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 Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)

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#Jonatica#
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MensajeTema: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 18th 2014, 21:06

Bueno, esta es una adaptación de uno de los mejores libros que he leído: El lado explosivo de Jude o Crash de Nicole Williams. En lo personal, es mi segundo libro favorito después de Maravilloso Desastre. Tiene de todo un poco, amor, drama, comedia, etc. Me encantó y lo leí como en 3 días porque te deja atorada. Espero ustedes lo disfruten igual que yo.


Sinopsis:

Southpointe High es el último lugar donde ____ quería terminar su último año escolar. Justo entonces, tropieza con Nick Jonas, un chico que hace honor a su nombre, y es sinónimo de problemas. Él tiene una larga lista de antecedentes penales que puede sobrepasar cualquier tesis, su nombre provoca suspiros, gritos, y maldiciones de tantas mujeres que ____ no se atreve a preguntar, y vive en la casa local para chicos, donde los disturbios parecen ser normales para los residentes. _____ tiene un objetivo mejor, en el peor de los casos, estrafalario. Vive usando sus satinadas zapatillas de ballet, tiene sus miras puestas en Juilliard, y ha sido cuidadosa en mantener los problemas lejos de su vida. Hasta ahora. Nick es todo lo que necesita mantener alejado de su vida si quiere separar su pasado de su futuro. Mantenerse alejada, está a punto de descubrir, es la única cosa de la cual es incapaz de hacer. Para ____ Larson y Nick Jonas, el amor está a punto de convertirse en la cosa más desgarradora.
“TE QUIERO PERO TE ODIO.”
______ ha oído decir esa frase incontables veces, pero hasta ahora nunca había pensado que podía llegar a comprenderla tan bien. En realidad, desde el día que conoció a Nick navega por aguas turbulentas, incapaz de aclararse y descifrar qué siente. Entre toda la confusión, algo le parece evidente: Nick no es un chico adecuado para ella. Cínico, inaccesible, descarado hasta decir basta... En definitiva, el clásico tipo malo que parece predestinado a romperle el corazón a cualquiera que sucumba a sus encantos. Y, sin embargo, Nick ejerce una extraña atracción sobre ella. Una atracción de la que parece imposible escapar...



Quería copiar este libro desde pdf pero no se que problema tiene la pagina que no se puede copiar nada Sad entonces lo busqué como adaptación en facebook pero solo la encontré con Justin Bieber así que si hay algún error en los nombres pido mil disculpas, algunas veces se me puede colar el nombre Justin.
Besos Smile
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 19th 2014, 11:16

Primera lectora...
Lei la sinopsis y me atrajo
siguela
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 20th 2014, 16:37

Dejo el primer cap Smile

Capítulo 1
Los veranos me convertían en una idiota. Por eso me sentía contenta de que este hubiera casi acabado. Cada año desde la pubertad, de mediados de Junio a principios de Septiembre, había estado segura de que encontraría en el mundo real al equivalente del príncipe azul. Llámame anticuada, llámame romántica empedernida, incluso puedes llamarme tonta, pero lo que sea que fuese, sabía el resultado final —era patética. Hasta la fecha, no había encontrado nunca a un chico digno de permanecer en la sombra del príncipe A; no era una sorpresa que después de cada verano descubriese más y más que los chicos eran algo así como un dolor en el trasero.
Pero aquí, trabajando en mi bronceado en la playa pública Sapphire Lake un par de semanas antes de que empezara mi último curso de secundaria en un nuevo instituto, simplemente encontré a mi Príncipe Malditamente Caliente.
Llegó con un lío completo de chicos, lanzando una pelota de fútbol ida y vuelta, y especímenes como éste confirmaban que hubo algún tipo de regla divina en el mundo ya que el proceso de selección natural no creaba cosas como él. Éste era un dios, en algún lugar, de trabajo manual. Era alto, sus hombros anchos, y tenía esos oscuros ojos anillados con pestañas negras que tenían el poder de deshacer las mejores intenciones de una mujer. Por lo tanto, en términos no-patética, era simplemente mi tipo. Junto con el de todas las mujeres de habla inglesa del hemisferio norte.
Mi sorbete azul de frambuesa —que se convertía en papilla más que en granizado con cada mirada lasciva que daba— no podía siquiera competir por mi atención. No sabía su nombre, ni si tenía novia, ni si quería una, pero sí que yo me encontraba en problemas. Sin embargo, fue cuando me esquivo y su aborde y su sprint cesaron cuando echó un vistazo en mi camino que supe que me encontraba en grandes problemas.
El vistazo era infinitamente más largo que cualquier otra mirada compartida con un extraño, pero lo que se transmitía en esas cortas conexiones cortaba a través de mí, dejando que alguna pieza de este extraño trabajara su camino dentro. Experimenté esto varias veces antes en mi vida, nada más que una conexión visual con un extraño que pasaba que me conmovió en un nivel instintivo. Sin ninguna razón en absoluto, era como si sintiese a mi alma surfear en un tifón, suplicándome para que le hiciera caso y siguiese en pos de ese momento de casualidad. Hasta la fecha, nunca lo había hecho, pero la última vez que dejé pasar uno de estos momentos, fue el pasado otoño cuando un chico trabajando en un restaurante que mi familia visitaba durante las vacaciones entregó una pizza en nuestra mesa. Dejó caer la pizza en la mesa, nos dijo que la disfrutáramos, y entonces, justo cuando dejaba la mesa, nos miramos. El corazón me dio un vuelco, mi cabeza se volvió toda brumosa, y sentí este dolor por dentro cuando se giró y se alejó, como si estuviéramos unidos por una cuerda fija. Dejé exactamente cuatro de esos tifones-alma pasar sin explorarlos, pero hice un pacto de máximo carácter sagrado conmigo misma de que no dejaría ir a un quinto de la misma forma.
Nunca estuve segura de si la otra persona en el otro extremo de esa mirada sintió el mismo tipo de intensidad que yo, así que cuando el Príncipe Malditamente Caliente se giró, abordando a alguien hacia la arena, supe que corría el riesgo de que él pensara que era una de esas chicas que hacían del cazar muchachos hermosos ocupándose-de-sus-propios-asuntos una obra de arte. No me importaba, no dejaría otro de esos momentos marchar. La vida era corta y era una firme creyente de aprovechar el momento para la mayor parte de mi vida.

Entonces, llegó a otro punto muerto, como si mi mirada lo estuviese congelando en el lugar, antes de mirar hacia atrás. Esta vez no se trataba de un vistazo. Fue una mirada de unos buenos cinco segundos en donde sus ojos hicieron esa cosa estupefacta que los míos hacían por mí. Su sonrisa sólo había comenzado un viaje ascendente en su posición cuando la pelota de fútbol pasó zumbando justo al lado de su cara. Era uno de esos momentos que ves en las películas: chico mirando abiertamente a chica, ajeno al mundo que le rodea hasta que los cordones de la pelota de fútbol marcan su frente.

— ¡Deja de mirar, Nick! —Gritó el muchacho que había lanzado el balón—. Está demasiado buena, incluso para ti. Y puesto que tiene un libro, probablemente sabe leer, así que es lo suficientemente lista como para saber evitar a tipos como tú.

Deslicé mis gafas de vuelta a su lugar mientras el chico-casualidad perseguía el diminuto reclamo y dirigí mi atención de nuevo al libro tirado
debajo de mí, ya no me preocupada por tener que perseguirle para explorar si podía haber algo más entre nosotros que una mirada cargada.

Vi la reciprocidad en sus ojos, eso y más. Sólo era cuestión de cuánto tiempo quería jugar a hacerse el guay antes de acercarse. Tenía todo el día.

Eso era lo que me aseguraba a mí misma mientras él echaba al atrapado chico por encima del hombro y corrían hacia el lago, salpicando arriba y abajo hasta que el muchacho chillaba de risa. Me tranquilicé a mí misma de nuevo cuando él y el chico salieron del agua y regresaron al grupo de muchachos jugando al fútbol y se situaba justo donde lo había dejado, sin repartir ni una sola mirada en mi camino.

Traté de distraerme con el libro que tenía, pero cuando me encontré leyendo el mismo párrafo por sexta vez, me di por vencida. Seguía sin mirarme, como si fuera invisible.

Cuando una segunda hora pasó de la misma manera, decidí que era hora de tomar el asunto en mis propias manos. Si él no iba a venir a mí y yo no me sentía preparada para ir a él, tenía que hacer que lo hiciera. Encontré que los chicos son criaturas razonablemente simples de entender, por lo menos en un nivel primitivo —en mente, corazón y alma eran tan desconcertantes para mí como termodinámica— y desde que primitivo era un bonito término para hormonas furiosas, decidí usar su exceso por adolescencia a mi favor.

Agarrando el litro de agua de mi bolsa de playa, me levanté en postura, haciendo cada movimiento lento y deliberado. Por lo menos sin hacer el ridículo. Sus ojos no se fijaron en mí mientras me puse de pie y me ajuste el bikini, pero si unos pocos grupos de hombres. Buena señal de que lo hacía bien, pero mala señal que no estuviera dándose cuenta ya que todo este truco fue puesto en marcha por él.

Quitando el clip de mi abundante pelo, bajó por mi espalda, y lo sacudí en posición de buena medida. Prácticamente maldije entre dientes cuando me atreví a echarle un vistazo para encontrarle en el olvido total.
¿Qué tenía que hacer una chica para conseguir la atención de un chico en estos días?

Regresé a la mesa de picnic donde la más nueva incorporación a nuestra familia, del tipo peludo, seguía sonriendo a través de sus jadeos. — Aquí hay un buen chico —dije, arrodillándome junto a él donde usaba la sombra de la mesa a su favor—. Ya que eres del mismo sexo, aunque encuentro a tu especie mucho más atractiva en numerosos frentes, ¿tienes alguna sugerencia de cómo hacer que ese chico sea mío? —pregunté, echándole más agua en el cuenco mientras observaba a Nick interceptar
el balón en el aire. El muchacho jugó el mejor partido de fútbol que tuve el placer de ver.

Mi peludo amigo ofreció algunos lametazos sobre mi brazo antes de que su húmeda nariz empujara mi pierna. Podría haber estado leyendo un poco en su empujón de ánimo, pero cuando sus perrunos ojos rastrearon a Nick y su perruna sonrisa se extendía más, me reí. —Sí, sí. Ya sé que es un mundo de mujeres y eso, pero todavía hay algunas cosas antiguas —dije, rascándole detrás de las apelmazadas orejas—. Como el chico acercándose a la chica. No llames al movimiento feminista y me expongas o no habrá bistec para ti esta noche.

Palmeé su cabeza mientras ladraba su voto de silencio antes de regresar a mi toalla para tomar el sol. Mantuve mi cabeza hacia delante, pero mis ojos se hallaban tan cerca del rabillo como podían, observándole mientras lanzaba el balón a otro pequeño niño. Si levantarme, estirarme, y ajustar mi bikini no funcionaba, con la cena en menos de una hora, tendría que recurrir a drásticas, o desesperadas, medidas. Era tan terca como patética, y desde que había esperado tanto para que viniera, no iba a rendirme ahora. Renunciar no estaba en mi sangre.

Me estiré en la toalla, boca abajo, torciendo los brazos hacia atrás para tirar de la correa libre de su tensión. En mi experiencia como chica de diecisiete años, siete de esos años teniendo pechos que requerían un sujetador, deshacer el pequeño nudo en el centro de tu espalda tenía un noventa y cinco por cierto de índice de precisión de atraer a cualquier hombre en un radio de cinco toallas. Nick podría haber estado en la cúspide de los cinco/seis, pero era todo lo que me quedaba. El último truco en mi bolso.

Hice una almohada con mi vestido y fingí estar concentrada en nada más que minimizar las líneas de bronceado, pero cuando tomé un rápido vistazo de la zona, cada par de ojos masculinos en el radio de las cinco toallas me miraba. Excepto él.

Incluso hubo algunos silbidos de los labios de su compañero de fútbol, de los cuales me hice la ignorante, pero aún así, no dio la más leve mirada en mi dirección. Uno de mis amigos del antiguo colegio me había dicho que si alguna vez llegara el día en el que uno de nuestros objetivos masculinos no acudiese a nosotras después de este último esfuerzo, sería tiempo de avisar al Papa de que un milagro necesitaba ser inspeccionado.

Que marcaran a Roma en el móvil porque un milagro ocurría frente a mí mientras que el único chico al que quería hacerme notar era el único que no lo hacía. Malditos sean, casualidades y tifones-alma.

Le daría cinco minutos más antes de que me obligara a mí misma a tragarme el orgullo y hacer un movimiento. Sabía que si tenía que acercarme a él, probablemente sería rechazada, pero no iba a dejar que otro de estos pasara de largo. Carpe diem, nena.

Me di cuenta de algo zumbando por encima de mí por el rabillo del ojo, pero no me pareció de mucha importancia, hasta que cierto cuerpo que había estado deseando encima, lo enganchó fuera del aire por la derecha antes de bajar a tierra de su impresionante suspensión en el aire. O al menos caer justo encima de mí.

No se estrelló contra mí tan fuerte, llevándome a creer que fue intencional, pero me las arreglé para gritar como una niña pequeña. Anudé mi bikini de nuevo en su sitio mientras él luchaba por reposicionarse.

—Mi nombre es Nick Jonas, ya que sé que estás casi babeando como un perro rabioso por saberlo, y no tengo novias, ni relaciones, ni doy flores o llamadas regulares. Si eso funciona para ti, creo que podríamos trabajar en algo especial.

¿Así que éste era el momento fortuito que había esperado la mayor parte de una gloriosa tarde de verano? Que desperdicio. No hubo nada en el otro lado de esa cargada mirada más que una oportunista… eh-hm aventura de verano. Señor ayúdame, iba a convertirme en monja si mi radar masculino no se reajustaba hacia chicos que no caminaran sobre sus penes.

—Y yo te daría mi nombre si realmente quisiera sacar adelante algo más contigo que decirte que te largues lejos de mí —dije, girándome sobre mi espalda, una vez me aseguré de que todo en la parte delantera se encontraba cubierto. Sin embargo, no sé si fue mi movimiento de torsión o su retorcido sentido del yo, su pierna capturó mi cadera mientras giraba y la siguió hasta rodearla. Súper, ahora el chico se encontraba a horcajadas sobre mí y, a pesar de estar enojada más allá del apaciguamiento, sentí que mi corazón latía a través de mi pecho como nunca antes lo hizo.

Me sonrió. En realidad, era más una sonrisa irónica. Una llena de actitud y ego. Era un poco demasiado sexy, y podría haber sido malditamente sexy si no hubiera tomado ya la decisión de no caer en las trampas de este chico. —Me preguntaba cuánto tardaría en tenerte en horizontal —dijo, sus ojos deslizándose hasta mi ombligo—. Aunque no soy del tipo chico-misionario que te gusta.

Lo que quedaba de mis nociones románticas de caballerosidad masculina y el amor a primera vista fue simplemente destruido. Nunca admitiría verbalmente que era una romanticona, ese era uno de los muchos secretos que mantenía para mí, pero era un ideal especial y un chico tomó el último trozo al que me aferraba.
Empujando su pecho, lo que era como tratar de mover un tanque, me quité las gafas de sol para que pudiera ver mi mirada. — ¿Eso es porque requeriría de una real, viviente, y que respirara mujer, no del tipo imaginario o hinchable, para tener sexo contigo?

Se echó a reír con esto, como si acabara de decir algo tan mono como un gatito. —No, el suministro de mujeres nunca ha sido un problema. Pero si lo son las que vienen llamando a mi puerta, ¿por qué debería ser el único en hacer todo el trabajo?

Ese sabor desagradable en mi boca podría haber sido sólo un poco de vómito. —Eres un cerdo —dije, empujándole de nuevo. Tan duramente que mis manos golpearon su pecho, pero era como si nada más que una simple ráfaga de viento llegara a él.

—Nunca dije ser otra cosa —respondió, levantando las manos en señal de rendición cuando llegué hasta él de nuevo con mis manos—. También supe que no pararías de mirar hasta que aprendieras la fría, dura verdad. Así que, considérate advertida. Puede que no sea el tipo de chico que lee libros de texto en la playa —dijo, mirando hacia mi libro abierto—, pero soy lo suficientemente inteligente para saber que chicas como tú deberían permanecer lejos de chicos como yo. Así que mantente alejada.

Mi mirada era oficialmente furiosa ahora. —Eso no será un problema una vez pares de mantenerme sujeta —dije, esperando que se moviera. Lo hizo, pero todavía tenía esa sonrisa arrogante. Odiaba ese tipo de sonrisa—
. Y puedes considerarte advertido de estar traspasando mi propiedad personal. —Agarré mi toalla rosa de playa en explicación mientras una erupción de ladridos sonaban detrás de mí—. Y ten cuidado con el perro
—me burlé de él mientras se situaba así mismo a mi lado, todavía a horcajadas—. Te puedes ir ahora.

Eso aniquiló la sonrisa de su cara. — ¿Qué? —preguntó, las líneas de su frente tirando su gorro gris pistola-de-metal más bajo. ¿Y qué clase de persona lleva un gorro de algodón a la playa en un día de calor abrasador? Los mentalmente trastornados de los que necesitaba mantenerme alejada, justo esos.

—Lárgate —dije, echándole por señas—. He terminado de desperdiciar mis últimos preciosos minutos de una encantadora tarde de verano en ti. Gracias por la dulce distracción de ojos, pero puedo ver que no es más que eso. Ah, y por cierto, tu culo no es tan impresionante de cerca como lo es de lejos.

No tuve tiempo para maldecirme a mí misma por mi última precipitada pelea verbal porque su boca se abrió por un segundo. Era exactamente la reacción que había esperado. —Las chicas hablan un lenguaje que nunca entenderé, ¿pero estás diciendo lo que creo que estás diciendo?

—Si se trata de ti levantándote y caminando fuera de mi sol y mi vida de aquí hasta el final de los tiempos, entonces estamos en la misma onda
—contesté, deslizándome más abajo en mi toalla para re-alinear la cara hacia el sol, tratando de fingir que su cara no era de lo que estaban
hechos los pensamientos sucios. Salvo por una larga cicatriz que recorría en diagonal su pómulo izquierdo, podría haber sido clasificado como
mental-idiotamente perfecto.

Perfectamente no mi tipo. Tuve que recordarme a mi misma eso. Y
convencerme, también.

Sus cejas seguían todavía aplastadas juntas, como si estuviera tratando de averiguar el más enigmático de los acertijos.

— ¿A qué se debe esa atónita mirada? —pregunté.

—Porque he venido a encontrar una chica que me envía de paseo
—dijo, mirándome con algo nuevo en sus ojos.

—Siento mucho hacer añicos tu mundo de no-respeto a las mujeres, pero parece que mi trabajo aquí está hecho. —Me senté, arrastrando mi libro de texto dentro del bolso.

— ¿Qué tipo de perro es ese? —preguntó bruscamente, tomando asiento en la arena junto a mí. El tono bajo de su voz desapareció.

Miré por encima de él mientras continuaba lanzando mis imprescindibles de día de playa en la bolsa, evaluándole para ver si hablaba en serio. Pasó de todo lo de montarme en la playa a una casual conversación. —Es una mezcla de razas —comencé lentamente, mirándolo por el rabillo del ojo para ver si esto era una nueva trampa.

—Así que es un perro callejero —dijo.

—No —dije, mirando al bulto peludo, todavía enseñando los dientes en dirección a Nick—. Está bien equilibrado.

—Bueno ese es el mejor esfuerzo que he oído hasta ahora de hacer un pedazo de mierda parecer menos mierda —dijo, girando el balón en su dedo.

—No, esa es mi forma de ver algo como lo que realmente es —dije, segura de que sonaba más a la defensiva de lo que había previsto—. Ese “pedazo de mierda”, para que lo sepas, fue golpeado, pateado, no alimentado, y prendido fuego por sus anteriores dueños quienes le dejaron en el refugio cuando tuvo la desfachatez de devorar un sándwich de atún sin vigilancia. Ese “pedazo de mierda” fue programado para ser sacrificado hoy por ninguna otra razón que dibujar la pajita más corta en la vida.

Nick miró en la lejanía, de vuelta al perro. — ¿Conseguiste a este chico hoy? — Preguntó, haciendo una mueca—. De todos los que pudiste escoger, elegiste a la más lamentable excusa de perro que he visto nunca.

—No podía dejar que le mataran sólo porque el barro de la Tierra lo arruinó, ¿no? — Pregunté, a punto de una mueca de dolor mientras me preguntaba qué dirían mis padres—. Quiero decir, mírale. Ha sido maltratado brutalmente por humanos y la única cosa de la que se preocupa ahora mismo es de protegerme. ¿Cómo no podría salvarle?

—Porque es el perro más feo que he visto jamás —dijo Nick—. No tiene casi pelo y, no quiero acercarme porque temo que podría rasgar mis pelotas, pero estoy bastante seguro de que ese olor pútrido viene de él. A no ser… —Se inclinó hacia mí, moviendo mi pelo detrás del hombro mientras su nariz casi conectaba con mi cuello. Mi reacción inmediata fue estremecerme, este chico sabía lo que hacía y cómo el más ligero roce de dedos sobre las zonas adecuadas de piel o un cálido aliento exhalado sobre el punto derecho del cuello podía aplastar la más virtuosa de las intenciones de una chica, pero luché contra él. No sería una de esas chicas que se estremeciera en su presencia. No le hacía falta otro impulso a ese hinchado ego—. No, sólo huelo dulzura e inocencia por aquí — susurró casi contra mi cuello antes de mirar de nuevo al perro. Me sonrió, sabiendo exactamente lo que él hacía y lo que yo trataba de no hacer—. Te sugiero llevar a esa bolsa de pulgas a un auto-perrito1 un par de veces.
—Se rió cuando el perro comenzó a ladrarle de nuevo por su proximidad a mí, pero se apartó de nuevo—. ¿Qué pensaron tus padres cuando trajiste a Cujo a casa?

Esta vez hice una mueca.

—Ahh, déjame rellenar los espacios en blanco ya que estoy muy familiarizado con esa mirada. No saben que su preciosa hija coló tras su espalda y trajo a este animal con un pasado cuestionable a sus vidas.

Mi mueca se hizo más profunda mientras verbalizaba lo que me gustaría endulzar.

—Y ya que estoy en buena racha, déjame rellenar los espacios en blanco en cuanto a lo que su reacción será. —Se tocó la barbilla, mirando al cielo—. Te dirán que abandones esa cosa como un mal hábito y le envíes de vuelta a donde lo encontraste.

Solté una ráfaga de aire. —Probablemente —dije, tratando de formar una réplica para convencer a mis padres. Ya sabía que papá

1 Auto-perrito: Como un lavadero de coches pero con perros.
Estaría a bordo de forma predeterminada, pero mamá era otra historia y papá aprendió años atrás que la vida no era agradable si no se ubicaba en el mismo barco parental que mamá.

— ¿Entonces por qué lo hiciste? —Preguntó, todavía mirando al perro como si fuera un rompecabezas—. Porque no me pareces el tipo de chica que se rebela contra lo que dicen sus padres.

—No lo soy —respondí—. Pero hemos hecho una especie de gran cambio de vida recientemente y no fui capaz de renunciar a esto.

— ¿Cambio de vida? ¿Renunciar a esto? —repitió—. Vale, mi interés alcanzó su punto máximo cuando me derribaste, ahora estoy absolutamente enamorado ya que hiciste de lo de adoptar perros un vicio.
—Me sonrió de lado y juro que pude sentir mi estómago tocando fondo—. Así que, ¿cuál es el gran cambio de vida que están haciendo esos pequeños bonitos ojos azules?

Deslicé mis gafas de sol a su posición del principio. Si iba a encontrar una manera de ser condescendiente con mis ojos, no llegaría a verlos. — Vendimos la casa en la que crecí y nos trasladamos a nuestra casa del lago —comencé, tratando de sonar tan despreocupada como podía—, y la comunidad en la que vivíamos tiene estas ridículas, restrictivas cláusulas que no permiten ningún tipo de valla alrededor de la propiedad, así que tiene sentido que esos idiotas no permitieran un perro sin correa, ¿no? —Me exaltaba sólo de pensar en ello, mientras mis manos volaban expresándose—. No tenemos una caseta, no puedo tenerlo dentro de casa porque papá es alérgico, y tratas de ponerle una correa a este chico y casi se convierte en el Demonio de Tasmania. —Volví a mirar al perro, todavía mirando a Nick con recelo—. Es como si la idea de estar atado a algo lo enviara al límite.

—Conozco el sentimiento —dijo, mirando de nuevo al perro con algo nuevo en sus ojos. Camaradería, ¿verdad?

—Seh, seh —dije, alcanzando mi sorbete derretido—. Ya he pillado ese rollo tuyo de no estar atado a cosas como novias. No hay necesidad de una repetición instantánea.

Mientras tomaba el último y largo sorbo final del sirope azul de frambuesa, Nick me niveló con una mirada que contenía demasiada emoción para un hombre de tal carácter superficial. —Hay otras formas de estar atado a algo que a través de una mujer. De hecho, diría que estoy prácticamente atado a todo lo demás excepto a una mujer.

Vale, no esperaba que este momento de vulnerabilidad se deslizara de un tipo que probablemente pensara que una primera cita agradable incluía una visita al asiento trasero de su coche. — ¿Preocupado de elaborarlo? —pregunté, poniendo el vaso vacío en la arena.

—Ni siquiera un poco —replicó, mirando hacia el agua—. Pero gracias por preguntar.

— ¡Nick! —gritó alguien en la playa.

Mirando por encima hacia el gritón, un hombre de mediana edad que era corpulento como mucho y obeso sinceramente, Nick hizo un gesto con la mano. —Ya voy, tío Joe.

— ¿Ese es tu tío? —Mis ojos volaron de ida y vuelta entre Nick y tío
Joe, no encontrando más parecido que el género.

Nick asintió una vez. —Tío Joe.

— ¿Y esos son tus primos? —De nuevo, examiné al puñado de chicos de edades comprendidas probablemente entre el jardín de infancia hasta la secundaria, sin definitivamente encontrar alguna característica que les relacionara entre sí.

Nick asintió de nuevo mientras se levantaba de un salto.

— ¿Es que todos ellos tienen madres diferentes? —pregunté, sólo burlándome en parte.

Eso le hizo reír con una risa que sentí todo el camino hasta los pies. —
Creo que podrías estar en lo cierto.

Aceptando que el fin se acercaba, decidí cortar el lazo antes. — Bueno, fue… —Busqué la palabra correcta, llegando con las manos vacías—… algo conocerte, Nick —dije, mientras su sonrisa aumentaba por mi elección de palabras—. Ten una buena vida.

—Tú también… —dijo, sus cejas juntándose como si me buscara por algo.

—______ —ofrecí, sin saber por qué. Había dicho mi nombre un millón de veces y de diferentes formas, pero decírselo a él parecía extrañamente íntimo.

—______ —repitió, saboreando la palabra en su boca. Disparándome otra sonrisa ladeada, dio media vuelta y se dirigió hacia los chicos abandonando la playa.

—Oh dios, ______ —me dije a mí misma, dejándome caer sobre mi toalla de playa—. ¿En qué pensabas? Ese fue un serio desengaño amoroso evitado. Incluso mientras pronunciaba las palabras, con tanta convicción como pude, mis ojos no eran capaces de alejarse de él mientras deambulaba por la playa, haciendo girar el balón entre sus dedos.
Deteniéndose repentinamente, se dio la vuelta, esa sonrisa reformándose cuando encontró mi mirada en él. —Entonces, ______ —gritó, metiendo la pelota bajo el brazo—, ¿cuánto más lejos vas a dejarme llegar antes de darme tu número?

Cualquier premonición que tuviese sobre Nick y desengaño amoroso yendo de la mano salió volando por la ventana. Quise levantarme y romper a bailar de tan feliz que me sentía.

Sin embargo, todavía tenía un poco de dignidad en nombre de todas las mujeres y no podía ponérselo tan fácil. — ¿Cuán lejos crees que está el borde del mundo? —grité de vuelta, rodando sobre mi lado.

Nick meneó la cabeza, riendo silenciosamente — ¿Estás jugando a hacerte la difícil, ______?

—No, Nick —repliqué, arqueando una ceja—. Soy imposible de conseguir.

Mentira descarada, pero él no tenía por qué saberlo.

— ¡Nick! —Gritó de nuevo tío Joe, esta vez sonando especialmente enojado—. ¡Ahora mismo!

Nick se tensó, la sonrisa vacilando. — ¡Ya voy! —gritó por encima del hombro antes de trotar hacia mí. Arrodillándose, sus ojos se clavaron en los míos—. ¿Número?

—No. —Me hallaba tan cerca de romperme que si preguntaba otra vez, sabía que me enterraría.

— ¿Por qué?

—Porque tienes que currártelo más que algún intento poco convincente para conseguirlo —contesté, escuchando a mi conciencia preguntarme qué demonios hacía. Este tipo de chico era cada tipo de mal en la superficie, pero había algo más ahí, algo que había visto en ese destello de vulnerabilidad que me absorbió hacia dentro.

Inclinándose tan cerca que su nariz casi rozaba la mía, preguntó—:
¿Cuánto más?

Absorbí una lenta respiración, esperando que mi respuesta no pareciera como si estuviera hiperventilando. —Usa tu cerebro, desde que dejaste claro que no lo usas para fines académicos.

Aguardó varios segundos, tal vez esperando que retirara mi “difícil de conseguir” rutina. Sellé mis labios con más fuerza.

—Se me ocurrirá algo bueno —dijo finalmente, deslizando mis gafas de nuevo en su sitio—. Muy bueno.
—Si se te ocurre algo bueno —dije, contenta de que mis ojos estuviesen cubiertos así no podría ver la fiesta en mis pupilas—, no sólo te daré mi número, dejaré que me lleves a una cita. —Sentí que la desinhibida parte de mí surgía a la superficie e hice mi mejor esfuerzo para reprimirla. La parte de mí que trataba de convencerme que era mala, demoniaca, errónea, etc., etc., pero la parte que se sentía como si no estuviera luchando contra corriente cuando iba en su contra.

— ¿Qué te hace pensar que quiero salir contigo en una cita? —Su cara se veía más seria de lo que un chico adolescente debería ser capaz de hacer.

Maldije en voz baja, queriendo expulsar otra cadena de ellos cuando la expresión de Nick se congeló. Quise contestar nada o agarrar mi toalla de playa y bolsa y largarme de aquí con mi rabo entre las piernas cuando una sonrisa dividió la cara de Nick por la mitad.

—Eres hermosa cuando estás siendo torturada, ¿lo sabías? —Se rió, dándole al balón otra vuelta—. Diablos, claro que quiero salir contigo. A pesar de que las citas no son realmente lo mío, creo que puedo hacer una excepción por una chica que rescata alimañas —justo en el momento, un gruñido sonó bajo el banco de picnic—, una que lee física cuántica en la playa —pude haberle corregido y decirle que repasaba Biología, no física cuántica ya que tomaba Biología AP para otoño, pero no creo que le hubiera importado, o sabido la diferencia—, y una que se une al camino Europeo, por no decir mi favorito, de broncearse haciendo topless. —La sonrisa de Nick aumentó, dándome un vistazo de su barbilla.

—Para alguien que prefiere la parte superior fuera, no te adhieres mucho a tu política personal —respondí, rozando con mis ojos por la larga manga térmica aferrada a su pecho por el sudor o el agua o una combinación de ambos. Aparentemente un sol lleno y noventa y cinco grados de temperatura no justifica derramar las capas en el libro de Nick.

Se encogió de hombros. —Aquí hay una obra de arte, una verdadera obra maestra, escondida debajo de esta camisa. —Sus músculos se enrollaron y se estiraron para marcar el punto. No es que necesitara ser convencida—. No puedo dejar que todo esto se muestre gratis al público.

Si no había ya cerca de tres docenas de banderas rojas sobre por qué debería evitar su sonrisa, sus flexiones, envuelta de pies a cabeza con cinta de precaución frente a mí, estaba la cuarta. Así que, ¿qué hice?

Exactamente lo que sabía que no debía.

— ¿Entonces, cuál es el precio de entrada al Museo de Nick?
Su sonrisa se desvaneció en la nada, sus ojos hicieron lo mismo. — Para chicas como tú, con futuros el-mundo-es-tuyo —dijo, pisoteando la arena—, es caro. Demasiado caro.

Otro destello de vulnerabilidad. No sabía si tenía un mal caso de cambios de humor o en el fondo era un sensible hombre golpeándose contra las paredes para ser puesto en libertad. Pero quería descubrirlo. —
¿Ese eres tú diciéndome indirectamente que me mantenga alejada de ti?

—No —respondió, encontrando mis ojos—, ese soy yo diciéndote directamente que escuches a tu instinto y lo que sea que te esté gritando ahora mismo.

— ¿Qué te hace pensar que sabes lo que mi instinto me dice?

—Gritándote —corrigió—. Y la experiencia.

Si Nick pensaba que la experiencia le había dado el manual de instrucciones de ______ Larson, nunca había estado tan equivocado. — ¿Así que nos veremos por ahí entonces?

Sacudiendo la cabeza, su sonrisa se abrió paso de nuevo. —Nos veremos por ahí.
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 20th 2014, 21:39

ohhh
estuvo genial el primer cap
siguela pronto
me gusto mucho
a ver que hara ___
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 21st 2014, 12:42

Smile

Capítulo 2

Después de suplicar a los Darcy, a quienes solía hacer de niñera para cruzar el lago, para que cuidaran al cachorro una noche mientras planeaba que hacer con él, el mensaje de mi intestino tomó finalmente raíz y se extendió todo el camino hacia el descuido, liberando pedazos de espíritu de mi conciencia.
Nick Jonas no sólo era un problema, era un problema con una guarnición de peligro y un postre de angustia. No hablaba la jerga de los estereotipos, pero sabía que los caminos por los que íbamos nunca se cruzarían a menos que uno de nosotros se perdiera a sí mismo a unirse al otro.

Había trabajado duramente durante mucho tiempo como para permitir que el mío acabara en un callejón sin salida.

Incluso mientras me desviaba del Sunrise Drive para rebotar en el camino de tierra de nuestra una vez, segunda casa y presente vivienda principal exclusiva, las razonas por las que debería eliminar de mi mente a Nick continuaron apilándose en una montaña que era incapaz de escalar. Sabía por qué no debería tener nada que ver con él y todo tenía sentido, pero lo que carecía de sentido me importaba un bledo. Algo luchaba, diciéndole a mis intestinos que tomara una caminata. Algo quería a Nick Jonas en mi vida, sin importar las consecuencias o el resultado.

Y lo que sea que fuese eso, me gustaba.

Aparqué mi pequeña máquina Mazda fuera del garaje, ya que había sido llenada hasta los topes con cajas y muebles de nuestra antigua casa, la cual era cuatro veces más grande. En un momento, nunca nos preocupamos por el dinero, pero después de que el imperio de papá se derrumbara, los ahorros se secaron y cosas como segundas casas y vacaciones europeas se convirtieron en lujos del pasado. El trabajo de mamá como arquitecto pagaba lo suficiente como para mantener a una familia de tres personas con vida, pero no una próspera. Incluso teníamos todavía todo el dinero que una vez tuvimos, vivo, pero la no prosperidad continuaba describiendo a la unidad familiar Larson. No habíamos prosperado en cinco años.

Deslizando mi cobertor por encima del traje de baño para no tener que escuchar la siempre previsible y tan creativa conferencia de desaprobación de mi madre sobre regalar la leche antes de que alguien comprara la vaca, corrí por las desvencijadas escaleras de nuestro porche delantero.

—Hola, papá —dije mientras empujaba la puerta de tela metálica para abrirla. Después de cinco años, dejé de mirar por encima del desgastado sillón azul para comprobar que se encontraba allí, fascinado por la televisión o un crucigrama. Siempre si eran antes de las 7p.m. Después de las siete, se transformaba en chef gourmet improvisando con la cocina Francesa con tal instinto que nunca hubieses imaginado que era noruego.

—Hola, mi ______ en el cielo2. —Era su esperada respuesta, como lo había sido durante años. Mi padre no era nada sino un fan de los Beatles, y su segundo hijo fue nombrado por su canción favorita de todos los tiempos, para mortificación de mi madre. Ella era, si había tal cosa, una anti-Beatles. No sé cómo consiguió que no uno, sino dos niños llevaran el nombre de una banda que creó una generación, en palabras de mi padre, pero había un montón de cosas que no tenían sentido cuando se trataba de la relación de mis padres.

— ¿Cómo fue tu día? —pregunté, sólo por costumbre. Los días de papá eran todos lo mismo. La única variación era el color de la camiseta que llevaba y el tipo de salsa que preparaba con la cena.

Acababa de abrir la boca cuando las primeras notas de la melodía Jeopardy sonaron y, como un reloj, salió de su asiento y dio zancadas hacia la cocina como si le fuera a declarar la guerra. —La cena estará lista en treinta minutos —anunció, apretando el delantal ceremoniosamente.

—Vale —dije, preguntándome por qué, después de todo este tiempo, seguía lamentándome por lo que mi padre y yo habíamos sido—. Voy a ducharme y bajaré a poner la mesa. —Me lancé hacia las escaleras en el momento en que oí el click clack de los tacones golpeando la grava, pero era demasiado tarde.

—____. —La puerta metálica delantera chirrió abierta, dejando entrar un ineludible frente frío también conocido como mi madre—. ¿A dónde vas corriendo?-

—Al circo. —Fue mi respuesta.

La reina del hielo polar fue más al sur3. —A juzgar por la forma en la que vas vestida, o apenas, y dada tu caída en picado del GPA en los últimos años, yo diría que una carrera como trapecista no es tan descabellado.

Sus palabras ya no dolían tanto, no más que una herida superficial.
—Es bueno saber que estoy a la altura de tus expectativas —disparé de vuelta—. Me aseguraré de enviarte una postal cuando golpeé los grandes momentos con el Cirque Du Soleil.

Siempre partidaria de tener la última palabra, me di la vuelta y volé escaleras arriba antes de que realmente acabáramos. No obstante, sólo retrasaba lo inevitable. Volveríamos justo dónde lo dejamos en treinta minutos cuando papá hiciera sonar el cencerro. La cena sería interesante.

Cerrando de un portazo la puerta, me apoyé en ella, obligándome a tomar profundas respiraciones. En realidad, nunca me calmaban como se suponía que hacían, pero me empujaban lo suficiente desde el saliente para poder continuar con la siguiente cosa en la vida, por suerte, algo que no envolviera a mamá. Soy muy consciente de que la mayoría de las chicas adolescentes creen que sus madres las odian y viven para arruinar sus vidas.

Lo que pasa con mi madre es que realmente lo hace. Me odia, eso es, y desea que mi vida algún día sea arruinada como le arruiné la suya. No siempre fue así, la definición de seca, revienta-pelotas, desprecia-hijas, mujer de carrera. De hecho, el día en que mi padre comenzó a encerrarse con algunos problemas serios, perdí a la mujer que solía dejar notas en las servilletas de mi fiambrera firmadas con corazón, mamá.

Esa persona nunca volvería, pero me seguía encontrando a mí misma deseándolo cada vez que deslizaba mi bandeja a través de la fila del almuerzo y agarraba un puñado de servilletas.

_________________________________________

2 ______ in the sky with diamonds-The Beatles

3 se volvió mas Fria
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 21st 2014, 18:22

oww que mal
siguela
quiero ver que sucede con nick
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 21st 2014, 20:07

Capítulo 3
Algunas personas tenían gallos. Otros tenían relojes de alarma. Yo tenía a Los Beatles.
Mi padre era tan rápido como previsible, y esa mañana "Come Together" se ejecutaba a tres cuartos volumen, lo que significaba que eran las siete am. Para un adolescente en vacaciones de verano, Los Beatles eran tan bien recibidos como un chorro de alarma de incendio en el oído, al romper el alba.

Gimiendo mi camino fuera de la cama, me senté, poniéndome el primer par de sandalias a juego que fui capaz de localizar. Una mancha de lápiz de labios y una barrida rápida a través de mi cabello con los dedos, y yo me encontraba lista para la mañana. La invención del pantalón de yoga y la vinculación con una camiseta sin mangas clasifican en mi lista de los diez inventos más reveladores. El dúo elástico sirve como ropa de dormir, ropa de ejercicio, prendas de todos los días, y como el traje perfecto para una mañana en el estudio de baile.

Había un montón de cosas que podía dejar —champú, los callos de caramelo, el esmalte rojo de uñas, el sueño... infierno, los chicos— antes de tener que dejar el baile. El ballet para ser específica, pero no sólo eso. Todas y cada una de las oportunidades que tenía, me encontraba bailando. Yo había estado haciendo hip-hop, vals, tango, y piruetas todo mi camino por la vida desde que tenía tres años.

Cuando se anunció que estaríamos simplificando, es decir, reduciendo personal porque nos estábamos quedando sin dinero para nuestras vidas, tuve un encargo.

En realidad, era más como una exigencia.

Mis clases de baile en la Academia de Baile de Madame Fontaine debían continuar sin interrupción. O no ser canceladas por falta de fondos.

No me importaba si ya no tenía que usar la ropa de marca, e ir de compras en los días de medio precio de la tienda de ahorro local, o si mi coche era reemplazado por el transporte público, o incluso si teníamos un techo sobre nuestras cabezas. Debía seguir bailando.

Era lo único que me mantenía a flote cuando sentía que me ahogaba. La única cosa que me ayudó a pasar los días oscuros. Lo único que parecía que todavía me recibía con brazos cálidos y un amor mutuo. Lo único que no había cambiado en mi vida.

Lancé mis zapatillas de punta sobre un hombro y el bolso sobre el otro, y abrí la puerta de mi dormitorio con un crack. La cabaña era un lugar destartalado, con mucho carácter, como mis padres la presentaron cuando compraron el lugar hacía ya una década, lo que había sido una buena manera de decir que era un pedazo de basura que tenía la suerte de estar todavía en pie, pero había aprendido hace dos veranos como aceitar las bisagras y aplicar la cantidad justa de presión al alza sobre el picaporte para abrir la puerta de medio siglo de antigüedad sin hacer ruido.

Esperé, escuchando los sonidos y ruidos, aparte del coro de "Come Together". Sólo cuando unos sólidos minutos habían pasado sin el click- clack de los tacones. O un trío de suspiros emitidos, fue que me di luz verde.

Mamá estaba de camino a su trabajo, o ya se encontraba allí, por lo que la costa se hallaba despejada. Después de la cena de anoche, en realidad, después de los últimos cinco años de cenas, evitar a mi mamá era una prioridad superior, justo debajo de baile.

Saltando por la escalera, una imagen apareció en mi mente. Una imagen que había tratado de borrar. Una imagen con las que mis mejores intenciones habían luchado inútilmente.

Nick Jonas, agazapado en la arena, a un suspiro de distancia, sonriéndome como si supiera todos los oscuros secretos de mi pasado y no le importara. Nick Jonas, dorado por un verano en la arena, los ojos líquidos de plata, músculos tirando a través de su camisa...

Mi pie se atascó en el anteúltimo escalón, si no hubiera contado con una buena cantidad de años de la gracia de la danza, estoy segura de que habría enterrado mi rostro en ese antiguo, Dios sabe lo que se esconde entre las grietas, tablón del suelo.

Asegurándome de que los zapatos, el bolso, y mi orgullo seguían intactos, me obligué a hacer un voto sagrado de que nunca iba volver a soñar, pensar, reflexionar, preguntarme, o sentirme lujuriosa sobre Nick Jonas.

Yo no necesitaba una petición firmada por las innumerables niñas que había seducido y dejado para saber que era un billete de ida a un embarazo no deseado en el peor de los casos, o un corazón roto en el mejor.

—Nos vemos, papá —le grité, tomando una manzana del frutero—. Me voy a la práctica de baile, regresaré a casa en algún momento antes de la cena. —Agarré una botella de agua de la nevera, que se encontraba fuera de la puerta, dos latidos de mi corazón más tarde.

No importaba cuánto tiempo me quedara, no habría ninguna respuesta de mi padre. Ni siquiera un gesto de reconocimiento. Podría haber sido un maniquí en la silla, mirando distraídamente por la ventana hacia la nada.

Yo podría haber estado jodiendo a la mitad de la población del mundo en el mostrador de la cocina y a él no le hubiera importado. Ni siquiera me notó.

Recordándome a mí misma que insistir en la desgracia que era mi familia no arreglaría nada, volví mis pensamientos a otra cosa, cualquier otra cosa, que no estuviera relacionada con la familia.

¿Y dónde podía dirigir mis pensamientos? Nick Jonas.
Yo tenía algún tipo de enfermedad, un pensamiento corriente de auto-destrucción pensamiento.

Camino a la Mazda, algo me llamó la atención. Algo que destacó por la forma en que vemos el sol por la mañana temprano. Algo que no había estado allí ayer.

Girándome hacia la playa, vi lo que era responsable de detenerme en seco a las siete de la mañana.

Era una especie de ciclón, un rectángulo que contenía una casa en miniatura, dos recipientes de plástico, y una cuerda de nudos en el interior de la misma. Una perrera.

La solución a uno de los problemas sin fin que ocupaban mi vida. La respuesta a una oración silenciosa.
Caminando por la playa, mordiéndome el labio para contener las lágrimas fantasmas que habían comenzado a formarse, noté que había un lazo rojo atado al otro lado de la puerta del candado, y una nota doblada colgando debajo de ella.

Supongo que para el noventa y nueve coma nueve por ciento de las adolescentes, un criadero de perros de regalo clasificaba justo por encima de un mal día en la noche del baile de graduación, pero para mí, una chica que no podía encajar en el molde de lo normal aún si lo intentaba, era como encontrar al último rompecorazones de Hollywood envuelto bajo el árbol de Navidad con una etiqueta que dijera: Disfrútalo.

Sonriendo como las colegialas, puse los ojos en blanco, y arranqué la nota de la proa, sin siquiera importarme quién había construido la perrera. Esto significaba que Mini Cujo podría quedarse conmigo hasta que yo lo rehabilitara para que pudiera ser adoptado por otra familia.

Mi sonrisa que parecía que no terminaría, lo hizo, bastante abruptamente, tan pronto como leí las palabras.

Así que. ¿Qué hay de esa cita?

Había sido firmado con nada que no sea una N, pero no necesitaba una puntuación perfecta, o tres cartas para saber quién la había dejado. Justo el hombre en el que necesitaba, pero no podía, dejar de pensar.

Justo el hombre que necesitaba nunca volver a ver. Justo el hombre que quería ver en estos momentos.

Si mi historial de relaciones fallidas todavía no lo había probado, esto lo hacía. Iba a terminar con un viejo pícaro y malévolo.

Haciendo un análisis rápido de la zona, no había ni rastro de un hombre cuyo rostro, cuerpo y sonrisa hubiesen sido tallados por los dioses. Me irrité conmigo mismo por sentirme decepcionada.

Era cierto que un tipo como Nick sabía exactamente lo que hacía y cuál iba a ser su siguiente jugada. Le dirigí una última sonrisa a la perrera antes de correr al Mazda. Las paredes de espejos y pisos de madera me llamaban y, como ya lo había admitido, la danza iba antes que los chicos.

Tal vez con excepción de uno.

Sacudiendo la cabeza y poniendo una tapa pesada sobre mi irresponsable e interna gemela malvada, di vuelta a la llave en el encendido y puse música hasta que los altavoces sonaron como si estuvieran a punto de estallar.

Aun así no podía borrar a Nick Jonas de mi mente.

***

Había caído. Caí tan fuerte sobre mi trasero que me quedé sin aliento. La última vez que había tenido una caída de cualquier tipo fue a los diez años y en el segundo día sobre mis zapatos de ballet. Me puse furiosa cuando la caída detuvo mi práctica corta. Y me enojé más con Becky Sanderson, quien había presumido que era una apuesta segura para Julliard, desde que íbamos en la escuela primaria, y había tenido un asiento de primera fila. Me puse como loca porque tendría un moretón del tamaño del Cabo Cod4 en mi trasero hasta las vacaciones de invierno, porque había estado pensando en una persona especial en la que sin duda no debería haber estado pensando.

No sabía cómo ni por qué, pero Nick había desatado una granada en mi vida que diezmaba incluso en piezas más sagradas en un período menor a veinticuatro horas.

Quería maldecir al Creador por no completar el elenco femenino con un botón de suprimir para cuando se trataba de hombres, pero yo era demasiado supersticiosa. Me convencí de que la injuria a lo divino era seguida por un billete de ida al infierno. Y no al otro mundo, Satanás y el demonio vivían en el infierno. El infierno en la tierra.

Seamos realistas, yo ya me encontraba tan cerca que tenía que comportarme de la mejor manera cada segundo del día.

Conduciendo por el camino de entrada, me golpeé la cabeza sobre el volante, tratando de pensar en una ecuación viable para viajar en el tiempo, de manera que pudiera pasar mi vida rápidamente por un año.

Debido a que los perros son las criaturas más sensibles en esta tierra, una lengua caliente y húmeda se deslizó por mi mejilla.

— ¿Por qué no puedes ser un adolescente, Rambo? —le pregunté, rascándole detrás de sus oídos.

Un ladrido y una sonrisa de perro fue su respuesta. Mi más reciente proyecto favorito, nunca mejor dicho, se ganó su nombre la noche anterior en lo de Darcy. Al parecer, un maratón de Rambo se transmitió toda la noche y cuando el señor Darcy había intentado apagar el televisor, el cachorro se lo había impedido, así que lo dejó encendido y, al amanecer, el perro, previsto para la eutanasia el mismo día que lo adopté, tenía un nuevo nombre.

—Muy bien, chico —le dije, frunciendo el ceño ante la casa de la playa—. Vamos a terminar con esto. —Atrapando las veinte libras de Rambo, fui directo a la caseta de perro como si fuera un territorio seguro. Como si demostrando que podía contenerlo, podría quedármelo.

—Aquí está tu nueva casa, Rambo —susurré mientras lo depositaba en el interior—. Sé un buen chico y no caves, ladres, o rasgues tu casa de perro en pedazos, ¿de acuerdo?

Comenzó la inspección de la perrera de inmediato, gruñendo en las esquinas donde supuse, un cierto conjunto de manos habían pasado mucho tiempo fijando las tuercas y los pernos juntos.

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4 Cabo Cod: Península en el extremo oriental del estado de Massachusetts, al noreste de Estados Unidos.
__________________________________________
—No eres un gran fan de Nick, ¿verdad? —Le dije, de rodillas fuera de la puerta de la caseta—. ¿Por qué es eso?

—Probablemente porque los perros tienen una gran intuición.

Me sorprendí tanto por la voz detrás de mí, y su proximidad a mi cuello, que me tambaleé hacia atrás, cayendo sobre mi trasero. Para un gran total de dos veces ese día. A este ritmo, iba a convertirme en la primera tonta torpe.

—Maldita sea, Nick —le dije mientras Rambo rompía en otro ataque—. Existen estas grandes palabras de una sílaba que hacen referencia a saludos, y que se inventaron para que una persona —hice un gesto hacia él—, pueda avisar a otra antes de que…

— ¿Caiga sobre su trasero? —terminó, ofreciéndome esa misma sonrisa que había sido mi perdición ayer y, según mi instinto torsión demostraba que también hoy.

—Sorprenderla —concluí, a punto de empujarme fuera de la tierra, cuando llegó a mis manos y me levantó. Me dije que el calor que corría por mis venas con su toque tenía todo que ver con el día de un verano caliente como Hades5.

Incluso en mi voz más autoritaria, no fue muy convincente.

Su sonrisa se marcó más. Sus ojos parpadearon. Sabía exactamente lo que su toque me hacía. Y odiaba que él lo supiera.

—Siento haberte asustado —dijo, dejando ir mis manos.

—Siento que te hayas golpeado el trasero, ¿quieres decir? —Le sonreí deseando que no me mirara como si pudiera ver y oír todo lo que sucedía debajo de mi piel.

Sus ojos giraron hacia el cielo. —Lo siento por todos los delitos anteriores, actuales y futuros que haré en tu presencia.

Desde atrás, escuché a Rambo empezar a lamer un poco de agua de su recipiente. —Todos los chistes y las bromas a un lado —le dije—, gracias. Esto es, posiblemente, lo más lindo que alguien ha hecho por mí.

Metiendo las manos en los bolsillos, se me quedó mirando. —No es la gran cosa.

—Sí, lo es —le dije, no iba a dejar que se deshiciera de aquello como si no fuera la gran cosa—. Aunque tengo curiosidad de cómo y cuándo llegó esta cosa aquí sin que haya oído o notado que alguien la construía.

—Ayuda que yo sea un constructor Ninja —dijo, dándome una sonrisa torcida—, y también ayuda el hecho de que vivo al lado. — Señalando con su barbilla hacia la cabaña de al lado, arqueó una ceja y me esperó.

— ¿Fue tu familia la que compró el lugar de los Chadwicks el otoño pasado? —le pregunté, mirando la cabina en forma de A de la puerta de al lado. Había tenido la impresión de que todavía seguía vacante.

—De hecho, sí.

— ¿Tú eres mi vecino? —Era el sueño americano de toda adolescente tener un vecino como Nick, así que ¿por qué mi estómago se sentía como si acabara de tragarse un ladrillo?

—No —dijo, frotándose la mano sobre su boca, tratando de ocultar su sonrisa—. Tú eres mi vecina.

—Bueno —suspiré—. Ahí va el vecindario.

Asintió con la cabeza, esos ojos grises suyos, hoy tan luminosos, eran del color de las monedas. —Ahí va.

Dos palabras. Dos palabras acompañadas de esa mirada, realizada por esos ojos, emitida por ese hombre.

Tuve la suerte de que mis rodillas no se aflojaran bajo el peso de ese desmayo.

—Entonces —Nick me escaneó—, vecina, ¿cómo suena el viernes por la noche?

—Suena como viernes en la noche. —Me dolía la espalda, gracias a los fuertes, muy poco atractivos, pedazos de mí volviendo a juntarse. Ningún hombre, un nivel por debajo de la divinidad o no, me hacía suspirar, pestañear y volverme enferma de amor.

—Débil, ______ —dijo, chasqueando la lengua—. Vamos a tener que trabajar en la velocidad y agudeza de tus respuestas si vas a pasar mucho tiempo conmigo. Soy difícil de seguir.

—Entonces la solución es fácil —dije, cruzando los brazos y recostándome en la perrera—. No voy a pasar mucho tiempo contigo.

— ¿Así que has decidido caer en la cuenta y mantener distancia? —
dijo, con voz más tranquila.

—______, ¿caer en la cuenta? —Una voz que podría ser capaz de poner tanto frío en aquellas palabras, en medio de este calor, necesitaba de mucha habilidad y disciplina—. Eso es tan probable como yo tomando unas vacaciones de tres días en cualquier momento durante la próxima década.

Juro que si yo hubiese sido un perro, hubiera tenido los pelos de punta o el rabo entre las piernas. Con mi mamá, no sabía si luchar o acobardarme y exponer mi yugular.

—No sé nada de eso, señora —dijo Nick, caminando a mí alrededor, por lo que asumí que mi madre se había quedado sobre mí—. ______ parece de lo más inteligente. De las personas que tienen la cabeza bien puesta.

Mamá chasqueó la lengua tres veces. —La adulación no se considera una virtud, joven. Sobre todo cuando, a estas alturas de la vida, es utilizada por chicos con la esperanza de abrirse camino en los pantalones de una señorita.

—Mamá —le susurré, girándome.

— ¿Quién es tu nuevo amigo, ______?—preguntó ella, mirándolo de pies a cabeza como si fuera como todos los días y mucho menos útil que el poliéster.

—Nick. —Cuando ella actuaba así, yo mantenía mis respuestas en una palabra.

—Y me gustaría asumir que Nick —dijo, como si hundiera sus dientes en una rodaja de limón—, tiene un apellido.

—Jonas —contestó él, tendiéndole la mano, que ella miró como si fuera una carga entorpeciendo uno de sus proyectos.

—Jonas —repitió ella, aunque sonó más como si hubiera dicho “ride her”6—. Por supuesto que lo es.

Increíble. Mi mamá tenía que ser la primera mujer que había mirado a Nick, y no se sentía como si algo en su interior palpitara. Incluso un hombre, un hombre heterosexual, hubiera estado más impresionado por Nick que mamá.

—Otro perro —suspiró mamá, volteándose y observando la perrera y todo a su alrededor como si debiera ser enviado lejos de la ciudad en el próximo tren—. Mucho para darse cuenta. ¿Cuándo vas a aprender que no puedes salvar al mundo un alma perdida a la vez? —dijo, la dureza que drenaba de su voz, dejaba tras de sí nada más que la tristeza que realmente sentía.

Ella no esperaba una respuesta a esa pregunta, pero, a pesar de que me encontraba a medio camino de la puerta de la caseta y fuera del rango auditivo, todavía le ofrecí una. —Hasta que no haya más almas perdidas para salvar.

—Parece una gran dama —dijo Nick desde atrás. Podía sentir que la sonrisa en su rostro era fuerte.

—No tienes ni idea. —Me volví hacia él, deseando que cada vez que lo mirara no se sintiera como si estuviera cayendo por un abismo—. Así que piensas que soy lista, ¿eh?

—Sólo porque decidiste mantener distancia.

Echando un vistazo hacia la perrera, pensé en el tiempo, el dinero y la planificación cautelosa que debió haber tomado para construirlo sin que lo notara, no necesitaba saber los detalles más finos que conformaban a Nick Jonas. — ¿Quién dijo que decidí mantener distancia?

—Tú lo hiciste —dijo, metiendo sus manos en los bolsillos de sus vaqueros desgastados de peltre.

—No, no —le dije—. Y si lo hice, me reservo el derecho a cambiar de opinión en cualquier momento.

—Si ese es el caso, entonces me reservo el derecho a retirar mi comentario anterior.

—Hiciste muchos de ellos, ¿exactamente de qué comentario estás hablando? —le pregunté.

Extendiendo la mano, pasó los dedos por los cordones de mis zapatos de punta colgados por encima de mi hombro, como si fuera capaz de romperlas si no tenía cuidado. —Que eras inteligente.

Él podría haber estado a punto de decir o hacer algo más, pero tendría que seguir siendo un misterio, porque en ese momento, "Eight Days a Week" de los Beatles resonó a través de las ventanas. La cena era en treinta minutos.

— ¿Tienes hambre?

Acariciando las cintas de color rosa nuevamente, de la forma más cuidadosa que sus manos parecían ser capaces, volvió a mirar hacia la caseta. —Tal vez.

— ¿Tal vez? —Repetí, disparándole una mirada—. Eres un adolescente, uno de súper tamaño. Siempre debes tener hambre.

Hizo una pausa, el conflicto interno era tan fuerte que le cubría la cara.

—Vamos —insistí, agarrando su mano y dándole un tirón—. Mi papá es el mejor cocinero de todos y acabas de conocer a mi madre. No me obligues a ir allí sola.

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5 Hades: Dios griego del inframundo.
6 Juego de palabras entre Ryder y ride her (manejarla). Sobre el libro original.
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—Absolutamente, positivamente, increíblemente, sin duda. — Levanté una ceja—. ¿Quieres que continúe? -

—Detente —dijo, apretando las manos sobre sus oídos.

—Vamos, Drama-saurus Rex —pedí, diciéndole adiós a Rambo, que lucía feliz como una almeja royendo sus huesos, y llevé a Nick hasta la calzada de piedra.

—Otro intento débil de humor, ______ —dijo, enrollando sus dedos con los míos—. Tan débil.

—Perdóname, oh dios sagrado de la comedia.

Empujándome mientras subíamos las escaleras, sonrió con esa sonrisa pícara que me hacía sentir los latidos de mi corazón en la boca. —Es bueno ver que estás dispuesta a admitir que soy un dios.

—Oh, Dios —suspiré, sacudiendo la cabeza.

—Exactamente —dijo como si fuera un hecho—. Es la forma en que debes referirte a mí.

Dándole la mirada menos divertida que pude manejar, empujé la pantalla abierta. Lo inevitable ya no podía esperar.

Sentarse a cenar con la familia era lo último en mi lista de prioridades, especialmente teniendo en cuenta que las cenas en los últimos tiempos habían estado marcadas por el silencio y más silencio. A menos que cuenten las miradas que mi madre despedía como una pelota de ping-pong entre papá y yo. Pero sentarse a una cena familiar con Nick, un tipo del que sabía muy poco, que me cautivó peligrosamente y que, al menos en la superficie, era un chico con el cual los padres no querían que su hija adolescente gastara su tiempo, esta cena, estaba segura, tenía el potencial para ser épica.

Un desastre épico.

—Algo huele jodidamente bien —dijo Nick para mí, olfateando el aire que cargaba con aroma a limón y mantequilla.

Sus palabras no fueron escuchadas sólo por mí, como lo demostraron las dos cabezas de mis padres volviéndose para mirarlo.

El doble golpe de cejas de mi madre llegó al mismo tiempo que sus labios fruncidos. Mi padre sonrió. Verán, mientras mamá veía el mal en todo, la maldición en la vida, papá veía lo bueno. O al menos solía hacerlo, y todavía lo hacía de siete a nueve de la noche.

Nick eligió hacer frente a mi madre primero. —Lo siento por el idioma, señora. —Guardó las manos en sus bolsillos—. Me crié en una casa donde maldecir era el segundo idioma. Viene con tanta naturalidad que ni siquiera me doy cuenta. Pero prometo intentar filtrarme cuando estoy en su casa.

Recostándose en la silla, ella se cruzó de brazos. —Siempre me ha parecido que la blasfemia es un sustituto de la inteligencia.

Mi boca se abrió. Incluso esto, para mi mamá, era cruzar un nuevo nivel de crueldad.

La expresión de Nick no cambió. —En mi caso, tengo que estar de acuerdo con usted. Mis tarjetas de reporte son como una pesadilla para cualquier padre.

—Y por la sonrisa en tu cara, deduzco que estás orgulloso de eso.

Y ahora, para unirse a mi boca en el suelo, quería meterme en un agujero y esconderme. Lo que sea que se escondía entre las capas que componen a una persona como Nick, ni un secreto, ni un crimen o delito merecía aquel grado de maldad.

Mirando hacia Nick, me encontré con su rostro, tan sereno como si
estuviera diciendo “omm” durante su camino a yoga.

—No, señora —respondió, encogiéndose de hombros.

— ¿No como que estás orgulloso o como que no lo estás?

Deslizando su mano de la mía, Nick la miró de frente y respondió—: No como que estoy orgulloso de muy pocas cosas en mi vida.

Mamá no tenía una respuesta inmediata para esto. Incluso en su pintado mundo negro, la honestidad de este tipo le daba una pausa. — Suena como precisamente el tipo de triunfador que quiero para pasar tiempo con mi hija.

—Mamá —le susurré con mi voz de amonestación. No es que le afectara de ninguna manera.

—Eso es lo que le dije —aseguró Nick—, pero lo que he aprendido acerca de ______, en las pocas horas que hemos pasado juntos, es que es la clase de persona que no permite que nadie decida por ella.

El teléfono celular que mamá mantenía a un brazo de distancia en todo momento, sonó pidiendo atención. Por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, hizo clic en el botón de ignorar. — ¿Y qué más has aprendido acerca de ______? Puesto que eres el experto.

Tomó mi mano entre las suyas, y me deslizó una sonrisa. —Es inteligente, excepto cuando no lo es.

Zumbido de nuevo, mamá levantó el teléfono hacia su oreja. —Vaya revelación —le dijo a Nick antes de levantarse y marchar fuera de la cocina, ofreciéndole al otro extremo de la línea, un saludo recortado seguido por un largo suspiro de tres segundos.

—Lo siento —le dije.

— ¿Por qué? —Preguntó en voz baja— No puedes controlar las acciones de tu madre más de lo que ella puede.

—Mí —dije, tirando de él hacia delante. Uno de los padres fuera, uno más por ir—. ¿No estamos interesantes hoy en día?

—Ese es un término que nadie ha utilizado para describirme antes — contestó él, tirando de su gorrita justo por encima de las cejas. Para todas las mangas largas, jersey, gorras y botas para patear traseros que llevaba, empezaba a preguntarme si tenía la circulación de una mujer de ochenta años.

—Papá —le dije, tocando su hombro.

Él no apartó la mirada de las ollas y sartenes que chisporrotea y hervían en la estufa de gas. —Hola, mi ______ en el cielo…

—Este es Nick —lo interrumpí, no quería verme aún más niña de lo que ya me sentía en su presencia.

Levantando un dedo, papá le dio a la salsa de mantequilla de limón un batido final y apagó todos los fuegos. No estaba segura de cómo era capaz de terminar una comida completa al mismo tiempo, pero era un fenómeno que se saltó una generación cuando se trataba de mí.

Dándose la vuelta, se limpió las manos en el delantal. . .

Oh Dios, ¿cómo había yo olvidado el delantal? Los ojos de Nick se desorbitaron, pero se recuperó tan rápido que papá ni siquiera se dio cuenta. No es que le habría importado si lo hacía. El delantal había sido un regalo de Italia, Roma, para ser exactos, y representaba la escultura de David en su gloria, en toda su gloria, colgando en lugares anatómicamente correctos.

—Hey, Nick 7 —saludó papá, mirando muy contento con toda la transacción.
—Sr. Larson —saludó Nick, extendiendo su mano—. Lindo delantal. Barajando la espátula en la otra mano, papá sacudió Nick. —Ya me
gustas —dijo, limpiándose una racha de harina de la mejilla—. Un gran nombre, un gusto exquisito en trajes culinarios —continuó, antes de bajar la mirada donde la mano de Nick todavía envolvía la mía—. Y te gusta mi hija. Eres un hombre inteligente, Nick. —Con un guiño, papá giró de nuevo hacia la estufa, batiendo, volteando y agitando frenéticamente.

—No es difícil reconocer algo especial cuando la vida te tira un montón de mierda en el camino —dijo Nick.

—Voy a levantar las manos al cielo por eso —concordó mi padre, mientras yo trabajaba en confirmar que mis pies estuvieran plantados en el suelo. Algo en la forma en que sus ojos se abrieron suaves cuando me miró y dijo “especial” hizo un trabajo sobre mí—. ______ en el cielo —dijo, por encima de su hombro—. ¿Por qué no avanzas el disco unas cuantas canciones y pones para Nick aquí su canción de los Beatles?

—No —dijo Nick abruptamente. Papá y yo hicimos una pausa, mirando hacia él—. Mi madre adoraba a los Beatles, de ahí el nombre — dijo, la tensión había desaparecido de su voz—. He oído la canción el tiempo suficiente como para durar tres vidas.

Papá estudió a Nick un poco más antes de encogerse de hombros.
—Bueno, no voy a torturarte con ella nunca más, entonces —dijo—. Pero es una gran canción para ser nombrado por ella. Posiblemente la segunda mejor. —Mirando por encima de mí, sonrió—. Justo después de ______ in the
Sky with Diamonds.

—Es una canción acerca de dejar que las drogas enmascaren el dolor de la vida —dijo Nick—. Creo que mamá todavía se hallaba chiflada por traerme al mundo cuando me nombraron.

Papá estudió a Nick otra vez, como si tratara de poner el dedo en algo que no podía identificar. —También es una canción de amor —dijo—, y dejar que ese amor entre cuando más lo necesitamos.

Nick hizo una pausa, algo tan fuerte pasaba por su mente que era visible en los planos de su rostro. Finalmente, se encogió de hombros. — Bueno, sea lo que sea, es sólo un nombre.

—Uno bueno —dijo mi padre, agitando la espátula—. ¿Cuál es tu apellido, Nick? —Papá levantó la vista mientras se servía el pollo.

—Jonas, señor.

—Hmm. —Arrugó la frente—. El nombre no me es conocido, pero tienes una cara que estoy seguro de que he visto antes.

La Nick de Justin se tensó alrededor de la mía. —Me lo dicen mucho.

— ¿Creciste por aquí?

—Crecí en todas partes —respondió Nick, su mano apretando con más fuerza.
—La familia de Nick compró el lugar de los Chadwicks —intervine, no estoy segura si fue más por Nick o por el bienestar de mi mano—. Tal vez por eso lo reconoces.

Papá meditó sobre esto poniendo salsa sobre los platos. —Tal vez —
se dijo—. Tal vez no.

— ¿Puedo ayudarte, papá? —le pregunté, tirando a Nick conmigo. Estaba segura que si dejaba ir su mano, podría ser la última vez que la tuviera en la mía.

—Estos dos están listos para ser servidos —dijo mientras terminaba de ponerle salsa a los otros dos—. Una cosa es segura, hijo. —Mi padre acarició el rostro de Nick—. La haya visto antes o no, esa es una muy linda cara.

Yo me acostumbré a ser avergonzada por mis padres, se había vuelto costumbre cuando mi padre se encontraba en el lado malo de la locura y mi madre era la mujer en el poster de la reina del hielo, pero esto golpeó su punto más alto. Papá, casi acariciando la mejilla de Nick, bailando alrededor de la cocina con el busto desnudo de una estatua antigua, sonriendo como si estuviera loco como un sombrerero.

Si Nick todavía quería verme mañana después del calvario de esta noche, podía manejar casi cualquier otra cosa que le tirara. Esperaba.

Mirando hacia Nick, lo encontré mirándome, mirándome como si no pudiera evitarlo. Tal vez es porque yo había actualizado mi rostro de caucásico a Tomate Rojo.

Echando un vistazo hacia la puerta, miré de nuevo a él con expectación. No lo habría culpado tampoco. Como pariente de sangre de esta familia, quería escapar por la puerta más de una docena de veces al día.

Negando una vez, inclinó la cabeza hacia abajo hasta que pude sentir su aliento caliente en mi cuello. —No puedes deshacerte de mí tan fácilmente.

Yo luchaba contra un mal caso de escalofríos en todo el cuerpo, pero conseguí decir de una manera rápida—: Caray.

— ¡Mags! —Gritó papá hacia las escaleras, llegando a sacudir el infierno fuera de mí y recitar el gabinete de China, al mismo tiempo—. ¡La cena está servida!—Hizo una pausa en la parte inferior de la escalera, esperando una respuesta, que yo sabía hace mucho tiempo que nunca recibirá. El único ser humano en la tierra que mi madre descuidaba más que a mí, era mi papá. Unos segundo más pasaron antes de que se diera la vuelta y se dirigiera hacia la mesa donde Nick y yo tomábamos nuestros asientos.

—Espero que les guste —dijo mientras colocaba la Piccata de pollo delante de Nick.

Mirando hacia mí, con sus ojos llenos de intención, Nick respondió— Ya lo hace.

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7 Hey, Nick: Otra referencia a una canción de Los Beatles. Sobre el libro original.
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 22nd 2014, 08:49

ay ay ay
pobre nick
siguela
me gusta mucho
pero...
por que la mama de __ es asi?
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tbatha(=^^=)
Forista!
tbatha(=^^=)


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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 22nd 2014, 13:01

Awwww ese libró esta hermoso el lado explosivo de jude es muy hermoso tengo los tres libros *w*
También hiba a hacer la adaptación del libro síguela está genial👍
Me encanta la idea de que jude sea nick y ______ sea luce x"3
Pasense  x mi. Webnovela apenas la empiezo :
https://jbvenezuela.activoforo.com/t11714-nick-____-tn-mi-matrimonio-mi-mejor-error-10084650391008465039hot#515188
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http://ask.fm/tbatha
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 22nd 2014, 13:12

Capitulo 4

Siempre había amado las fogatas. Pero una fogata de noche, compartiendo una manta con Nick y teniéndolo pegado a mi lado, con un padre a punto de irse a la cama, iba mucho más
allá que cualquier amor.

Ésta era la fogata que superaba a todas las demás fogatas que hayan existido.

—Buenas noches, chicos —dijo papá, estirándose al levantarse. La cena había sido un evento placentero, gracias a que mamá se quedó encerrada en su oficina, regalándole un montón de malas palabras a la persona del otro lado del teléfono. Papá, extraño y todo, fue muy agradable, si podías ignorar el hecho de que la realidad escapaba de sus ojos. Había logrado aceptar esto como un hecho de la vida, y Nick tampoco parecía tener ningún problema con ello.

—Buenas noches, papá. —Mi corazón ya se encontraba acelerado. Sabía que una vez estuviéramos solos, algo sucedería entre nosotros. Durante toda la hora, la tensión era demasiada, mientras miradas expectantes, manos jugando hockey de dedos, piernas frotándose entre sí, y palabras no dichas habían hablado mucho más fuerte que cualquier cosa que nos hubiésemos dicho antes.

—Buenas noches, Sr. Larson. Gracias de nuevo por la cena —le dijo Nick a papá cuando éste se retiraba, colocando su mano sobre mi rodilla.

—Me gusta tu papá —dijo, mientras su pulgar acariciaba el interior de mi pierna. Fue imposible ofrecerle cualquier otra respuesta además de una sonrisa y un asentimiento—. Aunque todavía no se le puede aplicar ese veredicto a tu mamá —dijo, riéndose.

Otra sonrisa y asentimiento.

—Y me gustas tú —dijo en voz baja—. De hecho, me gustas mucho.
—Quitando su mano de mi pierna, la levantó hacia mi rostro. Y luego la otra. Me sostenía tan firmemente que no podía mirar a ningún otro lugar aparte de él, pero lo suficientemente delicado como para poder dejarme ir, si yo lo intentaba.

—También me gustas.-Curvó una ceja y esperó. —Me gustas mucho —añadí, sintiendo tantas jodidas chispas que podría encenderme en cualquier momento.

Sonriendo, movió su pulgar hacia mi boca. Acarició la línea de mi labio inferior, y me estudió como si fuera algo que él podría poseer.

Yo estaba a favor del empoderamiento de la mujer y todo eso, pero estando detrás del calor de ese toque, solamente quería ser poseída en todas las maneras en que alguna persona pudiera poseerte.

Cuando estuve segura de que ya había pasado más de un minuto, abrí los ojos, pero perdí todo pasar del tiempo después de eso. Sus ojos eran del tono de gris más claro que alguna vez haya visto. —Puedes besarme, Nick.

Esperaba cualquier otra cosa menos que su frente se arrugara y que sus ojos se oscurecieran. —Sé que puedo hacerlo —dijo, su voz era tensa—. Sólo que no sé si debería.

Esa aflicción que se originaba justo en el centro de mí ser comenzó a propagarse. Sólo existía una forma de aliviarla. —Deberías besarme, Nick.

Sus ojos se volvieron aún más oscuros, pero nunca se apartaron de los míos. —No debería —dijo, deslizando una mano detrás de mí cuello, con uno de sus dedos rozando la piel debajo del cuello de mi camisa—. Pero en este momento, no me importa un cuerno.

Antes de poder comprender sus palabras, sentí sus labios. Eran tan poderosos como sus manos, pero gentiles al mismo tiempo. Separó los labios, y su gruñido vibró contra mi pecho, y antes de poder procesar si debía o no hacerlo, lancé mi pierna sobre su regazo, porque, más allá de cualquier razonamiento coherente, no lo tenía lo suficientemente cerca.

Con su lengua contra la mía, su pecho presionando el mío, sus manos sosteniéndome como si estuviesen tan hambrientas como las mías, me pregunté si este era uno de esos momentos que la gente recordaba en sus días más oscuros y sonreían. Yo no sonreiría solamente, estaría arrastrando este recuerdo en mi memoria hasta el día en que muriera.

Mis manos se deslizaron por debajo de su playera, rodando por su estómago hasta que no había más lugar a dónde ir sino hacia abajo.

—______. —Respiró cuando mis dedos se posaron sobre su cinturón—. Detente. —Sus manos sostuvieron mis caderas firmemente, pero su boca se apoderó de la mía otra vez.

—Me detendré cuando tú lo hagas —murmuré contra su boca.

—Maldición —suspiró, apartándome con sus manos, pero volviendo a darme la bienvenida con su boca.

—Si ya terminaste con ella, ¿puede ser mi turno ahora? —gritó una voz de pronto desde la playa.

—Mierda —siseó Nick, levantándome para ponerme de pie en un solo movimiento.

— ¿Qué? —murmuré, pasando mis manos por mi cabello desordenado debido a los besos.

—Ve adentro, ______ —dijo, situándose frente a mí—. Ahora mismo.

— ¿Por qué? —No me iba a ir a ningún lado. No con el hombre que podría hacerme eso aquí afuera—. ¿Quiénes son ellos? —pregunté cuando unas figuras oscuras caminaron hacia nosotros desde la playa.

Girándose hacia mí, sus ojos se veían tan perturbados que no podía determinar si eran más frenéticos que maniáticos. —No me hagas preguntas, ______ Larson. Mete tu trasero en la casa ahora mismo. — Tomando mis hombros, me giró, y luego me empujó en dirección a la casa—. Ya, demonios.

Tenía un mal genio, lo cual no era bueno. Porque yo también tenía uno.

Me giré de nuevo, y le lancé una mala mirada. — ¡Nunca vuelvas a empujarme! —grité—. Y nunca vuelvas a decirme qué hacer.

La expresión de Nick se suavizó antes de volverse desesperada. —
Por favor, ______. Sólo ve adentro.

Su súplica era tan honesta, y sus ojos tan impotentes, que casi le hice caso. Pero las tres figuras ya se habían acercado.

— ¿Has estado evitándonos, Nick? —dijo uno, acercándose a la luz de la fogata. No era tan alto como Nick, pero sí más robusto. Me miró de arriba abajo como si me desnudara al mismo tiempo, y dijo—: ¿Conseguiste un fresco pedazo de trasero y no tienes la decencia de compartir con tus hermanos?

— ¿Hermanos? —murmuré esta vez, permitiendo que Nick se colocara frente a mí y que se mantuviese allí.

—Metafóricamente, bebé —respondió el chico robusto—, y hermanos que lo comparten todo. —La amplia espalda de Nick era lo único que me salvaba de otra violada con los ojos de parte del chico robusto—. Todo —repitió, contando una historia tonta en una sola palabra.

—Vince —dijo Nick, su tono era mórbido—, lárgate de aquí antes de que te obligué.

Vince se rió. —Sé que te gusta un pedazo de trasero, ya sea para patearlo, o para cogerlo, pero dudo que puedas con todos nosotros antes de que te derribemos. —Los otros dos chicos, que debían ser gemelos con una higiene bien particular, entraron al círculo—. Justo antes de que derribemos a tu chica. Cada uno de nosotros derribará a tu chica.

Debí haber estado aterrorizada. Cada instinto de supervivencia en mi interior debería estar trabajando a toda velocidad. Las adolescentes tenían pesadillas con situaciones como éstas.

Pero yo no. Ya sea por los puños tensos de Nick, o la furia que descendía de él, o el hecho de que mis instintos de supervivencia habían tomado un hiato, me sentía tan calmada como podía sentirme.

—Averigüemos cómo te salen esos planes —dijo Nick, con la mandíbula tensa—. Vamos, buenos para nada. ¿Quién va a ser el primero en venir por mí? —Esperó, llamando a cada uno con su dedo.

Esperamos por un rato. Ninguno, mucho menos los gemelos olorosos, parecían como si pudieran terminar vivos, o incluso caminando si se enfrentaban a él. Por las miradas que les lanzaban a Nick, pensarías que era la muerte en persona con un par de puños que aseguraban una buena golpiza.

—Te dejaremos solo —dijo Vince al final—. Dejaremos que termines con lo que viniste a hacer. Una última jodida de verano.

Nick hizo un sonido que parecía más a un animal que a un humano.
—Esa es una movida inteligente, pero no va a salvarte de que te dé una gran paliza la próxima vez que te encuentre por ahí.

—Como siempre, Nick, un gran placer —dijo Vince, siguiendo a los gemelos que ya se encontraban a medio camino hacia la playa—. Y un consejo para ti, chica —dijo, moviéndose a un lado para poder mirarme. Cuando lo hizo, una sonrisa tan asquerosa como la propia definición de la palabra curvó sus labios—, cerciórate de que use condón. No quieres contagiarte de lo que ese mujeriego tiene creciendo allí abajo.

Todo el cuerpo de Nick se inclinó hacia adelante, quería perseguir a esos chicos y hacerles quien sabe qué, pero se detuvo. Dándome una mirada, sus hombros cayeron y sus brazos se relajaron a sus costados.

Ese tipo había sido lo más insultante, amenazador, burlón, y molesto que podía ser un hombre, sin embargo, Nick se quedó aquí. A un paso frente a mí. Un hombre que sin duda, podía terminarlos en diez segundo, juzgando por la ira y la confianza que había presenciado en sus ojos.

Y se quedó allí conmigo. Ya sea para protegerme en caso de que las tres marionetas regresaran o para continuar justo donde lo habíamos dejado, no lo sabía con seguridad. Y no me importaba.

— ¡Oye, imbécil! —le grité a cualquiera del trío que se alejaba en dirección a la playa. No podía ver muy bien en la distancia, así que supuse que me miraban cuando se detuvieron. Me cercioré de estar cerca de la luz de la fogata para que pudieran captar claramente mi mensaje. Levantando mi dedo medio, grité—: ¡Tengo mucho de esto para compartir!

— ¿Qué demonios estás haciendo, ______? —siseó Nick, volviendo a colocarme detrás. No pensaba en Nick como del tipo caballero, pero me gustaba, más de lo que cualquier mujer del siglo veintiuno debería.

—Ni siquiera una fracción de lo que me gustaría —dije, mientras la única respuesta que me dio el trío fue un coro de risas.

—Escucha, me gusta tu actitud de valiente que no acepta mierda de nadie, en serio —dijo Nick, girándose para mirarme—, pero no debes meterte con gente como ésta.

— ¿Gente como ésta, o hermanos como éstos? —dije, tenía tanta energía nerviosa saliendo dentro de mí debido a lo que había ocurrido durante los últimos diez minutos, que no sabía qué hacer con ella.

Nick suspiró.

— ¿Esos son tus hermanos? —dije una rápida oración para que no fuese verdad.

—En una forma —respondió, cerrando sus ojos.

— ¿En qué forma?

Abriendo sus ojos, buscó mi mano. —En la forma que no es importante.

—Entonces que se jodan —dije, permitiendo que tomara mi mano cuando sabía que no debía hacerlo, antes de tener algún tipo de aclaración de quién o qué era él—. Debí haberlos insultado de nuevo. Son del tipo que solamente ladran.

—No —dijo firme—. Por favor, ______. Éstos son de los bastardos que actúan. Pueden enterrarte los colmillos sin ningún tipo de advertencia. — Tomando mi brazo, me apretó contra sí, y me miró como si pudiera forzar que absorbiera sus palabras—. No te metas con ellos. Si ves que vienen por la acera, cruza la calle.
Esto provocó que rodara los ojos. Seguramente exageraba. No dudaba que los trillizos estúpidos ya hubiesen cumplido con su cuota de marihuana y de dañar propiedad pública, pero no eran lo suficientemente valientes para hacer las cosas que les ganarían un gran tiempo de cárcel si llegaban a atraparlos. La palabra cobarde se hallaba estampada en cada una de sus frentes.

—Mierda, ______ —dijo Nick, cruzando los brazos detrás de su cuello y girando hacia la playa—. Precisamente por esto te pedí que te mantuvieses alejada. Para que no te encontraras metida hasta los ojos en mi vida de mierda.

Ahora sus palabras de precaución comenzaban a tener sentido. El por qué decía que debía mantenerme alejada si era inteligente.

La cosa era que, si mantenerme alejada de él me hacía bruta, nunca quería volver a ser inteligente de nuevo.

—Nici —dije, enganchando mi dedo en su cinturón. Girándose, me miró con ojos cansados. — ¿Sí?
—Bésame.

Y luego de un momento, lo hizo.

No tenía ni idea de qué hora era cuando Nick y yo por fin logramos separarnos uno del otro, pero al meterme a la cama esa noche, supe que el sol estaría haciendo su debut en algunas horas, máximo. Eso significaba que tendría que soportar tres horas matadoras de practicar ballet con sólo dos horas de sueño. No me importaba. Cada minuto de mi falta de sueño fue gastado al perderme en los brazos de Nick.

Me obligué a cerrar los ojos y a apagar mi mente sobrecalentada, pero a sólo un latido, los abrí de nuevo. Rambo comenzó a ladrar como la advertencia de un huracán.

Salté de la cama y corrí hasta la ventana. Rambo no ladraba; tal vez gruñía, sonreía y daba algún quejido ocasional, pero nunca lo había escuchado chillar de ésta manera. Era como si él, o alguien cerca, estuviese a punto de que le quitaran la vida al ser estrangulado.

No podía distinguir mucho más que el destello de su casita para perros y lo que podrían ser sombras moviéndose por el viento, o personas correteando por el perímetro. Levanté la ventana para poder ver mejor, y una pared de llamas explotó alrededor y por encima de la casita de Rambo.

No fue algo que hubiese pensado. Simplemente fue una decisión del momento. Escalando fuera de la ventana, corrí rápidamente por el techo.

Lo único que tenía en la mente era salvar a Rambo de otro incendio. Uno del que en verdad tenía la posibilidad de salvarlo.

Cómo o quien había iniciado el incendio no fue ni siquiera una reflexión; simplemente tenía que llegar hasta él. Tenía que salvarlo.

Balanceando mis piernas sobre el borde del techo, mis pies aterrizaron sobre la baranda del porche, y luego sólo me tomó un salto para llegar al suelo. Lo había hecho millones de veces, pero no creo que ésta vez calificara como una escapada.

Los ladridos de Rambo habían parado cuando las llamas comenzaron, y no estaba segura si la razón detrás de eso era porque se encontraba demasiado asustado como para ladrar o si ya había muerto. Parecía incorrecto esperar lo primero.

Tomando la manguera conectada a un lado de la casa, la encendí y corrí hasta el patio. Me tomó una eternidad recorrer la distancia en dirección a la playa donde se encontraba la casita. Colocando mi dedo al final de la manguera, regué la puerta de la casita primero, esperando poder apagar las llamas de ahí y así poder abrirla y liberar a Rambo. No podía verlo por todo el fuego, pero tenía que creer que se encontraba bien.

No podría decirte si la risa detrás de mí acababa de comenzar o si ya tenía rato, pero cuando unas palmadas la acompañaron, finalmente los noté.

Manteniendo la manguera en dirección a la casita, miré sobre mi hombro para encontrar a Vince y a los gemelos caminando hacia mí. Sin el formidable cuerpo de Nick cubriéndome, ellos, y las miradas amenazadoras en sus rostros, me aterrorizaban.

—Así que, nos encontramos nuevamente —dijo Vince, separándose de los otros dos.

Me sentía como si fuera a vomitar, pero no permití que eso me impidiera responderle. —Tenía la esperanza de que lo hiciéramos, ya que no estaba segura si lograste ver mi mensaje de despedida.
Quitando una mano de la manguera, le volví a mostrar mi dedo. Sabía que era infantil, sabía que era fuera de lugar, y sabía que era
inútil contra tres hombres y lo que sea que me harían, pero en ese
momento se sintió jodidamente bien.

El rostro de Vince decayó, como si no pudiera creer que le mostraba el dedo cuando era muy probable que mi perro se estuviera incendiando y que tres chicos que personificaban todo lo trastornado me miraban como si yo fuera el próximo paso en su escala de crímenes.

—Voy a disfrutar ver cómo ardes, perra —dijo, caminando hacia un lado—. Agarren a esa zorra para que le podamos enseñar modales.

Debí haber gritado, debí haber corrido, al menos debí haber soltado la manguera para poder usar ambas manos cuando los gemelos vinieran por mí, pero nunca fui esa chica que hacía lo que debía.

Mantuve la manguera hacia la casita, y miré hacia la casa de Nick, esperando a que en cualquier momento saliera corriendo a salvarme. Dos pares de brazos me tomaron por cada lado, retorciéndome con tanta fuerza que la manguera se salió de mis manos.

— ¡Es mejor que me suelten ahora mismo! —Les grité, luchando contra sus agarres—. A menos que quieran la marca de una golpiza en sus frentes.
—Otra mirada por encima de mi hombro reveló que no había señales de
Nick, ni siquiera el indicio de una luz en su casa.

—No va a venir a rescatarte, cariño —dijo Vince, acercándose—. Nick no es el tipo de chico que le gusta ser un héroe. Más bien es del tipo anti-héroe si entiendes lo que digo.

Esto se ganó un par de risotadas a cada lado de mí.

—Ja —resoplé—. Y esto viene de la persona que incendió a un pobre perro sólo para sacar a una chica de la cama e intentar intimidarla. ¿Eso te suena a alguien que podría reconocer a un héroe cuando lo viera? — Desde que tengo tres años, mi mamá me había dicho que mi boca sería mi muerte, y juzgando por el destello de homicida que cruzó por el rostro de Vince, tenía razón.

— ¿Cómo me estás llamando exactamente?
Entrecerrando los ojos, enterré mis talones en la tierra. —Un cobarde. No parecía físicamente posible que un chico tan robusto como él pudiese moverse tan rápido como lo hizo.

—Iba a permitir que vivieras —siseó junto a mi oído, mientras sus manos rodeaban mi cuello—, pero eso fue antes de que hicieras ese comentario. —Sus dedos soltaron mí cuello y fueron por mi cabeza. Sabía lo que iba a hacer, así que me llené de valor, pero esperar el dolor no lo hizo menos doloroso cuando jaló mi cabello tan fuerte que estuve segura que me arrancó la mitad.

—Tienes bonito cabello —dijo, mientras un sonido vagamente familiar se escuchó detrás—. Espero que lo hayas disfrutado.

El desagradable olor fue instantáneo, mucho más instantáneo de lo que le tomó a mi mente procesar y aceptar que éste tipo me achicharró el cabello.

Finalmente, grité.

—Tápale la boca, Zeke —ordenó Vince, empujando a uno de los gemelos—. Maldición. Los dos son unos inútiles.

Ya para este momento podía sentir el calor del fuego acercándose a mí cada vez más, incinerando mi cabello mientras subía. Sabía que no iba a salir de ésta con mi cabello, pero todavía había oportunidad, aunque remota, de salir de todo esto aún con mi vida. Me aferré a eso cuando mordí el interior del dedo de Zeke con tanta fuerza que pude saborear su sangre, y fue eso en lo que creí cuando pisé con todas las fuerzas que mi cuerpo de metro sesenta podía sobre el pie del otro gemelo.

Y allí, puse todas mis esperanzas cuando me di cuenta que no había más manos aprisionándome y que a mí alrededor sólo se escuchaba un trío de jadeos y gruñidos. Sentí el fuego tocando mi cuello, y ahora, en vez del olor a cabello quemado, en el aire, adhiriéndose a la capa de ozono, había un aroma tan horrible como el que me había imaginado que olería la piel quemada.

Corrí hacia el lago. Por supuesto, detenerse, caer al piso y rodar era el método más eficaz para extinguir el fuego, lo sabía en algún lugar de mi arrugada materia gris, pero cuando en verdad te estás quemando y un frío cuerpo de agua se encuentra a menos de seis metros, no piensas. Corres como loca y te lanzas al agua, prefiriendo morirte ahogada en esa agua fría a morirte quemada, si en verdad tuvieras alguna opción.

El agua me quemaba de una forma eufórica y dolorosa. No supe cuánto tiempo me quedé sumergida, pero quería quedarme más tiempo debajo. Allí debajo del agua había calma y silencio, y ningún olor desagradable subiendo por mi nariz. Fue un alivio tan grande, al flotar libre sin nada de fuego recorriéndome, que pensé que morir ahogada no sería una manera tan mala de partir.

Eso fue hasta que un par de manos atraparon mi cuello y me mantuvieron sumergida. El lago pasó de ser un lugar de refugio a ser un enemigo con dientes afilados.

Lo último de mi aliento fue burbujeando hasta la superficie cuando Vince me levantó, con sus manos aún apretadas alrededor de mi cuello. — Si yo fuera un buen chico, simplemente te ahogaría y terminaría con esto de una vez —dijo, llevándome fuera del agua—. Pero no soy un buen chico. —Trastabillé por la arena, y mi mirada pasaba desde la casita del perro envuelta en fuego hasta la silenciosa casa de Nick—. Vas a arder, perra
Fue en éste momento que todo se sintió real. Como si me hubiese convencido a mí misma que todo lo que había ocurrido hasta ese momento había sido sólo una pesadilla, pero ahora me había despertado y sabía que a la duración de mi vida sólo le quedaban pocos minutos.

—Colton, busca la gasolina —dijo Vince, sacando algo de su bolsillo. Era una tira de tela, una mojada tira de tela que apretó bien fuerte—. No quiero despertar a los vecinos. —Me tuvo amordazada tan rápido y tan fuerte que fue muy obvio que ésta no era la primera, segunda, o décima vez que había hecho esto. Se había convertido en un experto en amordazar con el tiempo. Nick tenía razón, éstos delincuentes no jugaban.

Entonces, las lágrimas comenzaron. Odiaba llorar. De hecho, lo detestaba con pasión. Pero había algo en saber que iba a convertirme en una antorcha humana a la, ni siquiera legal, edad de diecisiete años, que tenía una muy buena manera de atraer un festival de llanto.

De nuevo mis ojos escanearon frenéticamente la casa de Nick, desesperada por verlo correr todo el camino hasta la playa para salvar el día.

Suspendiendo el bidón, Vince lo levantó sobre mi cabeza y comenzó a verter la gasolina, dejando que se deslizara sobre mí hasta que hizo un pequeño pozo en el piso a mis pies.

Vomité. Como si mi situación actual no pudiera ponerse aún peor. La cosa menos afortunada de vomitar estando amordazada es que no hay ningún otro lugar para que la sustancia vaya, así que debe volver a bajar.

Y estuve lista para morir, por primera vez en mi vida. De hecho, quería que se apurara y me tomara. El destino finalmente me había alcanzado, listo para hacerme pagar el precio que había estado evitando desde hace años.

Prendiendo un encendedor, Vince me sonrió. —Algo me dice que vas a tener un ataúd cerrado —dijo, separándose, ya que según el galón de gasolina que había vertido sobre mí, iba a encenderme tanto que un satélite podría localizarme.

Cerré los ojos y susurré una oración, que decía cada noche antes de acostarme cuando era niña y luego, cuando esperaba escuchar el grito del fuego arrastrándose por mi cuerpo, escuché otro tipo de grito. Una que era tan desesperado y enrabiado al mismo tiempo que sonaba como si el diablo mismo hubiese decidido hacerle una visita al Lago Sapphire.

Al abrir los ojos, lo primero que vi fue el rostro de Vince eclipsado desde la dominación hasta el miedo, justo cuando algo pequeño lo golpeó directo en medio de sus ojos. Se impulsó hacia tras, tomando su cabeza antes de caerse completamente. El encendedor se apagó y cayó de su mano.

Y luego, Nick se encontraba sobre él, apareciendo de la nada y lanzando puño tras puño en cualquier parte de Vince al que pudiera llegar. — ¡Vas a tener que amarrarme mejor la próxima vez, enfermo hijo de puta! —A cada palabra le seguía un golpe, y cada uno aterrizaba como un trueno.

Me quedé allí, todavía en shock por apenas haber logrado eludir mi muerte, todavía en shock por haberme enfrentado a la muerte en primer lugar, y ahora, también en shock por ver a Nick golpear a otro hombre con tanto odio que parecía como si no le importara matarlo o no.

No me encontraba muy segura entre estar aliviada de que estuviera de mi lado o aterrorizada de que una persona como esa pudiera existir en el mundo.

Deteniéndose abruptamente, Nick se giró para mirarme. —______ — dijo, su voz era calmada, sin mostrar ningún rastro de estar sin aliento, como uno esperaría que estuviese—, ve adentro y llama al 911.

Cuando me quedé paralizada en mi lugar, añadió—: Lo tengo controlado. No voy a permitir que te lastimen. —Justo en ese momento, los gemelos cobardes de la esquina unieron fuerzas y vinieron por Nick. O por mí, no estaba segura—. Anda, ______ —suplicó, señalando de nuevo hacia la casa—. Yo te protegeré.

Ésta vez, cuando intenté colocar un pie delante del otro, pude lograrlo. Subir por la playa era como si intentara correr un maratón en menos de una hora, mi cuerpo y mis pulmones se sentían demasiado fatigados, pero continué, dando rápidas miradas detrás de mí para cerciorarme de que Nick se estuviese defendiendo del trío.

Defenderse sería una forma modesta de decir que era completamente agresivo. No sabía cómo o cuando ese hombre aprendió a pelear así, pero esta noche no pude evitar estar agradecida por ello.

Justo cuando llegué a la esquina de la casa, noté las luces rojas y azules, seguidas de un policía alumbrando mi rostro con su linterna.

—Estamos respondiendo a un reporte que alguien al otro lado del lago notó un gran incendio producido por ésta área —dijo, caminando hacia mí mientras su compañero salía detrás de él—. ¿Ha visto algo, señorita?

—Aquí —dije, respirando pesadamente por mi viaje desde la playa—
. El incendio es aquí. —Apuntando hacia abajo en la playa, el oficial volvió a mirarme, viéndome de verdad esta vez.

Sus ojos se agrandaron.

—Señorita, ¿necesita atención médica? —preguntó, lentamente caminando hacia mí, como si yo fuera mentalmente inestable, lo cual no se encontraba muy lejos de la verdad, a este punto.

— ¿Tal vez? —respondí, insegura. La adrenalina todavía recorría mi cuerpo, y era tan intensa que no podía sentir ninguna de mis lesiones, o comprobar si es que tenía alguna.

—Hal, llama a los paramédicos.

Su compañero asintió y trotó hasta la patrulla.

—De acuerdo, señorita —dijo, deteniéndose frente a mí—. Soy el oficial Murphy. ¿Cuál es su nombre?

—______ —dije, aclarando mi garganta—. ______ Larson.

—Bien, Srta. Larson —dijo el Oficial Murphy, sus ojos me recorrieron, intentando en vano de verme como si nada estuviese realmente mal—.
¿Hay alguien más allí abajo?

—Sí —dije, tomando su antebrazo y jalándolo hasta la playa—. Hay otros cuatro y mi perro. —Aunque si Rambo todavía seguía vivo y sonriente como siempre, eso significaba que los milagros existían, y había aprendido a la mala que creer en milagros era trabajo de los tontos.

— ¿Cómo se llaman? —preguntó Murphy, corriendo con prisa delante de mí.

—Sólo sé el primer nombre de tres de ellos. —Tres nombres que no era muy seguro si encontraríamos todavía vivos, y nombres que me querían muerta por ninguna razón lo suficientemente buena además del por qué no.

— ¿Y el cuarto? —Murphy se detuvo, mirándome. Tragué profundo. —Nick —dije—. Nick Jonas.
—Espera —dijo Murphy, su semblante cambió—. ¿Nick Jonas está allí abajo?

Asentí, mi frente se arrugó.

—Mierda —dijo en voz baja, antes de sacar su radio de su bolsillo—. Hal —suspiró—, llama por refuerzos. Nick Jonas está aquí.

Hal murmuró otra maldición antes de contestar. —Copiado. Ya mismo estoy llamando refuerzos.
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 22nd 2014, 19:48

necesitan refuerzos solo por nick?!
wow
eso si es increible
siguela
me esta encantando tu novela
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 24th 2014, 21:38

Lamento no haber subido cap, es que estaba arreglando mi equipaje porque me voy de viaje y volveré a subir cap hasta el martes o miercoles Smile
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 25th 2014, 08:46

#Jonatica# escribió:
Lamento no haber subido cap, es que estaba arreglando mi equipaje porque me voy de viaje y volveré a subir cap hasta el martes o miercoles Smile
Esperare ansiosa, el proximo cap... que pasara con los dos?
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 29th 2014, 16:15

Capítulo 5
Uno de mis lugares favoritos en la cabaña era el biombo en el porche. Me encantaba la vista, acurrucada en la vieja silla de mimbre con una manta retorcida a mí alrededor.

Eso cambió esta noche.

Algo acerca de ver al chico al que esperaba besar todas las noches hasta siempre, caminando lejos con los puños apretados, seguido por tres chicos, quienes tropezaban en lugar de caminar gracias al trabajo de Nick, lo que quedaba de la casa del perro y los recuerdos de un perro responsable del humo que había, tenía una manera de golpear la visión del mundo entero en tu trasero.

Los paramédicos se habían ido porque, aparte de la noción de unas calientes ampollas en la parte trasera de mi cuello, no había nada en el arsenal que pudiera arreglar mi pelo chamuscado. Mis padres finalmente se despertaron, una vez que llegaron tres autos patrulla con las sirenas encendidas. Mamá seguía colgada por su doble dosis de pastillas para dormir y tuve que darle un tranquilizante a papá cuando se enteró de lo que pasó. Entonces ahora, mis padres se encontraban sentados lo más lejos que podían del sofá de dos plazas de mimbre, con los ojos vidriosos, mirando hacia la playa, a mí, y a los autos de policía, tratando de decidir si esto era real.

—¿Sr. y Sra. Larson? —dijo el oficial Murphy aprovechándose del biombo-puerta antes de entrar en el porche—. Terminamos aquí. Acá esta mi tarjeta por si tienen alguna pregunta. —La deslizó en la mano de mi mamá, mirando entre los tres cómo si fuera la cosa más triste que hubiese visto esta noche. Él podría estar en lo correcto—. De lo contrario, los mantendremos informados. Ahora, ______ —dijo, volviéndose hacia mí—, necesitamos que vengas a la estación a dar tu informe a primera hora de la mañana. ¿Necesitas que un auto patrulla te pase a recoger o vas a ir por tu cuenta?

—Puedo manejar —respondí, dándole una pequeña sonrisa.

Reflejando mi sonrisa, se puso en cuclillas a mi lado. —¿Estás bien, ______? —preguntó, descansando la mano sobre mi brazo—. ¿Puedo darte algo? —Me apretó el brazo, lanzándole una mirada a mis padres como si no pudiera entender por qué se hallaban allí mientras yo me encontraba aquí

—Sí —dije, tratando de no mirar el tercio del auto patrulla que había en el frente, donde una cabeza usando una gorra de lana era invisible—. Estoy bien.

—Bueno —dijo, levantándose—. Te veo en la mañana.

—¿Oficial? —Mamá se aclaró la garganta, sonando medio agradable. Deben haber sido las pastillas para dormir—. Para que quede claro, ¿El Sr. Jonas no vive en la casa de al lado?

—No, señora Larson —dijo—. A menos que cuente la ocupación ilegal a la casa del barco, sin ser invitado, hace unos pocos días.

—¿Ocupación ilegal? —repitió ella como si nunca hubiese odio las palabras.

—También conocido como allanamiento de morada, en mi línea de trabajo —explicó—. O como una ocurrencia regular si eres Nick Jonas.

—¿Ésta no es la primera vez que es arrestado? —preguntó mamá, mirándome fijamente mientras hablaba.

El oficial Murphy se rió entre dientes. —En ninguna parte cerca de aquí —dijo—. Sabemos acerca de Nick y los otros tres delincuentes desde que iban a la escuela primaria. Huevos malos, hasta el último de ellos — dijo, mirándome como si tratara de llevar un mensaje a casa—. Esos chicos son los que los padres rezan porque sus hijas no conozcan. Esos son el tipo de chicos que crecen a hombres que pasan su vida en la cárcel.

Mamá suspiró, sacudiendo su cabeza mientras papá disfrutaba los beneficios de la-la land8.

—Pero Nick me salvó de los otros tres —dije, sin saber por qué. Como me esperaba, no sabía nada sobre Nick. Me sentí traicionada y engañada. Pero de alguna manera, a pesar de todo lo que había en su contra, sentía la necesidad de luchar por él—. Me habrían matado si él no hubiera intervenido. —Me aseguré de hacer contacto visual con mi madre, dejar claro que Nick había sido el único capaz de salvarme ya que mis padres roncaban por las drogas durante horas.

—No cuestiono lo que dices, ______, pero en todos mis años de tratar con Nick Jonas, nunca he visto que se preocupara por alguien más que por sí mismo —me dijo el oficial Murphy con una sonrisa simpática—. Chicos como ellos son incapaces de cuidar de alguien que no sea de sí mismos.

—No creo eso —dije, ignorando la mirada de mamá.

—Lo sé, ______. Sé que no lo haces —respondió Murphy, abriendo la puerta—. Nick no sería un capaz y exitoso criminal si no fuera encantador y manipulador, pero te digo qué, cuando Nick se libere, con suerte en las próximas tres semanas, pero probablemente en pocos días, déjame saber si escuchas de él ¿puedes? Si te llama para disculparse o pedir tu perdón, o diablos, incluso si llama para decir hola, me lo dices, y retracto lo que dije acerca de que no se preocupa por nadie excepto por él. Pero si no lo hace, ¿me harías el favor de olvidar que alguna vez conociste a Nick Jonas?

No sé con seguridad si negué o asentí con mi cabeza, pero el oficial
Murphy tenía razón en una cosa.

No conseguí esa llamada ni en unos días, ni en unas semanas más
tarde.

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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitimeJulio 29th 2014, 16:59

eres mala!!! Sad
este capitulo estuvo cortito
siguela
pronto!!!
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MensajeTema: Re: Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación)   Crash/El lado explosivo de Nick (Adaptación) Icon_minitime

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