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 Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)

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Lau_ilovejonas
Sra. Laura Jonas
andreru
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andreru
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andreru


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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 3rd 2013, 16:51

Capítulo 18
Nick se quedó muy quieto mientras _________ presionaba unos labios suaves y fruncidos sobre la herida cubierta de papel que él había señalado, y luego sobre otra en la mejilla opuesta. Por fin, besó la que tenía bajo el labio inferior.
¿Estaba jugando con él? Notaba su calor, aspiraba su olor, y su boca se endureció en un gesto de determinación. Muy bien, en ese juego podían participar dos.
—¿Quieres jugar? —Le rodeó la cintura con un brazo y de un tirón la estrechó contra su pecho. Hundió la otra mano en su pelo para inmovilizarle la cabeza—. Pues vamos a jugar. —Y pegó su boca a la de ella.
Como pólvora encendida, las emociones explosionaron entre ellos en una combustión instantánea. Las diferencias de opinión, las preocupaciones individuales, las pretensiones de quedar por encima del otro... todo estalló en llamas. Un gruñido, hambriento y profundo, resonó en la garganta de Nick. Abrió la boca sobre la de ella, buscando su sabor con la punta de la lengua. Hundió los dedos entre su pelo, el brazo se tensó en torno a su cintura, y mientras el beso se intensificaba se inclinó sobre ella, doblándola más y más hacia atrás, hasta que lo único que impidió que cayera al suelo fueron sus manos en su cabeza y su cintura.
_________ le envolvió el cuello con los hombros, pero la tensión enviaba dardos de dolor entre la bruma de su excitación. Por fin apartó la boca.
—Mi espalda —jadeó—. Nick, no creo que esté hecha para doblarme así.
—¿Qué? —Un velo de excitación sexual nublaba sus ojos dorados, y la razón tardó unos instantes en abrirse paso. Parpadeando con gesto perezoso se fijó en su contorsionada postura—. Ah, joder.
Se humedeció el labio inferior con la lengua y se enderezó, ayudándola a incorporarse. Dejó caer los brazos sin pronunciar una palabra, pero la agarró de las muñecas y la llevó a la cama. Allí la soltó, pero inclinó la cabeza de nuevo y la besó con suavidad, tocándola solo con los labios. Luego, con un ronco gruñido, la besó con más firmeza.
Se hundía a toda velocidad en algo caliente y que permanecía fuera de su control. Sus cuerpos habían vuelto a fundirse. _________, con un suave gemido, le sacó por detrás la camiseta de los pantalones y se la fue subiendo. Al ver que él alzaba los brazos, se la quitó del todo. Aquello rompió el beso. _________ se quedó mirando con excitada ofuscación el abanico de vello negro sobre el pecho musculoso mientras él desabrochaba deprisa los botones de la camisa que ella llevaba.
Nick le rozaba la piel mientras iba bajando las manos. Y con ese estímulo, a pesar de que sus bocas ya no estaban unidas, _________ comenzó a recuperar la sensibilidad. Entonces él dobló las rodillas y pegó a su cuello unos labios calientes y hábiles. _________ cerró los ojos y volvió a sumergirse en la tormenta. Tuvo que sujetarse en él, enganchando los dedos en las presillas del cinturón de sus vaqueros. Un instante más tarde, él le abría la camisa y la deslizaba por sus hombros hasta quedar solo sujeta por los codos. Nick dejó de besarle el cuello para alzar la cabeza.
Y todos los movimientos se detuvieron bruscamente. Hasta el sonido pareció desaparecer. Nick se había quedado sin aliento. _________ alzó la vista confusa. ¿Qué pasaba? ¿Por qué se había detenido? ¿Lo habría desanimado al quedarse ahí quieta como una tonta, dejando que él lo hiciera todo?
Pero en cuanto le miró, se dio cuenta de que aquello no tenía nada que ver con su falta de experiencia. Sus ojos dorados la repasaban de arriba abajo, y la ardiente intensidad con la que miraban sus pechos, su cintura, sus caderas hicieron que el rubor ascendiera a sus mejillas. _________ bajó los brazos, dejando que la camisa se deslizara hasta el suelo.
A Nick le pareció que había recibido una coz. Se frotó el pecho sobre el corazón, incapaz de apartar sus ojos de ella.
—Dios —masculló con las cuerdas vocales tensas—. Eres tan... —Carraspeó y lo intentó de nuevo—. Jamás he visto nada tan... Joder, tan increíblemente...
—¿Pecaminoso? —apuntó _________ en un tono seco—. No, si ya puedes decirlo. Es lo que siempre decía mi madre.
Nick resopló.
—Sí, ya, una madre es la persona más adecuada para juzgar el cuerpo de una hija, desde luego. —Y con la punta del dedo tocó con reverencia un pezón sonrosado y respingón, que se endureció al contacto, dilatándose casi un centímetro mientras la aureola se fruncía y encogía hasta casi desaparecer. Nick se estremeció y le acarició los costados con las manos hasta rodear su cintura. Sus dedos casi se tocaban. Bajó la vista a la profunda hendidura de su ombligo, las curvas plenas de sus caderas, y más abajo, al tanga de satén rojo que era lo único que llevaba por encima de los muslos largos y firmes—. Si quieres saber mi opinión, un cuerpo así es más bien una experiencia religiosa. —Y la recorrió de nuevo con la vista hasta fijarse en su rostro. El calor que caldeaba sus mejillas le frenó en seco—. ¿Te has puesto colorada?
Al oír su tono incrédulo, ella lo negó.
—¿Quién, yo? Por supuesto que no.
Nick presionó su pecho con el dedo y se quedó mirando la mancha blanca que se marcó un instante rodeada de piel enrojecida.
—Desde luego que sí. Te has puesto colorada. —Su tono no era exactamente acusador, pero casi.
—No digas tonterías. —_________ alzó el mentón—. Las mujeres como yo exponemos nuestros cuerpos desnudos ante docenas de amantes. Llevamos tangas y plumas y nos meneamos delante de cientos de hombres. Miles. No nos ponemos coloradas.
No era más que la confirmación de todo lo que Nick pensaba. ¿Por qué entonces le pareció tan dudosa su declaración?
«¿De verdad quieres pensar ahora en eso, tío?»
Con una maldición, volvió a envolverla entre sus brazos y siseó al notar sus senos aplastados contra él. Agarró un puñado de cabello y le apartó la cabeza.
—Calla —masculló—. Calla, pelirroja, y bésame.
Sus ojos verdes llamearon desafiantes, pero _________ alzó la cabeza al instante para obedecer. Su boca era dulce y suave, y Nick le hizo el amor con la lengua, metiéndola y sacándola en movimientos cada vez más compulsivos. Al cabo de un instante, _________ se aferraba a su cuello y había enroscado una pierna en torno a su cadera como si intentara trepar sobre su cuerpo.
Nick lanzó un profundo gruñido y la hizo caer sobre el destartalado colchón. Se colocó sobre _________ y le abrió las piernas para colocarse entre ellas. Luego presionó su erección con fuerza contra su hendidura.
_________ sintió una explosión de sensaciones y gimió en su boca. Al cabo de un instante, Nick apartó los labios para comenzar a bajar por su cuerpo. Ella jadeaba. Quiso alzar la pelvis, pero el sexo de Nick había sido sustituido por los duros músculos de su estómago, y el nivel de satisfacción no era el mismo.
—Por favor —suplicó, abriendo más las piernas y frotándose contra él—. Por favor, Nick.
—¿Qué quieres, cariño? —Nick acarició el costado de su pecho con la mejilla, mirándola—. ¿Esto? —Y abriendo la boca mordió la curva con suavidad. Luego se movió unos centímetros para abrir los labios sobre territorio virgen—. ¿Esto? —Y hundiendo la boca en su carne pálida con su débil entramado de venas azules, succionó con fuerza una parte contra sus dientes.
El pezón se dilató, buscando ciegamente un tratamiento similar. Nick se lo quedó mirando.
—Dios —susurró con voz ronca.
Y fue a por él como un fanático religioso en pos de un alma solitaria. Lo rodeó con los labios y succionó, mientras que con los dedos pellizcaba su gemelo desatendido.
_________ lanzó un largo y ahogado gemido pronunciando su nombre, mientras presionaba su sexo contra el estómago de Nick.
—Por favor, por favor.
Él abrió la boca con un gruñido en torno al pezón y sacó la lengua para lamer la curva del pecho sin perder su sitio en su perlada cúspide. Con una mano grande y morena acariciaba y amasaba la otra copa.
Desde el día en que _________ se desarrolló, sus pechos habían sido una vergüenza para ella. Pero esa mañana, puede que por primera vez en su vida, le gustaban, se sentía orgullosa de ellos. Ver cómo Nick rendía homenaje a sus generosas curvas como si quisiera devorarlas hacía que le invadiera una increíble oleada de poder.
Nunca se había dado cuenta de que aquello podía ser un afrodisíaco tan potente.
Nick apartó los dedos de su pecho y contempló atentamente su expresión mientras insinuaba la mano entre sus cuerpos y la deslizaba hacia abajo por el torso de _________, por su vientre, más abajo. Se detuvo con la palma de la mano rozando el hueso pélvico mientras hundía en el ombligo la punta del índice. Luego volvió la mano despacio y coló los dedos bajo el satén rojo sobre su suave montículo.
_________ alzó las caderas ansiosa ante el contacto, y el dedo corazón de Nick dividió los húmedos pliegues femeninos con certera precisión centrándose como un misil teledirigido sobre la resbaladiza perla del clítoris. Mientras lo estimulaba con los dedos, cerraba los labios en torno al pezón y succionaba con firmeza.
_________ se arqueó con un fuerte gemido. Por un momento, solo la nuca y los talones la anclaban a la cama.
Las sensaciones palpitaban furiosas en ella, pidiendo a gritos satisfacción. Jamás en su vida había sentido nada igual. Las pocas veces que su sexualidad había amenazado con poseerla, _________ la había sujetado con rienda firme. Pero la pasión que ahora le corría furiosa por las venas no podía ser negada. _________ se aferró con los puños al oscuro pelo de Nick para sujetarlo contra su pecho. Sus caderas se movían por voluntad propia, y abrió más las piernas para sentir con más profundidad la magia de sus dedos.
—Por favor, Nick. Por favor. Te deseo. —La mano de él se deslizaba entre sus piernas, mientras ella repetía ciegamente—: Te deseo, te deseo, te deseo.
Soltando su pecho con un audible chasquido, Nick se incorporó sobre las rodillas entre las piernas de ella. Sacó la mano de debajo del tanga y se la quedó mirando. La excitación oscurecía sus ojos. Los pezones de ella aparecían mojados y enrojecidos.
—Dios, eres increíble —masculló, y con manos impacientes le quitó el tanga de satén.
Clavó la vista en el triángulo de sedosos rizos y se quedó paralizado. Por Dios, por Dios. Era pelirroja, sí.
En todas partes.
Tocó los relucientes rizos con reverencia.
—¿Qué quieres? —preguntó con voz ronca, acariciándole la hendidura con el pulgar—. ¿Dónde me quieres, pelirroja? —Trazaba suaves círculos en torno a su apertura, presionando sin penetrarla—. ¿Aquí?
—Nick... —_________ se movía convulsivamente contra su mano.
Nick le agarró la barbilla y la obligó a mirarle, mientras seguía atormentándola con el pulgar.
—Dime dónde me quieres.
—Dentro de mí. —_________ se pasó la lengua por los labios—. Por favor, Nick. Quiero sentirte dentro.
Nick se desabrochó con brusquedad los téjanos y se puso en pie entre sus piernas abiertas, para terminar de desnudarse. _________ clavó la vista en la erección que brincó orgullosa y ansiosa sobre ella. Nick vio que sus ojos se agrandaban y los anhelantes movimientos de sus caderas se detenían. Advirtió que la pelirroja tragaba saliva.
Nick arrugó el ceño. Desde luego no era un semental. Su pene era de un tamaño medio, sin exageraciones. En ese momento estaba tan duro que podrían clavarse clavos con él, vale, pero ella parecía mirarlo como si fuera capaz de partirla en dos. Debía de ser el ángulo de visión.
Pero aquello no cuadraba. Incluso si desde su punto de vista parecía tan dotado como un caballo, ¿por qué se había quedado tan quieta? Las mujeres experimentadas solían preferir a los hombres bien dotados. A menos que...
No. Nick sacudió los hombros inquieto ante la idea que se abría paso en su cerebro, y más inquieto aún ante las emociones que esa idea despertaba. Se apresuró a arrodillarse entre las piernas de ella. No quería pensar.
Sin embargo _________ no podía dejar de pensar mientras Nick sacaba un condón y, desenrollándolo, lo bajaba y lo bajaba y lo bajaba sobre la longitud de su pene. No sabía si era de verdad tan gigantesco y peligroso como parecía, o si es que había transcurrido tanto tiempo sin haber visto ningún órgano masculino que ahora había perdido la perspectiva.
Casi se echó a reír. Sí, ya. Como si ella hubiera visto tantos penes. Y desde luego, jamás había examinado ninguno tan de cerca.
Los nervios empezaban a ganar la batalla, y ya estaba a punto de echarse atrás cuando él cayó sobre su cuerpo. Nick aguantaba su peso sobre sus propios brazos y _________ se encontró mirando sus ojos dorados, hipnotizada por la intensidad que ardía en sus profundidades.
—Creo que hemos perdido impulso —murmuró él con voz ronca, y dobló los codos para frotarse contra ella, rozando sus senos. Pegó los labios a su cuello y succionó. _________ notó el roce de su pelo en el mentón.
Sus pezones brincaron erectos y las sensaciones que había creído del todo extinguidas por los nervios rugieron como un tren de carga fuera de control. Arqueó la espalda, aplastando los doloridos globos de sus senos contra el pecho de Nick.
Este alzó la cabeza bruscamente ante el contacto y abrió los labios para enseñar los dientes. Miraba ciegamente la pared mientras se movía contra ella como un gato, frotándose de arriba abajo, de lado a lado, flexionando hombros y brazos con el esfuerzo. De pronto, los dos sexos chocaron y Nick inhaló entre los dientes. Bajó el mentón y unas rendijas doradas miraron, llameando, a _________, exigiendo entre pestañas negras. Sus caderas empujaban.
—Déjame entrar.
_________ no habría podido resistirse aunque hubiese querido. Alzando las rodillas, se abrió a él.
En aquella postura se sentía muy vulnerable, pero él entró despacio, con cuidado. Los tejidos llenos de sangre, hinchados y sensibilizados, se abrieron para acogerle e inmediatamente se cerraron en torno a cada milímetro del grueso cuerpo que los invadía. Nick se retiró ligeramente, deslizándose por aquella estrecha apertura, y luego se hundió un poco más adentro. Un gemido se estremeció en la garganta de _________, que entrelazó los tobillos en torno a las piernas de Nick, le agarró las nalgas con las manos y dio un tímido tirón.
—¡Ah, sí! —Nick alzó las caderas y embistió con ellas, penetrándola hasta el fondo. Allí quedó inmóvil, intentando respirar. Miró a _________ y le apartó un mechón de pelo que había caído sobre su ojo—. Dios. Eres. Muy. Estrecha. —Era como estar embutido en un guante de terciopelo, húmedo y caliente, una talla más pequeña que la suya. Bamboleando las caderas con suaves embestidas, contemplaba el desfile de emociones que atravesaban el rostro de _________. El deseo. El asombro. Ella se humedecía los labios, se aferraba a él y le devolvía la mirada con ojos vidriosos.
Nick se hundió en ella con más fuerza, y _________ le clavó las uñas en las nalgas. Con una exclamación, Nick la embistió, la rodeó con los brazos y se volteó en la cama.
_________ estaba sobre su pecho. Nick esbozó una torcida sonrisa al ver sus enormes ojos mirándole con expresión sobresaltada.
—Si alguna vez alguna mujer fue hecha para estar arriba, esa eres tú. —Le colocó las piernas a ambos lados de sus caderas, notando su suavidad bajo sus ásperas manos. Luego se aferró a sus muslos y alzó las caderas—. Móntame.
Las mejillas de _________ se ruborizaron al instante, pero la pelirroja se alzó hasta sentarse a caballo sobre él, elevó las caderas y se deslizó por su sexo rígido, Luego repitió el mismo movimiento. Una expresión de sorprendido placer le nubló los ojos. Alzándose y cayendo sobre la erección firmemente empalada en ella, alzó los brazos por encima de la cabeza, los dobló con los codos en alto y con los ojos cerrados apoyó la mejilla contra un bíceps.
Y sonrió, humedeciéndose los labios con la lengua.
Nick notó una convulsión en el pene.
—Dios, creo que he creado un monstruo.
Tendió las manos hacia sus pechos y alzó las caderas. Ella se hundió en él con un ritmo perfecto. Nick le pellizcaba los pezones y apretaba los dientes intentando contener su necesidad de embestir como un martillo neumático hasta llegar al final.
—Te gusta estar ahí arriba, ¿eh?
—¿Nick? —_________ echó la cabeza hacia atrás. Se alzaba ahora un poco más deprisa, caía sobre él con más fuerza. Bajó los brazos para aferrarse a las piernas de Nick—. ¡Oh, Dios, Nick! Me voy a... ¡Oh! Ah, Dios, quiero...
—Correrte —gruñó él, y hundió el pulgar en la maraña de rizos. Localizó el botón mágico y presionó. Una traviesa sonrisa apareció en el rostro de _________, y sus gemidos subieron varias octavas—. Sí, cariño, córrete. Quiero oírte. Quiero ver cómo te corres.
Nick tenía la vista clavada en ella cuando de pronto todos los gritos, todas las palpitantes sensaciones en el interior de _________ se fundieron, cada vez más y más calientes, y de pronto explotaron como la traca final de unos fuegos artificiales. Sacudida por las convulsiones del éxtasis, echó hacia atrás la cabeza y gimió a pleno pulmón.
Al oírla, al verla, al sentirla estrecharse en torno a él una y otra vez con cada contracción, Nick perdió el control. Quiso apartar el pulgar de aquel nido cremoso, pero _________ le agarró la muñeca para impedírselo, y las contracciones volvieron a estallar enloquecidas.
—¡Ah! —exclamó Nick, dejando ir todo el aire de los pulmones.
Le agarró las nalgas con la mano libre y alzó las caderas con brusquedad. Embistió una, dos, tres veces, y luego la empaló con una última embestida que la alzó en el aire. Sin dejar de mirar las mejillas congestionadas de _________, sus entornados ojos verdes y el alborotado pelo rojo, se corrió entre ardientes palpitaciones. Sus caderas se agitaban y él se corría y se corría con profunda satisfacción, y a pesar de que apretaba los dientes para impedirlo, un nombre rugió en su pecho, subió por su garganta y se abrió paso entre sus dientes.
—¡_________!
Se desplomó sobre el colchón y ella se dejó caer encima de él. Nick la envolvió en sus brazos y la estrechó con fuerza. Luego se quedó mirando al techo, frotando el mentón contra su cabeza.
Su inquietud batalló con una ingenua felicidad, y poco a poco fue venciendo. Por mucho que desease pensar otra cosa, sabía a quién tenía entre los brazos. Lo sabía con toda certeza.
El tatuaje de gogó podía haber sido una prueba contudente, mucho más que todos los razonamientos que ya había elaborado para explicar que la realidad no encajara con su apariencia. Pero se había convertido en polvo ante el rubor de _________, su cuerpo estrecho e inexperto y sus expresiones de asombro. Era _________ MacPherson. Una respetable profesora de sordos.
No entendía cómo había acabado con el mismo tatuaje que su hermana gemela. Pero de una cosa estaba seguro: esta vez la había jodido del todo. Y no se refería a lo que acababa de hacer con aquel cuerpo tan dulce.
Se había llevado a la hermana equivocada.
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 6th 2013, 12:06

hola! me gustaría que comentaran veo que tiene muchas visitas pero nadie comenta! Sad Sad 
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 6th 2013, 12:39

u.u perdon por no comentar (: siiguela amo tu noveeee ese nick es tan asdfghjklñ
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 6th 2013, 13:01

Capítulo 19
Bobby, boca arriba en la cama, contemplaba a Kaylee yendo de un lado a otro de la habitación. Cuando ya no pudo soportar más ese silencio opresivo, preguntó con voz plañidera:
—¿No piensas volver a dirigirme la palabra?
Ella le clavó una mirada feroz y él repitió por centésima vez:
—Cariño, siento no haber sabido quién eras, ¿vale? Pero tampoco me duró mucho, y tienes que darme un poco de cuartel. No fue culpa mía que perdiera la memoria, y desde luego no hice que me aplastaran la cabeza para estropearte a ti el día.
Ella seguía ignorándole. Se acercaba a la ventana, donde se detenía apenas el tiempo suficiente para tamborilear con los dedos en el repecho y hacer un mohín ante la lluviosa mañana, y luego iba hacia la mesa y las dos sillas de la esquina, al cuarto de baño, y vuelta a empezar. Bobby la miraba con creciente tensión. La cabeza le palpitaba con violencia, sentía una embarazosa debilidad y a pesar de todo, con cada paso que ella daba, la deseaba más. Y lo que era peor: deseaba su aprobación, y eso era lo que más le irritaba.
Pero dejando a un lado sus sentimientos, sabía que no iba a conseguir su aprobación en mucho tiempo. Lo notaba en esa ira contenida de Kaylee, tan fuerte que casi tenía todo el pelo de punta.
Pero el hecho de que no aceptara sus disculpas, estaba empezando a sacarle de quicio.
—Maldita sea, Kaylee —explotó, después de que ella hubiera completado otro circuito—. ¡Tenía una conmoción cerebral! Joder, seguramente todavía la tengo. Y no solo me olvidé de ti.
Por fin consiguió llamar su atención. Kaylee se volvió bruscamente hacia él con ojos llameantes y gesto malhumorado.
—No —saltó.
Él se la quedó mirando perplejo.
—¿Que no qué?
—Que no tienes ninguna conmoción.
—¿Ah, no? —saltó Bobby desafiante, ante su tono inequívoco—. ¿Y tú qué coño sabes? Todavía tengo un dolor de cabeza espantoso.
—¿Te acuerdas del médico de la clínica? Me dijo los síntomas que debía observar. Y a eso de la medianoche ya no tenías ninguno.
Bobby apenas se acordaba del médico. Recordaba haber despertado con el cuerpo más frío que la muerte, excepto la espalda, que tocaba el asfalto caliente, y el antebrazo, que estaba enterrado hasta la muñeca entre las tetas más exquisitas que había visto en su vida. Recordaba que su mano sobresalía entre las susodichas tetas y que una despampanante pelirroja se la aferraba y se inclinaba preocupada sobre él.
Y desde luego se acordaba de que la pelirroja le había soltado la mano como si fuera un infecto saco de basura cuando él le preguntó si se conocían.
El trayecto en coche hasta la clínica era un borrón, así como el posterior examen médico. Tenía la impresión de que luego habían vuelto a viajar en coche, pero no recordaba ningún detalle. Sabía que la pelirroja le iba despertando de vez en cuando, y que ya era muy tarde cuando por fin le dejó dormir en paz.
Por la mañana, al despertarse, se dio cuenta de que había recuperado casi toda la memoria y que se encontraba en brazos de Kaylee. Pero cuando le ofreció una sonrisa somnolienta y la saludó con su perezoso: «¿Qué hay, princesa?», ella saltó de la cama como un gato escaldado. Y desde entonces ni Kaylee había abierto la boca ni su furia remitía, a pesar de que había sido a él a quien habían partido la cabeza por razones que ni siquiera recordaba.
A saber.
—Toma. —Unos dedos de uñas escarlatas aparecieron de pronto debajo de sus narices—. Tómate eso.
Bobby tendió la mano y le cayeron en ella tres aspirinas.
—Voy a traerte un vaso de agua —dijo ella en un tono frío, y salió de la habitación.
Kaylee dejó que corriera el agua mientras, apoyada en el lavabo, miraba ciegamente su imagen en el espejo e intentaba recuperar la compostura. Bobby tenía razón. Tenía que darle un poco de cuartel.
Pero, joder, era muy, muy difícil cuando sus emociones corrían enloquecidas desde hacía veintitantas horas.
Jamás en su vida se había sentido tan aterrorizada por alguien. En muchas ocasiones había tenido miedo por ella o de alguna situación en la que andaba metida, pero jamás había experimentado el terror de temer por la vida de otra persona.
El día anterior Bobby recobró el sentido justo en el momento en que Kaylee comprendió que sus sentimientos hacia él eran serios. Lo último que esperaba tras darse cuenta de que por primera vez en su vida estaba enamorada, era que él ni siquiera sabía quién demonios era ella.
Le había llevado a una clínica, y eso supuso otra pesadilla. El médico y la enfermera tardaron lo que le pareció una eternidad en estabilizar la temperatura de su cuerpo. Solo entonces le dieron el alta, con una lista de instrucciones más larga que su brazo. Kaylee jamás se había enfrentado a ese tipo de responsabilidad para consigo misma, y mucho menos para con otra persona.
Había pasado la noche aterrorizada, convencida de que metería la pata de alguna manera y haría que Bobby se hundiera en un coma irreversible. Luego, cuando él despertó por la mañana como si no hubiera pasado nada, el miedo se había transformado en ira.
Kaylee se sentía como si se estuviera desintegrando.
Pero por mucho que le apeteciese seguir enfadada, lo cierto es que Bobby no tenía la culpa de nada. Todavía se le veía un feo chichón en la nuca, cuyas dimensiones apenas se habían reducido durante la noche. Mierda. Kaylee no tenía más remedio que superar aquello.
Aunque no le gustara nada.
Llenó el vaso de agua y cerró el grifo. Una vez en la habitación, se sentó a un lado de la cama.
—¿Qué recuerdas de ayer? —preguntó.
Bobby frunció el ceño.
—Esta mañana, en cuanto me desperté, supe quién eras. Pero, por lo demás, solo tengo algunos flashes, y es como si los viera a través de una cortina.
—¿Puedes explicarme lo que recuerdas?
Bobby se concentró.
—Muy bien. Recuerdo que entré en el bar para quedar con tu her... —De pronto alzó la mirada con expresión horrorizada—. Ay, mierda, cariño. Tu hermana. No puedo creerme que me haya olvidado. Dejé que se la llevaran, ¿verdad? —De pronto se incorporó sobre un codo y su cara perdió todo el color—. ¡El Cadenas! Le estaba haciendo a _________ los signos que tú me enseñaste cuando de pronto apareció el Cadenas. —Bobby lanzó una maldición y se frotó la cabeza—. ¡El muy hijo de puta! Él fue quien me golpeó. No se llevaría también a tu hermana, ¿verdad?
Kaylee se abrazó.
—No lo sé. Mientras te buscaba por Arabesque, no vi ningún revuelo porque hubiera desaparecido una mujer. Pero en cuanto a lo que haya podido pasar desde entonces... —Kaylee se encogió de hombros. Luego añadió con estudiada indiferencia—: Supongo que Jimmy pensaría que era yo, ¿no? —Deseaba desesperadamente que Bobby se lo negara.
Pero sus deseos no se vieron cumplidos.
—Sí. —Era evidente que los sucesos comenzaban a cobrar claridad en la mente de Bobby—. No tenía razones para pensar lo contrario. Y está aquí siguiendo órdenes de Sanchez.
Kaylee gimió. Menudo lío había armado. Pero cuando Bobby intentó sentarse en la cama, le puso las manos en el pecho para impedírselo
—¿Adonde crees que vas?
—A traerte a tu hermana.
—¡Por Dios, no seas gilipollas! —«Muy bien, Kaylee, hiérele en su vanidad. Seguro que así se vuelve más sensato.»—. Quiero decir... que es todo un detalle por tu parte, pero no estás en condiciones... —«No, no, no, no, ¡NO! Pero ¿qué te pasa? ¡Manejabas mejor a los hombres cuando tenías doce años!»—. Eh... Lo que quiero decir es que el médico ha dicho que tienes que descansar un par de días. Dijo que era absolutamente... ¿Cómo dijo él? Ah, sí: imperativo.
Bobby rodó hacia el otro lado de la cama, apartándose de ella.
—¿Imperativo? Y una mierda. Y al médico que le den por culo.
Kaylee había pasado una noche espantosa. Se sentía cada vez más rabiosa, así que de un golpe volvió a dejarlo tumbado en la cama. El hecho de que pudiera tumbarlo con tanta facilidad mostraba la debilidad extrema de Bobby.
—¿Que le den por culo? ¿Que le den por culo? —Kaylee montó a horcajadas sobre él y le miró furiosa—. ¿Eso lo dices también por mí? —Le plantó las manos en los hombros y apoyó sobre él todo su peso para inmovilizarlo—. ¿Tienes alguna idea del miedo que he pasado, Bobby? Estábamos a más de cuarenta grados en ese maldito coche, ¡y tú ibas completamente envuelto en una manta, y estabas helado! El médico dijo que era aconsejable que te llevase hasta un pueblo que estaba a más de doscientos kilómetros, por si necesitabas cuidados intensivos, así que volví a meterte de nuevo en el coche y me puse a conducir como una loca hasta ese sitio dejado de la mano de Dios. Pero el médico también me dijo que no debías dormir más de media hora seguida, así que tenía que despertarte continuamente para observar la reacción de tus pupilas, y tú ponías tu sonrisita encantadora y me preguntabas quién era. Ah, y me comentabas lo mucho que te gustaban mis... mis tetas.
Seguía agarrándole por los hombros, y le dio una sacudida que habría sido violenta de no haber estado Bobby inmovilizado contra la cama por su peso. Kaylee miraba fijamente sus bonitos ojos azules.
—Pues voy a decirte una cosa, amigo: estoy hasta las narices, y no pienso aguantarte ni una más. No tengo ni idea de cómo cuidarme yo, pero de alguna manera he logrado cuidar de ti, y no voy a permitir que ahora te pongas a zascandilear por ahí como si fueras un super-héroe y eches por tierra todos mis esfuerzos. Mientras me quede un poco de aliento, no voy a permitirlo, así que más te vale asimilarlo, tío. Y a la mierda con tu vanidad ma... masculina.
Kaylee no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que él le enjugó las lágrimas de las mejillas. Luego le tocó los codos para que los doblara y la estrechó contra él envolviéndola entre sus brazos.
—Chist. —Le hizo apoyar la cabeza contra su cuello y la mantuvo allí poniéndole el mentón en el pelo. Kaylee le rodeó el cuello con los brazos mientras él la acariciaba allí donde le alcanzaban las manos—. Chist. Chist. Calla. No pasa nada, princesa. Lo has hecho muy bien. Y yo haré lo que tú me digas.
—He pasado mucho miedo, Bobby.
—Ya lo sé, cariño, ya lo sé. —Bobby bajó la barbilla—. Pero lo hiciste muy bien. Hiciste lo que había que hacer. Como habría hecho tu hermana.
Kaylee alzó la cabeza para mirarle.
—La he cagado del todo. Tengo que encontrar a _________ y sacarla de este lío.
—¿Has llamado a Scott?
—No. ¡No! Se me había olvidado. —Kaylee se zafó de sus brazos—. Voy a llamarle ahora mismo.
Quince minutos más tarde Kaylee colgaba el teléfono.
—Los sacaron de otro autobús, pero esta vez Scott no cree que haya sido ninguna maniobra de _________. En el ordenador de la compañía Greyhound hay una nota para hacerse cargo de la cuenta del motel, y no solo les darán otros billetes, sino que el siguiente autobús hará una parada especial para recogerlos. Llegará a Laramie esta tarde a las cinco.
Kaylee comenzó a meter en la maleta las pocas cosas que no había guardado ya.
Bobby se incorporó sobre un codo.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a buscar ese autobús.
—¿Y para eso necesitas la maleta? —A Bobby no le gustaba nada el vértigo que empezaba a sentir en el estómago.
Kaylee se detuvo para mirarle.
—Si no puedo arrebatársela al cazarrecompensas, tendré que entregarme.
—¡No!
—¿Qué otra cosa puedo hacer, Bobby? ¿Dejar que maten a _________ en mi lugar?
—¡Sí! No. No lo sé. Pero ya se nos ocurrirá algo.
—Pues como no se nos ocurra en un par de horas no me quedará otra opción. Tengo que salir con tiempo para llegar a Laramie.
—¿Dónde coño estamos ahora?
—En Cheyenne.
Bobby se frotó la cara.
—Tiene que haber otra solución.
—Desde luego estoy abierta a cualquier sugerencia. Tengo la mente en blanco. Lo único que sé es que no tengo más remedio que hacer esto. Y me da terror. —Kaylee se pasó los dedos por el pelo y exhaló. Luego le miró a los ojos e intentó explicarse—: Toda mi vida he dejado que _________ se encargue de todo. Yo lo aceptaba sin más, como algo natural. Pues bien, anoche supe por primera vez cómo debía de sentirse. Y he tenido horas y horas para pensar en lo joven que era para cargar con tanta responsabilidad. Ningún niño debería tener esa responsabilidad, pero ninguno de nosotros, tanto mis padres como yo, tuvimos reparo alguno en echarle encima todos nuestros problemas para que los solucionara.
Bobby hizo un esfuerzo por incorporarse y se sentó a un lado de la cama.
—Ojalá me dejara de doler la cabeza —masculló—. No puedo ni pensar. —Se frotó las sienes y luego la miró—. Había pensado que podíamos irnos tú y yo a Las Vegas y comenzar de nuevo. Allí hay muchas oportunidades para gente como nosotros. Muchos locales y espectáculos para alguien con tu talento. Y qué demonios, seguro que yo podría conseguir ser el encargado de algún importante casino.
Kaylee se lo quedó mirando, desgarrada. Siempre había pensado que Bobby no era más que un tipo para pasar un buen rato. Pero ahora le estaba ofreciendo mucho más de lo que nunca había esperado de él. Y deseaba con toda su alma aferrarse a ello.
Pero aun así...
—No puedo dejar que hagan daño a _________ por mi culpa, Bobby. Ya he pisado la línea entre el bien y el mal demasiadas veces. No creo que fuera capaz de vivir con esto.
Bobby no conocía a _________, de manera que sí tenía que elegir, prefería mil veces que cayera ella antes que Kaylee. Discutió hasta quedarse ronco, pero no hubo forma de que Kaylee cambiara de opinión. Así que no tuvo más remedio que quedarse de brazos cruzados mientras ella salía de la habitación con sus tacones de diez centímetros varias horas más tarde. Lo último que Bobby vio antes de que se cerrara la puerta fue el contoneo de sus redondeadas caderas embutidas en licra, el sol llameando en su pelo y la maleta rebotando en el marco para golpear su bien formada pantorrilla. Kaylee dio un tirón impaciente, y la puerta se cerró.
Bobby se dejó caer de nuevo en la cama con una maldición. No le gustaba nada aquel impulso de hacer algo noble y estúpido, pero de todas formas la idea seguía rondándole la cabeza. Tenía la espantosa sensación de que seguiría ese impulso si tuviera un poco más de fuerzas. Porque todavía le gustaba menos el burbujeo que notaba en las tripas al preguntarse cuándo volvería a verla.
Pero resultó que fue antes de lo que pensaba.
A las siete menos veinte, esa misma tarde, Kaylee irrumpió de nuevo en la habitación. Dejó caer la maleta en la puerta y tiró el bolso sobre la cama.
Bobby se incorporó de un brinco, con una enorme sonrisa.
—¡Has vuelto! —Tendió las manos hacia ella, para estrecharla entre sus brazos—. Joder, cómo me alegro de verte. —No podía apartar las manos de ella—. ¿Te acuerdas de la regla esa de que nada de sexo hasta que recuperemos a _________? Pues bien, princesa, en cuanto recupere algo de fuerza, se acabó la regla.
De pronto se dio cuenta de que Kaylee no parecía tan entusiasmada como él, de manera que bajó la cabeza para mirarla.
—¿Qué ha pasado? —preguntó poniéndose tenso—. ¡Ay, mierda! ¡No habrá aparecido el Cadenas!
—No. Por lo menos eso espero. —Kaylee se acurrucó entre sus brazos—. _________ no estaba, Bobby. El autobús llegó, pero ni _________ ni el cazarrecompensas iban en él.
—¿Y por qué tengo la sensación de que eso no significa que podamos largarnos a Las Vegas?
—El conductor dijo que paró para recogerlos, tal como le habían indicado, pero que al ver que no había nadie esperando en el bar, se marchó.
—¿Y?
Kaylee alzó la cabeza para mirarle a los ojos.
—Estoy preocupada, Bobby. ¿Dónde demonios se habrán metido?
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 7th 2013, 11:10

O: O: que pasooooo??????
nueva lectoraa
siguela por favor
esta estupenda tu novela
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 8th 2013, 11:10

Capítulo 20
Nick no tenía intenciones de volver a dormirse, pero se había quedado frito. Y _________ también, según descubrió cuando se despertó ya pasadas las dos de la tarde. Estaban enredados en mitad del colchón como un par de cachorros durmiendo después de una energética pelea. Nick se soltó despacio de sus largas piernas y suaves brazos. Se sentó en la cama y se frotó la cara. Luego bajó las manos hasta las piernas y mientras la miraba apretó los puños.
Joder, menudo imbécil había sido. Y lo peor no era haber perdido el refugio de pesca. No. Tendría suerte si _________ no le ponía toda una serie de denuncias. No tenía sentido andarse con evasivas: la había secuestrado. Qué demonios: la había secuestrado y la había arrastrado por ahí como si fuera un saco. Y la había insultado una y otra vez.
Una y otra vez.
Mierda.
Nick cubrió con la sábana las curvas más perturbadoras y se levantó. Una tremenda sensación de vacío le reconcomía el estómago, y no sabía si era debido a que había vuelto a vomitar lo poco que había ingerido en las últimas veinticuatro horas, o al follón monumental en el que se había metido. Aunque sospechaba que se debía a esto último.
Bueno, a lo hecho pecho. No tenía sentido andar lloriqueando. Más le valía ponerse la ropa e ir a buscar algo de comida. _________ se despertaría con hambre, aunque él no podría volver a tragar ni un bocado en toda su vida, debido al pesado nudo que tenía asentado en el pecho.


Cuando _________ despertó, la habitación estaba vacía
Tenía algo de frío, de manera que agarró la sábana que se había deslizado hasta su regazo al incorporarse y se envolvió con ella, distraída.
—¿Nick?
No, no estaba. Pero eso no la preocupó. Sabía que volvería, y esta vez no la había esposado a la cama. La vida era magnífica. Vio por la rendija de las cortinas que la lluvia se había convertido en una llovizna, y se estiró sonriendo.
Se sentía realmente bien.
La había llamado _________. No habían hablado después de hacer el amor. Se sentía demasiado exhausta para expresar sus sentimientos, y Nick se había limitado a abrazarla en silencio mientras la acariciaba, hasta que los dos se quedaron dormidos. Pero ahora todo iría bien.
Nick sabía por fin quién era.
Pero lo que _________ no esperaba era la reacción de Nick. En cuanto este volvió a la habitación, se dio cuenta de que estaba tan receloso como un perrillo a punto de recibir una patada.
Se detuvo junto a la puerta y sacudió la cabeza como un perro mojado. El agua que empapaba su pelo oscuro salió volando en todas direcciones. Fue a llevarse la mano a la cabeza para echarse el pelo hacia atrás, pero de pronto se quedó quieto mirándola con ojos cautelosos tras la pantalla de negras pestañas.
—Hola —dijo, aferrando con la otra mano las aromáticas bolsas que llevaba—. Te he... te he traído algo de comer.
—Gracias. —_________ atravesó la habitación, decentemente cubierta por la camisa de Nick y el tanga rojo de Kaylee—. Estoy muerta de hambre. —Cogió las bolsas y las colocó en la mesita de la esquina—. ¿Qué has traído? Seguro que no es pollo.
—_________.
La seriedad de su tono le hizo alzar la cabeza, y vio sorprendida que el rubor subía por su cuello moreno hasta la tersa piel de su mentón.
—Eh... supongo que te debo una disculpa. —Nick carraspeó—. Bueno, no sé cómo disculparme. Desde el principio intentaste decirme quién eras, y yo no quise escucharte.
Ah, la venganza. Qué dulce es la venganza. _________ contempló el rubor que teñía sus mejillas, le oyó tartamudear buscando las palabras, y se dio mentalmente un gran abrazo. Pero reprimió su sonrisa y le miró con fingido reproche. Al fin y al cabo, se había divertido bastante a su costa.
—Me debes mucho más que una disculpa, Jonas.
Aquellos solemnes ojos verdes fueron para Nick un martillazo, y echó de menos la chispa divertida que solía brillar bajo la superficie.
—Sí. Ya lo sé. —Sus manos ansiaban tocarla, pero se las frotó contra los pantalones y se las metió en los bolsillos.
Con los hombros caídos, tragó saliva. A pesar de que todo estaba en su contra, había esperado no tener que hacer aquello.
—Yo... eh... ahora mismo lo dispongo todo para llevarte de vuelta a tu casa.
_________ se atragantó con el trozo de pan que se acababa de comer. Se lo tragó sin apenas masticarlo y dejó la barra sobre la mesa. Estaba a punto de recordarle cierta oferta de meterse a monje, pero aquella declaración la dejó sin palabras. Si su expresión era la mitad de estupefacta de lo que a ella le parecía, debía de ser todo un poema.
—¿Cómo dices?
—He dicho que...
—¡Dios mío! —exclamó _________. La indignación corría por sus venas—. ¡No me lo puedo creer, Nick!
—Escucha, ya sé que con eso no reparo el daño...
—¿A eso lo consideras tú reparar los daños? Pero ¿qué clase de hombre eres? Si ahora crees que soy _________ y no Kaylee, también sabrás que no te mentía cuando te hablé del Cadenas. Ese hombre pretende matarme. ¿Y tú vas a dejarme para que me enfrente yo sola al problema? Ya, claro. ¿Por qué no? —decidió con una mueca de amargura—. Ya estoy acostumbrada. A nadie se le ha ocurrido nunca pensar que necesito ayuda para enfrentarme a los problemas de la vida.
Nick se quedó de piedra. Cuando por fin se dio cuenta de que la pelirroja no era Kaylee, se le había borrado todo de la mente, salvo lo mal que lo había llevado todo.
Dio un paso hacia ella y se detuvo.
—Se me había olvidado. Joder —exclamó, moviendo la cabeza burlándose de sí mismo—. Te he sacado de tu casa, te he humillado, te he llamado mentirosa, te he seducido...
—Esa parte me ha gustado —dijo ella malhumorada.
Pero Nick estaba tan inmerso en su propio malestar que apenas oyó la interrupción.
—Y cuando descubro que con la recompensa de tu fianza no podré conseguir el refugio de Gary, me dispongo a abandonarte para que te enfrentes tú sola al peligro que yo he creado. Debes pensar que soy un cerdo.
_________ había recuperado el buen humor. Ya no necesitaba echarle los perros; lo estaba haciendo él solito de maravilla. Desde luego Jonas se tomaba muy en serio sus responsabilidades. _________ se preguntó si también se ofrecería para comprarle a ella un refugio.
—En realidad iba a decir que el peligro no lo has creado tú, sino la situación en la que está metida Kaylee, que estaba en el sitio equivocado en el momento menos oportuno.
Nick esbozó una mueca.
—Eres muy generosa.
—Sí, así soy yo, generosa a más no poder. Nick, dime una cosa. —_________ esperó a que él la mirara a los ojos—. Dices que te habías olvidado del Cadenas. ¿Te acordabas de él cuando te ofreciste a llevarme a mi casa?
—No, pero...
—Entonces, por Dios, cálmate un poco. Te lo tomas todo demasiado a pecho. No todo en este mundo es responsabilidad tuya. Anda. —_________ comenzó a sacar la comida de las bolsas—. Vamos a comer algo.
La expresión de Nick era impagable. Resultaba evidente que estaba confuso, y su respuesta automática fue sentirse irritado. Con las manos metidas en los bolsillos, la miró con un gesto malhumorado en la boca y con ojos cautelosos. Sin embargo, se acercó cuando ella señaló imperiosamente con el mentón la comida que acababa de disponer sobre la mesa.
Poco después, _________ se limpiaba los labios con una servilleta de papel.
—Bueno. ¿Y ahora qué hacemos?
Nick tragó lo que tenía en la boca. Seguía mirándola con cierto recelo, pero se secó con la servilleta que tenía arrugada en el puño y pidió con su arrogancia habitual:
—Cuéntame todo lo que sepas del Cadenas.
_________ obedeció, y luego se arrellanó en la silla aguardando su respuesta.
—Definitivamente tenemos que seguir juntos. —Nick intentó convencerse de que no sentía una tremenda oleada de satisfacción—. Supongo que la cuestión es adónde nos dirigimos ahora. —La miró con los ojos entornados—. ¿Quieres que te lleve a tu casa?
—No. —Y meneó la cabeza con tanta decisión que varios mechones de pelo se enroscaron en torno a su pálido cuello. _________ se los apartó para metérselos detrás de las orejas—. Tengo la impresión de que el Cadenas no sabe nada de mí, y, francamente, me gustaría que siguiera sin saber nada. Desde luego no quiero llevarle directamente a mi casa. Además... —_________ le miró a los ojos—. Ahora estoy metida en esto. No te librarás de mí hasta que sepa cómo acaba todo esto. Creo que me he ganado ese derecho.
A Nick le parecía perfecto. Plantó los pies en el suelo, agarró la silla y se acercó con ella un poco más a _________. Estaba deseando acariciar la suavidad de su muslo bajo la camisa, pero se limitó a apretar el asiento de la silla.
—Muy bien. Siempre y cuando comprendas que aquí mando yo. —En aquella debacle lo había perdido todo, pero desde luego no pensaba ceder el mando. Era responsable de aquella situación y estaba decidido a hacer bien las cosas en adelante.
—Desde luego, Nick. —Y al oír su tono sumiso, Nick la miró con suspicacia—. No lo querría de ninguna otra manera.


Debería de haber sabido que era demasiado bueno para ser cierto. Qué demonios: lo sabía. Pero como era un idiota, había permitido que le engañara una vez más.
—Joder, _________, te estoy diciendo que no podemos permitírnoslo —decía veinte minutos después.
A pesar de todo, se encontraba caminando junto a ella hacia el taller del pueblo, encogiendo los hombros contra la llovizna.
—Lo que no podemos permitirnos es no hacerlo —repuso ella—. El Cadenas nos está buscando en el autobús. A la larga nos resultará más barato alquilar un coche que dar con él. —_________ le clavó sus grandes ojos verdes—. Confía en mí. ¿Acaso me he equivocado hasta ahora?
—Mierda. Ya estamos con los reproches. —Pero Nick acabó cediendo con toda la elegancia de que fue capaz—: Bah. Qué demonios. Supongo que tienes razón. De todas formas ya me he despedido del refugio de Gary.
—Pero mira el lado positivo, Nick. La Greyhound pagará el motel de anoche, y lo más probable es que te devuelvan el dinero de los billetes. Con eso reducirás un poco los gastos. —_________ le miró bajo sus largas pestañas—. Lástima que no llevemos un equipo de camping. Así te ahorrarías también el dinero del alojamiento.
Nick contempló su expresión cándida.
—Te diviertes mucho haciéndome pasar por tacaño, ¿verdad? Pues no lo soy, que lo sepas. Lo que pasa es que tenía un plazo de tiempo y un presupuesto, e hice todo lo posible por respetar las dos cosas para lograr mi objetivo.
Aquello le tocó la fibra a _________. Nick había fracasado en su tarea y lo había aceptado bien. No se había quejado ni una sola vez, como ella habría estado tentada de hacer. También sabía que a él no le haría ninguna gracia que se lo dijera. Estaba firmemente asentado en su profesionalismo y parecía muy lejano.
—Bueno, pues me alegra saberlo —se limitó a comentar—. Entonces no te importará comprarme algo de ropa, ¿verdad?
_________ no supo si le gustaba del todo la chispa que se encendió en los ojos de Nick.
—¿Algo suelto? —preguntó—. ¿Como la blusa que te mancharon de zumo el primer día?
—Sí.
—¡Bien! Pero no te vuelvas loca, ¿eh? No es que tenga mucho presupuesto.
—¡Ay, cariño! Como si no lo supiera. En este estado debe de haber algún hipermercado.


Encontraron unos grandes almacenes en Laramie, que era lo más lejos que el dueño del taller estaba dispuesto a permitirles llegar con su coche. Dejaron el vehículo en una agencia nacional de alquiler que tenía un acuerdo con el taller, y allí eligieron un coche algo más grande para dar cabida a dos largos pares de piernas. Tras comprar la ropa, se dirigieron por una autovía secundaria hacia la frontera del estado de Colorado.
Una hora y media más tarde, _________, con el codo apoyado en la ventanilla abierta, respiraba el fragante aire de las montañas de Colorado que agitaba su pelo, recogido en una coleta, y se sentía en paz con el mundo.
Gran parte de su alegría se debía a llevar por fin ropa que no se aferraba a cada partícula de su cuerpo. Se miró los pantalones cortos de cuadros, con el amplio dobladillo que terminaba algo por encima de la rodilla, y la ancha camiseta a juego. No era tan amplia como la mayoría de las prendas de su guardarropa, pero lo cierto es que ya no se sentía tan tímida con su cuerpo como hacía una semana.
La vida era maravillosa.
—¡Idiota! ¡Imbécil!
_________ apartó la vista del espectacular paisaje y miró sorprendida a Nick. Tenía el entrecejo fruncido y miraba alternativamente la carretera que serpenteaba por la montaña y el espejo retrovisor. Aliviada al comprobar que no se refería a ella, _________ se volvió en el asiento para ver qué pasaba.
Llevaban pegado a la espalda un gran coche plateado y la distancia entre los dos vehículos se acortaba cada vez más.
—¡El hijo de puta! —exclamó Nick. La miró un instante—. ¿Llevas puesto el cinturón? Bien. —Con la vista de nuevo en la carretera, soltó un poco el acelerador—. El muy gilipollas querrá adelantarnos. ¡Y aquí no hay sitio!
Apenas había pronunciado la última frase cuando recibieron un golpe por detrás. _________ quiso lanzar un grito, pero apenas le salió un débil chillido entre las cuerdas vocales paralizadas. Nick lanzó una maldición y se aferró con fuerza al volante para corregir la curva que había trazado el coche hacia la cuneta y el precipicio que caía más allá.
El coche plateado volvió a golpearles en el parachoques trasero. Se oyó un chirrido de metal contra metal y las ruedas del lado de _________ levantaron una tormenta de polvo y arena al salirse de la carretera.
—¡Dios mío! ¿Está borracho? ¿A qué juega? —preguntó sin aliento, volviéndose de nuevo para ver al otro coche.
El vehículo se apartó un poco y aceleró para salirse al otro carril y ponerse a su misma altura.
—Dios mío, Dios mío—susurró _________—. ¡Es él, Nick! ¡Es Jimmy Cadenas! ¿Cómo nos ha encontrado?
Cuando los dos coches estuvieron lado a lado, el Cadenas alzó el brazo.
—¡Nick, cuidado! ¡Tiene una pistola!
Aprovechando que Nick tenía la atención dividida entre conducir y agacharse para ofrecer un blanco más pequeño, el Cadenas dio un volantazo hacia el otro coche. Su vehículo, más pesado, consiguió echarlos a la cuneta.
Nick forcejeaba para evitar acercarse demasiado al precipicio. El polvo se alzaba bajo los neumáticos. Cuando ya tenía las ruedas delanteras bajo control, el Cadenas se colocó detrás y volvió a embestirles. La parte trasera del coche de Nick, que todavía culeaba, dio una sacudida hacia el borde del precipicio. Y de pronto las ruedas estaban girando en el vacío. Por un instante el vehículo quedó suspendido sobre el precipicio. Luego, con un crujido, la gravedad tiró de él y las ruedas delanteras se levantaron del suelo. Un segundo después el capó señalaba hacia el cielo.
—Dios mío, Dios mío —repetía _________ sin sentido.
Puso las manos en el salpicadero y apretó con todas sus fuerzas, como si ejerciendo presión suficiente pudiera impedir que el coche volcara y cayera dando vueltas por el abismo. Nick estaba inclinado hacia delante todo lo que le permitía el cinturón de seguridad.
Pero el coche acabó deslizándose y cayó a toda velocidad y con un estruendo horrible por la pendiente casi vertical. Las ruedas delanteras se despegaron del suelo varias veces, pero de alguna manera no llegaron a volcar. _________, sin embargo, tenía el estómago como si estuviera dando saltos mortales.
A medida que la pendiente se iba haciendo menos pronunciada, los matorrales y las ramas arañaban el metal y entraban y salían dando latigazos por la ventanilla abierta de _________. Las piedras rebotaban con fuertes ruidos metálicos en el suelo del coche, y en el parabrisas llameaban borrones verdes.
De pronto el coche chocó con estruendo contra una roca y giró como si estuviera sobre un eje. Osciló el tiempo justo para que pudieran ver claramente el gigantesco árbol que se alzaba justo en mitad de su trayectoria montaña abajo. Luego el vehículo se desplomó de nuevo. Mientras caían por la pronunciada pendiente, _________ rezó una silenciosa oración pidiendo una muerte rápida e indolora. Por fin, con el impacto de un tren de carga que chocara contra un muro de ladrillos, se estrellaron de frente contra el árbol.
Dos airbags surgieron en el salpicadero aplastándolos contra sus asientos.
Una carcajada incrédula estalló en la garganta de _________.
—¡Dios mío! —resolló—. ¡Dios mío! ¿Puedes creértelo? ¿Estás bien, Nick? ¡Estamos vivos! —Le tocó la mano, que descansaba en el asiento entre ellos y jadeó—. Había olvidado que el coche tenía airbags. Dios mío, Nick, estamos vivos. —Y se llevó una mano trémula al mentón—. Vivos.
Nick la miraba de arriba abajo, comprobando si estaba herida. Luego frunció el ceño y olisqueó. Y volvió a olisquear.
—¿Hueles a gasolina? —De pronto comenzó a desabrocharse el cinturón entre maldiciones—. ¡Mierda! Esa roca ha debido de hacer un agujero en el depósito. ¡Desabróchate el cinturón, pelirroja. —Al ver que ella lo miraba sin reaccionar, gritó—: ¡Espabila! Tenemos que salir de aquí ahora mismo.
_________ espabiló, y en cuanto se soltó fue a abrir la puerta, pero la voz de Nick la detuvo.
—No. Sal por la ventana. No hay manera de saber qué daños han recibido las puertas, y una sola chispa podría provocar una explosión.
_________ le miraba mientras forcejeaba contra el airbag y apartaba las ramas para abrirse paso por la ventanilla.
—¿Y cómo va a saltar una chispa?
—Pues con metal contra metal, cariño. Solo hace falta una y... ¡bum! Nos convertimos en una barbacoa.
—¡Dios mío! —_________ se lo quedó mirando—. Siempre cargado de noticias alegres, ¿eh? Además, ¿cómo sabes tú esas cosas?
Los dientes de Nick llamearon con fiera blancura en su rostro moreno.
—Eh, que estamos vivos, preciosa. No se puede pedir más. Y no sé cómo lo sé. Supongo que son cosas de hombres.
Ella alzó una ceja con gesto escéptico.
—¿Qué pasa, que lo absorbéis por el pene?
—Pues mira, mi soldadito ha sido el padre de mis mejores ideas —convino Nick, y le dio un golpecito en la pierna mientras ella se encaramaba a la ventana. Lo que el soldadito estaba pensando en ese momento, tal como Nick reconoció mientras ella salía, era muy poco apropiado para las circunstancias.
El caso es que había estado tan ocupado dándose cabezazos contra la pared pensando en la de veces que la había cagado, que había perdido de vista el hecho de que _________ no era ninguna incauta. Nick había llegado a pensar que, entre otras cosas, se había aprovechado de forma indigna de su inexperiencia. Pero si la pelirroja no hubiera querido hacer el amor con él, no lo habría hecho.
Qué demonios. Intentó contener una sonrisa de chiflado... y no pudo.
—Dame mi bolso. —La cara de _________ apareció en la ventanilla—. ¿De qué te ríes? Creía que estábamos preocupados porque corríamos el riesgo de convertirnos en pinchitos morunos.
—La gasolina no entra en combustión espontánea —replicó él mientras le tendía el bolso—. Apártate. —Alzó los brazos, se agarró a una rama y salió a pulso del coche—. No pasará nada mientras no salte ninguna chispa.
Se agachó bajo las ramas y fue a inspeccionar el maletero del coche. Teniendo en cuenta los golpes que había recibido, parecía sorprendentemente intacto, y no le pareció muy peligroso abrirlo para sacar su equipaje, de manera que metió la llave en la cerradura.
Entonces comenzaron los tiros.
—¡Hijo de puta! —Nick agarró a _________ de la muñeca y la arrastró detrás del árbol, para protegerse de las balas—. ¡Corre!
—¿Es el Cadenas? —_________ iba a rastras tras él mirando por encima del hombro para comprobar lo cerca que estaba el peligro—. ¿Viene?
—No, creo que todavía está arriba. —Nick tiró de ella, impaciente—. Venga, pelirroja, espabila. Créeme, nos conviene alejarnos del coche todo lo posible.
—Pero está demasiado lejos para que una pistola resulte efectiva, ¿no? —insistió ella.
—Sí... A menos que le dé a alguna roca que haga saltar la chispa de la que te hablaba. El depósito ha dejado un rastro de gasolina por toda la pendiente, así que todavía es posible que salgamos ardiendo. —Nick miró a su espalda mientras arrastraba a _________ hacia el interior del bosque—. ¿Te apetece correr el riesgo?
_________ le adelantó en un verdadero sprint.
—Pues no. Para nada.
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 8th 2013, 20:25

que espabileee
jjajajaja siguela
que locura
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 9th 2013, 12:49

Capítulo 21
—¿Tienes alguna idea de dónde estamos? —Caía ya la tarde y _________ estaba más nerviosa que un gato. Tenía los tobillos y los muslos llenos de arañazos, y las piernas y los brazos cubiertos de picaduras. Iba detrás de Nick, evitando pisarle los talones—. ¿Alguna vez has ido de acampada de pequeño? —preguntó, dándole una palmada a otro mosquito que intentaba chuparle la sangre—. Yo no he acampado en mi vida. —Echó hacia atrás la cabeza para mirar entre las altas copas de los árboles, ansiosa por ver un poco de cielo—. Nos hemos perdido, ¿verdad? Esto es demasiado campo para mi gusto.
Nick se detuvo y dio media vuelta. Tuvo que agarrarla por los hombros para estabilizarla cuando _________ chocó contra él. Retrocedió un paso y la miró a la cara.
—Vamos a detenernos y hacer campamento para pasar la noche —dijo con decisión.
—Ah, buena idea. —_________ vio que estaban en un diminuto claro—. ¿Y eso cómo se hace exactamente? Se monta una tienda, supongo. Solo que nosotros no tenemos ninguna. ¿Vamos a buscar bayas silvestres o algo así? Pero ¿y si son venenosas? —_________ se arrepintió de haber abierto la boca. Cuanto más hablaba, más se asustaba. Pero aquel enorme bosque estaba fuera de cualquier experiencia que hubiera vivido.
Nick le acarició el pelo con la mano.
—No estamos perdidos, pelirroja. Tenemos que pasar aquí la noche, pero mañana llegaremos a un pueblo. Recoge algo de leña, que yo voy a buscar bayas.
_________ no quería por nada del mundo perderlo de vista, pero se mordió con fuerza la parte interior de la mejilla para evitar todas las vergonzosas súplicas que se acumulaban en su garganta. Era una mujer independiente, maldita sea, siempre lo había sido. Cuidaba de otras personas, y desde luego no necesitaba que nadie cuidara de ella. Se lo quedó mirando hasta que desapareció entre los árboles. Luego respiró hondo varias veces para mitigar el pánico. Dios. Casi estaba hiperventilando. Aquello era patético.
Pero tenía el espantoso presentimiento de que toda aquella exuberante naturaleza estaba atestada de criaturas de muchas patas dispuestas a treparle por la piel.
Fue por los perímetros del campamento recogiendo con mucho cuidado ramas caídas e inspeccionándolas en busca de insectos antes de llevarlas a la creciente pila en el centro del claro.
De pronto sonó un disparo no demasiado lejos, y estuvo a punto de hacerse pis encima. Con la mano sobre el corazón, que le martilleaba en el pecho, se metió entre las sombras de un árbol, donde aguardó ansiosa hasta oír la voz de Nick.
—¿_________? No tengas miedo, cariño. Era yo, cazando la cena. En cuanto la despelleje, la traigo.
¿Despellejarla? _________ movió la cabeza. No quería ni saberlo.
Una hora más tarde, sin embargo, estaba más tranquila. Nick entretenía una pequeña hoguera en un círculo de piedras y el conejo al que le daba vueltas ensartado en un palo olía de maravilla. Después de que Nick le asegurara repetidas veces que a la mañana siguiente estaría de nuevo en el mundo civilizado, su principal preocupación en ese momento era un problema de ocho patas.
Mirando nerviosa por encima del hombro hacia la oscuridad, se acercó más a Nick.
—¿Habrá muchas arañas en estos bosques?
Nick seguía atendiendo al conejo.
—Estamos en Colorado, pelirroja. Aquí no hay arañas. Igual que en Hawai no hay serpientes.
_________ se dejó caer aliviada junto a él.
Pero de nuevo se puso a pensar.
—Mira que tienes cuento, Jonas. —Le dio un golpe en la rodilla y se enderezó—. Tengo aracnofobia, pero no soy estúpida.
Nick se volvió hacia ella. Sus ojos dorados relumbraban a la luz del fuego.
—Pues no sé cómo decirte esto, princesa, pero tener aracnofobia es un poco estúpido.
—¡Por favor! Y tú no tienes miedo de nada, ¿verdad? Ya sea racional o no.
—Pues no. —Nick se golpeó el pecho con el puño—. Yo, gran hombre fuerte.
_________ soltó un ruido grosero y volvió a mirar nerviosa hacia la oscuridad.
Nick sonrió, le pasó el brazo por los hombros y la estrechó de nuevo contra él. Su vulnerabilidad le parecía encantadora; se trataba de una faceta de ella que desconocía. Y desde luego despertaba en él un enloquecido instinto protector.
—No te lo crees, ¿eh? Pues créete esto. —La estrechó con el brazo y alzó la cabeza para mirar las estrellas, bajas en el cielo. Luego la miró a la cara—. A estas altitudes, no encontrarás muchas arañas. Y si por casualidad nos encontramos con alguna, me encargaré de ella antes de que pueda acercarse a ti.
—¿Y si se me sube por detrás en la oscuridad?
—_________, las arañas tienen más miedo de ti que tú de ellas.
Ella le clavó esa mirada que solo a las mujeres parece dárseles bien, y Nick dio marcha atrás.
—Está bien, pues digamos que tienen casi tanto miedo de ti como tú de ellas. El caso es que son criaturas tímidas. No se dedican a saltar sobre la gente en la oscuridad. Más bien evitan el acercamiento.
_________ resopló de nuevo, incrédula, pero se tranquilizó un poco.
—¿Tienes hambre? —preguntó Nick—. Creo que el conejo está casi hecho.
Comieron con las manos y bebieron agua de río con una lata de cerveza que Nick había encontrado en el suelo.
—Mira que la gente es guarra —comentó, cuando _________ le preguntó por la lata—, pero en este caso nos ha venido bien. La he lavado lo mejor posible, pero lleva tanto tiempo tirada que dudo de que haya sobrevivido ningún germen.
Con el estómago lleno y el cuerpo de Nick calentándole el costado derecho, _________ dejó de sentirse tan desesperadamente fuera de su elemento. Sin embargo, seguía teniendo la sensación de que en cualquier momento iba a subir por su espalda alguna araña, y no hacía más que mirar nerviosa por encima del hombro.
De pronto Nick le agarró la muñeca.
—Mientras tengas la espalda expuesta no te tranquilizarás, ¿verdad? Pues ven aquí. —La hizo sentar entre sus piernas y la abrazó por la cintura—. Cuéntame, ¿en qué cursos das clases?
_________ se relajó por primera vez desde que tuvieron que alejarse de la seguridad del coche. Caldeada por el cuerpo de Nick a su espalda, se acurrucó más contra él mirando el fuego. No recordaba que nadie se hubiera tomado tantas molestias para hacer que se sintiese segura, y menos por algo tan poco relevante como una fobia. Era algo... muy agradable.
—Séptimo y octavo —contestó.
—¡Madre mía! ¿Adolescentes? No me extraña que no pudiera colarte ni una. ¿Qué asignatura?
—Principalmente lengua.
_________ se rascó una picadura en la pantorrilla. Contestó las preguntas que le hizo Nick sobre su trabajo y al cabo de un rato quedaron en silencio. Mirando somnolienta las llamas, pensó que solo habían hablado de ella, de manera que alzó la cabeza apoyada en su hombro para mirarle.
—¿Puedo preguntarte una cosa?
—Claro.
—¿Por qué es tan importante para ti comprar ese refugio para tu amigo?
Nick se tensó un momento, pero _________ notó que luego relajaba los músculos y se removía en el suelo, a su espalda. Con sus manos cálidas la hizo moverse unos milímetros para acoplarse a la nueva postura, y apoyó el mentón sobre su cabeza.
—Gary y yo siempre hablábamos de comprarnos uno cuando nos jubiláramos —comenzó con un tono evasivo—. Pero da la casualidad de que ahora han puesto en venta el mismo refugio al que solíamos ir cuando estábamos de permiso.
—Y por eso es tan especial, ¿no? —_________ frunció el ceño—. Entonces ¿por qué nunca lo llamas «tu refugio»?
—¿Qué? Claro que lo llamo así.
—No. —Por la forma en que los brazos de Nick se tensaron en torno a ella, _________ notó que había tocado alguna fibra, pero siguió insistiendo. Sabía que allí se escondía algo—. Siempre lo llamas el refugio de Gary, como si no tuviera nada que ver contigo.
Todos los deseos de Nick, que durante los últimos tres años habían permanecido casi enterrados, se agolparon dentro de él. Sí, si las circunstancias hubieran sido distintas, le habría apetecido hacer otras cosas. Y el hecho de que _________ hubiera logrado abordar un tema que él había mantenido apartado, incluso para él mismo le puso furioso. Apartó los brazos de ella.
—Es alucinante —comentó con sarcasmo, echando un palo al fuego—. En cuanto te follas a una tía, esta se cree que lo sabe todo de ti.
Las palabras resonaron en su cabeza en cuanto las pronunció y se quedó horrorizado. Tal vez se hubiera criado en un ambiente de pobreza, pero su madre le había enseñado a tratar a las mujeres con respeto. Notó que _________ se apartaba de inmediato y apretó las piernas en torno a ella, envolviéndola de nuevo con los brazos para que no se fuera.
—Lo siento —se disculpó con voz ronca—. Eso no venía a cuento. No sé qué me ha pasado.
—No, si tienes toda la razón —replicó ella con gélida educación—. No me debes ninguna explicación. Al fin y al cabo somos casi desconocidos.
—De eso nada. —Nick la estrechó entre sus brazos—. Somos cualquier cosa menos desconocidos. Es que... has metido el dedo en la llaga, eso es todo. Y he saltado sin pensar lo que decía.
—¿Por qué? —preguntó ella, en un tono frío y desinteresado.
—Porque tienes razón. —Nick respiró hondo y miró el fuego—. Gary y yo siempre hablamos de comprarnos un refugio de pesca, pero era solo un sueño. Algo que parecía muy lejano en el futuro.
—Y ahora se te ha echado encima, ¿no?
—Sí. —Su pecho se movía contra la espalda de _________—. Algo así.
_________ miró las estrellas.
—¿Y qué preferirías hacer?
—Nada. —Nick se encogió de hombros—. Lo que hago está bien.
—Maldita sea —exclamó ella, volviéndose para mirarle enfadada—. Mira, si no quieres hablar del tema me lo dices. Pero no me contestes con evasivas para luego saltar con algo ofensivo porque estás dolido. Dime, ¿qué preferirías hacer?
—No es asunto tuyo.
—Bien. —_________ se volvió de nuevo hacia el fuego, tensa entre sus piernas.
—Me gustaría ser policía, ¿vale? —Nick lanzó una maldición y se pasó la mano por el pelo—. Me gustaba ser policía militar. Me gustaban la estructura y el orden. —Se le encogía el estómago al pensar que jamás volvería a sentir ese estado de satisfacción. Respiró hondo y se enderezó un poco—. Pero no siempre se puede hacer lo que uno quiere. Así es la vida.
—¿Y ahora qué vas a hacer? —preguntó _________ con voz suave y cálida de nuevo.
—¿Quién sabe? Intentar conseguir una recompensa que valga la pena antes de que alguien compre ese refugio, supongo. Lo que sí sé es lo que no me apetece hacer.
_________ le miró de nuevo.
—¿El qué?
—Tener que decir a Gary, en cuanto encuentre un teléfono, que la he cagado.


Se despertaron al amanecer, fríos, entumecidos y, por lo menos _________, sintiéndose bastante mal. Se zafó de los brazos de Nick para levantarse y se sacudió el polvo. Echaba de menos el cepillo de dientes y se atormentó por un momento pensando en agua caliente y ropa limpia. La ducha y el cepillo de dientes serían su recompensa cuando volvieran a la civilización. ¡Y quisiera Dios que fuera pronto!
Hizo lo posible por contener la llamada de la naturaleza, temerosa de internarse sola por los bosques. Pero al final la necesidad se hizo demasiado imperativa. Con un hondo suspiro, se metió entre los árboles.
Nick la contempló mientras desaparecía. Él tampoco se encontraba muy bien.
¿Qué demonios estaba haciendo?
De alguna forma, su relación con _________ se había alejado demasiado de lo aceptable, de hecho casi bordeaba lo ridículo, y ya era hora de volver a controlar la situación. ¿La conocía desde hacía cuánto... seis días? Qué demonios, estaba seguro de que en cuanto solucionara el asunto del Cadenas y Hector Sanchez, no volvería a verle el pelo. _________ regresaría a su vida, a su acogedora casita y a su gratificante trabajo, y ya está. No volvería a ver aquellos ojazos verdes.
Así que era hora de dejar de hacer el tonto. Nada de juegos sexuales, y desde luego nada de volver a contarle sus intimidades. De ahora en adelante iba a ser un verdadero profesional. A patadas, cubrió con tierra los últimos rescoldos de la hoguera sin hacer caso del nudo que tenía en el estómago. Tal vez le doliera un poco, pero era la decisión correcta y lo sabía.
Una decisión que se borró de su mente en cuanto el escalofriante grito de _________ hendió los bosques.


Entró en el bosque a la carrera con la pistola en las manos, intentando cubrir con la vista el máximo terreno hasta localizar el peligro. _________ se abrazaba temblando y con un pie encima del otro, pero no había ni rastro de Jimmy Cadenas. Sin dejar de inspeccionar los árboles circundantes, se acercó a ella.
—¿Estás bien? ¿Dónde está?
—Ahí —respondió ella con voz temblorosa, señalando el suelo—. Ahí está.
Nick, perplejo, siguió con la vista y la pistola su trémulo dedo. No había nada.
Excepto una araña.
Nick tardó un minuto en comprender lo que pasaba. Luego bajó la pistola.
—¡Por Dios bendito! —exclamó—. ¿Por eso te has puesto a gritar como una loca? —Es verdad que se trataba de una araña de considerable tamaño, pero aun así...—. Joder, _________, creí que el Cadenas te había atrapado.
_________ seguía señalando con el dedo tembloroso.
—¡Dispara!
—Es una araña, chica. Uno no va pegando tiros a las arañas.
_________ le miró con incrédula indignación.
—¡Pues le pegaste un tiro a un conejo indefenso!
—Por todos los santos, pelirroja, eso era distinto. Era la cena.
—¡Dispara!
—Mira, el bicho está justo en una piedra. Como la bala rebote, aquí puede pasar de todo.
—¡Ay, Dios mío, tiene unas patas gordas y peludas! —_________ le miró con unos ojos enormes—. Por favor, Nick.
Nick se limitó a pisar la araña.
_________ se arrojó en sus brazos, aferrándose a su cintura como si quisiera fundirse en él. Nick la estrechó contra su pecho mirando a lo lejos.
Por Dios bendito. ¿Cómo demonios iba a tener la más mínima posibilidad de comportarse como un profesional si ella insistía en hacer cosas así?
Nick la apartó un poco y con las manos en sus hombros se la quedó mirando.
El paseo por los bosques y pasar una noche al raso no suponían una incomodidad para él. Pero la experiencia había sido mucho más dura para ella. Estaba cubierta de picaduras y arañazos, se la veía todavía más pálida de lo habitual y tenía el moño torcido y casi deshecho. Nick le apartó el pelo de la cara.
—¿Ya estás bien?
_________ respiró hondo. Luego alzó el mentón, cuadró los hombros y asintió, apartándose de él. Nick dejó caer los brazos a los costados.
La pelirroja tenía valor, eso había que reconocerlo.
—Bien —le espetó—. Pues entonces vamos a levantar el campamento.
_________ tenía la sensación de que llevaba días caminando detrás de Nick. Iba escudriñando el suelo con atención, pero de vez en cuando alzaba la cabeza para mirarle la espalda. A juzgar por su forma de andar, moviendo los brazos, con los hombros relajados, ¡hasta silbando, por Dios!, era como si estuvieran paseando por una galería comercial en lugar de atravesar un gigantesco bosque en mitad de la nada. Era exasperante. ¿Por qué a él no le salían obstáculos al paso, como le ocurría a ella? Y además, silbaba fatal.
Iba tan ocupada mirando dónde ponía los pies que no se dio cuenta de que Nick se detenía. Chocó contra él con tal fuerza que sus pechos se aplastaron contra su espalda.
Después de recuperar el equilibrio, miró a su alrededor, y se quedó pasmada al ver que estaban donde habían empezado, en el coche accidentado con el adorno en el capó de un árbol de hoja perenne. _________ miró con expresión dudosa a Nick.
—¿Esto es una buena idea?
Nick abrió el maletero.
—No sé si es buena, pero de momento este es probablemente el lugar más seguro para nosotros. Los vapores de la gasolina ya se habrán disipado.
—Pero ¿y el Cadenas?
Nick le dio la maleta de Kaylee y cerró el maletero. Abrió un mapa que llevaba en su bolsa y lo extendió sobre el coche.
—Mira. Creo que este es el punto en el que nos echó de la carretera. Había pensado en ir hacia aquí —su largo dedo marcó una ruta que cruzaba la autopista un poco más adelante—, pero cuantas más vueltas le doy, más convencido estoy de que allí es donde el Cadenas esperará que salgamos. —Nick volvió la cabeza y su voz le sonó a _________ justo en el oído—: Así que coge lo más imprescindible y deja lo demás en el coche. Subiremos por aquí.
_________ alzó la vista hacia la pronunciada pendiente por la que habían caído y no se habían matado de milagro.
—¿Por aquí?
—Sí. Y cuando digo que cojas solo lo imprescindible, hablo en serio. Solo lo que sea absolutamente necesario. Querrás tener las manos libres, y yo desde luego no estoy dispuesto a llevar tacones rosas ni nada de eso.
_________ se metió la cartera de Kaylee en el bolsillo. Luego eligió algo de ropa interior limpia, un cepillo del pelo, cepillo y pasta de dientes, desodorante y crema hidratante. Con un suspiro, sacó de la maleta una muda de ropa limpia. Por lo visto tendría que volver a ponerse la ropa de Kaylee. Lo metió todo en la bolsa de los almacenes y se la tendió a Nick.
Nick echó un vistazo a los contenidos y sacó la crema hidratante.
—He dicho solo lo necesario.
—Eso es necesario. Contiene protección solar. —_________ le enseñó los brazos arañados—. No todos tenemos tu piel de rinoceronte. Yo me frío como una gamba. Soy muy blanca de piel, Jonas. Me quemo enseguida.
Por un instante Nick la recorrió con la vista, fijándose en cada centímetro de piel. Luego, con un gruñido, volvió a guardar la crema, metió en la bolsa algunas cosas suyas y se la ató al cinturón.
—Toma —le ofreció, tendiéndole una chocolatina aplastada después de meter la mano en su equipaje por última vez—. El desayuno.
—¡Madre mía, chocolate! ¿Quién ha dicho que no sabes tratar a las chicas? —La abrió apresuradamente y le dio un ansioso mordisco. Ya se había comido más de la mitad cuando se dio cuenta de que Nick no había comido nada—. ¿Y tú?
—Yo estoy bien.
_________ sabía lo mucho que comía. Con una última mirada anhelante, le tendió el resto de la chocolatina.
—Toma. Acábala.
Nick le clavó una mirada de impaciencia.
—Te he dicho que estoy bien.
—Cógela, Nick. No me gusta nada sentirme culpable.
Aquello era algo con lo que Nick podía identificarse, de manera que aceptó la chocolatina y la devoró mientras ella se limpiaba el chocolate derretido de los dedos con delicados lametones, como un gato. Jonas carraspeó.
—Gracias.
—De nada —comentó ella con un gruñido de broma.
Nick sonrió.
—Eres una buena compañera, pelirroja. ¿Lista para ponernos en marcha?
—Supongo que sí.
Fue una ardua escalada, pero no resultó verdaderamente difícil hasta que se acercaron a la cima. _________ trepó jadeando a otra roca agarrándose a un matorral. Se enjugó el sudor que le picaba en los ojos y miró consternada la pared que se alzaba sobre ella.
—Madre mía, ¡mira! Es imposible.
—No es imposible —contestó Nick, que acababa de unirse a ella—. Lo estás haciendo muy bien. Y hay muchos más puntos de apoyo de lo que parece a simple vista. —La agarró por los hombros e hizo que se volviese un poco a la izquierda—. Mira, ahí. Cógete a esa piedra. Bien. Ahora pon el pie aquí.
Nick la fue guiando mano a mano, pie a pie, por la pared. Después de varios metros, la pendiente se suavizaba un poco, para el inmenso alivio de _________. Ya no le parecía estar colgada sobre un precipicio.
Y de pronto se encontró en la cima. Se agarró al borde con los codos, encontró un apoyo para el pie y se alzó hasta quedar tumbada de espaldas sobre tierra firme. Un momento después subía también Nick. _________ se echó a reír sin aliento, mirando el cielo. Luego miró a Nick.
—Lo hemos conseguido. —Y se rió con más ganas—. ¡Por Dios bendito, lo hemos conseguido! —Rodó hasta ponerse encima de él y le dio un profundo beso. Nick hundió la mano en su pelo.
Se separaron y se incorporaron mirándose sonrientes. Nick se puso en pie y le tendió la mano.
Se estaban sacudiendo el polvo cuando sonaron unos pasos a sus espaldas. Sus sonrisas se desvanecieron mientras se daban la vuelta despacio.
—Bienvenidos —dijo Jimmy Cadenas, apuntando con la pistola a _________—. Desde luego os habéis tomado vuestro tiempo.
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 10th 2013, 10:28

¿QUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE?????
DESPUES DE TODO OMG
JIMMY CADENAS ¡QUE LE CORTEN LA CABEZA!
SIGUELAA A A A A
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 10th 2013, 19:11

hola como estan? les digo que ya son los ultimos capitulos!Sad 
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 10th 2013, 19:13

Capítulo 22
Contrariamente a lo que Nick esperaba, al Cadenas no se le había ocurrido mirar un mapa para ver los puntos de intersección de la autopista, en caso de que Nick y _________ decidieran avanzar en otra dirección. Después de ver el día anterior cómo se ponían a salvo al fondo del barranco, había considerado por un momento bajar para terminar el trabajo. Pero viendo lo abrupto del terreno y el fino acabado de sus mocasines, desechó la idea.
De manera que se quedó esperando. Había sido aburrido y tenía la ropa arrugada, lo cual le irritaba muchísimo, pero teniendo en cuenta las circunstancias, estaba muy satisfecho de sí mismo y de la situación actual.
Joder. En tantos años jamás se había dado cuenta de que tenía un gran talento.
Blandió la pistola con la que apuntaba a _________.
—Ven aquí.
A _________ no le tentaba la idea. Prefería quedarse allí, al lado de Nick, detrás de la tranquilizadora protección de sus anchos hombros. Pero entonces se acordó de lo que le había contado (¿había sido la noche anterior?) sobre la técnica empleada por la policía militar y lanzó un suspiro de resignación.
—Maniobra de despliegue —susurró, alejándose de Nick y dividiendo así el blanco que presentaban.
—¡Pelirroja! ¡Ven aquí ahora mismo! —Nick intentó agarrarla, pero _________ se zafó y el Cadenas dejó de apuntarle con la pistola para centrarse en él.
Mierda. Aquello no era lo que ella pretendía. Nick era el que llevaba la pistola, y para darle una oportunidad de usarla, tenía que conseguir que el Cadenas centrara toda su atención en ella.
—¿Has visto cómo me habla, Jimmy? —preguntó con arrogancia. El sol de la mañana arrancaba destellos al amasijo de cadenas de oro del matón y hacía destacar el brillo de sus impolutos zapatos. _________ se sacudió en vano el polvo de la ropa mientras aumentaba la distancia entre Nick y ella—. ¡Y mira! Estoy hecha un asco. No es que la ropa fuera gran cosa, pero por lo menos estaba limpia. Ya no volverá a ser la misma.
Jimmy Cadenas se volvió para mirarla, pero sin dejar de apuntar a Nick con la pistola.
—Pues a mí no me parece que se haya perdido gran cosa, Kaylee. ¿De dónde has sacado esa ropa, de Kmart?
—Exacto. ¿Te imaginas? Aquí el hombretón, que no le gusta la ropa de gogó y me ha tirado todo lo que tenía. Se cree que soy idiota.
—No es que lo crea, guapa —gruñó Nick—. Eres una completa idiota si crees que tus trucos te llevarán a alguna parte.
Ella le apuntó con un dedo acusador, sin dejar de alejarse.
—Me arrastras por los bosques, me obligas a dormir en el suelo, ¿y yo soy la idiota y la que no está civilizada? Ahí fuera hay arañas, Cadenas. Arañas enormes y peludas. —_________ no necesitó fingir un estremecimiento—. Odio el campo. La idea que yo tengo de vivir sin comodidades es tomarme un tequila sin sal. Quiero irme a casa, donde la gente sabe comportarse. Él desde luego no tiene ni idea. —Miró con furia a Nick y dio el paso que obligaría al Cadenas a elegir a qué persona apuntar.
Jimmy Cadenas se volvió por fin hacia ella y dejó caer la pistola al costado.
—Joder, Kaylee —dijo en un tono lastimero—. Desde luego me estás poniendo muy difícil hacer lo que tengo que hacer.
_________ vio que Nick se llevaba la mano a la espalda. Al mismo tiempo, oyó el crujido de unas ruedas en la grava de la cuneta. El vehículo quedaba en parte oculto por la curva de la carretera y por una extensión de matorrales bajos. Salió a la carretera, para ver quién se había detenido, y casi se pone a cantar el Aleluya al ver las luces giratorias sobre el coche patrulla.
—La policía —murmuró con reverencia.
Luego se volvió hacia Nick, sonriendo incrédula y advirtió que Jimmy Cadenas había desaparecido. Se volvió bruscamente y oyó que un coche se alejaba a toda velocidad por la carretera a sus espaldas.
—¡Eh! —protestó indignada, pero Nick estaba a su lado antes de que la objeción saliera de sus labios, y la agarraba de la muñeca con fuerza demoledora.
_________ le miró directamente a la cara y vio en sus ojos una furia asesina.
¡Dirigida contra ella, por todos los santos!
—Cierra la boca y deja que yo me encargue de esto.
—¡Pero se escapa!
—¿Y qué debía hacer yo para impedirlo? ¿Sacar la pistola? Yo estaba en la línea de tiro de la policía mientras que el Cadenas quedaba fuera de su vista. Habría sido una buena manera de que me dispararan. Se lo contaremos a la policía, pero si el Cadenas tiene dos dedos de frente, ya se habrá metido por algún camino secundario donde esperar a que se calmen los ánimos. Y ahora, por una vez en la vida, ¿quieres dejar que me encargue yo de esto?
Un agente salió del coche patrulla.
—¿Necesitan ayuda?
—Sí —contestó Nick, al mismo tiempo que _________ aseguraba con ferviente sinceridad:
—¡Oficial, no sabe cuánto nos alegramos de verle!
Nick le apretó la muñeca.
—Ayer nos echaron de la carretera...
—¡Un maníaco! Tenemos mucha suerte de estar vivos. —_________ se zafó de la mano de Nick antes de que pudiera hacerle más daño en la piel magullada. No sabía qué problema tenía Jonas, pero no pensaba permitir que lo pagara con ella. Ya había aguantado suficientes malos tratos durante una semana—. Cuéntale que el Cadenas se acaba de escapar.
—Maldita sea, lo estoy intentando, si me dejas meter una palabra de canto.
Al policía no se le veían los ojos tras el cristal reflectante de sus gafas de sol, pero su repentino estado de alerta era inconfundible.
—¿Alguien les echó de la carretera? ¿Deliberadamente?
—Sí, señor. Y hoy, cuando hemos subido, nos estaba esperando aquí. Se marchó hace un momento, cuando les vio llegar.
—Un momento. ¿Dicen que los echó ayer de la carretera y se quedó aquí esperando a que subieran? ¿Por qué? ¿Dónde?
—Es una historia algo complicada. Pero fue por aquí. —Nick echó a andar por la carretera hasta el lugar en el que se había salido el coche.
_________ empezó a sudar al ver la evidencia de su accidentado descenso por la montaña. Había huellas de neumáticos en el asfalto, el arcén estaba lleno de marcas de lo sucedido, y a lo largo de toda la caída, las rocas arañadas, los matorrales aplastados y los arbolitos rotos daban mudo testimonio del recorrido del vehículo. A lo lejos se veía la parte trasera del coche bajo las ramas caídas del árbol.
El policía lanzó un silbido.
—Tienen razón. No se han matado de milagro. Será mejor que me lo expliquen.
Nick le contó lo sucedido sin darle demasiados detalles. El agente lo anotó todo y comprobó la identificación de Nick y el permiso de armas. Era evidente que no estaba satisfecho.
—¿Se fijó al menos en el matrícula del otro coche?
—No. Todo ocurrió muy rápido —contestó Nick—. Era un Chrysler plateado, último modelo, pero estaba demasiado ocupado intentando no salirme de la carretera para verle la matrícula. —Agarró a _________ de la mano y la atrajo hacia él. Apartándole un mechón de pelo de los ojos le preguntó con suavidad—: ¿Y tú, _________? ¿Te fijaste en la matrícula?
Tal vez ante el agente pudiera parecer solícito, pero _________ advirtió la furia en sus ojos. No comprendía por qué, y de momento no intentó averiguarlo. Se limitó a contestar un sinfín de preguntas.
—Escuche —dijo por fin Nick—. Ha sido un día muy duro. La señorita MacPherson está agotada. ¿Podría llevarnos a un hotel? Me gustaría que descansara un poco mientras yo me pongo en contacto con el seguro, la agencia del alquiler del coche y la grúa. En el coche contestaré a todas las preguntas que quiera.
En poco menos de una hora, el coche patrulla entraba en Fort Collins.
—Elija usted —comentó el policía mientras pasaba por delante de varios moteles cuyos precios recorrían toda la gama, de lo más barato a lo más caro.
—Ese —dijo _________, señalando el más bonito que vio. El agente entró en el aparcamiento. Nick le apretó el muslo en señal de advertencia, pero ella le murmuró al oído—: Este lo paga Kaylee. Es lo menos que nos debe. Y francamente, Jonas, estoy cansada de alojarme en moteles de mala muerte.
Nick le soltó la pierna.
Un momento más tarde, Nick salía del coche detrás de _________, pero el agente le detuvo.
—Si no le importa, me gustaría que leyera este informe y lo firmara. Así podremos empezar a buscar al señor Slovak.
—Ya cojo yo la habitación —se ofreció _________.
Agradeció al policía su ayuda y entró en la recepción del motel.
Cuando terminó, Nick seguía hablando con el oficial, de manera que le dio una llave y ella se marchó a la habitación. Tiró la cartera de Kaylee sobre la cama y se desnudó dejando un rastro de ropa tirada en el suelo en su camino hacia el cuarto de baño. Entró en la ducha y con un suspiro de placer dejó que el chorro de agua caliente y humeante cayera sobre ella.
Acababa de aclararse el champú del cabello cuando alguien abrió bruscamente la cortina de la ducha entre los chasquidos de las anillas. _________ se dio la vuelta de golpe, cubriéndose instintivamente con las manos y los brazos. Era Nick. Aferraba la cortina de plástico en el puño y una expresión tormentosa le fruncía el ceño.
—¿Qué coño estabas intentando hacer con el Cadenas? —rugió—. ¿Querías que te matara?


Había conseguido reprimir toda su rabia mientras lidiaban con la policía, y ahora lo que más deseaba en el mundo era agarrarla por los hombros y sacudirla hasta que le castañetearan aquellos dientes perlados.
—¡Joder! —bramó—. ¡Casi consigues que me dé un infarto! ¿O es que ese era tu plan? ¡A lo mejor no pretendías que te matara a ti, sino que me muriera yo! —Aferraba la cortina con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos—. ¡Maldita sea, pelirroja! Ya te veía al lado de Gary con una silla de ruedas a juego. Y te aseguro que no creo que pueda soportar de nuevo esa carga.
_________ dejó de taparse los pechos y tendió la mano para deslizar los dedos por su mejilla.
—Uno de estos días vamos a tener que hablar de tu desmesurado sentido de la responsabilidad —murmuró.
Y entonces se arrojó sobre él y Nick se encontró de pronto atrapado en una maraña de brazos mojados y cabello chorreando, con setenta kilos de voluptuosa pelirroja pegados a él.
—Dios —susurró _________. Su aliento ardía en la oreja de Nick—. Cuando el Cadenas apareció, pensé que estábamos muertos.
—Y entonces se te ocurrió ofrecerte como sacrificio, ¿no?
—No, más bien pensaba en dividir el blanco que ofrecíamos, como tú me dijiste. —Hundió la mano en su pelo, le echó atrás la cabeza y buscó ciegamente con los labios su boca—. Pero no quiero hablar de eso ahora. Bésame, Nick.
Nick se había prometido que no habría más sexo, que en adelante se comportaría como un profesional.
Fue un juramento que rompió sin reparo alguno.
Su boca se movió el milímetro necesario para hacer contacto con la de ella, y gimió al notar la suavidad de sus labios y los sabores dulces y calientes que recibió su lengua cuando esos labios se abrieron.
Sus manos intentaban agarrarse a su resbaladiza espalda, queriendo estrecharla, cuando ella se echó a reír en su boca y se apartó.
—Llevas demasiada ropa, Jonas —comentó, humedeciéndose los labios con la lengua y tendiendo las manos hacia el botón de sus pantalones.
Nick se sacó la camisa por encima de la cabeza mientras ella se las veía con su cremallera. Se quitó los zapatos y la ropa interior y un instante después estaba desnudo frente a ella. _________ le tiró de un brazo y Nick entró en la bañera cerrando la cortina. El agua caía sobre su cabeza y Se deslizaba por su espalda.
—Date la vuelta —ordenó _________—. Voy a frotarte la espalda.
La higiene no era precisamente la máxima prioridad de Nick, pero se volvió obedientemente y apoyó las manos contra la pared. Con la cabeza gacha intentó recuperar el aliento mientras unas manos jabonosas se deslizaban una y otra vez por sus hombros, su espalda, su trasero. Unos dedos agitados se hundieron entre sus nalgas y le tocaron los testículos. Nick abrió las piernas.
De pronto los exuberantes senos de _________ se aplastaron contra su espalda, su pubis y sus muslos se pegaron a él, y sus esbeltas manos rodearon su cintura. Los músculos de su estómago brincaban bajo la capa de espuma que ella iba formando. Nick se puso de puntillas, deseando que aquellas industriosas manos bajaran un poco más, por favor, ah, Dios, un... poco... más.
Y cuando lo hicieron, todo el aire escapó de sus pulmones. Nick presionó en su mano y bajó la vista para ver su miembro alzarse oscuro y furioso contra la espuma blanca y los largos y pálidos dedos. Echó hacia atrás las caderas y desapareció entre los puños de _________. Luego volvió a embestir.
—¡Dios, pelirroja! —murmuró—. Quiero estar dentro de ti.
Se dio la vuelta y _________ se encontró de espaldas a la pared, con Nick medio agachado entre sus piernas. Sus grandes manos engulleron sus senos y amasaron y presionaron y acariciaron, hasta que los pezones se irguieron entre sus dedos. Y volvía a amasar, a presionar, a acariciar, entre los gemidos de _________.
La boca de Nick besaba, lamía y succionaba bajando por su vientre, su cintura. Hundió la lengua en su ombligo, le besó el abdomen. Un momento después estaba agachado entre los pies de _________, mirándola desde abajo. Sus ojos eran rendijas de oro entre pestañas negras.
—Abre las piernas, _________.
_________ se sonrojó, pero hizo lo que le pedía, y se mordió los nudillos para ahogar un grito cuando él pegó la boca a su pubis y con lengua ágil separaba los sensibles pliegues de piel.
—Nick, oh, Nick, oh, Nick, oh, Nick —repetía una y otra vez, con las manos enredadas en su pelo oscuro, intentando apartarle para al segundo siguiente sujetarle con fiereza para que no se moviera del sitio.
Por fin Nick alzó la vista y se sentó sobre sus talones. La miró relamiéndose, con ojos ardientes. Hasta que se levantó, la agarró por las caderas y la alzó contra la pared para hundirse en ella con un solo movimiento, suave y controlado.
—¡Joder, _________! —le gruñó al oído—. Eres increíble.
Ella le echó los brazos en torno al cuello, pero no sabía muy bien qué hacer con las piernas. En aquella postura estaba de puntillas, de manera que probó a enroscar una pierna sobre la cadera de Nick, apoyando la planta del pie contra su pantorrilla. Así se sentía un poco más segura, pero todavía incómoda.
—Las dos, cariño. —Nick la agarró del trasero y la levantó.
Ella resolló al ver que sus pies se alejaban del suelo. Aferrándose a su cuello, alzó instintivamente las piernas para agarrarse a sus caderas, y de pronto gimió al sentir dentro una erección que la ensanchaba hasta el límite.
—Sí, así. —Nick comenzó a moverse—. Así.
El agua caliente, que caía bajo el brazo de _________ y el costado del pecho, martilleaba en su cintura, goteaba por el muslo y la rodilla. Las manos de Nick le agarraban las nalgas, el pelo de su pecho le frotaba los pezones y las embestidas de su sexo, duro como el acero, pulsaba nervios sensibilizados en su interior. Al instante estaba a punto de dejarse ir, pero quería que durara más. Jadeando, aferrándose a él hasta tener miedo de estrangularle intentó apartarse un poco, allí donde sus sensaciones no fueran tan intensas, para aguantar más.
Pero Nick no estaba dispuesto.
—No, ni hablar... —masculló con voz ronca.
Dobló las rodillas y se hundió en ella, buscando su centro con cada embestida. Notaba el rítmico movimiento de sus senos, aplastados contra su pecho, sus suaves brazos en torno al cuello y sus firmes muslos alrededor de sus caderas. Bajó la cabeza para lamerle una oreja y animarla a que se corriera entre oscuros susurros.
Una salvaje satisfacción estalló en sus entrañas cuando _________ echó la cabeza hacia atrás, golpeándose con la pared, y le llamó entre gritos y gemidos. El rubor se extendía por sus pálidas mejillas, sus ojos verdes se oscurecieron y se desenfocaron, y Nick sintió un poder que no provenía de su tamaño o de su fuerza. Y entonces la vaina ceñida y caliente que abrazaba su sexo, que le succionaba, le empujó al abismo. Gritando el nombre de _________ entre los dientes apretados, se enterró hasta el fondo, y un gemido gutural explotaba en su garganta con cada rociada que disparaba en ella.
Por fin se sentó con las piernas cruzadas en la bañera, con _________ en el regazo envolviéndole con sus largas piernas. _________ dejó caer los brazos a lo largo de la espalda de Nick y apoyó la barbilla en su hombro. Él aceptó todo su peso, deslizando un dedo arriba y abajo por sus vértebras.
—¡Uau! —susurró _________ unos momentos después, sin molestarse en alzar la cabeza.
Se sentía como si le hubieran sacado todo el esqueleto. Enervada hasta el punto de la inercia, tenía los miembros pesados, los músculos laxos, y solo los persistentes estremecimientos del pasaje poblado de nervios que todavía albergaba el sexo de Nick mostraban alguna señal de vida. _________ tensó perezosamente los músculos internos para prolongar la sensación.
Y notó que él palpitaba dentro de ella.
—Oh.
_________ repitió el movimiento y volvió a sentir lo mismo. Lo que estaba medio duro de pronto se endureció del todo.
Y cobraba fuerzas.
—¿Nick? —susurró.
Él se limitó a presionar con los muslos hacia abajo, haciendo que ella se deslizara así sobre su falo. Relajando las rodillas, levantó los muslos para que _________ se alzara unos centímetros.
Las punzadas de _________ se convirtieron en fuertes latidos.
—Dios mío. Nick...
Con perezosa precisión, él alzaba y bajaba los muslos.
—Cierra el grifo, pelirroja.
Cuando ella encontró fuerzas para obedecer, Nick agachó la cabeza para besarle un pecho.
—Vamos a estar aquí un rato —murmuró—. Y no quiero que te ahogues.
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 10th 2013, 20:48

me encanta cuando dice "pelirroja" es sexy jahajajaja
sguela
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 11th 2013, 20:32

Capítulo 23
Bobby acababa de alcanzar un trocito de cielo cuando sonó el teléfono. Tenía a Kaylee con la falda subida en torno a la cintura, boca abajo en la cama, y él estaba muy ocupado aceptando la invitación de los labios fruncidos de su tatuaje rojo.
Alzó la cabeza ante la inesperada interrupción.
—Supongo que no me dejarás ignorar eso.
Kaylee estaba tentada. ¡Y hasta qué punto! La boca de Bobby se acoplaba con tanta precisión al tatuaje de su trasero... Era suave, caliente, y hacía tanto tiempo...
Pero...
Se puso a gatas en la cama y descolgó el teléfono de la mesilla.
—Diga —respondió, mientras la boca de Bobby proseguía con su actividad. Pero esta vez sus dedos quisieron participar en el juego, unos centímetros al sudeste, y Kaylee tuvo que reprimir un gemido.
—Kaylee, soy Scott —oyó al otro lado de la línea—. Tu hermana acaba de utilizar tu visa para pagar una habitación en el motel Mountain Crest Inn, en Fort Collins, Colorado.
Kaylee agarró la muñeca de Bobby para detener el merodeo de sus dedos.
—¿Estaba sola?
—No lo sé, pero fue ella la que pagó la habitación, no el cazarrecompensas. Y a juzgar por el precio, el sitio es mucho mejor que los habituales agujeros donde han estado durmiendo hasta ahora.
—Madre mía. Muchas gracias, Scott. —Kaylee colgó y se dio la vuelta—. La ha encontrado. —Y sonrió al hombre de mirada ardiente agachado al pie de la cama—. ¡Bobby! ¡La ha encontrado! Y es posible que esté sola.
Fue a levantarse de la cama, pero Bobby la agarró por el tobillo y de un tirón la tumbó. Subió por el colchón hasta inclinarse sobre ella, acariciándole el vientre con la mano.
—No tan deprisa, princesa. Son muy buenas noticias, pero porque tardemos otros diez minutos tampoco pasará nada. —Y sus dedos se deslizaron hacia el cálido nido entre sus piernas.
—Venga, Bobby, esto es muy serio. —Kaylee le apartó la mano y se levantó.
—¡Mierda! —Bobby se dejó caer de espaldas en la cama—. Tu hermana me está empezando a caer fatal.
Kaylee se quedó quieta. Dejó el top que iba a doblar y se volvió hacia él. Bobby la miraba furioso, envuelto en oleadas de frustración.
—Anda, no seas así. Por favor. Esto no es culpa de _________.
Bobby no parecía muy convencido, y Kaylee pensó de pronto que ella también sentía una gran frustración. Con lo cual, por Dios bendito, tendría que tomar otra decisión de adulto. Eso de ser responsable era un asunto de lo más estresante. ¿Cómo podía _________ apechugar con eso todos los días?
Pero tenía que tomar una decisión. A ver. Podría montar un cirio a Bobby por no acatar sus planes de mejor talante... o podría solucionar la fuente de discordia de los dos.
Notó una lenta sonrisa elevando las comisuras de su boca. No había color.
—¿Sabes qué? Tienes razón. —Y echándose a reír, se arrojó sobre la cama y acabó encima de él—. En fin... ¿qué puedo decir, chico? Si tienes razón, tienes razón. —Se agitó hasta apoyar los senos sobre su pecho y le sonrió—. Por diez minutos más o menos, no pasará nada.


Desde que se había sentado, Nick tamborileaba con los dedos sobre la mesa un ritmo nervioso. Tenía el teléfono sujeto entre la oreja y el hombro y había marcado un número de Florida. De pronto interrumpió el martilleo, se metió el meñique en la oreja y al sacarlo se quedó mirando la punta del dedo, perfectamente limpia. Era evidente que había oído bien.
—¿Que has empezado qué? —preguntó no obstante con incredulidad.
—Clases de informática, tío —contestó la voz de Gary—. Ya te dije hace un par de semanas que me había apuntado a un curso. Joder, a ver si prestas atención cuando te hablo.
—Informática —repitió Nick tontamente.
Sus dedos reanudaron el martilleo contra la madera laminada de la mesa. ¿Qué era aquello? Gary siempre había despotricado contra cualquier trabajo de oficina.
—Sí, ¿quién lo hubiera dicho, eh? Pues resulta que se me da de miedo. Y además, es una manera fabulosa de conocer a tías, Nick. Más de la mitad de la clase son churris jovencitas. Hay una rubita guapísima que se sienta a mi lado. Y no veas lo que le cuesta entender todo esto. Le he echado una mano un par de veces y ahora se cree que soy un genio. —La rasposa voz de Gary atravesó la línea telefónica—. Hemos quedado el viernes por la noche. Pero, oye, ¿y tú qué tal? ¿Todavía tienes a la bailarina esposada a la cama?
Los dedos de Nick volvieron a detenerse. Aquella era la parte de la conversación que más temía. Se levantó y estiró el cordón del teléfono hasta la ventana.
—Pues... Verás, Gare. Tengo una noticia buena y una mala. La buena, en fin, buena para mí, es que ahora está en mi cama voluntariamente.
—¿De verdad? ¡Bien hecho, tío!
—Sí, pero... esto... la mala noticia es que al final resulta que no es la bailarina. Es su hermana gemela.
Por un momento se produjo un silencio absoluto, hasta que Gary preguntó con voz estrangulada:
—¿Que te equivocaste de hermana?
—Sí.
—¿Que el gran super-Jonas se equivocó de hermana?
Con el mentón tenso, ciego a lo que se veía al otro lado del cristal, Nick apoyó el antebrazo contra el marco de la ventana. Alzó el puño y lo descargó una, dos, tres veces.
La risa de Gary resonó en el auricular.
—¡Joder! —resolló—. Es alucinante. Bueno, y si esta no se dedica a menear sus cosas medio desnuda, ¿cómo se gana la vida?
—Es profesora de sordos —masculló Nick.
—¿Cómo? Habla un poco más alto, Nick, que no te he oído bien.
—¡Profesora de sordos!
Gary se partía de risa.
—Me alegro de que te divierta tanto —le interrumpió Nick—. Porque esto significa que no voy a conseguir ningún dinero con ella. Así que, como no encuentre otra cosa pronto, ya nos podemos despedir del refugio.
La risa cesó.
—Ah, joder, tío, ¿estabas preocupado por eso? —Y antes de que Nick pudiera contestar, Gary resopló—: Claro, ya me imagino. Nick, escúchame —dijo, en un tono súbitamente serio—. Probablemente sea mejor así.
—Joder, Gare, no tienes por qué consolarme. Ya sé que la he cagado del todo.
—Qué consolarte ni qué hostias. ¿Cómo coño voy a conocer a tías en los bosques de Carolina del Norte? Los refugios de pesca suelen estar atiborrados de tíos. De todas las veces que fuimos allí, ¿cuándo vimos a alguna chica? Una vez, ¿no? Y estaba como un tren, eso sí, pero mascaba tabaco, Nick.
—A ti te encantaba ir allí.
—Claro, era un sitio genial para escapar... cuando conocía a mujeres en la base o en la ciudad. Pero ahora no es lugar para mí. A la mierda el refugio, tío. Ve a meterte a policía por ahí.
Nick todavía estaba clavado en el sitio, rumiando perplejo la conversación cuando _________ entró en la habitación un cuarto de hora después. Le sonrió y blandió dos aromáticas bolsas en su dirección.
—Pepitos de ternera calientes —comentó—. Buenos y grasientos. —_________ advirtió que todavía tenía el auricular en las manos, y alzó una ceja—. ¿Has localizado a tu amigo?
—Sí.
_________ observó el gesto malhumorado de su boca y sus ojos sombríos, una gran diferencia con la perezosa satisfacción del hombre que había dejado en la habitación hacía tan solo un momento.
—Oh, oh. Se ha puesto furioso, ¿no?
—Pues no, señora. —Nick se acercó a la mesita. Quitó una esquina del envoltorio de uno de los bocadillos y le dio un gran bocado. Masticó con furia y tragó de forma audible. Luego le clavó sus rabiosos ojos dorados—. Dice que casi es un alivio que no nos llegue el dinero para comprar el refugio, porque de todas formas no es lo que de verdad desea.
_________ bajó su bocadillo y tragó el bocado mucho más pequeño que había comido.
—Pero... eso es bueno, ¿no?
Nick la miró como si acabara de soltar la mayor estupidez del mundo.
—Es mentira, eso es lo que es.
—¿Cómo?
—Digo que es una bola. Ahora tengo que creerme que no quiere el refugio porque allí no podrá conocer a chicas.
Aquello llamó la atención de _________.
—¡Ah! Pero ¿es que todavía puede...? —Hizo un vago movimiento con una mano, mirando por instinto la entrepierna de Nick.
Luego se apresuró a apartar la vista, avergonzada por su curiosidad sobre la vida sexual ajena.
—Pues sí, todavía puede. —Su explícito movimiento de mano imitó burlón el que ella había hecho—. El tío vive para follar. Como siempre. —Advirtió entonces el ligero rubor que teñía las mejillas de _________ y se sintió avergonzado por su crudeza—. Lo siento —masculló. Aun así, la premisa básica seguía siendo cierta—. Pero es un hecho, maldita sea —afirmó, alzando el mentón—. Es lo único que no ha cambiado desde que nos conocimos. Siempre fue un mujeriego, y ahora sigue persiguiendo a chicas con la misma diligencia de antes.
—Pues... no lo entiendo. ¿Por qué te cuesta tanto creer que prefiere quedarse allí donde hay más mujeres disponibles?
—Venga ya, pelirroja. ¿Informática? —Nick mordió de nuevo el bocadillo y masticó con furia.
_________ arrugó la frente.
—Me he perdido.
—¡Dice que ha descubierto que tiene aptitudes para la puta informática!
—¿Y eso qué tiene de malo?
—Pues que Gary vivía para el desafío que suponía su trabajo de policía, al igual que yo. Y siempre dijo que antes que trabajar en una oficina, preferiría morirse.
—¡Por Dios bendito, Nick! —_________ se lo quedó mirando incrédula. ¿Cómo un tipo tan juicioso podía llegar a ser tan obtuso?—. Su vida ha cambiado y jamás volverá a ser la de antes. Pero él intenta seguir adelante de todas formas. Sigue yendo tras las chicas... para lo cual hace falta valor, estando en una silla de ruedas. Y está haciendo algo para reemplazar lo que ha perdido. ¿Qué parte es la que tú no entiendes?
—La parte en la que me dice que me olvide del refugio y me meta a policía. —Nick tiró dentro de la bolsa el resto del bocadillo—. ¿Es que no lo comprendes? Lo está haciendo por mí.
—Ya. Bueno, vamos a imaginar por un instante que es así. ¿Qué vas a hacer entonces? ¿Tirarle su generosidad a la cara? ¿Salvarle a pesar de sí mismo? —_________ dejó también su bocadillo—. Dios mío, ¿tú no tendrás problemas de ego, verdad?
—No sé de qué me hablas.
Viendo que era cierto que Nick no comprendía, intentó poner rienda a su creciente impaciencia.
—Asumes demasiada responsabilidad por los problemas de los demás.
Nick la interrumpió de inmediato.
—No estamos hablando de «los demás» —replicó enfadado—. Estamos hablando de Gary, a quien yo destrocé la vida.
—¡Aaargh! —_________ se tiró del pelo hasta estirarse los párpados—. Maldita sea, Nick. ¡Eres el tío más terco que he conocido en mi vida!
Nick pareció ofendido.
—¿Porque no evado mis responsabilidades?
—Pero ¿quién te ha pedido que te hagas cargo de ellas, para empezar? ¿Gary? Lo dudo. —_________ le aporreó el pecho con el dedo—. Gary ya es mayorcito.¿Quién demonios eres tú para decidir que no sabe lo que quiere?
—Yo no he dicho eso —rugió Nick.
Dio una zancada y acercó la cara a la de _________, como si pudiera intimidarla con su tamaño y su proximidad para que retirara sus acusaciones.
Pero _________ se mantuvo firme y alzó la nariz debajo de la de él.
—¿Que no? ¡Eso es justamente lo que estás haciendo! Siempre estás dispuesto a asumir los problemas de todo el mundo. Pues bien, a lo mejor deberías confiar en las capacidades de tus amigos. A lo mejor a nosotros nos gustaría ser responsables de nuestros propios actos. ¿No se te ha ocurrido pensarlo, eh?
Nick agarró el dedo que le daba golpes en el esternón y miró perplejo sus furiosos ojos verdes.
—¿Qué quieres decir con eso de «nosotros»? ¿Cuándo he intentado yo arrogarme tu preciosa responsabilidad?
—¡Madre mía, Nick! ¿Qué es lo que me has dicho esta mañana? Sí, que si el Cadenas me hubiera disparado, no habrías podido soportar esa carga.
—Mierda, y es verdad.
_________ lanzó un resoplido similar al ruido del vapor que escapa de una cafetera hirviendo.
—¿Y desde cuándo mis actos son una carga que tú tienes que soportar? Fue mi decisión comenzar la maniobra de despliegue. Tú no tienes control sobre lo que yo haga, Jonas.
—Yo te conté lo de la puñetera maniobra. Y llevo días arrastrándote por todo el país. Tú ni siquiera estarías aquí, corriendo el riesgo de que el Cadenas te haga daño, si yo no te hubiera sacado de tu casa.
—Fue mi hermana la que me dejó colgada, sabiendo perfectamente que tú me confundirías con ella. ¿Así que por qué no es culpa suya? No, no, espera, que la cosa puede ir todavía más lejos. Fue mi madre la que me trajo al mundo. Y puesto que yo no soy responsable de mis actos, supongo que todo lo que me ha pasado desde el día en que nací debe de ser culpa suya.
—Joder, me está dando dolor de cabeza. —Y además tenía una erección, se dio cuenta.
Puede que _________ fuera de lo más exasperante, pero no podía negar que era una mujer excitante. Dejó de frotarse la frente y deslizó las manos por las nalgas cálidas y redondas de _________, hundiendo los dedos para estrecharla contra él. Echándose un poco hacia atrás bajó la vista hacia su rostro congestionado, y luego más abajo. Llevaba de nuevo la atrevida ropa de su hermana. Nick le ofreció su expresión más razonable mientras rotaba ligeramente la pelvis contra ella.
—La vida es demasiado corta, pelirroja. ¿Qué tal si dejamos de pelearnos por tonterías y...?
—¡No me lo puedo creer! —_________ se había convertido en un auténtico remolino de codos, rodillas y manos que empujaban, y de pronto Nick se vio fuera de la habitación del motel, de narices contra una puerta cerrada.
—¿Pelirroja? —Aporreó la puerta con los puños—. ¡_________! Déjame pasar. —Su orden recibió el silencio como respuesta. Nick golpeó con más fuerza—. ¡Abre esa puñetera puerta!
Esta vez recibió como réplica una sugerencia anatómicamente imposible. Nick se apartó de la puerta con una maldición. Era evidente que no podría hablar con ella mientras estuviera en ese estado.
Encontró abajo una cafetería y se sentó para rumiar sobre el carácter irracional y emotivo de las mujeres. Joder. ¿Por qué no podían ser como los hombres? Analíticas, racionales. Pero no. Cualquiera que las oyera pensaría que tomarse en serio las responsabilidades era algo malo.
«Maldita sea, hijo, tienes que poner más atención cuando te hablo.»
Nick hundió los hombros, incómodo, y con un movimiento brusco de cabeza dio las gracias a la camarera que se había detenido junto a su mesa para servirle más café.
Él prestaba atención.
¿No?
Sí, qué demonios. El hecho de que no quisiera destrozar la vida de su amigo por querer meterse en la policía y evadir lo que sabía que era su deber, no significaba que no prestase atención. Era como si pretendiesen que se quedara de brazos cruzados esperando un accidente de tren, en vez de impedirlo quitando de las vías los escombros que lo harían descarrilar. Ver los puñeteros escombros era prestar atención.
«A lo mejor deberías confiar en las capacidades de tus amigos. A lo mejor a nosotros nos gustaría ser responsables de nuestros propios actos.»
Nick descargó un puñetazo contra la mesa, provocando un ruido de cubiertos. Varias cabezas se volvieron para ver a qué se debía el jaleo. Una oleada de calor le subió hasta el cuello. Hundió los hombros y se quedó mirando la impenetrable negrura de su café.
Maldita _________. ¿Por qué no podía olvidarse del tema? Él solo intentaba hacer lo correcto. Se estaba esforzando por pagar una deuda que jamás podría pagarse. Estaba...
Mierda. Era un imbécil arrogante. El gran super-Jonas, que pensaba que su opinión era la única válida, de nuevo al rescate.
Aunque nadie necesitara ni quisiera ser rescatado.
Ay, joder, menuda gilipollez.
«Ya no estás en el ejército, tío. Ya no eres el suboficial al mando cuyo lema es “Yo Soy el Responsable”. Acostúmbrate.»
Dios, ¿y de verdad había intentado acallar los argumentos de _________ sugiriendo la posibilidad de practicar el sexo?
Era hombre muerto.
Se quedó allí sentado, dándole vueltas al tema mientras se tomaba otro café, buscando la manera de salir del agujero que él sólito se había cavado.
Flores. A lo mejor si le compraba un buen ramo de flores, _________ le dejaría entrar en la habitación en algún momento. A todas las mujeres les gustaban las flores, ¿no? Tal vez debería llamar otra vez a Gary. A su amigo siempre se le habían dado mucho mejor las mujeres que a él.
Preguntó en recepción, pero no había ninguna florista por allí cerca. No era de extrañar. Habría resultado demasiado sencillo. Pues nada. Aunque las posibilidades de que el Cadenas apareciera eran prácticamente nulas, solo a un idiota se le ocurriría largarse y dejar sin protección a una mujer amenazada. Tendría que volver a la habitación con las manos vacías.
Pero luego la chica de recepción le habló de un supermercado en esa misma calle que vendía flores frescas. Le aseguró que podría ir y venir en cinco minutos.
Nick estuvo a punto de inclinarse sobre el mostrador para darle un beso allí mismo. No podía por menos que sentirse agradecido a quien seguramente le acababa de salvar el pellejo.


_________ oyó la llamada en la puerta y frunció el ceño. Había visto que Nick se había dejado la llave sobre la mesa cuando ella lo echó con cajas destempladas. ¿De verdad quería dejarle entrar?
No, no quería. Seguía enfadada. Pero por otra parte, ¿qué otra opción le quedaba? Estaban juntos en aquello, y además le resultaría difícil meterle en aquella cabezota lo estúpido que estaba siendo si le dejaba toda la tarde en el pasillo. De manera que con un hondo suspiro procedió a abrir la puerta.
Y dio un brinco de sorpresa al encontrarse con su hermana.
—Sorpresa —saludó Kaylee, con su característica voz ronca.
—Esto ya lo he vivido —replicó _________. Y mirando al tipo alto de pelo negro que estaba detrás de su hermana, añadió—: Solo que la última vez tú no estabas. El adoradísimo Bobby LaBon, supongo.
Kaylee entró en la habitación y se arrojó en brazos de su hermana, y _________ la abrazó convulsivamente, presa de una fiera alegría al ver que Kaylee había ido en su busca.
—Lo siento, _________ —le murmuró Kaylee al oído, estrechándola con fuerza contra su voluptuoso pecho—. Siento muchísimo haberte metido en esto.
—Sí, hablando de eso... —_________ se apartó con súbita rabia y la miró a los ojos—. ¿Sabes que Jimmy Cadenas o como se llame ha estado haciendo todo lo posible por matarme? ¡Mírame! —Y abrió los brazos para que su hermana pudiera ver los arañazos y picaduras que cubrían su piel.
—¡Sí! ¡Estás estupenda!
—¿Estupenda? Me he caído con un coche por un precipicio, me han arrastrado por los bosques, donde tuve que pasar la noche, tuve un encuentro con una araña, ¿y tú me dices que estoy estupenda? ¡Mírame, Kaylee! ¡Estoy hecha un desastre!
—¡Dios mío! ¿Una araña? ¡Ay, _________, lo siento muchísimo!
—Pues sí, deberías sentirlo. Me dio un susto de muerte. Si Nick...
—Pero esos pequeños arañazos apenas se notan. Y estás guapísima con ropa decente para variar. Y hablando de eso, ¿dónde está mi maleta? Estos últimos días el sol ha sido terrible para mi piel, y tú tienes todos mis cosméticos buenos.
—A ver cómo te lo digo, Kaylee... Tus preciosos cosméticos están en el maletero del coche que Jimmy Cadenas tiró por el precipicio.
Kaylee se puso pálida, al parecer comprendiendo por primera vez la realidad de _________. Bobby, que había estado contemplando la conversación como el que ve un partido de tenis, agarró a Kaylee por el codo y la apartó de la puerta antes de cerrarla.
—A veces pierde un poco el norte —le comentó a _________—. Pero se ha estado partiendo los cuernos intentando encontrarte.
—¿Te tiró por un precipicio? —gimió Kaylee—. ¿Y qué más?
—Me apuntó con una pistola un par de veces. Intentó atropellarme. —Se pasó una mano por el pelo—. Bueno, por lo menos creo que era él. Ven, pasa, que hablaremos —la invitó—. Me alegro mucho de verte, Kaylee. Significa mucho que hayas venido en mi busca.
Una vez en la habitación, Bobby se dejó caer en una silla, pero Kaylee se quedó de pie, mirando a _________ desolada.
Sus primeras palabras, sin embargo, fueron de admiración.
—¡Cómo te las apañaste para retrasar al cazarrecompensas, _________! ¡Eres un genio! No sabía que eras capaz de romper tantas reglas.
—Supongo que me parezco a ti más de lo que habíamos imaginado, ¿eh?
Kaylee sonrió.
—Supongo que sí. Y no te lo vas a creer, pero resulta que yo también tengo algunos de esos rasgos tuyos tan poco emocionantes. Bueno, cuéntame, ¿cómo te libraste de él?
—¿De quién?
—Del cazarrecompensas, claro. —Kaylee la miró de pronto horrorizada—. ¡Ay, Dios mío, _________! Te has librado de él, ¿verdad? Por favor, dime que no anda todavía por aquí.


Nick debería haber pensado que «cinco minutos» era un cálculo muy optimista. Para cuando salió del ascensor con un ramo de tulipanes en la mano habían pasado más de veinte. Llamó a la puerta y no se sorprendió al ver que _________ no abría.
Tenía la sensación de que iba a obligarle a hacer méritos para ganarse su aprobación.
Bueno, pues allí parado no iba a conseguir nada, de manera que abrió la puerta con la llave que le había dado la chica de recepción cuando le confesó que se había olvidado la suya.
—¿Pelirroja? —llamó suavemente—. Vengo con una ofrenda de paz, cariño.
Recorrió el corto vestíbulo. Las cortinas estaban abiertas en el ventanal, y se encontró mirando casi directamente al sol. Tuvo que alzar el ramo de tulipanes envuelto en celofán para protegerse los ojos.
Ya estaba en el centro de la habitación cuando su vista se acostumbró al resplandor y advirtió al hombre moreno sentado en la butaca. Y junto a _________ estaba su doble.
La gemela de _________ sostenía en la mano una pistola. Tenía tanta experiencia como su hermana en el uso de armas de fuego, pero de todas formas apuntaba si no con firmeza, sí con determinación, directamente a su pecho.
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 11th 2013, 22:08

WTF??? QUE LE PASA LA PELIRROJA KAYLEE
ESTA LOCA!!
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 11th 2013, 22:45

siguelaaaaaa pronto!! DDDDDDDDDDDDDD:
demasiado extremadamente buena estaaa
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 12th 2013, 17:12

Capítulo 24
_________ había dejado caer la bomba solo unos momentos antes, y resultó tan inesperada que sorprendió a Kaylee a contrapié. Sin tiempo para recobrarse del impacto, había sacado la pistola de Bobby del bolso en cuanto oyó la voz de Nick, ignorando las protestas tanto de su novio como de su hermana. Y entonces, antes de que pudiera ni siquiera pestañear, el cazarrecompensas estaba de pronto en la habitación. Era grande y oscuro y aterrador, a pesar del incongruente ramo de flores que llevaba en su enorme puño y del tono suave de su voz al llamar a su hermana.
Aunque el corazón hacía todo lo posible por salirse de su pecho, no le pareció que Nick se arredrara en absoluto.
—Kaylee MacPherson, supongo —comentó. Bajó despacio las flores que ocultaban sus ojos color whisky y que entornaba bajo su pantalla de pestañas negras—. Deja la pistola, antes de que alguien salga herido —ordenó en un tono cortante. A continuación, ignorándola por completo como si diera por sentada la ejecución de sus órdenes, se volvió hacia _________ y le tendió el ramo de tulipanes—. Toma —gruñó—. Son para ti. Siento mucho lo de antes. Creo que me porté como un gilipollas.
_________ aceptó el regalo y estrechó el húmedo ramo contra su pecho. Pero su mirada nerviosa seguía clavada en la oscilante pistola.
—Kaylee, por favor —imploró.
Kaylee no estaba acostumbrada a que un hombre la ignorase de esa manera.
—Escucha, amigo —le dijo al perfil de Nick—. No queremos problemas. Solo hemos venido a llevarnos a _________. No queremos herir a nadie.
Nick volvió la cabeza hacia ella.
—Pues ya puedes estar haciendo otros planes. Porque no te la vas a llevar a ninguna parte.
La ardiente determinación en sus ojos hizo que Kaylee retrocediera un paso. Pero enseguida se recobró. Se irguió cuan alta era y alzó tanto el mentón como el pecho.
—Escucha, la pistola la tengo yo. Aquí no eres tú el que da las órdenes.
Y en un segundo, Kaylee se encontró de frente con el cañón de la pistola de Nick. Joder, ¿de dónde había salido eso? Ni siquiera le había visto sacarla.
—Bobby... —Para su eterna humillación, su voz era un chillido varias octavas por encima de lo normal, y se había roto en la primera sílaba.
Bobby fue a levantarse de la silla, pero la queda orden de Nick y la mano firme con que apuntaba a Kaylee con la pistola le obligaron a hundirse de nuevo en el cojín.
—¡Nick! —protestó _________.
Pero Nick la ignoró también. Miraba a Kaylee, preguntándose cómo había podido confundirla con _________. Se parecían, sí. Pero una vez que se las conocía, las diferencias destacaban más que las similitudes.
—Agáchate despacito y deja la pistola en el suelo —ordenó. Al ver que ella no reaccionaba con suficiente rapidez, añadió con un grito—: ¡Ahora!
Kaylee obedeció.
—Empújala hacia mí con el pie.
Kaylee le dio una patada de mala gana.
Nick se guardó las dos pistolas a la espalda, en el cinto del pantalón. Luego se enderezó y sonrió con imparcial alegría a las tres personas que tenía delante.
—Bueno, bueno... Qué situación más interesante.
—Más interesante de lo que te imaginas —se oyó otra voz en el pasillo.
Nick, lanzando una obscenidad en voz baja, se volvió despacio.
Jimmy Cadenas entraba en la habitación protegiéndose los ojos con la mano. Pero en el mismo momento en que Nick advirtió que el recién llegado tenía la visión reducida, Jimmy blandió la pistola para apuntarle.
—Ni lo sueñes —ladró—. De hecho, yo en tu lugar me lo pensaría dos veces y respiraría hondo. Aunque esté medio ciego, eres un blanco perfecto, y francamente, gilipollas, me estás empezando a sacar de quicio.
—No, ni lo sueño —masculló Nick.
Pero el Cadenas no escuchaba. Se había quedado mirando más allá de él, con la boca abierta.
—¿Gemelas? ¿Putas gemelas?
—Bueno, yo no estoy segura de que ese sea el adjetivo más adecuado —comenzó _________, pero Kaylee le aferró el antebrazo y le dio un apretón de advertencia.
Jimmy ni siquiera escuchaba.
—¿Cuál de las dos es Kaylee? —preguntó.
Las hermanas se miraron. Luego, se volvieron hacia el Cadenas y contestaron al unísono:
—Yo.
—¡_________! —exclamó Nick, al mismo tiempo que Bobby mascullaba:
—¡Ay, mierda!
El Cadenas se volvió hacia los hombres.
—A ver, ¿quién es quién?
Bobby y Nick se lo quedaron mirando sin decir nada.
—¡Pues me las cargo a las dos! —saltó Jimmy.
—No —le contradijo Bobby—. La hermana de Kaylee no tiene nada que ver con esto. El Jimmy Cadenas que yo conozco jamás mataría a una mujer inocente a sangre fría.
—Ya, pues puede que no me conozcas tanto como tú crees. —Pero el Cadenas no insistió. Blandió la pistola en dirección a los hombres—. Levántate, Bobby. Y tú, gilipollas, date la vuelta. —Trazó en el aire un círculo con el arma—. Contra la pared, los dos.
Nick y Bobby apoyaron las manos contra la pared más cercana y abrieron las piernas mientras el Cadenas los cacheaba y le quitaba a Nick las dos pistolas.
—Vaya, tengo aquí todo un arsenal —murmuró encantado mientras se guardaba las armas en el pantalón.
A continuación se sacó una cuerda del bolsillo.
—Chicas, vais a tener que echarme una mano. —Tendió la cuerda a _________—. Vosotros dos —dijo a los hombres—. Tumbaos en la cama, espalda contra espalda, con las manos atrás. Átales las muñecas —le ordenó a ella—. Mierda. ¿Y para los tobillos qué usamos? Si hubiera sabido que había dos tíos, me habría traído más cuerda. —Miró en torno a la habitación y se acercó a la ventana. Con una navaja cortó los cordones de las cortinas y se los tiró a Kaylee.
—Toma. Átales los pies.
Unos minutos más tarde, los hombres estaban bien atados y el Cadenas los miraba satisfecho desde un lado de la cama. ¡Ja! ¡Si los idiotas que le habían llamado estúpido pudieran verle ahora!
Con una sonrisa, retrocedió un paso.
—Señoras... —E hizo un gesto para que las gemelas echaran a andar hacia el pasillo—. Después de ustedes. —Y se echó a reír mientras cerraba a sus espaldas la puerta de la habitación.


Una hora más tarde ya no estaba tan contento. Maldita sea. No podía andar por ahí con dos pelirrojas despampanantes en el coche. Llamaban demasiado la atención, y por lo que sabía la policía podía estar siguiéndole. Tenía que salir de la carretera y pensar en un plan.
Gemelas. Joder, joder, ¿quién iba a imaginárselo? ¿Y qué coño iba a hacer con la que no era Kaylee? Apenas se había resignado a hacer con Kaylee lo que le habían ordenado, y desde luego no era algo que le apeteciera en absoluto. Después de lo exasperante que había resultado perseguirla por todo el país, ya no le parecía algo tan imposible como cuando salió de Miami, pero desde luego tampoco se hacía ilusiones de que fuera a resultarle fácil.
Y lo que era seguro es que no quería cargarse también a la otra. ¿Qué opciones tenía entonces? ¿Y cómo iba a averiguar quién era quién?
Entró en el aparcamiento de un buen motel. Si tenían que esconderse un tiempo, no iba a ser en un agujero de ratas. Detuvo el coche cerca de la recepción y se volvió hacia sus prisioneras.
—Voy a por una habitación. Vosotras quedaos aquí. —Y les clavó una mirada fiera—. Hablo en serio. Como tenga que salir detrás de vosotras, os pego un tiro a cada una y en paz. Estoy más que harto de estos villorrios de Pionerolandia. Quiero volver a la civilización y no pienso quedarme por aquí más de lo necesario. —Y con estas palabras salió del coche y cerró de un portazo.
Las hermanas se volvieron de inmediato la una hacia la otra.
—¿Estás bien? —se preguntaron a la vez, y Kaylee añadió—: Joder, _________, lo siento. Menudo follón.
—¿Qué podemos hacer para salir de esta? Yo tengo las esposas de Nick. Las cogí mientras el Cadenas andaba trasteando con las cuerdas de las cortinas. —_________ se metió un dedo en el escote y las sacó unos milímetros para que Kaylee las viera. Luego se las volvió a guardar—. No tengo la llave, de manera que si caen en manos del Cadenas, estamos listas. Ahora bien, si tuviéramos ocasión de utilizarlas primero...
—Yo le di a Bobby mis tijeras de las uñas —dijo Kaylee—. Tardarán un rato en cortar las cuerdas, pero pronto saldrán en nuestra búsqueda.
—Pero ¿cómo nos van a encontrar?
Kaylee le habló del genio de la informática.
—Bueno, todo eso está muy bien —convino _________—. Pero solo servirá si el Cadenas paga la habitación con una tarjeta de crédito. Tendría que ser un completo idiota... —_________ vio a su hermana alzar una ceja y notó cómo una sonrisa tiraba de la comisura de su boca—. Vale. Ya hay que ser imbécil para dejar todos los testigos que va dejando por ahí y todavía salirse con la suya. Así que supongo que lo de la tarjeta de crédito no queda fuera del reino de las posibilidades. No es muy inteligente, ¿verdad?
—Es más tonto que Abundio, pero ni se te ocurra decírselo en su cara. —Kaylee le dio un apretón en la pierna para subrayar la importancia de su advertencia—. Mira, no creo que sea cruel por naturaleza, pero le he visto dar verdaderas palizas cuando se han burlado de su estupidez.
—Pues entonces me alegro de haberle dicho que era más listo que Sanchez. Y según él, siempre le has caído bien, Kaylee. A lo mejor podemos aprovecharnos de eso.
—De eso y de que crea que la civilización se acaba en la frontera de Florida. Seguro que con eso también podemos hacer algo.
Guardaron silencio cuando vieron que el Cadenas salía de la oficina. Subió al coche un momento después y las llevó hasta un bungalow en la parte trasera del motel.
—Todo el mundo fuera —ordenó.
Apenas entraron en la habitación, Jimmy las miró sonriendo, obviamente satisfecho de sí mismo.
—Oye, ya sé cómo averiguar quién es quién. Bajaos las bragas.
—¿Cómo dices? —replicó _________ en un tono gélido.
—Que te bajes las bragas, guapa. Kaylee tiene un tatuaje en el culo.
—Las dos tenemos un tatuaje en el culo.
—Sí, ya —se burló él—. ¡Venga!
_________ puso los ojos en blanco, pero obedeció, bajándose los pantalones sobre una nalga. No era necesario hacer más, puesto que toda la ropa interior de Kaylee eran tangas. Mirando por encima del hombro, vio que los ojos del Cadenas se iluminaban.
—¡Joder! ¡Lo sabía!
—Eh... ¿Jimmy? —le llamó Kaylee.
Mientras él miraba a _________, ella había expuesto también las nalgas. El Cadenas dejó de felicitarse el tiempo suficiente para echarle un vistazo.
—¡Mierda!
—Somos gemelas, Jimmy —dijo _________ con suavidad, mientras Kaylee y ella se subían la ropa.
—Ya sé que sois gemelas —gruñó él—. Pero ¿por qué coño os ibais a hacer el mismo tatuaje?
_________ se encogió de hombros.
—Rebeldía adolescente contra nuestra madre.
Jimmy lanzó otra maldición y se pasó los dedos por el pelo.
—Esperaba poder evitarlo, pero supongo que tendré que llamar al jefe.
—¡Ay, Jimmy! —Kaylee meneó la cabeza—. A mí no me parece que sea una buena idea.
—¿Por qué demonios no es una buena idea?
—Porque no te conviene nada. Todo esto lo ha organizado Hector para que cargues tú con el marrón si algo sale mal.
—Hector no haría eso... Es un amigo.
—Bueno, eso es lo que él quiere que pienses. —Kaylee le dio una palmadita en el brazo—. Pero el único amigo de Hector es Hector.
—Mira, las cosas se están torciendo mucho, Cadenas —apuntó _________ en un tono comprensivo. Jimmy se volvió hacia ella. _________ se alejó un poco de Kaylee—. ¿Estás dispuesto a matarnos a las dos?
—Si no tengo más remedio...
—¿Aquí, en esta habitación? El recepcionista te ha visto la cara. ¿No te relacionará con las muertes?
—Eh...
—¿Y qué pasa con Bobby y Nick? —preguntó Kaylee. Jimmy se volvió otra vez hacia ella—. Ellos también son testigos. No puedes matar a todo el mundo. ¿Y sabes lo que dirá Hector? Dirá que no sabe nada del asunto. Te dejará colgado cuando tú lo único que has hecho es todo lo posible por ayudarle. Y lo que es peor, seguro que insulta tu inteligencia.
—¡De eso nada! ¡Todo lo que dices es mentira, y te lo voy a demostrar ahora mismo! —Jimmy se alejó de las dos para coger el teléfono. Mirándolas ceñudo, marcó el número del Tropicana Club.


—Maldita sea, LaBon, a ver si tienes más cuidado. Es la décima vez que me cortas.
—Oye, lo siento, pero estas no son las circunstancias ideales, ¿sabes? Hago lo que puedo.
—Pues intenta hacerlo sin derramar más sangre, ¿vale?
—Lo creas o no, Jonas, eso pretendo. No haces más que sangrar por todas partes y estas malditas tijeras resbalan.
Nick resopló. Esa no era precisamente su principal preocupación.
Bobby y él se pusieron a trabajar en las ligaduras en cuanto la puerta se cerró tras el Cadenas y las gemelas. Desatarse los tobillos resultó bastante fácil. Habían logrado mantener bastante espacio entre sus pies cuando Kaylee los ató. Además, a la chica se le daban fatal los nudos y el Cadenas no había inspeccionado el trabajo. Las ataduras en las muñecas eran harina de otro costal. _________ había dejado las cuerdas tan sueltas como se había atrevido, pero no era suficiente para soltarse las manos. De manera que lograron incorporarse y ahora estaban sentados espalda contra espalda sobre la cama, mientras Bobby trajinaba a ciegas y torpemente con las tijeras de manicura, cortando poco a poco las ligaduras.
Nick se agitaba de impaciencia. Le estaba costando un gran esfuerzo estarse quieto y mantener la boca cerrada, cuando lo que de verdad quería era ponerse a dar gritos de rabia y echar la culpa de todo a quien fuera. Sin embargo, cuando las tijeras volvieron a hundirse cortándole la muñeca, apretó los dientes y se tragó sus protestas.
—¡Ya!
La exclamación era innecesaria, puesto que Nick sintió que las cuerdas se aflojaban y luego caían de sus muñecas. Por fin se liberaron a tirones y se quedaron apoyados el uno en el otro un instante, mientras enderezaban dolorosamente los hombros entumecidos para rotar los brazos y asumir una postura más natural.
Ahora que estaba libre, Nick se encontró presa de una extraña parálisis. Se miró las muñecas cortadas.
—¿Las matará? —preguntó crudamente.
—No. Si tienen cuidado, no lo creo.
—Genial. —Una ronca carcajada escapó de su garganta—. _________ nunca tiene cuidado.
Bobby volvió la cabeza.
—Según Kaylee suele ser prudente. Y además es lista.
—Eso sí. Más lista que el hambre.
—Kaylee también, pero Jimmy Cadenas no. Estarán bien. —Bobby enderezó la espalda, apartándose de Nick—. Voy a llamar a Scott. —Se levantó de la cama y se volvió hacia su compañero—. Más vale que te limpies esos cortes. Para entonces yo habré terminado con el teléfono y podrás llamar a la policía.
Nick sentía un fiero impulso de ser él quien res_________ara a _________, pero lo apartó de su mente mientras se ponía en pie. Rechazar la ayuda de Bobby o de la policía sería una irresponsabilidad.
Y aunque empezaba a comprender que en ocasiones su necesidad de ser del todo responsable y seguir las reglas al pie de la letra era un poco obsesiva, en ese momento era crucial. No era la mejor ocasión para echar a correr sin ningún plan establecido como un matón atiborrado de esteroides.
Además, _________ no había puesto en duda su sentido de la responsabilidad, sino su tendencia a asumir toda esa carga que conllevaba cuando las cosas se torcían. Pero esta vez no ocurriría.
No. «Dios, por favor, que no pase nada.»
Porque tenía la espantosa sensación en lo más interno de su ser de que si a _________ le pasaba algo, jamás se recuperaría de ello.


Mientras el Cadenas marcaba el número de teléfono, _________ llamó la atención de Kaylee. Mediante el lenguaje de signos le explicó rápidamente la maniobra de despliegue de Nick y sugirió un posible plan.
Kaylee alzó la mano derecha con la palma hacia arriba y los dedos doblados y luego con la punta de los dedos se tocó la palma izquierda. «Repite.»
_________ volvió a exponerle el plan.
—¿Por qué demonios estás manoteando de esa manera? —preguntó de pronto Jimmy, alzando la vista del teléfono.
—Lo siento. Es que estoy nerviosa —contestó ella, sacudiendo las manos antes de rascarse la nuca—. Eso me tranquiliza.
Vio que Kaylee aprovechaba que Jimmy no le prestaba atención para indicarle por signos que había comprendido. Pero luego añadió una variación.
«¡No!», hizo _________ con la boca, pero al ver que el Cadenas la miraba ceñudo, se obligó a esbozar una enfermiza sonrisa.
—Pues estate quieta, que me pones nervioso. Eh, ¿Hector? —Jimmy volvió a centrar su atención en el teléfono—. Soy yo, Cadenas.
—Espero que me llames para informarme de que has solucionado satisfactoriamente la situación de Kaylee —fue la fría réplica.
—Pues bueno... —Jimmy carraspeó—. El caso es que hay un ligero problema.
Se produjo un momento de silencio.
—¿Qué problema?
—¿Tú sabías que Kaylee tiene una hermana gemela?
—¡Qué!
—Una gemela. Y está aquí.
—¿Y cuál es el problema? Encárgate de las dos.
Jimmy Cadenas se enderezó, apartándose de la pared en la que estaba apoyado.
—No puedo matar a una mujer inocente —protestó—. Además, está la cuestión de LaBon y el cazarrecompensas. Saben que tengo a las chicas, jefe. Si empiezo a cargarme a todo el que está implicado en esto, vamos a acabar con una pila de cadáveres. La cosa se está complicando un poco.
—¡Escúchame, idiota! Te mandé allí para...
—¿Qué me has llamado? —le interrumpió Jimmy.
Una niebla roja comenzaba a alzarse ante sus ojos.
—Maldito idiota —chilló Hector—. Te hice un encargo que podría haber cumplido hasta el más imbécil, ¿y tú qué haces? ¡Lo conviertes en un puto circo! Pues escúchame bien, Cadenas, porque no pienso...
Jimmy colgó de golpe y se quedó parado, con el pecho agitado y la vista desenfocada, intentando meter algo de aire en los pulmones.
—Lo siento, Jimmy —dijo Kaylee en un tono suave. Los ojos del Cadenas fueron enfocándose poco a poco hasta ver que la mujer le miraba con lástima—. Te va a dejar en la estacada, ¿verdad?
Jimmy dio un paso adelante a la vez que sacaba la pistola para apuntarle directamente al corazón.
—No, si me encargo de la situación como me han dicho.
—Eso desde luego le iría muy bien a Sanchez —observó _________. Jimmy se volvió para apuntarle con la pistola—. A ti te relacionarán con alguno de los cadáveres y Sanchez dirá que te volviste loco.
—Y moverá la cabeza, apenado, porque un empleado suyo haya podido hacer algo tan horrible —añadió Kaylee. Cuando Jimmy se volvió para cubrirla, le pareció que en ese momento estaba más a su derecha.
—¡Pues si yo caigo, él caerá conmigo!
—¿Y quién va a creerte, Jimmy? Es su palabra contra la tuya. Es un respetado hombre de negocios en la comunidad, y tú eres un gorila. Yo sería la única que podría corroborar tu historia, pero estaré muerta, ¿no? —Kaylee se acercó un paso a él—. ¿Y sabes qué es lo peor? Que van a meterte en la cárcel aquí, en el fin del mundo, y no volverás a ver Miami.
El Cadenas se puso pálido.
—Pero podrías testificar contra él —dijo _________. Jimmy dejó caer la pistola a un costado y se dio la vuelta. De alguna manera, la pelirroja se había puesto a su espalda—. Si te entregaras, podrías hacer un trato a cambio de tu testimonio.
—Aunque tuvieras que cumplir condena, sería en Florida, Jimmy —apuntó Kaylee. El Cadenas se dio la vuelta una vez más. La chica estaba justo delante de él—. Eres un tío inteligente. Piénsalo. Seguro que tu condena se quedaría en nada si cooperaras.
—¿Tú crees?
—Desde luego que sí. ¿Y por qué se iba a salir Hector de rositas mientras tú vas a la cárcel?
—Sí —convino Jimmy agresivamente—. Eso no es justo.
—No, no lo es. —Kaylee tendió la mano—. ¿Me das la pistola, Cadenas?
Jimmy se enderezó muy tenso.
—Ni hablar.
—Pues siento oír eso, porque la verdad es que esperaba de ti un poco más de dignidad. Pero supongo que no nos queda más remedio que recurrir a la técnica del Gordo y el Flaco.
Jimmy esbozó una sonrisa. Siempre le habían encantado el Gordo y el Flaco.
—¿De qué demonios estás hablando?
—De esto.
Y apartándole la mano que sostenía la pistola, le dio un fuerte empujón. Al mismo tiempo, _________ de una patada le barrió los pies del suelo. Jimmy cayó como un árbol cortado y la pistola salió disparada por la habitación cuando su mano chocó contra la pata de una silla.
Rugiendo de rabia se incorporó sobre la cadera para sacarse otra pistola de la espalda. Pero un tacón de aguja se le clavó en la entrepierna, con la suela de cuero aplastándole el pene y el tacón rozándole el escroto en una inconfundible amenaza.
Se quedó paralizado.
Alzó la vista por una larga pierna blanca, más allá de los sobresalientes pechos, hasta la cara de Kaylee, que le miraba con expresión solemne. El Cadenas apenas se atrevía a respirar, sabiendo que el más mínimo peso podría hundirle aquel tacón hasta el fondo, y convertirlo en un instante y para siempre en un soprano.
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 14th 2013, 10:27

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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 14th 2013, 18:33

Capítulo 25
—Por favor —dijo Kaylee con suavidad—. No te muevas. No quiero hacerte daño, Jimmy, pero si me obligas, lo haré.
Con exagerada lentitud el Cadenas abrió las manos a ambos lados de la cabeza.
—No me estoy moviendo, ¿ves? Me quedo aquí tumbado y quietecito.
_________ se agachó a su lado para quitarle las armas que llevaba al cinto. Luego alzó la vista hacia su hermana.
—Maldita sea, Kaylee, no tenías que centrar su atención todo el rato sobre ti. ¡Podía haberte pegado un tiro!
—Saca las esposas para atarle, hermanita. Y coge una cuerda, para los tobillos. Ya te dije que iba a haber una pequeña variación a tu gran plan. Todo esto ha pasado por mi culpa, ¿por qué ibas a ser tú la que corriera peligro? Joder, _________, te has pasado la vida lloriqueando por...
—Yo no lloriqueo.
—... Porque no me responsabilizo de mis actos. Pues bien, ahora que asumo mi responsabilidad resulta que eso tampoco te gusta. A ver si te aclaras.
_________ cerró las esposas en torno a una muñeca del Cadenas y le dio unos golpecitos en el hombro.
—Pon la otra mano a la espalda y muévete un poco para que pueda esposártela. —Luego miró a su hermana—. Tienes razón, tienes razón. Lo siento. Estoy empezando a hablar como Nick, y no me gusta nada. —_________ sonrió—. Has estado estupenda, Kaylee. Estoy muy orgullosa de ti.
—Eso ya está mejor.
_________ sacó la navaja del bolsillo de Jimmy y luego se fijó en el tacón de aguja de diez centímetros que lo había convertido en un ser tan dócil.
—Es una parte de la anatomía magnífica, ¿eh, Kaylee? —comentó—. Es una de esas deliciosas ironías que hacen que la vida sea tan gratificante, ¿no te parece?
—¿De qué demonios estás hablando? ¿Qué ironía? —replicó Kaylee.
_________ le dio una suave palmadita en el pie.
—Pues de cómo el bien más preciado de un hombre puede convertirse en su mayor lastre en un abrir y cerrar de ojos.
Kaylee sonrió.
—Ah, sí. Toda una ironía. Es genial, ¿verdad?
_________ cortó los cordeles de las cortinas y ató con firmeza los tobillos del Cadenas. Kaylee apartó despacio el tacón de sus genitales y Jimmy respiró aliviado por primera vez.
—¿Qué tal andas, Jimmy? —preguntó—. ¿Quieres sentarte?
—No. Me quedo aquí tumbado, si a ti no te importa.
—Como quieras. Oye, lo de antes no lo hemos dicho para tomarte el pelo. Creo que deberías hacer algún trato con las autoridades a cambio de testificar en contra de Hector. No dejes que te trate como a un idiota, porque eres mucho más inteligente de lo que él se cree.
—Sí, lo pensaré.
—Ya he llamado a la policía —informó _________ desde el otro lado de la cama—. Ahora intentaré llamar al otro hotel. —Al cabo de un momento colgó y se acercó a su hermana—. En la habitación no contestaban, así que he hablado con recepción. Van a informar a seguridad y enviarán a alguien. —Luego, llevándose a Kaylee a un aparte, añadió en voz baja—: Supongo que sabes que tendrás que entregarte también, ¿verdad?
Kaylee suspiró, y agarrando la falda de su vestido de licra meneó pensativa todo el cuerpo para distribuir bien la tela sobre el voluptuoso paisaje de sus curvas.
—Sí, ya lo sé. Supongo que dejaré que me lleve tu cazarrecompensas. —Luego ladeó la cabeza y miró a su hermana con expresión especulativa—. Hablando de eso, _________...
—Seguro que podemos librarte de la acusación de robo de coches...
—Ah, seguro que sí. Pero no cambies de tema. ¿Qué pasa entre tú y ese tío alto, oscuro y peligroso?
_________ miró a izquierda y derecha, y por fin clavó la vista en su hermana.
—Ay, Dios, Kaylee. Creo que estoy enamorada. No. —_________ sacudió la cabeza con impaciencia—. No lo creo, no. Lo sé. Es una locura, ¿verdad? Llevamos juntos... ¿qué... cinco o seis días? He perdido la noción del tiempo. Al principio, cuando me sacó de mi casa, lo único que quería era vengarme de él por haber puesto mi mundo patas arriba. Luego intenté demorar el viaje de todas las maneras posibles, para que a él le costara tiempo y dinero. Pero, madre mía... Es tan atractivo... Y es muy amable con las ancianas y tiene un gran sentido de la responsabilidad... de hecho, más de lo que debería...
—Con lo cual, claro, es tu alma gemela.
—Y ahora quiero ser la madre de sus hijos. Y no tengo ni idea de lo que siente por mí ni de lo que espera de esta relación. ¿Y si lo único que quiere es follar como conejos hasta que lleguemos a Miami?
—¿Se le da bien?
A _________ se le nubló la mirada.
—¡Madre mía! ¡Sí!
—Y por la cara que pone cuando te mira, yo diría que tú también eres buena. Y tengo que decirte, hermanita, que aunque seas mi gemela... vaya, que me sorprende un poco. —Kaylee se alzó de hombros—. Pero, en fin, son buenas noticias. Los tíos son un poco como las baldosas de la cocina: si las colocas bien el primer día, luego puedes pisarlas durante años. —Kaylee sonrió y le dio un golpecito con las caderas—. Créeme, _________, no tienes nada que temer. A este lo tienes en el bote.
La carcajada de _________ estaba teñida de histeria.
—Me parece que lo has entendido al revés. Vamos, que yo no sabía que podía ser así.
—Puede ser, pero es evidente que no por eso te has convertido en una de esas idiotas que renuncian a su identidad para convertirse en el felpudo de un hombre. Madre mía, si el tío hasta te había traído flores y decía que había sido un gilipollas. Esa es muy buena señal.
_________ desechó sus palabras con un gesto.
—Bah, eso es solo porque discutimos por esa manía ridícula que tiene él de echarse la culpa de todo cada vez que se tuercen las cosas. Bueno —admitió—, por eso y porque quería cambiar de tema con la excusa del sexo. No es que eso sea muy romántico, la verdad.
—Ay, cariño, las flores son siempre románticas. Además, tú no viste la cara que puso cuando le dije que Bobby y yo veníamos a buscarte. Yo sí que la vi, y del susto se me pusieron los pelos de punta.
—Por cierto —_________ aprovechó la coyuntura para cambiar de tema—, ese Bobby... Para ser un tipo con el que apenas hablabas, parece conocerte muy bien.
Kaylee asumió una expresión tan tímida como le era posible.
—Bueno, la verdad es que esta semana hemos hablado bastante. Cree que deberíamos irnos juntos a Las Vegas. —Si su encogimiento de hombros pretendía expresar indiferencia, sus ojos contaban una historia muy distinta—. Claro que nos resultará un poco difícil si me meten en la trena.
—Hablaba en serio cuando te dije que lo solucionaríamos, Kaylee. Y me alegro de que vuestra relación vaya bien. Parece quererte mucho.
La policía llegó unos momentos más tarde, y las gemelas se vieron sumergidas en un torbellino de actividad mientras les tomaban declaración y se llevaban al Cadenas a un rincón de la habitación, donde lo mantuvieron vigilado. En medio de todo ello, irrumpieron en escena Nick y Bobby.
Nick buscó entre lo que parecía una gran multitud hasta que vio a _________. Con Bobby pegado a los talones, se abrió paso en la habitación en dirección a ella. La agarró por los antebrazos y la alzó de puntillas mientras la escudriñaba de la cabeza a los pies para ver si estaba herida. Deseaba estrecharla contra él y envolverla en un abrazo como Bobby estaba haciendo con Kaylee, pero se sintió cohibido no solo por su sentido de la responsabilidad y de su mala conciencia por haberla metido en aquella situación, sino también porque la habitación estaba llena de desconocidos.
—¿Estás bien?
No le pasó por alto el hecho de que ella tampoco se arrojó a sus brazos. _________ se limitó a mirarle con insondables ojos verdes y asintió con la cabeza.
—¿Qué ha pasado? LaBon y yo estábamos preocupados. —Miró a Bobby y Kaylee, que a diferencia de él no parecían tener ningún problema a la hora de exhibir públicamente su afecto.
Finalmente cuando ya pensaba que tendría que ir a buscar una manguera de incendios para separarlos, se acercaron a _________ y a él. Nick se pasó los dedos por el pelo y miró a _________ con expresión de impotencia.
—¿Cómo demonios os escapasteis?
_________ y Kaylee les explicaron lo sucedido, interrumpiéndose la una a la otra.
_________ era tan inteligente, tan ingeniosa, y su última razón legítima para mantenerla a su lado se desvanecía a toda velocidad.
—¿Ha llamado alguien a los federales? —preguntó.
Y cuando las hermanas le dijeron que no, se alejó de mala gana para buscar a quien estuviera al mando.
Al cabo de una hora llegó el FBI y tomaron declaración a todo el mundo. Por fin solventaron todo a gusto de las diversas autoridades y se llevaron al Cadenas tras asegurarle que sería extraditado a Miami. Poco a poco la habitación se fue despejando de agentes.
Nick volvió con Bobby y las gemelas.
—Tengo que llevarte a Florida —informó a Kaylee.
Aquello le acercaría aún más a _________...
—Sí, ya lo sé.
Nick se volvió hacia _________, pero ella le miraba como si esperara que dijera algo pertinente. Pero con el nudo que tenía en el estómago y la mente nublada y torpe, le resultó imposible.
—Yo... eh... cogeré billetes en el primer vuelo que haya para Miami.
—Coge uno para mí también —terció _________ con voz queda. Cogió la mano de su hermana y miró a Nick con una mirada que él fue incapaz de interpretar.
—Y para mí —se apuntó Bobby.
—El tuyo lo pagas tú, LaBon —saltó Nick sintiéndose acosado como si estuviera haciendo algo mal, aunque no sabía muy bien por qué.
—No importa. —Bobby se encogió de hombros como si el asunto le diera igual y se volvió hacia Kaylee—. Voy a entregarme en cuanto lleguemos, princesa —prometió con apremio—. No pienso permitir que pagues por mi metedura de pata.
Kaylee se arrojó en sus brazos.
—Ay, Dios mío, Bobby, qué follón. Te quiero, ¿sabes?
—Yo también te quiero, princesa.
La carcajada de Kaylee no desprendía mucho humor.
—Pues ya ves de qué nos sirve.
—Habla por ti. A mí me sirve de mucho.
—Sí, pero a mí me gustaba la idea de Las Vegas —replicó ella sombría—. Y ahora uno de los dos se pudrirá en la cárcel.
—Qué va. —Bobby le apretó la mano—. No ocurrirá. —Y echándose hacia atrás, le pasó las manos por las caderas y le dedicó su sonrisa encantadora—. Confía en mí, princesa. Vamos a ir a Las Vegas. Voy a solucionarlo todo.
«Bravo por ti», pensó Nick sombrío mientras intentaba en vano que _________ le mirase. «El malo lo solucionará todo.»
Y el bueno se quedará sin nada.


—¿Hector Sanchez?
Este miró con impaciencia al hombre del traje barato, pero dejó de dar instrucciones a su camarero. Viendo que no había nadie más que reclamara su atención salvo hombres de traje y corbata, se le pusieron los nervios de punta, pero replicó sereno:
—Yo soy Sanchez. ¿En qué puedo ayudarles, caballeros?
—Queda usted detenido por incitar al asesinato de Alice Mayberry. Tiene derecho a guardar silencio...
—¡Puñetero Cadenas! —gruñó entre dientes. Había empezado a sudar. Se volvió hacia el camarero, que le miraba con la boca abierta. Uno de los policías le esposó con las manos a la espalda mientras el otro le recitaba sus derechos—. Llama a mi abogado —ordenó, mientras se lo llevaban—. Su número está en la agenda de mi mesa. ¿Me has oído, Rex? —exclamó, al ver que el hombre seguía mirándole petrificado—. ¡Que llames a mi maldito abogado!


—Eres un idiota, Nick.
Nick miró ceñudo a Gary. Luego se dio media vuelta con precisión marcial y se alejó.
Gary salió tras él en su silla de ruedas.
—¿Vas a dejar que vuelva a Seattle así sin más? ¿Te has molestado en declararte, tío? ¿O en contarle tus intenciones?
Nick se volvió de nuevo hacia él, con todos los nervios tensos, en actitud belicosa.
—Puede que mis intenciones fueran echar unos cuantos polvos y largarme.
—Sí, ya. Por eso llevas aquí dos días dando vueltas como un león enjaulado, gruñendo y ladrando y haciéndole la vida imposible a cualquiera.
—Pues entonces lárgate de una puta vez —rugió Nick. Se metió los dedos en el pelo y se quedó mirando a su amigo con expresión de desolada tristeza que intentaba por todos los medios fingir que no sentía—. Joder, Gare, un amigo policía me ha contado que LaBon convenció a la mujer a la que le robó el coche de que retirase todos los cargos. ¡Esto es la leche! Ahora encima el tío se sale de rositas.
—¿Y eso qué tiene que ver con tu maestra?
—¿No lo entiendes? Ahora que su hermana ha solucionado sus problemas, dudo que _________ se quede por aquí mucho tiempo.
—¡Joder, tío! ¿Y por qué? Pero ¿acaso has intentado hablar con ella?
—¡Pues sí, entérate! Esta tarde fui precisamente con esa intención, aunque los hechos hablan por sí mismos.
—¿Y cómo has llegado a esa conclusión?
—A ver, no es que me haya estado precisamente buscando, ¿no? Seguro que estaba deseando perderme de vista. Pero de todas formas fui a hablar con ella, porque confieso que no sería la primera vez que saco conclusiones equivocadas.
Gary lanzó un gruñido de asentimiento, pero no dijo nada. Ya habían hablado demasiadas veces de lo que él deseaba de la vida, así como de su negativa a aceptar el dinero de Nick.
—Y nada, Gare. _________ no estaba en casa, así que le dejé en el buzón de Kaylee el billete de vuelta que le he comprado.
—Espero que te molestaras en escribirle una nota para que ella sepa que tú no quieres que se vaya.
—¿Eh?
—¡Ay, joder, Nick! ¡No me digas que le dejaste el billete sin más explicación! ¿Le dejarías también una nota, no?
Nick se lo quedó mirando.
—¿Y qué coño se supone que tengo que decirle en una nota?
—Mierda. —Gary se alzó hacia atrás sobre las ruedas y dio media vuelta a la silla. Impulsándose con furia en dirección contraria a su amigo, gruñó por encima del hombro—: Ya te lo he dicho antes, Nick. A veces eres un completo gilipollas.
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeNoviembre 22nd 2013, 15:23

hola como estan?
solo faltan un capitulo mas epilogo quisiera que comentaran y le subo lo que falta I love you 
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeDiciembre 5th 2013, 12:23

Capítulo 26
—Si quieres saber mi opinión —comentaba Kaylee, mientras se acercaba con _________ a su casa de estuco de color salmón—, ese tío es un gilipollas. Y me sorprende, la verdad, porque creo que es de esos que van en busca de lo que quieren, y sé perfectamente que lo que quiere eres tú.
—Vaya, qué imaginación —replicó _________.
—Mira, perdóname, pero yo le vi los ojos, y te aseguro que le gustas un montón. —Entraron en un portal minúsculo y Kaylee abrió el buzón y se metió sus contenidos en el bolso. Luego se volvió hacia su hermana—. ¿Estás segura de que no quieres venir de celebración con nosotros?
—Segurísima.
—Te sentaría bien.
—No. Id vosotros. Bobby y tú necesitáis pasar un rato a solas. Y además no tengo ganas de fiesta.
—Bueno, vale. —Kaylee abrió la puerta de su piso y entró antes que _________ en el salón—. A ver si encuentro la otra llave de casa. No sé por qué no lo pensé antes.
—Pues seguramente porque hemos estado juntas casi todo el tiempo. —_________ estaba deseando que su hermana se marchara, puesto que necesitaba desesperadamente un poco de intimidad—. Oye, si no la encuentras no pasa nada. ¿Dónde voy a ir?
—Nunca se sabe. Ah, aquí está. —Kaylee la tiró sobre un plato que había en una mesa—. Te la dejo aquí por si la necesitas. Bueno, pues entonces nos vemos luego, ¿vale?
—Sí. Pásatelo bien. —«Vete de una vez»—. No te preocupes por mí, Kaylee —insistió, al ver que su hermana vacilaba en la puerta. Esbozó una sonrisa—. Estaré bien, de verdad. Anda, vete y pásatelo de miedo, que te lo mereces. Estoy muy orgullosa de ti, ¿sabes? Hiciste lo correcto por las razones correctas.
Kaylee alisó la tela de licra que se ajustaba a sus caderas y miró a su hermana a los ojos.
—Yo también estoy orgullosa de mí. He aprendido muchísimo esta última semana, entre otras cosas que no soy tan tonta como creía. ¡Bueno! —Se atusó un poco el ahuecado peinado y sacó pecho—. Pero vamos a dejarnos de pasteleos, que al final se me va a correr el rímel y voy a parecer un maldito mapache. Me voy. —Se dio la vuelta, pero en el último momento se volvió de nuevo mientras metía la mano en su voluminoso bolso—. Ah, toma. Clasifícamelas, ¿quieres? —Y le tendió el correo. Luego saludó a su hermana agitando una mano de uñas pintadas de rojo y se marchó.
La sonrisa de _________ se evaporó. Tiró las cartas sobre la mesa y se dejó caer en el sofá, echando hacia atrás la cabeza y mirando el techo al tiempo que exhalaba todo el aire de los pulmones en un sombrío suspiro.
Dios, se le había olvidado la espantosa humedad que hacía en Florida en verano. El aire, casi palpable, era pesado y caliente y la hacía sentirse mal.
Una amarga carcajada escapó de sus labios mientras se enjugaba con la muñeca el sudor que le perlaba la frente y las mejillas. Sí, ya. Como si el calor fuera la única razón por la que se sentía mal.
¿Qué demonios había pasado? Kaylee no era la única que esperaba que las intenciones de Nick fueran más allá de unos cuantos revolcones. Pero parecía que en un momento estaban haciendo el amor en la ducha y al siguiente los sucesos se habían disparado en un torbellino. Cuando todo estuvo de nuevo bajo control, Nick se había convertido una vez más en el hombre de gesto sombrío y mente cuadriculada que había conocido hacía una semana.
¿Cómo podía haberse equivocado tanto al juzgar la situación?
¿Y cómo demonios era posible que su vida se hubiera desbaratado de esa manera en tan corto plazo de tiempo?
Quería irse a su casa. Volver a la reconfortante familiaridad de su hogar, donde podría lamer sus heridas en privado. Reencontrarse con un guardarropa que no resaltara cada centímetro de su cuerpo y con una vida segura y cuidadosamente planeada.
Vale, tal vez eso sonara un poquito... aburrido. Pero las cosas le parecerían distintas una vez que recuperara su vida real.
Mientras se enjugaba la cara con el antebrazo, se acercó al termostato para encender el aire acondicionado. Luego volvió al sofá y cogió el correo de Kaylee. Lo clasificaría como le había pedido su hermana. Luego buscaría en la guía el teléfono de varias compañías aéreas para informarse de los vuelos.
Ya había pasado por una factura de teléfono, una oferta de una tarjeta de crédito y una postal de New Hampshire donde deseaban que Kaylee estuviera allí, cuando de pronto se detuvo ante un sobre con su nombre escrito. Se quedó allí sentada un momento, mirándolo sin hacer nada. Luego lo abrió y sacó un billete de ida para Seattle. El avión salía de Miami en dos días.
No se necesitaba ser muy listo para saber quién se lo había enviado. De pronto, _________ fue presa de un ataque de rabia. Una rabia pura, irracional, al rojo vivo.


No tenía ni idea de cómo había llegado al apartamento de Nick. No recordaba haber llamado a un taxi. Lo último que recordaba era estar sentada en el sofá de su hermana, mirando el billete que tenía en la mano, ardiendo de ira... Y de pronto estaba aporreando una puerta de cristal con la respiración agitada. Se protegía los ojos del sol con la mano mientras se esforzaba por ver el oscuro pasillo que se extendía al otro lado.
Al ver que no abrían de inmediato, le dio una furiosa patada a la puerta.
—¡Abre la maldita puerta, cobarde asqueroso!
Gary salió de la cocina al pasillo. El estrépito de la puerta principal le empezaba a poner de los nervios.
—Ya voy, ya voy —gritó—. ¡Un momento, joder!
Se inclinó hacia delante en la silla de ruedas para girar el pomo y abrir la puerta unos centímetros. Pero alguien terminó de abrirla desde el otro lado y la visión que apareció ante él lo dejó con la boca abierta.
—¡Jod...! —Tragándose la maldición, se quedó mirando a la pelirroja sin disimular su admiración.
Nick tenía razón: la mujer era de piel muy blanca. Lo que no había mencionado, sin embargo, es que era alta y con un cuerpo para pararle el corazón al más pintado. Su cabello relumbraba bajo el sol del mediodía. La mujer le miraba con unos ojos que la ira teñía de un verde muy brillante.
—No me extraña que haya estado como un caimán con dolor de muelas —murmuró. Se apartó de la puerta y la invitó a entrar—. Me imagino que habrás recibido el billete.
—¿Dónde está? —_________ se enjugó la frente con el antebrazo, mirando alrededor como si esperase que Nick saliera de pronto de una pared. Se acercó a la puerta más cercana y la abrió de un tirón, llamándole a gritos.
Gary fue detrás de ella.
—No está en casa. Ha ido a comprar tabaco. ¿Quieres una cerveza?
_________ le miró como si le viera por primera vez enarcando las cejas.
—Nick no fuma.
—Pues la verdad es que sí. Bueno, fumaba. Hasta hace un par de semanas. Lo había dejado, pero hace unos quince minutos decidió que no valía la pena.
—Sí, por lo visto lo mismo piensa de muchas cosas —asintió _________ con amargura.
—No puedo estar de acuerdo con eso. —Pero antes de que pudiera formular una defensa para salvar el pellejo a su amigo, oyó que la puerta se abría y se cerraba de golpe. Mierda, lástima: le habría venido bien tener un poco más de tiempo para apaciguar a la pelirroja. Dio la vuelta en la silla de ruedas para interceptar a su amigo, pero era demasiado tarde. Nick apareció en el umbral con gesto sombrío y un cigarrillo apagado en la comisura de la boca—. Tienes compañía —fue lo único que pudo decir Gary para advertirle.
Pero Nick ya había visto a _________. Se paró en seco. El corazón le martilleaba dolorosamente contra las costillas y todos sus sentidos parecían enervados. Dios, le parecía que habían pasado meses desde que la vio por última vez, pero solo habían sido dos días. Sin embargo allí estaba.
Esa era la parte positiva.
El lado negativo era que estaba hecha una furia. Joder, debería haber hecho caso a Gary; ahora lo comprendía. Echó a su amigo un rápido vistazo para ver si se le había ocurrido alguna idea brillante para sacarlo del follón en el que se había metido. Por lo visto no: Gary se marchaba de la habitación.
Nick se irguió y miró con cautela a _________, que se acercaba a él. Vale, fue un error no dejarle un mensaje con el billete de avión. Pero ahora podría arreglarlo.
—_________... —comenzó.
Ella le pegó el billete al pecho de un manotazo y alzó hacia él su nariz de institutriz. El cigarrillo que Nick llevaba colgado en los labios chocó contra el desafiante ángulo de la barbilla de ella. _________ lo apartó de un manotazo. Con las mejillas congestionadas y los ojos chispeando fuego verde, le miró iracunda. Y por absurdo que resultase, Nick se sintió mejor de lo que se había sentido en las últimas veinticuatro horas.
—¿Sabes qué puedes hacer con esto, Jonas? —exclamó _________, presionándole los pectorales con el billete.
—¿Quemarlo?
—Eso desde luego. Y cuándo esté ardiendo, te lo puedes meter por...
Hundiéndole las manos en el pelo para agarrarle la cabeza, Nick pegó la boca a la suya, acallando el resto de su sugerencia. _________ abrió mucho los ojos y le cogió las muñecas para apartárselas, pero Nick se mantuvo firme y aprovechó el hecho de que ella tuviese la boca abierta dispuesta a seguir protestando. Fue suficiente para meter la lengua y... ahí, sí, justo ahí. Dios, la sensación era maravillosa. Esta vez no pensaba dejarla ir sin luchar.
La besó hasta que la espalda de _________ perdió su rigidez. La besó hasta que ella se desplomó contra su pecho y su boca se tornó blanda y caliente en respuesta. Luego la hizo retroceder hasta la superficie vertical más próxima y siguió besándola.
Por fin se apartó de su boca para besarle el pómulo, la mejilla, el mentón, el cuello.
—Lo siento —dijo, y su voz sonó oxidada como una tubería vieja. Carraspeó, pero todavía estaba ronco al añadir—: Dios, pelirroja, lo siento. La he cagado. Es que me sentía responsable por haberte metido en este lío y tenía miedo... bueno, miedo no, terror de que el Cadenas te hiciera daño. Y habría sido por mi culpa.
_________ comenzó a darle golpes en el pecho.
—De eso ya hemos hablado. ¡Tú no eres responsable del mundo entero!
Él le envolvió los puños con las manos.
—Sí, eso lo sé... aquí. —Y le llevó la mano hacia su sien. Luego la bajó y se la apretó contra el corazón—. Pero aquí todavía lo estoy trabajando, ¿sabes? A veces tengo una visión muy limitada y se me olvida ver las cosas con perspectiva. Y luego, cuando creo que ya he aprendido estas importantes lecciones, me hago un lío y vuelvo a mis viejos hábitos. —Estrechó a _________ contra su pecho y apoyó el mentón en su cabeza.
Ella jugueteaba con su desvaída camiseta allí donde se internaba en los pantalones.
—¿Tu mal humor no se debía a que no fuiste tú el protagonista del rescate?
—¡No!
—Ya sé que te gusta estar a cargo de todo, hasta del más mínimo detalle.
—Estaba orgulloso de ti. Qué demonios —añadió, con un resoplido que era a medias una carcajada—, si hasta estaba orgulloso de tu hermana. No solo pudisteis con un tío que tenía tres pistolas, sino que además le convencisteis para que declarara ante el juez.
—Pues no parecías orgulloso —protestó _________—. Te comportaste como si yo no existiera. Bobby se comía a besos a Kaylee, ¿y tú qué hiciste? Me echaste un vistazo y luego me apartaste para irte a jugar a policías. Ojalá te hicieras policía de verdad de una vez.
—Oye —saltó él, algo picado—, tú tampoco te tiraste precisamente en mis brazos.
—Ya, bueno, eso es porque... —Pero _________ se interrumpió y Nick captó una cierta tensión en su postura. Se echó un poco hacia atrás para mirarla a los ojos.
—Porque ¿qué?
—Nada, da igual. ¿Sabes qué? A lo mejor tus razones son mucho más tontas. Quizá es que ya tenías a mi hermana y tu estúpida recompensa y ya no me necesitabas. Desde luego me dejaste tirada como un pañuelo usado.
Aunque Nick reconoció que se trataba de una táctica de distracción, funcionó, y de maravilla.
—¡Mentira! —rugió, soltándola—. ¡Tú sabes que es mentira! Puede que no se me dé bien manifestar mis sentimientos delante de una multitud, como tu queridísimo Bobby, pero pensaba hablar contigo en el avión. Pero luego nos dieron asientos separados y no pude. Y... bueno, que no tuve valor, ¿vale? Me rajé. Me sentía culpable de todo y pensé que tú también me echabas la culpa, y no quise hablar de mis sentimientos.
Nick se pasó la mano por el cabello, exasperado. _________ le miró a los ojos y respiró hondo, haciendo acopio de valor.
En vez de preguntar cuáles eran esos sentimientos, asumió el mayor riesgo de su vida y expresó los suyos:
—Te quiero, Nick.
—¿Qué? —Nick se quedó paralizado, con la mano todavía en el pelo y el codo apuntando hacia el techo.
—Te quiero. Por eso no me eché en tus brazos en la habitación del motel. Acababa de darme cuenta de lo que sentía, y de pronto llegaste tú. Pero venías con ese aire de eficiencia, con una expresión tan fría que pensé que no te interesaría saber lo que yo sentía.
Nick bajó el brazo despacio.
—Uy, sí. Sí que me interesa. Desde luego que me interesa. —Tragó saliva y su nuez de Adán recorrió la longitud de su cuello—. No hago más que repetirme que no se puede uno enamorar en una semana. Pero tengo ganas de salir corriendo a por un cura, cambiar las leyes para prohibir el divorcio y atarte a mí con todos los lazos legales que pueda encontrar o inventar. _________ no sabes lo mal que lo he pasado. Pensé que te irías, que volverías a tu vida y te olvidarías de mí, y estaba paralizado. Podrías tener a quien tú quisieras, ¿cómo demonios ibas a quererme a mí? —Nick dobló las rodillas para poner la cara a su nivel y con suavidad le apartó con los dedos el pelo de los hombros y acarició sus brazos arriba y abajo—. Pero te quiero, pelirroja. No sabes cuánto te quiero. —Le cogió la mano y esbozó una sonrisa torcida—. Bueno, qué me dices, ¿quieres casarte conmigo?
—Bueno, no lo sé. —_________ le miró a través de una pantalla de pestañas—. Acabo de enterarme de que fumas, y no me gusta nada el tabaco. —Nick podía fumar tres paquetes al día, y aun así _________ se arrojaría en sus brazos. Pero eso no tenía por qué decírselo—. Podría tener a quien yo quisiera, ¿recuerdas? —murmuró con modestia—. Tú mismo lo has dicho.
Nick sonrió de nuevo y pegó la pelvis a la suya, frotándose con suavidad mientras que con las manos seguía recorriendo sus brazos con caricias como plumas.
—¿Y quién te ha dicho que fumo? Es mentira. Me he reformado.
—Yo misma he visto las pruebas. Has entrado con un cigarrillo en la boca. —_________ se estremeció—. Un vicio espantoso.
—Pero no estaba encendido, ¿no?
—Pues... no.
—Pues ya está. Vamos a casarnos. No hay ninguna razón que lo impida.
_________ alzó la nariz.
—A lo mejor no estoy preparada para un compromiso así.
—No me obligues a ponerme duro, pelirroja.
Ella frunció los labios y lanzó un resoplido de desdén.
—Muy bien. No digas que no te lo advertí. —Nick entornó los ojos—. Sé dónde viven las arañas más gordas. Y puedo dar con una en un tris —añadió, chasqueando los dedos.
_________ parpadeó.
—¿Serías capaz de utilizar mi mayor terror para salirte con la tuya?
Nick esbozó una sonrisa insolente y se pasó la lengua por los dientes mientras meneaba las cejas.
—Dios mío —exclamó _________—. Es deleznable. Eres una miserable serpiente. —Su rostro era el retrato del horror. Luego una lenta y traviesa sonrisa comenzó a dibujarse en sus labios—. ¡Me encanta!
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andreru
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MensajeTema: Re: Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA)   Soy toda tuya-Nick y tu. (TERMINADA) - Página 2 Icon_minitimeDiciembre 5th 2013, 12:24

Epílogo
—¡Madre mía! Creía que iba a darme un infarto con las prisas por llegar a tiempo. —Kaylee llegaba sin aliento al vestuario de la iglesia—. El avión llegó tarde y luego retuvieron el equipaje. ¿Hemos retrasado la ceremonia?
—No, aún dispones de tiempo para vestirte. —_________ abrazó a su hermana—. Me alegro de verte.
—Y yo. Ojalá hubiéramos podido venir con más tiempo, pero ha sido una semana de locos. Ya te contaré cuando tengamos un momento.
—Te voy a presentar a las damas de honor —comentó _________, y retrocedió un paso aguardando la esperada reacción.
Kaylee no la decepcionó.
—¡Joder, _________! —Se quedó mirando con los puños en las caderas los vestidos de color verde pálido que llevaban las otras dos damas de honor—. Cuando me dijiste que te encargarías tú de elegir el vestido perfecto para las damas de honor, la verdad es que tragué saliva, porque todos mis instintos me gritaban que estaba cometiendo un gran error. —Las damas de honor, con una sonrisa tensa, se disculparon entre murmullos y salieron de la habitación. Kaylee se volvió de nuevo hacia su hermana—. Debería haber sabido que tu boda sería de lo más anodina.
—Yo prefiero llamarla elegante —replicó _________ con calma, ofreciéndole una sonrisa irónica—. Aunque admito que resulta un poco pobre comparada con la Capilla del Amor Ardiente Hunka Hunka. Y por supuesto, nos va a casar un cura normalito, no el espectacular imitador de Elvis que te casó a ti.
Kaylee sonrió con expresión soñadora.
—¿A que fue genial?
—Hummm —replicó _________ sin querer comprometerse. Luego le devolvió la sonrisa—. De todas formas, Kaylee, deberías tener un poco más de fe en mí. ¿Crees que no conozco tus gustos?
—Pues a juzgar por los vestidos tan sencillos que llevaban las otras damas de honor, no. —Kaylee observó pensativa el vestido de novia de su hermana—. Aunque tengo que admitir que estás muy guapa. El vestido podría ser un poco más ceñido y le vendrían muy bien unas cuentas, para hacerlo más vistoso. Pero aun así, _________y, estás estupenda. Realza tu figura.
—Sí. Es genial, ¿verdad? —_________ se admiró en el espejo.
El vestido, un largo y esbelto tubo de color crema, resaltaba su figura de reloj de arena sin ser demasiado ceñido. Tenía el escote bajo y daba la impresión de no llevar tirantes bajo las perlas que se extendían de los hombros a la cintura, donde el traje se estrechaba antes de extenderse sobre sus caderas hasta caer al suelo.
Estaba preciosa.
Se cruzó con la mirada de Kaylee en el espejo y alzó una ceja.
—Bueno, ¿estás lista para ver el tuyo? Cierra los ojos.
—¿Tan feo es?
_________ abrió la bolsa que colgaba de la puerta y sacó el vestido de su hermana. Se lo puso delante y anunció:
—Ya puedes mirar.
—¡Oh! —Kaylee se quedó sin aliento—. ¡Dios mío! ¡Dios mío! —Y comenzó a quitarse la ropa de inmediato—. Es precioso. ¡Precioso!
—¿No te dije que confiaras en mí? —_________ le tendió el vestido verde esmeralda a su hermana—. Le dije a la modista que pensara en Jessica Rabbit, pero no lleva mucho tiempo en el país y no lo entendió bien. Así que le pedí que añadiera muchas cuentas. Y que me lo ajustara tanto que impidiera sentarme.
—¡Perfecto!
—Sí. —_________ sonrió viendo a su hermana estrechar el vestido contra sus pechos—. Ya me imaginé que te gustaría. Anda, póntelo. Ya casi es la hora del show y quiero ver cómo te queda.


Varios minutos más tarde, en el altar, Nick se tiró de la pajarita con el dedo.
—Joder —masculló—. ¿Es que esto nunca va a empezar?
El sacerdote había acompañado hasta allí a los padrinos y a él mismo hacía un minuto. Y allí los había dejado, para que sudaran delante de una muchedumbre de desconocidos.
Gary alzó la vista hacia él.
—¿Te estás poniendo nervioso?
—Eso es decir poco.
Bobby, que todavía se estaba ajustando la faja del esmoquin, dijo por la comisura de la boca:
—Respira hondo. Te relajarás en cuanto la veas.
—Joder, a juzgar por todo esto —observó Gary, echando un vistazo a la iglesia—, te has dejado aquí una pasta.
—Sí. Menos mal que te negaste a aceptar el dinero de la recompensa. No sabía que por el precio de una boda podía financiarse un país pequeño. De haberlo sabido, le habría quitado las joyas a Jimmy Cadenas antes de entregarlo a los federales.
—Por cierto, que el Cadenas y Sanchez salen mucho en las noticias últimamente, en Miami —comentó Gary—. ¿El asunto ha llegado hasta aquí?
—No. A Seattle no le importa lo que ocurre en Miami. —Nick se tiró de nuevo de la pajarita, con la vista fija en la puerta al final del pasillo.
—Al final Kaylee no tendrá que testificar —terció Bobby—. Llevamos toda la semana hablando con el fiscal del distrito, y ayer ya nos lo confirmaron. Por lo visto han llegado a un acuerdo con el abogado de Sanchez. Nos han quitado un peso de encima, os lo aseguro.
El órgano empezó a sonar, pero la puerta seguía cerrada. A Nick le dio un brinco el estómago.
—Le han caído de veinte a veinticinco años —dijo Gary—. El Cadenas ha salido mejor parado. De quince a veinte.
Por fin se abrió la puerta y Nick dejó de atender a la conversación. Su vista pasó de largo a las dos damas de honor vestidas de verde pálido, a Kaylee con su flamante esmeralda, y se centró en _________. Llevaba el pelo recogido hacia arriba, y llameaba bajo la tenue luz. Era una visión con su vestido blanco, pálida y serena. Al cruzarse con la mirada de Nick, _________ esbozó una sonrisa radiante.
Nick se quedó sin aliento y sus nervios desaparecieron para dejar paso a un fiero orgullo. _________ era inteligente, era hermosa y era suya.
—Cariño —murmuró bajo la música del órgano, alzando ligeramente las comisuras de la boca—. Ven con papá.


El banquete estaba en su apogeo cuando Gary se acercó al novio.
—¿Puedo bailar con la novia? —pidió. Nick se había mostrado una pizca posesivo con _________ desde el momento en que recorrió el pasillo de la iglesia, e incluso ahora lanzó un gruñido de protesta—. No estoy pidiendo que me dejes besarla, tío. Solo quiero un baile
_________ se echó a reír, le dio una palmadita a Nick en la mejilla y se alzó la falda para sentarse en el regazo de Gary. Él, ofreciendo a su amigo una sonrisa de maníaco, inclinó la silla hacia atrás sobre las ruedas, dio media vuelta y salió disparado hacia la pista de baile. Una vez allí, se dedicó a recorrer despacio el perímetro.
—Nunca había visto a Nick tan feliz —comentó, mirando la expresión radiante de _________. Ella le ofreció una sonrisa tan dulce y satisfecha que Gary se echó a reír—. Claro, que tú no te quedas atrás.
—Estoy muy contenta, sí. Y me alegra hacerle feliz. Pero no es solo por mí, Gary, también es por lo de la academia de policía.
Para su gran satisfacción, Nick se había matriculado poco después de llegar a Seattle.
—Sí, ya era hora de que se decidiera. Me alegro de que por fin viera la luz.
_________ le tocó el antebrazo. Los músculos saltaban y se flexionaban bajo los dedos.
—Te echa mucho de menos, ¿sabes?
—Pues cómprale un perro. Lo que necesita es alguien a quien cuidar. —Gary esbozó una sonrisa traviesa—. O mejor todavía, dale un hijo —añadió, observándola con atención—. Por otra parte, esto está muy bien. A lo mejor me traslado cuando acabe los estudios. Estáis Nick y tú. Y está Microsoft. Desde luego no me importaría trabajar aquí.
_________ le enroscó el brazo en el cuello y sonrió.
—Nos encantaría.
—Devuélveme a mi mujer, Proscelli.
Los dos alzaron la vista hacia Nick con idénticas sonrisas en el rostro. Gary se tocó un sombrero imaginario.
—Tus deseos son órdenes para ella.
—Qué más quisiera yo. —Nick ayudó a _________ a levantarse y alzó una ceja mirando a su amigo—. Allí en el bufet hay una chica bastante guapa. Si te das prisa, a lo mejor llegas a tiempo de ligártela. —Gary dio media vuelta y se alejó—. Y con algo de suerte, te tendrá demasiado ocupado para que intentes ligarte a mi mujer —añadió entre dientes.
_________ le rodeó la cintura con un brazo para estrecharle.
—No serás uno de esos insoportables maridos celosos, ¿verdad?
Él la abrazó y comenzó a moverse al ritmo de la música.
—Solo hoy. Y durante la luna de miel. Luego me calmaré.
—Bien. Porque te quiero a ti y solo a ti.
Él miró sus brillantes ojos y le acarició con la punta de los dedos la mejilla arrebolada.
—Ya lo sé. Y yo te quiero con locura, pelirroja. —Saludó a Kaylee y Bobby al pasar junto a ellos y volvió a mirar a la novia—. Después de la luna de miel, los hombres pueden mirarte todo lo que quieran. Claro que si alguno intenta tocarte —y pasó las manos con gesto posesivo por la curva de sus nalgas y bamboleó las caderas, lanzando una exclamación al ver que ella seguía a la perfección su movimiento— tendré que ponerme violento.
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