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 Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada

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CristalJB_kjn
PidgeJonas
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PidgeJonas
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MensajeTema: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 18th 2014, 17:14

Orgullo y Placer

Sinopsis



Tras la muerte de su padre, ____ Martin se convierte en una de las herederas más deseadas por los cazafortunas. Todos la halagan y engañan, pero ella se resiste. Hasta que empieza a sufrir una serie de accidentes que atentan contra su vida y se ve en la obligación de recurrir a una persona que se infiltre entre sus pretendientes para averiguar quién está detrás del complot.
   
El atractivo y seductor detective Joseph Jonas no puede resistirse a aceptar el encargo de una mujer bella e inteligente... Dejar satisfecha a su clienta es una cuestión de orgullo. Demostrarle que es el hombre que necesita será todo un placer.


Última edición por PidgeJonas el Marzo 27th 2014, 17:36, editado 1 vez
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PidgeJonas
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MensajeTema: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 18th 2014, 17:52

Orgullo y Placer

Capitulo 1


Londres, Inglaterra, 1818

En su calidad de detective, Joseph Jonas se había entrevistado con gente en sitios de lo más curiosos, pero ésa era la primera vez que había concertado una cita en una iglesia. Algunos de sus clientes se sentían más cómodos quedando en locales de mala muerte. Otros preferían el lujo. Aquél en concreto parecía una persona de profundas convicciones religiosas, ya que había elegido la iglesia de Saint George como lugar de encuentro. Joseph suponía que le habría parecido un lugar seguro, lo que lo llevaba a pensar que la persona que lo había citado se sentía incómoda o insegura. Sin duda le habían llegado noticias de su dudosa moral. Mucho mejor. Así le pagaría bien y se mantendría a distancia.

Eran los casos que más le gustaban. Al bajar del carruaje, Joseph se detuvo a contemplar el impresionante atrio y las columnas corintias de la fachada principal de la iglesia. Un murmullo de cánticos llegaba desde el interior, en abierto contraste con los gritos de los frustrados cocheros y con el ruido de cascos de caballos a su espalda. Golpeó el suelo del carruaje con el bastón que sujetaba por la empuñadura con forma de cabeza de águila y despidió al conductor con un leve toque en el sombrero.

La cita de ese día había sido concertada por el señor Thomas Lynd, un hombre que contaba con su confianza por muchas razones. La más importante era que Lynd había sido su mentor y maestro en el oficio. Joseph no se consideraba moralista, pero le gustaba ceñirse al código ético que Lynd le había enseñado: ayudar a los que realmente lo necesitan.

Nunca exigía dinero a cambio de protección, como hacían otros sabuesos. Ni robaba cosas con una mano para devolverlas con la otra a cambio de una recompensa. Se limitaba a buscar objetos perdidos y a proteger a los que lo necesitaban. Y eso lo llevaba a preguntarse por qué Lynd le habría pasado este caso, ya que él se movía por los mismos principios.

Joseph era muy aficionado a resolver misterios, así que estaba dispuesto a averiguar los motivos de la decisión de Lynd. Lo que no le gustaba era tener que ir a la entrevista personalmente. Por norma general, prefería enviar a un empleado que hiciera las preguntas. Eso le permitía conservar el anonimato, tan necesario para sus planes personales.

Al entrar en la iglesia, se detuvo un momento para absorber la ola de música que lo envolvía. En la parte delantera de la nave, a mano derecha, se alzaba el púlpito cubierto. A la izquierda había una sillería de dos niveles. Los numerosos bancos estaban vacíos. Sólo los miembros del coro ocupaban la iglesia, llenando el aire con sus voces que se elevaban en oración. Joseph miró su reloj de bolsillo. Era la hora exacta que habían acordado. En su profesión era importante ser estrictamente puntual. Se dirigió hacia la escalera que subía a la galería.

Al llegar al descansillo, se detuvo. Su mirada fue atraída sin remedio por una masa de pelo blanco que desafiaba la ley de la gravedad. Una cinta negra trataba de domarlo, pero parecía agotada, como si hubiera perdido la esperanza de lograrlo y se hubiera conformado con recoger sólo una parte en una coleta torcida y despeinada. Mientras observaba esa coleta, el desafortunado dueño de aquella horrible pelambrera levantó la mano y se rascó la cabeza, despeinándose aún más. Joseph estaba tan fascinado que no se había fijado en la mujer menuda sentada al lado del dueño del espantoso pelo. Pero en cuanto lo hizo, el foco de su atención cambió por completo. Ella era el polo opuesto de su acompañante en lo que a cabellera se refería: tenía una brillante melena de un tono cobrizo tan poco habitual que llamaba la atención.

Eran los únicos ocupantes de la galería, pero ninguno de ellos tenía el aire del que está esperando a alguien. Al contrario, parecían absortos en la actuación del coro. ¿Dónde estaba su cliente?

La mujer pareció notar que la estaba observando, porque se volvió hacia Joseph y lo miró a los ojos. Era atractiva. No de un modo tan excepcional como su cabello, pero tenía unos rasgos agradables. Los ojos, de un azul intenso, lo miraban entre unas espesas pestañas. Tenía pómulos alto y una nariz que indicaba firmeza de carácter. Al morderse el labio inferior, dejó al descubierto unos
dientes blancos y bonitos, y cuando frunció los labios se le formó un hoyuelo en la mejilla. Era una cara más bonita que hermosa, aunque lo que más le llamó la atención fue el disgusto que mostró al verlo.

—Señor Jonas —dijo, tras un breve silencio—, no lo he oído llegar.

Podría haberlo atribuido al coro, pero lo cierto era que siempre caminaba de forma silenciosa. Hacía tiempo que había aprendido a hacerlo. Le había salvado la vida en el pasado y esperaba que le siguiera resultando una habilidad útil durante mucho tiempo.
La joven se levantó y avanzó hacia él con decisión, ofreciéndole la mano. Como si lo hubieran ensayado, el coro dejó de cantar en ese preciso instante. En el silencio que siguió, ella se presentó:

—Soy _____ Martin.

Su voz lo sorprendió. Era suave como una brisa de verano, pero con un fondo de acero. El sonido quedó suspendido en el aire gracias a la resonancia del recinto, despertando la imaginación de Joseph y llevándolo en direcciones poco recomendables.
Cambiándose el bastón de mano, se inclinó sobre la que ella le ofrecía.

—Señorita Martin.

—Le agradezco que haya sido tan amable de venir hasta aquí. Sin embargo, es usted exactamente como me temía que fuera.

—Oh. —Aunque sorprendido por sus palabras, Joseph estaba cada vez más intrigado—. ¿En qué sentido?

—En todos los sentidos, señor. Me puse en contacto con el señor Lynd porque necesito a un tipo de hombre muy concreto. Y usted, señor, no se parece en nada a mi petición.

—¿Le importaría ser un poco más concreta?

—Sería demasiado largo de explicar.

—En mi profesión, uno espera que los demás sean predecibles, pero odia serlo. Ya que, al parecer, soy todo lo que no desea encontrar en un hombre, le agradecería que me explicase los criterios que la han llevado a esa conclusión.

La señorita Martin meditó su respuesta. Mientras lo hacía, Joseph confirmó lo que su instinto le había dicho en el primer momento: a _____ Martin no le resultaba indiferente. Antes de que su cerebro racional se hubiera puesto en acción, el instinto de la joven había reaccionado del mismo modo que el de él: las ventanas de la nariz se le habían abierto, su respiración se había agitado, todo su cuerpo se había tensado... los signos clásicos de una cierva que nota que un depredador está cerca.

—Ya veo —respondió ella con un hilo de voz—. Supongo que no le falta razón.

—Claro que no. Nunca miento a un cliente. —Tampoco se acostaba con ellos, pero eso podría estar a punto de cambiar.

—No lo he contratado, así que no soy su clienta.

El hombre de la rebelde pelambrera los interrumpió:

—_____, cásate con Montague y acaba con esta farsa.

Al oír ese nombre, Joseph entendió al momento por qué Lynd le había pasado el caso. Tuvo claro también que _____ Martin no tenía ninguna posibilidad de librarse de él.

—No permitiré que nadie me obligue a hacer nada contra mi voluntad, milord —replicó ella, con firmeza.

—En ese caso, invita al señor Jonas a sentarse.

—No será necesario —se resistió la joven.

Sorteándola, Joseph se sentó detrás de ellos.

—Señor Jonas... —empezó a protestar la señorita Martin, pero, suspirando, se resignó—. Milord, permíteme que te presente al señor Joseph Jonas. Señor Jonas, le presento a mi tío, el conde de Melville.

—Lord Melville. —Joseph lo saludó con una inclinación de cabeza. Sabía que Melville era el cabeza de familia de los Tremaine, un linaje famoso por sus excentricidades—. Creo que averiguarán que soy capaz de llevar a cabo cualquier tarea para la que se precise a un detective.

La señorita Martin lo miró con los ojos entornados. Al parecer, no le gustaba que la ignoraran.

—Señor, no dudo de que sea usted un hombre muy capaz en cualquier circunstancia. Sin embargo...

—¿Los criterios para rechazarme serían...? —la interrumpió él, volviéndose en redondo para mirarla. No le gustaba proseguir la conversación dejando temas pendientes.

—Es usted muy tenaz. —La señorita Martin permanecía de pie, dispuesta a despedirlo en cualquier momento.

—Una característica muy valorada en mi profesión.

—Sí, pero que no altera las demás.

—¿Y las demás son...?

El conde seguía la conversación mirando ahora al uno, ahora al otro. Ella negó con la cabeza.

—¿No podemos dejarlo así, señor Jonas?

—Preferiría que no —respondió él, dejando el sombrero en el banco—. Me enorgullezco de mi capacidad para enfrentarme a cualquier situación. Es una cuestión de orgullo personal. ¿Cómo voy a poder seguir afirmándolo si hay algo que no puedo hacer y ni siquiera sé de qué se trata?

—No digo que sea usted un mal profesional —protestó la señorita Martin—. Sólo que no es la persona que necesito para mi situación.

—¿Y cuál es esa situación?

—Es un tema delicado.

—En el que no puedo ayudar si desconozco los detalles.

—No le he pedido ayuda, señor Jonas. Parece que le cuesta entenderlo.

—Porque usted se niega a explicarse. Al señor Lynd le pareció que yo podría ayudarla y usted confió en su criterio, por eso concertó esta cita.

Y Joseph se aseguraría de agradecérselo como se merecía. Hacía demasiado tiempo que nada había logrado interesarlo, aparte del deseo de venganza.

—El señor Lynd no ha tenido en cuenta las mismas cosas que yo.

—¿Y cuáles son esas cosas?

—Señor, es usted exasperante.

Y ella fascinante. Le brillaban los ojos mientras golpeaba el suelo con el pie y apoyaba los puños apretados en las caderas. Pero siguió resistiéndose a las provocaciones de Joseph. A éste su resistencia le parecía de lo más atractiva. ¿Hasta dónde tendría que llegar para romper sus defensas y verla perder el control? Estaba deseando descubrirlo.

—Le compensaré por haberle hecho perder el tiempo —dijo ella—. Ya ve. No habrá sido un viaje en balde. Ahora, no hace falta seguir con esta conversación.

—No ha tenido en cuenta, señorita Martin, que podría asignarle el caso a alguno de mis empleados. Sin embargo, no puedo hacerlo si no conozco la situación y no sé qué tipo de servicio necesita. —Tenía intención de ocuparse de sus necesidades de manera muy personal, pero si debía usar algún subterfugio para lograr el delicioso premio, que así fuera.

—¡Oh! —exclamó ella y se mordió el labio inferior antes de añadir—: No había pensado en ello.

—Eso me parecía.

Entonces, la joven se sentó en el banco con mucha clase.

—Que quede claro de entrada que usted no da el perfil.

—No queda nada claro —replicó él, colocándose el bastón entre las piernas y apoyando las manos en la empuñadura—. Al menos, de momento.

Ella miró a su tío antes de volverse otra vez hacia Joseph, claramente irritada.

—Me obliga a decir algo que preferiría omitir, señor Jonas: francamente, es usted demasiado guapo para el puesto.

Por unos instantes, él se quedó demasiado asombrado para responder. Luego sonrió satisfecho para sus adentros. Era deliciosa hasta cuando se enfadaba.

—El señor Lynd llama menos la atención que usted —siguió diciendo ella—. Usted es demasiado corpulento y, como ya he dicho, demasiado atractivo.

Lynd era veinte años mayor que él y de altura y complexión medias. Al mirar al conde, Joseph notó que el hombre miraba confuso a su sobrina.

—No entiendo qué tiene que ver mi cara con mi capacidad como investigador —protestó.

—Además —siguió diciendo la chica, más decidida—, sería imposible esconder ese aire que tiene usted y que lo distingue de los demás.

—¿De qué aire está hablando? Le ruego que me lo aclare. —Cada vez le costaba más disimular lo mucho que estaba disfrutando con la conversación.

—Usted es un depredador, señor Jonas. No sólo tiene aspecto de serlo, sino que se comporta como tal. Para que me entienda, tiene usted aspecto de hombre peligroso.

—Ya veo.

La fascinación dejó paso al embrujo. Tal vez su futura clienta no fuera tan inocente como aparentaba. Al fin y al cabo, él se gastaba grandes cantidades de dinero en su aspecto, precisamente para conseguir una apariencia de respetabilidad que, por lo visto, a ella no la había engañado ni por un segundo.

—Dudo que tuviera éxito en su trabajo si no tuviera usted las cualidades de un peligroso depredador —aclaró la señorita Martin, como si quisiera compensarlo.

—Entre otras.

Ella asintió.

—Sí, me imagino que su profesión requiere que sea usted una persona con numerosas habilidades.

—Eso es útil, desde luego.

—Sin embargo, su belleza masculina invalida todo lo anterior.

—¿Podría ser más concreta, por favor, señorita Martin? ¿Puedo saber para qué quería contratarme?

—Para varias cosas, de hecho. Protección, investigación y... para hacerse pasar por mi prometido.

—¿Cómo? —La voz de Jonas retumbó en la galería de la iglesia.


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CristalJB_kjn
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 18th 2014, 23:22

Woooooooo en vd amo tus novelaas son d lo mas geniales sube mas andale siiiiiii es que dio en vd me encantan
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PidgeJonas
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 19th 2014, 16:42

Orgullo y Placer

Capitulo 2


_____ estaba sofocada y nerviosa y la culpa era de aquel hombre. No se había imaginado que fuera a ser tan curioso ni tan insistente. Y, ciertamente, tampoco tan atractivo. No sólo era el hombre más guapo que había visto nunca, sino que iba vestido con prendas dignas de un lord del reino y se movía con la gracia y la elegancia de un gran felino. ¿Y la manera que tenía de mirarla? Sólo podía traer problemas.

Que alguien así la contemplara de esa forma era desconcertante. Los hombres como él solían ignorar a las mujeres normales como ella. Por eso siempre se esforzaba en ir vestida de manera que no llamara la atención. ¿Para qué atraer la atención de nadie si luego no iban a saber qué hacer con ella? Tal vez fuese el color de su pelo lo que le había interesado. Su madre le había contado que algunos hombres sentían una gran debilidad por ciertas partes del cuerpo de una mujer o por un tono especial de cabello.

—¿Podría... repetirlo, por favor, señorita Martin? —le pidió Jonas, mirándola con sus ojos marrones, tan intensos.

En ese momento, _____ maldijo su costumbre de mirar a los ojos de su interlocutor, porque le resultaba muy difícil pensar ante la belleza de Joseph Jonas. Era asombroso de hombros para abajo, pero más todavía de hombros para arriba. Tenía el pelo espeso y oscuro como su color de tinta favorito, e igual de brillante. Aunque lo llevaba un poco demasiado largo, la longitud era perfecta para enmarcar los rasgos de su cara: la nariz distinguida, los ojos profundos, la boca severa pero sensual. Era muy significativo que, con aquel rostro tan atractivo, siguiera teniendo un aspecto tan amenazador. Era un hombre al que claramente era mejor no hacer enfadar.

—Necesito protección —repitió ella.

—Sí.

—Investigación.

—Eso lo he oído bien.

—Y un pretendiente —añadió, alzando la barbilla.

Él asintió como si fuera la petición más normal del mundo, pero no pudo ocultar el brillo de sus ojos.

—Eso me había parecido.

—____... —El conde se miró las manos, que tenía enlazadas en el regazo, y negó con la cabeza.

—Milord —dijo Jonas, al ver que se interrumpía—. ¿Conoce usted la naturaleza del servicio que precisa la señorita Martin?

—Tiempos difíciles los que nos ha tocado vivir —murmuró lord Melville—. Tiempos difíciles...

Jonas volvió la mirada hacia _____, que alzó las cejas.

—¿Está bien?

—Su cerebro es tan privilegiado que se bloquea ante la mediocridad —respondió ella.

—O tal vez sea su petición lo que lo ha colapsado.

_____ enderezó la espalda.

—Mi petición es muy sensata. Y el sarcasmo es innecesario, señor Jonas. Haga el favor de prescindir de él.

—Claro. —La voz de Joseph bajó de tono y se convirtió en un susurro casi amenazador—. ¿Y qué espera que le ofrezca ese pretendiente?

—No estoy buscando un semental, si es eso lo que está pensando, señor Jonas. Sólo una mente depravada llegaría a esa conclusión.

—¿Un semental?

—¿No era eso lo que estaba pensando?

Joseph Jonas sonrió y el corazón de ella dejó de latir por un momento.

—No, no lo era.

Queriendo acabar lo antes posible, ____ preguntó: —Entonces, ¿tiene a alguien que pueda ocupar el puesto o no?

Él resopló suavemente, pero aquel sonido burlón parecía dirigido hacia sí mismo.

—Señorita Martin, le ruego que empecemos por el principio. ¿Por qué necesita protección?

—Recientemente he sido víctima de una serie de desafortunados... y sospechosos accidentes.

_____ esperaba que Joseph se echara a reír o, al menos, que la mirara con escepticismo, pero no hizo ninguna de las dos cosas. Al contrario, su actitud se transformó por completo. Aunque se había mostrado atento desde su llegada, ahora estaba mucho más concentrado en el problema. Por primera vez, _____ lo valoró por algo más que por su aspecto. Él se echó hacia delante en el banco.

—¿Qué tipo de accidentes?

—Alguien me empujó para que me cayera al lago en Hyde Park. Me cortaron las cintas de la silla de montar. Alguien soltó una serpiente en mi habitación...

—Tengo entendido que fue un agente de la ley quien la puso en contacto con el señor Lynd.

—Sí, investigó el caso durante un mes, pero no consiguió nada. Nadie me atacó durante el tiempo que él estuvo vigilando.

—¿Quién querría hacerle daño? ¿Y por qué?

Ella sonrió levemente, agradecida por el interés que estaba mostrando. Anthony Bell, el agente, nunca se había tomado el caso en serio. No había podido disimular la risa cada vez que le contaba algún percance. A _____ nunca le había parecido que se estuviera esforzando por descubrir quién estaba detrás.

—Francamente, no estoy segura. Sospecho que tal vez no quieran hacerme daño, sino sólo animarme a casarme. Si lo hiciera, mi marido me protegería de manera permanente. No veo otra explicación.

—¿Es usted rica, señorita Martin? ¿O espera serlo en el futuro?

—Sí. Por eso dudo de que quieran hacerme daño de verdad. Valgo más viva que muerta. Pero hay quien considera que no estoy a salvo viviendo bajo el techo de mi tío. Creen que no es un buen tutor. Que está un poco tocado de la cabeza y que habría que encerrarlo. Como si alguien con un mínimo de compasión pudiera encerrar en un manicomio a nadie. Yo no podría encerrar ni a un perro, mucho menos a un ser querido.

—Menuda tontería —refunfuñó el conde—. Estoy en plena forma. De cuerpo y de mente. ¡Fuerte como una roca!

—Así es, milord. —_____ le sonrió con afecto—. Siempre digo que lord Melville llegará a los cien años.

—¿Y qué espera conseguir añadiéndome a la lista de sus pretendientes? —preguntó Jonas—. ¿Detener al culpable?

—Espero que, al añadir a uno de sus empleados —lo corrigió ella— a mi lista de pretendientes, no vuelva a sufrir ningún accidente durante las seis semanas que quedan de temporada social. Además, si el nuevo pretendiente le parece una competencia peligrosa al atacante, tal vez dirija sus ataques hacia él y así sea más fácil detenerlo.

—Sinceramente, me gustaría poderle preguntar qué la llevó a idear un plan tan absurdo y qué pretendía conseguir con él.

Jonas se echó hacia atrás en el asiento, aparentemente sumido en sus pensamientos.

—Nunca se me habría ocurrido sugerirle a una persona inexperta que se pusiera en una situación tan peligrosa —prosiguió ella—, pero pensé que para un investigador acostumbrado a relacionarse con ladrones y criminales... un cazafortunas no sería rival.

—Ya veo.

Lord Melville, situado junto a _____, murmuró algo para sí mismo, resolviendo acertijos y ecuaciones en su mente. Al igual que ella, su tío se sentía mucho más cómodo enfrentándose a situaciones predecibles, que pudieran ser cuantificadas de alguna manera. Tratar con asuntos que se escapaban a la razón les resultaba a ambos agotador.

—¿Qué tipo de persona le parecería adecuada para hacerse pasar por su pretendiente, protector o investigador? —preguntó Jonas finalmente.

—Debería ser alguien tranquilo, poco hablador y buen bailarín.

Él frunció el ceño.

—¿Qué tiene que ver ser aburrido o bailar bien con la habilidad para capturar a un posible asesino?

—No he dicho que tenga que ser aburrido, señor Jonas. Haga el favor de no poner en mi boca cosas que no he dicho. Si quiero que se lo considere un rival al que tener en cuenta, debe ser alguien hacia quien pudiera sentirme atraída.

—¿No se siente atraída por los hombres guapos?

—Señor, odio ser maleducada, pero no me deja alternativa. Me temo que su carácter es incompatible con el matrimonio.

—No sabe cómo me alegra oír eso en labios de una mujer.

—¿Alguna lo duda? —Con un gesto de la mano, _____ siguió hablando—: No me cuesta nada imaginármelo en medio de una pelea o en un duelo a espada, pero soy incapaz de verlo disfrutando de una partida de cróquet después de comer, jugando al ajedrez tras la cena o charlando con amigos en una tranquila sobremesa. Soy una persona intelectual, señor Jonas, y aunque estoy segura de que su mente es muy aguda, lo veo más capacitado para actividades físicamente agotadoras.

—Ah.

—Con sólo una mirada, cualquiera se daría cuenta de que no se parece en nada a los hombres que suelen acompañarme. Nadie se creería que me tomaba en serio a alguien como usted. Es obvio que somos incompatibles, y todo el mundo que me conoce sabe que no se me escapan ese tipo de detalles. Francamente, señor, no es usted mi tipo de hombre.

Él la miró con ironía, pero sin la petulancia que lo habría hecho resultar irritante. Se notaba que estaba seguro de sí mismo, pero no era engreído. _____ comprobó, disgustada, que esa combinación de cualidades resultaba muy atractiva.
Aquel hombre era sin duda una fuente de problemas, y a ella no le gustaban los problemas.

Joseph Jonas se volvió entonces hacia el conde.

—Le ruego que me disculpe, milord, pero creo que debo ser muy claro en este asunto. Sobre todo porque afecta a la integridad física de la señorita Martin.

—Me parece bien —contestó Melville—. Directo al grano, siempre lo digo. La vida es demasiado corta para gastarla en tonterías.

—Estamos de acuerdo. —Volviéndose hacia _____, Jonas sonrió—. Señorita Martin, le ruego que me disculpe, pero tengo que señalar que su falta de experiencia en estos temas no le permite abordar el asunto como debería.

—¿Qué asunto?

—El de los hombres. Para ser más exactos, el de los cazafortunas.

—Déjeme que le diga que, durante los seis años que han pasado desde mi presentación en sociedad, he adquirido bastante experiencia sobre hombres en busca de financiación.

—Y, sin embargo, se le escapa el detalle de que el éxito de esos hombres no suele deberse a sus capacidades sociales.

—¿A qué se refiere? —preguntó ella, parpadeando.

—Las mujeres que se casan con cazadotes no los eligen porque bailen bien, ni porque sepan estar sentados en silencio. Lo hacen por su apariencia y por su fuerza física, dos atributos que ya hemos establecido que yo poseo.

—No veo por qué...

—No, es evidente que no, pero se lo explicaré. —La sonrisa de Jonas era cada vez más amplia—. Los cazafortunas que triunfan no se dedican a satisfacer las necesidades intelectuales de las mujeres. Para eso están los amigos o conocidos. Tampoco lo logran gracias a su presencia en una mesa después de comer. Para eso están las reuniones sociales.

—Señor Jonas...

—No. Su triunfo se debe a que se centran en el único campo donde amigos o conocidos no tienen nada que hacer. Y muchos de ellos son tan hábiles en esa tarea que las mujeres se olvidan de todo lo demás.

—Por favor, no siga...

—El fornicio —murmuró el conde, antes de volver a su conversación interior.

—¡Milord! —exclamó _____, poniéndose de pie.

Siguiendo los dictados de la cortesía, tanto su tío como el señor Jonas la imitaron.

—Yo prefiero llamarlo seducción —dijo este último, con los ojos brillantes.

—Pues yo lo llamo absurdo —lo reprendió ella, con los brazos en jarras—. En el gran esquema de las cosas, el tiempo que pasa una persona en la cama, comparado con el que dedica a otras actividades, es muy pequeño.

Jonas bajó la vista hacia las caderas de ella, sin dejar de sonreír.

—Eso depende de quién sea el otro ocupante de la cama.

—¡Santo cielo!

_____ se estremeció ante su mirada. Era una mirada expectante. No sabía qué había hecho para poner en marcha el dichoso orgullo masculino de aquel hombre, pero el caso era que lo había hecho.

—Una semana —sugirió Joseph entonces—. Deme una semana para demostrarle mi punto de vista y mi capacidad. Si al final de la misma no la he convencido, no aceptaré ningún pago por mis servicios.

—Excelente propuesta —opinó el conde—. No tienes nada que perder.

—No estoy de acuerdo —lo contradijo _____—. ¿Cómo explicaré la súbita desaparición del señor Jonas?

—Pues alarguémoslo a quince días —propuso él.

—No lo entiende, señor. No soy actriz. Nadie creerá que me siento seducida por usted.

La sonrisa de Joseph Jonas pasó de divertida a depredadora.

—Deje eso en mis manos. Al fin y al cabo, para eso me pagará, ¿no?

—¿Y si fracasa? Si abandona, no sólo tendré que inventar una excusa para su desaparición, sino buscar a otro detective que lo sustituya. Eso levantará sospechas.

—¿Lleva seis años con los mismos pretendientes, señorita Martin?

—Ése no es el tema...

—Acaba de hacer una lista de razones por las que no le parezco un candidato adecuado. ¿No puede limitarse a repetirlas cuando le pregunten por mi ausencia?

—Es usted extremadamente persistente, señor Jonas.

—Bastante, sí —admitió él—. Por eso descubriré quién es el responsable de esos lamentables accidentes y qué pretendía conseguir con ellos.

_____ se cruzó de brazos. —No estoy convencida.

—Confíe en mí. Ha sido una suerte que el señor Lynd me propusiera para el caso. Si no logro apresar al culpable, me atrevo a decir que será porque no habrá un culpable. —Cogió el bastón con fuerza—. Dejar al cliente satisfecho es una cuestión de orgullo para mí, señorita Martin. Cuando dé por cerrado este asunto, le garantizo que se sentirá totalmente complacida con mi trabajo.

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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 20th 2014, 16:43

Orgullo y Placer

Capitulo 3


—A veces me impresiono a mí mismo con mi brillantez —graznó Thomas Lynd al entrar en el despacho de Joseph, con el sombrero en la mano.

A Lynd no le gustaba que los mayordomos lo anunciaran. Podía tolerar a los lacayos, pero no a los mayordomos, que, a pesar de formar parte del servicio, eran mucho más expertos en protocolo que él.
Joseph se echó hacia atrás en la silla con una sonrisa de bienvenida.

—Esta vez te has superado a ti mismo.

Como de costumbre, la ropa de Lynd era excesiva y el resultado poco satisfactorio. Es lo que pasa cuando se lleva una tela de calidad a un sastre que no sabe cómo utilizarla. A pesar de todo, Lynd tenía un aspecto más elegante que muchos de sus colegas de profesión. Su objetivo era provocar respeto entre las clases bajas y, al mismo tiempo, que su apariencia no resultara amenazadora para la buena sociedad.

Se sentó en una de las dos sillas situadas frente al escritorio de Joseph.

—En cuanto mencionó a Montague, no lo dudé ni un segundo.

Aunque Lynd visitaba a Joseph con regularidad, miró a su alrededor como si estuviera viendo la habitación por primera vez. Clavó la mirada en la estantería de caoba que cubría una de las paredes y en las cortinas azules que colgaban en los ventanales de la pared opuesta.

—Además —siguió diciendo—, quería un maldito perro faldero, y ninguno de nuestros conocidos tiene un pedigrí como el tuyo.

—Ser un bastardo nunca es una ventaja.

Lynd no tenía ninguna dificultad en cruzar la barrera de clases. Joseph en cambio no lo tenía tan fácil, pero, curiosamente, esa incapacidad solía ayudarlo en su trabajo, ya que muchas veces la clase alta lo contrataba precisamente porque en su mundo nadie lo conocía. En el caso de _____ Martin, podría hacerse pasar por su pretendiente, ya que nadie en su entorno sabía quién era.

—En este caso lo será. —Lynd se pasó una mano por su pelo castaño, que aún no se veía afectado por el paso del tiempo—. Te hará falta toda la paciencia del mundo para aguantar a esa pandilla de idiotas pomposos que rodean a la sobrina de Melville. Y tampoco te irá nada mal tu capacidad de pasar inadvertido, crea ella lo que crea.

Joseph se acercó a las licoreras que tenía sobre la consola, junto a las ventanas. Lynd era una de las pocas personas del mundo que conocían sus orígenes. Joseph confiaba en él, ya que en el pasado había mostrado una gran amabilidad hacia su madre que ésta había necesitado desesperadamente. Mientras servía dos copas de armañac, levantó la cortina con un dedo y vio a los dos lacayos de aspecto no muy respetable que esperaban junto a la puerta principal. Eran los hombres de Lynd. A Joseph no le había sido fácil encontrar casa en una zona respetable que tolerara sus actividades.

Sus vecinos aceptaban las incomodidades de sus continuas idas y venidas a cambio de la seguridad que les daba tenerlo en el barrio. Gracias a su presencia, se había reducido la delincuencia en los alrededores. Le parecía un precio tolerable para no tener que vivir en Fleet Street o en The Strand, o en cualquiera de las calles donde vivían Lynd y la mayor parte de sus colegas. Odiaba aquella zona. Allí era imposible librarse del hedor que subía de las cloacas que desembocaban en el río, pues ese olor
impregnaba los muros mismos de los edificios. Volvió a su asiento y dejó uno de los vasos frente a Lynd.

—He quedado con la señorita Martin esta tarde. Me informaré sobre el interés real de Montague en conseguir su mano. Tal vez esté ya tan desesperado que haya empezado a hacer tonterías.

—El asunto es absurdo de principio a fin —refunfuñó Lynd—. Si alguien quiere casarse con ella, que se lo pida directamente. Aunque me imagino que los candidatos son tontos o están desesperados por mezclar su sangre con la de los Tremaine. La muchacha debe sentirse agradecida de que su padre dejara la herencia a su nombre. De otro modo, le habría resultado imposible atraer a un hombre.

Joseph alzó las cejas. Él se había sentido atraído por ella desde que la había oído hablar.

—Francamente —siguió diciendo Lynd—, debería decidirse por uno de ellos y olvidarse del tema. Es lo que haría cualquier mujer. A esa chica la han dejado muy suelta. Lo de contratar a un detective fue idea suya. El conde está demasiado ocupado recorriendo su laberinto mental como para controlarla. Cuando me reuní con ellos, las únicas veces que Melville abrió la boca fue para hablar
solo.

—¿Quieres llegar a alguna parte con tus críticas o sólo estás pasando el rato?

—Seis semanas se te harán eternas, estoy seguro. No hay compensación económica capaz de devolverle a nadie la cordura. Y la señorita Martin es testaruda como pocas. No es una mujer normal. Tuvo el descaro de mirarme de arriba abajo, lo que tiene mérito, porque soy bastante más alto que ella, y decirme que debería buscarme un buen sastre. No tiene modales. No sé cómo la aguanté tanto rato. Me sacó de mis casillas.

—En ese caso, hiciste bien en no aceptar su oferta —bromeó Joseph—. No habrías sido un pretendiente nada convincente.

—Si tú lo consigues, te diré que has errado la vocación y que tu lugar estaba en los escenarios.

—Haré todo lo necesario para evitar que Montague consiga el dinero que le hace falta para recuperar el documento de propiedad.
Y si la manera de impedir que conquistara a ____ Martin era seducirla él personalmente, todo eso que saldría ganando.

—La venganza es peligrosa, muchacho. Se vuelve contra el que la practica, no lo olvides.

Él sonrió con ironía. Lynd se encogió de hombros.

—Haz lo que quieras. Siempre lo haces.

El documento de propiedad al que se refería Joseph correspondía a una parcela de terreno en Essex donde se levantaba una modesta casa. Era, con diferencia, la propiedad más pequeña de Josephr, pero tenía un valor incalculable para él. Representaba años y años de tenaz trabajo para conseguir vengarse. Si Montague no conseguía el dinero para recuperarla en seis semanas, sería suya definitivamente, para destruirla o para hacer con ella lo que quisiera.

Joseph abrió el cajón del escritorio y sacó un saquito de monedas. Lynd dudó un poco antes de cogerlo.

—Ojalá pudiera permitirme no aceptarlo.

—Bobadas. Nunca podré pagarte todo lo que te debo.

Joseph acompañó a Lynd a la puerta y, cuando éste se hubo marchado, echó un vistazo al reloj situado sobre la repisa de la chimenea. Faltaban pocas horas para que volviera a ver a la señorita ____ Martin y estaba más impaciente de lo razonable. No debería estar pensando en una mujer que le había dicho que era un saco de músculos sin cerebro.
Pero en su trabajo era importante resolver los problemas de uno en uno, a medida que se iban presentando. Aún faltaban horas para su cita con _____ y de momento había otros asuntos que requerían su atención. Sin embargo, permaneció apoyado en el quicio de la puerta de su oficina, preguntándose cómo debería vestirse para la entrevista. ¿Debería tratar de impresionarla con su aspecto u optar por un estilo sobrio, parecido al suyo propio? Se sorprendió al darse cuenta de que la opinión de ella le importaba. No era una mujer fácil de impresionar, por eso su aprobación tenía más valor.

—Me haré un nudo trône d’amour —murmuró, tocándose el pañuelo que llevaba al cuello. Una vez decidido eso, se sentó, dispuesto a centrarse en el trabajo al menos durante una hora.
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 20th 2014, 17:01

Aaaaaaaaa! Me encanto el capi espero que subas pronto porfis andale siiiii
Lo ameee me encantooo
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 21st 2014, 16:56

Orgullo y Placer

Capitulo 4


Joseph cruzó el umbral de casa de los Melville a las once en punto. Tras cerrar la tapa de su reloj de bolsillo, esperó unos instantes mientras el mayordomo se ocupaba del sombrero y el bastón. Sólo fueron unos instantes, pero se le hicieron eternos. Se preguntó cuál sería la causa de su impaciencia y llegó a la conclusión de que la capacidad de _____ para sorprenderlo era lo que más le gustaba de ella. Al darse cuenta de esto, también llegó a otra conclusión: hacía mucho tiempo que nada lo sorprendía. Siempre sabía lo que los demás iban a decir antes de que lo dijeran. Sabía cómo iban a responder antes de que abrieran la boca. Todo el mundo seguía las normas de etiqueta, las normas de comportamiento. Asistir a un acto social era como ir al teatro. Todos conocían el fragmento de texto que les tocaba recitar y sabían cuándo debían hacerlo. En cambio, _____ no había dicho ni una palabra previsible.

—Por aquí, señor.

Joseph siguió al mayordomo hasta un despacho y se detuvo en el umbral mientras aquél lo anunciaba. Con las manos detrás de la espalda, echó un vistazo a la habitación. Se fijó en que los muebles eran eminentemente masculinos, pero el efecto quedaba suavizado por las cortinas floreadas y los cuadros de paisajes campestres. Daba la sensación de que la estancia hubiese pertenecido a un hombre en el pasado y que hubiera cambiado de dueño.

—Ah, buenos días, señor Jonas.

Con una reverencia, el mayordomo se apartó, dejando al descubierto a la esbelta mujer que hasta entonces había quedado oculta tras él. _____ estaba sentada ante un escritorio de nogal tan grande que se veía muy pequeña en comparación. No levantó los ojos de su trabajo, lo que permitió a Joseph contemplar sus rizos, que llevaba recogidos en la coronilla, y los hombros, parcialmente cubiertos por un vestido de fino encaje.

Se acercó a una de las dos sillas que había frente al escritorio y, antes de sentarse, se fijó en lo que _____ estaba haciendo. Eran libros de contabilidad. Estaba revisándolos a gran velocidad, escribiendo en la última columna números pequeños pero muy claros.

—Una vez más es usted muy puntual —murmuró ella.

—¿Un defecto más para añadir a mi lista?

_____ alzó la vista y lo miró entre sus espesas pestañas.

—¿Le apetece una taza de té?

—No, gracias.

Dejando la pluma a un lado, despidió al mayordomo con un gesto.

—Su puntualidad me indica que valora su tiempo. Quiero creer que también indica que valorará el mío, cosa que agradezco.

—¿Qué más cosas valora, señorita Martin?

—¿Qué importancia tiene eso?

Él sonrió.

—Ya sea como pretendiente enamorado o como cazafortunas, se supone que tengo que saber cosas sobre usted.

—Claro. —_____ frunció el ceño antes de decir—: Valoro la intimidad, la soledad, los libros de mi biblioteca, mi caballo y mi dinero.

Joseph observó cómo tamborileaba con los dedos sobre el libro de contabilidad.

—¿Lleva los libros personalmente?

—Como mi padre antes que yo.

—¿Por qué no se ha casado?

_____ se retrepó en la silla y se cruzó de brazos.

—¿Está usted casado, señor Jonas?

—Joseph —la corrigió él, esperando oírla pronunciar su nombre con aquella voz suave e implacable a un tiempo—. Y no, no estoy casado.

—Entonces, le hago la misma pregunta: ¿por qué no se ha casado usted?

—Mi modo de vida no es compatible con el matrimonio. Tengo horarios raros y compañías aún más raras.

—Hum, pues yo no me he casado porque todavía no he encontrado a nadie que merezca la pena, el esfuerzo y el gasto. —_____ se encogió de hombros—. Francamente, el matrimonio me parece algo exageradamente caro. Aparte de que con él perdería el control de mis finanzas, debería invertir una gran cantidad de tiempo en otra persona. Sé que soy rara, o tal vez sólo soy Tremaine hasta la médula, pero las relaciones sociales me agotan. Tengo que pensar cada cosa antes de decirla y pasarla por
varios filtros para que mi interlocutor no se ofenda.

Ya había encontrado la clave para meterse en su cama: animarla a ser ella misma. Era una solución perfecta, ya que a Joseph nada le gustaba más que escuchar sus ideas tal como salían de su mente, sin filtrar. Iba a disfrutar muchísimo descubriendo qué clase de mujer se escondía tras ese cerebro.

—_____—dijo Joseph observando con atención cómo reaccionaba ante su inesperada familiaridad: la ligera dilatación de las pupilas, el batir de las pestañas y la aceleración del pulso en el cuello—, debo confesar que estaba ansioso por que llegara nuestra cita, precisamente para poder oír las cosas que salen de su boca.

Lo que lo llevó a pensar en qué otras cosas le gustaban de ella. Como por ejemplo, la curva del carnoso labio inferior y cómo lo adelantaba un poco cuando la provocaba. Incluso el modo en que movía la boca cuando hablaba. Las cosas que quería hacerle a esa boca lo escandalizaban incluso a él. Quería sentirla sobre la piel, susurrándole palabras atrevidas, cubriéndolo de suaves besos, provocándolo, succionando... Inspiró hondo, disgustado por primera vez en su vida con su instinto, en el que tanto confiaba y que tantas veces le había salvado la vida. Pero una cosa era que una mujer lo atrajera sexualmente, algo que le parecía agradablemente estimulante, y otra cosa muy distinta que dicha atracción le causara ese efecto.

—No es nada habitual que un cliente sea tan directo. Pero lo agradezco mucho. El resultado de la investigación es mucho más útil.

_____ ladeó la cabeza y un mechón de pelo le cayó cerca de su delicada oreja. Parecía estar a punto de hablar, pero no lo hizo. En vez de eso, sacó una hoja de papel de debajo del libro de contabilidad y se la entregó. Joseph se echó hacia delante para coger el papel y le dio la vuelta para leerlo. Al igual que en los libros de contabilidad, las columnas eran precisas y ordenadas, pero el modo de formar las letras era algo distinto al que usaba para los números. Éstas le quedaban un poco inclinadas, no como los
números, que escribía muy rectos. Alargaba las letras por arriba y por abajo y a veces les sobraba un poco de tinta, como si no tuviera paciencia para sacudir el exceso antes de ponerse a escribir. Joseph se fijaba en estos detalles mientras leía. Decía mucho de ella el mimo con que escribía los números y la poca atención que le merecía un listado de nombres. En éste había catalogado a sus pretendientes por rango. Especificaba el título nobiliario —si lo había—, el tiempo que llevaban cortejándola, la edad, una concisa descripción física y algún rasgo característico, como una tendencia a aclararse la garganta o un tic en la nariz. Con la
información que le había suministrado, a Joseph no le costaría demasiado asignarle un nombre a cada cara.

—Estoy impresionado con su capacidad de observación —dijo Joseph, alzando los ojos de la lista.

Cuando ella hizo amago de sonreír, Joseph se dio cuenta de que todavía no la había visto hacerlo de verdad.

—Gracias. Anoche llegué a la conclusión de que ésta iba a ser mi última temporada en sociedad. Cuando hice mi presentación, llegué a un acuerdo con mi tío. Seis temporadas como máximo. Pero últimamente me lo había estado replanteando. Lo hago por él, que me pide tan pocas cosas.

—Ya veo.

Mejor que mejor. No tendría que lidiar con cargos de conciencia por disfrutar de ella si no había querido casarse.

—Así que he decidido utilizar sus servicios durante las seis semanas restantes, señor Jonas. Si me dice usted a cuánto ascienden sus honorarios, me aseguraré de que le paguen mañana mismo.

Joseph se echó hacia atrás en la silla, reflexivo. Había algo en el modo que tenía _____ de mirarlo que lo ponía en guardia. Le gustaba cobrar por los servicios prestados, como a cualquiera, pero se preguntó si habría algo detrás de su oferta, aparte del deseo de cuadrar los libros de contabilidad y de saldar sus deudas.

Para algunos miembros de la nobleza, abonar sus servicios era una manera de ponerlo en su sitio. Una vez que había cogido el dinero, dejaban de verlo como a un hombre de negocios y se convertía en alguien a quien habían pagado y al que podían usar a su antojo. Normalmente, a Joseph no le importaba qué sistema usaran sus clientes para quedarse a gusto con su conciencia, pero no iba a permitir que _____ creyera que podía controlarlo a base de dinero.

—Habíamos llegado a un acuerdo —replicó, sonriendo levemente para compensar la rigidez de su opinión sobre el asunto—. Dos semanas a prueba. Si al cabo de ese tiempo está satisfecha con el resultado, puede pagarme entonces.

Ella lo miró con recelo durante un instante.

—Pero yo no tengo intención de reemplazarlo...

—Excelente. No tenía intención de dejarme reemplazar. —Joseph levantó la lista—. ¿Por casualidad los ha colocado por orden de más a menos sospechoso?

—Sí, por supuesto —respondió ella, poniéndose en pie y rodeando la mesa.

Joseph también se levantó y vio sorprendido que la joven ocupaba la silla que había a su lado, haciéndole un gesto para que volviera a sentarse.

—Si tiene alguna duda, trataré de aclarárselas lo mejor que sepa.

Mientras se sentaba, le llegó el aroma de su perfume, mucho más exótico de lo que su conservador modo de vestir haría sospechar. Aquella mujer era una contradicción andante. Su aspecto físico, su voz, su caligrafía... nada en ella era lo que uno esperaba.

—¿Por qué está el conde de Montague tan cerca del final?

_____ ladeó la cabeza para ver mejor la línea que le indicaba. Nunca la había tenido tan cerca. A esa distancia pudo ver las pecas que le salpicaban la nariz.

—¿Por qué no debería estarlo? El conde es guapo, encantador y...

—Cargado de deudas.

Joseph tuvo que hacer un gran esfuerzo para no arrugar la lista en el puño. La atracción natural que sentía hacia ella había aumentado al oírla hablar bien de su rival. Era un hombre muy posesivo y no iba a permitir que Montague pusiera las manos encima de _____ ni de su dinero.


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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 21st 2014, 22:02

bueno
de algun modo,
me gusta el joe posesivo baba 
esta novela esta demasiado interesante, DEMASIADO.
siento que el se encaprichara por el estupido conde.
y push! amours!
bueno siguela pronto, me encanta!!! tiste 
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 21st 2014, 22:52

wooooooooooo! ame el capi esta de lo mas genial me encanta super hermoso si que si yo quiero leer mas
io si m caso con ese hombresote :3
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 22nd 2014, 16:56

Orgullo y Placer

Capitulo 5


—Lo sé. Como la mayoría de los demás que aparecen en la lista. O están cargados de deudas o tienen escasos recursos económicos. —Al ver que él alzaba las cejas, volvió a dirigirle una media sonrisa—. Me he informado de las circunstancias de todos mis pretendientes, incluso de los que no parecen tener motivos ocultos.

—¿Cómo lo ha hecho?

—Tal vez no haya contratado los servicios de un detective, señor Jonas, pero...

—Joseph —volvió a corregirla él.

Ella echó los hombros hacia atrás.

—No me gustan estas familiaridades en asuntos de negocios.

—Lo comprendo, pero en este caso es necesario. Entiendo que le cueste mostrarse cariñosa conmigo, ya que no soy su tipo de hombre, pero creo que llamarnos por el nombre de pila y pasar tiempo juntos es imprescindible si queremos que la gente se crea que mi interés por usted es personal.

—Dijo que usted se encargaría de eso.

—Cierto. Yo le diré lo que hay que hacer, pero debe seguirme la corriente —replicó Joseph, usando un tono de voz que nunca fallaba cuando quería que siguieran sus instrucciones. Sabía que si le daba la menor oportunidad, _____ lo apabullaría—. Y bien. ¿Cómo consiguió la información?

Ella frunció los labios. No estaba acostumbrada a que nadie le marcara el camino. «A esa chica la han dejado muy suelta», había dicho Lynd. Joseph no quería cambiarla, pero tampoco podía consentir que lo llevara atado de una correa.

—Tengo a un hombre de confianza para cuando debo hacer alguna indagación discreta —explicó ella—. Hay que tener cuidado.

Él se echó hacia atrás para disfrutar más de la conversación.

—¿Y qué ha averiguado su hombre de confianza? ¿Sabe hasta qué punto está endeudado lord Montague?

—Sé lo suficiente como para andarme con cuidado.

—Entonces, ¿por qué lo ha colocado en una posición tan poco sospechosa?

—Como le he dicho, es encantador y podría aspirar a alguien mejor que yo. Creo que me utiliza para poner celosas a otras mujeres. Mi madre solía decir que no hay nada más atractivo que un hombre que pertenece a otra mujer. Montague tiene problemas económicos, pero poca gente lo sabe. Ha logrado que no se corra la voz. Y es lo bastante atractivo como para que muchas mujeres pasen por alto otros defectos. —Entornando los ojos, lo examinó de arriba abajo—. De hecho, se parece bastante
a usted, tanto en altura como en el color de pelo. En constitución también, aunque él no es tan... ancho.

Joseph trató de no tensarse bajo su escrutinio. Aquella mujer era demasiado perspicaz.

—Y, sin embargo, dijo que la gente se daría cuenta en seguida de que yo no soy su tipo de hombre.

—Tiene muy buena memoria, señor Jonas.

—Joseph.

_____ respiró hondo.

—Su memoria es admirable... Joseph.

—Gracias, _____. —Reprimió una sonrisa de triunfo ante el pequeño avance—. Sí, es una cualidad útil en mi profesión. Aunque confieso que estoy sorprendido por sus contradicciones.

—He dicho que hay similitudes, no que sean iguales. —Seguro que la mirada de ella no pretendía ser excitante, pero lo estaba siendo—. Él también es guapo, pero usted lo es de un modo... muy llamativo. Es francamente sorprendente el efecto que tiene sobre el cerebro. Cuando lo vi por primera vez, tardé unos momentos en poder pensar con claridad.

—Me alegra que me encuentre atractivo.

Y sobre todo, se sentía aliviado. Al parecer, ya se había olvidado de buscar parecidos entre él y Montague.

—Tonterías. Estoy segura de que está acostumbrado a ser el centro de atención allá donde vaya. ¿Qué se siente cuando todo el mundo te mira al entrar en un salón o al cruzarse contigo por la calle?

—No me fijo.

—¿De veras?

—Cuando entro en un sitio, estoy pensando en la razón que me ha llevado hasta allí.

—Claro. —______ asintió—. Es usted un hombre muy centrado, de los que no se distraen con facilidad. Sí, es una de las cosas que más destacan en su manera de ser.

Joseph aprovechó la ocasión que le ofrecía su curiosidad.

—Mañana la llevaré a la Royal Academy of Arts. Así podrá ver por sí misma cómo me miran los demás.

— ¿Una visita al museo? —____ frunció el ceño. Curiosamente, a Joseph el gesto le gustó tanto como su media sonrisa. Tenía una cara tan expresiva que resultaba fácil saber qué estaba pensando—. Supongo que una salida es la mejor manera de provocar al culpable para que actúe.

—No pretendo usarla como cebo. Lo que quiero es que nos vean juntos, para así convertirme en el objetivo de los ataques. —Dobló la lista con cuidado—. Durante las próximas semanas pasaremos mucho tiempo juntos. Cuantas más veces nos vean, mejor. El culpable se convencerá de que soy una auténtica amenaza.

Ella lo miró guardarse la lista en el bolsillo del chaleco.

—Además, también tendré que reunirme con su hombre de confianza.

—¿Por qué?

—A algunas personas no les gusta que se metan en sus asuntos, por muy discretamente que se haga. Y también necesitaré conocer sus inversiones y las actividades de lord Melville.

La cara de _____ mostró un gran interés.

—¿Se está planteando que pueda haber otras motivaciones tras los ataques?

—No podemos descartar esa posibilidad. Las agresiones pueden deberse a muchas cosas: el amor, el dinero y la venganza ocupan siempre los primeros puestos. Es usted una mujer rica y hay mucha gente que no lo es. Si alguien se ha sentido perjudicado por alguna de sus inversiones o intereses, tenemos a un culpable en potencia. Y si alguien odia a Melville, dañar a su pariente más cercano es causa suficiente. —Joseph la miró fijamente—. Entiendo bien que alguien se tome muchas molestias para obtener su mano, pero llegar al punto de hacerle daño... no me entra en la cabeza. Tengo muchas ganas de descubrir al asaltante. Espero con impaciencia el momento en que me lo presenten.

Ella no pareció alarmada por su agresividad.

—Le agradezco su fervor y dedicación al caso.

—Usted no se conformaría con menos.

_____ se levantó. Cuando él la imitó, la joven alzó la cara para mirarlo.

—Tanto el señor Lynd como el agente que se ocupó del caso al principio parecían pensar que yo era tonta. No es agradable que te traten como si fueras retrasada. Fue una demostración, breve pero muy desagradable, de lo que debe sufrir mi tío cada día.

—¿Es ésa otra de las razones por las que se resiste a casarse? ¿Por su tío?

—No. Mi tío es perfectamente capaz de cuidar de sí mismo. El servicio que lo atiende es leal y eficiente y se ocupa de todas las cosas para las que él no tiene paciencia. —Se volvió hacia el reloj que había sobre la repisa de la chimenea para mirar la hora—. Hoy recibo visitas en casa. ¿Se quedará?

—¿Estará más tranquila si lo hago?

Ella negó con la cabeza.

—En casa me siento segura.

—En ese caso, no. Creo que será mejor que no me perciban como uno más. Mañana será nuestra primera aparición en público y contaré con su total atención. Eso hará que nuestro trato llame más la atención. Necesitaremos una carabina a la que le guste mucho hablar. Cuanto más chismosa, mejor. ¿Tiene alguna que se ajuste al papel?

—Ya me encargaré de conseguirla. ¿Qué debo decir a los que me pregunten por usted, por su familia o su ocupación?

Joseph aspiró hondo, disfrutando de su perfume. Fue su último instante de anonimato antes de revelar una verdad que muy pocos conocían.

—Puede decirles que soy el sobrino del difunto lord Gresham del condado de Wexford, y que nuestras familias eran viejas conocidas.

—Oh.

Joseph apenas conocía a la familia de su madre. Diana Gresham había sido desheredada cuando su embarazo se hizo evidente, una circunstancia que le había impedido salir del infierno en el que acabó muriendo. Cuando él fue a pedirle cuentas a lord Gresham años más tarde, lo único que lamentó al enterarse de la muerte de su tío fue haber perdido la oportunidad de hacerle pagar el calvario de su madre.

—Es usted un auténtico enigma —dijo _____ en voz baja—. Me encantaría resolverlo.

—Si tiene dudas, pregúnteme.

—¿Me responderá?

Joseph sonrió. Cuando ella contuvo el aliento, su depredador interior se relamió los labios y ronroneó. A pesar de todas sus protestas sobre su aspecto, no podía negar que se sentía atraída por él.

—Mi pasado y mi futuro no tienen importancia. Pero mi presente es suyo. Pregunte lo que quiera. Le responderé.

—Sabía que me iba a traer problemas, señor Jonas.

—Joseph.

—Pero también creo que resolverá el caso y eso me consuela. —Volvió a su sitio al otro lado de la mesa. Su actitud se tornó más distante. Abrió un cajón y sacó un pequeño cuaderno—. Ésta es una copia de mi calendario social para lo que queda de temporada. Lo mantendré actualizado con las futuras invitaciones que acepte.

—Su meticulosidad es admirable.

—Creo que trabajaremos bien juntos. ¿Me olvido de algo o ya estaríamos listos por hoy?

Joseph habría deseado quedarse más tiempo. Al fin y al cabo, aún era pronto. Cuando saliera de allí, la parte más interesante del día quedaría atrás.

—De momento, trabajaré con lo que me ha dado. Otro día seguiremos hablando de los temas que le he comentado: las inversiones, su hombre de confianza y todos los acontecimientos del pasado de Melville que pudieran poner a un ser querido en peligro.

—Tengo un fondo de inversiones, del que se ocupa lord Collingsworth, y varias propiedades alquiladas —explicó _____ con la cabeza baja y la pluma en la mano—. Se trata de locales comerciales y de viviendas. Puedo enseñárselos si quiere.

—Sí, me gustaría visitarlos.

—¿Le parece bien pasado mañana? Podemos ir a ver las fincas y luego podría presentarle a mi hombre de confianza, el señor Reynolds.

—Me parece bien. También necesitaré una lista de los inquilinos.

Ella alzó la vista.

—Es usted muy minucioso.

Él hizo una reverencia.

—Lo intento. Vendré a buscarla mañana a la una.

—Estaré lista.

Joseph se dispuso a marcharse, pero al alcanzar la puerta se detuvo y la miró por encima del hombro, sonriendo al ver que ella lo estaba observando, aunque fuera con el ceño fruncido. Al verse sorprendida, bajó la vista en seguida.

Al llegar al vestíbulo, se sacó el reloj del bolsillo y se sorprendió al ver la hora que era. Iba a llegar tarde a su próxima cita.
Maldición. Se le había pasado el tiempo volando.

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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 22nd 2014, 19:31

wuju
x fin termine de leer los capitulos XD
las tareas no me habian dejado pero ya...
lo consegui
me encanta
es hermoso joe... 
bueno, creo q muchas lo creemos 
pero q se ponga posesivo 
es mucho mejor
jejejeje
siguela
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 22nd 2014, 22:13

wooo ame el capista genial yooooooo quiero leer mas andale siiii mas porfis es q esta genial bn me despiedo adios Smile
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 23rd 2014, 16:31

Orgullo y Placer

Capitulo 6


_____ estaba elaborando la lista de propiedades que Joseph le había pedido cuando el mayordomo le anunció la visita de su hombre de confianza. Levantó la vista hacia él. Iba vestido con ropa sobria y oscura, pero su mirada era amable. Le hizo un gesto para que se sentara.

—Buenos días, señor Reynolds.

—Una mañana excelente, señorita Martin. —Terrance Reynolds se sentó y dejó el maletín a sus pies.

_____ negó con la cabeza en dirección al mayordomo, que estaba esperando por si le encargaba que subiera té. Aunque sabía que por cortesía debería ofrecérselo al recién llegado, lo cierto era que no tenía mucho que decirle y odiaba pensar en el silencio incómodo que se produciría mientras esperaban a que llegara la bandeja. Algunas mujeres tenían una facilidad natural para llenar el tiempo con conversaciones agradables pero intrascendentes. Por desgracia, _____ no era una de ellas.

—Le gustará saber —dijo Reynolds— que he encontrado a alguien interesado en alquilar la tienda libre de Peony Way. Es una vendedora de jabones, velas y cosas por el estilo.

—Excelente. Es usted muy eficiente, señor Reynolds.

—Gracias.

Dejó la pluma a un lado, pensando en que, pese a todo, se sentía mucho más cómoda hablando con el señor Reynolds que con el señor Jonas... Joseph. Aunque eso no quería decir que prefiriera su compañía, lo que no tenía sentido, puesto que siempre le habían gustado las cosas fáciles y tranquilas.

La vida de su madre había sido un desfile continuo de crisis, estallidos de felicidad, discusiones y desesperación. _____ había acabado tan harta del constante drama existencial de Georgina Tremaine Martin Chilcott que había decidido basar su propia vida en la moderación. Prefería las cenas reducidas a los lujosos bailes y quedarse leyendo en su habitación a asistir a veladas literarias.
Pero no había nada relajado en Joseph Jonas y la intrigaba mucho notar que echaba de menos las intensas sensaciones que experimentaba en su presencia. Levantó la vista hacia el hombre sentado al otro lado de la mesa.

—La semana pasada mencionó que su hermano se había quedado sin trabajo. ¿Sigue buscando?

Los hombres de la familia Reynolds trabajaban todos como hombres de confianza, haciendo recados o llevando libros de contabilidad. En una ocasión le habían presentado a Tobias Reynolds, el hermano de Terrance, que tenía su mismo pelo rubio y sus mismos ojos color verde oscuro. Desde entonces, se obligaba a preguntar por él de vez en cuando en un intento de ser más sociable, algo que le parecía necesario, pero muy difícil de llevar a cabo. Por eso se había enterado de la muerte del patrono de Tobias.

—Ha estado ayudando a mi padre y a mi otro hermano, pero sí, sigue sin trabajo fijo.

—Me gustaría contratarlo, si le va bien. Tendría que salir de viaje inmediatamente, pero le pagaré con generosidad para compensar las molestias.

Reynolds frunció el ceño.

—¿Adónde tendría que ir?

—Al condado de Wexford. Me gustaría averiguar cosas sobre una persona de la zona. Relaciones familiares, estatus, circunstancias... ese tipo de cosas. —_____ ignoró la incomodidad que la asaltó. Joseph le había dicho que su pasado no tenía importancia, y no era el tipo de hombre al que apeteciera hacer enfadar. Sin embargo, iba a tener que mentir sobre él, y eso le daba derecho a averiguar dónde se estaba metiendo—. Tendrá que ser muy discreto. No quiero que lord Gresham se entere de mi interés por él. Y es urgente. Si vuelve pronto, le recompensaré.

—¿Quiere que me ocupe del tema personalmente?

—No, a usted le necesito aquí. Adelantaremos la visita mensual a mis propiedades. La haremos pasado mañana.

—Como desee, señorita Martin. Hablaré con mi hermano en cuanto me marche de aquí.

—Pregúntele, por favor, qué dinero va a necesitar para gastos y me aseguraré de tenerlo disponible antes de que salga de viaje.

—Por supuesto.

Él se guardó mucho de preguntarle la causa de su interés. Precisamente por eso trabajaban tan bien juntos. A _____ no le gustaba dar explicaciones de sus actos a nadie.

—Eso será todo, señor Reynolds —se despidió ella, con una leve sonrisa—. Agradezco sus servicios, como siempre.

Cuando se hubo marchado, miró la hora en el reloj de sobremesa. Arrugó la nariz. La mañana se le había pasado volando y la tarde iba por el mismo camino. Pronto empezarían a llegar las visitas y tendría que mantener conversaciones tan banales que se olvidaría de ellas en cuanto sus invitados salieran por la puerta.
Qué lástima que Joseph no estuviera allí. Con él presente todo sería mucho más interesante. Qué curioso. En las reuniones solían jugar a las cartas, tocar el piano, cantar o jugar al ajedrez. Pero de pronto todas esas distracciones le parecieron aburridas comparadas con pasar el rato con un hombre que se ganaba la vida con la fuerza bruta.

***

Algunos días _____ disfrutaba paseando por Hyde Park, a pesar de que los coches de caballos iban a paso de tortuga y debía devolver tantas sonrisas que acababan doliéndole las mejillas. Ése era uno de esos días. La brisa era suave y el sol calentaba sin quemar. Además, al tener que responder a las preguntas de su acompañante, se libraba de pensar en Joseph constantemente.

—Parece que hoy disfruta del paseo, señorita Martin —le dijo el conde de Montague, sentado a su lado.

El conde se había presentado para su paseo acordado en un carruaje nuevo y de aspecto caro. Cuando empezó a cortejarla, _____ se preguntó por qué una persona de su aspecto y posición social se habría fijado en alguien como ella. Luego descubrió que su solvencia era una farsa mantenida a base de préstamos y suerte en las mesas de juego. Pero a poca gente le importaba cuál era su auténtica situación económica.
Ella lo miró entornando los ojos. La avergonzaba no ser capaz de moverse en sociedad con soltura o al menos sin que se notara su falta de ésta.

—¿Tan obvio es que no suelo hacerlo?

—No, no es que sea muy obvio —respondió él, manejando las riendas del carruaje con destreza para sortear el abundante tráfico de South Carriage Drive —, pero últimamente la he estado observando con atención y he llegado a la conclusión de que no disfruta demasiado de las actividades sociales.

—Por decirlo de alguna manera, sí, así es.

Montague sonrió, mostrando los dientes, muy blancos a pesar de la sombra que el sombrero proyectaba sobre ellos. De todos sus pretendientes, era el más atractivo. Tenía el cabello oscuro, tan espeso y brillante que acariciarlo debía de ser como tocar seda, y unos ojos muy expresivos. De un color muy parecido al de los ojos de Joseph, aunque su mirada no era tan reservada como la del
investigador.

—Comprendo —siguió diciendo Montague— que las mujeres pierden libertad al casarse.

—Algo muy humillante.

—Sí, lo entiendo. De hecho, tengo la sensación de que a usted la gente en general le resulta de lo más desconcertante.

_____ alzó las cejas.

—¿Lo ha notado?

—Sí. Aunque he tardado un poco, me he dado cuenta de que no la he estado cortejando correctamente. Casi todas las mujeres quieren que les regalen flores u otros detalles como muestras de afecto. En general, necesitan que les presten mucha atención.

—Las flores que me envía cada semana son preciosas —observó ella por educación, aunque cada vez que las recibía pensaba que era una lástima que unas criaturas vivas tan bonitas hubieran sido separadas de su fuente de alimentación.

—Me alegro de que le gusten. Pero creo que no las echaría de menos si dejara de enviárselas. No se sentiría herida ni atribuiría razones emocionales a mis actos.

Montague le sonrió y a _____ le pareció distinguir un encanto en él que no había visto antes. Tras haber conocido a Joseph, ahora se fijaba más en todos los hombres. Quería creer que era para comprender por qué el investigador la afectaba tanto.

—Soy una inepta interpretando esas cosas —admitió, ajustando el ángulo del parasol para protegerse mejor del sol. Si le diera directamente, le saldrían más pecas.

—No, es usted una mujer razonable —replicó el conde—. Y ahí fue donde me equivoqué. Apelé a su naturaleza amable, cuando debí haber apelado a su intelecto. Pero no volveré a insultar su inteligencia. Necesito su fortuna, señorita Martin.

Intrigada, _____ se volvió en el asiento para observarlo mejor.

—Un enfoque novedoso, sin duda. Y muy atrevido.

La sonrisa de Montague era triunfal.

—Pero le gusta. Por primera vez desde que nos conocemos tengo la sensación de haber atraído su atención.

Se interrumpió para saludar a lord y lady Grayson al cruzarse con ellos. Cuando volvió a mirar a ______ , sus ojos brillaban de un modo distinto, un modo que le recordó el brillo que tenían los ojos de Joseph al mirarla. No tanto como para dejarla sin respiración, pero sí para que _____ se diera cuenta de que el conde de pronto se sentía intrigado por ella.

—La mejor manera de acercarme a usted era tan evidente que me siento avergonzado de no haberme dado cuenta antes —reconoció él—. A usted la naturaleza de mis sentimientos no le importa tanto como lo que considera que podría perder. Para decirlo claramente, no he sabido mostrarle que yo sería una buena inversión.

Absolutamente cautivada por la conversación, _____ deseó que no estuvieran en un lugar público para poder disfrutar de la sorpresa sin interrupciones.

—Siga, por favor.

—Lo primero y más importante, las tierras de los Montague son extensas. Bien llevadas, serían provechosas.

—¿Por qué no lo son ahora?

—Mi padre gastaba sin preocuparse de los libros de contabilidad, su administrador no era de fiar y su amante era avariciosa. Pero le aseguro que yo no soy mi padre.

—Tal vez no, pero es usted un jugador, milord. Hasta el momento ha tenido suerte —señaló el carruaje con un gesto de la mano—, pero la suerte es caprichosa. Además, con el tiempo también tendrá amantes. Tal vez se enamore de alguna que sea tan avariciosa como la de su padre. Y sé que no me haría ninguna gracia caer en la pobreza por culpa de sus deudas de juego o de la ambición de otra mujer que además estuviera disfrutando de la compañía de mi marido. Me gusta ser la única propietaria de las cosas que pago. No me gusta prestarlas.

—Ah —respondió él, mirándola con agrado—. ¿Sabe, señorita Martin? Cuanto más la conozco, más me gusta.

—Reconozco que hoy también yo estoy disfrutando de su compañía. Pero sintiéndolo mucho, milord, sigo sin querer casarme con usted.

—Tengo otras ventajas. —Aunque exteriormente no se notaba ningún cambio en él, ____ notó una cierta vacilación, como si Montague se estuviera debatiendo entre contarle algo o no—. Aparte de las consideraciones financieras, hay otros ámbitos en los que un hombre y su esposa pueden llegar a un acuerdo. Puedo asegurarle que estar casada conmigo no le resultaría desagradable. No me gustan los conflictos. Me aseguraría de que en nuestro hogar reinara la armonía.

Por un momento, _____ se quedó perpleja. ¿Llegar a un acuerdo? ¿A qué se referiría? Entonces se acordó de la conversación que había mantenido con Melville y Joseph sobre lo que las mujeres esperaban de los hombres. Y eso la llevó a pensar en qué desearía un noble de su esposa.

—¿Se refiere a la procreación, milord?

Él dio un respingo y fijó la vista al frente, sin saber cómo reaccionar. Pero al cabo de unos momentos se echó a reír a carcajadas con tantas ganas que todos los que estaban cerca se volvieron hacia ellos.

—No me extraña que se aburra con las conversaciones convencionales. Hablar con sinceridad de lo que a uno le pasa por la cabeza es mucho más divertido.

_____ abrió la boca para replicar, pero la cerró cuando unos ojos de un tono azul que empezaba a resultarle muy familiar se clavaron en los suyos. Aunque el carruaje siguió su marcha lenta, ella no apartó la mirada de la de Joseph, que, montado en un corcel negro, la observaba con tanta fiereza desde un lateral de Rotten Row que sintió un hormigueo en el estómago.

La reacción de _____ fue tan exagerada que incluso se preocupó. Se le humedecieron las palmas de las manos por el calor, aunque no tenía nada que ver con el tiempo. Fue como si hubiera visto a una pantera agazapada en la maleza, siguiendo a su presa con la mirada, lista para abalanzarse sobre ella en cualquier momento.
Sin darse cuenta, enderezó la espalda y se llevó la mano al sombrero de paja. La presencia de Joseph era tan abrumadora que ni siquiera la luz matizada por las ramas del árbol que caía sobre él podía apagar su viveza. Se preguntó cuánto rato llevaría observándola. Habría jurado que no estaba allí tres segundos antes.

El conde habló, apartándola de sus pensamientos.

—¿Cómo dice? —preguntó, desviando la vista de Joseph.

—Cásese conmigo —repitió él—. Le daré cosas que todavía no sabe que quiere. La entiendo, señorita Martin. Somos muy distintos, pero eso es bueno. Una unión entre nosotros sería una ventaja para ambos.

—Tengo una idea mejor. Le buscaré una candidata más adecuada.

Montague sonrió.

—¿Quiere hacer de casamentera?

—En cierto modo. —Eliza era consciente de que los ojos de Joseph seguían clavados en ella.

—Señorita Martin, permítame ser franco en mis intenciones. He llegado a la conclusión de que usted es la persona perfecta para mí. Y no le resultará fácil quitarme de la cabeza la idea de que puedo ser el complemento perfecto en su vida.

—Como quiera —suspiró ella—, pero por favor, no se ponga muy pesado, lord Montague. Siempre me ha parecido uno de mis pretendientes más agradables. Me gustaría que las cosas siguieran así.

Él se echó a reír una vez más y la miró con ojos brillantes.

—Es usted una deliciosa sorpresa. Ojalá me hubiera dado cuenta antes.

_____ miró por encima del hombro. Joseph se había marchado, dejando tras de sí un vacío imposible de ignorar.

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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 23rd 2014, 19:27

wooooooooooooo
ame el capi heee le gusta el dectective y esoooo m agrada uiii y mueroooo x saber ma pasa si q si Amoooo tu novela eres excelente n vd no m cansare dedecirlo
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PidgeJonas
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 24th 2014, 17:14

Orgullo y Placer

Capitulo 7


Cuando Joseph hizo salir a su caballo de South Carriage Drive y girar por Rotten Row, el empleado que lo acompañaba, encargado de la vigilancia de _____, giró con él.

—Ella no te quita ojo —comentó Aaron White, saludando discretamente a otro miembro del equipo de Joseph, también encargado de la vigilancia.

Joseph asintió con la cabeza. Había ido allí sin pensar. Hasta que no la vio, no se dio cuenta de la verdadera razón que lo había arrastrado hasta el parque. Había sido el deseo de ver su glorioso pelo a la luz del sol. Era absurdo. Ridículamente sentimental. No era propio de él. Ese día ya le había dedicado todo el tiempo que había decidido asignar a su caso. Tenía otros asuntos de los que ocuparse.

—No me extraña —añadió Aaron—. Te has asegurado de que te viera.

Jonas podía atraer todas las miradas en una sala o pasar totalmente inadvertido sólo con un minúsculo cambio en su postura o actitud. Nadie se había fijado en él hasta que Montague dijo algo que atrajo la atención de _____ por completo. En ese momento, Joseph atrapó la mirada de ella y no la soltó.

—Es mejor que nadie crea que se siente atraída por otro de sus pretendientes —se justificó—. Sería perjudicial para el plan y pondría en peligro su seguridad.

—Por supuesto —se burló Aaron, sujetando las riendas sueltas con una mano y con la otra encima del muslo—, no tiene nada que ver con que esa mujer te interese.

Aaron no era muy alto, pero sí fuerte. Un gran trabajador, con tres hijos que mantener. Ésa era la razón de que Joseph lo mantuviera alejado de las misiones peligrosas. Vigilar a _____ era un encargo perfecto para él.

—Que sea una mujer atractiva hace que la misión sea más agradable. —Y eso era todo lo que Joseph estaba dispuesto a admitir.
Aaron miró a Montague.

—El conde parece estar de acuerdo contigo. Por lo que se ve, la señorita Martin le gusta de verdad.

Joseph apretó las riendas con la mano enguantada. La risa de Montague seguía resonando en sus oídos.— Ella sería muy infeliz a su lado. El conde sólo se preocupa de sus intereses. Le estoy haciendo un favor a la señorita Martin.

—Es una manera muy curiosa de verlo. Me cuesta imaginarme que arruinar la reputación de una dama de la buena sociedad sea hacerle un gran favor —le reprochó Aaron, con una sonrisa irónica.

Joseph entendía las burlas. Todos sus hombres estaban al corriente de su regla que le impedía relacionarse con damas de alcurnia. Era una norma que ahora estaba decidido a romper.

—No voy a arruinar su reputación. Hace años que la señorita Martin decidió que no quería casarse. Me lo ha confirmado hace sólo unas horas.

—Ajá. ¿Y has decidido mostrarle las delicias de la carne para que no muera en la ignorancia? ¿Otro favor? Por Dios, Jonas, qué generosidad. Eres un jodido santo.

Joseph lo fulminó con la mirada. Aaron levantó las manos en señal de rendición.

—Por encima de todo, eres un gran hombre de negocios. Me pregunto por qué quedarte a un paso de conseguir el gran premio. Si planeas acostarte con la dama, ¿por qué no casarte con ella, ya puestos? Así añadirías su fortuna a las demás ventajas de vuestra asociación.

—Desear a una mujer y casarse con ella son cosas muy distintas. La señorita Martin también sería infeliz a mi lado. No tengo ni idea de cómo hacer feliz a una mujer fuera del dormitorio.

—No la dejes salir de la cama y problema resuelto.

—No me hace gracia.

—Sólo era una idea. —Aaron se echó a reír—. Y no muy brillante, por cierto. A mí me va mejor si las cosas siguen como hasta ahora. Si te convirtieras en millonario no trabajarías tanto y yo tendría menos oportunidades de ganarme un sueldo.

Joseph siguió a _____ con la mirada hasta que el carruaje de Montague desapareció entre la multitud. «Ojos que no ven, corazón que no siente», pensó. O eso esperaba. Comprobó la hora en su reloj de bolsillo. Ella pronto volvería a casa para empezar a prepararse para las actividades sociales de la noche.


¿Qué aspecto tendría vestida de fiesta? No creía que fuera de las que se arreglaban demasiado. Algunas mujeres pasaban demasiado tiempo ocupándose de su aspecto, pero el atractivo de _____ no era tan obvio. Si uno se fijaba, veía indicios de que era una mujer de naturaleza apasionada, pero eran tan sutiles que ni ella misma era consciente de ello. Era introvertida, curiosa, tranquila y muy inteligente.

Joseph, por el contrario, prefería un estilo de vida más frenético. Llenaba sus días con actividades desde el mismo momento de levantarse hasta que no se caía de sueño. De ese modo tenía menos tiempo para darle vueltas al tema que lo martirizaba como si fuera una piedra en el zapato. _____ lo ayudaba a distraerse, pero no podía permitirse ese tipo de distracción. Cuando no estaba
a su lado, se obsesionaba tanto con ella que no podía pensar en nada más. Pero no podía permitirse apartarse de su objetivo, ahora que estaba tan cerca de conseguirlo. Con un gruñido, se bajó el ala del sombrero para cubrirse los ojos. Odiaba darse cuenta de que había estado sumido en sus pensamientos en un lugar público. Y además por culpa de una solterona que lo consideraba demasiado guapo y demasiado peligroso.

—Dejo a la señorita Martin en tus manos —le dijo a Aaron.

—En ese caso podrías pasarte un rato por el club —le sugirió Aaron—. Una visita a la planta de arriba de Remington’s podría ayudarte a liberar tensiones.

Aaron no andaba descaminado. Normalmente, no habría rechazado la idea de buscar alivio carnal en las habitaciones de su club favorito. Aunque la capacidad de observación de su empleado era una de las razones por las que lo había contratado, era un fastidio cuando la dirigía hacia su persona.

—Vigílala a ella, no a mí.

Se volvió en busca de otra figura familiar. Por suerte, no tuvo que buscar mucho. El caballero que Joseph buscaba iba directamente hacia él, cruzándose con los numerosos jinetes y con una mano en el sombrero, en un saludo perpetuo. Gabriel Ashford, noveno conde de Westfield, era un canalla redomado. Su fortuna y posición social justificaban la cantidad de miradas femeninas dirigidas hacia él. Aunque su afición a todos los vicios conocidos era notoria, todavía no tenía signos de disipación que estropearan la belleza de unos rasgos que casi causaban desvanecimientos a su paso. Se veía elegante y en buena forma física y su sonrisa parecía sincera. Al ver a Joseph, su expresión cambió ligeramente. La fachada tan bien construida tras la que se
escondía se resquebrajó ligeramente, dejando al descubierto al hombre que había debajo. Un hombre bueno y amable en el que Joseph confiaba y al que consideraba su amigo.

—Buenas tardes, Jonas.

Él se llevó dos dedos al sombrero.

—Milord.

—Te he visto observando a Montague —comentó Westfield, deteniéndose junto a su caballo—. ¿Te preocupa que cace a la señorita Martin y pague la deuda con su fortuna?

—De hecho, era la señorita Martin la que había captado mi atención.

—Ah, no tenía ni idea de que te gustaran las intelectuales que se hacen de rogar.

—Las clientas que pagan siempre me gustan.

—Qué interesante. —Westfield alzó las cejas—. ¿Por qué necesita tus servicios la señorita Martin?

Joseph espoleó a su caballo y el otro hombre lo siguió.

—¿Qué sabes de ella y de su familia? —preguntó Joseph.

—Los Tremaine son... excéntricos, lo que los convierte en víctimas perfectas de las lenguas maliciosas. Se dice que los hombres de la familia son tan brillantes que están al borde de la locura, y las mujeres se caracterizan por un color de pelo increíblemente hermoso. La señorita Martin parece haber heredado las dos características, además de una fortuna nada desdeñable. Respecto a sus padres, el señor Martin era un comerciante y lady Georgina era una mujer encantadora y vivaracha. Aunque la señorita Martin no parece estar tan interesada en los hombres como su madre, me pregunto si no será un tema de ignorancia por su parte. Sería interesante descubrir su potencial, ¿no crees?

—¿Estás diciendo que su madre se acostaba con todo el mundo?

—Lady Georgina era muy aficionada a la compañía masculina. ¿Si se los llevaba a todos a la cama? —Westfield se encogió de hombros—. No lo sé. Lo que sé es que se casó con Martin poco después de ser presentada en sociedad. Podía haber elegido a cualquier miembro de la nobleza, pero en cambio se casó con un plebeyo. ¿Por qué? La única explicación es que fuera un matrimonio por amor. Y si fue un matrimonio por amor, dudo que le fuera infiel a su marido.

—¿Qué sabes de él?

—Sé que su muerte pilló a muchos por sorpresa. Era un hombre fuerte y vigoroso. Tenía la constitución de alguien que trabaja con las manos, y no le costaba hacerlo siempre que se le presentaba la ocasión. Una noche que no bajaba a cenar, un criado fue a buscarlo y lo encontró muerto en su despacho. Su muerte se achacó a un fallo del corazón.

Joseph decidió que ya profundizaría en el tema más adelante. Tal vez los accidentes de _____ no tuviesen su origen en sus pretendientes actuales, sino mucho antes en el tiempo.

Westfield inclinó la cabeza al cruzarse con un conocido.

—Muchos comentaron que el haberse unido a una familia tan extravagante había adelantado su muerte. Vamos, venían a decir que había sido su castigo por haber sido demasiado ambicioso. Tras su fallecimiento, lady Georgina volvió a casarse con otro plebeyo.

Una mujer apasionada y sin prejuicios. ¿Sería ____ como su madre? Sería delicioso si así fuera... Joseph se quitó esos pensamientos de la cabeza.

—¿La señorita Martin tiene un padrastro?

—Lo tuvo. Lady Georgina y el señor Chilcott murieron en un accidente de carruaje, antes de que la señorita Martin hiciera su presentación en sociedad. La pobre ha sufrido mucho en la vida.

¿Había sufrido mucho? Joseph se preguntó si siempre habría sido tan fría y distante o si se trataría de un mecanismo de
defensa adquirido recientemente.

—Y bien —dijo su amigo—, ¿vas a contarme para qué te ha contratado la señorita Martin?

—Tiene motivos para estar preocupada por su seguridad.

Westfield alzó las cejas.

—¿De verdad? ¿Quién querría hacerle daño? Vale más viva que muerta.

—Ella cree que alguien, tal vez un pretendiente impaciente, trata de convencerla para que se case cuanto antes. Como mujer casada, estará más segura. Aún no he decidido si es una teoría acertada, pero lo que me acabas de contar sobre la muerte de sus padres no me ha tranquilizado demasiado.

—Qué divertido —dijo Westfield—. ¿Puedo ayudarte de alguna manera?

—Esperaba tu ofrecimiento. —Joseph sacó la pequeña agenda de actos sociales que le había dado _____. Para alguna de aquellas reuniones iba a necesitar un contacto en las altas esferas para que le abriera las puertas—. Debería asistir a estos actos. A cuantos más mejor.

El conde hojeó el librito con una mano.

—Ya veo que tendré que cancelar mi cita de mañana por la noche si voy a tener que acompañarte.

—Aprecio tu sacrificio.

—Eso espero —bromeó Westfield. Ambos sabían que éste disfrutaba participando en los casos de Jonas. Cuando Joseph tardaba mucho en pedir su colaboración, Westfield llegaba a ponerse pesado—. ¿Te recojo a las diez?

—Perfecto.

****
_____ acababa de ponerse una bata y de sentarse ante el tocador de su dormitorio cuando llamaron a la puerta. La doncella que entró, con la cabeza cubierta por una cofia blanca, dobló la rodilla rápidamente antes de decir:

—El señor conde pregunta por usted, señorita.

—Gracias.

_____ la miró salir de la habitación con el ceño fruncido. Había tomado el té con su tío hacía una hora, escuchando encantada su animada conversación sobre el avance de sus últimos experimentos botánicos. En otra época, el invernadero estaba amueblado con tumbonas y librerías bajas. Ahora, un par de mesas largas albergaban hileras y más hileras de macetas. A _____ no le importaba la pérdida de su rincón de lectura favorito. Entendía que la estancia acristalada era perfecta, el mejor sitio para
llevar a cabo los experimentos de su tío. ¿Qué sería tan importante para que su tío la llamase tan tarde? Sabía que a esa hora ya estaba preparándose para la noche. Tal vez había llegado a alguna conclusión, o había tenido alguna epifanía relativa a sus investigaciones. Una vez la había sacado de la cama porque unos injertos habían dado unos resultados sorprendentes.

Se levantó y fue a buscar un vestido de andar por casa al armario. Luego llamó a su doncella, Mary, para que la ayudara a abrocharse los numerosos botones que lo cerraban en la espalda. Aunque no se puso el corsé ni la camisola, tardó un poco en estar presentable. Para no entretenerse recogiéndose el pelo, se hizo una coleta baja.

—¿Qué se pondrá esta noche? —preguntó Mary.

—Saca del armario tres vestidos que te gusten. Cuando vuelva, elegiré uno.

A menudo dejaba la elección del vestido en manos de su doncella. Le daba igual lo que escogiera Mary, ella siempre se quedaba el de la derecha. Todo su vestuario era impecable, lo que no tenía nada de particular, ya que su modista era una de las más cotizadas de Londres. Al principio la modista había protestado por la selección de telas que había hecho ____, pues, aunque eran tejidos que seguían las tendencias del momento, no destacaban el color del pelo de su clienta. Por suerte, con el paso del
tiempo, la mujer se había dado cuenta de que era inútil discutir con ella.

_____ tenía muy claro que no quería dar una imagen falsa con la ropa. No tenía ninguna intención de atraer ni seducir a nadie. Los tonos pastel eran los más populares, pero a ella le quedaban mejor los tonos más oscuros, así que no se dejó convencer de lo contrario.

Salió del dormitorio y se dirigió a la salita privada de la primera planta. La puerta estaba abierta, permitiendo ver el alegre fuego que chisporroteaba en la chimenea. El conde paseaba arriba y abajo, en su habitual estado de dejadez. Iba despeinado, con el nudo del pañuelo torcido, sin chaqueta y con el chaleco mal abotonado. _____ entró con paso decidido.

—¿Milord?

Su tío la miró y sonrió distraído.

—Siento molestarte, querida, pero tienes visita.

Ella miró el vestido que se había puesto para salir del paso.

—¿Visita? ¿Dónde está? ¿Abajo?

—Buenas tardes, señorita Martin.

Era la voz de Joseph. Un escalofrío le recorrió la espalda al oírla. Al volverse lo vio detrás de la puerta. Tenía los ojos entornados y una expresión severa. Iba vestido con la misma ropa de montar que aquella misma mañana, cuando lo había visto en Hyde Park, aunque el nudo del pañuelo que llevaba al cuello ya no estaba tan bien hecho y las botas se veían algo polvorientas.
Como cada vez que lo tenía delante, su cerebro dejó de funcionar durante un rato. Tras unos instantes, se acordó de que debería decir algo. Pero no hubo manera de disimular su respiración alterada cuando lo saludó:

—Señor Jonas.

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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 24th 2014, 19:21

OWWW
q lindo
___ se pone timida cuando ve a joe...
q tierna es
siguela
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 24th 2014, 21:17

haaaaaaaaaa ame el capi que ermoso me encanto en vd esta divino sube mas ahi dios ella bn ternurita!
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 24th 2014, 21:45

omg!!!!!!! que momentazo! joe es sexy y el seguro se volvera loco por ella!
siguelaa
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 25th 2014, 13:16

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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 25th 2014, 17:14

Orgullo y Placer

Capitulo 8


—Compórtese, joven. Lo ha prometido —le recordó Melville antes de salir de la salita apresuradamente.

Era obvio que tenía prisa por volver a lo que fuera que hubiera estado haciendo antes de ser interrumpido. Dejó la puerta abierta, pero ____ dudaba que eso fuera suficiente para detener a un hombre como Joseph si éste decidía actuar de un modo escandaloso.

—Tiene mi palabra, milord —dijo él en voz baja.

Cuando el conde se hubo marchado, ambos permanecieron en un silencio tenso durante unos momentos. Joseph la examinó de arriba abajo con la mirada encendida. Luego volvió la cabeza bruscamente y _____ pudo ver su mandíbula apretada y su pulso acelerado. Joseph se había fijado en que, con las prisas, ella no se había puesto la ropa interior. Sabía perfectamente que no llevaba corsé. Y saberlo lo estaba afectando mucho. Y verlo tan afectado la estaba afectando a ella, que notó que el pulso se le aceleraba aún más. _____ fue a sentarse al sofá, tratando de calmarse. Alisándose la falda floreada, miró el perfil firme y masculino de Joseph y dijo lo primero que se le ocurrió:

—Siento no estar más presentable.

—¿Cómo podría aceptar sus disculpas por algo que me proporciona tanto placer? —preguntó Joseph, volviéndose lentamente para mirarla.

_____ tragó saliva. Se le había secado la boca. Los ojos de él, clavados en su cuello, no se perdían detalle. Se sintió incómoda, observada. Era difícil estar con aquel hombre a solas en un ambiente tan íntimo. En aquella salita sólo entraba la familia o los amigos muy cercanos. Que estuviera allí establecía un nuevo nivel de intimidad entre los dos. Se sentía medio desnuda sin la protección del corsé. Vulnerable de un modo desconocido hasta entonces. Se forzó a mantener las manos quietas.

—Lo he visto esta tarde —dijo.

Lo que no confesó fue que se había quedado prendada al verlo con el sombrero ladeado. Él asintió.

—Debe tener cuidado con Montague.

—Francamente, me extrañaría que fuera él el culpable.

—¿Por qué?

—Es un hombre inteligente. Sin duda sabe que hay maneras mejores de obtener mi mano. De hecho, hoy me ha dicho algo parecido. Que creía que por fin ya me entendía, y se ha presentado como una inversión sólida. Ha llegado a la conclusión de que razonar conmigo iba a ser más productivo que tratar de ganarme por el lado de las emociones.

Joseph respiró hondo.

—Ese hombre está obsesionado con el juego.

—Pero no se le da mal. Todo el mundo dice que es buen jugador. Y los que juegan contra él no lo hacen engañados. Saben a lo que se arriesgan cuando se sientan a su mesa.

—Hasta ahora la había considerado una mujer razonable —murmuró Joseph

_____ alzó la barbilla.

—Me está provocando.

—Estoy siendo sincero. —Joseph se acercó, pero su caminar era decidido, no seductor, como ella había esperado—. ¿Es Montague su pretendiente favorito?

—Disfruto de su compañía —respondió ella con prudencia—. Igual que disfruto de la compañía de todos los caballeros que vienen a verme. De no ser así, no aceptaría sus invitaciones. De hecho, esta misma tarde he advertido a lord Montague que no se ponga pesado.

Joseph se detuvo al otro lado de la mesita y la miró.

—¿Y qué la ha llevado a hacerle esa advertencia?

—Estaba perdiendo la paciencia. Quiere casarse cuanto antes. Estaba más decidido que nunca. Aunque su manera de abordar el asunto ha sido original, no me ha convencido en absoluto. Pero parece que lo he dejado intrigado.

—La buena sociedad siempre anda buscando algo que la distraiga de su aburrimiento. Es comprensible. Los pobres tienen que sufrir el castigo de poder hacer siempre todo lo que quieren.

Algo en su tono de voz la puso alerta. No era un comentario irónico inofensivo. Había algo personal detrás.

Joseph inspiró hondo y volvió a caminar, esta vez en dirección a la chimenea. El sonido de sus pasos quedaba apagado por la alfombra. Apoyó el brazo en la repisa y se quedó mirando las llamas. El pelo le brillaba como el de una pantera negra. Los mechones que le caían sobre la frente le quedaban mejor que a ningún otro hombre, a pesar de lo habitual que era su corte de pelo. A la luz del fuego, su cuerpo le pareció magnífico. Era un cuerpo grande, fuerte, muy masculino y vibrante de energía, como un vaso a punto de derramarse. Se preguntó cómo podrían las mujeres beber un sorbo de ese vaso sin miedo a echárselo todo por
encima. No era una imagen muy poética y además era muy poco decorosa, pero ¿para qué engañarse? Se sentía muy atraída por él. Su sola presencia la hacía ser consciente de su condición de mujer.

—¿Para qué ha venido?

Tras unos instantes de vacilación, él preguntó: —¿La muerte de su padre fue inesperada?

—Sí —respondió _____, juntando las manos sobre el regazo.

Joseph la miró por encima del hombro.

—Ha contestado demasiado de prisa. Necesito que sea totalmente sincera si queremos resolver el caso.

La solemnidad con que la miraba la sorprendió.

—De acuerdo. Fue inesperada, pero no del todo —rectificó—. Sabíamos que no estaba bien, pero yo creía que su problema era mental, no físico.

—¿Un problema mental? ¿No razonaba correctamente?

—No es que estuviera loco, aunque a veces parecía que mi madre no pararía hasta hacerlo enloquecer.

Él la miró interesado.

—Explíquese.

—No era feliz y eso hacía que se refugiara a menudo en la bebida, pero no me di cuenta de hasta qué punto lo afectaba hasta que fue demasiado tarde. ¿Por qué lo pregunta?

—Sus padres fallecieron demasiado pronto. Tengo que asegurarme de que eso no está vinculado de algún modo con los accidentes actuales. ¿Está segura de que la muerte de su padre fue una muerte natural?

—He dicho que no había sido una sorpresa —especificó ella—, no que hubiera sido natural. Como usted mismo ha dicho, murió demasiado pronto.

—¿Qué me dice de la de su madre? ¿Está segura de que fue un accidente?

—Lo único sorprendente de la muerte de mi madre fue que no sucediera antes —respondió ella secamente.

—_____. —Joseph se sentó a su lado.

El aire vibró de energía.

«Nunca me siento tan viva como cuando soy objeto del deseo de un hombre —le había dicho su madre girando sobre sí misma como una niña pequeña, sujetándose la falda con ambas manos—. La sangre canta, _____. El corazón se desboca. Es la sensación más gloriosa de mundo.»

¿Por qué tenía que ser Joseph el hombre que despertara en ella esas sensaciones? ¿Por qué tenía que aparecer y demostrarle que no era inmune a los hombres? Que ella necesitaba a alguien en su vida, igual que todo el mundo. Era una decepción darse cuenta de que algunos tonos de placer sólo podían ser coloreados por una mano en concreto. Él la estaba mirando con preocupación.

—Por favor, quiero que entienda que sólo estoy tratando de ser riguroso en la investigación. Su seguridad me importa mucho.

Ella asintió. Creía en su sinceridad. Con el movimiento, un mechón de pelo se le soltó de la cinta y le cayó sobre el hombro.
Joseph se levantó y alargó la mano para ayudarla a ponerse también en pie.

—Dese la vuelta.

Al hacerlo, _____ sintió cómo su aroma primitivo despertaba sus sentidos. Olía a tabaco, a caballo, a cuero y a bergamota. Dio un respingo al notar sus dedos rozándole la nuca. La sensación se extendió por todo su cuerpo como agua caliente. Cogiendo el mechón de pelo suelto, Joseph se lo acarició entre dos dedos.

—Suave como la seda —murmuró.

Tras soltarle la cola, le recogió el pelo y volvió a sujetarlo con la cinta. _____ miró a su alrededor. Tenía los sentidos tan alerta que le pareció estar viéndolo todo por primera vez. Las cosas le parecían más definidas, más brillantes, desde los cristales que adornaban las lámparas hasta las incrustaciones de madreperla de los extremos de las mesitas auxiliares. Aturdida, dijo lo primero que le vino a la cabeza:

—¿Es usted de esos hombres que sienten fascinación por las pelirrojas?

—No, yo siento fascinación por usted —respondió él, rozándole el cuello con los labios.

—Joseph —murmuró ella, sorprendida por la intensidad del escalofrío que la recorrió—. ¿Qué está haciendo? ¿Por qué ha venido esta noche? ¿No podía esperar a mañana?

Él dejó caer las manos a los lados.

—He visto cómo miraba a Montague. No sé qué le habrá dicho él, pero ha hecho que usted lo viera con otros ojos.

_____ se volvió para mirarlo. Aunque Joseph le sacaba casi una cabeza, al estar inclinado hacia ella, su proximidad era muy íntima. Como si estuvieran a punto de empezar a bailar un vals. El corazón se le aceleró, igual que la respiración.

—No lo entiendo.

Joseph le sujetó la barbilla entre dos dedos para obligarla a mirarlo a los ojos.

—Lo ha mirado igual que me mira a mí.

—No es posible.

Montague no le provocaba ninguna de las reacciones que le causaba Joseph.

—Necesito que me mire del mismo modo en que la miro yo.

_____ quedó paralizada, presa de la intensidad de su mirada. Era una mirada feroz, ardiente. Con los dedos, Joseph iba resiguiendo lo que sus ojos contemplaban. Le tocó la frente, las cejas, la nariz. Ella aprovechó para estudiar sus rasgos abiertamente. Eran perfectos, simétricos y hermosos, muy masculinos. Era un placer mirarlo. No quería dejar de hacerlo.

—¿Y cómo lo estoy mirando en este momento? —preguntó con un hilo de voz.

—De un modo demasiado racional —respondió él—. Está tratando de encontrar un modo de librarse de la atracción que siente. Deje de pensar —murmuró—. Ladeando la cabeza, acercó los labios a los suyos, en un asalto lento pero inexorable. La sujetaba sin fuerza para que no se sintiera amenazada—. Sólo siéntalo.

Ella dio un paso atrás y se tambaleó. No podía respirar si se acercaba tanto. Joseph observó su retirada con los ojos entornados. _____ casi se había alejado ya un metro de él cuando, con un gruñido, Joseph la agarró de nuevo y la atrajo con fuerza, rodeándole la espalda con los brazos. La besó con decisión, robándole el poco aire que le quedaba. Con una mano le sujetó la nuca
mientras el otro brazo descendía hasta su cintura. Siguió besándola como si su boca le perteneciera. Su beso era hábil. Se notaba que sabía lo que estaba haciendo. Pero había algo más. Era un beso... hambriento, que ansiaba poseerla con una fiereza que a _____ le costaba comprender.

Rindiéndose a su ardor, se dejó atraer hacia él. Su cuerpo era extraordinariamente duro y fuerte, como de mármol, pero caliente. Ambos estaban pegados desde los hombros hasta los muslos. Sin tantas capas de ropa, la sensación era... Oh, Dios, no podía describir la necesidad que tenía de acercarse más y más a él. Las manos se le abrían y cerraban solas. Querían apresar a Joseph, pero volvían a caer, sin fuerza. ¿Dónde podría tocarlo? Como si entendiera su dilema, Joseph le soltó la nuca y fue a buscar su mano. Agarrándola por la muñeca, se la guió hasta su pecho, entre la chaqueta y el chaleco, justo encima del corazón. A través
de la ropa, ____ sintió su piel ardiente. Su corazón latía tan acelerado como el de Joseph. Con la otra mano le agarró la solapa de la chaqueta mientras gemía, abrumada. Su capitulación hizo que él se calmara un poco y la soltó lo suficiente para que sus pulmones se expandieran un momento. En vez de aplastarle los labios, le acarició el labio inferior con la lengua, provocándola, animándola a que hiciera lo mismo. Ella lo hizo, insegura, temblorosa. Cuando la lengua de _____ asomó entre sus labios, Joseph la capturó, succionándosela suavemente. Ella dio un brinco, sobresaltada, lo que hizo que sus pechos se pegaran al torso de Joseph.
Éste gruñó y su gruñido retumbó en el cuerpo de ella.

—____...

El reloj de la repisa de la chimenea marcó la media hora, pero ella estaba perdida en la maraña de sensaciones que la lengua de él creaba en el interior de su boca. No existía el tiempo ni existía el mundo. Al mover la mano sobre su torso, notó que los músculos de su pecho se contraían. Un sonido suplicante escapó de los labios de _____. Joseph alzó la cabeza, respirando con dificultad.

—Así es como debes mirarme —dijo bruscamente, tuteándola sin darse cuenta—. A mí y a nadie más que a mí. Como si desearas que acabara lo que he empezado. Como si desearas sentir mi boca en la tuya, mis manos en tu cuerpo.

Lo deseaba. Lo deseaba mucho. Se sentía intranquila, como si estuviera sedienta de algo y necesitara saciar esa sed. Tenía la piel más sensible de lo habitual. Le temblaban los dedos. Y tenía calor. Mucho calor. Él dio un paso atrás y se volvió con un movimiento poderoso y elegante al mismo tiempo. ____ no pudo evitar seguirlo con la mirada. Era muy alto y corpulento, pero al mismo tiempo se movía con gracia y agilidad.

—Joseph. —Ella se sobresaltó cuando él se volvió y le clavó la mirada—. Mañana por la noche... te guardaré el primer vals.

No sabía de dónde habían salido esas palabras. Las había dicho sin pensar. Había sentido la irrefrenable necesidad de decir algo que hiciera que se quedara un poco más a su lado. Y además era verdad que quería bailar con él. Quería que la rodeara con sus brazos pero en un lugar seguro, con gente alrededor. Joseph se acercó. Le cogió la mano y se la llevó a los labios. Mientras se la besaba, le apretó ligeramente los dedos, intensificando la sensación de sus labios.

—No soy un bailarín experto —confesó él—. O dicho de otra manera: no sé bailar.

—¿No?

____ se quedó muy sorprendida, tanto por la afirmación como por la falta de educación que ésta implicaba. Sin embargo, se comportaba con total corrección y hablaba muy bien. Pasarían semanas antes de que Tobias Reynolds regresara. ¿Cómo iba a resistir tanto tiempo sin información sobre sus orígenes? La sonrisa de Joseph la apartó de sus cavilaciones.

—No te preocupes. Me esforzaré para complacerte de otra manera. No descansaré hasta que estés completamente satisfecha. Hasta mañana.

Y tras esas palabras, se marchó. Al cabo de varios minutos, _____ se sintió lo bastante calmada como para hacer lo mismo.
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 25th 2014, 18:25

demonios
muchas cosas sintio
siguela
esta hermosa
me encanta
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CristalJB_kjn
Amiga De Los Jobros!
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 25th 2014, 18:58

haaaaaaaaaaaaa noooo
m hagas esto por dios¡ noooooo
sube mas andale siii porfis yo quiero que sibas maas es que esta genial si que siiiii!!!
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VaLeexD
Vecina De Los Jonas!



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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 26th 2014, 08:45

Ooooh siiigueelaaa
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 26th 2014, 14:47

AY DIOS MIOOOOO
JOE IHIDHCIWVCIUWVCIW QUE SEXYY! un tipazo!
me encanta lo violo :G  baba baba 
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MensajeTema: Re: Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada   Orgullo y Placer (Joe y tú) HOT- Terminada Icon_minitimeFebrero 26th 2014, 14:50

siguela por favorrr!!!
nos leemos en la noche, vuelvo a fastidiarte por si no haz subido capitulooo  Evil or Very Mad 
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