Capítulo 15
Las Galerías Lexington eran un centro comercial con tres niveles, barandillas de hierro forjado y un pianista con esmoquin que tocaba en
la tercera planta. La más cara. A la que ______ arrastró a Nick.
-Es lógico que ponga su lista de boda aquí.
-Percy & Fitz -leyó Nick en voz alta-. Debería ser Caro & Pretencioso.
-Sshhh -le indicó que bajara la voz.
Entraron en el inmaculado vestíbulo de mármol, con su personal esnob y sus vitrinas impolutas.
Una mujer que podría haber pasado por la reina Isabel se les acercó.
-¿En qué puedo ayudarlos?
______ le explicó a la mujer la razón de su presencia allí y luego estudió la lista de los artículos que quería la pareja.
Descartando un lavavajillas Bosch como algo demasiado caro y cualquier cosa que contuviera cuchillos como un posible mensaje de violencia contenida, aún disponía de muchas opciones.
Mientras Nick inspeccionaba unas copas de martini, ella se debatió indecisa entre un servicio de vajilla para dos y un juego de servilleteros de plata. Prefería los servilleteros, pero, a menos que B.J. hubiera cambiado, juzgaría los regalos por el tamaño de la caja en que llegaran.
Cuando Nick se acercó mientras la dominaba la vacilación, la vendedora dijo:
-¿No sería idóneo conocer la opinión de su marido?
En el mismo instante en que ella decía:
-Oh, no estamos...
Nick interpuso:
-Solo somos...
Ella lo miró y se preguntó qué pensaría de ellos después de haber pasado la primera noche juntos. Una oleada de pánico le atravesó el estómago; quizá salir a comprar regalos de boda la mañana siguiente a haberse acostado juntos no había sido una idea brillante.
-El servicio -decidió-. Y me gustaría que lo envolvieran para regalo y lo entregaran.
-Desde luego. ¿Tiene su propia tarjeta o desea elegir una de nuestra selección?
A ______ no se le había ocurrido llevar una tarjeta nupcial, de modo que eligió una con un motivo ligero y corazones y flores en la parte frontal, sacó una pluma del bolso y escribió: Con cariño, ______ y Nick. Quizá no quisiera que Nick los considerara una pareja, pero desde luego sí que lo hiciera B.J.
Nick al final descartó las copas de martini y decidió buscar otra cosa en la galería comercial.
Al salir, ______ experimentó la agradable sensación de haber eliminado una de sus obligaciones. Pero faltaba la tarea más importante: el vestido. Aunque no estaba segura de querer a Nick cerca mientras se probaba ropa.
-¿Quieres buscar alguna otra cosa para la boda de tu padre? -preguntó con entusiasmo.
Él la miró con ojos entornados.
-No estarás intentado evitar que te vea con un montón de vestidos reveladores, ¿verdad?
Desde luego. Pero no pensaba contárselo.
-No. No quiero alargarte innecesariamente el sábado, eso es todo.
-No hay problema. Puedo buscar el regalo otro día. Tú solo dispones de los fines de semana, ¿no?
-Bueno, sí, pero podríamos separarnos...
Le pasó un brazo alrededor de los hombros, la acercó y le susurró al oído:
-No antes del capítulo siete.
¿Cómo conseguía hacerle eso? De inmediato se sintió trémula como una novia virgen al pensar en la noche de bodas.
El calor borboteó por sus venas al pensar que quizá fuera un novato en lo del sexo oral y necesitara orientación. Una vez más volvería a ser su guía personal en todo lo referente a las cosas sexuales.
Podía enseñarle a complacerla; podía darle a él un placer que tal vez nunca antes hubiera experimentado.
Al pasar por una boutique elegante, decidió poner a prueba su aguante como compañero de compras y lo arrastró al interior. Él la siguió, obediente, de perchero a perchero. ______ sacó un vestido ceñido de color verde pálido con una chaqueta a juego que pedía a gritos una pamela y zapatos de tacón alto. Era una posibilidad. Se lo entregó a la vendedora que revoloteaba cerca de ellos, quien se marchó hacia los discretos probadores.
Al final la elección se redujo a dos piezas, un vestido de un amarillo pálido con corpiño ceñido y falda amplia y el traje verde.
Nick se acomodó en un sillón mientras ella desaparecía en el probador. Se había puesto unas sandalias de tacón alto adrede, sabiendo que iba a probarse ropa para la boda. También llevaba ropa interior bonita, pero si quería ser sincera consigo misma, esencialmente eso era para más tarde.
El conjunto verde de dos piezas le sentaba perfectamente. Con la chaqueta resultaba idóneo para la ceremonia nupcial; y cuando empezara la recepción, podría quitársela. Salió y desfiló ante Nick, disfrutando del modo lento en que le recorrió el cuerpo con la mirada.
-Quítate la chaqueta -pidió él.
Luego, le indicó que diera una vuelta, y ella obedeció, con la esperanza de que el vestido no le tirara de las caderas.
-¿Qué te parece? -le preguntó cuando finalizó el escrutinio.
-Estoy listo para la siguiente elección. No quiero emitir comentarios precipitados.
Ella movió la cabeza y regresó al probador. Su propia impresión era que no estaba mal, pero tampoco la había cautivado. Quizá el amarillo...
Se lo puso, sintiéndose como una reina del baile de los años sesenta. La falda amplia resultaba divertida y el corpiño encajaba muy bien.
Salió para situarse delante de Nick.
Había algo casi erótico en posar y girar mientras un hombre, relajado en un sillón, miraba. Y por la forma en que él la contemplaba, era evidente que no pensaba en la ropa para la boda. Se humedeció los labios. Si le hubiera susurrado: «Capítulo siete», no habría podido sintonizarle mejor la mente para las actividades que le había perfilado para más adelante.
-¿Y bien? -inquirió ______ después de dar otra vuelta-. ¿Qué te parece? -él exhibió el dedo pulgar hacia abajo-. ¿Por qué? -quizá no fuera lo más fabuloso que había visto en la vida, pero le sentaba bien y era perfecto para una boda. Nick no podía saber que había echado un vistazo al precio y casi se había desmayado. Era un vestido estupendo. Desde luego, pensaba mirar algunos más, pero hasta el momento creía tener un serio candidato.
-Demasiado apagado para ti.
-¿A qué te refieres?
Él miró a la vendedora, que andaba cerca.
-Te invitaré a almorzar y lo discutiremos.
-¿Es que no piensas en otra cosa que no sea en comer? -le preguntó después de haberse puesto su ropa y salido de la boutique.
-Claro. Cuando termino de comer. Entonces no pienso en comida hasta que vuelto a estar hambriento.
Dejó que la sacara del centro comercial y la llevara a una cafetería del otro lado de la calle. Ella pidió una ensalada y él un sándwich club con patatas fritas.
-¿Qué querías decir con que el vestido era apagado?
Nick bebió un poco de té helado, como si quisiera encontrar las palabras adecuadas.
-No conozco a esa tal B.J., pero a juzgar por esas cosas tan floridas que quería como regalos de boda, diría que esos vestidos serían perfectos para ella. Pero no para ti. Tú luces colores brillantes y tu ropa tiene... no sé, personalidad.
-No es más que un vestido -lo miró desconcertada.
-¿De verdad? Tengo tres hermanas, y juro que solían vestirse con alguna especie de libro de claves en la mano: usa el negro en los días en que estás gorda, las rayas hacia un lado para resaltar los pechos, las rayas hacia el otro para hacerte parecer más alta... Tenían un guardarropa entero para ir a la iglesia.
-Claro que nos ponemos ropa para realzarnos y gustarnos. ¿Qué tiene de malo eso?
-Nada. Las mujeres también transmiten mensajes con la ropa -la miró con esa expresión divertida-. Ponerte algo de color púrpura significa que quieres hacer el amor.
Ella bajó la vista a su vestido de color púrpura y contuvo una carcajada.
-No es verdad.
Él se acercó.
-Apuesto que si introdujera mi mano por debajo del vestido en este momento, estarías mojada para mí.
Todo el aire pareció escapar de los pulmones de ella. La sola idea de que pudiera tocarla de forma íntima hizo que se retorciera en el asiento de plástico.
Pero él no tenía por qué saberlo, y no pensaba ir a ninguna parte antes de haberse comprado un vestido para la boda.
-Me he vestido así para que me resultara fácil probarme ropa.
-No puedes culparme por intentarlo -se encogió de hombros-. Simplemente no creo que esos vestidos te representen, eso es todo.
¿Tendría razón? ¿Estaba tan empeñada en demostrarle a B .J. y a todos los demás de que le había ido tan bien en la vida que elegía ropa que reflejaba éxito en los términos de ellos y no en los suyos propios?
Comió hojas de espinaca, con furia. Odiaba reconocer, incluso ante sí misma, que Nick tenía razón. Pero así era, por supuesto.
La dieta, el programa de tonificación, la cita, el vestido.
Gimió y le quitó una patata frita.
-Ese vestido amarillo costaba el alquiler de un mes.
Él emitió un silbido bajo y le acercó el plato.
Al final, se dirigieron a una de las tiendas preferidas de ella. Nick entró, le echó un vistazo al maniquí situado cerca de la entrada de la boutique, y dijo:
-Ese.
Era de color púrpura, en una especie de tela sedosa que resultaba espléndida al contacto. Tenía un corpiño ceñido, unas tiras muy finas
y una falda que suplicaba dar vueltas en la pista de baile. Se lo probó y los ojos se le iluminaron delante del espejo del probador. Era ella.
Exhibía su figura a la perfección, incluido el estómago plano que había requerido unos miles de abdominales.
Ese lugar no tenía sillones para los caballeros, de modo que Nick se encontraba de pie en el exterior cuando salió, y fue evidente que le gustaba lo que veía. Giró el dedo del modo en que un entrenador de perros haría con un caniche y ella obedeció y dio una vuelta para él.
-Sí -confirmó-. Es ese.
-Es tirando... no muestra exactamente, pero es ... vaporoso para una ceremonia nupcial.
-Tengo lo que necesita -indicó la vendedora.
Cuando la joven regresó al rato con un chal sedoso del mismo tono violeta, con vetas amarillas, rojas y blancas, ______ supo que había encontrado el traje perfecto.
-Gracias -le dijo a Nick, deteniéndolo en la acera para darle un beso impulsivo.
-Me he divertido -indicó él-. No salgo mucho.
Trabajaba tantas horas en su apartamento, solo, que probablemente necesitaba estar más a menudo rodeado de gente.
-Entonces tendrás ganas de que llegue el martes, cuando vayas a hablarle a mi clase.
-No tanto como de llegar a casa y desnudarte para...
-Sí, sí, lo sé. El capítulo siete.
Lo comentó de forma casual, pero debía reconocer que sus constantes referencias al siguiente capítulo del manual empezaban a excitarla. Nick había decidido tratar cada capítulo como un mundo nuevo que esperaba ser descubierto... y eso hacía que el sexo fuera algo fresco y estimulante.
-¿Tienes que hacer más compras? -preguntó él-. ¿O quieres que vayamos a casa?
Necesitaba zapatos y un bolso nuevos, y unas medias a juego con el vestido. Pero en ese momento tenía una única cosa en la agenda.
El capítulo siete.-Vayamos a casa -respondió.
No hablaron mucho de regreso. Ella experimentó la creciente expectación de lo que iban a hacer y estaba impaciente. Se recordó que Nick sería un poco inepto. Pero en cierto sentido era dulce. Además, los amantes nuevos siempre necesitaban descubrir sus cuerpos.
Con él no se mostraba temerosa de tomar la iniciativa ni de mostrarle lo que le gustaba. Disfrutaba más de lo que había imaginado de su papel como maestra íntima. ¿Quién habría pensado que ayudar a un hombre a convertirse en un amante fantástico sería tan excitante?
Y lo era. Le estaba costando quedarse quieta en el asiento. Quería contonearse. Quería tontear. De hecho, quería bajar sobre él en mitad de la carretera. Pero se quedó quieta. Miró a Nick y vio que tenía la mandíbula tensa. Bajó la vista a su regazo y, tal como había sospechado, estaba más duro que la palanca de cambios. Giró la cabeza para ocultar su sonrisa. Se hallaba tan excitado como ella.
Quizá no pudiera manipularlo físicamente en el coche, pero se podía divertir un poco.
-¿Qué pone en el capítulo siete? -preguntó con voz ronca y provocativa. Lo vio tragar saliva antes de responder.
-Que un hombre puede darle más placer a una mujer con la lengua que con cualquier otra parte del cuerpo.
No sonaba muy feliz; supuso que su centro era el pene, como el de cualquier otro hombre en el universo.
-Bueno -ocultó una sonrisa-, jamás pensé en ello de esa manera, aunque supongo que es verdad. La lengua es muy flexible y lleva su propia lubricación. Pero a mí me gusta... mmm... todo el conjunto.
-Es un alivio. Veamos... ¿qué más pone? - pensó unos instantes. No había puesto música, de modo que reinaba el silencio en el interior del coche-. Dice que la mejor técnica es preguntarle a tu pareja qué le gusta.
Ella asintió. Quizá el hombre que había escrito ese libro estúpido no fuera tan inexperto como había dado por hecho.
-¿Qué te gusta a ti, ______? ¿Una lengua firme en un movimiento penetrante sobre el clítoris, o uno más ligero, de caricia?
-Yo, mmm... -maldición, había planeado torturarlo, le había dado vuelta a las tornas y era él quien la torturaba a ella. Las palabras invocaron imágenes de su boca haciéndole esas cosas hasta que la encendía en una conflagración total.
Carraspeó y trató de considerar la situación como un momento de aprendizaje.
-Las dos cosas. Para empezar... me gusta un contacto suave, y cuando estoy más... excitada, prefiero uno más fuerte -cielos, era bochornoso. ¿Por qué no había mantenido la bocaza cerrada?
Él asintió, ¡y ______ tuvo la impresión de que si no estuviera ocupado con el volante, se habría puesto a tomar notas!
-¿Y tu punto G? -preguntó con tono vehemente de estudiante-. ¿Te gusta que te lo masajeen mientras un hombre te lame?
Sentía como si se lo estuviera masajeando en ese momento. Sus palabras, las imágenes que evocaban, la volvían tan sensible que hasta la ligera vibración del motor del coche a través del asiento la acercaba al abismo.
-Me... me gusta. A veces requiere cierto tiempo encontrar el punto G, pero te lo haré saber cuando te acerques -se abanicó la cara con la mano-. ¿Te importa que abra un poco la ventana?
-En absoluto -repuso con voz trémula.
Si fuera con otro hombre, sospecharía que intentaba no reír, pero con Nick podían ser simples nervios.
Apretó el botón para bajar la ventanilla y dejó que el aire primaveral le refrescara el rostro encendido.
-Hay un dibujo en el libro que muestra a un hombre introduciendo todo el clítoris en su boca. No sabía muy bien si lo succionaría como un caramelo o lo lamería como la punta de un helado. ¿Tú qué crees, qué prefieres?
-Por favor, tenemos que cambiar de tema -jadeó.
-Claro -la miró unos instantes antes de volver a centrar la atención en la carretera.
Fue algo fugaz, pero _______ habría jurado que contenía una sonrisa.
Entrecerró los ojos.
-¿Por casualidad lo has hecho a propósito?
-¿Hacer qué?
Estaba tan excitada por la breve lección verbal, que Nick podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Se sintió tentado a apartar una mano del volante, subirla por debajo de su falda y eliminar su desdicha. Pero también él sufría.
De no haber seguido el libro al pie de la letra, habría bajado la noche anterior. Había deseado hacerlo. Después de haberla tocado, de haberla penetrado, anhelaba tomarla con la boca, probar su placer.
Pero haberlo postergado solo le había potenciado el deseo. Cada partícula de su cuerpo ardía de necesidad. Ya no podía seguir con los juegos.
-Te necesito. Ahora. Si no te pongo la lengua encima, voy a volverme loco.
La respuesta de ______ fue un gemido estrangulado.
Los dos jadeaban cuando frenó en su plaza de aparcamiento. Abrieron las puertas del coche con más celeridad que unos policías en la escena de un crimen.
La tomó de la mano y corrió. El ascensor era demasiado lento. Abrió la puerta metálica que conducía a las escaleras y subieron hasta la segunda planta. Corrieron pasillo abajo. Necesitó dos intentos para lograr introducir la llave en la cerradura y entonces, al final, estuvieron dentro.
-Las bolsas de la compra -gritó ella aturdida, en el instante en que Nick la tomaba en brazos.
-Cierres automáticos. Olvídalas.
Aceptó el gruñido de respuesta como un «sí» y le devoró la boca.
Por segunda vez en su breve relación, la tomó en brazos y por segunda vez la reacción de ______ fue temblar. Se dirigió al dormitorio, cerró la puerta con el pie y la depositó sobre la cama.
Se arrodilló sobre ella, disfrutando de la respiración acelerada, de los ojos nublados y de los labios inflamados.
-Ha llegado el momento del capítulo siete.
Ella gimió y Nick tuvo la impresión de que «capítulo siete» pasaría a formar parte para siempre de su vocabulario. Un código personal de amantes. La palabra siempre centelleó por su mente antes de que la desterrara y se preparara para disfrutar de una mujer muy excitada.
Estaba vestida, pero la urgencia que lo dominaba era demasiado grande como para perder el tiempo desvistiéndola. De momento, solo necesitaba una parte de ella desnuda. Le subió la falda hasta las caderas. Luego, le separó las piernas y bajó la vista. Gimió.
-Oh, ______. ¿Qué has hecho?
-Sorpresa -las palabras parecieron salir con esfuerzo.
El deseo febril empezaba a impulsarla a mover las caderas, pero él tuvo que realizar una breve pausa para disfrutar de la visión de las medias que se detenían en mitad del muslo. El liguero y las braguitas eran de un púrpura brillante. Tocó la piel blanca del nacimiento de los muslos y ella contuvo la respiración. No. No podía ir despacio. Quería, pero no podía. Quizá luego. Por el momento, tenía que verla, tocarla, probarla.
Las manos le temblaron al quitarle las braguitas. Ella tenía los ojos cerrados y se hallaba en algún lugar propio.
Sonrió al arrodillarse entre sus muslos. Sabiendo que ya los había excitado bastante a ambos, le separó las piernas, la encontró húmeda y rosada y el evidente placer que sentía lo atravesó hasta la misma entrepierna. Nunca era egoísta con las mujeres, pero esa lo tenía sumido en un estado de impulso básico de tomar y copular.
Pero el impulso de satisfacerla era igual de fuerte.
Siguió las instrucciones que ella le había dado y empezó con un contacto delicado y ligero que hizo que se abriera a él como un capullo a la luz del sol, exponiendo el brillante clítoris rosado. Lo lamió suavemente y lo sintió temblar y endurecerse.
Hasta el novato más ignorante podía darse cuenta de que se hallaba a punto de explotar. Convencido de que dispondría de tiempo para jugar con ella luego, dio lametones más firmes y prácticamente tuvo que sujetarla por las caderas para mantenerla en la cama. Todo bajo su lengua se volvía más húmedo e hinchado, y entonces, como aún la sujetaba por las caderas, ______ elevó el torso y él experimentó los temblores del clímax que la sacudió.
Por dos veces se incorporó y volvió a caer. Después suspiró satisfecha.
Se tomó un par de minutos para besarle los muslos y acariciarle cualquier parte que estuviera a su alcance, mientras ella flotaba lentamente de vuelta a la tierra. Pero no dejó que posara los pies en el suelo antes de ir en busca del postre.
______ rio entre dientes y le acarició la cabeza cuando reanudó las caricias con la lengua.
-No, no podría. No tan pronto.
En respuesta, le introdujo un dedo y las últimas contracciones del orgasmo lo aprisionaron como en diminutos abrazos. Deslizó un segundo dedo en su interior, y ella suspiró y se movió. Tanteó con gentileza hasta que encontró el denso montículo de su punto G, que comenzó a masajear con delicadeza.
______ jadeó. «Así que no estabas preparada». Sonrió sobre la piel suave y húmeda y luego estableció contacto con la lengua. Evitó el clítoris ya que consideró que aún estaría demasiado sensible, pero exploró todas sus aberturas y pliegues secretos y evaluó la reacción de ella por los suspiros y gemidos y el modo en que su cuerpo volvía a florecer para él.
Y en ningún momento dejó de masajearle el punto G.
-Oh, eso es magnífico -gritó cuando Nick regresó a su clítoris, que volvía a mostrarse ansioso.
Solo había jugado con ella al decirle que le tomaría el clítoris con la boca, pero le pareció una buena idea.
Lo intentó.
A ella le gustó.
De hecho, le gustó tanto que gritó, y tuvo el placer de sentir su placer estallarle en la boca como un dulce fruto estival. Permaneció con ella durante los temblores y volvió a depositarla con suavidad en tierra.
Era humano, y la sede de su propio placer llevaba un buen rato necesitada de atención. Se levantó y comenzó a quitarse la ropa, queriendo estar dentro de ______ para alcanzar las últimas contracciones.
Quedó desnudo en segundos y hurgaba en la mesilla de noche cuando ella lo detuvo.
-Es mi turno -dijo.
Fue un ofrecimiento que estuvo a punto de rechazar. Pero se había contenido durante tanto tiempo, que lo preocupaba avergonzarse.
-No sé muy bien el tiempo que voy a durar -le indicó con sinceridad, sin querer que la fiesta terminara en cuanto ella lo invitara a entrar.
Ella sonrió y lo empujó sobre la cama. Se levantó y con erótica lentitud se quitó el vestido por la cabeza.
Él gimió al observarla. No se quitó los zapatos, las medias o los ligueros, pero tras un minuto de agonía, sí se desprendió del sujetador.
A Nick le encantaban los pechos. Todos. Los grandes, los pequeños, los negros, los blancos, los asiáticos; le encantaba el vaivén, la curva y la personalidad de cada par. Pero nunca había visto unos que adorara más que esos. Habría jurado que coqueteaban con él.
Si alguna vez había estado tan duro, no lo recordaba. Literalmente temblaba por el deseo de tener esa boca hermosa, cálida y de labios sensuales sobre él.
Ella lo miró con picardía y cerró la mano pequeña y hábil en la base de su pene. Nick estaba a punto de llorar.
-¿Te gusta un contacto suave o prefieres un lametón prolongado y más fuerte?
Jamás debería haberla provocado en el coche.
-Cualquier cosa -suplicó-. Aceptaré cualquier cosa.
Ella rio entre dientes y se apiadó de él y dejó de atormentarlo. Simplemente abrió la boca y lo introdujo en su interior, cálido y húmedo, y la lengua bailó sobre la piel encendida. La frente de Nick se llenó de sudor al luchar con el impulso de estallar. La sangre le atronaba en los oídos y respiraba como un corredor de maratón.
Solo había un modo de impedir la inminente humillación. La agarró por los hombros cuando subió la cabeza para respirar, la puso boca arriba y le cubrió el cuerpo con el suyo. Mientras besaba esa boca hermosa que tanto placer le daba, buscó un preservativo.
Entonces la penetró con una embestida rápida y dura. Dejó que saliera el cavernícola que llevaba dentro. El pobre merecía un respiro. No fue un acto bonito o delicado; la bombeó con toda la agonía y frustración acumuladas en la espera y con todo el deseo contenido.
En vez de retraerse, ella pareció acoplarse al espíritu del momento, le rodeó la cintura con las piernas y con entusiasmo se adaptó a la unión frenética. Cuando el clímax los sacudió, rugieron como un par de leones en la selva.
Luego, se desplomaron, sudorosos y exhaustos, y se quedaron dormidos.
Estaba oscuro cuando Nick despertó. Y hambriento.
______ dormía a su lado con el pelo enmarañado en torno al rostro. Se la veía preciosa.
Decidió dejarla dormir mientras preparaba algo para comer, pero el viaje a la nevera lo informó de que no tenía gran cosa.
El estómago le crujió al sacar mantequilla de cacahuete y pan.
-¿Qué hora es? -preguntó una voz somnolienta.
La vio de pie en la puerta, con el albornoz que le llegaba a los tobillos, y la volvió a desear. Se comportaba como si fuera el novato ansioso por el que ella lo tomaba; un tipo que acababa de descubrir el sexo y que de pronto se sentía obsesionado. Y realmente era así como se sentía.
-Casi las seis.
-¿Es eso tu cena?
-No -untó una generosa cantidad de mantequilla de cacahuete en un pan-. Es un refrigerio antes de la cena. Me muero de hambre.
-Siempre estás hambriento.
Le sonrió.
-Soy un hombre de apetitos sanos -dio un mordisco-. ¿Quieres uno? -señaló el bote y el pan.
-No, gracias. ¿Quieres subir a cenar a mi casa? Tengo cosas preparadas en el congelador.
-Quiero ir a tu casa. Y la cena es un buen comienzo.
Ella río entre dientes y desapareció en el dormitorio.
Él se terminó el sándwich y la siguió.
Se había vuelto a poner el vestido, pero estaba arrugado. Le gustó el hecho de que si se encontraba con alguien en el pasillo, de inmediato iba a saber a qué había dedicado la tarde del sábado.
-Me encanta lo organizada que eres -______ era el tipo de mujer que guardaba comida congelada. Esas cosas siempre lo, impresionaban.
Se puso unos vaqueros y una camisa y fueron a la casa de ella, donde Nick intentó olvidar que la última vez que había estado allí, se había desmayado.
Ella fue directamente al congelador.
-¿Chili vegetariano? ¿Sopa de patata y queso? 0... mmm, la etiqueta se ha caído. ¿Plato misterioso?
-Que sea el plato misterioso -como si lo hiciera a diario, fue al armario y sacó los cubiertos-. Me siento aventurero -hasta recordaba dónde guardaba los manteles individuales y las servilletas.
-Si quieres, tengo vino y cerveza en la nevera -le quitó el papel de plata al plato y lo inspeccionó. Se encogió de hombros y lo introdujo en el microondas.
De pronto él pensó que era sábado por la noche y que _______ debía de tener una vida social animada.
-Perdona, pero ¿te estoy cortando algún plan?
-No... -se quedó boquiabierta y se llevó una mano a la boca-. Oh, lo olvidé. Tengo planes. Es la despedida de soltera de una de los profesoras. No puedo creer que lo haya olvidado -se ruborizó al mirarlo-.Tenía la mente en otras cosas. El capítulo siete es uno de mis favoritos.
-No hay problema. Iré a comer una hamburguesa o algo por el estilo.
-No, no lo hagas. Tenemos tiempo para cenar. La fiesta es en la casa de uno de mis compañeros. Podemos ir acompañados. Si te apetece, puedes venir conmigo.
Por lo general, evitaba las fiestas de trabajo de otras personas como si fueran la peste, pero un sábado por la noche sin _______ no tenía mucho atractivo.
-De acuerdo. Si estás segura, te acompañaré.
-Estoy segura -se acercó y le besó el cuello.
-Me gustaría explorar algunos puntos más del capítulo siete.
Lance Flagstaff había creado a un monstruo.
Se preguntó desde cuándo su vida era una mezcla de fantasía y ficción.
Iba a tener que reconocerle a ______ que él había escrito
Sexo para inexpertos absolutos. Lo sabía. Pero ella se divertía tanto siendo su tutora y él se divertía tanto dejando que lo fuera, que no estaba del todo preparado para darle paso al mundo real. Una molesta voz interior le dijo que estaba metido en problemas. _______ aparecía en sus sueños ociosos sobre el futuro, y cada vez más la veía como a su psiquiatra ficticia, la que sería esencial para salvar o condenar a su torturado héroe. Volvió a cuestionar la fina línea que separaba la fantasía de la realidad.
Siendo hijo de su padre, tenía que aceptar que no era el hombre adecuado para el corazón romántico y los sueños de bodas de oro de
______. Debería quitarse la máscara pronto.
Pero aún no.
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Bueno chicas lo prometido es deuda y como dije que no si no podía el jueves subiría el viernes pues aquí está y es un capítulo realmente largo!!!
Espero que les guste el capítulo 7
Si puedo subiré otro capítulo más tarde!!!