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| Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot | |
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NataliadeJonas Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:41 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:42 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:45 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:48 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:48 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:48 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:50 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:50 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:51 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:51 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:51 | |
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:51 | |
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| | | NataliadeJonas Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:52 | |
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| | | NataliadeJonas Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
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| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 10th 2012, 17:52 | |
| Aaaaaaaaaaaaaaaaaa COMO LA DEJAS ASIIIIIIII !!! Aaaaaaaaaaa ME ENCANTO !! Y la parte del asensor Jajajaj ME ENCANTAAAAAAAAAAAA !! SIGUELAAAAAAAAAAAA XOXOXO | |
| | | OliVzz Nuev@
Cantidad de envíos : 13 Edad : 28 Fecha de inscripción : 04/11/2012
| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 11th 2012, 19:12 | |
| Capítulo 5
Tantas noches aullando en la oscuridad, incompleto y buscando.
Nicholas miró a la mujer que sabía que estuvo esperando toda su vida. Las horas que se había pasado arrancando cada trocito de información que pudo encontrar sobre ella solo para confirmar el hecho de que, en efecto, la naturaleza le había dado una compañera que encajaba con él a la perfección. Una sonrisita se plasmó en los carnosos labios femeninos, la sensual curva seductora y repleta de promesas. —¿Vas a desvestirte, Coyote Man? —susurró, la ronca necesidad en su voz provocando que la longitud de su polla dura como el acero latiera casi dolorosamente. Bajó las manos hacia el cinturón de sus vaqueros, se lo habría desabrochado, pero _________ eligió ese momento para moverse. Se arrodilló, cubriendo con sus manos más pequeñas las de él y luego las apartó a un lado. Observar como ella le aflojaba el cinturón con sus dedos gráciles soltando la hebilla y luego yendo hacia el cierre metálico de sus pantalones estilo comando, casi rompió su control. Cerró con fuerza los dedos mientras se esforzaba por contenerse, para evitar tocarla. Si la tocaba, no podría refrenarse en absoluto. La tomaría. La poseería y nada lo impediría. Aquello no es lo que quería para su primera vez. La primera vez de _______. Todo su cuerpo se tensó cuando le aflojó los pantalones. Agarrando el dobladillo de su camisa negra, se la quitó, arrojándola a un lado mientras ______ le bajaba la cinturilla de los pantalones y liberaba la gruesa longitud de su polla. Los coyotes machos no eran como los felinos, que estaban más en la línea, sexual y dotados, a sus homólogos humanos. Los lobos y los coyotes eran otra historia. La anchura no era la normal si no más gruesa, y cuando tenían un orgasmo con sus compañeras, la mitad del miembro se les engrosaba aún más, de cinco a siete centímetros, trabándolos en el interior de ellas. —Por. El. Amor. De. Dios —susurró ella trazando con los dedos la longitud del pene, disparando descargas de puro placer directo a sus pelotas. —Está bien. Lo prometo —masculló con rudeza, retirándose solo el tiempo suficiente para rápidamente desatar y sacarse las botas y los pantalones. Desnudo, las glándulas bajo su lengua inflamadas y doloridas a la vez que la hormona del acoplamiento le llenaba la boca, Nicholas estaba tan desesperado por ella que apenas podía respirar. —No me cabrá nunca —sonaba asombrada mientras el aroma de su turbación llenaba el aire con un filo sutil de inocencia. Pero regresó a él, alargando los dedos una vez más, atrayendo su hambre como él atraía la suya. —Todo lo que tienes que hacer es desearme —le prometió—. Eso es todo, _______. No iba a explicárselo, no podía. Él sabía lo que pasaría. Su Alfa, Del-Rey, se lo había explicado a la manada justo después de su acoplamiento con la Coya, Anya. —Nicholas. —Volvió a tragar saliva con fuerza, mirándolo mientras sus dedos sedosos lo trazaban otra vez—. Te deseo más de lo que jamás he deseado nada en mi vida. Y eso la confundió. Él podía ver su confusión, podía notarla. No deseaba nada más que tranquilizarla. Aliviaría la confusión y sus temores más tarde. Ahora mismo, la sensación de su toque era demasiado increíble para apartarse. Extendió las manos hacia ella. Le acunó la nuca cuando los dedos femeninos le rodearon la polla. No toda, por supuesto, su mano era demasiado pequeña, pero lo suficiente para sujetarla firme mientras que con la lengua lamía experimentalmente en torno a la corona de su pene. Dios, quería follarle la boca. Deseaba observar esos preciosos labios carnosos encerrar la punta de su polla mientras él empujaba superficialmente dentro y fuera. Ejerció justo la más leve cantidad de presión. —Tómala, nena —gimió—. Abre tus labios para mí. Quiero sentir mi polla en tu boca. El hambre estaba a punto de volverle loco. La necesidad de sentirla chupar el glande sensible hacía que todo su cuerpo se tensara hasta el punto de ruptura. Ella abrió los labios. Frotándolos sobre la punta engrosada de su carne empalmada, haciendo que su pulso se disparara y el ritmo de su corazón se desbocara. Sepultó los dedos en su cabello apretándolos y manteniéndola quieta. Ella levantó la mirada hacia él. Allí no había temor. Había excitación y un dejo de confusión. Había sentimientos que colmaban sus sentidos y estaba también embargado por el reconocimiento de que había esperado esto durante toda su vida. A esta mujer. Su toque. Entonces los labios encerraron la punta de su polla y lenta muy lentamente se deslizó hasta que el glande completo estuvo rodeado por un calor húmedo y succionador. Un gruñido se escapó de sus labios. Intentó contenerlo. Quiso reprimirlo. Había veces que la presencia del animal era algo que prefería ocultar. Cuando estaba haciendo el amor a la pura y dulce inocencia, ocultarlo era imprescindible. Pero en vez de notar u oler su miedo, olió su excitación. Pura, dulce y sexual excitación que llameaba tan caliente y brillante que juró que se estaba hundiendo en sus poros. Las hormonas se derramaban de su lengua mientras tragaba, con la mirada fija en su compañera, con las manos sujetándole la cabeza mientras se movía contra ella. Observando. Observando sus labios estirarse en torno a su polla, apretarse sobre él, acariciarle con la lengua, azotarlo y estimular las terminaciones nerviosas que desbocaban sus sentidos. Lo estaba empujando a un borde que no había conocido antes. Cada tirón de sus labios, cada movimiento de su lengua contra la parte inferior de su polla, hacía que las glándulas en su lengua se hincharan aún más, con más fuerza. La hormona le estaba inundando el cuerpo, embriagándolo. Y la deseaba igual de embriagada. Igual de ligada a él como él lo estaba a ella. Se retiró, ignorando sus intentos de sujetarle, de apretar los labios sobre la punta demasiado sensible de su polla. Acunando su rostro en las manos, Nicholas se inclinó, cubriéndole los labios con los suyos, presionando la lengua entre ellos, contra ellos, exigente, desesperado. Ella apretó los labios sobre la lengua masculina y la hormona se derramó en su interior, bombeando desde las glándulas cuando él de nuevo tomó el control del beso. Lamiendo, acariciando, placer y hambre se fusionaron para enviarlos en barrena a un placer frenético, ardiente y abrasador que se apoderó de sus sentidos y arrojó a un lado cualquier temor o confusión que ella pudiera haber sentido y cualquier duda por parte de él. Cuando la necesidad imperiosa de llenarla con el calor de acoplamiento se alivió, la necesidad de saciar el calor con el placer llenaba cada fibra de su ser. Acostándola de espaldas, Nicholas dejó que sus labios bajaran recorriendo su cuello hasta las curvas llenas de sus pechos mientras ella se arqueaba hacia él. Le pasó los pulgares por los pezones, observando cómo se contraían y se hinchaban más duros mientras un suave gemido de placer abandonaba los labios femeninos inflamados por sus besos. Su compañera. Se levantaba hacia él, se arqueaba contra él, necesitada y ansiosa de su contacto. Y él no quería nada más que dárselo. _______ lo había sabido. Debería haberlo sabido. Dónde había humo, había fuego, su padre siempre lo decía. Los periódicos estaban repletos de las historias de la adicción del acoplamiento. Un calor que las mujeres humanas no podían resistir. Uno que vinculaba al Casta macho a ella. Uno que creaba un festín interminable y sensual para la pareja. Ese conocimiento era un pensamiento remoto, una constatación a la que no pudo asirse cuando sintió los labios de Nicholas rodeando la punta, tensa y apretada de su seno. Ella se lo quedó mirando, deslumbrada, el placer que había sentido antes, sin más que la caricia más breve, aumentaba, haciéndose más profundo, convirtiéndose en algo más vinculante. La sensación de su boca caliente chupándola, tironeando de su pezón era casi un placer doloroso. El calor afloró en el pezón sensible, irradiando hacia fuera y precipitándose hacia su coño, dónde el clítoris latía con violenta exigencia. Restregó la lengua contra el sitio sensible, luego con unas rápidas y fuertes lamidas dio golpecitos sobre él, azotándolo mientras una oleada de placer y excitación enviaba dardos de sensaciones eléctricas a través de ella, contrayendo la matriz y derramando sus jugos entre los muslos. Estaba tan húmeda. Tan caliente. Podía notar la prueba resbaladiza de sus ansias por él mientras se deslizaba por sus muslos e hinchaba los pliegues de su coño por la expectativa. Yendo de un pecho al otro, sus labios jugaron con minucioso detalle con la pequeña protuberancia prieta. Chupó y lamió, pasando rápidamente la lengua, y aquello adictivo que ella había probado en su beso le sensibilizó los pezones todavía más. Había notado las glándulas hinchadas bajo la lengua mientras se la chupaba durante aquellos breves segundos. Había probado su beso, una mezcla del aroma de un fuego en invierno, con el condimento de una tormenta de verano. Cerró con fuerza los dedos en su pelo cuando él le soltó el pezón, solo para desperdigar sus besos por su torso mientras que con las manos le acariciaba los muslos y los abría muy despacio. Contra la parte externa de su pierna, ________ podía notar la anchura gruesa y pesada de la polla y casi pudo sentir el temor que quería alzarse en su interior. Pero no hubo lugar para las inhibiciones cuando él arrastró los dedos más arriba, deslizándolos a través de la resbaladiza esencia de su hambre y luego acarició los rizos que le ocultaban la carne henchida. Movió los labios hacia el hueso de su cadera, luego hacia el otro antes de dispersar los besos en el sensible montículo de su coño. Metió los dedos en su hendidura mientras ella se arqueaba para acercarse más a él, desesperada ahora por sentir su beso y su contacto en cada parte del cuerpo. —Nicholas —gimió, el tono oscuro y sexual de su voz casi la sorprendió. Movió los dedos lentamente bajando por el estrecho surco entre los pliegues de su coño para encontrar la entrada oculta donde sus jugos se reunían con un calor sedoso. Giró los dedos cuando se movió más abajo, descansando entre sus muslos, su respiración susurrando sobre el clítoris inflamado. ________ reaccionó ante aquella diminuta caricia, como una brisa tibia soplando sobre su muy sensible nudo de nervios, se encontró moviéndose bruscamente, con las manos plantadas en el colchón y aferrando las mantas debajo de ella. Él bajó la cabeza. ________ observaba, extasiada, como la lengua sobresalía un poquito y lamía sobre el diminuto punto de placer con resultados devastadores. —Por Dios, Nicholas —gritó, doblando las rodillas y levantándolas, abriendo las piernas aún más mientras él atraía el clítoris a su boca empezando a succionar con tranquila y ansiosa gula. Ella nunca lo había hecho antes. Nunca había estado así de abierta, con las rodillas dobladas y los muslos abiertos de par en par y le había dado a cualquier otro hombre el permiso de tocarla íntimamente. Los dedos que frotaban suavemente la entrada de su vagina empezaron a empujar dentro de ella. Sus labios y lengua le estaban torturando el clítoris con placer y mientras Nicholas empezaba a empujar los dedos en su interior, ella sintió como se derretía. Dos largos dedos entraron, girando ligeramente y separándose, estirándola para abrirla. Los notó rozar las sensibles terminaciones nerviosas internas y enviar impulsos de puro placer recorriéndola de prisa. Cada célula vibraba con la carga de sensaciones. _______ pudo notarlas fusionándose, tensándose, amenazando con implosionar dentro de ella cuando Nicholas empezó a empujar los dedos superficialmente dentro de la ceñida abertura. Sintió la presión del frágil escudo de su virginidad cuando sus dedos empezaron a estirarla, debilitándolo. —Nicholas —gimió cuando él deslizó una de sus manos debajo de su trasero, arqueándola más alto para sus labios y para el dedo que penetraba su sexo—. Es tan bueno. Se siente tan bien. —No podía dejarlo salir. Lo necesitaba tanto. Necesitaba cada contacto posible con cada fibra de su ser. Le succionó el clítoris más profundo en su boca con la lengua frotando contra éste mientras dedos pujantes empezaban a moverse dentro de ella con mayor exigencia, enviando desgarradoras sensaciones, veloces como un rayo, a través de la matriz, del clítoris, del coño. —¡Fóllame! —gritó las palabras, la desesperación enlazada con la exigencia, pero ella no tenía ni idea de dónde provenían—. Por Dios, Nihcolas, te necesito. Juraría que te he necesitado toda mi vida. Un gruñido retumbó contra su sexo. Apretó el coño sobre los dedos invasores cuando salieron de ella, luego la cabeza de Nicholas descendió, levantándola más cerca con las manos… Empujó la lengua dentro de la empapada entrada saturada de jugos de su coño. Como un fuego erótico, con su lengua tan caliente y tan perversamente ansiosa, Nicholas empezó a lamer y a acariciar, follándola con movimientos rápidos y duros mientras _______ sentía su cuerpo tensarse, se sentía al borde de la inconsciencia. Una repentina implosión que le llegó hasta el alma precipitó un grito más allá de sus labios mientras su orgasmo le convulsionaba la matriz y la hacía gritar en un éxtasis delirante. _________ no podía parar los estremecimientos o las fuertes y atroces contracciones de sus músculos mientras las sensaciones parecían seguir y seguir. Entonces Nicholas se levantó de golpe entre sus muslos. Cuando se puso sobre ella, sintió la punta de la polla meterse entre los pliegues de su coño. Justo entonces presionó contra su entrada, la polla latía y notó un fuerte chorro caliente de lo que tenía que ser líquido preseminal entrando en ella. Pero el líquido preseminal no salía a chorros. Abrió los ojos. Mirándole, ______ lo notó de nuevo, luego sintió una ráfaga como un hormigueo de sensaciones que empezó a invadir los delicados tejidos. Antes ya había estado cachonda por él. La noche anterior había estado al borde de una masturbación absurda, incluso después de aprender que sin importar cuanto lo intentara, no encontraría el alivio. Pero ahora… esto… Esto no era simple excitación. Cuando soltó otro chorro caliente dentro de la inflamada abertura, ________ sintió nuevas sensaciones empezando a florecer al contacto con la carne. Se habría derretido en el suelo si no hubiera estado acostada. El placer se multiplicó por cien y cuando empezó a llenarla con su erección, a estirar los tejidos sensibles hasta casi una tirantez insoportable, ________ supo con absoluta certeza lo que era el fluido. Los chorros calientes no eran líquido preseminal, al menos no del todo. Fuera lo que fuera, le permitía incluso a la carne más ceñida aceptar esta penetración y estiramiento inaudito y encontrar el placer más increíble en la posesión de ella. ________ contuvo la respiración cuanto le notó tensar los músculos. Él se detuvo un segundo con la mirada trabada en la de ella. —Solo mírame —susurró él, con el tono incluso más ronco que antes—. Solo mírame, cariño. En cualquier otro momento ni lo hubiera intentado. Nicholas nunca había tomado una virgen. Nunca había tocado a una mujer que no tuviera experiencia y fuera consciente de lo que iba a obtener. Pero su compañera. Su dulce y bonita ________ no tenía ni idea. Moviéndose sobre ella, con una mano sujetándole la cadera, Nicholas sintió otro duro chorro de fluido preseminal rico en hormonas que la llenaba, sin duda provocado por lo ceñido de su coño. Balanceándose hacia atrás, dejó que los jugos femeninos le facilitaran el paso, se permitió acostumbrarse a ella antes de quitarle la virginidad. Antes de enseñarle exactamente lo diferentes que eran los Castas machos de sus primos humanos. Ella era virgen, se recordó mientras se retiraba otra vez, con todo su cuerpo ardiendo por la contención, por el lento estiramiento de la membrana virginal dentro de ella para acomodar una posesión sin dolor. Dios, eso no iba a suceder. Un gruñido, un gemido de pura ansia frustrada salió de sus labios cuando notó que sus caderas empujaban hacia delante, con demasiada fuerza, con un apuro incontrolado. La anchura de su polla atravesó la fina membrana y entró solo algunos centímetros dentro de ella. Apretados, apretados músculos comprimieron su polla, se dilataron y tensaron sobre la punta mientras él apretaba los dientes, reprimiendo la necesidad de aullar. Porque sabía que ahora no tenía ni la más mínima posibilidad de detenerse. _________ se arqueó con un grito cuando sintió tanto la rotura de su virginidad como un placer que la desgarraba, envolviendo sus sentidos y tensando su cuerpo con un éxtasis increíble. Sus sensibles tejidos internos estaban atenazados sobre el intruso que la penetraba, la punta engrosada latía furiosa cuando ella notó salir otro chorro fuerte y caliente de fluido en su interior. Sus músculos se tensaron aún más cuando las terminaciones nerviosas volvieron a la vida con entusiasmo. Obligándose a abrir los ojos, ahora lo miró, observando los rasgos salvajes de su rostro mientras su expresión se retorcía por el remordimiento. —Tan bueno. —Tuvo que obligar a salir las palabras cuando una sensación atormentó su carne interna nuevamente—. Dios mío, Nicholas, es tan bueno. Cerró con fuerza las manos en las caderas femeninas, sus labios se abalanzaron sobre los de ella y cuando se echó para atrás, ______ supo que al final había cedido a la necesidad que los desgarraba a ambos. Empezó a mover las caderas. Su lengua bombeaba en su boca mientras su polla comenzaba a bombear entre los muslos, penetrando los delicados tejidos internos de su coño mientras éste empezaba a moverse y contraerse para mantenerla en su interior Rodeándole las caderas con las piernas, ________ inclinó y levantó las suyas más alto, orientando su cuerpo hacia el de él mientras se esforzaba por separar el placer del dolor, y falló. Era como estar perdida en una vorágine de sensaciones eróticas y exóticas. Truenos y rayos retumbaban y chocaban en el interior de su cuerpo. Dedos de ráfagas de sensaciones, calientes y extremas, la recorrieron, le rodearon el clítoris y le estremecieron la matriz. Cada caricia dentro de las profundidades de su cuerpo la enviaba a volar más alto mientras el sabor del fuego de invierno y la tormenta de verano la embriagaban más aún. La ponían más hambrienta. Hacían la intensidad de las sensaciones algo para ansiar en vez de para temer. Pero no habría sido necesario el beso adictivo, lo sabía. Nada fuera del contacto, del sabor de este hombre era necesario. Porque él era lo que había estado observando en la oscuridad y lo sabía. Apartando la boca de la de ella, gruñó otra vez mientras sepultaba sus labios contra la curva de su cuello. De repente, sus caderas se movían más rápido, la carrera por el orgasmo los consumió y se intensificó en ambos. ______ gritó su nombre, le rogó, le exigió. Su vagina se apretaba convulsivamente, su matriz se tensaba mientras el clítoris le ardía y latía con cada roce de su pelvis. Cada caricia avivaba los fuegos sensuales que ya ardían fuera de control. Clavó las uñas en los hombros de Nicholas cuando notó sus dientes arañando contra la piel sensible entre el cuello y el hombro. La piel hormigueaba ante la sensación de los caninos sobre ella, ante la sensación de su lengua esparciendo esa hambre apasionada sobre ella. La follaba con masculina avidez y la intención sensual de darle placer. Mientras se movía con furia en su interior, la anchura debería haber provocado un dolor agónico con cada empuje y lo hacía… una agonía de placer. Las sensaciones eran un tormento, el éxtasis en aumento se amotinaba a través de ella hasta que sintió su cuerpo empezando a explotar de dentro a fuera. Era como estar inmersa en una nube de puro éxtasis. Como si el éxtasis mismo la hubiera envuelto, cubriendo cada centímetro y cada célula, reduciéndola a cenizas. Gritó. Se oyó gritar. Nicholas clavó los dientes en el cuello femenino con un arrebato repentino de doloroso placer. Entonces, con un empuje final ella notó su orgasmo cuando también comenzó a alcanzarle. El primer chorro fuerte de semen mientras su polla pulsaba y parecía hincharse todavía más. Luego más y más. Abrió los ojos mientras gritos estrangulados de otro orgasmo escapaban de su garganta. Aquella hinchazón, en la parte más sensible de su coño, estirando los músculos convulsivamente apretados y pulsando contra terminaciones nerviosas que de otro modo nunca hubieran conocido la estimulación. El estiramiento parecía interminable hasta que él estuvo trabado dentro de ella, tan fuerte que ella supo que ninguno de ellos podría escapar. El chorro de su semen sacudió el cuerpo masculino. Le pasó la lengua por la herida del cuello. Y _______ supo, muy adentro, en lo profundo de su ser, supo que la vida nunca más tendría la oportunidad de ser la misma. | |
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Cantidad de envíos : 13 Edad : 28 Fecha de inscripción : 04/11/2012
| Tema: Re: Una compañera Inoportuna [Nick y Tu] [Adaptacion] Hot Diciembre 11th 2012, 19:33 | |
| Capítulo 6
Había perdido las esperanzas, había perdido la fe.
_______, acostada contra el pecho de Nicholas, frotaba la mano sobre los amplios planos, sintiendo la presencia del vello, casi pelaje, que crecía allí. Los Castas parecían no tener vello en el cuerpo y, en cierto sentido, era verdad. Lo que tenían en su lugar era un vello superfino, casi invisible a simple vista. Ni siquiera se sentía como vello, si no más parecido a un pelaje más fino y más suave del que poseían sus primos animales.
Era tibio al tacto, calentado por el cuerpo y la fuerte carne musculosa. El pecho era poderoso, increíblemente amplio y bajo su palma notaba el corazón latiendo a un ritmo lento y constante que la confortaba, incluso cuando nada debería haber sido capaz de confortarla.
El brazo de Nicholas le rodeaba la espalda mientras la sujetaba contra su pecho, manteniéndola caliente a pesar del frío que quería sorprenderla.
—¿Te he hecho daño? —le preguntó, moviendo los labios contra su coronilla mientras con los dedos le acariciaba el hombro.
—No me has hecho daño. —Y no lo había hecho.
El placer había sido tan increíble que todavía no se había recuperado, todavía estaba intentado encontrar el norte mientras su mente se esforzaba por encontrarle sentido.
Una vez la gruesa y potente hinchazón de su polla había remitido, permitiéndole salir de ella, Nicholas se había levantado de la cama y había ido a buscar un paño húmedo en el baño y una toalla seca, procediendo a limpiarla con suavidad.
Ella se había ruborizado violentamente. Mierda, pero si se ruborizaba ahora con solo pensar que él la había limpiado minuciosamente, incluso separando los pliegues de su sexo y pasando el paño delicadamente a través de la estrecha hendidura.
—Fui creado para matar —le dijo de pronto—. Todos lo fuimos. Éramos Castas, ni animales, ni humanos. Cuando los rescatadores nos liberaron, cuando el Alfa Lyons anunció al mundo nuestra presencia, nos enteramos de que aunque Dios no nos había creado, aún así Él nos hizo un regalo.
_______ se incorporó y lo contempló sombríamente, observando la profunda tristeza en sus oscuros ojos azules mientras la miraba.
Nicholas levantó la mano y le rozó con el dorso de sus dedos un lado de la mejilla antes de bajarlos hacia la cadera y sujetándola allí. Como si necesitara alguna pequeña conexión con ella, sin importar cuán leve fuera.
—¿Qué os regaló? —le pregunto en voz baja.
—Nos dio a nuestras compañeras. —Era una respuesta que no se esperaba—. Gracias a todo lo que hemos aprendido en los últimos trece años, existe una única compañera para nosotros. Creada solo para nosotros. Emocional, biológica y físicamente. Tenemos a una compañera que nos espera en algún lugar del mundo, solo tenemos que encontrarla. Frunció las cejas en un ceño.
—Eso parece horriblemente incierto —dijo ella—. ¿Y si no encuentras a tu compañera?
Él se encogió de hombros.
—Entonces supongo que nuestra existencia sería igual al vacío en el que fuimos creados. Solos. Sabiendo que no podemos tener hijos sin importar lo fuerte que sea el deseo que la mayoría de nosotros tenemos por ellos. Únicamente las compañeras, parece ser, pueden concebir. Solo las compañeras pueden aliviar el alma, ayudar a sanar las heridas y luchar contra las pesadillas que la mayoría de nosotros soportó para sobrevivir en los laboratorios. Ahora, observamos, buscamos y aunque muchos de nosotros lo niega, anhelamos a esa compañera, ________. La única cosa en el mundo que está destinada a ser nuestra, que demuestra que aunque no nacimos, al menos fuimos adoptados por una fuerza más grande que el hombre.
_______ dejó caer la mirada a sus manos que yacían en su regazo, examinando sus dedos entrelazados mientras notaba que el pecho se le oprimía.
La voz masculina resonó ante tales recuerdos oscuros.
—Los Coyotes fueron creados para matar a sus primos —siguió—. Los Felinos y los Lobos, existíamos para ser sus carceleros. Nuestra genética fue cuidadosamente elegida para permitirnos mentir, engañar, torturar y no conocer el remordimiento o la culpa.
Ella alzó la mirada de nuevo. La expresión de él estaba esculpida en mármol, salvaje con sus planos y ángulos, los pómulos altos, el afilado perfil de su mandíbula. Podría haber sido un guerrero de la antigüedad en vez de una creación de la tecnología y el mal.
—¿Estás intentando decirme algo, Nicholas? —le preguntó.
Él arqueó los labios con un atisbo de diversión.
—Te he estado buscando durante lo que parece una eternidad, ______. La noche en que tu mirada hizo contacto con la mía en aquel bar, juraría que te sentí en mi alma. ¿Lo sentiste? ¿Sentiste algo moviéndose en tu interior que no podías explicar? ¿Algo de lo que, al principio, solo querías huir? Nerviosa, se humedeció los labios.
—Sí. —No iba a mentirle—. No estaría aquí ahora si no lo hubiera sentido.
—Y si entonces hubieras sospechado, lo que pasó antes en esta cama, ¿habrías venido a mí o te habrías alejado?
—¿Crees que lo encontré desagradable? —le pregunto con curiosidad—. Nicholas, estaba rogando, arañando y suplicando. No son signos de desagrado.
—Ni tampoco signos de aceptación —le señaló.
Ella solo pudo sacudir la cabeza mientras echaba un vistazo a la habitación e intentaba relacionarlo con lo que estaba sintiendo.
—Entiendo lo que sentiste —dijo ella por fin mientras volvía su mirada hacia él—. En el instante en que te vi, sentí como si te conociera de toda la vida. Como si pudiera presentarte a mi familia y a mi mundo, y en vez de sentirte perdido en el caos, los conquistarías.
Algo que jamás había pasado antes. La mayoría de los hombres interesados en ella habían huido gritando en el instante en que les presentaba su familia y veían el caos.
—¿Pero? —arqueó los labios de nuevo, aquel pequeño atisbo de diversión burlona y arrogancia que le daban un aspecto tan sexy.
—No dije pero —suspiró—. No lo sé, Nicholas. No imaginé que pasaría esto. —Hizo un gesto con la mano hacia la cama, indicando el “acoplamiento” que había sucedido—. No sé lo que quieres de mí, o lo que se supone que yo quiero de ti. Se dice que los Castas no tenéis relaciones a largo plazo, así que en realidad no pensé en más allá de la mañana.
Él gruñó ante aquello.
—Mientes, incluso a ti misma —le dijo—. Lo veo en tus ojos, _______. Cuando llegue la mañana, no querrás que me vaya más de lo yo podría levantarme y abandonarte.
¿Tenía razón? Claro que tenía razón. No era como si ella tampoco supiera qué hacer ahora con él, pero _______ sabía que quería una oportunidad con él.
—De todas maneras el asunto no es si estoy o no mintiendo —le dijo—. El asunto es esta cosa del acoplamiento, Nicholas, no estoy segura si es algo para lo que esté preparada.
Pero todavía podía saborear su beso y todavía ansiaba más de aquella especia vibrante y el sabor caliente de la misma. No había nada que hubiera podido prepararla para eso. Nada ni nadie podría haberle contado que esto sucedería y ella se lo hubiera creído.
—Siempre he sido una criatura de la oscuridad, ________ —suspiró él entonces—. Ni formo parte tampoco del mundo en el que fui creado. Te he estado esperando, sabiendo que esa parte tuya estaba aquí fuera, y anhelándote con cada fibra de mi ser. Pero sé que tú no.
Pero ella sí. A menudo había estado observando la noche. Lo había estado buscando. Sabía que él estaba allí fuera pero no tenía forma de saber quién era, o dónde estaba. Y ahora, no tenía ni una pista de cómo manejar la situación en la que se encontraba.
—¿Cómo funciona? —preguntó al final—. ¿Son ciertas las historias de los periódicos?
—En parte —asintió bruscamente—. Son historias que hemos filtrado nosotros a la prensa. Una guerra propagandística, si quieres llamarlo así. Para acostumbrar al público al conocimiento antes de que se enteraran de la verdad. Solo seremos capaces de ocultarlo poco tiempo más. Este es el único modo que tenemos de reducir la amenaza que el calor de acoplamiento puede significar para las parejas, al igual que para aquellos que todavía no han encontrado a sus compañeras. —A causa del miedo. Porque el hombre no quiere aceptar lo que es diferente. Incluso cuando cree que lo ha creado. —Bajó la mirada hacia sus dedos de nuevo, solo para encontrar los suyos cubriéndolos cuando lo hizo.
—_______, esta batalla es una en la que solo acabas de entrar. No empieces a buscar problemas así de rápido, amor, porque te lo prometo, aparecerán por si solos dentro de poco. —La atrajo hacia él, arrastrándola sobre su pecho, aunque ella hizo muy poco para resistirse.
Debería resistirse a él. Acababa de experimentar algo que debería haber sido muy traumático. Después de todo, cuando él acabó de liberar su placer dentro de ella, la había mordido, se había trabado en ella, gruñido, rugido y declarado “mía”, como si al decirlo fuera así.
El problema era que cuando declaró “mía” ella había sentido una exigencia de réplica dentro de su propio corazón.
—¿Qué me estás haciendo, Nicholas? —susurró mientras él se giraba, tumbándola debajo suyo a la vez que se ponía encima con una oleada de fuerza y poder latente.
—He estado loco desde que te conocí —dijo con voz ronca mientras apartaba la sábana del cuerpo desnudo de ella—. Completamente loco, ______. Una elegante ceja se arqueó cuando de pronto sus ojos se iluminaron con una diversión interna.
—Suponía que ya estabas loco, Nicholas, porque no he visto demasiadas sugerencias de lo contrario.
Nicholas levantó la ceja.
—Nena, no tuviste tiempo de llegar a esa opinión. Una vez que me llegues a conocer, te darás cuenta que de hecho soy un loco experto. Es una cosa de Castas.
—¿El ser demente? —preguntó—. Después de conocer a Ashley estoy empezando a pensar que más que un asunto Casta, es un asunto Coyote. Solo espero que no sea demasiado contagioso.
Le estaba tomando el pelo. ¿Se había alguien molestado antes en tomarle el pelo?, se preguntaba ella mientras él la miraba con aquella expresión reservada y fría.
Se prometió que no dejaría que aquello la molestara. Si él tenía la intención de quedarse, entonces mejor que se acostumbrara. Chelsea, Liza y ella siempre estaban haciéndose bromas la una a la otra, a veces haciendo travesuras y siempre divirtiéndose. No iba a dejarlo.
—Me quieres hacer reír —se quejó de pronto—. Y si bajo la guardia lo suficiente, ¿qué haré si decides intentar luchar contra el acoplamiento?
—¿Se puede revertir? —Ya estaba ansiando su beso con una fuerza que le tenía la boca babeando y el cuerpo hormigueando. Como alguien necesitado de su próxima dosis de droga, ella necesitaba su beso.
Lo necesitaba a él.
—No hay marcha atrás. —Agarrándole la nuca, la acercó de un tirón para besarla, necesitándolo, necesitándola.
Su lengua no estaba hinchada, el sabor de acoplamiento estaba apenas presente en sus sentidos, pero aún así, la necesidad de besarla, de atarla ahora con el placer, era un impulso primordial.
Atrapando los labios con los suyos, se frotó contra las suaves curvas carnosas, disfrutando la calidez de éstas. Era un beso nacido del frenesí, la misma pasión y hambre que había llameado entre ellos cuando sus ojos conectaron en el bar.
Deslizó la lengua por sus labios, uniéndose con la de ella, frotándola, sintiendo la suavidad sedosa y la mesura de la mujer mientras ella lo aceptaba con delicada inocencia.
No era el calor de acoplamiento. Eran sencillamente un hombre y una mujer, eso era todo. Rodeados por la calidez, la atracción y el estallido de sentimientos que ocurría solo una vez en la vida. Cuando un hombre y una mujer estaban destinados a estar juntos, a estar unidos.
Ese momento había ocurrido en el bar cuando sus ojos se encontraron. Cuando sus vidas se habían fusionado y el destino les había ofrecido aquella sola y única oportunidad.
Una oportunidad. Un momento a destiempo y Nicholas se negaba a perderlo.
Ella era su compañera.
Dejarla marchar no era una opción.
Abrazarla, garantizar su seguridad, su protección y, Dios, amarla. Aquellas eran sus únicas opciones.
Retirándose despacio miró dentro de las suaves profundidades de sus ojos color cobalto y susurró:
—Por primera vez en una larga y solitaria vida, he probado el amor. —Trazando un rastro con la mano desde la nuca por dónde la tenía sujeta a él, dejó la palma acunando la frágil línea de su mandíbula mientras que con el pulgar le rozaba los labios hinchados por el beso—. Tú eres mi compañera, ______. Asustarte es la última cosa que quiero hacer, pero los Castas, como los animales de los que fuimos creados, hacemos caso a nuestros instintos, a diferencia del hombre. Cada instinto que compone la criatura que soy, sabe lo que tú eres para mí. Cortejarte no es una opción. Cortejarte no está en la ecuación porque la naturaleza no permitirá a nuestra humanidad interior el arriesgarnos a perder ese momento único, esa única oportunidad que tenemos para reclamar lo que es nuestro. O permitir a nuestras compañeras la oportunidad de tener miedo o dudas y alejarse. Todo esto es el calor de acoplamiento, cariño. Todo eso es para lo que la naturaleza está hecha. Todo lo demás es opcional, pero permanecer juntos, aprendiendo a nuestro paso y aprender que el verdadero amor, que las almas gemelas, están destinadas ya no es una elección. Ahora forma parte de lo que somos. Es como la muerte y los impuestos. Ineludibles.
Ella tragó con fuerza.
—Los Castas no pagan impuestos. Confiaba en que ella tuviera que señalar el único defecto del antiguo refrán. Arqueó los labios divertido. La naturaleza era de hecho la casamentera perfecta, porque esta mujer sería más que un desafío. Lo mantendría alerta. No tendría la oportunidad de ser el coyote perezoso y haragán que todos los de su especie fingían ser.
—Los Castas no pagan impuestos —estuvo de acuerdo—. En cambio tenemos compañeras que nos mantienen a raya.
Ella acomodó la cabeza en el pecho de él, con la mejilla contra su corazón mientras Nicholas dejaba que su mano la acariciara desde el hombro hasta la mitad de la espalda.
—No va a ser así de fácil, Nicholas —susurró—. Sabes que no.
Sabía que no lo sería.
—¿Qué hay del viejo refrán? —le preguntó en voz baja—. ¿Nada que valga la pena es fácil? Si fuera fácil, nena, ¿sería tan importante?
Encontró un rizo que trepaba por su hombro y lo atrapó entre el pulgar y el índice. Frotándolo, experimentando la suavidad, alzó la mirada al techo mientras inhalaba lentamente.
—No, no será fácil. —El olor que captó se lo aseguró. Le quedaba poco tiempo—. Tenemos que vestirnos, nena.
Ella se incorporó y lo miró. Nicholas pudo oler la inquietud, el filo de nerviosismo que crecía en su interior.
—¿Por qué?
—Estamos a punto de tener compañía. —Saliendo de la cama, Nicholas recogió su ropa y se la entregó, luego recogió la suya.
Rule lideraba la manada, por así decirlo. Podía oler la ira de su comandante, al igual que podía oler la ira de los hombres que iban con él.
—¿Qué pasa, Nicholas? —El nerviosismo estaba al límite del miedo cuando ella se pasó el vestido por la cabeza y permitió que la sedosa longitud cayera hasta sus pies.
Mierda, no habían tenido tiempo suficiente, se temía que no lo bastante para combatir lo que sentía que estaba por llegar.
—El comandante Breaker, tu padre, tu tío y tu abuelo se acercan por el pasillo —le dijo—. El comandante está intentando retrasarlos. Breaker nunca se mueve así de lento, lo cual significa que no se dirigen a una reunión. Vienen hacia aquí. Él miró hacia la cama, y en las sábanas vio la prueba de la inocencia que le había arrebatado poco antes.
—Fantástico —masculló _______—. Justo lo que necesito. ¿Cómo supo cualquiera de ellos dónde estaba?
Exacto. Ni Breaker, ni Stygian habrían informado a los tres hombres del paradero de ________, y su hermana y su amiga no lo habían sabido. Al menos no con certeza.
Un golpe fuerte en la puerta señaló la llegada del grupo.
—¿Cómo has sabido que venían? —le siseó ella cuando un estremecimiento asustado la hizo moverse hacia la puerta.
—Pude olerlos —suspiró—. El comandante está cabreado y tu familia todavía más.
Alcanzó la puerta a grandes zancadas, agarró el pomo y la abrió lentamente, colocándose en la pequeña abertura que hizo.
—¿Puedo ayudarle, comandante? —preguntó a Rule, aunque su mirada se encontró con la del padre de ella, Terran Martinez.
—La familia Martinez está aquí para recoger a la chica —dijo Rule con frialdad—. Entrégala, Nicholas.
La orden rechinó por la independencia y el orgullo que Nicholas sabía que tenía en exceso. Apartó la mirada lentamente del padre y se encontró con la de su comandante.
—Pueden verla, pero nadie se la llevará.
—Y una mierda que no —Terran Martinez estaba a todas luces furioso—. Me llevaré a mi hija a casa, Coyote, lo quieras o no.
Diablos, no quería empezar con mal pie su vida con ______.
Pudo notarla yendo hacia él.
—Siento que debería informarle, comandante Breaker, _______ Martinez no va a abandonar esta habitación. Permitir que alguien la obligue a irse será romper la
Ley de los Castas.
No tenía ni idea de lo mucho o poco que aquellos hombres sabían sobre el calor de acoplamiento. Había veces que la gente de la Nación sabía más de lo que uno querría que supieran. Estaba informando a su comandante de modo sutil que _______ ahora era su compañera y por tanto bajo la protección de todo Casta. Incluida la de Rule.
—Señor Martinez —dijo Rule en voz baja—. Como le dije, esta reunión será civilizada y el único modo en que la señorita Martinez irá a alguna parte será si ella lo desea.
________ dio un paso al lado de su compañero.
—¿Papá? —La confusión y el dolor se enlazaron en su voz cuando Malachi le permitió solo un pequeño espacio para encararse a los hombres que se enfrentaban a él desde el pasillo—. ¿Qué pasa?
—Sal de aquí, ______. —Con el rostro pétreo e iracundo, Terran Martinez habló en un tono que enfureció a Nicholas al instante y un gruñido retumbó en su garganta.
_______ le posó la mano en el brazo, un movimiento que fue inmediatamente notado por los cinco hombres que permanecían en el pasillo.
—Tal vez sería mejor si discutimos esto en la habitación —sugirió Rule con calma, y en plan de burla dijo—: Nunca se sabe cuándo o dónde se oculta un maldito periodista.
Y tenía razón, Nicholas sabía que tenía razón, pero no le apetecía nada tener la ira de la familia Martinez invadiendo el aroma del placer de su compañera que llenaba la habitación.
—Nicholas —el comandante Breaker gruñó en un recordatorio de que las paredes no solo tenían oídos si no que también tenían ojos.
Girando la cabeza lentamente, miró a ______. Podía oler su confusión, su miedo y su dolor. Los tres olores eran una afrenta a los instintos protectores que se desencadenaron dentro de él por ella.
—Nicholas, es mi familia —dijo en voz baja—. No los rechazaré.
Ella no había dicho que no pudiera rechazarles, dijo que no lo haría. Conteniendo un suspiro, dio un paso atrás y se armó de valor. Porque tenía el mal presentimiento que este primer examen del mundo contra la unión que había soñado podría muy bien robarle el sueño de su desesperado y ansioso alcance
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