
hombre que mencionaré a continuación, son una verdadera pesadilla. Una de la que
deberemos huir si es que queremos ser, algún día, unas esposas moderadamente
conformes,pero eso sí, ¡felizmente mantenidas! Algunos de ellos simplemente no
valen ni su esfuerzo señora, no insista. Todos los demás se pueden arreglar, pero estas
categorías de hombres son virtualmente imposibles. ¿Para qué perder el tiempo con
uno de estos si con tanta inestabilidad emocional, el Mercado nacional del usado, allá
afuera, está repleto de ofertas y demandas? Para resumir las cosas, he elaborado, para
ustedes, cuatro categorías básicas. Cuatro clases de hombres con los que uno no
debe perder su tiempo.
El Peor es na. Ese es aquel pobre espécimen que uno convierte en el novio
oficial mientras uno se consigue algo mejor. Elque uno utiliza de carnada mientras se
levanta algo que realmente sí valga la pena. El que uno conoce de toda la vida y ya se
cansó de darle excusas para no salir con él. O el que acabamos de conocer y usamos
alguna vez para darle celos a nuestro ex. El que muy seguramente besamos sí, alguna
noche, en alguna fiesta, pasadas de tragos y por puro despecho al ver a nuestro ex
con la nueva novia y, el muy inocente se tragó el cuento de que podría funcionar. Ese
que no nos parece ni buen mozo, ni buen conversador, ni buen bailarín, ni siquiera
gracioso pero que sirve para que no crean que estamos ponchadas. Como a ellos,
uno les gusta acompañadas. El Peor es na es con el que uno va a la fiesta de fin de año
en la casa de los papas porque nos dejaron plantadas. Al que. con el cuento de que
uno necesita tiempo para sacarse del corazón al otro, está dispuesto a esperar a que
uno dizque aclare sus ideas. Este pobre hombre, bueno en intenciones pero
malísimo para generar algo más que lástima, tiene tan mal puestos los pantalones,
que uno nunca los puede considerar como algo más que un descache fugaz y
momentáneo. Este espécimen no es el que nos genera respeto y admiración. Es el
que, al contrario, nos da ganas de humillarnos al ir a la casa del ex novio para que
nos vuelva a recibir, pero que no hacemos por puro orgullo.
El Pues tocó. Sábado en la noche. El teléfono no suena ni para recibir un
"número equivocado". Más de tres meses de abstinencia y una tusa que amenaza con
dejarnos inservibles. Hace meses que nadie nos invita ni a una menta. Nuestras
amigas más cercanas todas se han ennoviado porque es típico que cuando uno es la
que tiene novio todas andan solteras, sin compromiso y pasándola increíble. Pero
cuando una está sola, es como si todas se pusieran de acuerdo para conseguir pareja.
El dedo gordo ya lo tenemos dormido de tanto canalear. Y lo peor de todo es que
Sábados Felices nos empieza a parecer tan dramático como la más triste de las
telenovelas. Tanto, que nos conmovemos en vez de reírnos en los sketches de
humor. La pizza que pedimos para comérnosla sola y al menos así sentir que estamos
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haciendo "plan" no llega y para rematar la sudadera de tela de toalla ya nos empezó a
tallar. En esas suena el teléfono y es aquel tipo, del que ni siquiera recordamos su
nombre, ni su cara, ni mucho menos dónde lo conocimos ni cómo demonios se
consiguió nuestro teléfono para invitarnos a salir: ¡pues tocó!
Nada peor que una bien soltera y llegar el lunes a la oficina sin ninguna historia
buena que contar. A las mujeres que, entre otras les encanta la competencia y untarle
en la cara a sus supuestas amigas su supuesta felicidad, aman atormentarnos con sus
historias de fines de semana idílicos en donde siempre el novio es perfecto, toman
vino a la luz de las velas y hacen el amor con Barry White de fondo en algún paraje
exótico que se esmeran en describir con lujo de detalles (exagerados o, en la mayoría
de los casos, inventados). Todo para saber que sus fines de semana, con novio o sin
él, bien podrían ser muy similares a los nuestros pero eso sí, acompañadas. El paraje
exótico bien podría ser el garaje del papá, el vino podría ser refajo, Barry White,
podría no haber sonado nunca, más bien champeta venteada porque al muy cretino
se le ocurrió invitar a todos sus amigos a beber. La verdad es que ante semejante
pesadilla de plan, mejor quedarse bien ponchada y comiendo pizza solas en casa pero,
a veces, para defendernos de los comentarios fastidiosos y maliciosos de las demás a
quienes les encanta vernos fracasadas y aburridas, un Pues tocó de vez en cuando
sirve aunque sea para pasar el rato.
El Ya pa qué. A esta categoría pertenece el desincronizado.A ese con el que
nunca logra coordinar nada. Ni una inocente encontrada a la salida de un cine
siquiera. Ese que cuando uno está sola, él está acompañado. Que cuando él está solo,
uno ya casi está comprometida en matrimonio con otro. Ese que nos encantaba pero
que poco a poco ha ido perdiendo puntos por inaccesible.
Porque no sólo puede ser cuando ellos puedan, sino también cuando nosotras
queramos. A este tipo de hombre nos los encontramos en todas partes y con el que
nos armamos, en torno a él y a su conversación fugaz que casi nunca pasa de "¿hola
cómo estás?", todo un rollo romántico en el que él es el protagonista de una historia
de amor en donde deja a su novia y nosotras nos rendiríamos de amor a sus pies.
Pero por mucho que nos encante la idea de conquistarlo, lo cierto es que eso nunca
pasa. Con el Ya pa qué no hay el mínimo caso. La realidad es que a este hombre
nunca le impactamos lo suficiente como para que se anime a luchar por nuestro
amor. Para que, cuando, eso sí, mucho tiempo más tarde al convencerse de lo
contrario y se le despierte el amor dormido, vuelven a aparecer en nuestras vidas
sólo para encontrarnos o ya muy enamoradas de otros, o absolutamente aburridas de
tanto esperarlo. Y ahí sí ruega y pide cacao. Ahí sí nos suplican que le prestemos
algo de atención y trata de convencernos con que esta vez sí es de verdad y para
siempre. Lo lamentamos, ¡ya para qué!
El Ni por el pu. Éste sí que es el peor de todos. Aquel al que no le valen ni sus
títulos universitarios en donde aparece laureado y con honores. Al que el puestazo
que se consiguió no le sirve para levantar ni polvo en el desierto. Al que no le sirven
ni sus buenas intenciones ni el tráfico de influencias permanente que maneje con
algunos miembros clave y de algún peso en nuestra familia. Al que no le recibimos
llamadas, regalos, carticas de amor o carteras finas de nombres virtualmente
impronunciables, pues con eso uno no saldría ni locas. Es aquel pobre tipo con el que
no tenemos química así aparentemente sea un buen partido. Con el que ni por
interés saldríamos porque es todo un encarte. Ese que no nos parece ni remotamente
atractivo, al que no queremos ni de amigo, pues después no vaya a ser que se
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
7 1
enamore más y se aparezca otra vez con una serenata de trío de boleristas. Uno con
esta clase de hombre no sale, pues uno con eso no sale ni pa'l putas.
Pero ojo que aún hay más. Es decir, podría ser peor. Siguiendo con las distintas
categorías de tipos pesadilla a los que uno no puede ver, ni mucho menos ser vistos,
he resumido en una lista con algunas de ellas. ¿Cuál es el suyo?
El Gracioso sin gracia. Este recreacionista de bazar, con complejo de
locutor de bingo. El payaso, el cuenta-chistes de colectivo. Este tipo es una verdadera
pesadilla sin fin. Ese es el animador de polladas que se saca de la billetera todo su
repertorio de "chistes de salón" y que los tiene clasificados por categorías y todo:
chistes verdes, chistes rojos, chistes de homosexuales, chistes machistas, chistes de
paisas y, la favorita de todos, chistes dejuanito. Es ese que luego de sabernos de
memoria todos sus chistes ya no empezamos a encontrarle ninguna gracia. El que
pretende hacerse el simpático como si con eso lograra cierta aceptación social. El
que a punta de chistes malos, logra desviar la atención al punto que sólo le piden que
cuente otro evitando así que a alguien se le ocurra preguntarle por su trabajo, por
ejemplo, si es que tiene uno. Con este tipo de hombre uno no quiere salir porque
cuando a sus amigos ya les empieza a parecer repetitivo y más bien poco gracioso,
por ahí mismo sale volando su interés también. Con ese uno anda por un rato mientras
los demás le celebren sus gracias. A uno le encanta llegar acompañada o del brazo del
performer, el showntan.A falta de una estrella del rock o de un artista de cine, lo más
cercano a una de nuestras más frecuentes fantasías femeninas, es indiscutiblemente un
cuentachistes.
El Fantoche. Es casi lo mismo que un Ken pero peor porque es de ¡carne y
hueso! Este sí se expresa y opina aunque sean puras estupideces. Este hombre es
aquel muñecón que vive metido en el gimnasio comiendo hierro más por levantar
viejas que por hacer ejercicio. Este es el que maneja un carro convertible último
modelo pero que aún vive en casa de sus papas. O en el apartamento que aún
comparte con otros dos compañeros de universidad. Y eso que ya han pasado varios
años desde que se graduaron. En su hogar todo brilla, todo se ve nuevo. Sencillamente
porque todo es nuevo. Tal como un apartamento modelo, frío, sin personalidad; todo
en la vivienda de un fantoche está dispuesto para descrestar, para atrapar víctimas y
para estrenar como su cerebro. Lo malo es que la licuadora la estrenará usted, así como
la aspiradora, las ollas y todo lo demás que compró precisamente por si levantaba
novia hacendosa. El Fantoche solo intenta conquistarla de acuerdo con sus
referencias personales y laborales. Es aquel que tiene complejo de detective y, antes
de conseguirse su teléfono, ya está bien dateado de si le conviene salir con usted o
no. Para esta clase de hombre lo importante en esta vida no es ser sino aparentar. Lo
malo es que también estará dispuesto a aparentar que la adora. Y, usted, a su vez,
aprenderá de él a aparentar que es feliz.
El Handyman. O, el bueno para nada que cree que sirve para todo. La verdad
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:38

es que sus intenciones son buenas. Porque ¿para qué? De hecho trata de colaborar
más que cualquiera de sus otros colegas en los quehaceres de la casa. El problema es
que hace tanto ¡que marea! Es que quiere hacer de todo pero al final no hace nada.
El problema es que sólo se queda en eso: en buenas intenciones. Y en un reguero de
terror que, además, muy posiblemente le toque recoger a usted. El Handyman es
aquel hombre que, mientras uno está viendo un programa en la televisión, él está
ocupado martillando todas las paredes de la casa, pues se le ocurrió cambiar todos los
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
7 2
cuadros de lugar. El que tiene un trabajo decente sí, pero, probablemente a
diferencia de usted, muy poca ambición. Lo único a lo que aspira es llegar temprano
a la casa para ver el noticiero mientras arregla la licuadora sobre la cama. El que
mientras espera que le sirvan la cena, aprovecha para cambiar los bombillos quemados,
subido en la mesa del comedor y sobre los platos, si es preciso. El que uno está de afán
y va a salir para la oficina y cuando el carro no nos prende, descubrimos que fue a él,
que durante el fin de semana, se le ocurrió la brillante idea de usar su batería para
hacerle mantenimiento a la aspiradora. Esta clase de hombre quiere hacerlo todo pero
al final no sabe hacer nada. El que, si está casado, se ofrecerá a fumigar él mismo, con
tal de ahorrarse unos cuantos pesos contratando a un especialista. El que, como sabe
que probablemente ya está harta de que todo en su casa funcione pero a medias,
quiere hacerse el indispensable para que usted no lo bote. El que, cuando son
novios, desbarata hasta un balín pero no hay forma de que la ayude, eso sí, a armarle
un escándalo al pintor que le manchó el sofá de la sala. ''Te lo dije" es su frase
favorita y, tal vez la única, pues encima de todo son medio auristas.
El Ni lo uno ni lo otro. Este hombre es el más indeciso de toda la gama de
hombres inseguros que existen sobre la faz del planeta. Este es el típico que ni lava ni
presta la batea. El que no quiere negro pero detesta el blanco. El que no sabe si la
quiere o si ya está aburrido de usted. El cíclico, el inconforme. El que uno sabe que
aún es el marido porque parquea su carro al lado del suyo, pero que a la casa sólo
va a comer. El que no quiere que le "armen cantaleta pero que siempre llega tarde a la
casa. El que no quiere que le pelee pero siempre se le olvida llamarla. Lo peor de todo
es que uno termina enredada con este tipo de hombre porque tienen un poder de
convencimiento del tamaño de un bus. Uno siempre le cree. Sus argumentos, aunque
confusos, son siempre tan convincentes que uno no puede sino quedar convencida
de sus buenos propósitos. No quiere que trabajemos pero tampoco nos quieren
mantener. Quieren tener hijos pero a lo mejor no con una.
Es ese que cambia de opinión todos los días. El que un día adora a su suegra
y al día siguiente le pide que no la vuelva a invitar jamás a la casa a almorzar. En
resumidas cuentas, el que nunca sabe lo que quiere hasta que ya es demasiado tarde.
Es decir, cuando usted ya se cansó de tanta indecisión y "decide" dejarlo. Lo más
peligroso de este tipo de hombres es que después de muchos años de casado, deciden
que el matrimonio no era lo que él esperaba. Con argumentos como que cree haber
desperdiciado toda su vida junto a usted y que al casarse cometieron el error más
grande de su vida, la dejan siempre deshecha y sin ningún panorama alentador por
delante. Son los que no logran superar la crisis de después de los 40 y la dejan a usted
para que cargue con la culpas de su infelicidad. En el peor de los casos, después de los
cuarenta, ¡a veces también descubren que ya no le gustan las mujeres! El típico
puntq G: si no es guache es gay Fijo.
El Pesadilla recurrente. Este hombre, seguramente pariente lejano de OJ.
Simpson, de Freddy Krueguer o del mismísimo Idi Amín, es el que sin más
justificación alguna más que su deficiencia hormonal, nos maltrata como a un trapo
viejo. Es el que grita, insulta y ni siquiera logra medirse en público, así se lo
supliquemos. El de los ataques injustificados de celos. El que, si uno es
medianamente inteligente, nos pone a pensar: "El que lo hace se lo imagina". El caso
es que este inseguro espécimen es el que nos encanta tanto como nos desencanta su
explosivo mal genio. Ese que después de haber metido la pata hasta el fondo, al
punto que ya no queremos verlo más, vuelve a atacar con alguna nueva y
conmovedora estrategia. El problema es que, a menos que usted quiera romper con
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
7 3
ese malsano ciclo en el que se le ha convertido su vida desde que lo conoció, él
seguirá adelante con el mismo comportamiento sospechosamente repetitivo y dañino.
Pelea, reconciliación. Grito, pelea, otra reconciliación. Grito, show de celos, pelea,
muñeco de peluche, reconciliación... Y así. Esta clase de tipo es una pesadilla, pues
nos confunde demasiado. Porque a pesar de que a veces son tan fuertes las
discusiones que uno ya no los quiere volver a ver ni en sueños, al día siguiente se
aparecerá en la puerta de su casa, detrás de algún oso de peluche con cara de ternero
degollado y usted no tendrá más remedio que volver a caer. Por un lado, es un
energúmeno espantoso pero por otro, también puede actuar como el hombre más
detallista, considerado y cariñoso que haya conocido. ¿Qué hacer? ¡Quédese con los
regalos y mándelo a la porra!
El Criminal. Este hombre se pasa la vida matando, una por una, las ilusiones
de todas las mujeres con las que se atraviesa en la vida. El que las seduce, las
enamorares muestra lo maravillosa que puede ser la vida con él a su lado... pero
también le enseñará lo miserable que puede ser la misma una vez la haya dejado, por
otra. Este caballero conquista por deporte con verdadera convicción de goleador.
Sale a meter, pero de ahí no pasa. Este tipo de hombre seductor y experimentado nos
resulta especialmente atractivo debido a que para la gran mayoría de mujeres en el
mundo, no hay una sensación más satisfactoria que pertenecer a un exclusivo harén.
Es tal la reputación de galán de esta clase de hombre que uno llega a sentirse mal si
ha salido con todas nuestras amigas y todas nuestras conocidas y no con nosotras. Por
eso, casi sin importar lo mal que les haya ido a ellas con él, que casi siempre las deja
iniciadas y alborotadas, nos atrevemos a salir con él, tal vez con la secreta intención
de hacerlo cambiar. Lamento informarles señoras que este tipo de hombres nunca
cambia. Como tampoco cambian los demás. Como tampoco cambiamos mucho
nosotras, así aseguremos lo contrario.
Luego de salir con él por varios meses, porque su dedicación es esmerada y su
entrega, así sea momentánea suele ser total, la llevará a los mejores restaurantes, la
paseará de su brazo por los mejores eventos y las mejores fiestas y, por un momento,
usted de verdad creerá ser el eje central de todo su universo. La exhibirá, cual trofeo,
porque eso sí, este tipo de hombre no sale con nadie que no pueda mostrar y es más
bien selectivo. Algo que nos encanta de él. Por eso, sin querer, accedemos a ser
parte de su club de futuras ex, porque nos hará sentir como que haber sido tan
tontas de dejarnos partir el corazón por él es todo un honor. Las mujeres
definitivamente somos unas masoquistas.
El Carcelero. La conoció en una fiesta rodeada de amigos. Le comentó que lo
que más le atraía de usted era su risa contagiosa y la forma tan desparpajada con la
que hablaba en público. En eso tiene razón, con la que "hablaba" porque hasta eso le
tiene prohibido. Aunque lo conoció con amigos y, en ese entonces era el alma de
todas las fiestas, algo ha cambiado sustancialmente en él. Desde que son novios ya no
quiere sacarla ni a la esquina, ir al gimnasio se ha vuelto casi imposible sin que la
espere a la salida. O sin que se moleste porque su entrenador personal es mucho
más alto y musculoso que él. A sus amigas las ha alejado por completo con tantos
desaires que les ha hecho. De repente su teléfono dejó de sonar. Nunca más los
volvieron a invitar a ninguna parte y usted se ha empezado a sentir como una ostra.
Ni siquiera como la ostra dentro de un coctel que sería por lo menos una más
divertida que en la que se ha convertido usted. Si por lo menos en su propia casa la
dejaran escuchar música y, de vez en cuando, le permitieran tomarse un trago. Lo
peor de todo es que, a pesar de que usted es supuestamente independiente y él no la
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
7 4
ayuda ni a pagar el domicilio en la droguería que él pidió, su pareja tampoco
manifiesta ningún interés en volver a salir de la casa en donde el plan favorito de
todos los fines de semana siempre es el mismo: comer, dormir, ver películas. Porque
si al menos sacara tiempo para hacer el amor de vez en cuando, pero es más bien
perezoso en ese departamento.
Este hombre es el típico celoso que le revisa los mensajes en el buzón de voz de
su celular. El que se molesta si no lo llama todos los días a la misma hora o si se
demora más de la cuenta en la peluquería. Y ni siquiera le ayuda en casa... en su
propia casa. Entonces me pregunto: ¿qué espera para echarlo? Por qué tanta
sumisión. Si ni la saca, ni la entretiene, ni le ayuda, ni la apasiona siquiera, ¿por qué
sigue ahí metido en su casa? ¿No se ha dado cuenta todavía de que usted no es la
novia sino la "prisionera"? Advierto, además, que las cosas se ponen peor si por
casualidad se le ocurre casarse con él. Su espíritu ermitaño podría, incluso,
incrementarse. A lo mejor la del problema es usted, porque por más que lo intento,
no logro entender su secuestro voluntario.
El Piñata. Este tipo de hombre es toda ¡una cajita de sorpresas! Además, así
como las piñatas, ¡están llenos de maricaditas! Después de enamorarla a punta de
chistes, de salidas a bailar, de aquellos paseos increíbles, ahí sí empezará a descubrir
cosas tan terribles como: que tiene una novia a la que dejó embarazada. Que estuvo
preso en alguna cárcel de Bolivia. Que es un prófugo de la justicia en Somalia. Que
es alcohólico. Que consume drogas distintas a la aspirina. Que su familia lo ha
desheredado. Que su nombre verdadero no es Juan y que su cédula falsa pertenece a
algún difunto de Tibacuy. Que es "¡¡¡Biü!" Cuando usted cree que ya no puede con
más impresiones en un mismo día, se entera de que ese apartamento nuevo, el que
supuestamente acaba de comprar y que aspira a compartir con usted, ¡no existe!
Como tampoco existe su fortuna. Ahí mismo usted empieza a sospechar que la razón
por la cual le pidió que le permitiera quedarse en su apartamento por unos días, hace
ya casi cuatro meses, ¡es porque no tiene un quinto en qué caerse muerto! Lo peor de
todo es que después de semejante encarte, no lo puede sacar de la casa porque le da
pesar. ¿Quién nos entiende?
El Mueble fino. ¿Se acuerdan de aquel tipo que les fascinaba en el colegio?
¿Ese que siempre le gustó pero que nunca pudo pasar nada entre los dos porque él
siempre tuvo novia, porque usted se cambió de colegio y porque luego le perdió la
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:38

pista? ¿Qué habrá sido de aquel amor platónico? ¿De ese que la desvelaba por las
noches mientras hacía las tareas? ¿Ese que aún prefiere recordar con nostalgia,
especialmente cada vez que pelea con su novio actual? "¿Qué habrá sido de él?", se
pregunta en las noches de desvelo. Nada para matar una ilusión como volver a
encontrarse a ese mismo amor juvenil, varios años después y tratar de revivir la
llama de la pasión que ya se extinguió hace años. Una amiga se encuentra con él en
una conferencia, él, lógico, le pregunta por usted, le da su teléfono y ella la llama
automáticamente a contarle sobre su encuentro con su amor de adolescencia. Usted,
lógicamente se muere de la emoción. Bien ponchada que está desde hace meses, o
bien encartada con su novio actual a quien ya está a punto de mandar a freír
espárragos, se vuelve a encender en usted la llama de la ilusión.
La tan esperada llamada llega el día menos pensado, y usted se pone tan
nerviosa que le tiemblan las piernas y todo. Seguramente la invitará a cenar y usted,
posiblemente dirá que sí. Usted va a la peluquería, se perfuma hasta las cejas, se
compra ropa nueva y hasta estrena zapatos para el gran reencuentro. Cuando le
avisan que llegó, usted se apresurará a bajar las escaleras como toda una princesa de
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
7 5
ensueño dando brinquitos, batiendo pestaña y posando a lo Ava Gardner, para lograr
que su aparición sea realmente triunfal. Cuando abre los ojos y dice el primer "hola",
con tono de voz impuesta, se da cuenta que frente a usted está un hombre que le
parece conocido pero que para nada es el que usted espera. Finalmente lo reconoce
pues él le dice su nombre. ¡Qué decepción!
Nada queda de su amor platónico. Se ha convertido en todo un "Mueble fino":
está "bien acabado". Sí, los años lo han tratado mal. Esos mismos años, al parecer, no
sólo le han pasado... por encima. Sino, ¡se le han quedado todos allí! Durante la cena,
probablemente le cuente que está recién separado y que, mínimo, tiene tres hijos.
Pero ese no es el problema. Aparte de haber perdido casi todo el pelo, de usar gafas
gruesas, de estar gordo y muy barrigón, usted lo encuentra excesivamente aburrido.
Ya no la hace reír como recordaba que lo hacía antes. Ha perdido el sentido del
humor y se ha convertido en todo un amargado. Usted, en cambio, soltera aún, se ve
regia. A él le cuesta trabajo entender por qué no se ha casado. A usted también. Sin
entrar a dar mayores explicaciones que ni siquiera vienen al caso y que tampoco le
interesará dar, pues son realmente justificaciones absurdas y complicadas, lo único
que piensa en ese momento es que afortunadamente nunca pasó nada con él. Final
del reencuentro.
El Héroe de turno. Este hombre es todo un héroe, en la calle. En casa, no
se le ocurre ni ayudarla a correr una silla. Y esto es lo que más piedra nos da de
terminar encartadas con uno de este tipo. Este es el que detiene el carro para ayudar a
una anciana a atravesar la calle, especialmente cuando en el carro de al lado está
mirándolo una rubia despampanante. El que se ofrece a voltear las hamburguesas en
la parrilla durante el asado donde los vecinos que lo invitaron el fin de semana. Pero
que en casa es incapaz de abrir la nevera siquiera y sacar un yogur. El que se ofrece
a jugar con los niños en la piscina del hotel, con los propios y los ajenos pero que, en
casa, nunca se ofrece ni a ayudarles con las tareas. El que ayuda a la vecina a bajar el
gato del árbol pero que en la casa no es capaz de subirse a una silla a cambiar un
bombillo. El que insiste en pagar la cuenta de todos en el restaurante, y a usted en la
casa, en cambio, le dice que no tiene dinero ni para pagarle una manicurista. En
resumen, el que en la calle es un verdadero tesoro pero en casa es una ¡verdadera
estafa!
El Hijito de papi y mami. Si con que sólo fuera el"Hijito de mami"
tendríamos suficiente, ahora imagínese que es, al mismo tiempo, el "Hijito de los
dos". Es decir, tiene características de sus dos suegros y eso la tiene a punto de un
colapso nervioso. Este hombre con defectos heredados directamente de su mamá, es
todo un niñito faldero. Es de los que le pregunta a la mamá hasta cómo y cuándo debe
hacernos el amor. Si le convenimos, si le gustamos para ellos, si está bien que salga
con nosotras. Es el que aún le pide prestado dinero a la mamá, el que cuando
discutimos va directamente a pedirle consejo a la mamá. Y,por supuesto, es la razón
por la que ¡la muy mamona nos odia! Qué maniera. Encima de todo, tiene también
defectos heredados del papá que toca aguantarse si queremos seguir con él: toma
cerveza, fuma puros dentro del carro con las ventanas arriba, cuenta chistes malos,
trata a la mamá como un mueble y le fascina el plan de ver fútbol los domingos.
Pensándolo bien, su principal defecto bien podría ser su papá: quien además nos
mira con cierto morbo escote abajo. Quien hace comentarios impropios como:"Te
has engordado, ¿verdad?". Y quien, cuando nadie lo está viendo, nos da aquella
simpáticas palmaditas de simpatía y complicidad que tanto odiamos... ¡en el trasero!
De sólo pensar que de aceptar su propuesta matrimonial, de ahora en adelante todas
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
7 6
nuestras fiestas de fin de año cendremos que pasarla en compañía de la familia
Monster..., merece un automático \no\
Y eso, por mencionar tan sólo algunos de los más grandes encartes con los
que nos podemos topar ¡en esta vida y la otra! ¿Acaso tocará resignarnos a que el
hombre perfecto no existe? ¿O más bien dejamos de quejarnos y aprendemos de una
vez por todas que así como nosotras somos un manojo de defectos, también tienen
derecho a serlo ellos? Tal vez, pero a nadie estamos obligando a que se encarte con
nosotras, ¿entonces por qué deliberadamente íbamos nosotras a querer encartarnos
con ellos? Sí, como dice mi abuela: tal vez la felicidad no se hizo para todo el
mundo. Y después me preguntan que por qué soy tan pesimista. Entonces, para
resumir, ¿cuál sería según las mujeres modernas el hombre ideal? ¿El modelo del
hombre perfecto? ¿Ese por el cual estaríamos dispuestas a renunciar a nuestra
preciada soltería? ¿A nuestra valiosa vida de mujeres asalariadas e independientes?
Soltero, aun después de los 35. Eso sí, no si es mayor de los 40 y aun no se ha
casado porque en el gremio se ha popularizado la teoría de que es ahí cuando
empezamos a sospechar que son gay. Que tenga un buen puesto en alguna
prestigiosa compañía y que gane lo suficiente para mantenernos a los dos. Que viaje
mucho para quedarnos solas en casa y a nuestras anchas. Que tenga buen sentido del
humor, que se conserve bien de figura. Que disfrute ver telenovelas con nosotras.
Que le guste pedir a domicilio, que nos saque por lo menos dos veces a la semana a
cenar afuera. Que sea bien parecido, aunque no tanto porque tan bonitos ya no son
tan atractivos y cuidarlos de que no nos lo quiten cuesta mucho trabajo y esfuerzo.
Que le guste ponerse colonia, que no espere a que le digamos que la cara ya parece un
pedazo de chicharrón para que se afeite. Que con su madre lleve más de tres años
distanciado.
Que le gusten las fiestas de vez en cuando y que no le dé pe reza ayudarnos a
atender en la sala las visitas de nuestras amigas. Que, cuando queramos privacidad
para hablar mal de ellos, de él mismo salga la prudencia de retirarse. Que sea
detallista, que no se moleste si hablamos una hora o dos por teléfono si él está
ocupado viendo televisión. Que nos dé dinero todos los meses para comprar todas
esas cositas que nos gustan. Que no le guste el fútbol, sino que prefiera conversar con
nosotras y escuchar músi ca a la luz de las velas¿Saben qué? Creo que voy a
llorar.
¿Soñadoras o ilusas? No, el hombre perfecto definitivamente no existe. Así
como la mujer perfecta tampoco existe. La realidad es que todo lo que queremos, en
uno solo no existe, por eso es que toca conseguirse varios. O que aprendamos a
conformarnos o a fingir que no somos ni tan brillantes ni tan exigentes, ni tan
selectivas, ni nada y ¡conformarnos con el que tenemos! Finjamos que nos
conformamos con lo que hay y les aseguro que la vida será mucho más fácil. ¡Esa es
mi propuesta!
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
7 7
Capítulo 14 ¿La moda, nos incomoda….o nos arruina?
La moda es uno de los temas que más le aburren a ellos de nosotras.
Nunca logran entender por qué lo que para ellos es un capricho, para
nosotras es una "necesidad". ¿Para quién nos vestimos realmente?
No SÉ si ES su CASO PERO, si ES MUJER, COMO YO, seguramente adora la ropa.
Compradora compulsiva soy, he llegado incluso a buscar ayuda siquiátrica, sólo para
descubrir que mi sicóloga, Eugenia, es casi tan obsesiva con la ropa como yo. Fue así
como descubrí también que el fanatismo por la moda es algo de lo que no debemos
avergonzarnos, pues es más bien una condición genética femenina. Ya basta de
sentirnos mal porque jamás tenemos la suficiente cantidad de zapatos. Así, de tantos
que tengamos, ya hayamos empezado a guardarlos en sitios absurdos como ¡el baúl
del carro, el garaje y la nevera! Lo que ellos no han logrado entender aún es que no
podemos evitarlo y esa es la realidad. En mi caso particular, la ropa que me gusta no
necesariamente tiene que ser la más costosa o de marca. El problema, lo confieso, es
que de lo que me gusta, me llevo varios y en todos los colores. Las que compro deben
ser más bien prendas con mucho estilo y actitud. Más que nada con lo que me sienta
cómoda y con la que seguro haré voltear cabezas. Entre ellos y ellas, por igual. Porque
aclaremos de una vez por todas que las mujeres ni nos vestimos ni nos arreglamos para
ellos, sino para las demás mujeres. Y no porque seamos gay, sino porque nuestros
respectivos maridos, novios, amantes o futuros ex novios ya están cansados de vernos.
En cambio, nunca nos cansamos de mostrarle a la competencia allá afuera, quién es la
mejor vestida, la de más estilo, a la que le luce mejor la ropa, ¡la mas!
Siendo el ser humano un animal, como queda ampliamente demostrado
en los programas del Discovery Channel, tal como en un ritual de apareo, antes
de salir, las mujeres sacamos a relucir todas nuestras armas: el perfume más
costoso, nuestras mejores accesorios, o joyas si las tenemos, los zapatos con el
color y el estilo que vaya perfecto con el atuendo que llevamos puesto. El
peinado que más nos favorezca y, por supuesto, la cartera ideal. El tema es que, a
diferencia de lo que los hombres piensan, en nuestra mente nunca está la idea de
seducirlos a ellos (menos cuando, tan poco selectivos como lo son, a través de
los años nos han demostrado que les da igual salir con la guisa de turno, que con
la perfectamente ataviada del club, si con un par de buenos melones les basta y
les sobra...). Entonces, ¿para qué desgastarnos innecesariamente? ¿Para qué más
nos vestimos si no es para envidiarlas a ellas? Y eso señoras, nos cuesta mucho
esfuerzo y, ni qué decir, dinero.
Históricamente hablando también, el tema de la moda entre hombres y
mujeres siempre ha sido motivo de discusión. De trifulcas y hasta de peleas. Si hasta
en la época medieval los franceses nos robaban nuestras pelucas, mientras que en
Escocia se ponían nuestras faldas! Y es que no hay nada más aburrido que la moda
masculina. Siempre igual, siempre predecible, a pesar de que sus diseñadores se
partan la cabeza tratando de innovar, la realidad es que, en la mayoría de los casos,
ellos siempre lucen, temporada tras temporada, exactamente igual a la anterior. Las
mujeres, en cambio, asumimos la moda como algo esencial en nuestras vidas. Es
como si fuéramos una fuente inacabable de antojos que no escatimamos en esfuerzos
por obtener.
La diferencia más grande que existe entre hombres y mujeres, en cuanto a moda
se refiere, es que mientras ellos quieren, ¡nosotras necesitamos!
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
7 8
Por ello, mientras ellos cambian de ajuar, si es que lo hacen por lo menos una
vez al año, tan sólo es para taparse del frío, de la lluvia, de la brisa o del sol. Nosotras
en cambio, no tenemos problema alguno en guardar, coleccionar, reformar y
almacenar trapos casi por deporte. No hay una prenda que salga fotografiada en
alguna revista de moda que literalmente no nos muramos por tener... ¡ya! Lo cierto
es que, por más que a veces nos critiquen por materialistas (generalmente frente a
todos sus amigos) a ellos también les gusta. Además, saben perfectamente la
diferencia entre una mujer bien vestida y una loba: la loba les cuesta menos y muestra
mucho más. ¿Cuál de las dos entonces será para ellos una mejor inversión?
El problema real es cuando dependemos de ellos, hasta para vestirnos. ¿Cómo
lograr convencerlos de que estrenar ropa es más que un simple capricho para
nosotras? ¿Que es casi una necesidad fisiológica? ¿Una igual que ir al baño, que
dormir o comer? Tengo tantas amigas que prefieren incluso, saltarse la hora del
almuerzo en un buen restaurante, para comprarse una cartera. ¿Suena enfermizo?
Lo es. En el caso de las mujeres que trabajamos es un poco más fácil que en el de las
casadas: nos gusta, nos antojamos, queremos, nos auto-convencemos, en milésimas
de segundo que necesitamos, compramos, nos endeudamos y posteriormente
archivamos cuando ya nos lo han visto demasiado. Pero en el caso de la mayoría de las
mujeres casadas, dependientes, que no trabajan o las dejan trabajar (al menos en paz),
esa mujer que hasta para decidir si el almuerzo es carne o pollo debe consultarle a su
mejor mitad, ¿qué debe hacer para suplir esa necesidad y estar siempre a la moda?
¿Acaso humillarse y salir con lo peorcito que tenga en el clóset para que de él mismo
(por pura y física vergüenza con los amigos, para que no vayan a creer que le está
dando mala vida o algo así) que debe darle dinero para renovar su anticuado
vestuario? Es un buen comienzo.
Recuerde que la única forma de lograr algo con ellos siempre será utilizar la
psicología pero a la inversa. Si se le ocurre pedirle de frente que le regale algo,
seguramente le dirá que no lo necesita, que en el clóset tiene uno igual, que para qué.
Y si la cosa se pone peor, usará argumentos más fuertes como: "¡No seas caprichosa
mujer!". Y eso sí que nos puede sacar la piedra. Pero, en cambio, si aprende a fingir
algo de sumisión y, cuando él por fin le ofrezca el cambio de ajuar, remátelo con un:
"Te lo agradezco, mi amor pero no lo necesito. ¿Para qué te vas a gastar esa plata en
mi?". Eso sí que los mata... ¡pero de la dicha! Ahí sí que erróneamente empiezan a
creer que nos tienen en sus manos ¡y nosotras a manipularlos! Y esa es la mejor
estrategia si no quiere trabajar y lo que prefiere es que la mantengan. Suena aburrido,
eso sí, tener que hacer tantos esfuerzos para conseguir de ellos los que necesitamos.
Pero tómelo más bien deportivamente. Asúmalo como un juego y eso sí, recuerde
que a pesar de que las mujeres que trabajan tienen más poder de decisión, el esfuerzo
para conseguir por sus propios medios el dinero para sus cosas es mayor aún.
Créame que si lo asume así, hasta fingir un poco valdrá la pena para conseguir lo que
quiere. Recuerde también que el fin justifica los medios.
En el momento en el que él se esté quejando de lo mal de ropa que está, es
ahí cuando usted debe comentarle que usted también lo está. Y eso sí, asegúrese de
hacerle pasar unas penas espantosas; en público, por supuesto, para que cuando
organice la próxima cena con sus amigos, sus esposas y el jefe de él en su casa, sálgale
muy propia y muy segura de sí misma, en sudadera, calentadoras ochenteras tipo
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MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:38

Flashdance, zapatos mal embetunados y el suéter de su bisabuela Ana que, entre otras,
ya tiene más de ocho años de fallecida. Debe contemplar la posibilidad de que,
como a todas, su vanidad podría traicionarla y hacerla dudar en salir a la sala con
un atuendo tan atroz. Pero créame que los resultados son fantásticos. Especialmente si
esa comida que fingió que preparó sin ayuda, la que más bien compró ya hecha en
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
7 9
algún restaurante sin que él lo supiera, está deliciosa. Así seguro que logrará y
mucha simpatía a su favor.
O si no sálgale directamente sin ropa. Cuando todos se escandalicen y le arme
escándalo, fingiendo toda la ingenuidad de la que aún pueda ser capaz, dígale que
literalmente no tiene nada qué ponerse. A ver si ahí sí le para bolas.
La otra forma que se me ocurre y que algunas de mis amigas aún casadas
ponen en práctica y les funciona a las mil maravillas es aprender a administrar muy
bien sus "deberes" en la casa. La noche que le pida un vestido nuevo y él se niegue,
finja algo así como una migraña masiva, un derrame cerebral, un cálculo en el riñon
pero ¡no permita que le toque un solo pelo! Ellos no son bobos. ¿Cruel? Tal vez.
Pero también lo es ver cómo todas nuestras amigas casadas o solteras, mantenidas o
asalariadas, usando la estrategia de su preferencia, estrenan ropas a sus anchas y usted
no. Por culpa de un marido avaro, su aspecto, en vez de evolucionar con la moda y el
tiempo, lo que está es como en la era del hielo: congelado en el tiempo.
Perfectamente lo que es un antojo: un impulso o una atracción involuntaria que,
desde ningún punto de vista se debe reprimir pues correría el riesgo de frustrarse. La
frustración, a su vez, podría producirle dolores de cabeza, temblores, náuseas, vómito
compulsivo, fiebre, ceguera, mal genio. Para así terminar en una inevitable
depresión.
Otro truco. Invente e invite cualquier tarde a su casa, a un selecto grupo de
amigos de confianza a un original shower de clóset en donde la finalidad será
renovar su vestuario y, humillarlo a él. Y no es que ésta signifique que va a invitar a
toda la colonia de amigos peluqueros que conoce a tomar el té en su casa. Es más bien
que con una improvisada colecta de caridad a favor de usted misma en su propia casa,
cuando él regrese de la oficina y la vea a usted muy sumisa recibiendo, la ropita que
caritativamente le entregarán sus amigos, con esa actitud de indigente, seguramente
él entenderá el mensaje: usted necesita ropa. ¡Urgente! Pídale además a sus amigos
que nada de ropa nueva y en papel de regalo. Que más bien le regalen ropa
evidentemente usada y osada para que su estrategia surta aún más efecto. Pantalones
estilo chicles pasados de moda en tela de leopardo, camisillas ombligueras en lycra
brillante. Minifaldas en tela de toalla, vestidos de tafeta y con moños y lazos a la
cintura. Camisas en transparencias y los short más cortos que hayan salido al mercado
en 1974. La estrategia es obligarlo a que le reproche con un: "Tú eso no te lo vas a
poner ni loca". ¡Bingo! Al muy avaro seguramente le dará vergüenza y hasta se
atreverá a reprenderla por ese acto tan desesperado y banal, tan sólo para adquirir
ropa nueva así sea vieja. Sin embargo, usted, fingiéndose la muy digna, se deberá
limitar a defenderse contestando: "¿Pero qué quieres que haga si tú hace rato no me
compras nada?".
Entiendo que aparentemente sería mucho más fácil conseguirse un trabajo para
no tener que pedirle un solo centavo y comprarla uno misma pero el sabor del
triunfo jamás sería tan dulce. Sin tanto esfuerzo como tener que madrugar, manejar
hasta la oficina en medio de tráfico pesado y trancones, atender teléfonos y clientes
babosos en la oficina a los que le toca sonreírles a pesar de que le caigan gordos,
usted desde la comodidad de su hogar también podrá estar a la moda sin tener que
salir de la casa más que para ir a la boutique más cercana. La que se las da de la muy
inteligente se compra, sí, su propio vestuario, pero corre también el riesgo de hacer
tanto esfuerzo para terminar vistiéndose para sus amigas, pues a ningún hombre le
gusta apreciar el buen gusto de la autosuficiente. De la que según ellos es una
arrogante, prepotente que se puede dar el gusto de comprarse por sí misma lo que le
da la gana y cuando le dé la gana. No, a ellos les gusta que finjamos que los
necesitamos. Que les pidamos, que les supliquemos y que les armemos pataleta cada
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 0
vez que no nos resulte fácil convencerlos de algo. Lo bueno es que al final siempre
terminan cediendo, pues logramos así que se sientan con el control. Y ese control del
que tanto se vanaglorian, es precisamente nuestra arma secreta contra ellos. La que le
volteamos para poder manipularlos.
La mujer realmente inteligente, es decir, aquella que ya ha practicado y
domina a la perfección el arte de fingir que es una bruta, trabaja, se ahorra todo su
salario para gastárselo en ella misma y, sin embargo, finge que nunca le alcanza para
nada y por ello debe recurrir frecuentemente a él. Aunque ambos extremos son
malos: o ser totalmente autosuficientes, o completamente dependientes, aprendemos
de las mujeres realmente inteligentes que, así como los orgasmos, hay que fingir a
veces para no sacrificar ninguno de los beneficios que nos brindan ambas
situaciones. No dejar de trabajar pero fingir que aún los necesitamos. ¡No importa el
cómo, lo importante sigue siendo el qué!
Ahora, si todo lo anterior falla, no deje de fingir un robo en la casa. Uno en el
que curiosamente le robaron toda su ropa. O, una inundación en donde se le dañó
todo lo que tenía, por culpa de la tubería vieja del baño que tampoco ha querido
cambiar. O directamente tome el asunto por sus propias manos y organice toda una
tragedia memorable para poder así lograr su objetivo: incendie la casa con todo lo que
tiene adentro, salvo sus joyas, sus efectos personales, sus cremas, y el suéter que más le
gusta. Ahí sí verá cómo le tocará salir corriendo a comprarse y a comprarle ropa.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 1
Capítulo 15 Ellos y la moda….!Pero en su contra!
SEGURO A ELLOS LES PODRÁ FASTIDIAR MUCHO el tema de la moda y la
importancia que nosotras le damos a cuanto trapo se nos ocurra comprar pero, así
como a algunas de nosotras nos atropella la tecnología, a algunos de ellos los atropella
la moda. Es simple cuestión de respetar cada uno su territorio. Si nosotras no nos
metemos en cuestiones de mecánica, que no se metan ellos en cuestiones de moda.
En otras palabras, si nosotras no nos metemos a arreglarles el motor de su carro,
¡que no se metan en nuestro clóset! ¡Ni que nosotras intentemos ser Bill Gates, ni
que ellos traten de ser Valentino! Y así lograremos entendernos finalmente algún día.
Inevitable eso sí, opinar sobre algunas prendas que ellos se ponen. Autoridades,
como lo somos en el tema de la moda, sus desatinos, algunas veces nos...
incomodan.
Cuando a ellos se les da por estar a la moda, generalmente cuando pasan de
cierta edad y se les da por volver a sus años mozos, a veces nos llevamos cada
desagradable sorpresa. Los desatinos son frecuentes. La mayoría de ellos desarrollan
un daltonismo crónico y la vergüenza que nos hacen pasar en público podría adquirir
visos de desastre. Nada mejor que un hombre bien vestido. No necesariamente de
saco y corbata. Ni el que hasta en la casa crea que ser elegante es andar cual
oficinista así sea de Wall Street. Ellos también deberían aprender a vestirse para cada
ocasión. El hombre elegante es aquel que, sin mucho esfuerzo, siempre logra verse
cómodo y, más que nada con mucho estilo. Preferiblemente no de "Andrés lo viste",
sino su estilo propio. Aquel que no le da miedo estar a la moda y que lo que traiga
puesto siempre lo combine con detalles clásicos y de muy buen gusto. Ese hombre
que logra vestirse de acuerdo con la ocasión y que no nos hace pasar vergüenzas en
público. Es decir, el que sale de sudadera en una fiesta familiar. El que va a la playa
con medias. El que le llega a uno en short a un asado en clima frío dizque porque así
iba a estar más cómodo. El que le llega a uno a la casa de los papas a conocerlos en
overol de carpintero. Creo que sólo con que no nos hicieran pasar penas en público
nos bastaría, pero no siempre se logra. Son varios los fiascos y los casos que hemos
visto y sobrevivido. Por ejemplo, nada peor que un hombre en cualquiera de sus
siguientes manifestaciones fashion:
LA TANGA NARIZONA
No sé bien a quién demonios se le pudo ocurrir inventarse una prenda de
vestir tan infame. Una tan poco erótica y anti-estética como lo es la tanga narizona.
¿Quién dijo que exponer públicamente lo bien o mal dotado que se esté es siquiera
remotamente sexy? Y tampoco es necesario ser precisamente un experto en moda
para definir que no hay nada más desagradable que el deplorable espectáculo de tener
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MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:39

que ver a un hombre, perfectamente útil y servible (en términos femeninos, claro está)
degradándose de tal forma. Una tanga narizona es, en resumidas cuentas, un
calzoncillo ajustado, de tela barata, que se usa chiquito para que se les vea grande. Con
un sinnúmero de diseños entre los que se encuentran modelos como: El sicodélico
de Chapinero, El fosforescente demente, el Leopardo salvaje, el Asesino en serie y,
por último, uno de los más populares del mercado: el modelo Desilusión que es ese
que además ya viene con relleno incorporado. Sin palabras. Sin aliento. ¡Sin
vergüenza!
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 2
Tarzán, el rey de la selva y del mal gusto, no sé si fue el impulsor o más bien el
culpable de esta moda masculina tan criminal. Pero lo que sí sé es que al menos el
hombre mono tenía la decencia de ponerse un taparrabos holgado y aparentemente
más cómodo con el que cubría sus partes nobles de la caliente Jane y para evitarse
problemas con la no menos traviesa Chita. Muchos le siguieron el paso a través del hall
de la infamia: Kapax, Supermán, Barman, Robin y, por supuesto, Oswaldo Ríos. Pero
una cosa es andar en ropa interior ajustada salvando el mundo de tragedias
inimaginables y otra, muy distinta, es pasearse por un balneario piscinero ostentando
iluso, embelesado consigo mismo, tan patético atuendo.
Entre sus diseños, los más populares son contradictoriamente hablando, los
más impopulares entre \¿sféminas que nos burlamos de quienes osen, valga la
redundancia, hacer el oso en público de semejante manera. El modelo Desilusión, por
ejemplo, es, como dije antes, el que ya viene con relleno incluido, al mejor estilo de
nuestros Wonder-Bras. Esos brasieres diseñados supuestamente para realzar la belleza y
el tamaño del busto que tanto se han popularizado en el mundo entero. Claro está
que en el caso de estos adefesios, estos criollos modelos chapinerunos de interiores,
lo único que realmente realzan es la vergüenza. Propia y ajena.
Si a ello le sumamos que frecuentemente quienes lucen dichos esperpentos
son generalmente flacuchentos, blancos, lampiños, con un ego sólo comparable con
el tamaño de los cuernos que les terminan poniendo sus víctimas al encontrarse eso
sí con un tipo decente que use pantaloneta y no se las dé de "Papi Chulo de vereda",
el problema adquiere visos de epidemia. Peor aún, para sumarle más a su desgracia,
cual uniforme, usualmente acompañan su desatino con sendos tenis y medias que
hacen que la experiencia cercana de cualquier tipo con un espécimen de estos, sea
toda una tragedia visual.
El Asesino en serie es aquel que usan quienes creen dar con un modelo
favorecedor y lo adquieren en una gran cantidad de colores y diseños matando a su
paso todas nuestras ilusiones. Tonos populares como el Fosforescente demente, que
es indiscutiblemente el favorito de las locas de las peluquerías del centro, el Uva
perturbador, El verde Feliz como una lombriz y, el no menos popular y apetecido
Azul cool. Que, si para rematar viene en modelo hilo dental, pasa automáticamente a
la referencia ¡Azul cool-O! El Sicodélico de Chapinero es aquel que viene en
divertidos motivos como rombos, cuadros, triángulos o a rayas. El que, como
particularidad, viene confeccionado en una tela stretch babosa y de dudosa calidad
que curiosamente sufre un marcado desgaste justo en la parte delantera. Bueno y en
la trasera también. Después de la primera lavada, además, generalmente se llena de
motitas. Y, en la playa, este modelp es el más incómodo de todos. Porque después de
chapotear en el agua, se desacomoda. Es ese que al salir del mar o la piscina, al
arrugarse inevitablemente su hombría ante el perverso frío, se escurre
automáticamente casi hasta las rodillas, ocasionando así risas locas a su paso.
El Leopardo salvaje, por su parte, es posiblemente el preferido de los body
builders de frasco. De esos especímenes de gimnasio que le deben sus músculos a las
pastillas y a los esteroides que consumen a diario. No propiamente al ejercicio real.
El estilo Cebra, el Tigre de Bengala, el Jirafa y, por supuesto, el más popular de todos,
el modelo Leopardo son, de lejos, los más vendidos, los que más demanda tienen.
Además vienen en una amplia gama de colores en donde el dorado es rey.
Con los dientes destemplados y, como conclusión, gracias a la oportunidad que
tengo en las páginas de este libro, aprovecho para lanzar una campaña contundente
en contra del uso y del abuso indiscriminado de la tanga narizona. La opción del
"No a la tanga narizona" ha debido estar incluida en el referendo. Deberían extraditar
a quienes osen usarla dañando así el paisaje natural de nuestras playas y de nuestras
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 3
habitaciones. La policía nacional, a su vez, debería tomar cartas en el asunto
impartiendo multas millonanas y lanzando al calabozo a quienes tengan la osadía y el
descaro de creer siquiera por un instante que la tanga narizona es siquiera
remotamente íexy.En las próximas elecciones, deberíamos votar por el candidato del
partido que sea, que prometa incluir dentro de su programa de gobierno, la
erradicación del país de esa plaga. O, que las quemen, como hacen con los
laboratorios de coca porque, créanlo o no, representan más o menos la misma
amenaza social. Que la rieguen con glifosato, que Estados Unidos entre en el país a
invadir las playas, los balnearios, las piscinas públicas o privadas y, las habitaciones en
donde la tanga narizona pulula a sus anchas causando destrozos y terrorismo visual a su
paso.
EL TENIS DE BOTÍN, LA MEDIA PLAYERA
Y OTROS DESASTRES DE LA MODA MASCULINA
Y siguiendo con el tema de la moda masculina, nada para reconocer a leguas a
un turista del interior como cuando usan su sello particular en clima caliente. Y es
que en la playa no sólo a las mujeres nos pasan al tablero para saber (y para poder
comentar con los amigos) si pasamos la prueba del agua o no. Es decir, si estamos
bien de figura. Si nuestro busto está caído. Que si es operado o no. Si tenemos
estrías, celulitis o cicatrices. Si estamos bien de cola o, si más bien somos nadadoras:
nada por delante, nada por detrás. Ellos, en materia de estética y belleza, ¡saben...
demasiado! Y ese también es uno de los mayores problemas que enfrentamos las
mujeres modernas: que ahora todos los hombres tienen complejo de cirujanos
plásticos. Pero lo interesante es que no sólo ellos lo hacen.También nosotras nos
hemos vuelto mujeres exigentes en cuanto a la belleza masculina se refiere.
¿Venganza? No lo sabría decir exactamente pero resulta muy entretenido
analizarlos también mientras no se dan cuenta. Fíjese bien la próxima vez que esté en
algún sitio público. En cualquier rincón de la playa, o del centro comercial o del
parque, habrá una mujer que muy disimuladamente, detrás de sus oscuras gafas de
sol, mantendrá los ojos bien abiertos. Y no es que ande en plan de conquista. Es sólo
para evaluar, calificar y descuartizar, si es preciso, a cualquier espécimen masculino
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MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:39

que se atreva a desfilar por algún espacio público en un atuendo poco menos que
apropiado, por no decir, ridículo. En cualquier lugar, siempre habrá una de nuestras
camaradas atentas y listas para dar un reporte detallado y completo a las demás sobre
cuáles son los posibles buenos prospectos y cuáles no. Y es que como también nos
han enseñado que todo entra por los ojos, como a ellos, a nosotras de repente
también nos parece importante que los tipos con los que salgamos se vean bien, se
vistan bien, se sepan comportar en público y, por Dios, que sepan algo de moda.
Lo más interesante y peligroso que tenemos las mujeres no es propiamente
nuestra habilidad para manipular o inventar mentiras creíbles a la velocidad de la luz.
No, podría decirse que es más bien la red internacional de comunicación sin barreras
y de contraespionaje que manejamos a nuestras anchas. Nada más divisar a alguno que
nos provoque risas locas con su particular atuendo para que logremos que, como
pólvora, se riegue la información y ninguna después quiera salir con él. Es decir, que
acabemos con su reputación. La forma más fácil de desprestigiar a un hombre es, de
lejos, caer en la lengua viperina de una mujer. Pero, entonces, ¿para qué dan tanta
papaya? Nos critican a nosotras porque somos compradoras compulsivas y ellos, la
mayoría, se visten de terror. Lo cierto es que a ellos sí les gusta que nos veamos bien
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 4
para así poder lucirse frente a los amigos. Pues a nosotras también nos gusta que ellos
se vean bien para nosotras poder lucirnos frente a las nuestras.
Muchos hombres, convencidos como están de su masculini-dad a toda prueba,
olvidan por momentos que la moda, aunque a veces incomoda, es un tema tan
delicado para las mujeres. Tanto que, mucho más que evaluar la eficiencia de sus
neuronas o sus pericias en la cama, lo que a casi todas nos interesa, cual trofeo, es
poderlos mostrar ante nuestras amigas. Para envidiarlas, básicamente. Pero pobrecito
aquel que tome el tema de la moda tan a la ligera que se atreva a avergonzarnos frente
a nuestras rivales. Ellos se burlan de nuestros moños, de nuestros pantalones si ya no
aguantamos los descaderados, de nuestros zapatos de tacón puntilla y de la mayoría de
nuestros accesorios. Pero nosotras también tenemos algo que opinar sobre la moda de
ellos. Estas son entonces algunas de las prendas masculinas que deberían erradicarse
de todos los clósets del mundo. Para ver si con mejor gusto para vestirse logran
despertar nuestra pasión. Para ver si así se logran salvar algunas relaciones.
¡UN CANALLA EN LA PLAYA!
Uno de los mejores ejemplos que existen es el de aquellos hombres que en sú
ciudad, todos uniformados, disfrazados de contadores públicos, que con saco y
corbata se ven guapísimos pero que, al aceptarle una invitación a tierra caliente, al
salimos de camisa hawaiana de palmeras, tenis de botín y medias, hacen que se nos
muera automáticamente la pasión. Señores del interior del país, ¿qué les pasa? Los
tenis en clima caliente no se usan con medias más que para practicar algún deporte.
¡Y las raqueticas de playa no cuentan! De hecho, los tenis no son para ir a la playa,
para ello se han inventado las sandalias, las chanclas plásticas o de cuero o de tela y,
por supuesto, los mocasines. Pero nada peor que le salgan a uno de pie blanco y
empolvado, cual cucaracha de panadería. Mucho, muchísimo menos frente a las
amigas.
LAS CORBATAS DE MUÑEQUITOS
La corbata es también un tema que inevitablemente debemos tocar. Aunque
repito que prefiero salir con alguien cuya profesión no implique el uso y el abuso de
la corbata, lo cierto es que lo ideal es salir con alguno que trate de evitarlas al
máximo, pero que, cuando le toque, se vea impecable y no disfrazado. Nunca se le
ocurra la mala idea de ofrecerse a escogerle una corbata. Créame que lo mejor es que
él crea que la que él seleccionó es la más varonil de todas. Y eso sí, desde ningún
punto de vista vaya a soltar la risa. Usted, más bien, sólo limítese a fingir admiración.
¿Cómo opinar sobre una prenda incómoda e inútil que la mayoría de nosotras no
sabemos para qué demonios sirve? ¿Para qué, si todo el mundo sabe que las corbatas
limpias siempre atraen la sopa? Y luego, encima de todo, por detallistas, ¿nos toca
clavarnos el cuchillo para terminar lavándolas? ¿O dígame usted cuál es la función de
un pedazo de tela colgada al cuello? ¿Para taparse el cuello del viento y no le dé gripa?
¿Para remplazar al ya casi extinto pañuelo y se puedan sonar la nariz
disimuladamente en horario de oficina? ¿Para limpiarse las gafas? ¿Para medirle el
aceite al carro? ¿Para usarla como servilleta después de almorzar en la oficina? ¿Para
sostener la camisa? ¿Para ahorcarse?
¿Para qué demonios sirve una corbata, insisto? El caso es que la popular prenda
masculina no nos genera ni siquiera simpatía, pues tampoco le hemos encontrado
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 5
mayor uso a nuestro ajuar personal. Así como nos gusta usar a veces sus camisas, o sus
pijamas que son mucho más cómodas que las nuestras. Así como les sacamos sus
medias del cajón y nos la ponemos para dormir, ¿para qué nos podría servir una
corbata? Bueno, tan creativas que somos, últimamente las estamos usando de
cinturón. pero ese es otro tema. Además, ¿quién los entiende? Se burlan de nosotras
porque nos gusta Hello Kitty y todos esos muñequitos y otras pendejadas. Pero no se
dan cuenta de que los diseños de las corbatas de ellos sí que son a veces ¡súper
gay\ Las hay rosadas o amarillitas, con pollitos, elefantitos, patitos, conejitos y
pececitos de colores. Por eso le digo, deje mejor que él escoja y por lo
menos así siempre tendrá la excusa de que usted no tuvo nada que ver con
su mal gusto.
EL look LEÑADOR
Otra prenda masculina que nos aterra pero que nos aguantamos de
acuerdo con las circunstancias es: el pijama a cuadros. Nada que mate más
rápido nuestra pasión que imaginarnos estar metidas en la cama con un
leñador pudoroso. Es como hacer el amor con el mismísimo Súper Mario
Bros. Lo ideal sería que durmieran sin nada, pero como desgraciadamente
no toda la vida se verán como un Adonis, ni tendrán las abdominales marcadas
(si es que alguna vez las tuvieron), ni sus colas serán tan firmes y duras.
Entonces sí que se tapen según vaya tratándolos el paso del tiempo, pero que
por Dios nos tengan algo de consideración. Encima de todo, cuando las usan
térmicas y abotonadas hasta el cuello, el mensaje que recibimos no es para
nada alentador. Recordar además que otro de los, no sé si otro de los atributos
o defectos, que tenemos todas las mujeres en el mundo o no, es que por muy
ocupadas que estemos físicamente, nuestra mente al parecer nunca lo está y
por eso nos embarcamos en cada película de terror. Nuestras mentes siempre
estarán suficientemente desocupadas para inventarnos mil historias de horror
en torno a ellos y a lo que significan sus palabras y sus gestos. Y ser tan
elementales también les da una amplia ventaja frente a nosotras. Por ejemplo, en
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MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:39

el caso que nos interesara, si al preguntarles por qué una pijama tan tapada, a lo
mejor nos dirían que porque hace frío. Nosotras, rápidas mentalmente como
lo somos en la mayoría de los casos, automáticamente interpretaríamos el
comentario como: "¿Tiene frío? ¿Acaso le parezco muy fría? ¿Se ha empezado a
enfriar la relación? ¿Acaso con este gesto, está tratando de decirme algo?". Y así nos
pasamos la vida tratando de descifrarlos cuando en realidad uno de los secretos
masculinos que más han logrado dominar a lo largo de la historia es a ser felices a
través de la simplicidad. Un sí para ellos es un simple sí y un no, pues no tiene más
significado que una negativa. ¿Entonces por qué matarnos pensando que siempre
significa alguna otra cosa que no nos está diciendo? Tal vez por eso detestamos
aquellas prendas que nos pongan a pensar demasiado. Por eso detestamos tanto el
pijama térmica a cuadros y todo el look leñador que a ellos ¡tanto les gusta!
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 6
Hijean baggy
De terror el hombre que, en vez de aquellos fabulosos modelos de jeans que a
ellos se les ven tan bien (es decir, con los que sus colas se ven tan bien y que, incluso,
a pesar de tener formas corporales tan distintas a las suyas, comenzamos a usar hace
años para ver si así nuestras colas se veían como las de ellos), insistan en ponerse
jeans varias tallas más grandes que las propias y en modelos muy poco favorecedores
como el baggy bota tubo, para dar tan sólo un ejemplo. Esa prenda amorfa que los
hace ver como bolsas de basura. Los que se suben hasta la cintura dividiendo la
barriga en dos cual apartamento dúplex. Esos que generalmente vienen en tono azul
clarito y que para rematar tienen bota tubo. Y, aunque lo cierto es que no todos los
hombres logran verse como David Beckham en jeans, lo cierto es que deberían
sacarle mejor provecho a una prenda que casi todos logran que se les vea bien. El
modelo bota tubo, entre otras, a menos que su pareja sea el cantante, el guitarrista o
el baterista de una banda de rock y responda al nombre de Mick, Paul, Fito, Charly
o Slash, no deberá ser usado por el hombre del común, pues corre el riesgo de verse
muy, pero muy ridículo. El ataque de risa de sus amigas puede además ser
contagioso.
Y eso por sólo mencionar algunas prendas masculinas que no hemos podido
lograr que nos gusten. Con las que ellos no han podido lograr conquistarnos. Y, ojo
señores, pues es tan delicado e importante el tema de la moda que, aunque suene
frivolo (lo cual además lo es, para qué negarlo), es uno de los factores más
determinantes a la hora de salir con un hombre. Sí señores, ustedes nos gustan por su
personalidad, pero los preferimos bien vestidos y cuidados. Nada que nos mate la
pasión más rápidamente que un hombre descuidado. Nada que aniquile más nuestra
ilusión de convivir con ustedes y que nos mantengan que se vistan como si su
asesor de imagen y vestuario respondiera al nombre del mismísimo payaso Plin
Plin.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 7
Capítulo 16 Lo que siempre han querido saber acerca de la menstruación
y nunca les hemos contado...
Una cosa elemental que ellos necesitan saber para entendernos a
nosotras las mujeres en el caso de la menstruación, es que, después de
mucho tiempo juntos, siempre es el peor día del mes.
¿QUÉ SE SIENTE TENER LA REGLA? A lo mejor de allí se derivan gran parte de
nuestros problemas femeninos. ¿Y de nuestro inconformismo? ¿Por qué a nosotras sí
y a ellos no? Popularmente conocida como la regla, la visita o, la menstruación, como
sea, sangrar profusamente en ciclos que se presentan (dependiendo de la víctima)
cada 28 ó 30 días, no tiene nada de divertido. Usted señora sabe perfectamente por
qué. Quienes no lo saben son ellos. Alguna conexión macabra debe existir entre la
menstruación y la ley de Murphy, porque no es divertido que la ilustre visita nos
llegue sin avisar y casi siempre en los momentos más inapropiados. Es decir, en la
playa, en medio de un trancón, fijo en algún evento público o, peor aún, durante el
antes de en una noche romántica. Encima de todo, como en el caso de cualquier
huésped fastidioso, no sólo se queda con nosotras un buen rato, sino que, además, las
secuelas de tan desagradable visita permanecen por varios días más. Es decir, cuando
la regla se va, nos deja de regalo algo que se llama flujo. Que es algo así como el
amigo intenso que lo visita a uno por unos días. Uno lo hospeda muy amablemente
en su casa.
Y luego de que casi no pudo lograr que se fuera, ¡le deja a uno un montón de
cuentas por pagar!
Por su parte, los cólicos que sentimos cuando estamos a punto de tenerla, son
como dolores de parto. La diferencia es que no existe el factor retraso, como
tampoco hay cerca curas para bendecir argollas, ni baby showers con regalos que nos
ayuden a disipar el malestar. Ni siquiera, en la mayoría de los casos, hay un novio a la
vista y ni qué decir del feliz acontecimiento de un ¡bebé a bordo! Es decir, es una
especie de parto sicológico pero ¡sin regalos! Tener la regla es sentirse mal porque sí.
De mal genio, porque sí. Fastidiadas desde el momento en que sabemos que va a
llegar, amargadas durante su visita y malhumoradas por no saber ¡cuándo demonios
se irá!
La sensación de usar un tampón, para los caballeros que seguramente también
se atreverán a dejarse llevar por la curiosidad y leerán este libro, que no es más que
un corcho vaginal para evitarnos vergüenzas públicas o, para poder fingirles a
ustedes que allí adentro no está pasando nada (especialmente con un biquini
puesto), sólo es comparable con la de tener sexo con alguien que, encima de tenerla
chiquita, ¡sabemos que no nos volverá a llamar! Ponérselo, además, es complicado y
aparatoso. Hay mujeres que han adoptado técnicas raras como la de subirse a un
banquito para que entre mejor. O la de acostarse en la cama, pues así duele menos,
etcétera. Las que nos damos mejor vida, optamos por imaginarnos que estamos ante
la experiencia de tener sexo con un extraño. Sólo que una vez nos introducimos el
cilíndrico y, no muy bien dotado aparato, nos desilusionamos al comprobar que el
tamaño "no es lo de menos" y que las baterías sí sirven para algo. Para rematar,
luego de tener una especie de sexo virtual todo el día, al quitárnoslo, fin del
romance. Lo peor de todo es la sensación de que el muy ingrato nunca volverá a
aparecer.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 8
Usar una toalla higiénica, por su parte, para las más profesionales y/o prácticas
en el asunto, es algo así como llevar una papaya entre las piernas. Porque eso sí, una
cosa es dar papaya y otra muy distinta es tener que cargar con un pesado bulto que de
higiénico tiene lo que yo tengo de manicurista. Encima de todas las complicaciones
que tenemos que asumir para sobrevivir a la tan inesperada visita, tenemos que
aprovisionarnos de antemano con toda suerte de elementos higiénicos, así como
dominar toda la terminología realística del caso.Tampones, o tampax si el corcho
vaginal es importado, protectores de panty, porque uno nunca sabe. Los hay del tipo
convencional, los de tipo tanga y hasta los modelo hilo dental. Las toallas para el día
y, por supuesto las de por la noche que vienen extra— largas, cuales hamacas de San
Jacinto, y con alas que no permiten volar ni la imaginación siquiera.
Eso sí, para que podamos llevárnosla mejor con nuestras parejas si es que
pretendemos permanecer casadas y mantenidas, como sigue siendo el objetivo central
de este libro, toca admitir que tener sexo con la regla, a diferencia de lo que ellos
piensan, aparte de colorido, para muchas mujeres es fantástico. Lo que no es divertido
en cambio es tener que asumir una actitud sumisa y de consideración hacia ellos,
para no ofender a nuestra contraparte cada vez que queremos tener sexo a pesar de la
fastidiosa regla. Como si el beneficio no fuera también para ellos. Muchas mujeres
lo asumen erróneamente como si para ellos fuera algo así como "hacernos un favor"
y jamás logran admitir que no sólo lo disfrutamos, sino que cabe la posibilidad que
ellos también. Lo cierto es que durante esos días, tenemos más ganas debido a que
nuestras hormonas comprobadamente están más alborotadas y necias que durante el
resto del mes. Lo mejor de todo es que es uno de los pocos momentos en los que ni
siquiera nos toca fingir un orgasmo pues ni cuenta se dan si nos vinimos ¡ o si nos
estamos yendo!
Mancharse en público es una vergüenza sólo comparable con que lo dejen a
uno plantado en medio de una fiesta y que el novio o marido se vaya, frente a todo el
mundo, con la mejor amiga. La gente ahí sí colabora: se aparta, murmulla y comenta
nuestro infortunio entre risitas idiotas. Luego, sintiéndonos como unas perfectas
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:39

fracasadas y, ni qué decir, rechazadas sociales, toca ahí sí ir a lamentarnos solas de
nuestra desgracia mientras los demás se siguen divirtiendo. Generalmente a costa
nuestra.
Para concluir, técnicamente y en la mayoría de los casos, por muy fastidiosa
que sea, la regla sólo dura entre cuatro días y una semana. No es cierto que dure tres
meses seguidos y, si lo tienen convencido de lo contrario, es muy probable que
simplemente no se lo quieran dar. Lo gracioso en medio de tanta tragedia es que la
mayoría de las mujeres en el planeta duramos toda la vida quejándonos de la maldita
regla para que, unos años después, cuando se nos vaya definitivamente, todas
también terminemos añorando ¡la bendita regla!
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
8 9
Capítulo 17 La tenebrosa primera cita
Algunas cosas que debe evitar si es que quiere que haya una segunda.
UNO DE LOS TEMAS MÁS COMPLICADOS con el que inevitablemente nos toca lidiar
a las mujeres del mundo si queremos encontrar pareja algún día, si es que somos
solteras, solteronas, separadas, divorciadas o viudas, es el de la cita romántica. Y si
encima de todo ésta es a ciegas, peor. Todas, por igual, soñamos con el momento en
que nuestro teléfono suene para que se abran de par en par las puertas de nuestra
ilusión por encontrar ese hombre ideal que tanto esperamos para complementar
nuestras vidas. O para que nos mantenga. Usted verá. Lo malo es que esa primera
llamada que tanto anhela, casi siempre llega cuando usted maneja por entre un túnel
y se le pierde la señal. O cuando acaba de meterse en un ascensor. O, peor aún,
preciso cuando acaba de meterse en la ducha y, debido al sonido del agua corriendo,
no alcanza a escuchar el timbre de su celular. Entonces ahí sí graves, porque encima
de todo tener que devolver la llamada es, ¿cómo diríamos? Un mal presagio. En el
caso de ellos podría ser incluso peor. Si se lo encuentra en algún sitio y se anima a
pedirle su teléfono y usted, finalmente tiene toda la intención de dárselo (el
teléfono, por supuesto), los chances son que el directorio de su celular ya esté lleno.
Si pide un bolígrafo, seguramente no tendrá papel. Pero si consigue papel, nadie
tendrá un bolígrafo para prestarle. Y si de casualidad tiene ambas cosas a la mano, en
ese momento alguno de sus pesados amigos hará su aparición triunfal y él se
espantará pensando que es su novio. En todo caso, las relaciones entre hombres y
mujeres modernas cada vez son más complicadas.
El caso, también, es que, aparte del nerviosismo que suscita una primera cita
con un hombre que nos llama la atención, hay ciertos obstáculos que a veces no
permiten que las cosas se den y lleguen a un feliz término. Y no hablo precisamente
de campanas de boda ni nada que se le parezca. Hablo al menos de una segunda cita
que, estando el mundo como está, ya constituiría un verdadero logro. Porque son
muchos los hombres que, luego de darle muchas vueltas al asunto, se deciden a
llamar, pero también existen y, muchos casos, en los que jamás vuelven a aparecer.
¿Entonces qué hay que hacer para superar los nervios y lograr que esa primera cita
sea también la primera de una larga cadena de invitaciones especiales? No mucho. O,
mejor sí. Le tocará fingir confianza, desplegar toda su personalidad y, debajo de la
mesa, cruzar los dedos para que la de él sea compatible con la suya. Para que logre
causarle una buena impresión sin mostrar desesperación y que la vuelva a llamar
para volver a invitarla a salir. Como anoté antes, el éxito jamás puede estar
garantizado, especialmente cuando son las palabras, más que los gestos, los que
algunas veces se interponen en nuestro camino. Más aún cuando bien podría ser
usted la que después de la nefasta experiencia, no quiera volver a repetir jamás una
cita de ningún tipo, con el personaje en mención. Sin embargo, sí hay unas cosas que
podemos hacer, al menos para que nuestra noche no se convierta en una pesadilla. Es
decir, piara que ni lo matemos ni nos maten del aburrimiento.
Para empezar, así como lo ideal será descubrir quién es el tipo que nos está
invitando a salir, también lo es averiguar de dónde demonios sacó nuestro teléfono.
Por si las moscas. Pues por muy en cuarentena que estemos, por muy ponchadas, por
mucha escasez, siempre es mejor cerciorarse de que uno no va a sacrificar su preciada
soltería y todo los beneficios que ello implica ¡por un encarte! Es así como la regla
número uno será antes que nada hacer las averiguaciones pertinentes. Así como lo
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
9 0
hacen ellos. Como piden referencias nuestras antes de atreverse a llamarnos.
Recuerde también que debe adquirir actitud de triunfadora así su teléfono ya tenga
telarañas de lo poco que ha sonado desde su última relación sentimental. Es decir, no
permita que la traicionen los nervios y que por torpe, el de la otra línea, termine
pensando que a usted se le apareció la virgen. Pues ahí ya estarían empezando mal y
usted arrancaría con una gran desventaja. La buena racha empieza cuando empieza a
sonar su teléfono, cuando se rompe la maldición de la austeridad sentimental.
Entonces un buen consejo sería que aprovechara usted su buena racha, pues lo más
seguro es que en la época en la que al parecer usted no hace nada malo y sin
embargo nadie la invita ni a un kumis, generalmente viene seguida muy de cerca de la
época en la que al parecer nada le sale bien. Es así como los buenos momentos hay
que saber aprovecharlos. Preferiblemente, al máximo.
Nunca se haga mayores ilusiones sobre ninguna cita a ciegas basada
únicamente en el tono de la voz que escuchó por el teléfono. Las sorpresas, en la
mayoría de los casos, suelen ser funestas. Si la buena voz de un hombre garantizara el
éxito de una posible relación sentimental con él, muchas de nosotras ya estaríamos
casadas con algún operador de larga distancia. Por esto tampoco deberá hacerse
ninguna ilusión sobre alguien que le describa una amiga. Recuerde que las amigas a
veces no lo son tanto y que "entre gusto y gusto no hay disgusto". Es decir, ese
hombre al que a su amiga le puede parecer sensacional, a usted bien podría parecerle
un adefesio. O ese al que su amiga le parece simpatiquísimo a usted le parezca un
petardo. También cabe pensar que su amiga no tiene sentido del humor. Recuerde
además de escoger muy bien el sitio en donde quiere que la lleven. Especialmente si
la embarró al aceptar la invitación y su pretendiente resultó ser un fiasco. La
probabilidad de que uno se encuentre con alguien conocido o con alguien que a uno
sí le gusta, aumentan cuando uno sale con alguien con quien no queremos que nos
vean.
Nunca acepte en una primera cita una invitación a algún restaurante italiano.
Mucho menos se le ocurra pedir espaguetis. El reguero es tenaz y lo peor de todo es
que la víctima siempre es la última en enterarse de todo. Al llegar a casa, uno ahí sí
se da cuenta de esto. La mancha en la blusa sólo la notará cuando llegue a casa. Así
como allí también se dará cuenta de que en el diente todo el tiempo tuvo pegado un
pedazo de pimienta. Por eso, no pida nada complicado de comer en una primera cita
y absténgase de dárselas de la muy conocedora. Limítese a pedir cosas sencillas como
el pan y la mantequilla que sirven al principio, una crema de algo y postre. Así creerá
que no está a dieta y a los hombres les fascina que uno no ande pendiente de eso.
Como si eso les transmitiera seguridad en nosotras mismas. Allá ellos. Respete su
punto de vista y haga valer el suyo. Esta bien podría ser su única y última
oportunidad para hacerlo, si es que sigue saliendo con él. Es bueno que haya
posiciones encontradas, que no finja de entrada que está de acuerdo con él en todo.
Ya habrá tiempo después para eso. Recuerde también que a ellos les gusta creer
que nos han convencido de algo, no que de eso ya nos encargamos solas. Además,
si desde el principio usted pretenderá convencerlo de que piensan igual, ¿cuál sería el
chiste? Si está más que comprobado que si dos personas siempre están de acuerdo en
todo, lo único que eso significa es que una de las dos no se necesita para nada. Para
eso, dediqúese a hablarse sola, es más productivo.
Usted sabrá que no habrá posibilidad de una segunda cita cuando se vaya
volviendo más simpática con él a medida que esté más cerca la hora de regresar a
casa. O cuando note que él se volvió más querido con usted en el momento en que
ya casi llegaban a su casa y él se comenzó a despedir desde hacía tres cuadras atrás.
Recuerde también que factores extras como si él fuma y usted no, que a él le guste el
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
9 1
trago y usted lo deteste, que no le entienda sus chistes, que durante la cita le mencione
cosas que le bajen el nivel de interés como que usted le recuerda a alguien, entonces,
mujer al fin y al cabo, no vuelve a probar bocado hasta adivinar de quién se puede
tratar. Cada una de las opciones que se le podrían ocurrir es una más aterradora que
la otra: ¿a una ex novia? ¿A su mamá? O que, estando con usted, se le ocurra dejar
ir los ojos detrás de otra hiriendo así su susceptibilidad y embarcándola en una pelea
interna de inseguridad versus dignidad. ¿Qué hacer? Nada. Deje que los días
determinen el próximo paso para seguir si es que lo quiere volver a ver. Si es que él
quiere volver a verla a usted. Cualquier cosa puede pasar. Lo seguro es que una cita,
a ciegas o con visión 20/20, bien vista hasta por su ex marido y con pleno
consentimiento, nunca podrá ser considerada como una garantía de algo. Lo único
cierto es que por descarte, para que no se vaya a hacer falsas ilusiones, tenga siempre
presente que: cuando una cita empieza bien, podría terminar mal. Cuando empieza
mal, podría terminar peor. Como pasa con las rupturas sentimentales, más conocidas
como tusas, "para estar colgando, es mejor caer" . Y que de una entienda si le fue
bien, mal, regular o peor de lo que pensaba. Y eso sí, no se ilusione... demasiado.
Sin embargo, existen algunos indicios que podrían ayudarle, desde mucho
antes de "vestirse para nada", a definir si vale la pena correr el riesgo de perder su
tiempo y su peinado, o no. En saberlo antes de hacer el oso, está el secreto. Pero lo
cierto es que entre hombre y mujeres, a pesar de que a veces somos tan obvios, al
final de todo nunca se sabe nada. Peor aún en el caso de las mujeres. Porque, por
ejemplo, las posibilidades de que conozcamos a un hombre que realmente nos gusta
estando solas, son virtual-mente imposibles. Por no decir nulas. Antes que nada, por
lo que también señalé anteriormente: a ellos les gustamos pero cuando estamos
acompañadas. También porque cuando uno cree conocer al hombre perfecto, somos
tan de malas que casi siempre: o estamos con alguien en ese instante, con el marido
o con el novio, o con una amiga más bonita y simpática que nosotras. No hay caso.
Siempre existe además de todo, la posibilidad de que esto pase: que el hombre
perfecto, ese que de verdad le gustó, se enamore pero de su amiga; que él no le haya
gustado ni un poquito, o ya esté ennoviada con otro. Y ahí sí que las cosas se vuelven
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:40

realmente patéticas, pues termina entonces usted de confidente y paño de lágrimas del
hombre del que está enamorada. En conclusión, los hombres y las mujeres sólo
podremos estar de acuerdo en dos cosas fundamentales en la vida: en que ambas,
nuestras razones, para lo que sea, siempre serán distintas.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
9 2
Capítulo 18 ¿Para qué nos casamos?
El amor es el triunfo de la ilusión sobre la inteligencia. Mientras tanto, ¿el
matrimonio supone el fin de todas las ilusiones?
LA DIFERENCIA FUNDAMENTAL QUE EXISTE entre hombres y mujeres en el mundo
entero es que mientras nosotras nos casamos con el fin de empezar algo, ellos lo
hacen con la intención de acabar algo. ¿Con un ciclo? ¿O tal vez con nuestras
ilusiones? Sea cual fuere la razón, lo cierto es que casarse no es una decisión fácil.
Si de verdad supiéramos de antemano en lo que nos estamos metiendo, seguramente
nunca nos meteríamos. ¿Será entonces cierto eso que dicen que el miedo que le
tenemos a quedarnos solas es superior al que le tenemos al sometimiento por
voluntad propia y, por ende a la frustración? ¿Será esa la razón por la que algunos
aún se aventuran a dar ese paso tan importante en sus vidas? ¿O más bien uno tiene
que casarse con cierto grado de estupidización? ¿Uno que no le permita más que ver
el aquí y el ahora? ¿Acaso así uno logra volver a ilusionarse con que el futuro no es
más que una utopía y que el mañana, pues siempre sigue siendo hoy? ¿Que si uno se
pasa la vida, esperando lo que viene mañana o después, sí corre el riesgo de quedarse
para vestir santos porque el después, cuando llega, seguirá siendo, pues hoy? Lo
cierto es que en la vida es sano dejarse tentar. Las tentaciones, sobre todo, son
sanas cuando somos jóvenes. Así que no las trate de evitar pues en la vejez, lo más
seguro es que ellas la eviten a usted. Y entonces sí, ¡ya para qué!
Mi amiga Aleja Azcárate, a quien admiro por ser una de las mujeres modernas
más francas y divertidas que conozco, utiliza una frase que me gusta mucho para
describir el matrimonio: "Es como un submarino, está diseñado para flotar pero esa
mierda se hunde". ¿Será cierto? No lo sabremos si ni siquiera superamos el miedo a
intentarlo. Lo cierto es que muchas mujeres casadas que conozco y que han logrado
sacar sus matrimonios como el submarino con el que lo compara Alejandra, a
flote, coinciden en que para tener un matrimonio realmente feliz, la clave es
aprender a callar una que otra cosa. Es entender que la pareja es aquel ser humano
que convive con usted, que la conoce demasiado bien y aún así está dispuesto a
aguantársela. Y, aunque después de años de casados, sea inevitable que la pasión
salga volando por la ventana y se acabe y termine usted sintiéndose como si
compartiera la cama con alguien de su misma familia, a lo mejor vale la pena
intentarlo. Más que nada, por lo que anteriormente expuse y es que es mejor vivir
cómoda que incómodamente. Es decir, es mejor ser mantenida que asalariada.
Nuevamente, depende de lo que usted quiera en esta vida y de lo que crea que la
hará más feliz.
El secreto para permanecer en pareja, según algunos escépti-cos, en cambio,
para llevarse bien con un hombre, lo ideal es no ser su esposa. O, si la mujer cede y
de verdad empieza a entender a su pareja, es porque en algún instante del camino,
aprendió a no escucharlo. ¿Uno sí será que se casa con la idea de que es para toda la
vida? ¿Cómo hacen para mantener viva esa ilusión? ¿O es que de verdad, ante la
posibilidad de tener que hacerlo todo solas por el resto de nuestros días, de repente
la idea nos comenzó a parecer poco menos que atractiva? Pero también lo es
perder nuestra preciada libertad que tantos años de lucha nos ha costado. ¿Pero,
entonces, quién tiene la razón? Nadie. Todo dependerá de su nivel de aguante. De
cuánto quiere usted luchar por cumplir sus metas, si es que las tiene. De cuánta
paciencia puede desplegar si lo que quiere es apostarle a un hogar con marido, hijos,
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
9 3
perro, y todo lo demás. Lo único realmente cierto en ambos casos es que sea cual
fuere su elección y posterior decisión, ambas requerirán muchísimo trabajo, esfuerzo
y, más que nada, sacrificio. Uno de mis refranes favoritos sigue siendo: el hombre
nace solo y muere solo y, aunque a la larga, en la práctica, termina siendo
absolutamente cierto, no nos digamos mentiras, que la vida, acompañados, suele ser
mejor. ¿Entonces podría ser esa también una de las razones por las que nos conviene
comprometernos con alguien? ¿Será que sí? ¿Acaso perder nuestro terreno, en el que
nos hemos convertido en dueñas y reinas de nuestros propios espacios, vale la pena
sacrificarlos por amor?
El amor es un mal necesario. Porque quienes no lo tienen lo añoran, quienes
lo han tenido lo extrañan y quienes lo tienen actualmente, casi siempre lo quieren
desechar. De hecho, entre los días más felices de nuestras vidas están el día en que
conocemos a ese alguien especial y el día en que lo abandonamos cuando ya no lo
soportamos más. Entonces, ¿qué pasa con el amor que se ha vuelto un sentimiento
aparentemente tan débil? ¿Uno que implica sacrificios a los que muchas veces no
queremos acceder? ¿Qué pasa que nadie quiere ya dar el primer paso a aventurarse
hacia lo desconocido? ¿Y si nos llegara a resultar? ¿Qué habría que hacer para
superar todas nuestras dudas y nuestros miedos? ¿Ayudaría vivir en casas separadas?
Entonces, si no es para compartir, ¿para qué casarse? ¿Será que tal como viven
algunos amigos divinamente casados, en la misma casa pero cada uno con su propia
habitación sí funciona? Tal vez. Al menos es una propuesta más acorde con los
tiempos. A lo mejor nos hemos vuelto tan territoriales que el secreto radica en que
cada uno aporta lo que quiera aportar pero se sigue guardando lo que quiera
guardar. ¿Será que sí? ¿Acaso es cierto aquello de que la primera mitad de nuestras
vidas nos la frustran nuestros padres y que la segunda mitad, nuestros maridos?
Ante todas estas inquietudes, por tan sólo mencionar algunas me animé a
escribir éstas páginas, en las que al final todo se resume a lo mismo: miedo. Todos
tenemos miedo al fracaso. Y, como en el caso de los negocios, si uno quiebra, la
tendencia es volver a levantarse y seguir adelante. Conseguir el dinero para montar
otro negocio. En el plano sentimental, en cambio, no es tan fácil. El temor al fracaso
en el aspecto emocional supone dolor, frustración, tristeza. Y una persona es,
decididamente, irremplazable. No sé entonces si el secreto radica en aprender a que
todo lo que empieza necesariamente tiene un final, como la vida misma. Si nos va
mejor con la filosofía de "los novios eternos", esos que se aman, se juran amor eterno
pero que casi nunca logran cumplir sus promesas. Y esas promesas, que no son más
que gasolina para el alma y para el corazón, alcanzan para un rato pero con gusto
estaremos dispuestos a escuchar las mismas promesas de otra persona en un futuro no
muy lejano y así sucesivamente. Lo cierto es que si aprendiéramos a superar nuestros
miedos al compromiso, seguramente el mundo sería un lugar más seguro y estable
para vivir. Los niños ya no crecerían solos en casa, sin ninguno de sus papas cerca
para no solo cuidarlos, sino también para aconsejarlos y orientarlos por el difícil
camino que seguramente también serán sus vidas.
Lo único realmente cierto en todo esto es que así opte usted por una vida en
pareja, para que funcione, usted deberá enamorarse muchas veces. Ojalá, eso sí, de la
misma persona. Y una relación perdurable seguramente le dará esa posibilidad. Un
matrimonio, si bien para las mujeres modernas, en muchos casos suele ser
considerado un negocio, lo cierto es que un buen trato es cuando ambas partes se
sienten bien tratadas. Uno de los consejos más sabios que recibí al hacer mis
entrevistas para este libro es, sin lugar a dudas, el que me dio una buena amiga en
Barranquilla: "Nunca el amor de dos personas va a ser igual que el de la otra. Si hoy
su pareja le da un 60%, probablemente usted sólo quiera acceder a darle un 40%.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
9 4
Pero si es usted la que mañana dará un 80%, espere de su pareja el 20%. Y por muy
desigual que suene, así funciona mejor la relación de pareja". Es decir, nunca espere
más, acepte lo que venga. Nunca dé más, pero acepte con cariño lo justo. Nunca pida
en la misma medida en la que no estará dispuesta a dar. Ni reciba con la condición
de que triplique lo que acaba de recibir. El amor bien podría ser considerado un
negocio en donde a veces también se pueden ganar intereses. En el que si fracasa,
nada de malo tendrá declararse en bancarrota. Pero eso sí, como en todos los
negocios, si uno llegara a caerse, tocará volverse a levantar. Y así sucesivamente.
Pero sea lo que fuere, apuéstele a algo. Lo malo es cuando uno se pasa la vida
renegando de los demás y no se da uno cuenta de que el secreto para la verdadera
felicidad lo poseemos nosotras mismas. Respondiendo una sola pregunta: ¿qué
queremos? ¿Estar solas o mal acompañadas? ¿Queremos ser mujeres de carrera o
queremos simplemente vivir la vida sin afanes? ¿Que la única carrera en la vida que
quisiéramos y a la que aspiráramos sea una contra reloj para que nos alcance el
tiempo para hacer de nuestra vida todo lo que deseamos hacer? ¿O lo que realmente
necesitamos es tiempo para vivirla y ya, sin tantas complicaciones? Todas las
posiciones están bien. El gusto que ya nadie puede darse es confundirse entre ambas
posiciones. Entre tantas opciones. Uno no puede decidir que se quiere casar, tener
hijos y que el marido lo mantenga a uno, si uno lo que quiere es vivir metido en la
oficina mirando a ver cómo es que uno se gana los puntos para obtener ese fabuloso
ascenso que tanto le han prometido.
Tampoco uno puede pretender vivir cómodamente con el marido, y quejarse
todo el día porque por atenderlo usted dejó a un lado todas sus aspiraciones
profesionales. En serio, ¿qué quiere para su vida? Píenselo y muy bien y verá cómo la
vida de repente le resulta más fácil. Y por Dios, deje de quejarse que, en últimas, uno
siempre tiene la pareja que se merece. Por dos razones elementales: porque fue usted
la que lo escogió. Y porque cuando se dio cuenta de que se equivocó, tampoco hizo
nada para dejarlo. Así mismo, la mujer soltera por convicción también es culpable
de su propio presente: ¿quiere competir con ellos y aún así se lamenta de que ya no
le abren la puerta del carro y tampoco le ayudan a ponerse el abrigo? ¿Entonces qué
quiere? Que la abriguen o que la admiren?
Las que nunca hemos considerado en serio casarnos, terminamos
preguntándonos frecuentemente: ¿para que se casa uno? Si es tan complicado y las
posibilidades de éxito sin sumisión son tan remotas, ¿para qué lo consideramos
siquiera? ¿Tal vez porque somos mujeres y porque a veces nos toca admitir que
también seguimos siendo románticas y que el sueño de la Cenicienta nos sigue
pareciendo sospechosamente atractivo? ¿Y para qué demonios siguen organizando
esos fastidiosos showers té-lluvia de regalos que, no son más que la oportunidad
favorita que tienen las mujeres para restregarles a sus amigas menos favorecidas, su
momentánea felicidad? Sí, momentánea porque las mujeres, por nuestra reconocida
condición genética, siempre tenderemos a desencantarnos en algún punto de
nuestras vidas. El mejor ejemplo de esto es cuando uno sale de la casa con la idea de
comprar algo que ya nos convencimos previamente: de que necesitamos una blusa
blanca. Así tengamos cuatro más en el clóset, nos vamos a la tienda más cercana y
luego de pasar horas escogiendo y comprando otras cosas que ni siquiera pasaban
por nuestra mente antes de salir, cuando están a punto de cerrar, terminamos
comprando lo que sea. La primera camisa blanca que tengamos a la mano. Una que,
entre otras, generalmente resulta la más cara y la menos bonita de todo el almacén.
¿Y todo para qué? Para llegar a la casa y darnos cuenta de que primero no la
necesitábamos, es decir, malgastamos nuevamente nuestro dinero o el de ellos.
Segundo, no nos queda bien.Tercero, las que ya teníamos son más bonitas. Y así se
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9 5
resume nuestra vida: nunca estamos conformes con lo que tenemos. Duramos mucho
tiempo escogiendo lo que supuestamente queremos, para terminar al final, ya
desesperadas, encartándonos con lo primero que se aparezca para no quedarnos con
las manos vacías. Y todo para darnos cuenta de que por andar buscando lo que no
necesitábamos, perdimos lo que tuvimos alguna vez. Para terminar admitiendo que lo
que antes teníamos era muchísimo mejor que lo que conseguimos a última hora. Y
eso, en materia de hombres, es una verdad que duele y que ninguna de nosotras se
atrevería a negar. Sería algo así como negar a la mamá.
El caso es que lo que sentimos las solteras, después de los treinta, ante la
posibilidad de tener que asistir a un shower no es propiamente agradable. Es más bien
pánico. El pavor que le tenemos a una entrega de regalos previa a un matrimonio, es
que las mujeres a veces somos tan malas con las de nuestro propio gremio que lo
único que le faltaría hacer a la novia para torturar y atormentar sicológicamente a sus
amigas solteras es sacar megáfono en la mitad de la fiesta para anunciar cuál de
nosotras es la más disponible aún. Y esa, señoras, es una humillación de la que una
difícilmente se repone al día siguiente. ¿Entonces para qué asistir y darles el gusto?
O, peor aún , ¿para qué seguirles el juego y terminar también en el matrimonio de la
novia torturadora? Pues porque las mujeres somos masoquistas. Porque es mejor ir
y que lo vean a una digna, a que se imaginen que una se quedó en casa para contar
telarañas en el techo... ¡otra vez! Y porque en un matrimonio siempre existe la
oportunidad de conocer a algún buen partido. ¡Pero de fútbol! Porque a veces los
invitados son tan babosos que es mejor quedarse con el portero viendo deportes que
dejarse bailotear por cuanto perdedor invite la novia.
¿O es que no se han dado cuenta de que los únicos solteros en los matrimonios
casi siempre son feos, fofos, torpes o pobres?
¿Que si fueran tan buenos partidos, tendrían mejores cosas que hacer que
prestarse como ganchos ciegos de la novia para presentárselos a todas sus amigas
también varadas como ellos? Que no estarían ahí en el mismo plan patético que una:
mirando a ver si uno pesca algo bueno. Si lo fueran ya alguna arpía más astuta que
nosotras los hubiera agarrado. No, los solteros que invitan a los matrimonios, casi
siempre son hombres en promoción y recuerde que: ¡lo barato sale caro!
Y entonces termina uno hablando con los mismos a los que uno ya ha
rechazado en varias oportunidades y se los encuentra uno hasta en la sopa. Los
mismos que por pura vergüenza se dejan volver a presentar como si jamás los
hubiéramos conocido en algún matrimonio anterior. Como si ya no los hubiéramos
rechazado en el matrimonio anterior, pero, ¡como no hay más! Con los mismos a los
que ya les dimos en alguna oportunidad el teléfono de los bomberos. Con los mismos
con los que uno ya se cansó de darles la misma señal: "Prohibido estacionarse". A los
que tocó ponerle una caución para que no nos volvieran a llamar después de
¡haberse ilusionado con nosotras en una boda! Esos que lo abordan a uno con frases
de cajón como:"¿Estudias o trabajas?". A los que uno les termina contestando sin
gracia, sin ganas, sin el mínimo interés de retenerlos por más tiempo a nuestro
lado:"Ambas cosas. Trabajo y estudio seriamente la posibilidad de irme de esta fiesta
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:40

tan aburrida". O cuando se les ocurre sacarnos a bailar. ¡Qué tortura! Uno disfrazado
de merengón de guanábana, con los zapatos prestados de la hermanita porque no
encontramos unos que nos combinaran con el vestido también prestado y
remodelado de la tía. Porque eso sí, uno bien soltera y asalariada no se puede dar el
gusto de gastarse todo el sueldo del mes en una boda en donde uno casi nunca
conoce nada bueno. Con la cartera Luis Pinzón chimba que conseguimos donde la
contrabandista de moda y con aquel peinado terrorífico de maniquí del Only que
ha empezado a provocarnos un ataque masivo de migraña y a ellos se les ocurre
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
9 6
sacarnos a bailar. Fijo, además, que casi siempre el que se atreve es el más enano de
toda la fiesta. El que más ritmo tiene un buñuelo. ¡Y ahí sí el oso es tenaz! Esos
gnomos con complejo de bailarines que, entre otras, casi siempre vienen en modelo
Roll-On: ¡calvos, chiquitos y babosos! La única forma de quitárnoslos de encima es
diciéndoles que nos queremos casar... ¡con ellos! Para que ahí sí salgan corriendo a
aburrir a otra y nos dejen en paz. No, ¡qué pasadilla asistir a un matrimonio!
Yo, de verdad, no entiendo cuál es ese afán que tienen algunas mujeres por
casarse, si esa vaina está mal diseñada. Si es tal la humillación que, mientras para
nosotras es todo un acontecimiento de página social en el periódico, para ellos no más
que un evento. ¿Entonces para qué tanta parafernalia? Entonces, uno se refugia en el
único sitio que sirve en todo el establecimiento: el baño. El refugio favorito de las
solteras y de las casadas también. Entonces ellos se preguntan qué tanto hacemos las
mujeres en el baño que nunca podemos ir solas. Pues para ir a crear estrategias de
conquista. Porque uno en el baño no se arregla para ellos, sino también para ellas
porque la competencia allá afuera es muy dura y hay que dejar claro ¡quién es la
más! Pero también nos arreglamos para los demás porque uno tiene que estar atento a
con qué vamos a remplazar a nuestro futuro ex. Pero ojo porque el que mucho abarca
poco aprieta y ¡uno no va a cambiar el sueldo por una comisión!, como dice mi
amiga Aleja Azcárate.
Además, para chequear con quién andan las demás. Porque como cuando
éramos pequeñas, a uno siempre le gustaba más la muñeca de la amiga, así mismo
cuando crecemos, siempre nos llama la atención el novio de la otra. ¡Que pereza!
¡Que gremio tan desunido el nuestro! ¡Cuando ellos ven dos mujeres juntas se privan!
Y hasta las comparten. En cambio nosotras nos privamos pero a punta de puños...
Porque somos tan primarias que vamos es a halarle los pelos a la que nos está haciendo
el favor de desencartamos quitándonos de encima al bulto que tenemos por novio.
¡Cuando deberíamos agradecerles el favorcito!
Entonces si la ida a cualquier boda es toda una tortura, masoquistas o no, no
logro entender por qué lo siguen invitando a uno de relleno. ¿Por qué seguimos
yendo para terminar escondidas en el baño esperando a que pase la hora adecuada
para excusarnos e irnos? Asistir a un matrimonio es casi peor que no planificar con el
que uno no se acuerda al otro día... y casos se han visto. Otro detalle que nos
complica la vida al considerar la posibilidad de aceptar una invitación a una boda es el
regalo. Aparte de carísimo, uno casi nunca sabe qué regalar y con qué quedar bien
con la novia. ¿Y es que qué le podría regalar uno a una de estas desadaptadas para
que queden realmente contentas y no empiecen a criticar después? No sé. Se me
ocurre algo realmente útil. Algo que eventualmente sí vayan a usar y, sobre todo, a
necesitar. Algo así como de baterías y ocho velocidades que no es propiamente una
licuadora... Lo peor de todo es que, además, las muy tontas hacen lista de regalos y
todo. Lo que piden normalmente son electrodomésticos, lencería y artículos de
cocina que ¡van a tener que usar y lavar! Ellas solas se clavan el cuchillo, porque un
restaurante no lo volverán a ver ni en las curvas. O, bueno sí, en la curva hacia la
Caracas con la 34, o elTiger Mart de la esquina de su casa. El restaurante favorito de
todos los casados. Porque después de casarse a uno no lo vuelven a invitar ni a una
degustación de supermercado. Y eso que es gratis.
Y hablando del matrimonio, ¿será que, en cambio, hacerlo por conveniencia, sí
nos conviene? La pregunta es: ¿a quién le conviene más a el o a usted? Si la balanza se
inclina a que usted, seguirá trabajando de por vida y aun así deberá asumir las
labores del hogar. La respuesta es muy fácil: le irá mejor sola. Si, en cambio, lo que
quiere es que la mantengan, tal vez un matrimonio por conveniencia es su mejor
opción. Pero, ¿quién se casa con quien? Cada oveja con su pareja, reza el refrán. Por
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
9 7
experiencia propia no es muy sabio aquel consejo de las abuelas de que uno debe
casarse con el opuesto a uno. Dizque para equilibrar la balanza. ¿Cuál balanza, cuál
equilibrio? ¡Si siempre lo que andamos es en la cuerda floja con ellos! Debo advertir
que este dicho no funciona entre las mujeres denominadas modernas y de mundo.
Porque uno busca a un cómplice. A alguien con quién compartir el camino de la
vida. Alguien que nos haga reír y eso no se logra, a menos que por lo menos nuestros
gustos sean similares. Si él madruga y a usted le gusta levantarse tarde; si usted fuma y
él en cambio no; si a él le gusta leer el periódico y a usted le gusta del diario las
sociales, los chismes de farándula o usarlo, antes de que él lo haya leído, para que el
perro haga sus gracias en él; si a él, por ejemplo, le gusta Galy Galiano y a usted
Madonna, pues no funcionará y punto. Así que no insista. En serio. ¡Para qué nos
casamos?
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
9 8
Capítulo 19 ¿El feminismo nos dañó el caminado?
A nuestras antepasadas, definitivamente, les iba mejor que a nosotras
las dizque mujeres de mundo, modernas, independientes...
¡Asalariadas de pacotilla! ¡Les iba divino! Antes, les dábamos
contentillo, de vez en cuando y, en contra prestación, ellos nos
mantenían. ¡Como debe ser!
No SÉ EXACTAMENTE QUÉ BENDITO DÍA apareció un grupo de mujeres que, de
tanta lata, lograron lo que ni siquiera los hombres habían podido lograr con todo su
machismo: dañarnos el caminado. ¡Sacarnos de nuestras camas para tener que salir a
trabajar! Hablo de las feministas radicales. De las que se lanzaron a la tarea de hablar
por ellas y por todas las demás, cuando es evidente que no todas queremos ser
activistas de una corriente que excluye a los tan necesarios hombres y que nos
enfrenta con ellos como verdaderas tiranas. Mi propuesta es, como es tan cierto aquello
de que todos los extremos son malos, ¡entonces negociemos! Y no me refiero a
negociar con aquellas mujeres que de verdad trabajan para que la mujer cada vez
tenga más derechos y asumen su reto con admirable disposición y convicción. De
las que defienden antes que nada a la mujer pero que también respetan a las que no
quieren embarcarse en peleas inútiles contra los hombres. Las que a pesar de su lucha
por la igualdad y los derechos de la mujer, siguen siendo esposas, madres, hijas y
mujeres excepcionales. Las que por defender a las más desvalidas no han descuidado
sus propias vidas sino que, por el contrario, han aprendido a convivir con los que las
otras consideran sus enemigos.
Tampoco hay mucho que negociar con la mujer indefinida. Aquella que
aunque no sabe lo que quiere, cree saber lo que queremos todas las demás, y por eso
toma la vocería de causas que a veces ni siquiera son propias. De aquella que se casó
sólo para que no dijeran que era una solterona pero que nunca tuvo el mínimo
deseo de intentarlo siquiera. Me refiero a aquel tipo de mujer inconforme y agresiva
que con su actitud vengativa y poco diplomática, no hace más que quejarse de todo.
Esa que ha ayudado a convertir a nuestros hombres en lo que son hoy día: unos seres
parcos, escépticos y poco considerados que ya no están dispuestos a permitir que la
manipulación sea frontal. Pero si antes también los manipulábamos y ni siquiera se
daban cuenta, ¿para qué venir ahora a cambiar las reglas del juego?
Por si no sabían, este año se celebran, según los noticieros, son esos programas
de entretenimiento para ellos, con muertos, hampones y masacres, los cincuenta años
de la revolución femenina en Colombia. Hecho que, entre otras cosas, suscitó el
derecho de la mujer al voto. ¿Y qué beneficios pudo traerle el derecho al voto a la
mujer desinformada? ¿A la que se asegura feminista pero que jamás ha movido un solo
dedo para seguir apoyando esa revolución? Es más, que ni siquiera sabe en qué
consiste. En este país, ese tipo de mujeres aún siguen siendo la mayoría de nosotras.
Porque nos guste o no, la mayoría de las mujeres en países tercer-mundistas, como los
nuestros, lo único a lo que siguen aspirando es a casarse y a tener hijos. Y están
también en todo su derecho. Sin desconocer jamás lo que la lucha feminista ha
logrado por la mayoría de las mujeres en el mundo, lo que aún no me sigue
convenciendo de algunas activistas del movimiento es su actitud hacia los hombres.
Por lo demás, todo estaría bien si la búsqueda por la igualdad de nuestros
derechos no nos hubiera también embarcado en una batalla campal, sin tregua, en la
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
9 9
que al final, las que seguimos perdiendo terreno somos nosotras. A los hombres los
seguiremos necesitando y eso es una realidad que nadie podrá cambiar. Llámese
complejo de Electra, de Lear, o de lo que quieran, lo cierto es que la sociedad, como
la conocemos, funciona así: el más débil se apoya en el más fuerte. Y ese equilibrio
que tan ampliamente ha sido demostrado incluso a través de todos los demás
animales del planeta, es justamente necesario para que en el mundo vuelva a existir
la cordialidad, la fe y la confianza entre los unos y los otros. Es la actitud agresiva de
algunas feministas lo que nos molesta a las que nunca lo hemos sido o las que ya no
queremos serlo tanto.
Unas por otras. Aquello del costo beneficio también aplica en la lucha entre los
sexos. Si queremos enfrentarlos como en la guerra, prepárense para que ésta sea
despiadada y sin consideración alguna. Si lo que queremos es negociar, prepárese a
desplegar toda su paciencia y doblegúese de vez en cuando que eso no es tan malo.
Y hasta conveniente termina siendo para nosotras. Entonces, propongo que
abandonemos la causa feminista radical y más bien embarquémonos en una lucha
femenina por nuestros verdaderos privilegios como mujeres que somos. Muchas
mujeres que conozco están de acuerdo conmigo en que ser mujeres es una ventaja
que indiscutiblemente no hemos sabido aprovechar. Si es tan cierto de que somos el
sexo fuerte, el más inteligente y eficiente, ¿entonces para qué pelear en contra de
nuestra propia naturaleza? ¿Para qué sacrificar todos los derechos que también
tenemos frente a ellos simplemente por demostrar que somos mejores que ellos? ¿Y
eso para qué sirve? ¿Para que a ellos de repente ya no les importe nuestra suerte? ¿Para
que aún así, a pesar de todo lo que con gran esfuerzo se ha logrado, algunas de
nosotras tengamos que admitir que los seguimos necesitando porque nos seguimos
casando con ellos, seguimos sufriendo por amor y seguimos ilusionándonos con
bodas de ensueño e hijos? Lo malo de toda esta batalla es que ahora tenemos más
responsabilidades. Seguimos con ellos pero también tenemos que trabajar.
¿Por qué seguimos llorando por ellos y nos quejamos tanto si lo que queremos
es estar realmente solas en nuestra lucha? A mí, en lo personal no me interesa pelear
con nadie. Me interesa negociar. Me interesa, por ejemplo, que el término ama de
casa adquiera para ellos un verdadero valor. Que luego de darse cuenta de que
precisamente por haber abusado del machismo, nos rebelamos. Salimos de nuestras
casas y empezamos a dejar a nuestros hijos, sus hijos, en guarderías, para poder
también ganar un sustento y, por ende nuestra preciada libertad. Entonces si a ellos
tampoco les gustó el experimento que desequilibró la sociedad al punto que los niños
crecen solos y ya ni siquiera respetan a sus padres como antes, hagamos entre todos
un borrón y cuenta nueva. Negociemos. Logremos un acuerdo equitativo y pacífico
entre ambos bandos: ellos hacen su parte y nosotras la nuestra. Nosotros los
ayudamos pero ellos tendrán que aprender a valorar nuestros esfuerzos.Trabajemos
pero no descuidemos el hogar, no abandonemos a nuestros hijos y, mucho menos,
enfrentémonos con nuestros maridos en una guerra absurda en la que ambas partes
siempre salen, ahí sí, igualmente perjudicadas.
Entonces, ¿la igualdad que tanto buscamos en qué radica? ¿En qué ambos
gritamos por igual? ¿En que ambos llegamos cansados a la casa luego de tanto
trabajar? ¿En que ambos somos culpables por igual de la rebeldía de nuestros hijos?
¿En que las cuentas por pagar ahora son responsabilidad de ambos? ¿En que si él es
infiel, ella también tiene derecho a serlo? Esa clase de igualdad no me interesa. A
muchas de nosotras no nos sirve pensar y actuar así. Nos sirve más bien que, siendo
fieles a nuestra naturaleza, busquemos en el hombre el apoyo que tanto
necesitamos y la protección que tanto nos hace falta. Nos sirve que ellos valoren a
la mujer que tienen en casa que si, además aporta en los gastos del hogar, sea motivo
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10 0
de admiración, no de rechazo. Con la libertad económica también se ha suscitado la
actitud intolerante y agresiva de la mujer moderna que ya no quiere negociar, que ya
no le interesa ceder en nada. Esa que vive furiosa con el sistema porque ahora son más
responsabilidades y problemas los que se ha venido echando encima. Nos sirve
entonces negociar y encontrar un punto intermedio que nos asegure que podemos
ser tan ejecutivas y tan profesionales como queramos ser, pero sin que la experiencia
de vida con la pareja, por ello, se convierta en un infierno. Para lograrlo, primero
debemos reconocer que el inconfor-mismo en el caso de la mujer es genético. Es
decir, es propio de nuestra naturaleza. Nunca sabemos lo que queremos y por ello
vivimos furibundas y frustradas. Las solteras queremos casarnos, las casadas quisieran
gozar de la libertad que tienen las solteras. ¿Cómo embarcarnos entonces en una
guerra sin cuartel por mi, por ti y por todas las demás, si el problema de nuestro
gremio es fundamentalmente de falta de solidaridad y de esa histórica y
mundialmente reconocida rivalidad? Lo primero que la mujer debe hacer para
embarcarse en cualquier lucha es conocerse a sí misma, para poder entender así a las
demás. Convenzámonos de que somos recolectoras y por eso nunca creemos tener
suficiente de lo que hemos conseguido. Por eso mismo, jamás llegamos a
conformarnos con lo que tenemos. Por eso, también, hablamos mal de las demás y
conocemos de cerca sentimientos tan negativos como la envidia. Por esto he
decidido bajarme de ese bus. La causa por la que ahora lucho es la propia. No voy a
luchar por las demás porque ninguna sabe lo que quiere, incluyéndome. Porque
nunca se ponen de acuerdo en nada y porque, lamentablemente, no somos tan
solidarias como necesitaríamos serlo para lograr cualquier tipo de meta juntas. Por
eso esta invitación a definir qué quiere usted y no necesariamente qué quieren las
demás.
Por ello, el aniversario número 50 del derecho al voto femenino, ¿qué podría
significar entonces para tantas falsas feministas o para las desertoras del movimiento
feminista radical, como yo? ¿Acaso la conmemoración de una fecha nefasta que se nos
tiró los domingos de elecciones empij amadas hasta el cuello pidiendo a domicilio,
mientras ellos salían todo el día dizque a cumplir con la democracia? ¿Ese mismo
plancito de quinta que para lo único que servía era para dañarnos el manicure? Ese
mismo plan harto que, como su nombre lo indica, nos dio el derecho al sufragio.
Nombre muy apropiado porque ahí realmente murieron todos nuestros derechos a
ser unas felices mantenidas. ¡Si muchas mujeres ni siquiera saben aún a qué es a lo
que tenemos derecho! Si muchas, ni sabiéndolo se animan a votar porque
lamentablemente no les interesa. Si a muchas mujeres no les interesa que nadie luche
por su derecho a trabajar como ellos. A muchas no les interesa trabajar y ser como
ellos. Muchas mujeres sólo quieren vivir tranquilas, criar a sus hijos en paz y les gusta
atender al marido. ¿Entonces por qué criticar a las que sí logran la tan ansiada
estabilidad? ¿Para qué complicarnos tanto la vida con tanta lucha que a la mayoría
poco le interesan? No, no celebro el derecho al voto sin que haya una campaña
masiva de información. Para que las que aún así no les interese el tema, puedan vivir
tranquilas con lo que las haga feliz. Sea lo que sea. Así como no critico a las
feministas por su derecho a luchar, tampoco es justo que se critique a las que no les
interesa más que su propia tranquilidad.
Sé y entiendo que aún sigue habiendo muchas injusticias en el mundo. Que
las mujeres que trabajamos para nuestra supervivencia, cada vez somos más. Que la
lucha por los derechos de la mujer es digna de admiración y respeto. Que es mucho
lo que se ha logrado para que la mujer pueda tener mejores condiciones de vida. Pero
también sé ahora que un feminismo mal asumido, mal interpretado, mal practicado,
tampoco es la solución a todos nuestros problemas. Es ahora parte de nuestros
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
10 1
problemas, como si fueran pocos. Me molesta la actitud agresiva de las falsas
feministas, de las que ni siquiera saben por qué o por quiénes luchan las demás. Me
molesta que nos hayamos convertido en mujeres irascibles. Que los hombres ya no
quieran luchar a nuestro lado sino en contra nuestra. Me molesta que haya tanto
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:40

masoquismo femenino en el mundo, que haya tanta desinformación. Que las
mujeres sigamos quejándonos de todo pero que no levantemos un solo dedo para
cambiar el curso de nuestras propias historias. Me molesta la mujer que se deja pegar
del marido y aún así ni lo deja porque confunde su orgullo herido con amor. Me
molestan ese tipo de mujeres que no han entendido que el mundo sí ha cambiado.
Cada uno se merece la pareja que tiene. Y si luego de intentarlo todo, se da cuenta
de que no es la que usted necesita a su lado para ser feliz, ¿qué espera para
cambiarla? Pero también me molestan las mujeres que lo quieren todo y que no
quieren ceder en nada. Las que quieren ser autoritarias y aguerridas en la casa y aún
así pretenden permanecer casadas. Me molesta no saber qué queremos y que no
hayamos aprendido bien a disfrutar de nuestros actuales beneficios. Que no
entendamos que, por el hecho de tener sueños profesionales, nuestras vidas
personales no necesariamente debemos convertirlas en pesadillas domésticas. Mi nueva
posición, intermedia, pacífica y, más que nada diplomática, es la que me lleva
entonces a embarcarme en una lucha por encontrarle un mejor sentido a mi
condición de mujer moderna. Una que puede trabajar si así lo desea pero por
ayudar, no para demostrarle al marido que uno sí puede sola como él. Entonces
quédese sola y deje de quejarse tanto. Y, aún así, su posición seguirá siendo respetable.
Más sicólogas y menos feministas radicales de actitud agresiva, pareciera a veces ser
la verdadera respuesta que estamos buscando algunas mujeres del mundo.
Porque, al contrario de lo que piensan este tipo de feministas, les guste o no, la
mayoría de las mujeres sigue pensando que antes las cosas eran más fáciles para ellas.
Porque antes, quedara quien quedara, con nuestro voto o sin éste, sin importar la
situación del país, nos tenían que seguir manteniendo. ¿Será verdad tanta belleza?
Según muchas mujeres también, por culpa de las muy desconsideradas feministas,
como no pudieron ganarle al enemigo, ¡se unieron a él! ¿Habrá una filosofía más
tonta? Por igualadas, ¡nos dejamos igualar! Perdimos nuestras ventajas, nuestro
esmalte de uñas y muchos de nuestros beneficios. ¿Acaso es así? Por mi parte, he
disfrutado y me he beneficiado y mucho del feminismo; sin embargo, no deja de
inquietarme la posición de aquellas quienes aseguran que no todo lo que de allí
provino fue bueno para la mujer, en el plano social, sentimental y económico, quiero
decir. No sé bien si nos conviene acortar esa ventaja que les teníamos a ellos, si de
verdad ser tan iguales a ellos es realmente lo que necesitamos la mayoría de las
mujeres para ser felices. Porque si así lo fuera, si el secreto de la felicidad se basa
actualmente en la independencia, más que nada económica, ¿por qué hay tanta
soledad en el mundo? ¿Por qué nos quejamos tanto? Porque añoramos lo que
nosotras mismas nos dedicamos a perder: la consideración de ellos. Y ojo que no
hablo de lástima, hablo de consideración. De esa deferencia que los hombres antes
tenían con nosotras precisamente por ser tan... diferentes. ¿Porque nos creían tan
débiles? ¿Tan femeninas?
¿Se ha perdido un poco la magia?Yo diría que sí. Yo diría que en ese afán por
convertirnos en súper mujeres, algunas hemos aprendido también a renegar de
nuestra condición de súper mamas y de súper esposas. Y para que la sociedad
funcione como tal, en la vida debemos definir roles. Como lo hacen los mismos
animales. Quién es el fuerte, quién es el débil. Para que una relación de pareja sea
realmente estable, alguien tiene que ceder. Lo malo es que al creer que ser débil se
mide actualmente tan sólo por el nivel de ingresos que uno aporte o pueda aportarle
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
10 2
al hogar, ya nadie quiere ser a la vez la que manda pero en la casa. Es como si ya a
nadie le pareciera importante, como si la verdadera fuerza se midiera pero allá afuera.
Ya nadie quiere medirse por lo bien que atiende al marido o a lo mucho que cuida y
protege a los hijos. Lamentablemente ya nos empezó a parecer poca justificación para
nuestra existencia.
Pero, ¿qué pasaría si algunas de nosotras, no todas, pues al fin y al cabo todas
tenemos derecho a elegir lo que más nos convenga y nos haga felices, optáramos más
bien por ceder y volver a ser las reinas de nuestros propios hogares? ¿Qué pasaría si de
repente ser ama de casa volviera a ser importante? ¿Qué pasa si en vez de seguir
promoviendo esta batalla campal en la que se ha convertido la tal guerra de los sexos,
ellos también colaboraran en darle a la mujer, en el hogar, el puesto y el valor que se
merecen? Porque ellos también se quejan y mucho de que las mujeres ya no quieren
ser los pilares del hogar y, por ende, de la sociedad. Que nos volvimos altaneras,
intolerantes e irascibles. ¿Qué pasaría si diéramos reversa y empezáramos a entender
el feminismo sin apasionamientos, con todas las ventajas y los beneficios que el
mismo ha procurado para todas la mujeres del mundo? ¿Qué pasaría si
entendiéramos y practicáramos un feminismo más pasivo y menos agresivo y
vengativo? ¿Qué pasaría si la verdadera inteligencia para convivir en pareja la
asumiéramos como la habilidad de compartir y no la de competir?
El problema de las mujeres que aún no lo tienen claro y quieren ambas cosas a
la vez, pero a la brava, es que con su actitud desmedida y errónea, no sólo atentaron
en contra de su propia comodidad sino contra la de toda la humanidad. Que se
declararon independientes, a medias, cuando no hay nada mejor que lo mantengan
a uno... en su totalidad. Insistieron en votar cuando lo único que quieren botar, ¡de
vez en cuando es al marido por HP! o al mozo por intenso. Porque eso sí, no hay
nada más boleta que un mozo enamorado. De esos que se creen que uno se enmoza
porque está aburrido del marido. Noooo, qué pereza, la lágrima, el show y la tarjeta
Timoteo. Lo peor de un mozo enamorado es cuando luego de que uno los atiende
toda la semana mientras el marido trabaja o juega golf... se les da por proclamar sus
derechos y declarar el domingo como el Día nacional del mozo. ¿Habrase visto
semejante despropósito? Sobre todo, porque el domingo es el día de la familia. ¡Ese
día fijo nos pasan al tablero! Algún día tenemos que atender al marido. Y, además, ¡ese
día vamos religiosamente a misa! Nos complicamos aún más nuestra ya de por sí
complicada existencia.
No señoras, la igualdad necesariamente debe radicar en cosas más
fundamentales para la sociedad, para la crianza de los hijos y para el respeto que, en
últimas, es lo más importante de todo. Que seamos iguales eso sí, a la hora de educar
y de atender a nuestros hijos. Que seamos iguales para respetarnos, para admirarnos y,
más que nada, para apoyarnos mutuamente en sea cual fuere la elección de vida que
hayamos escogido para nosotros mismos. Si la señora quiere trabajar, pues que
trabaje pero que no llegue a la casa a regañar al marido porque ella está mucho más
cansada que él. Que no lo obligue esa noche a ver el programa que ella quiere sólo
porque se asegura de remarcarle que la luz también la paga ella y la televisión salió
de su salario y no del de él. Que no lo presione a ayudar a los niños a hacer las tareas,
sólo porque toda la semana, a pesar de todo el trabajo que tiene acumulado en la
oficina, ha sido ella y no él quien los ha ayudado. Así no podemos. Con
imposiciones no lograremos nada con ellos y eso está más que comprobado. Es la
habilidad que tenemos las mujeres para conseguir lo que queremos sin siquiera
levantar la voz lo que está en juego. Es poder estar sí en igualdad de condiciones
pero no tener que perder las consideraciones.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
10 3
En una reunión de mujeres escuché la siguiente perla que me causó mucha
gracia: "Ahora, años después, pretenden que celebremos los 50 años del tal derecho
al voto. La fecha que nos obligó a trabajar, a mantener muchachitos, a pasar hojas de
vida a conocer palabras y siglas raras como: Codensa, Ensirva, EPM, ETB, ESCA... Y,
eso sí, la más popular de todas: HP. Porque gracias también a las feministas y a su
bendita revolución, ahora es el HP del taxista, el HP del cartero, el HP del jardinero, el
HP del marido...". Y en parte, es verdad. No, así no podemos. Propongo más bien
que, en vez de Colgas y vainas raras de esas, volvamos a la sana costumbre de hablar
en nuestra terminología real: hablemos más bien otra vez de Gucci, de Prada, de
Louis Vuitton.
Porque, en eso sí hay que darles crédito a feministas que a las machistas por
igual: las mujeres no nos hemos vuelto mal habladas, ¡porque sí! No señor, también es
gracias a toda esta revolución socioeconómica que nos hemos vuelto tan agresivas.
A esa corriente extremista del feminismo a la que se le ocurrió buscar la igualdad
para obligarnos a conformarnos con esfuerzos de primera, trabajos de segunda, sueldos
de tercera y una vida de quinta a punta de caldo de costilla. Por eso, ni las unas ni las
otras, lo que definitivamente más nos conviene ante tanta quejadera de lado y lado, es
armar nuestra propia corriente intermedia. Les digo señoras que la solución es
convertirnos en machistas, ¡pero por conveniencia!
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
10 4
CUARTA PARTE ¿Cómo no divorciarse y no morirse del aburrimiento?
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
10 5
Capítulo 20 Fantasías sexuales femeninas:¿Soñadoras o ilusas?
Lo CIERTO ES QUE FEMINISTAS, MACHiSTAS o NO, hay una nueva tendencia entre las
mujeres modernas del mundo: cumplir nuestras fantasías sexuales. Entre ellas,
destaco dos que realmente han convertido la revolución sexual femenina en algo
realmente interesante. Algo como para alquilar balcón. Lo mejor de todo es que, al
parecer, ya nadie se aterra.
AVENTURAS EN PAÑALES
Salir con tipos menores es, para nosotras, más o menos igual a lo que para ellos
significa estar con dos mujeres al mismo tiempo: la materialización de un sueño
erótico. Una verdadera fantasía sexual. Vivir una aventura sin metas con un tipo que
desaprobaría hasta nuestra propia madre, no deja de ser una verdadera tentación.
¿Acaso la solución para dejar de competir entre nosotras es buscar nuevas
fuentes de ingreso? ¿Acaso por andar buscando al príncipe azul, terminamos
olvidándonos de los promisorios renacuajos? Un mercado vigente y aún virgen
para muchas mujeres allá afuera. ¿Será verdad que salir con tipos menores nos sube
la autoestima al punto de convertirnos en mujeres más interesantes? ¿Acaso en vez
de seguir perdiendo el tiempo con hombres supuestamente mayores, estables e
interesantes, nos va mejor de vez en cuando vivir una aventura tipo I: intensa,
irresponsable, muy posiblemente irrepetible, con algún impublicable. Píenselo, a lo
mejor por ahí es la cosa.
Una confesión gratuita que me puede costar la reputación: hacía frío y, en la
ciudad, comenzaba a llover de todo. De todo menos hombres interesantes. Como
era viernes, después del trabajo, mis amigas y yo acordamos desde el día anterior
(típica actitud capitalina, tan ocupadas todas que, hasta para tomarnos una gaseosa,
toca RSVP), ir a cenar juntas. Como, dentro del sitio que elegimos, no había mesas
disponibles pues estaba lleno, la idea de cenar en la terraza ante la amenaza de una
hipotermia colectiva, nos resultó poco menos que atractiva. Por esa razón nos
fuimos. Gabriela, para nuestra húmeda desgracia, nos confesó que había dejado su
carro estacionado un par de calles más abajo. Por temor a dañarnos el blower recién
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:41

hecho esa mañana, precisamente para poder salir esa noche, decidimos meternos en
una taberna para esperar a que escampara la lluvia. Cuando entramos, el ambiente no
era ni remotamente parecido al del mundo light en el que tan bien nos
desenvolvíamos. No sonaba Bacilos en el fondo, ni había las típicas caras conocidas
como el presentador de noticias, o el ejecutivo de moda que esa mañana había sido
entrevistado por Julito en la W, ni las de las modelos top que tanto amamos odiar, así
en secreto, por pura envidia, mientras las saludamos entre dientes, a todas les deseamos
un ataque masivo de celulitis crónica. Ni siquiera había rastro del lagarto ese de todas
las fiestas que nunca se cansa de pedir nuestros teléfonos a pesar de que siempre le
damos algún número equivocado para quitárnoslo de encima. Y que, por pura
pereza, es el mismo que le damos todas: el del CAI de la Circunvalar.
Allí, en ese sitio extraño para nosotras, todo era oscuro. La música rock pesada
sonaba al fondo y era realmente difícil distinguir entre tanto mechudo andrógeno,
cuáles eran los hombres y cuáles eran las mujeres. Mis amigas armaron sindicato y
amenazaron con irse pero, como afuera seguía lloviendo a cántaros, les tocó
resignarse a quedarse. Por mi parte, me acerqué a la barra y, como de costumbre, pedí
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
10 6
apple martinis para todas. El del bar, una especie de Marilyn Manson criollo, sonrió
burlón. Así que regresé a la mesa con tres frías, al parecer la bebida típica y regular del
lugar. Gabriela, durante mi ausencia, ya se había empezado a amañar en el sitio. Se
hacía intercambio de luces y señales con un mechudo que luego descubrimos, se
llamaba Lucho. A secas. Al poco rato, un Miguel y un tal Juan Sebastián, nos
acompañaban sentados en la mesa. Nos fuimos al rato a casa con la sensación de
haber cometido un crimen. Un pecado o de haber hecho algo ilícito. ¡También nos
fuimos a casa con sus teléfonos!
Al día siguiente, sintiéndonos como poco menos que una epidemia ambulatoria
de poliomielitis, por haber atacado a la niñez, entramos nuevamente en el sitio. Eso
sí, mucho más seguras y relajadas, saludando de beso hasta al de la barra. Sin el sastre
de moda, sin la cartera Louis Vuitton de la temporada, chimba o no, pedimos una
tanda de cervezas. O de frías para entrar más rápidamente en ambiente. También para
que nos empezaran a aceptar como las locales que no éramos. Uno a uno fueron
llegando los mechudos de la noche anterior, y se acomodaron a nuestro lado. Esa
noche, terminamos en casa de Lucho, a secas, oyendo con el volumen bajito, para no
despertar a su mamá (qué oso,lo admito), acetatos de Led Zepellin, originales de
pulguero como orgulloso nos lo aseguró. Fue, sin lugar a dudas, ¡una noche idílica!
Con el paso de los días, también se incrementaban nuestras ganas de repetir.
¿De repetir qué? Aquellas conversaciones sin sentido, de no tener que adornar nuestras
aburridas historias de nuestro pasado sentimental con el fin de sonar más interesantes
ante los supuestos buenos partidos. De repetir los besos desesperados, las caricias
irresponsables en sitios que, según cada una por su propia cuenta descubrió, que le
gustaban pero que ni nosotras mismas sabíamos que existían. Sí, teníamos toda la
mala intención del mundo de repetir lo vivido sin más ganas y expectativas que las
de sentir cosas nuevas antes de regresar a nuestros viejos patrones sociales de siempre.
A esos en los que nosotras mismas, como en una gran y pegajosa red, nos habíamos
dejado atrapar. Fue así como, en secreto, y durante todo ese mes de noviembre,
vivimos aquellos tórridos y clandestinos romances. Justo en aquella época en la que
nos creyeron, a las tres, más desprogramadas y ponchadas que nunca en la que
estuvimos más activas que, valga la redundancia, nunca. En la que, según
comentaban, con lo lindas que nos habíamos puesto últimamente, cómo era posible
que no tuviéramos novio. O al menos alguien con quién salir. Fingiendo
resignación, sólo sonreíamos. El sexo, en grandes y satisfactorias cantidades,
indiscutiblemente embellece.
Fue también en esa misma época en la que aprendimos a jugar otra vez bolos,
en la que nos convertimos en expertas catadoras de cerveza barata. En la que también
descubrimos que lo que ganábamos no alcanzaba para costear tanta energía. Porque
la misma que tienen los menores para besar y hacer el amor, la tienen para salir a
bailar, a tomar y para inventarse los más insólitos planes a los que, por supuesto, los
acompañábamos. Paracaidismo, escalada de roca, bungee jumping, karts, tan sólo por
mencionar algunos. Planes que, entre otras, terminábamos costeando nosotras,"por
pura consideración", según pensábamos."Son estudiantes de universidad y nosotras
ya somos profesionales", nos justificábamos. "Nos están arruinando", nos
lamentábamos.
Un día cualquiera, aquel popular refrán que dice "zapatero a tus zapatos",
comenzó a tener mucho sentido. Los tenis empezaban a hacer llaga y comenzábamos a
extrañar a Jimmy Choo. La excusa de "tengo parcial mañana", ya no era un admirable
gesto de responsabilidad, sino una verdadera pesadilla. La llamada a su casa, en donde
seguro contestaba la mamá, furiosa además por la relación del niño de la casa con la
cucha al otro extremo de la línea, era ya insostenible. La tornadera de cerveza ya nos
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10 7
tenía sin físico ni estética para aspirar a ponernos siquiera un pantalón ajustado. Y ni
qué decir de los planes grupales y las vacas hasta para comprar una caja de fósforos que
ya nos tenía hasta la coronilla. Un día cualquiera empezamos a extrañar con descarada
nostalgia a Andrés, el corredor de bolsa al que zafé porque tenía la bendita manía de
llamarme a la oficina a decirme que me quería. ¡Qué tal, yo tan ocupada y él tan
desconsiderado! Pensaba en ese entonces. Los ojos se le aguaron a Gabriela, al recordar
con repentino cariño a Gustavo, el abogado al que ella no le volvió a pasar al teléfono
porque se "atrevió" a mandarle flores a la oficina cuando apenas si lo conocía. Hubo
llanto colectivo también al recordar aquellas épocas cuando nos pasaban a recoger
en carro y no a pie. Cuando el helado lo pagaban ellos y así sabía más dulce. Cuando
el mejor restaurante de la ciudad tenía nombre de chef francés, así fuera colombiano,
y no el Star Mart de la bomba de gasolina de la esquina.
Fue entonces cuando, literalmente, colgamos los tenis y regresamos a nuestras
antiguas andanzas. Nunca antes había apreciado tanto la envidia, la rivalidad, los
mismos con las mismas: al lagarto, a la modelo, al ejecutivo de moda recién
entrevistado por Julito esa mañana. Nunca antes la top me había caído tan bien. Así
mismo, nunca más supimos de Miguel, de Juan Sebastián ni de Lucho, a
secas.Valientes o aventureras, por un rato cambiamos los tacones por los tenis. Nunca
antes unos Manolo Blahnik nos habían parecido tan lamentablemente cómodos. Y
hasta ahí llegó nuestra fantasía sexual de mujeres modernas con un infante.
UN ESPÉCIMEN SEDUCTOR Y PELIGROSO
Nada mejor que salir con un malandro para subir la autoestima. Conquistar a
un malandro, masoquistas como lo somos casi todas, es considerado un verdadero
logro entre nuestro gremio. El malandro no es propiamente aquel cuya profesión lo
lleve a pasar largas temporadas en la cárcel, ni tampoco aquel que sale frecuentemente
fotografiado en los periódicos en la sección de orden público con un cartel abajo
que lee "se busca" o "recompensa". No, el malandro es aquel individuo misterioso,
ese que ha salido con todas pero que ninguna ha podido pescar. El que a pesar de su
mala fama uno siempre termina pensando que es una especie de honor ser parte de
su harén personal. Ese ser generoso que en vez de entregarse de lleno, en cuerpo y
alma a una sola, se reparte en todas. El que por lo menos no se molesta en ocultar su
instinto animal y, como el rey de la manada, atiende a todas sus subditas por igual sin
que ninguna se moleste por ello. Algo que nunca he podido entender, a pesar de ser
absolutamente fiel, es para qué gastarnos el tiempo analizando y estudiando el
comportamiento de los animales para compararlo con el nuestro, si lo que más hemos
aprendido de los animales es que la monogamia es un invento humano. Si el hombre
es un animal, como ya lo hemos comprobado, cuál es ese rollo mental y emocional
en el que nos hemos embarcado al poner toda una serie de reglas absurdas que lo
único que nos hacen es cohibirnos y frustrarnos. El león, por ejemplo, protege a sus
parejas, ellas, atienden a sus crías, todos tienen sexo y todo funciona a las mil
maravillas. Entonces, ¿por qué amargarnos la vida tratando de cambiar un
comportamiento animal tan... natural?
El malandro no finge como los demás hombres que está contento con la
imposición social que dicta que para cada hombre sólo debe existir una sola mujer.
Hay que aprovecharlo mientras dure, parece ser su filosofía. Una que nos parece, lo
admitamos o no, terriblemente irresistible.
Es aquel hombre que no se molesta en montarnos moza clandestina, pues todo
lo hace de frente. El que nunca sabemos si nos volverá a llamar después de una idílica
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
10 8
noche de pasión, pero que igualmente lo recordaremos por siempre. Ese ser tan
esquivo que uno llega hasta a sentirse afortunada y ni qué decir privilegiada de que
haya puesto sus ojos (y sus manos) en nosotras. Así sea por un rato nada más. El
rebelde que no anda en carro, sino en moto. Como para que, encima de todo, todo el
mundo sea testigo de sus andanzas. El que sabe perfectamente que, a pesar de que
nos parezcan peligrosas las motos, si es él quien la maneja, nos encantan. Sabe que para
nosotras no hay nada más sexy que abrazarse fuerte a alguien como gesto de
confianza a pesar de que siempre estará latente la posibilidad de terminar debajo de
un bus. Y no precisamente cambiándole la llanta. El malandro es el que bebe, el que
fuma copiosamente y frecuentemente sale de juerga. El que no sabe mucho de
moda, pues siempre se ve desgreñado y sucio y aún así logra verse increíblemente
sexy. El que se deja la barba por varios días, el enemigo de las peluquerías, ¡el terror
de los peluqueros! El que se mueve en bares y antros de mala muerte, pero que
cuando decide integrarse a veces a la sociedad, no abandona su estilo así se vea raro
entre los demás.
Es el que, a diferencia de los babosos, sabe cuándo hablarnos y cuándo dejarnos
a la mitad de la noche tan sólo para inquietarnos. Para que nos devolvamos a casa
preguntándonos si lo volveremos a ver. Es aquel hombre de pocos amigos, que no
caza en jauría como todos los demás. El solitario de mirada enigmática que no
sabemos si se baña a diario o semanalmente. Si en él es una cuestión de aseo o de
culto, pues siempre se ve igual de descuidado. El malandro es el que, en secreto,
todas nuestras amigas también desearían tener pero que en vano tratan de apartar de
nuestro camino, fingiendo consternación. Ese hombre de espíritu libre que en vez de
invitarla al cine, parquea su moto en el techo del edificio más próximo al autocine
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:41

para ver la película gratis. Y eso nos encanta, pues en vez de considerarlo un gesto de
tacañería como lo haríamos si el que lo hiciera fuera un alto ejecutivo por dárselas
del muy audaz, inevitablemente nos parece terriblemente romántico.
Es aquel cuya idea de llevarla a cenar es por ventanilla, o a la tienda de la
bomba de gasolina y, aunque no sea el restaurante más caro del mundo, a nosotras
nos termina pareciendo un plan de lujo. El malandro no lo lleva a uno a la casa, más
bien por petición casi siempre nuestra, nos deja en la esquina para que nadie se dé
cuenta de la clase de joyita con la que estamos saliendo. Pero esa clandestinidad
también es lo que más nos atrae hacia él. Es ese al que no le importa realmente lo que
usted trae puesto, si de igual forma no lo conservará por mucho tiempo. Lo que
más bien le interesa es lo que no trae puesto. Es al que no le molesta y ni siquiera le
parece sospechoso que no le presente a sus padres. No conocerlos es más bien el
requisito. Un malandro nunca le mandará flores. Más bien la mandará al carajo si se
pone muy intensa. Si empieza con esa torpe costumbre femenina que nos lleva a
preguntar cosas pan bobas como "¿me vas a llamar?" o, "¿dime cuándo te volveré a
ver?". Sintiéndose acosado y acorralado por usted y por sus avances románticos,
seguramente la abandonará. No hay nada peor en la cabeza de un malandro que la
idea de enamorarse. Peor aún, que se enamoren de él. Este tipo de hombre vive día tras
día y tal vez nunca logremos saber con certeza si nos ama o no pero es ahí
precisamente en donde radica su encanto. En que nos mantiene adivinando,
suponiendo, pensando, esperando. Y a las mujeres nos encanta que nos hagan esperar.
Si ese hombre que le dijo que la llamaría el sábado entrante, no lo hace sino hasta dos
meses después, ese es el que nos gusta. No el que prometió invitarnos un viernes y, al
no aguantarse, llamó un jueves. Ese seguramente nos parece demasiado intenso.
Y como las mujeres somos expertas en enamorarnos justo del que más daño nos
hace, este espécimen masculino nos atrae como un imán. Pero hay esperanzas. Si
algún día la sorprende con que volvió a aparecer de la nada, de barba afeitada y
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perfumado, seguramente es que usted logró llamarle la atención. Al menos por un
rato más. O que se regeneró y ahí sí qué pereza que se vuelva del común. Entonces,
tan variables como somos, seguramente ya no lo querremos volver a ver más. Pero
lo que sí serán estos gestos, son señales inequívocas de que muy a pesar de él mismo,
ha empezado a sentir algo por usted. Y precisamente en ese punto nuestra fantasía
sexual empieza a diluirse. Nos gusta que nos maltrate con el látigo de la indiferencia,
que desafiar todas las reglas del sistema y a nosotras mismas sea su manera de
conquistarnos.
Eso sí. Luego de que un malandro le haya dañado la cabeza y haya desaparecido
misteriosamente de su vida casi de la misma forma en que apareció, éste no será la
clase de hombre con la que uno puede jugar el inútil juego de la dignidad o del
orgullo herido en el que tantas mujeres somos tan profesionales. Porque un
malandro así no le ofrezca nada certero para el futuro, tampoco la engaña. Todo es
muy claro desde el principio con él. Aquí no habrá nada más que el hoy, el ahora, ¿le
sirve? Así que al malandro uno siempre termina perdonándolo y si se lo vuelve a
encontrar, lo que más le conviene es fingir que nunca la dejó con los crespos hechos,
como si nunca hubiera llorado por él. A este tipo de hombre uno lo perdona porque
entiende que no es que uno fracasó en el intento por conquistarlo. Porque si fue así
con uno, seguramente también lo fue con todas. Entonces admitimos, de la manera
más patética, que así la humillación de que nos haya dejado viendo un chispero, ya
no nos duele tanto.
En cambio, el posible futuro prospecto, el buen partido, ese que nuestras
madres sí aprueban, el que se viste impecablemente, el aseado; el perfumado, el que
se da cuenta hasta cuando uno no ha tenido ni tiempo para hacerse las uñas; el que va
con uno en el carro, tan concentrado en la conducción, pues las neuronas masculinas
no le dan para hablar y manejar al mismo tiempo, que no nos determina; el que ni
nos habla en todo el camino y aún así nos pregunta que por qué tan calladas en el
restaurante al que nos llevó, a este tipo de hombre no le perdonamos nada porque al
final no podemos más que sentirnos estafadas. Salir con un hombre así es como
comprar un tiquete de lotería, ganárnoslo y, al ir a reclamar el premio, descubrimos
que nuestro tiquete era falso. Y una desilusión de este tamaño, con alguien quien a
diferencia del malandro, siempre resulta ser peor de lo que esperábamos, se paga con
nuestro desinterés. Por el contrario, el malandro, el bueno para nada (que se pueda
publicar), a ese sí que le perdonamos todo. Porque de él nunca llegamos a pensar
que iba a funcionar. Con él nunca nos ilusionamos. Porque más bien nos sorprende
cuando aparece, como cuando desaparece sin razón alguna, también nos resulta su
mayor atractivo. Porque de éste uno no espera nada, en cambio de los demás uno
espera y exige todo.
Tal vez la vida sentimental de una mujer moderna sería mucho más
satisfactoria y sencilla si aprendiéramos a ser unas malandras también. A
desaparecernos cuando nos aburramos. A volver a aparecer cuando queramos. A no
enrollarnos con tanta posesividad y aprendiéramos a ser cada vez más libres. Es
posible ser una malandra aún si se está casada. Y eso no significa que de ahora en
adelante nos dediquemos a coleccionar amantes. No, es más bien aprender a vivir con
menos expectativas y a disfrutar del hoy y del ahora. Una recolectora de historias,
como creo serlo, también he aprendido que toda buena historia de amor tiene su
principio y un buen final. Que agarrarse de la idea de que sólo tenemos una
oportunidad para enamorarnos es el error más grave que cometemos en la vida. Pero
si hasta casadas, si el tiempo nos lo permite, es posible enamorarse muchas veces de
su marido, ¿por qué no permitírselo a usted también muchas veces en su vida?
Depende de lo que usted quiera, eso sí, a lo mejor ser una novia eterna es la solución
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
11 0
a la mayoría de sus problemas sentimentales. No obligarse a permanecer por siempre
enamorada del mismo hombre, sino más bien admitir que las buenas historias casi
siempre terminan bien, pero terminan. Aprender a asumir que una ruptura no es
precisamente un fracaso, sino un final. El cierre de un ciclo que duró sólo lo que
debía durar. Por eso es que la mayoría de las mujeres en el mundo fantaseamos
sexualmente con un malandro.
Otras populares fantasías sexuales implican una dosis fuerte de alto riesgo. En un
ascensor, en el baño de un avión, en un carro andando, en el mar frente a cientos de
personas que supuestamente no se dan cuenta de lo que hacemos bajo el agua y
cosas así. Fantasías repetidas que todas mencionamos como si fueran de nuestra
propia autoría. Una fantasía no deberá ser tratada como una promoción y si todas
tenemos las mismas ¿entonces cuál es la gracia? No, seamos creativas. Inventémonos
fantasías realmente originales como: estar con dos tipos al mismo tiempo, que una
amiga nos mire mientras hacemos el amor con nuestra pareja, que los disfracemos de
mecánicos para que nos revisen el "aceite". Que los disfracemos de mayordomos
para que atiendan todas nuestras peticiones y deseos sexuales. Que se disfracen de
médicos y nos curen las ganas. ¡Horror! ¿En qué nos estamos convirtiendo también
en la cama? Me acabo de dar cuenta de que las nuestras ¡¡¡ son las mismas que tienen
ellos!!! ¿Sí ven? ¡Al fin un punto en común! Entonces negociemos.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
11 1
Capítulo 21 Desconfíe de un hombre que……
LA GUERRA DE LOS SEXOS ES LA ÚNICA en la que ambos bandos se acuestan con
el enemigo. El arma de los hombres en esa batalla es la desconsideración. La
nuestra, la venganza.
LA CONFIANZA EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA.
Nos hemos vuelto tan desconfiados entre unos y otros, que tal vez por ello las
relaciones duran tan poco. Y es que es muy difícil confiar en el prójimo, ajeno o
propio, cuando cada vez más ellos se creen el cuento de que en el mundo hay más
mujeres que hombres. Cuando entre nosotras mismas hablamos mal las unas de las
otras y quitar el hombre ajeno se ha vuelto casi un deporte olímpico que debería ser
aprobado en las próximas competencias mundiales. Se practica en casi todos los
países. Sin embargo, apartando por un momento lo que también podría ser
considerado como paranoia, lo cierto es que a ellos los delatan algunos indicios de
los que deberemos estar atentas si es que no queremos meter la pata y terminar
encartadas. Desconfíen de un hombre que...
Use más cremas que usted.
Siempre la llama de un celular distinto.
Cuando la llama aparece bloqueada su identificación: la se ñal es clara no
quiere que lo ubique o que sepa de dónde la está llamando. O que es un dizque
"ejecutivo de alto riesgo" que tam poco le conviene para nada.
Tenga un buen carro pero aún viva con sus papas o con sus amigos de la
universidad. ¡Aun después de los 30!
No se haya casado después de los 40.
La anime a trabajar porque lo que quiere realmente es vivir usted... y de
usted.
Se sabe todos los éxitos del rey del despecho: borrachín fijo.
Le pone serenata con mariachi en día de semana y sin nin guna con razón
aparente: quería seguir de farra y para que usted no se molestara al enterarse, decide
trasladar la fiesta con sus amigotes a su ventana. Usted trasnochada y sin poder
salir a compartir la fiesta porque está en pijama, con rulos y cremas de difícil pronun
ciación y aplicación en la cara. El plan perfecto para seguir de rumba con su
consentimiento o sin éste.
Nunca la llama por su nombre sino que le dice gorda, flaca o cualquier otro
apodo. ¿No ve que el muy vivo así le dice a todas y no se confunde?
Sólo aparece los fines de semana, con intervalos. Si aparece el viernes, vuelve
a invitarla a salir hasta el domingo.
Que sea muy apegado a su mamá. Qué mamera. ¿No ve que creyéndolo casero
y faldero usted jamás sospechara cuando le pongan los cuernos?
Para terminarle, lo haga dejándole un mensaje en su contes tador. ¿Ya para qué?
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11 2
Consígase más bien un hombre que:
Preferiblemente sea piloto. La luna de miel ahí será como los planes para
viajeros regulares de las aerolíneas: frecuentes.
Si tiene dinero no tenga tiempo. Si tiene tiempo, que tenga mucho menos
dinero que usted.
Tenga claro que la llave de nuestro corazón es hacernos un regalo inesperado
en un momento inesperado. Así como noso tras, a diferencia de lo que trataron de
inculcarnos nuestras ma mas desde pequeñas, ya sabemos que la llave del corazón
de un hombre no es precisamente su estómago. Es tener sexo inespera do en
cualquier lugar y momento del día.
—Ya haya salido previamente con todas nuestras amigas y conocidas. Eso nos
evitará la pereza de, encima de todo, tener que cuidarlo de las demás.
No le dé vergüenza hacer el ridículo juntos. Porque eso es precisamente el
amor.
Así como no puede ocultar que está borracho, tampoco se molesta en
ocultarle a la hurnanidad que está enamorado de usted.
Aunque no confiemos en su sinceridad. Mienta muy bien.
Aunque le guste, no esté hecho a su medida. Que si le gusta y está hecho a su
medida, no le caiga tan bien. Uno que si le cae bien, será tan esquivo que le será
difícil conquistarlo. Uno que si le gusta, está hecho a su medida y además le pare
bolas, se enamo re rápido de usted. Lo más seguro es que al poco tiempo se aburra de
él.
A pesar de decirle que no, esté dispuesto a negociar. Con ese sí tiene futuro.
Si a usted le gusta estar arriba, a él le encante estar abajo.
No le moleste hacer el amor con usted con las luces encen didas. Con las luces
apagadas, a ellos todas las mujeres les parece mos hermosas. Porque todas le
parecemos la misma.
A pesar de saber todo acerca de usted, aún así sigue aguan tándosela.
Uno que no hable mucho. Así podremos conservar la ilu sión de que sí nos
están escuchando.
Uno que tenga muchos vicios, o al menos unos cuantos. Porque eso sí,
puede estar más que segura que esa persona tan llena de virtudes, tendrá algunas
que le resulten a la larga verda deramente insoportables.
Del que uno tenga una opinión mucho más elevada de la que se merece. O
si no uno nunca se enamorará de él.
Uno que muestre problemas de visión. Al envejecer junto a él nunca se dará
cuenta de lo mal que la ha tratado el tiempo. Tampoco se le irán los ojos detrás de
una más joven que usted.
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Capítulo 22 Machismo por conveniencia: ¿ Y eso que es?
"Si no les puede ganar, ¿únaseles?". En la gran Enciclopedia de populares
refranes, habrá uno más inútil y poco conveniente que éste.
PERO VOLVIENDO AL TEMA QUE MÁS SIGUE INTERESÁNDOME: a
no dejárnosla montar más de los hombres, ni de las mujeres, ni de nadie. Al de la
búsqueda de nuestra propia individualidad para poder identificar qué es lo que nos
hace realmente felices y cómo lograr sacarle el mayor provecho a nuestra propia
vida. Si luego de estar casada toda la vida, de repente descubre que le gustaría
probar suerte como mujer independiente, a eso me refiero cuando hablo de
individualidad. ¡Qué importa si los demás la critican y la señalan como una persona
inestable si su corazón le dicta que por ahí es que está la verdadera felicidad! O, por
el contrario, ¿qué importa o a quién más que a usted misma, podría importarle si
luego de trabajar toda la vida se da cuenta de que ser una mujer independiente no es lo
que usted quiere? ¿Que lo que realmente necesita para ser feliz es una pareja estable
al lado, una cuenta de ahorros en la que literalmente sí pueda ahorrar, una casa
propia de dos pisos y un perro en la puerta que se llame Fifí? ¿A usted qué podría
importarle si sus compañeras de trabajo la critican por haber, aparentemente, "tirado
la toalla" y retirarse joven y bella a darse la gran vida a costa de su marido? Y a eso, a
poder hacer lo que se nos venga en gana, sin importar si aprueban o no los demás, es
precisamente a lo que me refiero.
Por ello, tras largos años de la que se asegura (pues gracias al feminismo a mí
no me tocó) fue una cruel opresión machista, finalmente aprovecho esta
oportunidad para defender mi posición femenina mas no feminista. Para promover la
creación de un nuevo movimiento pro machista. ¡Pero por conveniencia! Sí, así la
protesta con olla en mano no se haga esperar de las que seguramente no estarán de
acuerdo conmigo, lo que propongo es la creación de un nuevo movimiento. Uno
que se base en sólo lo que nos gusta y, nos sirve, del feminismo. Uno que abogue por
los derechos de la mujer, pero en privado. Un nuevo movimiento morrongo,
arribista, hipócrita pero eso sí, muy eficaz para ganarles la tal batalla de los sexos en
su propia ley. Para ganarle también la guerra a todas esas mujeres que insisten en
quejarse de sus parejas pero que no quieren ceder ni un milímetro en sus
posiciones. A las que, aunque quieren seguir trabajando, se lamentan de sus vidas en
pareja y siguen culpándolos a ellos de todo lo malo que nos pasa. Recuerde, eso sí,
que cualquier tipo de estrategia que se arme, mal aplicada, conduce a un error.
Entonces, ¿para qué vamos a ponernos a hablar mal de los hombres si son divinos?
¿Para qué si, modernas o no, tarde o temprano descubrimos que nos encanta que nos
paguen las cuentas? Que se nos aparezcan de repente con flores, carteras, tiquetes
de avión.
¿Para qué, si nos fascina que nos corran la silla para que nos den el chance de
mirar al que está en frente sin que se den cuenta? Que sigan presentándonos a sus
mejores amigos para ver a ¿cuál vamos cultivando para que sea su remplazo?
Pensándolo bien, no nos debería interesar demasiado cambiar las cosas. ¿Para qué? Si
nos conviene fingir que somos machistas para manipularlos en su propia ley. Si así
podemos jugar su propio juego para que crean que son ellos los que mandan. ¿Para qué
si realmente lo que nos conviene es que sigan teniendo la ilusión óptica de que son
ellos y no nosotras quienes llevamos la batuta en la casa? Así sea con su dinero. Ésta,
señoras, es una invitación a la reflexión. Si todo así ha funcionado tan bien, ¿para
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
11 4
qué cambiar las cosas? ¿Para qué darnos mala vida y quitarles la ilusión de que son
ellos los jefes del hogar?
Históricamente hablando, la diferencia entre los sexos siempre ha existido.
Nosotras somos, aparentemente, débiles; ellos son, aparentemente, útiles. Ellos pagan,
nosotras gastamos. Señoras, no se den mala vida, no se engañen más: nosotras somos
realmente las que mandamos en la casa. Por eso somos las amas de casa. Amas, es decir,
¡dueñas y señoras de sus casas y de sus salarios! Ellos mandan, sí, pero a traer cervezas.
No se ofenda si es él quien paga las cuentas y, por ende, quien pretende imponer las
reglas en el hogar. Algún día tendrá que volver a la oficina y la que se quedará
reinando muy a sus anchas seguirá siendo usted. ¿Entonces para qué luchar contra
eso, si al mantenernos, lo que para ellos sigue siendo sinónimo de poder, para
nosotras ha sido, a lo largo de la historia, sinónimo de comodidad? A costa de ellos,
por supuesto. Y si todo funcionaba tan bien, ¿para qué venir a dárnosla ahora de las
muy heroicas si definitivamente es mucho más rico bañarse durante horas en agua
tibia o caliente, sin preocuparnos siquiera de quién o de dónde sacó el dinero para
pagar el agua o la luz? ¿Si a diferencia de lo que muchas personas en el mundo
promulgan, es mucho más rico recibir que dar? Si precisamente el éxito de los
restaurantes radica en que si una se arregla divina, la llevan al sitio. Allí, le preguntan
a uno qué quiere cenar. A uno le traen la comida a la mesa sin que siquiera nos pase
por la cabeza quién demonios cocinó o sazonó la comida. A uno le levantan el plato
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:41

cuando ha terminado sin siquiera preocuparse por lavarlo y, encima de todo, si es una
invitación con miras de conquista, ¡ni siquiera nos toca pagar la cuenta! ¿Entonces
nos van a tratar de convencer a estas alturas del partido que la comida hecha con
nuestras propias manos y esfuerzos sabe mejor? Cuando todas las mujeres sabemos
que no hay nada mejor que ir a restaurantes y, para variar no tener que lavar platos.
¿Que oler a ajo y engrasarse el pelo para alimentarnos es un verdadero logro? Y esa
misma teoría aplicaría para casi todo en la vida real.
Antes que nada, empecemos por ser honestas: ¿qué le parecería más rico: que la
paseen a una o caminar? ¿Que le regalen a una cosas o gastarse el sueldo del mes para
comprar algo de lo que nos antojamos? ¿Pagar cuentas o que "milagrosamente"
aparezcan ya pagadas? ¿Coser o comprar la ropa ya hecha? ¿Crédito o efectivo?
¿Madrugar para ir a trabajar o trasnochar para ir a bailar? ¿Oír música u oírle la
cantaleta? ¿Entonces por qué insistimos en complicarnos la vida? ¿Para qué retarlos y
quitarles sus responsabilidades hacia nuestro género? ¿Para qué ser asalariadas cuando
también podemos ser unas perfectas mantenidas, sin el menor asomo de vergüenza?
¿Si está más que demostrado que eso es realmente lo que les gusta o cómo les
gustamos a ellos? Usted decide.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
11 5
Capítulo 23 20 reglas para subsistir en pareja. Formulario de admisión y
reglamento para machistas por conveniencia.
El mayor secreto radica en que hay que saber guardarse una que otra cosa.
Para no discutir ¡para chantajearlos después!
ENTONCES NO SE DÉ TAN MALA VIDA, no sea tan moralista y falsamente orgullosa y
admita, al menos, que fingir algo de sumisión también podría tener sus ventajas. Sin
embargo, este nuevo movimiento que propongo tendría unas reglas de admisión bien
claras. No todas quieren, no todas pueden... Pertenecer a él. A modo de club,
asociación o secta, lo que usted prefiera, habrá algunos reglamentos que
necesariamente deberán seguirse al pie de la letra, si su intención es ingresar en
nuestras filas y hacerse acreedor de un sinnúmero de beneficios y ventajas para la
mujer moderna que quiera lo mejor de todo: los beneficios del feminismo sin tener
que renunciar a las ventajas que nos proporciona el machismo. Tomen nota:
Regla 1. Ser mayores de 30 años. Graduadas de algo, sin importar de qué. No
ejercer a menos que sea estrictamente necesario. Y si no le queda de otra, nunca
deberá admitir cuánto gana ni mucho menos aportar todo su salario para ayudar en los
gastos de la casa.
Abrir, más bien, una cuenta secreta, en la que consignará frecuentemente todo
lo que empezará a ahorrar de ahora en adelante.
Regla 2. Nunca admitir públicamente que está infelizmente casada. Más que
nada, para ellos, debe ser evidente que usted se siente realizada como mujer, como
esposa y como madre de familia. Jamás se queje con sus amigas o con sus familiares,
de lo aburrida que está en una determinada situación. Podría arrepentirse, pues
recuerde que las relaciones son cíclicas. Si aguanta lo suficiente, lo que hoy está mal,
mañana podría estar peor. O, podría mejorar, en el mejor de los casos: ellos podrían
dejar a la otra por intensa y por pretender que ellos acaben con su feliz hogar.
Regla 3. De ahora en adelante no diga nada y pásela mejor. Uno es dueño de
lo que calla y esclavo de lo que dice. ¿Para qué mostrar sus ases antes de acabar el
juego? Mejor utilice el popular elemento sorpresa. Si su situación es tan insostenible: no
le diga lo que está pensando y empiece a actuar en silencio. Es decir, contacte a un buen
abogado y espere a que se vaya al trabajo o de viaje para sacar todas sus cosas... a la
calle.
Regla 4. Hay espacios y terrenos que de ahora en adelante quedarán
absolutamente vedados para usted. Ni se le ocurra ofrecerse a ayudarles a los niños
con las tareas difíciles de matemáticas o de cálculo, si su marido está en casa. Eso le
sumaría y muchos puntos negativos en su contra, pues supuestamente para eso está
él. Supuestamente es él quien sabe de esas cosas, usted no. Cuando el señor de la casa
esté de cuerpo presente, casi nunca, aguántese las ganas y ofrézcase más bien a
ayudarlos a marcar los cuadernos o a pintar pero jamás a resolver ningún tipo de
ecuación por fácil que sea. Nada que haga sentir mejor al marido que sentirse útil y
lucirse frente a los niños, a costa de su supuesta ignorancia.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
11 6
Regla 5. Siguiendo con el tema de los territorios prohibidos para una verdadera
machista por conveniencia, jamás, entiéndase bien, jamás intente siquiera cambiar por su
propia cuenta ningún bombillo de luz o a arreglar algún aparato eléctrico. Así tenga
título, recibida con honores de la Universidad deYale, con especializa-ción en
ingeniería mecánica y eléctrica, no le conviene demostrar sus habilidades cuando él
esté en casa. Más bien, aprenda a fingir que no sabe ni prender la lámpara de la sala y
verá cómo le empieza a ir mejor.
Regla 6. Nunca se le ocurra armarle ninguna clase de juguete a sus hijos.
Mándelos directamente adonde el papá, eso los hará sentir importantes.
Regla 7. De ahora en adelante, nunca podrá volver a desplegar sus
habilidades culinarias, así se haya graduado de chef en nouvelle cuisine en Francia. Finja
amnesia progresiva y aprenda más bien a quemar todo lo que se le atraviese por delante
de la olla. Si le asa carne, cerciórese de que en vez de tres cuartos, le quede cuarenta
cuartos; dura como una chancleta después de un incendio. Luego de uno que otro
regaño, podrá empezar a disfrutar nuevamente de los servicios a domicilio, de las
salidas a restaurantes o de esa empleada del servicio que tanto rogó para que le
contrataran, pero que jamás accedieron a hacerlo por considerarlo innecesario.
Regla 8. Si sale en su carro y, por desgracia se le pincha una llanta, deje el carro
tirado, llame una grúa o a él para que la desvare. Así de mecánica sepa incluso más que
él, no es conveniente que lo ridiculice cambiándola usted misma. Éste, señoras,
nuevas ma-chistas por conveniencia, es uno de los territorios absolutamente vedados
para usted. Nada que tenga que ver con autos, mecánica o mecánicos podrá ser
siquiera comentado por usted. Finja más bien que, como el hombre de la casa que
es, tendrá licencia para desplegar toda su fortaleza y su astucia cada vez que se le dañe
el carro. Puntos extra para usted si lo hace con cierta frecuencia, hasta el punto de
convencerlo, sin siquiera abrir la boca, de que lo que va a necesitar definitivamente es
un conductor.
Regla 9. De ahora en adelante, sus juntas de negocios se deberán llamar showers
o bingos. El sueldo que gana jamás será usado como tema de conversación. Mucho
menos deberá ser comparado abiertamente con el de su marido o pareja. Mucho
menos si es mucho más alto que el de él. El jefe, por muy querido que sea, de ahora
en adelante comenzará a llamarse delante de su marido como, "El HP ese".Jamás
hable de ascensos laborales, ni de lo mucho que disfruta su trabajo o de lo bien que le
fue ese día. A ellos les fascina pensar que algún día nos aburriremos de hacerlo y que
nos someteremos por fin a sus deseos de ser sólo amas de casa. Si su intención es que, a
pesar de fingir sumisión, su marido la siga dizque dejando trabajar, lo único que le
funcionará es fingir que también está odiando a lo que de ahora en adelante y, por
conveniencia, por supuesto, se referirá como "a ese trabajo de mierda".
Regla 10. Si va a usar el computador de la casa, asegúrese de que ya se\haya ido
a la oficina para poder chatear a sus anchas con sus amigos cibernéticos en el exterior.
Si, por casualidad, llega temprano de la oficina, cosa casi inusual en él, y la ve
sentada frente al computador, finja que se está haciendo las uñas o que intenta
aprender a usarlo pero que no ha podido. Si llegara a sospechar siquiera que usted lo
maneja a la perfección, lo más seguro es que le empiece a poner claves y contraseñas
a todo y jamás pueda volver a revisar su correo electrónico sin que él se dé cuenta.
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
11 7
Regla 11. Jamás se le ocurra sostener ningún tipo de debate deportivo con
ellos. Éste sí que es definitivamente su territorio.
Nunca demuestre ningún tipo de conocimiento o entusiasmo por ningún
deporte en especial. Más bien pregunte cosas tontas como: ¿qué están jugando?,
¿cuántos equipos juegan? y cosas de ese estilo que muy seguramente le sacarán la
piedra.También frente a él dediqúese a comer como una descosida, preciso cuando
estén viendo alguna competencia. Pruebe a ver qué pasa. De él y no de usted saldrá
seguramente la sugerencia de ingresar en algún gimnasio. A él no le gustará verla
gorda. ¡Bingo!
Regla 12. De ahora en adelante usted será toda una celosa energúmena. Una
loca histérica a la que le tengan terror, incluso sus amigos. A ellos, aunque jamás lo
admitirán, les encanta que uno les revise los bolsillos del pantalón, los cuellos de las
camisas para ver si hay algún rastro de pintura de labios porque eso los hace sentir
realmente importantes. Cada vez que lo llamen por teléfono asegúrese de preguntar
quién es como si de verdad le interesara. Practique previamente un buen show de
celos y finja que está molesta si acaso llega tarde de la oficina. No le hable por varios
días justo antes de alguna fecha importante para así garantizar que el regalo será
mejor.
Regla 13. Su suegra de ahora en adelante será, delante de él, referida como:
"aquella buena y abnegada mujer" o, "tu señora madre". Nunca más deberá quejarse
abiertamente del último agravio propinado por su insoportable suegra. No olvide
estar pendiente y recordarle llamar a su madre en fechas importantes. Es más,
compre usted misma los regalos y déjeles el precio para que vea que son costosos.
Finja comprensión y consideración. Convénzalo de que para usted es importante que
él pase más tiempo con ella para que la relación entre ambas mejore. Con que la visite
más a menudo, seguramente logrará sacarlo más frecuentemente de la casa y así ver
la telenovela en paz. También ganará algunos puntos con la suegra, si es que no
sospecha que está haciendo lo mismo que haría ella si su marido estuviera vivo.
Regla 14. Nunca lo llame a la oficina a algo distinto que a desearle un buen
día, a decirle "te amo" o cualquiera de esas cursilerías que les encanta porque creen
que de verdad nos morimos de amor por ellos. Nunca se le ocurra mandarle
ninguna razón con la secretaria, más bien si no le contesta porque está ocupado,
pídale que la llame de vuelta y dígaselo usted mismo. Casos se han visto que entre
dos se pierde una razón y que no siempre usar a terceros como intermediarios es una
buena estrategia. Exagere un poco en los detalles esos que enamoran. Compre un
libro o pídales consejos a sus amigas mejor casadas que usted. Déjele noticas en la
mesita de noche. Consiéntalo, hágale masajes en el cuello así los haga con más
delicadeza un luchador de sumo. Recuerde que lo que vale es la intención. Para lo de
las cuentas por pagar, para eso sí es mejor a través de terceros. Usted concéntrese en
estar enamorada.
Regla 15. Nunca le conteste el celular de una. Finja que no sabe ni cómo
prenderlo, mucho menos contestar llamadas o revisar su correo de voz. Pruebe
también cómo le va apagándolo algunas veces durante el día para luego convencerlo
de que se le descarga la batería. Remátelo, aplicándole un poco de su propia
medicina, con una frase como "estos aparatos, como tú dices, no se han terminado de
inventar". Dele un poco de su propia medicina tecnológica y aproveche ahí sí para
revisarle sus mensajes en su correo de voz y hasta para tener mozo sin que él pueda
andar tras su pista.
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11 8
Regla 16. Si lo que pretende es permanecer casada y lograr que la mantengan
por muchos años más, que nunca se le vaya a ocurrir adquirir o desplegar demasiada
destreza en la cama a la hora de hacer el amor. Cómprese un vibrador si es preciso,
si es que definitivamente ya no logra satisfacerla pero no cometa el error de
sugerirle posiciones nuevas ni ninguna de esas vainas. Ellos no nos necesitan muy
hábiles en la cama, pues para eso tienen a la otra. A nosotras nos conviene más
bien fingir que no es lo más importante y que, cuando pasa, es por complacerlo
solamente. Ese tipo de abnegación, compromiso y complacencia marcan la diferencia
y logran mantenerlos casados.
Regla 17. Esconda todas sus revistas Cosmopolitan, las Dinero, las Semana, las
Reader's Digest y, más que nada, los diarios; todo el material de lectura que la delate
como una mujer informada. Que nunca la vea leyendo nada distinto a las páginas
sociales del periódico o la sección de entretenimiento. Podría sospechar que usted es
más bien culta y actualizada y eso sí sería un serio problema para sus planes. Ni se
le ocurra comentar ningún tipo de noticia política, mucho menos económica. Al ver
juntos el noticiero, no se le olvide comentar que a qué hora empezará la sección de
farándula y "las buenas noticias del entretenimiento". Nunca recuerde el nombre de
ningún político y si es posible, intencional-mente olvide el nombre completo de
nuestro presidente.
Regla 18. Ofrézcase a plancharle las camisas y quémeselas a propósito. Sin
ninguna vergüenza, salga con él a la calle usando algún atuendo previamente
quemado también por usted y por su malvada plancha. Finja que no se dio cuenta al
salir de casa que en la parte de atrás de su falda está la sombra chamuscada de la
plancha. Lo mínimo que logrará es que le abra cuenta en la lavandería más cercana,
que le contrate a alguien que la ayude o, en el mejor de los pasos, que le compre ropa
nueva. Ya que tendrá que comprar para él porque toda ya se la quemó, no habrá
ninguna excusa posible para que no le compre a usted también. Ya que toda también
la quemó.
Regla 19. Para que vuelvan a viajar juntos y solos, de segunda luna de miel, de
paseo romántico, como antes, invente paseo a Panaca con toda la familia. Asegúrese
también de invitar a todos sus hermanos, sus esposas y, por supuesto, sus sobrinos.
Dígale que será una memorable vacación en familia y la oportunidad para verse y
compartir con los familiares que, por tanto trabajo, casi nunca tienen la oportunidad
de ver. Con la excusa de que es una inolvidable reunión familiar, haga reservas en el
hotel más incómodo de la región y asegúrese de ubicar a todos los niños en la
habitación de al lado. Los que no hayan cabido en la suya, por supuesto. Asegúrese
de que sus vacaciones anuales sean una verdadera pesadilla, comprándole pitos y
juguetes muy ruidosos a los niños, algodón de azúcar, globos de colores y cosas que
puedan explotar y hacer mucho ruido para que la próxima, de él sólito salga la idea
de viajar solos a algún lugar bien lejano para que ahí su pueda descansar.
Regla 20. Aprenda actuación. Porque para el éxito de su misión usted
requerirá altas dosis de talento para fingir todo lo anterior. Si, por el contrario, a pesar
de todo el trabajo que se requerirá para lograr ser algún día una muy convincente
machista por conveniencia, es decir, si todo lo anterior falla y, por su propia cuenta
decide tirar la toalla antes de tiempo, entonces ensaye su puntería y practique
lanzamiento de ceniceros y floreros. Deporte doméstico que debería ser incluido en
los próximos Juegos Olímpicos, pues lamentablemente el marido que escogió no tiene
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
11 9
arreglo. No viene con garantía, por lo que tampoco podrá pedir la inmediata
devolución de su... ¡esfuerzo! Búsquese más bien otro y regrese a la regla número
uno.
Y si todo lo anterior le parece complicado y ni qué decir ridículo, ¡pues
entonces no se case!
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
12 0
Capítulo 24 ¿Arquitectas de nuestra propia desgracia?
EN UNA REVISTA Vanity Fair, la actriz norteamericana Gwyneth Paltrow, la
ganadora del Osear por la cinta Shakespeare enamorado, dijo algo que me llamó
poderosamente la atención: "Somos arquitectas de nuestra propia desgracia". ¿Será
eso cierto?
Lo cierto es que su comentario me causó tanta impresión, básicamente porque
es tan cierto como que el botox, tóxico o no, ayuda a disimular las arrugas, que a
Popeye le interesa Oliva sólo porque Brutus está interesado también en ella y que
Oswaldo Ríos tiene problemas de carácter. Analizando más a fondo la situación
encontré,por ejemplo, que siempre buscamos en los hombres con los que salimos, el
mismo patrón. El mismo que nos hace daño por las mismas razones que el anterior.
Triste eso sí, que nunca se nos dé por salir con un tipo normal, de carrera, de esos a
los que ascienden en las empresas, de los que se disfrazan de ejecutivos para ir a la
oficina, de los que sí ahorran y en vez de gastarse lo que se ganan en fiestas y en
juguetes caros con los que casi siempre terminan disfrutándolos con la otra. Uno
definitivamente pierde demasiado tiempo saliendo con el carita bonita, chistosín
que usualmente no sirve para nada. Triste, muy triste, además, que, por pura y física
cobardía, muchas de nosotras no nos atrevamos a salir con alguien que valga la pena
por toda esa inseguridad que frecuentemente nos ataca. Más lamentable aún es no
arriesgarse a escribir el último capítulo del libro de nuestras propias vidas y dejarlo
casi al azar. Nunca apostarle a la página siguiente, a quedarse el suficiente tiempo
con alguien para averiguar qué pasaría después si se hubiera atrevido a hacerlo. Si
hubiera tenido el tiempo, el interés pero más que nada la voluntad y la tolerancia
necesaria para pasar de una etapa a otra. Casi nunca optamos por compartir con
nuestras parejas su etapa de desarrollo. Nos desesperamos a mitad del camino. Los
queremos ya curtidos, ya profesionales, ya hechos y derechos y no logramos nunca
entender que a los hombres, con algo de tacto y mucho de paciencia, uno puede
amoldarlos para que se ajusten a nuestra medida. Pero casi nunca ninguna mujer
moderna se atreve a embarcarse en semejante aventura tan incierta. Por eso, en
muchos casos de mujeres, aquel sabio refrán que dice "la novia del estudiante jamás
llega a ser la esposa del profesional", resulta ser tan patéticamente cierto. Saber qué
escoger y cuándo parar de escoger es todo un arte. Y, aún más que eso, es la clave del
éxito para lograr algún día la tan ansiada estabilidad emocional que por momentos no
parece llegar nunca. Somos nosotras mismas, antes que nada, responsables de escoger
nuestros propios proyectos de vida. De diseñarlos cuidadosamente y de elaborar la
maqueta que nos servirá de guía para lograrlo. Así mismo, somos responsables
también de escoger bien al compañero o, en este caso, al ingeniero que nos ayudará
en la obra para que ésta no se nos desplome a la mitad del camino. Somos las únicas
responsables, además, de escoger bien el terreno sobre el cual hemos de construir.
Uno que sea sólido, confiable y bien ubicado para no terminar construyendo nuestro
gran sueño ''sobre arenas movedizas.
Es decir, estimadas aliadas en este gran valle de lágrimas llamado vida, es
nuestra culpa si escogemos mal con quien compartir nuestras vidas y, pero aún, si
insistimos en quedarnos ahí y seguir caminando por el mismo camino rocoso a pesar
de habernos convencido de que lo que escogimos no nos hace felices; si insistimos
en seguir caminando por el mismo túnel oscuro y sin salida. Si lo que quiere es
permanecer sola, eso es respetable. Pero si lo que pretende es tener hijos algún día
sin tener que demostrarle al mundo que usted es tan valiente que puede hacerlo sola,
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
12 1
habiendo maneras más fáciles de lograrlo, ¿entonces qué hace saliendo con ese
divorciado padre de cuatro hijos, entre ellos una pareja de mellizos recién nacidos a
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:41

quien su ex mujer le exprime hasta el último centavo? ¿Ese que nunca tendrá tiempo
para usted? ¿El que siempre estará ocupado en citas médicas con los niños, o
recogiéndolos del colegio o en terapias con maestros y sicólogos? No se dé tan mala
vida, si ya sabe que eso no es lo que quiere. Pero, si ese es el que le gusta, pues no se
queje ni se frustre. Lo importante es al menos saber de antemano en qué se está
metiendo y ahí sí medir las consecuencias. El recién divorciado que vive en
permanente enfrentamiento con su ex, es aquel que, aparte de tiempo, nunca tiene
dinero, pues, guiado por el cargo de conciencia que lo embarga, se lo ha gastado
todo tratando de justificar las razones por las cuales abandonó el hogar. Y, peor le irá,
si, de casualidad, ¡esa razón es usted!
Muchas mujeres se gastan la vida tratando de quitarle el marido a la otra y, lo
que no han logrado entender aún es que si la señora no cede, no es propiamente
porque lo que se estén disputando realmente valga la pena. No, lo hacen
principalmente por físico orgullo, para no dejarse de la competencia. Uno
difícilmente puede seguir enamorado de aquel cuyos actos y decisiones humillan,
aplastan, hacen sufrir y causan tanto daño emocional y sicológico. Cuando eso
sucede y, las mujeres quienes han descubierto la infidelidad de su cónyuge,
confunden el verdadero amor con el orgullo herido, realmente aprendemos lo que es
la infelicidad. Muchas, incluso, buscan ayuda siquiátrica para soportar tanto dolor,
cuando lo que deberían buscarse para sanar por dentro (y por fuera también) es un
buen abogado. Uno que le aclare bien cuáles son sus derechos y sus beneficios reales
al divorciarse para que se den cuenta cómo logran recuperarse milagrosamente. Lo
mejor de todo es que, una vez divorciados, no sabemos bien si es porque añoran
todos los bienes que perdieron, a los hijos o, hasta a la ofendida señora, todos en
algún momento estudian la posibilidad de regresar. La otra, por su parte, perderá
automáticamente el interés cuando se haya firmado el último papel del divorcio,
cuando el camino haya quedado absolutamente libre... Cuando se entere de que
quedó sin un quinto. Lo que les resulta interesante a este tipo de mujeres, al parecer,
es el proceso de idearse la estrategia precisa para competir, no propiamente llegar a
la nieta. Es decir, lo que les gusta es tener el poder para amargarle la vida a otra
mujer y demostrar así a cuál de las dos prefiere el tipo en cuestión. La rivalidad
femenina, la mala consejera, la que nos demuestra cada día con peores ejemplos, de
qué estamos realmente hechas las mujeres. Pero para ellas siempre hay un castigo.
Esto, sumado a que le tocó encartarse con el recién divorciado traumatizado,
confundido y ni qué decir, vaciado, le resta aún más puntos a su supuesta victoria. La
señora ofendida, por su parte, en cambio podría sumarse puntos a su favor si de
casualidad, el abogado que contrató es más buenmozo que su marido. Y que, así sea
por interés, la invita a salir después de haberla ayudado a ganar el pleito. Eso sí que les
sacará la piedra a ambos. A él por haberla dejado, usted a él, pero en la calle. A la
moza, en cambio, le dará rabia no haberle echado más bien el ojo al abogado que,
entre otras, se quedó con gran parte del dinero de él con sus honorarios. ¿Quién los
manda? Pero eso sí, tenga siempre presente que, si lo que busca es perma-I necer
casada, las cosas suelen ser a otro precio. Uno muy distinto. Olvídese de contratar al
abogado e ignore el tema de la moza.
Otro buen ejemplo de que realmente sí somos las arquitectas de nuestra propia
desgracia, es que si lo que usted aún sueña, pasados los 30, es casarse de blanco, rodeada
de familiares y de amigos. Que la invadan con regalos hermosos, que la fiesta sea en el
club más exclusivo de la ciudad y que la lleven de luna de miel a Bali con remate en
las islas del Caribe, ¿me pregunto entonces qué carajos hace usted saliendo con
I s a b e l l a S a n t o D o m i n g o L o s c a b a l l e r o s l a s p r e f i e r e n b r u t a s
12 2
ese menor de edad que aún no termina la universidad? ¿Qué hace usted, me
pregunto, saliendo con quien se ve como su hijo y al que, en público, le tocará negar
por física pena? ¿Aquel que no se ha atrevido aún a presentarle a sus padres porque la
vez que se animó y lo llevó a su casa e intentó presentar como su novio, lo
confundieron con el mejor amigo de su hermanito? ¿Con ese que sólo la invita a
perro caliente de carrito esquinero, o a cine pero con cupones de descuento? ¿El
que la lleva al centro comercial no a comprar sino dizque a pasear porque en los
bolsillos no tiene ni con qué comprarle un chicle? Sí entiende entonces cómo es que
una misma es responsable de su propia desgracia.
En estos tiempos modernos, ¿es posible vivir sólo de amor? Sí. O más bien, sólo
hasta que en la última Vogue, en la publicidad de Prada, aparezca fotografiada ¡una
cartera espectacular que se muere por tener! En ese preciso instante usted mira por
fin sin apasionamientos cursis lo que está durmiendo al lado suyo en la cama y, lo
más seguro, es que allí mismo también, el amor salga volando por la ventana. Las
mujeres, la gran mayoría somos así; ¿qué le vamos a hacer? Porque hasta en el caso
de las mujeres que trabajamos y que de vez en cuando nos podemos dar el gusto de
comprar, con la ventaja de ni siquiera tener que consultarlo, con nuestro propio
dinero, además, el capricho de nuestra preferencia, no podemos negar jamás que hasta
el amor se muere si no logramos mantener abiertas nuestras posibilidades. Si
llegamos a pensar por un minuto que la persona que tenemos al lado no nos da la
talla a nivel económico también. Lo interesante de ser independientes y, aún así,
intentar compartir nuestras vidas con alguien es precisamente dejar entreabierta la
opción de que si algún día nos aburriéramos de trabajar, alguien va a estar allí cerca
para brindarnos la comodidad a la que estemos acostumbradas. La ilusión de que así
ante una remota posibilidad usted quisiera descansar por un rato o, por toda la vida,
¿quién sabe?, su compañero procurará que en la nevera siempre haya leche y sobre
su mesa, pan. Que no siempre todo dependa de una. Es, sin lugar a dudas, una buena
manera de ilusionarse. Porque así su compañero no sea millonario, ojalá se le
ocurriera siquiera poder complacernos algún día con alguno de nuestros célebres
caprichos. Es una idea nada más. Una que, entre otras, es para la mujer moderna, el
motor que mantiene viva su llama de la ilusión. Y por ahí derecho de la pasión,
porque uno no quiere salir con alguien que no sólo no le aporte a uno, sino que
además nos quite: tiempo, esfuerzo, dinero para la casa. Recuerde que así como con
las cirugías plásticas que tanto se han popularizado entre las mujeres: lo que no hay se
pone y lo que sobra se quita. Es igual con los hombres, los que no sirven, ¡estorban!
Hay un dicho que encierra una interesante y sabia filosofía: "Marry your own".
Es decir, "cásese con alguien de su especie y clase". No busque lo que no se le haya
perdido. No invente. Si ya, gracias a los golpes que haya recibido, sabe lo que no
quiere, ¿por qué insistir una y otra vez en lo mismo? ¿Por qué insistir en pasar la vida
junto a un hombre que jamás le dará siquiera la ilusión de vivir una vida más
holgada, más cómoda que la que actualmente tenga? Para vivir en peores
condiciones, es mejor quedarse sola y así ni siquiera tendrá en quién depositar toda
su frustración. A quién echarle toda la culpa. Es por consideración también con ellos.
El problema muchas veces es que, por afanadas, muchas salimos / con un
diamante pero bruto. Mi sugerencia entonces es, en el caso de los tipos menores,
para que no haya desagradables sorpresas después, déjelos madurar por su propia
cuenta. Preferiblemente al lado de otra. Sí, que sea otra la que practique el
experimento, no usted. Le aseguro que algún día, con el favor de Dios, sí podrían
convertirse en hombres interesantes, maduros, considerados, consecuentes,
detallistas. Pero deje que sea otra la que pierda el tiempo, la que haga el curso
completo de crianza. Para que eso sí, cuando usted entre en acción, a otra ya le haya
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tocado la frustración de compartir su espacio de vida con alguien que no tiene nada
que ofrecerle. Que hace que uno se quiera devolver adonde los papas, en donde,
entre otras, uno siempre asegura que estaba mejor. Procúrese que a usted le toque un
tipo ya hecho y derecho y déjele la paciencia a las demás. De hecho, por muy mayor
que usted sea, debería ser declarado ilegal salir con tipos menores que usted. Y no
hablo de infantes, ni de colegiales, eso ya sería pedofilia. Hablo de tipos que no sean
suficiente maduros para usted y que, por ende, le hagan perder su maravilloso
tiempo. Que los carneticen, que sólo les permitan salir con mujeres de verdad cuando
ya estén listos. O cuando ya estén listos para mantenerla.
Si lo que aspira es a no tener que trabajar más porque ya lo probó y a pesar de
sus logros, le sigue pareciendo más atractiva la idea de vivir más cómodamente y sin
tantas responsabilidades, entonces ¿por qué insiste en salir con todos sus
compañeros de oficina? ¿Con los que están en la lucha igual que usted? ¿Cuando lo
que está más que comprobado para lograrlo es que debería estar haciendo es
coqueteándole al jefe o, mejor aún, al dueño de la compañía? El corazón es un
órgano útil, al que inevitablemente asociamos a los sentimientos, así de allí no
provengan realmente. También lo asociamos a la ternura, a la sensibilidad, al amor,
cuando casi todas sabemos que eso sale directamente de nuestras cabezas. Pero bueno,
ya que insisten en usar el corazón cómo símbolo de todo lo que anteriormente
mencioné, lástima que el órgano que supuestamente rige nuestro destino
sentimental sea tan ciego. Lástima que, en algunos casos, aunque tenga mejor visión,
el corazón siga siendo al menos miope. Y por ello frecuentemente nos conformamos
con lo que se nos pasa por el frente, lo que tenemos a la mano, lo que nos cuesta
menos esfuerzo. ¿Pero qué pasaría si además le pusiéramos gafas a nuestro corazón y
adquiriéramos la habilidad de poder ver más allá? ¿Si, como lo han logrado hacer
algunas mujeres, nos atreviéramos a soñar con más? ¿Qué tal si nuestra ambición
femenina no se limitara tan sólo a tener algo de compañía y no quedarnos solas? ¿A
tener algunos hijos para ver si así evoluciona la relación? ¿Qué tal si no sólo nos
alcanzara para conformarnos con lo que hay sino que además nos impulsara a
conseguir lo que queremos? O, al menos, a intentarlo siquiera. Qué pasaría si en vez
de casarse con uno que no llene sus expectativas, uno que le dará una vida de miseria,
pues la criticará y hasta permitirá que su madre lo haga, del que se quejará toda la
vida al compararlo con todos sus ex novios. Uno al que seguramente le inventará,
por pura presión sicológica, que todos fueron mejores que él y aún así no tenga
razones de pesos, digo de peso, para contestarle entonces ¿por qué está con él? Uno
al que ni sus propios hijos podrá enseñarles a admirarlo pues siempre lo culpará de
su propia frustración. Y no digo que todos los hombres sean malos, como tampoco
puedo asegurar que todas las mujeres son buenas o víctimas, digo más bien que no
todos los hombres están hechos a nuestra medida. Seguramente ese que no la llena,
logrará que otra fémina sea absolutamente feliz y plena a su lado. De lo que hablo es
que uno no debe forzar nada en la vida. Que uno debe permitir que las cosas fluyan
y, eso sí, aprender a definir a tiempo, si ese hombre que tiene al lado se ajustaría a su
medida o no. Para todos hay algo o alguien que le caiga como anillo al dedo. Pero lo
primero que vea, no necesariamente es lo que más le conviene para ser feliz. ¿Qué
pasaría entonces si en vez de casarse con el que toca, porque sus amigas más varadas
que usted la conven-/ cieron, se casara con el que de verdad le gusta y le sirve? Si, por
el contrario, insiste en hacerlo, entonces no se queje si usted misma se acaba de
graduar como ¡arquitecta de su propia desgracia!
Es simple cuestión de aprender el arte del descarte. Es decir, aprender a
clasificar lo que le gusta, lo que le sirve o no, para tener la vida que usted se ha
soñado. Si no, viva del amor y deje de envidiar a sus amigas. Confórmese con lo que
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escogió y tiene al lado. Deje de soñar con grandes galas y zapatilla de cristal. Y, por
Dios, deje en paz a ese pobre hombre que no tiene la culpa de que usted haya
escogido mal. Y dele, al menos, la oportunidad de una vida digna. Lo cierto es que la
mayoría de las mujeres somos terribles y lo que pensamos, lo que queremos, casi
nunca corresponde a la realidad que escogemos. Por esto, muchas de ellas viven
amargadas, frustradas y reniegan del marido así éste sea un dechado de virtudes.
Recuerde que para que eso no le pase, escoja, sin apasionamientos, lo que le sirve en
esta vida. Por mucho que le guste ese contador público por muy buenos músculos
que tenga, por muy varada que esté en este momento, aprenda a desechar a tiempo
lo que no le conviene para que no tenga que quejarse después. Por mi parte, todo
este tiempo he escogido no escoger. Sólo lo que sea posible obtener por mis propios
medios y evitarme el estrés de tener que depender de la buena o mala suerte, o de la
buena o mala voluntad de un hombre para cumplir mis sueños. Es una posición
que, aunque no deja de ser respetable, no necesariamente es la más inteligente. Pues lo
ideal sería escoger bien a la pareja y así evitarse tanto esfuerzo convenciéndose de que
podría funcionar. Cuando en el fondo de nuestros corazones ya sabemos que no. Eso
se siente, es químico. Creo que tocó más bien admitir que a lo mejor no soy tan
inteligente como creía serlo.
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Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas   Isabella Santo Domingo - Los caballeros las prefieren brutas - Página 2 Icon_minitimeMayo 19th 2010, 14:42

Capítulo 25 En resumidas cuentas ¡Pero por pagar!
Si no aprendió nada, espero que al menos se haya divertido un rato
burlándose de usted misma, de ellos y de mí, por supuesto.
PARA FINALIZAR, LO MÁS IMPORTANTE que espero haya entendido a través de este
libro, señora, es que si antes, a nivel económico y doméstico, todo funcionaba perfecto,
¿para qué venir ahora a cambiar el curso de la historia? ¿Para qué, seguramente nos
preguntaremos ahora algunas, enfrentarnos con ellos en batallas inútiles por el poder
y quitarles la responsabilidad histórica de hacerse cargo de nosotras y de toda nuestra
descendencia? No señoras, llegó la hora de ser realmente inteligentes: complacerlos
de vez en cuando y fingir que somos brutas. O tal vez, estaríamos viendo ¡ Todos
quieren con Marilynl Pero para aprender de ella por / inteligente. Porque es una de las
que mejor finge que es bruta. ¿Dándoselas de digna con el millonario bien cuando
le ha hecho la vuelta a todos los buseteros del barrio? El protagonista y todos los
demás quieren con la impulsora de maridos que es aparentemente tan idiota que con
semejante facha, en vez de conseguirse a un marrano que la mantenga, dizque los
entretiene ligerita de ropa. En vez de entretenerlos, debería torturarlos y así
seguramente ganaría más plata. ¿Habrase visto a una mujer más brillante? Una que
con semejantes atributos, finge que prefiere trabajar dizque de costurera en vez de
seguir trabajando socialmente y sacar modelitos, ya cosidos, en donde Silvia
Tcherassi, ¡cortesía del marrano de turno! Pero ahí los tiene muertos a todos, porque
eso sí, finge tan bien que es bruta, ¡que todos quieren con ella! Y eso señoras
comprueba la teoría de este libro: los caballeros como que sí las prefieren más bien
bruticas, pero con buena disposición. O, que el machismo por conveniencia sí tiene y
mucho sentido.
Lo que sí espero, más que nada, es haberla ayudado a resolver la pregunta que
de ahora en adelante, también espero, sea clave para que pueda aventurarse a buscar
el camino hacia su verdadera felicidad. Ahora sí, ¿ya sabe qué quiere? Así que si usted
ya tiene claramente establecido que lo que la hace feliz es su carrera por encima de
sus sentimientos, que no necesariamente quiere casarse, tener hijos y convivir con
un hombre al lado... ¿qué demonios hace leyendo este libro escrito por una
irresponsable como yo? ¿Una que, admito, ni siquiera pudo graduarse ni de
bachillerato por radio? Sólo porque, muy temprano descubrí a tiempo que, en mi
vida, lo que realmente me haría feliz era convertirme en una vil asalariada. Pero una
que, tan confundida, variable e inconforme como mis demás colegas,
afortunadamente en este punto del abismo entendió también lo equivocada que
estaba, ¡que no hay nada mejor que lo mantengan a uno! Por eso, si lo que, por el
contrario, usted tiene ya proyectado como lo que realmente la haría feliz en su vida es
ser una mantenida y vivir así cómodamente, siga al pie de la letra los consejos de este
libro. No le puedo asegurar que así conseguirá marido, pero sí puedo garantizarle que
siguiendo algunos consejos, a ellos les quedará mucho más difícil dejarnos... ¡por otra!
Entonces, organicémonos. ¿No ven que lo que nos toca es sindicalizar el conflicto?
Cambiemos las reglas del juego y seamos casi todas iguales: finjamos que somos
brutas. Así, por lo menos, les quedara más difícil cambiarnos por otra mejor o peor
que nosotras. Si, al fin y al cabo, todas somos iguales...

¡Por... Fin!
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