Más que un mejor amigo.- JOE Y TU <3

Capitulo:

- Mi vida yo…. – no supo que decir, estaba impresionado – O sea, me encantaría tener otro hijo, pero no creo que este sea el momento adecuado

- ¿Entonces cuándo?, te parece adecuado cuando tengamos no se unos 50 años, cuando a mí no me llegue más mi periodo para poder fecundar, ¿te parece “adecuado” en ese tiempo?

- Cariño, no es eso, lo que pasa es que siento que la situación no es la mejor de todas, en este último tiempo las cosas no han ido bien entre los dos y no creo que sea bueno ahora, es todo.

- ¿Estas queriendo decir que un hijo empeoraría las cosas?

- En teoría, sí….- me observó tímidamente

- Entonces no hay más que discutir. – volteé dándole la espalda, apagué la lámpara  y de un segundo a otro una lagrima cayó y resbaló por mi mejilla. Sentí que los brazos de Joseph me rodearon y quedaron justo en mi vientre, inspiró hondo y apoyó su cabeza en mi hombro depositando pequeños besos.

- ___________, por favor no te enojes, sabes que me encantaría tener otro hijo, es más tendría unos 4 ó 5 siempre que sea contigo…

- Entonces, ¿Qué tengo que hacer para que me digas que si? – moví mi brazo dejándolo sobre el de él.

- Nada, no debes hacer nada para que te diga que sí, mi vida – besó nuevamente mi hombro – Solo debemos esperar a que las cosas mejoren un poco…tampoco es para tanto.

- Si tú lo dices…. – guardé silencio y sorbí la nariz

- ¿Estas llorando? – me abrazó con más fuerza – no, mi vida, no llores, no estés así, sabes que te amo y que por ti haría cualquier cosa para que estés feliz!, pero no me hagas esto, es difícil para mi…. – volteé y me abrazó con tanta ternura que no aguanté y tuve que desahogarme – Tranquila, todo va a pasar….sabes que siempre estará la posibilidad de tener otro hijo, solo debemos organizar todo y listo… - rio – sabes a lo que me refiero – intentó bromear – Mi vida – se separó e hizo que lo mirara a los ojos – Escucha y mírame a los ojos, ¿sí? – sostuvo mi cara en sus suaves y delicadas manos, creo que ahora venía la disculpa más dolorosa de todas las discusiones anteriores – Por favor deja de llorar, sabes que te amo demasiado como para que una discusión lo eche todo a perder, perdóname por todas las cosas horribles que dije sin pensar, la ira y la frustración me consumieron por completo en ese momento y no supe que decir… Sabes que nunca dejaría de amarte, ni por lo más sagrado, nunca lo haría, porque eres la única en mi vida con Agustín, son las personas a las que más amo en este mundo y si las pierdo no sabría que hacer – No hacia otra cosa que mirar sus hermosos ojos aguados, estaba a punto de que las lágrimas resbalaran de sus ojos – Enserio, no quiero perderte. No. Creo que… ¡Oh qué carajo! – Una lágrima cayó por su mejilla y la enjugó avergonzado - ¿Qué es esto?

- Joe, calma, por favor – limpié otra lágrima – Todo va a estar bien, solo fue una tonta discusión… - no podía decir mucho, mi voz aún estaba frágil por las lágrimas acumuladas -  Ambos sabemos que fue por todo lo que sucedió en ese momento, los problemas por los que estaba pasando mi padre en la  empresa, te afectaron a ti  y a mí, solo fue eso, no debes disculparte porque no has hecho nada malo. Las cosas que dijiste en ese momento sé que fueron solo por la rabia que tenías al igual que las mías, no eran ciertas, ¿verdad? – Solo asintió con un movimiento leve de cabeza – Esto era lo que nos hacía falta, conversar las cosas, nada más – nos abrazamos y estuvimos varios minutos así, en silencio, apoyándonos emocionalmente el uno con el otro.

- Solo una pregunta – inspiró levemente - ¿Alguna vez has dejado de amarme?

- ¿Qué? No. Por supuesto que no, Joe. Solo dije eso porque estaba enojada y molesta. Pero nunca dejaré de amarte. – besé sus húmedos y enrojecidos labios.

- Ni yo a ti, bonita.

Las horas se hicieron eternas, las miradas ahora estaban llenas de sinceridad, amor, felicidad y tranquilidad. Cómo pude ser tan estúpida para decirle que dejaría de amarlo, eso es algo que nunca dejaré de hacer, por más que lo intente, NUNCA dejaré de amar al padre de mi hijo, mi esposo, mi amante y mi mejor amigo.
En el transcurso de los días todo tomó su curso normal, las discusiones habían desaparecido, ahora éramos la familia que habíamos sido durante los dos años anteriores con las tarde en familia, salidas al parque, visitas al abuelo Pedro, y a los abuelos Denisse y Paul. Además de las visitas de tío Andrés después de sus clases en la universidad.

- Mami – se acercó y estiró sus brazos para que lo cogiera en brazos – ayer el tío Andrés dijo que vendría por mí para ir al cine. ¿Ha llegado?

- No, aún no, pero debe estar por llegar. ¿ por qué mejor vas y le haces un dibujo? – caminé hasta la cocina – así, cuando llegue le tendrás esa sorpresa

- No quiero, no tengo ganas. – Pronunció algo triste

- ¿Pero por qué?

- Es que el otro día, vi uno de mis dibujos en la basura.

- ¿estás seguro que eran tus dibujos?

- Si, eran los que hice para mi papi – sus ojitos se cristalizaron

- Hijo, no creo que papi haya botado tus preciosos dibujitos a la basura, tal vez fue Clarita que se equivocó de hojas.

- ¿Enserio, mami? – hubo un destello de felicidad en su carita

- Claro que sí, tu papi tiene todos tus dibujos guardados, al igual que todos a quienes les das

- Menos los que estaban ahí – señaló un basurero. Y justo en ese momento entró Joe que regresaba del trabajo - ¿Cómo están? – besó mi mejilla y tomó a Agustín en brazos.

- Tu hijo tiene algo que decirte – sonreí – espero que no hayas sido tú. – me puse de pie y me fui a la habitación.

- ¿Qué sucede, campeón? – se sentó y lo colocó en sus piernas –

- ¡Botaste mis dibujos a la basura! – gritó enfadado - ¿Por qué hiciste eso?

- ¿De qué hablas?, ¿qué dibujos?

- Los que te di la semana pasada – lo miraba con los ojos entre cerrados.

- - No los boté, nunca botaría tus dibujos, hijo – Tomó sus pequeñas manos – Es más, para que veas que no boto ninguno, te mostraré donde los tengo guardados  - Se puso de pie, y lo llevó hasta la pequeña oficina que tenía en casa. Abrió uno de sus tantos cajones, sacó una carpeta y se la enseñó – Aquí tengo todos tus dibujos – Los sacó de la carpeta y se los mostró

-  ¿ves? Los tengo todos. – Sonrió

- Pero no tienes los que estaban en la basura – protestó

- Apuesto a que si los tengo

- ¿Los tienes? – sonrió, travieso

- ¿Quieres apostar?  - El pequeño solo asintió. Buscó entre los papeles que estaban sobre su escritorio, y los encontró, algo más estirados desde cuando los encontró – ¡Aquí están!

- Es verdad –grito de alegría

- Sí. Los recogí, porque sé que no te gusta que los boten. Pero conste que no fui yo

- ¿Entonces quién? ¿Fue mami?

- No, fue Clarita. El otro día le pedí que botara unos papeles y quizás se confundió.

- No le haré más dibujos a ella, siempre los tira a la basura. – Mientras hablaban sonó el timbre

- No se vayan a caer por correr a ver quién es – fui a abrir la puerta – Hermano, al fin llegas.
– Lo saludé – Agustín ha preguntado todo el día a qué hora llegarías.

- Me imagino. No pude llegar antes. Tuve un día asqueroso – Fue a la cocina y se sirvió un vaso de jugo – Dos exámenes, una discusión con Fabiola, todo mal.

- ¿Discutieron? ¿otra vez? – Me preocupa la relación de mi hermano, va de mal en peor - ¿Qué pasó esta vez? ¿No le diste la mano como ella quiso? – Bromeé

- No. Nada de bromas, ___________. Fue peor, pero fue culpa de ella, si no hubiese oído lo que dijo no habría pasado nada.

- Da igual. Ya se arreglarán, ahora ve a buscar a tu sobrino y ten una linda tarde.

- Claro, para que tú también la tengas, ¿no?

- Claro, ordenar libros de seguro es muy agradable.

Caminamos hasta la oficina de Joe, al entrar estaban ambos tirados en el suelo jugando, me encantaba verlos así, pero la diversión terminó cuando Agustín vio a su tío preferido, se lanzó hacia él, y comenzó a hablar hasta por los codos, alumbrando que irían a ver una película súper divertida y nosotros nos quedaríamos en casa aburridos. Con Joe solo os quedó mirarnos y reír. Preparamos un bolso para que Andrés tuviera todo lo necesario mientras andaba con su sobrino, y mientras ellos disfrutaban una linda tarde, nosotros nos quedamos en casa para terminar de trabajar.

- ¿Cariño? – oí una voz masculina – Necesito que vengas, por  favor

- ¿Estás es la oficina? – Me puse de pie, ordené los libros en sus respectivas cajas – voy enseguida – caminé y entre a la oficina

- Necesito un masaje – Se quitó la camisa – justo aquí – señaló el centro de su espalda – no soporto este dolor.

- ¿Seguro que solo te duele? – comencé a masajear la zona afectada - ¿o estás tramando algo?

- No, no tramo nada. De verdad duele… - en un movimiento veloz, volteó, me tomó en brazos y me llevó hasta el sillón – Y dolerá más si no me tienes dentro tuyo, hermosa – caímos sobre el sillón y comenzó a besarme

- Joe, ahora no, por favor. Debo terminar de ordenar y empacar los libros – me resistí a sus besos, pero él encontraba siempre otra zona que besar, como mi cuello – Joseph, ¡basta! – trataba de detenerlo pero me era muy difícil.

- ¿Qué sucede, por qué no quieres pasar un rato conmigo? – me miró extrañado

- No es eso, cariño. Tengo mucho trabajo, es todo. Quiero terminar hoy todo, para estar libre el fin de semana. – sonreí

- Hagamos un trato… - comenzó a idear su plan

- ¿otro de tus tantos tratos, o este será distinto?

-       Sólo escúchame! - rió avergonzado

-       ¡Está bien, habla ya! - mordí mi labio.

- ¿qué te parece si… - deslizó su mano dentro de mi blusa y acarició mi vientre – estamos un par de horas disfrutando así muy tiernos – subió sus manos a mis pechos, y los acariciaba sobre la tela – y luego te ayudo a clasificar esos aburridos libros? – finalmente colocó una de sus manos dentro de mi brasier, generando una oleada de placer por todo mi cuerpo.

- No, lo siento. Ahora no puedo acceder a tus planes – traté de librarme de sus brazos, pero estos adquirieron más fuerza – Joseph, por favor ¿ quieres dejarme terminar mi trabajo?

- Está bien, pero ésta…te la cobraré y será muy caro – me besó, mordió mi labio tan fuerte, que creo que me sacó sangre. Se puso de pie y regresó a su oficina - Me avisas cuando acabes, para preparar la cena. - y cerró de un portazo

- ¡lo siento! – grité arrepentida – te lo compensaré, lo juro – me paré y regresé a los libros.

Esta es la segunda vez que me niego a Joe, me duele tanto hacerlo aunque a veces es necesario, no porque yo no tenga ganas porque la verdad, siempre las tengo al igual que él, pero hoy y ahora no puedo, debo terminar esto para mañana y si no lo hago perderé el trabajo que me costó mucho conseguir. Por lo mismo mientras seguía con los libros traté de idear algo para recompensar a mi pobre marido que debe aguantar a una mal humorada y ocupada mujer que aun así lo ama demasiado como para dejarlo tanto tiempo con las ganas.