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| No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot | |
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Autor | Mensaje |
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jonatik4everrr Novia De..
Cantidad de envíos : 658 Fecha de inscripción : 27/11/2011
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 27th 2012, 04:32 | |
| Nueva lectora Seguilaaaaaaaa | |
| | | FlorJonasJB Forista!
Cantidad de envíos : 75 Edad : 28 Localización : Argentina Fecha de inscripción : 06/04/2012
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 27th 2012, 12:52 | |
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 27th 2012, 21:56 | |
| Capitulo 6 Parte 3
Fuera, nos esperaba una limusina. El chófer abrió la puerta en cuanto Joe y yo salimos. Me deslicé hasta un extremo del asiento y me coloqué el vestido. Cuando Joe se sentó junto a mí, me di cuenta de lo bien que olía. Inhalé aquel aroma, instándome a mí misma a relajarme y disfrutar de su compañía. Él me cogió la mano y me acarició la palma con las yemas de los dedos, cuyo roce hizo saltar chispas de lujuria. —_________... —Apretó un botón y el cristal de separación del conductor comenzó a subir Acto seguido me atrajo hacia él y puso su boca en la mía, besándome apasionadamente. Por mi parte, hice lo que había querido hacer desde que le vi en mi cuarto de estar: le sujeté por el pelo y le devolví el beso. Me encantaba el modo que tenía de besarme, como si no tuviera más remedio, como si fuese a enloquecer si tenía que esperar más tiempo. Le succioné la lengua, ahora que sabía cuánto le gustaba, ahora que sabía cuánto me gustaba a mí y lo mucho que me hacía desear chuparle en cualquier otro sitio con las mismas ansias. Pasó las manos por mi espalda desnuda y yo gemí, sintiendo el empuje de su erección contra la cadera. Cambié de posición para sentarme sobre él, quitando la falda de en medio y agradeciéndole mentalmente a mi madre la idea de mandarme aquel vestido provisto de una abertura tan práctica. Con una pierna a cado lado de su cuerpo, le abracé a la altura de los hombros y profundicé más con mis besos. Le lamí dentro de la boca, le mordisqueé el labio inferior, le acaricié toda la lengua con la mía... Joe me agarró por la cintura y me hizo a un lado. Se apoyó en el respaldo del asiento, con el cuello arqueado para mirarme a la cara y el torso palpitante. —¿Qué me estás haciendo? Le pasé las manos por el pecho, por encima de la camisa, y noté la dureza implacable de sus músculos. Fui siguiendo con los dedos las turgentes líneas del abdomen mientras me hacía una idea de cómo estaría desnudo. —Te estoy tocando. Disfrutando contigo como una loca. Te deseo, Joe. Me agarró de las muñecas para impedir el avance de mis movimientos. —Luego. Estamos en medio de Manhattan. —Nadie nos ve. —Ya, pero no es momento ni lugar para empezar algo que necesita horas. Estoy volviéndome loco desde esta tarde. —Pues vamos a asegurarnos de que lo terminamos ahora. Me apretó las manos con más fuerza. —No podemos hacerlo aquí. —¿Por qué no? —Entonces me asaltó un pensamiento sorprendente—. ¿Nunca lo has hecho en una limusina? —No —dijo, tensando las mandíbulas—. ¿Y tú? Desvié la mirada sin contestar y vi el tráfico y los peatones que pululaban a nuestro alrededor. Estábamos sólo a un paso de la gente, pero el cristal oscuro nos ocultaba y a mí me daba alas. Quería complacerle. Quería saber que era capaz de descubrir el interior de Joe Jonas, y nada me lo impedía salvo él mismo. Balanceé las caderas contra él, rozándome con toda la longitud de su firme polla. Él emitía sonidos sibilantes al soltar el aliento con los dientes apretados. —Te necesito, Joe —le dije jadeando, inhalando su perfume, que era más intenso ahora que estaba excitado. Pensé que podría estar un poco ebria sólo del tentador aroma de su piel—. Me vuelves loca. Me soltó las muñecas y me cogió la cara con las manos, presionando con fuerza sus labios contra los míos. Llevé la mano a su bragueta y le desabroché dos botones que daban acceso a la cremallera. Él se puso rígido. —Necesito esto —susurré contra sus labios—. Dámelo. No se relajó, pero tampoco intentó detenerme. Cuando tuve su miembro en mi poder, emitió un sonido a la vez quejumbroso y erótico. Lo apreté delicadamente, con una suavidad premeditada. Estaba duro como una piedra, y caliente. Lo acaricié de arriba a abajo con las manos cerradas, de la raíz a la punta, conteniendo la respiración cuando él se estremecía debajo de mí. Entonces me sujetó por los muslos y buscó bajo el vestido con los dedos hasta encontrar la puntilla roja del tanga. —Tienes un coño tan dulce... —murmuró junto a mi boca—. Quiero tenerte extendida y lamerte hasta que me exijas la polla. —Si quieres, te la exijo ya. —Seguí tocándole con una mano mientras buscaba el bolso con la otra para coger un condón. El dedo que deslizó bajo el tanga encontró ya la superficie resbaladiza. —Apenas te he tocado —susurró, con los ojos brillantes dirigidos a mí desde la sombra del respaldo— y ya estás preparada. —No puedo evitarlo. —No quiero que lo evites. —Me penetró con el dedo, mordiéndose el labio inferior cuando yo me contraje sin remedio en torno a él—. No sería justo cuando yo no soy capaz de parar lo que me estás haciendo. —Rasgué el envoltorio con los dientes y se lo di con el anillo del condón sobresaliendo. —A mí no se me dan bien. Su mano se curvó sobre la mía. —Me estoy saltando todas las reglas contigo. El tono grave de su voz me provocó una cálida ola de confianza. —Las reglas están hechas para romperlas. Vi un instante la blancura de sus dientes; luego presionó un botón del panel que había a su lado y dijo: —Conduce hasta que te diga. Las mejillas me ardían. Los faros de un coche traspasaron el cristal oscuro e iluminaron mi cara, delatando mi rubor. —Vaya, _______ —susurró, desenrollando el condón con destreza—, me seduces para hacerte el amor en la limusina, y luego te sonrojas cuando le digo al chófer que no interrumpa mientras lo hacemos. Esa ironía repentina me hizo desearle desesperadamente. Colocando las manos en sus hombros para guardar el equilibrio, me puse de rodillas, elevándome hasta la altura necesaria para quedarme en el aire sobre el grueso miembro de Joe. Movió las manos por mis caderas y oí el rasgar de las bragas. El ruido repentino y lo impetuoso de aquel acto aguijonearon mi pasión hasta un punto supremo. —Despacio —ordenó con voz ronca, levantando las caderas para bajarse más los pantalones. Su erección me rozaba entre las piernas al moverse, y yo me quejaba, anhelante y vacía, como si los orgasmos que me había dado antes no hubieran sino acuciado mi deseo en vez de saciarlo. Se tensó cuando rodeé el pene con los dedos y coloqué su prominente glande entre los lubricados pliegues de mi hendidura. Los efluvios de nuestra fogosidad hacían el aire húmedo y cargado, una seductora mezcla de ardor y feromonas que soliviantaba a todas las células de mi cuerpo, me producía un hormigueo en la piel y ponía los pechos pesados y tiernos. Esto era lo que yo quería desde el momento en que le vi: poseerle, subirme a su cuerpo magnífico y meterlo bien dentro de mí. —Dios santo, _________ —exclamó, jadeante, cuando por fin bajé mi cuerpo sobre el suyo, mientras seguía masajeándome los muslos. Cerré los ojos, sintiéndome desvalida. Había querido intimidad con él y ahora esto parecía demasiado íntimo. Estábamos vis a vis, a pocos centímetros uno del otro, escondidos en un pequeño espacio mientras el resto del mundo circulaba a nuestro alrededor. Notaba su agitación, sabía que él se sentía tan descentrado como yo. —Eres tan apretada... —sus palabras, entrecortadas, iban unidas por un hilo de deliciosa agonía. Le absorbí aún más, dejándolo entrar más dentro. Inspiré profundamente, sintiéndome exquisitamente elástica. —Y tú la tienes tan grande... Presionando la palma abierta contra mi bajo vientre, me tocó el palpitante clítoris con la yema del pulgar y empezó a masajearlo en círculos lentos, suaves y expertos. Todo en mi interior se contrajo y se estrechó, succionándolo con más fuerza. Le miré con los ojos entreabiertos. Estaba tan hermoso tumbado debajo de mí con su elegante esmoquin y aquel poderoso cuerpo entregado a la necesidad primaria de la cópula... Torció el cuello, con la cabeza clavada en el respaldo, como si luchara contra unas ataduras invisibles.
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 27th 2012, 22:02 | |
| Capitulo 6 Parte 4
—¡Ay, Señor! —Exclamó entre dientes— Voy a correrme entero. Aquella oscura promesa me excitó aún más. El sudor me empañaba la piel. Estaba tan húmeda y tan caliente que me deslizaba como la seda a lo largo de su polla hasta envainarla por completo. Se me escapó un grito al llegar a la raíz. Entraba tan hondo que casi no podía soportarlo y me forzaba a balancearme para evitar la inesperada molestia. Pero a mi cuerpo no parecía importarle que fuera demasiado grande. Se ondulaba, se contraía, vibraba, al borde del orgasmo. Joe, con la respiración agitada, soltó una palabrota y me asió por la cadera con la mano libre, instándome a yacer de espaldas. En esta posición me abrí hasta tenerlo dentro entero. Su temperatura subió de inmediato, su torso irradiaba un calor voluptuoso a través de la ropa. Unas gotas de sudor perlaban su labio superior. Me incliné hacia delante y pasé la lengua por la bella curva de su boca, saboreando la sal con un balbuceo de placer. Joe movía las caderas, lleno de impaciencia. Me elevé cuidadosamente unos centímetros antes de que él me frenara con cierta rudeza. —Despacio —volvió a advertirme, con un tono imperioso que me subió la libido. Volví a bajar, apresando el pene otra vez y experimentando un dolor extrañamente exquisito al notar que penetraba casi demasiado. Nuestras miradas se engarzaron a la vez que el placer se extendía desde el punto en que estábamos unidos. Me sorprendió pensar que estábamos los dos completamente vestidos salvo por las partes más íntimas de nuestro cuerpo. Me pareció carnal hasta la locura, igual que los sonidos que él hacía expresando que su placer era tan intenso como el mío. Completamente exaltada, aplasté su boca con la mía, mientras le aferraba por las raíces del pelo, empapado de sudor. Le besé sin dejar de menear las caderas, dejándome llevar por el arrebatador movimiento de su pulgar y sintiendo crecer el orgasmo con cada impulso de su pene largo y grueso hacia mi tierno interior. En algún momento perdí la cabeza, los instintos más primitivos se impusieron y sólo el cuerpo mandaba. No podía centrarme en nada, salvo en la absoluta necesidad de follar, de montar su polla hasta que la tensión explotara y me liberase de aquella ansia enloquecedora. —¡Qué bueno es esto! —musité, totalmente entregada—.Te sientes... ¡Dios mío, es demasiado bueno! Joe marcaba el ritmo con ambas manos, inclinándome hacia un lado de modo que su enorme glande frotaba oblicuamente un lugar suave y muy sensible de mis profundidades. Comprendí, por mi propia contracción y mis temblores, que iba a correrme precisamente gracias a eso, a sus expertos impulsos dentro de mí. Joe me agarró de la nuca justo cuando el orgasmo hacía presa de mí, empezando con extáticos espasmos que se transmitían hacia fuera en oleadas hasta convertirme en una pura convulsión. Me vio descomponerme cuando yo hubiera preferido cerrar los ojos. Poseída por aquella mirada fija, me corrí con más intensidad que nunca, gimiendo y estremeciéndome a cada embate de placer. —Joder, joder, joder —mascullaba, dándome empellones con las caderas, y tirando de las mías hacia abajo para que recibieran sus embestidas. Me golpeaba en lo más profundo con cada envite. Lo sentía cada vez más grueso y duro. Le contemplé fijamente, quería verle fuera de sí por mí. Sus ojos, frenéticos por la necesidad, perdían el rumbo a la vez que iba disminuyendo el control sobre sí mismo, su precioso rostro desencajado por la brutal carrera hacia el clímax. —¡________! —se corrió con un rugido animal de éxtasis salvaje, un sonido que me fascinó por su fiereza. Se estremeció cuando el orgasmo se apoderó de él, y sus rasgos se suavizaron un instante con un toque de inesperada vulnerabilidad. Le cogí la cara con las manos y le besé sutilmente los labios, reconfortándolo mientras él dejaba escapar bocanadas de aire que me rozaban las mejillas. —_________. —Me estrechó entre sus brazos, presionando su cara húmeda contra la curva de mi cuello. Sabía exactamente cómo se sentía. Desnudo. Al descubierto. Nos quedamos así mucho tiempo, abrazados, absorbiendo las réplicas. Volvió la cabeza y me besó suavemente, aliviando mis confusas emociones con las caricias de su lengua en mi boca. —¡Guau! —respiré, conmovida. —Sí —salió de su boca. Sonreí, aturdida pero eufórica. Joe me apartó de las sienes los mechones húmedos de cabello y pasó los dedos por mi cara casi con veneración. Me estudiaba de un modo que me ponía un nudo en el pecho. Me miraba atónito y... agradecido, con ojos cálidos y dulces. —No quiero estropear este momento... La frase quedó flotando en el aire y yo traté de completarla. —¿Pero...? —Pero no puedo faltar a esa cena. Tengo que dar un discurso. —Ya. —El momento efectivamente se había estropeado. Me separé de él con cuidado, mordiéndome el labio al notar cómo salía de mi cuerpo dejándome humedecida. La fricción fue suficiente para hacerme querer más. La erección apenas se había reducido. —¡Maldita sea! —dijo bruscamente—. Te deseo otra vez. Me agarró antes de que me apartara, sacó un pañuelo de algún sitio y me limpió entre las piernas con delicadeza. Era un acto sumamente íntimo, semejante al coito que acabábamos de compartir. Cuando estuve seca me acomodé en el asiento a su lado y saqué el lápiz de labios de la cartera. Miré a Joe por encima del espejo de la polvera mientras se quitaba el condón y lo ataba. Después lo envolvió en una servilleta y lo tiró a un receptáculo oculto para basura. Se adecentó y le dijo al conductor que se dirigiera a nuestro destino. Luego, se arrellanó en el asiento y miró por la ventana. Con cada segundo que transcurría sentía que Joe se distanciaba, que nuestra conexión se desbarataba poco a poco. Me quedé encogida en el extremo del asiento, retirada de él, manteniendo el alejamiento que sentía crecer entre nosotros. Toda la calidez que había experimentado se convirtió en una notoria frialdad, y me sentí tan destemplada que me arropé con el chal. No movió ni un músculo cuando me giré a su lado para guardar la polvera, como si no se diera cuenta de que yo estaba allí. Bruscamente, Joe abrió el bar y sacó una botella. Sin mirarme, preguntó: —¿Brandy? —No, gracias. Mi voz sonó en un susurro, pero no pareció percatarse. O tal vez no le importaba. Se sirvió una copa y se la tomó de un trago. Confusa y herida, me puse los guantes intentando comprender qué era lo que había fallado.
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| | | jonatik4everrr Novia De..
Cantidad de envíos : 658 Fecha de inscripción : 27/11/2011
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 27th 2012, 22:10 | |
| OMJ OMJ OMJ OMJ OMJ OMJ lo ame al cap me encanto Seguilaaaaaaaaa | |
| | | FlorJonasJB Forista!
Cantidad de envíos : 75 Edad : 28 Localización : Argentina Fecha de inscripción : 06/04/2012
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 27th 2012, 23:19 | |
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 29th 2012, 12:26 | |
| Capitulo 7 Parte 1
No recuerdo mucho de lo que sucedió cuando llegamos. Muchas ráfagas de luz provenientes de los flashes de las cámaras mientras corríamos por el pasillo de la prensa, pero apenas presté atención y sonreía de forma mecánica. Iba abstraída y desesperada por alejarme de las ondas de tensión que irradiaba Joe En cuanto entramos en el edificio, alguien le llamó por su nombre y él se dio la vuelta. Yo me escabullí, moviéndome rápidamente entre los demás invitados que se aglomeraban en la entrada enmoquetada. Cuando llegué a la sala de recepción, arrebaté dos copas de champán a un camarero que pasaba y busqué a Cary mientras me trincaba una de ellas. Vi que se encontraba al otro lado de la habitación con mi madre y Stanton y me dirigí hacia ellos, dejando la copa vacía en una mesa según pasaba. —¡________! —A mi madre se le iluminó la cara cuando me vio—. ¡Ese vestido te sienta de maravilla! Hizo como que me besaba en ambas mejillas. Estaba guapísima con un deslumbrante vestido de corte recto de color azul hielo. Lucía zafiros en las orejas, el cuello y la muñeca, que le resaltaban los ojos y la piel clara. —Gracias. —Tomé un sorbo de mi segunda copa de champán, acordándome de que tenía pensado dar las gracias por el vestido. Aunque seguía agradeciendo el regalo, ya no estaba muy contenta con la práctica abertura del muslo. Cary se me acercó y me agarró del codo. Sólo con verme la cara, supo que estaba disgustada. Sacudí la cabeza, dando a entender que no quería hablar del asunto en aquel momento. —¿Más champán, entonces? —preguntó en voz baja. —Por favor. Intuí que Joe se aproximaba antes de ver cómo a mi madre se le iluminaba la cara cual bola de Año Nuevo en Times Square. También Stanton pareció erguirse y prepararse. —________. —Joe me puso una mano en la piel desnuda de la parte inferior de mi espalda, y un estremecimiento me recorrió el cuerpo entero. Cuando me rozaron sus dedos, me pregunté si él la sintió también—. Has salido corriendo. Me puse tensa al percibir cierto tono de reprobación en su voz. Le lancé una mirada que expresaba todo lo que no podía decirle en público. —Richard, ¿conoces a Joe Jonas? —Sí, claro. —Los dos hombres se estrecharon la mano. Joe me acercó aún más a su lado. —Ambos tenemos la fortuna de acompañar a las dos mujeres más hermosas de Nueva York. Stanton coincidió, sonriendo a mi madre con ternura. Me trinqué el champán que me quedaba y, agradecida, cambié la copa vacía por la nueva que Cary me pasó. Empezaba a notar el ligero calorcillo en el estómago que me producía el alcohol, y que estaba aflojándome el nudo que tenía ahí formado. Joe se inclinó y me susurró con voz áspera: —No olvides que estás aquí conmigo. ¿Estaba loco? ¿Qué demonios? Agucé los ojos. —Eso lo dirás tú. —Aquí no, ______. —Hizo un gesto a los demás y me llevó con él—. Ahora no. —Ni nunca —dije entre dientes, yendo con él sólo para ahorrarle una escena a mi madre. Mientras tomaba mi champán a sorbos, pasé al modo automático de supervivencia, algo que no había tenido que hacer en muchos años. Joe me presentó a varias personas, y suponía que me portaba bien —hablaba en los momentos apropiados y sonreía cuando era necesario—, pero realmente no estaba prestando atención. Era demasiado consciente del muro de hielo que se había levantado entre nosotros y de mis sentimientos heridos. Si hubiera necesitado alguna prueba de que Joe era inflexible respecto a no socializar con las mujeres con las que se acostaba, la tenía. Cuando se anunció que la cena estaba lista, entré con él en el comedor y picoteé la comida. Tomé unas cuantas copas del vino tinto que servían con la comida y oí a Joe hablar con sus compañeros de mesa, aunque no presté atención a las palabras, sólo a la cadencia y al tono profundamente seductor. No intentó que participara en la conversación, de lo cual me alegré. No pensaba que pudiera decir nada agradable. No me impliqué hasta que él se levantó con una ronda de aplausos y se dirigió al estrado. Entonces me giré en el asiento y le observé cruzar hacia el atril, sin poder evitar admirar su elegancia felina y su despampanante presencia. Reclamaba atención y respeto con cada paso que daba, lo que era una hazaña, considerando su tranquila y pausada zancada. No mostraba ni la más mínima señal de agotamiento pese al polvo que habíamos dejado a medias en su limusina. En realidad, parecía una persona totalmente diferente. Una vez más volvía a ser el hombre al que conocí en el vestíbulo del Jonasfire, sumamente contenido y calladamente poderoso. —En Estados Unidos —empezó a decir—, una de cada cuatro mujeres y uno de cada seis hombres han sufrido abusos sexuales en la infancia. Miren a su alrededor. En cada una de las mesas hay una persona que ha sido víctima o conoce a alguien que lo es. Eso es inaceptable. Estaba fascinada. Joe era un orador consumado, y su voz de barítono, hipnotizadora. Pero era el tema, que me tocaba muy de cerca, y su apasionada y a veces sobrecogedora forma de presentarlo, lo que me conmovió. Empecé a derretirme, y el daño en la confianza en mí misma, la perplejidad y la furia que se habían apoderado de mí comenzaron a amortiguarse por el asombro. Cambió la visión que tenía de él, transformándose al tiempo en que me convertía en una persona más de aquel embelesado público. Aquél no era el hombre que poco antes había herido mis sentimientos, sino un experto orador que hablaba sobre un tema sumamente importante para mí. Cuando terminó, me levanté y aplaudí, pillándole a él y a mí misma por sorpresa. Pero los demás enseguida se me unieron en una ovación en pie y oí murmullos de conversaciones a mi alrededor, halagos expresados en voz baja que eran muy merecidos. —Eres una joven muy afortunada. Me giré y vi a la mujer que acababa de hablar, una encantadora pelirroja que aparentaba unos cuarenta años. —Sólo somos... amigos. De alguna manera su serena sonrisa consiguió contradecirme. La gente empezó a dejar las mesas. Yo estaba a punto de coger mi cartera de mano para marcharme a casa cuando se me acercó un chico joven. Su rebelde pelo castaño despertaba envidia al instante, y sus ojos, de un tono verde grisáceo, eran dulces y cordiales. Guapo y con aquel aire juvenil, consiguió sacarme la primera sonrisa sincera desde el trayecto en la limusina. —Hola —dijo. Parecía saber quién era yo, lo cual me puso en la situación embarazosa de tener que fingir que él no me era del todo desconocido. —Hola. El chico se rio, y el sonido de su risa era suave y agradable. —Soy Christopher Vidal, el hermano de Joe. —Ah, claro. —Noté que se me acaloraba la cara. No podía creer que, con lo enfrascada que había estado regodeándome en mis penas, no los hubiera relacionado inmediatamente. —Te estás poniendo colorada. —Lo siento —me disculpé, esbozando una tímida sonrisa—. No sé muy bien cómo decir que he leído un artículo sobre ti sin parecer una torpe. Él se echó a reír.
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 29th 2012, 12:31 | |
| Capitulo 7 Parte 2
—Me halaga que te acuerdes. Pero no me digas que ha sido en Page Six. Esa revista era muy conocida por publicar la vida y milagros de las celebridades y personas importantes de Nueva York. —No —dije rápidamente—. ¿En Rolling Stone, quizá? —¡Uff, menos mal! —Alargó un brazo hacia mí—. ¿Quieres bailar? Lancé una mirada hacia donde estaba Joe al pie de las escaleras que conducían al estrado. Se encontraba rodeado de gente deseosa de hablar con él, mujeres, la mayoría. —Como puedes ver, tardará un poco —dijo Christopher, en tono risueño. —Sí. —Iba a dejar de mirarle cuando reconocí a la mujer que estaba al lado de Joe: Magdalene Perez. Cogí mi cartera de mano e hice el esfuerzo de sonreír a Christopher. —Me encantaría bailar. Agarrados del brazo nos dirigimos a la sala de baile y salimos a la pista. La orquesta empezó a tocar un vals y nos dejamos llevar con naturalidad por la música. El joven era un consumado bailarín, ágil y seguro tomando la iniciativa. —¿Y de qué conoces a Joe? —No le conozco. —Saludé a Cary con un gesto cuando pasó a nuestro lado con una escultural belleza rubia—. Trabajo en el Jonasfire y nos hemos encontrado algunas veces. —¿Trabajas para él? —No. De ayudante en Waters Field and Leaman. —Ah. —Sonrió—. Una agencia de publicidad. —Sí. —Debes de caerle muy bien a Joe para pasar de haberos visto un par de veces a traerte a un evento como éste. Maldije para mis adentros. Sabía que la gente sacaría sus conclusiones, pero sobre todo yo quería evitar más humillaciones. —Joe conoce a mi madre y ella ya lo había dispuesto todo para que yo asistiera a este acto, así que sólo se trata de dos personas que vienen al mismo evento en un coche en lugar de en dos. —¿Eso quiere decir que estás soltera y sin compromiso? Inspiré profundamente, sintiéndome incómoda pese a la fluidez con que nos movíamos. —Bueno, no estoy enamorada. Christopher esbozó su atractiva sonrisa juvenil. —La noche acaba de dar un giro a mejor para mí. El resto del baile lo dedicó a contar divertidas anécdotas sobre la industria musical que me hicieron reír y olvidarme de Joe Cuando finalizó el baile, Cary me pidió el siguiente. Hacíamos muy buena pareja bailando porque habíamos tomado clases juntos. Me sentía relajada con él, agradecida de tener su apoyo moral. —¿Lo estás pasando bien? —le pregunté. —Tuve que pellizcarme durante la cena cuando me di cuenta de que estaba sentado junto a la coordinadora general de la Fashion Week. ¡Y me tiró los tejos! —Sonrió, pero había preocupación en su mirada—. Siempre que me encuentro en sitios como éste... vestido de esta manera... me cuesta creerlo. Me salvaste la vida, ________, y me la cambiaste para siempre. —Tú me mantienes cuerda constantemente. Créeme, estamos empatados. Me apretó la mano y me miró con intensidad. —Se te ve triste. ¿Qué ha hecho para fastidiarlo? —Creo que he sido yo. Ya hablaremos luego. —Tienes miedo de que le patee delante de todo el mundo. Suspiré. —Preferiría que no lo hicieras, por el bien de mi madre. Cary me dio un beso en la frente. —Se lo he advertido. Ya sabe lo que le espera. —Oh, Cary. —Le quería tanto que se me puso un nudo en la garganta, aun cuando en mis labios se dibujó una sonrisa reacia. Tendría que haber sabido que Cary le lanzaría alguna clase de amenaza en plan hermano mayor. Era muy propio de él. Joe apareció a nuestro lado. —Ahora me toca a mí. No era una petición. Cary se detuvo y me miró. Yo hice un gesto afirmativo con la cabeza. Él se retiró con una reverencia, lanzando una furibunda mirada a Joe. Joe me acercó a él y tomó el control del baile como hacía con todo: con una seguridad en sí mismo arrolladora. Era una experiencia muy diferente bailar con él que con mis anteriores compañeros. Joe poseía tanto la destreza de su hermano como la familiaridad de Cary con el movimiento de mi cuerpo, pero Joe tenía un estilo descarado y agresivo que era intrínsecamente sexual. Tampoco ayudaba el hecho de que estar tan cerca de un hombre con el que había tenido relaciones íntimas poco antes me quitaba el sentido, a pesar de mi tristeza. Olía que era una delicia, con matices a sexo, y su forma de llevarme por los enérgicos y amplios pasos del baile hacía que notara aquel escozor en mi interior que me recordaba que él había estado ahí dentro poco antes. —No haces más que desaparecer —masculló, mirándome con el ceño fruncido. —Cualquiera diría que a Magdalene le faltó tiempo para ocupar el sitio. Arqueó las cejas y me atrajo hacia él aún más. —¿Celosa? —¿En serio? —Desvié la mirada. Emitió un sonido de disgusto. —No te acerques a mi hermano, _______. —¿Por qué? —Porque lo digo yo. Me encendí, lo cual me sentó de maravilla después de los sentimientos de culpabilidad y las dudas en los que me debatía desde que habíamos follado como conejos salvajes. Decidí ver qué ocurriría en el mundo de Joe si se volvieran las tornas. —No te acerques a Magdalene, Joe. Apretó la mandíbula. —Es una amiga, nada más. —¿Significa eso que no te has acostado con ella...? Todavía. —No, maldita sea. Y no quiero hacerlo. Oye... —La música disminuía y él se movía más despacio—. Tengo que irme. Has venido conmigo y preferiría ser yo quien te llevara a casa, pero no quiero arrastrarte si te estás divirtiendo. ¿Prefieres quedarte un rato y volver a casa con Stanton y tu madre? ¿Divirtiéndome? ¿Estaba de broma o es que era tonto? O peor aún. Quizá me había dado por perdida completamente y no me prestaba atención.
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| | | mari_jonas_I love Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 477 Fecha de inscripción : 16/07/2012
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 29th 2012, 12:42 | |
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| | | FlorJonasJB Forista!
Cantidad de envíos : 75 Edad : 28 Localización : Argentina Fecha de inscripción : 06/04/2012
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 29th 2012, 16:46 | |
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 30th 2012, 14:30 | |
| Capitulo 7 Parte 3
Le di un empujón y me aparté de él; necesitaba espacio. —No me pasará nada. Olvídame. — ____ — Alargó un brazo hacia mí y yo retrocedí inmediatamente.Un brazo me rodeó por la espalda y Cary habló. —Yo me encargo, Jonas —No te entrometas, Taylor—avisó Joe. Cary resopló. —Me da la impresión de que eso ya lo estás haciendo de maravilla tú solito. Tragué el nudo que tenía en la garganta. —Has dado un magnífico discurso, Joe. Para mí ha sido el momento más destacado de la tarde.
Aspiró aire con fuerza ante el insulto implícito y se pasó la mano por el pelo.Maldijo con brusquedad y comprendí por qué cuando sacó su vibrante teléfono del bolsillo y echó un vistazo a la pantalla. —Tengo que irme.—Su mirada se cruzó con la mía y la sostuvo. Me acarició la mejilla con los dedos— Te llamaré.Y se marchó.
—¿Quieres quedarte?—me preguntó Cary en voz baja. —No. —Te llevo a casa, entonces. —No, no te preocupes.—Quería estar sola un rato. Darme un buen baño caliente, con una botella de vino frío y quitarme aquella profunda tristeza de encima—Tú deberías quedarte. Te vendría bien para tu carrera. Ya hablaremos cuando llegues a casa. O mañana. Tengo intención de pasarme el día tirada en el sofá. Me miró fijamente, escrutándome. —¿Estás segura? Afirmé con la cabeza. —De acuerdo.—Pero no parecía muy convencido. — ¿Te importaría salir y pedir a alguien del servicio de aparcamiento que traiga la limusina de Stanton mientras yo voy al lavabo rápidamente? —Vale.—Cary me pasó una mano por el brazo—Voy a por tu chal alguardarropa y te veo en la puerta. Tardé más de lo debido en llegar a los servicios. Primero porque un sorprendente número de personas me paró para charlar, debían de pensar que yo era la pareja de Joe. Y segundo, porque evité los servicios más cercanos, en los que se veía un constante flujo de mujeres entrando y saliendo de ellos, y encontré otros un poco más alejados. Me encerré en una cabina y me quedé allí más tiempo del absolutamente necesario. No había nadie más en el lugar, salvo la encargada,así que no tenía que darme prisa. Estaba tan dolida con Joe que me costaba respirar, y me sentía confundida con sus cambios de humor. ¿Por qué me había acariciado la mejilla de aquella manera? ¿Por qué se enfadó cuando le dejé solo? ¿Y por qué demonios había amenazado a Cary? Joe otorgaba un nuevo significado a la vieja expresión de«ser un veleta». Cerré los ojos y me serené.¡Dios!Yo no quería nada de aquello. Había desnudado mis sentimientos en la limusina y aún me sentía muy vulnerable, un estado de ánimo que había aprendido a dominar con muchas horas de terapia. Lo único que quería era esconderme en casa, libre de la presión de tener que comportarme con entereza cuando no tenía ni asomo de ella. Tú te lo has buscado, me recordé a mí misma.Apechuga con las consecuencias
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 30th 2012, 14:36 | |
| Capitulo 7 Parte 4
Tomé aire, salí y me resigné a encontrarme con Magdalene Perez apoyada en el tocador con los brazos cruzados. Era evidente que me esperaba, que estaba al acecho en un momento en el que andaba yo con las defensas muy debilitadas. Di un traspiés; luego recobré la calma y me dirigí al lavabo a lavarme las manos.Ella se giró hacia el espejo, observándome. Yo también la observaba a ella. Era aún más guapa en persona que en las fotos. Alta y delgada, con unos enormes ojos oscuros y una cascada de pelo liso castaño. Tenía los labios rojos y sensuales, los pómulos altos y esculturales. Llevaba un vestido pudorosa mente sexy, recto, de raso color crema que contrastaba con su piel morena. Parecía una puñetera supermodelo y destilaba un exótico sex-appeal Cogí la toalla que me tendió la encargada del baño, y Magdalene habló a lamujer en español, pidiéndole que nos dejara solas. Yo rematé la petición añadiendo por favor y gracias
Con eso conseguí que Magdalene arrugara el ceño y me escudriñara aún más, a lo que yo respondí con igual frialdad.
—¡Vaya!—murmuró cuando la encargada ya no podía oírnos. Hizo ese chasquido con la lengua que me daba tanta dentera como raspar una pizarra con las uñas— Ya has follado con él. —Y tú no.
Eso pareció sorprenderla.
—Tienes razón, yo no. ¿Y sabes por qué?
Saqué un billete de cinco dólares de la cartera y lo dejé en la bandeja plateada de las propinas. —Porque él no quiere.
—Y yo tampoco, porque es incapaz de comprometerse. Es joven, guapo y rico,y disfruta de ello.
—Sí—asentí—Ya lo creo que lo hizo.
Aguzó la mirada y se deterioró ligeramente su agradable expresión. —No respeta a las mujeres que se tira. En el momento en que te metió la polla,se acabó todo. Igual que con las demás mujeres. Pero yo sigo aquí, porque es a mí a quien quiere tener cerca a largo plazo.
Mantuve la calma a pesar de que el golpe iba dirigido a donde más dolía. —Eso es patético.
Salí y no paré hasta llegar a la limusina de Stanton. Le apreté las manos a Cary al subirme, y conseguí esperar hasta que el coche se puso en marcha para echarme a llorar | |
| | | FlorJonasJB Forista!
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| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 30th 2012, 16:24 | |
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| | | mari_jonas_I love Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 477 Fecha de inscripción : 16/07/2012
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 31st 2012, 06:26 | |
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| | | FlorJonasJB Forista!
Cantidad de envíos : 75 Edad : 28 Localización : Argentina Fecha de inscripción : 06/04/2012
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Octubre 31st 2012, 19:25 | |
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Noviembre 1st 2012, 18:54 | |
| Capitulo 8
—Hola, nena —dijo Cary cuando entré arrastrándome en el cuarto de estar a la mañana siguiente. Vestido sólo con unos viejos pantalones de chándal, estaba arrellanado en el sofá con los pies cruzados y apoyados en la mesa de centro. Se le veía encantadoramente desaliñado y conforme consigo mismo—. ¿Qué tal has dormido? Le mostré los pulgares hacia arriba y me dirigí a la cocina a por café. Me detuve junto a la encimera del desayuno, sorprendidísima ante el enorme ramo de rosas que había en el mostrador. Tenían una fragancia maravillosa, y la inhalé respirando profundamente. —¿Qué es esto? —Han llegado para ti hace una hora, más o menos. Reparto dominical. Bastante carito. Saqué la tarjeta de la funda de plástico transparente y la abrí. NO DEJO DE PENSAR EN TI. Joe —¿De Jonas? —preguntó Cary. —Sí. —Pasé el pulgar por lo que suponía que era la letra de Joe. Era enérgica, masculina, sexy. Un detalle romántico, viniendo de un tipo para quien no existía el romanticismo. Dejé la tarjeta en el mostrador como si me quemara y me serví una buena taza de café, con la esperanza de que la cafeína me diera fuerzas y me devolviera el sentido común. —No pareces impresionada. —Bajó el volumen del partido de béisbol que estaba viendo. —Es un ave de mal agüero para mí, como un enorme detonador. Sencillamente tengo que mantenerme lejos de él. —Cary había hecho terapia conmigo, y sabía de qué hablaba. No me miraba extrañado cuando le explicaba las cosas con la jerga de los terapeutas, y él no tenía ningún problema en responderme de la misma manera. —Y el teléfono no ha dejado de sonar en toda la mañana. No quería que te molestara, así que quité el volumen. Consciente de que aún me duraba el dolor entre las piernas, me acurruqué en el sofá y resistí el impulso de comprobar en el buzón de voz si Joe había llamado. Quería oír su voz, y una explicación que aclarase lo que había sucedido la noche anterior. —Me parece fenomenal. Dejémoslo así todo el día. —¿Qué sucedió? Soplé un poco el café y me aventuré a tomar un sorbo. —Follé con él en su limusina como una posesa y después se convirtió en un témpano de hielo. Cary me miró con aquellos experimentados ojos color esmeralda, que habían visto mucho más de lo que nadie debería estar obligado a ver. —Le hiciste ver las estrellas, ¿eh? —Sí, así fue. —Y me sulfuraba sólo de pensarlo. Habíamos conectado. Lo sabía. La noche anterior le había deseado como a nada en el mundo y al día siguiente no quería volver a saber nada de él nunca más—. Fue muy intenso. La mejor experiencia sexual de mi vida, y allí estaba él, conmigo. Sabía que lo estaba. Era la primera vez que lo hacía en un coche, y al principio se resistió un poco, pero le excité tanto que no pudo negarse. —¿En serio? ¿Nunca? —Se pasó una mano por su barba sin afeitar—. En el instituto la mayoría de los chicos tenían los coches en su lista de picaderos. De hecho, no recuerdo a nadie que no los tuviera, excepto los pazguatos y los feorros, y él no es ni una cosa ni la otra. Me encogí de hombros. —Supongo que follar en un coche me convierte en un zorrón. Cary se quedó inmóvil. —¿Es eso lo que dijo? —No. No dijo nada de eso. Fue su «amiga» Magdalene. Ya sabes, la chica de la mayoría de las fotos que te imprimiste de Internet. Decidió afilarse las garras con una pequeña y venenosa charla de chicas en el baño. —Está celosa, la zorra de ella. —Frustrada sexualmente. No puede follar con él, porque al aparecer las chicas con quienes folla van derechas al montón de desechables. —¿Eso lo ha dicho él? —De nuevo, la pregunta estaba teñida de furia. —No en tantas palabras. Dijo que no se acostaba con sus amigas. Le crean problemas las mujeres que quieren algo más que un buen revolcón, así que ya se encarga él de mantener a las mujeres con las que folla y a las mujeres cuyo trato frecuenta en grupos separados. —Tomé otro sorbo de café—. Le avisé de que ese tipo de arreglo no funcionaría conmigo y me contestó que haría ciertos ajustes, pero supongo que es de esa clase de hombres que dicen lo que sea con tal de conseguir lo que quieren. —O le has asustado. Le lancé una mirada furibunda. —No le disculpes. Pero, vamos a ver, ¿de qué lado estás tú? —Del tuyo, nena. —Alargó una mano y me palmeó la rodilla—. Siempre del tuyo. Le puse una mano en su musculoso antebrazo y pasé los dedos suavemente por la cara inferior en silenciosa gratitud. No notaba las numerosas y pequeñas cicatrices blancas de los cortes que le desfiguraron la piel, pero nunca olvidaba que estaban ahí. Daba gracias todos los días de que estuviera vivo y sano, y de que fuera una parte fundamental de mi vida. —¿Y a ti cómo te fue la noche? —No me puedo quejar. —En sus ojos apareció un brillo malicioso—. Eché un polvo a la rubia pechugona en el cuarto de mantenimiento. Las tetas eran de verdad. —¡Vaya! —Sonreí—. Seguro que le alegraste la noche. —Lo intenté. —Cogió el auricular del teléfono y me hizo un guiño—. ¿Qué te apetece pedir? ¿Unos bocatas? ¿Comida china?, ¿india? —No tengo hambre. —Siempre tienes hambre. Si no eliges algo, cocinaré lo que sea y tendrás que comértelo. Levanté la mano y me rendí. —Vale, vale. Tú eliges. El lunes llegué a trabajar veinte minutos antes, pensando que así evitaría encontrarme con Joe. Cuando llegué a mi mesa sin incidentes, sentí tal alivio que supe que estaba en un buen lío en lo que a él se refería. No dejaba de tener altibajos por todas partes. Mark llegó muy animado, flotando aún por los importantes éxitos de la semana anterior, y nos metimos de lleno a trabajar. El domingo yo había hecho algunas comparativas del mercado del vodka y él tuvo la amabilidad de repasarlas conmigo y escuchar mis impresiones. A Mark le habían asignado también la publicidad para un nuevo fabricante de lectores de libros electrónicos, así que empezamos el trabajo inicial de eso. Estuve tan ocupada que la mañana pasó volando y no tuve tiempo de pensar en mi vida personal. Daba gracias por ello. Entonces respondí al teléfono y oí a Joe al otro lado de la línea. No estaba preparada. —¿Qué tal está siendo este lunes de momento? —preguntó. Me estremecí al oír su voz. —Frenético. —Eché un vistazo al reloj y me pasmó ver que eran las doce menos veinte. —Bien. —Hubo una pausa—. Intenté llamarte ayer. Te dejé varios mensajes. Quería oír tu voz. Cerré los ojos y respiré profundamente. Había tenido que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para pasar el día sin oír el buzón de voz. E incluso tuve que meter en el ajo a Cary, pidiéndole que me frenara por la fuerza si daba la impresión de que podría sucumbir al impulso. —Me recluí y trabajé un poco. —¿Te llegaron las flores que te envié? —Sí. Son preciosas. Gracias. —Me recordaban a tu vestido. ¿Qué demonios estaba haciendo? Estaba empezando a pensar que tenía trastorno de personalidad múltiple. —Algunas mujeres dirían que eso es romántico. —A mí sólo me importa lo que digas tú. —Su silla crujió como si se él se hubiera levantado—. Pensé en acercarme... Me apetecía. Suspiré, abandonándome a la confusión. —Me alegro de que no lo hicieras. Hubo otra larga pausa. —Me lo merecía. —No lo he dicho para fastidiar. Es la verdad, sencillamente. —Ya lo sé. Oye... He encargado que me traigan el almuerzo a la oficina, para que no perdamos tiempo en salir y volver. Después de su Te llamaré de despedida, no había dejado de preguntarme si querría que volviéramos a vernos tras regresar de donde quiera que hubiera estado. Era una posibilidad que me temía desde el sábado por la noche, consciente de que tenía que cortar, pero sintiendo que el deseo de estar con él me mantenía enganchada. Deseaba volver a experimentar aquel momento de intimidad, puro y perfecto, que habíamos compartido. Pero ese único momento no podía justificar todos los demás en los que me había hecho sentir como una idiota.
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| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Noviembre 1st 2012, 19:02 | |
| Capitulo 8 Parte 2
—Joe, no hay ninguna razón para que almorcemos juntos. Ya hablamos la noche del viernes, y... nos ocupamos de nuestras cosas el sábado. Vamos a dejarlo ahí. —_______. —Había brusquedad en su voz—. Sé que la he jodido. Déjame que te explique. —No tienes por qué hacerlo. No pasa nada. —Sí que pasa. Tengo que verte. —No quiero... —Podemos hacerlo de la manera más fácil, _______. O puedes ponérmelo difícil —dijo con un tono de crispación en la voz—. Vas a oírme de todas todas. Cerré los ojos, comprendiendo que no iba a tener la suerte de librarme con una rápida charla telefónica de despedida. —De acuerdo. Iré. —Gracias. —Soltó el aire de forma audible—. Estoy deseando verte. Volví a poner el auricular en su soporte y me quedé mirando las fotos que tenía en la mesa, intentando formular lo que necesitaba decir y preparándome para el impacto de ver a Joe otra vez. La furia con la que reaccionaba a él físicamente era incontrolable. De alguna manera tendría que superarla e ir directamente al grano. Después pensaría en que no me quedaría otra que verle en los días, las semanas y los meses venideros. De momento, sólo tenía que concentrarme en cómo sobrevivir al almuerzo. Me rendí ante lo inevitable y volví al trabajo de comparar el impacto visual de varias muestras de tarjetas insertadas. —________. Di un respingo y me giré en la silla, atónita de ver a Joe junto a mi cubículo. Como siempre, su presencia me sobresaltó, y el corazón me tableteaba en el pecho. Un rápido vistazo al reloj me demostró que había pasado un cuarto de hora en un instante. —Joe... Señor Jonas. No tenías por qué bajar aquí. Por la cara parecía sereno e imperturbable, pero los ojos se le veían tormentosos y ávidos. Abrí el cajón de mi mesa y saqué mi bolso, aprovechando la oportunidad para inspirar una profunda y temblorosa bocanada de aire. Olía fenomenal. —Señor Jonas. —Era la voz de Mark—. Es un placer verle por aquí. ¿Hay algo que...? —He venido por ______. Hemos quedado para almorzar. Me enderecé a tiempo para ver cómo a Mark se le disparaban las cejas hacia arriba. Enseguida compuso el semblante y su expresión volvió a adoptar su encanto habitual. —Volveré a la una —le aseguré. —Hasta luego, entonces. Que disfrutéis del almuerzo. Joe me puso la mano en la franja dorsal y me condujo a los ascensores, con el consiguiente alzamiento de cejas de Megumi al pasar por delante de recepción. Me moví nerviosa cuando él apretó el botón de llamada del ascensor, pensando que ojalá hubiera podido pasar el día sin ver al hombre cuyo roce ansiaba como una droga. Él me miraba mientras esperábamos al ascensor y deslizaba los dedos por la manga de mi blusa de raso. —Cada vez que cierro los ojos, te veo con ese vestido rojo. Oigo los sonidos que haces cuando estás cachonda. Te siento deslizándote sobre mi polla, apretándome como un puño, haciendo que me corra con tanta fuerza que duele. —Para. —Aparté la mirada, incapaz de soportar la intimidad con que me miraba. —No puedo evitarlo. La llegada del ascensor fue un alivio. Me cogió de la mano y me hizo entrar. Tras poner la llave en el panel, me acercó más a él. —Voy a besarte, _______. —No... Me atrajo hacia sí y selló mi boca con la suya. Me resistí todo lo que pude; luego me derretí al contacto de su lengua acariciando lenta y dulcemente la mía. Deseaba su beso desde que nos habíamos acostado. Deseaba tener la certeza de que él valoraba lo que habíamos compartido, que significaba algo para él como lo significaba para mí. Pero una vez más me dejó sin ese consuelo cuando se apartó bruscamente. —Vamos. —Sacó la llave al abrirse la puerta. La pelirroja recepcionista de Joe no dijo nada esta vez, aunque me miró de manera extraña. Por el contrario, Scott, su secretario, se levantó cuando nos acercamos y me saludó amablemente por mi nombre. —Buenas tardes, señorita Tramell. —Hola, Scott. Joe le dedicó un gesto seco. —No me pases llamadas. —Claro, por supuesto. Entré en la amplia oficina de Joe, y la mirada se me fue al sofá donde me tocó íntimamente por primera vez. El almuerzo estaba preparado en la barra: dos platos cubiertos en bandejas metálicas. —¿Me das el bolso? —preguntó. Le miré, vi que se había quitado la chaqueta y se la había colgado del brazo. Estaba allí plantado con sus pantalones sastre y su chaleco, su camisa y corbata, ambas de un blanco inmaculado. En pocas palabras, me llenaba de asombro. No podía creer que hubiera hecho el amor con un hombre tan guapo. Pero, claro, no había significado lo mismo para él. —¿______? —Eres guapísimo, Joe. —Las palabras salieron de mi boca sin proponérmelo. Enarcó las cejas, y a continuación sus ojos se llenaron de ternura. —Me alegro de que te guste lo que ves. Le di el bolso y me alejé, necesitada de espacio. Colgó su chaqueta y mi bolso en el perchero y se dirigió a la barra. Crucé los brazos. —Acabemos con esto de una vez. No quiero verte más.-Dije.
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| | | FlorJonasJB Forista!
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| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Noviembre 2nd 2012, 09:26 | |
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
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| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Noviembre 2nd 2012, 18:57 | |
| Capitulo 8 Parte 3 Joe se pasó la mano por el pelo y dijo con aspereza: —No hablarás en serio. De repente me sentía muy cansada, exhausta de luchar conmigo misma por su culpa. —Sí que hablo en serio. Tú y yo... fue un error. —No, el error estuvo en la forma en que yo llevé la situación después —replicó, con las mandíbulas crispadas. Me quedé sorprendida por la vehemencia de su protesta. —No hablaba de sexo, Joe, sino de mi conformidad con este absurdo acuerdo de «desconocidos con derecho a roce» que hay entre nosotros. Sabía que todo era una equivocación desde el principio. Debería haber hecho caso a mi intuición. —________, ¿tú quieres estar conmigo? —No, eso es lo que... —No de la manera de la que hablamos en el bar. Más que eso. Empecé a sentir palpitaciones. —¿A qué te refieres? —A todo. —Se separó de la barra y se acercó a mí—. Yo sí quiero estar contigo. —Pues el sábado no lo parecía. —Me crucé de brazos. —Estaba aturdido. —¿Ah, sí? Yo también. Dirigió las manos a las caderas; luego, cruzó los brazos, como yo. —Por Dios, ________... Le veía afectado y sentí un destello de esperanza. —Si es eso todo lo que tienes que decir, hemos terminado. —¡Y una mierda hemos terminado! —Hemos llegado a un callejón sin salida, si cada vez que nos acostamos tú te vas a dedicar a hacerte pajas mentales. Era evidente que se esforzaba por encontrar las palabras adecuadas. —Estoy acostumbrado a llevar las riendas, lo necesito. Y tú me lo fastidiaste en la limusina; no me sentó bien. —¿Ah, sí? —_________, nunca he experimentado algo como aquello. No creía que me fuera posible. Y, ahora que lo conozco..., tengo que tenerlo, tengo que tenerte a ti. —Joe, es sólo sexo. Super estupendo, sí, pero eso no puede joderte la cabeza cuando las personas que intervienen no son adecuadas la una para la otra. —Tonterías. He admitido que metí la pata y no puedo cambiar lo que ocurrió, pero estoy seguro como que la mierda termina meada de que quieres cortar conmigo por aquello. Expusiste tus normas y yo traté de adaptarme a ellas, pero tú no quieres hacer ni lo más mínimo por adaptarme a mí. Tenemos que encontrarnos a medio camino. —Tenía la cara rígida por la frustración—. Cede un poco, Mujer. Le observé detenidamente, intentando comprender qué estaba haciendo y adónde quería llegar. —¿Qué pretendes, Joe? —le pregunté suavemente. Me sujetó la cara con la mano. —Pretendo seguir sintiéndome como cuando estoy contigo. Sólo tienes que decirme lo que debo hacer. Y dame un margen de error. No he hecho esto nunca en mi vida, y siempre hay una fase de aprendizaje. Le tanteé el corazón y comprobé que latía impetuosamente. Era impaciente y apasionado, y eso me encendía. ¿Cómo tenía que responderle? ¿Con la razón o con el corazón? —¿Qué es lo que no has hecho nunca? —Lo que sea necesario para pasar contigo el mayor tiempo posible. En la cama y fuera de la cama. Me invadió una absurda y poderosa ráfaga de placer. —Joe, ¿eres consciente del tiempo y el esfuerzo que hacen falta en una relación? Yo ya estoy hecha polvo. Además, hay cosas personales de las que tengo que ocuparme, y está mi trabajo... mi madre, que es una trastornada... —le tapé la boca con la mano antes de que le diera tiempo a abrirla—, pero tú mereces la pena, y me derrito por ti, así que creo que no tengo alternativa ¿verdad? —¡________, maldita sea! —Joe me levantó en vilo, impulsándome con las manos desde el trasero para que le rodeara la cintura con las piernas. Me besó en la boca con fuerza y frotó su nariz contra la mía—. Encontraremos la manera. —Lo dices como si fuera a resultar fácil. —Yo sabía de sobra que necesitaba mucho mantenimiento y él parecía que también. —Lo fácil es aburrido. —Me llevó en brazos hasta la barra y me depositó en un taburete. Levantó el cubre-platos que tenía delante y apareció una enorme hamburguesa con queso y patatas fritas. Todavía estaba todo caliente, gracias a una placa térmica de granito que había debajo. —Hmmm —exclamé, y me di cuenta del hambre que tenía. Después de hablar, había recuperado el apetito. Desdobló una servilleta y la puso en mi regazo al mismo tiempo que me daba un apretón en la rodilla; Luego, se sentó a mi lado. —Entonces, ¿cómo lo hacemos? —Pues la coges con las dos manos y te la llevas a la boca. Me dirigió una mirada divertida que me hizo sonreír. Era bueno sonreír. Era bueno estar con él. Normalmente lo era... durante un ratito. Le di un bocado a la comida y lancé una exclamación de gusto al percibir de lleno su sabor. Era una hamburguesa tradicional, pero me sabía a gloria. —Está buena, ¿verdad? —Muy buena. Puede que me convenga quedarme para mí sola un hombre que sabe tanto de hamburguesas. —Me limpié la boca y las manos—. ¿Qué tal aguantas las exclusividades? Dejó la hamburguesa a un lado y se quedó extrañamente quieto. No podía adivinar qué estaba pensando. —Doy por sentado que va implícito en nuestro trato, pero, para que no haya dudas, te diré claramente que no puede haber otros hombres en tu vida, _______. El tono tajante que empleó y su mirada glacial me dieron escalofríos. Joe tenía su lado oscuro. Yo había aprendido mucho tiempo atrás a descubrir y evitar a los hombres con sombras peligrosas en los ojos. Pero las alarmas no habían sonado con él como tal vez hubieran debido. —¿Y mujeres puede haber? —pregunté, para relajar el ambiente. —Sé que tu compañero de piso es bisexual. ¿Lo eres tú también? —¿Te molestaría? —Me molesta compartirte. No es una opción. Tu cuerpo me pertenece. —¿Y el tuyo me pertenece a mí? ¿En exclusiva? Se le encendió la mirada. —Sí, y espero que te aproveches mucho y con frecuencia. Bueno... en ese caso... —Pero tú a mí me has visto desnuda —bromeé—. Tú sabes lo que te vas a llevar; yo, no. Me encanta lo que he visto hasta ahora, pero todavía falta. —Podemos arreglarlo ahora mismo. La idea de que se desnudara para mí me hizo retorcerme en el asiento. Él se dio cuenta e hizo una mueca maliciosa.
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| | | FlorJonasJB Forista!
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| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Noviembre 3rd 2012, 10:09 | |
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Noviembre 3rd 2012, 18:25 | |
| Capitulo 8 Parte 4
—Mejor no lo hagas —dije muy a mi pesar—, que ya volví tarde al trabajo el viernes. —Entonces esta noche. —De acuerdo —contesté, tragando saliva. —Procuraré estar libre a las cinco —dijo, y reanudó la comida, tan satisfecho de que ambos hubiéramos marcado mentalmente sexo alucinante para aquel día en nuestro calendario. —No tienes por qué. —Abrí la mini botella de ketchup que había junto a mi plato—; tengo que ir al gimnasio después de trabajar. —Iremos juntos. —¿Ah, sí? —Puse la botella boca abajo y le di unos golpecitos en la base. Me la quitó de las manos y usó el cuchillo para servirme el ketchup. —Será mejor que consuma un poco de energía antes de tenerte desnuda. Mañana querrás ser capaz de andar con normalidad. Le miré, estupefacta, por la naturalidad con que había dicho aquello y la cara de fingida pena que había puesto; algo me daba a entender que no hablaba completamente en broma. Mi sexo se contrajo ante aquella deliciosa perspectiva. Podía imaginarme a mí misma haciéndome adicta a Joe Jonas. Comí unas cuantas patatas fritas pensando en otra persona que ya era adicta a Joe. —Magdalene puede suponer un problema para mí. Tragó un bocado de su hamburguesa acompañado de un sorbo de agua. —Me contó que habíais tenido una charla y que las cosas no fueron bien. Me tomé en serio las maquinaciones de Magdalene y su hábil intentona de cortarme el paso. Debía tener mucho cuidado con ella y Joe tenía que hacer algo al respecto, o sea, cortar con ella. Punto. —No, no fueron bien —admití—, pero es que no puedo agradecer mucho que me digan que tú no respetas a las mujeres que te tiras y que terminarías conmigo en cuanto me metieras la polla. Joe se quedó paralizado. —¿Eso te dijo? —Palabra por palabra. Y también que a ella la tienes reservada para el momento en que decidas sentar la cabeza. —Así que eso te dijo. —Usó un tono bajo y lleno de frialdad. Se me hizo un nudo en el estómago, sabiendo que todo podía salir realmente bien o realmente mal, dependiendo de lo que Joe dijera inmediatamente después. —¿No me crees? —Claro que te creo. —Ella podría ser un problema —repetí, porque quería insistir en aquello. —No lo será. Yo hablaré con ella. Me fastidiaba la idea de que hablasen; me ponía enferma de celos. Entonces, se me ocurrió que ése era un tema que habría que poner sobre la mesa. —Joe... —¿Qué? —Había terminado la hamburguesa y estaba dedicándose a las patatas fritas. —Yo soy muy celosa; puedo llegar a la irracionalidad —jugueteé un poco tocando la hamburguesa con una patata—. Tal vez deberías tenerlo en cuenta, y también si quieres tratar con alguien como yo, que tiene conflictos de autoestima. Éste era uno de los peros cuando me invitaste a la cama por primera vez, que iba a trastornarme con tantas mujeres babeando por ti y que yo no tendría derecho a decir nada. —Ahora sí tienes derecho. —No me tomas en serio. —Sacudí la cabeza de lado a lado y le di otro mordisco a la hamburguesa. —No he sido más serio en toda mi vida. —Me pasó un dedo por la comisura de la boca y le dio un lengüetazo a la pizca de salsa que había recogido—. No sólo tú puedes resultar posesiva; yo soy muy acaparador con lo que es mío. No lo dudé ni un instante. Le di otro mordisco a la comida y me puse a pensar en la noche que teníamos por delante. Estaba impaciente hasta no poder más. Me moría por ver a Joe desnudo. Me moría por pasarle las manos y la boca por todo el cuerpo. Me moría por tener otra oportunidad de volverle loco. Y me apremiaba la necesidad de estar debajo de él, de sentir su peso, sus arremetidas dentro de mí, de notar que se corría frenética y profundamente en mis entrañas... —Sigue pensando en eso —me dijo de pronto— y volverás tarde otra vez. Levanté las cejas en un gesto de asombro. —¿Cómo sabes en qué estoy pensando? —Cuando estás excitada, se te pone una mirada especial. Espero provocarte esa mirada tan a menudo como sea posible. -Joe tapó el plato y se levantó. Luego, sacó una tarjeta de visita y la dejó a mi lado. Vi que había escrito en el reverso los números de su teléfono móvil y del fijo de su casa—. Te parecerá una tontería decirte esto después de la conversación que hemos tenido, pero necesito el número de tu móvil. —¡Ah, sí! —Me costó trabajo dejar atrás los pensamientos libidinosos—. Pero antes necesito comprarme uno. Está en la lista de cosas importantes que tengo que hacer. —¿Qué pasó con el que usaste para mandarme mensajes la semana pasada? Arrugué la nariz, en una expresión de disgusto. —Mi madre ha estado usándolo para rastrear mis movimientos por la ciudad. Se pasa un pelo... intentando protegerme. —Ya entiendo. —Me acarició la mejilla con el dorso de los dedos—.Te referías a eso cuando decías que tu madre te acosaba. —Sí, desgraciadamente. —Bueno, pues nos ocuparemos de lo del teléfono a la salida del trabajo, antes de ir al gimnasio. Te conviene tenerlo por seguridad. Y, además, quiero poder llamarte cuando me apetezca. Dejé una cuarta parte de la hamburguesa porque ya no podía comer más, y me limpié la boca y las manos. —Estaba deliciosa, gracias. —De nada —se inclinó hacia mí y me besó brevemente en la boca—. ¿Necesitas ir al baño? —Sí. Voy a sacar el cepillo de dientes que llevo en el bolso. Unos minutos después, me encontraba de pie en un cuarto de baño escondido tras una puerta que combinaba a la perfección con los paneles de caoba que había detrás de las pantallas planas. Nos cepillamos los dientes uno al lado del otro ante el doble lavabo y cruzamos las miradas en el espejo. Era una escena muy doméstica, muy normal, y aun así nos llenaba de placer. —Te acompañaré hasta abajo —me dijo, dirigiéndose al perchero. Yo iba siguiéndole, pero me desvié al pasar cerca de su mesa. Me acerqué a ella y puse la mano en el espacio vacío que quedaba delante de la silla. —¿Es aquí donde pasas la mayor parte del día? —Sí. —Le vi ponerse la chaqueta y me dieron ganas de morderle, tan apetecible me resultaba. En vez de eso, me senté sobre la mesa. Según mi reloj me quedaban cinco minutos, el tiempo justo para volver a mi puesto, pero no pude resistir la tentación de ejercer mis nuevos derechos.
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| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Noviembre 3rd 2012, 18:31 | |
| Capitulo 8 Parte 5
—Siéntate —le pedí, señalándole la silla. Hizo un gesto de sorpresa, pero no discutió y se acomodó en la silla. Separé las piernas y le hice señas con el dedo para que se aproximara. —Más cerca. Se echó hacia delante, llenando el espacio que quedaba entre mis muslos. Me abrazó por las caderas y me miró. —_______, un día de éstos te voy a follar aquí mismo. —Sólo un beso por ahora —susurré, inclinándome para besarle. Apoyé las manos en sus hombros y le pasé la lengua por los labios; luego la introduje en su boca y le acaricié con delicadeza. Gimiendo, ahondó el beso, comiéndome la boca de una manera que me dejó dolorida y húmeda. —Un día de éstos —repetí yo pegada a sus labios— me pongo de rodillas debajo de esta mesa y te chupo todo. A lo mejor mientras estás hablando por teléfono y juegas con tus millones como si fuera al Monopoly. Usted, señor Jonas, pasará de la casilla Go y recogerá sus doscientos dólares. Su boca se curvó contra la mía. —Ya sé lo que va a pasar. Me vas a hacer perder la cabeza y correrme en cualquier parte posible de tu duro y sexy cuerpo. —¿Estás quejándote? —Se me está haciendo la boca agua, cielo. Aquella palabra me desconcertó, aunque me pareció muy dulce. —¿Cielo? Asintió con una especie de canturreo, y me besó. Resultaba increíble lo decisiva que podía ser una hora. Salí del despacho de Joe con un estado de ánimo completamente distinto al de cuando entré. El contacto de su mano en la parte baja de mi espalda me hacía disfrutar por anticipado en vez de sentirme amargada como cuando llegué allí. Le dije adiós a Scott con la mano y le dediqué una sonrisa radiante a la nada sonriente recepcionista. —Creo que no le gusto —le dije a Joe mientras esperábamos al ascensor. —¿A quién? —A tu recepcionista. Echó un vistazo hacia allá, y a la pelirroja se le iluminó la cara. —Bueno —murmuré—, tú sí le gustas. —Yo le garantizo el sueldo. —Sí, seguro que es eso. Apuesto a que no tiene nada que ver con que seas el hombre más sexy de la tierra. —¿Lo soy en este momento? —Me sujetó contra la pared, con una mirada ardiente. —Sólo era una observación. —A mí me gustas. —Con las manos contra la pared, a ambos lados de mi cabeza, bajó la boca hasta la mía y me besó dulcemente. —Tú a mí también, pero ¿eres consciente de que estás en el trabajo? —¿Y de qué sirve ser jefe si no puedes hacer lo que te dé la gana? —Humm... Cuando llegó un ascensor, me agaché por debajo de un brazo de Joe y entré. Él me siguió y, como un depredador, me sujetó por detrás para atraerme hacia él. Metió las manos en los bolsillos delanteros de mi chaqueta y tiró de ellos hasta los huesos de las caderas, manteniéndome inmovilizada. La calidez de su contacto, tan próximo al punto donde más rabiaba yo por él, era toda una tortura. En venganza, moví el **** contra él y sonreí cuando le oí respirar fuerte y noté que tenía una erección. —Pórtate bien —me regañó con cierta brusquedad—, tengo una reunión dentro de quince minutos. —¿Pensarás en mí cuando estés sentado a tu mesa? —Sin duda alguna. Y tú vas a pensar en mí cuando estés sentada a la tuya. Es una orden, señorita Tramell. Dejé caer la cabeza hacia atrás, contra su pecho, encantada con el tono autoritario de su voz. —No podría ser de otro modo, señor Jonas, teniendo en cuenta cómo pienso en ti donde quiera que esté. Salimos juntos al llegar al vigésimo piso. —Gracias por comer conmigo. —Creo que eso me toca a mí decirlo. —Me alejé un poco—. Hasta luego, Oscuro y Peligroso. Se sorprendió al oír el apodo que le había puesto. —A las cinco. No me hagas esperar. Llegó uno de los ascensores de la izquierda. Megumi salió de él y Joe entró, su mirada fija en la mía hasta que se cerraron las puertas. —¡Jo! —exclamó Megumi—, qué suerte. Me muero de envidia. No se me ocurrió nada que decir. Todavía era todo muy reciente y tenía miedo de gafarlo. En el fondo de mi alma sabía que aquellos sentimientos de felicidad no podían durar mucho. Todo iba demasiado bien. Corrí a mi mesa y me puse a trabajar. —_________ —levanté la mirada y vi a Mark en el umbral de su despacho—, ¿puedo hablar contigo un minuto? —Por supuesto —cogí la tableta, a pesar de que el tono de su voz y la expresión adusta que tenía me decían que no iba a necesitarlo. Cuando Mark cerró la puerta a mis espaldas, aumentaron mis temores—. ¿Va todo bien? —Sí. —Esperó hasta que me senté y después ocupó la silla que estaba a mi lado, en vez de la de su escritorio—. No sé cómo decir esto... —Sólo dilo. Supongo que lo entenderé. Me miró con ojos compasivos y un cierto sonrojo. —No me corresponde a mí interferir; sólo soy tu jefe y eso comporta unos límites, pero voy a traspasarlos porque me caes bien, _______, y quiero que trabajes aquí durante mucho tiempo. Se me encogió el corazón. —Qué bien, porque me encanta mi trabajo. —Vale, vale, me alegro —me dirigió una sonrisa fugaz—. Bueno... que tengas cuidado con Jonas, ¿de acuerdo? Me alarmé ante el rumbo que tomaba la conversación. —De acuerdo. —Es brillante, rico y sexy, así que comprendo que te atraiga. Con todo lo que yo quiero a Steven, todavía me pongo nervioso cerca de Jonas. Tiene mucho gancho. —Mark hablaba deprisa y gesticulaba con evidente turbación—. Tampoco me extraña que se interese por ti: eres guapa, inteligente, sincera, atenta... podría seguir así un buen rato porque eres estupenda. —Gracias — —Es que no quiero que te hagan daño —dijo entre dientes, y parecía estar pasándolo tan mal como yo—. En parte es por egoísmo, lo admito. No quiero perder a una ayudante magnífica porque no quiera trabajar en un edificio cuyo propietario es un ex. —Mark, significa mucho para mí que te preocupes y que me consideres valiosa, pero no tienes que preocuparte por mí. Ya soy mayorcita. Además, nada va hacer que deje este empleo. —Muy bien, entonces dejémoslo y vamos a trabajar
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| | | PidgeJonas Casada Con
Cantidad de envíos : 1666 Edad : 32 Fecha de inscripción : 23/04/2012
| | | | FlorJonasJB Forista!
Cantidad de envíos : 75 Edad : 28 Localización : Argentina Fecha de inscripción : 06/04/2012
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Noviembre 6th 2012, 17:38 | |
| OMJ afslhkgalkjgdhnldgkjnglsakjnfgsk ay que lindo <3 me encanta todo lo que esta pasando e.e pero por que que tenga cuidado con Joe? seguilaaaaaaa me encanta Estaba castigada y no pude usar la compu pero que lindo usarla otra vez y encontrarme con nuevos capítulos! es genial, gracias por seguirla siempre | |
| | | Trouble Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 209 Edad : 29 Fecha de inscripción : 07/12/2009
| Tema: Re: No Escondo Nada ( Joe y tu) Megahot Noviembre 6th 2012, 19:31 | |
| Capitulo 9 Parte 1
Y así lo hicimos, pero me preparé para futuros disgustos suscribiéndome a la alerta diaria de Google con el nombre de Joe. Y cuando llegaron las cinco, la certeza de mis muchas debilidades se extendía sobre mi felicidad como una mancha de aceite. Joe fue tan puntual, Me cogió de la mano cuando pasamos los torniquetes y entrelazamos los dedos. Aquel sencillo gesto significó tanto para mí en aquella ocasión que le apreté un poco más. Pero debía tener cuidado. En el momento en que me mostrase agradecida de que pasara el tiempo conmigo sería el principio del fin. Si eso ocurría, ni yo me respetaría a mí misma ni él me respetaría tampoco. Primero fuimos a la tienda de telefonía móvil. La encargada que nos atendió parecía muy susceptible al magnetismo de Joe. Se desvivía en cuanto él mostraba el menor interés en cualquier cosa, y enseguida se lanzaba dar detalladas explicaciones e invadía su espacio para hacerle demostraciones. Yo intentaba separarme de ellos y buscar a alguien que me atendiera a mí, pero Joe me agarraba de la mano y no dejaba que me separase de su lado. Luego discutimos sobre quién iba a pagar; parecía pensar que debía ser él, aunque el teléfono y la cuenta eran míos. —Ya te has salido con la tuya al elegir el proveedor —señalé, apartando su tarjeta de crédito y empujando la mía para que la chica la cogiera. —Porque es práctico. Al pertenecer a la misma red, las llamadas que me hagas son gratis. —Cambió las tarjetas hábilmente. —Como no quites de ahí esa ****era tarjeta, no te llamaré en absoluto. Eso sí funcionó, aunque era evidente que no le hacía ninguna gracia. Tendría que superarlo. Cuando volvimos al Bentley, parecía haber recuperado el humor. —Ya puedes dirigirte al gimnasio, Angus —le dijo a su chófer, acomodándose en el asiento. Entonces sacó su smartphone del bolsillo. Grabó mi nuevo número en su lista de contactos; luego me cogió de las manos mi teléfono nuevo y programó mi lista con los números de teléfono de su casa, de su oficina y de sus móviles. Apenas había terminado cuando llegamos al JonasTrainer. Como era de esperar, aquel moderno gimnasio de tres plantas era el sueño de cualquier entusiasta de la salud. Me impresionó la elegancia y la máxima calidad de hasta el último rincón. Incluso el vestuario de mujeres era como sacado de una película de ciencia-ficción. Pero lo que realmente me puso la piel de gallina fue el mismísimo Joe cuando, al terminar de ponerme la ropa de deporte, me lo encontré esperándome en el pasillo. Él llevaba unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas, lo cual me permitió ver por primera vez sus brazos y piernas desnudos. Me paré tan de repente que alguien que venía detrás se chocó conmigo. No sabía cómo disculparme; estaba demasiado ocupada devorando visualmente el cuerpo de Joe. Tenía unas piernas tonificadas y vigorosas, perfectamente proporcionadas a sus esbeltas caderas y cintura. Se me hacía la boca agua cuando le miraba los brazos. Tenía unos bíceps delineados a la perfección, y las gruesas venas que le recorrían los antebrazos le daban un aspecto brutal y endemoniadamente sexy al mismo tiempo. Llevaba el pelo recogido atrás, lo que hacía resaltar la definición del cuello, las mandíbulas y los rasgos esculturales de su rostro. ¡Dios! Conocía a aquel hombre íntimamente. No acababa de asimilarlo, no con la prueba irrefutable de su excepcional belleza allí delante. Y estaba mirándome con el ceño fruncido. Separándose de la pared donde había estado apoyado, vino hacia mí, luego me rodeó. Me recorrió con los dedos el estómago y la espalda desnudos según daba la vuelta, poniéndome la carne de gallina. Cuando se detuvo delante de mí, le eché los brazos al cuello y le incliné hacia mí para plantarle un sonoro y juguetón beso en la boca. —¿Pero qué demonios llevas puesto? —preguntó, ligeramente apaciguado por mi entusiástico recibimiento. —Ropa. —Pareces desnuda con ese top. —Creía que te gustaba desnuda. —En mi fuero interno estaba muy satisfecha con la elección que había hecho aquella misma mañana antes de saber que él me acompañaría. La parte superior consistía en un triángulo con tiras largas en los hombros y las costillas que se sujetaban con Velcro y que podía llevarse de diversas maneras, lo cual permitía determinar en qué punto necesitaban los pechos un mayor soporte. Estaba especialmente diseñado para mujeres curvilíneas, y era el primer top que había tenido que evitaba que fuera por ahí rebotando. A lo que Joe no ponía peros era al color carne, que hacía juego con las rayas de los pantalones negros de yoga que llevaba. —Me gustas desnuda en privado —dijo entre dientes—. Tendré que estar contigo cada vez que vengas al gimnasio. —No me quejaré, puesto que me encanta la vista que tengo delante en este momento. —Y además, de alguna manera perversa me excitaba que se mostrase posesivo después del dolor que me había ocasionado su abandono del sábado por la noche. Una muestra de dos extremos muy diferentes, la primera de muchas, estaba segura. —Terminemos con esto. —Me agarró de la mano y me alejó de los vestuarios, a la vez que cogía dos toallas con logo de un montón junto al que pasamos—. Quiero echarte un polvo. —Quiero que me echen un polvo. —¡Joder, ________! —Me agarraba con tanta fuerza que me hacía daño—. ¿Adónde vamos? ¿Pesas? ¿Máquinas? ¿Cintas? —A las cintas. Me apetecer correr un poco. Me llevó en esa dirección. Vi cómo las mujeres le seguían con la mirada, y luego con los pies. Querían estar en la parte del gimnasio donde estuviera él, y no podía culparlas. Yo también me moría por verle en acción. Cuando llegamos a las aparentemente interminables filas de cintas de correr y bicicletas, nos encontramos con que no había dos cintas libres contiguas. Joe se acercó a un hombre que tenía una libre a cada lado. —Le estaría muy agradecido si se corriera una más allá. El tipo me miró y sonrió. —Sí, claro. —Muchas gracias. Joe se subió a la cinta del hombre y me hizo un gesto para que me subiera a la de al lado. Antes de que programara su ejercicio, me incliné hacia él. —No quemes mucha energía —susurré—. La primera vez te quiero en la postura del misionero. Hace tiempo que fantaseo con la idea de tenerte encima follándome con todas tus fuerzas. Sus ojos me taladraron. —______, ni te imaginas. Casi mareada sólo de pensarlo y con una agradable sensación de poderío femenino, me subí en la cinta y empecé a caminar a paso ligero. Mientras calentaba, puse mi iPod para que reprodujera canciones al azar, y cuando sonó «SexyBack», de Justin Timberlake, apreté el paso y fui a por todas. Para mí correr era un ejercicio tanto físico como mental. A veces deseaba que corriendo deprisa pudiera alejarme de todo aquello que me atormentaba. Al cabo de veinte minutos aflojé el ritmo, luego paré, aventurándome finalmente a echar un vistazo a Joe, que corría con la fluidez de una maquinaria bien engrasada. Estaba viendo la CNN en las pantallas de arriba, pero me dedicó una rápida sonrisa mientras me secaba el sudor de la cara. Bebí agua de la botella mientras me dirigía a las máquinas, y elegí una desde la que podía verle. Siguió corriendo hasta los treinta minutos; luego fue a hacer pesas, sin perderme de vista en ningún momento. Mientras hacía ejercicio rápida y eficientemente, no pude por menos de pensar en lo viril que era. Claro que yo conocía muy bien lo que había en aquellos pantalones cortos, pero, pese a todo, era un hombre que trabajaba detrás de una mesa y no obstante se mantenía en perfecto estado de forma.
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