Saltando Sobre Sus Huesos (Joe & Tu)
¿Alguna vez has encontrado a un hombre y la atracción instantánea fue tan feroz, que solo quisiste saltar sobre sus huesos a primera vista?
Bueno, yo sí. Mi nombre es _____ Freeman, y soy diseñadora de interiores de oficinas.
El hombre del cual hablo es mi cliente. Joseph Jonas, también conocido como Sr. Jonas, y uno de los solteros elegibles más de Miami. Es un magnate de bienes raíces, y se rumorea que es muy evasivo, un PITA (Pain In The Ass) real, y famoso por su inquietante actitud. Él contrató a mi empresa para re-decorar la oficina de su casa, y como asociada senior de la firma, me enviaron a mí para adaptarme a los caprichos del Sr. Jonas.
El momento en que puse los ojos en él, mi corazón comenzó a palpitar fuertemente y un febril calor llegó corriendo a mi cabeza. Antes de que algo más se registrase en mi mente, mi cuerpo respondió al objeto recién descubierto de mi deseo con una perversidad absoluta que nunca antes había experimentado. Mis pezones se apretaron. Mi coño se cerró. Estaba mojada por la necesidad. No soy una ninfómana, tenlo en cuenta. Por lo general, se necesitan algunos juegos previos para ponerme en el borde, pero este hombre agitó esa clase del fuego en mí simplemente mirándome. No sé como lo hizo, pero hizo hervir mi sangre.
Sus ojos se posaron en mí mucho antes de que reconociera mi presencia en la sala. Él estaba sentado detrás de su antiguo escritorio Luis XV, escudriñándome con sus ojos de halcón. No sé si sintió lo mismo que yo, pero también vi el fuego ardiendo en sus ojos. Incluso sin alguna palabra, supe que la química entre nosotros arrasaba como un reguero de pólvora. Absurdo realmente, ya que éramos extraños. Pero al mismo tiempo, lo que pasaba entre nosotros se sentía correcto.
“Señorita _____ Freeman” Joseph se levantó de su asiento para darme la bienvenida. “Es un placer conocerla al fin. Admiro su trabajo en el Plaza. Es simplemente magnífico” Su voz era seductoramente ronca y articulada, muy cultivadora, teñida con un acento europeo no identificado. Muy sexy. Su postura alta y fornida se alzaba contra mí mientras me enderezaba para estrecharle la mano.
“Gracias, señor. También es un placer de conocerlo”
En el momento en que nuestras pieles se tocaron, corrientes eléctricas se apoderaron de cada una de mis venas. Mi coño se apretó más desesperadamente y brotaba a borbotones la crema. Su agarre era firme y posesivo. No soltó mi mano de inmediato. Maldita sea, no quería dejarlo ir tampoco. Pero los segundos pasaban entre nosotros, sin alguna palabra, y esto comenzaba a parecer ridículo y torpe. Me aclaré la garganta y le obsequie una tímida sonrisa. Se sobresaltó como si se hubiese despertado de un sueño y me dejó ir. Podría jurar que el hombre se estaba sonrojando. “Por favor, tome asiento”
“Gracias” Me senté en una silla frente a él y tomé la carpeta de mi maletín. “¿Creo que ha hablado con mi jefe y él me explicó que está interesado en re-decorar la oficina de su casa?”
Joseph no me contestó. Todavía me contemplaba como si quisiera comerme viva. "Sí" Finalmente murmuró, haciendo con su mano un diminuto, y oscilante gesto. “Estoy cansado de tanta madera en este cuarto. Pensaba en algo simple, minimalista. Moderno y limpio”
“Entonces podría gustarle lo que tengo en mente, Sr. Jonas”
Una sonrisa maliciosa se cernió en la comisura de sus labios. “¿Qué es exactamente lo que tiene en mente, _____? Estoy dispuesto a todo”
Parpadeé. “Estilo minimalista. Zen”
“Ah” Parecía decepcionado de que no mordiese su cebo. Bueno, para ser sinceros, no soy una flirteadora. Y en segundo lugar, Joseph era cliente VIP de mi empresa. Si metía la pata con esto, podría darle un beso de despedida a mi dulce trabajo. Mi mano tembló mientras revolvía las páginas de mi carpeta. Quería derretirme bajo su aguda mirada. “Hice este tema para un cliente en Osaka. Simple, pero elegante. Muy Zen”
Joseph se levantó de su asiento otra vez y caminó hasta mi lado. Se inclinó detrás de mí con una mano en mi silla y la otra en mi carpeta. Su aliento caliente quemó mi nuca. Mi corazón latió aún más fuerte. Me sentí nerviosa, como una colegiala con un flechazo. “Muy Zen, en efecto” Estuvo de acuerdo. El raspado de su voz calcinó cada fibra de mi ser.
Me volví hacia él. “Y-yo tengo…” Antes de que pudiera terminar la frase, Joseph me besó. Aplastó su boca contra la mía y me asfixió con un duro, avaro, y hambriento beso. Gemí y lo besé con la misma ferocidad. Él me pasó las manos por todas partes, sintiéndome. Rompió el beso, con los ojos ardiendo. "Dios, ¿también lo sientes?”
Mascullé poco inteligentemente. "Sí"
Gruñó como un animal. Sucedió tan rápido, que apenas pude comprender que me había arrastrado sobre su escritorio, atrapándome bajo su peso. Me arrancó mi blusa abierta y tiró de mi sujetador. Sus manos se decidieron por mis pechos, apretándome con tanta fuerza que me dejó sin aliento durante unos segundos. Me estremecí cuando su boca se pegó a mi pezón. Sus dientes me mordieron, su lengua se arremolinó alrededor de mi aureola, su boca me chupaba con vehemencia. Dios, un grito casi se arrancó de mi garganta, pero fui capaz de mantenerlo en el último segundo. No quería que su personal supiera lo que estábamos haciendo. Los dedos de mis pies se rizaron por el impacto de lo que me estaba haciendo. Su boca era peligrosa. Su lengua era diabólicamente malvada. Me quemaba con cada golpe de su lengua, cada succión de su boca, incinerando los últimos hilos de mi cordura en cenizas. Se movió de pecho a pecho como si no pudiese decidir lo que quería del buffet de postres.
Cavé mis uñas en su cuero cabelludo mientras continuaba devastándome. Me sacudí, retorcí, golpeada mientras un calidoscopio de placer me envolvía en su férreo control. Apenas estaba consciente cuando me desnudó de la cintura para abajo. Sus manos trabajaron su magia, haciendo que mi falda y bragas desaparecieran de la vista. Sentí que caían a mis tobillos. Él me mordía lo bastante fuerte como para que no pudiera dejar de gritar. Sus palmas se deslizaron hacia arriba a lo largo del interior de mis muslos, una mano ahuecó la fuente de mi calor. Sintió mi coño empapado. Le oí ronronear con placer. Soltó mi pezón con una chasquido fuerte, su voz temblando con el deseo mientras susurraba, “Joder, nena, estás tan malditamente caliente” Joseph rozó su labios sobre los míos, “Figurada y literalmente”
Separó los labios de mi coño y clavó un dedo en mi interior. Me puse rígida mientras me frotaba con tal precisión que sólo un aficionado al sexo bien dotado dominaría, golpeándome en mi punto especial, encendiendo un nuevo fuego en mí. "¿Estás siempre tan mojada?”
Enhebré mis dedos alrededor de su pelo, mis puños abriéndose y cerrándose. El placer me ató en el borde. "No" Admití. “No suelo conseguir llegar a este extremo”
Su diversión llegó como un resoplido. "¿Estás mojada por mí, gatita?”
“Ardo por ti”
Sus ojos se abrieron con mi declaración, ardiendo. Retiró su dedo y enderezó su postura. Desabrochó sus pantalones. “Voy a joderte con tanta fuerza, que no recordarás tu propio nombre”
"¿Es una amenaza?”
“Es una promesa” Su polla saltó libre cuando tiró sus papeles al suelo. Era grueso y largo, y su cabeza era tan grande que no podía menos que sentirme un poco intimidada. Lo alcancé para acariciarlo, pero Joseph sujetó mis muñecas a mitad del camino. “Ni lo pienses. Estoy al mando en este espectáculo”
“Yo sólo…“
Su boca aplastó la mía, amortiguando mi objeción. Y mi grito. Él empujó dentro de mí un momento más tarde, capturando mi inconsciente. En un segundo me sentí tan vacía y necesitada, y al siguiente su polla me rasgó abriéndome, invistiéndome con su gorda cabeza y el eje incluso aún más grueso, arañándome el cuero del útero, dejando sin aliento mis pulmones.
Separé mi boca de la suya, dándome rienda suelta para gritar. Lancé mi cabeza hacia atrás mientras Joseph intentaba envainar su polla totalmente dentro de mí. El dolor y el placer explotaron en mi coño. No creo que pudiera tomar más que lo que él ya había empujado dentro. Era grande. Todo en él era grande y musculoso y… grande. De alguna manera, él dirigía. Gruñó con satisfacción cuando consiguió sepultar su erección entera en mi inadecuadamente apretado coño. Sus pelotas presionaban contra mi perineo, con su vello oscuro contra mi clítoris, y su palpitante polla en mis profundidades, tan caliente, tan extraño, tan bueno, y tan bienvenido. Me miró a los ojos e hizo una mueca. "¿Cuánto tiempo ha pasado?”
"¿Qué?” Estaba en un sueño, parte de las células de mi cerebro no trabajaban como deberían. Respiré lentamente. “Un tiempo” Le confié. “Mucho tiempo”
“Estás apretada” Gimió con voz ronca. “Me encanta”
Me encantaba también. La sensación era increíble. Mi coño abrazado alrededor de su eje, todavía protestando por su asalto. Su polla vibraba. Me lanzó una especie de sonrisa secreta. “Y estás cremosa. mie&$a. Te sientes divina” Él aplastó su boca en la mía otra vez y me folló como si estuviese loco. Gemí en éxtasis cuando él me embistió y arrancó, empujó y tiró con todas sus fuerzas, tan fuerte como pudo; brutal y primitivamente. Me aferré a él y envolví mis piernas alrededor de su cintura, tratando de encontrar sus golpes. El placer se congregado como una tormenta lista para estallar.
Con un gruñido salvaje, me cubrió en su escritorio y se estrelló contra mí con golpes lo bastante fuertes como para magullarme durante días. Pero no me importaba. Solté mi boca de la suya y jadeé. "Más fuerte" Rogué. “Jódeme más fuerte”
Él juró y me entregó lo que quería. Él me jodió con otra docena de golpes cuando un clímax despiadado me arrastró a su paso. Me corrí. Mucho tiempo y con fuerza. Con tanta fuerza, que vi estrellas ante mis propios ojos.
Joseph no se detuvo, todavía inundándome con feroces folladas hasta que un segundo orgasmo me tendió una emboscada. Él me acompañó en esta ocasión, con su cuerpo rígido cada vez que se corría dentro de mí.
Cuando todo terminó, sentí que había corrido una maratón. Hubiera colapsado si no hubiese estado ya acostada boca arriba.
“Dios” Jadeó Joseph. “Eso fue asombroso”
“No es broma”
Él se retiró de mí y fijó sus pantalones. “Bueno. ¿Dónde estábamos?” Él frunció sus cejas. “El tema Zen. Eso sería excelente en mi oficina. Infiernos, quiero que re-decores toda mi casa. Debería mostrarte mi dormitorio después. Mi cama, sobre todo. Y, oh…” Hizo una pausa mientras me miraba recoger mi ropa dispersa. Su sonrisa traviesa le siguió. “No necesitas bragas, cariño. No mientras estés conmigo”
Fin