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 El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada

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El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Empty
MensajeTema: El Mejor Amante Nick y Tu HOT    El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Icon_minitimeMayo 5th 2012, 07:46

Capítulo 16


Mientras terminaba de vestirse, se preguntó qué la había instado a invitar a Nick. Después de cenar, él había regresado a su casa para ducharse y cam­biarse de ropa.

Si no hubiera prometido que iría a la despedida de Cliff Masters, se sentiría muy tentada a quedarse en casa. Nick era una compañía agradable, además de excitante. Podrían hablar un poco más de su no­vela; harían otra vez el amor, por supuesto, pero luego se acurrucarían en el sofá o irían a dar un pa­seo... Al sorprenderse soñando de esa manera, tuvo ganas de abofetearse. No entendía qué hacía te­jiendo fantasías con ese hombre.

La actitud cínica que exhibía hacia los regalos de boda y las historias sobre su padre habían de­jado bien claro que no se consideraba un hombre qué pudiera sentar la cabeza. No es que ella lo pre­tendiera, al menos no de inmediato. Pero en el fondo era una mujer bastante tradicional. Quería un hogar, una familia, un perro, vacaciones de ve­rano en una casa en la playa, barbacoas en el patio trasero...

Suspiró. La necesidad de asentarse, de anidar, aún no era demasiado poderosa, pero estaba ahí, y sabía que cobraría fuerza en el siguiente par de años, a medida que se acercara a los treinta.

No pensaba disculparse por quién era y lo que quería. Siempre y cuando mantuviera las fantasías con Nick en el dormitorio, estaría bien.

Pero como empezara a albergar pensamientos serios, solo ex­perimentaría desilusión.

Se aplicó un poco de maquillaje, se puso una falda vaquera, mucho más corta y ceñida que la que había usado la noche anterior, una blusa roja sin mangas y unos mocasines negros. Aún tenía el pelo un poco húmedo por la ducha, pero se lo arregló con los dedos y decidió dejar qué se secara al aire li­bre.

Como Nick le había recordado durante el al­muerzo, las mujeres enviaban mensajes todo el tiempo con su ropa. Si él no era capaz de compren­der que le transmitía: «Tómame», entonces necesi­taba ir al oculista.

Cuando pasó a recogerla, notó que se había pei­nado y afeitado. También se dio cuenta de que no quería salir. Quería quedarse en casa y estar des­nuda.

Pero le había prometido a Therese que iría a la fiesta, y sabía que su amiga necesitaba apoyo. Exis­tían muchas probabilidades de que esa noche tam­bién asistiera Brad el Lengua.

-Será mejor que nos vayamos -dijo antes de perder la determinación

De camino, le ofreció un informe detallado de sus amigos. Estaba impaciente por saber qué opi­naba Therese de Nick cuando lo conociera en per­sona. Estaba convencida de que destruiría la teoría de Therese de los hombres atractivos.

Nick era físicamente estupendo y una persona decente. También era su pupilo estrella en el depar­tamento sexual. Se moría por exhibirlo.

Aparcaron delante de una casa antigua en Queen Anne Hill. Tenía un aspecto imponente y sólido y daba la impresión de que era un lugar donde habían crecido generaciones de familias, donde florecían las tradiciones.

-Me encantaría un hogar así algún día -co­mentó ella.

Nick no respondió. Sin duda su idea de felicidad doméstica era un barco para uno.

Al subir por el sendero de grava, la pesada puerta frontal de roble se abrió y por ella salió Therese como si la casa se hallara en llamas.

Casi pasó al lado de ellos sin mirarlos antes de que _______ la detuviera.

-Therese, soy yo.

-Cocbon! Vete, vete, vete!

Estaba agitada y tenía la rebeca azul marino mal abotonada.

-¿Está aquí? -preguntó _______. Obtuvo un firme gesto de asentimiento.

-Tuvo el valor de decirme... de decirme... - alzó las manos y continuó divagando en francés.

_______ reconoció unos cuantos juramentos.

De pronto Therese guardó silencio, notando la presencia de Nick. Lo miró como si fuera un in­secto pernicioso al que hubiera que exterminar.

De inmediato _______ los presentó.

-Encantado de conocerte -él extendió la mano.

-Es demasiado atractivo -Therese lo soslayó por completo-. Deshazte de él antes de que te parta el corazón.

-¡Therese! Espera -impotente, la vio desapare­cer en la oscuridad.

-No te preocupes por mí -comentó Nick a su espalda-. Si quieres ir tras ella, ve.

Pero en ese momento oyó el rugido del motor del deportivo de su amiga y supo que era dema­siado tarde.

-Necesita tiempo para calmarse. Quizá vuelva -pasó la mano por el brazo de él-. Pero gracias por decírmelo.

Le dio un beso rápido, subieron los escalones y llamaron a la puerta.

-Hola, Helen -saludó ______ cuando les abrió la anfitriona. Helen Boneville era la profesora de Histo­ria en el instituto-.Te presento a mi amigo Nick.

-Pasad -abrazó a _______ y estrechó la mano de Nick. Después de inspeccionarlo, los condujo den­tro y les dijo que se divirtieran.

-Vaya -comentó él-.Apenas he sobrevivido a tus dos amigas. Me da miedo conocer a más.

Como casi todo el mundo se conocía, la fiesta es­taba bastante relajada. Con esa única excepción, a _______ le caían bien todos sus compañeros.

Presentó a Nick y fue saludando a los presentes a medida que pasaba de la cocina al salón, siempre con un ojo avizor para el hombre que había roto el corazón de su amiga.

Como era el único hombre en la casa al que no conocía, y encajaba con la descripción de Therese, supo que había encontrado a Brad
Koslowski al aso­marse al estudio y ver a un grupo de hombres allí reunido. Estaba sentado en un sillón de cuero y no participaba en la conversación.

Al estudiarlo, supo que su amiga no había men­tido en la descripción dada. No llamaría la atención en una multitud. Llevaba corto el poco pelo que le quedaba. Las facciones eran corrientes y, así como se notaba que era atlético, no era un hombre grande.

Tenía una expresión distraída y movía contra la rodilla la botella de cerveza que sostenía.

Quiso odiarlo a primera vista por lo que le había hecho a Therese, pero parecía... solitario. Se pre­guntó dónde estaría la reina sueca esa noche.?

Nick se acercó por detrás de ella, le entregó una copa de vino y, al ver la dirección de su mirada, le son­rió. Luego, se unió a un grupo de entusiastas del béis­bol, creando un vínculo instantáneo, como parecían hacer los hombres cuando hablaban de deportes.

Decidió que no podía quedarse allí de pie toda la noche, mirando al hombre que había roto el cora­zón de su amiga. Pensó que tenía unos ojos notables y se preguntó si era eso lo que primero había atraído a su amiga. Eran de un azul grisáceo con un anillo más oscuro en torno al iris. Y la miraban a ella.

Ya no podía dar marcha atrás, de modo que avanzó con el fin de presentarse.

-Debes de ser el nuevo profesor de Educación Física -comentó con cortesía distante-. Soy _______ ______. Enseño Lengua.

Se estrecharon las manos.

-Adivino que también eres amiga de Therese.

-¿Cómo lo sabes? -inquirió sorprendida.

-Porque, aparte de Therese, nadie más me mira como si quisiera matarme.

Si entraba directamente en el tema, ella no pen­saba rehuirlo.

-Tienes razón. Somos muy buenas amigas.

Él asintió. La miró unos instantes; luego, bajó la vista a la cerveza y dijo con tono bajo e intenso:

-Quiero recuperarla.

Estuvo a punto de reír. Típico de un hombre. Pri­mero le aplastaba el corazón a una mujer y después esperaba que volviera a sus brazos con solo chas­quear los dedos.

-No creo que eso suceda -indicó.

-Solicité este puesto en cuanto me enteré de que había una plaza. Supuse que era el destino.

El destino o una excusa patética para recuperar a una mujer que ya no lo quería.

-No creo que Therese brinde segundas oportu­nidades.

-Escucha, no sé cuánto te contó, pero la fastidié. No me di cuenta de que la amaba hasta que fue de­masiado tarde -arrugó la frente-. No, eso no es ver­dad. Creo que fue al darme cuenta de que la amaba cuando me entró el pánico y abandoné la relación.

-Podrías haber intentado ponerte en contacto con ella.

La miró sorprendido y con intensidad.

-Lo hice. La llamé, le envié correos electrónicos, me presenté en su casa. Me acusó de acosarla y amenazó con solicitar una orden restrictiva.

Casi sonrió. Cuando Therese estaba furiosa, había que ir con cuidado.

Él se encogió de hombros.

-Me rendí. Hasta que vi este puesto. Va a tener que acostumbrarse a verme de nuevo cerca de ella. Solo espero que no sea demasiado tarde.

Si Therese no hubiera reconocido amar a ese hombre, _______ probablemente lo habría dejado hun­dido en la miseria. Pero jamás había visto a su amiga reaccionar con tanta intensidad por un hombre. Y aunque acababa de conocer a Brad, no le pareció el tipo de hombre que le abriera el corazón a cada desconocido que se le presentaba.

-Es de esperar que esté enfadada. Y no creo que la entusiasme la idea de que trabajes en el mismo instituto.

Él emitió una risa alta y amarga.

-No quiero empeorarle las cosas. No esperaba que me recibiera con un beso, pero pensaba que al menos podríamos ser corteses.
Supongo que me equivoqué.

_______ no podía traicionar la confianza de The­rese, pero quizá existía una leve esperanza de que pudieran empezar de nuevo. Lo que hicieran a par­tir de entonces, dependería solo de ellos.

-Dile que quieres ser su amigo.

-¿Qué? ¿Por qué iba a hacer eso? La amo.

-Está enfadada. Y con buena causa. Pero tam­bién sabe que tiene que trabajar contigo. Ese es mi consejo. Piénsalo. No va a volver a salir contigo, pero quizá acepte que seáis amigos.

_______ conocía muy bien a Therese. Si decidía de­jar que Brad volviera a su vida, iba a querer que fue­ran algo más que amigos. Pero quizá les hiciera bien a ambos llegar a conocerse fuera del dormitorio an­tes de volver a donde lo habían dejado.

Brad la miraba como si quizá también fuera un telépata.

-Puede que tengas razón. Gracias.



-¿Qué tramabais el tipo del sillón y tú? -pre­guntó Nick de camino a casa.

-Ninguna trama. Le partió el corazón a Therese y le sugerí que en vez de intentar recuperarla ro­mánticamente, debería hacerse su amigo.

-Cariño, ningún hombre que quiera tener sexo con una mujer, va a contentarse con ser su amigo.

-Quizá te interese saber que eso funciona en ambos sentidos -lo miró, sorprendida-. Sospecho que si en esta ocasión se hacen amigos, tal vez pue­dan llegar a ser mejores amantes.

Nick le tomó la mano.

-Yo encontré lo opuesto contigo. Ahora que so­mos amantes, me gustas más cada momento.

Ella rio, pero pensó que había mucha verdad en lo que él decía. Entre ambos no había solo sexo. Se estaban haciendo amigos.

También eran vecinos.

Vecinos, amigos y amantes.

Se preguntó cuánto tiempo podrían mantener esas tres cosas.


-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

El sudor caía por el cuello de _______ en su pedaleo por una colina imaginariamente empinada mientras la bicicleta estática no iba a ninguna parte.

Le quedaba solo una semana para la boda y man­tenía una concentración intensa sobre su programa de ejercicios. Aunque la verdad era que le gustaba el modo en que el trabajo extra la hacía sentirse. Y si a ello sumaba que se estaba desnudando con Nick de forma habitual, era positivo tener los músculos más compactos.

Observó su reflejo sudoroso en el espejo del gimnasio de su casa. Nick era un hombre al que le gustaba ver lo que hacía. Disfrutaba haciendo el amor con ella con las luces encendidas, con el sol entrando a raudales en el dormitorio, a la luz de las velas... cualquier cosa menos la oscuridad. Al princi­pio había dado por hecho que eso lo ayudaba a se­guir las instrucciones del libro, pero en ese momento sospechaba que simplemente le gustaba verla desnuda.

Pedaleó con más fuerza.

De no ser por los espejos, no se habría dado cuenta de que tenía compañía. Captó movimiento y giró la cabeza para ver entrar a Nick, quien la sa­ludó con gesto casual.

Ella le había contado que bajaría al gimnasio esa noche, pero la sorprendió verlo.

Llevaba una toalla al cuello, unos pantalones ne­gros cortos y una camiseta vieja con un corte bajo un brazo.

Ella no disminuyó el ritmo de su pedaleo ni se quitó los auriculares del ipod, demasiado suspi­caz por su súbita aparición como para animarlo. Pero después del gesto de saludo, él se dirigió al aparato múltiple, sin prestarle más atención.

Era extraño tener compañía mientras se ejerci­taba. Pocos residentes utilizaban esas instalaciones pequeñas. Por lo que resultaba sospechosamente extraño que Nick de pronto hubiera decidido traba­jar allí. Aunque quizá bajaba todos los días. No podía saberlo con seguridad... tal vez no se lo hubiera mencionado.

En todo caso, le dio algo que mirar aparte de a sí misma en el espejo.

Lo vio recorrer cada grupo muscular en un cir­cuito rutinario, de modo que era posible que fuera al gimnasio de forma habitual.

Pasada media hora, él completó un circuito en­tero y el ciclo programado de su bicicleta se ter­minó. _______ siguió pedaleando despacio a medida que su respiración volvía a la normalidad.

Entonces se quitó los auriculares y preguntó, con lo que esperaba que fuera indiferencia:

-¿Qué haces luego?

Él la miró desde abajo, con los cuádriceps con­gestionados mientras realizaba unas elevaciones de piernas.

-¿Por qué?

Le lanzó la mirada más sexy que logró, teniendo en cuenta que el sudor le pegaba el pelo a la cara y la ropa al cuerpo. Bebió un poco de agua para ali­viar la garganta seca antes de contestar:

-Pensaba en ducharme y ponerme algo más có­modo.

Nick dejó que las pesas se apoyaran en su so­porte y se incorporó. Se dirigió hacia ella con la gra­cia de un felino. _______ sintió que el deseo se le en­roscaba en el estómago.

-Me gustas sudorosa -dijo, y lentamente pasó un dedo por su pecho, donde los senos sobresalían por encima del escote del body.?

Tenía la piel húmeda y sensible por el ejercicio y contuvo el aliento al notar la ligera aspereza del dedo. Lo observó en el espejo, hipnotizada, y vio que los pezones marcaban el algodón húmedo casi antes de experimentar la sensación hormigueante de contracción.

Con la mirada clavada en la de ella a través del cristal, se llevó el dedo a los labios y suc­cionó.

______ tuvo un escalofrío.

-Decididamente me gustas sudorosa -mur­muró antes de bloquear el reflejo al reclamarle la boca.

Se aferró a él y sintió el calor que emanaba de su cuerpo a través de la camiseta sudada, y luego la piel ardiente cuando los dedos encontraron el corte en la tela.

Él le besó la mandíbula, le lamió el cuello, y ella miraba a través del espejo con ojos entornados.

El deseo ya le obnubilaba los sentidos y debió de abotargarle los reflejos, porque antes de que pu­diera detenerlo, Nick le agarró el bajo de
la cami­seta y se la subió, para revelar el sujetador negro de­portivo.

-No. No puedes -murmuró-. Podría venir al­guien.

Él le sonrió con expresión pícara.

Y le subió el sujetador para exponer los pechos a la luz brillante de la habitación, al espejo y a cual­quier residente que atravesara la puerta.

-Cualquiera... -jadeó- podría verme... vernos -cuando le tomó el pezón con la boca, gimió.

-Así es. Cualquiera podría entrar y vernos -musitó sobre la piel de ella.

¡No era una exhibicionista! No podía imaginar algo más humillante. De sus labios escapó un ge­mido bajo cuando él se llevó el otro pezón a la boca y vio el primero en el espejo, tan lustroso y rojo como un fruto acaramelado. Podía oír el lameteo de la lengua sobre sus pechos y los suaves suspiros que salían de sus propios labios.

En el momento en que se situó detrás de ella, lo observó con cautela; no obstante, se sobresaltó cuando la rodeó con ambos brazos y la echó para atrás aún sentada sobre la bicicleta, para apoyarla contra el estómago. Se vio en el espejo, medio des­nuda, con la piel brillante por el sudor. Vio la mano de él deslizarse por su estómago y luego desapare­cer bajo la banda elástica de los pantalones cortos.

-Quiero que puedas verte cuando tengas el or­gasmo -le susurró al oído.

-No, yo... -pero entonces se puso a tocarla y todo pensamiento consciente la abandonó. Estaba encendida, mojada y sudorosa, y no podía ofrecer semejante espectáculo. Cualquier podía entrar...

Vagamente supo que podía bajarse el top y sacar la mano de Nick de debajo de sus pantalones con bastante rapidez, pero no la suficiente como para evitar que cualquier residente de los apartamentos la viera de esa manera.

Los dedos de él se movieron rítmicamente, de forma hipnotizadora, llevándola a un lugar donde las convenciones sociales no importaban. Los pe­chos subieron y bajaron a medida que la respira­ción se le agitaba, y los pezones se movieron como si una mano invisible los acariciara.

Sintió que los dedos le separaban los pliegues para tocarle el corazón de su núcleo.

Lo vio mirarla a través del espejo, vio una cara que era de ella y al mismo tiempo no lo era, acalo­rada y sensual, con los labios llenos y rojos, los ojos enormes y descentrados, las mejillas encendidas, el pelo húmedo sobre la frente, las sienes y los pómu­los.

-Cualquiera podría entrar -repitió él-.Te ve­ría así, extendida en toda tu gloria, recibiendo pla­cer.

_______ gimió, y el gemido se tornó en un grito cuando él le introdujo dos dedos. Sus caderas se movieron con furia a medida que la sensación intensa se incrementaba. Jamás se había sentido tan vulnerable o tan abierta, observándolo observán­dola. Viéndola entregada al placer.

-Oh, voy a... Oh.

Las demás palabras se perdieron, ahogadas por la oleada que subió de pronto desde su interior y cuyo bramido la ensordeció. Intentó cerrar los ojos, pero él no se lo permitió. Con la mano libre le alzó el mentón y se sobresaltó al abrir los ojos y verse en las sacudidas de un orgasmo poderoso.

La asombró el aspecto salvaje que mostraba y cómo sonaba. Tenía la boca abierta, el rostro con­traído por la concentración y acalorado por la pa­sión.

-Eres tan hermosa cuando alcanzas el orgasmo -le dijo-. Quería que lo vieras.

De repente la giró, desequilibrándola física y emocionalmente otra vez. De alguna parte apareció un preservativo y entonces ella corroboró lo que había sospechado... lo había planeado desde el prin­cipio.

La alzó en brazos y fue con ella hasta el banco de trabajo de las pesas, donde la depositó. Le tomó las manos y se las hizo cerrar sobre los extremos de la barra negra, como si fuera a hacer ejercicios de musculación.

-Aguanta.

Hizo a un lado la débil protesta de, ella con la misma facilidad que sacaba una pierna de los pantalo­nes cortos y anchos de deporte, al tiempo que apar­taba las braguitas. Le atrajo las caderas hasta el borde del banco, le dijo que apoyara los pies en sus hom­bros y con un movimiento prolongado la penetró.

Los últimos coletazos del orgasmo aún vibraban en ella y fue como si le acariciara la piel sensible desde el interior; experimentó un nuevo hormi­gueo. Él la embistió con fuerza y rapidez. Se agarró a los extremos de la barra para equilibrarse mientras el cuerpo se sacudía en el banco estrecho. Nick se hallaba un poco inclinado sobre ella, agarrado a sus rodillas mientras la embestía rítmicamente.

_______ sintió los poderosos músculos de los cuádriceps que antes había admirado. Le encantaban esa fuerza y control, aunque notaba que se acercaba con rapi­dez al descontrol. Pensó en observarlo tal como él la había observado, en contemplar esa vulnerabili­dad de la expresión en el momento de la liberación completa, pero entonces la acarició y volvió a des­pertar su excitación.

Anheló aferrarse al control en esa ocasión, pero fue demasiado. Cuando le tomó la boca, se abrió a él. Le rodeó las caderas con las piernas y arqueó la es­palda hasta dejarla apoyada sobre los omóplatos. En­tonces las embestidas se incrementaron en veloci­dad y urgencia. Los dedos de él insistieron en que respondiera y _______ no fue capaz de evitarlo. Cuando Nick se puso rígido y luego se dobló sobre ella, sus piernas lo apretaron con fuerza y le gritó su éxtasis en la boca.

Tardó varios minutos en regresar a la tierra, pero al hacerlo, lo vio sonriéndole con expresión satisfe­cha.

-Creo que soy un entrenador personal extraor­dinario.

_______ puso los ojos en blanco y lo apartó para po­der arreglarse la ropa.

Nick desapareció en el cuarto de baño y regresó al rato para decirle:

-¿Te apetece una sauna?

-Tarda media hora en calentarse.

-Pensaba que nuestro propio calor corporal bastaría.

-Creo que todo mi exhibicionismo se ha ago­tado por esta noche. En todo caso, ahora sí que ne­cesito una ducha.

-No hay problema, aquí hay una. Y dispone de suficiente espacio para dos.

Lo miró con ojos centelleantes, tratando de no ceder a su encanto.

-No. Arriba.

Él puso expresión esperanzada de cachorro.

-¿Puedo unirme a ti?

_______ lo pensó durante un segundo.

-Sí.

Fue una ducha muy larga y jabonosa.


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Bueno chicas espero que esto les este recompensando todo el tiempo que tardo en subir!!! Very Happy
Bueno qué pasaría se les dijera que no quedan más de cuatro capítulos para que terminé la novela!¿!?!
Pues es verdad chicas queda como mucho cuatro capítulos para el final!!!!
Saben porque lo sé pues porque ya la he terminado de traducir toda y suponiendo que suba hoy otro capítulo pues quedarán como mucho tres o dos no se cuantos suba más tarde!!! Quiero aclarar que no va a haber prólogo lo siento chicas pero cuando suba el último capítulo será el último porque no habrá más que eso!!! Sorry
Espero que les haya gustado el capítulo!!!! What a Face
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SofiJonasLovato
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MensajeTema: Re: El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada   El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Icon_minitimeMayo 5th 2012, 15:31

Cria que te habia contestado, no se que paso xD bueno, ME SUPER ENCANTO EL CAP JKJK
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MensajeTema: El Mejor Amante Nick y Tu HOT    El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Icon_minitimeMayo 6th 2012, 05:53

Capítulo 17


Lo primero que llamó la atención de Nick al atra­vesar las puertas melladas y arañadas del instituto fue el olor. Era como si volviera atrás en el tiempo. Había olvidado esa mezcla de sudor adolescente, polvo de tiza y productos de limpieza.

Un chico que le sacaba unos treinta centímetros de altura, con unas zapatillas del tamaño del estado de Montana, lo miró con curiosidad mientras Nick per­manecía inmóvil, absorbiéndolo todo.

Luego, movió la cabeza y siguió las directrices que le había dado _______ para localizar la dirección. No había llegado cuando sonó el timbre y se ter­minó la relativa tranquilidad. Se oyó el crujido de si­llas, voces alzadas, las puertas se abrieron y torren­tes de chicos salieron al pasillo.

Esquivó cuerpos y miradas curiosas y al final es­capó hacia la dirección, donde le pidió a una hosca recepcionista que llamara a ______.

De pronto se dio cuenta de que le sudaban las manos. Ni por un mi­llón de pavos regresaría al instituto.

Tuvo que contener el impulso de besar a _______ cuando apareció. Aunque habían hecho el amor esa mañana, ella le estrechó la mano y de reojo miró a la vieja recepcionista. Él no mostró ningún inconve­niente en seguirle la corriente.

-Llega justo a tiempo. Vayamos a mi clase para prepararlo todo.

-Muy bien, señorita Wilson -repuso. Estaba preciosa cuando se sofocaba.

-Por favor, puede llamarme _______ -esperó hasta llegar al aula para volver a hablar-. Estoy segura de que esa vieja cotilla sospechó algo por el modo en que me mirabas.

-_______, fuimos juntos a una fiesta llena de com­pañeros tuyos. Estoy seguro de que saben que hay algo entre nosotros.

-No lo entiendes. La señorita Pavel es la última persona que querrías que supiera algo de tu vida. Créeme. No pararía nunca si supiera que tengo no­vio.

A Nick lo sorprendió el fuerte aguijonazo de or­gullo herido que sintió. Quería que _______ le dijera a la señorita Pavel y a todo el mundo que eran pareja.

Parpadeó al comprender lo que había pensado.

¿Lo quería de verdad?

Desterró todas las ideas sobre la relación que mantenían, sacó sus notas y las acomodó en el or­den correcto.

-¿Tienes todo lo que necesitas? -le preguntó _______.

-No -repuso, y le dio un beso fugaz. Ella se apartó ruborizada.

-Eso va completamente en contra de las direc­trices escolares -rio.

-Te daré el resto después del instituto -pro­metió.

Antes de que ella pudiera responder, los prime­ros chicos entraron con desgana en la clase. Los bancos se llenaron rápida y ruidosamente. Era como si volviera a mirar su propia aula en la secun­daria. Aparte del cambio en las modas, los chicos eran los mismos. Podía distinguir a los listos, a los empollones, a los atletas y a los rebeldes. Asom­broso.

Sintió que afloraba su instinto de protección ante la realidad de que _______ tuviera que estar sola todos los días con esa manada de animales salvajes. Entonces sonó el timbre y ella se plantó delante de su escritorio lleno de cicatrices. El silencio cayó como un telón.

-Clase, os presento al señor Jonas. Nos va a hablar sobre cómo es trabajar en un periódico.

Nick carraspeó y dijo:

-Hola -miró a los rostros que lo observaban con expresiones diversas, desde aburridas hasta ca­tatónicas, y recordó lo que era estar sentado en la clase un día tras otro, escuchando a tipos aburridos como él. Miró las notas que había preparado. Al cuerno-. Quién, qué, cuándo, dónde, por qué. Esos son los cimientos de un artículo -se acercó a la pi­zarra y escribió las cinco palabras. Se volvió para mi­rar otra vez a la clase. El aburrimiento se transfor­maba en desconcierto-. Bien, construyamos una historia. Contadme algo que suceda en el colegio que podamos convertir en una historia.

Silencio.

Un tipo atlético sentado en el fondo apoyó una zapatilla de marca sobre su banco para atarse los cordones.

-Tú, el del pie en el banco. ¿Cómo te llamas?

El pie del atleta bajó al linóleo.

-Eddie.

-Eddie, dime algo que esté pasando. ¿Algunos de tus equipos ganan?

-Sí -repuso.

-¿Cuál?

-El de fútbol.

-Los Orcas -explicó otro estudiante.

Nick se volvió hacia la pizarra. Marcó con un círculo el «quién» y escribió: Los Orcas. Después de unos minutos, dispuso de un inicio.
El miércoles por la noche, los Orcas, el equipo de fútbol de un instituto de Seattle, ganó a los Ti­gres en su campo.

-Estupendo -notó que los chicos se mostra­ban más interesados al ver que las historias eran so­bre ellos-. ¿Qué más sucede? Hagamos otra.

-Milo, ese del rincón, no es capaz de llegar a la primera base con Rena Drummond.

Entre las burlas juveniles, Nick miró a _______ con los ojos en blanco.

-Ya es suficiente de historias deportivas. ¿Qué os parece una noticia directa y dura? ¿De seguridad? ¿O de aulas excesivamente llenas? -se volvió y los desafió-. ¿Qué es lo que queréis que no estéis reci­biendo?

-Nuevas pistas de tenis.

-Más clases de Informática.

Una mano se alzó en un rincón.

-¿Sí? -le dijo a la chica.

-Mi perro guía.

-¿Qué clase de perro guía?

-No camino muy bien. Pero la escuela solo per­mite perros lazarillo. No me dejan traer a Daisy.

-Esta me gusta. Una historia de interés humano, y quizá, si se publica, consigamos que cambien las reglas para ti. Vale la pena intentarlo -miró a toda la clase-. Bien, ¿cómo la empezaríais?

______ no había estado segura de cómo le iría a Nick con sus estudiantes, y en secreto había prepa­rado unas preguntas de apoyo e información sobre el periodismo por si no encajaban. Pero al ver las ca­ras ansiosas y las manos alzadas, y el entusiasmo ge­neral a medida que los chicos y Nick trabajaban juntos para escribir una historia nueva, aceptó que había vuelto a sorprenderla.

Y tuvo la impresión de que si la historia llegaba a publicarse en el diario local, Lori iba a conseguir en­trar con su perro en el colegio.

-----------------------------------------------------------------------------------------

Una extraña mezcla de nervios y excitación re­molineó en el interior de ______, al mismo ritmo que el bajo de su vestido púrpura remolineaba en torno a sus piernas mientras se observaba delante del es­pejo del dormitorio. El sol entraba por la ventana. Daba la impresión de que B.J. iba a disfrutar de un día hermoso para la boda. Tras un mes de duro tra­bajo, _______ se hallaba dispuesta a enfrentarse al acontecimiento. De hecho, debería darle las gracias a B.J. De no ser por ella, no habría adquirido intimi­dad con Nick, y ya no era capaz de imaginar lo que sería no tenerlo en su vida.

Cuando sonó el timbre, estaba lista, a pesar de que Nick llegaba unos minutos antes.

Abrió la puerta y a punto estuvo de desplo­marse. No era la única que se había esforzado en su aspecto. Nick lucía un traje de verano de color gris. Debajo, llevaba una camisa blanca impecable con una corbata con coloridos motivos en zigzag.

Se había cortado el pelo; estaba recién afeitado. Cuando iba con vaqueros y con barba de dos días, creía que se lo veía magnífico.

Vestido para la oca­sión, hacía que babeara.

-Pensaba que te ibas a poner esmoquin.

-Hace demasiado calor. Además, podrían come­ter un error y casarme por accidente con B.J.

-Me gusta la corbata -para sus adentros, pensó que no podría estar mejor con esmoquin.

-Gracias -se acercó-. Estás tan estupenda con ese vestido, que lo único que deseo es quitár­telo.

Ella rio entre dientes y retrocedió.

-Juega bien tus cartas, y quizá luego tengas una oportunidad.

-Te he traído algo -Nick metió la mano en el bolsillo y sacó un estuche cuadrado envuelto en pa­pel plateado.

Ella enarcó las cejas al aceptarlo. Después de unos instantes tensos, arrancó el envoltorio y abrió el estuche blanco con el nombre de una joyería de Belltown en la parte superior. Dentro había un co­llar de plata con losas cuadradas que formaban un mosaico fluido de color púrpura, rojo y amarillo, y pendientes a juego.

-¡Oh, Nick son preciosos! -exclamó, lleván­dose la mano al cuello desnudo. No había podido encontrar nada que hiciera juego con el vestido y el chal, pero eso era perfecto-. ¿Dónde los encon­traste?

-Los tenía un joyero que conozco.

Se quitó los pendientes de plata que llevaba y se puso los nuevos. Luego, le alargó el collar a Nick, que se situó detrás de ella.

-Levántate el pelo -le pidió él con voz suave y sensual.

La piel se le erizó al obedecer. Nick le cerró el broche y las yemas de los dedos le rozaron el cue­llo, haciéndola temblar. Antes de soltarse el pelo, él depositó un beso rápido en su nuca.

-Son perfectos -comentó mientras salía del dormitorio-. Gracias -lo besó hasta que sintió que su mundo se volvía del revés-. Bueno, ¿estás listo para conocer a B.J. y amigos? -preguntó.

-Marchando un devoto esclavo de amor -le ofreció el brazo.

-A propósito -comentó de camino a la igle­sia-, los chicos están tan entusiasmados con el re­corrido por el periódico, que se afanan en escribir sus artículos con la esperanza de que publiquen el suyo. Hiciste un trabajo magnífico con ellos.

-Fue divertido -repuso-. Yo también me ale­gro.

Llegaron a la iglesia con tiempo de sobra.

_______ se preguntó qué sentiría cuando viera a B.J. otra vez. Hacía un par de años que no la veía, y más de cinco desde que viera por última vez a Randy.

Al ver a su antiguo novio de universidad espe­rando ante el altar, se preguntó por qué se le había roto el corazón por él. Estaba bien, pero no era nada especial. Entonces comenzó la música y todos se pusieron de pie. Tras el desfile de las damas de ho­nor, B.J. caminó lentamente hacia él, enfundada en un vestido sacado de una revista de novias.

_______ no sintió la angustia y el dolor que había esperado que el día resucitara; de pronto vio a B.J. como la niña flaca de doce años que era cuando se conocieron. Luego, tuvo destellos de ellas siendo amigas en el instituto y compañeras de habitación en la universidad. No iba a fingir que no le había do­lido que una amiga íntima y su novio la abandona­ran para irse el uno con el otro, pero el hecho de que aún siguieran juntos y fueran a casarse mitigaba la severidad de su acto. Un poco.

Era evidente que se amaban. Qué maravilloso de­bía de ser casarse con la persona que sabías que se­ría siempre tu pareja.

Tomó la mano de Nick, simplemente porque quería sentir el calor de su contacto.

Sentía en el cuello el collar que le había com­prado. No era el tipo de hombre tan ocupado en as­cender en lo profesional como para no disponer de tiempo para la gente que le importaba.

De hecho, era todo lo contrario. Era evidente que trabajaba con ahínco y tenía la suficiente motiva­ción y autodisciplina como para escribir una no­vela, pero también se tomaba tiempo para oler las rosas. Y enviarlas. Desde que se habían hecho aman­tes, siempre aparecía con flores.

Quizá se debía a que presenciaba una ceremonia nupcial, pero de pronto veía a Nick como la clase de hombre con el que podía casarse.

Los bancos de roble crujieron al unísono cuando los invitados volvieron a sentarse en el momento en que la novia llegaba al lado del novio.

Se sintió sorprendentemente conmovida al ver a dos viejos amigos casarse. Gran parte de su humilla­ción residual se evaporó cuando al fin comprendió que se amaban. Que no la había dejado por una aventura de dos semanas.

Nick mantuvo la mano en la suya y ella fue cons­ciente de la conexión cálida que había entre ellos a medida que las antiguas palabras de la ceremonia nupcial reverberaban en la iglesia.

Algún día llegaría su turno y, al bajar instintiva­mente la vista a sus manos unidas, comprendió que era con Nick con quien quería casarse.

Abrió los ojos asombrada cuando la golpeó esa verdad. Si quería casarse con él, entonces debía de estar... debía de estar... Santo Cielo.

Estaba enamo­rada de él.

Las lágrimas bailaron en sus pestañas y se derra­maron durante la ceremonia. Eran lágrimas de felici­dad, pero no por B.J. y Randy, sino por ella misma. Estaba enamorada. Y había encontrado al hombre con el que quería pasar el resto de su vida.

En cuanto llegaron a la recepción ofrecida en un club de golf, Nick mantuvo su parte del trato origi­nal.

-Haces un trabajo estupendo fingiendo ser mi devoto esclavo de amor -río ella cuando le llevó una copa de champán y le besó la mano.

-Soy tu devoto esclavo de amor -los ojos le devolvieron la expresión risueña, pero las palabras irradiaron seriedad sexual. Apoyó la mano en su me­jilla y le dio un beso leve-. Te lo demostraré cuando lleguemos a casa.

El deseo borboteó en su interior mientras ha­blaba con viejos amigos a los que presentó a Nick.

Con orgullo, notó que causaba sensación. Y como esclavo de amor tampoco estuvo mal. Du­rante la cena, aprovechó cada oportunidad para to­carla. Sabía que era algo deliberado. Que era un pro­longado juego amoroso. Sospechaba que la idea procedía de ese maldito libro. Pero no importaba, ya que la estaba volviendo absolutamente loca de luju­ria.

Pensaba tomar represalias cuando llegaran a casa.

Después de los discursos, que apenas oyó por en­cima del rugido de la sangre en sus oídos, observaron a B.J. y a Randy disfrutar del primer baile como re­cién casados.

-No puedo creer que ese tipo te partiera el co­razón -comentó él.

-¿Qué puedo decir? Era joven y tonta -se vol­vió hacia él y le palmeó la mejilla-. Ahora tengo mucho mejor gusto.

-Bailemos -la invitó cuando la pista quedó abierta para todo el mundo.

Se fundió con él y descubrió que bailaba con la relajada gracilidad atlética con que hacía casi todo. Imaginó que cualquiera que los observara se perca­taría de que eran amantes.

Estar con él, oler su aroma, saber que pronto se encontraría en sus brazos haciendo el amor, era como estar en el Cielo.

Como si le leyera los pensamientos, él dijo:

-Nos vamos a largar de aquí.

-No podemos. Sería una grosería marcharse an­tes que los novios.

-Necesito estar dentro de ti. Con urgencia.

_______ emitió un gemido leve y desvalido. ¿Qué importaban los modales ante esa clase de deseo ar­diente y físico?

-Fingiré que voy al tocador. Tú ve al bar y nos encontraremos en el coche.

-Trato hecho.

Se escabulleron del aparcamiento del club de campo como una pareja de delincuentes.

-¿Crees que lo notarán?

-¿Te importa?

Su respuesta fue acercarse a él para lamerle la oreja.

-No, en realidad no me importa.

-Saca el mapa de la guantera.

-¿Por qué?

-Tiene que haber un atajo para llegar a casa.
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El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Empty
MensajeTema: El Mejor Amante Nick y Tu HOT    El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Icon_minitimeMayo 6th 2012, 06:14

Capítulo 18


-Tengo una noticia estupenda, Nick -rugió Matthew Hargreaves, su agente, desde Nueva York.

-¿De qué se trata? -preguntó Nick, adormi­lado, parpadeando y tratando de encontrar el reloj para confirmar que era demasiado temprano para estar despierto y hablando con alguien.

Su agente siempre olvidaba la diferencia horaria que había con la Costa Oeste. Se obligó a concen­trarse en las palabras de Matthew. Se sentó y encen­dió una luz. Le había enviado la novela para que la leyera. Se preguntó si ya lo habría hecho y si le ha­bía gustado.

-Eh, Nick. ¿Sigues ahí?

La voz de Matthew lo devolvió a la búsqueda de la hora. No eran ni las siete.

-Sí, estoy aquí. ¿Cuál es la noticia?

-Ginger -trató cada sílaba como si fuera una palabra completa-. Gin. Ger.

Silencio. ¿De qué diablos hablaba?

-Quiere que aparezcas en su programa.

-Oh, esa Ginger -la relacionó. Un programa de la mañana. Bostezó y movió el cuello para desentu­mecerlo. El capítulo doce debería haber tenido una advertencia quiropráctica.

-¿Cuál es tu problema? Solo hay una Ginger. Y llega a un público de dos millones de personas cada día. Le envié tu libro sobre sexo. Te quiere. La próxima semana. Vuela a Los Ángeles. El martes, apa­recerás en el programa el miércoles.

-Te han engañado, Matt. Programan esas cosas con meses de antelación -lo único que deseaba era volver a dormir. Se preguntó vagamente si Matt­hew bebía.

Hubo una breve pausa.

-Voy a ser sincero contigo, Nick. Tenía progra­mado a otro de mis autores. El tipo se subió a la pa­rra con sus exigencias y no aparecerá.

Nick puso los ojos en blanco.

-De modo que quieres que yo te haga un favor. Quieres meterme en una ranura vacía.

-Sigue siendo la oportunidad de una vida. Ya me he puesto en contacto con tu editorial. Están en­cantados. Han programado una segunda edición de Sexo para inexpertos absolutos. Esto es algo enorme, amigo mío. Enorme.

Nick lo sabía. Si no estuviera tan cansado, lo más probable es que se sintiera entusiasmado. La gente que aparecía en Ginger vendía un montón de li­bros. Alcanzaría el siguiente nivel. Pero no lo ale­graba. Estudió todos los motivos por los que no que­ría aparecer en el programa, pero en realidad solo uno tenía peso... no quería que Selena lo averiguara.

-No lo creo, Matt.

-Me gustaría que lo pensaras -suspiró-. Es mucho más fácil vender una primera novela de un escritor con cierta credibilidad.

-¿Qué quieres decir? -entrecerró los ojos.

-Si vas al programa de Ginger, te verán millones de lectores. Verán que eres un tipo atractivo, que sa­bes hilvanar palabras. Tu manual se convertirá en un éxito de ventas instantáneo. Y eso facilitará mucho mi trabajo.

Nick no se consideraba más tonto que el vecino. Sabía cuando lo manipulaban.

-¿Qué te pareció la novela?

-Bastante buena.

-¿Lo suficientemente buena como para publi­carla?

Hubo otra pausa. Sintió el peso de los cálculos de Matt mientras jugaban a un juego delicado por telé­fono. Su desventaja era la falta de sueño.

-Creo que es bastante buena. De hecho, creo que es fantástica. Lo mejor que has escrito. Pero son los editores los que deciden eso.

Y el agente que dirigía la sección publicitaria.

-Quiero enviársela a un par de editores, a ver qué piensan.

Matthew no mencionó la palabra «subasta», pero reverberó por la línea con ensordecedora claridad. Si el libro era lo bastante bueno, y más de una edito­rial lo deseaba, pujarían por adquirirlo. Una subasta era el sueño de un escritor, y Nick era tan soñador como el peor de los escribas.

-Desde luego, si les digo que la semana próxima vas a aparecer en Ginger, babearán. Podría llamar a cualquiera de mis escritores con un libro publicado y matarían por la oportunidad. Te elijo a ti.

Si hubiera sido solo el manual, se habría mantenido firme, pero el muy taimado lo había enganchado con su propia novela. No dudaría en agitar Sexo para inexpertos absolutos si ello significaba la oportuni­dad de llegar a publicar Prisioneros de la mente.

Se pasó la mano por el mentón y soslayó la voz que le susurraba que debería confesarle a ______ que había escrito Sexo para inexpertos absolutos antes de revelar su identidad en la televisión. Pero ella tra­bajaba todo el día y no pasaba mucho tiempo ante el televisor. Jamás sabría que era Lance Flagstaff a menos que él se lo contara. Y lo haría, a su tiempo y a su manera.

Solo hacía unas horas que había descubierto que estaba enamorado de ella. Necesitaba tiempo para digerir la idea y resolver qué haría con la informa­ción antes de soltarle la verdad sobre su pequeño experimento.

Movió la cabeza. Necesitaba más tiempo. Le con­taría a ______ que era el autor del manual. Cuando fuera el momento propicio, se lo contaría.

--------------------------------------------------


______ estornudó por séptima vez seguida. Tenía los ojos llorosos y la nariz irritada de tanto sonarse. Demasiado sexo y poco descanso debían de ha­berle debilitado el sistema. Pero había caído con la gripe que asolaba el instituto.

Therese, que había retrocedido ante la primera explosión nasal, la miró con desaprobación.

-Esta conducta puede que te dé ventaja para el premio de Mártir del Año, pero no facilita nada nuestra relación. Vete a casa antes de que contagies a todo el mundo.

_______ asintió con gesto abatido.

-Lo haré. Necesito recoger los trabajos de mi si­guiente clase, y luego me iré a casa.

-Bien. Tu novio está en casa todo el tiempo. Dile que te prepare algo caliente.

_______ movió la cabeza.

-Tuvo que salir de la ciudad por negocios.

-¿Negocios? ¿Te refieres a un artículo?

La verdad es que Nick se había mostrado un poco vago. La había informado de que estaba rela­cionado con la novela que ella lo había animado a enviarle a su agente, pero sin darle más detalles.

Deseó que estuviera en casa. No la habría esqui­vado como Therese. Le habría preparado un té y arropado. Su amor no estaba condicionado por una salud perfecta.

Tuvo un ataque de tos.

¿Su amor? Jamás se habían dicho esas palabras, ni siquiera se había permitido pensar que él sentía lo mismo. Pero se daba cuenta de que estaba ahí, flo­tando como los gérmenes invisibles que habían irrumpido en su cuerpo. Lo amaba. Y quizá, solo quizá, él también la amaba.

De camino a casa, paró en la farmacia para com­prar analgésicos y pañuelos de papel.

Al entrar en el apartamento, fue directamente al dormitorio para ponerse el chándal más abrigado que tenía, las pantuflas forradas de piel y encima el albornoz de Nick. De alguna manera había termi­nado en su casa. Se dijo que era más grande que el suyo y que la abrigaría más.

Regresó al salón, miró los trabajos que debía exa­minar, estornudó, se tocó la frente y decidió que se encontraba demasiado febril para trabajar. Más tarde miró el televisor y llegó a la conclusión de que necesitaba reposo.

Sacó una almohada de la cama, se tumbó en el sofá y se tapó con una manta. Encendió el televisor.

La repetición de un episodio de Friends. Flip. Un canal de telecompra. Flip. Un programa de cocina. Preparaban una sopa de crema con mucho ajo. De­seó que alguien pudiera ofrecerle un plato de sopa casera. Flip.

Ginger. No le gustaban mucho esos programas con invitados. Quizá lo mejor era que se tomara unos analgésicos, un té de hierbas y se fuera a dor­mir.

Estaba a punto de volver a Friends cuando Gin­ger miró a la cámara con expresión seductora y dijo:

-¿Es vuestro hombre un inexperto absoluto en la cama? No abandonéis la esperanza. Quizá se lo pueda entrenar para que se convierta en un amante por el que se desee morir. Nuestro siguiente invi­tado es Lance Flagstaff, autor de Sexo para inexper­tos absolutos: una guía elemental.

______ se olvidó de los analgésicos y se puso có­moda. Tenía que ver eso. ¿Quién sería el hombre que los había unido a Nick y a ella?

Lamentó que él no se encontrara en la ciudad para que pudieran ver juntos la entrevista. Corrió hacia el vídeo, puso una cinta virgen y apretó la tecla de grabar. Para ellos representaba un libro especial, así que se lo grabaría. Con curiosidad, regresó al sofá y aguardó durante la pausa publicitaria hasta que apareció el invitado de Ginger.

Entró en el plató con una amplia sonrisa, al tiempo que con una mano saludaba al público ma­yoritariamente femenino que lo recibió con aplau­sos.

Le estrechó la mano a Ginger como si fueran vie­jos amigos y luego se sentó con aspecto relajado en uno de los sillones rosa.

-Bien, Lance -comenzó Ginger, con mirada de complicidad hacia su público-, debe de ser todo un experto en la cama para enseñarle a otras perso­nas a ser buenos amantes.

La cámara se centró en un primer plano del ros­tro de Lance.

La boca de _______ emitió un sonido angustiado. Nick, su Nick, estaba en la televisión. Promocio­nando el libro que había escrito.

Sexo para inexpertos absolutos: una guía ele­mental.

Ginger lo alzaba para que todo el mundo lo viera... la misma tapa roja y negra.

No cabía duda de que había funcionado. Se pre­guntó a cuántas mujeres ingenuas había engañado con esa farsa de novato.

Se le encendió el rostro al pensar cómo lo había guiado en los modos de complacerla, hasta su pro­pio cuerpo. Y lo peor de todo, en cómo lo había guiado a su corazón.

Debería apagar el televisor, pero era incapaz de apartar la vista. Con fascinación horrorizada, ob­servó al hombre que había creído conocer y que re­sultaba ser un completo desconocido.

Las mujeres presentes en el plató le hacían pre­guntas, ansiosas por recibir sus consejos.

Tenía que reconocer que era encantador. La­mentó que Ginger no dispusiera de una línea telefó­nica abierta a los telespectadores, porque le habría gustado formularle una o dos preguntas al señor Lance Flagstaff.

Se puso a llorar.

La había traicionado de la forma más básica posi­ble. Le había robado su confianza, había fingido ser alguien que no era. Le había mentido. Cada vez que se habían metido en la cama y él había vacilado, o le había preguntado qué le gustaba, había estado min­tiendo. Probablemente se había reído todos los días a su costa.

-He de reconocerle que soy escéptica -co­mentó Ginger. Volvió a recoger el libro y lo abrió de­lante de la cámara-. ¿Puede enseñar un libro a ser un buen amante?

La cámara ofreció un primer plano de Nick, y la sonrisa que le dedicó a Ginger fue seductora y mo­desta al mismo tiempo.

-Para serle sincero, Ginger, cuando escribí el li­bro no estaba seguro de la respuesta. Pero en las úl­timas semanas pude llevar a cabo un experimento.

-No -musitó _______, adoptando una posición fe­tal-. No.

-He aprendido mucho desde que me uní a la mujer con la que estoy ahora. He aprendido que cada vez que haces el amor con alguien nuevo, tie­nes que descubrir cuáles son sus gustos, cuáles sus respuestas únicas. Una caricia que puede lanzar a una mujer al éxtasis puede hacer que otra lamente no tener a mano laca para las uñas. ¿Tengo razón?

En ese momento miró al público presente y fue recompensado con unas risitas y unos gestos de asentimiento.

-Creo que cualquier libro que aborde el tema de hacer el amor y aprender a dar y a recibir placer es fantástico. Pero solo se trata de una guía. Ofrece sugerencias, algunas técnicas y posturas que po­drían funcionar. Probadlas. Pero lo más importante es hablar con vuestra pareja. Ella es la experta de su propio cuerpo. Saber qué le gusta os ayudará a con­vertiros en el mejor amante posible de su cuerpo. Al final, eso es lo único que importa.

-Muy bien, Lance -dijo Ginger-, ¿cuál es el mejor consejo para convertirse en un amante ex­traordinario?

Nick suspiró y dio la impresión de sentirse vaga­mente molesto con la pregunta. _______ esperó casi sin respirar, convencida de que iba a compartir al­gún detalle sobre su vida amorosa que ella había considerado privado.

Tras unos segundos de silencio, él contestó:

-Sé que esto suena sensiblero, pero el mejor sexo tiene lugar cuando estás enamorado de tu pa­reja. Supongo que al final no era un experto, porque acabo de descubrirlo.

-El mejor sexo tiene lugar cuando estás enamo­rado de tu pareja. ¿Qué opináis al respecto? -más aplausos-. Lance, creo que ha podido descubrir algo importante.

«¿Amor?». pensó _______. Él no tenía ni idea de lo que era el amor. Este se basaba en compartir, en la honestidad y en el apoyo.

Se limpió la nariz, apagó el televisor y desco­nectó el teléfono.

El amor era ser abierto y confiar en la otra per­sona. No tenía nada que ver con los engaños, las mentiras y los experimentos.

Esa noche Nick volvería a casa. Lo último que de­seaba era verlo.

------------------------------------------

Nick se alegró cuando el taxi se acercó a su edifi­cio en el trayecto desde el aeropuerto. Le pidió que parara antes para poder comprar flores en un puesto callejero.

Sonrió por su propio simbolismo, ya que todo iba de rosas en su vida.

Lo acompañaba su agente. El programa había ido bien, y luego se había enterado de que lo habían visto los dos editores que estaban interesados en su novela.

Quizá las rosas fueran anticuadas, pero se sentía lo bastante anticuado como para ponerse de rodi­llas ante _______ y pedirle que se casara con él. Porque al final había comprendido que no se parecía en nada a su padre. Si en sus veintiocho años de vida había amado solo una vez, era justo suponer que se trataba de una clase de amor para siempre.

Estaba impaciente por compartirlo con _______.

Tenía la impresión de que durante esos años ha­bía estado utilizando a su padre como excusa para evitar relaciones a largo plazo. En ese momento se había enamorado de _______ y la quería para siempre.

Tal vez su padre nunca había crecido, pero Nick sentía como si al fin se hubiera hecho adulto y aceptado sus sentimientos de adulto.

La volvió a llamar por enésima vez, pero seguía sin responder. Ni siquiera tenía conectado el con­testador automático. Quizá la línea telefónica se ha­bía averiado.

Estaba tan entusiasmado, que ni siquiera pasó por su apartamento. Subió a la carrera el tramo adi­cional de escalones con las rosas en la mano. Debía parecer el mayor tonto de la historia, pero no le im­portaba, lo dominaba una gran sensación de urgen­cia por verla, besarla, hablarle y amarla hasta la ma­ñana.

Aunque el teléfono no le funcionara, debía de es­perarlo. No habían pasado una noche separados, salvo la del día anterior, desde que hicieron el amor por primera vez dos semanas atrás.

Al salir a su planta, se preguntó si estaría desnuda e iluminada por luz de velas. Lo deseó. Quería de­mostrarle que era capaz de tener otras respuestas además de perder el conocimiento al ver su cuerpo sexy y hermoso desnudo.

Al llegar a su apartamento ya se hallaba excitado y con ardor imaginaba la reunión después de la au­sencia de toda una noche.

Había una nota en la puerta. Eran letras de im­prenta, un poco imprecisas, como si las hubiera plasmado a toda velocidad.

Al acercarse lo suficiente para leerlas, la sonrisa se le congeló en la cara.

Querido Lance Flagstai

Había subrayado tres veces el nombre. Pudo per­cibir la furia por el modo en que el bolígrafo había atravesado el papel en algunos puntos. Sintió como si se hubiera tragado los doce tallos de las rosas.

No intentes ponerte en contacto conmigo nunca más.

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Bueno chicas creo que este fin de semana he subido bastante y voy a decir que solo quedan dos capítulo!!!
Espero que les haya gustado el capítulo para el fin de semana esta novela ya se habrá terminado espero que la estén disfrutando!!!
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MensajeTema: Re: El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada   El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Icon_minitimeMayo 6th 2012, 10:29

GRDYUWCGFHYSDUICGJCRID NOOOOO!! NO QUIERO QUE RAYITA Y NICK SE SEPAREN!!!! Es´pero que hablen y se digan que se aman, y esten jutnos para siempre!! por favor ajsghjdvunfhgvyu ME ENCANTARON LOS DOS CAPITULOS. Estoy demasiado ansiosa ajskjksja Me tiene muy atrapada esta novela, la amo jskajkskjak. Siguela cuando puedas!!
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MensajeTema: El Mejor Amante Nick y Tu HOT    El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Icon_minitimeMayo 11th 2012, 13:48

Capítulo 19

Maldijo en voz baja.

Debía de haber visto el programa. ¿Cómo era po­sible? Tenía que haber estado en el instituto. Quizá se lo había contado alguien que los había visto jun­tos. Estaba metido en problemas y tuvo la impresión de que unas rosas no iban a allanarle el camino.

La erección se le desplomó, comprendiendo que esa noche no iba a ver mucha acción.

Se secó una gota de sudor de la frente y luchó contra el pánico.

_______ estaba furiosa. Era justo. Tenía derecho a es­tarlo. Debería haberle contado que había escrito ese maldito libro. Pero fuera quien fuere quien la hubiera llamado para contarle que su novio apare­cía por la tele para promocionar el libro se había ol­vidado de informarla de que había reconocido ante todo el mundo que la amaba.

¿Acaso eso no contaba?

Decidido a aclarar la situación, llamó a la puerta. Nada.

Llamó más fuerte. Nada.

La aporreó con el puño hasta que se le entume­ció y sintió dolor en el antebrazo.

Nada.

El temor se transformaba en irritación. Acercó la boca a la puerta y gritó:

-¿_______!

Se abrió una puerta, pero no la de ella. El señor Forrester, viejo curioso, asomó la cabeza al pasillo.

-¿Qué es todo este escándalo a esta hora de la noche?

Nick miró su reloj. Ni siquiera eran las ocho.

-¿Ha visto a _______?

El viejo entrecerró los ojos.

-Probablemente esté en cama. Vino pronto por un resfriado.

Así se había enterado.

Hizo lo posible por parecer un pretendiente an­sioso. Tampoco le costó tanto. Después de todo, no era más que eso.

-Solo quiero darle estas flores -alzó el ramo- Y prepararle un poco de té.

-Mmmm. Ojalá alguien me quisiera preparar té a mí -dijo el anciano y cerró la puerta.

-¡______! -volvió a gritar-.Abre o...

La amenaza con la que planeaba intimidarla si­guió siendo un misterio, ya que la puerta se abrió.

Solo los diez centímetros que permitía la cadena de seguridad.

-¿Quieres dejar de aporrear mi puerta? –dijo con voz furiosa, antes de concluir con una tos.

De inmediato él olvidó la situación.

-Suenas horrible. ¿Puedo prepararte un té? ¿O una sopa o algo así?

-Hay una cosa que puedes hacer por mí.

-¿Qué? Lo que sea.

-Muérete.

Por fortuna, sus reflejos fueron rápidos. Inter­puso el pie antes de que pudiera cerrar la puerta.

-Por favor, escúchame.

-¿Para qué? ¿Para oír más mentiras?

-¡No! _______, te amo -las lágrimas amenazaban con caer de sus ojos... por el dolor de la puerta con­tra su pie. De haber sabido que iba a terminar en esa situación, se abría puesto unas botas reforzadas y no unas zapatillas-. Por favor, ¿quieres dejar de tratar de romperme el pie?

-Por favor, ¿quieres irte?

-Solo quiero hablar contigo. Un minuto.

Siempre le había gustado un rasgo en particular de ella. Era una mujer inteligente. Debió deducir que no se iría a ninguna parte hasta que no le per­mitiera explicarse.

Quitó la cadena, soltó la puerta y regresó al inte­rior del apartamento con tanta celeridad que él es­tuvo a punto de caer de bruces.

Las rosas no habían mantenido más dignidad que él entre tanto forcejeo, pero las movió en su direc­ción.

-Te he traído esto.

Ella cruzó los brazos y permaneció donde es­taba, a un metro de la puerta, mirándolo con ojos centelleantes.

Las dejó sobre el paragüero, con la esperanza de que las rescataría en cuanto se marchara.

-¿Qué quieres?

-¡A ti! -era la pura y descarnada verdad y ne­cesitaba que ella la creyera-. Te necesito -se mesó el pelo e intentó darle coherencia a sus pen­samientos. Por la inmovilidad que mostraba _______, era evidente que no lo creía-.Te debo una dis­culpa. Debería haberte contado que había escrito el libro. Pero al principio, lo único que quería era averiguar si funcionaba. En primer lugar, lo escribí porque representaba un buen dinero, pero no creía que un libro pudiera enseñarle a una persona a ser mejor amante.

-Te has burlado de mí -manifestó como si le arrancaran las palabras de la garganta.

-No -la miró con incredulidad. ¿Cómo podía creer eso?- jamás te haría algo así.

-¿Cómo te gusta que te toquen, ______? ¿Te gusta esto? ¿Funciona para ti?

Lo imitó con crueldad, y solo entonces él perci­bió su dolor. Realmente creía que había jugado con ella.

-Por favor. No creas eso. No de mí, y desde luego no de ti. Pensé que lo entenderías tal como me sucedió a mí. No fue el libro el que nos enseñó a compenetrarnos. Nos lo enseñamos el uno al otro. Nos enamoramos y eso fue lo que hizo que el sexo fuera especial.

Al oír la palabra «amor»,_______ soltó una risa que se transformó en un ataque de tos.

Nick le miró el rostro agitado, los ojos tristes y la nariz roja. Necesitaba que la cuidaran.

Se apoyó en la puerta y trató de explicarle cómo había terminado metido en ese lío.

-¿Recuerdas el día que me trajiste el sobre y el libro terminó por caerse al suelo?

-Vívidamente.

-Era la primera vez que veía el libro impreso. Me horrorizó que pensaras que lo había comprado por correo, y a punto estuve entonces de decirte que lo había escrito yo.

-¿Y por qué no lo hiciste? -preguntó con falsa dulzura.

-Porque me sentí abochornado. Básicamente, lo escribí por el dinero. Quiero decir, lo hice lo mejor que pude, pero no era más que un encargo -dejó caer la maleta al suelo-. Te repito que no creía que un libro pudiera enseñarle a alguien a ser un buen amante.Consideraba que lo mejor para apren­der era salir y tener mucha práctica. Como en un deporte. En mi arrogancia, pensé que nadie creería que a mí me haría falta un libro así. De modo que me dejó aturdido que tú lo creyeras. Y fue entonces cuando se me ocurrió. El mejor modo de demos­trarme que el libro valía el papel en el que había sido impreso era ponerlo a prueba.

Ella emitió un sonido como una gata escaldada.

-No te conocía -se apresuró a añadir-. Solo eras una mujer sexy con la que había estado fanta­seando mientras escribía los últimos capítulos del li­bro. Pensaba invitarte a salir, pero tenía unos com­promisos de entrega que se me habían acumulado durante la redacción del libro. Me ocupaba de ellos cuando apareciste y el libro cayó al suelo -hizo una mueca al recordarlo-. No tienes ni idea del golpe que recibió mi ego al ver que creías que lo necesitaba.

-Como tú no te haces idea de lo que sentí al ver cómo le contabas a todo Estados Unidos tu pe­queño experimento.

¿Había dicho eso? No recordaba del todo lo que había dicho en el programa de Ginger. Entre los fo­cos, el público y los nervios, la entrevista resultaba un poco borrosa. Pero había una cosa que sí recor­daba bien.

-También le revelé a Estados Unidos que te amo.

-Por simple cuestión de imagen.

Entendía sus sentimientos, hasta simpatizaba con ellos, pero eso era demasiado.

-¿De qué diablos estás hablando? Te amo. Se lo dije a cada espectador de ese programa y ahora te lo digo a ti, por si no lo has descubierto. Te amo y quiero casarme contigo.

A pesar de tratarse de una proposición vehe­mente y estentórea, _______ no dio la impresión de sentirse inclinada a responder con una afirmación.

-Ayer -movió la cabeza-, esas palabras lo ha­brían significado todo para mí.

-¿Y hoy?

-Vete a casa, Nick. Estoy cansada y enferma.

-Lo siento -no sabía qué más decir.-

Ella suspiró.

-Yo también lo siento. Pensé que eras el hom­bre que había estado buscando toda la vida.

-Lo soy -afirmó con intensidad. Como ______ dejara de considerarlo ese hombre, su vida perdería todo sentido.-

-Estoy tan enfadada contigo... -cerró ambas manos al soltarlo.

-Te amo. Quiero casarme contigo. ¿Es que eso no significa nada?

Le lanzó una mirada despectiva.

-Significa que de amor no sabes más que tu pa­dre. Cuando amas a alguien no le mientes, no lo uti­lizas como un experimento para... para demostrar que tu estúpido libro funciona.

Él alzó las manos y le gritó:

-De acuerdo. No me crees. ¡Me rindo! -abrió la puerta, recogió la maleta y se marchó.-

Apenas había avanzado un paso cuando oyó que la puerta volvía a abrirse a su espalda. Con la desca­bellada esperanza de que había decidido darle otra oportunidad, se volvió, solo para ver cómo sus rosas volaban por el aire y aterrizaban en la moqueta de color beige del pasillo. Pensó en dejarlas ahí, pero no fue capaz, no cuando las había comprado con tanta ilusión.

Se arrodilló para recogerlas y se dirigió hacia la puerta del curioso señor Forrester. Cuando su vecino abrió, le dijo:

-Tome. Déselas a su mujer.

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Hola Chicas bueno espero que les guste el capítulo puede que más tarde suba el que me queda y si no lo subiré mañana pero sobre esta hora!!! Very Happy Que emoción!! Solo queda un capítulo!!!!
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El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Empty
MensajeTema: El Mejor Amante Nick y Tu HOT    El Mejor Amante Nick y Tu HOT Terminada - Página 3 Icon_minitimeMayo 13th 2012, 03:58

Último Capítulo


Nunca en la vida _______ había estado tan furiosa.

Y aunque su salud había mejorado, su nivel de energía no se había incrementado. Al menos era lo bastante adulta como para no transmitir al exterior todo su dolor. Probablemente sus compañeros acha­caron sus ojos enrojecidos y su falta de energía a la reciente gripe que había padecido. Solo Therese co­nocía la verdad.

El viernes se arrastró hasta casa, y recordar cómo Nick y ella habían pasado cada viernes desde que el libro se cayera del sobre hizo que se ruborizara y se indignara.

Debería salir, pero no le apetecía. Therese la ha­bía invitado a ir al cine con su nuevo «amigo» Brad, pero no podía imaginar nada más deprimente que verse en el centro de ese romance floreciente. Era lo único agradable en su miserable existencia. Brad había aceptado su sugerencia de que solo fuera amigo de Therese. Y su amiga ya había empezado a quejarse de que no conseguía seducirlo.

No, estaba mejor sola. De hecho, lo mejor que podía hacer era acostumbrarse a ello. Quizá debería pensar en comprarse un gato para tener algo con qué acurrucarse una vez descartados los hombres de su vida.

Al llegar a casa, comprobó el contestador auto­mático. Ningún mensaje.

Perfecto. Menos mal que Nick no la había lla­mado. Había entendido que el adiós era definitivo. No obstante, el hecho de que no hubiera suplicado, de que no le hubiera dejado ningún mensaje ni in­tentado ponerse en contacto con ella en dos días demostraba que ella tenía razón y que nunca la ha­bía amado.

Dejó el bolso en el sofá junto con todas sus fuer­zas y fue a abrir la nevera. Se sintió algo deprimida al ver los recipientes de comida congelada para una persona. Se le fue el apetito.

Quizá fuera a alquilar una película, aunque no podía elegir nada romántico, ya que entonces le se­ría imposible dormir. Tal vez debería decantarse por una bélica... donde un montón de hombres morían al final. Y cenaría en alguna parte. Hacerlo sola en casa un viernes por la noche no era saludable.

Recogió el bolso y se dirigió a la puerta. Al termi­nar de abrirla fue cuando se dio cuenta de la pre­sencia de Nick.

Maldijo su falta de sincronización. Si hubiera es­perado un poco, él habría llamado, ella podría ha­berse asomado por la mirilla y no haberle abierto.

¿Por qué tenía que doler tanto verlo? ¿Y por qué quería arrojarse a sus brazos tanto como darle un rodillazo en la entrepierna?

-Hola -saludó él.

-Iba a salir -se irguió y lo miró con ojos cente­lleantes.

-Te he traído correo.

Extendió unos papeles y ella los aceptó automá­ticamente. Lo veía cansado, con los ojos enrojeci­dos, como si no hubiera estado durmiendo bien. Igual que ella.

Cuando los dedos se encontraron con el papel, bajó la vista, sin saber muy bien qué miraba.

El desconcierto le hizo fruncir el ceño.

-¿Qué es esto?

-Prisioneros de la mente. Le cambié el final.

Una noche habían discutido acaloradamente por la insistencia de Nick de que el poli y la psiquiatra no podían terminar juntos. Él había aducido que no sería realista, y ella recordaba haber sentido que era vital hacerle comprender que el amor era lo único que podía curarlo.

-¿Por qué lo has cambiado?

Nick miró a ambos lados del pasillo y le pre­guntó si podían hablarlo dentro.

Ella aún no había dejado de estar furiosa con él.

-No. Aquí está bien. Iba a salir, ¿recuerdas?

-Porque tú tenías razón. A veces el amor puede sanar a un hombre roto. Fíjate en mí, por ejemplo -se frotó el puente de la nariz-. Ha habido mu­chas respuestas a mi aparición en el programa de Ginger.

Que le recordara ese programa horrible y humi­llante hizo que tensara los hombros.

-¿Te han llamado muchas mujeres pidiendo cla­ses privadas?

Él entrecerró los ojos.

-A veces puedes ser un verdadero incordio.

-Entonces, ¿por qué insistes en molestarme?

-Porque te amo -respondió con el tono de al­guien a punto de perder la paciencia. Se miraron con ojos centelleantes durante un momento. Des­pués de unos instantes de indecisión, él continuó-: Como iba diciendo, hubo muchas respuestas. El ma­nual se ha agotado en todas partes y va por una se­gunda reimpresión.

Estuvo a punto de felicitarlo, pero luego recordó lo furiosa que se sentía y que no merecía sus ala­banzas, así que mantuvo la boca cerrada.

-Mientras tanto, me ha llamado mi agente para comunicarme que tengo una oferta para Prisione­ros de la mente. Pero sabía que no podía enviársela hasta no haber cambiado el final -le tomó la mano-. No soy como mi padre, _______. Tú me hi­ciste comprender eso. Enamorarme de ti fue dife­rente de todo lo que había experimentado hasta este momento -emitió una risa breve-. ¿Sabes qué es lo que más he echado de menos esta se­mana?

Ella negó con la cabeza.

-No haber sido bien recibido para venir a pre­pararte un té y frotarte los pies cuando estuviste en­ferma.

-No te perdiste mucho -hizo una mueca-. Me sentía horrible y tenía peor aspecto.

-Lo sé -al ver la mirada que le lanzó, rió-. Quiero decir que no me importaba que tuvieras la nariz roja ni los ojos llorosos. Solo quería cuidarte. Nunca antes he sentido algo así. Te imagino embara­zada de nuestro hijo y se me pone la piel de gallina. Te imagino vieja, con el pelo blanco y arrugas, y veo a esa mujer mayor y vibrante con quien estaré orgu­lloso de pasar el resto de mi vida.

Ella parpadeó con furia y esperó que él pensara que se debía a la gripe.

-La otra noche fui a tomar unas cervezas con mi padre y mantuvimos una larga charla. Una que deberíamos haber tenido hace tiempo.
¿Sabes lo que pienso? Creo que nunca ha amado a ninguna mujer. Quizá no lo lleva en su interior. Quiere a to­das sus ex mujeres y a sus hijos de un modo rela­jado, pero no creo que tenga perseverancia.

-¿Y tú sí?

-Puedes apostar la vida.

De hecho, era eso lo que le estaba pidiendo.

______ ladeó la cabeza y lo estudió. Vio los ojos chocolates serios, ansiosos por su respuesta. De pronto se dio cuenta de que no importaba mucho lo que dijera su cabeza; su corazón ya había apostado todo a favor de Nick Jonas ganador.

-Pasa -se hizo a un lado y le abrió la puerta del apartamento.

-¿Estás pensando lo que espero que estás pen­sando?

-Voy a dejar que me prepares té y que me fro­tes los pies mientras leo tu libro -lo informó.

_______ no pudo avanzar más de un paso antes de que unos fuertes brazos la atraparan. Se volvió hacia él y Nick la besó, profunda y ávidamente, pero con una intensa ternura.

-Dime las palabras -pidió él-. Necesito oír­las.

_______ echó la cabeza atrás para mirarlo a los ojos.

-Te amo.

-¿Sabes?, me has enseñado a amar.

La sonrisa de ella fue cálida y abierta, llena con las promesas de todo lo que él siempre había que­rido y no había sabido que le faltaba.

-Soy la profesora del mejor amante del mundo.

FIN
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